Beautiful Stranger ● Privado

por **Patrice Lesauvage** Mar Sep 01, 2015 4:18 pm

La estación invitaba a mantenerse resguardado, cobijado bajo el calor de las llamas de alguna chimenea o de algún ser querido. Para el berlinés ninguna de las anteriores significaba realmente una opción. La única compañía que podía tener era la de un par de desconocidos que quisieran platicar un par de horas más, terminado el ritual mundano del amor. Fuera de eso, no tenía nada. A través del cristal empañado de la ventana diminuta, notó las tonalidades níveas que ahora se presumían galantes por toda la capital francesa. Sonrió nostálgico al recordar aquellas épocas otroras a lado de los suyos. Mamá ya no estaba para ese entonces. ¿Qué habría sido de aquella mujer? Nunca lo sabrás quizás, tampoco le importaba, su única atención a estas fechas era hallar a su hermano.

Suspiró. El silencio laceraba como ninguna otra velada. Se recostó con los brazos hacia atrás pensando si hacía lo correcto, mientras evocaba recuerdos de la infancia y sus miedos y culpas le tomaban de la mano, poco a poco su cuerpo y su conciencia se rindió ante la morfina que tan solo provee el cansancio, el peso de la rutina que se cernía sobre sus hombros cada vez que tenía que entregar la lozanía de su piel y juventud era algo simplemente insoportable en ocasiones. Caminaba a través de la oscuridad de regreso a casa, con el violín antiguo en la mano y un par de monedas en los bolsillos de su roído pantalón. El fulgor vivaz de las llamas que se alargaban portentosas hacia el cielo desprendía una humareda que alertó de lo que sucedía a Bastian, en los ojos del rubio aquella casona se desmoronaba reduciendo todo a cenizas.

Un sobresalto le provocó erguir el cuerpo de manera violenta. Su respiración agitada aún se mantenía presente ¿En qué momento se había quedado dormido? La habitación escasamente estaba iluminada por la tenue llama de las velas que proyectaban grotescos lienzos sobre la frialdad de las violáceas paredes. Su mirada divagaba de aquí hacia allá sin encontrar un punto en concreto. Pasó su diestra por el surco de cabellos cenizos y cayó de espaldas sobre el camastro. Suspiró. ¿Qué habría sido de él si hubiera permanecido en la mansión de aquel chico? ¿Habría cambiado en algo su precaria situación? Las comisuras de su rostro transfiguraron en una ligera sonrisa que le devolvió un poco de solaz a su alma. Podría ser que por única ocasión se diera el lujo de escapar de dichos demonios para evocar una memoria más seductora.

De inmediato lavó su cuerpo y vistió su desnudez con una camisa de algodón, tirantes sobre los hombros y un pantalón beige a juego con un par de botas de cuero. Era una demencia sí, pero en Bastian se había forjado una necesidad de abrazar ese momento. Solo por hoy. Debajo de su catre maltrecho entre un par de telas viejas sacó el lustroso Stradivarius oscuro, su viejo violín no se comparaba en nada con esta pieza. No tendría sentido volver a tocar si él no estaba presente, después de todo fue así que llegó a su vida, por medio de la música. Apenas logró acomodar sus mechones cenizos para tener buen aspecto, cruzó el umbral y empezó a andar un par de cuadras con dirección a ese rincón donde solía desahogar su dolor. Mantuvo los ojos cerrados, ensimismado en desplegar el sonido estridente del violín, aislado de las miradas de aquellos anónimos, se dejó simplemente llevar.

por **Arwel Reiss** Miér Oct 21, 2015 11:46 pm

Al vampiro poco le interesaban las demás personas aglomeradas alrededor del artista, para él, esas personas carecían de importancia porque muy probablemente eran incapaces de notar lo que él en la ejecución del joven. Eran contadas después de todo las personas capaz de atraer la atención del inmortal de la manera en la que el artista aquel había logrado hacerlo, algo en su melodía era tan personal, tan única que Arwel no podía permitirse no tratar de convencerle de tocar muchas más veces para él.

En aquella plaza, estando ambos a solas fue que el vampiro se dirigió al joven expresándose con sinceridad sobre la manera de tocar del artista y claro, también haciéndole notar lo increíble que le parecía que tocara ahí y no en un escenario digno de sus presentación. De primera instancia el chico pareció sorprenderse ante las palabras del Reiss y más aún de que se mantuviese ahí cuando todos los demás que lo escucharan fueran meros recuerdos. Pese a la sorpresa que su presencia pareció generar en el artista, sus dudas fueron rápidamente resultas por la voz juvenil de aquel hombre; sin embargo las respuestas generaron más dudas en la mente del inmortal, quien ladeando ligeramente el rostro y observando nuevamente de arriba abajo al artista, volvió a cuestionarle.
– ¿No sirve la música siempre para eso? – se acercó un par de pasos más – Al menos la música que verdaderamente debe ser apreciada es aquella que te lleva a sentir lo que el artista, a vivir por unos instantes su realidad, ya sea placentera o dolorosa y eso es algo que me he percatado tu eres capaz de lograr, por eso me ha gustado tanto la manera en que tocas – Para el vampiro el arte en general era conocer a una persona de manera tan profunda que ni siquiera la eternidad te dejaría olvidarle; por eso era que el Reiss viajaba en busca de todos aquellos que mediante su arte lo dejaran llevarles a vivir eternamente.

El artista se presentó como Bastian, nombre que seguramente Arwel no olvidaría nunca más.
– Lamento no haberme presentado antes, yo soy Arwel y como te lo he dicho ya, me interesas – repitió aquellas palabras cayendo entonces en cuenta de que era muy probable que no se hubiese expresado tan claramente como pensaba – Más bien quisiera saber si existe la posibilidad de que toques para mi, estoy dispuesto a contratarte y pagarte lo que me pidas si es que me permites escuchar más de tu maravillosa manera de tocar – el inmortal no escatimaba en gastos o en peticiones cuando una idea se le metía en la cabeza, así que aquel joven terminaría tocando para él, tarde o temprano.

por **Patrice Lesauvage** Miér Nov 04, 2015 12:15 pm

Existían una y mil maneras de escapar por unos instantes de aquellos recuerdos y sin embargo Bastian había decidido sujetarse de la música para lograr dicha empresa. Solo de esa manera el dolor que se acrecentaba con el paso de los días aminoraba. El sonido estridente y gris que el violín liberada significaba una especie de morfina que adormecía sus sentidos y le permitía mostrar es faceta hasta entonces oculta. Las formas caprichosas que los copos de nieve formaban caían kamikazes hacia lo empedrado de las calles. Un espectáculo fascinante y digno de ser contemplado a solas. Empero, Bastian se mostraba extrañamente a gusto una vez que la noche se había empeñado a cruzar en su camino la compañía del hasta ahora extraño. Avanzó con pasos seguros acortando poco a poco la distancia que irónicamente los unía. Existía un halo singular en él que parecía hacerle sobresalir de entre el resto de los mortales que aun transitaban el lugar. Algo único.

Tenía razón. Bastian escuchó con detenimiento las aseveraciones ajenas y de algún modo halló respuesta en aquellas palabras. Quizás de forma inconsciente seguía tocando el violín porque al hacerlo acallaba los recuerdos tortuosos. No había caído en la cuenta que a través de la música había atraído a aquel joven en Alemania y ahora a su escucha. Titubeo un par de segundos antes de responder si lo que el rubio demandaba entonces, el dolor del berlinés había alcanzado a trastocar los sentimientos ajenos y eso, era algo que no se permitía. Una de tantas razones por las cuales evitaba ofrecer actos en lugares concurridos.

–Eso quiere decir que he evocado en usted una memoria quizás no muy grata Monsieur, pues como se habrá dado cuenta las notas carecen de vitalidad y color, al menos en la pieza que he ejecutado esta noche– sonrió nostálgico al no hallar más palabras para describir el sentimiento que lo embargaba –Le pido una disculpa si mi arte ha cimbrado alguna dolencia suya, el placer es mío Monsieur Arwel– respondió mientras estrechó su diestra.

¿Qué ocultaba detrás de esa sonrisa afable? Si bien como lo había expresado el caballero, su interés estaba centrado en los dones que el berlinés poseía como músico, temía que al poco tiempo se llegara a decepcionar de él. Las pocas melodías que conocía y ejecutaba a la perfección estaban decoradas de una cadencia lúgubre y espesa. No había sido capaz de aprender algo diferente, o más bien, se había rehusado a hacerlo. En la mente del joven Zweig transcurrieron una serie de posibilidades. Si aceptaba la invitación del extraño seguramente podría apartarse con mayor rapidez del burdel y empezar una búsqueda mejor estructurada, pues para ser honesto, hasta la fecha el dinero que recibía era insuficiente y terminaba mal gastado con la misma prontitud con la que llegaba.

–Usted caballero, posee un poder de convencimiento digno de aplaudir y aunque como le he expresado difícilmente ofrezco números como este aceptaré su propuesta pero no sin antes brindarle una pieza más para su deleite. Quiero que esté seguro de su decisión– afirmó con peso en sus palabras.

–Soy berlinés ¿Y usted? Si me lo permite saber ¿Existe alguna pieza en particular que desee escuchar? –

por Contenido patrocinado

Beautiful Stranger ● Privado

Beautiful Stranger ● Privado

Re: Beautiful Stranger ● Privado

Re: Beautiful Stranger ● Privado

Re: Beautiful Stranger ● Privado