AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Baile de los Ahorcados | Privado
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El Baile de los Ahorcados | Privado
"Me propongo, sin estar emocionado,
declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a oír.
Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar
por la impresión penosa que al modo de una contusión
ha de producir seguramente en vuestras
imaginaciones alteradas."
—Isidore Lucien Ducasse, conde de Lautréamont.
declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a oír.
Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar
por la impresión penosa que al modo de una contusión
ha de producir seguramente en vuestras
imaginaciones alteradas."
—Isidore Lucien Ducasse, conde de Lautréamont.
Santa María del Fiore - Florencia
Nuevamente, después de varios días, se dirigía a Florencia, aquella que era su ciudad natal y la que la había visto crecer dentro de los estandares de la Iglesia. Caraffa iba custodiado por dos hombres, ambos vestidos con largas sotanas negras y con una mirada penetrante que era capaz de helarle la sangre a cualquiera. Aquellos pertenecían a la cofradía que él lideraba: Los Ángeles Custodios, quienes también se conocían como Los Caballeros de Malta, nombre que le darían en un futuro cercano, según los planes del Santo Padre.
La tarde empezaba a desvanecerse lentamente y daba la impresión que el cielo quemaba como el infierno. Eran de esos atardeceres que tanto disfrutaba Caraffa y también los que le seguían en aquel momento. Habían pautado una reunión de última hora en la basílica de Santa María del Fiore para una conversación con Barbariccia, quien era el que guardaba los tesoros Papales en el recinto. El tema de conversación tenía como objetivo a los nuevos miembros de la logia, Barbariccia se encargaba de comunicarle todo lo acontecido con éstos, pues algunos resultaron dar inconvenientes a la hora de la iniciación y ello implicaría una sola cosa: Búsqueda y destrucción. Pues a Los Custodios poco les interesaban los cobardes.
Tras ingresar al recinto, las puertas se sellaron completamente, evitando que algún fisgón fuera a colarse en el lugar, cosa que molestaría mucho a los ahí reunidos. Sólo se hallaban en su interior: Gian Pietro Caraffa, los dos sacerdotes que le acompañaban y el silencio perpetuo del templo. Las pisadas resonaban como ecos lugubres en todo el sitio y apenas unos candelabros devoraban las sombras para dar paso a las luces tenues de las velas. Barbariccia no parecía estar en ninguna parte, ausencia que le extrañó un tanto al Papa, quien conociendo al Custodio, pensó que éste lo espararía en la entrada de la basílica. Pero lo cierto es que el hombre no se hallaba en ninguna parte. Esto causó cierto recelo en Caraffa y en sus acompañantes, quienes irían dispuestos a buscar al guarda de Santa María del Fiores cuando fueron detenidos con un ademán de su líder. No haría falta hacer tanto revuelo, pues el Canciller de Los Ángeles Custodios había emergedio entre las sombras y traía un comunicado consigo que nada agradaría a Caraffa.
—Lamento la tardanza, Micer. Pero he tenido un problema de última hora —dijo Barbariccia al acercarse a Caraffa, reverenciando luego su figura—. No estamos solos, maestro. Alguien nos ha seguido y no es alguien cualquiera.
Caraffa sorprendido ante sus palabras, le miró y frunció el ceño, echando un rápido vistazo en todo el lugar. Si era una broma, tenía muy mal gusto a decir verdad. Pero antes de echarle en cara a Barbariccia sobre su descuido, no pudo evitar sentirse ligeramente curioso ante la última frase de su servidor. ¿De quién podría tratarse? La mirada complice del otro Custodio sólo le hizo comprender que quien se había colado en la reunión, no era cualquier criatura y eso le resultaba interesante. Hacía mucho que no se topaba con seres que realmente valieran la pena. Se giró entonces, quedando de frente a la entrada principal de la nave central, con la mirada fija en ésta.
—Si nos habéis seguido y a estas alturas sabemos que estáis presente, ¿por qué permanecéis oculto ante nosotros? —Espetó Caraffa—. Ya que estáis, sería un acto maleducado de mi parte no invitaros a nuestra reunión y sería un acto maleducado de vuestra parte, continuar espiándonos. ¡Vamos! Apareced de una buena vez...
Gian Pietro Caraffa- Inquisidor Clase Alta
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Localización : Roma
Re: El Baile de los Ahorcados | Privado
Habían pasado dos semanas desde el encuentro con Arkana en el Museo Del Louvre y desde entonces no había tenido noticias de ella o del que antiguamente se llamaba Badr, objetivo principal de los intereses tanto de la rubia vampiresa como del espectro que se desplazaba con paciencia por la preciosa basílica italiana, monumento arquitectónico de la ciudad que podía ser apreciado incluso a kilómetros de distancia debido a su ostentoso tamaño y aun así, la estructura estaba completamente trabajada tanto en el interior y exterior con un detallismo envidiable que incluso Morrigan, que no sentía especial aprecio por el arte o la arquitectura, habría hecho una reverencia ante su magnificencia de no ser porque se trataba de un edificio vacío y sin vida, con menos espíritu que cualquier templo perdido en las montañas, si llegaba a significar algo era por las personas que acudían a él con las esperanzas de que un edificio más alto significara estar más cerca de los dioses, no por quienes decían de hecho, estar más cerca de dichos dioses
O Dios, con lo que estuvieran más cómodos.
A Morrigan poco le preocupaba que creyeran las masas mientras lograran sentir el alivio de las preguntas que aquejan a los mortales desde el inicio de los tiempos al mirar las estrellas o ver los mas caóticos desastres naturales llevarse cientos de vidas en un parpadeo. Pero aquella logia que se protegía detrás de la ostentosidad para asombrar a las mentes pobres con el parpadeo de unos tontos cristales y la euforia colectiva, le hacia bullir la metafórica sangre que corría por sus venas porque propiciaban lo que en el futuro seria conocido como sociedad de masa, sociedad narciso y otros tantos nombres poco agradables con efectos aun menos agradables. Y por ello, y porque aún no sabían nada del maldito Badr que era como una bomba de tiempo a punto de explotar en medio del campo de batalla, es que en aquel momento seguía al Gian Petro Caraffa por los corredores de la basílica con un gesto solemne hacia un lugar o momento donde revelase parte de la informacion que se esforzaban tan bien de esconder pese a saber que no existía nada que pudiera esconderse a los ojos de los muertos aunque fuera evidente que tampoco los muertos podían mantenerse siempre ocultos en el armario.
-Jamas eh estado oculta, Caraffa– comento una voz a espaldas del inquisidor. Una voz que le había estado acompañando desde temprano y sirviendo cual lacayo, procurando su seguridad, de pronto se revelaba como mero contendedor del espíritu antiguo de la hechicera celta quien pacientemente había esperado ese momento y quizás haber obtenido más de el pero tampoco iba a retirarse simplemente porque el demonio había sido lo suficientemente molesto de interrumpir-Estas perdiendo la capacidad de ver, eso es todo - llevo las manos a su espalda y se separó del que sería su compañero de ella no estar ahí – pero me alegro de ver que tus lazarillos están atentos – dirigio una mirada fugaz hacia Barbariccia y luego rápidamente hacia el otro guardia que en su “distracción” había sacado un arma –No os recomendaría atacarme pues este cuerpo no es mio y si fallece, no seré yo quien caiga por lo que, por el momento mi presencia aquí será algo inevitable… ¿les molesta si tomamos asiento? Hemos caminado mucho hasta aquí para discutir asuntos importantes y el tiempo es preciado para los mortales – sus ojos se clavaron como cuchillas en el rostro del mayor antes de continuar desplazándose con parsimonia hacia la ventana – Dado que no soy más que una invitada, desearía que ustedes comenzaran con los motivos que les traen aquí y entonces yo hare lo mismo. Sera un intercambio equivalente, el primer principio de la alquimia, estoy seguro que lo vera interesante –
O Dios, con lo que estuvieran más cómodos.
A Morrigan poco le preocupaba que creyeran las masas mientras lograran sentir el alivio de las preguntas que aquejan a los mortales desde el inicio de los tiempos al mirar las estrellas o ver los mas caóticos desastres naturales llevarse cientos de vidas en un parpadeo. Pero aquella logia que se protegía detrás de la ostentosidad para asombrar a las mentes pobres con el parpadeo de unos tontos cristales y la euforia colectiva, le hacia bullir la metafórica sangre que corría por sus venas porque propiciaban lo que en el futuro seria conocido como sociedad de masa, sociedad narciso y otros tantos nombres poco agradables con efectos aun menos agradables. Y por ello, y porque aún no sabían nada del maldito Badr que era como una bomba de tiempo a punto de explotar en medio del campo de batalla, es que en aquel momento seguía al Gian Petro Caraffa por los corredores de la basílica con un gesto solemne hacia un lugar o momento donde revelase parte de la informacion que se esforzaban tan bien de esconder pese a saber que no existía nada que pudiera esconderse a los ojos de los muertos aunque fuera evidente que tampoco los muertos podían mantenerse siempre ocultos en el armario.
-Jamas eh estado oculta, Caraffa– comento una voz a espaldas del inquisidor. Una voz que le había estado acompañando desde temprano y sirviendo cual lacayo, procurando su seguridad, de pronto se revelaba como mero contendedor del espíritu antiguo de la hechicera celta quien pacientemente había esperado ese momento y quizás haber obtenido más de el pero tampoco iba a retirarse simplemente porque el demonio había sido lo suficientemente molesto de interrumpir-Estas perdiendo la capacidad de ver, eso es todo - llevo las manos a su espalda y se separó del que sería su compañero de ella no estar ahí – pero me alegro de ver que tus lazarillos están atentos – dirigio una mirada fugaz hacia Barbariccia y luego rápidamente hacia el otro guardia que en su “distracción” había sacado un arma –No os recomendaría atacarme pues este cuerpo no es mio y si fallece, no seré yo quien caiga por lo que, por el momento mi presencia aquí será algo inevitable… ¿les molesta si tomamos asiento? Hemos caminado mucho hasta aquí para discutir asuntos importantes y el tiempo es preciado para los mortales – sus ojos se clavaron como cuchillas en el rostro del mayor antes de continuar desplazándose con parsimonia hacia la ventana – Dado que no soy más que una invitada, desearía que ustedes comenzaran con los motivos que les traen aquí y entonces yo hare lo mismo. Sera un intercambio equivalente, el primer principio de la alquimia, estoy seguro que lo vera interesante –
Morrigan*****- Fantasma
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Fecha de inscripción : 12/12/2013
Re: El Baile de los Ahorcados | Privado
"Por mí se va hasta la ciudad doliente,
por mí se va al eterno sufrimiento,
por mí se va a la gente condenada.”
—Canto III, v 1 al 3. Divina Comedia de Dante Alighieri.
por mí se va al eterno sufrimiento,
por mí se va a la gente condenada.”
—Canto III, v 1 al 3. Divina Comedia de Dante Alighieri.
Se desplazó de manera elegante por el salón principal de la basílica, dirigiéndose, junto a sus acompañantes, hacia el altar. Sus hábitos negros podían confundirse con la oscuridad que reinaba en el templo en aquellas horas, las predilectas para las enigmáticas reuniones de los miembros principales de Los Ángeles Custodios. El misterio rodeaba a las altas paredes de piedra que rodeaban a Santa Maria del Fiore y daba la impresión que ahí se guardaban los más grandes y terribles misterios, todos, bajo las miradas marchitas de un Jesús crucificado y todos aquellos personajes retratados en los frescos que decoraban el lugar. Vigilaban atentos a la reunión de los demonios que ahora irrumpían el silencio de la basílica.
Caraffa se sintió intrigado ante las palabras de Barbariccia, cuando éste emergió de las sombras, con un semblante que sólo mostraba preocupación. Estaría de más mencionar que aquel atisbo de inseguridad, era poco común en alguien como Barbariccia. Eso sólo despertó cierta molestia del Santo Padre, quien en sus palabras evidenció su insana curiosidad. Quién sea que haya invadido aquel recinto, no era alguien común y mucho menos ignorante de la verdadera identidad de esos hombres.
Sólo podía tratarse de un miembro de la orden herética de Agartha y definitivamente, así era.
Reconoció aquella elocuencia, era de vidas pasadas, de todas las batallas del conocimiento. Una sonrisa ladina apareció en el rostro de Caraffa y con la cabeza gacha dejó escapar una exhalación. No estaba contento por la visita inesperada del ser espectral que ahora los acompañaba. Sabía que Morrigan sería incapaz de irrumpir en ese tipo de circunstancias y eso no era bueno. Sólo dirigió una mirada inquisitiva a Barbariccia por semejante descuido y volvió de nuevo sus ojos a las sombras del gran salón, hasta que la intrusa reveló su lugar entre los presentes.
—Elegisteis un buen escondite, al alma más débil y cuya mente reposaba en la ignorancia. Después de todo, las memorias se pueden manipular como se hace con las piezas de un tablero de ajedrez, ¿no es así? Vuestros compañeros antiguos deben ser expertos en ello o quizás ese don sólo se le atribuye a quienes el Creador les ha dado el poder de la ignorancia, sólo para probar que tan fieles son los hombres a su "omnipotencia" —enunció—. O quizás simplemente dejé escapar ese detalle, pues no siempre se cuenta con tan interesantes visitas.
Hizo una seña para que sus servidores calmaran los ánimos, sin dejar de estar atentos. Especialmente Barbariccia, quien era conocedor de artes arcanas y en sus años, había adquirido habilidades "mágicas".
—Por favor, no seáis groseros con nuestra invitada, no arruinen un futuro e interesante debate con esos comportamientos propios de los hombres comunes —dijo, dirigiéndose al altar, sentándose finalmente en el puesto destinado al sacerdote. A su lado, se colocó Barbariccia, quien mantenía el ceño fruncido ante la presencia que tanto le incomodaba—. Debo decir que usasteis las palabras inadecuadas para iniciar nuestra ceremonia... ¿Por qué tanto interés en el contenido de la reunión que se ha pautado esta noche? No creo que a un ser de origen pagano como vos se interese en los temas de la cristiandad, luego de que vuestro pueblo fuese sometido a los nuevos dogmas durante la caída del Imperio Romano.
Entrelazó las manos sobre su regazo y tras una pausa, esbozó una enigmática sonrisa. Su posición era firme y no mostraba ningún tipo de nerviosismo, ni siquiera la molestia que sentía en un principio, con la presencia de uno de sus enemigos. Caraffa solía tomarse esos encuentros como cosas comunes a las cuales sabía aprovechar perfectamente.
—Sabéis de vuestra compañera eterna que la alquimia es algo que nos ha permitido renacer una y otra vez en este mundo, ¿no es así? Porque si lo es, no es necesario que tengáis que ahondar tanto en un tema tan desgastado como ese. Y ya que estáis en nuestros aposentos, más me interesaría saber los motivos que guarda vuestra visita.
Gian Pietro Caraffa- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/09/2014
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Re: El Baile de los Ahorcados | Privado
- Pensé que entre tus seguidores la ignorancia era un requisito indispensable– respondió sin cambiar la sobriedad de su gestos mas que para ofrecer la mas pequeña de las sonrisas que parecía borrar el peso que pudiera haber tenido aquel comentario. Aquel mínimo intercambio de aparente cordialidad podía confundir a los presentes que los sabían enemigos jurados pero este gesto era, sin duda, una señal de que ambos antiguos se conocían lo suficiente para no andar con falsas pretensiones ni con el furor quemando sus venas hasta reducir sus energías en toscas batallas que poco servían a sus intereses si tenían a los jóvenes, los inmortales y los corpóreos que los asistían. Todos aquellos eran el cuerpo de las organizaciones, quienes acudían a sus órdenes, a las batallas, a morir por una instrucción suya y así ellos debían tomar que correspondía a la mente, a la planificación y debían cargar con saber que, cada una de los fallos, cada una de las muertes y perdidas, era finalmente su culpa. Aunque quizás él no pensara lo mismo.
- Es uno de los métodos, es cierto- concedió – Pero siempre lo he encontrado como el ultimo recursos de un hombre desesperado- aunque también era el más adecuado para los demonios que predicaban la ignorancia y no el pensamiento critico y elevado. No había ganancia para ellos en dirigir a la humanidad hacia un pensamiento erróneo que entorpeciese o dificultase el verdadero conocimiento que la hermandad de Agartha intenta transmitir si no que optaban por erradicar absolutamente todo pensamiento y volver a la humanidad un lienzo en blanco, dispuestos a que cualquiera, con el poder y la inteligencia suficiente, pintara sobre ellos los colores y figuras de su conveniencia. Los hombres se volvían títeres de sus dictámenes y carente de convicciones -Y como todo acto desesperado; tiende a tener cierta predisposición a fallar – advirtió sin explayar. Descubrir los agujeros en una maniobra era el trabajo de la mente de los Custodios quien finalmente había alcanzado su sólido altar desde el cual la observaba con el orgullo característico de los de su estirpe. Ella devolvía la mirada con templanza y sobriedad, aceptando su posición y la libertad que esta le otorgaba.
-Que simplemente no comprenda mis motivos, no los invalida ni convierte en erróneos ¿ como se puede erradicar realmente aquello que no se conoce? Lo intentaron los romanos que usted proclama pero ellos solo pudieron someter nuestros cuerpos mientras las ideas, las creencias y convicciones permanecen porque no pueden desprenderse con el filo de una espada o esfumarse en el humo de sus hogueras. No pretendo cometer sus mismos errores, eminencia– Habiendo olvidado que sentía tener un cuerpo físico, el espíritu mantenía a su contenedor estoicamente quieto sobre sus pies, apenas moviéndolo lo suficiente para dar énfasis a sus palabras o hacer expresivo su discurso. Pero cuando por fin se aparto, lo hiso con la extraña belleza que proviene de la fuerza de sus convicciones y que dejaron a la luz los motivos que llevaron a ser elegida druida de su gente
–La alquimia– dijo ausente, observando las pinturas que recorrían la bóveda superior – Sí – suspiro con una sonrisa –Admito que han logrado extraer de ella efectos sorprendentes, prodigiosos a un costo … equivalente– y alli estaba el mayor problema con la alquimia según Morrigan puesto que era seguro de que encontrasen e incluso creasen cuerpos donde refugiase a base de compuestos orgánicos ¿a que equivalía la transferencia de almas?¿podía ponerse un precio exacto a las almas sin tener en cuenta sus vivencias? Solo los dioses tenían tal potestad –pero ni toda la magia que poseamos, ni la alquimia que practicas parecen hacer que logres dar con las llaves de Salomon, ni impiden que el tiempo cobre factura al cuerpo que es mortal y que decae como todos– sus ojos fijos en las figuras de los angeles arriba de ella, de pronto bajaron hacia el hombre de cabello blanco –o puedan evitar la llegada del ejercito alado que trae nuestro fin, el de todos-sentencio
Morrigan*****- Fantasma
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Re: El Baile de los Ahorcados | Privado
Este mundo no es demasiado grande, ni pequeño, para los enemigos. En algún momento terminan encontrándose, enfrentándose una y otra vez, siendo parte de ese tiempo cíclico del que hablaron los antiguos alguna vez. La ley del eterno retorno no queda exenta para nadie, y cada partícula del cosmos, irremediablemente, forma de ella. Y precisamente, aquel en encuentro entre las oscuras y frías paredes de la catedral de Florencia, eran testigo de los tantos designios inevitables del destino, hilados por manos invisibles.
Caraffa esperaba que algo así ocurriera alguna vez, era insensato pensar que jamás, él y sus enemigos, lograran verse cara a cara. Aunque, Agartha no formaba parte de sus más grandes rivales, en realidad, el grupo sólo era algo que hacía bulto en su camino por ganar una batalla eterna. Una guerra que había iniciado desde la creación del mismo tiempo. No dejaba de sentirse, extrañamente, complacido por la visita de un espectro como el que ahora lo enfrentaba con argumentos, que si bien resultaban válidos para la ocasión, no preocupaban en lo absoluto a Caraffa. Él era un espíritu mucho más arcaico, incluso, había visto al mismísimo juez del universo a los ojos. Que ahora su recipiente estuviera deteriorándose, no significaba que sus energías hicieran lo mismo. Volvería a renacer, porque así estaba escrito y porque así tenía que ser. Se trataba de mantener el equilibrio de todas las cosas, que él mismo quería romper y convertirse triunfador.
Apenas una sutil sonrisa apareció en sus labios cuando escuchó el nombre de Salomón, aquel antiguo rey que portaba infinidad de conocimiento que le fue revelado por ángeles y otros seres. Pero más allá de eso, tuvo la osadía de crear un grimorio, tan puramente magnífico, que era capaz de enviar a los demonios al averno nuevamente; algo que hacía que Caraffa y su grupo, buscaran desesperadamente aquellos manuscritos. No por temor a que cualquier mago los obtuviera, sino, porque sus rivales naturales podían hacerse con ellos y ahí acabaría el mundo como se conoce.
—¿Qué tanto interés tenéis vosotros en las claviculas sagradas? —Inquirió con tranquilidad, ignorando todo lo demás, pues, finalmente el espectro comentó algo que llamó poderosamente su atención—. Igualmente, los enviados del Creador, son los únicos que tienen poder sobre esos textos. Pero incluso a ellos le ha sido oculta la verdad. —Mencionó—. El fin se aproxima, pero, ¿acaso tenéis una idea de cuándo? ¡No! ¡Nadie lo sabe! Ni siquiera aquellos que cargan las siete trompetas que desatarán las crisis del Juicio del fin de todos los tiempos.
Afirmó, poniéndose de pie. No se reflejana ninguna emoción en su rostro; su posición era completamente neutral. El rumbo que empezaba a tomar la conversación no le causaba malestar, pero sin duda, le interesaba. Hacía mucho tiempo que no mantenía un debate como aquel con nadie.
—Podéis afirmar que mi cuerpo actual se desgastará en algún momento, que la alquimia no nos llevará a la verdad. Pero seguiré atado a este mundo, mi reino, una y otra vez. Vosotros no sois más que piezas en este tablero. Piezas que quedaron en medio de una inevitabe guerra. —Hizo una pausa, pensando detenidamente en sus próximas palabras—. Vosotros estáis condenados; ni siquiera aquellos que se hacen llamar como las ovejas buenas, saldrán ilesos del gran final... Aún así, me niego a la posibilidad de derrota. No sé cuántas veces se tenga que pasar por esto, ni los míos, ni yo, tenemos intenciones de perder ante el ejército alado. —Decidió bajar los tres peldaños que separaban el altar del resto de la nave central—. ¿Qué podréis hacer vosotros? Decidme... Porque, hoy por hoy, me cuesta comprender cuál es vuestro papel en esta obra. ¿Qué es Agartha en todo este caos?
Caraffa esperaba que algo así ocurriera alguna vez, era insensato pensar que jamás, él y sus enemigos, lograran verse cara a cara. Aunque, Agartha no formaba parte de sus más grandes rivales, en realidad, el grupo sólo era algo que hacía bulto en su camino por ganar una batalla eterna. Una guerra que había iniciado desde la creación del mismo tiempo. No dejaba de sentirse, extrañamente, complacido por la visita de un espectro como el que ahora lo enfrentaba con argumentos, que si bien resultaban válidos para la ocasión, no preocupaban en lo absoluto a Caraffa. Él era un espíritu mucho más arcaico, incluso, había visto al mismísimo juez del universo a los ojos. Que ahora su recipiente estuviera deteriorándose, no significaba que sus energías hicieran lo mismo. Volvería a renacer, porque así estaba escrito y porque así tenía que ser. Se trataba de mantener el equilibrio de todas las cosas, que él mismo quería romper y convertirse triunfador.
Apenas una sutil sonrisa apareció en sus labios cuando escuchó el nombre de Salomón, aquel antiguo rey que portaba infinidad de conocimiento que le fue revelado por ángeles y otros seres. Pero más allá de eso, tuvo la osadía de crear un grimorio, tan puramente magnífico, que era capaz de enviar a los demonios al averno nuevamente; algo que hacía que Caraffa y su grupo, buscaran desesperadamente aquellos manuscritos. No por temor a que cualquier mago los obtuviera, sino, porque sus rivales naturales podían hacerse con ellos y ahí acabaría el mundo como se conoce.
—¿Qué tanto interés tenéis vosotros en las claviculas sagradas? —Inquirió con tranquilidad, ignorando todo lo demás, pues, finalmente el espectro comentó algo que llamó poderosamente su atención—. Igualmente, los enviados del Creador, son los únicos que tienen poder sobre esos textos. Pero incluso a ellos le ha sido oculta la verdad. —Mencionó—. El fin se aproxima, pero, ¿acaso tenéis una idea de cuándo? ¡No! ¡Nadie lo sabe! Ni siquiera aquellos que cargan las siete trompetas que desatarán las crisis del Juicio del fin de todos los tiempos.
Afirmó, poniéndose de pie. No se reflejana ninguna emoción en su rostro; su posición era completamente neutral. El rumbo que empezaba a tomar la conversación no le causaba malestar, pero sin duda, le interesaba. Hacía mucho tiempo que no mantenía un debate como aquel con nadie.
—Podéis afirmar que mi cuerpo actual se desgastará en algún momento, que la alquimia no nos llevará a la verdad. Pero seguiré atado a este mundo, mi reino, una y otra vez. Vosotros no sois más que piezas en este tablero. Piezas que quedaron en medio de una inevitabe guerra. —Hizo una pausa, pensando detenidamente en sus próximas palabras—. Vosotros estáis condenados; ni siquiera aquellos que se hacen llamar como las ovejas buenas, saldrán ilesos del gran final... Aún así, me niego a la posibilidad de derrota. No sé cuántas veces se tenga que pasar por esto, ni los míos, ni yo, tenemos intenciones de perder ante el ejército alado. —Decidió bajar los tres peldaños que separaban el altar del resto de la nave central—. ¿Qué podréis hacer vosotros? Decidme... Porque, hoy por hoy, me cuesta comprender cuál es vuestro papel en esta obra. ¿Qué es Agartha en todo este caos?
Gian Pietro Caraffa- Inquisidor Clase Alta
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Re: El Baile de los Ahorcados | Privado
En el tiempo de silencio y respuesta, los ahora oscuros ojos del fantasma se elevaron hacia la cúpula de la iglesia para observar las escenas y detalles que no dejaban espacios a un centímetro de piedra sin diagramar para que formase parte de una hermosa composición que servia, exactamente, ningún propósito. La avaricia humana era interesante. El mismo Dios la habia tachado como uno de los principales pecados capitales, por encima del asesinato y la tortura, pero seguía siendo una de las principales ruedas del avance de la humanidad y del conocimiento, casi como lo había sido morder la manzana en los jardines Eden en el inicio de los tiempos o el fuego que guardaba Zeus para si mismo. Los dioses nunca procuraban por los hombres, eran simplemente niños con lupas esperando quemar a las pobres hormigas y aun asi, eran adorados porque el humano necesitaba creer en algo, algo que se pareciera a ellos mismos ¿Por qué no? Que fuera a intervenir en sus males y contabilizar sus bienes porque la vida debía ser justa, debía serlo! Pese a que el universo les mostrara una y otra vez que esta creencia no era nada mas que un bonito cuento, agradable de creer pero inverosímil, empujado por la ilgesia y los políticos quienes preferían ante todo, una manada de ciudadanos adiestrados y entrenados, con temor a una vida de castigos para que jamás se rebelaran, jamás pensaran.
-Pense que en estas épocas era de mala educación preguntar lo que ya se sabía – respondió con parsimonia, bajando la mirada hacia el hombre que aun no se habia sentado en su trono pero que, inquieto como un niño, regresaba hacia ellas con preguntas que ella suponía, eran evidentes. Había atrapado su atención nuevamente y con ello, descubierto que era lo que a los demonios mantenía intranquilos, sus pesadillas cuando dormían sin soñar –Quizás debieras preguntarte quien se beneficia con esos textos y tener una mirada global de lo que ocurriera si los supuestos enviados del creador, tuvieran poder sobre ellos. Piensa ¿Quién se beneficiaria? – por fin, una sonrisa se expandio en sus labios –¿Tienes miedo al fin, Caraffa? ¿O a un final del que no puedas despertar? Por supuesto que nadie sabe cuando sucederá pero siempre es así; una persona nace sin saber cuando su cuerpo se despedirá de la vida, puede ser segundos después de nacer o décadas después … es lo que hace que la existencia sea interesante. Quizás tú, yo y quienes viven a través de las olas del tiempo, lo olvidemos con frecuencia. No lo sé – admitió, sin que su cuerpo reflejara ninguna de las opiniones haciendo evidente lo que el fantasma decía; no estaban vivos ni podían experimentar la vida por medio de ellos aunque asi lo desearan. Eran evidentemente los jugadores pero carecían de la empatía o el interes para saber comportarse como meras piezas y en ese caso, quizas era fundamental hacerlo.
-Condenada… es una palabra graciosa que usas para tus vasallos-Se detuvo, su voz sonaba levemente impresionada y divertida con la comparacion - Pero dime ¿Quién es mi verdugo, Caraffa? Según las diferentes creencias he cometidos muchos errores, merezco muchos infiernos pero no todas ellas coinciden en mi castigo, ni en el por qué– clavo sus ojos negros en él por un instante antes de dirigirlos nuevamente hacia la cúpula – Tras todos estos años, pensé que sabrías que hacemos aquí. Incluso si no somos los enemigos que te han dispuesto en batalla, tampoco somos tus aliados y por todas las cosas no deberías permitirme ser aliada de tu enemigo – sus ojos viajaron a las figuras bíblicas de los ángeles que se arremolinaban alrededor de una figura femenina – Los ángeles velan y protegen una ley superior, ustedes defienden el caos y su propio gobierno en la tierra que les fue arrebatado. Nosotros, existimos para asegurarnos que el hombre sea hombre, con sus defectos y virtudes. Sin la intervención o influencia de quienes jamas sabrían como serlo – su mirada regreso hacia el –por mucho que juegues a pretenderlo-
-Pense que en estas épocas era de mala educación preguntar lo que ya se sabía – respondió con parsimonia, bajando la mirada hacia el hombre que aun no se habia sentado en su trono pero que, inquieto como un niño, regresaba hacia ellas con preguntas que ella suponía, eran evidentes. Había atrapado su atención nuevamente y con ello, descubierto que era lo que a los demonios mantenía intranquilos, sus pesadillas cuando dormían sin soñar –Quizás debieras preguntarte quien se beneficia con esos textos y tener una mirada global de lo que ocurriera si los supuestos enviados del creador, tuvieran poder sobre ellos. Piensa ¿Quién se beneficiaria? – por fin, una sonrisa se expandio en sus labios –¿Tienes miedo al fin, Caraffa? ¿O a un final del que no puedas despertar? Por supuesto que nadie sabe cuando sucederá pero siempre es así; una persona nace sin saber cuando su cuerpo se despedirá de la vida, puede ser segundos después de nacer o décadas después … es lo que hace que la existencia sea interesante. Quizás tú, yo y quienes viven a través de las olas del tiempo, lo olvidemos con frecuencia. No lo sé – admitió, sin que su cuerpo reflejara ninguna de las opiniones haciendo evidente lo que el fantasma decía; no estaban vivos ni podían experimentar la vida por medio de ellos aunque asi lo desearan. Eran evidentemente los jugadores pero carecían de la empatía o el interes para saber comportarse como meras piezas y en ese caso, quizas era fundamental hacerlo.
-Condenada… es una palabra graciosa que usas para tus vasallos-Se detuvo, su voz sonaba levemente impresionada y divertida con la comparacion - Pero dime ¿Quién es mi verdugo, Caraffa? Según las diferentes creencias he cometidos muchos errores, merezco muchos infiernos pero no todas ellas coinciden en mi castigo, ni en el por qué– clavo sus ojos negros en él por un instante antes de dirigirlos nuevamente hacia la cúpula – Tras todos estos años, pensé que sabrías que hacemos aquí. Incluso si no somos los enemigos que te han dispuesto en batalla, tampoco somos tus aliados y por todas las cosas no deberías permitirme ser aliada de tu enemigo – sus ojos viajaron a las figuras bíblicas de los ángeles que se arremolinaban alrededor de una figura femenina – Los ángeles velan y protegen una ley superior, ustedes defienden el caos y su propio gobierno en la tierra que les fue arrebatado. Nosotros, existimos para asegurarnos que el hombre sea hombre, con sus defectos y virtudes. Sin la intervención o influencia de quienes jamas sabrían como serlo – su mirada regreso hacia el –por mucho que juegues a pretenderlo-
Morrigan*****- Fantasma
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Re: El Baile de los Ahorcados | Privado
El rumbo que había tomado aquella plática estaba resultando interesante. Aunque el espectro, que invadía ahora el cuerpo del inquisidor, había enunciado palabras filosas, aquello no disgustó al Santo Padre; sólo sus servidores se inquietaron un poco. Pero bastó un ademán de su líder para que se calmaran lo suficiente. Caraffa sabía perfectamente a quien se estaba enfrentando. A pesar de que su recipiente estuviera consumiéndose por el tiempo, su espíritu era tan antiguo como las mismas raíces del planeta, y, aunque el castigo en un principio era la ignorancia, ese mismo transcurrir de los años, que ahora lo dañaba externamente, le proporcionó ventajas. Ellos, los dueños del submundo, habían adquirido un conocimiento basado en la destrucción del alma; nada tenía que ver con el conocimiento profundo, aquel en el que el individuo podía unirse al cosmos. Algo que no convenía en lo absoluto a los amos del caos.
Se dio media vuelta y avanzó hacia el altar mayor, deteniéndose frente a éste, contemplando las casi extintas flamas de los candelabros.
—Habéis vivido siglos, pero no los suficientes. Incluso, esos textos no han existido tanto; sin embargo, el poder que adquirió su autor, por parte de los aliados del Creador, fue tanto, que supo cómo tener dominio sobre las criaturas de la Tierra. Aun así, era un hombre demasiado justo como para aprovecharse de tanta sabiduría —dijo Caraffa luego de unos largos segundos de silencio—. Vosotros siempre estáis empeñaos en un cambio; en un equilibrio. Siempre, siempre, habláis de lo mismo. Pero, ¿estáis conscientes de lo elemental para mantener ese equilibrio? Supongo que sí. No os considero idiotas; sin embargo… Por experiencia, reconozco que, aunque sea algo que nos hiera el orgullo, a los mortales no nos agrada reconocer la verdad.
Se giró nuevamente y observó a través de la mirada muerta del hombre que servía de objeto de posesión del espíritu.
—Para que exista el bien, también debe existir el mal. Las utopías no son bien vistas, y eso se comprobó con la caída de Adán y Eva, mi estimado ser espectral —habló con la experiencia de su propia existencia—. Vosotros queréis una utopía, ¡una Atlántida! ¡Un Edén! Pero, ¿se han puesto a analizar lo poco fiable que sería? La existencia de la perfección se reduciría a la ignorancia y en estar bajo el yugo de alguien más astuto que todos. ¿Es eso lo que buscáis con tanta devoción? El ejército celeste sólo está para seguir al Creador cuando su conciencia se consuma por completo ante el elixir divino. No obstante, y lo digo con pruebas fidedignas, ellos también fueron condenados a este caos surgido del equilibrio del bien y el mal. Serán atormentados, porque ahora son jóvenes… Nosotros, de en cambio, llevamos una eternidad caminando entre hombres.
Esbozó una sonrisa ladina, mientras hacía una pausa larga. El silencio impacientó a sus servidores; pero sólo era cuestión de tiempo para que Caraffa dejara caer otra de sus extrañas interrogantes, manteniendo la misma calma de antes.
—Decidme algo, ¿acaso no teméis al final también? Todo será consumido en el último día. Las opciones para evitarlo son escasas, pero al menos las hay. ¿Qué hará Agartha? Hay verdades que aún desconoce la famosa hermandad, pues, vuestro creador, el enigmático Badr, no dio mucho detalle de ciertos asuntos. Él poco os habló de su verdadero origen. ¿Realmente sabéis cuál fue su fin al crear Agartha?
Se dio media vuelta y avanzó hacia el altar mayor, deteniéndose frente a éste, contemplando las casi extintas flamas de los candelabros.
—Habéis vivido siglos, pero no los suficientes. Incluso, esos textos no han existido tanto; sin embargo, el poder que adquirió su autor, por parte de los aliados del Creador, fue tanto, que supo cómo tener dominio sobre las criaturas de la Tierra. Aun así, era un hombre demasiado justo como para aprovecharse de tanta sabiduría —dijo Caraffa luego de unos largos segundos de silencio—. Vosotros siempre estáis empeñaos en un cambio; en un equilibrio. Siempre, siempre, habláis de lo mismo. Pero, ¿estáis conscientes de lo elemental para mantener ese equilibrio? Supongo que sí. No os considero idiotas; sin embargo… Por experiencia, reconozco que, aunque sea algo que nos hiera el orgullo, a los mortales no nos agrada reconocer la verdad.
Se giró nuevamente y observó a través de la mirada muerta del hombre que servía de objeto de posesión del espíritu.
—Para que exista el bien, también debe existir el mal. Las utopías no son bien vistas, y eso se comprobó con la caída de Adán y Eva, mi estimado ser espectral —habló con la experiencia de su propia existencia—. Vosotros queréis una utopía, ¡una Atlántida! ¡Un Edén! Pero, ¿se han puesto a analizar lo poco fiable que sería? La existencia de la perfección se reduciría a la ignorancia y en estar bajo el yugo de alguien más astuto que todos. ¿Es eso lo que buscáis con tanta devoción? El ejército celeste sólo está para seguir al Creador cuando su conciencia se consuma por completo ante el elixir divino. No obstante, y lo digo con pruebas fidedignas, ellos también fueron condenados a este caos surgido del equilibrio del bien y el mal. Serán atormentados, porque ahora son jóvenes… Nosotros, de en cambio, llevamos una eternidad caminando entre hombres.
Esbozó una sonrisa ladina, mientras hacía una pausa larga. El silencio impacientó a sus servidores; pero sólo era cuestión de tiempo para que Caraffa dejara caer otra de sus extrañas interrogantes, manteniendo la misma calma de antes.
—Decidme algo, ¿acaso no teméis al final también? Todo será consumido en el último día. Las opciones para evitarlo son escasas, pero al menos las hay. ¿Qué hará Agartha? Hay verdades que aún desconoce la famosa hermandad, pues, vuestro creador, el enigmático Badr, no dio mucho detalle de ciertos asuntos. Él poco os habló de su verdadero origen. ¿Realmente sabéis cuál fue su fin al crear Agartha?
Gian Pietro Caraffa- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/09/2014
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