AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cazadores y presas [Privado]
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Cazadores y presas [Privado]
Tengo la sensación de morir cada día.
S.J. Watson
Cazadores, seres que se ganaban la vida asesinando a todos aquellos sobre naturales que se cruzaban desafortunadamente por su camino y quienes se volvían en sus presas por el simple hecho de que sus existencias eran valiosas ya fueran para investigaciones, como parte de colecciones o porque alguien más decidía que eran una molestia para sus fines. Hasta esa mañana Atali se había encontrado segura de que estaba a salvo en los bosques y si bien su modo de vida no era precisamente el más elegante o más adecuado, era consciente de que no llamaba lo suficiente la atención como para ser puesta en la mira de cazadores o inquisidores.
El día de la cambiante había transcurrido de manera muy normal. La mañana la paso recorriendo los bosques, llenándose de esa libertad y fuerza que le brindaba la naturaleza, hasta que por la tarde, decidió ir a visitar el centro de París. A la joven le encantaba pasar las tardes andando de un lado a otro, viendo a las personas y escuchando las conversaciones de otros para enterarse de las noticias que rondaban por la ciudad. Compro unos panecillos dulces y los comió con muchísima calma, siendo ese el momento donde un escalofrió le recorrió la columna, una especie de presagio de mala fortuna que termino por achacar a un viento frío que le alboroto los cabellos no solo a la cambiante, sino a las demás personas que caminaban por el centro parisino.
– Estoy cada día más loca – aseguró para ella misma justo antes de terminar sus panecillos y decidir que era el momento indicado para regresar a su hogar en los bosques.
Con andar tranquilo y despreocupado, Atali abandono lentamente las calles de la ciudad, los ruidos y las personas, supliéndolo el aroma de la humanidad por el de los bosques y los sonidos de los animales. Una enorme sonrisa apareció en su rostro, la vida no le era muy complicada y eso era maravilloso.
A punto estaba de llegar a la zona donde se quedaba cuando noto algo fuera de lo normal, una presencia que volvía a los animales silenciosos y precavidos, como si temieran que aquella presencia pudiera hacerles daño de alguna manera. No fue precisamente sentir que alguien más estaba ahí lo que la altero, sino que fue la reacción de todo a su alrededor lo que le dejo dudando de que quien se acercaba y por eso fue que se mantuvo estática, pendiente de que era lo que acontecería después, sin sospechar que quedarse ahí le traería problemas, y muchos más de los que esperaba.
S.J. Watson
Cazadores, seres que se ganaban la vida asesinando a todos aquellos sobre naturales que se cruzaban desafortunadamente por su camino y quienes se volvían en sus presas por el simple hecho de que sus existencias eran valiosas ya fueran para investigaciones, como parte de colecciones o porque alguien más decidía que eran una molestia para sus fines. Hasta esa mañana Atali se había encontrado segura de que estaba a salvo en los bosques y si bien su modo de vida no era precisamente el más elegante o más adecuado, era consciente de que no llamaba lo suficiente la atención como para ser puesta en la mira de cazadores o inquisidores.
El día de la cambiante había transcurrido de manera muy normal. La mañana la paso recorriendo los bosques, llenándose de esa libertad y fuerza que le brindaba la naturaleza, hasta que por la tarde, decidió ir a visitar el centro de París. A la joven le encantaba pasar las tardes andando de un lado a otro, viendo a las personas y escuchando las conversaciones de otros para enterarse de las noticias que rondaban por la ciudad. Compro unos panecillos dulces y los comió con muchísima calma, siendo ese el momento donde un escalofrió le recorrió la columna, una especie de presagio de mala fortuna que termino por achacar a un viento frío que le alboroto los cabellos no solo a la cambiante, sino a las demás personas que caminaban por el centro parisino.
– Estoy cada día más loca – aseguró para ella misma justo antes de terminar sus panecillos y decidir que era el momento indicado para regresar a su hogar en los bosques.
Con andar tranquilo y despreocupado, Atali abandono lentamente las calles de la ciudad, los ruidos y las personas, supliéndolo el aroma de la humanidad por el de los bosques y los sonidos de los animales. Una enorme sonrisa apareció en su rostro, la vida no le era muy complicada y eso era maravilloso.
A punto estaba de llegar a la zona donde se quedaba cuando noto algo fuera de lo normal, una presencia que volvía a los animales silenciosos y precavidos, como si temieran que aquella presencia pudiera hacerles daño de alguna manera. No fue precisamente sentir que alguien más estaba ahí lo que la altero, sino que fue la reacción de todo a su alrededor lo que le dejo dudando de que quien se acercaba y por eso fue que se mantuvo estática, pendiente de que era lo que acontecería después, sin sospechar que quedarse ahí le traería problemas, y muchos más de los que esperaba.
Atali- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
Re: Cazadores y presas [Privado]
"Aquel que lo piensa mucho antes de dar un paso,
se pasará su vida completa en un solo pie".
se pasará su vida completa en un solo pie".
André jamás atacaba sin estar seguro de su presa. No era sobrenatural, para él no existían las auras. Por lo mismo, se veía obligado siempre a observar en silencio, a seguir a quien consideraba un animal y a aguardar en las sombras para desterrarlos del plano de lo humano. Los licántropos y cambiaformas eran sus únicos objetivos y su más anhelado trofeo. Ellos no encajaban, eran animales que podían cambiar a humanos, que hablaban, que vivían como lo que no eran y se mofaban de su fortaleza en medio de un mundo que no les pertenecía. André era tan radical como enfermo y su plan de lograr disecarlos en sus formas naturales era su mayor anhelo.
Últimamente tenía en la mira de sus retorcidos deseos a una mujer, de joven apariencia y pobre vivir. Parecía un ratón de campo y se comportaba como uno, más allá de cambiar a formas bastante diferentes. También se movía a solas, sin prudencia o recato alguno para escuchar los chismes de los demás, justo antes de caminar a su casa sin el menor disimulo. Era en resumen una presa fácil y, aunque a André le gustaban los retos, poco importaba la personalidad cuando era un animal de lo que se hablaba.
Esa noche, como muchas otras, ella dio pie para ser seguida. Se movía sin la más mínima desconfianza al principio e incluso fue tan tonta de permanecer quieta cuando todo se tornó extraño. Él no pertenecía a ese lugar, y los demás animales, aparte de ella, parecían saberlo ¿Qué sentido tendría entonces ocultarse? Con total descaro avanzó hacia ella, sin dejar que ningún árbol le flanqueara el recorrido o lo ocultara siquiera un poco de su mirada. Su presa estaba allí e iría en pos de ella, sin actuaciones ni disimulos.
—Vamos, cambia a alguna de tus formas de can y no me hagas perder el tiempo— ordenó sin elevar la voz, pero mirándola como si fuera el verdugo que viene a quitarle la vida. André no era en absoluto sutíl y aunque el cambiante o licántropo que tuviera al frente perteneciera al género femenino, no cambiaba de opinión o mejoraba el trato. No se dejaba engañar por edades, para él, lo mismo era un cachorro que un león. Las camadas eran un regalo para su experimentación y los lisiados un abrebocas a sus inventos. Los animales eran sólo eso, aunque suplicaran perdón con voz de inocencia y miraran a los ojos como el más sensible de los seres sobre la tierra esperando por misericordia.
Últimamente tenía en la mira de sus retorcidos deseos a una mujer, de joven apariencia y pobre vivir. Parecía un ratón de campo y se comportaba como uno, más allá de cambiar a formas bastante diferentes. También se movía a solas, sin prudencia o recato alguno para escuchar los chismes de los demás, justo antes de caminar a su casa sin el menor disimulo. Era en resumen una presa fácil y, aunque a André le gustaban los retos, poco importaba la personalidad cuando era un animal de lo que se hablaba.
Esa noche, como muchas otras, ella dio pie para ser seguida. Se movía sin la más mínima desconfianza al principio e incluso fue tan tonta de permanecer quieta cuando todo se tornó extraño. Él no pertenecía a ese lugar, y los demás animales, aparte de ella, parecían saberlo ¿Qué sentido tendría entonces ocultarse? Con total descaro avanzó hacia ella, sin dejar que ningún árbol le flanqueara el recorrido o lo ocultara siquiera un poco de su mirada. Su presa estaba allí e iría en pos de ella, sin actuaciones ni disimulos.
—Vamos, cambia a alguna de tus formas de can y no me hagas perder el tiempo— ordenó sin elevar la voz, pero mirándola como si fuera el verdugo que viene a quitarle la vida. André no era en absoluto sutíl y aunque el cambiante o licántropo que tuviera al frente perteneciera al género femenino, no cambiaba de opinión o mejoraba el trato. No se dejaba engañar por edades, para él, lo mismo era un cachorro que un león. Las camadas eran un regalo para su experimentación y los lisiados un abrebocas a sus inventos. Los animales eran sólo eso, aunque suplicaran perdón con voz de inocencia y miraran a los ojos como el más sensible de los seres sobre la tierra esperando por misericordia.
Luciano Tornabuoni- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2015
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Re: Cazadores y presas [Privado]
“No cabe la menor duda,
en esta vida, tarde o temprano
pagamos todo lo que hacemos”
Era una cambiante que creció huérfana, había aprendido a defenderse por su propia cuenta y a base de terribles errores que le dejaron marcada. A primera vista no lo parecía, pero Atali sufría cada vez que recordaba que era una asesina y que no importaba que la gente la viera como una buena e inocente jovencita, ella no tenía nada de buena y mucho menos de inocente; debía ser por eso entonces que caminaba como si no tuviese miedo a nada; la rusa ya había visto la muerte, la conocía y no le temía, por el contrario estaba dispuesta a retrasar a la muerte tanto tiempo como le fuera posible y para ello usaría todos los medios que tuviera a su alcance, se enfrentaría contra todos aquellos que la atacaran primero y trataría de salir victoriosa. Sin embargo aquella tarde la muerte había puesto su marca en la cambiante, así como años atrás había puesto la marca en el hombre que Atali asesinara.
Con todos los sentidos puestos en aquel cambio en el ambiente, buscando la presencia que causaba alboroto en los animales y hasta en su alma, Atali centró su vista en una dirección especifica, desde la cual apareció un hombre de apariencia ligeramente mayor a la de ella. Aquel sujeto le miró de manera fija y la cambiante vio un deseo fuera de lo común, algo que ocasiono que el mismo escalofrió que sintiera en las calles le recorriera el cuerpo y de manera inconsciente dio un paso hacía atrás. El bosque quedó en un silencio que la incomodo como nunca, como si todos a su alrededor supiera que ahí se desarrollaría una batalla por la supervivencia del más fuerte y esa lucha comenzaba con una respuesta por parte de la rusa.
– ¿Cambiar? – preguntó con el ceño fruncido y una sonrisa de extrañeza en el rostro pues no pensaba darle motivo alguno que le asegurase al hombre que ella era en realidad una cambiante – Creo que se ha equivocado, yo… no sé a que se refiere y así como no quiere perder su tiempo, yo tampoco quiero hacerlo, así que debería irse – y bien pudo haber dicho aquello e irse caminando en cualquier otra dirección, aún así, se mantuvo justo en el mismo sitio pues tenía el presentimiento de que si le daba la espalda o daba signos de desear irse, aquel hombre le atacaría, por eso es que quería esperar y ver que era lo que él decía a continuación, pero sobre todo, Atali quería saber si era posible hacerle ver que estaba completamente equivocado y que se fuera para no volver más.
Los ojos de la joven no se despegaban de la figura masculina, sus sentidos se enfocaban completamente en él y sobre todo, Atali olió el aire de manera sutil, únicamente para darse cuenta de que el hombre olía extraño, como si su cuerpo despidiese el olor de sustancias con las tuviese demasiado contacto.
– Su presencia no me gusta – admitió a aquel hombre – Su mirada es pesada y sus palabras me confunden – cruzó los brazos a la altura de su pecho – No se que esta buscando en este bosque pero puedo asegurarle que no encontrara nada – y aunque ella no lo sabía, aquel cazador de oscuras intenciones ya sabía sobre su naturaleza; aún así, Atali se había prometido no atacar a nadie a menos que fuese atacada antes y esa promesa, sería un error que marcaría en parte su destino.
en esta vida, tarde o temprano
pagamos todo lo que hacemos”
Era una cambiante que creció huérfana, había aprendido a defenderse por su propia cuenta y a base de terribles errores que le dejaron marcada. A primera vista no lo parecía, pero Atali sufría cada vez que recordaba que era una asesina y que no importaba que la gente la viera como una buena e inocente jovencita, ella no tenía nada de buena y mucho menos de inocente; debía ser por eso entonces que caminaba como si no tuviese miedo a nada; la rusa ya había visto la muerte, la conocía y no le temía, por el contrario estaba dispuesta a retrasar a la muerte tanto tiempo como le fuera posible y para ello usaría todos los medios que tuviera a su alcance, se enfrentaría contra todos aquellos que la atacaran primero y trataría de salir victoriosa. Sin embargo aquella tarde la muerte había puesto su marca en la cambiante, así como años atrás había puesto la marca en el hombre que Atali asesinara.
Con todos los sentidos puestos en aquel cambio en el ambiente, buscando la presencia que causaba alboroto en los animales y hasta en su alma, Atali centró su vista en una dirección especifica, desde la cual apareció un hombre de apariencia ligeramente mayor a la de ella. Aquel sujeto le miró de manera fija y la cambiante vio un deseo fuera de lo común, algo que ocasiono que el mismo escalofrió que sintiera en las calles le recorriera el cuerpo y de manera inconsciente dio un paso hacía atrás. El bosque quedó en un silencio que la incomodo como nunca, como si todos a su alrededor supiera que ahí se desarrollaría una batalla por la supervivencia del más fuerte y esa lucha comenzaba con una respuesta por parte de la rusa.
– ¿Cambiar? – preguntó con el ceño fruncido y una sonrisa de extrañeza en el rostro pues no pensaba darle motivo alguno que le asegurase al hombre que ella era en realidad una cambiante – Creo que se ha equivocado, yo… no sé a que se refiere y así como no quiere perder su tiempo, yo tampoco quiero hacerlo, así que debería irse – y bien pudo haber dicho aquello e irse caminando en cualquier otra dirección, aún así, se mantuvo justo en el mismo sitio pues tenía el presentimiento de que si le daba la espalda o daba signos de desear irse, aquel hombre le atacaría, por eso es que quería esperar y ver que era lo que él decía a continuación, pero sobre todo, Atali quería saber si era posible hacerle ver que estaba completamente equivocado y que se fuera para no volver más.
Los ojos de la joven no se despegaban de la figura masculina, sus sentidos se enfocaban completamente en él y sobre todo, Atali olió el aire de manera sutil, únicamente para darse cuenta de que el hombre olía extraño, como si su cuerpo despidiese el olor de sustancias con las tuviese demasiado contacto.
– Su presencia no me gusta – admitió a aquel hombre – Su mirada es pesada y sus palabras me confunden – cruzó los brazos a la altura de su pecho – No se que esta buscando en este bosque pero puedo asegurarle que no encontrara nada – y aunque ella no lo sabía, aquel cazador de oscuras intenciones ya sabía sobre su naturaleza; aún así, Atali se había prometido no atacar a nadie a menos que fuese atacada antes y esa promesa, sería un error que marcaría en parte su destino.
Atali- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
Re: Cazadores y presas [Privado]
"La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad."
Mary Ann Evans
Mary Ann Evans
A André le molestaba profundamente cuando un cambiante fingía no entender de lo que se le hablaba. Eso demostraba lo mojigatos e incluso débiles que realmente eran cuando alguna amenaza diferente se cernía sobre ellos. Los cambiantes no serían nada si no pudiesen tomar formas de animales fuertes. No tenían nada en el cerebro realmente valioso y era justamente ese ego mezclado con instinto lo que los hacía tan despreciables para alguien como André.
— ¿Cambiar? — Imitó André a la cambiante con tono burlón y de mala gana, haciendo la voz más aguda y poniendo a la vez un gesto de desagrado — ¿Qué parte de cambiar no entiendes? ¿Crees que soy tan tonto como tú? Eres tan imprudente que me has dejado verte volver al animal que eres en un par de ocasiones, sin nunca percatarte de mi presencia. Así que no te finjas ser más la tonta, porque ya tenemos claro que lo eres— agregó, haciendo un aparente caso omiso al modo sutil en que había sido echado. Era obvio que le molestaba eso, pero su fastidio hacia ella ya era lo suficientemente evidente como para prestarle atención a todo lo que esta decía.
— ¿No te gusta mi presencia? Quizás fue lo único inteligente que pudiste decir— dijo expresando una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Esos orbes negros seguían clavados en la figura de menor edad, como si intentaran penetrar en su mente a fin de amedrentarla y lograr que el temor la hiciera cambiar de una vez por todas —Verás…— agregó caminando lentamente hacia ella, como un predador seguro —Busco un animal tan estúpido como fisgón, uno que por cosas de algún demonio o fuerza extraña de la absurda naturaleza puede tomar forma humana. Lo quiero llevar a mi casa, para darle lo que realmente merece ¿Sabes lo que es? — preguntó, al mismo tiempo que sacaba un arma de un bolsillo interno de su cazadora y disparaba a una de las piernas de la chica. La bala no era de plata, porque sólo buscaba provocarla en lugar de inhibir una transformación —Un lugar junto a mis demás animales, uno en el que estará tan cómodo que jamás volverá a moverse. Así que vamos, eres mi invitada de honor y es de mala educación hacer esperar ¿Necesitas más motivación? —.
Todo lo que el cazador hacía constituía una completa burla, porque menospreciaba a los cambiantes de un modo vil. En su casa, efectivamente tenía algunos animales, pero todos ellos habían sido sus experimentos, su búsqueda de una forma efectiva para disecar. Aquellos eran el recuerdo rígido de lo que alguna vez fue vida, una que terminó de manera espantosa en las manos de André, y cuyo destino planeaba también para Atali.
— ¿Cambiar? — Imitó André a la cambiante con tono burlón y de mala gana, haciendo la voz más aguda y poniendo a la vez un gesto de desagrado — ¿Qué parte de cambiar no entiendes? ¿Crees que soy tan tonto como tú? Eres tan imprudente que me has dejado verte volver al animal que eres en un par de ocasiones, sin nunca percatarte de mi presencia. Así que no te finjas ser más la tonta, porque ya tenemos claro que lo eres— agregó, haciendo un aparente caso omiso al modo sutil en que había sido echado. Era obvio que le molestaba eso, pero su fastidio hacia ella ya era lo suficientemente evidente como para prestarle atención a todo lo que esta decía.
— ¿No te gusta mi presencia? Quizás fue lo único inteligente que pudiste decir— dijo expresando una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Esos orbes negros seguían clavados en la figura de menor edad, como si intentaran penetrar en su mente a fin de amedrentarla y lograr que el temor la hiciera cambiar de una vez por todas —Verás…— agregó caminando lentamente hacia ella, como un predador seguro —Busco un animal tan estúpido como fisgón, uno que por cosas de algún demonio o fuerza extraña de la absurda naturaleza puede tomar forma humana. Lo quiero llevar a mi casa, para darle lo que realmente merece ¿Sabes lo que es? — preguntó, al mismo tiempo que sacaba un arma de un bolsillo interno de su cazadora y disparaba a una de las piernas de la chica. La bala no era de plata, porque sólo buscaba provocarla en lugar de inhibir una transformación —Un lugar junto a mis demás animales, uno en el que estará tan cómodo que jamás volverá a moverse. Así que vamos, eres mi invitada de honor y es de mala educación hacer esperar ¿Necesitas más motivación? —.
Todo lo que el cazador hacía constituía una completa burla, porque menospreciaba a los cambiantes de un modo vil. En su casa, efectivamente tenía algunos animales, pero todos ellos habían sido sus experimentos, su búsqueda de una forma efectiva para disecar. Aquellos eran el recuerdo rígido de lo que alguna vez fue vida, una que terminó de manera espantosa en las manos de André, y cuyo destino planeaba también para Atali.
Última edición por André LeMarc el Dom Oct 25, 2015 12:27 pm, editado 1 vez
Luciano Tornabuoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Cazadores y presas [Privado]
La muerte nos iguala a todos. Es la misma para un hombre rico que para un animal salvaje.
Dalai Lama
La manera en que aquel hombre le imito, le hizo fruncir el ceño y observarle realmente como la amenaza que representaba para ella. Las palabras de Atali iban orientadas a hacerle creer que realmente no comprendía de que le hablaba, pero la respuesta que recibió de aquel hombre termino por hacerle ver a la cambiante que no existiría manera de escapar sin dar pelea. La rusa entrecerró los ojos y le mostro una sonrisa.
– Te diría que los ojos están fallándote pero no tiene caso que lo diga su es que aseguras haberme visto – soltó un largo suspiro y ladeo el rostro sin dejar de observar a aquel individuo – Has pensado en la probabilidad de que no me percatase de tu presencia porque no significas amenaza para mi y no porque sea una tonta descuidada – decía aquello debido a la molestia y en parte también porque era verdad. Aquella era después de todo, la primera ocasión que alguien le veía cambiar de forma y evidentemente se debía a que no se había dado cuenta de la existencia de él.
– Si te digo que no me agrada tu presencia es para que te alejes, no quiero hacerte daño así que más vale que te vayas de una buena vez – las palabras de Atali salieron de sus labios con una firmeza que recordaba de años atrás, una firmeza que le había llevado a asesinar a un hombre y a escapar de su hogar. La sorpresa de escucharse a si misma de aquella una vez más, le hizo desconcentrarse demasiado de la figura masculina que en lugar de irse, se acercaba mucho más a ella. La voz demasiado cerca ya, fue lo que le hizo centrarse en el hombre que le amenazaba – No sé que es lo que creas que se merecen los demás y tampoco me interesa saberlo – la cercanía ajena le incomodaba demasiado, sin mencionar que realmente no quería hacerle daño. Atali no deseaba asesinar a nadie más – ¡He dicho que te alejes o te arrepentiras! – en su desesperación, la cambiante opto por ser ella la que se alejara, pero el sonido del disparo de un arma y el dolor en la pierna le impidieron hacerlo. Una mueca de dolor fue lo único que ella hizo, no iba a darle al hombre el gusto de verla sufrir realmente y mucho menos después de haberle escuchado decir que ella era su invitada.
– ¡MALDITO ENFERMO! – gritó con ira una vez que fue capaz de dar dos pasos hacía atrás. Los ojos de Atali dejaban entrever al animal que llevaba en su interior y el gruñido que se escucho en su garganta fue el aviso de que estaba preparada para lo que viniera y de que invitada o no, a aquel individuo no le sería para nada sencillo llevársela. La figura de la joven que antes estuviera en aquel sitio, fue sustituida por la de un lobo que mostraba los dientes de manera amenazadora al cazador aquel. En su transformación iba en parte una traición a si misma, a la promesa que años atrás se hiciera pero no le importaba ya. Si aquel hombre quería verle simplemente como un animal salvaje, sería un animal a lo que iba a enfrentarse. Un nuevo gruñido sirvió de advertencia y sin más, Atali se lanzó sobre la figura masculina. Iba a matarlo o a morir en el intento.
Dalai Lama
La manera en que aquel hombre le imito, le hizo fruncir el ceño y observarle realmente como la amenaza que representaba para ella. Las palabras de Atali iban orientadas a hacerle creer que realmente no comprendía de que le hablaba, pero la respuesta que recibió de aquel hombre termino por hacerle ver a la cambiante que no existiría manera de escapar sin dar pelea. La rusa entrecerró los ojos y le mostro una sonrisa.
– Te diría que los ojos están fallándote pero no tiene caso que lo diga su es que aseguras haberme visto – soltó un largo suspiro y ladeo el rostro sin dejar de observar a aquel individuo – Has pensado en la probabilidad de que no me percatase de tu presencia porque no significas amenaza para mi y no porque sea una tonta descuidada – decía aquello debido a la molestia y en parte también porque era verdad. Aquella era después de todo, la primera ocasión que alguien le veía cambiar de forma y evidentemente se debía a que no se había dado cuenta de la existencia de él.
– Si te digo que no me agrada tu presencia es para que te alejes, no quiero hacerte daño así que más vale que te vayas de una buena vez – las palabras de Atali salieron de sus labios con una firmeza que recordaba de años atrás, una firmeza que le había llevado a asesinar a un hombre y a escapar de su hogar. La sorpresa de escucharse a si misma de aquella una vez más, le hizo desconcentrarse demasiado de la figura masculina que en lugar de irse, se acercaba mucho más a ella. La voz demasiado cerca ya, fue lo que le hizo centrarse en el hombre que le amenazaba – No sé que es lo que creas que se merecen los demás y tampoco me interesa saberlo – la cercanía ajena le incomodaba demasiado, sin mencionar que realmente no quería hacerle daño. Atali no deseaba asesinar a nadie más – ¡He dicho que te alejes o te arrepentiras! – en su desesperación, la cambiante opto por ser ella la que se alejara, pero el sonido del disparo de un arma y el dolor en la pierna le impidieron hacerlo. Una mueca de dolor fue lo único que ella hizo, no iba a darle al hombre el gusto de verla sufrir realmente y mucho menos después de haberle escuchado decir que ella era su invitada.
– ¡MALDITO ENFERMO! – gritó con ira una vez que fue capaz de dar dos pasos hacía atrás. Los ojos de Atali dejaban entrever al animal que llevaba en su interior y el gruñido que se escucho en su garganta fue el aviso de que estaba preparada para lo que viniera y de que invitada o no, a aquel individuo no le sería para nada sencillo llevársela. La figura de la joven que antes estuviera en aquel sitio, fue sustituida por la de un lobo que mostraba los dientes de manera amenazadora al cazador aquel. En su transformación iba en parte una traición a si misma, a la promesa que años atrás se hiciera pero no le importaba ya. Si aquel hombre quería verle simplemente como un animal salvaje, sería un animal a lo que iba a enfrentarse. Un nuevo gruñido sirvió de advertencia y sin más, Atali se lanzó sobre la figura masculina. Iba a matarlo o a morir en el intento.
Atali- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/05/2015
Re: Cazadores y presas [Privado]
Es tu culpa, la muerte no te encontró con las manos limpias
A André, definitivamente le gustaba hacer enojar a sus futuras víctimas. Lo hacía porque casi siempre mentían sobre sus cambios animales y porque eso, al final, los hacía explotar. Las emociones de esos seres eran inestables, dadas a demostrar con prontitud lo que sentían y a actuar más raudo de lo que se esperaba. Por un momento, el cazador creyó que la cambiante negaría su verdadera naturaleza por más tiempo, pero como todos, cedía más pronto de lo esperado.
— ¿Qué los ojos me fallan? Jaa, pensé que podías ser más creativa que eso… en fin, te haré un favor pasándote al otro plano. Lo ratifico, eres tonta y descuidada— escupió André con el veneno de siempre e incluso se permitió esbozar una media sonrisa. Hace mucho no se encontraba con alguien como ella, tan débil en el pensar como en el actuar.
—Qué dulce animalito, ahora no quieres hacerme daño ¿No será más bien que no puedes?— su pregunta sólo buscaba provocarla mientras él se acercaba. Era obvio que André se tenía una increíble confianza, sin mencionar que, en ocasiones, casi lo nublaba su desmesurado ego. En ese punto, era consiente que deseaba con todas sus fuerzas asesinarla, acallar sus estúpidas palabras tan rápido como le fuera posible y finalmente, inyectar en su sangre lo necesario para mantenerla en forma animal para siempre, aunque sin vida. Sus acciones no se hicieron esperar y la amenaza que pronto hiciera la cambiante, se vio obligada a ceder ante un gesto de dolor. La bala había dado en el blanco y fue en ese preciso momento en que el cazador se detuvo. El cambio vendría pronto, el ataque también.
Un gruñido salió de la garganta de la cambiante, y un arma diferente de los bolsillos del cazador. Ante sus ojos, el cambio que tanto esperaba se llevó a cabo y sus pies se acomodaron no en posición de ataque, sino de defensa. Eso era lo que quería, lo que esperaba con ansías mientras sabía que el impulso del lobo no sería igual al tener una pierna coja. A apenas unos centímetros, André se giró, rodando sobre el suelo e incorporándose de inmediato para abalanzarse sobre el animal con el objeto en sus manos. De un solo golpe en seco, le había clavado una jeringa al lobo en el cuello. Evidentemente el animal se movía, giraba la mandíbula pretendiendo arrancarle cualquier parte al cazador en un solo mordisco, pero él seguía sujetándole el cuello con toda la fuerza que tenía mientras aquella morfina lograba su efecto. Esa era la primera prueba, el doparlo con lo mismo con lo que se tranquiliza a los caballos. No tan fuerte, pero tampoco tan dócil como para poder mantener en estado de inconsciencia a un cambiante mientras él lo arrastraba hacia su propia casa en lo recóndito del bosque.
— ¿Qué los ojos me fallan? Jaa, pensé que podías ser más creativa que eso… en fin, te haré un favor pasándote al otro plano. Lo ratifico, eres tonta y descuidada— escupió André con el veneno de siempre e incluso se permitió esbozar una media sonrisa. Hace mucho no se encontraba con alguien como ella, tan débil en el pensar como en el actuar.
—Qué dulce animalito, ahora no quieres hacerme daño ¿No será más bien que no puedes?— su pregunta sólo buscaba provocarla mientras él se acercaba. Era obvio que André se tenía una increíble confianza, sin mencionar que, en ocasiones, casi lo nublaba su desmesurado ego. En ese punto, era consiente que deseaba con todas sus fuerzas asesinarla, acallar sus estúpidas palabras tan rápido como le fuera posible y finalmente, inyectar en su sangre lo necesario para mantenerla en forma animal para siempre, aunque sin vida. Sus acciones no se hicieron esperar y la amenaza que pronto hiciera la cambiante, se vio obligada a ceder ante un gesto de dolor. La bala había dado en el blanco y fue en ese preciso momento en que el cazador se detuvo. El cambio vendría pronto, el ataque también.
Un gruñido salió de la garganta de la cambiante, y un arma diferente de los bolsillos del cazador. Ante sus ojos, el cambio que tanto esperaba se llevó a cabo y sus pies se acomodaron no en posición de ataque, sino de defensa. Eso era lo que quería, lo que esperaba con ansías mientras sabía que el impulso del lobo no sería igual al tener una pierna coja. A apenas unos centímetros, André se giró, rodando sobre el suelo e incorporándose de inmediato para abalanzarse sobre el animal con el objeto en sus manos. De un solo golpe en seco, le había clavado una jeringa al lobo en el cuello. Evidentemente el animal se movía, giraba la mandíbula pretendiendo arrancarle cualquier parte al cazador en un solo mordisco, pero él seguía sujetándole el cuello con toda la fuerza que tenía mientras aquella morfina lograba su efecto. Esa era la primera prueba, el doparlo con lo mismo con lo que se tranquiliza a los caballos. No tan fuerte, pero tampoco tan dócil como para poder mantener en estado de inconsciencia a un cambiante mientras él lo arrastraba hacia su propia casa en lo recóndito del bosque.
Luciano Tornabuoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Cazadores y presas [Privado]
La muerte con sus artimañas de siempre.
La muerte haciéndose pasar por un paciente.
La muerte fingiendo dolor.
Stephen King
La cambiante no poseía motivo alguno para lastimar a aquel hombre que con palabras agresivas llegaba hasta donde ella se encontraba; Atali de hecho solo quería alejarse de aquel lugar y volver a su vida normal, dejar aquel encuentro como un evento desafortunado del que después podría reírse tranquila. Las cosas sin embargo tomaban un rumbo muy diferente al que ella deseaba. De la absoluta calma paso a exaltarse ante cada palabra que salía de los labios masculinos, respondiendo de manera que no debía hacerlo y asegurando con cada una de sus palabras, su propia sentencia de muerte.
– Te aseguro que puedes encontrar a alguien más a quien mandar al otro plano, alguien que realmente te haya hecho algo – sonrió aún fingiendo una normalidad que no engañaría al cazador – así que aléjate y déjame en paz de una buena vez, que no te he hecho nada para que vengas a fastidiarme – lo que decía para esos momentos era más una exigencia que una amable petición. La cambiante perdía la compostura, arriesgándose al hacerlo, a mostrar al cazador aquello que tanto deseaba ver de ella.
El acercamiento masculino trajo consigo el sonido de un disparo, olor a pólvora y el dolor de ser herida por la plata al perforar su carne. Todo a su alrededor pareció teñirse de color rojo, no sabía la cambiante si debido a la ira o al dolor. La mezcla de emociones y pensamientos empujaron a la canina a gritar y gruñir furiosa antes de que su cuerpo convulsionara ante la transformación que se llevaba a cabo, supliendo a la joven por una loba decidida a llenar su pelaje blanco de la sangre ajena o morir en el intento.
Atali se lanzó con menos agilidad que de costumbre contra aquel sujeto, quien con habilidad logró esquivar su ataque y saltar rápidamente sobre ella. Con desespero la loba trataba de alcanzarlo lanzando mordiscos al aire, además que se movía tanto como le era posible para provocar que el cazador le soltara y así, poder acabar con él de una vez por todas. La loba no logró sentir la jeringa clavarse en su cuerpo pero si sintió como algo parecía quemar su cuello y con un brusco movimiento consiguió liberarse del hombre, girando rápidamente para no darle la espalda y mostrarle los dientes en amenaza.
A primera vista parecía ser que la morfina no ocasionaría grandes estragos en un cambiante, sin embargo, Atali estaba herida por plata, algo que aunque pareciera inofensivo era sumamente dañino para los cambiantes, en especial cuando la plata se mantenía dentro del cuerpo del cambiante, tal y como se encontraba ella con la bala alojada en su pierna. Mientras analizaba la situación y planeaba el siguiente ataque fue que comenzó a sentir los efectos de la morfina. Caminó de manera acechante, observando al cazador cuando una de sus patas cedió ante el peso de su cuerpo y la loba se sintió la criatura más pesada y torpe sobre la tierra. Fue esa sencilla muestra del efecto del sedante lo que hizo que el hombre aquel mostrara una sonrisa de satisfacción y burla, una de la que Atali se dio cuenta, haciendo que se percatara entonces de que algo malo iba a ocurrirle dentro de muy poco tiempo y provocando que entrara en un estado de pánico que la empujo a con pasos cada vez más torpes ir en dirección al cazador, lanzando mordiscos con desespero y deseando que al menos uno de ellos hiciera daño a aquel individuo.
La muerte haciéndose pasar por un paciente.
La muerte fingiendo dolor.
Stephen King
La cambiante no poseía motivo alguno para lastimar a aquel hombre que con palabras agresivas llegaba hasta donde ella se encontraba; Atali de hecho solo quería alejarse de aquel lugar y volver a su vida normal, dejar aquel encuentro como un evento desafortunado del que después podría reírse tranquila. Las cosas sin embargo tomaban un rumbo muy diferente al que ella deseaba. De la absoluta calma paso a exaltarse ante cada palabra que salía de los labios masculinos, respondiendo de manera que no debía hacerlo y asegurando con cada una de sus palabras, su propia sentencia de muerte.
– Te aseguro que puedes encontrar a alguien más a quien mandar al otro plano, alguien que realmente te haya hecho algo – sonrió aún fingiendo una normalidad que no engañaría al cazador – así que aléjate y déjame en paz de una buena vez, que no te he hecho nada para que vengas a fastidiarme – lo que decía para esos momentos era más una exigencia que una amable petición. La cambiante perdía la compostura, arriesgándose al hacerlo, a mostrar al cazador aquello que tanto deseaba ver de ella.
El acercamiento masculino trajo consigo el sonido de un disparo, olor a pólvora y el dolor de ser herida por la plata al perforar su carne. Todo a su alrededor pareció teñirse de color rojo, no sabía la cambiante si debido a la ira o al dolor. La mezcla de emociones y pensamientos empujaron a la canina a gritar y gruñir furiosa antes de que su cuerpo convulsionara ante la transformación que se llevaba a cabo, supliendo a la joven por una loba decidida a llenar su pelaje blanco de la sangre ajena o morir en el intento.
Atali se lanzó con menos agilidad que de costumbre contra aquel sujeto, quien con habilidad logró esquivar su ataque y saltar rápidamente sobre ella. Con desespero la loba trataba de alcanzarlo lanzando mordiscos al aire, además que se movía tanto como le era posible para provocar que el cazador le soltara y así, poder acabar con él de una vez por todas. La loba no logró sentir la jeringa clavarse en su cuerpo pero si sintió como algo parecía quemar su cuello y con un brusco movimiento consiguió liberarse del hombre, girando rápidamente para no darle la espalda y mostrarle los dientes en amenaza.
A primera vista parecía ser que la morfina no ocasionaría grandes estragos en un cambiante, sin embargo, Atali estaba herida por plata, algo que aunque pareciera inofensivo era sumamente dañino para los cambiantes, en especial cuando la plata se mantenía dentro del cuerpo del cambiante, tal y como se encontraba ella con la bala alojada en su pierna. Mientras analizaba la situación y planeaba el siguiente ataque fue que comenzó a sentir los efectos de la morfina. Caminó de manera acechante, observando al cazador cuando una de sus patas cedió ante el peso de su cuerpo y la loba se sintió la criatura más pesada y torpe sobre la tierra. Fue esa sencilla muestra del efecto del sedante lo que hizo que el hombre aquel mostrara una sonrisa de satisfacción y burla, una de la que Atali se dio cuenta, haciendo que se percatara entonces de que algo malo iba a ocurrirle dentro de muy poco tiempo y provocando que entrara en un estado de pánico que la empujo a con pasos cada vez más torpes ir en dirección al cazador, lanzando mordiscos con desespero y deseando que al menos uno de ellos hiciera daño a aquel individuo.
Atali- Cambiante Clase Baja
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Re: Cazadores y presas [Privado]
Mas que injurio y espanto, era misericordia.
Un ser así, no debía vivir.
Un ser así, no debía vivir.
De por sí, tanto los cambiantes como los licántropos eran muy temperamentales. Quizás, en un primer momento, parecieran seres tranquilos e imperturbables, pero poco se necesitaba para lograr sacar a flote la naturaleza animal que se esforzaban tanto en ocultar. Y ahí estaba ella, sirviéndose en bandeja de plata para el cazador, confirmándole todo lo que él ya le había declarado primero. —Evidentemente, puedo encontrar a alguien más, porque a eso me dedico. Después de ti habrá otro más, como lo hubo antes ¿Siempre dices cosas tan obvias? — el ceño fruncido del cazador demostraba su molestia. No sólo estaba irritado por el animal mentiroso que tenía en frente, sino que también lo alteraba tanta palabrería sin sentido —Que testaruda eres— se mofó él, mientras maquinaba con todo el detalle que le fuera posible la manera en que despellejaría a esa habladora. Quizás, para variar, decidiera arrancarle la lengua para recordar el porqué, aparte de por su naturaleza, había muerto.
El cambio que dio paso a una loba cuyo pelaje blanco se teñía de sangre, fue algo que André disfrutó, como siempre lo hacía cuando alguien de apariencia humana mutaba a su verdadera forma. Era extraño, y escuchar los huesos crujiendo al acomodarse tan rápido, casi resultaba escalofriante, aunque no para él, que anhelaba tanto ese momento. El enojo en ella era evidente, y sus dientes amenazantes y hambrientos cerrándose tan cerca de André, lo dejaban más que claro. El cazador, por su parte, se movía en sentido contrario al de ella, en una especie de baile circular en el que ambos se movían prestos a atacar y defenderse. Por suerte, el movimiento de André y el efecto de la morfina hicieron su efecto a tiempo. Los ojos de la loba parecían irse de tanto en tanto, y sus pasos perdían firmeza entre la escarcha que dejaba en el suelo la nieve. Una sonrisa curvó los labios de André cuando la vio realmente afectada, y sacó de sus bolsillos una cadena, que lanzó al cuello ajeno, halándola, cerrándose con fuerza sobre su garganta, amenazando con asfixiarla si es que intentaba liberarse a las malas —Duerme tranquila. Te llevaré a casa— musitó él, con la satisfacción claramente marcada en su rostro mientras ella se desvanecía.
El cambio que dio paso a una loba cuyo pelaje blanco se teñía de sangre, fue algo que André disfrutó, como siempre lo hacía cuando alguien de apariencia humana mutaba a su verdadera forma. Era extraño, y escuchar los huesos crujiendo al acomodarse tan rápido, casi resultaba escalofriante, aunque no para él, que anhelaba tanto ese momento. El enojo en ella era evidente, y sus dientes amenazantes y hambrientos cerrándose tan cerca de André, lo dejaban más que claro. El cazador, por su parte, se movía en sentido contrario al de ella, en una especie de baile circular en el que ambos se movían prestos a atacar y defenderse. Por suerte, el movimiento de André y el efecto de la morfina hicieron su efecto a tiempo. Los ojos de la loba parecían irse de tanto en tanto, y sus pasos perdían firmeza entre la escarcha que dejaba en el suelo la nieve. Una sonrisa curvó los labios de André cuando la vio realmente afectada, y sacó de sus bolsillos una cadena, que lanzó al cuello ajeno, halándola, cerrándose con fuerza sobre su garganta, amenazando con asfixiarla si es que intentaba liberarse a las malas —Duerme tranquila. Te llevaré a casa— musitó él, con la satisfacción claramente marcada en su rostro mientras ella se desvanecía.
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El sonido de cuchillos afilándose, era lo que se resonaba en la estancia. Hasta que a ese sonido, lo acompañó una especie de gemido bajo y casi inconsciente del lobo que tenía atado por las patas y el cuello, y preso en una jaula. Las cadenas iniciales no eran de plata, pero sí bastante resistentes. No obstante, la jaula completa había costado muchísimo dinero al ser forjada en una gruesa plata que le impediría salir de allí. Estaba todo planeado para mantener la forma animal, a menos que quisiera salir de la jaula. En ese momento, sería donde todo dolería — ¿Dormiste bien? Espero que no te moleste que te haya traído a mi casa. No podía dejarte abandonada en semejante estado— se burló él, fingiendo preocupación mientras ella abría aturdida sus ojos y él, permanecía sentado al frente, afilando sus armas con dedicación.
Luciano Tornabuoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Cazadores y presas [Privado]
Me estoy muriendo por escapar a ese otro mundo glorioso y quedarme a vivir en él para siempre
Emily Brontë
La imprudencia y desesperación no eran buenos amigos de nadie, mucho menos de cambiantes como Atali quienes en el afán de salir bien librados de situaciones desafortunadas, terminaban metiendo la pata hasta el fondo y exponiéndose a peligros inimaginables, como el que simbolizaba aquel hombre que no se alejaba ni un ápice de ella y que por el contrario, buscaba la manera de encontrarse más cerca. La cambiante se había molestado por la bala alojada en su pierna y las palabras del hombre que la amenazaba, así que creyéndose capaz de poder derrotar al cazador, Atali se transformo y no dudo ni un segundo en lanzarse al ataque, ignorando completamente el hecho de que aquel hombre no le permitiría ser tratado como una victima porque ese papel era de ella.
La morfina inyectada en su cuerpo durante su primer ataque fallido la llevo a entrar en un completo estado de pánico. Sus siguientes ataques fueron movimientos carentes de sentido, erráticos al punto de parecer absurdos y aunando eso el hecho de que su visión se volvía cada vez más borrosa y sus patas cedían más ante su peso con cada nuevo paso que trataba de dar, la cambiante debía estar dando un espectáculo lamentable, inclusive las fauces de la loba ya no se cerraban con la misma fuerza que lo hicieran en un inicio y salivaba como si fuera el animal más hambriento del mundo, aunque claro, todo eso era mero efecto del sedante.
En determinado momento perdió la consciencia por algunos segundos pero regresó a estar en si cuando su cuerpo impacto sobre la nieve, solo que al levantarse para buscar nuevamente con su deficiente visión al cazador, algo rodeo su cuello, algo que le impedía cada vez más respirar y le dificultaba enormemente avanzar en cualquier dirección. Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, escapar de aquellas cadenas no le hubiese supuesto un problema pero nada era lo que se esperaba, así que ante la falta de aire y el efecto de la morfina, el cuerpo de la loba de pelaje blanco en que Atali se había convertido terminó por caer en la nieve y un quejido de canino herido fue la respuesta ante las palabras masculinas.
La consciencia volvía a ella de manera lenta; el cuerpo entero le pesaba más que nunca en la vida y la pata le dolía al punto de hacerla quejarse por lo bajo pero fue al momento de intentar moverse para lamerse que se dio cuenta de que algo se lo impedía y lentamente sus ojos se fueron abriendo para hacerle notar que se encontraba encerrada en una jaula y que fuera de esa prisión donde ahora se hallaba estaba el hombre del bosque. Un gruñido fue dirigido a aquel individuo, quien con burla se dirigió a ella solo para que viera que estaba completamente bajo su poder. Con molestia y a manera de reto, lanzó un mordisco al aire tratando de retar al cazador. Aquel maldito hombre era un cobarde, alguien incapaz de enfrentarse a ella y acabarla de manera decente, un ser que se ocultaba tras las barras de una jaula para afilar cuchillos y provocar miedo en ella. Atali sentía miedo, claro, pero también rabia e indignación y si bien encerrada no podía hacer mucho, la cambiante aún albergaba la esperanza de que él se acercaría y así, ella creía que tendría la oportunidad de liberarse.
Emily Brontë
La imprudencia y desesperación no eran buenos amigos de nadie, mucho menos de cambiantes como Atali quienes en el afán de salir bien librados de situaciones desafortunadas, terminaban metiendo la pata hasta el fondo y exponiéndose a peligros inimaginables, como el que simbolizaba aquel hombre que no se alejaba ni un ápice de ella y que por el contrario, buscaba la manera de encontrarse más cerca. La cambiante se había molestado por la bala alojada en su pierna y las palabras del hombre que la amenazaba, así que creyéndose capaz de poder derrotar al cazador, Atali se transformo y no dudo ni un segundo en lanzarse al ataque, ignorando completamente el hecho de que aquel hombre no le permitiría ser tratado como una victima porque ese papel era de ella.
La morfina inyectada en su cuerpo durante su primer ataque fallido la llevo a entrar en un completo estado de pánico. Sus siguientes ataques fueron movimientos carentes de sentido, erráticos al punto de parecer absurdos y aunando eso el hecho de que su visión se volvía cada vez más borrosa y sus patas cedían más ante su peso con cada nuevo paso que trataba de dar, la cambiante debía estar dando un espectáculo lamentable, inclusive las fauces de la loba ya no se cerraban con la misma fuerza que lo hicieran en un inicio y salivaba como si fuera el animal más hambriento del mundo, aunque claro, todo eso era mero efecto del sedante.
En determinado momento perdió la consciencia por algunos segundos pero regresó a estar en si cuando su cuerpo impacto sobre la nieve, solo que al levantarse para buscar nuevamente con su deficiente visión al cazador, algo rodeo su cuello, algo que le impedía cada vez más respirar y le dificultaba enormemente avanzar en cualquier dirección. Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, escapar de aquellas cadenas no le hubiese supuesto un problema pero nada era lo que se esperaba, así que ante la falta de aire y el efecto de la morfina, el cuerpo de la loba de pelaje blanco en que Atali se había convertido terminó por caer en la nieve y un quejido de canino herido fue la respuesta ante las palabras masculinas.
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La consciencia volvía a ella de manera lenta; el cuerpo entero le pesaba más que nunca en la vida y la pata le dolía al punto de hacerla quejarse por lo bajo pero fue al momento de intentar moverse para lamerse que se dio cuenta de que algo se lo impedía y lentamente sus ojos se fueron abriendo para hacerle notar que se encontraba encerrada en una jaula y que fuera de esa prisión donde ahora se hallaba estaba el hombre del bosque. Un gruñido fue dirigido a aquel individuo, quien con burla se dirigió a ella solo para que viera que estaba completamente bajo su poder. Con molestia y a manera de reto, lanzó un mordisco al aire tratando de retar al cazador. Aquel maldito hombre era un cobarde, alguien incapaz de enfrentarse a ella y acabarla de manera decente, un ser que se ocultaba tras las barras de una jaula para afilar cuchillos y provocar miedo en ella. Atali sentía miedo, claro, pero también rabia e indignación y si bien encerrada no podía hacer mucho, la cambiante aún albergaba la esperanza de que él se acercaría y así, ella creía que tendría la oportunidad de liberarse.
Atali- Cambiante Clase Baja
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Re: Cazadores y presas [Privado]
"La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma."
Goethe
Goethe
Las mordidas al aire no servirían, como tampoco lo harían los gruñidos molestos que lanzaba la loba. Salir de esa prisión podría ser posible, pero los estragos que lograría en su cuerpo, la llevarían finalmente a la muerte. Aunque quizás ella ya lo sabía, el olor de la plata debía de llenarle las fosas nasales al estar dentro de tal jaula. Se suponía que debía dolerle, que debía insinuarle dolor pese a su evidente insensatez.
—Te lo advertí, pero no quisiste hacer caso por estar actuando como un ave parlante— dijo el cazador, que seguía afilando sus cuchillos sin dejar de mirar al lobo —Ahora ya estás mejor, así, en tu estado natural. Y te verás mucho mejor dentro de un rato— agregó, poniéndose de pie y acercándose a la jaula. El hocico de la cambiante no se podría asomar por el espacio que daban las rejas sin salir lastimado. La plata le quemaría la piel, casi derritiéndola hasta llegar al hueso, y el sólo roce la obligaría a apartarse de inmediato. Era una enorme ventaja que tal debilidad en ellos se hubiese dado a conocer tan abiertamente, porque les habían otorgado la peor de sus condenas.
—Verás, joven abominación— dijo frunciendo los labios y levantando la mirada hacia los bustos de algunos animales que colgaban de su pared —Muchos intentan eliminar a esos animales salvajes que son como tú. Deberías sentirte afortunada, porque pretendo preservarte. Bueno, no completa, porque tengo que sacarte todo eso que traes adentro, incluidos los ojos. Pero voy a ponerte unos más bonitos, y la piel será la misma. Es más, te pondré esa sonrisa que me muestras ahora, con esos dientes asomándose como si tuvieran hambre. — en momentos como ese, era fácil deducir que André LeMarc no estaba del todo cuerdo. Su obsesión por disecar cambiaformas y licántropos en su forma animal era desmedida, enfermiza al punto de no verlos a ellos como humanos. Y tampoco es como si hubiese respetado alguna vez a los animales —En fin, ya hemos conversado mucho ¿No lo crees?. Lamento que no tendrás último deseo porque no puedes hablar, por suerte, así que, hasta nunca— una sonrisa se le cruzó en los labios y, en un momento, el cuchillo que antes afilara, entró en la jaula, empuñado con fuerza por la mano de André, y se clavó poco más abajo del cuello. El corte no fue profundo, pero sí suficiente para ver el terror y el dolor en los ojos del animal. Ahora, permitiría que agonizara un poco, esperando que no cambiara a su forma humana antes o después de morir. Ella era un nuevo experimento, porque el sedante que le diera antes de llevarla a su casa, tenía ahora un ingrediente especial: Formol. No tenía ni idea si eso podía funcionar, pero como en cada muerte, debía intentarlo de nuevo. Todo, se resumía en ensayo y error. Si no era ella el éxito, entonces lo sería el siguiente.
—Te lo advertí, pero no quisiste hacer caso por estar actuando como un ave parlante— dijo el cazador, que seguía afilando sus cuchillos sin dejar de mirar al lobo —Ahora ya estás mejor, así, en tu estado natural. Y te verás mucho mejor dentro de un rato— agregó, poniéndose de pie y acercándose a la jaula. El hocico de la cambiante no se podría asomar por el espacio que daban las rejas sin salir lastimado. La plata le quemaría la piel, casi derritiéndola hasta llegar al hueso, y el sólo roce la obligaría a apartarse de inmediato. Era una enorme ventaja que tal debilidad en ellos se hubiese dado a conocer tan abiertamente, porque les habían otorgado la peor de sus condenas.
—Verás, joven abominación— dijo frunciendo los labios y levantando la mirada hacia los bustos de algunos animales que colgaban de su pared —Muchos intentan eliminar a esos animales salvajes que son como tú. Deberías sentirte afortunada, porque pretendo preservarte. Bueno, no completa, porque tengo que sacarte todo eso que traes adentro, incluidos los ojos. Pero voy a ponerte unos más bonitos, y la piel será la misma. Es más, te pondré esa sonrisa que me muestras ahora, con esos dientes asomándose como si tuvieran hambre. — en momentos como ese, era fácil deducir que André LeMarc no estaba del todo cuerdo. Su obsesión por disecar cambiaformas y licántropos en su forma animal era desmedida, enfermiza al punto de no verlos a ellos como humanos. Y tampoco es como si hubiese respetado alguna vez a los animales —En fin, ya hemos conversado mucho ¿No lo crees?. Lamento que no tendrás último deseo porque no puedes hablar, por suerte, así que, hasta nunca— una sonrisa se le cruzó en los labios y, en un momento, el cuchillo que antes afilara, entró en la jaula, empuñado con fuerza por la mano de André, y se clavó poco más abajo del cuello. El corte no fue profundo, pero sí suficiente para ver el terror y el dolor en los ojos del animal. Ahora, permitiría que agonizara un poco, esperando que no cambiara a su forma humana antes o después de morir. Ella era un nuevo experimento, porque el sedante que le diera antes de llevarla a su casa, tenía ahora un ingrediente especial: Formol. No tenía ni idea si eso podía funcionar, pero como en cada muerte, debía intentarlo de nuevo. Todo, se resumía en ensayo y error. Si no era ella el éxito, entonces lo sería el siguiente.
Luciano Tornabuoni- Vampiro Clase Alta
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Re: Cazadores y presas [Privado]
Y al ver tus ojos, veo mi muerte.
Era imprudente y bastante tonta, pero no lo era tanto como para tratar de salir a la fuerza de la jaula donde se encontraba . La rusa era perfectamente capaz de notar que su prisión estaba hecha de plata, material que le haría casi imposible un escape y aun sabiendo eso, lanzaba dentelladas que no iban a ningún lado, todo con la esperanza de que aquel individuo se descuidase lo suficiente como para que ella lo hiriera, con todo y el dolor que eso significaría debido a la plata y a su estado aún confuso. ¿Qué pensaba hacer de herirlo? No lo sabía, solo era consciente de que en su situación debía ir un paso a la vez y quizás de esa manera, lograría la libertad. Para la cambiante aún existía después de todo esperanza aunque en la realidad, era una nube oscura la que cubría su futuro.
Un escalofrío recorrió el lomo de la loba cuando escuchó a su captor hablar y un gruñido fue la respuesta para el cazador. Para aquel hombre era ya un hecho que ella estaba en su poder y que podría hacer todo, cuanto quisiera con su existencia; ese hecho sin embargo no sería aceptado por Atali, quien daría lucha hasta que su vida llegará a su fin.
Con orgullo y descaro, el cazador se acercó a la jaula provocando que Atali tratará de sacar el hocico por entre los barrotes para morderle, su intento sin embargo, resultó completamente fallido, ocasionando no solo que ella quedara nuevamente como una imprudente sino además quemando ligeramente la piel que estuvo en contacto con la plata. La cambiante se alejó entonces de los barrotes lanzando un quejido antes de observar con un profundo odio al hombre que planeaba acabar con ella. Y como si no fuese suficiente el que en el fondo ella supiera que iba a morir, el cazador levantó la vista hasta todos los animales que se encontraban cual trofeos en la pared únicamente con el objetivo de explicarle a la rusa que pronto, ella formaría parte de esos trofeos. La manera pues en que el hombre se expresaba la hizo sentir realmente enferma; ella sabia que habia cometido errores en la vida, pero nunca lastimo a nadie de manera intencional, no como aquel cazador planeaba hacer con ella y quien sabia con cuantos más cambiantes. ¿Iba a llegar al final de su vida en aquel lugar? La sonrisa en el rostro masculino se lo garantizó y nuevamente un escalofrío le recorrió el cuerpo avisandole quizás de lo que estaba por ocurrir.
Un quejido se ahogó en su garganta y el miedo se apoderó de ella al sentir la plata penetrar en su cuerpo. El metal le quemó y pese a que trató de apartarse le fue imposible hacerlo gracias a la prisión donde se encontraba. Sus ojos cargados de terror y desesperación fueron a posarse en los del único ser vivo en aquel espacio, encontrando en los ojos del cazador un deleite que le heló por completo. Si bien el cuchillo no permaneció mucho dentro de su carne, al ser retirado permitió que la sangre cálida de la cambiable comenzará a fluir, sangre con la que lentamente se le iba la vida. Dejándose caer sobre uno de sus costados, la loba se dio por vencida aceptando de una vez que tanto escapar como vivir eran deseos ya inútiles. Y si bien no perdía demasiada sangre, contrario a significar ese detalle un alivio, significaba un sufrimiento más pues en la mente de la cambiante ahora sólo permanecía la duda de lo que vendría después y en su corazón ya no se albergaba la esperanza, sino el deseo de una muerte veloz.
Era imprudente y bastante tonta, pero no lo era tanto como para tratar de salir a la fuerza de la jaula donde se encontraba . La rusa era perfectamente capaz de notar que su prisión estaba hecha de plata, material que le haría casi imposible un escape y aun sabiendo eso, lanzaba dentelladas que no iban a ningún lado, todo con la esperanza de que aquel individuo se descuidase lo suficiente como para que ella lo hiriera, con todo y el dolor que eso significaría debido a la plata y a su estado aún confuso. ¿Qué pensaba hacer de herirlo? No lo sabía, solo era consciente de que en su situación debía ir un paso a la vez y quizás de esa manera, lograría la libertad. Para la cambiante aún existía después de todo esperanza aunque en la realidad, era una nube oscura la que cubría su futuro.
Un escalofrío recorrió el lomo de la loba cuando escuchó a su captor hablar y un gruñido fue la respuesta para el cazador. Para aquel hombre era ya un hecho que ella estaba en su poder y que podría hacer todo, cuanto quisiera con su existencia; ese hecho sin embargo no sería aceptado por Atali, quien daría lucha hasta que su vida llegará a su fin.
Con orgullo y descaro, el cazador se acercó a la jaula provocando que Atali tratará de sacar el hocico por entre los barrotes para morderle, su intento sin embargo, resultó completamente fallido, ocasionando no solo que ella quedara nuevamente como una imprudente sino además quemando ligeramente la piel que estuvo en contacto con la plata. La cambiante se alejó entonces de los barrotes lanzando un quejido antes de observar con un profundo odio al hombre que planeaba acabar con ella. Y como si no fuese suficiente el que en el fondo ella supiera que iba a morir, el cazador levantó la vista hasta todos los animales que se encontraban cual trofeos en la pared únicamente con el objetivo de explicarle a la rusa que pronto, ella formaría parte de esos trofeos. La manera pues en que el hombre se expresaba la hizo sentir realmente enferma; ella sabia que habia cometido errores en la vida, pero nunca lastimo a nadie de manera intencional, no como aquel cazador planeaba hacer con ella y quien sabia con cuantos más cambiantes. ¿Iba a llegar al final de su vida en aquel lugar? La sonrisa en el rostro masculino se lo garantizó y nuevamente un escalofrío le recorrió el cuerpo avisandole quizás de lo que estaba por ocurrir.
Un quejido se ahogó en su garganta y el miedo se apoderó de ella al sentir la plata penetrar en su cuerpo. El metal le quemó y pese a que trató de apartarse le fue imposible hacerlo gracias a la prisión donde se encontraba. Sus ojos cargados de terror y desesperación fueron a posarse en los del único ser vivo en aquel espacio, encontrando en los ojos del cazador un deleite que le heló por completo. Si bien el cuchillo no permaneció mucho dentro de su carne, al ser retirado permitió que la sangre cálida de la cambiable comenzará a fluir, sangre con la que lentamente se le iba la vida. Dejándose caer sobre uno de sus costados, la loba se dio por vencida aceptando de una vez que tanto escapar como vivir eran deseos ya inútiles. Y si bien no perdía demasiada sangre, contrario a significar ese detalle un alivio, significaba un sufrimiento más pues en la mente de la cambiante ahora sólo permanecía la duda de lo que vendría después y en su corazón ya no se albergaba la esperanza, sino el deseo de una muerte veloz.
Atali- Cambiante Clase Baja
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Re: Cazadores y presas [Privado]
"Lo que pensamos de la muerte sólo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida."
Charles de Gaulle
Charles de Gaulle
— ¡No hagas eso! — gritó André, con la voz ronca, apretando los dientes y con la ira brillando en sus ojos negros. Le había molestado profundamente que el animal intentara meter el hocico entre los barrotes de plata; pero contrario a lo que se creería, él no estaba molesto porque intentara morderlo, sino más bien, porque se arruinaba la piel que tanto necesitaría luego. Si esa parte se deshacía, no tendría el trabajo limpio que esperaba. No podía permitir que esa maldita bestia se quemara de nuevo y lo arruinara todo, aún más.
Ahora, tenía más que claro lo que seguía, debía matarla pronto, sin permitirle mayor agonía, aunque fuera eso precisamente lo que más deseaba. Dejarla ahí era correr riesgos, de esos en los que el animal pierde la fuerza y toma la maldita forma humana que le gusta usurpar como si fuera cualquiera. Ella tenía que ser la prueba definitiva de su más reciente intento. La loba debía permanecer así para siempre y, entonces, sería ella su favorita, la escultura principal de su pequeño museo personal.
Con el tiempo necesario, los ojos de la cambiante cedieron al dolor y a la realidad del horror de la muerte. Todos eran iguales, porque confundían la ira con la sensación de desvanecimiento, de pérdida. A André, poco le importaba que ellos tuviesen familias que los esperaban. Le tenía sin cuidado que tuvieran responsabilidades o sueños. Ahí, sólo eran el investigador y la bestia. Uno le hacía un favor al mundo, el otro, lo contaminaba.
Antes de abrir la jaula, el cazador tomó una de las jeringas que estaban sobre la repisa más cercana a la prisión de plata. Sin el más mínimo temor, abrió la puerta y se inclinó para ingresar también. Ella ya había caído, estaba agonizando y ahora terminaría todo —Debiste ser más inteligente y escapar cuando pudiste. Aquí te quedó la valentía, aunque al final sólo fue una estupidez. Hasta nunca— se despidió él, con la voz baja y, finalmente y sin titubeos, le inyectó la muerte.
Ahora, sólo restaba esperar a que no tomara forma humana. Si lo hacía, de nuevo tendría que verse obligado a deshacer completamente un cuerpo. Con Atali, ya contaba veintisiete experimentos con sobrenaturales desde que se inició.
Ahora, tenía más que claro lo que seguía, debía matarla pronto, sin permitirle mayor agonía, aunque fuera eso precisamente lo que más deseaba. Dejarla ahí era correr riesgos, de esos en los que el animal pierde la fuerza y toma la maldita forma humana que le gusta usurpar como si fuera cualquiera. Ella tenía que ser la prueba definitiva de su más reciente intento. La loba debía permanecer así para siempre y, entonces, sería ella su favorita, la escultura principal de su pequeño museo personal.
Con el tiempo necesario, los ojos de la cambiante cedieron al dolor y a la realidad del horror de la muerte. Todos eran iguales, porque confundían la ira con la sensación de desvanecimiento, de pérdida. A André, poco le importaba que ellos tuviesen familias que los esperaban. Le tenía sin cuidado que tuvieran responsabilidades o sueños. Ahí, sólo eran el investigador y la bestia. Uno le hacía un favor al mundo, el otro, lo contaminaba.
Antes de abrir la jaula, el cazador tomó una de las jeringas que estaban sobre la repisa más cercana a la prisión de plata. Sin el más mínimo temor, abrió la puerta y se inclinó para ingresar también. Ella ya había caído, estaba agonizando y ahora terminaría todo —Debiste ser más inteligente y escapar cuando pudiste. Aquí te quedó la valentía, aunque al final sólo fue una estupidez. Hasta nunca— se despidió él, con la voz baja y, finalmente y sin titubeos, le inyectó la muerte.
Ahora, sólo restaba esperar a que no tomara forma humana. Si lo hacía, de nuevo tendría que verse obligado a deshacer completamente un cuerpo. Con Atali, ya contaba veintisiete experimentos con sobrenaturales desde que se inició.
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Luciano Tornabuoni- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2015
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