Noche de historias y misterios - Libre

por **Saskia Borgano** Dom Sep 06, 2015 9:23 am

Observó como la empleada de la librería apuraba sus pasos, parecía que llegaba tarde a una cita. Saskia, sonrió recordando cuando ella también se apresuraba cuando era humana y debía encontrarse con alguien. Su mirada se colmó de tristeza al recordar, - ¿cuanto tiempo ha pasado? décadas... siglos... no, solo unos años y poco mas... - se lamentó. Por un segundo pensó que la joven que estaba cerrando aquella librería era como ella, cuando en una noche como ésta, un caballero pidió le abriera la puerta, sin percatarse que en verdad, le estaba abriendo a la propia muerte.

Suspiró suavemente, entre las sombras de la calle, mientras oía todos los movimientos que hacía la joven, ademas de sus soliloquios, -otro día que me he dormido por quedarme leyendo uno de los libros - se reprochaba, - ¿pero acaso existe mejor manera de pasar el tiempo que leyendo? – preguntó al local vacío, como si alguien más pudiera escucharla, - no, seguro que no - sonrió mientras caminaba, a paso firme, los últimos metros antes de llegar a la puerta de la librería. Abrió la puerta, y se dispuso a salir, giró su cabeza observando que todo quedaba tranquilo, en la penumbra que dejaba la lúgubre iluminación de la calle, sintió un escalofrió y se apresuró a partir.

La vampiro, dejó que pasara a su lado, escuchando el tamborileo de aquel corazón y a pesar de la imperiosa necesidad de alimentarse, prefirió dejarla pasar, levemente usó su poder de confusión, para que al guardar la llave del negocio éste cayera accidentalmente en la acera y la joven no se percatara de lo ocurrido. Cuando quedó sola, esperó que pasara una media hora antes de acercarse a la puerta, hizo girar la llave en el tambor de la cerradura y con una leve presión en el picaporte, se hizo dueña del lugar.

Cerró la puerta y apoyó su espalda en ella, hasta que escuchó el sonido del pestillo al trabarse, inspiró profundamente, disfrutando del olor a los libros, la tinta, su encuadernación, todo aquello era un agradable recuerdo que aún permanecía en su memoria. Los perfumes y los libros habían sido desde siempre su debilidad, por esa única noche, se permitiría volver a sentirse una humana comun y corriente, disfrutando de los placeres mas sencillos de la vida. Encendió la luz y dejó que su mirada divagara por las estanterías repletas de libros, tan ensimismada se encontraba, que olvidó cerrar la puerta para no ser sorprendida.

por **Leonid Dobrev** Jue Sep 10, 2015 7:50 pm

La noche cayó con demasiada rapidez, mientras él seguía dentro de su taller, dejando que las sombras se tragasen la ciudad de París. Como un espectro, la luna se balanceaba sobre el cielo nublado, dejando que los viandantes, que aún transitaban delante de la tienda de Xavier, creasen sombras monstruosas en el interior cada vez que pasaban delante de la farola que él mismo había colgado de una de las paredes del edificio, permitiendo que el cartel que anunciaba su carpintería se viese a pesar de las horas nocturnas.

Sus manos acariciaban los contornos del mueble que había creado, sabiendo que era bastante sencillo comparado con otros encargos que le habían ordenado. Siempre se le había dado bien el elaborar cosas con sus manos; madera, hierro, cristal e incluso joyas. Lo cual destacaba en alguien con una altura y musculatura tan desarrollada que llamaba demasiado la atención entre los jóvenes delgaduchos que parecían estar tan en boga.

Sabía que algunos humanos no comprendían el porqué de su elegancia al caminar o trabajar, ya que se consideraría que alguien tan pesado debiera ser más torpe. Pero ellos no sabían de su naturaleza extraordinaria. Quizás eso les haría realmente comprender el porqué siempre temblaban ante él, como si su instinto de supervivencia les susurrase que él era peligroso. Y lo era, su naturaleza depredadora estaba muy presente en él, por eso había aprendido a mimetizarse, convirtiéndose en alguien demasiado simple para no llamar la atención más allá de su apariencia.

Terminó de lijar el mueble y procedió a barnizarlo con un pincel, haciendo que los tonos terracota de aquellas sillas brillasen bajo la luz de las velas del taller. Su perfecta visión le permitía hacer trabajos exquisitos, con una delicadeza y belleza superior a la que podrían siquiera soñar muchos expertos humanos. Cuando terminó, miró su obra y sonrió, saliendo del taller para buscar algo de jabón y agua. Atravesó su local, un lugar modesto pero bien situado en París. Sabía que si sus jefes pudieran verlo ahora, no lo contratarían de nuevo como espía, pero por eso era el mejor entre los demás compañeros, él conseguía hacerse una tapadera allá a donde fuera. ¿ Quién podría mirarle y pensar que él era capaz de hacer que estados cayesen por culpa de su información?. Fuese como fuera, estaba en París por motivos personales, así que intentaba ganar algo de dinero forjándose un nombre como artista de la madera.

Mientras se limpiaba las manos de los restos de serrín, miró por la ventana de su tienda a la librería de su vecino. Aquel viejo negocio seguía en pie a pesar de otros locales más modernos que habían hecho que perdiera parte de la clientela más joven. Pero a Xavier le gustaba su dueño, quién era capaz de hacer resúmenes de todas las obras que vendía, dejando clara su devoción por aquellos manuales. Había sido él quien le ayudó a buscar clientes cuando abrió su negocio, incluso le encargó una estantería que había terminado el día anterior. ¿ No era demasiado tarde para que aún permaneciese dentro del negocio?.

Se encogió de hombros y limpió sus manos antes de tomar la estantería y salir de su negocio para llevársela a aquel hombre que insistía en romper su costumbre de estar solo. Cruzó la calle con la gran masa de madera, sosteniéndola entre sus amplios brazos, como si no pesase nada y empujó la puerta con una de sus manos, gruñendo un saludo para el dueño del local.

- Terminé tu pedido, no sabía que esta noche trabajarías más horas de las …- Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando, después de colocar el mueble en un lado en el que no molestase, había elevado sus ojos azules hacia la inconfundible figura femenina y desconocida que estaba ante él. Lejos de fijarse en sus costosos ropajes, que destacaban más al estar frente a sus sencillas botas de cuero negro, así como sus pantalones oscuros y camisa blanca aún abierta hasta la mitad de su pecho para permitirle no pasar calor después de numerosas horas de trabajo duro; se fijó en la palidez de su piel, así como el olor inconfundible de su estado no-muerto.

- Lamento la interrupción, creí que no habría clientes.- Su voz era fría, así como su mirada disgustada por la presencia de un vampiro en el local de su vecino. Se tensó y dio un ligero golpe sobre la madera.- ¿Está el dueño? , necesito dejarle la estantería.

por **Saskia Borgano** Dom Oct 04, 2015 7:04 pm

Aquel lugar era un pequeño tesoro, como una niña en u castillo de muñecas, se dispuso a jugar. Sonrió feliz, hacía tanto tiempo que no lo era, que por un momento tuvo miedo de que algo arruinara su paseo nocturno, su maravilloso descubrimiento. Recorrió cada estante, cada sección, inspeccionando libro por libro, llevándolo a su nariz, deseaba poder oler nuevamente el aroma de las cosas sencillas, de aquello que sin darse cuenta, había desperdiciado, cuando solo era una mortal.

No fue necesario que girara, para saber que allí, a pocos metros de ella un sobrenatural obstruía la puerta, el perfume inconfundible de aquella raza lo había delatado unos segundos antes de que entrara., solo esperaba que no se tratase de un inquisidor, lo que menos deseaba era tener que luchar, no caería en una mazmorra y daría batalla hasta su último aliento. A pesar de aquella posibilidad, no le interesó esconderse, jamás lo había hecho en sus años de humana y no comenzaría ahora. Tampoco le interesaba dejar de hacer lo que estaba haciendo, ojear el libro que había elegido.

Se giró lentamente, levantando su mirada de las páginas abiertas del ejemplar que tenía en sus manos, y su mirada se posó en los ojos de aquel hombre. Sonrió grácilmente, de una forma seductora, aunque no había activado aún su poder de seducción, no era su intención hacerlo, simplemente era innato en ella, aún antes de que Violante la convirtiera en lo que hoy era, lograba que los hombre y hasta las mujeres, sintieran una atracción hacia ella. Caminó unos cuantos pasos, achicando la distancia que los separaba.

A la pregunta del cambiante, ella levantó una ceja y encogió los hombros, - no, no lo sé, cuando llegué no había nadie aquí, la tienda estaba abierta y a pesar de la hora, cavilé que tal vez, pertenecía a un colega – sonrió mostrando apena la punta de sus colmillos, - no busco problemas, solo un buen libro – cerró cuidadosamente el libro, colocándolo en el mostrador, acariciando su tapa, - cuando llegas a estar solo, te das cuenta que los libros pueden ser buenos aliados - su mirada le buscó, el poder de la seducción se expandió, rodeando al cambiante, - no busco problemas, pagaré el libro y me iré… solo intentaba encontrar compañía… la noche es demasiado larga… no deseo herir a nadie… - bajó su mirada al piso, para luego dirigirla a su bolso y sacar varios francos, mucho más de lo que podía costar ese ejemplar, - así que si me permite, no le molestaré más – su voz sonó triste, como si la mirada desconfiada de aquel cambiante le hubiera herido .

Pasó a su lado y dejó caer en la mano del carpintero, la que tomara sin que se diera cuenta, tan solo por una fracción de segundo y en la que colocó la llave que cerraría el local, - la encontré en el piso, no sería bueno que estuviera abierto el local… ¿verdad? – volvió a sonreírle, su mirada se detuvo observando las hermosas pupilas del cambiante, escuchando el fuerte latido de su corazón - no todos somos monstruos, aunque por mi condición de vampiro, así lo crea usted – entornó los ojos e inspiró, - aún disfruto con el simple aroma de la piel, mezclada con sudor, el aceite de la madera y el almizcle de vuestro ser… sois sin daros cuenta, el mejor perfume que jamás podría crear. – con sus dedos rosó el brazo del hombre y se dispuso a caminar por la acera.

por **Leonid Dobrev** Mar Nov 17, 2015 1:53 pm

En cuanto la vampira se giró, incluso de forma lenta y premeditada, todo dentro de él se agitó en protesta a la elegancia de sus movimientos. Ya sabía lo que ocurriría, pues no era la primera vez que se encontraba ante un vampiro en su vida, era precisamente esos encuentros lo que lo hacían querer alejarse de todo lo sobrenatural. Nunca le habían traído buena suerte aquellas nocturnas y caprichosas criaturas.

Su desconfianza hacia licántropos o vampiros sólo hizo que aquella seductora sonrisa, unida a sus palabras, sólo le causase un estremecimiento que le recorrió la columna vertebral. El bello de sus brazos se erizó de manera rápida, como un felino que advertía de su intranquilidad interna.

- Si desea un libro seguro que posee una biblioteca para cubrir sus necesidades, recuerde que hay horarios en los establecimientos, así como leyes que establecen un concepto que no le debe pasar inadvertido; la propiedad privada. – Sus ojos azules emitieron un brillo intranquilo y disgustado cuando sintió la energía de ella emanar de su cuerpo.

Como un depredador, no pudo resistirse a aquel ataque sutil que pretendía realizar para salir indemne de aquel encuentro. Así que retrocedió dos pasos para evitar que su poder viciara su juicio, así como su encantador cuerpo estaba haciéndolo con su cercanía. No era lo suficiente estúpido como para alargar aquel encuentro más de lo necesario

- Por supuesto, yo tampoco deseo ningún problema con una dama de su posición.- Admitió de forma sutil, sabiendo que hablaba de algo más que clases sociales. Estaba acostumbrado a fingirse mucho más débil de lo que era, incluso ocultaba su poder de cambiaformas de forma férrea. Ser un felino dominante con una energía de alpha era complicado, en sus interacciones con otros cambiaformas, era una descortesía el desplegar tal poder. Algo similar a olfatear el trasero de otra persona simplemente por ser un cambiaforma canino.

No supo si fue la tristeza de su voz, su poder y encanto o el roce que le emitió al rozar con sus dedos el brazo descubierto por su trabajo, pero se vio a sí mismo abriendo la boca de nuevo.

- Quédese. Al menos podrá seguir leyendo mientras coloco la estantería, después tendrá que irse. – Su rostro continuó con su serio semblante, sin mutar en ningún momento, ni siquiera cuando volvió a tomar la estantería entre sus brazos para adentrarse en la tienda ahora que ella no estaba en medio para evitar su avance.

- Pero mantenga sus manos y poder alejados de mí, es una descortesía y lo sabe.- Le dijo con brusquedad intentando alejar de él el pensamiento frugal que había tenido al notar el contacto. No quería pensar en la suavidad de su piel, ni en porqué le gusta su olor a ella. Era suficiente con que se mantuviera lejos y no causase problemas.

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