«Baile en la oscuridad». [Privado con Lucciano Vecchio.]

El tintineo de las monedas al caer en aquel ajado sombrero, era acallado, por los abalorios que la morena tenía cosidos en su larga falda.  Había estado desde la entrada de la tarde bailando en aquella parte de la cuidad, claramente en busca de ganarse algo de dinero. Y no parecía ir del todo mal.  A pesar de su cansancio, todo aquello valía la pena.

A la llegada del anochecer, ella optó por concluir con aquel espectáculo callejero, en verdad estaba agotada, y para colmo, la cicatriz de su espalda empezaba a darle fuertes punzadas.  Entrecerró con suavidad los ojos, y optó por apoyarse durante unos segundos en aquella fría pared.  Un pequeño quejido se le escapó de entre los labios, en verdad aquella cicatriz le dolía mucho a veces.  

Después de un rato, optó por agacharse y contar las moneditas que había ganado. No era mucho, pero tampoco había estado mal. Le daría para unos cuantos días, suficiente para descansar y dedicarse a sus otros quehaceres. Se guardó las moneditas en la bolsita de cuero que llevaba colgada de su falda, y la ató bien para que las monedas no cayeran.  Luego agarró aquel viejo sombrero y muy a su pesar su puso a caminar de camino a casa.  Ya estaba anocheciendo.  «La noche es oscura y alberga horrores…»; murmuró en bajito.

Para colmo, aún le quedaba un largo trecho hasta llegar a casa, estaba bastante lejos. Seguramente anochecería antes de que ella llegara, y sin duda no le iba a hacer gracia.  No le gustaría toparse con ningún ser no deseado.Para colmo, se empezaba a ver a algún borracho por la calle, y eso nunca era bueno.  Apuró un poco más el paso y ahogó un pequeño quejidito que se le escapó nuevamente de entre los labios, pero esta vez no era un quejido de dolor físico.

Su mente le gritaba cosas algo incoherentes, flasbacks de aquella fatídica se le pasaban por delante de los ojos como si estuviera pasando en esos momentos. Y estaba segura de que aquello no era buena señal.  Se mordió con suavidad el labio inferior y apretó con suavidad la mano derecha contra, incluso se acabó por hacer sangre en el labio inferior debido a la presión ejercida por sus incisivos.

Sus flashbacks no la dejaron oír aquellos pasos que la seguían, tenía la mente en otro lugar. Tenía todo su ser en otro lugar. Se sabía el camino de vuelta a su casa de memoria,  sus pies iban solos, ellos la guiaban.  No podía evitar apretar el sombrero de forma fuerte con la mano izquierda, mientras que con la derecha, seguía apretando la tela de su falda.   ¿Por qué a ella?  ¿Por qué la tuvieron que marcar a ella?  Quizás habría sido mejor no intentar escapar, quizás… habría sido mejor estar como sus padres y hermanos estaban ahora.

Un pequeño suspiro se le escapó de los labios, la vida era demasiado cruel. Pero siempre podía ir a peor, ¿no?  Sin darse cuenta, llegó a aquella calle tan oscura, esa calle le daba bastante miedo, pero iba tan sumergida en sus cosas, que apenas se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Hasta que… alguien la asaltó de una forma que ella no se esperaba y la sacó de golpe y plumazo de sus pensamientos.  Ahogó un pequeño gritito y dio un corto paso hacia atrás.  Apretó con suavidad los labios y se llevó una mano a su pecho. Sin duda se había asustado.  

Aquella casaca ajustada, con escote y ajada que llevaba, dejaba ver como su pecho subía y bajaba de una forma algo acelerada.  Ladeó un poco la cabeza e intentó prestar atención a las palabras que él decía, pero no podía dejar de mirarle. Ni a él, ni a aquella reluciente moneda.

―Lo siento, pero… no sería buena idea.― dijo. Ella no era una mujer de compañía, ella solo bailaba en la calle. Se cuadró un poco ante él, y dio un par de pasos hacia adelante, pero claramente con las intenciones de rodearle y no acercarse mucho. Aunque algo cerca estaba. Aparte, Liona no era una mujer fácil de engatusar, tenía las ideas muy claras. O eso creía ella. ― Muchas gracias por el cumplido, pero… debería irme ya. Se me ha hecho demasiado…― pero algo la obligó a callarse. Se fijó en aquellos extraños ojos.  Entreabrió con suavidad los labios e intentó apartar la mirada, pero le costaba. ― Tarde..― dijo finalmente.

Tardó un largo rato en responder, se había quedado perdida en los ojos de aquel hombre. Ojos profundos y llenos de oscuridad; pensó mientras se mordisqueaba nuevamente el labio, claramente de forma inconsciente y algo infantil.  ¿Por qué quería ese hombre un baile privado? Nunca antes le habían pedido algo así… Y su tía la había avisado sobre aquellas propuestas. Nunca acaban bien, y las malas lenguas dirían que no solo había sido un baile. Eso realmente no le preocupaba, no hacía mucho caso del qué dirán. Básicamente era por orgullo. Y sin duda las palabras de aquel hombre lo hirieron.

Sintió ganas de abofetearle duramente, pero prefirió controlarse y contestar de la forma más educada que pudo. ― Creo que se está equivocando, señor.― Un escalofrío recorrió su espalda por completo, y eso la hizo soltar un leve y sugerente suspiro. Maldita cicatriz, pensó mientras se revolvía un poco.  Cuando él clavó de aquella manera su mirada en la de ella, la morena miró a otro lado rápidamente.  Es decir, bajó un poco la cabeza en un acto de sumisión. Eso sí, sin darse cuenta de lo que aquello podría significar.

Una pequeña brisa empezó a soplar, y el olor de aquel hombre invadió sus fosas nasales. Aquel olor… aquel olor le era tan familiar.  Aquel viejo sombrero se le cayó al suelo, sus manos brazos parecieron dejar de obedecerla, en realidad todo su cuerpo dejó de obedecerla por unos segundos. Sintió como todo se le revolvía por dentro, incluso le dio un leve mareo que la hizo extender las manos y agarrarse a lo que más a mano tenía. Él.  Al ser mucho más bajita que él, y al tener la cabeza gacha, su melena había caído hacía adelante, y ahora se podía entrever algo de aquella cicatriz que tenía en la espalda, ya que ocupaba toda esta.   Apretó con suavidad los labios, y sin darse cuenta, clavó las uñas en los hombros de aquel hombre. Todo era extraño, su olor la había invadido por completo y eso sin duda no le sentó bien. Le recordó a algo, pero no sabía con certeza a qué.

― Lo siento…yo.. estoy demasiado cansada.― musitó mientras entrecerraba los ojos. Incluso se irguió lentamente para así, acabar por clavar la mirada otra vez en la ajena.  No había caído en que aún seguía con las manos posadas en los hombros ajenos, nuevamente se había perdido en aquellos profundos orbes.

Cuando él la agarró de aquella manera para que ella no cayera al suelo, su cuerpo se estremeció por completo, incluso un pequeño escalofrío la recorrió entera, y estaba segura de que él había podido sentirlo. Nunca antes la había agarrado de aquella manera tan delicada y a la vez atrayente. Hubo un largo silencio entre ambos, ella no dejaba de mirarle, ¿por qué algo le decía que aquel tipo era como el que le había hecho eso en la espalda?  Sin darse cuenta, clavó un poco las uñas en los hombros ajenos, tenía unas largas.  Estaba inquieta, sabía que eso no iba a acabar bien, pero ¿por qué no podía dejar de mirarle? Finalmente,  y en contra de su propia voluntad, bajó un poco la cabeza y soltó un pequeño y entrecortado suspiro.

No cayó en la cuenta de que él se había fijado en su cicatriz, ¿qué habría pasado si aquel vampiro la hubiera conseguido agarrar? ¿La habría matado, o se la habría llevado con él? Eso era algo que no sabía, y realmente prefería no saberlo nunca. Odiaba a esos seres, los odiaba con todas sus fuerzas.  Sus pensamientos, la volvieron apartar de aquella oscura realidad, pero aquel hombre pronto se encargó de llevarla de vuelta. Ya que su nueva forma de agarrarla, la hizo suspirar. Cuando la tomó de la barbilla, ella entreabrió sus carnosos labios y sin poder evitarlo, volvió a clavar la mirada en la ajena.  

Relajó un poco sus dedos, pero no por ello dejó de clavar las uñas en los hombros ajenos. Se sentía mucho más pequeña de lo que ya era delante de aquel hombre, tenía que tener la cabeza bastante alzada para poder mirarle fijamente.  A pesar de todo, seguía con aquel horrible cansancio, y aquella revoltura causada por el olor de aquel hombre. Le era tan familiar… No había oído el ruido de los caballos acercarse hasta ese momento, estaba tan ocupada en pensar en aquel ser, que apenas podía oír ya sus propios pensamientos.   Cuando él le habló, ella intentó apartarse con suavidad, pero fue imposible deshacerse de su agarre.

Su pecho empezó a subir y a bajar bastante rápido, parecía que se estaba poniendo bastante nerviosa, y así era. Su tía le había hablado algunos de los posibles dones que tenían aquellos seres de la noche.  Sus sospechas cada vez eran más y más claras.  Pero a pesar de todo, ahora estaba tan cansada, que apenas podía quejarse.  El relinchar de aquel caballo, solo hizo que ella se pegara más a aquel hombre. Como si él pudiera protegerla de todo, idiota; pensó. ¿La mataría?  ¿Sería en verdad un vampiro o todo se lo estaba imaginado ella?    Al oírle hablar nuevamente, ella dejó que una pequeña lágrima cayera por su mejilla derecha.  Sus brazos empezaban a pesarle, incluso le costaba mantenerlos en los hombros ajenos.  ― Sé… lo que…eres…― musitó bastante bajito. O eso creía ella, quizás se equivocaba. Pero no estaba segura, todo apuntaba a que no.  Sus párpados le pensaban, hacía todo lo posible para no caer presa de aquel repentino sueño que la invadía, pero era muy difícil. Parecía como si alguien cantara una terrorífica canción de cuna en su cabeza. Finalmente, todo se sumió en una completa oscuridad. Sus párpados se habían cerrado por completo.

Se dejó caer en los brazos del vampiro, lo siguiente que notó, fue que estaba tumbada en un mullido y cálido asiento. Y no dudó mucho en acomodarse y soltar algo parecido a un pequeño quejido. Ni en sus sueños estaba segura, puesto eran también de lo más peligrosos. Al menos para ella.  Puesto que no dejaba de rememorar aquella noche, pero esa vez…. Aquel vampiro que le había dejado aquella cicatriz en la espalda, tenía rostro, y quizás era su subconsciente el que le había puesto rostro a aquel vampiro, pero ahora le veía a él. A Lucciano.  Sí, todo era cosa de su pequeño e imaginativo cerebro.  Sin poder evitarlo, se removió en aquel asiento, y ahogó un pequeño quejido, incluso se arqueó un poco, cosa que provocó que su escote se entreviera un poco más. Su respiración era más agitada que antes, estaba claro que no lo estaba pasando bien en aquel pequeño trance.

Durante el viaje, ella no hizo ademán alguno de despertarse, todo lo contrario, seguía sumida en aquel profundo sueño. Y a decir verdad, su subconsciente, quería despertarse ya, tenía miedo. Su propio sueño la aterraba.  En aquel suelo, aquel vampiro al que le había puesto cara, lograba cogerla. Saciaba su sed con la sangre de su cuerpo, y sin duda, no era algo agradable.

No fue consciente de nada durante el viaje, ni tampoco de cuando la sacaron y la llevaron al interior de aquella casa. Nada, no era consciente de nada.  Solo de aquel horrible suelo que estaba teniendo.  Una vez en aquella mullida cama, volvió a revolverse, pero muy poco. Pero a medida que pasaban las horas, ella en uno de aquellos movimientos, acabó por medio abrazarse al cuerpo ajeno, incluso hacía lo posible por esconder su cabeza en el hueco que había entre el cuello y el hombro de aquel chico. Pero fue entonces cuando entreabrió con lentitud los ojos.  ¿Habría sido todo un simple sueño?; pensó ella mientras parpadeaba un par de veces, pero sin moverse aún.

Achinó con levedad los ojos, y frunció el ceño al ver que casi estaba encima de alguien, ¿su primo quizás?  No, imposible aquel olor… no era de su primo. Se apartó un poco, y ahogó aquel gritito que por poco escaba de sus labios. ¿Qué hacía ahí…ese hombre? No, mejor, ¿qué hacía ahí ella?  Se arrastró por la cama para apartarse de él, y apretó los labios mientras que con las manos agarraba la colcha aquella sobre la que estaba sentada.  ― ¿Qué hago aquí? ¿Qué me has hecho? ― medio gritó ella. «No es momento de llorar, Liona»; se repitió mentalmente.  Con cierto disimulo, analizó aquella habitación, pero siempre ponía atención sobre aquel ser. No quería quitarle los ojos de encima. Sabía que no podía fiarse de alguien como él. No, no podía.

― ¿Vas a matarme? ― preguntó con aparente tranquilidad. ― No le tengo miedo a la muerte.― espetó sin saber muy bien porqué. Oh, claro que tenía miedo a morir, pero realmente lo prefería. Prefería morir en ese instante, que no dejar que un vampiro volviera a tocarla. O eso creía ella.

Frunció el ceño cuando él empezó hablar, incluso a cada palabra, ella se tensaba más y más. Su corazón latía a mil por hora, y esa sensación no le gustaba.  Sin poder evitarlo, cuando él dijo eso de que si desease su muerte, no se habría tomado tantas molestias, ella apretó los labios de mala gana.  Odiaba a esos seres. Sanguijuelas asquerosas; pensó ella.

Antes de que él empezara a controlarle la mente, ella había puesto uno de sus ahora descalzos pies, en el pecho ajeno para intentar apartarle. Pero en el momento que él empezó a jugar con ella, no pudo evitar quedarse quita.  Sus ojos cogieron un brillo extraño cuando él la tumbó en la cama. ― Por favor…― rogó ella. No podía moverse por el momento, pero él no le había impedido hablar.  «Oh por favor, que alguien me ayude»; rogó ella para sus adentros. ¿Por qué a ella? ¿Sería aquello parte de la profecía de su tía? No, imposible, ella jamás caería en los brazos de un ser como él.  Ellos habían matado a sus padres y a sus hermanos. No podía.  Apretó los labios al notar cómo le agarraba una de sus muñecas, pero lo peor fue cuando le alzó el brazo y le obligó a colocarlo encima de su propia y oscura cabellera. Un fuerte jadeó se le escapó de entre los labios.

― No lo hagas…― rogó nuevamente cuando él la obligó a girar el rostro. Ahogó un pequeño grito que luchaba por salir de sus labios y cerró con fuerza los ojos al notar los dedos ajenos apartar unos cuantos mechones que había esparcidos por su cuello.  Él estaba helado, y en parte, aquel frío la incomodaba  aún más, no le gustaba. Ella estaba caliente, su piel era cálida.  Pero cuando los labios ajenos, rozaron su piel, ella no pudo evitar estremecerse. Era la primera vez que… bueno, era la primera vez que hacía algo así. Sin abrir aún los ojos, entreabrió los labios, y una especie de sollozo salió de estos.  Sentía que iba recobrando su voluntad, y sin poder evitarlo. Cuando él hundió los colmillos en su cuello, la morena clavó las uñas en la nuca ajena.

Aquello la hizo arquear el cuerpo y soltar un fuerte, pero excitante quejido. Sin quererlo, entreabrió un poco sus piernas, dejando que el cuerpo ajeno quedara encajado perfectamente entre ellas.  Echó un poco la cabeza hacia atrás,y dejó que su cuerpo se pegara más al ajeno en busca de alguna forma de romper aquella extraña unión, pero al ver que solo conseguía apretarse más y más contra él, apretó aún más los ojos. Los recuerdos que él veía, volvían a pasarse por la mente de la muchacha. Aquello era una pesadilla que nunca paraba.  

En su mente todo parecía muy real, ella era una hermosa niña, estaba llorando sin consuelo frente a los cadáveres de sus padres cuando aquel ser la asaltó por la espalda.  Ella, al oír la respiración ajena, se había girado y había visto su rostro, pero en sus recuerdos, todo se veía muy borroso. Todo apuntaba, a que la mente de la muchacha, había querido olvidar a aquel ser en la medida de lo posible. No se podía identificar, solo se veía que era un hombre alto, y de cabellos algo largos.  Aquel vampiro, en un intento de agarrarla, le había hecho una profunda, sangrante y dolorosa herida en la espalda, pero por suerte logró escapar.  Pensó que no, pero pudo correr hasta llegar a donde estaban sus tíos. Su tía, al ver el estado de la pequeña, y sabiendas que no se tendría mucho más tiempo de pie, no dudó en cogerla en brazos y meterla en aquella carreta, en la que los últimos y sobrevivientes integrantes de la familia Kane escapaban. Liona gritaba, y decía que no podía dejar ahí a sus padres y a sus hermanos, incluso había sacado fuerzas de donde no las había, y había intentado bajarse en varias ocasiones para volver con ellos, pero su tía se lo impedía.

Todo era tan real, que la morena, no podía evitar sollozar por lo bajo.  Todos sus recuerdos abordaban su mente de una forma que nunca antes había sentido. Era horrible. La mano que tenía en la nuca de aquel ser, cayó con lentitud sobre la cama.  Podía sentir como aquel reguero de sangre bajaba hasta sus pechos y los humedecía, también la tela de su blusa se había teñido de un tono carmesí, la sentía húmeda. ― B-basta…― rogó en un pequeño y sollozante hilo de voz.

Jadeaba, jadeaba bastante. La pérdida de sangre estaba empezando a hacer mellas en el cuerpo ajeno, había empezado a ponerse pálida debido a lo que él hacía. Sin duda, por momentos, pensaba que iba acabar con ella de un momento a otro. Le susurraba como buenamente podía que se detuviera, y cuando por fin sus plegarias habían sido escuchadas, ella intentó respirar con normalidad. Pero a decir verdad, le costaba muchísimo.  Con suavidad, entreabrió los ojos y se fijó en como él se relamía los labios.  Una pequeña gotita de su propia sangre, cayó de los labios ajenos y aterrizó en los de ella. Pero ni se le pasó por la cabeza relamerse, bueno, en realidad sí. Pero no lo hizo.  

Le siguió con la mirada, y cuando le vio dejarse caer nuevamente sobre ella, soltó un pequeño y adorable ruidito, que daba a entender que no le quería ahí.  Intentó erguirse, pero cuando quiso moverse, su cuerpo le dijo que no era buena idea. ¿Tan agotada estaba después de eso?  A medida que su respiración se iba relajando, sus músculos también se iba destensando lentamente.  Giró un poco la cabeza, y posó la mirada en una de las paredes de aquel lugar. Claramente, había girado la cabeza de tal manera, que la marca que ahora tenía en su cuello quedara escondida.  

Las palabras de aquel hombre, no tardaron mucho en perturbarla, y sin duda sintió unas fuertes ganas de  morirse. ¿Por qué ella? ¿Por qué ella?  Se encogió con levedad y ahogó nuevamente un pequeño sollozo. ― Yo no quiero que vosotros me deseéis.― musitó como buenamente podía.  Sacó fuerzas de donde no las había, y le apartó, para poder ella incorporarse un poco, suerte que se había agarrado de forma fuerte a las sábanas, si no, no habría conseguido sentarse en la cama.  Echó la cabeza un poco hacía atrás, e intento coger una larga bocanada de aire.   Segundos después, volvió a clavar la vista en la ajena. ― No dejaré que nadie vuelva a morderme…. Y tampoco quiero ser algo único que los de tu clase desean. Si es preciso… yo misma acabaré con todo esto.― espetó mientras lo miraba. Sus palabras la hicieron recordar que tenía un poco de su propia sangre sobre sus labios, pero le daba igual.

 Su pecho seguía subiendo y bajando, pero ahora más despacio. Claramente, cuando dijo que acabaría con todo aquello, se refería a que si fuera preciso, se quitaría la vida sin pensarlo dos veces. Ella creía firmemente en sus propias palabras, o eso pensaba en aquellos momentos.

Sus palabras no le hicieron gracia, ¿así que la iba usar de cebo? ¿Pero ese quién se creía que era? No iba a permitir aquello, no quería ser el juego de unos cuantos vampiros.  No quería que nadie más sufriera por ella.   Prefirió no contestar a aquellas palabras, ya que realmente no sabía que contestar. No quería saber más de sus planes, porque no quería formar parte de ellos.  Pero entonces, cuando iba a decir que quería irse de ahí, él se acercó aún más y empezó a jugar con un mechón de su largo cabello.  

Se le puso la piel de gallina al notar como colocaba uno de los mechones detrás de su oreja. Bueno, ¿y qué pasaba si se le ponía la piel de gallina? Eso no significaba nada, era por su frío tacto. Sí, era por eso.  Pero cuando aquella mano viajó hasta su mejilla y la sostuvo por la mandíbula, sintió un fuerte cosquilleo en su bajo vientre. Cosa que la hizo tensarse un poco. Un poco mucho.  Un rubor apareció en las mejillas de la muchacha debido a aquello que estaba pasando, nunca le había pasado nada así. Había apoyado las manos en el pecho ajeno, ya que cuando él la había acercado aún más, quiso seguir con unos centímetros de separación.

― Es lo que más deseo en esta vida.― respondió casi después de sus palabras. Sí, ella deseaba acabar con su vida, acabar con aquellos tortuosos sueños y con todo lo que la rodeaba.  Le miró fijamente durante unos segundos, y cuando él la besó de aquella manera, la morena cerró fuerte los ojos. Nuevamente sintió un cosquilleo en su bajo vientre, y sin poder evitarlo, soltó algo parecido a un pequeño jadeo.  Nuevamente se sintió demasiado pequeña a su lado.

El beso de la muchacha era demasiado torpe, pero muy adorable debido a su inexperiencia. Sí, aquel era su primer beso. Y a decir verdad, aquel sabor metálico la molestaba bastante, pero pensaba que eran restos de su propia sangre.  Entre la saliva y demás, no se dio cuenta de lo que en verdad él estaba haciendo.  Ella, había incluso vuelvo a clavar las uñas en el cuerpo ajeno, esta vez, en el pecho de aquel muchacho.  A medida que se alargaba aquello, ella le iba pillando el truco, y sin darse cuenta, se había pegado más a él en busca de más.  Incluso le había mordido el labio inferior… Pero cuando él se apartó un poquito y empezó a hablar, su pequeño microcuento se rompió en mil pedazos y volvió a caerse de bruces en una fría y oscura realidad.

Tenía la respiración agitada debido a lo intenso que había sido para ella aquel beso. Sin duda el mejor, pero jamás lo reconocería. No contestó con palabras a lo que él le había dicho, si no que, le soltó una fuerte y sonora bofetada.  No le gustó eso de que él la hubiera hecho beber su sangre. ¡Y ella pensando que solo había querido versarla! Qué estúpida.  No quería decirle cual era su don, su tía le decía que nunca debía de mencionarlo, o podría salir mal parada.  Por eso, rápidamente, y a pesar de todo, se levantó y caminó hasta la puerta. Pero cuando la quiso abrir, se dio cuenta de que estaba cerrada con llave.  Soltó un pequeño quejido, y se mordió el labio inferior con fuerza, pero eso, solo le hizo recordar el sabor de aquel hombre.

― ¿Y qué piensas hacer para impedir mi muerte…? ¿Me vas a obligar a beber de ti siempre?  ¿Me vas a hacer tu prisionera?― preguntó mientras apoyaba la frente en la puerta. Quería saber que iba a pasar con ella.  Le urgía saberlo. Apoyó su mano derecha en la puerta, por encima de su cabeza y entrecerró con suavidad los ojos.

Le maldijo en silencio cuando le oyó levantarse, y su espalda se tensó, bueno, todo su cuerpo se tensó, haciendo así, que la joven morena se irguiera un poquito más. Al notar como acariciaba sus cabellos, para después colocar una de aquellas frías manos sobre la de ella, soltó un fuerte respiro. Pero aquel no fue el único suspiro que soltó, ya que al notarle tan pegado a ella, no pudo evitar soltar otro. ¿Para qué mentir? Desde que la besó, empezó a gustarle tenerle cerca. Pero sabía disimular bastante bien.

― Nadie en el cielo o el infierno tuvo poder sobre mí, nunca. Y tú no vas a ser el primero. ― espetó mientras entrecerraba los ojos. No le importaba su tono peligroso, bueno, sí que le importaba, pero algo le decía que no iba a matarla.  Torció un poco el cuello, y cerró por completo los ojos. ― Tienes una preocupante obsesión con mi don. No es gran cosa como crees.― confesó por fin, con cierta diversión.  Sus amenazantes palabras, aparte de darle miedo, la hicieron sentirse ciertamente protegida. «No sería demasiado difícil encontrarte, tengo muchos ojos en París». Esas palabras retumbaron por su cabeza durante un par de segundos, segundos que la hicieron sonreír con cierta inocencia.

Se retorció con levedad cuando la agarró para girarla, incluso se resistió un poco, pero él era más fuerte, y finalmente consiguió hacer que ella se girara. Apretó los labios y cuando él se apretó contra ella, y la obligó a mirarlo, frunció el ceño.  Sus palabras la irritaron bastante, y nuevamente, le soltó una sonora y dolorosa bofetada en la mejilla derecha. ― Deja de amenazarme. ― medio ordenó. Estuvo tensa durante unos segundos,  y no pudo evitar en fijarse en la mejilla del chico. Seguramente le habría dolido, y ya era la segunda de aquella noche. ¡Pero que se jodiera, él la había mordido y había bebido de ella!  Eso la hizo romper por completo el contacto visual con él, para así, bajar la vista a su propio escote. Sus pechos estaban manchados de su propia sangre, al igual que parte de su camisa.

Resignada, apoyó la cabeza contra la puerta y soltó un fuerte suspiro, que hizo que debido a la cercanía, sus pechos se aplastaran en el torso ajeno. Aquella presión fue agradable, y habría dado lo que fuera por suspirar otra vez y sentirle, pero una parte de ella se negaba a repetirlo. Evidentemente, no había respondido a una de las preguntas de Lucciano, ya que a su parecer, estaba claro. Ella prefería que él la encontrara antes que aquellos que una vez intentaron matarla. Al menos, sabía, o quería creer, que con él estaría a salvo.  A pesar de todo, aún seguía teniendo los ojos rojos y algo vidriosos. Aquel disgusto no iba a pasársele así como así.

Con la suavidad que a él le faltaba, ella le agarró con suavidad la mano derecha y le obligó a mostrar su palma. Empezó a pasar con suavidad el dedo índice de su mano izquierda sobre las líneas de la mano ajena, y frunció con suavidad el ceño. Incluso sus labios se entreabrieron con suavidad.  ¿Por qué se veía a sí misma en el futuro de aquel ser? Intentaba leer su mano con claridad, pero todo estaba turbado, seguramente por la lucha interna que ella tenía consigo misma.

Realmente no había oído sus palabras anteriores, o no las había querido oír del todo. ¿Ellos los primeros, él el primero? ¿Aquello era un juego erótico para todos aquellos seres? Prefería no pensar, en aquello. No quería imaginarse cosas así, y menos con él hombre que intentó, tiempo atrás, matarla.   Sin darse cuenta, apretó un poco más fuerte la mano del muchacho, y se fijo en más en lo que las líneas de la mano ajena le decían.

Nuevamente, volvió a acariciar las líneas de la mano ajena, con su dedo índice de la mano izquierda. ― Me veo a mi.― espetó. Aunque para ella, aquella lectura le sentaba como una buena bofetada. Era horrible, ¿por qué estaba ella ahí?  Alzó un poco la mirada, y clavó los ojos en los ajenos. ― No veo las cosas muy claras, pero algo que está claro en tu futuro, soy yo.  Me veo a mí.― dijo con cierta incredulidad. Ni ella misma podía entenderlo.

Bajó lentamente la mirada por el rostro ajeno, y llegó hasta sus labios, donde se detuvo durante unos segundos. Ladeó con lentitud la cabeza, y después de soltar un pequeño suspiro, volvió a bajar la vista a la mano del vampiro. Ella nunca fallaba en sus lecturas, era bastante buena en el arte de la adivinación. ― Y hay otra mujer, una mujer que interpreta un papel bastante importante en tu… vida. Una mujer de tu misma naturaleza. Pero no logro ver nada más en estos momentos. ―  musitó mientras volvía a recorrer la mano ajena con su dedo. Era normal, estaba agotada debido a todas aquellas emociones, las cuales ya empezaban a turbarse en su cabeza.

Por un puro impulso, después de decir eso, tiró un poco de él hacía ella. Quería saber más de aquella mujer. Pero prefirió soltarle con suavidad la mano y entrecerrar los ojos, sería mejor no seguir. ― No quiero irme ahora.― musitó casi sin darse cuenta y con los ojos aún cerrados. Respiró con suavidad, y se apoyó nuevamente en la puerta, para así, finalmente entreabrir los ojos y mirarle a él.