AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A toast with blood and wine, the beginning of an ambitious alliance | The World War of the Black Swans
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A toast with blood and wine, the beginning of an ambitious alliance | The World War of the Black Swans
Septiembre de 1803, Palacio de la Condesa Fyodorovna
No existía más cabida a dudas, el rey de Prusia no sólo lo orientó a que el camino que pensaba tomar era el correcto; también el ofreció su ejército y una alianza incondicional. Por supuesto, el rey sacaría provecho de la guerra que declararía. La primera condición era no detenerse cuando cayeran los Nottinghams y Yorkshires, Killian tenía que recuperar el poder absoluto que descansaba en la Iglesia y compartir las riquezas asegurando el comercio y la industrialización en Prusia. Para Killian le parecía no solamente un trato justo, sino muy generoso. Pero no podía creerse que Prusia le proporcionaría el ejército suficiente para encarar el poder de ambas casas. El londinense tenía que reencontrarse con aliados y formar nuevos. Declarar una guerra a ambas casas no era sencillo y de creer, como lo hacía el rey, que el reino de Prusia bastaba para tumbar a los Cisnes Negros era una verdadera ingenuidad. Al menos la mitad de la flota inglesa era controlada por los Nottinghams, sus relaciones con el reino Británico eran fuertes y seguramente dispondrían del ejército ingles, además tenían una estrecha y fuerte alianza con Dinamarca; por otra parte los Yorkshires controlaban una cuarta parte de la flota inglesa y seguramente España y la Iglesia le brindarían el poder armamentista para repelerlo. Los ojos de Killian se posaban en todo el Sacro Imperio Romano, Rumania, Hungría y Rusia.
Los planes en la preparación de su guerra los concluiría en Rusia, mientras pasaba el invierno con los aliados que consiguiese en aquel poderoso imperio. Pero por ahora tenía que concentrarse en saber si aún existía viva la alianza en los Londinenses con la condesa Fyodorovna. Algo que Killian intuía se había desvanecido, mas esperaba que los Nottinghams o Yorkshires no se hubieran apoderado de esa alianza.
El rey le proporcionó un carruaje, una escolta, ropa y muchos suministros más para sus viajes. Ya no debía ser Killian el guerrillero, no, al dejar el castillo del rey salió como un Cisne Negro, como Killian White representante de la casa londinense y futuro administrador general. Y así se dirigió a su primer destino. No era esperado, pero sabía que aunque la alianza se hubiera roto lo recibiría amablemente, después de todo era un Cisne Negro, el más poderoso socio mercantil que los Fyodorovna no conseguirían en ningún otro lado, por eso la seguridad de que lo aceptaría. Lo recibió el mayordomo e inmediatamente de que se presentó le hizo pasar. Ya había caído la noche, además de la alianza Killian confiaba en que la cordialidad de la condesa le permitiría descansar en su palacio. Fue llevado al salón principal donde se le invitó a tomar asiento, mas él prefirió esperar a la condesa de pie. Aún la recordaba, era generosa aunque su hija le procuraba muchos disgustos; alguna vez escuchó que no la consideraba responsable para manejar el condado y Killian se decía en esos momentos sí ya habría cambiado o seguía siendo la misma jovencita caprichosa.
Finalmente fue presentada la condesa, Killian estaba de espaldas pero se apresuró a darse la vuelta para no ofenderla como dictaba el protocolo. Pero lo que encontró no fue a la condesa que conoció o siquiera a su hija. No, era una joven rubia desconocida totalmente para él. Se limitó a hacer una reverencia arguyendo que debería de ser un pariente que había o bien heredado el condado o apoderarse de él como Killian pensaba hacer con el imperio de los Cisnes Negros. No importaba quien era, lo que tenía que hacer era conocerla y sobre todo convencerla a unirse a su osada empresa. —Es un placer conocerla; mas no puedo ocultar mi asombro al encontrarle a usted como la condesa de este lugar. No trato de ofenderle, más bien me disculpo por no presentarme en su nombramiento si es que se me invitó. Pues, soy un aliado de la familia y era muy cercano a la condesa. Como ya lo mencionó el amable hombre. Soy Killian White representante de los Cisnes Negros por parte de la administración en jefe de Londres —dio unos pasos hacía ella, no había sonrisa, no existía en su tono seducción; más bien astucia y simpatía proveniente de un interés comercial.
—Me atreví a venir, condesa, para reafirmar nuestra alianza y presentarle una oferta ambiciosa que retribuirá grandes beneficios para ambas partes. Si me otorga tiempo, le aseguró que despertará en usted interés si posee esa avidez con la que contaba la anterior condesa, pese a lo agresivo que ostenta ser mi propuesta —su tono se volvió más cálido y confidencial, —¿tengo entonces su tiempo?
Los planes en la preparación de su guerra los concluiría en Rusia, mientras pasaba el invierno con los aliados que consiguiese en aquel poderoso imperio. Pero por ahora tenía que concentrarse en saber si aún existía viva la alianza en los Londinenses con la condesa Fyodorovna. Algo que Killian intuía se había desvanecido, mas esperaba que los Nottinghams o Yorkshires no se hubieran apoderado de esa alianza.
El rey le proporcionó un carruaje, una escolta, ropa y muchos suministros más para sus viajes. Ya no debía ser Killian el guerrillero, no, al dejar el castillo del rey salió como un Cisne Negro, como Killian White representante de la casa londinense y futuro administrador general. Y así se dirigió a su primer destino. No era esperado, pero sabía que aunque la alianza se hubiera roto lo recibiría amablemente, después de todo era un Cisne Negro, el más poderoso socio mercantil que los Fyodorovna no conseguirían en ningún otro lado, por eso la seguridad de que lo aceptaría. Lo recibió el mayordomo e inmediatamente de que se presentó le hizo pasar. Ya había caído la noche, además de la alianza Killian confiaba en que la cordialidad de la condesa le permitiría descansar en su palacio. Fue llevado al salón principal donde se le invitó a tomar asiento, mas él prefirió esperar a la condesa de pie. Aún la recordaba, era generosa aunque su hija le procuraba muchos disgustos; alguna vez escuchó que no la consideraba responsable para manejar el condado y Killian se decía en esos momentos sí ya habría cambiado o seguía siendo la misma jovencita caprichosa.
Finalmente fue presentada la condesa, Killian estaba de espaldas pero se apresuró a darse la vuelta para no ofenderla como dictaba el protocolo. Pero lo que encontró no fue a la condesa que conoció o siquiera a su hija. No, era una joven rubia desconocida totalmente para él. Se limitó a hacer una reverencia arguyendo que debería de ser un pariente que había o bien heredado el condado o apoderarse de él como Killian pensaba hacer con el imperio de los Cisnes Negros. No importaba quien era, lo que tenía que hacer era conocerla y sobre todo convencerla a unirse a su osada empresa. —Es un placer conocerla; mas no puedo ocultar mi asombro al encontrarle a usted como la condesa de este lugar. No trato de ofenderle, más bien me disculpo por no presentarme en su nombramiento si es que se me invitó. Pues, soy un aliado de la familia y era muy cercano a la condesa. Como ya lo mencionó el amable hombre. Soy Killian White representante de los Cisnes Negros por parte de la administración en jefe de Londres —dio unos pasos hacía ella, no había sonrisa, no existía en su tono seducción; más bien astucia y simpatía proveniente de un interés comercial.
—Me atreví a venir, condesa, para reafirmar nuestra alianza y presentarle una oferta ambiciosa que retribuirá grandes beneficios para ambas partes. Si me otorga tiempo, le aseguró que despertará en usted interés si posee esa avidez con la que contaba la anterior condesa, pese a lo agresivo que ostenta ser mi propuesta —su tono se volvió más cálido y confidencial, —¿tengo entonces su tiempo?
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Última edición por Killian White el Mar Sep 08, 2015 3:05 pm, editado 2 veces
Killian White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 10/01/2014
Re: A toast with blood and wine, the beginning of an ambitious alliance | The World War of the Black Swans
Desde la muerte de la antigua Condesa habían transcurrido unos escasos 3 meses, desde el inicio del verano para ser más precisos. Charlize había decidido que era el mejor momento para celebrar un funeral, ya que su tiempo de luto le daría una excusa perfecta para negarse a asistir a los múltiples eventos diurnos a los que con seguridad sería invitada durante la temporada de más sol en el Imperio. Dicho tiempo había sido utilizado por la nueva condesa para educarse aún más en los negocios que le correspondía llevar no sólo por el título que ostentaba, sino también por los negocios familiares.
Los últimos archivos que había revisado parecían haber sido protegidos con un esmero mayor que muchos de los que ya habían pasado por sus manos en esos meses, las carpetas que contenían dichos papeles llevaban una especie de insignia en la portada. Un cisne negro. Al momento de abrir la primera carpeta había sentido mucha curiosidad pues en diversas ocasiones había escuchado de los labios de su difunta madre el nombre de alguno de los White, más lo que se encontró no fue más que una familia descompuesta, dividida en 3 ramas. Cediéndose el liderazgo cada cierto tiempo, pretendían conseguir una mejor administración de todo lo que era su propio imperio mercantil, uno que si bien había sido inalcanzable en otros tiempos, se encontraba en decadencia por las malas decisiones de algunos de sus líderes.
Si bien los Cisnes Negros eran aún unos socios con gran potencial, la sensación de familiaridad por lo ocurrido a los Dumont la había obligado a cerrar el último folio de documentos respecto a dicha familia. No pensaba que terminar relaciones con dicha familia, ninguna de sus ramas, pero mientras más independientes fueran sus negocios de ellos mejor. En eso pensaba cuando recibió el anuncio de una visita inesperada.
Killian White la esperaba en su salón principal. ¡Vaya coincidencia! Pensar que apenas dos días antes sus conocimientos respecto a él o su familia eran prácticamente nulos y que ese día, justo cuando terminara de leer los informes que su madre prepara para ella respecto a la familia White y todo lo que representaban, este hombre se aparecía de la nada en su casa. Aunque pensándolo con más detenimiento y sopesando el hecho de que la mujer que él creía aún era Condesa le debía un favor, era lógico que viniera en momentos de necesidad. ¿Qué quería? Eso tendría que averiguarlo por sí misma.
Tras que hacerlo esperar unos minutos, apenas lo bastante para excusarse que no se encontraba vestida con propiedad para atender visita alguna, se hizo presente en el salón luciendo un sencillo pero elegante vestido gris, en señal de que el luto llegaría pronto a su fin, con su cabello rubio cenizo sujeto sobre la nuca en un moño algo descuidado, señal de que había sido hecho con rapidez y poco esmero, aunque no por ello la hacía lucir desarreglada, quizás un poco más joven de lo que intentaba aparentar.
Cuando estuvo por fin frente a frente con el joven Cisne, no pudo menos que notar la sorpresa en sus ojos, y no era para menos. Si se suponía que conocía bien a la anterior Condesa y su familia pero no estaba al tanto de los últimos hechos, era normal su confusión. –El placer es mío, Sr. White. Mi nombre es Eveshka- saludó, omitiendo su apellido pues ya era conocido por él. -No se preocupe, no soy una mujer fácil de ofender. Mi nombramiento fue algo apresurado, a decir verdad. Cuando mi tía decidió que sería yo su sucesora en lugar de mi prima, ella no se lo tomó muy bien; el suicidio fue su venganza. En consecuencia, si bien mi tía celebró una pequeña cena en mi honor, no fue algo estrafalario debido a las circunstancias. Finalmente mi tía murió de tristeza hace escasos meses y he sido nombrada luego de su fallecimiento- explicó brevemente pero con cierta aflicción en la voz, sólo para ahuyentar cualquier resquicio de duda que pudiese quedar en el hombre respecto a su identidad.
En cuanto Killian terminó su breve discurso, y antes de que pudiera decir una palabra en respuesta, llegó una de sus mucamas con un servicio de té que colocó en la mesita auxiliar del salón. Con un gesto les pidió a sus empleados que la dejaran a solas con su invitado y con otro al joven que tomara asiento. –Tiene usted toda mi atención durante el tiempo que requiera, sr. White- lo invitó a continuar con una sonrisa amable mientras servía el té para ambos. Killian White parecía un hombre inteligente y ambicioso, lo que la hizo sentirse identificada y, por ende, curiosa de la oferta que traía para ella. No dejaría por ello de ser cuidadosa, su padre también había sido un hombre ambicioso, pero no uno demasiado inteligente. Lo escucharía y evaluaría su propuesta antes de decidir si realmente se convenían mutuamente.
Los últimos archivos que había revisado parecían haber sido protegidos con un esmero mayor que muchos de los que ya habían pasado por sus manos en esos meses, las carpetas que contenían dichos papeles llevaban una especie de insignia en la portada. Un cisne negro. Al momento de abrir la primera carpeta había sentido mucha curiosidad pues en diversas ocasiones había escuchado de los labios de su difunta madre el nombre de alguno de los White, más lo que se encontró no fue más que una familia descompuesta, dividida en 3 ramas. Cediéndose el liderazgo cada cierto tiempo, pretendían conseguir una mejor administración de todo lo que era su propio imperio mercantil, uno que si bien había sido inalcanzable en otros tiempos, se encontraba en decadencia por las malas decisiones de algunos de sus líderes.
Si bien los Cisnes Negros eran aún unos socios con gran potencial, la sensación de familiaridad por lo ocurrido a los Dumont la había obligado a cerrar el último folio de documentos respecto a dicha familia. No pensaba que terminar relaciones con dicha familia, ninguna de sus ramas, pero mientras más independientes fueran sus negocios de ellos mejor. En eso pensaba cuando recibió el anuncio de una visita inesperada.
Killian White la esperaba en su salón principal. ¡Vaya coincidencia! Pensar que apenas dos días antes sus conocimientos respecto a él o su familia eran prácticamente nulos y que ese día, justo cuando terminara de leer los informes que su madre prepara para ella respecto a la familia White y todo lo que representaban, este hombre se aparecía de la nada en su casa. Aunque pensándolo con más detenimiento y sopesando el hecho de que la mujer que él creía aún era Condesa le debía un favor, era lógico que viniera en momentos de necesidad. ¿Qué quería? Eso tendría que averiguarlo por sí misma.
Tras que hacerlo esperar unos minutos, apenas lo bastante para excusarse que no se encontraba vestida con propiedad para atender visita alguna, se hizo presente en el salón luciendo un sencillo pero elegante vestido gris, en señal de que el luto llegaría pronto a su fin, con su cabello rubio cenizo sujeto sobre la nuca en un moño algo descuidado, señal de que había sido hecho con rapidez y poco esmero, aunque no por ello la hacía lucir desarreglada, quizás un poco más joven de lo que intentaba aparentar.
Cuando estuvo por fin frente a frente con el joven Cisne, no pudo menos que notar la sorpresa en sus ojos, y no era para menos. Si se suponía que conocía bien a la anterior Condesa y su familia pero no estaba al tanto de los últimos hechos, era normal su confusión. –El placer es mío, Sr. White. Mi nombre es Eveshka- saludó, omitiendo su apellido pues ya era conocido por él. -No se preocupe, no soy una mujer fácil de ofender. Mi nombramiento fue algo apresurado, a decir verdad. Cuando mi tía decidió que sería yo su sucesora en lugar de mi prima, ella no se lo tomó muy bien; el suicidio fue su venganza. En consecuencia, si bien mi tía celebró una pequeña cena en mi honor, no fue algo estrafalario debido a las circunstancias. Finalmente mi tía murió de tristeza hace escasos meses y he sido nombrada luego de su fallecimiento- explicó brevemente pero con cierta aflicción en la voz, sólo para ahuyentar cualquier resquicio de duda que pudiese quedar en el hombre respecto a su identidad.
En cuanto Killian terminó su breve discurso, y antes de que pudiera decir una palabra en respuesta, llegó una de sus mucamas con un servicio de té que colocó en la mesita auxiliar del salón. Con un gesto les pidió a sus empleados que la dejaran a solas con su invitado y con otro al joven que tomara asiento. –Tiene usted toda mi atención durante el tiempo que requiera, sr. White- lo invitó a continuar con una sonrisa amable mientras servía el té para ambos. Killian White parecía un hombre inteligente y ambicioso, lo que la hizo sentirse identificada y, por ende, curiosa de la oferta que traía para ella. No dejaría por ello de ser cuidadosa, su padre también había sido un hombre ambicioso, pero no uno demasiado inteligente. Lo escucharía y evaluaría su propuesta antes de decidir si realmente se convenían mutuamente.
Katrynna Báthory- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 31/07/2015
Re: A toast with blood and wine, the beginning of an ambitious alliance | The World War of the Black Swans
Vio el té y sonrió. Más que tomar el té, como lo hacía toda la familia como un emblema, él preferiría tomar vino y una buena comida. Así siempre lo consentía la Condesa cuando la visitaba. Pero, al tratarse de un familiar que ni siquiera había visto en ninguna de las reuniones de los Fyodororovna; bien podía ser una usurpadora. Mas lo fuera o no, a Killian no le interesaba realmente. De ella necesitaba su fuerza económica, política y su flota naval, la más poderosa del Sacro Imperio Romano Germánico. —Agradezco de manera su atención con él té. Mas como todo hombre de negocios, me sobre angustia no tener conocimientos de usted. No me refiero a sus orígenes precisamente. Más bien a la educación que le precede —dijo en tono cortés. Caminó hasta la mesa dispuesta para ellos y tomó el asiento—. Tengo mucho interés en su afluencia en el ámbito bélico. Mi propuesta compete en sus conocimientos en el tema que he mencionado.
Cogió la cuchara del té y lo endulzó dejando que ella se expresara, ya sea anunciando sus conocimientos o disculpándose si no los tenía. —Apoyado por varios reinos declararé la guerra al Imperio Británico —dio un sorbo al té, tenía un rostro muy relajado y su voz se escuchó bastante apacible para semejante exclamación que no debía tomarse tan a la ligera—. Por supuesto, no solamente me vale el apoyo político, económico y bélico como debe saber es empleado en semejantes cruzadas. Me refiero, claro está, al apoyo moral y la lealtad —dejó la taza en el plato de apoyo y dirigió su mirada directamente a la mujer que se presentaba como duquesa. Era distinta a otras mujeres, su piel tenía un blanco anormal y sus ojos parecían brillar, como luces incandescentes.
Se puso de pie y caminó hasta ella. —Yo no soy un simple humano su merced, por eso le hablo como un igual, porque a pesar de no ser un noble. Soy un hombre poderoso, no hay nobleza en el mundo que no se resista a tener un tratado con nosotros. El tráfico marítimo nos pertenece, el 80% de los puertos en el mundo nos pertenecen, somos la principal fuerza del Imperio Británico y otros reinos sobreviven gracias a nosotros. No es usted la que debe pedir lealtad, soy yo —sus ojos se volvieron serios, la contempló directamente a los de ella, a esos hermosos e hipnóticos ojos. Al principio se sintió perturbado, pero la razón de su presencia era tan poderosa que no podía dejarse llevar por la belleza de una dama. Sí, pensó por unos momentos en acostarse con ella, de pronto le despertó la irresistible necesidad de poseerla, besar esos labios escarlata y recorrer la piel desnuda de la Venus que sus ojos veían en ella.
—Sí, soy atrevido y ostentoso. Pero si comprende el significado de la empresa que reinos vecinos e inclusive reinos que pertenecen a este Sacro Imperio están dispuestos a hacer; sabrá que las palabras que le he dicho no deben de salir de esta habitación. No deben de llegar a oídos de nuestros enemigos. De ser así, me temo que tendría que tomar medidas necesarias para recompensar a los aliados que se sientan traicionados. La condesa lo entendería, espero, que como soberana de este condado lo tienda también. El imperio de los Cisnes Negros está dividido en tres administraciones, los Yorkshires, los Nottinghams y los londinenses, a donde pertenezco. Lamentablemente, el poder central de nuestro imperio comercial recayó en la Iglesia. Nuestra guerra iniciará contra la casa Nottinghams, continuará con los Yorkshires. Destruidos ambos Inglaterra no tendrá defensas y será nuestra. Después de ello, nos encargaremos de la Iglesia. Para cuando nuestra cruzada finalice. España, Inglaterra, el continente Americano y todo el poder de los Nottinghams alrededor del mundo será de nuestra alianza. Rusia, Prusia, Hungría e Italia son los aliados. Si contamos con usted seremos seis. Decidiremos entonces como se repartirá el nuevo reino —Killian caminó de nuevo a la mesa del té, cogió la cuchara y la metió dentro de su bebida ya tibia, movió la cuchara en el interior manteniendo una sonrisa.
—Podemos discutir su interés y resolver las dudas que tenga, así como me ayude a saber que clase pieza puede jugar en nuestro tablero de ajedrez, ¿será alguien que dirija un ataque?, ¿o tal vez aportara dinero, relaciones y su armamento?; pero, si a su nobleza no le importa. Me gustaría hacerlo en la cena, si no es causa de molestias.
Cogió la cuchara del té y lo endulzó dejando que ella se expresara, ya sea anunciando sus conocimientos o disculpándose si no los tenía. —Apoyado por varios reinos declararé la guerra al Imperio Británico —dio un sorbo al té, tenía un rostro muy relajado y su voz se escuchó bastante apacible para semejante exclamación que no debía tomarse tan a la ligera—. Por supuesto, no solamente me vale el apoyo político, económico y bélico como debe saber es empleado en semejantes cruzadas. Me refiero, claro está, al apoyo moral y la lealtad —dejó la taza en el plato de apoyo y dirigió su mirada directamente a la mujer que se presentaba como duquesa. Era distinta a otras mujeres, su piel tenía un blanco anormal y sus ojos parecían brillar, como luces incandescentes.
Se puso de pie y caminó hasta ella. —Yo no soy un simple humano su merced, por eso le hablo como un igual, porque a pesar de no ser un noble. Soy un hombre poderoso, no hay nobleza en el mundo que no se resista a tener un tratado con nosotros. El tráfico marítimo nos pertenece, el 80% de los puertos en el mundo nos pertenecen, somos la principal fuerza del Imperio Británico y otros reinos sobreviven gracias a nosotros. No es usted la que debe pedir lealtad, soy yo —sus ojos se volvieron serios, la contempló directamente a los de ella, a esos hermosos e hipnóticos ojos. Al principio se sintió perturbado, pero la razón de su presencia era tan poderosa que no podía dejarse llevar por la belleza de una dama. Sí, pensó por unos momentos en acostarse con ella, de pronto le despertó la irresistible necesidad de poseerla, besar esos labios escarlata y recorrer la piel desnuda de la Venus que sus ojos veían en ella.
—Sí, soy atrevido y ostentoso. Pero si comprende el significado de la empresa que reinos vecinos e inclusive reinos que pertenecen a este Sacro Imperio están dispuestos a hacer; sabrá que las palabras que le he dicho no deben de salir de esta habitación. No deben de llegar a oídos de nuestros enemigos. De ser así, me temo que tendría que tomar medidas necesarias para recompensar a los aliados que se sientan traicionados. La condesa lo entendería, espero, que como soberana de este condado lo tienda también. El imperio de los Cisnes Negros está dividido en tres administraciones, los Yorkshires, los Nottinghams y los londinenses, a donde pertenezco. Lamentablemente, el poder central de nuestro imperio comercial recayó en la Iglesia. Nuestra guerra iniciará contra la casa Nottinghams, continuará con los Yorkshires. Destruidos ambos Inglaterra no tendrá defensas y será nuestra. Después de ello, nos encargaremos de la Iglesia. Para cuando nuestra cruzada finalice. España, Inglaterra, el continente Americano y todo el poder de los Nottinghams alrededor del mundo será de nuestra alianza. Rusia, Prusia, Hungría e Italia son los aliados. Si contamos con usted seremos seis. Decidiremos entonces como se repartirá el nuevo reino —Killian caminó de nuevo a la mesa del té, cogió la cuchara y la metió dentro de su bebida ya tibia, movió la cuchara en el interior manteniendo una sonrisa.
—Podemos discutir su interés y resolver las dudas que tenga, así como me ayude a saber que clase pieza puede jugar en nuestro tablero de ajedrez, ¿será alguien que dirija un ataque?, ¿o tal vez aportara dinero, relaciones y su armamento?; pero, si a su nobleza no le importa. Me gustaría hacerlo en la cena, si no es causa de molestias.
Killian White- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/01/2014
Re: A toast with blood and wine, the beginning of an ambitious alliance | The World War of the Black Swans
Podía escuchar sus pensamientos, pero de cualquier forma no habría necesitado su poder de telepatía para saber lo que pasaba por su mente pues sus ojos delataban la desconfianza que ella le inspiraba. Charlize había tenido suerte de que no muchas personas conocieran, o hubieran visto alguna vez, a la verdadera hija de la condesa, le había facilitado las cosas al hacerse pasar por ella. Con el joven cisne el trabajo no era tan sencillo, pues había conocido a la verdadera heredera. Ya se encargaría más tarde de 'convencerlo' de que ella era pariente de la condesa, incluso quizás lograra que olvide la apariencia de la anterior heredera y la tomase a ella por la real.
Después de un primer sorbo de té lo vio levantarse y acercarse a ella, tan cerca que podía sentir el calor manando de su cuerpo y rodearla. Se suponía que ella era el depredador, se suponía que ella tenía el poder para seducirlo, pero de alguna forma él conseguía dejarla sin palabras, y los pensamientos contradictorios en su mente la hicieron ruborizarse y evadir su mirada. Por todos los dioses, ¿Cuándo había sido la última vez que se había ruborizado? Él primero pensaba en ella como una usurpadora y luego la deseaba con una intensidad casi palpable.
Cuando Killian se alejó de nuevo hacia la mesa del té, pudo pensar con más claridad y procesar toda la información recibida hasta el momento. Hizo sonar una pequeña campana sobre la mesa del té y al instante su mayordomo entró al salón. -Sirva la cena para mi invitado y para mí, por favor. Enseguida iremos al comedor- el hombre asintió en silencio y salió de nuevo. -Joven cisne, no voy a mentirle, mis conocimientos sobre conflictos bélicos es limitada, especialmente si de liderar uno de tres bandos en una posible guerra se trata. Nunca fui buena jugando al ajedrez. Prefiero seguir mis instintos y aprovechar las oportunidades que se me presentan antes que tener un gran plan, los planes siempre pueden ir mal- confesó mientras lo guiaba hacia el gran salón que era el comedor.
La cena contaba con varios platos, ella generalmente no comía nada, pero como no necesitaba realmente de alimentos humanos, los hacía preparar la comida para ellos, luego les hacía pensar que ya había comido y todo resuelto. Por esta vez haría una excepción, podría comer uno o dos platos y tomar un par de copas de vino. Una vez estuvieron ambos sentados, uno frente al otro, entraron varios empleados encargados de traer los platos, dispusieron de todo sobre la mesa y se marcharon. -Espero no le moleste que hayan servido todo de una vez, no sé cuales son sus gustos, me pareció más apropiado que tuviera usted la libertad de escoger- llamó al mayordomo y, tras pronunciar algunas palabras en el oído del hombre lo hizo salir nuevamente. -Nadie va a molestarnos a menos que lo solicite. Además, he arreglado que dispongan de sus cosas en una habitación para que pueda pasar la noche. Mis empleados se encargaran de todo- le informó. Independientemente del resultado de aquella conversación, ella no sería descortés con él, y ofrecerle cama y comida caliente a un viajero era lo mínimo que podía hacer para que se sintiera cómodo.
-Puedo asegurarle que me consideran muchas cosas, pero jamás ha sido tonta una de ellas. Usted viene a mi hogar, me revela información de gran importancia, y declara abiertamente que me necesita. Si me uno a usted podría conseguirle apoyo de otros Condes y Barones del Sacro Imperio, puede que incluso, juntos, se lograse el apoyo del Rey, lo que significaría un incremento en sus tropas, un mayor financiamiento, apoyo no sólo económico sino también político. Para usted hay muchas ventajas de esta alianza, pero ¿Cómo me beneficia a mí, señor? ¿Por qué debería apoyarlo a usted en lugar de delatarlo?-. Sabía que no era buena idea arrinconarlo de esta manera, pero debía probarlo. Él lo estaba haciendo con ella, estaba clara en eso, y Eve no pensaba realmente venderlo, pero también necesitaba estar segura de que tendría la lealtad de los Londinenses en el futuro, pues de cualquier forma se haría de muchos enemigos.
Frente a ella, un plato con un grueso trozo de lomito casi crudo esperaba ser probado. La carne era de esas cosas que sí disfrutaba comer, pues su sabor se combinaba con el de la sangre y hacía de la experiencia algo más que el equivalente de un humano comiendo cartón. Copas de vino tinto para ambos, y la botella abierta a un lado. -Espero que no me malinterprete, señor White. No es mi intención hacer de usted mi enemigo, pero debe usted saber que tampoco le interesa tenerme a mí en su contra, y necesito que me demuestre de alguna manera que al final del día podré contar con su lealtad así como pide usted la mía- con todos los puntos sobre la mesa, no le quedaba más que esperar que él tuviera algo interesante qué ofrecerle pues realmente consideraba que terminar la noche con él en su cama sería mucho mejor que cualquier otra alternativa.
Katrynna Báthory- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 31/07/2015
Re: A toast with blood and wine, the beginning of an ambitious alliance | The World War of the Black Swans
Comenzó a escucharla y como bien lo pensó al momento de verla; ella no era una mujer de conocimiento económico, político y militar. Por supuesto, mujeres como Chelsea, Hilary y su propia hermana tuvieron una educación especial, formadas para tomar decisiones en los ámbitos conde sólo los hombres podían intervenir. Todas las White sabían empachar una espada, disparar un cañón e inclusive comandar una flota o un ejército. Era una lastima que aquella mujer cuyo pasado como Fyodorovna era totalmente desconocido, no fuera lo que esperaba. Aunque por supuesto, no podía adelantar sus conjeturas. Fue así que no la interrumpió en lo más mínimo.
Pronto, la cena fue servida y él la siguió admirando ese perfecto perfil que pertenecía a su anfitriona. Se sentó del lado opuesto a ella, de tal modo que podían verse frente a frente, lo que era lo más apropiado. —Me parece muy oportuno y apremio su generosidad —dijo y cuando se le sirvió el vino agradeció con una sonrisa—. Es lo más adecuado que puede hacer su nobleza, a constancia de que no deseo que se malinterprete como una guía del buen protocolo —alzó la copa de vino haciendo un gesto de brindis y dio un sorbo. Pese a que escogía la comida que tenía a su alcance. Killian no dejó de prestarle atención. Mientras comía mantenía una sonrisa, era evidente que sus promesas no las podía cumplir, el Imperio Sacro Romano le pertenecía en alianzas en su gran mayoría a los Yorkshires y la Iglesia, salvo unas tierras protegidas por los Nottinghams. Los únicos aliados que tenía en el Imperio era el rey de Prusia y la condesa cuyo cuerpo ya se podría bajo tierra.
Cuando ella terminó de hablar, Killian limpió sus limpios labios. —Su nobleza, no discuto ni la considero incapaz o poco inteligente. Tantear el terreno es lo más oportuno que uno debe de hacer en tan peligrosa empresa. Mas me temo que que sólo cuento con el rey de Prusia y esperaba con la condesa Fyodorovna como aliados, siendo los únicos independientes a los tratados con mi familia. Por mucho que la aprecien, nadie, ni siquiera el rey del imperio abandonará la poderosa alianza con un Cisne Negro en apoyo a una ostentosa revuelta que puede dejarlos sin nada. Créame cuando le digo, usted firmaría una alianza con el imperio de mi familia. Por el poder que obtendría, tanto económico como social. Si su condado es prospero, teniendo a un Cisne como aliado, sea de la casa que sea, ese condado será más fuerte que los cimientos de los mejores ducados del imperio Sacro Romano. Y usted no puede ser mi enemiga porque tengo el respaldo de Prusia, Hungría, Rusia e Italia, no tiene el poder para enfrentarlos. —hizo una pausa para cortar su filete, luego, colocó los cubiertos a un costado de su plato—. Sé que me escucho agresivo, mas no interprete mis palabras como una amenaza. Yo le brindaría una protección especial, yo mismo estaría en todo momento a su lado como un fiel escolta para asegurarle que en la venidera guerra no recibirá daño alguno. Además, tenía mucha estima a la condesa Fyodorovna y preparé para ella una alternativa por si temía la atenta señora un fracaso. Su condado pasará desapercibido, por ninguna circunstancia la considerarán una enemiga, al aliarse conmigo. Si no todo lo contrario, será la víctima. Afortunadamente para usted, el hecho de que sea la nueva condesa la deslinda de la alianza olvidada con los londinenses, no será sospecha de intervención. Pero mucho me temo que al tener conocimiento de esta información no puede ganarse de enemigos a mis aliados, ni negar un apoyo —tomó los cubiertos y cogió el pedazo de carne, más tarde tomó vino y contempló a la condesa.
Sí, sus palabras por muy suaves que deseó parecer, no dejaban de ser una una amenaza disfrazada. Como lo tomaba la condesa era un misterio para él. Decidió dejar de comer y contemplar la belleza de esa mujer. Killian consideraba a Mirella Arezzo la mujer más hermosa. Pero ante la condesa no podía competir. Y es que aquella piel extremadamente blanca, sus labios generosos de escarlata y unos ojos que brillaban como incandescentes, le daban un aspecto hipnótico. Había algo en ella que lo cautivaba hasta el punto de una poderosa necesidad de hacerla suya. Quizá, el inconsciente manejo aquellas palabras de aquel modo para estar el mayor tiempo posible con ella, tenerla de aliada. Ser suya, sólo suya. Killian humedeció sus labios mientras se servía otra copa de vino que bebió con avidez. Sus ojos se deleitaban con los ajenos, con sus movimientos. Si se comportaba agresiva su belleza aumentaría, pero si se expresaba como todo lo contrario, esa belleza de cualquier forma aumentaría. «¿Qué era lo que lo tenía hipnotizado?», «¿por qué la deseaba con tanta desesperación, mas con el suficiente control para no aprovechar del recinto vacío para violarla?» no lo sabía y eso le comenzó aterrar. Sus labios se abrieron para expresar algo, mas sus pensamientos se difuminaron.
—Ahora le ruego a su nobleza que sea nuestra aliada. Pídame lo que usted quiera que yo la complaceré —prometió con una voz suave, sin llegar al tono de un susurro y que estaba orientado evidentemente al contacto carnal.
Pronto, la cena fue servida y él la siguió admirando ese perfecto perfil que pertenecía a su anfitriona. Se sentó del lado opuesto a ella, de tal modo que podían verse frente a frente, lo que era lo más apropiado. —Me parece muy oportuno y apremio su generosidad —dijo y cuando se le sirvió el vino agradeció con una sonrisa—. Es lo más adecuado que puede hacer su nobleza, a constancia de que no deseo que se malinterprete como una guía del buen protocolo —alzó la copa de vino haciendo un gesto de brindis y dio un sorbo. Pese a que escogía la comida que tenía a su alcance. Killian no dejó de prestarle atención. Mientras comía mantenía una sonrisa, era evidente que sus promesas no las podía cumplir, el Imperio Sacro Romano le pertenecía en alianzas en su gran mayoría a los Yorkshires y la Iglesia, salvo unas tierras protegidas por los Nottinghams. Los únicos aliados que tenía en el Imperio era el rey de Prusia y la condesa cuyo cuerpo ya se podría bajo tierra.
Cuando ella terminó de hablar, Killian limpió sus limpios labios. —Su nobleza, no discuto ni la considero incapaz o poco inteligente. Tantear el terreno es lo más oportuno que uno debe de hacer en tan peligrosa empresa. Mas me temo que que sólo cuento con el rey de Prusia y esperaba con la condesa Fyodorovna como aliados, siendo los únicos independientes a los tratados con mi familia. Por mucho que la aprecien, nadie, ni siquiera el rey del imperio abandonará la poderosa alianza con un Cisne Negro en apoyo a una ostentosa revuelta que puede dejarlos sin nada. Créame cuando le digo, usted firmaría una alianza con el imperio de mi familia. Por el poder que obtendría, tanto económico como social. Si su condado es prospero, teniendo a un Cisne como aliado, sea de la casa que sea, ese condado será más fuerte que los cimientos de los mejores ducados del imperio Sacro Romano. Y usted no puede ser mi enemiga porque tengo el respaldo de Prusia, Hungría, Rusia e Italia, no tiene el poder para enfrentarlos. —hizo una pausa para cortar su filete, luego, colocó los cubiertos a un costado de su plato—. Sé que me escucho agresivo, mas no interprete mis palabras como una amenaza. Yo le brindaría una protección especial, yo mismo estaría en todo momento a su lado como un fiel escolta para asegurarle que en la venidera guerra no recibirá daño alguno. Además, tenía mucha estima a la condesa Fyodorovna y preparé para ella una alternativa por si temía la atenta señora un fracaso. Su condado pasará desapercibido, por ninguna circunstancia la considerarán una enemiga, al aliarse conmigo. Si no todo lo contrario, será la víctima. Afortunadamente para usted, el hecho de que sea la nueva condesa la deslinda de la alianza olvidada con los londinenses, no será sospecha de intervención. Pero mucho me temo que al tener conocimiento de esta información no puede ganarse de enemigos a mis aliados, ni negar un apoyo —tomó los cubiertos y cogió el pedazo de carne, más tarde tomó vino y contempló a la condesa.
Sí, sus palabras por muy suaves que deseó parecer, no dejaban de ser una una amenaza disfrazada. Como lo tomaba la condesa era un misterio para él. Decidió dejar de comer y contemplar la belleza de esa mujer. Killian consideraba a Mirella Arezzo la mujer más hermosa. Pero ante la condesa no podía competir. Y es que aquella piel extremadamente blanca, sus labios generosos de escarlata y unos ojos que brillaban como incandescentes, le daban un aspecto hipnótico. Había algo en ella que lo cautivaba hasta el punto de una poderosa necesidad de hacerla suya. Quizá, el inconsciente manejo aquellas palabras de aquel modo para estar el mayor tiempo posible con ella, tenerla de aliada. Ser suya, sólo suya. Killian humedeció sus labios mientras se servía otra copa de vino que bebió con avidez. Sus ojos se deleitaban con los ajenos, con sus movimientos. Si se comportaba agresiva su belleza aumentaría, pero si se expresaba como todo lo contrario, esa belleza de cualquier forma aumentaría. «¿Qué era lo que lo tenía hipnotizado?», «¿por qué la deseaba con tanta desesperación, mas con el suficiente control para no aprovechar del recinto vacío para violarla?» no lo sabía y eso le comenzó aterrar. Sus labios se abrieron para expresar algo, mas sus pensamientos se difuminaron.
—Ahora le ruego a su nobleza que sea nuestra aliada. Pídame lo que usted quiera que yo la complaceré —prometió con una voz suave, sin llegar al tono de un susurro y que estaba orientado evidentemente al contacto carnal.
Killian White- Humano Clase Alta
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