AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sogno Wingless [Vibeke]
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Sogno Wingless [Vibeke]
Los hechos de años pasados habían quitado el brillo de dominación que en algún momento me terminó por embriagar. Los deseos de corrupción ante todo y todos se terminaron por dispersar completamente y la coraza de un señor se fue formando lentamente, carcomiendo mi parte salvaje, escondiéndola en la más remota oscuridad de mi alma, si es que a eso que sentía se lo podía llamar así. El tiempo se había amigado a mi mano y con ello las décadas no habían sido tan tortuosas. Al menos, no como las primeras. Donde me hallaba a mí mismo en una soledad horrible y penosa. Donde me arrepentía a cada minuto por las palabras que me permití expulsar, por el fuego que había querido derrochar contra mi propia creadora y ésta, sin deseos reales de matarme terminó haciendo algo aún peor. Como si me hubiese ultrajado una parte importante de mi mismo, la sed de sangre se incrementó hasta que desapareció de una vez por todas. Lanzarme al sol había sido uno de mis tantos deseos, pero era un cobarde y no era digno de faltarle la promesa a Vibeke. Ella era la única que podía sacarme la cabeza. Y esa se convirtió en la razón de mi existencia eterna. La distracción se abarcó en negocios humanos, que entretenían mi ser por grandes períodos de tiempo. La habilidad de leer los pensamientos me daba tregua a poder infiltrarme en muchos tipos de trabajos y los viajes a cualquier parte del mundo se hacían más llevaderos. Pero siempre estaba aquel deseo escondido en la profundidad de mi estómago. El llegar a verla, apenas notar unos rizos platinados en alguna parte. Era gracioso, pues me lo negaba continuamente aunque en realidad era tan claro como la misma sangre que había sido derramada. La herida estaba abierta y no iba a sanar jamás si no era ella quien me daba los puntos necesarios para curarla.
Tan patético que incluso llegué a pensar que no podría hacer el amor nunca más. Como si aquel ser que llevaba entre las piernas hubiese cortado sus ánimos. La mujer de ojos pardos logró asesinar todo placer que en algún momento había sido libre de sentir. Tan muerto que la idea de la vida eterna era sumamente vacía de entretenimiento. Encontrarme con otros seres sobrenaturales era una de las pocas cosas que me habían mantenido sumamente distraído, los hombres lobos intentando asesinar todo a su paso y cambiaformas que se multiplicaban a medida que pasaban los periodos de tiempo.
Aquella vez me hallaba en Italia, justo cuando el Renacimiento italiano acababa por terminarse y se daba paso a una nueva Europa moderna. Donde las guerras estaban al ras de finalizarse, lo que conllevaría grandes nuevos emprendimientos que me interesaban a niveles económicos y terrenales. Uno de los grupos de Florencia me había convencido para aportar un buen caudal de dinero. Incluso los trabajos como asesino empezarían a aumentar debido a la gran cantidad de partidos financieros que querían darle ingresos al país a cambio de títulos y tierras.
El quehacer no se hizo esperar y me adentré rápidamente a la ciudad de Roma, la noche, especialmente nublada, esperaba la muerte de uno de los grandes comensales de uno de los funcionarios. Estaba en una fiesta en aquel instante, pero según lo averiguado, solo tenía que esperar un par de horas más y lo encontraría caminando por las calles desoladas un tanto pasado en bebida. Me di pie entonces a seguir los pasos de la muchedumbre, observando los pocos artesanos que quedaban ya que empezaban a ser reemplazados por fábricas, esperando que el momento llegue rápido. Pues había algo, sumamente abullonado en mi pecho que me estaba alarmando. Como un sexto sentido que me indicaba que la noche correría en contra de mi suerte, justo en viento opuesto. Era como si algo en mi interior lo estuviese buscando, mi misma sangre palpitaba, como si fuese un imán siendo llamado por su polo antagónico.
Tan patético que incluso llegué a pensar que no podría hacer el amor nunca más. Como si aquel ser que llevaba entre las piernas hubiese cortado sus ánimos. La mujer de ojos pardos logró asesinar todo placer que en algún momento había sido libre de sentir. Tan muerto que la idea de la vida eterna era sumamente vacía de entretenimiento. Encontrarme con otros seres sobrenaturales era una de las pocas cosas que me habían mantenido sumamente distraído, los hombres lobos intentando asesinar todo a su paso y cambiaformas que se multiplicaban a medida que pasaban los periodos de tiempo.
Aquella vez me hallaba en Italia, justo cuando el Renacimiento italiano acababa por terminarse y se daba paso a una nueva Europa moderna. Donde las guerras estaban al ras de finalizarse, lo que conllevaría grandes nuevos emprendimientos que me interesaban a niveles económicos y terrenales. Uno de los grupos de Florencia me había convencido para aportar un buen caudal de dinero. Incluso los trabajos como asesino empezarían a aumentar debido a la gran cantidad de partidos financieros que querían darle ingresos al país a cambio de títulos y tierras.
El quehacer no se hizo esperar y me adentré rápidamente a la ciudad de Roma, la noche, especialmente nublada, esperaba la muerte de uno de los grandes comensales de uno de los funcionarios. Estaba en una fiesta en aquel instante, pero según lo averiguado, solo tenía que esperar un par de horas más y lo encontraría caminando por las calles desoladas un tanto pasado en bebida. Me di pie entonces a seguir los pasos de la muchedumbre, observando los pocos artesanos que quedaban ya que empezaban a ser reemplazados por fábricas, esperando que el momento llegue rápido. Pues había algo, sumamente abullonado en mi pecho que me estaba alarmando. Como un sexto sentido que me indicaba que la noche correría en contra de mi suerte, justo en viento opuesto. Era como si algo en mi interior lo estuviese buscando, mi misma sangre palpitaba, como si fuese un imán siendo llamado por su polo antagónico.
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Sogno Wingless [Vibeke]
"La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante."
Desde que Vibeke se alejara de Lorian, se había prohibido dejar que su recuerdo le tomara mucho tiempo en la mente. Había decidido renunciar por completo a él y consideraba que haberlo dejado vivir, era suficiente pago por el tiempo juntos luego de la traición. La noruega no cambiaba, no justificaba después de tantos años lo que había hecho e incluso, seguía su vida como si nada más importara. Durante ese tiempo tampoco convirtió a nadie, no se le daba la gana otorgarle la inmortalidad a ningún adicto al sexo que corriera tras de ella. Aquellos eran simples objetos en las manos de Vibeke, como mucho podrían llegar a ser alimento, pero jamás preocupación ni cercanía.
En ese viaje a Italia todo seguía del mismo modo, excepto porque ahora el centro de sus deseos era encontrar a aquél que años atrás la hubo convertido. Aquél que le transfirió el odio de una maldición de siglos y que la redimió de en medio de un ambicioso aquelarre. No era seguro que lo encontrara, de hecho lo último que pudo saber es que había retomado encuentros con muchos de los que había convertido y luego se despedía. Lo curioso, es que todos aquellos a quienes él visitaba eran varones ¿Tenía entonces que obligarlo Vibeke a verla? La idea se le había metido en la cabeza y como era de esperarse, no iba a darse por vencida hasta encontrarlo y cuestionar algunas cosas.
Esa noche, se cubrió con una capa para evitar que sus blancos cabellos la delataran. Era de esperarse que él reconociera su aroma, aunque este podría confundirse con un sin número de perfumes sobre pieles que relucían en un baile cercano. Ella creía tenerlo cerca, casi sentía su efluvio rondar con el viento aunque en pequeñas cantidades, como si el mismo aire pretendiera mantenerlo oculto de ella. Avanzó sin prisa, intentando no alertarlo de su avance pero tampoco perderlo de vista.
Vibeke iba enceguecida por su deseo de encontrar a aquél frívolo y dominante maestro, tanto que no notó ningún otro aroma conocido por centrarse en uno sólo. Y por lo mismo, casi se vio obligada a detener su paso cuando sus ojos se cruzaron con unos marrones conocidos. Él también estaba allí, el destino algo tenía en mente. Lorian aparecía de nuevo, estaba vivo.
En ese momento a Vibeke se le olvidó por un segundo lo que había ido a buscar y las emociones se le revolvieron. La ira que sintiera al dejarlo volvía a aparecer, mezclada del mismo modo con el deseo de poseerlo y de matarlo al mismo tiempo. La decepción que sintiera antes, ahora apenas enjugaba la escena, pero sin permitirle responder tampoco de ningún modo a la situación. No habló, apenas lo miró altiva y cuando recordó su objetivo, le desvió la mirada como si se hubiese equivocado de persona y planeó continuar. Pero ¿Qué pasaría por la mente de él? Era probable que ahora la odiara en serio, o quizás, sencillamente, los años habían evaporado el amor enfermo que alguna vez le profesara.
En ese viaje a Italia todo seguía del mismo modo, excepto porque ahora el centro de sus deseos era encontrar a aquél que años atrás la hubo convertido. Aquél que le transfirió el odio de una maldición de siglos y que la redimió de en medio de un ambicioso aquelarre. No era seguro que lo encontrara, de hecho lo último que pudo saber es que había retomado encuentros con muchos de los que había convertido y luego se despedía. Lo curioso, es que todos aquellos a quienes él visitaba eran varones ¿Tenía entonces que obligarlo Vibeke a verla? La idea se le había metido en la cabeza y como era de esperarse, no iba a darse por vencida hasta encontrarlo y cuestionar algunas cosas.
Esa noche, se cubrió con una capa para evitar que sus blancos cabellos la delataran. Era de esperarse que él reconociera su aroma, aunque este podría confundirse con un sin número de perfumes sobre pieles que relucían en un baile cercano. Ella creía tenerlo cerca, casi sentía su efluvio rondar con el viento aunque en pequeñas cantidades, como si el mismo aire pretendiera mantenerlo oculto de ella. Avanzó sin prisa, intentando no alertarlo de su avance pero tampoco perderlo de vista.
Vibeke iba enceguecida por su deseo de encontrar a aquél frívolo y dominante maestro, tanto que no notó ningún otro aroma conocido por centrarse en uno sólo. Y por lo mismo, casi se vio obligada a detener su paso cuando sus ojos se cruzaron con unos marrones conocidos. Él también estaba allí, el destino algo tenía en mente. Lorian aparecía de nuevo, estaba vivo.
En ese momento a Vibeke se le olvidó por un segundo lo que había ido a buscar y las emociones se le revolvieron. La ira que sintiera al dejarlo volvía a aparecer, mezclada del mismo modo con el deseo de poseerlo y de matarlo al mismo tiempo. La decepción que sintiera antes, ahora apenas enjugaba la escena, pero sin permitirle responder tampoco de ningún modo a la situación. No habló, apenas lo miró altiva y cuando recordó su objetivo, le desvió la mirada como si se hubiese equivocado de persona y planeó continuar. Pero ¿Qué pasaría por la mente de él? Era probable que ahora la odiara en serio, o quizás, sencillamente, los años habían evaporado el amor enfermo que alguna vez le profesara.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Sogno Wingless [Vibeke]
Allí estaba la callada y excéntrica mujer que había creado al inmortal que ahora era. Quizá nunca sabría el por qué estaba en ese lugar la platinada. Es que ella me había soltado. E inmediatamente luego de eso yo había comenzado a caer en picado; zambullirme entre quehaceres hasta que nada me diera el tiempo de pensar en ella. Aunque aun así lograra colarse en esos exquisitos sueños de sangre y excitación eterna. Desde hacía mucho tiempo había tomado una decisión. Sin embargo, no había encontrado el momento para hacerlo real. Me había entrenado en el arte del silencio y la paciencia. Guardando mis rencores y todo aquello que pudiese ser una molestia para los demás. Me centraba en lo que en verdad era y en lo que los demás pretendían de mí. Claro, si éstos me importaban de alguna forma. Finalmente esa noche una corriente de aire me recogió en un frío galopante, que golpeó mi mente tan fuerte que me dejó desequilibrado. Los ojos transparentes estaban frente a los míos. No parecían tener muchas expresiones, más bien resultaba una mirada a la deriva. La mía era como si fuese una mala broma. Y se convirtió en dolor cuando su presencia se volvió completamente corpórea, alejándose de mí como las mismas nubes huyendo de entre mis dedos. Tronaron mis pasos cuando los ajenos se deslizaron para seguir en su camino, contrariando éste de una vez. Si estaba pensando o no, la verdad es que no lo sabía. Quería tumbarme en una cama blanda junto a su cuerpo de porcelana. Y el hecho de que estaba allí para cumplir una misión se había esfumado tal cual el humo de una chimenea apagada.
— Nunca pensaste que me cruzarías otra vez, ¿no? — Llegué a hablar, mareado por su expresión, por el resplandor de la piel blanca y de su rostro que cambiaba con una lentitud inigualable. Yo sabía que si le daba rienda suelta a mis sentimientos terminaría nuevamente destrozando lo que quedaba de su aceptación para no matarme pero estaba dispuesto a ser ceniza por ella, siempre lo había estado. Mi puño oscuro y desnudo se apoyó sobre la pared, obstaculizando la vía de Vibeke, buscando entonces la mirada profunda de sus ojos. Mis labios estaban apretados, unos con otros y sentí como mi otro brazo comenzaba a temblar, lento, pausado. ¿Acaso no iba a preguntarle qué hacía allí? No, la verdad es que no me importaba. Más bien, sí lo hacía, mas no podía carburar en ello. Aquella extremidad temblorosa se elevó a sus labios, tocándolos, apenas rozándolos en lo que los dedos se dirigían a alizar hacía atrás la melena blanca. — Vibeke, tiempo sin verte. ¿Si te digo que me quiero entregar a ti, qué me dirás?— Añadía las palabras como si éstas estuviesen pasando por brasas crujientes. El pecho dolía, quemaba su sola presencia en el lugar. Parecía una hoguera bramadora ante mí ser. Y esperé, evitando cualquier tipo de escape por parte de la mujer de rasgos bravos. Si había algo que no iba a permitir era que se me escape de las garras. No podía, porque sabía que era la única oportunidad que tenía. Había esperado ese momento por largos años, había aceptado que si la buscaba ella no se dejaría encontrar. Vibeke era de esa forma, caprichosa, una reina con corona de hielo. Si ella había dejado que mi presencia se haga ante ella era por una razón. Me estaba aferrando a ese pensamiento, sujetándome de esa esperanza marchitada que desde siempre había intentado desaparecer frente a mí. No obstante, el fuego y el amor que tenía por ella se negaba por completo a decaer. Incluso era en ese momento en dónde parecía más vivo que nunca. Quería tomarle sus brazos, abrazarla en lo que escondería aquel diminuto pero endurecido cuerpo entre el mío. Estaba seguro que un segundo con ella podía librar toda la pesadez de los siglos en soledad. Y me pregunté entonces si era la cordura la que me había abandonado.
— Nunca pensaste que me cruzarías otra vez, ¿no? — Llegué a hablar, mareado por su expresión, por el resplandor de la piel blanca y de su rostro que cambiaba con una lentitud inigualable. Yo sabía que si le daba rienda suelta a mis sentimientos terminaría nuevamente destrozando lo que quedaba de su aceptación para no matarme pero estaba dispuesto a ser ceniza por ella, siempre lo había estado. Mi puño oscuro y desnudo se apoyó sobre la pared, obstaculizando la vía de Vibeke, buscando entonces la mirada profunda de sus ojos. Mis labios estaban apretados, unos con otros y sentí como mi otro brazo comenzaba a temblar, lento, pausado. ¿Acaso no iba a preguntarle qué hacía allí? No, la verdad es que no me importaba. Más bien, sí lo hacía, mas no podía carburar en ello. Aquella extremidad temblorosa se elevó a sus labios, tocándolos, apenas rozándolos en lo que los dedos se dirigían a alizar hacía atrás la melena blanca. — Vibeke, tiempo sin verte. ¿Si te digo que me quiero entregar a ti, qué me dirás?— Añadía las palabras como si éstas estuviesen pasando por brasas crujientes. El pecho dolía, quemaba su sola presencia en el lugar. Parecía una hoguera bramadora ante mí ser. Y esperé, evitando cualquier tipo de escape por parte de la mujer de rasgos bravos. Si había algo que no iba a permitir era que se me escape de las garras. No podía, porque sabía que era la única oportunidad que tenía. Había esperado ese momento por largos años, había aceptado que si la buscaba ella no se dejaría encontrar. Vibeke era de esa forma, caprichosa, una reina con corona de hielo. Si ella había dejado que mi presencia se haga ante ella era por una razón. Me estaba aferrando a ese pensamiento, sujetándome de esa esperanza marchitada que desde siempre había intentado desaparecer frente a mí. No obstante, el fuego y el amor que tenía por ella se negaba por completo a decaer. Incluso era en ese momento en dónde parecía más vivo que nunca. Quería tomarle sus brazos, abrazarla en lo que escondería aquel diminuto pero endurecido cuerpo entre el mío. Estaba seguro que un segundo con ella podía librar toda la pesadez de los siglos en soledad. Y me pregunté entonces si era la cordura la que me había abandonado.
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Sogno Wingless [Vibeke]
Dicen que los ojos son el reflejo del alma,
pero no hay que creer a los que no la tienen.
pero no hay que creer a los que no la tienen.
De haber sabido que podía cruzarse con Lorian, habría cambiado de camino. Cuando lo dejó años atrás, se dejó bien en claro que no quería volver a ver ese par de ojos traidores que antes reprocharon. Tampoco quería volver a sentir esas manos que habían tocado otro cuerpo y se habían agitado frente a ella con orgullo. Ella era de las que traicionaba, pero que no toleraba la traición. Era un cúmulo de injusticia, que no sólo es torcida sino también ciega.
No obstante, sus ojos claros ya se habían cruzado con los ajenos, en una casualidad del destino que mucho no le gustaba, pero de la cual no huiría tras haber sido detenida la primera vez. Más bien haría todo lo contrario, levantar el mentón a pesar de ser más baja e inflar el orgullo que siempre rezumaba. Vibeke seguía siendo la misma a pesar de los años, con la misma sed, con la misma altivez, con el mismo egoísmo.
—No. La verdad pensé que ya estarías hecho menos que cenizas— contestó con ese tono de siempre, que hacía parecer que absolutamente nada le importaba. No así, él le cerró el camino, poniéndose de frente y con el puño cerrado contra la pared. Seguramente los años lo habían hecho más fuerte y, quizás, más obstinado que siempre. La mirada de desaprobación en Vibeke fue obvia. El dedo de Lorian le impidió decir nada, justo antes de ir a tocar los cabellos platinados como soliera hacer antaño. —Te diría lo que ya sabes, que sigues siendo tan idiota como siempre y quizás más mentiroso que nunca ¿Qué pasó con la libertad que tanto querías? — cuestionó con ganas de irse, de no verlo más y de hacer de cuenta, de nuevo, que se había muerto. Pero no se iba, porque recordaba que una vez la terquedad en Lorian se hacía presente, poco había por hacer para lograr que cambiara de opinión. Si de verdad quería entregarse a ella la seguiría o, de lo contrario, al final de una corta charla, cada uno proseguiría su camino.
Pero la pregunta mayor no era si seguirían sus caminos. La pregunta importante era qué había en medio de ellos dos, tan distintos y tan parecidos al mismo tiempo. El vástago era lo que más odiaba de su siré. La siré, era lo que más repudiaba de su única creación. Lorian no era la debilidad de ella, sino algo que la endurecía a niveles insospechados y que, quizás, la hacía sentir más fuerte, más dominante e incluso más maldita. Lorian era la soledad que ella había elegido y a quien no había reemplazado. Era el insulto que da más vida que ofensa y hasta la idea tonta de entregarle un mayor mal al mundo que ella misma. Lo miraba a los ojos, que le gritaban a su modo que querían matarlo, tanto como a su cuerpo que en medio del desprecio lo deseaba como siempre.
—Date prisa en lo que vayas a decir. No tengo mucho tiempo, y menos aún para ti— añadió de pronto, en un susurro que por dentro era huida y por fuera, mera grosería ¿Qué valía entonces en ese momento? Tenía dos opciones: Una, correr tras la floja pista de un maestro perdido; o dos, tomar de nuevo a la creación rebelde, que la alteraba, que la volvía peor y que hacía que lo disfrutara al mismo tiempo ¡Cuántas ganas le daban de matarlo! Como la primera vez, cuando se le atravesó en los planes teniendo el corazón aún vivo.
No obstante, sus ojos claros ya se habían cruzado con los ajenos, en una casualidad del destino que mucho no le gustaba, pero de la cual no huiría tras haber sido detenida la primera vez. Más bien haría todo lo contrario, levantar el mentón a pesar de ser más baja e inflar el orgullo que siempre rezumaba. Vibeke seguía siendo la misma a pesar de los años, con la misma sed, con la misma altivez, con el mismo egoísmo.
—No. La verdad pensé que ya estarías hecho menos que cenizas— contestó con ese tono de siempre, que hacía parecer que absolutamente nada le importaba. No así, él le cerró el camino, poniéndose de frente y con el puño cerrado contra la pared. Seguramente los años lo habían hecho más fuerte y, quizás, más obstinado que siempre. La mirada de desaprobación en Vibeke fue obvia. El dedo de Lorian le impidió decir nada, justo antes de ir a tocar los cabellos platinados como soliera hacer antaño. —Te diría lo que ya sabes, que sigues siendo tan idiota como siempre y quizás más mentiroso que nunca ¿Qué pasó con la libertad que tanto querías? — cuestionó con ganas de irse, de no verlo más y de hacer de cuenta, de nuevo, que se había muerto. Pero no se iba, porque recordaba que una vez la terquedad en Lorian se hacía presente, poco había por hacer para lograr que cambiara de opinión. Si de verdad quería entregarse a ella la seguiría o, de lo contrario, al final de una corta charla, cada uno proseguiría su camino.
Pero la pregunta mayor no era si seguirían sus caminos. La pregunta importante era qué había en medio de ellos dos, tan distintos y tan parecidos al mismo tiempo. El vástago era lo que más odiaba de su siré. La siré, era lo que más repudiaba de su única creación. Lorian no era la debilidad de ella, sino algo que la endurecía a niveles insospechados y que, quizás, la hacía sentir más fuerte, más dominante e incluso más maldita. Lorian era la soledad que ella había elegido y a quien no había reemplazado. Era el insulto que da más vida que ofensa y hasta la idea tonta de entregarle un mayor mal al mundo que ella misma. Lo miraba a los ojos, que le gritaban a su modo que querían matarlo, tanto como a su cuerpo que en medio del desprecio lo deseaba como siempre.
—Date prisa en lo que vayas a decir. No tengo mucho tiempo, y menos aún para ti— añadió de pronto, en un susurro que por dentro era huida y por fuera, mera grosería ¿Qué valía entonces en ese momento? Tenía dos opciones: Una, correr tras la floja pista de un maestro perdido; o dos, tomar de nuevo a la creación rebelde, que la alteraba, que la volvía peor y que hacía que lo disfrutara al mismo tiempo ¡Cuántas ganas le daban de matarlo! Como la primera vez, cuando se le atravesó en los planes teniendo el corazón aún vivo.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Sogno Wingless [Vibeke]
La lengua se me había trabado, el carraspeo que había desaparecido durante años se volvía a formar en mi garganta al tenerla a ella en frente, cual ácido carcomiendo las cuerdas vocales, pensando que cualquier cosa que saliera de mí estaría incorrecta, todo sería tomado erróneamente por mi terrible tosquedad cuando a Vibeke se refería. Tantas cosas para decir y tan imposible se me hacía con esos ojos transparentes perturbándome. Avisándome que querían matarme y que si no lo hacían, era simplemente porque estaban espetando, subiendo los niveles, revisando en su calendario cuándo y por qué podría hacerlo. Aún si ella no necesitara una razón. Y por eso la dulzura de sus palabras se afilaba contra mí yugular, haciéndome, obligándome a tragar una saliva espesa. Y medité mis palabras, calculé cada una de ellas. Simplemente estaba allí por casualidad, porque el destino me había guiado. Me había hecho encontrar otra vez con mi asesina y mi mirada no podía despegarse. Desde hacía mucho tiempo que me había arrepentido, que sabía que si alguna vez la encontraba, volvería a rogarle. Simplemente porque la necesitaba, no para sobrevivir en la realidad, sino para sentirme existente y útil bajo su mando. ¿Me podía llamar a mí mismo un esclavo? Sí, esa era quizá la mejor forma de describirme, un esclavo por deseo. —No, eso es algo que tiene tu nombre, lo sabes mejor que yo. — Aseguré sin siquiera una sombra de sonrisa en mi rostro, era, por lo contrario, una seriedad amarga y putrefacta la que se distinguía en mis ánimos y en la entonación con la que hablaba. Claramente decidido a volverla a tener, quizá solo por un momento, eso podía bastarme para sobrevivir por dos siglos más.
— ¿La libertad? Aprendí a despreciarla hace algunos siglos, pero eso a ti no te interesa, ¿verdad? — El cosquilleo de su cabello parecía ser similar a cortes de plata sobre mi mano, viajando por mi sangre hasta hacer un pecho muerto palpitar acelerado. Ella simulaba ser la vida, maldita, arrogante y por supuesto, siempre en diversión constante. Y viajé con la vista por su cuerpo, confiscando cada intimidad con un deseo que no buscaba ser ocultado. Y mis dedos en su cabellera se hundieron hasta sentir la piel de su nuca, de su cabeza. — Es raro verte apurada. ¿Qué se te escapa? Me quedaré, déjame quedarme un poco más, puedo ayudarte si así lo necesitas, pero no me eches aún. Han pasado muchos años. ¿Aún me odias como la primera noche? Yo sí, igual que siempre. — El susurro salía estirado hacia sus labios, acercándome a su pequeño cuerpo cada vez más, intentando adentrarme en su área periférica, rompiendo esas barreras de la lejanía para sentir su aroma, para intentar volver a hundirme en ella aunque fuese a la fuerza. ¿Qué más valía si ella no quería? Era mi única oportunidad para volver a tocarla, para sentir que ella existía y que no me había dejado simplemente con una miserable eternidad que no podía quitarme. Era una maldición, un regalo que ella me había dejado para marcarme de por vida y parecía disfrutar viendo la obra de teatro infinita. Dejé entonces salir un suspiro, agotado por la desfachatez de su vista maldita que me clavaba puñales una y otra vez. Y fue que entonces se me escapó apenas una sonrisa a medias y con el puño que antes estaba apoyado en la pared acaricié su mejilla, con la palma para sentir su frialdad, como si quisiera agarrarla por todos los costados que eran posibles, impidiéndole cualquier tipo de escapatoria. — ¿Qué estás buscando? — Volví a inquirir con unos celos que estaban sumamente escondidos. Los años de soledad me había hecho asimilar que ella no cambiaría, que siempre tendría otros que eran igual que yo. Pero eso no debía importarme, simplemente porque era yo el que no podía vivir sin ella y no por el contrario. Algo que me había grabado con fuego en la mente para que cuando aquel momento de volverla a ver llegara, mi boca no hiciera alejarla nunca más.
— ¿La libertad? Aprendí a despreciarla hace algunos siglos, pero eso a ti no te interesa, ¿verdad? — El cosquilleo de su cabello parecía ser similar a cortes de plata sobre mi mano, viajando por mi sangre hasta hacer un pecho muerto palpitar acelerado. Ella simulaba ser la vida, maldita, arrogante y por supuesto, siempre en diversión constante. Y viajé con la vista por su cuerpo, confiscando cada intimidad con un deseo que no buscaba ser ocultado. Y mis dedos en su cabellera se hundieron hasta sentir la piel de su nuca, de su cabeza. — Es raro verte apurada. ¿Qué se te escapa? Me quedaré, déjame quedarme un poco más, puedo ayudarte si así lo necesitas, pero no me eches aún. Han pasado muchos años. ¿Aún me odias como la primera noche? Yo sí, igual que siempre. — El susurro salía estirado hacia sus labios, acercándome a su pequeño cuerpo cada vez más, intentando adentrarme en su área periférica, rompiendo esas barreras de la lejanía para sentir su aroma, para intentar volver a hundirme en ella aunque fuese a la fuerza. ¿Qué más valía si ella no quería? Era mi única oportunidad para volver a tocarla, para sentir que ella existía y que no me había dejado simplemente con una miserable eternidad que no podía quitarme. Era una maldición, un regalo que ella me había dejado para marcarme de por vida y parecía disfrutar viendo la obra de teatro infinita. Dejé entonces salir un suspiro, agotado por la desfachatez de su vista maldita que me clavaba puñales una y otra vez. Y fue que entonces se me escapó apenas una sonrisa a medias y con el puño que antes estaba apoyado en la pared acaricié su mejilla, con la palma para sentir su frialdad, como si quisiera agarrarla por todos los costados que eran posibles, impidiéndole cualquier tipo de escapatoria. — ¿Qué estás buscando? — Volví a inquirir con unos celos que estaban sumamente escondidos. Los años de soledad me había hecho asimilar que ella no cambiaría, que siempre tendría otros que eran igual que yo. Pero eso no debía importarme, simplemente porque era yo el que no podía vivir sin ella y no por el contrario. Algo que me había grabado con fuego en la mente para que cuando aquel momento de volverla a ver llegara, mi boca no hiciera alejarla nunca más.
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Sogno Wingless [Vibeke]
"No es que te mienta, es que me miento."
Habían pasado los años suficientes como para que Vibeke ya no pensara en encontrar a Lorian. Para ella, él había obtenido lo que tanto quería, y seguramente lo aprovechaba al máximo posible, si es que no había muerto. A su modo, era el único “error” que podía permitirle luego de haber sido su amante. No obstante, si sus caminos se volvían a cruzar de nuevo, tenía más que claro que no permitiría una traición otra vez, porque haría hasta lo imposible por arrebatarle la vida. — ¿Ahora deseas morir luego de probar la libertad que tan mal exigías? ¿Qué tanto hiciste con ella? — su pregunta fue burlona, porque nada le complacería más, que escucharlo admitir su error. Quería que él mismo declarara que no encontraba en otros cuerpos el placer que obtenía con ella, y que tampoco podía someterse a nadie distinto a su propia siré. Ella, no necesitaba declaraciones de amor, sino hechos que le inflaran esas absurdas necesidades de las que siempre parecía depender.
—Depende, pero puedes creer lo que quieras— su voz fue condescendiente, pero aun así, no se atrevía a tocarlo como él hacía con ella. Vibeke se limitaba a mirarlo, a escrutarlo de esa forma al no querer darle cabida, pero sin tampoco decidir continuar su camino de inmediato. Por alguna razón, disfrutaba de ese sufrimiento que él solía mostrar en los ojos, reflejando lo que callaba y lo que confesaba a medias. Él no la dejaría ir tan fácil, pero ella tampoco le haría el asunto sencillo. —No te pregunté lo que sientes porque tampoco me importa. Ahora muévete, voy tras alguien con más carácter que tú y por quien estoy aquí— sus palabras buscaban de nuevo herirlo, aunque lo que la noruega sentía por su creador, difería bastante de lo que le provocaba Lorian. — ¿Decidirás seguirme a pesar de todo? — cuestionó, antes de impedirle que la tocara más. Su cuerpo se giró en un segundo y aprisionó el cuerpo ajeno contra el muro que los flanqueaba. Sus colmillos se hicieron visibles y parecieron una amenaza, pese a que lo que pretendía hacer era distinto —Mi maestro es lo que quiero y lo que vine a buscar. No me detengas ahora y sigue con lo tuyo. Esto es una casualidad, pero continúa por el camino que elegiste, porque ya sabes lo que te advertí, no me hagas recordártelo porque te va a doler— amenazó. Era probable que fuese la primera vez que Lorian la veía furiosa, aunque en realidad lo fingía, porque necesitaba presionarlo lo suficiente para escuchar lo que quería. De no ser así, ya habría continuado su camino y el rastro que ahora por el tiempo, perdía.
Pero ¿Quién importaba más, su maestro que se había esfumado y parecía no querer ser hallado o quizás el rebelde amante que ahora parecía no querer dejarla ir? Ella y él estaban en la misma postura, pero con la diferencia que ella podía elegir uno de dos caminos. A esas alturas, parecía ya saber la respuesta, pero iba a empujarlo más a lanzarse a su propio abismo. —Dime lo que estás haciendo aquí y no te atrevas a mentirme. Dime que buscas, pero apresúrate porque no voy a perder más tiempo— exigió, presionando su mano contra el pecho ajeno, como si a la menor muestra de mentira pretendiera arrancarle el corazón. Sus dedos se enterraron junto con sus uñas en la carne ajena, amenazando como si la ira le nublara las ideas sobre aquél encuentro. Si el bárbaro quería saber si ella lo detestaba como siempre, allí tenía la respuesta sin necesidad de muchas palabras. Ahora él, era quien decidía su destino, de nuevo, desde que se separaran.
—Depende, pero puedes creer lo que quieras— su voz fue condescendiente, pero aun así, no se atrevía a tocarlo como él hacía con ella. Vibeke se limitaba a mirarlo, a escrutarlo de esa forma al no querer darle cabida, pero sin tampoco decidir continuar su camino de inmediato. Por alguna razón, disfrutaba de ese sufrimiento que él solía mostrar en los ojos, reflejando lo que callaba y lo que confesaba a medias. Él no la dejaría ir tan fácil, pero ella tampoco le haría el asunto sencillo. —No te pregunté lo que sientes porque tampoco me importa. Ahora muévete, voy tras alguien con más carácter que tú y por quien estoy aquí— sus palabras buscaban de nuevo herirlo, aunque lo que la noruega sentía por su creador, difería bastante de lo que le provocaba Lorian. — ¿Decidirás seguirme a pesar de todo? — cuestionó, antes de impedirle que la tocara más. Su cuerpo se giró en un segundo y aprisionó el cuerpo ajeno contra el muro que los flanqueaba. Sus colmillos se hicieron visibles y parecieron una amenaza, pese a que lo que pretendía hacer era distinto —Mi maestro es lo que quiero y lo que vine a buscar. No me detengas ahora y sigue con lo tuyo. Esto es una casualidad, pero continúa por el camino que elegiste, porque ya sabes lo que te advertí, no me hagas recordártelo porque te va a doler— amenazó. Era probable que fuese la primera vez que Lorian la veía furiosa, aunque en realidad lo fingía, porque necesitaba presionarlo lo suficiente para escuchar lo que quería. De no ser así, ya habría continuado su camino y el rastro que ahora por el tiempo, perdía.
Pero ¿Quién importaba más, su maestro que se había esfumado y parecía no querer ser hallado o quizás el rebelde amante que ahora parecía no querer dejarla ir? Ella y él estaban en la misma postura, pero con la diferencia que ella podía elegir uno de dos caminos. A esas alturas, parecía ya saber la respuesta, pero iba a empujarlo más a lanzarse a su propio abismo. —Dime lo que estás haciendo aquí y no te atrevas a mentirme. Dime que buscas, pero apresúrate porque no voy a perder más tiempo— exigió, presionando su mano contra el pecho ajeno, como si a la menor muestra de mentira pretendiera arrancarle el corazón. Sus dedos se enterraron junto con sus uñas en la carne ajena, amenazando como si la ira le nublara las ideas sobre aquél encuentro. Si el bárbaro quería saber si ella lo detestaba como siempre, allí tenía la respuesta sin necesidad de muchas palabras. Ahora él, era quien decidía su destino, de nuevo, desde que se separaran.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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