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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Scott White Mar Ago 11, 2015 1:47 am

Primavera de 1803

La mañana arribó cálida para él. Pese a no haber dormido Scott lucia enérgico. Jugando entre sus dedos llevaba el anillo; mientras practicaba las palabras que diría a Lenore. Mas ansiedad tenía en volverse a encontrar con la bella mujer de los ojos castaños, que conocer a la duquesa. A su mente vinieron las advertencias de Chelsea. —Dicen que la belleza de la duquesa es abrumadora, no te vayas a enamorar —dijo en broma mientras su dedo índice acariciaba el pecho de su hermano; en ese momento Scott la abrazó atrayendo su cuerpo desnudo al suyo.
¿Será acaso que estás celosa desde ya?, lo mismo decían de Bambi —y se había echado a reír al tiempo en que Chelsea besaba uno de sus hombros. El recuerdo le trajo nostalgia, ¿qué será de Chelsea ahora? Cavilaba olvidándose por un par de segundos los ojos de Lenore, luego, volvió a sonreír—. Lo siento Chelsea

Hemos llegado señor —se acercó Henry a la ventana de su señor manteniendo el paso con su caballo. Scott salió del trance e inclinando su cabeza al frente afirmó en silencio. Henry se retiró y el Nottinghams cerró las cortinas para ponerse una nueva muda, se perfumó y arregló sus rubios cabellos lo mejor que pudo. Después guardó el anillo en la caja y puso ésta sobre la cama del carruaje. No paso mucho para que notara el cambio entre el sendero que los llevó al castillo y el empedrado dentro del mismo. Su corazón estaba en conflicto, latía por Lenore pero el razonamiento le hablaba diciéndole que estaba mal. Era en ese momento en el que tenía que pensar con claridad, ya no estaba bajo el hechizo de los ojos de Lenore, Scott White tenía que analizar lo que sucedió en la noche. Las palabras que usó, el motivo que la obligó a hacerse pasar por una campesina cuando tenía clase y en sus ojos brillaba la cultura y el conocimiento. ¿Quién era Lenore?, ¿por qué no podía abandonar sus tierras?; él no se creía que el amor por Escocia la ataba, nadie se ataba por algo tan banal. Los ojos de Scott comenzaron a ver con claridad una mentira, que aunque no tenía certeza de que se trataba, Lenore le había mentido no sobre quién era, si no por qué era, tenía que tener propiedades, ser una mujer de gran influencia, con poder, una representante de la alta aristocracia escocesa; esos eran argumentos que ataban a una persona. Eso podría atar a Scott a Inglaterra si fuera el líder de los Cisnes Negros, más todo el poder de los Nottinghams le daban libertad de establecerse donde quisiese. Libertad que ella no tenía, y no se trataba de su hija.

El carruaje se detuvo de pronto, tocaron tres veces a la puerta y Henry la abrió. Scott se levantó y salió encontrándose con el mayordomo de la duquesa. Un hombre que inspiraba confianza pero a la vez denotaba interés en la asociación con los Cisnes Negros. —Bienvenido señor… ¿cómo lo anunciaré ante la duquesa? —hizo una reverencia mientras él asentía ante el protocolo.
Scott White y asumo que se ha enterado a la duquesa del motivo de mi visita, tal como lo prometió a mi primo Arley —dijo con el tono que siempre usaba ante los negocios, calculador y audaz.
Por supuesto señor White, lo esperará en una estancia privada. Por favor sígame —pidió con amabilidad, Scott sonrió con astucia y seguido de Henry y tres escoltas más acompañaron al mayordomo a lo que parecía una biblioteca de estudio, o más bien una estancia donde se ejercía la labor política y diplomática o al menos eso arguyó Scott al ver el escritorio y demás accesorios propios de una oficina. El lugar estaba perfectamente limpio pero al parecer no había sido usado en años, todo estaba en su lugar y el escritorio no tenía absolutamente nada en cima. Scott que había dejado atrás el dilema de Lenore poniéndose en el papel del Cisne Negro analizó cada detalle, al parecer Hilary tenía razón  en afirmar que el ducado no trataba el comercio; tal parecía que sólo vivían de los suministros que la misma tierra les otorgaba y las reservas que el ducado podía tener, que aunque Scott no podía evaluar, ninguna reserva era infinita.

El mayordomo dijo unas últimas palabras disculpando a su duquesa y se marchó. Los guardias custodiaron la puerta mientras Scott se acercaba al escritorio, pensando en lo descuidada que era la duquesa, preguntándose si tenia el control sobre sus tierras o sólo ostentaba el título; después de todo la festividad que lo llevó a Lenore fue dentro del ducado. Pensó que era una perdida de tiempo, ¿qué le importaba esas tierras? Los Nottinghams ya tenían suficiente poder para arrebatarle estas tierras a los Yorkshires. Además, las negociaciones con los Estados Unidos nunca se iban a efectuar, no cuando el conflicto de independencia se desarrolló dentro del reinado de los Nottinghams, de nada le serviría un puerto comercial cuando los Yorkshires controlaban el reino español. De igual modo, la duquesa no tenía el menor interés en expandir su ducado, después de todo fue el mayordomo quien buscó la asociación no ella.

La puerta se abrió mas él no se dio media vuelta. —La duquesa Dianceht —la presentó esperando a que se diera la vuelta, pero Scott esperó.
Antes que nada disculpe mi apariencia, me temo que no me encuentro en un estado presentable como debería su nobleza —dijo mientras se giraba y en ese momento, el mayordomo lo anunció—. El señor Scott White —el líder de la casa Nottinghams enfrentó nuevamente los ojos de Lenore, inmediatamente quedó hechizado, su corazón se agitó. Al principio creyó que lo que veía no era cierto, mas el colgante que le había entregado horas antes la delataban. Danna, la duquesa Dianceht era Lenore y con su llegada todas sus incógnitas fueron revelados.

Por supuesto… —susurró un tanto decepcionado pero indudablemente fascinado con los ojos de la duquesa. Luego, Scott desechó sus pensamientos y se montó de nuevo la capa del Cisnse Negro, cruzó su brazo depositando su mano derecha en el corazón y se inclinó en una caravana—. Es un placer, créame… Un verdadero placer conocerla al fin —dijo casi en una sentencia, contrariando la mirada que le dedicaba con afecto y misma atracción con que la miró horas antes pero con una voz seca.

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Última edición por Scott White el Mar Sep 08, 2015 2:42 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Danna Dianceht Mar Ago 11, 2015 3:59 pm

¿El mensajero de la casa de Nottinghams? — Preguntó la duquesa entre las risas de su hija intentando oír lo que le decían.

Al final esa noche no pudo dormir. Al llegar, su hija tardó apenas una media hora en despertarse y despertarla;  desde entonces y aunque vestida la duquesa, se la habían pasado jugueteando en la cama. Danna le hacía cosquillas y su hija intentaba escaparse entre risas y gritos de alegría. Ariyne, la doncella de más confianza y también la niñera de Diana, había intentado en balde separarlas para que la pequeña fuera a vestirse, pero ante la alegría de ambas se había quedado para seguir viendo sus risas, las que únicamente lograron acallarse ante la demanda seria y el aviso de Viktor; el mayordomo y tutor de la duquesa de joven. Danna al oír al señor, dejó a la pequeña que se abrazó a ella y con una sonrisa tranquilizándola, prometiéndole regresar luego con ella, dejó a su hija en manos de Ariyne. Completamente dichosa como cada mañana que pasaba viendo crecer a su hija, el tiempo le pasaba rápido y el asunto de esa misma mañana le había tomado por sorpresa. Despues de todo, únicamente esperaba su salida nocturna para verse nuevamente con él; el joven de la fiesta que había conocido enmedio de la magia de Beltaine y las hogueras.

El señor White le espera en el despacho de su padre. — Le avisó nuevamente el mayordomo mientras dos doncellas le ayudaban a cambiar el vestido que a la reunión llevaría. “Una familia ejemplar, poderosa y de un futuro muy prometedor.” Así Viktor anteriormente le había hablado de esa familia que poseía seguramente uno de los imperios comerciales más grandes del mundo y que ahora habían enviado un representante en su nombre. La duquesa sintió al principio curiosidad, pero sabiendo los intentos fallidos del mismo mayordomo que ejerciendo de tutor le había buscado pretendientes anteriormente, temió que aquel contacto fuera un nuevo intento de lo que ella siempre había dicho no quería; un matrimonio concertado. Seguramente por esa causa es que no deseó ni investigar los motivos o causas posibles de ese encuentro, por más que él le dijera que esta vez no era nada parecido, ni le volvería a hacer lo mismo… ella ya no le creía. ¿Cómo creer cuando había habido más de dos faltas anteriores? Suspiró cuando uno de los lazos de su corsé fue atado fuertemente a su espalda y respirando hondo se miró en el espejo. El vestido que había escogido era de costura fina y tanto como el ceñido a su figura y lo largo la ayudaban a parecer más altiva, más regia, bella y fuerte. El color verde contrastaba con sus ojos del mismo color y a pesar de mantener el cabello suelto a su espalda, cayéndole en suaves ondas, nada quedaba de aquella joven que había salido oculta a festejar las fiestas de su pueblo. Únicamente el colgante que llevaba y que acarició antes de emprender el camino hacia su reunión, le hacía acordarse de aquella joven por la que se había hecho pasar. Más de Scott no lograba olvidarse. ¿Cómo podría?

Estoy lista. —Dijo al terminar de arreglarse y tras un beso en la frente de su hija salió de la habitación hacia el despacho donde la esperaban, sin saber la sorpresa que una vez allí dentro le estaría esperando.

El camino se hizo corto, no obstante cuando sus sentidos de licantropa atraparon el perfume masculino de la visita, el camino se le volvió eterno. Aquel mismo aroma era el que aún sentía en su piel, el que portaba impregnado en el colgante de oro que colgaba de su cuello. ¿Qué hacía él allí? ¿La habría seguido acaso? Se preguntó mientras contenía sus deseos de correr e ir hacia él o esconderse para no verle hasta la noche, momento en el que volvería a ser la Lenore que había conocido y la que tras todo aquel papel y deber de duquesa, realmente era. Su corazón se aceleró en su pecho y meditándolo se controló. Lo más seguro que solo fueran imaginaciones suyas producto del recién encuentro que habían tenido. ¿Qué haría él en su ducado sino? Demasiadas casualidades para ser cierto. Así que centrándose en que debían de ser imaginaciones suyas llegaron finalmente a la puerta esperada. Él estaba de espaldas pero aquel cabello rubio…aquel porte, podría reconocerlo en cualquier lugar. En su pecho su corazón tartamudeó y al oír su nombre lo que más temía se hizo realidad. ¡Era él!

Scott… —Susurró sin voz al verle voltearse y como en él, sus ojos denotaron sorpresa.

Miró a Viktor y luego a Scott nuevamente y la loba de su interior gruñó. ¿Por qué se sentía atrapada en un juego de ajedrez? La espada de la fría indiferencia era más considerada que las cadenas provenientes del poder que ahora la mantenía inmóvil ante los succesos.La voz fría de Scott la sorprendió y por un instante en su rostro se dibujó la confusión, la incertidumbre, más esos sentimientos solo hicieron su eco unos segundos hasta que se sobrepuso del malicioso golpe y adquirió su rol de duquesa. Tampoco tenía escapatoria, se encontraba entre la espada y la pared. Sentía los ojos de todos pendientes de ella. Viktor esperaba su reacción e incluso sintió los ojos curiosos de la escolta que acompañaban a su invitado. No obstante, fueron los ojos de él, quienes le hicieron reaccionar. Sus iris en los suyos dolían y fingiendo una sonrisa hizo lo que tantas veces de pequeña le enseñaron a hacer; ofrecer su mano y realizó ligeramente una sutil y educada reverencia.

Sir White… el placer es todo mío. —dijo cordial y tras sus palabras sus orbes volvieron a los de él.

Su mano tembló cuando sintió sus labios y agradeció que los demás no fueran testigo de ello, sin embargo Scott si debió sentirlo. Por unos segundos al sentir sus labios contra su piel evocó la sensación de la primera vez que le había besado y tal cual ese pensamiento gobernó sus sentidos, rápidamente los desechó. Aquellos labios ahora se les hacían desconocidos e incluso viperinos por más que muriese por retroceder en el tiempo y volver a besarlos. ¿Podría él haber sabido que se trataba de ella? ¿O se trataba de nuevo de una de las partidas invencibles del destino? No importaba, ya habría tiempo para sacar sus dudas y obtener respuestas. También él debía de tener preguntas, estaba segura de ello aunque aquello no parecía menguar los sentimientos de ambos. Todavía se podía paladear la tensión que existía entre ellos. Allí en su mirada seguía habiendo la misma atracción, podía sentirlo pero como a ella, una cortina turbia lo cegaba. Ya no estaban escondidos, ni tampoco ella podía ocultar lo que era. Ya no había nada mágico, ni de ensueño, solo la cruda realidad. Si esto hubiese sido un baile de disfraces, en este mísero instante las máscaras hubiesen caído, revelando quienes se ocultaban bajo las tretas inocentes de la ocultación.

Os agradezco las molestias que os habéis tomado por llegar. Espero que el viaje no se os haya hecho muy tedioso y largo. Suele ser un poco incómodo el recorrer tantos kilómetros en tan poco tiempo. —Agregó con una suave sonrisa y a continuación señalo los sillones de la sala entre los que se encontraba una mesita— ¿Deseáis tomar asiento mientras el servicio os preparan pastas y té? —Sus ojos se centraron en los de él y sintió en su estómago miles de sensaciones revoloteando a la vez. Esperanza, malestar, felicidad y tristeza. ¿La habrían vuelto a engañar otra vez? Sin poder resistir mucho más la mirada de quien apenas unas horas le declaraba abiertamente su deseo de estar con ella, regresó la mirada a su mayordomo que esperaba órdenes. —Viktor por favor ve y asegúrate de que se apresuren, seguramente nuestro invitado tenga hambre. Y que traigan también desayuno para la escolta, todos han hecho un viaje muy largo y deben de estar agotados. —Le mandó a hacer totalmente preocupada por aquellos hombres que habían cabalgado y protegido a Scott tantos días y noches en todo el transcurso de su viaje hasta sus tierras. Su madre siempre se hubiera preocupado primero por ellos y así Danna lo había aprendido. Primero era ante todo la hospitalidad, después ya vendrían los negocios.

Ahora mismo me encargo personalmente. — Viktor asintió. —Mi señora… Señor Whitte. — Hizo unas reverencias y saliendo del salón, ante la sorpresa de la duquesa todos los demás imitando sus gestos se fueron tras él. Quizás, pensó Danna que a su espalda Scott había respaldado su decisión y había mandado a su propia escolta con algún gesto a dejar el salón donde ahora solo estarían ellos dos. Solos, pensó y en cuanto las puertas se cerraron y el silencio se adueñó del lugar, suspiró. Siempre había tratado en solitario los asuntos del ducado, pero ahora, en su presencia se encontraba aventajada, más aún después de lo acontecido la noche anterior. La duquesa ahora mismo se sentía como una polilla que había volado demasiado cerca de su luz. — Mi fiel mayordomo os tiene en gracia. Solo os ha dedicado a vos y a vuestra familia, elogios en mi presencia. —Rompió el silencio pasados unos segundos y volviéndose hacia él, dejando de darle la espalda, intentó sonreír, aunque su cálida sonrisa jamás llegó a sus bellos y muy desconcertados ojos.


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Mensaje por Scott White Sáb Ago 15, 2015 3:01 am

Tan seducido todavía por aquellos ojos, a penas alcanzó a percatarse del protocolo que le anunciaba besar la mano ofrecida. Scott se acercó, ostentoso, poderoso, con presencia. Tomó la mano temblorosa de la duquesa y lentamente depositó un beso en su mano. Sus labios no denotaban ternura, como lo habían hecho la noche anterior, tan sólo era una helada sensación de respeto, como si no la conociese, aún con su mano en la de ella sus ojos se perdieron en el suelo y aunque pareció que había retenido por mucho tiempo la mano de la duquesa, no fue así. El tiempo fue generoso con él. Se reincorporó como un caballero y se limitó a no sonreír. Le parecía una mujer totalmente desconocida, aunque percibía un conflicto interno con sus sentimientos, no dejaba de notar un comportamiento como el de él. Scott vestido de un Cisne Negro y Lenore agraciada como una duquesa.

No será nunca una molestia su nobleza. Los Cisnes Negros atendemos sin escatimar en tiempo o dinero a nuestros vecinos, socios y aliados —hizo una pausa, no respondió a su oferta sólo contempló los ojos de ella que lo miraban con mucha tensión. Pronto la duquesa despacho al mayordomo y él hizo lo propio con su escolta. Los negocios siempre los trataba solo o en ocasiones con su hermana; sin embargo, en ese momento no quería tratar negocios, quería hablar de Lenore, de lo que había pasado antes, de lo que sentía. Aprovechando que la duquesa le dio la espalda, él retrocedió hasta el escritorio, un precioso inmueble cálido, vigoroso y con presencia. Volvió a escuchar su voz, una voz tan diferente a la que había escuchado horas antes y finalmente sonrió; no de alegría, ni siquiera sonrió a ella, lo hizo al mueble y con ironía—. Es amable y gentil, he de agradecerle la calidez que mostró a mi primo —encaró nuevamente esa mirada desconocida y sintió un deseo poderoso de tomarla en sus brazos y besarla, mas la circunstancia no se lo permitía. Era la duquesa, así se lo había hecho saber con su protocolo—. Sus tierras son hermosas, si su Merced me lo permite, quiero elogiar el afectuoso aire que se respira en este su ducado. Sabrá a que he venido, adelanto que mi intención no es ofender a su Merced ni mucho menos criticar su labor como soberana de esta su tierra. Empero, soy un comerciante y he de advertirle que la fragilidad que contemplé en mi camino me hizo darme cuenta que se ha estancado su economía. La industrialización pronto llegará a Escocia, la escasez de comercio y rutas comerciales de este ducado desde ya es peligroso si no se actúa. Sé que es muy apreciada por la reina de Escocia cuyo poder antes de su reinado fue impuesto por el antepasado rey de Inglaterra. Debe de igual modo conocer la Acta de Unión, pronto este reino será parte de la Gran Bretaña; su Merced lo debe de argüir, el ejército escocés está al servicio del rey y ha dispuesto de él recientemente —que extraño era hablarle así, ¿qué pensaría de Scott en ese momento?

No quiero hacerle perder el tiempo. Como líder de la casa Nottinghams quiero ofrecerle una alianza. Compartir nuestras rutas y el poder comercial para el beneficio de su ducado. No quiero escucharme ostentoso, pero los Cisnes Negros somos la fuerza más poderosa en el comercio mundial, controlamos el 70% de la flota Británica, facilitamos el 60% de la economía de la corona Inglesa y tenemos la red mercantil más extensa con más de setecientos navíos para el comercio. Nuestro imperio se divide en tres administraciones lo que elimina la corrupción y se atiende con más sutileza cada miembro de la alianza. Le aseguro, su Nobleza, puede tener una riqueza en estos momentos que le haga prescindir de mi oferta. Mas la Acta de Unión la obligará a contribuir económicamente al Imperio Británico, su posibilidades de hacer comercio y concretarlo no será suya, las administrará pero pertenecerán al rey —Scott se acercó a ella, o más bien, el Cisne Negro, su voz seductora en el ámbito comercial fluía de sus labios con una magnanimidad sublime—. Pero, si firma el tratado que le expondré en breve, le aseguro que para su Merced y sus tierras el cambio pasará inadvertido, haciéndonos nosotros responsables en contribuir la afluencia económica entre su ducado y el reino Británico —Scott desvió su mirada cuando se dio cuenta que miraba a los ojos a la duquesa. Extrañó a Lenore y quiso dejar el tema de lado y tocar el tema que le carcomía el corazón, quería besarla, rememorar lo que vivieron horas antes.

Primero que nada, la falta de un buen muelle mercantil tiene que resolverse. Estamos dispuestos a construir un nuevo puerto para una efectiva comercialización… —volvió a mirarle a los ojos y suspiró. No podía más, ¿qué importaba el comercio ahora?— ¿Sabes? —le sonrió con sinceridad, así mismo su tono de voz cambió, sus ojos brillaron de nuevo como lo habían hecho horas antes y dio un paso otro paso hasta estar tan cerca de ella que amenazaba con dejarse vencer, atraer el cuerpo de ella al de él y besarla. Dios sabía que tanto lo deseaba, que tan difícil era seguir siendo el Cisne Negro—. Yo tenía razón, Lenore… no… duquesa Dianceht. Yo he nacido para usted, estamos destinados a que nuestras vidas se unan. ¿De qué forma?, dependerá de que poder ceda primero. Ahora sé cuál es el motivo que le ata a esta su tierra. Ya escuchó a mi corazón, estoy dispuesto a darlo todo por usted, quiero estar con usted. Pero mucho me temo que piense que lo digo al saber quien es en realidad. Pero dígame, le ruego, ¿Lenore existe o sólo fue un escape de su realidad?, quiero saber quién conquistó mi corazón, ¿una ilusión o la duquesa ostentando otro nombre? —cuando estaba dispuesto a acariciar su rostro tocaron a la puerta y el mayordomo entró con el servicio.


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Mensaje por Danna Dianceht Miér Ago 26, 2015 8:29 am

Aún sus ojos no daban crédito, no podía creérselo. Apenas haría unas horas que bailaba al son de los tambores de sus brazos y ahora Scott aparecía ante ella como un nato negociador, del que en ningún momento negó poseer. Con solo conocerlo había temido encontrarse en sus negocios con él algún día. La labia del inglés era muy superior a cuantos comerciantes y timadores conocía y había conocido a lo largo de su vida y aquello era un bien para los que lo tuvieran de aliado, más si alguien lo tenía de enemigo, podría darse por vencido, si el fuego de sus ojos de la pasada noche podía servirle también para los negocios, debía ser imparable. Y así ya de por sí lo eran. En muchas ocasiones había oído hablar de los Nottinghams y sus imperios. Algunos se atrevían a poner una cifra redonda a toda la riqueza acumulada por la casa inglesa, más los más cautos y acertados decían no poder aclarar una cifra en torno a los Nottinghams y su poder comercial, puesto que estos se encontraban en gran parte de los territorios. Y ahora por los designios del destino se encontraba cara a cara con el líder más importante de los Nottinghams. El Scott que había conocido, así como ella parecía haberse esfumado de su faz al adquirir su papel de Cisne negro. Pero, ¿sería aquello una máscara? ¿O seria la auténtica cara del joven que la había cautivado en medio un baile pagano al son de los fuegos y sus sombras? ¿Cuál la cara verdadera y la mera mascara de la sociedad?

Los ojos de la duquesa le inspeccionaron, iba impoluto vestido como en el baile y sus gestos eran los mismos, pero la dureza y la sequedad de su voz se denotaban distintas, hirientes incluso. Únicamente en algunos momentos le pareció ver un brillo cálido al mirarla, pero tan pronto parecía aparecer, tan pronto desaparecía sumiéndola en una especie de ilusión en la que la voz masculina tenia las riendas de la conversación, porque simplemente la duquesa no atinaba a hacer más que escucharle, su mente era un caos y su corazón; otro caos. ¿Cuándo iba a dejar de hablarle de esa forma? Entendía que los formalismos los había iniciado ella, pero por que aquella era su obligación y aún más frente a los suyos. Finalmente con gesto solemne escuchó a Scott distrayéndose así de sus cavilaciones internas que le decían que fuera a él y buscara respuestas inmediatas. Sus ojos en muchas ocasiones se cruzaron fijamente con los masculinos y el corazón atenazado por la alegría o el miedo, latía concienzudamente bajo su pecho.

Él se le acercó y en su lugar inmóvil deseó que aquella cercanía fuera más íntima, pero en los labios de él los negocios ella volvió a perderse en la estampa que él le relataba. Si era cierto que estos últimos años, o incluso desde la llegada de Erik de Winchester, su padre al ducado se había descuidado los tratados internacionales y los de comercio, empero se habían conseguido negocios muy fructíferos con los alrededores potenciando así la mismísima tierra Escocesa y haciéndola más rica. Los Dianceht tenían una salvaguarda escondida en forma de tesoro bajo sus tierras. No les faltaba la riqueza, solo que por la seguridad del ducado y de las futuras generaciones se solía guardar todo lo que se podía, dejando lo suficiente a sus huéspedes para vivir con lujos pero más humildemente que las realezas vecinas. También así era con los negocios. Su madre siempre se había preocupado por sus gentes, y ahora era Danna la que siguiendo esa misma bandera había optado por enriquecer a los suyos antes de contribuir a la riqueza de unos pocos y a la pobreza de muchos otros, por ello todo lo que Scott le contaba tenía dos caras y no sabía a cuál agarrarse en esos momentos. ¿El bien del ducado o el bien general de todas sus gentes?

Suspiró y poniendo en orden sus pensamientos para contestarle y empezar a argumentar todas las ideas que se le habían venido, se contuvo de exhalar su primera palabra cuando viéndole de nuevo fijamente observó como el cisne negro desaparecía, y a cada paso más cerca de ella, más cálida era su mirada. Como la de su Scott.

Scott… —Susurró su nombre y dejó que aquellas palabras se llevaran sus miedos. ¿Seguro no le decía aquella tras saber de su posición? Sus ojos perdieron el brillo desconfiado y volviéndose cálidos, aún sin perder la prudencia también ella se acercó unos pasos a él hasta encontrarse ambos cuerpos a punto de rozarse. — ¿Cómo podría creeros cuando ahora te presentas como el líder comercial más ilustre de estos tiempos? Yo reconozco que os mentí, pero Lenore es tan mía como mi corazón bajo este atuendo. Lo que veis ahora es a la duquesa, pero ayer a quien conocisteis fue a la mujer...Somos la misma persona, fui yo... —Llegó a decir antes de que unos golpes en la puerta les avisaran de la entrada inminente del servicio. Danna que siempre se había considerado generosa, por primera vez se sintió egoísta cuando a escasos centímetros de ser acariciada su rostro por las manos del joven los sirvientes entraron rompiendo la breve cercanía y ella los maldijo internamente, deseando que hubieran aparecido más tarde. Aún tenía muchas más cosas que decirle, que aclarar y no había tenido tiempo a contestar a sus palabras, ni a decirle que había sido ella la que había cautivado su corazón. Ni Lenore, ni la duquesa, sino Danna; la mezcla de ambas.

Mordiéndose el labio miró profundamente a Scott y en cuanto Viktor se acercó a ellos apartó lentamente la mirada volviéndose a sonreírle. Lenore había regresado a esconderse dentro la duquesa. Con una mano solicitó que dejaran el desayuno de pastas en la mesita central, como así mismo también el té y sonriendo al ver entre las pastas su desayuno favorito y también el de su hija, se preguntó cuánto tiempo más tardaría en no aparecerse por allí. Diana siempre tenía la costumbre de aparecerse en sus reuniones o de irrumpir sin querer con su cara de ángel y su sonrisa demoledora. Una vez todo fue depositado en su lugar, Viktor despidió a la servidumbre y en contra lo que ella quería, él se quedó terminando con la opción de poder hablarle nuevamente como Danna a Scott. Suspiró y viendo a Scott, pareció pedirle perdón por adoptar de nuevo aquel papel que ya era como su segunda piel, pero no podía hacerlo de otra forma. No con Viktor allí para medir cada una de sus palabras.

No os equivocasteis con las ideas de expansionismo de los Nottinghams y sus valores, estoy asombrada. —empezó a decirle a Viktor, regresando seguidamente a Scott a quien sonrío brevemente. ¿Qué estaría pensando ahora él de ella? — Y agradezco a Viktor por contactaros señor y de vuestro interés en nuestro ducado. No os negaré la necesidad de reabrir rutas comerciales, más estaría segura se podrían reabrir las que mi abuelo; Iver Athdar de Bryston en paz descanse, usó para el intercambio de mercancías y aún el ducado si mal no recuerdo, posee de esos contactos para hacerlo realidad. Por lo demás, mi merced quizás no sea la mejor en el arte de la negociación, pero de ser esta conversación una alianza prospera entre las dos casas, debería anunciaros que de ser posible la construcción de un puerto mercantil este se hallara en la ladera norte del ducado, junto la costa del malfil donde se da un acceso directo a nuestras tierras y los trabajadores para la construcción deberán de ser empleados de esta tierra. Y no hay negación posible. Si deseáis un puerto, los trabajadores serán escoceses. Por suerte contamos con muchos jóvenes preparados para la construcción de barcos y sus puertos, y esperaría que de tener que invertir en esos quehaceres, cierta riqueza se quedara en estas tierras… si no les parece mal a su familia y a su señoría, por supuesto. — En realidad ella era la duquesa, y como miembro de la realeza no debería de preocuparse por lo que pensaran los demás, pero así como su madre y su antecesora, ella cuidaba de todo, de cualquier y hasta el más pequeño detalle. Y en las alianzas, en los tratados todo debía medirse con las palabras justas y acertadas. No iba a dejar cierta riqueza de su familia en manos desconocidas, pero así como ella, también los demás podían pensar de esa forma sobre ella. — En tanto los tratados con el reino Británico, podríais disponer de ellos siempre y cuando tanto yo como mi consejero seamos informados de todos los pasos y procedimientos a llevar a cabo. No busco una alianza ciega, ni nadie la confiaría ciegamente, lo que a mi parecer sería un gravísimo error. Me gusta cuidar de los míos, y también de mis tierras. — Debía de negociar nuevas rutas, y si ciertamente el imperio británico estaba por tomar el acto de unión con Escocia, ella saldría ganando con la alianza comercial de los Nottinghams. No obstante aún debía buscar la forma de que Escocia se beneficiara. — Y después de todo, creo que me he avanzado a vuestro tratado con mis palabras y os pido perdón por ello. —Sonrío y mirando a Scott le señalo uno de los mullidos sofás del despacho, frente al desayuno que les esperaba. — ¿Os importaría desayunar y luego seguimos hablando de negocios? Parecéis cansado y seguro estas pastas os ayudan a tomar el tratado con fuerzas renovadas. —Ahora solo debía de ver de qué forma volver a librarse de la presencia de Viktor, pero él parecía aún más interesado que la propia duquesa en el tratado y no iba a ser fácil librarse unos minutos de él. Esperando que Scott tomara asiento para luego tomarla ella, rezó con todas sus fuerzas que él tuviera alguna brillante idea. Necesitaban estar a solas para poner en orden los pensamientos de ambos y fuera como fuera, ese día parecía ser el menos indicado para esas revelaciones que debían de darse, si no ahora; pronto.


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Scott White Mar Sep 01, 2015 9:40 pm

Dios, ¿cómo era posible que fueran tan imprudentes? Horas antes, aunque sea por un momento el tiempo había sido generoso. Ahora en cambio les jugó mal. ¿Cómo era posible que tuvieran listo el servicio tan rápido?, ¿tanto tiempo habían conversado? No lo parecía, a penas ellas susurró su nombre y Scott había escuchado parte de la explicación pero… ¡maldita sea! No era suficiente y no pudo refutar las malas interpretaciones de la duquesa, porque para él. Lenore ya no existía. De nuevo la máscara, no, su verdadero rostro, expresiones hacía su mayordomo. Entonces Scott descubrió que eso de que los escoceses no conocían la separación de los Cisnes Negros no era una realidad como lo mencionó Arley a Hilary. Por lo demás, la escuchó con paciencia y ese rostro del líder de los Nottinghams, el agresivo comerciante. Sonrió cuando mencionó el tratado de Athdar de Bryson dándose cuenta de lo desentendido que tenía sus relaciones exteriores. Dependía tanto del comercio interno que los Yorkshires desaparecería el ducado en un abrir y cerrar de ojos.

Reflexionó bastante en lo que había escuchado e inclusive pensó en la oferta del desayuno mas lo que quería era estar a solas con ella. Por lo que tenía que despachar a su consejero asegurándose que ambos se quedarían con la discusión del tratado y que sería inconveniente estar presente. Y la mejor forma era refutar las ofertas de la duquesa e indicar sus debilidades. —Agradezco de sobre manera su atención y la disposición del desayuno. Mas no quiero perder el hilo argumental; por lo que, si me disculpa, continuaré antes de tomar el alimento —volteó a ver a su Viktor buscando una confirmación a las palabras que estaba por decir, luego, miró los ojos de la duquesa luchando por no perderse en ese fuego que le demostrara Lenore—. Los tratados deben de sugestionarse, actualizarse. Es como la crianza de un infante, deben de cuidarse con recelo para que prosperen. Como bien menciona que no busca un tratado a ciegas, no he venido yo aquí desconociendo la forma en la que se rige su economía. El tratado que usted menciona ya no existe, parece que es muy buena en el trabajo y aprovechamiento de los recursos de sus tierras, éstos pueden ser supervisados por jefes de aldeas o señores al mero estilo feudal, salvo la corrupción que no se presenta en este su ducado. Mas las rutas de Bryston no pueden reabrirse porque ya pertenecen a la casa Yorkshires, en el ámbito político y socio-económico las relaciones de amistad, si no son fructíferas, no pueden reavivarse. La casa Yorkshires representa un poder diez veces mayor al suyo y los Bryston no renunciaran a la postura que los ha posicionado en una influencia más fuerte de la que gozaban, tratar con usted es romper el tratado con los Yorkshires y la perdida de sus beneficios, eso, sin contar que tendría que pagar a los Yorkshires por el transporte mercantil al controlar el tráfico marítimo de la zona —suspiró para tomar un respiro, luego caminó a la mesa y se sirvió un vaso de agua adelantándose a la servidumbre—, será mejor que descarte esa opción, entiendo que pasó algunos años en París, en ese periodo debió de haber perdido las oportunidades para aspirar al comercio por mar —dio un sorbo al vaso y volvió a mirarla.

¿Quiere qué sean trabajadores suyos los que construyan el muelle?, bien, pero seré yo el arquitecto y no hay cabida a discusión. No quiero que su nobleza me malinterprete y piense que me presento como un salvador. La casa Yorkshires se ha apoderado de la mayoría de los puertos de los condados, ducados y tierras de gran influencia en Escocia, se dará cuenta que Arley en su estancia en Escocia consiguió más aliados que los que goza usted en esta nación que está al borde de la desaparición. Nosotros somos su mejor opción y no pretendemos dar a conocer los negocios que dispongamos con el Imperio Británico con su ducado. Nosotros nos encargaremos de pagar sus impuestos y los peajes que Inglaterra solicite de sus tierras, pero lo haremos desde el mismo imperio Británico, si quiere saberlo tendrá que ir a Nottingham y tratarlo con mi hermana, quien se encarga de las relaciones interiores directas con la corona inglesa. Como mencioné, su ducado no saldrá afectada por la unión de Escocia con Inglaterra, nosotros haremos que sus tierras sean trabajadas como mejor lo disponga su Merced. Por supuesto, el puerto comercial será de los Nottinghams y compraremos una parte de sus tierras para la construcción de edificaciones que servirán para el proceso de industrialización y el salvaguardar los recursos. Claro, puede controlar el trafico de mercancías una vez estén en tierra no en mar y podrá de igual forma dirigir la empresa de crearse una —se terminó el vaso de agua y depositó con elegancia el vaso sobre la mesa—, La casa Yorkshires no considera productivo su ducado o no nos hubieran propuesto a nosotros la oferta de negociar con usted. Los mercados se cerraran y tendrán que subsistir de la riqueza de su ducado, riqueza que disminuirá con los impuestos de la corona —Scott chasqueó sus dedos de la mano derecha y un escolta se acercó con una caja, el Cisne Negro sacó una pluma y un pergamino—. Dispongamos de los puntos a tratar y después desayunemos. Me gustaría ver el lugar donde se construirá el puerto —dijo en tono cortes y miró a Viktor—. Caballero, ¿podría preparar el viaje a la costa del malfil? —solicitó, al principio observó a la duquesa esperando la aprobación de ésta—. Ustedes, acompañen al consejero de la duquesa y tu Henry, trae el pequeño baúl que está sobre el asiento de la carroza de descanso —al concluir todos salieron dejándolos nuevamente solos.

Scott delineó los bordes del vaso en lentos círculos mientras miraba el plato de comida que la duquesa había hecho preparar para un desconocido que resultó ser un hombre que conoció en un baile pagano. —Yo siempre fui Scott, pero no iba a comercializar con una hermosa muchacha que pretendía ser una campesina cuando mi objetivo era la entrevista con la duquesa —le recriminó volteándola a ver un tanto decepcionado por acusarlo de cierta forma de que el de la máscara era él—; si me hubieras preguntado con quién iba a negociar hubiera dicho con la duquesa Dianceht. Entonces dime… ¿qué es lo que hubiera hecho Lenore?, ¿Hubiera dicho que era la duquesa en persona? —Scott se fue acercando a ella, el corazón se le fue acelerando, y los sonidos que emitía era como el de dos tambores a un tempo andante, a cada paso se acrecentaba a moderato, presto hasta que su corazón se desbordaba en prestisisimo. La escuchaba pero la voluntad de besarla nuevamente no pudo más con su sentido común y con uno de sus dedos índice silencio sus labios.

¿Qué importa?, estás aquí —susurró en sus labios al estar tan cerca y la besó. .


Última edición por Scott White el Sáb Sep 05, 2015 10:04 pm, editado 2 veces


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Danna Dianceht Jue Sep 03, 2015 8:19 am

Danna parpadeó y esta vez sí cayó en la cuenta de su primer error. Y no sería el último. Se había confiado, había confiado en los documentos que había leído e incluso confiado en Viktor, que sin saber aún el motivo la había mantenido alejada de la realidad de esos últimos años. Una parte de ella se sintió traicionada por quien había sido su tutor y quien era ahora su hombre de confianza, pero tanto ese sentimiento rasgó los ojos de la licantropa, esta hizo desaparecer ese sentimiento volviendo su rostro inexpresivo, concentrado en lo que el líder de los Nottinghams le decía. Se lo merecía, se merecía la forma en que Scott le negaba sus palabras, aquellas palabras que con tanto esmero había dicho e incluso sentido como duquesa. Estaba tan equivocada en los asuntos del comercio que solo pudo aguantar estoicamente la mirada de Scott sobre la suya y asentir, sin encontrar palabra alguna para debatirle nada. Él tenía razón y era lo suficientemente listo como para saberlo. Y ella también. Así que no encontraba que debiera decirle nada más que aprender y empaparse de todas sus palabras que parecían ser, visto lo visto, las palabras más francas e informativas que en años había recibido en ese salón.

Estoy de acuerdo en vos y no pensaba debatirle el que el arquitecto lo escoja usted. Si sois vos mismo mucho mejor, no habrá que esperar que llegue el arquitecto. —Habló por primera vez y asintió a sus siguientes palabras. —De hacer falta iré yo misma a entrevistarme con su hermana. Por lo demás encuentro aceptable todo lo que mencionáis. Vos controlareis el mar, yo la tierra. Si todo está correcto así, podéis empezar a tratar los puntos y después como es vuestro deseo, desayunaremos. Y esperemos poder terminar en un brindis de tener un acuerdo satisfactorio entre ambas casas. — Concluyó observándole y estudiando sus movimientos. La elegancia era innata en él, tanto ahora como en la fiesta se había dado cuenta de esa habilidad. Y también, parecía algo innato en él el ser muy controlador, se dijo al ver como lo tenía todo dispuesto. No le había dado tiempo a avisar a sus sirvientes que trajeran el material pertinente, que la pluma y el pergamino se encontraban listos sin tener que encontrarse en la necesidad de traer los propios que guardaba en otro despacho. Aprobó el que Viktor se ocupara de preparar caballos y una escolta para dirigirse a la costa del malfil; — Y traedme los documentos que rigen esas tierras, necesitaremos las escrituras de la costa. — agregó anticipándose a los deseos de Scott, ya que aquellos terrenos de salir bien todo bien y hacerse los tratados, cambiarían de mano en los días siguientes; sino en las siguientes horas. Y aquello no era algo que le gustase a la duquesa pero entendía debía de hacerse de no entrar en otras negociaciones. Aquella costa siempre había sido una de sus parajes predilectos, no por nada su segundo castillo se encontraba frente a esa costa, y el prescindir de ella le dolía, pero más le dolería el ver a sus gentes y a los pueblos que protegía, sumidos en el hambre y en la miseria.

Con los pensamientos en la costa que próximamente iba a perder a manos de los Nottinghams, retiró la mirada que le dirigía a Scott y se centró en uno de los cuadros del castillo que coronaba aquel salón. Delineó con los dedos el marco hecho en oro de aquellas pinturas y en cuanto se quedaron solos y Scott se volvió hacia ella recriminándole sus palabras, se mordió el labio inferior y se volteó de nuevo a él, para enfrentarle siendo ante todo sincera. Después de todo lo ocurrido entre ellos, se merecían la verdad ante todo. Él merecía escuchar su verdad.

Seguramente no os habría dicho nada; si os debo ser sincera— Respondió con franqueza pensando en aquella posibilidad y en cómo habría reaccionado. Y en ninguna de las formas imaginaba haberse descubierto, no cuando hacerlo habría supuesto matar ese encuentro que pasara lo que pasara a continuación ella guardaría siempre en su corazón. —El decir que Lenore era la duquesa habría roto aquella magia existente. Y ayer era lo último que hubiese querido hacer. — Dijo completamente centrada y confundida incluso del acercamiento de Scott hacia ella. A cada paso que daba hacia ella, su cuerpo se estremecía de anticipación y su corazón tartamudeaba. ¿Qué quería conseguir con esa cercanía? ¿Por qué se le acercaba tanto? Se encontraba tan cerca de su figura, que ya podía oler el perfume de su piel— Habría vivido con esa mentira Scott, aun sabiendo que luego habrías podido odiarme. Pero no habría dejado que aquel baile se hubiese vuelto una reunión de negocios. No como lo de ahora, ni como lo que des — Su dedo repentinamente la acalló y sorprendida ahogó ese “después será” en su garganta. Lo miró sin saber cómo proceder al tenerle tan cerca y en cuanto le vio acercarse a sus labios y besarla, se quedó sin palabras.

La sangre de la duquesa dejó de fluir por sus venas en ese momento, el corazón cesó sus latidos y sus ojos detuvieron su parpadeo. No movió ni un solo musculo de su cuerpo. El corazón se desbocó sin control en su pecho. ¡La estaba besando! Y no la estaba besando a escondidas, sino en el salón donde en cualquier momento cualquiera podría entrar y encontrarlos. Incluso su traviesa hija podría entrar sin darles tiempo a reaccionar. Desde que lo había visto la anterior noche, su mundo se había vuelto patas para arriba. Ni ella, ni lo que ella haría en otras circunstancias eran lo mismo. Con él todo cambiaba irremediablemente, incluso ella misma. Por unos segundos luchó por apartarlo, pero era demasiado tarde. Sus manos quedaron prendadas en su pecho y en cuanto se dio cuenta ya se encontraba entregada por completo a aquel dulce beso. Su boca se movió sola con la suya y emitiendo un gruñido profundo salido de sus entrañas más parecido a un suave gemido proferido por sus labios, sus manos se aferraron a la tela de su camisa deseando retenerle un poco más y cerró los ojos. Quería volver a sentir sus labios bebiendo de los suyos, sentir el roce de sus labios, ese deseo que los había consumido horas atrás.

Lo que empezó en un suave roce terminó en un beso pasional. La duquesa ladeó el rostro y abriendo más la boca le invitó a profundizar el beso. Sus manos soltando la tela se estabilizaron en sus hombros los que rodearon, acercándolo más contra ella. Besándose los segundos pasaron veloces, demasiado rápido pasaba el tiempo cuando de encontrarse a solas con él se refería. Abriendo los ojos cuando el beso volvió a su inicial vaivén dulce, Danna se sobrecogió al contemplar su esculpido rostro iluminado por uno de los rayos de sol que caprichoso se colaba entre las cortinas del salón. Su cabello brillante, sus ojos amarillos brillaban con el fuego impetuoso de un león y su mirada tempestiva en la que podía ver el deseo, aquel violento anhelo, reflejaban la misma necesidad que ella misma sentía y padecía. Acarició una última vez los labios de Scott con los suyos y a regañadientes se separó lo suficiente para tomar aliento.

¿Por qué no podemos permanecer así todo el tiempo? — Preguntó sin esperar respuesta pegando su frente a la de él. Sintió el aliento de él acelerado y entrecortado contra sus palpitantes labios y sonrío, ella también tenía el aliento entrecortado y no únicamente ellos, si no que sus labios se encontraban dolorosamente cálidos. Los sentía palpitando pidiendo más, anhelantes.  —Podríamos ser solo un hombre y una mujer, y todo sería más fácil. — Suspiró y recorriendo su rostro de nuevo con la mirada terminó buscando sus ojos. Aquellos ojos ahora tan diferentes a los en su discurso comercial la habían contemplado. —Espero que ahora podáis entender mejor los motivos que me llevarón a deciros todo aquello la pasada noche. —Agregó con cierta tristeza resistiéndose todavía a poner espacio entre sus cuerpos y a sus labios.


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Mensaje por Scott White Sáb Sep 05, 2015 11:35 pm

El besó concluyó, el corazón de Scott intentaba controlarse, mas parecía una empresa imposible. El líder de los Nottinghams la miró con ternura cuando hizo su pregunta, sintió en su tono tanta inocencia que eso consiguió tranquilizar su corazón que latía, aunque un poco apresurado por la atracción que no se desvanecía, sí más pasivo. —Pero ya somos sólo un hombre y una mujer, ¿por qué piensas que quisiera aparentar algo? Pronto, mi hermosa Lenore, le abriré una puerta que teme recorrer, pero al final, bajo mi compañía, verá la luz que nos hará libres si es que te sientes prisionera —susurró ante la prontitud de sus cuerpos—, y descuida, lo entiendo a la perfección. Y sé que entenderás el por qué de la siguiente propuesta que tengo que hacerte —con esa misma ternura en sus ojos, llevó su mano derecha a su mejilla para acariciar el rostro y hacer que lo mirara nuevamente—. No entristezcas, verás que conseguiré tu felicidad —cogió las manos de ella y las llevó a su corazón justo como lo había hecho la noche anterior—, y mi corazón no ha de mentirte, existe una conexión entre nosotros, lo sabes, la sentiste y la sientes. Tus manos tiemblan, tus labios también, tu mismo cuerpo. Y sólo hay una razón cuando eso sucede, es porque el amor ha entrado a tu corazón —le sonrió soltándole las manos, luego, acercó más su cuerpo al de él en una caricia a su espalda—, así como entró en el mío —nuevamente la besó.

El contacto de los labios inició pasional, se movían a un ritmo perfecto y los alientos se fusionaban en el interior. Permitió que su lengua acariciara superficialmente la lengua ajena mientras su manos descendía hasta sus caderas reteniéndola en un abrazo. Hacían pequeñas pausas pero sus labios nunca se separaron, los besos cada vez eran más prolongados, su cuerpo ardía en pasión y si no la desnudaba en ese lugar era por esa consciencia que le advertía, no que Henry llegaría pronto, mas bien porque su hija podría entrar interrumpiéndolos y ver a su madres desnuda con otro hombre no era algo que los infantes deban de ver. Ese pensamiento hizo que Scott se detuviera, recobró el aliento mientras le mira sus ojos, sus hermosos ojos claros. —No quiero nunca… —no pudo concluir, tocaron a la puerta y sabiendo que era necesario se separaron. —pasa Henry —dijo con seguridad, sabiendo que sería él y no otra persona y así como lo sospechó, Henry entró.

Scott se apresuró a darle alcance para que no entrara hasta donde estaban ellos y recibió el pequeño baúl que mandó a traer. —Reincorpórate con el resto —ordenó en un tono amable y su escolta no desobedeció, al irse cerró la puerta y Scott se quedó ahí, dándole la espada a Danna y con el pequeño objeto que salvo guardaba lo que desde el principio pretendía ser para ella. Sonrió con ironía de que aquel anillo terminaría por caer en manos de la duquesa. Abrió el baúl y observó la hermosa joya prisionera y la imagen de Chelsea se le vino a la mente. Recordó el origen del anillo y no pudo evitar que unas cuantas lágrimas se derramaran por sus mejillas. Su hermana esperaba verlos casados, se confiaron en que Scott desplazaría a la duquesa del poder y luego la reclamaría a ella como esposa alzándose como los Halcones Peregrinos.

¿Cuánto me amas Scott? —escuchó en su mente la voz de su hermana acompañado de la última noche que pasaron juntos. Desde el balcón de ella contemplaban las estrellas, ella en un camisón fino azul y él con unos pantalones almidonados.
Pues, de aquí a aquel árbol —dijo Scott señalando un roble cercano.
Mentiroso, me quieres más allá de las estrellas —se dio la vuelta encarando sus ojos con una sonrisa alegre.
Sí, así es como te amo y mi pasión es más poderosa que la de un huracán —rieron juntos y se besaron.
Prométeme que nada nos separará, que me amarás por siempre
Lo prometo, mi dulce Chelsea —y las imágenes se difuminaron concentrándose su mirada en el anillo—. Cuanto lo siento Chelsea, perdóname –pensó como sí sintiera que Chelsea llorara con el corazón destrozado, cerró sus ojos dejando que unas últimas lágrimas brotaran de sus ojos y con las líneas del llanto marcado en su rostro Scott se giró para ver a la duquesa con el baúl cerrado.

Scott se encaminó hasta ella, su corazón le dolía, pero era como si se tratara de un dolor ajeno, el dolor de Chelsea. Miró a los ojos a Danna buscando sosegar su alma afligida, su alma que pensaba en su hermana y la promesa que estaba a punto de romper. Frente a la duquesa Scott abrió el baúl dejando ver su contenido, sonrió con sinceridad pese al dolor que sentía y sacó el anillo dejando caer el objeto que la mantuvo cautiva por tanto tiempo. —El matrimonio es para algunos una prisión, cuando es por conveniencia, este anillo pretendía dárselo a Lenore porque deseaba casarme con ella, por lo tanto, este anillo está destinado a ti, a nosotros. Duquesa Dianceht, ¿sería mi esposa? —su corazón estaba fragmentado, una parte lloraba por Chelsea; la otra rebozaba de alegría por estar con Danna y con la ilusión de que se permitiera abrir esa puerta a una felicidad que Scott le prometía—. Convirtamos en un hombre y una mujer, déjame amarte y acompañarte por el resto de nuestras vidas —susurró dichoso y colocó lentamente el anillo en su dedo.


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Danna Dianceht Dom Sep 06, 2015 5:53 pm

Prisionera. Si, la duquesa se encontraba prisionera, pero más que encontrarse así por sus responsabilidades, títulos; se encontraba así por él. Prisionera de su propio corazón y de su alma de soñadora. De sus tantas ilusiones y ganas de compartir aquella felicidad que él le dibujaba bajo un cielo claro y días de pasión y amor. También prisionera de sus brazos y sus tantos besos, de su aliento y su sonrisa. Y entre los tantos besos de aquella efímera intimidad, suspiró al probar aquel último beso lleno de deseo. Se quedó sin aliento y sintiéndose febril, sin poder controlar el estremecimiento que la recorrió por completo tras la última caricia de la mano de Scott en su espalda, intentó recuperar el aliento y serenarse. Finalmente habían llamado a la puerta y obligándose a separarse a regañadientes, la duquesa necesitó apoyarse contra uno de los muebles mientras toda su respiración se normalizaba, que aunque empresa difícil de conseguir intentó fijando sus ojos en la espalda de líder de los Nottinghams. Error muy grande el que cometió al hacerlo, pues la visión de él incluso vestido, el entrever la larga y amplia musculatura de su espalda bajo la camisa que llevaba, no le ayudó a mantenerse serena. No cuando todo su cuerpo se hallaba encendido y aquella visión era incluso casi tan deliciosa, como la de ella encarcelada entre sus brazos bebiendo de la pasión de sus labios.

Apretando los dedos en el mueble en el que se encontraba apoyada, apartó la mirada cuando el sirviente de Scott la miró de refilón y cerró los ojos por una brevedad que acompaño el silencio que se impuso en el salón una vez la puerta volvió a cerrarse, y de nuevo quedaron solos. Suspiró internamente y recordando que en aquel mismo salón era donde su madre había conocido a su padre por primera vez se sintió mejor. Aquella estancia había sido testigo a lo largo de los años de muchas situaciones, pero ninguna pensó Danna, como la de ellos dos robándose el aliento. Relamiéndose el labio sonrío al sentir todavía su sabor y abriendo los parpados de nuevo, miró inmediatamente hacia Scott de donde le venía un aroma a salado, muy tenue, pero salado de lágrimas. Scott seguía dándole la espalda e inquieta la duquesa se incorporó y avanzó unos pasos hasta que él decidió enfrentarla y mirarla con unos ojos que la desarmaron. — ¿Ha sucedido algo? ¿Os encontráis bien?—preguntó preocupada al ver el rastro del llanto en su rostro. Enseguida por inercia se acercó más a él, hasta que siendo consciente del baúl que tenía entre sus manos detuvo sus pasos y él se aproximó lo que restaba para quedar frente a ella. Contempló su sonrisa y se la devolvió extrañada puesto que aún podía leer en sus ojos cierto dolor. Más no fue ese dolor, o su sonrisa lo que lograron la sorpresa de la duquesa que se quedó inmóvil en su sitio mientras sus ojos registraban el anillo que se escondía en el baúl y que fue descubierto, una vez él abrió la tapa; la duquesa se quedó nuevamente sin palabras.

La sangre acudió con fuerzas a sus mejillas y los ojos se le humedecieron de lágrimas al oír su proposición. No encontraba el aliento suficiente y cuando tras sus palabras, él se le acercó y tomó su mano, ella fue incapaz de negarse a nada, incapaz de reaccionar en lo que sus ojos fijos en el anillo lo contemplaban. Era una joya muy valiosa y tenía el aspecto de valer todavía más de lo que su mente pudiese siquiera alcanzar a imaginar. No obstante, aquello no era lo importante. Lo material jamás había sido de su interés. Sin embargo, aquel anillo había sido preparado para Lenore. Scott de verdad se había estado planteando desposarse con una joven desconocida y a pesar de las reservas que tenía para con él; ¿Cómo poder ahora desconfiar? Mirándole a los ojos en lágrimas era imposible y en su corazón solo había lugar para la esperanza y aquel sentimiento que la embargaba cuando estaba en su presencia. ¿Era aquello amor? El corazón temblaba; toda ella lo hacía cuando de él se trataba. El tiempo corría acelerado entre sus brazos y en cada uno de sus besos, podía incluso tocar el cielo. La desesperanza se adueñaba de ella cuando él le hablaba como el magnate de los comercios, y su corazón sufría un vuelco por cada una de sus sonrisas.

Si, la duquesa lo sentía y en ese instante deseó poder gritarlo a los cuatro vientos. ¡Lo amaba! Lo amaba como nunca antes había amado. Y aún con el recuerdo de su oscuro, con el recuerdo de su ex esposo, se encontraba preparada para dejar que aquellos nuevos sentimientos restauraran su maltrecho pero tan vivo corazón. Se encontraba preparada para la última de sus grandes aventuras. Y esta no sería eterna, no, ya había aprendido la lección. Esta sería la aventura de su corazón más próxima y humana, más efímera pero más fuerte que nada antes. El tiempo iba a ser su mayor enemigo, pero también su mayor aliado, pues no deseaba desaprovechar ningún instante. Todos los días y las noches serían plenas y ella se aseguraría que para él también lo fueran. Quería hacerle feliz, como él en ese instante le hacía feliz. Y a pesar de que una parte de la loba indómita de su ser recelaba sobre sus propósitos y de toda aquella vorágine de sentimientos; la mujer que era y habitaba también en ella, se entregó sin reservas a aquellas palabras y a aquel corazón, que como el de ella, también locamente enamorado temblaba.

Tras aquellos segundos que parecieron eternos, sus ojos se soltaron del anillo que contemplaba en su dedo y con el corazón desbocado, solo le miró como la primera vez que se conocieron. Sus ojos claros brillaron de alegría y con la mirada fija en la de él, se acercó lo suficiente para de nuevo encontrarse con el roce de sus cuerpos y el intercambio de alientos. Acarició su rostro con la misma mano del anillo y sintiendo los nervios de ambos, sonrío. — Aún a riesgo de cometer la mayor de las locuras, pero la más bella. Y a pesar del desconcierto que me hacéis sentir, de todo nuestro mágico encuentro… y de nuestras revelaciones. Yo Danna y quien conocisteis como Lenore, también tenemos una declaración que haceros. — El nerviosismo de él era el mismo que el de ella y sus corazones en sus pechos, latían apresurados a la par. Cómo si ya fuesen un mismo todo. Clavó sus ojos en los de él y respiró hondo.— Quiero casarme con vos. Quiero ser su esposa, su duquesa y encarar el mundo a vuestro lado. —Sus ojos volvieron a humedecerse y con un nudo en la garganta de contención, sonrío nerviosa pero feliz. — Quiero engendrar a vuestros hijos si los años nos lo permiten y amarlos, tanto como os amaré. — Prometió sintiendo su corazón a punto de salirse de su pecho por todos los sentimientos evocados en esas palabras. Ahí estaba su mayor miedo y lo estaba descubriendo ante él, que mejor que nadie en apenas horas parecía conocerla más que nadie. Tenía miedo de que la abandonaran de nuevo, de no poder engendrar hijos tras el parto complicado de Diana y por último, de no merecerle. Él le estaba entregando todo y ella a pesar de entregarle su corazón y sueños, también le entregaba sus más profundos miedos. La duquesa hizo una pausa para recuperar el aliento, sin apartar los ojos de los suyos, y dolorosamente consciente de la cercanía con sus labios, se quedó a escasos centímetros de besarle, embriagándose de su aliento y concluyó su respuesta con la única promesa posible que podía ofrecerle. — Hasta lo que duren nuestras vidas, Scott. —Puso toda la convicción de su alma en la última frase, e incapaz de contenerse por más tiempo, fundió sus trémulos labios con los de él.


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Mensaje por Scott White Mar Sep 08, 2015 2:54 am

Que palabras tan dulces, tan sublimes. Nadie le decía que no a Scott, al final todos aceptaban los términos del Nottinghams, mas ahora era distinto. A pesar de que el propósito inicial, mucho antes de conocerla, era desposarse con ella; la aceptación de la duquesa no era una recompensa como siempre lo veía, era una responsabilidad de hacerla feliz sea como sea, porque ella estaría dispuesta a hacer lo mismo por él. Una responsabilidad que esta gustoso de aceptar. Sería su esposa, la futura señora White, la madre de sus hijos; mas ahora y por siempre el amor de su vida. Y con su aliento se lo hizo saber, su primer beso como prometidos. Aquel pedazo de alma que estaba llorando por Chelsea se fue poco a poco sosegando con el beso intenso de ambos labios. Mas cuando el beso concluyó, algo llamó la atención de Scott, justo detrás de Danna, sentada en el escritorio vio a Chelsea. Temblando, casi pálido abrazó a Danna para que no se percatara de su expresión. Su hermana lo miraba con unos ojos ausentes, sin vida, profundamente tristes y casi tan terroríficos como los de Arley, la piel de su rostro denotaba la transición de un mar de lágrimas. Cuando desvió la mirada Scott creyó estar con ella en su habitación, cerca del alféizar.

Chelsea miró al techo y nuevas lágrimas salieron de sus ojos, miró a Scott y sin decir nada, lo sentenció, lo juzgó y lo reprobó. Pero entonces Scott regresó a la realidad cuando sintió que un objeto le incomodaba el pecho estando abrazado de Danna. Se reincorporó y soltó una pequeña risa al tiempo en que una amplia sonrisa aparecía en su rostro y disipaba la tristeza de su corazón. Vio el colgante en la duquesa y recordó el momento en el que se lo entregó como promesa de volverla encontrar en el lago y se preguntó, ¿era necesario ir al lago estando ahora juntos?; con delicadeza Scott acarició el rostro de Danna, sus dedos se deslizaron lentamente por el cuello, tomando un peligro camino en dirección a sus pechos pero deteniéndose en el colgante de oro y diamante; lo tomó entre sus dedos observándolo unos instantes, luego, simplemente se perdió contemplando los ojos de su ahora prometida sonriendo aún más, si eso era todavía posible.

Lenore prometió devolverme mi colgante, Danna mía. Y estoy dispuesto a reclamarlo. Espero que no falte a la cita acordada, que aquí no la aceptaré —rió un poco soltando al final una suspiro que anhelaba ya el encuentro nocturno. Donde, podían estar seguros de estar solos y evocar nuevamente la magia—. Me encantaría conocer a… —no pudo concluir su oración, nuevamente tocaron a la puerta y Viktor hizo presencia con los papeles que Danna había solicitado. Scott se dio media vuelta, contemplándolo al margen de la puerta y viendo con dirección al anillo de la duquesa. El líder de los Nottinghams, estuvo dispuesto a anunciar el compromiso pero entonces vio a la hija de Danna entrar corriendo al estudio seguido de lo que Scott pensó sería su nana. La infante, con su dulce rostro angelical se detuvo observando a Scott. El Cisne Negro la contempló maravillado, se agachó a ella sin percatarse que la joven que siguió a la niña veía también el anillo de compromiso—. Tu debes de ser Diana, ¿no es así pequeña? —la niña no respondió, se le quedó mirando un poco más y luego lo rodeó para buscar a su mamá. Scott se puso de pie dándose media vuelta para observarlas por primera vez juntas, a su futura esposa e hija, de aceptarlo Danna.

Aquí tiene las escrituras… —dijo Viktor, Scott se volteó a verlo dándose cuenta que observaba sorprendido a Danna. El líder de los Nottinghams avanzó hasta donde estaba Viktor y tomó las escrituras entre sus manos—. Buenos días señorita, es un placer conocerla. Soy Scott White —se presentó a la joven y luego se dirigió a ambos presentes—, estando presentes, quiero informarles que la duquesa y yo nos hemos comprometido, la voy a desposar —informó con una sonrisa más parecida al del Cisne que al hombre que había hecho su propuesta minutos antes. Sonrisa que Danna no pudo contemplar al estar detrás de él y con su niña en brazos—. Señor, espero no molestarle pero cambié de decisión y si la duquesa no lo ve mal me gustaría hacer el viaje mañana al medio día. Hoy han ocurrido acontecimientos muy importante para nosotros como para visitar las tierras que cederá la duquesa a la casa Nottinghams —dijo y observó a Danna con una dulce sonrisa, luego a la niña—, ¿o lo cree inoportuno? —se dirigió a Danna aunque sus ojos descansaban con mucha ternura en Diana. Scott caminó hasta ellas y sonriéndole a la niña le habló—, Diana, que linda eres. Te he traído una sorpresa aunque no la cargo conmigo ahora —le guiñó el ojo sin atreverse a más. A pesar de que Danna lo había aceptado, aún no se sentía seguro de los sentimientos que pudiera sentir de él con respecto a la relación con su hija. Por lo que esperó a que ella actuara primero o en su defecto lo hiciera la niña.


Última edición por Scott White el Sáb Sep 12, 2015 3:27 am, editado 1 vez


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Mensaje por Danna Dianceht Miér Sep 09, 2015 11:36 am

El cálido beso fracturó su raciocinio, y desquitándose de sus miedos suspiró contra el hombro masculino, en lo que Scott la abrazaba contra su cuerpo, acobijándola. Las palabras ya habían sido dichas, y ambos condenados a un enlace que ninguno de ellos habían previsto, no como finalmente se dio. Pasando sus brazos por su espalda y apretándose contra él, reposó su figura y la mente de la duquesa se volvió un páramo tranquilo y apacible. En ningún momento pensó siquiera en un pasado o en un futuro. Bien era conocedora que en cualquier instante podían ser interrumpidos de nuevo, por ello es que no se permitió pensar, no cuando ya todo había sido dicho y el anillo pendía ya en su dedo como una promesa de que algún día, él la tomaría como esposa. Danna cerró los ojos e inmersa en su perfume no fue testigo del rostro desencajado de su prometido, ni de la tristeza que por unos segundos tomó forma en la que antes era un rostro feliz y dichoso. Entre ellos existían muchos secretos y cada uno lo ocultaba al otro. La duquesa no creía que su prometido no tuviera ningún oscuro pasado, incluso ella, la intachable duquesa de Escocia tenía su mayor y más oscuro secreto en las noches de luna llena. No obstante, los secretos eran de cada uno y a pesar de haberse prometido, aún eran dos desconocidos, dos almas que debían conocerse y Danna contaba con ello. Algún día debería de contarle todo, incluso su condición oscura. Y aquel día, la conocería completamente.

Al separase de él, abrió los ojos y se estremeció por su caricia. La curva de su cuello se erizó e hincando sus claros ojos en los eléctricos de él se preguntó dónde deseaba llegar con ello hasta que a la altura de los pechos la caricia se detuvo y tomó el colgante de oro en sus manos. Su corazón apresurado pareció encontrar la calma entonces, aunque todo su cuerpo se encontraba despierto, como únicamente parecía sucederle con él. — Lenore aún le esperara esta noche en la cita acordada, y yo misma le recordaré el deber de devolveros lo que es vuestro, por más que me duela separarme de una joya igual a su dueño— La duquesa sonrío y sorprendiéndose de lo bien que se sentía al oírle “Danna mía” en sus labios, asintió sin perder la sonrisa. Aquella noche tendrían la cita en el lago, no era necesario, pero debían verse a solas. La vida de prometidos e incluso de esposos les llegaría con ciertas obligaciones que les harían estar separados ciertas partes del día, e incluso días enteros, aunque en este caso la duquesa acudiría con él donde fuera su destino. Ahora que Diana era mayor para poder viajar se negaba a quedarse en el castillo esperando noticias. Ya una vez adoptó ese rol, y nunca más volvería a hacerlo de no ser por extraordinarias circunstancias que le impidieran viajar, como por ejemplo que su hija se enfermara o quizás, incluso un nuevo embarazo. ¿Qué pensaría Diana de Scott? ¿Y Viktor? Se preguntó tomando de las manos masculinas el colgante y sosteniéndolo para devolverlo a su sitio, contra su propia piel. Viktor seguramente se sorprendería, quizás para bien o quizás para mal. Desconocía ese hecho. Llevaba mucho tiempo buscándole pretendientes y que ahora fuera ella la que tomara las riendas de esa situación, le tomaría muy de improvisto. Y Diana… Diana no tendría mucho problema, conociendo a su pequeña solo sería una niña tímida al principio, luego como a todos les pasaba con ella; lo enamoraría con su carita de ángel e inocencia.

No hizo falta mucho para descubrir todo aquello, ya que cuando volvió a centrarse en su prometido Viktor tocó la puerta y entrando, junto a él entró la pequeña. Danna consciente de su mirada sobre su anillo, simplemente sonrío y fijándose en su pequeña esperó que esta fuera a ella como esperaba hiciera tras que Scott, un desconocido todavía para ella le hablara. Las miradas de Viktor y luego de Ariyne se clavaron en ella. Las sentía pero ocupando toda su mente el hecho de que su hija se acercaba a ella abriendo los brazos en su dirección, solo era capaz de estar atenta a su pequeña y de recibirla en sus brazos. — Mi pequeña… —Susurró al tenerla en brazos y sentir sus bracitos rodeándole el cuello. Besó la frente de Diana y sonrío. Temía que la causa de la interrupción de Diana en el salón fuera por negarse a asistir a sus clases diarias, como así parecía indicar la presencia de Ariyne. — ¿Ya te has escapado de nuevo de tus deberes, rebelde de mi corazón? —Le preguntó al oído haciendo que su pequeña riera suavemente, declarándose así culpable de aquel delito. —Te extrañaba mucho mamá —Respondió únicamente con su dulce voz separándose de aquel abrazo. Danna la dejó cuidadosamente apoyada en el respaldo de uno de los sillones y con una de sus manos entre las suyas para sostenerla de caerse o querer saltar sin aviso previo del sillón al suelo, se volvió hacia los demás atenta a todo lo que decían y al anuncio que Scott acababa de hacer. Pronto el ducado entero lo sabría y los pueblos a lo máximo de un día o dos, celebrarían la noticia.

Enhorabuena nuestra señora, y enhorabuena a vos también Sir Scott por el enlace. — Dijo la doncella tras unos segundos de digerir las buenas nuevas. Viktor aún parecía sorprendido, tanto que parecía no tener lengua.— Siento que os lo hayáis encontrado así, pero así fue como salió. Ha sido algo inesperado… — “Como él” pensó hablando la duquesa viendo los ojos a su prometido y sintiendo el corazón darle un vuelco en su pecho al ver la dulce mirada que le devolvía y la ternura con la que también miraba a Diana. Como si fueran dos preciosidades y suyas. En la mente de la duquesa se debatió entonces la loba que encontraba erróneo que alguien otro considerase a su pequeña, a su dulce tesoro suya, cuando únicamente era de ella; su pequeña salvación y razón de vivir. Sin embargo, viendo en sus ojos aquella ternura incluso ella era débil y su loba debía acatar. ¿Por qué aquel amarillo eléctrico tenia tanto poder sobre ella? ¿Eran sus ojos… era él? ¿Qué era lo que escondía esa magia que los había unido bajo el iris de un fuego pagano la anterior noche, enlazando así sus vidas? Había tantas preguntas que finalmente la duquesa suspiró y sonriendo en su dirección, asintió confirmando su idea. — Me parece una brillante idea, creo hoy debe ser día de dar esta noticia a los demás y hablar del compromiso, si no tenéis inconveniente tampoco en eso. —Le respondió sabiendo de antemano cuál sería su respuesta seguramente. Viéndole acercarse a la pequeña, inconscientemente se acercó más a ella cuidando de que no pudiera caer del filo del sillón y sonrío divertida al oírle y ver como su pequeña lo miraba con ojos brillantes llenos de curiosidad.

Diana miró a su madre y cuando esta asintió, dándole pie a que hablara con él, la niña le devolvió la sonrisa, más bien parecida a una suave risa. — ¿Puedo saber que regalo es, señor? —Le preguntó sin saber cómo llamarle y dudando ante lo último. La duquesa enseguida la abrazó y tomándola en brazos la acompañó al suelo, agachándose ella también para estar a su altura. — Este señor se llama Scott y estará un tiempo muy largo con nosotras, ¿si, mi amor? Es un amigo de mamá—Le susurró al oído sin saber como presentarselo todavía a su hija ahora que todo era tan reciente y la niña tras sus palabras, asintió feliz. — Entonces, ¿nos traeréis más regalos, Scott? ¿Jugarás con nosotras? — Preguntó Diana sorprendiendo a su madre una vez fue al suelo y se acercó a Scott, confiando ciegamente como los niños confían en los mayores. La duquesa los miró, vigilando a Diana pero sorprendiéndose de la cercanía tan temprana de su hija con él. Por una parte receló internamente cuando le vio acercarse, por otro lado se congració de aquella imagen. Diana necesitaba de un padre, de una figura paterna y viéndolos juntos, parecía una estampa muy parecida a lo que ella siempre había soñado para ella. La pequeña movió sus manos y tirando suavemente de la camisa de Scott haciendo que este bajara a su altura, sonrío —Mamá está triste y cada noche duerme conmigo… quizás puedas ayudarme a cuidarla. Yo soy muy pequeña para hacerlo… y le gusta mucho el jardín. — Le explicó acercándosele al oído simulando contarle un secreto. Un secreto que todos oyeron y que hicieron que una nueva sonrisa naciera en la boca de todos. Diana era una pequeña copia de su madre a esas edades y como más tiempo pasaba, más se parecían.


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Scott White Jue Sep 17, 2015 4:35 pm

No dejó de sonreír, veía a la niña con la misma curiosidad que ella a él. Aunque sus facciones eran distintas, sus ojos y el color de sus cabellos. Diana le recordó a Chelsea, tal vez no a esa edad, pero si a los cinco años cuando parecía un ángel y todos la elogiaban. —Si… —dijo en un aire distraído—, Hagamos el anuncio hoy —observó a Danna. Scott escuchó la inocente pregunta y le dedicó una tierna sonrisa, de esas que surgen cuando es tocado el corazón por un sentimiento como el amor. El líder de los Nottinghams se dispuso a responder pero la duquesa intervino presentándoselo a su hija. ¿Amigo?, claro aún no era tiempo, ¿o sí?, ¿cuándo lo será?, ¿quién será Scott para Diana según la decisión de Danna?, ¿quién era el padre de la niña y qué sabía Diana respecto a él? Scott desvió un poco la mirada evocando un recuerdo.

¿Una bastarda?, vaya no sabía eso de la duquesa —comentó Scott mientras acariciaba los cabellos dorados de su hermana, que recostada sobre sus pectorales recorría con su mano el torso.
No lo es, tuvo un padre ahora enviudó —respondió Chelsea besando el cuerpo de su hermano en un tierno beso.
Por favor, ¿y tu le crees eso? Si fuera así por qué el ducado no cambió de nombre.— Chelsea se encogió de hombros, Scott le tomó de la barbilla para que lo mirara.
¿Por qué Hilary sigue llevando el apellido White? —dijo poniendo en jaque el comentario de su hermano. Scott le sonrió—. Anda ya y bésame —le ordenó y Scott no desobedeció.

Por supuesto pequeña, les traigo regalos y si su mamá me lo permite jugaremos —le digo en una voz cálida observando como caminaba a él y con toda la confianza del mundo hizo que se agachara más y en lo que debió de ser un susurró le hizo una confesión que lo abrumó internamente. ¿Qué tan pegada era a su madre?, ¿qué tan dependiente es?, Diana podría estar sin ella todas las noches o si requieren ir a eventos, o la pregunta podría ser Danna podría dejar a su hija? Aún no había respuesta pero eso no hizo que no pudiera sostener su sonrisa—. Me he prometido hacerlo, cuidar a ambas pequeña Diana. Ahora dime, ¿no te gustaría acompañarme por tus regalos?, en el camino me puedes decir que es lo que más te gusta —le habló un poco con más confianza, luego, observó de reojo a Danna por su aprobación.

Mientras tomaban la decisión, Scott caminó hasta el escritorio donde puso las escrituras. Con la palma de su mano acarició la superficie. Su mirada se le perdió y agachando la mirada se sintió solo, quiso pensar en la noche anterior, en Chelsea. Pero no lo conseguía. Al parecer no sentía nada ¿esto era lo que experimenta Arley? A veces esa pregunta se la había hecho, pero no como ahora. Cerró sus ojos y suspiró. Después, con una sonrisa ya en su rostro observó a las que serían sus dos chicas y avanzó a ellas. —¿Entonces iremos? —se dirigió a la duquesa y caminó hasta ella—. Hagamos el anuncio en la comida, que Viktor organice un banquete —sugirió en su oído y después volteó a ver a Diana—. Te gustaran tus regalos —dijo como si se tratara de una inocente caricia y le extendió la mano para que se la tomara o bien la cargara.


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Danna Dianceht Lun Sep 21, 2015 9:16 am

¿Cómo se sentía al respecto de que Scott hiciera buenas migas con su hija? Aún parecía ser muy temprano para adelantarse a los acontecimientos, pero se sentía bien aunque también nerviosa. Era la primera vez que su hija se acercaba tan pronto a alguien desconocido hasta el momento para ella, y a pesar de contar con la experiencia de Aldebarán, uno de sus tíos y de Gerarld, a quien también consideraban como un tío y protectora de la pequeña, Scott era el primero que de salir todo adelante no sería únicamente un tío o un amigo, sino lo más acercado a un padre para ella, sino un padre autentico. Todo dependería de él al final, pero sentía miedo de ilusionar a su inocente hija, por eso lo había presentado como un amigo hasta pensar en cómo decirle a Diana que él podría ser aquel padre que nunca tuvo. ¿Todas las madres viudas sentían lo mismo al pasar por situaciones similares? Se preguntó al pensar en cómo debían de hacerlo las demás para sacarse del pecho aquel miedo de fallar a su propia hija, lo último que desearía y que quería. Empero, a pesar de sus pensamientos era imposible no mantener la sonrisa al verlos hablar y al ser testigo de la forma en que la pequeña de su corazón con total confianza se acercaba a él y le hablaba, como si le conociera desde siempre. Él le respondía de igual modo y el cariño que profesaba y se adivinaba en sus ojos y en su voz, no parecía ser fingido, sino real, y eso la tranquilizó. Le gustaban los niños y parecía que él como el resto de quienes conocían a Diana iba a caer en el hechizo de su inocente sonrisa y dulce mirada. Aquel pensamiento la hizo sonreír y asintió mirando a su prometido cuando este buscó su consentimiento en silencio para ir a buscar con la pequeña sus regalos. Detalle que había tomado por sorpresa hasta a la mismísima duquesa, que no habría esperado que llevase un detalle para su hija.

Mamá, ¿puedo ir? —Le preguntó Diana acercándose a ella de nuevo con una sonrisa de felicidad al pensar en sus regalos. No es que su madre no le comprase regalos, pero sí que si lo hacía era por algún motivo de celebración o motivo especial, así que la pequeña no esperaba regalos cada día, pero cuando tenía uno parecía que todo su mundo se iluminara con la felicidad que irradiaban sus ojos. Danna besó la mejilla de su pequeña y sonrío mirando de reojo la figura masculina junto al escritorio y antes de que este se volviera y se la encontrara observándolo, fijó su mirada en su pequeña y sonriendo asintió. — Puedes ir, pero acuérdate de no correr mucho porque ya sabes que puede pasar entonces. —Le recordó con amor sabiendo que su pequeña también era muy ansiosa y tan activa como se encontraba esa mañana intentaría correr para llegar antes donde Scott guardaba su sorpresa. La pequeña asintió aunque la duquesa supo que sería imposible que le hiciese caso, pero confío en que Scott la mantuviese a salvo de sus propios pequeños pies, que a veces se hacían torpes. Viendo como Diana tomaba la mano de Scott, ella suspiró al sentir el aliento cálido masculino juguetear con la delicada y sensible piel de su oído y asintió. — Ahora mismo ordenaré que lo preparen todo y acudiré con vosotros para ver que regalo es aquel que le preparaste. —Respondió con una sonrisa dichosa manteniendo sus miradas muy unidas justo cuando él se separó de su oído.

Saboreó la tensión que había entre ellos aquellos segundos en que mantuvieron las miradas y cuando menos se lo esperó, su hija tiró de él con sus pocas fuerzas y lo encaminó hacia fuera, separándolos mientras le decía lo mucho que le gustaban los caballos y las muñecas. Siguió con su mirada a Scott hasta que este desapareció por la puerta y con él la pequeña habladora que le seguía de la mano. Enseguida se fueron Ariyne sin que le tuviera que decir nada, como encargada de la niña fue tras ellos a una prudencial distancia para no ser una molestia e interrumpirlos y Víctor, se acercó al escritorio donde se encontraban las escrituras con ademán pensativo. Riendo suavemente ante aquella escena, la duquesa una vez ellos se alejaron y se dejó de oír sus voces por el pasillo, y los pasos silenciosos de Ariyne, se acercó con calma también al escritorio y descubriendo las escrituras acarició con sus dedos la escritura de su abuelo, que seguía impresa perfectamente visible en el pergamino.

¿Estáis segura, de hacer lo mejor, señora? — Preguntó Víctor interrumpiendo el silencio que se había formado, sorprendiéndola con las mismas por hacerle aquella pregunta. — Yo he sido quien os ha llevado por este camino, pero nunca había sido esta vez mi intención buscaros un prometido. No un Nottingham. Esa familia es muy poderosa y serán unos magníficos aliados, pero jamás os habría deseado emparentaros con la familia del señor Arley, Danna. Scott es diferente, pero no sé cuánto diferente pueda ser al resto de su extensa familia. —La duquesa ante sus cavilaciones se sorprendió de lo mucho que le estaba revelando. Él jamás se había mostrado así, y ahora que lo hacía sentía su preocupación, como si en cierta forma pudiera ver a través de sus palabras, la preocupación de su propia madre. Dejó de acariciar el pergamino y volviendo a enrollarlo, dejándolo como lo había dejado Scott sobre el escritorio se volvió hacia Víctor. — Esto es lo mejor Víctor, no puedo decirte porque lo sé o porque siento que es así, pero confiad en mi como lo hacéis a menudo y celebrad esta noticia. Yo no podría estar más feliz —Dijo sonriendo viendo a través una de las ventanas la figura de su prometido y su pequeña. — Mi madre habría querido esto y mi corazón así lo siente, así que no os preocupéis más, e id a preparar el banquete de hoy y mandad a preparar las habitaciones del ala oeste para la escolta del señor White, y una estancia de las principales para Scott, por favor. Nos esperan unos días de celebración y de invitados en el castillo. —Mandó tras una sonrisa, volviéndose de nuevo a él. Él asintió y esbozó lo que parecía una sonrisa, o lo más parecido a lo que para él era una sonrisa. —Me alegro de que os haga feliz esto, y sea lo que deseáis. Os lo merecéis, Danna. —añadió dejando de lado su rol de mayordomo y adquiriendo el rol que por años había tenido como el segundo padre de la duquesa. — Gracias Víctor, agradezco tus palabras. —Sonrío y depositando un beso en la mejilla de Víctor mostrándole aquel cariño que hacía años solo dejaba ver cuando estaban a solas, y podían relajarse, salió por la puerta encaminándose hacia el jardín donde habían ido su prometido y su pequeña hija.

A medida se acercaba al lugar en el que se encontraban, pudo oír las risas de su pequeña y su voz y la de Scott junto a la de ella. La duquesa pasó por el salón, por el pasillo y atravesando finalmente la puerta principal y el porche, se los encontró a unos metros de allí, bajo el sol que jugaba con los reflejos de sus cabellos, los de su pequeña castaños y con los rubios de él haciendo que ambos brillasen con sus destellos. Con una sonrisa despidió de allí a Ariyne que al verla se fue y recostándose contra una de las columnas de la entrada, se los quedó observando dejándoles la intimidad necesaria, mientras ella se perdía en sus pensamientos, que nuevamente iban y venían a la misma figura; Scott. ¿Qué sentiría Scott por su hija? ¿Sentiría celos de su relación con su propia hija? ¿Tendría él hijos, o quizás algún bastardo? Tenía aún que conocerle tanto, que todas sus dudas la devoraban. Deseaba conocerlo más, hacerse un hueco en su corazón y de poder ser; ser también ella la culpable y el motivo de sus sonrisas. Como aquellas que ahora mismo dedicaba a su pequeña y dulce hija.


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Scott White Sáb Oct 03, 2015 4:15 am

Mientras observaba los hermosos ojos de la duquesa que ahora le pertenecerían consumado el matrimonio, quizá antes. Sintió un pequeño jaloncito, era la pequeña Diana. Scott sonrió, le tomó de la mano doblándose un poco a su derecha a modo de que la infante no alzara mucho su brazo, para él era mejor caminar torcido a que ella caminara incomoda. Pero al parecer fue muy considerada o eso creyó Scott. La pequeña lo soltó y anduvo por cuenta propia. El Cisne Negro la miró alentando sus propios pasos. La figura de Diana se hacía más grande con forme se alejaba, pero al sentir a la niñera de la infante Scott se apresuró a alcanzar a Diana, la cogió por detrás, alzándola por las costillas y cargándola con su brazo izquierdo formando una especie de cuna. El líder de los Nottinghams experimentó una nueva sensación, un cariño que nunca sintió, casi conmoción, era la máxima expresión de la ternura. Estaba totalmente entregada a ella.

Así que te gustan los caballos, ¿eh? —la cuestionó con una sonrisa, ella apenas asintió, pero no por timidez, sí en algún momento lo demostró, eso ya había quedado atrás. La niña lo miraba como si lo analizara, no duda que era inteligente; y para él, luego de recordar la escena donde lo presentó como un amigo, enfatizó en rememorar la expresión de Diana, la misma que ahora hacía mientras cargada en los brazos de Scott tenía.
No son amigos —dijo en tierna voz. El líder de los Nottinghams pareció palidecer, pero no sonrió. El vocabulario de la pequeña no le permitía expresar su duda completa o más bien sus conjeturas. Conocía a su madre y el nerviosismo en su voz cuando lo presentó le debió parecer extraño a la niña. Así que recurría a Scott para la verdad; o eso fue lo que creía el Cisne. Scott sólo sonrió.
¿Amigos…?; es cierto, somos más que eso. Pero es tu madre la que te lo debe de decir. No yo; pero no te mintió, sí somos amigos.
Si, me gustan los caballos —cambió la conversación, o se había quedado satisfecha o estaba decepcionada. Fuera lo que fuera, él estaba muy confiado en sorprenderla.
Yo tengo muchos caballos, muchísimos —hizo un ademán con su mano libre para magnificar sus palabras. No mentía, la mayoría de esos caballos los tenían en tierras que les pertenecían, en America, Inglaterra, sus colonias en África y unos cuantos en su mansión de Nottinghams—. Cuando seas más grande te regalaré el caballo que más te guste y juntos, con tu madre; cabalgaremos por las praderas de Escocia —sin darse cuenta él ya se consideraba parte de la familia y aunque no pretendía que la niña sospechara más de la relación entre él y su mamá, al incluirse en las actividades de ellas, lo estaba haciendo.

Pronto llegaron hasta el carruaje, algunos escoltas se acercaron formándose como lo harían los del mismísimo rey. El líder de los Nottinghams y la heredera Dianceht cruzaron entre la escolta perfectamente alineada. —Mira, ese es mi coche, ahí es donde llegué —explicó Scott mientras uno de sus vasallos abría la puerta. El Cisne Negro bajo a la niña dentro del carruaje para que viera el interior.
Es muy grande —dijo con una dulce voz, luego, se quedó mirando la cama que allí estaba—, ¿ahí dormías? —preguntó un poco asombrada.
El viaje era muy largo —se echó a reír y entró para estar con ella. Se acercó a uno de los cajones secretos y sacó una muñeca que le pertenecía, o perteneció a Chelsea. Era según su hermana la muñeca más hermosa que tuvo. La habían comprado en Rusia y realmente parecía, con su cara de porcelana, una niña de verdad. Inclusive estaba del mismo tamaño de Diana. Al principio, Scott temió que le tuviera miedo, pero la muñeca lucía tan tierna como la mismísima Diana—. Este es uno de tus regalos —anunció con una sonrisa y prosiguió—, bueno, en verdad es un regalo de tu… —hizo una pausa casi llevándose las manos a la boca, había estado a punto de cometer un gran error, tu tía, eso era lo que iba a decir—. Mi hermana —concluyó a prisa, le entregó la muñeca que fue bien recibida.

Scott hizo una seña y la niñera de Diana se acercó sacando a la niña del coche. Scott tomó dos cosas más y salió. —Y esto también es tuyo —dijo, la niñera dejó a Diana en el suelo tomando la muñeca y la hija de la duquesa se acercó a él, al hombre con sus manos en la espalda, escondiendo el o los regalos. Se agachó para estar a su nivel. Tal vez era una fortuna que esos regalos los trajera con él, pues así como el primero el segundo maravilló a la niña. —¿Quieres ver a un caballo cabalgar? —se expresó muy emocionado y mostró, primero, la figura de una jinete en un caballo, de cartón pero con detalles impecables y con unos cordones en los costados. Scott tomó ambos, el que estaba en las crines del caballo y el que estaba en el cuello y tiró de ellos al mismo tiempo, figura comenzó a desplazarse de un punto a otro los ojos de la niña se abrieron más luciendo la gran belleza que compartía con su madre—, y mira este —levantó el segundo que estaba en el suelo. Era una maravillosa mariposa también con cordones como el jinete, esta vez, en lugar de tirar del cordón lo hizo girar, las alas dieron la impresión de moverse y los movimientos de Scott subiendo las manos generó aún más la ilusión de que volaba por los cielos. La niña los recibió alegre y mientras tomaba el de la jinete imitando lo que había hecho Scott, éste le dio un beso en la cabeza sin darse cuenta que la duquesa ya estaba allí, con ellos.


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Mensaje por Danna Dianceht Lun Oct 05, 2015 2:40 pm

Siempre había deseado ver a su hija con aquella felicidad. La pequeña no dejaba de sonreír y asombrada veía sus regalos con un brillo radiante en sus ojos, la que también traspasaba su sonrisa. Para Danna, que no muchas veces la había visto así, era un placer ser testigo de aquel momento de su hija, que sin saberlo lo tenía con quien iba a ser su futuro padre. Tras aquella columna en la que yacía semi-oculta de ellos dos, no podía dejar de mirarlos. El rostro sereno y jovial de Scott lucía como el de la pequeña, en una mezcla de satisfacción y ternura, mientras el de su hija era un volcán de inocente felicidad tras recibir sus regalos y estar jugando con ellos a intentar imitar lo que Scott anteriormente había hecho con ellos. La sombra del juguete del jinete caía sobre su cabeza castaña y su risa al lograr hacer lo mismo que Scott había hecho, reverberó hasta sus oídos sonsacándole una dulce y gran sonrisa. Pero no fue hasta que fue testigo de aquel momento dulce de su prometido con su hija, en que se inquietó. Él era perfecto para ser padre, no hacía falta más que verle como trataba a la pequeña para confirmarlo y Diana necesitaba una figura paterna, más allá de sus tíos o de su “maestro en armas” como lo era Gerarld. Sin embargo, en ese momento le resultaba difícil usar la lógica cuando todo estaba sucediendo tan deprisa. No hacía ni un día en que se había hecho pasar por una campesina, y horas después estaba formalmente comprometida con el líder de los Nottinghams, quien había conocido en su expedición como campesina y el mismo que iniciaría la construcción de un puerto y el expansionismo del propio ducado junto con sus deberes para con su familia y legado ingleses. Y ahora, después de todo esto aún le era desconocida esa alarma que sentía al pensar en que todo fracasase y esta vez no fuera solo ella la herida, sino también su pequeña.

La mirada de la duquesa fue al brillo de los ojos de su pequeña cuando esta le devolvió el beso en la mejilla, que recién Scott acababa de darle en la frente y  sonrío. Diana no solía besar a nadie más que a sus conocidos o a quienes tuvieran su aprecio, así que en cierto modo, sintió como su hija le estaba dando vía libre a aceptar a Scott con todo lo que ello conllevaba. Con ese riesgo de poder perderlo todo, o de ganarlo todo. Tras aquel beso de la pequeña, sin saberlo como su hija pareció saber de su presencia y volviéndose hacia la dirección de la entrada de la casa, se dirigió hacia ella correteando. Danna río al verla de ese modo, tan despreocupada, tan inocente y libre y aunque sonrojada a causa de que la habían descubierto espiándolos y sintiendo la mirada masculina sobre ella, bajó las escaleras para recibir a su hija con los brazos abiertos y acercarla a su pecho una vez la tuvo entre sus brazos.

La licántropa al tener a su hija en sus brazos cerró los ojos y besando también la frente de la pequeña en un beso casto y devoto, pero lleno de amor, acudió a sus sentidos la impronta aunque ligera, del olor de Scott en Diana. Seguramente, pensó que al darle antes él el beso también en la frente se hubiese quedado su olor grabado en la pequeña, y aunque él no era un ser sobrenatural, ella al ser una loba entendía de identificar olores y aquel gesto, si hasta ahora no había sido consciente del todo, había querido decir protección. Scott protegería a su hija, Diana se lo había ganado y de eso no había negación posible. Pero que él inconscientemente en ese gesto tan poco dado de los ingleses al besarla en la frente, le otorgase protección a su hija, aquello si era excepcional y la duquesa no pudo sentirse mejor de su llegada a sus vidas. No únicamente ella podía ser más feliz, sino que su hija ya lo estaba y aquello le dio las fuerzas que le faltaban para pasar al siguiente nivel. Su hija si no era demasiado inteligente, se volvía muy astuta cuando la situación lo requería.

Mamá… ¿él será mi papá, verdad? — Le preguntó al oído Diana a su madre, quien la miró con sorpresa porque hubiese podido adivinar todo ello sin intervención de nadie más, que de su cabeza privilegiada. Danna la miró y después buscó la mirada de Scott por unos segundos en que conectaron sus ojos. Internamente se estaba debatiendo, pero realmente no habían motivos para ello. Él así se lo estaba mostrando e incluso, su pequeña hija. Él sería quien cuidara de ambas y a quien ellas dos iban a cuidar. Sonriéndole a Scott tras esos segundos de mirada intensa, regresó la atención a su hija y besándole en la mejilla asintió. Scott se encontraba a medio camino de llegar a ellas, no sabía hasta qué punto él pudiese oír o no lo que iba a decir a continuación, pero como habían dicho hoy en la comida se haría el anunciamiento oficial. Ahora ella debía de decírselo a su traviesa y dulce hija, que sin saber cómo lo había adivinado.

Sí, mi pequeña— Le confirmó como ella solía hablarle cuando se encontraban a solas, en un tono dulce y bajo. — De aquí un tiempo o quizás, muy poco tiempo será tu padre. Y espero que como conmigo, no le des muchos dolores de cabeza, señorita. —Le contestó con una sonrisa besando sonoramente su mejilla. Diana en sus brazos río y la abrazó con toda la fuerza que sus bracitos podían tener. La licantropa correspondió a ese abrazo y oyendo las pisadas de Scott acercándose a su posición, dejó a su hija en el suelo junto con los juguetes que cargaba. — ¿No quieres ir a enseñarle estos regalos a Ariyne y a Calliope, mi dulce princesa? —Le preguntó sabiendo que la niña se iría en busca de Aryine y ella podría agradecerle esos detalles a Scott. Diana asintió —Si quiero mamá. Ya voy— y volviéndose para Scott a quien le dijo que gracias por los regalos, se alejó hasta el interior de la casa donde se encontraba Aryine esperándola con los brazos abiertos para escucharla y jugar con ella.

Viendo a Diana irse, Danna mantuvo la vigilancia en ella hasta saberla cuidada y protegida por Ariyne, solo entonces decidió enfrentar los ojos masculinos que para su sorpresa, no únicamente estaban muy cerca de los suyos, sino que no dejaban de observarla. Sonrojándose, adquiriendo el tono rojizo en sus mejillas a causa de esa mirada y todo lo que su cercanía producía en ella, le sonrío, escondiendo en lo más hondo de su mirada aquel deseo que surgía cuando le veía y que él, por lo que sabía, también sentía.

Gracias por estos detalles Scott, por hacerla tan feliz y pensar en ella. —Le dijo agradecida por su tacto para con su propia hija. —No sabes cuan feliz me hace verla así. Esta como el sol de radiante y todo gracias a ti. No sabré jamás como agradecerte este gesto. —Se mordió el labio y le miró. —Y siento haberos interrumpido... no era mi intención espiaros. — Dijo con sinceridad pues lo que la había hecho quedarse en la sombra de aquellas columnas no había sido ningún otro afán que disfrutar en silencio de aquella estampa que por unos momentos habían creado, asemejándose a lo que siempre soñó con darle a su hija y que no pudo tener al final. — ¿Podría compensarte de algún modo mi mala pata? ¿O haceros traer algo que necesitéis y que echéis en falta? Es lo menos que puedo hacer para que esteís cómodo aquí, en el castillo. —Y por un instante pensó que de hacerle a ella estas preguntas, su respuesta habría sido inmediatamente un no rotundo. Ella tenía todo cuanto necesitaba y quería, frente a sus ojos. Delante de ella.


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Mensaje por Scott White Lun Oct 12, 2015 9:09 pm

Lo dedujo sin siquiera escucharlo. Danna al fin había afirmado que Scott se convertiría en su padre. Y por alguna causa se sintió bien, como si un calor abrazara sutilmente su corazón y sus ojos quisieran desbordar a modo de felicidad el sentimiento de su corazón. Sin dejarla de ver caminó hasta ella, deteniéndose justo en frente, mientras la escuchaba la tomó de la cintura desplazando sus manos hacia su espalda al tiempo de acercarla a él para que sus alientos acariciasen los labios ajenos. Scott le tomó la mano donde poseía el anillo de compromiso, luego, alzó la mano para que ambos la vieran, —Con ésto me lo has dado todo, me has hecho el hombre más feliz del mundo. Yo soy el que está en deuda contigo, mi bella Lenore —concluyó besándola.

No la pudo tener entre sus brazos por mucho tiempo ya que llegó Henry. —M señor —agachó ligeramente la cabeza—, ¿me permite discutir con usted unas palabras que me ordenó diera lady Chelsea al llegar aquí? —solicitó. Scott soltó a Danna atendiendo a su subordinado.
Amada mía, espero no te sea inconveniente. Tengo que tratar algo; quizás puedas aprovechar el tiempo para organizar el banquete y llegaré para que hagamos el anuncio —le dio un beso en la mejilla y una vez Danna le respondiera se marchó con Henry.

Se alejaron por un camino empedrado, rodeando el coche donde Scott había viajado. El mayordomo de la duquesa les había asignado habitaciones y Henry solicitó un despacho personal para Scott, lo que no a meritó problema alguno. Ninguno de los dos intercambió palabra hasta que llegaron al despecho. Una vez dentro Scott se adelantó para tomar asiento en uno de los sillones predispuestos en la estancia. Henry cerró la puerta, lucía un semblante serio, como si guardara un alto secreto; qué al parecer si era. —Debo confesar mi señor, que salí en esta misión con la lealtad a lady Chelsea. Por eso no decidí revelar mi postura hasta este momento. Mi señora depositó su confianza no sólo en velar por su protección; si no también en que los planes que ambos hicieron entorno a la conquista del ducado se realizara. Mas me temo que usted se ha enamorado de la duquesa, ¿no es así? —dijo sin abandonar su semblante serio pero hablando tajante. Scott se llevó una gran impresión. «¿Qué sabe él?» las cejas del líder de los Nottinghams se fruncieron mostrando un aspecto inquisidor sobre las palabras de Henry.

Explicate Henry —dijo en un tono molesto, sintiéndose descubierto y a la vez amenazado.
Lady Chelsea temió que esto sucediera. Por eso le pido señor. No abandone el amor que le tiene a su hermana. Sé que soy sólo uno de sus guardias, pero me convertí hace años en el confidente de su hermana y usted le arrebató posibilidades de aventurarse a encontrar la felicidad en brazos de otro hombre...
¡SUFICIENTE! —exclamó encolerizado Scott mientras se levantaba—; que osadía la tuya simple guardian. ¿Cómo es que te alzas a tu amo? En el momento en el que te aventuraste a este camino esa lealtad a mi hermana se terminó —seguía molesto, sentía molesto de acercarse y abofetearlo. Se acercó pero no lo golpeo—. Yo no le he arrebatado nada a mi hermana. Ella puede casarse con quien quiera, o tener cualquier amante. No se lo he prohibido
Sé que es consciente de que sabemos que tipo de relación tiene con su hermana y eso resuelve los porqués de no dar su consentimiento a realizarse el compromiso con Lord Enfield de Cambrigde, compromiso que sus padres desearon para ella —hizo una pausa. Scott estaba totalmente escandálizado, en shock. No se esperaba semejante confesión por lo que no estaba preparado. El Cisne Negro, el gran estratega estaba indefenso—. Lady Chelsea me confió en que el anillo de compromiso que ahora está en el dedo de la duquesa le pertenece a ella. Fue la propuesta de matrimonio que usted le hizo. Sí usted está decidido a llevar a cabo su boda con la duquesa. Como caballero debe de informar a su hermana. Que lo espera con una sorpresa que no me quiso revelar. Pero que tiene que ver con los Halcones Peregrinos... ¿le suena?

Scott palideció, su corazón latió con fuerza totalmente aterrado. Dios santo. Ahora no veía a Chelsea como lo hizo cuando estaba proponiéndole matrimonio a la mujer que consideraba el amor de su vida, el verdadero. Pero temía por su hermana. Las palabras de Henry eran acertadas y le abrieron los ojos a que no podía perder el tiempo para actuar. Su gemela se derrumbaría por las falsas promesas de Scott, promesas que en su momento eran verdaderas.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Oct 18, 2015 6:26 am

Como cada vez que Scott se acercaba tanto a ella, su corazón parpadeaba, como las alas de un pájaro a punto de alzar el vuelo. Aún no entendía cómo podía haber surgido todo aquello en tan poco tiempo. Si, la atracción y el deseo eran sentimientos universales para todo y todas, por igual. Y de haber sido atracción o deseo, no habría sido la única vez de haberlos sentido. Pero lo que ocurría allí, era diferente. No únicamente era el deseo carnal, o la atracción que pudiera haber entre ellos, sino aquella forma de mirarse, del encaje perfecto de la mano masculina en su delicada espalda. De la aceleración de sus corazones al encontrarse frente a frente con el otro, el calor de sus labios y aquella necesidad de tocarle, que él tomase sus manos… de encontrarse en sus brazos, allí mismo o en el lago secreto, lejos del mundo. Mirándose el anillo y apretando su mano en torno a la masculina que la sujetaba a la altura de sus ojos, sonrío. Estaba segura que de los dos, el que estaba en deuda con el otro; era ella, pero oír sus palabras asegurándole lo contrario, la tranquilizaba. No era la única que parecía una adolescente enamorada cuando de Scott se trataba y todavía con aquella sonrisa en sus labios correspondió al beso, acercándose más contra su cuerpo mientras sus labios rozaban suavemente sus labios.

Danna fue consciente de Henry, mucho antes de que él hablase interrumpiéndolos y separándose entonces, deteniendo el beso, tomaron distancia. En el castillo deberían de acostumbrarse. Tenían mucha servidumbre y aparte estaba la pequeña inquieta y dulce de Diana, que la duquesa se encontraba segura que les interrumpiría más de un par de veces. —No os preocupeis, tomaros el tiempo que el asunto lo requiera. Os estaré esperando. —le contestó aceptando el beso en su mejilla. Al sentir sus labios aún cálidos en su mejilla, cerró ese breve segundo los ojos y al abrirlos se encontró con la inusual mirada de aquel llamado Henry, observándola con disimulo pero intensamente, con el ceño fruncido. En ese momento deseó ser vampira o tener alguno de sus poderes de leer mentes para poder saber que le estaba pasando por su mente, pero antes de que pudiese preguntar nada, Scott ya se estaba yendo y a su espalda, Víktor requería su atención.

Mi señora, ha habido problemas en la cocina. —Esas palabras inmediatamente se llevaron la total atención de Danna que observando la espalda de Scott, se volvió hacia su mayordomo justo cuando él desapareció de su vista. —Vayamos entonces, el banquete será en poco tiempo y no podemos contar con desventualidades, no hoy. —Dijo caminando inmediatamente después para las cocinas, donde a parte del caos con el que se encontró, se enteró de que una de las cocineras, había enfermado. Se había desmayado y la habían llevado a su habitación en el ala oeste donde se encontraban las dependencias del servicio, a la espera de que el medico llegase para revisarla. Aquel era un mal día para que una de las mejores y más experimentadas tras los fogones de los Dianceht se enfermase. Por suerte, contaba con más cocineras cuando hacía unos años había decidido incorporar dos más, que aunque jóvenes, sus manos parecían hacer arte en la cocina. Las mandó a llamar y dejó bien claras las instrucciones. Quería un banquete como los que hacían en ocasiones de celebración. Tenía que haber; conejo, pollo con patatas cocidas de guarnición, costillas de cerdo, todo tipo de ensaladas y salsas. Pan y quesos y fruta, mucha fruta.

La duquesa pasó una hora entre la cocina y el comedor, asegurándose de que incluso los detalles más pequeños estuviesen como debía. Tras ese tiempo, lo más importante ya estaba hecho. La carne se estaba cociendo y haciéndose al fuego y las ensaladas estaban listas para servir, así como las salsas. El olor de la cocina era cautivador y enseguida sintió hasta hambre de solo ver los platos dispuestos para ser llevados a la mesa del salón, donde se llevaría a cabo el banquete. Al principio había pensado de hacerlo al aire libre, pero en esa temporada más bien de lluvias y días tormentosos, hacía mucho viento. Así que a su petición el banquete se hizo en el gran salón del castillo, y los ventanales que lo coronaban, fueron abiertos por completo para que la luz del exterior alumbrase la mesa y la gran estancia, dejando un paisaje verde impoluto para quien viese más allá de los ventanales abiertos. Mirando a través de ellos, pensó en Scott y se preguntó porque tardaba tanto tiempo. ¿Qué le habría hecho tardar tanto tiempo? ¿Algún asunto comercial? Se preguntó, sin dejar de darle vueltas a la mirada de Henry sobre ella. Suspiró al no encontrar una respuesta a todo aquello y viendo a su pequeña jugar en el jardín, dejó que aquella paz que le transmitía verla feliz se adueñara de todo, hasta el punto de no saber cuánto tiempo se mantuvo allí, vigilando a Diana.

Ya está todo listo. Procederé a avisar al señor Whitte, y a su escolta —Avisó Viktor a su espalda tras una media hora más.

 Danna asintió volviendo a la realidad y oyendo los pasos de su pequeña adelantarse de la nada a los pasos de su mayordomo al oírle, tras que la misma abandonara sus juegos, río. Quizás no hiciera falta que fuese Viktor a llamar a Scott, seguramente una inquieta niña se le adelantaría, pensó sonriente. Danna por su parte, una vez les vio desaparecer, subió a su habitación en la compañía de Ariyne, quien la ayudaría a cambiarse para el anuncio oficial. Tenía el cambio de vestido preparado para la ocasión en uno de los respaldos de los sillones de su alcoba. El color dorado resaltaría sus verdes ojos y aún resaltaría mucho más en el salón alumbrado de luz natural. Si, el dorado estaría bien para el banquete. Y esperaba con él; cautivar aún más la mirada de su prometido y su corazón. Si pudiera ser eso posible. ¿Qué pensaría cuando la viera? Se dijo una vez alistada, minutos después. Sonrío y en cuanto terminó su doncella de atarle el corsé, salió al encuentro de su prometido a quien oía junto a su sonriente hija en algún lugar del castillo, esperándola.



*Vestido dorado


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Mensaje por Scott White Mar Oct 27, 2015 12:48 pm

Devastado en el sillón, no podía más que entintar la pluma que Henry le proporcionó para que escribiera de una vez la carta. ¿Pero qué le podía decir a su hermana? Todo salió inesperado, me casaré con la duquesa porque la amo, no porque planeamos hacerlo. No, se negaba ha hacerlo pese a saber que era lo que tenía que hacer. Pensó de pronto que una carta no era la mejor opción para decirlo. Sin embargo, el que Henry le mencionara sobre los Halcones Peregrinos le preocupó, ¿qué estará preparando Chelsea? Tenía que detenerla antes de que el mundo de Scot, su hermana y la duquesa se desplomara. ¿Será conveniente contarle a Danna la verdad? Inmerso en el tormento que sufría empezó a escribir:
Chelsea White

Querida hermana:

Debo de notificarte que mi viaje no sufrió percance alguno. Llegué al ducado en tiempo y seguridad. Como lo supusimos, conseguí comprometerme con la duquesa. Sin embargo, Henry me a revelado sus verdaderas intensiones del viaje. Confesándome a quién debía su lealtad. No hace falta hablar al respecto porque sabrás que temores se están cumpliendo. Pero aún así, previendo lo que sea que preveas. Te pido que canceles todo lo que tenías planeado. En cuanto llegue la flota me embarcaré para llegar a Nottinghams lo más pronto que me sea posible y así discutamos lo que he vivido en este día, pues no necesité más que unas horas para tomar una precipitada decisión. Enviaré a Henry a entregarte esta carta con la esperanza de que llegue antes que yo.

Las noticias pueden ser devastadoras, pues afectará nuestra relación. Sé que estas palabras no harán más que confundirte y hacer que creas mil cosas. Así pues, espera mi llegada sin hacer una fiesta para mi retorno. Yo te llevaré la noticia a detalle, mas tienes que anticipar que no son todas buenas nuevas.


Con cariño, Scott.
IGNEOUS



Scott selló la carta con el símbolo de su casa y se la entregó a Henry. —Toma el caballo más veloz y dirígete a Nottighams. Esa carta debe de llegar a Chelsea y a nadie más. La traición se paga con traición Henry —el guardia, revelado espía de Chelsea tomó la carta y asintió. Ambos salieron de salón y caminaron hasta los establos. Henry entró por el más veloz y montado observó el semblante de Scott—. Dices que tu lealtad es a Chelsea. Pero no deja de ser una Nottinghams. Así que, sin importar lo que te pregunte respecto a la carta tu no dirás nada al respecto. No conoces su contenido ni el porque de escribirla. ¿Te quedo claro? —no cambió su tono serio y el guardia convertido ahora en jinete afirmó con la cabeza y emprendió a todo galope el viaje a Nottingahm.

Con sus ojos cerrados, dolido y solo escuchó de pronto las risas de la pequeña Diana. La sonrisa regresó a su rostro y para cuando llegó hasta él brincó. Scott la cargó en sus brazos escuchando que todo estaba listo y que su madre estaba hermosa. Lo esperaba, vistiera de gala o como Lenore. La duquesa no dejaría de ser hermosa. —No la hagamos esperar entonces, no crees pequeña —le dijo besándole una mejilla y entrando al castillo por otro salón. Entraron a un corredor o más bien él lo hizo dirigido por la pequeña que conocía cada rincón como la palma de su mano, seguramente ya sabía donde estaban esos escondites secretos que todos los castillos y mansiones tienen. Al pensar en ello Scott casi rió. En su camino se encontraron con Víctor que como la pequeña anunció que todo estaba listo.

No pasó mucho tiempo para llegar al pie de las escaleras que seguramente llevaban al corredor de la alcoba de la que se convertiría en su futura esposa. Al principio por conveniencia y con un oscuro propósito. Más ahora, por amor. El choque de contradicciones le hizo difícil aparentar alegría mientras contaba historias divertidas que hacían reír a la pequeña. Sus dos mujeres eran divinas. Un regalo de Dios, se sentía afortunado y egoístamente agradecía que fueran sólo para él. ¿Qué clase de pensamiento era eso?

Scott le contó sobre un viaje a Rusia, de como él y su hermana terminaron trabajando en un restaurante luego de ser confundidos, de como no dijeron nada y al fin de ser reconocidos no dejaron de salir las disculpas. Gracias a eso él consiguió uno de los caballos que le prometió dar a Diana. —Sí, te enseñaré a montar y viajaremos a Rusia para que veas las hermosas muñecas que haya hacen. Te llevaré a America a contemplar las mariposas y a la luz de la luna llena iremos a acampar —le prometía viéndola tan feliz que los pensamientos de Chelsea desaparecieron. Fue entonces que se escucharon los pasos de Dana, no podía tratarse de otra persona. En un vestido dorado y bien ataviada con sus joyas y su peinado venía a él. Que bella era, que bella lucía. Scott tragó saliva volviendo a repetirse lo afortunado que era. Luego, sonrió con ironía al saber que las prendas que ahora llevaba, un saco blanco de corte ingles y unos pantalones que hacían juego era lo único que llevaba por llamarlo de algún modo, decente, Diana corrió a ella y Scott sólo caminó.

La pequeña le dijo lo bella que era y Scott lo confirmó. —Diana tiene razón, te ves divina —dijo con la boca medio abierta, para después morderse los labios y desviar la mirada—. Creo que es tiempo de que los jefes de las aldeas sepan de nuestro compromiso —se agachó hacia Diana acariciándole sus castaños cabellos—; ¿no es cierto, pequeña? —volvió a levantarse y clavó sus ojos en los de ella—. Además, tengo que ver a alguien, me tiene que entregar algo —evitó sonreír con picardía pero sus ojos de fuego lo delataron.


Última edición por Scott White el Vie Ene 08, 2016 6:31 pm, editado 1 vez


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The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans Empty Re: The strength of a business, the lies of yesterday | The World War of the Black Swans

Mensaje por Danna Dianceht Miér Oct 28, 2015 7:12 am

Hacía tiempo no se sentía tan nerviosa. Años incluso en las que no se arreglaba de aquella forma tan concienzuda en un intento de sorprender a otros o gustarles. Sus primeros pasos fueron temblorosos, sentía sus piernas de gelatinas al pensar en todo lo que iba a acontecer tras su bajada al salón y su posterior entrada del brazo de Scott al comedor donde todos ya debían estar esperando. Había enviado en la mañana mensajeros de suma urgencia a cada uno de los líderes de las aldeas más cercanas y a cada uno de los miembros importantes de su villa, los que más que nadie deseaba que supieran de su enlace futuro. Se les había invitado a la comida bajo un pretexto desconocido pero de suma urgencia. Normalmente eran pocas las reuniones que solía hacer de ese calibre, así que estaba segura tanto ella como Viktor, que acudirían con la mayor premura posible al castillo con la curiosidad latente por descubrir que suceso había ocurrido que mereciera la asistencia de cada uno de ellos. La duquesa en otras circunstancias le habría gustado hacerlo todo más familiar y menos público, al menos ese primer día en que la noticia era tan reciente, incluso para ellos. No obstante, entendía que tanto por el título de Scott al ser líder de la casa de Nottingham, y por el renombre de los Dianceht y el título propio de duquesa propio debía someterse a unas leyes y habían noticias de tan suma importancia que no podían ser celebradas en privacidad, no sino hasta que todos los demás supieran de dicha noticia y esperado enlace prospero que supondría.

Danna no deseaba, ni quería ver ese enlace de una forma política, ni mucho menos económico. Como Lenore habría aceptado la mano de aquel joven y se habría ido donde él dijera sin dudarlo, como duquesa había aceptado su mano, devoción y protección por amor. Solo el amor sería válido para que pudiera desposarse, y de no sentir esa emoción en su corazón, esa calidez que la rodeaba cuando miraba los ojos y la sonrisa de Scott… que podría ser todo aquello que ocupaba todo su ser al pensar en él? Podría parecer temprano para aclamarlo a los cuatro vientos, pero le amaba… como jamás había amado y como llevaba tiempo sin amar. Tenía miedos como cualquiera y sus nervios la delataban al caminar, pero ahora al bajar las escaleras pensaba entregar su mano al caballero que la esperaba en su final y no lo haría por ningún motivo más egoísta que el de su propio amor y la de su propia felicidad con él.

Respiró hondo cuando le faltaban apenas unos pasos para bajar las escaleras. Sabía que aquel vestido aun no siendo de los mejores que tenía, eclipsaría a su futuro esposo y esperaba que como a ella le pasaba, incluso llegase a considerarlo como uno de sus vestidos favoritos en ella. Aun pensando en lo bella que se había visto, y en que Scott sencillamente la conoció con poco más que un sencillo vestido rojo en la fiesta de la anterior noche, no podía no sentirse nerviosa. Él era el culpable de hacerla sentir así. Su mirada, la tensión que sentía recorriéndoles cuando él se le acercaba, su boca y sus caricias, pocas de momento pero resguardadas en su memoria como un regalo y trofeo. Todo él provocaba miles de sentimientos en ella y ahora, antes de bajar las escaleras la duquesa era más la joven escocesa llamada Lenore que sí misma. Y no podía contenerlo, una parte de ella deseaba bajar esas escaleras ya de su mano, y la otra que sabía que aquello aún no podría ser, debía de comportarse y controlar sus impulsos por más intensos que estos fueran. Se sentía como cuando la luna llena se alzaba sobre su cabeza e iniciaba la lucha entre su consciencia y su loba. Exactamente así era como se sentía, dividida entre lo que era lo más correcto y lo que quería hacer.

Suspirando finalmente tomó la decisión de bajar sonriendo al escuchar a su hija hablando con Scott y Scott relatándole aventuras que había vivido años atrás. Habían hecho buenas migas, y Diana parecía haberlo aceptado completamente desde que la había visto correteando para llegar antes que nadie más a decirle que todo estaba listo, y que le estaban esperando. Sonrío una última vez al recordar a su pequeña corriendo en busca de su prometido y con una mano en la barandilla de las escaleras, bajó con lentitud y calma. Enseguida al iniciar el descenso, sus ojos se toparon con la brillante e intensa mirada de Scott que lograron que en sus mejillas se coloreara un ligero rubor y sonrío. Quizás él desconocía como lucía a ojos de las féminas, o quizás si lo conocía y se servía de ello para atraerla como lo hacía, pero la verdad era que hipnotizada o no, él se adueñaba de toda la atención de la duquesa sin proponérselo. Suavizando su mirada al ver a su hija correr hacia ella, la duquesa río y abrazó a aquella pequeña figura en cuanto terminó de bajar la última de las escaleras.

¡Mamá, estas bellísima! —decía una Diana maravillada de la falda dorada de aquel vestido que llevaba puesto. —Gracias pequeña, pero jamás olvides que tú siempre lo estas. — Danna sonrío y le besó la frente regresando la atención a Scott a tiempo de compartir una mirada intensa que logró desbocar su corazón. Le vio morderse el labio y desviar la mirada hacia su hija. Parecía que él también requería calmarse como ella, así que procuró poner atención a su hija la que inmediatamente asintió al oír las palabras de él. —Sí, debemos ir porque todos deben saber que serás mi papá. —dijo Diana sonriéndole a Scott. Ella también sonrío alegre de que su hija pudiera asimilarlo tan bien y en cuanto Scott regresó a mirarla, quedó sin aliento. Quizás no era aquella mirada la misma que en la noche le había dedicado, pero podía palpar el deseo que ella también sentía en sus ojos. Casi podía ver la llama de sus ojos de nuevo bailando en ellos, entrelazándolos en un nuevo baile. Entreabrió los labios y suspiró suavemente, era imposible no hacerlo cuando él la miraba de esa forma, con la promesa del encuentro que aquella misma noche compartirían.

Entonces será mejor que no nos retrasemos más, no queremos que llegues tarde a tu encuentro.— le contestó con una mirada divertida con aquella pizca de deseo y necesidad de encontrarse a solas de nuevo y compartir un tiempo solo de ellos, y únicamente de ellos dos, como cada vez que se miraban y le sonrío. Ya esperaba ansiosa el encuentro en la noche, aunque una parte de si recelaba de devolverle aquel colgante que debía de devolverle. El colgante se encontraba cerca de su corazón, allá donde sentía a Scott y no quería sacárselo de allí. Sin embargo, eso ya lo hablaría en su momento con él, por ahora dejó que sus intensos orbes se adentraran en el eléctrico dorado de él y sin perder la sonrisa, tomó su brazo y se colocó a su lado, dejando que su hija fuera delante de ellos emocionada. —No sabeís cuanto deseo que esto pase y veros allí, esta noche. — Le susurró al oído de forma que nadie más pudiera oírlos al empezar a caminar hacia el gran comedor, donde les esperaban todos y cada uno de los invitados.

Los pasos los llevaron en unos segundos frente la puerta desde donde se oían los susurros de la gente y los pasos de los sirvientes terminando de alistar completamente el banquete depositando en las mesas, los últimos platos. Su hija entro junto con Ariyne que se encontraba esperándola para entrar junto a ella, y dejando solos de nuevo, quedando solo ellos dos en el pasillo frente la puerta cerrada donde les esperaban los invitados y el banquete, Danna se volvió a su prometido ligeramente nerviosa. Toda aquella situación era nueva y no sabía cómo proceder. Por ella haría el anuncio rápidamente para quitarse esa tensión al inicio del banquete, pero también iba a parecerle bien hacerlo en mitad del banquete y que su prometido, le diese la sorpresa anunciándolo en el momento más inesperado.

¿Cuándo deseas anunciarlo? ¿En nuestra entrada o en el banquete? —Le preguntó e incapaz de resistirse por más tiempo a sus deseos, se acercó a sus labios y le besó suavemente. Dejó que sus cálidos labios por unos segundos rozasen lentamente los masculinos, cerró los ojos y disfrutó de aquel breve y dulce contacto. Respiró sobre su aliento al terminar al beso e incapaz de separarse todavía, sonrío completamente hechizada de sus ojos que no dejaban de mirarla. —Siento que el corazón se me pudiera salir en cualquier momento del pecho. —le confesó bajo el fuego de su mirada.


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