AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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My best ally, the slave | The World War of the Black Swans
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My best ally, the slave | The World War of the Black Swans
Principios de mayo de 1803, Condado de los Montero
Dentro de su camarote, al ya divisar las tierras de Cadiz. Hilary se paseaba de un lado a otro, estaba nerviosa, necesitaba un aliado, lo necesitaba con urgencia. Su hermano ya había llegado y seguramente ya estaba con los Montero. Estaba aterrada, no por él, si no por la situación en general. No tener el control era abrumador, no solamente sobre él, si no también sobre el conocimiento de todo. De ser una manipuladora se había convertido en una marioneta y no podía permitirlo. Primero necesitaba dos cosas. Un aliado, un espía que pudiera sacar la mayor información posible, alguien que pase desapercibido a la inteligencia de su hermano. Sí, parecía una empresa imposible pero confiaba en que podría conseguirlo. Arley no era perfecto y podría engañarlo, lo creía.
Cuando tocó tierra lo primero que hizo fue mover de un lado a otro su cuello, bostezó cubriéndose con un abanico, luego, caminó por el muelle hasta el coche que la casa Yorkshires que Arley había traído junto a él y lo había enviado a esperarla. El cochero y seguramente aliado de Arley bajó y abrió la puerta. —Bienvenida Lady Hilary White —le hizo una caravana y bajó las escaleras del carruaje—, El señor Arley lo espera en la mansión de los Montero —informó invitándola a entrar con un gesto de sus manos. La líder de los Yorkshires no se movió de su lugar, tan sólo movió su cabeza de arriba a abajo, como si afirmara algo que no hacía. Estaba pensativa, al parecer tenía razón. Mas antes de llegar tenía que encontrar a un compañero.
—De acuerdo, llévame a uno de esos mercados exóticos y de clase baja —dijo de forma despectiva—, y tráete toda la escolta, no quisiera sufrir un percance entre tanta lacra.
—Pero mi señora… —reprochó el cochero mas no pudo decir nada más. —¡Acaso!, ¡ACASO!, procuras no acatar mis ordenes —reprendió con unos ojos inyectados de sangre, los demás subordinados y la escolta retrocedieron un poco dejando al cochero a merced de Hilary—, ¿A quién le debes tu lealtad? —dio unos pasos hacía él de forma retadora, él tan sólo agachó la cabeza. —A usted —dijo en un hilito de voz. Hilary lo miró con desdén y subió al carruaje. La puerta se cerró una vez dentro y el cochero echó andar al mercado negro de las afueras de Cadiz, un lugar no muy lejos de donde estaban. Después de todo esos tipos de mercado se ubican en los puertos o en las cercanías de éstos.
Después de aproximadamente una hora de camino, el carruaje se detuvo. El calor era sofocante y a pesar del abanico amplio que usaba en todo momento no podía siquiera refrescarse. La puerta se abrió y al bajar se encontró con locales en la intemperie o mantas en el suelo con todo tipo de objetos. Había también animales exóticos, comida y más allá, en un rincón apartado, esclavos. Hilary no pudo ocultar su repulsión expresándolo en un gesto que representaba un asco abominable. Por un momento se arrepintió de pedirle al cochero que la llevara ahí. Por doquier había borrachos y vagabundos, y una peste le irritaba el olfato. —¡Qué asco! —exclamó retrocediendo con la intención de entrar. Pero entonces recordó porque había decidido estar ahí. Tenía que conseguir a su aliado, fue así que cubriendo su nariz y boca con uno de sus pañuelos de tela, con unos cisnes negros grabados en las orillas, se abrió paso entre la vulgar gente local y uno que otro extranjero o pirata. La escolta no se separó de ella en ningún momento y pronto llegó hasta donde estaban los esclavos y pensó en si podrían servirle.
—Bienvenida señorita, no tenga miedo de estos animales —dijo el dueño, aquellos especímenes africanos eran musculosos, aunque había algunos en situaciones deplorables, también tenía mujeres, la mayoría con sus pechos descubiertos. Hilary se volvió a uno de su escolta, un hombre fuerte y culto que hablaba tanto inglés como español; y lo llamó con su dedo índice. Ella hablaba español pero prefería que no supiera que era bilingüe así se limitaba a escuchar historias o cualquier tontería. —Dile que necesito a… Una esclava que hable inglés —dijo sonriendo con malicia. Si, una mujer era mejor como espía que un hombre. El escolta tradujo y el dueño que no hablaba inglés mandó a traer a tres mujeres diciendo que ellas eran las únicas que lo hablaban. El escolta volvió a traducir esta vez para Hilary aunque ella había comprendido. La líder de los Yorkshires dio un paso cuidadoso hacía ellas, cerró su abanico y con éste les tocó la cara revisando sus facciones. Pero fue una la que le llamó la atención. Un negra que la miraba casi retándola—. Quiero a esta, que te diga cuanto es y págale el doble —le dijo en inglés a su escolta y le dio la espalda para subir a su coche—. ¡Ah! cobrándole todo su cuerpo con prendas y súbanla a mi coche —concluyó y subió al carruaje. .
Cuando tocó tierra lo primero que hizo fue mover de un lado a otro su cuello, bostezó cubriéndose con un abanico, luego, caminó por el muelle hasta el coche que la casa Yorkshires que Arley había traído junto a él y lo había enviado a esperarla. El cochero y seguramente aliado de Arley bajó y abrió la puerta. —Bienvenida Lady Hilary White —le hizo una caravana y bajó las escaleras del carruaje—, El señor Arley lo espera en la mansión de los Montero —informó invitándola a entrar con un gesto de sus manos. La líder de los Yorkshires no se movió de su lugar, tan sólo movió su cabeza de arriba a abajo, como si afirmara algo que no hacía. Estaba pensativa, al parecer tenía razón. Mas antes de llegar tenía que encontrar a un compañero.
—De acuerdo, llévame a uno de esos mercados exóticos y de clase baja —dijo de forma despectiva—, y tráete toda la escolta, no quisiera sufrir un percance entre tanta lacra.
—Pero mi señora… —reprochó el cochero mas no pudo decir nada más. —¡Acaso!, ¡ACASO!, procuras no acatar mis ordenes —reprendió con unos ojos inyectados de sangre, los demás subordinados y la escolta retrocedieron un poco dejando al cochero a merced de Hilary—, ¿A quién le debes tu lealtad? —dio unos pasos hacía él de forma retadora, él tan sólo agachó la cabeza. —A usted —dijo en un hilito de voz. Hilary lo miró con desdén y subió al carruaje. La puerta se cerró una vez dentro y el cochero echó andar al mercado negro de las afueras de Cadiz, un lugar no muy lejos de donde estaban. Después de todo esos tipos de mercado se ubican en los puertos o en las cercanías de éstos.
Después de aproximadamente una hora de camino, el carruaje se detuvo. El calor era sofocante y a pesar del abanico amplio que usaba en todo momento no podía siquiera refrescarse. La puerta se abrió y al bajar se encontró con locales en la intemperie o mantas en el suelo con todo tipo de objetos. Había también animales exóticos, comida y más allá, en un rincón apartado, esclavos. Hilary no pudo ocultar su repulsión expresándolo en un gesto que representaba un asco abominable. Por un momento se arrepintió de pedirle al cochero que la llevara ahí. Por doquier había borrachos y vagabundos, y una peste le irritaba el olfato. —¡Qué asco! —exclamó retrocediendo con la intención de entrar. Pero entonces recordó porque había decidido estar ahí. Tenía que conseguir a su aliado, fue así que cubriendo su nariz y boca con uno de sus pañuelos de tela, con unos cisnes negros grabados en las orillas, se abrió paso entre la vulgar gente local y uno que otro extranjero o pirata. La escolta no se separó de ella en ningún momento y pronto llegó hasta donde estaban los esclavos y pensó en si podrían servirle.
—Bienvenida señorita, no tenga miedo de estos animales —dijo el dueño, aquellos especímenes africanos eran musculosos, aunque había algunos en situaciones deplorables, también tenía mujeres, la mayoría con sus pechos descubiertos. Hilary se volvió a uno de su escolta, un hombre fuerte y culto que hablaba tanto inglés como español; y lo llamó con su dedo índice. Ella hablaba español pero prefería que no supiera que era bilingüe así se limitaba a escuchar historias o cualquier tontería. —Dile que necesito a… Una esclava que hable inglés —dijo sonriendo con malicia. Si, una mujer era mejor como espía que un hombre. El escolta tradujo y el dueño que no hablaba inglés mandó a traer a tres mujeres diciendo que ellas eran las únicas que lo hablaban. El escolta volvió a traducir esta vez para Hilary aunque ella había comprendido. La líder de los Yorkshires dio un paso cuidadoso hacía ellas, cerró su abanico y con éste les tocó la cara revisando sus facciones. Pero fue una la que le llamó la atención. Un negra que la miraba casi retándola—. Quiero a esta, que te diga cuanto es y págale el doble —le dijo en inglés a su escolta y le dio la espalda para subir a su coche—. ¡Ah! cobrándole todo su cuerpo con prendas y súbanla a mi coche —concluyó y subió al carruaje. .
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Hilary White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 23/04/2014
Re: My best ally, the slave | The World War of the Black Swans
“Puedes ser más sabio que el resto, pero no se los hagas notar”
— Felipe Stanhope de Chesterfield
— Felipe Stanhope de Chesterfield
Era como una especie de plaza concurrida, había mucha gente ofreciendo diferentes artilugios que denominaban exóticos, como también carnes, verduras y frutas; todas traídas del nuevo mundo. En otro rincón se encontraban los curanderos particulares que ofrecían elixires para todo tipo de males. Ese lugar era una mezcla de culturas y creencias, que se alimentaba con la llegada de nuevas cosas provenientes de la exploración de más allá de lo conocido, lo que llevo al descubrimiento de nuevas tierras.
En un rincón lejos de todo esas mezcla de colores y sabores. Se encontraban una clase de humanos de color oscura y rasgos gruesos. Había de toda clase de tamaños y formas. Los hombres se veían mas musculosos y altos, que los mismos esclavistas, capaces de acabarlos con un golpe, por eso los mantenían con gruesos grilletes para evitar cualquier motín. En cuanto a las mujeres sus rasgos más sobresalientes eran su figura delineada y esbelta. En ninguna de estas personas se veía la belleza que debían tener, todos tenían miradas idas y tristes, resignados a su nueva vida; pues muchos fueron capturados, secuestrados y enviamos como ganado a un nuevo mundo para venderlos como propiedad.
Castalia estaba oculta, en la parte de atrás, en donde a veces dormían unas cuantas horas antes de volver a presentarse ante los ojos de los curiosos. A esta negra la habían mantenido encerrada por tres días, sin agua ni comida, la habian evitado golpear porque no quería que ningún moretón se presentara ante los ojos de los compradores, pero si la habían torturado de formas impensables. Ella era una alborotadora natural, siempre buscaba la forma de molestar a sus opresores, se negaba a ser una esclava, esa no era su naturaleza desear buscar la libertad, pues ella no había nacido en esclavitud, era un ser atrapado en una jaula, que anhelaba libertad.
Luego de cuatro días en ayunas, era la primera vez que le tiraban un pedazo de pan y le ofrecían en una vasija de barro unos sorbos de agua ― Bebe y come rápido ― ordenaron― y pórtate bien… que vas a salir a ver a una lady muy importante ― alguno de los compañeros del hombre dudaron en su decisión ¿En serio quería ofrecerle a Castalia? Pero por otro lado lo entendían, debían tratar de vender ese hueso antes de que les provocara más problemas. Castalia bufo y sujeto el pedazo de pan con sus temblorosas manos al mismo tiempo que daba sorbos al agua para tratar de pasarlo. Cuanto termino de comer la levantaron y llevaron a donde habian dos mujeres mas y las hicieron salir hasta donde estaba una pareja.
La mujer se acerco a cada una de ellas y con el abanico utilizándolo como extensión de sus extremidades tocaba algunas partes de los cuerpos de las negras. Cuando llego el turno de Castalia y la mujer toco su mejilla con aquella cosa, no pudo evitar dar un paso atrás y gruñir disgustada, uno de los esclavistas la empujo hacia adelante de nuevo, haciendo que las miradas de las dos se unieran. La negra sonrió levemente… tal vez era la primera vez que esa mujer veía a un negro sonreír de manera tan soberbia.
Castalia sabía el idioma en que estaban hablando, así que entendió lo que ella dijo, quería decir que la habían vendido. No sabía cómo sentirse pero estaba más que segura que sus torturadores estaban aliviados de que se fuera de sus manos, ahora seria problema de ella y ellos se lavarían las manos. Fueron a vestirla lo más decente que pudieron y la entregaron al escolta de la joven que ya estaba en el carruaje. Castalia caminaba sin mucho esfuerzo, pero el hombre la mantenía sujetada al hombro hasta que llegaron al carruaje, abrió la puerta y le ordeno subir. Por unos momentos se detuvo, como si no supiera lo que quería decirle, pero cuando volvió a ver a la mujer volvió a caminar para entrar al lugar que le ordenaron. Se sentó en el asiento que daba justo al frente de la mujer y sin esperar mucho pregunto: ― ¿Para qué carajos me ha comprado? ―
Castalia Birdwhistle- Esclavo
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