AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Buscarlo?, el tártaro esta aquí (Shelly Draven)
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¿Buscarlo?, el tártaro esta aquí (Shelly Draven)
La densa niebla no deja ver a más de cinco metros de mi posición, es muy temprano, aunque no estoy muy seguro de a qué hora me encontraba en realidad, la niebla deja una sensación muy fresca al caminar y respirar. Me gustaría poder disfrutarla totalmente, sin embargo en este instante sufro de un engorroso malestar de cabeza, un pálpito de dolor a cada paso que doy… Es otra de las desventajas de algunos licántropos, luego de volver a mi forma humana pasado el último plenilunio de la noche que recién terminaba, te ganas una hórrida migraña, muy similar a la del día siguiente de una borrachera, claro que un tanto más fuerte.
La cosa no se pone mejor, el despertar a mitad del bosque, despojado de cualquier ropa, es algo ya común en realidad, por suerte el cadáver que yacía junto a mí, aun llevaba puesto un largo abrigo, que me fue útil para apaciguar el frío de la mañana, estoy seguro que al desafortunado difunto que se encontró conmigo aquella noche no se molestara si lo uso.
-Pobre y desafortunada alma, aquella que se encuentre conmigo en ese estado- dije para mis adentros.
Si bien aborrezco las circunstancias que me llevaron hasta ese bosque, es un infortunio que ya logro sobrellevar, vivir en el infierno es algo que muchos debemos aprender, solo así nuestras mentes pueden dejar de atormentarse por el tártaro que traemos a la tierra.
Ni siquiera estaba seguro si esa noche volvería a mi forma de licántropo, o bien el ciclo lunar proseguiría a menguar el astro.
Por suerte cuando llego el momento de averiguarlo, las nubes aún cubrían el ahora cielo nocturno, y mis ojos no fueron capaces en ese momento de ver la luna
Estaba cansado de tanto andar, con lo pies herido a causa de las piedras y ramas que hacían contacto con mi piel desnuda, y nada más un abrigo para ocultar mi falta de otro vestuario, definitivamente no era mi mejor momento.
Llegue a un paraje conocido para mí, por fin pude sentirme aliviado porque sabía dónde estaba parado, no debería deambular por el bosque durante días como me había sucedido en contadas ocasiones. Me deje caer en un madero cercano, y encontré en uno de los bolsillos del abrigo una pipa y tabaco, me dispuse a fumar para apaciguar el caos que reinaba en mi subconsciente.
~Tenías buen gusto en tabaco mi pobre amigo, este no podría ser de más difícil acceso para los de mi clase~ Mencione al viento.
Caí en un letargo muy poco profundo en realidad, podría definirse como un simple pestañeo, sin embargo un tranquilizador vacío me envolvió de pies a cabeza… era un perfecto vacío.
Fue interrumpido de pronto por una sensación conocida para mí, un claro aroma a muerte lo acompañaba, y el ambiente se tornó más frío que hace un instante. A pesar de la clara sensación no logre divisar a nadie a mis alrededores.
~Déjate ver, habitante del averno~ dije alzando la voz, sin descuidar la calma del aún neblinoso bosque.
La cosa no se pone mejor, el despertar a mitad del bosque, despojado de cualquier ropa, es algo ya común en realidad, por suerte el cadáver que yacía junto a mí, aun llevaba puesto un largo abrigo, que me fue útil para apaciguar el frío de la mañana, estoy seguro que al desafortunado difunto que se encontró conmigo aquella noche no se molestara si lo uso.
-Pobre y desafortunada alma, aquella que se encuentre conmigo en ese estado- dije para mis adentros.
Si bien aborrezco las circunstancias que me llevaron hasta ese bosque, es un infortunio que ya logro sobrellevar, vivir en el infierno es algo que muchos debemos aprender, solo así nuestras mentes pueden dejar de atormentarse por el tártaro que traemos a la tierra.
Ni siquiera estaba seguro si esa noche volvería a mi forma de licántropo, o bien el ciclo lunar proseguiría a menguar el astro.
Por suerte cuando llego el momento de averiguarlo, las nubes aún cubrían el ahora cielo nocturno, y mis ojos no fueron capaces en ese momento de ver la luna
Estaba cansado de tanto andar, con lo pies herido a causa de las piedras y ramas que hacían contacto con mi piel desnuda, y nada más un abrigo para ocultar mi falta de otro vestuario, definitivamente no era mi mejor momento.
Llegue a un paraje conocido para mí, por fin pude sentirme aliviado porque sabía dónde estaba parado, no debería deambular por el bosque durante días como me había sucedido en contadas ocasiones. Me deje caer en un madero cercano, y encontré en uno de los bolsillos del abrigo una pipa y tabaco, me dispuse a fumar para apaciguar el caos que reinaba en mi subconsciente.
~Tenías buen gusto en tabaco mi pobre amigo, este no podría ser de más difícil acceso para los de mi clase~ Mencione al viento.
Caí en un letargo muy poco profundo en realidad, podría definirse como un simple pestañeo, sin embargo un tranquilizador vacío me envolvió de pies a cabeza… era un perfecto vacío.
Fue interrumpido de pronto por una sensación conocida para mí, un claro aroma a muerte lo acompañaba, y el ambiente se tornó más frío que hace un instante. A pesar de la clara sensación no logre divisar a nadie a mis alrededores.
~Déjate ver, habitante del averno~ dije alzando la voz, sin descuidar la calma del aún neblinoso bosque.
Jacob Camus- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/08/2015
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Re: ¿Buscarlo?, el tártaro esta aquí (Shelly Draven)
Caminaba yo con intensidad en mis pasos, esa noche cualquiera que fuese podría sentirme a lo lejos. Realmente importábame poco aquella situación, esa noche aún como cualquier otra de mi eternidad, veíase rodeada por las tinieblas… la luna desaparecíase entre ella y su manto nocturno. Aun cuando me gustaba como adornaba el cielo, esa noche no importábame su esplendor. Y entre aquél putrefacto lugar me adentré, había saciádome la sed, hacía apenas unas horas atrás con una dulce muchacha que se vio envuelta entre la oscuridad mía, sin escapatoria. Había jugado con ella hasta saciarme la gracia y la seducción de mi poder vampírico. Habíale prometido los cielos, las tierras, estrellas, la luna que acaecía esa noche, los mares y toda cuanta creación existía entre el lazo de dos mujeres, y nuestro alrededor. Mas sabía yo mentirle y bien… pues poco después su cadáver adormilado yacía entre los brazos míos, como las musas de los teatros y la poesía. Su cuello perforado con la punta de mis colmillos, dábame el placer observatorio de aquella condena…
No tenía yo previo saber del tiempo en que había deambulado los parajes tétricos de París, en noches como ésta en dónde la luna ya no se veía, y aquellos hombres y mujeres que todavía llevaban un alma en sus cuerpos, continuaban la vida sin siquiera darse por enterado de los terrores nocturnos que en estas tierras habitaran… En el caso mío, el alma mía estaba muerta y nada de aquello podría cambiar. Yo no cambiaba, sería joven eternamente…joven y hermosa. Pero a veces preguntábame yo, de que servía todo aquello en un mundo tan falso como aquél… Continué el camino mío, entretejiendo los hilos de tantos sabores amargos y divagaciones sin sentido. De tanta fémina y hombría que recorrían en la atmósfera, aromas distintos y energías perturbadoras de la calma mía, y del neutral sendero que proseguía yo, en mi devenir eterno. Hacía un rato a lo lejos parecióme haber escuchado un ataque… al parecer un Hombre habíase desfallecido a manos de otra bestia. Supongo que era deber mío arrestarle, torturarle, para que al fin y al cabo llegárale su juicio final. Pero, ni ganas tenía yo de perseguir monstruos aquella noche, no después de que el elixir carmesí que de aquella jovial muchacha invadió mi cadáver, y la garganta bullíame en fuego, pasión y placer… estaba viviendo lo que correspondíame y no transformaría ese éxtasis en algo tan mísero como realizar los deberes míos de Inquisidora.
Sustiyendo mis pasos perdidos, por pasos más inquietantes hasta mis fosas nasales llegó un aroma en particular, uno de esos que no son de los olores de las muertas flores del bosque, sino más bien un aroma cálido, pero fuerte proveniente de un animal… de un psicópata animal, llamado licantropía. ” –Vaya coincidencia ésta de hace unas horas escuchar los desgarradores gritos de un ser humano y encontrar cerca mío a una de estas bestiales criaturas llenas de fuego en las venas y fuerza monstruosa. ¿Por qué no me sorprende?...-“pensaba yo dentro mío.
Sigilosamente encontrábame cerca del paradero de esta criatura enfermiza por el horror y la carne, más entre las sombras de los árboles escondíame observando como a su boca llevábase el tabaco, hablando solo como si aquel muerto ser humano escucháralo. Reí brevemente imperceptible ante el joven licántropo, burlesca de su actitud. Y llamóme a salir de entre las sombras de las tinieblas….
-¿Vos creéis que está bien matar humanos a diestra y siniestra, para vuestra satisfacción carnal y bestial, pequeño lobo, dejando al cadáver pudrirse en el bosque?- pronunciábase mi voz “tenebra”, saliendo del regocijo de mis sombras, a paso lento y seductor observando directamente al lycan hacia los ojos.
-¿Es que acaso no sabéis cazar más pulcro?...- añadíale al joven, con la voz seria mía.
Es cierto que los lycans, poco sabían de cazar con elegancia, pues simplemente eran unas bestias brutas que no sabían nada de seducir presas, y eran muy diferentes a nuestra tétrica presencia entre los humanos. Ellos eran como, la fuerza bruta de la cadena alimenticia. Caen tan bajo en sus propias maldiciones, que jamás han sabido controlarse en sus conversiones.
Dábanme lástima su paleolítica manera de cazar. La presencia del joven en cuestión, prodúciame un cierto arisco sentir, más aquél lycan traía en sus ojos, un peso y una desdicha tan profunda que extrañamente llamábame la atención y parecíame estar observando el lienzo pintoresco de un lobo triste. Compasión no tendría yo si el susodicho intentara atacarme, compasiva no era yo con nadie. La forma en que vestía producíame los recuerdos de los vagabundos que piden francos en las calles, así mismo como la decadencia de esta raza de primates que cada vez van siendo menos, mientras que nosotros los no-vivos resurgimos entre las tinieblas a cada presa que entregábase a nuestros brazos infernales…
No tenía yo previo saber del tiempo en que había deambulado los parajes tétricos de París, en noches como ésta en dónde la luna ya no se veía, y aquellos hombres y mujeres que todavía llevaban un alma en sus cuerpos, continuaban la vida sin siquiera darse por enterado de los terrores nocturnos que en estas tierras habitaran… En el caso mío, el alma mía estaba muerta y nada de aquello podría cambiar. Yo no cambiaba, sería joven eternamente…joven y hermosa. Pero a veces preguntábame yo, de que servía todo aquello en un mundo tan falso como aquél… Continué el camino mío, entretejiendo los hilos de tantos sabores amargos y divagaciones sin sentido. De tanta fémina y hombría que recorrían en la atmósfera, aromas distintos y energías perturbadoras de la calma mía, y del neutral sendero que proseguía yo, en mi devenir eterno. Hacía un rato a lo lejos parecióme haber escuchado un ataque… al parecer un Hombre habíase desfallecido a manos de otra bestia. Supongo que era deber mío arrestarle, torturarle, para que al fin y al cabo llegárale su juicio final. Pero, ni ganas tenía yo de perseguir monstruos aquella noche, no después de que el elixir carmesí que de aquella jovial muchacha invadió mi cadáver, y la garganta bullíame en fuego, pasión y placer… estaba viviendo lo que correspondíame y no transformaría ese éxtasis en algo tan mísero como realizar los deberes míos de Inquisidora.
Sustiyendo mis pasos perdidos, por pasos más inquietantes hasta mis fosas nasales llegó un aroma en particular, uno de esos que no son de los olores de las muertas flores del bosque, sino más bien un aroma cálido, pero fuerte proveniente de un animal… de un psicópata animal, llamado licantropía. ” –Vaya coincidencia ésta de hace unas horas escuchar los desgarradores gritos de un ser humano y encontrar cerca mío a una de estas bestiales criaturas llenas de fuego en las venas y fuerza monstruosa. ¿Por qué no me sorprende?...-“pensaba yo dentro mío.
Sigilosamente encontrábame cerca del paradero de esta criatura enfermiza por el horror y la carne, más entre las sombras de los árboles escondíame observando como a su boca llevábase el tabaco, hablando solo como si aquel muerto ser humano escucháralo. Reí brevemente imperceptible ante el joven licántropo, burlesca de su actitud. Y llamóme a salir de entre las sombras de las tinieblas….
-¿Vos creéis que está bien matar humanos a diestra y siniestra, para vuestra satisfacción carnal y bestial, pequeño lobo, dejando al cadáver pudrirse en el bosque?- pronunciábase mi voz “tenebra”, saliendo del regocijo de mis sombras, a paso lento y seductor observando directamente al lycan hacia los ojos.
-¿Es que acaso no sabéis cazar más pulcro?...- añadíale al joven, con la voz seria mía.
Es cierto que los lycans, poco sabían de cazar con elegancia, pues simplemente eran unas bestias brutas que no sabían nada de seducir presas, y eran muy diferentes a nuestra tétrica presencia entre los humanos. Ellos eran como, la fuerza bruta de la cadena alimenticia. Caen tan bajo en sus propias maldiciones, que jamás han sabido controlarse en sus conversiones.
Dábanme lástima su paleolítica manera de cazar. La presencia del joven en cuestión, prodúciame un cierto arisco sentir, más aquél lycan traía en sus ojos, un peso y una desdicha tan profunda que extrañamente llamábame la atención y parecíame estar observando el lienzo pintoresco de un lobo triste. Compasión no tendría yo si el susodicho intentara atacarme, compasiva no era yo con nadie. La forma en que vestía producíame los recuerdos de los vagabundos que piden francos en las calles, así mismo como la decadencia de esta raza de primates que cada vez van siendo menos, mientras que nosotros los no-vivos resurgimos entre las tinieblas a cada presa que entregábase a nuestros brazos infernales…
Shelly Draven- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/06/2015
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Re: ¿Buscarlo?, el tártaro esta aquí (Shelly Draven)
La noche parecía avanzar con suma calma y lentitud, el circundante movimiento de ligeras brisas ululantes, ni siquiera lograba apartar mayormente el manto de nubes que se posaba sobre los cielos nocturnos de parís, estaba todo en demasiada calma.
Mi rostro se veía iluminado por el ardor del tabaco encendido, deje el jugueteo con el humo que provocaba con mi boca al notar el lugar de procedencia del aroma a muerte que percibí hace breves momentos. Dirigí mis ojos hacia unos árboles donde escuche una voz, recriminando mi más reciente asesinato al pobre hombre de hace algún tiempo.
Vi entonces los luceros, con un brillante tono verdoso, de la mujer que salía de entre sombras, con un lento y seductor caminar acompañado un vaivén propio de fémina. Recorrí de pies a cabeza su bella figura con mis ojos, hermosa mujer, sin embargo era una chupa sangre… una vampiresa.
Luego del raudo análisis pude poner atención a lo que decía.
De manera desenfrenada el recuerdo del cadáver volvió a mí golpeada conciencia y fue imposible para mí evitar un decaimiento emocional. El hacer desaparecer una vida humana, antes era capaz de provocar en mi ser un posible trauma, que me mantendría sin poder desviar la mente del tema por varios ciclos de luna, sin embargo la experiencia hace al maestro… en este caso por desgracia, es cada vez más normal para mí el despertar desnudo junto al cadáver de un hombre o mujer desafortunado, sin mencionar a los pocos, pero existentes niños y niñas, eso sí es una estocada a la conciencia el corazón. La empatía que poseo hace un tormento para mi persona el ser obvio culpable de muchas muertes, al menos de humanos, las criaturas sobrenaturales son otra cosa, no me agrada cobrar las almas de estos seres o la falta de ellas, pero me da el dinero para alimentarme… como hombre a lo menos.
-¿Es que acaso no sabéis cazar más pulcro?...- Me dijo con voz seria
Se notaba alerta, y sus palabras hacia mi desaliñada persona y situación no fueron de las más agradables que podría haber recibido o esperado, sin embargo, en sus expresiones no logre divisar algún tipo de agresividad premeditada o algo similar. Aun así no me quedaría en silencio para ser insultado y volverme la entretención de una vampiresa. Cambie mi decaída actitud entonces.
~Si no poseyera un estado tan demacrado como es el mío actualmente, encontraría ese comentario casi como sacado de una obra de comedia, viniendo de parte de una mujer con complejo de murciélago, que por un ligero aroma en su cuerpo, puedo deducir que sacio su sed de sangre hace no muchas horas… a pesar de esto, el encontrarme yo en una situación insegura, le quita la mayor parte de gracia a este momento~. Respondí, mientras procuraba mantenerme alerta por si alguna palabra molestaba a mi acompañante en ese paraje.
Vista desde la perspectiva que fuese, no era la mejor circunstancia para mí, no tenía cerca ninguna de mis habituales armas, me encontraba somnoliento por mi reciente transito involuntario en el bosque, sin contar la migraña que no se desvanecía por completo a estas alturas… Amenos que quisiera usar la pipa para una pelea, no era una opción lógica.
Reincorpore la parte superior de mi cuerpo, para un mejor ángulo y posición más cómoda en caso de que cualquier cosa ocurriera. Oculte mis heridos pies para no parecer más vulnerable de lo que ya representaba.
Pensé detenidamente mis siguientes palabras para no enfadar a la mujer, un enfrentamiento es lo último que deseo en esta instancia.
Sus ropajes delataban que provenía de alta cuna, la clase alta y adinerada de la ciudad.
-Genial, chupa sangre y además de alta alcurnia- Pensé enseguida
Mis prejuicios hacia los vampiros eran algo difícil de cambiar, de forma perpetua era algo incontrolable que mi primera vista hacia un ser de esta especie, provocara fugazmente una actitud agreste. Aunque al ser una mujer me avasallaba ligeramente una caballerosidad mayor, tal vez provocado por recuerdos de mi pasado o simple educación hacia una dama.
~Que os convoca a este bello paraje nocturno, tan alejado de los barrios de alta sociedad, bella dama, ¿o es acaso que solo habéis venido a disfrutar las tinieblas que ofrece el nocturno parís?~ Dije a la hermosa mujer, para luego volver a inhalar el humo del tabaco que continuaba encendido.
No sabía que intenciones tendría aquella vampiresa en semejante lugar, sin embargo, nada bueno viene acompañado de un ser con complejo de murciélago, normalmente… espero que me equivoque y no se derrame más sangre esta noche.
Mi rostro se veía iluminado por el ardor del tabaco encendido, deje el jugueteo con el humo que provocaba con mi boca al notar el lugar de procedencia del aroma a muerte que percibí hace breves momentos. Dirigí mis ojos hacia unos árboles donde escuche una voz, recriminando mi más reciente asesinato al pobre hombre de hace algún tiempo.
Vi entonces los luceros, con un brillante tono verdoso, de la mujer que salía de entre sombras, con un lento y seductor caminar acompañado un vaivén propio de fémina. Recorrí de pies a cabeza su bella figura con mis ojos, hermosa mujer, sin embargo era una chupa sangre… una vampiresa.
Luego del raudo análisis pude poner atención a lo que decía.
De manera desenfrenada el recuerdo del cadáver volvió a mí golpeada conciencia y fue imposible para mí evitar un decaimiento emocional. El hacer desaparecer una vida humana, antes era capaz de provocar en mi ser un posible trauma, que me mantendría sin poder desviar la mente del tema por varios ciclos de luna, sin embargo la experiencia hace al maestro… en este caso por desgracia, es cada vez más normal para mí el despertar desnudo junto al cadáver de un hombre o mujer desafortunado, sin mencionar a los pocos, pero existentes niños y niñas, eso sí es una estocada a la conciencia el corazón. La empatía que poseo hace un tormento para mi persona el ser obvio culpable de muchas muertes, al menos de humanos, las criaturas sobrenaturales son otra cosa, no me agrada cobrar las almas de estos seres o la falta de ellas, pero me da el dinero para alimentarme… como hombre a lo menos.
-¿Es que acaso no sabéis cazar más pulcro?...- Me dijo con voz seria
Se notaba alerta, y sus palabras hacia mi desaliñada persona y situación no fueron de las más agradables que podría haber recibido o esperado, sin embargo, en sus expresiones no logre divisar algún tipo de agresividad premeditada o algo similar. Aun así no me quedaría en silencio para ser insultado y volverme la entretención de una vampiresa. Cambie mi decaída actitud entonces.
~Si no poseyera un estado tan demacrado como es el mío actualmente, encontraría ese comentario casi como sacado de una obra de comedia, viniendo de parte de una mujer con complejo de murciélago, que por un ligero aroma en su cuerpo, puedo deducir que sacio su sed de sangre hace no muchas horas… a pesar de esto, el encontrarme yo en una situación insegura, le quita la mayor parte de gracia a este momento~. Respondí, mientras procuraba mantenerme alerta por si alguna palabra molestaba a mi acompañante en ese paraje.
Vista desde la perspectiva que fuese, no era la mejor circunstancia para mí, no tenía cerca ninguna de mis habituales armas, me encontraba somnoliento por mi reciente transito involuntario en el bosque, sin contar la migraña que no se desvanecía por completo a estas alturas… Amenos que quisiera usar la pipa para una pelea, no era una opción lógica.
Reincorpore la parte superior de mi cuerpo, para un mejor ángulo y posición más cómoda en caso de que cualquier cosa ocurriera. Oculte mis heridos pies para no parecer más vulnerable de lo que ya representaba.
Pensé detenidamente mis siguientes palabras para no enfadar a la mujer, un enfrentamiento es lo último que deseo en esta instancia.
Sus ropajes delataban que provenía de alta cuna, la clase alta y adinerada de la ciudad.
-Genial, chupa sangre y además de alta alcurnia- Pensé enseguida
Mis prejuicios hacia los vampiros eran algo difícil de cambiar, de forma perpetua era algo incontrolable que mi primera vista hacia un ser de esta especie, provocara fugazmente una actitud agreste. Aunque al ser una mujer me avasallaba ligeramente una caballerosidad mayor, tal vez provocado por recuerdos de mi pasado o simple educación hacia una dama.
~Que os convoca a este bello paraje nocturno, tan alejado de los barrios de alta sociedad, bella dama, ¿o es acaso que solo habéis venido a disfrutar las tinieblas que ofrece el nocturno parís?~ Dije a la hermosa mujer, para luego volver a inhalar el humo del tabaco que continuaba encendido.
No sabía que intenciones tendría aquella vampiresa en semejante lugar, sin embargo, nada bueno viene acompañado de un ser con complejo de murciélago, normalmente… espero que me equivoque y no se derrame más sangre esta noche.
Jacob Camus- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/08/2015
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Re: ¿Buscarlo?, el tártaro esta aquí (Shelly Draven)
Escuchábale no con mucha atención toda la palabrería que usaba el lobo, puesto que no llegábale a entender completamente debido a que prefiero que me sean directos y dígase lo justo y necesario. Observábale su aspecto, como examinándole más que nada, el rostro suyo traíame cierta gracia de ternura como la de las mascotas. Es cierto… bien podría serme útil como mascota aquél ser. Convertirme en amiga suya y así utilizarle hasta el punto en que llegase a descubrir, a través de él, una jauría más grande de ‘lycans,’ para cazarlos a todos y de paso también al susodicho que tenía frente mío. Reíame para mis adentros imaginándome todo el plan y dejábale al canino entrever mis perfectos colmillos de asesina de yugulares, no para asustarle, ni mucho menos para provocarle, simplemente porque los vampiros cuando sonreímos, no siempre pasaban desapercibidas aquellas grandes y perfectas agujas de nuestras bocas de mármol.
Percebíale densamente el olor al lobo, puesto que estaba tan desalmado como un ser que poco sabía de higiene, la transpiración suya, el calor, el aliento… todo veníame como entre una densa niebla hasta mis fosas nasales. Suspiré cortamente entonces alzando una ceja y decidíame recién a responderle alguna que otra de sus preguntas, y que no parecíanme en absoluto, útiles.
-Las tinieblas siempre están cerca mío, criatura salvaje. No es necesario buscarles.- respondíale al lobo mientras acomodábame un lado del cabello mío, ligeramente hacia atrás. Un movimiento perfectamente sutil y delicado, como siempre había yo de ser.
De pronto escuché dentro mío, el eco de su pensamiento:
Relamíame los colmillos levemente, pensando en aquella agudeza con la que el lobo juzgóme. Le caminé en círculos en derredor al lobo con una lentitud y vavién propios de mí, y esbocé una traviesa sonrisa expulsando la voz mía seca y seria:
-¿Es eso un problema para usted?... ¿El que yo provenga de una clase superior a la vuestra, Monsieur?- preguntábale repasándole la figura del tronco al lobo, con la mano mía derecha tan ligeramente, que casi parecíase que no le tocara pero si lo hacía sólo que con sutiles roces, y sentíale que en exceso aquel cuerpo proveíase de bastante músculo, propio de las criaturas como él, aunque no se notaran a simple vista.
Rápidamente con la astucia y casi ilusoria habilidad de los movimientos fugaces que tenemos los inmortales, engendros del mismísimo inferno… Alejábame de él tomando gran distancia, dispuesta a permanecerme bajo la penumbra de los grandes árboles que rodeábamos en el lugar. Y desde allí observábale mientras caminaba como danzando alrededor del grueso tronco del árbol. Quedábame quieta entonces parada inmóvil sobre el tronco mirándole desde allí, y los ojos míos brillaban en la sombra del gran y semental árbol.
-Podéis decirme vuestro nombre al menos… pequeño lobo.- díjele recalcando que si el hombre no pregunta, lo mínimo es que él diga su nombre primero antes que la dama. Regla básica de educación que yo no saltábame ni porque fuera humano, vampiro, cazador, lobo o el mismo Lucifer. Aquello iba de la mano con el Respeto Primordial.
Soltábame entonces los brazos posándolos detrás en la curvatura que unía mi espalda con la cadera y descansé de todo tipo de posición defensiva en contra del lycan, así nada más desvié unos momentos la mirada mía, que fugaz se ensimismaba en algunos recuerdos que llevaba como un estigma en la piel. Recordábanse en mí las misiones, las almas que desquebrajé en beneficios hacia la inquisición y los recuerdos de Jean Draven, que todavía carconmíame la piel tersa del vampirismo mío… pronto quizás… tendríale que pronunciar el nombre mío al lobo, utilizando aquél apellido que yo misma hice sangriento de mí. Y entonces recordaría el por qué lo hice así… recordaría a Jean otra vez.
…Y entonces la mente mía transformábase en un mar de olas desesperadas, traducidas en las tinieblas que rodeaban el voluptuoso cuerpo mío, y las tinieblas de Draven… el ardor de su beso, la soledad que producíame su coito, el silencio de los secos labios suyos, la invitación a la ‘tumba’ suya, a sus tinieblas, a su oscuridad… Pronto sentíame embargada y al mismo tiempo excitada… ¿Dónde estaría ahora aquél hombre que hechizóme todas las míseras membranas de la piel mía?... Recordé luego, que los pensamientos míos podrían ser peligrosos… y un ataque de ira devoraríame por completo hasta asesinar lo único vivo que me rodeaba en ese momento, que era el licántropo….
Percebíale densamente el olor al lobo, puesto que estaba tan desalmado como un ser que poco sabía de higiene, la transpiración suya, el calor, el aliento… todo veníame como entre una densa niebla hasta mis fosas nasales. Suspiré cortamente entonces alzando una ceja y decidíame recién a responderle alguna que otra de sus preguntas, y que no parecíanme en absoluto, útiles.
-Las tinieblas siempre están cerca mío, criatura salvaje. No es necesario buscarles.- respondíale al lobo mientras acomodábame un lado del cabello mío, ligeramente hacia atrás. Un movimiento perfectamente sutil y delicado, como siempre había yo de ser.
De pronto escuché dentro mío, el eco de su pensamiento:
“-Genial, chupa sangre y además de alta alcurnia- Pensé enseguida.”
Relamíame los colmillos levemente, pensando en aquella agudeza con la que el lobo juzgóme. Le caminé en círculos en derredor al lobo con una lentitud y vavién propios de mí, y esbocé una traviesa sonrisa expulsando la voz mía seca y seria:
-¿Es eso un problema para usted?... ¿El que yo provenga de una clase superior a la vuestra, Monsieur?- preguntábale repasándole la figura del tronco al lobo, con la mano mía derecha tan ligeramente, que casi parecíase que no le tocara pero si lo hacía sólo que con sutiles roces, y sentíale que en exceso aquel cuerpo proveíase de bastante músculo, propio de las criaturas como él, aunque no se notaran a simple vista.
Rápidamente con la astucia y casi ilusoria habilidad de los movimientos fugaces que tenemos los inmortales, engendros del mismísimo inferno… Alejábame de él tomando gran distancia, dispuesta a permanecerme bajo la penumbra de los grandes árboles que rodeábamos en el lugar. Y desde allí observábale mientras caminaba como danzando alrededor del grueso tronco del árbol. Quedábame quieta entonces parada inmóvil sobre el tronco mirándole desde allí, y los ojos míos brillaban en la sombra del gran y semental árbol.
-Podéis decirme vuestro nombre al menos… pequeño lobo.- díjele recalcando que si el hombre no pregunta, lo mínimo es que él diga su nombre primero antes que la dama. Regla básica de educación que yo no saltábame ni porque fuera humano, vampiro, cazador, lobo o el mismo Lucifer. Aquello iba de la mano con el Respeto Primordial.
Soltábame entonces los brazos posándolos detrás en la curvatura que unía mi espalda con la cadera y descansé de todo tipo de posición defensiva en contra del lycan, así nada más desvié unos momentos la mirada mía, que fugaz se ensimismaba en algunos recuerdos que llevaba como un estigma en la piel. Recordábanse en mí las misiones, las almas que desquebrajé en beneficios hacia la inquisición y los recuerdos de Jean Draven, que todavía carconmíame la piel tersa del vampirismo mío… pronto quizás… tendríale que pronunciar el nombre mío al lobo, utilizando aquél apellido que yo misma hice sangriento de mí. Y entonces recordaría el por qué lo hice así… recordaría a Jean otra vez.
…Y entonces la mente mía transformábase en un mar de olas desesperadas, traducidas en las tinieblas que rodeaban el voluptuoso cuerpo mío, y las tinieblas de Draven… el ardor de su beso, la soledad que producíame su coito, el silencio de los secos labios suyos, la invitación a la ‘tumba’ suya, a sus tinieblas, a su oscuridad… Pronto sentíame embargada y al mismo tiempo excitada… ¿Dónde estaría ahora aquél hombre que hechizóme todas las míseras membranas de la piel mía?... Recordé luego, que los pensamientos míos podrían ser peligrosos… y un ataque de ira devoraríame por completo hasta asesinar lo único vivo que me rodeaba en ese momento, que era el licántropo….
Shelly Draven- Hechicero Clase Alta
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