AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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junio de 1803, en alguna parte del Reino de Prusia
El camino para Prusia fue muy sencillo, bastante para el forastero que una vez toco el reino se convirtió en hermano. No era un noble reconocido en todos los condados, ducados o ciudades. Y su intención no era aún llegar a la capital para entrevistarse con el rey. De hecho, no tenía sus ideas aún claras. El matrimonio de Arley que lo ascendería a Conde de Cádiz lo cambió y no lo negaba. De los Nottinghams sabía poco. Un año atrás su camino casi se cruzó con el de Scott cuando éste hizo negocios con musulmanes. Mas la suerte, a su parecer, le ayudó a que dicho encuentro no se llevara a cabo. Un mes le bastó para llegar al Reino de Prusia y quizá en una semana estaría frente al Rey que esperaba le diera un buen consejo. En el corazón de Kilian aún se anidaba el rencor sobre su hermana y la envidia sobre las otras casas. El saber de Scott fue productivo más que irritable. Se dio cuenta de que los Nottinghams estaban empeñados en hacerse de sus propias rutas, totalmente bao su administración y sin registrarlas ante la pésima administración que tenía la Iglesia sobre el poder de los Cisnes Negros, además, era evidente que las acciones de Scott en el Oriente traería consecuencias en su relación con la Iglesia. Por otra parte, las noticias sobre los Yorkshires le hicieron pensar que jugaban el mismo partido que Nottinghams. Empero, no era el mismo rol, no cuando Hilary por derecho tomaría la administración general dentro de siete años. Tenía siete años para arrebatarle el poder a la Iglesia, una empresa que para Killian parecía, aunque no imposible, muy difícil. Entonces llegaba la pregunta, ¿qué es lo que hace Hilary al respecto?, pues su hermana le daba igual.
Killian sabía que estaba en desventaja si lo que pensaba era en obtener el poder, una idea que había enterrado en el decadente reinado de Selim III, de los Cisnes negros. Comprendía que el rey de Prusia lo orientaría. Estaba desconectado en lo que refería al trafico mercantil y toda esa hipócrita burocracia. Por supuesto, admitía que las relaciones sexuales en ese ámbito eran muy generosas cuando uno tenía el poder. Pero él, desheredado por su propia hermana no tenía otro recurso que usar los movimientos belicosos para recuperar lo que por designio de su padre era de él; y lo tenía que hacer antes del gobierno que creía no tendría Hilary. Necesitaba de aliados, espías. Todo sobre sus primos. Pues no sabía que su máximo rival era alguien al que ni siquiera consideraba… Arley.
Llegó a un rústico hostel, parecía más bien una enorme cabaña a las orillas del bosque. Su caballo ya estaba agitado por el enorme esfuerzo de ese día, Killian era consciente de ello, por eso se detuvo y bajó llenó de energía. Algunas personas se visualizaban en las afueras, un par de ebrios, y una que otra mujerzuela, posiblemente había cazadores en el interior; pues, no tenía una fachada elegante o al menos familiar. Parecía más bien un nido para refugiados, lo peor de la sociedad, no de Prusia solamente, de reinos cercanos. Soltó un lánguido suspiro y movió su cabeza de derecha a izquierda; luego, con las riendas de su caballo bien sujetas con sus manos miró a través de las copas, más allá del cielo, de las estrellas, allí donde la luna menguante le decía que ya era de noche y esa energía lunar descendió sobre su cuerpo en un golpe que rodeó el cuerpo cansándolo. Sonrió cerrando sus ojos, y ahora escuchó el sonido de algunos cuervos chillando entre las ramas de los fuertes robles. Killian respiró hondamente y exhaló de tal modo que relajó su cuerpo sin necesidad de sacudirlo. Después, subió la colina que lo separaba del hostel jalando a su caballo.
A escasos metros se acercó un niño pidiéndole su caballo para llevarlo al establo y atenderlo en un perfecto alemán. Al principio Killian receló por lo que había dicho, no ha cualquiera soltaba su caballo, sin embargo, el caballo estaba tan unido a él que regresaría a él, así, confiado de que no habría problemas le soltó las riendas dándole unas palmadas a su caballo y diciéndole que todo estaría bien, que confiara en el niño pero que regresara si lo adentraban en el bosque, que relinchara tan fuerte como pudiera, todo eso se lo dijo en árabe. Haya lo había conseguido y en esa lengua sólo se entendían. El caballo relinchó una vez afirmando con su cabeza como si hubiera entendido. —Te lo encargo niño, si le pasa algo tu vas a responderme sin importarme quienes sean tus padres —dijo también en alemán y el niño asintió sin sentirse ofendido o tener miedo; posiblemente esas amenazas las recibía diariamente lo que le dio más confianza a Killian de que Hajjâj estaría bien.
Subió las escaleras que lo llevaban al nivel del hostel, los borrachos estaban tumbados y una de las mujeres se acercó mas Killian ni siquiera se detuvo. Entró al lugar que parecía más bien una taberna. Había juegos de azar y cerveza por todas partes, una barra pero, detrás del encargado varias llaves lo que indicaba que además de ser una taberna, putero o cualquier otro calificativo degradado, también era un hostal. Killian llegó ante el encargado que le ofreció una cerveza, lo que al parecer sólo servían. —Sí, deme una y también un cuarto. El mejor que tenga —el hombre se apuró a darle la cerveza y entregarle la llave. Killian la miró. Segundo piso habitación 4.
Killian sabía que estaba en desventaja si lo que pensaba era en obtener el poder, una idea que había enterrado en el decadente reinado de Selim III, de los Cisnes negros. Comprendía que el rey de Prusia lo orientaría. Estaba desconectado en lo que refería al trafico mercantil y toda esa hipócrita burocracia. Por supuesto, admitía que las relaciones sexuales en ese ámbito eran muy generosas cuando uno tenía el poder. Pero él, desheredado por su propia hermana no tenía otro recurso que usar los movimientos belicosos para recuperar lo que por designio de su padre era de él; y lo tenía que hacer antes del gobierno que creía no tendría Hilary. Necesitaba de aliados, espías. Todo sobre sus primos. Pues no sabía que su máximo rival era alguien al que ni siquiera consideraba… Arley.
Llegó a un rústico hostel, parecía más bien una enorme cabaña a las orillas del bosque. Su caballo ya estaba agitado por el enorme esfuerzo de ese día, Killian era consciente de ello, por eso se detuvo y bajó llenó de energía. Algunas personas se visualizaban en las afueras, un par de ebrios, y una que otra mujerzuela, posiblemente había cazadores en el interior; pues, no tenía una fachada elegante o al menos familiar. Parecía más bien un nido para refugiados, lo peor de la sociedad, no de Prusia solamente, de reinos cercanos. Soltó un lánguido suspiro y movió su cabeza de derecha a izquierda; luego, con las riendas de su caballo bien sujetas con sus manos miró a través de las copas, más allá del cielo, de las estrellas, allí donde la luna menguante le decía que ya era de noche y esa energía lunar descendió sobre su cuerpo en un golpe que rodeó el cuerpo cansándolo. Sonrió cerrando sus ojos, y ahora escuchó el sonido de algunos cuervos chillando entre las ramas de los fuertes robles. Killian respiró hondamente y exhaló de tal modo que relajó su cuerpo sin necesidad de sacudirlo. Después, subió la colina que lo separaba del hostel jalando a su caballo.
A escasos metros se acercó un niño pidiéndole su caballo para llevarlo al establo y atenderlo en un perfecto alemán. Al principio Killian receló por lo que había dicho, no ha cualquiera soltaba su caballo, sin embargo, el caballo estaba tan unido a él que regresaría a él, así, confiado de que no habría problemas le soltó las riendas dándole unas palmadas a su caballo y diciéndole que todo estaría bien, que confiara en el niño pero que regresara si lo adentraban en el bosque, que relinchara tan fuerte como pudiera, todo eso se lo dijo en árabe. Haya lo había conseguido y en esa lengua sólo se entendían. El caballo relinchó una vez afirmando con su cabeza como si hubiera entendido. —Te lo encargo niño, si le pasa algo tu vas a responderme sin importarme quienes sean tus padres —dijo también en alemán y el niño asintió sin sentirse ofendido o tener miedo; posiblemente esas amenazas las recibía diariamente lo que le dio más confianza a Killian de que Hajjâj estaría bien.
Subió las escaleras que lo llevaban al nivel del hostel, los borrachos estaban tumbados y una de las mujeres se acercó mas Killian ni siquiera se detuvo. Entró al lugar que parecía más bien una taberna. Había juegos de azar y cerveza por todas partes, una barra pero, detrás del encargado varias llaves lo que indicaba que además de ser una taberna, putero o cualquier otro calificativo degradado, también era un hostal. Killian llegó ante el encargado que le ofreció una cerveza, lo que al parecer sólo servían. —Sí, deme una y también un cuarto. El mejor que tenga —el hombre se apuró a darle la cerveza y entregarle la llave. Killian la miró. Segundo piso habitación 4.
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CODE BY NIGEL QUARTERMANE
Última edición por Killian White el Mar Sep 08, 2015 3:04 pm, editado 2 veces
Killian White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 10/01/2014
Re: Right this moment I don't seek an ally, I seek a lover | +18 | The World War of the Black Swans
"Cuando el misterio
es demasiado impresionante,
es imposible desobedecer."
Antoine De Saint Exupery
es demasiado impresionante,
es imposible desobedecer."
Antoine De Saint Exupery
Estaba cansada, nuevamente la habían enviado lejos de su hogar, si es que aquel lugar, aquel refugio lleno de inquisidores podía llamarse así. Habría cientos de espías antes que ella para esa misión, no obstante, tampoco se arrepentía, Prusia tenía su encanto y en estas tierras, incluso ella tenía sus secretos. Secretos que como el de ahora le darían una cómoda cama en donde poder descansar y refugiarse tras la semana extenuante que llevaba de servicio.
— ¡Ven aquí, Spix! Hemos terminado por hoy— Llamó alzando el brazo en el que contenía tiras duras de cuero que impedían que las garras del águila se clavaran en su piel. El ave chilló y se precipitó de la rama donde se posaba, hacia el brazo de la inquisidora en un breve vuelo que terminó cuando se agarró a su brazo. Llevaban semanas siguiendo la pista de un condenado que había decidido pasarse al lado de los traidores. Su misión era clara y concisa; Rastrearlo y seguir cada uno de sus movimientos los que cada mañana debía de enviar por carta sellada en una de sus aves. Esta vez no le habían encargado capturarlo y traerlo, ya que para eso ya estaban avisados y apostados los inquisidores prusianos, no obstante, de correr peligro su propia vida siempre podía defenderse y traerlo sin vida frente a quienes reclamaban su cuerpo. Por el momento no habían llegado a las manos, ni parecía darse cuenta de que le estaban siguiendo, pero hoy se habían acercado demasiado y aquel hecho le carcomía sus pensamientos. No podía echar todo por la borda por un simple traidor y lo sabía. No solo su vida dependía de sus aciertos y sus errores, y con esa responsabilidad no podía cometer ninguna tontería más. Necesitaba descansar y prepararse para la mañana siguiente partir con las primeras luces del alba. El desenlace de la misión estaba tan cerca que Katya ya saboreaba la aclamada libertad que se le concedería tras la realización exitosa de la misma.
Al ver de lejos el humo de lo que debía de ser la chimenea del hostal al que se dirigía apresuró sus pasos rebuscando con su mano libre en uno de los bolsillos del abrigo de piel que llevaba, sacó un trozo de carne que enseguida se lo dio a su compañero, que como ella debía estar hambriento. No por nada llevaban más de un día entero siguiendo la pista de un traidor de sus filas y entre vuelo y vuelo poco tiempo habían tenido por ocuparse de sus estómagos. Spix, recibió el trozo de carne y lo devoró en cuestión de segundos. Katya sonrió y acariciándole con suavidad la pequeña cabeza dorado del animal salió del bosque para encontrarse de frente con su destino más inmediato; su hostal. Lo había comprado hacia unos años encontrándose en la necesidad de establecer un refugio temporal para cuando sus misiones la llevaban tan lejos de las tierras francesas ¿Y qué mejor lugar en el que esconderse que en un lugar de mala muerte como aquel? Era perfecto para sus aspiraciones y además, todo visitante que pasara por aquellos caminos antes de llegar a la capital detenía sus pasos en este lugar y ella; sacaba tajada e información fácil de esos viajeros cuando la situación le demandaba ser cortés y social. O más bien, cuando ella así quería ser.
La noche estaba tranquila y excepto por uno o dos borrachos que entrevió por las ventanas al acercarse al establecimiento, nada parecía fuera de lugar hasta que un joven viajero se interpuso entre ella y la puerta entrando él primero sin haberla visto siquiera. Aquel comportamiento hizo que frunciera el ceño y que Spix erizara su plumaje como si en cierta parte, el sonido de la puerta cerrarse frente a sus narices fuera una especie de insulto. Normalmente solían verla a leguas de distancia. Solía atraer la atención y a pesar de ser normalmente un obstáculo a la hora de realizar sus deberes de espía, esta vez el que la ignoraran resultó como un balde de agua fría a su orgullo. Veamos qué noche nos espera esta vez, pensó una vez repuesta antes de entrar y subir las escaleras que la llevarían hacia donde se encontraba el hostal, su ansiada alcoba y aquel joven que para bien o mal había captado su atención.
Subió y oyendo las voces de los borrachos y de Daniella, una de las jóvenes prostitutas que solía entretener a los viajeros pasó de largo sin siquiera mirarlos completamente intrigada por el joven que pedía una habitación y al que por error le estaban dando las llaves de su habitación. Hacía poco habían tenido que cambiar a algunos trabajadores, entre ellos al joven que servía en la barra y que también se ocupaba de las habitaciones. En un principio pensó haber hecho bien contratando a aquel joven, pero ahora que la única regla que tenían que era precisamente no ocupar nunca la habitación privada de su señora estaba siendo vulnerada, no sabía que pensar.
—Ya sabes que hacer —Susurró a su ave señalándole con la mirada al desconocido y las llaves que este sostenía—. Tráemelas a mí, pequeño.
No hizo falta mucho más para que el águila alzara sus alas y fuera directo hacia las llaves, que logró tomar antes de que el joven reaccionara y cerrara la mano entorno a ellas. Sus aves habían sido todas y cada una entrenadas para no hacer daño, más que el que ella ordenase por lo que la mano del joven no recibió ningún arañazo ni picotazo al momento de arrebatarle las llaves. Solo pudo sentir la sorpresa del momento y cuando este se volteó, Katia le sonrió. Aquel joven no era como los tantos otros viajeros que pasaban por el hostal y se le notaba la experiencia en su rostro anguloso y en su oscura mirada. No se trataba de un cazador, tampoco de un inquisidor o sobrenatural, ya que de ser así podría sentirlo. Y aquello, incluso más la sedujo. Ahora no únicamente deseaba conocer el nombre de quien no había osado ni mirarla en la entrada, sino que esperaba desentrañar aquel misterio que presentía escondía en lo más recóndito de su alma.
—Siento deciros que esta habitación ya está ocupada y es privada. —Habló la cambiante con voz dulce, nada acorde con la intensidad de su mirada. A su vez, el águila volvió para posarse en su brazo y depositó las llaves en su otra mano frente a todos, incluido el camarero y encargado del lugar que no supo que decir al verla inesperadamente. Katya ignoró al muchacho y centrándose en aquel misterioso hombre hincó con suavidad sus azules orbes en los de él y sonrío de nuevo, — Pero podríamos llegar a un acuerdo, si lo deseáis.
Katya A. Keergaard- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2015
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