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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Ivan Khitrov Dom Mayo 31, 2015 10:50 pm

Love? I believe in hate at first sight

«Vas a casarte, el tema no está a discusión». Las palabras de su padre no dejaban de hacer eco en la cabeza de Ivan, que se encontraba sentado en la biblioteca, con un vaso de vodka ruso en la mano. Había bebido toda la tarde, y mientras más transcurrían las horas y el alcohol cumplía con el efecto prometido en su cuerpo, más intolerante a la imposición de su padre se sentía. No le gustaba para nada la idea de tener que contraer matrimonio con una mujer a la que ni siquiera conocía, pero eso, a sus padres, especialmente a su progenitor, no parecía importarle. No era para sorprenderse. Los Khitrov eran así. Siempre lo habían sido. Durante años se habían caracterizado por ser una de las familias extranjeras más importantes de la región, esto a su vez los había convertido en personas respetadas, muy asediadas, pero al mismo tiempo en individuos pedantes, prejuiciosos e interesados, tan acostumbrados al poder y la riqueza que, ahora que se encontraban al borde de la quiebra, a punto de perderlo todo, simplemente se negaban a aceptarlo. No concebían la vida sin todo eso de lo que siempre se habían visto rodeados. Como si se tratara de personas a punto de un naufragio, sentían la necesidad de aferrarse a cualquier posibilidad que tuvieran a su alcance, si de eso dependía salvar su reputación y renombre. En este caso, su única posibilidad era Ivan, su único hijo varón, en quien irónicamente había recaído toda la responsabilidad. El plan era que éste contrajera matrimonio con Lenya, hija de los Bleier, otra familia poderosa, cuya unión con los Khitrov significaría su salvación. Quizá en otras circunstancias Ivan habría aceptado sin chistar, pero además de que no tenía ni idea de cómo lucía Lenya en absoluto, en esos momentos, se encontraba enamorado de otra. La mujer en cuestión era Madeleina Proulx, varios años mayor que él, casada desde hace cinco, con dos hijos, y que a pesar de haberse convertido en su amante desde hace tiempo, por obvias razones jamás sería completamente suya. Pero Ivan se negaba a perderla. Siempre había albergado la esperanza de que algún día ella quedara libre, para así poder desposarla como era debido y no ocultar más su relación. Lo que no sabía él era que Madeleina lo veía como algo pasajero, una aventura, y entre sus planes no estaba dejar a su marido y destruir su familia. No obstante, él no concebía la idea de compartir su vida con otra mujer que no fuera ella. En un impulso, producto de su innegable impotencia, bebió de golpe el resto de su trago y volvió a servirse otro más.

Hijo mío, ¿qué haces aquí? ¿Acaso no recuerdas que hoy es tu cena de compromiso? ¡Los Bleier están por llegar! —irrumpió de pronto su madre con expresión de angustia en el rostro. Iba ataviada con un vestido elegantísimo en color crema con detalles dorados que le había confeccionado la modista más exclusiva de toda Francia. Su preocupante situación económica no les permitía gastos de tal magnitud pero, definitivamente, la ocasión lo ameritaba. Ivan la miró con expresión indiferente—. ¿Acaso no te interesa conocer a la que dentro de poco será tu esposa? No quiero que te vea en esas condiciones. Quiero que se lleve una buena impresión de ti y de toda la familia, que vea el apuesto y gallardo hombre que está a punto de desposarla.  

Al escucharla, la amargura de Ivan se incrementó. No obstante, tuvo una idea descabellada. Pensó que si realmente quería librarse de ese matrimonio no deseado, quizá lo único que debía hacer era comportarse exactamente de la manera contraria a la que todos esperaban. Tal vez así Lenya se decepcionaría y lo rechazaría, librándolo de la encrucijada. El plan le resultaba tentador, pero lamentablemente sabía que era una locura, y que de hacerlo, sus padres jamás lo perdonarían por permitir que terminaran en la ruina. Lanzó un suspiro lleno de resignación y, dándose cuenta de que ya de nada servía postergar el momento, mismo que era inevitable, era mejor darse prisa. Se puso de pie y sin dedicarle una sola mirada o alguna palabra a su madre, que seguía esperando por una respuesta suya, tambaleante a causa del alcohol ingerido, se dirigió hasta su alcoba para prepararse.


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Última edición por Ivan Khitrov el Jue Ago 20, 2015 2:04 am, editado 1 vez


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Mensaje por Lanya Bleier Mar Jun 02, 2015 10:52 pm

Lenya esperó paciente a que su doncella terminara de realizar el complicado peinado. Suspiró mientras acomodaba los pendientes de oro blanco y zafiros, sus manos recorrieron su cuello acariciando el collar que hacía juego, sonrió pensando en aquella mañana cuando su padre le había entregado aquel presente como regalo de compromiso,  - esto es para ti, aunque estoy seguro que tu futuro esposo también sabrá disfrutar de lo hermosa que hará ver a su futura esposa - , sonrió con tristeza, en verdad esperaba que la salud de su padre se mantuviera estable por mucho tiempo más, no podía pensar en que lo perdería.

Intentó alejar los pensamientos obscuros, centrándose en todo lo que debía preparar para que esa noche fuera todo lo especial que su padre deseaba que fuera.  Era necesario que todo estuviera perfecto,   impecable. Aquella noche conocería, personalmente,  al hombre que pronto pasaría a ser su esposo,  estaba ansiosa y asustada a la vez, podía sentir como su corazón latía con fuerza y apresurado.  Debía calmarse, por eso decidió levantarse y  caminó hasta el espejo de cuerpo entero, que se encontraba en un  rincón del dormitorio. El reflejo le mostró a una joven de rubios cabellos, piel muy  blanca casi como la nieve,  unos ojos color miel que mostraban a quien los observaran un halo de misterio y tristeza. El vestido de una azul noche realzaba su figura y la palidez de su tez.  Volvió a acariciar el collar de zafiros que su padre le había regalado para la ocasión, - ¿pero papá, no te parece demasiado? – Su padre había negado con un suave movimiento de cabeza, - claro que no, mi niña, ésta noche te comprometerá, y eso sucede una sola vez en la vida, por eso,  debes brillas, demostrarle a ese… caballero, que no habrá jamás una mujer tan hermosa tú-.  Contemplándose en el espejo, no pudo dejar de sonreír, nunca había pensado que ella podía ser considerada  bella,  las palabras de su padre le parecieron dulces, pero lejos de la realidad.

Alisó la falda de su vestido, - bien, creo que no podremos hacer mucho más, Martina, puedes retirarte –  dijo, mientras su doncella , tras una reverencia, se retiraba del cuarto. En ese momento su madre  se asomó a la puerta del dormitorio,  - ¿puedo pasar? ¿ya estas lista? – el rostro de su madre se iluminó al verla – estas tan hermosa, que en cuanto ese muchacho te vea, se enamorará de ti – Lenya se sonrojó, - mamá, no digas tonterías -. Cuando quedaron solas, la joven pudo desahogarse, decirle a su madre lo nerviosa que se sentía, - temo no llegar a ser lo que ese caballero espera – logró articular, porque la voz se le perdía por los nervios. Su madre enarcó una ceja – ¿que dices hija?, es él quien debe estar nervioso y esperar ser lo suficientemente  afortunado  para que  tú lo elijas – se acercó a su hija y apoyó sus manos en los hombros de ésta – jamás olvides que eres una Bleier – Hasburgo, por tus venas corre la sangre de reyes, no eres menos que nadie, por el contrario, tú puedes negarte a formalizar éste compromiso… a pesar de que tu padre así lo quiera -, Lenya asintió a lo que su madre había afirmado, no entendía muy bien porque tenía ese miedo a que algo saliera mal, tal vez en verdad temía que el caballero no fuera como lo pintaba aquella miniatura, - y si es feo, o viejo… una pintura puede ser modificada, o en verdad mostrar cómo era hace unos años – pensó  mientras veía a su madre dejar la habitación, recordándole que  era tiempo de partir, - apresúrate hija, no podemos llegar tarde, la cena es en honor de los prometidos, por eso no puedes demorarte – su hija asintió con la cabeza mientras tomaba su pequeño bolso de terciopelo, colocándose una capa del mismo género que hacía juego con todo su atuendo. Llegó hasta la puerta de su dormitorio, pero se detuvo, como si hubiera olvidado algo. Se giró, caminó nuevamente hasta el tocador y abriendo la pequeña caja de madera extrajo la miniatura, acarició con sus dedos el rostro pintado, para luego guardarlo dentro de su bolso, - bueno, Khitrov, solo espero que esto no sea  el comienzo de una pesadilla -.


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Mensaje por Ivan Khitrov Jue Ago 20, 2015 2:13 am

Aunque el tiempo se le había venido encima, como buen rebelde de corazón que siempre había sido, Ivan se tomó el tiempo para darse una ducha y meditar un poco mientras se encontraba en la bañera. Caviló, mientras continuaba dando pequeños sorbos a un nuevo vaso de vodka. Aumentar los bienes propios mediante un matrimonio arreglado no era una práctica para nada inusual. En la actualidad, todo el mundo lo hacía. Constantemente se hablaba de matrimonios llevados a cabo por éste motivo; mujeres jóvenes y bellas que eran adquiridas por hombres poderosos, ya fueran viejos o jóvenes, feos o bien parecidos, y que las obtenían como si se tratara de comprar ganado. Más tarde, esas mismas mujeres eran exhibidas como trofeos, hasta que llegaban los hijos y sus maridos, cansados de ellas, se conseguían una –o varias- amantes, dejando a la mujer en casa, haciéndose cargo de la crianza de los herederos. Desde luego, si Ivan accedía a casarse con Lenya, a la vista de todos, él era quien menos perdía, pues como hombre tenía las de ganar en todos los aspectos, pero ¿realmente le apetecía esa vida tan llena de falsedad? ¿Quería ser igual a todos?

Algo en su interior, probablemente el corazón salvaje que siempre había poseído, pese a todos los modales que sus padres se habían desvivido en enseñarle, deseoso de liberarse, le exigía que debía imponerse, hacer valer sus decisiones. No le parecía justo. Desde su nacimiento, sus padres nunca le permitieron elegir nada por sí mismo. Sus juguetes, sus amistades, incluso la ropa y el corte de cabello, todo había sido siempre decidido por ellos. Era bastante lógico que estuviera harto de la situación y que ni ahora, que había dejado de ser un niño y se había convertido en todo un hombre, inteligente y capaz, pudiera elegir por sí mismo a su futura esposa. Sus padres, en especial su padre, no solo era exigente, sino también muy estricto, un verdadero tirano que parecía disfrutar imponiendo su voluntad a todo aquel que estuviera a su alcance. Ivan lo quería, pero en ocasiones también sentía que lo odiaba, cuestionándose seriamente su cariño por él. En especial en esos momentos, en los que al estricto hombre parecía importarle más el dinero y todo lo material, antes que la felicidad de su único hijo.

Por más memoria que hiciera, Ivan no lograría recordar en sus recuerdos un momento en el que su padre se hubiera acercado a él para preguntarle qué deseaba, cuáles eran sus anhelos, y no lo haría por la sencilla razón de que jamás había ocurrido. Todo lo que recordaba era la manipulación, a su padre controlando hasta el menor detalle de su vida, maniobrándolo a su antojo, como si se un títere se tratara. Tal vez, en el fondo, el rencor que Ivan sentía hacia su progenitor, era su mayor motivo para rechazar la idea de casarse con Lenya. Tal vez, sin darse cuenta, estaba transfiriendo parte del odio que sentía por su padre a Lenya, que era la que menos culpa cargaba en aquella situación.

Como en el fondo Ivan sabía que no podía escapar de aquella situación, decidió que lo mejor era afrontarla cuanto antes, y que sucediera lo que tuviera que suceder. Salió de la tina, y tras secarse el cuerpo y pelo con una toalla, se vistió con el elegante traje color azul marino que su madre había elegido para él, pensando especialmente en esa ocasión. Bebió de golpe el último sorbo de vodka en el vaso, y bajó las escaleras. Sus padres, al igual que su hermana menor, Julija, y algunos invitados, ya se encontraban allí, vistiendo tan elegantes como él. Justo en el momento en el que llegó a la sala, su madre se encontraba de espaldas, parloteando algo que Ivan no fue capaz de distinguir, hasta que estuvo junto a ella.

Les ruego que lo disculpen —decía su madre en todo angustiado a unos de los pocos invitados que habían sido convocados a la cena—. La puntualidad ha sido siempre una de las indiscutibles virtudes de nuestro hijo, pero el día de hoy se sentía un poco indispuesto y…

Ya estoy aquí, madre —anunció él a espaldas de la mujer y automáticamente el alma le volvió al cuerpo—. Buenas noches a todos —saludó sin una pizca de entusiasmo.

Cuando, a causa de la cercanía, la mujer detectó cierto aroma en su hijo, que bien pudo distinguir, ésta se disculpó con los invitados y arrastró a Ivan hasta el otro extremo del recibidor.

Seguiste bebiendo. ¡Hueles a alcohol! —lo reprendió cuando al fin estuvieron solos, modulando la voz para que nadie más escuchara, haciendo un increíble esfuerzo para no vociferar como hubiera deseado hacer—. ¿Qué es lo que pretendes con esa actitud tan inmadura, Ivan? ¿Quieres que tanto Lenya como su familia se lleven una mala impresión de todos nosotros? Acaso pretendes que…

¿Qué ella se niegue a ser mi esposa? ¿Que me rechace frente a todos esta noche? —interrumpió él abruptamente, alzando un poco su tono y recriminándole con la mirada la situación en la que habían logrado ponerlo tanto ella como su padre—. Créeme, madre, nada me haría más feliz.

¡Baja la voz! —exclamó en tono molesto pero, en tan solo unos segundos, su actitud cambió radicalmente, pasando a su papel de víctima que tan bien interpretaba—. No puedo creer lo que estás diciendo. ¿Cómo puedes ser tan egoísta? —la mujer se llevó la mano a la boca e un intento de sofocar el llanto, pero igualmente los ojos se le humedecieron. ¡Qué buena actriz era!—. ¿No te das cuenta de la posición en la que nuestra familia se encuentra?

Cómo olvidarlo, cuando me lo has recordado cada maldito día, durante los últimos seis meses —protestó él, sosteniéndole la mirada, haciéndole ver que no lograba conmoverlo con sus lágrimas falsas—. Eres tú quien no lo entiende. Esta es mi vida, soy yo quien debe casarse con una mujer a la que no amo, que no me inspira absolutamente nada, y pretender pasar el resto de mi vida a su lado. Y todo para garantizar la comodidad social y económica de mis padres. Tienes razón, madre, ¿cómo he podido ser tan egoísta? ¡Dios, he sido tan desconsiderado! —ironizó.

En ese instante, el padre, que se encontraba justo detrás de Ivan, logró escuchar las palabras de su hijo, y no tardó en unirse a la discusión. Con una insolente expresión en el rostro, se le plantó enfrente a Ivan. La mujer supo que debía dejarlos solos y se retiró dejándolo todo en manos de su esposo, que era quien realmente tenía la autoridad en esa casa.

¿Por qué te complicas tanto la vida, Ivan? Haces que esto parezca más una sentencia de muerte que un matrimonio.

Tal vez porque eso es precisamente lo que es —reprochó el muchacho.

No seas tonto. Tú también saldrás beneficiado con todo esto, que no se te olvide. Nos conviene a todos. Cosecharemos los beneficios de esta unión incluso antes del matrimonio —sonrió, pero al ver que sus superficiales palabras no eran capaces de contagiar de júbilo a su hijo, decidió reprenderlo, ya no siendo tan amable—. ¡Por el amor de Dios, Ivan, no seas ridículo, es solo una mujer! Si no te gusta, si al final no logran llevarse bien, entonces acuéstate con ella un par de veces e ignórala el resto de su vida, luego de que te haya dado uno o dos hijos, desde luego. ¿O es que acaso te resulta tan intolerable la idea de hacerle el amor a una mujer? Estoy seguro de que ya lo haz hecho antes.

Ivan lo miró. No podía creer que su padre estuviera diciéndole aquello, tan a la ligera, como si se tratara de cualquier cosa sin importancia. Reducía las cosas a tal nivel que hacía que todo pareciera insignificante. En esos instantes, meditó la situación, dándose cuenta de que si hablaba tan seguro del tema, era porque, seguramente, había hecho lo mismo con su madre: se había casado con ella, la había utilizado para engendrar un heredero, y se dedicaba a prescindir de ella el resto del tiempo. Qué vida tan miserable la de sus padres, y qué egoístas al desear lo mismo para sus hijos.

No es eso, es que… —balbuceó, no sabiendo muy bien qué decir. Estaba consternado por el reciente descubrimiento.

Bien, entonces deja de actuar como una niñita asustada y por primera vez en tu vida compórtate como un hombre —y con esas sencillas e despreciables palabras, el hombre puso punto final al asunto, retirándose y dejando solo a su hijo.

Ivan, que se había quedado atónito, se encontraba de espaldas a la entrada principal. En ese instante, pudo escuchar que la puerta se abría y la servidumbre anunciaba la llegada de los Bleier. El corazón quiso salírsele del pecho. El gran momento había llegado. Conocería a Lenya, su futura esposa.


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Mensaje por Lanya Bleier Jue Ago 20, 2015 1:42 pm

Toda mujer sueña con el momento de conocer al hombre que la acompañara en la vida. Bueno, la realidad es que, tal vez, no toda mujer. Pero Lenya, muy en lo oculto de su corazón, si deseaba que ese momento fuera único e irrepetible. Que al solo rose de las miradas, descubrieran que el uno, le pertenecía al otro, desde el mismo origen de sus vidas. Lenya sonrió tristemente, su mirada se escapó del interior del coche que la llevaba a esa reunión, en la que le presentarían a su prometido. Mas ella no había hecho esa elección, como casi ninguna mujer lo había hecho durante décadas y siglos, donde los enlaces eran concertados por los mayores y en los que las jóvenes solo podían obedecer los mandatos de quienes, según la sociedad y la iglesia, sabían que era lo conveniente.

La mano de su padre, apretando la suya, hizo que la joven lo buscara con la mirada. Los bondadosos ojos de quien la amaba la observaron cargados de preguntas, - hija… que es lo que te preocupa… pareciera que en vez de ir a la cena de tu compromiso, te dirigieras al patíbulo -, Lenya sonrió, intentando demostrar que era algo ridículo lo que su padre decía, pero en verdad,  eso sentía. Cubrió con su mano la de su  padre, - no te preocupes papá, estoy segura que elegiste al hombre indicado… solo que… además de su nombre y su prestigio como familia… no sé nada de él – no pudo sostener la mirada, demasiadas preguntas  irrumpían en su cabeza,- es un hombre mayor, no seré su primera relación y de seguro… en el pasado o en el presente… existirá alguien que haya marcado su corazón – caviló, llevando nuevamente su mirada al paisaje nocturno, -no podré soportar ser comparada con un recuerdo, con un fantasma… o peor aún… con un imposible –.  Sus orbes se humedecieron, su sonrisa quedó solo reducida a una leve curvatura de las comisuras. Entornó los parpados, buscando sosegar su espíritu, - padre… si mi matrimonio fuera un suplicio… prométeme que me permitirás…  entrar como novicia al convento de las clarisas en Viena… - no pudo contener las lágrimas, pero rápidamente secó sus ojos y continuó -  allí fui feliz papá… nadie podrá juzgarnos-  aquellas palabras hicieron a su padre, que simplemente había dado por sentado que su hija no tenía dudas, - hija, ¿crees que te entregaría a los lobos? Jamás hubiera convenido ésta unión… si no creyera que podrás ser feliz – la joven no abrió los ojos, se mantuvo en silencio, hundida en el océano de miedos.

El resto del trayecto fue incomodo, tanto para los padres, como para la joven. El silencio reinó en el interior del carruaje, y aunque su madre en varias ocasiones intentó hablar, le dolor de las heridas se mantenía fresco en el ambiente. Cuando el coche llegó a destino, su madre fue la primera en bajar, Lenya se movió acercándose a la portezuela abierta, lista para bajar, cuando su padre la tomó firmemente del brazo. La joven se sorprendió, llevó su mirada a la de su padre, buscando una explicación a tal acto, jamás  le había tratado con rudeza, pero aquel agarre era doloroso y firme. La presión cedió gradualmente, mientras su padre suspiraba vencido, - Lenya… dime que no quieres esto… y te juro por mi alma… que no entraremos por esa puerta… no quiero que pienses que estoy vendiéndote, como si fueras un objeto o una pieza de colección… ¡eres mi hija! mi ángel, mi orgullo, si tu no quieres éste compromiso, solo dímelo ahora, porque si continuamos…  ya no habrá marcha atrás – la mirada de su padre estaba cargada de suplicas, y Lenya no comprendía si éstas eran para que aceptara entrar a la mansión, o que volvieran a su hogar, dejando aquel contrato invalidado.

La puerta se abrió, Lenya entró aferrada al brazo de su padre, puso su mejor sonrisa, sus ojos no permitían distinguir la tristeza que ellos albergaban, ni su cuerpo mostraba el conflicto interno en el que se debatía.  Los invitados, se giraron para contemplarlos.  Lenya buscó con la mirada al hombre que sería su prometido, mas no lo encontró. Un hombre llamó su atención, estaba de espalda a ellos,  se había envarado en cuanto entraron, junto a él otro caballero que parecía el anfitrión,  dijo unas palabras como saludando a su padre, pero ella no las escuchó, su mirada seguía clavada en la espalda de aquel hombre, -¿eres tú?-  fue el pensamiento que surgió de su alma, cuando éste, se giró para contemplarlos.


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Mensaje por Ivan Khitrov Miér Oct 21, 2015 12:27 am

Ivan no se volvió inmediatamente, permaneció de espaldas, dubitativo entre la absurda posibilidad de huir cuanto antes, antes de que las cosas fueran demasiado lejos y él se quedara sin escapatoria, o por el contrario, quedarse y comportarse como un hombre, tal y como su padre le había exigido. Sin embargo, aunque su alma clamaba otra cosa, sus pies no se movieron. Los presentes permanecieron expectantes, ansiosos por conocer cuál sería la reacción de la pareja al verse por vez primera, pero como no ocurrió nada, en toda la casa se hizo un prolongado silencio.

¡Qué placer tenerles al fin en nuestra casa! —exclamó la señora Khitrov con desmesurado entusiasmo y, sin pensárselo dos veces, salió al rescate de la velada—. Nuestro hijo deseaba tanto conocer al fin a la bella Lenya —dio un paso al frente, tomó de la mano a la muchacha, y mostrando una forzada sonrisa que parecía en verdad auténtica, arrastró consigo a Lenya, acercándola un poco a su hijo—. ¿No es así, Ivan? —añadió para presionar.

La mujer tragó saliva y rogó internamente que Ivan dejara atrás su conducta tan poco apropiada. Para su fortuna, él se giró. Cuando sus ojos se encontraron con los de Lenya, una mezcla de muchos sentimientos lo invadió. ¿La verdad? No esperaba que fuera tan bonita. Durante semanas había detestado tanto la idea de acceder a ese matrimonio, que internamente la había imaginado como un ser abominable, incapaz de despertar en él algún tipo de interés.

Absolutamente —respondió él con sequedad, sin una gota de entusiasmo y mintiendo con descaro. La imagen exterior que proyectaba era más o menos la adecuada, pero lo que cargaba en su interior era mucho más difícil de afrontar.

¿Verdad que es preciosa? —instó su madre, dirigiéndole una mirada a su hijo, una que era una mezcla de súplica y reproche y que lo sentenciaba a responder como debía.

«¿O es que acaso te resulta tan intolerable la idea de hacerle el amor a una mujer?». Las palabras de su padre hicieron eco en su mente. Claro que era preciosa. Desde luego, si por un momento dejaba de lado el trasfondo de todo el asunto, compartir la cama con ella no tendría porque significar un problema, pero jamás sería capaz de ofrecerle amor, porque su corazón ya le pertenecía a otra. Madeleina Proulx se interpondría siempre entre los dos, como un demonio que se niega a abandonar el cuerpo que ya ha poseído, que le pertenece, que ya considera suyo. Así era como Ivan se sentía respecto a ella, enteramente suyo, suyo y de nadie más.

—murmuró Ivan con frialdad.

Era duro estar parado allí, esforzándose por parecer sereno, cuando todo lo que deseaba era externar su frustración. Aunque no lo pareciera, de verdad se esforzó en aparentar tranquilidad y empatía cuando, en realidad, en la estancia se respiraba un ambiente agobiante, al menos para él. Apenas habían transcurrido unos minutos, pero a él le pareció una eternidad. Hasta el alcohol que había bebido a conciencia, para darse valor, parecía haberse esfumado de su organismo. Miró a los padres de la muchacha, luego a sus padres y finalmente a la rubia, y se sintió verdaderamente incómodo, fuera de lugar. No había nada que deseara más que dar por terminada toda esa farsa. Como si acabara de despertar de un letargo, tuvo el repentino impulso de ser brusco y malintencionado, pero por fortuna fue capaz de morderse la lengua.

Discúlpenme —dijo de pronto, y sin más, dio media vuelta y se retiró, dejando a todos los presentes completamente desconcertados.

Los padres de Ivan se miraron entre sí; en los ojos de él llameó el fastidio, en los de ella el miedo, la angustia de saber lo que pasaría con su familia, con su apellido, si ese matrimonio no llegaba a concretarse. Desde luego, la mujer no estaba del todo sorprendida, sabía exactamente qué había movido a su hijo a hacer semejante cosa, pero eso no hacía que se sintiera menos horrorizada por su temeridad.

Por favor, perdónenlo —suplicó a sus invitados, mostrando esta vez una sonrisa incómoda—. La verdad es que aunque la idea del matrimonio lo tiene fascinado, se ha sentido muy nervioso. Así como lo ven, fuerte y gallardo, nuestro hijo es a veces un poco tímido. ¿Por qué no vas con él, querida? —se dirigió ésta vez a Lenya—. Después de todo, si organizamos esta cena, fue para que ustedes empezaran a tratarse. Estoy segura de que tu belleza y dulzura sabrán tranquilizarlo.

La estancia daba a un enorme jardín, en el que había una fuente y algunas bancas. Ivan se instaló allí, mas no tomó asiento. Se quedó de pie frente a la fuente, observando el agua cristalina, intentando despejar su mente de aquel momento tan absolutamente desagradable.


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Mensaje por Lanya Bleier Sáb Dic 05, 2015 6:59 pm

La forma como la anfitriona se había acercado a ella y forzado a ponerla delante de su hijo, como si fuera una muñeca que han regalado a una niña caprichosa, hizo que su piel se erizara. Confrontar esos orbes azules de mirada helada la llenaron de angustia, - ¿que estoy haciendo aquí? - se preguntó mientras giraba su mirada buscando con discimulo la de su padre, implorando que la ayudara. Mas éste solo sonrió, interpretando que su angustia era provocada por los años en el internado y su casi nula participación social en eventos donde hubieran caballeros como aquel gallardo hombre. Sonrió a su padre, intentando que viera en ella una mirada mas fuerte y decidida, - vamos Lenya, que es por su tranquilidad, él solo desea lo mejor para ti... bien... debe ser éste el hombre indicado - le sonrió aun algo asustada por la situación, aunque su expresión cambió al oír las palabras del joven cargadas de fastidio y un dejo de sarcasmo, - ¿es que tanto le molesta nuestra presencia? - se dijo, apretando su pequeño bolso entre las manos y llevándolas a la altura de su regazo. Tal vez lo mas adecuado hubiera sido excusarse, mentir que tenía una fuerte jaqueca y pedir a su padre que la llevara devuelta a su hogar. Pero oírle poner una vaga disculpa y huir literalmente, de aquel salón, la dejó sin reacción alguna.

Fue recién cuando la señora Khitrov, le insistió para que fuera en su búsqueda que sonriendo levemente, se dispuso a seguir los pasos de Ivan. cruzó la puerta cristalera que daba al hermoso jardín, iluminado con antorchas y se detuvo en mitad del camino que finalizaba en una  pequeña fuente, elegantemente decorada con bancas y parterres. El ruido de sus chapines en el empedrado la había delatado, ademas del frufrú de su vestido. la briza del jadín movían sus cabellos levemente y erizaban la piel descubierta de su escote, inspiró y cerró sus ojos, disfrutando del suave aroma de las flores, el sonido del agua canturreando en la fuente y la mezcla de aquel aroma mitad perfume, mitad whisky, Inclinó su cabeza hacia atrás en un suave movimiento, al abrir sus ojos contempló el cielo semi estrellado, surcado por nubes, como barcas tranquilas, recorriendo un océano oscuro. Lento y pausado, fue el movimiento de su cabeza, hasta contemplar el cuerpo masculino que se apreciaba, allí, parado junto a la fuente, con su mirada perdida en ésta.

Continuó acercándose a donde él se encontraba, mas no quiso interrumpir aquel momento de reflexión, se acomodó en una de las bancas y esperó, a que él se dignara a mirarla y decir la verdad, prefería que fuera sincero desde el primer día, no deseaba hacerse falsas ilusiones, tampoco pensaba que existiera eso de enamorarse apenas verse, aunque su padre le hubiera contado que así había ocurrido con su madre. Se notaba, que ése no sería el caso de Ivan y ella


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Mensaje por Ivan Khitrov Dom Ene 17, 2016 11:34 pm

El sonido de los pasos de Lenya, acercándose lentamente a él, lo alertaron. Ivan apretó los puños, irguió la espalda e intentó mantener la calma. No obstante, tranquilizarse parecía algo tan imposible a esas alturas. Estaba fuera de sí. Su frustración, el gran peso que sus padres habían decidido poner sobre sus hombros al dejar en sus manos el destino de la familia, era demasiado. Quizá lo mejor que podía hacer ante algo tan inevitable como aquel matrimonio, era simplemente aceptar su destino, sin resentimiento. Pero no era tan sencillo como parecía, como sus padres querían hacérselo ver. Lo que más le molestaba era que su opinión careciera de valor de semejante modo. Tal parecía que las únicas decisiones que merecían ser escuchadas eran las de su padre, mismas que debían ser aceptadas sin cuestionar.

Un chispazo de ira encendió los ojos azules de Ivan, que ni se tomó la molestia de girarse para mirar a los ojos a la muchacha, misma que permaneció varios pasos detrás de él, inmóvil y en completo silencio.

¿Quién la envió? ¿Fue él o fue ella? —cuestionó aún sin voltear. Era evidente que se refería a sus padres, los conocía demasiado bien para saber que la presencia de Lenya era obra suya. Tras analizar brevemente la situación, llegó a una conclusión y añadió—: Fue ella.

Por supuesto que era así. De los dos, su madre era la más insistente, la más entrometida, la que podía llegar a convertirse en un verdadero dolor de cabeza para cualquiera, especialmente para su hijo. Y es que era de esperarse, pues la sola idea de perderlo todo la tenía aterrorizada. Además de su honorable reputación, le preocupaban toda clase de cosas. Por ejemplo, perder todas sus posesiones, especialmente sus joyas, mismas que se había negado a vender, de una manera tajante y en verdad dramática desde que su crisis financiera había iniciado. Era una mujer superficial e insensata que prefería mil veces condenar a su único hijo a un matrimonio infeliz, antes que perder sus objetos más preciados. Y aún así se atrevía a tachar de desconsiderado a Ivan por querer desechar por completo la idea de aquel compromiso.  

Mientras Ivan pensaba en todo aquello, un silencio sepulcral los invadió. Solo entonces se giró para enfrentarla y se encontró con el rostro sonrojado de Lenya. Las facciones del hombre permanecieron contrariadas cuando la observó con un gesto de recelo.

¿Es esto lo que quiere? ¿Desea casarse conmigo, un completo extraño? —cuestionó de pronto, quizá causando un ligero sobresalto en la muchacha, no solo por las inesperadas preguntas, su tono de voz un tanto duro, sino con lo directo que estaba siendo al preguntarle aquello.

Respóndame —casi le exigió.


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Mensaje por Lanya Bleier Jue Ene 21, 2016 8:48 am

Sentada, en aquel coqueto asiento de hierro forjado y madera, le contempló, en silencio. Su mirada recorrió nuevamente la estampa de aquel hombre, de espalda ancha y cabellera rubia, un poco alborotada, lo que le daba un aire de niño rebelde. pensó en como habría sido de pequeño y una sonrisa se formó en sus labios. La imagen de un travieso niños, se esfumó, cuando escuchó la pregunta sobre quien la había mandado a seguirlo. Bien sabía que no era una idea que saldría de una joven como la que lo estaba acompañando en silencio. Cuando el mismo contestó que había sido su madre ella contesto escuetamente, - si - volviendo a quedar en total silencio.

Suspiró, a la segunda pregunta, antes de responder, - Por favor, venga aquí, no puedo responder sin verle - sonrió con cierta tristeza. Su delicada mano golpeó suavemente el espacio vacío que quedaba en el asiento,  con movimientos delicados se fue deslizando hacia su lado derecho, para dejar mas lugar libre y que éste se pudiera sentar a su lado.

Le contempló mientras  el hombre se acercaba, pero parecía que no tuviera intención de sentarse a su lado. Aquella actitud, molestó a Lenya, como respuesta le dedicó una mirada entre disgustada y cansada, - siéntese, no muerdo, ni me comportaré de forma indecorosa -, desvió la mirada hacia un grupo de flores de color amarillo. entrelazó sus dedos, cubriendo con sus manos, unidas en su regazo, el pequeño bolso en el que escondía  el retrato en miniatura de Ivan. - No es adecuado que una joven de buena familia... menos de nuestra clase social,  que sea ella la que decida con quien se casará - continuó con su vista en las flores - como tampoco podemos negarnos a las decisiones de nuestros mayores -.

Juntó coraje y lo enfrentó, - solo espero que usted sea un buen marido... y si, es un completo extraño, ¿pero acaso... no lo somos todos cuando nos vemos por primera vez? es en el diario vivir, en la convivencia en que la mayoría de los matrimonios se terminan de conocer -, sus palabras no hacían mas que repetir lo que se esperaba de las mujeres en una sociedad donde ellas no eran mas que una pieza mas del mobiliario matrimonial. Volvió a huir su mirada de la ajena, - si deseáramos, dar nuestra opinión, seríamos juzgadas como  malas mujeres o con epítetos mas duros... bien sabe usted que las mujeres así, son denigradas, hasta casi ser eliminadas de la sociedad -, mas todas esa palabrería, no terminaba de responder la simple pregunta de Ivan,  - ¿deseaba ella, Lenya, casarse con él, un total extraño? - caviló.

Volvió a enfrentarlo, sus orbes mostraban sus dudas, mas su boca no - si, es mi deseo casarme con usted - tragó saliva, mientras su mente gritaba - ¡No!, no quiero ni  siquiera que me toque -, pero ella era una dama, y jamás demostraría sus sentimientos a un extraño.


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Mensaje por Ivan Khitrov Lun Mar 28, 2016 11:02 pm

Dudó en hacerlo, pero finalmente accedió a tomar asiento, tal y como ella le había pedido. Se acomodó a su lado y una vez que estuvo sentado, Ivan la miró un momento. Como todos, coincidió con que era hermosa, pero no tenía nada en común con Madeleina Proulx, su amante, de quien decía estar locamente enamorado. Se le notaba pasiva, carente de pasión y se lo confirmó con sus palabras. Era la típica niña rica que accedía sin chistar a todo lo que mamá y papá decían, sin importar si estaba o no de acuerdo con sus decisiones. En ella no había ni una pizca de la rebeldía e irreverencia que caracterizaba a Madeleina. Él también era rebelde, contestatario, indócil la mayoría de las veces, pero no siempre fue así. Su carácter había cambiado a partir de su relación con Madeleina. Ella era la culpable, lo había contagiado con su mal espíritu. No conforme con ello, también lo tenía en sus manos. Era una mujer inteligente que había aprendido a manejarlo valiéndose de sus encantos. Le hacía creer que lo amaba, pero no era cierto. Lo utilizaba. Sin embargo, para Ivan, que estaba ciego de pasión por ella, no existía mejor mujer que Madeleina y cada vez que conocía a otra no cesaba de compararlas con ella.

A regañadientes apartó sus pensamientos de Madeleina Proulx y miró a Lenya, que parecía esperar una respuesta suya, cualquier comentario, algo que le hiciera ver que le había escuchado.

Ya veo —una sonrisa amarga cruzó por sus labios—. Entiendo que como a la mayoría de la gente le importa más el qué dirán que lo que le dicta su corazón —dedujo acertadamente. Su tono de voz carecía de ligereza y había adoptado cierto tono de burla, como si en el fondo, además de molestarle, aquello le pareciera un tanto cómico—. Ahora sé por qué desea casarse —se inclinó un poco para acercarse, como si fuera a revelarle un secreto que ni ella misma conocía. Entonces, le susurró—: No quiere ser mi esposa, solo desea complacer a su padre —sus cejas se arquearon. Volvió a apartarse, pero no dejó de mirarla con atención.

Ahora veo por qué le gustas tanto a mis padres. Además de tener mucho dinero, eres alguien fácil de manipular. Ni siquiera eres capaz de mirarme a los ojos cuando me hablas, pensó mientras la estudiaba. Ella parecía sorprendida, probablemente avergonzada por haberse convertido de pronto en el objeto de su escrutinio. Como Lenya no dijo nada, al menos no en los próximos segundos, Ivan recapituló cada una de las palabras de su conversación y prosiguió con su cruel análisis.

Quiere un buen marido —se burló, aunque supo disimularlo—. ¿Y tiene usted idea de lo que es ser una buena esposa? —el tono de su voz se endureció.

¿Qué pretendía? ¿Acaso buscaba despertar en ella el rechazo hacia él? Tal vez, porque era un atrevimiento de su parte que le preguntara eso. Prácticamente estaba poniendo en duda su excelente y desmesurada educación, cuestionando sus aptitudes como mujer.

Es una simple pregunta, Lenya —dijo al notar su incomodidad, que demoraba demasiado en responder—. Ha dicho que es con el trato que uno empieza a conocerse. Esto hago, intento saber quién es.  

Aquello podía entenderse como que él estaba buscando analizarla con el único fin de decidir si realmente le interesaba casarse o no con ella, si la consideraba o no una buena opción. Lo que ella no sabía era que lo haría, sería su esposa, sin importar cuál fuera su respuesta.


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Mensaje por Lanya Bleier Mar Abr 12, 2016 8:50 pm

Su mirada se dirigió a esos ojos azules, cayeron sobre la sonrisa amarga, para observar nuevamente el azul intenso de las pupilas. Una ceja se elevó al escuchar la seguridad con que él afirmaba que la decisión de casarse no había sido una idea que surgiera de su corazón. Fue ella ahora quien le sonrió, pero sin amargura, ni revanchas, -  si, quiero conocerlo, y creo que lo mejor sería que no me trate de usted, ya que desde ahora, se supone que somos algo más que conocidos -  Su sonrisa se volvió más suave, al momento que buscaba las palabras para contestar algunas de las preguntas que él le formulaba, - lógicamente, que casarme contigo, no fue una decisión que surgiera de buenas a primeras, pues, ni tú me conocías personalmente, ni yo tenía referencia alguna de ti – la sonrisa trepó a  sus ojos, - aunque debo aceptar que yo contaba con una ventaja, el regalo que  tus padres me enviaron como presente, antes de emprender el viaje de vuelta a París. Como debes suponer, la miniatura, tiene la impresión del artista y no tanto de la realidad del representado -  se mordió el labio inferior intentando que la sonrisa no se expandiera. En verdad le causaba gracia pensar que si la pequeña obra de arte hubiera sido tomada esa noche, la pintura  mostraría a un Iván de nariz roja y mejillas rosadas por el alcohol.

La seriedad se apoderó  nuevamente de ella, haciendo que se envarara al escuchar la forma casi sarcástica como Iván,  le preguntaba, si tenía idea de cómo debía ser una buena esposa. Clavó su mirada en la ajena,  - A las jóvenes de nuestro  estrato social, nos enseñan  a ser buenas anfitrionas,  madres abnegadas, pero sin llegar a ser demasiado cariñosas, saber llevar el mando domestico de una mansión, pero, lamentablemente, poco o nada, nos enseñan sobre nuestros deberes en el trato de la relación entre hombres y mujeres…  - sus mejillas se colorearon y sus ojos dejaron los ajenos para contemplar la fuente que ante ellos  cantaba su melodía cristalina y nocturnal. Cruzó sus manos sobre el regazo, mientras intentaba serenarse, - pero supongo que el amor y el respeto, debe estar siempre presente, al igual que la lealtad. En un buen matrimonio, no  deben existir secretos, porque en el fondo, los esposos,  solo se tienen el uno al otro… -  Frunció su entrecejo, mientras intentaba comprender mejor al  hombre que esa noche se convertía en su prometido - ¿acaso no desea toda mujer  tener un buen esposo? ¿Dime que es para ti ser un buen esposo? -  Volvió a buscar el rostro de Iván, - claro que quiero que me conozcas y deseo conocerte, pero desearía que me contaras de tu vida, tus proyectos, ¿Qué deseas más en ésta vida? -.


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Mensaje por Ivan Khitrov Miér Abr 27, 2016 1:50 am

Mientras le hablaba, Ivan no despegó de ella sus ojos ni un segundo. ¿Por qué tenía que ser siempre tan correcta? Ni siquiera cuando sus cuestionamientos se tornaron irrespetuosos ella fue capaz de descomponerse y mostrar un poco de indignación. Ivan admitía que eso le habría gustado, que lo enfrentara, que le enseñara que por esas venas corría algo de sangre. Ella incluso aceptó que tampoco había deseado casarse, pero parecía demasiado conforme con la situación, lo que sólo logró hacerlo sentir mucho más frustrado. Le molestaba que siendo ella la única persona que realmente era capaz de acabar con aquella locura, la única con el poder de liberarlo de su impuesta responsabilidad, decidiera no hacer nada, aún cuando era evidente que tampoco la hacía del todo feliz.

Los músculos de su mandíbula se contrajeron. Estuvo a punto de echarle en cara unas cuantas cosas, de confesarle la verdad, pero entonces algo inesperado ocurrió. Lenya le informó sobre un regalo que sus futuros suegros le habían hecho. ¿Qué clase de regalo y por qué lo desconocía? El desconcierto de Ivan fue evidente. Ella le mostró el pequeño retrato de él que llevaba consigo, lo que lo dejó aún más perplejo. No le sorprendía del todo que sus padres se hubieran atrevido a tanto, lo que le intrigó fue que ella cargara con él y lo ocultara entre su ropa para protegerlo, como si se tratara de un tesoro. Solo una mujer enamorada hacía algo como eso, pero si ella no lo amaba, ¿entonces por qué? Ni a Madeleina le importaba tanto tener un detalle así de él.

Desvió la mirada un momento. Ahora, además de frustrado, se sentía confundido. Había intentado empujarla a que le dijera la verdad, a que se confesara ante él, pero era más que evidente que ella no tenía intención de echar abajo una promesa que ya le había hecho a su padre, el señor Bleier. Tal vez era hora de resignarse a que esa boda se llevaría a cabo.

Si te cuento todo sobre mí ahora, ¿qué quedará por descubrir cuando seamos marido y mujer? —dijo como respuesta a sus preguntas, tuteándola, tal y como le había pedido—. No quisiera arruinarle el factor sorpresa a mi futura esposa —añadió con algo de cinismo.

Se puso de pie y alargó su mano hacia ella.

¿Entramos? Deben estar muriéndose por saber si al final la boda se llevará a cabo. No los hagamos esperar más y démosles la gran noticia —un destello de ironía brilló en sus magníficos ojos azules, mientras especulaba silenciosamente sobre la cara que pondría a continuación su padre, pero sobre todo su madre al enterarse de que ya no tendría que vender sus joyas, que su apellido seguiría siendo motivo de orgullo y que la casa no sería hipotecada. En resumen, que se habían salido con la suya.


***


Al enterarse de la gran noticia, la respuesta de sus padres no fue tan distinta a la que Ivan imaginó. Mientras que su padre se limitó a asentir silenciosamente, en señal de que le complacía que finalmente hubiera accedido a sus deseos, su madre, que siempre había sido mucho más teatral, gritó emocionada y se le echó encima a su hijo encima para besuquearlo y abrazarlo. Lo mismo hizo con su futura nuera.

Te lo dije, querida mía, que la desconcertante actitud de mi hijo solo se debía a los nervios —le dijo a Lenya, estrujándola en un efusivo abrazo—. ¡Estoy tan feliz! ¿Acaso no es esto motivo de felicidad? ¡Lo es, lo es! ¡Tendremos una boda! —y la mujer se echó a reír, parloteando sobre esto y aquello, como una verdadera desquiciada.

Cuando pasaron al comedor, su madre aún no había dejado de hablar, pero él ya no la escuchaba. Ivan tenía la mirada perdida y de algún modo sus ojos se habían ensombrecido. Por un segundo, casi pareció triste. Celebraría con ellos, porque era parte de la obligación, pero para él no había razón alguna para compartir su felicidad. Lo habían vencido. Una vez más, habían logrado doblegar su voluntad.


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Mensaje por Lanya Bleier Sáb Mayo 07, 2016 6:57 pm

- touche - pensó, mientras le sonreía a la contestación que Ivan le diera, cuando intentó que él le contara algo de su vida, - eres como una ostra, te cierras al menor atisbo de peligro - enarcó una ceja, cuando él se incorporó dispuesto a dejar de lado aquella conversación - ¿pero que temes? ¿que ocultas con tanto recelo? - sus preguntas, no recibirían respuestas de aquel hombre, bien lo sabía, por eso mismo no pensaba hacerlas y solo quedabaín en su mente, en un silencio que se mantuvo todo el trayecto de regreso al salón.

Caminaba detrás de él, como si no deseara entrar a ese lugar donde de seguro la acosarían con demostraciones de efusividad que estaba fuera de lugar para unas personas que apenas se conocían. Como si ya hubiera vivido ese momento, fue entrar en el salón, en cuanto él anunció que efectivamente, habría boda, la madre de Ivan, su futura suegra, se acercó a felicitarla y apretujarla como si de una muñeca se tratase. Intentó mantener la compostura, una suave y gentil sonrisa en su rostro, la mirada serena, aunque por dentro muchas mas preguntas asomaban, todas sin respuestas, por lo menos hasta que Kritov, decidiera que era tiempo de contestarlas. Cuando la mujer, la dejó a un lado para hacer su papel de anfitriona, su padre se acercó a ella, - me alegro cariño, espero en verdad que ese muchacho te merezca... - dijo al oído de su hija, mientras una  mirada cargada de desconfianza se posaba en la espalda de Ivan, para luego continuar - aunque no hace mucho te dije que sería lo mejor, quiero que sepas, que siempre tendrás tu hogar... si decides no hacer éste compromiso... solo debe decírmelo -, Lenya apretó suavemente la mano de su padre, - no te preocupes, todo saldrá bien... es un buen hombre - recalcó, llevando su mirada a la nuca de su futuro esposo - es lo único que espero - caviló - que sea en verdad un buen hombre - ahogó un suspiro, y devolvió una sonrisa timida a su futura suegra que se había girado y la contemplaba, algo intrigada de lo que su futura nuera y consuegro estarían diciendo.

Al llegar al comedor,  la anfitriona los fue acomodando en los asientos, y como era de esperar, su lugar quedó justo al frente de Ivan. Se acomodó y cruzó frases de cortesía con los diferentes integrantes de aquella reunión, para luego posar su mirada en el rostro de su prometido, distinguió la tristeza, el abatimiento en la mirada de Ivan, tuvo ganas de huir de aquel lugar, ¿porque él dejaba que sus padres le impusieran un compromiso que se notaba a la legua que no deseaba? - sería bueno que tu rostro sepa, que supuestamente estas feliz por el compromiso y no que te espera el cadalso - le susurró, clavando su mirada en los sorprendidos y algo molestos orbes de Ivan. Mientras una sonrisa divertida surgía en los labios de la femina.


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Mensaje por Ivan Khitrov Vie Jun 10, 2016 9:54 pm

Ivan se quedó en silencio, con la vista fija en los cubiertos y el plato vacío que tenía enfrente. La cena aún no se había servido y aunque un agradable aroma, proveniente de la cocina, llegaba hasta el comedor, la voz chillona de su madre, hablando de la futura ceremonia con excesivo entusiasmo, casi como si se tratara de suya propia, lo enfermaba, robándole el apetito. Sentía que el estómago se le revolvía nada más de escucharla planeando hasta el último detalle. Es cierto que había deseado como nunca que el compromiso se cancelara, pero ya que finalmente se había resignado a lo inevitable, que había aceptado que el matrimonio con la hija de los Bleier era la única esperanza para su familia, todo lo que podía esperar era que terminara cuanto antes.

Al cabo de unos minutos, las palabras de Lenya lo arrancaron de su momentáneo ensimismamiento. Ivan alzó la vista, la dirigió hacia donde sus futuros suegros se encontraban, y se topó con la mirada fija del padre de Lenya. El hombre parecía estudiarlo y en ningún momento hizo el menor esfuerzo por disimular su preocupación. Ivan se preguntó si éste también había notado ya su poco entusiasmo. Tal vez a esas alturas ya estuviera considerando seriamente cancelar el compromiso porque, ¿qué hombre deseaba para su única hija un esposo tan poco interesado? Lenya, sus padres, todos tenían razón: debía esforzarse más. En ese instante fue completamente consciente de ello. Se levantó de repente y el ruido en el comedor cesó.

¿Me conceden su atención un momento? Me gustaría pronunciar algunas palabras —todos los presentes lo observaron, y cuando su molesta y parlanchina madre finalmente se calló, un silencio absoluto reinó en el comedor. Todos esperaban escucharlo hablar, tenía todo su interés; prosiguió—. Ante todo, quisiera disculparme. Sé que gracias a mí la velada no inició como estaba contemplado, pero madre tiene razón: estuve muy nervioso y he de admitir que tenía mis dudas —al escuchar aquello, su futuro suegro enderezó la espalda y dirigió una mirada de soslayo a su hija—. Fue todo tan repentino, y por más increíble que parezca, me sentía inseguro. Me avergüenza decirlo, desde luego, y probablemente otro en mi lugar inventaría alguna excusa antes que admitirlo, pero siento que mi deber es ser absolutamente franco. No obstante, conocer a Lenya me ayudó muchísimo y cambió mi perspectiva de las cosas. Y de una manera muy positiva, debo agregar.

Ivan dirigió sus ojos hacia la que sería su esposa y con sus ojos azules de penetrante mirada la observó intensamente. Le sonrió, de una manera tan encantadora que derretiría a cualquiera. ¿Conseguiría convencerla, no solo a ella, sino a todos los presentes, de que sus palabras eran sinceras? No lo sabía, pero el empeño que le puso le dijo que definitivamente iba por buen camino.

Nunca había conocido a una mujer con tal gracia y amabilidad, y sinceramente no logro imaginarme una esposa mejor que ella. Las palabras se quedan cortas. Y como esta noche sobran razones para celebrar, propongo un brindis —levantó su copa de vino y esperó que los demás lo imitaran—, por Lenya, y por nuestras familias que el día de hoy se fusionan y se convierten en una sola.


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Mensaje por Lanya Bleier Vie Jun 24, 2016 9:12 am

Lenya, se mantuvo callada, expectante, cuando el que esa noche pasaba a convertirse en su prometido, pedía un momento de atención. El estomago se encogió, ¿que sería lo que diría? tal vez, que estaba atormentado y no tenía certidumbre de querer un compromiso así, que desde todo punto de vista, se podía apreciar que era impuesto, tanto para él como para ella. Tuvo que apretar las manos en su regazo, para no temblar. Ivan, parecía un hombre impulsivo, en el que sus emisiones estaban a flor de piel, aunque intentara ocultarlas.

Cuando éste comenzó con su pequeño discurso, Lenya parpadeó varias veces, mientras su mirada buscaba los ojos de Khitrov. Las palabras, la mirada intensa de aquel hombre, la conmovieron. Ella podía entenderlo, algo similar había ocurrido con su familia, un compromiso impuesto, pero, no se arrepentía de haber accedido, de estar en ése momento, frente a él y devolver una mirada de aprobación, de confianza, tal vez por que en el fondo se imponía creerle, aunque una parte de ella, dudaba aún de la veracidad de las melosas palabras.

Otro que tampoco se tragó tan facilmente el encantador discurso, fue el padre de Lenya, que entrecerró los ojos y una linea delgada, una arruga indiscreta, quebró su semblante. Sus ojos fijos en el rostro de su futuro yerno, demostraban a las claras un "ya veremos", gesto que tambien fue evidenciado por el padre del joven, quien carraspeó y levantó su copa, brindando de forma animada por lo que acababa de decir su hijo.

La madre de Lenya, parecía vivir en otro universo, con lagrimas en los ojos, sonreía feliz, ella estaba segura que tanto su hija como el joven Khitrov, eran el uno para el otro, que tendrían un matrimonio tan fuerte y solido como el que ella disfrutaba y que soñaba con el momento en que la convirtieran en abuela. Claro que enarcó una ceja, al pensar que eso la haría ver demasiado mayor y que con sus jóvenes años, era mejor que la llamaran por su nombre. La mujer sonreía y brindaba coquetamente, mientras llevaba su mirada, de la del prometido a su hija, para detenerse en el gesto de preocupación de su esposo. - ¿que sucede cariño? - quiso saber, susurrando en el oído de su esposo, mas éste  simplemente dijo un escueto "nada" para terminar sonriendo de manera forzada.

Fue el turno del padre de la novia, para hablar, todos hicieron silencio, el señor Bleier, dirigió su mirada a la que era la niña de sus ojos. Luego termino llevando su mirada a la de Ivan, - Agradezco vuestra sinceridad, por eso creo que  debo ser tan sincero, como usted lo ha sido... - se hizo un silencio, corto pero tan profundo y espeso, que parecía imposible respirar en él. Inspiró buscando las fuerzas necesarias para decir su breve discurso, - joven, creo en vuestras palabras, porque si existe algo que respeto es la sinceridad. Tenéis razón, cuando afirmáis que mi hija, es una mujer maravillosa, no solo porque como padre así lo sienta, sino, porque con el tiempo, veréis que uno de sus dones, es apaciguar, calmar, y traer la serenidad al hogar. Brindo porque vuestro matrimonio esté siempre bendecido por esa paz y el amor que todos merecemos -, Los ojos del padre buscaron los de la joven, que a pesar de toda la voluntad que había empleado, no lograba contener las lagrimas. No eran lagrimas de tristeza, solo de comprobar que nada sería como antes, jamás volvería a ser la niña de su padre, ni la mansión de sus padres sería su hogar, pero mas aún, sabiendo que en poco tiempo perdería el amo incondicional de su amado padre.

Intentó tragar saliva, pero no pudo, su mirada arrasada en lagrimas, era imposible de ocultar, al igual que su rostro rojo de aquella emoción incontenible. Sus sentimientos le hicieron cometer una torpeza, pues su mano tembló,  derramando el vino y manchando en el mantel impoluto. Con rapidez, dejó la copa en la mesa, para luego disculparse en susurro, mientras se apresuraba a salir del salón.

Apenas cruzar las puertas, se encontró con un pasillo al que daban a diferentes puertas, ¿cual sería  la indicada para llegar al cuarto de baño? ¿a quien preguntar? la cabeza le estallaba, ¿que había hecho? mostrando su sentimientos de ese modo, ¿que pensaría ahora su futura madre política? sin contar con lo que pudiera pensar su prometido, - torpe, eres una torpe - se reprochó.

Caminó por el pasillo, observando cada una de las puertas y sopesando, cual sería la indicada. Fue así que abrió la primera puerta que creyó podría ser la correcta, mas se equivocó, pues ésta la condujo a un salón,  una biblioteca. Cerró la puerta tras de si, inspiró profundamente, para luego dejar salir en un largo suspiro, la frustración y la vergüenza que había vivido, momentos atrás. Al inspirar de nuevo, el aroma del ambiente la envolvió, era una peculiar mezcla de aromas, que le parecieron en cierta forma intrigante, había olor a tabaco, algo de alcohol y un perfume, una esencia masculina - Khitrov - caviló, con los parpados entornados,  apoyando su espalda en la madera de la puerta.  Aún sentía aquella angustia, que la había hecho huir de la cena, buscando la paz que tanto había ponderado su padre que ella infundía, ¿donde estaba que no podía encontrarla? Volvió a inspirar, y aquellos aromas la envolvieron, como una suave manta, arropándola, deseaba desaparecer, volverse invisible, no quiso abrir los ojos, deseaba mantenerse así, oculta para todos, segura en su soledad, por lo menos, unos minutos mas.


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Mensaje por Ivan Khitrov Mar Jul 26, 2016 7:47 pm

Todos los presentes alzaron sus copas y lo imitaron, brindando al unísono y bebiendo el excelente champán, deseando la felicidad de la pareja. Las cosas parecían haber tomado el rumbo esperado. Ivan casi respiró tranquilo durante esos instantes, dando por hecho que la cena concluiría satisfactoriamente, pensando que ese difícil paso, con un poco de hipocresía de por medio, quizá no había sido tan complicado al final. ¿Se sentía menos miserable ahora? ¿Estaba mucho más conforme? No. Pero podría decirse que ya comenzaba a resignarse ante lo inevitable. Ya era oficial: Lenya Bleier sería su esposa. No había vuelta atrás. Lo mejor era empezar a asimilarlo y pedir a Dios que le diera fuerzas para soportarlo. Aunque, pensándolo bien, dudaba que a Dios le importase mucho.

Dejó en un segundo plano a los presentes y se concentró en Lenya. Aunque había dejado bastante claro que aceptó casarse sólo por complacer a su padre,  en ningún momento dio muestras de arrepentimiento. Sin embargo, sí se le notó algo desconcertada en ese momento. La penetrante mirada de Ivan debió ponerla nerviosa, porque de pronto derramó el vino sobre la mesa y manchó su vestido. Ivan la vio alejarse a paso rápido, avergonzada por su momento torpeza. Como siempre, la madre de Ivan, que parecía incapaz de mantenerse al margen de todo lo que ocurría en esa casa -o en cualquier otro sitio-, no tardó en ponerse de pie con la intención se seguirla, pero Ivan la paró en seco, expresando su deseo de ser él mismo quien fuera a su encuentro. No era lo normal, pero dado que ya estaban oficialmente comprometidos, nadie se opuso.

Los pasos de Lenya lo condujeron hasta la biblioteca. Ivan se paró junto a la puerta, pero cuando colocó la mano sobre la perilla e intentó hacerla girar, confirmó que estaba cerrada por dentro. Emitió un profundo suspiro y resignado. Pensó en lo irónico que resultaba todo aquello. No era posible que además de aceptar un matrimonio que no deseaba, también tuviera que convencer, casi rogarle a la novia, con tal de que no se echara para atrás. Pero sí, eso era justamente lo que estaba pasando.

Sé que estás allí —alzó un poco la voz para que ella pudiera escucharlo a través de la robusta puerta—. ¿Estás escondiéndote? ¿De qué? ¿De quién? ¿De mí, acaso? ¿Mis palabras en el comedor te han disgustado? Creí ver lágrimas en tus ojos y esperé que fueran de felicidad. Tal vez me equivoqué…

Ivan no obtuvo respuesta. Se produjo un silencio tan absoluto, que tuvo que contener la respiración y mantenerse inmóvil para ver si lograba escuchar algo al otro lado de la puerta. Pero ni así. En ese instante pudo haberse dado la vuelta y olvidar el asunto, no era el tipo de hombre que gustara de persuadir a las personas. Pero tuvo que quedarse, intentarlo una vez más.

Lenya… Por favor abre para que podamos hablar —modulando la voz hasta volverla amable, volvió a insistir.


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Mensaje por Lanya Bleier Lun Ago 22, 2016 6:17 pm

Su cuerpo se había deslizado hasta quedar sentada en el piso de la biblioteca, tomando con los brazos sus piernas, mantenía la cabeza apoyada en sus rodilla. No podía dejar de sentir que se había comportado como una chiquilla, huyendo de aquella forma, pero en realidad, prefería no volver a la mesa, - si tan solo pudiera huir de aquí -  caviló, suspirando ante aquel deseo imposible.

Fue entonces que pudo oír el sonido que hacían los zapatos en el suelo del pasillo, - uno, dos, tres, cuatro... - mantuvo el aire contenido en sus pulmones, cuando oyó que aquella persona que se acercaba, se detenía justo frente a la puerta. La perilla se movió, intentando abrir la pesada puerta, mas era en vano, Lenya había girado la llave en la cerradura y se mantenía segura dentro de su refugio.

Fue la voz de su futuro esposo la que logró hacer que se levantara del suelo, como si la pudiera ver y le fuera a reprender. Contempló la madera de la puerta a escasos milímetros, podía oler el aroma a la madera. Apoyó su frente en la superficie de la puerta y suspiró, cerrando sus ojos, intentando no seguir comportándose como una chiquilla. Escuchó sus palabras, no se escondía de nadie, o mas bien se escondía de su propia vergüenza, de sus inseguridades, ¿llegaría a poder ser una buena esposa? ¿sabría serlo? - no lo sé - caviló respondiendo a sus propias preguntas. Comenzó a negar con su cabeza, no, no se escondía de él, ni se había ofendido, ni entristecido, por las palabras que él expresara. Era ella quien temía no estar a la altura de las circunstancias, pero le costaba admitirlo.

Tras el profundo silencio, que los envolvía,  volvió a escucharle hablar, ésta vez, la voz había sido mas suave, si hasta le pareció que era dulce, cosa que le sorprendió, pues en las otras ocasiones en que él le dirigió la palabra había sido todo, menos dulce. Ivan le volvió a pedir que abriera la puerta, que hablaran. Lenya, asintió, con un suave movimiento de cabeza, - aunque él no podía verla -, para luego girar la llave en la cerradura, abriendo lentamente la puerta.


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Mensaje por Ivan Khitrov Dom Oct 09, 2016 12:39 pm

Ivan tuvo que recurrir a una paciencia que, al no ponerla en práctica muy a menudo, ni siquiera sabía que poseía. Respiró, muy hondo, y expulsó el aire de manera silenciosa. Lenya no había dado señales todavía. Llegó a pensar que ella no cedería, que lo dejaría ahí, como un verdadero idiota y que todo el teatrito que había montado en la cena sería en vano. Sin embargo, cuando estuvo a punto de darse por vencido y dar media vuelta para alejarse, el suave chirriar de la puerta abriéndose lentamente, se lo impidió. Volvió a tomar aire y enderezó la espalda, para luego entrar en la biblioteca.

Ah, al fin.  Ahí estás —dijo, sin ninguna expresión en particular, cuando la encontró detrás de la puerta.

Lenya tenía las mejillas coloreadas de vergüenza y él tuvo la impresión de le costaba sostenerle la mirada. La miró en silencio durante unos segundos y sus ojos viajaron rápidamente a la mancha de vino en su vestido. Éste era de un tamaño considerable, se veía mal y probablemente nunca lograría sacarlo por completo de la prenda, pero Ivan no dijo nada al respecto; lo ignoró, como si le restara importancia. El rostro masculino se suavizó.

Elegiste el mejor escondite de la casa —la severa expresión de su rostro, se desvaneció. De pronto, no pareció tan imperturbable. Su voz también cambió—. En la infancia, también era mi favorito. Nadie viene aquí —explicó—. Me temo que soy el único miembro de la familia al que le interesa un poco la lectura.

Echó un rápido vistazo a la habitación que, a causa de lo que acababa de contarle, conocía como a la palma de su mano. Era una gran colección de libros la que tenían ahí. Volúmenes antiquísimos que valían una fortuna y otros tantos cuyo valor era más que nada el que el propietario decidía otorgarle. Para Ivan todos tenían valor sentimental, y es que consideraba a la lectura como su salvadora. Cada vez que sentía que no entendía al mundo, bajaba y leía un poco. Cada libro le brindaba la posibilidad de espiar un poco a otros mundos, otras mentes, y le ayudaba a soportar los momentos difíciles. En ese mismo instante le apetecía leer un poco. No obstante, ya habían amenazado con deshacerse de todos ellos. “Los libros se venden bien y poco de dinero extra no nos vendría nada mal en este complicado episodio de nuestra vida”, recordó las palabras de su madre. Ivan era un hombre imponente, pero así, absorto en sus pensamientos, como se encontraba, parecía casi inofensivo.

Hay algo que aprendí en este lugar —continuó, sin darle tiempo de replicar, y avanzó hacia ella—: no podemos escondernos para siempre —se detuvo frente a Lenya—. Sé que estás nerviosa y que tienes dudas. Tal vez pueda ayudarte un poco con eso… —inclinó la cabeza y, tomándola totalmente desprevenida, la besó.


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Mensaje por Lanya Bleier Dom Nov 27, 2016 7:38 pm

Absorta en el sonido de aquella voz, en las sensaciones que la envolvían, manteniéndola en un estado hipnótico, fija su atención en lo que Ivan le revelaba, dejó que  una tierna sonrisa, inundara su rostro. Imaginó a un pequeño, escondido entre sus amados libros, en la imponente biblioteca, ¿Cuáles habrían sido los libros que atraparon la atención de un diminuto Khitrov? ¿Los habría leído ella también, en su distante hogar? Su mirada fue subiendo lentamente a los orbes de su prometido, hasta penderse en ellos, y no poder dejar de contemplar el brillo misterioso que vislumbraba, ¿Qué era esa sensación que inundaba su alma? ¿Amor? No, no podía ser, nadie en su sano juicio se puede enamorar de un desconocido apenas verle, o mantener una conversación exigua o fútil. Pero allí estaba ella, con un vacío en su estómago, y esa maldita sensación de tener mariposas en su vientre, -¿Qué cursilería? – caviló, mientras contemplaba los  azules orbes ajena.

Sus manos intentaba en vano calmar los nervios,  arrugando su vestido, o entrelazándolas tras de su espalda, sin tener muy en claro que hacer con ellas. Quería decir algo inteligente, hablar de los grandes escritores de la literatura, pero su corazón latía con vehemencia, y su boca callaba cualquier intento de su cabeza por decir una frase coherente. Le observó acercarse, acortando las distancias, como un felino a su presa, sin  quitarle la mirada de encima, sin dejar de hablar con una voz suave, un tono grave, masculino, que continuaba provocando sensaciones nuevas y confundiendo a la joven.  Lenya,  hasta ese momento, había pensado,  que ella realizaba el mayor  esfuerzo para que el compromiso se realizara, como si en verdad, Ivan intentara poner escusas para formalizar la relación. Pero ahora, era Lenya quien temía, quien dudaba, no porque lo considerara poco atractivo, o que no coincidieran en gustos o pareceres. Sino, por el contrario, todo aquello les hacía más fácil el traspaso de una relación superficial a una más íntima, romántica, y por Dios que Lenya no tenía ninguna experiencia en esos temas.

Cuando su prometido estuvo a corta distancia de ella, deteniéndose para contemplarla en silencio, la alemana, inspiró profundamente, en el momento en que Ivan  la besó. Aquello la tomó por sorpresa, haciendo que Lenya contuviera la respiración. Por un segundo pensó que su corazón se detendría, sus manos, que hasta ese momento se encontraban entrelazadas tras de su espalda, se soltaron, intentando aferrarse al aire, como si estuviera cayendo, como si perdiera el equilibrio, para luego dirigirse al pecho masculino y dejarlas allí, entre sus cuerpos, como un suave y débil escudo, no es que le desagradaba el beso,  la verdad era que  no sabía cómo manejar una situación así.  Al verle  cerrara sus ojos, le imitó, dejando que los sentidos del tacto, el oído, le permitieran disfrutar de aquel momento. La sensación era incomparable, con cualquiera de los métodos que entre las jóvenes, se usaba para intentar aprender a besar, ni los besos a un espejo, ni el dorso de la mano, o la tibia piel del brazo, podrían compararse con la calidez y suavidad de esos labios, mezclada con las cosquillas que le provocaba la barba tupida de Ivan.  

Un suspiro se escapó de sus labios, al escucharse, abrió los ojos, mientras su rostro se ruborizaba, y un calor sofocante la abrazaba, producto de la vergüenza. Quiso alejarse, pero no pudo, no tanto porque él la sostuviera, sino porque sus propias manos aferraban con fuerza la solapa del traje masculino, impidiendo que pusiera distancia entre ellos.


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Mensaje por Ivan Khitrov Dom Mar 26, 2017 7:34 pm

Besarla le resultó mucho más sencillo de lo que pensaba, y eso logró desconcertarlo un poco. ¿Tendría algo que ver que ella fuera bonita? Porque, en la mayoría de los casos, tratar con una mujer hermosa, siempre hacía las cosas mucho más fáciles. ¿O sería acaso que la idea de convertirse en el esposo de Lenya Bleier, una completa extraña, alguien que definitivamente no era la dueña de sus afectos, comenzaba a no parecerle tan terrible al final de cuentas? Por su propio bien, era mejor que así fuese, porque ese beso era el primero de muchos, el principio de todo. Una vez casados, la convivencia sería diaria; tendrían que dormir en la misma cama, engendrar hijos, y en general, compartir una vida. Cinco, diez, veinte años, ¿cuántos serían los que durarían siendo esposos? Ivan no podía permitirse albergar la esperanza de que aquello durara poco porque, una vez que un hombre y una mujer se unían en sagrado matrimonio, era para toda la vida.

Lenya no había dicho ni una sola palabra, pero además de muda, la pobrecita parecía haberse quedado completamente pasmada. Es probable que no supiera cómo reaccionar a todo aquello, que fuera demasiado para ella. Se la veía tímida, tan inocente como una quinceañera, lo que lo llevó a suponer que esa era la primera vez que la besaban. Así tenía que ser, porque incluso la había escuchado emitir un emotivo suspiro y su corazón continuaba latiendo como un loco. Era una experiencia nueva para Ivan, cuyas relaciones siempre habían sido con mujeres mucho más…. desinhibidas. Jamás había visto ni vería a Madeleina Proulx sonrojarse así, estremecerse hasta la médula, con un toque tan sencillo como aquel beso.

¿Ocurre algo? —Preguntó con la única intención de romper el silencio y traerla de vuelta a la tierra. Funcionó, porque enseguida vio sus ojos color avellana parpadear. Lo soltó, y a juzgar por el creciente rubor de sus mejillas, estaba avergonzada—. Espero que no tomes a mal lo que acabo de hacer. Si me atreví a tanto es porque dentro de poco vamos a casarnos.

Ivan notó que se ruborizaba de nuevo. También sintió que ella eludía su mirada, como si aquella caricia que acababan de compartir, fuera un impedimento para verlo nuevamente a los ojos. Extrañado, el hombre arrugó levemente el ceño. No solía ser tan complicado para él conseguir entablar conversación con una mujer. Aguardó. Ya había hecho suficiente por esa noche para asegurar el matrimonio y someterla a un asedio aún más intenso le pareció demasiado arriesgado.

Lenya, es hora de que volvamos —se animó a decir luego de un rato, cuando la notó un poco más tranquila—. A nadie le importa esa mancha en tu vestido, ha sido un accidente. Además, nuestras familias deben estar impacientes. Recuerda que aún hay que fijar la fecha de nuestra boda.

Nunca se creyó capaz de decir eso, pero aunque no terminara de aceptar su futuro, comenzaba a verlo claro.


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Mensaje por Lanya Bleier Sáb Abr 01, 2017 6:33 pm

Rehuyó su mirada, incomoda, avergonzada, no porque la hubiera besado, que en verdad hubiera deseado que lo intentara nuevamente, sino, por temor a que él pensara que era una niñata, una de esas jóvenes que deseaban una vida conventual, ella no era así, en verdad deseaba casarse con alguien a quien amara, como en las historias que aveces leyera a escondidas en el internado, pero no pensó que el amor pudiera surgir de un compromiso pre fijado, y con un total desconocido. Mas se daba cuenta que no sería ningún impedimento para ella, aceptarlo como su esposo. No, al contrario de todos sus tontos prejuicios, que había estado acumulando desde que comenzara el viaje de retorno a París, Lenya descubría con asombro que su padre había elegido bien, y que si Ivan deseaba enamorarla, besándola, halagándole, no era solo porque los mayores así lo quisieran, sino, que él también comenzaba a experimentar un cierto acercamiento entre ambos.

Sonrió, aun con la vista fija en sus manos, mas hizo un esfuerzo y llevó sus ojos a los de su prometido, - por Dios, es mi prometido - caviló, mientras ensanchaba aún mas la sonrisa, sin dejar de ser elegante y suave como el pétalo de una rosa. Lenya jamás abandonaba sus buenos modales, esos que le habían inculcado para ser una prestigiosa anfitriona, la mujer ideal para un aristócrata, hasta para un príncipe, mas ella solo deseaba agradar a su padre y a su prometido. Negó suavemente con la cabeza, - no, no me he sentido ofendida por vuestro beso... digo, tú beso... es solo que... jamas me habían besado - no pudo ocultar un suave rubor, mas se había propuesto no tener secretos entre ella y su esposo. Esperaba que él hiciera lo mismo con ella, pues para que una relación se fortaleciera, la confianza debía ser una característica indispensable.

Volvió a sonreír con una leve mueca de picardía, - tienes razón, nuestros padres y demás invitados, deben estar preguntándose que ha ocurrido -, observó nuevamente al hombre quien era su futuro marido, para luego intentar arreglar un poco su vestido. Se tomó del brazo del caballero y salieron de la habitación, rumbo al salón, donde todos los invitados esperaban expectantes el regreso de la pareja.


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