Colette Dumont | ID

► HABILIDADES:

→ Hechicería: Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.

→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiantes cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.


► PODERES:

→ Creación de Ilusiones: Habilidad que le permite crear ilusiones a su alrededor; imitará texturas, sonidos, olores, etc., desconcertando así a su oponente y brindándole una excelente arma defensiva. El poseedor de este don será capaz de entrar a la mente de su adversario con sus ilusiones.

→ Reminiscencia: Poder para bucear en los recuerdos humanos de los mortales e inmortales.

→ Vigoris: Habilidad para insuflar energías a una persona, ya sea que esté moribunda o débil, traspasándole algo de su energía mediante un conjuro. Se requiere contacto físico y este poder no permite revivir a una persona muerta o evitar que muera si esta gravemente herida.

En cuestiones de personalidad, a Colette no debe juzgársele muy duramente sólo con la primera impresión. Las mentiras y los secretos que ha descubierto incluso de su propia familia, fuesen o no para protegerla, la han vuelto desconfiada y cerrada a entablar relaciones personales de cualquier tipo, llevándola actuar quizás con un poco de dureza hacia los demás. Pero la verdad es que Colette es más fuerte de lo que todos, incluso ella misma, creen.

Oculta por una dura coraza de altivez, arrogancia y serenidad, tras muchas capas de desconfianza y temor, se encuentra aún la niña que creía en cuentos de hadas, que gozaba de pasear descalza por el jardín y sentir el frescor de la hierba bajo sus pies, la chica dulce y despreocupada, la joven mujer deseosa de sentir un amor tan intenso como el de todas aquellas novelas románticas que acostumbraba a leer.

Así como con su actitud y su trato hacia los demás, incluso su manera de vestir se ha convertido en un escudo. Los joviales vestidos que las chicas de  su edad acostumbran a llevar han desaparecido casi por completo, siendo reemplazados por unos mucho más recatados, carentes por completo de escote, cerrados hasta el cuello con mangas hasta las muñecas y lo suficientemente largos para ocultar sus zapatos.

Su cabello, que antes solía llevar suelto con mucha frecuencia, ha decidido llevarlo siempre en apretados y anticuados moños. Colette se ha convertido en el arma perfecta para alejar a todo aquel que no quiera realmente esforzarse por conocerla. Pero ningún arma o escudo es infalible o completamente impenetrable. La debilidad de Colette por los niños y los animales la descubren con facilidad si no se concentra al 100% en mantener todas sus alertas.

La ruina de los Dumont

La familia Dumont fue, durante varios siglos y numerosas generaciones, una de las familias más acaudaladas en toda Francia e incluso buena parte de Europa. No eran parte de la realeza, nunca había existido un título ligado a su buen nombre, pero muchas veces eran tomados en cuenta como tal gracias a su rancio abolengo.

Roger, padre de Colette, al igual que sus muchos antepasados, fue instruido en diversas áreas de aprendizaje tales como economía, política, arte…, con el mismo afán que se le dedicaría a la educación de cualquier príncipe. Sin embargo, así como las buenas costumbres, el dinero, los castillos y el buen gusto, la debilidad por los juegos de azar y las apuestas eran algo que pasaba de generación en generación entre los hombres Dumont, y claro, Roger no sería la excepción.

A los 30, se casó y tuvo su primer hijo, también la primera deuda importante en su carrera como apostador. Necio y orgulloso, Roger nunca abandonó una mano hasta haber perdido mucho más de lo que estaba dispuesto a apostar en una noche. Había recibido una excelente educación, había heredado más dinero del que muchos podrían pensar que existía en el mundo, lo único que no había sacado de sus ancestros era el buen juicio y la voluntad para saber cuándo detenerse.

Cinco años más tarde, su mujer dio a luz a dos hermosas gemelas. Las niñas eran la luz de los ojos de Roger, un par de ángeles rubios con unos ojos de un intenso verde. Con su nacimiento, Roger prometió dedicar más tiempo a sus negocios que a las apuestas, pero no había sido la primera vez y tampoco sería la última. Así pues, no fue hasta pasados 20 años que Roger reparó en la magnitud de sus deudas y la pesadilla de los Dumont comenzó.

Tras la inminente bancarrota, la familia tuvo que recurrir a rematar muchas de las propiedades que habían pertenecido a los Dumont durante siglos para poder saldar las deudas con los prestamistas, las deudas de juegos y otras tantas que había adquirido a través de los años. En el proceso de pagar hasta el último centavo que se debía, Nicolette, su esposa, enfermó; una enfermedad extraña que le había arrancado la vida demasiado joven debido a que no tenían los recursos para costear los buenos médicos de antaño.

Como es evidente, las familias que antes se hicieron llamar “sus amigos” poco a poco se fueron alejando de ellos, rompiendo no sólo relaciones de amistad, sino también de negocios. Los compromisos pautados para las gemelas fueron abolidos y, como si fuera poco, fueron completamente rechazados por la sociedad que antes les dio cobijo.

No pudiendo soportar el desastre que él mismo había provocado, Roger se suicida, dejando a su hijo de 27 años a cargo de las deudas a su nombre que aún no habían podido solventar, con sólo una de las muchas propiedades que antes mostraron el escudo Dumont con orgullo, y un par de hermanas de 22 años de las que hacerse cargo.


Colette Dumont

Siendo la más pequeña e inocente de sus hermanos, Colette nunca notó las continuas disputas entre sus padres, o entre su padre y hermano. Su carácter dócil y obediente, junto con la devoción que sentía por su familia y en especial por su madre, la hicieron creer por mucho tiempo que la suya era la familia perfecta.

Con ella sus padres siempre fueron afectuosos, su hermano mayor muy protector y su hermana, aunque más extrovertida y menos sumisa, siempre había sido muy cercana. Roger, aunque cariñoso, siempre había sido distante, cosa que en la sociedad de aquella época era considerada normal, por lo que nunca le preocupó. Nicolette, por otra parte, tuvo una relación más cercana. Le enseñó a controlar sus ‘dones’, haciéndole prometer que nunca diría nada a nadie respecto a ellos, ni siquiera a sus hermanos y mucho menos a su padre.

Lo que Colette nunca notó fue lo narcisista de su padre y lo débil de su madre. Roger sólo había pensado en sí mismo por mucho tiempo, mientras que su esposa no había tenido el suficiente carácter para hacerlo detenerse, ni siquiera por el bien de sus hijos. Así mismo, sus hermanos que tenían una visión más amplia de la situación, cuando fueron lo suficientemente adultos para entender lo que sucedía, habían tenido que lidiar con una cantidad de problemas y riñas que, deliberadamente, ocultaban a la menor.

Con 20 años ya cumplidos, cuando la verdad respecto a la situación económica familiar salió a la luz pública, fue que Colette se enteró de todos los problemas en los que los Dumont se encontraban. Enterarse de todo, y aún más saber que su propia familia se lo había ocultado, marcó un antes y un después en la actitud y el carácter de esta joven.

Si bien antes se mostraba tímida y dulce, amable con todos, alegre, siempre viendo el lado positivo de todo lo que pasaba en su vida… Se volvió desconfiada, seria e impenetrable. El trato que le dieron todos aquellos a lo que creía sus amigos, fue déspota e innecesariamente brusco, todos les dieron la espalda y al pasar por su lado quitaban la mirada o, en su defecto, les miraban por sobre el hombro. Incluso su prometido, a quien ella guiada por las palabras de su madre había creído amar, nunca volvió a dirigirle una palabra amable. Se dijo que no volvería a confiar tan ciegamente en nadie, ni siquiera en sus hermanos.

Clyde y su habilidad para decir las cosas con más tacto que muchas otras personas, ahora resultaban sofocantes; mientras que, Charlize y su forma directa y sin filtros de hablar le resultaron más refrescantes que nunca. No dejaría de amar a sus hermanos, simplemente sentía que una brecha enorme se había abierto entre ellos, y la verdad es que ella no sabía lo amplia que ésta era, así mismo como desconocía de los muchos sacrificios que uno y otro habían hecho para intentar salvar a su familia del vacío en el que finalmente había caído.

Con la muerte de sus padres, la separación de los hermanos se hizo aún mayor, cada uno puso un granito de arena para poder terminar de cancelar las deudas, pero luego de ello cada quien tomó su rumbo y Colette perdió todo contacto con sus hermanos.

A un año de la muerte de su padre, Colette se encuentra en busca de un empleo como institutriz. Ya ha vendido la mayoría de sus costosos vestidos y joyas, cambiándolos por unos de menor valor y conservando la diferencia entre los precios como un fondo de ahorro para poder mantenerse el tiempo que tarde en conseguir un trabajo.