Sin mascaras [Vibeke]

por **Kurt Callahan** Jue Ene 01, 2015 1:25 pm

Cuando el carromato freno en seco supe que al fin habíamos llegado. Entreabrí los ojos despertando de mi sopor y cerré el libro que había abandonado sobre mi abdomen para soñar despierto. Intente incorporarme pero una de las patas de Jacob me lo impedían.

-Vamos vamos, despertad nenitas que ya hemos llegado- La voz de Antoine desde afuera despertó rezongueos y maldiciones.

Guarde el libro en mi petate y me frote los ojos para acostumbrarme a aquella oscuridad. Cuatro bajamos de la parte trasera del carromato, Pierrick, Jacob, Marcel y yo, Antoine nos esperaba con una expresión apremiante.

-Venga venga, que los demás han llegado ya, pasadme alguna caja- Empezamos a descargar el carromato, lo hicimos bastante rápido la verdad, teniendo en cuenta de que llevábamos provisiones de comida y bebida para una semana que tendrían que ser suficientes para unos veinte borrachos de estomago sin fondo.
Cubrimos el carromato con telas que atamos con nudos dobles y cargamos en los dos caballos que llevaban el carro todas las cajas que pudimos y las demás nos las repartimos para llevarlas hasta la playa, que era nuestro destino final.
Desde nuestra posición lo único que podía distinguirse eran manchas ardientes en forma de lenguas que se esparcían por un fondo negro azulado plagado de estrellas.

-¿No podíamos llevar el carro unos cuantos metros más? Estamos demasiado lejos- Protesto Marcel.
-Idiota, ¿no ves que en esta arena las ruedas se hubiesen atascado en menos que canta un gallo?

Antoine y Marcel siguieron discutiendo pero no les preste mayor atención, estaba más pendiente de lo que ocurría en mis pies. Me había descalzado como nos sugirió Pierrick y desde ese momento cada paso que daba se convertía en una nueva sensación extraña. Nunca había estado en la playa ni había pisado nada parecido en mi vida. Mis primeros pasos fueron inseguros pues sentía como mis pies se hundían en esas arenas suaves y minúsculas, parecían arenas movedizas, las mismas que atravesaban los caballeros como reto final para poder rescatar a las doncellas en peligro.
Notaba zonas más cálidas que otras, en ocasiones la tierra esta endurecida y no costaba caminar pero en otras era demasiado blanda y me hundía con facilidad.

-¡Kurt por dios! Espabílate que si te pierdes nadie vendrá a buscarte- La voz de Antoine me resulto muy lejana y por fin alce la vista, los vi más pequeños de lo que debería, intente correr pero en aquel terreno y con el peso que llevaba era como intentar correr sumergido en el agua. Aun así me di toda la prisa que pude para no perderlos de vista.

-Vamos vamos, déjame que te ayude con eso- Antoine vino hacia mí y cogió una caja de las que llevaba, caminamos juntos los pocos metros que faltaban hasta llegar a nuestra hoguera y por fin pude dejar toda mi carga.

-Puff pensé que no llegaría nunca- Me reí y me tire en la arena.
-También yo dudaba de que lo consiguieses- Natalia me saco la lengua y me sonrió- te mereces una copa de whisky- me tendió una y me senté cruzando las piernas, acepte la copa y después del primer trago mis sentidos se despejaron para captar todo el universo de risas y música que me rodeaba.

La nuestra no era la única hoguera de aquella pequeña playa de arena fina, con un vistazo rápido pude contar al menos veintitrés. Todas enormes y siempre rodeadas de un grupo abundante de personas y música.
Mas o menos en medio y un tanto alejado de las hogueras había un escenario hábilmente iluminado y no con menos meritos de construcción, en él un grupo de artistas representaba una obra que no supe reconocer aunque supuse que se trataba de una comedia por las risotadas del público.
Sonreí emocionado dejándome llevar por todas esas luces y colores.

-¿Es que no piensas saludar chico?
-Perdón, estaba distraído- me puse de pie e hice una ronda saludando a todos mis viejos compañeros de trabajo, algunos aun me miraban de mala gana y otros volvían a sonreírme aceptándome nuevamente en la Trope.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que los vi y por la forma en la que me fui entendía que muchos de ellos estuviesen algo reticentes con mi presencia. Tuve dudas de aquel viaje desde el principio pero Pierrick y Antoine insistieron: ¡como en los viejos tiempos! Sí, realmente deseaba que mi relación con ellos volviese a ser la de los viejos tiempos.

-¿Qué tal ha ido el viaje?- Natalia se sentó a mi lado cuando termine con los saludos.
-¿Tres días desde París con las patorras de Jacob encima? Una delicia- me reí entre dientes dando otro sorbo a mi copa
-¡eh! Que tu a veces roncas canalla- Jacob se defendió provocando más risas
-¿Y has traído tu disfraz? Yo sí, mira- Natalia se puso una careta hecha con retazos de distintas telas.
-Pero que guapa estas- ese comentario me costó un puñetazo en el hombro. –Au agresiva, lo decía en serio. La verdad es que yo no me he traído ninguna careta de carnaval, no la necesito, soy un pecador sinvergüenza y esta noche aun más.-Otro golpe- ¡pero bueno!
-Esa por ser un idiota presumido.
Carnavales era una de mis celebraciones favoritas. Una noche idónea para los diablillos y el cinismo, en la que cada uno se ponía una máscara para mostrarse tal cual era en realidad…

por **Vibeke de Bordeaux** Sáb Ene 17, 2015 11:15 pm

"Primer error en una serie de errores: Creer lo que ven tus ojos."

Cuando a Vibeke de Bordeaux se le metía algo en la cabeza, no había poder humano o sobrenatural que la hiciera cambiar de opinión. Ella no era obstinada, puesto que siempre lograba lo que se proponía, al punto de hacerla una mujer completamente decidida. Lo que tenía en mente últimamente era el disponer de humanos que hicieran las veces de bolsas de sangre o, cómo preferían llamarlos algunos, esclavos de sangre.

Aquél extraño tipo de relación tenía sus ventajas: Para el vampiro, la comodidad de ir a un solo lugar y saciar su sed de sangre sin prisas y con la posibilidad de obtener de ellos algo más que su líquido vital. Muchos de ellos, se rendían al ser sobrenatural otorgando a sí mismo sus cuerpos como si fueran holocaustos permanentes. El humano, a cambio, podía recibir el placer que sólo otorga un vampiro, el extender un poco su vida al probar la sangre inmortal e incluso protección. Pero eso lo decidía quien más fuerza tenía en aquél convenio, es decir, el vampiro. Lo interesante para Vibeke, era que ella no poseía el don de la hemokinesis, aquél capaz de someter a un humano y hacerlo adicto a la sangre inmortal. En su caso, debía valerse de otros medios para obtener el mismo resultado: La rendición humana.

Por ese mes había conocido a una jovencita, una luchadora que se había resistido inicialmente al influjo de Vibeke dado su carácter, y quien minutos después cedía por completo luego de un par de artimañas de la vampiresa. Aquella había pedido ser tomada por la inmortal y el deseo de Vibeke por tomar a aquella chica virgen le provocaba una sed impresionante, tanto, que decidió no tomarla en ese preciso instante, sino dar apenas una probada a su sangre y postergar el deseo para una próxima visita. La humana estaría esperando, dando su segundo paso para someterse a Vibeke.

Sin embargo, una sola persona no era suficiente. Si bien Vibeke no discriminaba sexos, quería empatar el deleite y adquirir para ella un humano más, alguien a quien tuviera que seducir de nuevo para que por voluntad propia, aquél le permitiera alimentarse en reiteradas ocasiones y sin rechistar. Pero ¿En qué lugar sería mejor encontrarlo? A la humana la había ubicado en las zonas más alejadas de París, allí donde se sucedían peleas clandestinas y tanto los apostadores como los ladrones y avaros, se abarrotaban deseosos de aumentar sus ganancias con algo considerado ilegal. Había sido sin duda interesante, pero Vibeke quería presas distintas y por lo mismo, fue que esa noche decidió encaminarse con calma hacia la playa ¿Quién en su sano juicio va a pasar un rato a una playa del calibre de la Parisina por las noches? No encontraría a nadie de clase alta, sino más bien a los ebrios o a los que debían trabajar extensas jornadas por mera necesidad. Interesante, ella tampoco discriminaba a menesterosos por ese orgullo absurdo de pobre que se cargaban. La mayoría solían detestar a la clase alta y cada halago les resultaba sólo un sarcasmo. Contestaban de mala gana, se alejaban con brusquedad y se hacían los difíciles hasta encontrar algo que realmente les interesara o les doblegara un poco la fiereza. Quizás era todo eso lo que le gustaba a Vibeke. La desconfianza de los pobres le gustaba, sencillamente porque con los personajes adinerados, resultaba convirtiéndose en un trofeo a ganar y al cual buscaban ganar a punta de sus mentiras envueltas en egocentrismo. No era que aquello le molestara a la noruega, pero repetir los platos jamás fue de su entero interés.

Vestida en ropas negras y con el típico corsé en extremo ajustado, recorrió las calles en enormes tacones pero sin hacer demasiado ruido. Ella no medía mucho y pesaba menos y el manejo de ese tipo de zapatos se le daba a las mil maravillas. Una capa del mismo color ocultaba apenas sus cabellos casi blancos y la camuflaba entre sombras y por callejones hasta llegar a destino. Por supuesto, el camino no fue del todo libre e incluso asesinó a un par de idiotas que se le cruzaron con el afán de asaltarla. Pero a la muerte no la asalta nadie y el ego de Vibeke lo sabía muy bien. Su destino estaba más que decidido y las paradas en el camino no debían ser mayores a un par de segundos, los suficientes para deshacerse de lo que fuera que pretendiera interrumpirla. Iba de cacería, pero el elegido viviría, pero no para contarlo. Aquél desafortunado del destino debería mantener el silencio a cambio de su propia vida. Sí, vida porque no sería convertido bajo ninguna circunstancia.

En los más de novecientos años de Vibeke, sólo uno había sido convertido y sólo uno permanecía. Aquél antes brujo cargaba una maldición familiar que tenía un peso tal que corroía los huesos y quemaba a través de las venas. Era tal la desgracia, que poseían un enemigo al que odiaban con apenas sentir el olor de su sangre y, por lo mismo, no cualquiera podía mantenerse en el fatídico legado de 'de Bordeaux' o, incluso, 'd’Auxerre'. Y por él mismo, es que los humanos que eligiera Vibeke debían mantenerse en silencio y en secreto.

Al llegar a la playa observó apenas unas pocas carpas sobre el territorio, con personas al calor del fuego y la bebida cual si fueran gitanos. Parecía que iban a celebrar algo y fue entonces cuando ella se sentó sobre una roca lejana y sumamente a oscuras y empezó a tejer su ilusión. Más personas se vieron llegar, juntarse, beber e incluso bailar. La playa antes semi vacía empezó a llenarse de falsedades y humanos reales se fueron incorporando a la mezcla de ilusión y realismo. Se ubicaron manteniendo la distancia con desconocidos y los hombres con equipajes tomaron lugar. Todos parecían uno, aunque nadie sabía qué era real y qué no. Y ahí, en medio de la fiesta nocturna, aguardaría al más solitario o aburrido de los presentes. Uno que fuera capaz de mirar a la oscuridad como si buscara aquello dentro de sí mismo y entonces, la encontrara.

por **Kurt Callahan** Dom Feb 22, 2015 9:11 am

Una, dos...me sirvieron la tercera copa y empezaba a sentir que mi cuerpo entero tomaba calor, Natalia me contaba todo lo que había pasado en mi ausencia, las disputas los “escándalos”, lo cierto es que ese tipo de temas no eran de mi interés pero de alguna forma hacían que me sintiese nuevamente integrado.

Como de costumbre Marcel saco el acordeón y Pierrick el laúd, se pusieron a tocar y cantar, algunos les seguían y otros se pusieron en pie para bailar. Antoine se unió a nuestra conversación y me conto que las cosas no iban muy bien el teatro, que pronto se marcharían a España para empezar una gira a ver si la cosa mejoraba. Por supuesto no me invito a acompañarles y tampoco me atreví a ofrecerme.

- Y tú qué ¿qué harás ahora que has vuelto a París? – Me preguntó Antoine
-Tengo varias ideas…una de ellas es buscarme un mecenas- todos nos reímos, encontrar un mecenas era una de las cosas más difíciles de conseguir- Y seguramente vivir de mi arte- Por supuesto bromeaba, no tenía nada pensado, acababa de llegar y lo único que hacía era improvisar, vivir al día y poco más.

-Vamos a bailar- Natalia se puso en pie y tomo mi mano, acepte de mala gana, no se me daba especialmente bien bailar pero no quería otro puñetazo en el hombro.
Fuimos a bailar cerca del escenario improvisado, después de la obra salieron unos cuantos músicos a interpretar música pagana típica de los carnavales.

-Sabes que no soy bueno haciendo esto.
-Lo sé, te he traído hasta aquí porque quiero proponerte algo
-Soy muy joven para casarme Natalia, me acabarías rompiendo el corazón
-Calla idiota, estoy hablando enserio…-fruncí el ceño y preste atención- Puedo conseguirte un mecenas
-¿qué?
-Calla y escucha- colleja- he conocido a un conde…-me sonrió- esta puede ser mi oportunidad Kurt, pero con Antoine no podría hacerlo…sé que me dejaría atrás y es mi conde, ¿comprendes?- Asentí- pero sola tampoco puedo hacerlo ¿Qué me dices?

Me dejo sin palabras. ¿Qué podía contestar a eso? Era demasiado bueno para ser verdad.
-Yo…deberíamos hablarlo con calma, explícame bien que tienes pensado podría ser que…
-Natalia, preciosa estas aquí- Jean, uno de la Trope al que nunca le caí muy bien, se acerco a nosotros y tomo a Natalia por el brazo-¿te importa que te la robe un momento Kurt?

Hice un esfuerzo por sonreír- No, claro que no- Sí, claro que si capullo, acabas de interrumpir una conversación importante
-Nos vemos en la hoguera en un rato Kurt- Natalia me dio un beso en la mejilla y se fue con Jean. Resople y saque mi paquete de cigarrillos.
Camine alejándome de aquel bullicio, podía dejar de pensar en lo que me acaba de decir Natalia, un mecenas…era el sueño de cualquier artistas callejero.
Sin darme cuenta mis pies me llevaron a una zona de arenas frías y luz helada. Un sonido extraño me sobresalto, me asome y comprobé que solo eran las olas chocando con fuerza contra las rocas, me había alejado más de lo que esperaba y la única luz incandescente cerca era la de mi cigarrillo.

Mire hacia el mar distraído y dándole vueltas al tema, pensando en una respuesta en una idea, algo que pudiese vender a ese posible mecenas. Una pequeña descarga en la espalda me hizo menear los hombros, sentía que alguien me observaba, gire la cabeza y no vi nada en un primer momento ¿o sí?

Volví a girarme y entonces pude distinguí lo que al principio no fui capaz de apreciar. Una figura cubierta de un negro espeso reposaba en las rocas, solo había un foco de luz plateada: comenzaba en su nariz suave y afilada, se abría en dos mejillas pálidas, bajaba por las curvas de un rojo carmesí y terminaba en una barbilla perfectamente recortada. Parpadee pero la figura seguía ahí, no parecía real.
-Lo…lo siento no sabía que hubiese nadie por aquí

por **Vibeke de Bordeaux** Dom Mar 08, 2015 12:24 pm

"¿Alguien de verdad podría creerle a lo que trae la luna?"

La música se abrió paso en medio de una noche con apariencia gitana, bañando con luna los rostros violetas y las caras lívidas que saciaban su hambre, la soledad y la sed de alcohol en grupo. El humo de las fogatas se alzaba hasta combinarse con cielo y el olor de la leña llegó con prontitud a la nariz de la inmortal que lo observaba todo, estática, como una gárgola que jamás va a moverse pero que está labrada con exquisito detalle en la apariencia.

De vez en cuando le gustaba quedarse así, analizándolo todo pero sin aire melancólico. Vibeke era mala con respecto a sus emociones porque no sentía como ninguno y pensaba como el dios de la burla, manteniendo ilusiones y buscando provechos. En algún momento pudo mermar la ilusión porque por algún extraño motivo la playa empezó a llenarse de gente; por un lado, humanos en su mayoría; por otra, brujos y cambiaformas apenas contados con las manos. Quizás se celebrara algo que ella desconocía, pero para efectos prácticos, el resultado sería el mismo.

El viento era benigno puesto que no soplaba con fuerza. Abajo, todos se movían, bailaban al son de instrumentos alegres y brindaban por cosas que olvidarían al otro día. La inmortal apenas sonreía, como si aquél gesto estuviera marcado en su rostro que no conocía infortunios ni tristeza. Había sido diseñada para imponerse y la inmortalidad había sido el mayor regalo que los dioses le habían podido conceder a tan imponente mujer. Pero nadie es imponente si otros no se lo permiten, y era en esa técnica precisamente en la que ella se había perfeccionado.

No pasó menos de una hora desde que ella estuvo sentada en las altas rocas, y mientras jugueteaba moviendo los dedos y pasando por ellos las uñas maquilladas de carmín, una figura masculina comenzó a alejarse de la multitud y a caminar ensimismado hacia la zona donde se encontraba ella. Bajó las manos y las apoyó sobre la roca, cruzó las piernas como si realmente se sintiera cómoda y se dedicó a observarlo bajo la capucha que le ocultaba los cabellos plateados y que, de no ser por el color pasión de sus labios, casi impediría reconocer en la oscuridad que se trataba de una mujer.

Los pasos en la arena fueron cortos y pronto divisó al muchacho con mayor detalle. En algún momento se volteó a verla, pero giró el rostro como si no se hubiera detenido a analizar con detalle. Pronto, giró aún más rápido como producto de la duda, la observó como si creyera que lo que veía no era real y entonces habló, pese a que Vibeke se quedó completamente inmóvil como si hiciera parte del escenario en el que se hallaba.

—Descuida, no es como si interrumpieras algo. Sólo observo— respondió ella con el tono de voz necesario para ser escuchada casi con dificultad por él. A Vibeke le encantaba hablar en susurros o con tonos bajos de voz. Los gritos le molestaban y pensaba que el hablar alto hacía que el interlocutor perdiera sensualidad. Era parte de sus tantas extrañas teorías pero que le funcionaban a la perfección. —Ven, sube aquí y disfruta de la vista. A menos que planearas alejarte para ir a hacer alguna otra cosa.— sugirió sin retirarse la capucha pero enseñando una amable sonrisa, como si fuera humana, como si no fuera un predador que invita a algún cervatillo a contemplar por última vez el paisaje. Como si no fuera un veneno que luce atractivo pero que finalmente mata.

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