AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ambitious business inbetween warm bed sheets | +18 | The World War of the Black Swans
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Ambitious business inbetween warm bed sheets | +18 | The World War of the Black Swans
Y la noche cayó bajo un manto de pasional lujuria, buscó los labios de su hermana, sus dientes, con irritante terquedad, un ligero temblor, un breve escalofrío, entrechocaban y su figura fue borrándose, disuelta en la penumbra familiar de un cuarto, su cuarto.
Los sudorosos cuerpos respiraban como uno sólo, sus sábanas de loco vio alzar la desnudez de ella, su húmedo olor, la longitud del tacto. Buscó sin dedos la boca deseada, la carne herida del amor y el delirio, la claridad oscura del pecado, sus ojos y aquellos ojos y algo más. Besó sus labios en sus propios labios y sintió arder la sal de su saliva.
El movimiento constante de ambos, la mujer como aullando en el último espasmo. Con asombro, bajo la luz mortecina de la habitación, aquella lampara testigo del amor prohibido era una cómplice de algo que jamás pudo imaginarse, un estertor sin ruegos y sin llanto. La agonía de contemplar el bochornoso acto sacrílego de ambas posesiones carnales.
Pensamientos profanos el uno del otro, excitaciones imparables olvidando el sentido común, el estereotipo social. Que nada valen entre las sábanas, entre el sonido de la cama que como la cuerda de un piano emite la vibración del amor, la orquesta salida de los labios de ella, de las palabras de él.
Una cópula que sangra los ojos de Dios, lágrimas que condenan las almas. Un llanto opacado por sus gemidos, la negación de su propia sangre. El descuido de dos enamorados, que se ven, se besan... se aman.
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Los sudorosos cuerpos respiraban como uno sólo, sus sábanas de loco vio alzar la desnudez de ella, su húmedo olor, la longitud del tacto. Buscó sin dedos la boca deseada, la carne herida del amor y el delirio, la claridad oscura del pecado, sus ojos y aquellos ojos y algo más. Besó sus labios en sus propios labios y sintió arder la sal de su saliva.
El movimiento constante de ambos, la mujer como aullando en el último espasmo. Con asombro, bajo la luz mortecina de la habitación, aquella lampara testigo del amor prohibido era una cómplice de algo que jamás pudo imaginarse, un estertor sin ruegos y sin llanto. La agonía de contemplar el bochornoso acto sacrílego de ambas posesiones carnales.
Pensamientos profanos el uno del otro, excitaciones imparables olvidando el sentido común, el estereotipo social. Que nada valen entre las sábanas, entre el sonido de la cama que como la cuerda de un piano emite la vibración del amor, la orquesta salida de los labios de ella, de las palabras de él.
Una cópula que sangra los ojos de Dios, lágrimas que condenan las almas. Un llanto opacado por sus gemidos, la negación de su propia sangre. El descuido de dos enamorados, que se ven, se besan... se aman.
Principios de marzo de 1803, Mansión de los Nottinghams, horas más tarde de la visita de Hilary
Para ese entonces las nevadas en Gran Bretaña habían concluido. Scott viajaba a casa en un coche abierto. La mañana de Nottingham lo vio recorrer orgulloso las calles que le hacían una reverencia. Quizás no eran nobles, no se debía a la imposibilidad de volverse condes, duques, archiduques o los tantos títulos de realeza que existe. Simplemente no lo querían. Poseían tanto poder que no necesitaban ninguna clase de títulos para alcanzar sus deseos. La casa Yorkshires era un claro ejemplo de la facilidad con la que se conseguía un título. El matrimonio arreglado entre Arley y Dayanara Montero; su primo en algunos meses se convertiría en un Conde. Pero los Nottinghams, más que ansías de títulos, eran los mismos nobles quienes se los ofrecían, ellos eran los que añoraban relacionarse con la economía más poderosa del imperio británico. Una relación con un Nottinghams era más productiva que la de un duque y con los Nottinghams siempre sacabas un poderoso beneficio. El monopolio de los mercados y las rutas comerciales hacían a los Cisnes Negros la familia sin título más rica del mundo, claro, si los recursos de las casas se reunían en una sola. Pero aún así, la fortuna de los Nottinghams no podía calcularse. Los Nottinghams crecían su fortuna de manera diferente que los Yorkshires o el poder de los Londinenses en manos de la Iglesia. Scott comprendía que la industria era el futuro, muchos ya lo veía, por lo que tenía que apresurarse a crear monopolios. Sus padres expendieron el Imperio Comercial comprando tierras en África donde extraían minerales para ser vendidos. Pero ahora Scott tenía su propia industria que los procesaba y vendía como joyas; tenían además fabricas textiles en Londres y París. Sus relaciones con Europa se encontraban estables y pese a todo ello, los Nottinghams no dejaban de ser ambiciosos. Los mellizos eran unos auténticos lobos en las finanzas y a veces ellos mismos pensaban abandonar lo que representaba ser un Cisne Negro. —Halcones Peregrinos —decía Chelsea—, los Halcones peregrinos… ¿qué te parece? —continuaba en esas conversaciones que tenían en la cama. —Suena bien —respondía Scott y besaba a su hermana—; y naceríamos como un matrimonio… señora mía —decía Scott y Chelsea lo veía ilusionada. —Sería hermoso… señor mío —susurraba su hermana mientras él metía sus dedos entre los cabellos largos y dorados de Chelsea.
De sus viajes, cuando iba sólo o incluso acompañado por su hermana, siempre regresaba con un coche extra que transportaba perfumes, vestidos, muebles, cuadros, todo tipo de caprichos y ese día no era la excepción. A pesar de nunca dormir en su alcoba, Scott había comprado una fascinante alfombra persa que estaría destinada a cubrir la tapicería de la habitación; también un reloj ancho y alto, hecho a medidas pedidas por Scott en un pueblo danés; éste también estaba destinado a la alcoba de Scott, pero estaba pensado en cubrir la pared falsa que lo llevaba a la alcoba de su hermana. Traía también nuevas fragancias italianas y perfumes de los Países Bajos. Las tendencias de ese reino le parecieron interesantes, las costumbres nocturnas del rey, la reina y los príncipes lo atrajeron aunque no se dedicó a investigar la manía nocturna. En veinte días exactos regresó al puerto de los Grøelschkøj donde pasó la noche con Bambi. Sus padres no dejaban de empeñarse en emparejarlos. Sabían que existía una mutua atracción, pero no conseguían explicarse por qué se detenían, por qué no iban más allá de un amorío. Como fuera, la familia Grøelschkøj había depositado todo el poder en Bambi y ella era quien tomaba toda clase de decisiones entre las que incluía contraer matrimonio o no. A la mañana siguiente dejaba el puerto besando a Bambi.
Cuando el líder de los Nottinghams consultó su reloj, éste marcaba las 3:45 de la tarde y ya había llegado a la casa. Las puertas se abrieron para ambos coches entraran. La mansión no sólo era majestuosa y con la mejor cotización en el mercado; también tenía un amplio terreno alrededor de la casa de los Nottinghams. Para llegar a la mansión tenían que recorrer un sendero en un tiempo de quince minutos. El camino estaba empedrado, bordeado por abedules y una cerca mediana de acero inoxidable pintada de blanco. La cerca era nueva, anteriormente la hacían de madera y cada tres años tenían que cambiarla por el deterioro por o que a petición de Chelsea, y aprovechando la industria metalúrgica que poseían; fabricaron el primer cercado en acero inoxidable en la historia. Al terminar el recorrido se enfrentaban a una fuente amplia, los carruajes daban media vuelta en torno a ésta y se detenían frente a la puerta principal de la mansión.
El coche se detuvo, abrieron la puerta y le dieron la bienvenida; luego, fueron a atender los caballos. Scott echó su cuerpo al respaldo, cerró los ojos y su cabeza quedo tendida hacía atrás. —¿Señor? —llamó el mayordomo, Scott bostezó y abriendo sus ojos se reincorporó en el asiento. Con ojos cansados miró a Karl, un hombre viejo, de facciones fuertes, con un bigote delgado y siempre vistiendo de traje, bien recto como todo inglés. El líder de los Nottinghams le sonrió antes de bajar del carruaje. —Has que lleven la alfombra y el reloj a mi cuarto. Pero que sólo hagan eso, yo me encargaré de la instalación. Ah, traje dos jarrones para la puerta principal, vigila que sean tratados con cuidado y dáselos a Rachel ella sabrá que hacer. Los perfumes deben de estar en el estudio y el resto a la bodega —ordenó en un tono gentil, bajó del coche y caminó a la entrada dándole unas palmadas en el hombro a Karl cuando pasó a su lado. La puerta principal se abrió, Scott sonrió con más sentimiento; no sólo porque ya estaba en casa, sino porque Chelsea había salido a recibirlo—. Ven acá —susurró sabiendo que no lo oía pero que sabía que era lo que quería, luego, extendió sus brazos.
De sus viajes, cuando iba sólo o incluso acompañado por su hermana, siempre regresaba con un coche extra que transportaba perfumes, vestidos, muebles, cuadros, todo tipo de caprichos y ese día no era la excepción. A pesar de nunca dormir en su alcoba, Scott había comprado una fascinante alfombra persa que estaría destinada a cubrir la tapicería de la habitación; también un reloj ancho y alto, hecho a medidas pedidas por Scott en un pueblo danés; éste también estaba destinado a la alcoba de Scott, pero estaba pensado en cubrir la pared falsa que lo llevaba a la alcoba de su hermana. Traía también nuevas fragancias italianas y perfumes de los Países Bajos. Las tendencias de ese reino le parecieron interesantes, las costumbres nocturnas del rey, la reina y los príncipes lo atrajeron aunque no se dedicó a investigar la manía nocturna. En veinte días exactos regresó al puerto de los Grøelschkøj donde pasó la noche con Bambi. Sus padres no dejaban de empeñarse en emparejarlos. Sabían que existía una mutua atracción, pero no conseguían explicarse por qué se detenían, por qué no iban más allá de un amorío. Como fuera, la familia Grøelschkøj había depositado todo el poder en Bambi y ella era quien tomaba toda clase de decisiones entre las que incluía contraer matrimonio o no. A la mañana siguiente dejaba el puerto besando a Bambi.
Cuando el líder de los Nottinghams consultó su reloj, éste marcaba las 3:45 de la tarde y ya había llegado a la casa. Las puertas se abrieron para ambos coches entraran. La mansión no sólo era majestuosa y con la mejor cotización en el mercado; también tenía un amplio terreno alrededor de la casa de los Nottinghams. Para llegar a la mansión tenían que recorrer un sendero en un tiempo de quince minutos. El camino estaba empedrado, bordeado por abedules y una cerca mediana de acero inoxidable pintada de blanco. La cerca era nueva, anteriormente la hacían de madera y cada tres años tenían que cambiarla por el deterioro por o que a petición de Chelsea, y aprovechando la industria metalúrgica que poseían; fabricaron el primer cercado en acero inoxidable en la historia. Al terminar el recorrido se enfrentaban a una fuente amplia, los carruajes daban media vuelta en torno a ésta y se detenían frente a la puerta principal de la mansión.
El coche se detuvo, abrieron la puerta y le dieron la bienvenida; luego, fueron a atender los caballos. Scott echó su cuerpo al respaldo, cerró los ojos y su cabeza quedo tendida hacía atrás. —¿Señor? —llamó el mayordomo, Scott bostezó y abriendo sus ojos se reincorporó en el asiento. Con ojos cansados miró a Karl, un hombre viejo, de facciones fuertes, con un bigote delgado y siempre vistiendo de traje, bien recto como todo inglés. El líder de los Nottinghams le sonrió antes de bajar del carruaje. —Has que lleven la alfombra y el reloj a mi cuarto. Pero que sólo hagan eso, yo me encargaré de la instalación. Ah, traje dos jarrones para la puerta principal, vigila que sean tratados con cuidado y dáselos a Rachel ella sabrá que hacer. Los perfumes deben de estar en el estudio y el resto a la bodega —ordenó en un tono gentil, bajó del coche y caminó a la entrada dándole unas palmadas en el hombro a Karl cuando pasó a su lado. La puerta principal se abrió, Scott sonrió con más sentimiento; no sólo porque ya estaba en casa, sino porque Chelsea había salido a recibirlo—. Ven acá —susurró sabiendo que no lo oía pero que sabía que era lo que quería, luego, extendió sus brazos.
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CODE BY NIGEL QUARTERMANE
Última edición por Scott White el Mar Sep 08, 2015 2:45 pm, editado 1 vez
Re: Ambitious business inbetween warm bed sheets | +18 | The World War of the Black Swans
Desde el otro lado del cristal, Chelsea veía como Karl acomodaba las piezas de ajedrez. Cuando éste terminó, la Cisne Negro se dio la vuelta y recorrió seria el rellano hasta llegar a las escaleras. Se recargó en la barandilla chapeado de oro meditando el encuentro con Hilary, miró abajo y luego hacia arriba. Humedeciendo sus labios subió las escaleras que la llevaban al último nivel de la mansión. Piso que albergaba las habitaciones de los gemelos. El pasillo era extenso, las paredes tapizadas de agua marina con líneas verticales blancas y casi al ras del piso dibujos que Chelsea había pintado cuando era una niña. En ocasiones se detenía para ver sus travesuras y rememorarlas, y pese a que lo llegaba hacer incluso en situaciones criticas, hoy se limitó a pasar de largo. No estaba de humor, extrañaba a su hermano y el hambre se le había ido.
Ya habían transcurrido dos horas desde la partida de Hilary y esta más turbada que antes. Llegó hasta su habitación, cerró la puerta tallada en roble y pintada de blanco. Totalmente ausente fue hasta del tocador sentándose en el barquillo, cogió un cepillo y se dedicó a cepillar sus dorados cabellos como si ello le ayudara a sosegarse. El espejo reflejaba una mujer totalmente pensativa, razonando, acomodando todas y cada una de las palabras, las ideas y los argumentos; buscando errores o indicios de alguna trampa. Pero la verdad era que Chelsea no estaba pensando más que en dejar bien lacio su cabello y quizás tomar un baño. El cepillar sus cabellos cumplió uno de sus funciones, relajarla. Los espejos del tocador fueron testigos de la maravillosa sonrisa que apareció en los labios que cualquier hombre desearía besar. Si bien era cierto que a Hilary se le conocía como la más hermosa; muchos reconocían los atributos tanto de Camile como de Chelsea; por ejemplo, los ojos y el cuerpo de Camile, los labios y ojos de Chelsea.
Tocaron tres veces a su puerta y pese al estridente sonido, no prestó atención. —Ama, el señor Scott ha regresado —Chelsea lo escuchó como un susurro pese a que Cristal casi lo había gritado. El cepillo se escurrió de sus manos cayendo aparatosamente al suelo alfombrado. Ella sintió un escalofríos recorrerle la espalda y sus ojos se humedecieron.
—Amor mío —susurró tocando su corazón. Para ese momento Cristal estaba dispuesta a volver a tocar, mas el entusiasmo, casi desesperación de Chelsea le hicieron correr a la puerta y abrirla justo como lo hacía de niña cuando su padre regresaba de viaje trayéndole obsequios; que irónicamente también hacía Scott. Cristal se hizo a un lado, Chelsea levantó ligeramente su falda para no pisarla provocándole una caída al correr al encuentro con su gemelo. Bajó de prisa y fue ella misma la que abrió la puerta principal, contemplándolo finalmente; Scott estaba allí—. Llegaste —dijo y cuando Scott abrió sus brazos Chelsea se echó a correr arrojándose a él, sintiendo como las extremidades de su gemelos la aprisionaban con afecto. Comenzó a reír cuando sus pies dejaron de tocar el suelo dando vueltas en los brazos de Scott que también se reía. Chelsea volvió a tocar el suelo y acercó sus labios al oído derecho de su gemelo—. ¿Sabes?, no llevo ropa interior —susurró mordiéndose el labio. Scott le sonrío y sólo le besó en la mejilla.
La relación incestuosa era conocida por todos los criados de los Nottinghams. Los gemelos lo sabían, pero fingían que no sabían. Así mismo, los criados fingían que sus amos no intuían que ya eran conscientes de que sus criados lo sabían. De tal modo que todos lo callaban, no se hablaba al respecto. Los Nottinghams era la familia cuya lealtad en su servidumbre era la más fiel y a la vez hipócrita por ese juego de mentiras sobre la relación de los gemelos. Salvo Arley, nadie del exterior conocía ese perverso secreto. Esa había sido la razón por la que Scott no besó en la boca a su hermana, empero, tomándola de la mano ambos ingresaron.
—Vamos arriba, te he extrañado tanto —le habló al oído, quedo para que no le escucharan; mas Scott sólo volvió a sonreírle besándole la frente—. Claro, debes de estar cansado, ¿por qué no tomas un baño?, te relajarás —dijo ya alejada unos pasos de él—. Aunque es mejor que comas, se acerca la hora de la cena, y yo no he comido aún. Nuestro chef preparó raviolis y cordero en honor a Hilary —soltó las palabras con ligera astucia y del mismo modo sus ojos denotaban esa malicia al ver el cambio de expresión de su hermano—; así es, nuestra querida prima me ha visitado, tuvimos una charla y créeme… Podemos sacar algo más que productivo de lo que te contaré. Pero no ahora, después de comer —dijo y antes de que Scott le preguntara algo le dio la espalda y caminó al comedor donde la mesa ya estaba servida para los dos.
Ya habían transcurrido dos horas desde la partida de Hilary y esta más turbada que antes. Llegó hasta su habitación, cerró la puerta tallada en roble y pintada de blanco. Totalmente ausente fue hasta del tocador sentándose en el barquillo, cogió un cepillo y se dedicó a cepillar sus dorados cabellos como si ello le ayudara a sosegarse. El espejo reflejaba una mujer totalmente pensativa, razonando, acomodando todas y cada una de las palabras, las ideas y los argumentos; buscando errores o indicios de alguna trampa. Pero la verdad era que Chelsea no estaba pensando más que en dejar bien lacio su cabello y quizás tomar un baño. El cepillar sus cabellos cumplió uno de sus funciones, relajarla. Los espejos del tocador fueron testigos de la maravillosa sonrisa que apareció en los labios que cualquier hombre desearía besar. Si bien era cierto que a Hilary se le conocía como la más hermosa; muchos reconocían los atributos tanto de Camile como de Chelsea; por ejemplo, los ojos y el cuerpo de Camile, los labios y ojos de Chelsea.
Tocaron tres veces a su puerta y pese al estridente sonido, no prestó atención. —Ama, el señor Scott ha regresado —Chelsea lo escuchó como un susurro pese a que Cristal casi lo había gritado. El cepillo se escurrió de sus manos cayendo aparatosamente al suelo alfombrado. Ella sintió un escalofríos recorrerle la espalda y sus ojos se humedecieron.
—Amor mío —susurró tocando su corazón. Para ese momento Cristal estaba dispuesta a volver a tocar, mas el entusiasmo, casi desesperación de Chelsea le hicieron correr a la puerta y abrirla justo como lo hacía de niña cuando su padre regresaba de viaje trayéndole obsequios; que irónicamente también hacía Scott. Cristal se hizo a un lado, Chelsea levantó ligeramente su falda para no pisarla provocándole una caída al correr al encuentro con su gemelo. Bajó de prisa y fue ella misma la que abrió la puerta principal, contemplándolo finalmente; Scott estaba allí—. Llegaste —dijo y cuando Scott abrió sus brazos Chelsea se echó a correr arrojándose a él, sintiendo como las extremidades de su gemelos la aprisionaban con afecto. Comenzó a reír cuando sus pies dejaron de tocar el suelo dando vueltas en los brazos de Scott que también se reía. Chelsea volvió a tocar el suelo y acercó sus labios al oído derecho de su gemelo—. ¿Sabes?, no llevo ropa interior —susurró mordiéndose el labio. Scott le sonrío y sólo le besó en la mejilla.
La relación incestuosa era conocida por todos los criados de los Nottinghams. Los gemelos lo sabían, pero fingían que no sabían. Así mismo, los criados fingían que sus amos no intuían que ya eran conscientes de que sus criados lo sabían. De tal modo que todos lo callaban, no se hablaba al respecto. Los Nottinghams era la familia cuya lealtad en su servidumbre era la más fiel y a la vez hipócrita por ese juego de mentiras sobre la relación de los gemelos. Salvo Arley, nadie del exterior conocía ese perverso secreto. Esa había sido la razón por la que Scott no besó en la boca a su hermana, empero, tomándola de la mano ambos ingresaron.
—Vamos arriba, te he extrañado tanto —le habló al oído, quedo para que no le escucharan; mas Scott sólo volvió a sonreírle besándole la frente—. Claro, debes de estar cansado, ¿por qué no tomas un baño?, te relajarás —dijo ya alejada unos pasos de él—. Aunque es mejor que comas, se acerca la hora de la cena, y yo no he comido aún. Nuestro chef preparó raviolis y cordero en honor a Hilary —soltó las palabras con ligera astucia y del mismo modo sus ojos denotaban esa malicia al ver el cambio de expresión de su hermano—; así es, nuestra querida prima me ha visitado, tuvimos una charla y créeme… Podemos sacar algo más que productivo de lo que te contaré. Pero no ahora, después de comer —dijo y antes de que Scott le preguntara algo le dio la espalda y caminó al comedor donde la mesa ya estaba servida para los dos.
Re: Ambitious business inbetween warm bed sheets | +18 | The World War of the Black Swans
Era grandioso estar en casa, tener a Chelsea entre sus brazos, cargarla y dar vuelta como si fueran unos chiquillos. Escuchar su risa, que le inyectaba de energías. La insinuación temprana de su gemela le hizo sonreír, pero no dijo nada. Se mantuvo callado incluso cuando ya habían entrado, su mayordomo y su ama de llaves iban de un lado a otro mientras Scott con una amplia sonrisa escuchaba a su hermana. —Un baño será agradable —dijo antes de sorprenderse como o había hecho horas antes Chelsea al recibir la visita inesperada de Hilary—. ¿Hilary? —no hizo otro comentario, sabía que ese no era el momento. Tampoco lo sería mientras comían, lo discutirían más tarde. Cristal se acercó anunciándoles que la comida estaba servida. Chelsea agradeció, miró a Scott y avanzó al comedor; o al menos pretendió hacerlo. Scott le tomó del brazo deteniéndola, luego, desplazó su mano por la cintura femenina y atrajo el frágil cuerpo al de él. Solos, sin nadie más, los labios se ambos gemelos se unieron en un beso de pasión, encajando sus bocas a la perfección y sintiendo la lengua dentro de la boca del otro. La mano de Chelsea se coló por la camisa de su hermano acariciando sus fuertes pectorales y suspiró en sus labios—. ¡Te amo Chelsea! —susurró y sus frentes hicieron contacto, Scott acarició los dorados cabellos de su hermana y besándole en una de sus mejillas la cogió de la mano—. Vayamos a comer querida mía, quiero que te bañes conmigo y encerrarnos en tu habitación toda semana —un nuevo beso en sus labios y se marcharon al comedor.
Cuando entraron al comedor, ya estaba instalada la mesa que usaban los hermanos para comer, una exquisita pieza que había traído de Noruega, hecha especialmente para que comieran con más intimidad. Una mesa para dos. Ambos caminaron para las sillas, Scott retiró la que pertenecía a Chelsea y luego la acercó para que su hermana se sentara. —Cristal, manda a preparar el baño. Después de comeré subiré… Ah, y no quiero que nadie nos interrumpa hasta mañana. ¿Te quedo claro pequeña? —dijo con cortesía y se sentó, Crystal no desobedeció y de inmediato empezó la tarea que su amo le encargó. En poco tiempo llegó el carrito de la comida, dos de sus sirvientas sirvieron los platos y se marcharon dejándolos solos. Comenzaron con los raviolis. Regularmente, con la entrada, los gemelos no intercambiaban palabra, comían con elegancia y en silencio, y no rompieron el protocolo ese día. Cuando llegó el plato fuerte, Scott dejó de cortar su carne para mirar a su hermana, ella hizo lo mismo dedicándole una sonrisa—. Hablaremos de Hilary en la cama, ¿te parece bien? —le aclaró antes de que iniciaron la conversación de mesa que iniciaba usualmente en el platillo fuerte. Terminada la comida, la servidumbre levantó la mesa y ambos White, tomados de la mano, subieron al baño.
El rellano estaba vacío, tal como ordenó Scott, nadie se encontraba en el segundo piso, y eso al líder de la casa le agrado sonriendo con malicia. —¿Qué tan bueno es lo de Hilary? —preguntó mientras caminaban, en ese momento, cuando escuchaba el breve resumen, pues Chelsea respetaría la decisión que antes tomara Scott en el comedor, pensó en su viaje a los Países Bajos, en todo ese tiempo que estuvo sin ella, por eso, cuando Chelsea terminó y a escasos metros del baño. Scott se detuvo y besando a su hermana la empujó a una de las paredes del rellano. Uno de los cuadros contiguos se vino abajo en ese arrebato de pasión, las manos de Scott buscaron desatar el vestido y con maestría lo logró. Lo primero que tuvo a la vista fueron los generosos pechos de su hermana que le sonreía con sus hermosos ojos que reflejaban el fuego de la lujuria. Pleno, el líder de los Nottinghams se mordió el labio inferior—. Dios eres hermosa Chelsea, al demonio los que alaban la belleza de Hilary, ciegos son al no poder distinguir la autentica belleza de una mujer —se quiso soltar a reír pero en vez de eso acarició tiernamente uno de sus senos, firmes y blancos. Observó como los pezones se endurecían y la piel obtenía un color rosado, sintió el calor que crecía en su hermana y cuando menos se dio cuenta sus pantalones ya los tenía abajo, las manos de Chelsea desabotonaron la camisa y exploraban el torso varonil y ejercitado, digno de un monumento.
La despojó del vestido y en efecto, no llevaba ropa interior. Pronto, el también quedó desnudo, sintiendo la mano de Chelsea sobre sus pectorales. —Otros pueden decir esta frase tan trillada: Sólo Dios sabe cuanto te amo. Mas no es el caso con nosotros, somos gemelos y pensamos como uno, ¿no es así?, incluso, sobre Dios tu sabes cuanto te amo y que tanto me amas a mí —esta vez, con una sonrisa amplia soltó una risa divertida, cargó a su hermana y en sus brazos la llevó hasta el baño. Chelsea abrió la puerta y y también la cerró de un azote. Scott río—. ¿Qué tan caliente estará? —se mordió su labio inferior, sus ojos brillaban con deseo y con una risa arrojó a Chelsea a la enorme bañera donde ambos compartían espacio. Scott entró de prisa para callar a su hermana con un beso, el aliento de ambos se fusionó en uno solo, su intimidad rozó la zona erógena de su hermana reaccionando de inmediato al contacto, Scott se tensó, vio el rostro de su hermana fascinado, su corazón latía con fuerza, como sólo ella conseguía hacerlo. Nuevamente se besaron, el agua aumentó en temperatura y el vapor ya cubría todo el lugar.
Cuando entraron al comedor, ya estaba instalada la mesa que usaban los hermanos para comer, una exquisita pieza que había traído de Noruega, hecha especialmente para que comieran con más intimidad. Una mesa para dos. Ambos caminaron para las sillas, Scott retiró la que pertenecía a Chelsea y luego la acercó para que su hermana se sentara. —Cristal, manda a preparar el baño. Después de comeré subiré… Ah, y no quiero que nadie nos interrumpa hasta mañana. ¿Te quedo claro pequeña? —dijo con cortesía y se sentó, Crystal no desobedeció y de inmediato empezó la tarea que su amo le encargó. En poco tiempo llegó el carrito de la comida, dos de sus sirvientas sirvieron los platos y se marcharon dejándolos solos. Comenzaron con los raviolis. Regularmente, con la entrada, los gemelos no intercambiaban palabra, comían con elegancia y en silencio, y no rompieron el protocolo ese día. Cuando llegó el plato fuerte, Scott dejó de cortar su carne para mirar a su hermana, ella hizo lo mismo dedicándole una sonrisa—. Hablaremos de Hilary en la cama, ¿te parece bien? —le aclaró antes de que iniciaron la conversación de mesa que iniciaba usualmente en el platillo fuerte. Terminada la comida, la servidumbre levantó la mesa y ambos White, tomados de la mano, subieron al baño.
El rellano estaba vacío, tal como ordenó Scott, nadie se encontraba en el segundo piso, y eso al líder de la casa le agrado sonriendo con malicia. —¿Qué tan bueno es lo de Hilary? —preguntó mientras caminaban, en ese momento, cuando escuchaba el breve resumen, pues Chelsea respetaría la decisión que antes tomara Scott en el comedor, pensó en su viaje a los Países Bajos, en todo ese tiempo que estuvo sin ella, por eso, cuando Chelsea terminó y a escasos metros del baño. Scott se detuvo y besando a su hermana la empujó a una de las paredes del rellano. Uno de los cuadros contiguos se vino abajo en ese arrebato de pasión, las manos de Scott buscaron desatar el vestido y con maestría lo logró. Lo primero que tuvo a la vista fueron los generosos pechos de su hermana que le sonreía con sus hermosos ojos que reflejaban el fuego de la lujuria. Pleno, el líder de los Nottinghams se mordió el labio inferior—. Dios eres hermosa Chelsea, al demonio los que alaban la belleza de Hilary, ciegos son al no poder distinguir la autentica belleza de una mujer —se quiso soltar a reír pero en vez de eso acarició tiernamente uno de sus senos, firmes y blancos. Observó como los pezones se endurecían y la piel obtenía un color rosado, sintió el calor que crecía en su hermana y cuando menos se dio cuenta sus pantalones ya los tenía abajo, las manos de Chelsea desabotonaron la camisa y exploraban el torso varonil y ejercitado, digno de un monumento.
La despojó del vestido y en efecto, no llevaba ropa interior. Pronto, el también quedó desnudo, sintiendo la mano de Chelsea sobre sus pectorales. —Otros pueden decir esta frase tan trillada: Sólo Dios sabe cuanto te amo. Mas no es el caso con nosotros, somos gemelos y pensamos como uno, ¿no es así?, incluso, sobre Dios tu sabes cuanto te amo y que tanto me amas a mí —esta vez, con una sonrisa amplia soltó una risa divertida, cargó a su hermana y en sus brazos la llevó hasta el baño. Chelsea abrió la puerta y y también la cerró de un azote. Scott río—. ¿Qué tan caliente estará? —se mordió su labio inferior, sus ojos brillaban con deseo y con una risa arrojó a Chelsea a la enorme bañera donde ambos compartían espacio. Scott entró de prisa para callar a su hermana con un beso, el aliento de ambos se fusionó en uno solo, su intimidad rozó la zona erógena de su hermana reaccionando de inmediato al contacto, Scott se tensó, vio el rostro de su hermana fascinado, su corazón latía con fuerza, como sólo ella conseguía hacerlo. Nuevamente se besaron, el agua aumentó en temperatura y el vapor ya cubría todo el lugar.
Re: Ambitious business inbetween warm bed sheets | +18 | The World War of the Black Swans
Se sonrojó, el beso de su hermano en medio de una estancia, que aunque vacía, no dejaba de estar en la intemperie de que los vieran; por supuesto, se dejó llevar pero sintió una extraña sensación y una adrenalina nunca antes sentida por el riesgo que con llevaba la acción de su gemelo. Sin aliento y aún con sus mejillas sonrojadas siguió a su hermano hasta el comedor. Aún ahí no demostró seriedad ni querer ocultar lo que ya toda la servidumbre sabía, era como si estaba dispuesto a ya dejar caer el telón y manifestar abiertamente su relación incestuosa, mas no estaba del todo segura por lo que no adelantó conclusiones. Como siempre en la entrada no intercambiaron palabras pero si miradas. Chelsea estaba inquieta, el no querer hacer suposiciones le despertaban el deseo de saber que era lo que quería Scott, su hermano la torturaba, su conexión psíquica debía de decirle a Scott la inquietud de su hermana, y aunque no existiese dicha unión al ser gemelos, las expresiones de ella podían fácilmente interpretarse. —De acuerdo —y no dijo más pese a querer hacerlo.
Al terminar no hicieron otra cosa más que subir las escaleras. Aunque todavía no llegaban al piso de su alcoba, Chelsea ya podía sentir que no existía nadie allí. La orden del amo había sido acatada. La mano de Scott sosteniendo la de Chelsea se sentía tan diferente, no era la que un hermano toma a su hermana, no, era la de una pareja, la de un matrimonio y a Chelsea casi le salieron las lágrimas de no ser por las palabras que Scott le dijo en el rellano. —Ambicioso, y muy redituable si lo sabemos manejar —respondió de inmediato. Al concluir se llevó una nueva sorpresa, justo antes de entrar al baño Scott la aprisionó contra la pared dedicándole tantos besos que le robó el aliento; sintió como la iba desnudando, como la acariciaba no solamente en cuerpo sino también con palabras. El calor de su cuerpo se elevó y se sintió dichosa, eufórica. Imitó a Scott desnudándole, acariciándole el cuerpo y deseando que la tomara ahí mismo, su propio cuerpo lo exigía y en un grito pretendía decírselo. Mas antes de que sucediera algo más la cargó. Chelsea se echó a reír y ambos entraron al baño.
—No te atrevas —dijo al intuir lo que su hermano pensaba decir y tal como lo dedujo fue arrojada a la enorme bañera. Chelsea quedó totalmente sumergida y al momento de salir sacó medio cuerpo como si hubiera saltado—. Caliente, está caliente —le habló en casi en un reproche pero al verlo entrar sólo rió—, ven acá, déjame consentirte —se mordió el labio inferior como lo hacía su hermano. Los cuerpos se cruzaron y sintió la erección de su hermano lo que la hizo sonreír. Se acercó a la orilla donde estaba el jabón y colocándose detrás de él fue enjabonando su espalda, pasando la barra por sus pectorales en un abrazo sensual, sus pechos se apachurraron contra la piel ajena mientras sus delgadas manos guiaban al jabón por el torso, bajaban a la entre pierna y los muslos. Scott le dio el perfil a su hermana y ésta le besó la mejilla, luego, tomó el miembro con su mano derecha y comenzó a masturbarlo. Su mano izquierda seguía enjabonando sus pectorales y lo colmaba de besos en sus hombros.
El jabón cayó y ella le dio la vuelta sosteniendo con ambas manos el miembro. Se lamió los labios y recibió el beso de su hermano. Rió dentro de la boca de él y olvidándose de la excitación de su hermano rodeó con sus manos el cuello entregándose toda la beso, librando una batalla dentro de la boca con sus lenguas. En su juego Chelsea tomó la lengua de su hermano con sus dientes, la raspó y más tarde la soltó mientras reía. —Tómame Scott, ahora —le ordenó al tiempo en que tomaba su miembro masturbándole. Scott no desobedeció, en besos fue empujando a su hermano hasta que llegaron al borde de la bañera, allí le dio la vuelta postrándola sobre la orilla. Chelsea extendió sus brazos mordiéndose el labio y cerró sus ojos cuando sintió que la había penetrado. Los movimientos de su hermano eran rítmicos, algo pausados pero lo suficientes complacientes para que Chelsea soltara gemidos llenos de placer en cada embestida sutil. Jadeaba tranquila pero con los deseos de verlo—. Quiero verte Scott —reprochó suavemente y su hermano abandonó su interior. Chelsea se dio media vuelta y brincó para que Scott la sostuviera en el aire. Aún con el cuerpo en la bañera, y tomándole de las nalgas, el líder de los Nottinghams volvió a penetrar a su hermana pero esta vez con más intensidad. Chelsea se mordió los labios tirando su cabeza hacía atrás, sintiendo las embestidas con más fuerza o al menos con lo que podía pues el agua no le permitía a Scott penetrarla completamente. La gemela se reincorporó y lo besó dejando todos sus gemidos en la boca de su amado.
Al terminar no hicieron otra cosa más que subir las escaleras. Aunque todavía no llegaban al piso de su alcoba, Chelsea ya podía sentir que no existía nadie allí. La orden del amo había sido acatada. La mano de Scott sosteniendo la de Chelsea se sentía tan diferente, no era la que un hermano toma a su hermana, no, era la de una pareja, la de un matrimonio y a Chelsea casi le salieron las lágrimas de no ser por las palabras que Scott le dijo en el rellano. —Ambicioso, y muy redituable si lo sabemos manejar —respondió de inmediato. Al concluir se llevó una nueva sorpresa, justo antes de entrar al baño Scott la aprisionó contra la pared dedicándole tantos besos que le robó el aliento; sintió como la iba desnudando, como la acariciaba no solamente en cuerpo sino también con palabras. El calor de su cuerpo se elevó y se sintió dichosa, eufórica. Imitó a Scott desnudándole, acariciándole el cuerpo y deseando que la tomara ahí mismo, su propio cuerpo lo exigía y en un grito pretendía decírselo. Mas antes de que sucediera algo más la cargó. Chelsea se echó a reír y ambos entraron al baño.
—No te atrevas —dijo al intuir lo que su hermano pensaba decir y tal como lo dedujo fue arrojada a la enorme bañera. Chelsea quedó totalmente sumergida y al momento de salir sacó medio cuerpo como si hubiera saltado—. Caliente, está caliente —le habló en casi en un reproche pero al verlo entrar sólo rió—, ven acá, déjame consentirte —se mordió el labio inferior como lo hacía su hermano. Los cuerpos se cruzaron y sintió la erección de su hermano lo que la hizo sonreír. Se acercó a la orilla donde estaba el jabón y colocándose detrás de él fue enjabonando su espalda, pasando la barra por sus pectorales en un abrazo sensual, sus pechos se apachurraron contra la piel ajena mientras sus delgadas manos guiaban al jabón por el torso, bajaban a la entre pierna y los muslos. Scott le dio el perfil a su hermana y ésta le besó la mejilla, luego, tomó el miembro con su mano derecha y comenzó a masturbarlo. Su mano izquierda seguía enjabonando sus pectorales y lo colmaba de besos en sus hombros.
El jabón cayó y ella le dio la vuelta sosteniendo con ambas manos el miembro. Se lamió los labios y recibió el beso de su hermano. Rió dentro de la boca de él y olvidándose de la excitación de su hermano rodeó con sus manos el cuello entregándose toda la beso, librando una batalla dentro de la boca con sus lenguas. En su juego Chelsea tomó la lengua de su hermano con sus dientes, la raspó y más tarde la soltó mientras reía. —Tómame Scott, ahora —le ordenó al tiempo en que tomaba su miembro masturbándole. Scott no desobedeció, en besos fue empujando a su hermano hasta que llegaron al borde de la bañera, allí le dio la vuelta postrándola sobre la orilla. Chelsea extendió sus brazos mordiéndose el labio y cerró sus ojos cuando sintió que la había penetrado. Los movimientos de su hermano eran rítmicos, algo pausados pero lo suficientes complacientes para que Chelsea soltara gemidos llenos de placer en cada embestida sutil. Jadeaba tranquila pero con los deseos de verlo—. Quiero verte Scott —reprochó suavemente y su hermano abandonó su interior. Chelsea se dio media vuelta y brincó para que Scott la sostuviera en el aire. Aún con el cuerpo en la bañera, y tomándole de las nalgas, el líder de los Nottinghams volvió a penetrar a su hermana pero esta vez con más intensidad. Chelsea se mordió los labios tirando su cabeza hacía atrás, sintiendo las embestidas con más fuerza o al menos con lo que podía pues el agua no le permitía a Scott penetrarla completamente. La gemela se reincorporó y lo besó dejando todos sus gemidos en la boca de su amado.
Re: Ambitious business inbetween warm bed sheets | +18 | The World War of the Black Swans
Era un placer sentir como tomaba su miembro con sus delgadas manos. Tan perfectas para él, para amoldarse con esplendor y viva pureza en el acto. Lujuria y virtud casta unificadas en ese acto que debiera ser condenado al ser profano. Scott cerró los ojos dejando que su gemela lo masturbara. Pero como era de esperarse Chelsea no pudo esperar a recibir el placer que le correspondía por un derecho que ambos acordaron y siguiendo a su hermana puso su cuerpo contra el borde redondo de la bañera y la penetró lentamente. El agua caliente, el cuerpo de ella ardiendo en su interior era sublime, le cogió del pelo en una cola y la jaló hacía él para que se levantara su cabeza y la penetró con más fuerza.
—Lo que sea tu voluntad amada mía —dijo entre gemidos y una agitación por el esfuerzo que le generaba el choque del agua sobre los cuerpos profanos. Chelsea se dio la vuelta y él la cargó sosteniendo sus piernas entre sus brazos. Con habil mano ella encontró el miembro y lo insertó en su vagina y nuevamente comenzó a fornicarla. Chelsea era una mujer delgada pero aún así pesaba; sin embargo, al estar en el agua su cuerpo era más liviano por lo que Scott podía llevarla a cuestas sin problemas. Sus brazos no se le cansaban cuando hacía que su hermana subiera y bajara sobre su falo, ella gemía sin guardar pudor, no existía la restricción al momento del sexo. Ni para él ni para ella.
El choque de las embestidas sonaba como un chapoteo al golpear las nalgas bien formadas contra el agua, ondas se expandian en todas direcciones hasta sacar la misma agua de lo que parecía ser más un estanque tropical a una bañera. La espalda de Scott comenzó a estar arañada por la pasión de Chelsea y ésta dejó caer su cabeza en el hombro derecho como si estuviese vencida. —Vayamos a tu cuarto y continuemos con esto —dijo, el rostro de Chelsea miró al de su gemelo y afirmó la que consideró gran idea de él—, sí, después de todo ya me has bañado —le besó brevemente y la bajó sacando su miembro de la amada vagina.
Ambos suspiraron y descansaron sus frentes en la ajena, sus narices se rozaron y al mismo tiempo se lamieron el labio inferior; después de dicha acción rieron y se besaron, Scott le dio la espalda y ella lo sumergió, dentro él se giro y le jaló las piernas quedando ambos dentro del agua. El Cisne Negro acarició su rostro viendola con ternura, luego, salieron del agua ella delante de él. Abrió la puerta y antes de que ambos atravesaran el portal sacrilego Scott la cargó arrojándola a la cama, subió él cubriéndola y le sujetó las manos. —Es momento de que te enteres lo mucho que te extrañe, todo de ti —y al momento de decirlo besó el cuello, descendió por el seno lamiéndolo con lujuria, prosiguió por el plano torso, el vientre y finalizó el recorrido en el clitoris el cual aprisionó en su boca, succionándolo, chupándolo y lamiéndolo. Los gemidos, los gritos y el que lo llamara no hicieron más que encender más la pasión y la tortura sobre su zona erogena.
—Lo que sea tu voluntad amada mía —dijo entre gemidos y una agitación por el esfuerzo que le generaba el choque del agua sobre los cuerpos profanos. Chelsea se dio la vuelta y él la cargó sosteniendo sus piernas entre sus brazos. Con habil mano ella encontró el miembro y lo insertó en su vagina y nuevamente comenzó a fornicarla. Chelsea era una mujer delgada pero aún así pesaba; sin embargo, al estar en el agua su cuerpo era más liviano por lo que Scott podía llevarla a cuestas sin problemas. Sus brazos no se le cansaban cuando hacía que su hermana subiera y bajara sobre su falo, ella gemía sin guardar pudor, no existía la restricción al momento del sexo. Ni para él ni para ella.
El choque de las embestidas sonaba como un chapoteo al golpear las nalgas bien formadas contra el agua, ondas se expandian en todas direcciones hasta sacar la misma agua de lo que parecía ser más un estanque tropical a una bañera. La espalda de Scott comenzó a estar arañada por la pasión de Chelsea y ésta dejó caer su cabeza en el hombro derecho como si estuviese vencida. —Vayamos a tu cuarto y continuemos con esto —dijo, el rostro de Chelsea miró al de su gemelo y afirmó la que consideró gran idea de él—, sí, después de todo ya me has bañado —le besó brevemente y la bajó sacando su miembro de la amada vagina.
Ambos suspiraron y descansaron sus frentes en la ajena, sus narices se rozaron y al mismo tiempo se lamieron el labio inferior; después de dicha acción rieron y se besaron, Scott le dio la espalda y ella lo sumergió, dentro él se giro y le jaló las piernas quedando ambos dentro del agua. El Cisne Negro acarició su rostro viendola con ternura, luego, salieron del agua ella delante de él. Abrió la puerta y antes de que ambos atravesaran el portal sacrilego Scott la cargó arrojándola a la cama, subió él cubriéndola y le sujetó las manos. —Es momento de que te enteres lo mucho que te extrañe, todo de ti —y al momento de decirlo besó el cuello, descendió por el seno lamiéndolo con lujuria, prosiguió por el plano torso, el vientre y finalizó el recorrido en el clitoris el cual aprisionó en su boca, succionándolo, chupándolo y lamiéndolo. Los gemidos, los gritos y el que lo llamara no hicieron más que encender más la pasión y la tortura sobre su zona erogena.
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