AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
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Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
Bethlem despertó más temprano que de costumbre aquella mañana. Realmente no se podía decir que hubiese llegado a estar dormido. Llevaba días descansando apenas unas horas. Él jamás había sido propenso a tener insomnio, pero quizá por segunda vez en su vida tenía lo que consideraba verdaderos motivos para no poder conciliar el sueño.
Las mismas imágenes martilleaban su mente desde el día que había ido a despedir a Beatrice al tren. No sólo se trataba de su imagen o la del tren alejándose. Al fin y al cabo sabía muy bien que aquello no le atormentaba, había comprado un billete de ida a Italia con el que podría reencontrarse con ella en apenas unos días. No… Lo que le atormentaba eran las imágenes que por alguna razón habían venido a su mente aquel día, las imágenes que desde entonces aprovechaban para aparecerse cuando menos lo esperaba, en los momentos menos oportunos, y sobre todo, en las noches. En el fondo el joven conocía la razón detrás de aquel tormento, pero se negaba rotundamente a aceptarla.
Cansado y con un fuerte dolor de cabeza el joven compositor decidió que era momento de levantarse. Estar allí no hacía más que ponerle nervioso, y necesitaba hacer algo que distrajese su mente. En un burdo intento de vestirse se puso la primera camisa que encontró, sin preocuparse si quiera en conjuntarla con los pantalones. Por una vez ni si quiera se molestó en mirarse al espejo, sabía que su aspecto dejaba que desear, que estaría desaliñado, con cara de sueño y pocos amigos, pero en aquel momento todo lo que quería era salir de aquella casa y alejarse del mundo. De hecho, a donde iba daba igual realmente su aspecto, puesto que el objetivo era no encontrarse con nadie, cuanto más lejos estuviese mejor.
Sin plantearse si quiera si su estómago necesitaba algo consistente con lo que llenarse, simplemente cogió una de las violas que compartía con su maestro y salió de la casa tan rápido como sus piernas se lo permitieron. No comprobó si Enzo estaba allí, no comprobó si tenía dinero en el bolsillo. Nada de eso importaba en aquel momento, tan sólo importaban la viola y que sus piernas le llevasen con rapidez a su destino.
Tiempo después, Bethlem se encontraba frente a un bello lago desenfundando la viola con aire distraído. ¿Por qué había elegido la viola? Para él era simple, era el instrumento que más acercaba su timbre al de un violonchelo, pero a diferencia de éste, la viola tenía un tamaño perfecto para ser transportada. El violín le gustaba, le gustaba escucharlo, pero tocarlo no del todo, puesto que sus manos eran grandes y resultaban torpes para la delicadeza que requería el violín. La viola era más sufrida, menos elegante quizá… Y él en aquellos instantes no buscaba elegancia.
Aún con aquel aire de músico misterioso inmerso en sus pensamientos, el joven afinó el instrumento con dedicación. A veces le habían criticado por el tiempo que se tomaba para afinar cada una de las cuerdas, pero al compositor no le importaba, lo prefería así puesto que no soportaba escuchar un instrumento desafinado. Una vez se sintió conforme con la afinación comenzó a tocar. En un principio no tocaba nada en particular, simplemente iba tocando melodías que recordaba de obras que aprendió antaño. Obras que concordaban con cómo se sentía en aquel momento, con fuerza, desgarradoras… Al reflejar aquellos sentimientos en el instrumento el joven se sentía mejor, más liberado. Simplemente por eso había decidido alejarse del mundo, para poder sentirse mejor.
Las mismas imágenes martilleaban su mente desde el día que había ido a despedir a Beatrice al tren. No sólo se trataba de su imagen o la del tren alejándose. Al fin y al cabo sabía muy bien que aquello no le atormentaba, había comprado un billete de ida a Italia con el que podría reencontrarse con ella en apenas unos días. No… Lo que le atormentaba eran las imágenes que por alguna razón habían venido a su mente aquel día, las imágenes que desde entonces aprovechaban para aparecerse cuando menos lo esperaba, en los momentos menos oportunos, y sobre todo, en las noches. En el fondo el joven conocía la razón detrás de aquel tormento, pero se negaba rotundamente a aceptarla.
Cansado y con un fuerte dolor de cabeza el joven compositor decidió que era momento de levantarse. Estar allí no hacía más que ponerle nervioso, y necesitaba hacer algo que distrajese su mente. En un burdo intento de vestirse se puso la primera camisa que encontró, sin preocuparse si quiera en conjuntarla con los pantalones. Por una vez ni si quiera se molestó en mirarse al espejo, sabía que su aspecto dejaba que desear, que estaría desaliñado, con cara de sueño y pocos amigos, pero en aquel momento todo lo que quería era salir de aquella casa y alejarse del mundo. De hecho, a donde iba daba igual realmente su aspecto, puesto que el objetivo era no encontrarse con nadie, cuanto más lejos estuviese mejor.
Sin plantearse si quiera si su estómago necesitaba algo consistente con lo que llenarse, simplemente cogió una de las violas que compartía con su maestro y salió de la casa tan rápido como sus piernas se lo permitieron. No comprobó si Enzo estaba allí, no comprobó si tenía dinero en el bolsillo. Nada de eso importaba en aquel momento, tan sólo importaban la viola y que sus piernas le llevasen con rapidez a su destino.
Tiempo después, Bethlem se encontraba frente a un bello lago desenfundando la viola con aire distraído. ¿Por qué había elegido la viola? Para él era simple, era el instrumento que más acercaba su timbre al de un violonchelo, pero a diferencia de éste, la viola tenía un tamaño perfecto para ser transportada. El violín le gustaba, le gustaba escucharlo, pero tocarlo no del todo, puesto que sus manos eran grandes y resultaban torpes para la delicadeza que requería el violín. La viola era más sufrida, menos elegante quizá… Y él en aquellos instantes no buscaba elegancia.
Aún con aquel aire de músico misterioso inmerso en sus pensamientos, el joven afinó el instrumento con dedicación. A veces le habían criticado por el tiempo que se tomaba para afinar cada una de las cuerdas, pero al compositor no le importaba, lo prefería así puesto que no soportaba escuchar un instrumento desafinado. Una vez se sintió conforme con la afinación comenzó a tocar. En un principio no tocaba nada en particular, simplemente iba tocando melodías que recordaba de obras que aprendió antaño. Obras que concordaban con cómo se sentía en aquel momento, con fuerza, desgarradoras… Al reflejar aquellos sentimientos en el instrumento el joven se sentía mejor, más liberado. Simplemente por eso había decidido alejarse del mundo, para poder sentirse mejor.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
Estar alerta, he ahí la vida;
yacer en la tranquilidad,
he ahí la muerte.
Oscar Wilde
yacer en la tranquilidad,
he ahí la muerte.
Oscar Wilde
La noche hacia horas había caído en el extenso territorio de la felina. A pesar de la brisa fresca, era una noche calmada y placentera desde la que se podía ver perfectamente las estrellas y la blanquecina luna alumbrar las sombras de los árboles. Todo estaba tranquilo y se respiraba la paz, excepto por algún que otro ruido de los conejos o de algún zorro en búsqueda de alimento. Sin embargo, esta tranquilidad era una mera ilusión pues para la cambiante la intranquilidad era el pan de cada día, su dueño hasta que volviera a encontrarse con Gaspard.
Desde la última vez que se lo encontró apenas habían pasado dos noches que le parecieron una eternidad y la pantera, cada vez más inquieta no dejaba de gruñir mientras se ocultaba entre la vegetación sigilosa sin rumbo más que el de perder tiempo y cansarse. La época del celo tan próximo la enloquecía, la desesperaba y todas sus células gritaban por ir y buscar a Gaspard por más peligroso que pudiera ser, pero por otro lado el raciocinio de su lado humano pensaba con lógica y le impedía cometer esa imprudencia que de costarle la vida a alguno, podría llegar a costarles a los dos.
Tras recorrer el bosque sin nada interesante, ni nada nuevo que ver o perseguir, la pantera terminó tumbándose entre la vegetación y oculta permaneció en un estado de ensoñación hasta que unas notas alteraron el bosque, incluyéndola a ella.
— ¿Qué ha sido eso? —Se preguntó al tiempo que levantándose se detenía a escuchar y en examinar aquel eco proveniente de algún lugar dentro de su territorio —. ¿Música? ¿Hay un músico tocando en mi bosque?
Las orejas de la pantera no tardaron en situar la proveniencia de las notas, y tras un salto, poniéndose a seguir el rastro, llegó hasta los lindes de sus terrenos, adentrándose en la zona del lago. Aquel lago que solía usar para su descanso y su zona de juegos. Kaya al adentrarse pudo escuchar mejor la melodía y tentada de dar media vuelta y volver a la tranquilidad d su paraje de ensueño; su hogar, finalmente decidió seguir hasta el final del asunto. Deseaba saber quién había en su lago, porque tocaba en esta noche solitaria y lo más importante, el motivo que podría haber llevado a un licántropo a tocar en su bosque.
Gruñó al aire tras olfatear de nuevo el aroma del joven más parecido al de los lobos, que al de los humanos y dejando atrás el escondite perfecto de las sombras de la noche, entró en el claro de luz que se abría hasta las aguas tranquilas del lago.
Aquel lugar siempre había sido y sería siempre su rincón favorito de sus tierras y en donde le gustaría siempre poder empezar allí una familia, crear un hogar con Gaspard. La pantera se movió y restregando su pelaje en uno de los árboles para dejar su inconfundible olor, caminó despacio hacia donde se encontraba la figura del joven.
Kaya entonces, se detuvo a unos pocos metros de su espalda y se sentó sin perder de vista al licántropo.
— ¿Qué os creéis que hacéis? —Preguntó secamente sin reparos a la hora de sorprenderle.
Quien dijo que la música amansa las fieras, en este caso; se equivocaba.
Kaya- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
El músico seguía tocando completamente concentrado, tratando de encontrar la paz que la música le había dado otras veces… Pero aún a pesar de conseguir calmar su corazón, el joven sabía que en el fondo su alma seguiría inquieta, y eso era algo que no podía remediar en aquellos instantes, ni si quiera con aquella viola.
Un gruñido llegó a sus oídos, al mismo tiempo que percibía un aroma que ahora le resultaba más conocido que la última vez que lo olió. Aquello le hizo fruncir el ceño. Aún así no paró de tocar. En esos momentos no, estaba en la mejor parte y no pretendía terminarla por nada del mundo. Aún así, conocía aquella melodía tan bien que se concentró en analizar lo que estaba oliendo. Aquel aroma no era el de la señorita Nurmi, con la que mágicamente se había encontrado meses atrás, curiosamente en una de las maravillosas zonas de bosques de París. Ella apareció curiosa mientras él buscaba la inspiración que todo músico ha ansiado encontrar alguna vez... Al parecer aquellos seres tan parecidos y distintos a los lobos al mismo tiempo, acostumbraban a rondar los bosques de París más de lo que lo hacían los lobos.
De pronto, una voz sonó en su cabeza, tosca, seca y hostil. Aquello hizo que los dedos del joven vacilasen sobre el mástil del instrumento y la melodía se rompiese. Bethlem cerró los ojos y apretó la mandíbula aún sin girarse. Sabía que debía contener su temperamento o podría acabar buscándose problemas. Con un gesto claramente tenso bajó la viola de su hombro y llenó de aire sus pulmones, para luego expulsarlo lentamente. Solamente entonces se permitió darse la vuelta para responder a la pantera que acababa de encontrarle.
-¿Usted qué cree que estoy haciendo?.- Dijo respondiendo en el mismo tono de voz, gélido, retenido e inquisitivo.- No sabía que estuviese prohibido tocar en los bosques.- Exclamó con su marcado acento italiano mientras observaba el animal sentado ante él. En el fondo si alguien le viese hablar así con un animal pensaría que estaba completamente loco, puesto que él podía oírla pensar, pero cualquier ser humano no podría hacerlo.
Se trataba de una pantera. Realmente el joven jamás había estado tan cerca de una, sabía que se trataba de tal animal por todo lo que había leído, pero nada más. Con la mandíbula marcada, y la expresión de desaprobación que mostraba su rostro observó al animal, elegante y amenazador al mismo tiempo. Desde luego en otras circunstancias se habría pensado dos veces aquella respuesta tan poco caballerosa… Pero hasta donde él sabía aquella zona no era de nadie, y era de todos los Parisinos al mismo tiempo. Además se sumaba las circunstancias del compositor en aquellos momentos, por lo que su respuesta en el fondo no iba exclusivamente dirigida a la pantera con la que de una forma u otra, acabaría teniendo algún tipo de diálogo.
Un gruñido llegó a sus oídos, al mismo tiempo que percibía un aroma que ahora le resultaba más conocido que la última vez que lo olió. Aquello le hizo fruncir el ceño. Aún así no paró de tocar. En esos momentos no, estaba en la mejor parte y no pretendía terminarla por nada del mundo. Aún así, conocía aquella melodía tan bien que se concentró en analizar lo que estaba oliendo. Aquel aroma no era el de la señorita Nurmi, con la que mágicamente se había encontrado meses atrás, curiosamente en una de las maravillosas zonas de bosques de París. Ella apareció curiosa mientras él buscaba la inspiración que todo músico ha ansiado encontrar alguna vez... Al parecer aquellos seres tan parecidos y distintos a los lobos al mismo tiempo, acostumbraban a rondar los bosques de París más de lo que lo hacían los lobos.
De pronto, una voz sonó en su cabeza, tosca, seca y hostil. Aquello hizo que los dedos del joven vacilasen sobre el mástil del instrumento y la melodía se rompiese. Bethlem cerró los ojos y apretó la mandíbula aún sin girarse. Sabía que debía contener su temperamento o podría acabar buscándose problemas. Con un gesto claramente tenso bajó la viola de su hombro y llenó de aire sus pulmones, para luego expulsarlo lentamente. Solamente entonces se permitió darse la vuelta para responder a la pantera que acababa de encontrarle.
-¿Usted qué cree que estoy haciendo?.- Dijo respondiendo en el mismo tono de voz, gélido, retenido e inquisitivo.- No sabía que estuviese prohibido tocar en los bosques.- Exclamó con su marcado acento italiano mientras observaba el animal sentado ante él. En el fondo si alguien le viese hablar así con un animal pensaría que estaba completamente loco, puesto que él podía oírla pensar, pero cualquier ser humano no podría hacerlo.
Se trataba de una pantera. Realmente el joven jamás había estado tan cerca de una, sabía que se trataba de tal animal por todo lo que había leído, pero nada más. Con la mandíbula marcada, y la expresión de desaprobación que mostraba su rostro observó al animal, elegante y amenazador al mismo tiempo. Desde luego en otras circunstancias se habría pensado dos veces aquella respuesta tan poco caballerosa… Pero hasta donde él sabía aquella zona no era de nadie, y era de todos los Parisinos al mismo tiempo. Además se sumaba las circunstancias del compositor en aquellos momentos, por lo que su respuesta en el fondo no iba exclusivamente dirigida a la pantera con la que de una forma u otra, acabaría teniendo algún tipo de diálogo.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
No hay desafios,
sin temores.
Anónimo
sin temores.
Anónimo
¿Por qué todos los humanos parecían tan tontos? Estaba claro que no tenían, ni tendrían los instintos de los animales de sus pieles, al carecer de ellas y de esos dones, pero igualmente y aún más siendo licántropos, podían tener un poco más de cerebro y pensar en la supervivencia, sino en los demás habitantes de esos lares. Nadie, ni ningún animal tenía la culpa de que tuviera que acudir allí precisamente a tocar, o a expulsar su melancolía. Si estaba triste, era su problema, como el nerviosismo y la tensión de la pantera que eran irremediablemente el problema de Kaya. Un problema insalvable por lo que parecía, y que solo la ponía más malhumorada. Más fiera e inaguantable, como ahora.
La cola zigzagueaba sin parar de un lado a otro chocando contra el suelo mientras la pantera fijaba sus dorados ojos con oscura molestia sobre el joven músico. Tras hablarle, no parecía dispuesto a irse de allí y dejar su refugio en paz, sino todo lo contrario. Lo único que había conseguido sonsacarle había sido un tono de voz similar al suyo. Frío y gélido, como el aullido de un lobo para sus oídos pero sin tanto gruñido.
La pantera se relamió y rascando el suelo con una de sus patas, terminó tumbándose en el suelo en posición más tranquila, aunque igual de erizada y atenta a cada movimiento del lobo.
— ¿Hace falta que os conteste? —Bufó Kaya casi en una sonrisa gatuna.
Para ella la respuesta era obvia, aquellos arboles olían a ella y como tal, era la dueña y la protectora de aquellos animales que vivían junto a ella, compartiendo su hogar.
—Estáis interrumpiendo la tranquilidad de mi bosque. — expuso volviendo a levantarse del suelo para quedarse agazapada a ras del suelo. No buscaba asustar ni dar miedo, pero si imponerse. Y si a su propia pareja se le cruzaba cada cuanto se adentraba en sus tierras, por un desconocido, no sería menos.
—Y si, está prohibido tocar en mis terrenos, como adentrarse sin permiso a los mismos. —Añadió secamente en un tono helado sin dejar de retarle al mirarle directamente a los ojos de aquel licántropo— Los visitantes suelen traer consecuencias, sino cazadores. Así que por favor, retiraros del bosque inmediatamente, o seré menos condescendiente con usted y vuestro instrumento.
Aquel sería el primer aviso, y Kaya no solía avisar más de dos veces.
Kaya- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
El joven sostuvo la gélida mirada de la fiera. Optó por tumbarse frente a él, en una posición aparentemente más tranquila... Aunque tan solo en apariencia. Sus orejas indicaban la atención que el animal sostenía sobre el joven lobo, al tiempo que su lomo seguía erizado, haciendo que pareciese aún más grande de lo que era.
-Por favor, adelante no se corte.- Exclamó el músico con cierto sarcasmo, sabiendo que era una pregunta retórica, puesto que el animal respondería sin dar ningún rodeo.
Bethlem chistó ofendido, reflejando la molestia y la ira de una forma cada vez más visible en su rostro. Sus pupilas se clavaron en las del animal, los músculos de su espalda y brazos se tensaron. En un movimiento contenido dejó el instrumento en su estuche, el cual dejó abierto. Simplemente quería mostrar con comodidad su disposición a pelearse si era necesario. Quizá no se transformaría, pero sus heridas seguían curándose con rapidez, y su fuerza seguía siendo imponente a la par que su ingenio.
-La música, si me lo permite, jamás irrumpe en la tranquilidad de nadie. De hecho es una arte que la aporta a las almas más inquietas.- La miró de nuevo amenazante.
- Tan sólo los monarcas más crueles prohíben la música sintiéndose amenazados ante su presencia, puesto que da esperanza y alegría a los que la escuchan.- Dijo esperando picar al animal que le observaba dispuesto a saltar en cualquier momento.
-No me asustan sus amenazas. ¿Acaso mata usted a todos los hombres y mujeres que simplemente pasean porque por error llegaron aquí, sin saber que todo esto pertenece a nadie?. Con todo el respeto, yo no he venido a cazar, ni voy a decirle a nadie que venga a hacerlo, puesto que estoy en contra de la caza.- Una pícara sonrisa, quizá algo malvada se posó en los labios del joven, que se había sentido tan atacado que quería devolver el golpe.- ¿O es que la piel de pantera proporciona una buena cantidad de dinero a quien la consigue?.-Finalizó su discurso dedicando una gélida mirada al animal.
-Por favor, adelante no se corte.- Exclamó el músico con cierto sarcasmo, sabiendo que era una pregunta retórica, puesto que el animal respondería sin dar ningún rodeo.
Bethlem chistó ofendido, reflejando la molestia y la ira de una forma cada vez más visible en su rostro. Sus pupilas se clavaron en las del animal, los músculos de su espalda y brazos se tensaron. En un movimiento contenido dejó el instrumento en su estuche, el cual dejó abierto. Simplemente quería mostrar con comodidad su disposición a pelearse si era necesario. Quizá no se transformaría, pero sus heridas seguían curándose con rapidez, y su fuerza seguía siendo imponente a la par que su ingenio.
-La música, si me lo permite, jamás irrumpe en la tranquilidad de nadie. De hecho es una arte que la aporta a las almas más inquietas.- La miró de nuevo amenazante.
- Tan sólo los monarcas más crueles prohíben la música sintiéndose amenazados ante su presencia, puesto que da esperanza y alegría a los que la escuchan.- Dijo esperando picar al animal que le observaba dispuesto a saltar en cualquier momento.
-No me asustan sus amenazas. ¿Acaso mata usted a todos los hombres y mujeres que simplemente pasean porque por error llegaron aquí, sin saber que todo esto pertenece a nadie?. Con todo el respeto, yo no he venido a cazar, ni voy a decirle a nadie que venga a hacerlo, puesto que estoy en contra de la caza.- Una pícara sonrisa, quizá algo malvada se posó en los labios del joven, que se había sentido tan atacado que quería devolver el golpe.- ¿O es que la piel de pantera proporciona una buena cantidad de dinero a quien la consigue?.-Finalizó su discurso dedicando una gélida mirada al animal.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Nunca sabes lo que vas a encontrar [Kaya]
Para empezar un gran incendio
Solo hace falta iniciar con una pequeña chispa.
Anónimo
Solo hace falta iniciar con una pequeña chispa.
Anónimo
¡Ya estaba harta!
Y no había nada más peligroso que una cambiante no solo territorial, recelosa y completamente rabiada por una situación en particular, sino que también completamente cegada por una ausencia que como mil puñales le dolía, y del que solo quería gruñir y morder a alguien para desquitarse ese dolor.
Y el único que en ese momento parecía poder ser su mascota, era el licántropo, con el cual ella como cambiante jugaría la ventaja de poder transformarse, al contrario que él.
— Si yo no soy feliz, ¿Por qué desearía que los demás lo fueran?— Le preguntó con un gruñido frío, añadiendo más tensión entre ambos de la que ya había. — Aquí yo soy la única cambiante y la única “humana” de las tierras, pero si hubieran más estarían hoy callados; no estoy de humor.
De nuevo, parecía que debía de explicarle todo y eso aún la ponía más nerviosa. No deseaba hablar con nadie, no deseaba tener ni que luchar… solo necesitaba estar a solas, con el silencio de su territorio llevándola lejos de todo ese dolor y al contrario, de lo que todo humano haría de encontrarse con una enloquecida pantera, ese música parecía querer incluso llevarla al combate. Y ella, por más que no quisiese realmente combatir, no vería mal el poder desestresarse pateando el trasero de un lobo con sus garras.
— ¿Estáis loco acaso?— Saltó bufando al oír sus últimas palabras, las cuales parecían hasta una amenaza para la pantera que tenía muy buen aprecio a su piel, y aún más a su vida. — ¿Os gusta molestar a los cambiantes, lobo? ¿Os gusta ir contra una muerte segura?
El pelaje de la pantera se erizo en señal de alarma extrema, sus patas medio flexionadas estaban preparadas para saltarle encima en cualquier momento y sus ojos de un dorado intenso, se encontraban completamente fuera de sí, viéndole de una forma que solo un depredador miraba a su presa antes de cazarla.
—Porque antes de que siquiera volvaís a pensaros que cantidad os proporcionaría mi muerte, creedme, que ya estaréis muerto.
Y tras esas palabras se acercó a él y le saltó encima, pasándolo sin tocarlo, sin dañarle… en un intento de intimidación antes de pasar a causas mayores. Al caer de nuevo al suelo se volvió y le gruñó gélidamente, arañando con sus patas con sus garras el suelo.
¿A qué diantres jugaba, ese maldito licántropo?
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/03/2014
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