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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Reinout van Bergeijk Lun Sep 14, 2015 12:28 pm

“In order to be irreplaceable, one must always be different.”
― Coco Chanel

Debía admitir, y no lo hacía de manera muy discreta, que extrañaba su vida de corsario. Le costaba trabajo verle ventajas a ser el heredero van Bergeijk de nuevo. Incluso las finas sábanas de lino de su cama y la ropa limpia le sentaba extraña. Quizá lo único que encontraba confortante era la comida caliente y la variedad de ésta; a bordo de un barco las posibilidades se reducían considerablemente.

Inteligente como era, Reinout trataba de entrelazar sus dos realidades, su otredad pirata con su verdadero yo. La astucia del bucanero con los recursos del heredero. No sonaba tan mal. Y en esa suerte acrobática que realizaba con su personalidad y sus modos, y su pasado y su futuro, llegando a la capital francesa, no hace demasiado, había escuchado algunas conversaciones interesantes. En una serendipia afortunada, el pasado de Ren, “el zorro demasiado astuto”, convergía con Reinout. Moviendo el bigote como era su costumbre, se decidió a actuar. Para su desgracia, las ocupaciones como representante de su padre en tierra gala habían atrasado el momento, pero finalmente había llegado.

De entre todos los nombres que surgían en esas galas de alta sociedad a las que ahora se veía obligado a asistir, uno llamó más su atención: Rumsfeld. Haciendo uso de sus habilidades, contactos y trucos, logró dar con el sitio exacto. Por algo el portugués que le heredó su barco lo había elegido a él de entre todos sus hombre; Reinout era sumamente ingenioso, siempre se las arreglaba con lo que tenía a la mano.

Indicó al cochero que lo dejara a una distancia prudente. Caminaría el resto del tramo. Hubo quejas, algo sobre que Karel van Bergeijk, el padre de Reinout, se enojaría, pero el pelirrojo se encargó de acallarlas pronto. Bajó del carruaje cuando éste aún se movía lentamente. El gato que habitaba dentro de él lo hacía caer (casi) siempre de pie. Se sacudió el traje de un vino oscuro que hacía resaltar su cabello en llamas, torció el bigote y avanzó.

Tocó la aldaba de la puerta y aguardó con gesto astuto. Parecía que Reinout siempre estaba tramando algo y uno sólo podía adivinar si se trataba de una travesura sin importancia o de un plan de dominación mundial. Sacó un reloj de oro blanco del interior del saco, cuya cadena descansaba y nacía desde el bolsillo del chaleco negro que combinaba con el traje. Miró la hora y luego al cielo purpúreo del atardecer.

Volvió a tocar al no recibir respuesta inmediata. Era hombre de poca paciencia y sólo bastaba verlo para poder saberlo. Siempre moviéndose, siempre maquinando algo. Se giró para vigilar que el cochero no lo estuviera vigilando a él. Entendía a su padre y sus preocupaciones, cuando él tenía 19 años había decidido irse sin decirle a nadie nada, ahora que había regresado, comprendía que el viejo no quería que aquello se repitiera, y tras la muerte de su madre, él era su única familia.

Interrumpió sus pensamientos cuando escuchó que la puerta se abría. Se giró, y sonrió.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Lun Sep 21, 2015 11:04 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Lun Sep 14, 2015 2:25 pm

“Books serve to show a man that those original thoughts of his aren't very new after all.”
― Abraham Lincoln




La burocracia, algo que realmente detestaba de su posición social, no poder hacer lo que quería solo porque no era esperado dentro de la comunidad donde vivía, no poder reír tan fuerte como quería porque las damas de alcurnia la miraban extrañadas comenzando a murmurar a sus espaldas; los vestidos ampones que limitan el movimiento, los corsets apretados que poco falta para que eliminen la circulación a todo el cuerpo; no, eso era algo que no iba con Charleen.

Pero aquella muchacha era refinada, educada, tal como su padre le había enseñado a ser ―No importa cuanto desees gritar, patalear, berrear; solo sonríe, sonríe ampliamente para mostrarles tu disgusto y con eso te los ganarás, no necesitas mentir pero si disfrazar la situación un poco, evitarte mayores problemas y cuando nadie te vea, se tú es por eso que dentro de la mansión Rumsfeld no había rigurosa etiqueta, no había sirvientes, había personal que ayudaba a mantener el espacio tan amplio en orden, personas que compartían la mesa a la hora de la comida y que se sentían en plena libertad de ir y venir, si, algunos en agradecimiento actuaban mas como mayordomos que como simples amigos, y eso era algo que Charleen no podía suprimir, si esa era la forma que tenían de agradecerle, bienvenida era.

Aquel día había despedido a varios de los empleados deseándoles buen fin de semana, normalmente se quedaban solas en la casa su nona y ella -con la ocasional de alguna mucama que prefería vivir allí y quien en alguna ocasión fué el hombre de mayor confianza de su padre- pero desde que la primera cayó enferma no bien regresaron a París, todo el espacio era solamente para Charleen. Maurice, el jardinero, un hombre en la quinta década de la vida, cabello cano con rastros castaños y ojos celestes, insistió en quedarse con ella, en uno de los cuartos de invitados, ya que no le agradaba la idea de que estuviera sola, a lo que Charleen amablemente declinó insistiéndole que debía pasar mas tiempo con su esposa, y así, siendo este el último en salir, cerró la puerta y la casa quedó en silencio.

August, el anciano que fungía las veces de mayordomo -o al menos intentaba- se encontraba sentado en la sala cuando Charleen pasó detrás de él besándole la coronilla ―August, iré a tomar un baño - ese hombre era de los pocos amigos que su padre había tenido, cuando Theodore falleció, él decidió seguir a Charleen prometiendo que le serviría hasta el final de sus días, ahora, ese hombre solo ostentaba el título de mayordomo de confianza porque lo hacía sentir orgulloso, pero la verdad es que Charleen lo veía mas como parte de la familia y le procuraba, finalmente, el hombre era un anciano y ya no estaba para trabajar sino para ser cuidado.

En cuanto hubo terminado su baño, se vistió con un vestido sencillo, una camisa blanca con cuello abajo de la barbilla y decorados de olanes, una falda de tiro hasta la cintura color marrón y los zapatos de un taco diminuto café obscuro; incluso en la ropa mas sencilla se denotaba la elegancia y el porte que la cambiante tenía. Se dejó el cabello suelto y se quedó sentada frente al espejo de su tocador, mirando el reflejo que éste le ofrecía, no fue sino hasta que escuchó el eco de la aldaba que reaccionó. Bajó las escaleras asomándose a la sala encontrando a un August profundamente dormido, no pudo evitar sonreír y mirarle enternecida, un segundo toquido la regreso a su deber y con algo de prisa se encaró a la puerta para abrirla.

La imagen de aquel hombre tan pulcro y elegante, con cabellos de fuego suavemente acomodados llamaron la atención de la joven, aunque no tanto como lo hizo aquel rostro pasivo con sonrisa un tanto pícara, maliciosa pero para nada ofensiva ―¿En que puedo ayudarle Monsieur? - preguntó con tono educado y voz suave manteniendo una mano en el picaporte de la puerta mientras le devolvía afable la sonrisa.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Lun Sep 14, 2015 4:42 pm

Abrió grandes los ojos azules ante la imagen que se presentó ante él. Sabía que iba por ella, a buscarla a ella, pero no se imaginó que fuera Charleen en persona quien atendiera la puerta. Sonrió de tal modo que mostró los dientes y achicó los ojos, como un niño contento por haber obtenido una barra de regaliz extra. La sonrisa pronto se convirtió el risa; una escandalosa, franca, que llenaba el espacio como una música muy fuerte y robusta.

¡Charleen! —Alcanzó a decir en medio de sus carcajadas. Le causaba risa, entre otras cosas, que ella no lo reconociera. Siendo Ren, el corsario, usualmente llevaba sombrero, pero no siempre, sin embargo, lo que más se diferenciaba de su apariencia actual era el vestir. Ya no eran ropas desgastadas y sucias, pasadas de moda, robadas de cadáveres de barcos caídos en batalla, oliendo a sal de mar y con algas en los bordes. Ahora era un traje a la medida, elegante y refinado—. Charleen… -repitió, esta vez con más calma, como el eco de sus propias carcajadas.

Pero, ¿es que no me reconoces? Bueno… sí, eras muy pequeña en aquel entonces —movió el bigote un par de veces, solía hacer eso muy a menudo—. Soy yo, ¡Ren! —Se puso una mano en el pecho como para hacer énfasis, se golpeó un par de veces incluso. Luego hizo gesto de estar pensando. Frunció el ceño, hizo el amago de desenvainar una espada, misma que no estaba, era imaginaria, y con su alfanje inventada, apuntó al cielo en una pose por demás dramática—. Arrr… —gruñó como digno pirata.

¿Me recuerdas ahora? —Su gesto mutó, el fiero bucanero desapareció en un santiamén y se convirtió en un hombre tan cándido y tan picaresco que era difícil decir que era el mismo de hace unos segundos—. Tienes razón, conviví más con tu padre, pero charlamos mucho sobre arte cuando los visitaba. ¿Todavía pintas? —Preguntó sincero. Estaba hablando mucho, pero a él parecía no importarle.

Me sorprendió escuchar que estabas en París, me viene bien un rostro conocido en la ciudad, aunque creo que resultas más conocida tú para mí que viceversa —rio de nuevo, como si fuera un chiste simple pero efectivo—. No te culpo, la última vez que nos vimos era un apestoso pirata, pero esta es la verdad de lo que soy, larga historia, larga historia —sacudió una mano en el aire, como si eso no importara en ese instante.

Entonces, por fin se calló, para dejarla asimilar todo lo que acababa de decir, que no había sido poco. Datos relevantes, como esa confesión de que el corsario Ren era otra cosa en realidad, y otras no tanto. Por un momento Reinout se puso quieto, con las manos entrelazadas en la espalda y la sonrisa perpetuamente esculpida en su rostro blanco —había perdido algo del bronceado que había conseguido en altamar— sin embargo, siendo él, comenzó a balancearse en sus talones como un chiquillo que ha comido mucha azúcar.

¿Y bien? —No pudo soportarlo más y tuvo que hablar de nuevo—. ¿Ya me recordaste? Oh, vamos, soy difícil de olvidar —y aunque era arrogante como pocos, también era sumamente encantador.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Mar Sep 15, 2015 2:34 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Mar Sep 15, 2015 10:55 am

Para ser sinceros, la primera opción que se le cruzó por la cabeza fue el cerrarle la puerta a tan efusivo y peculiar individuo que sin más la llamó por su nombre, pero fue eso mismo lo que la mantuvo allí, con la mano pegada a la puerta. Le miró con detenimiento intentando descifrar que tan conocido era el rostro ajeno; aquel hombre repitió su nombre nuevamente, esta vez con calma, pausado, como si con darle otra entonación la impresión cambiara, y quizás lo hizo, puesto que la cambiante ladeo la cabeza queriendo rebuscar entre sus recuerdos aquel rostro, ese cabello tan peculiar, aquella voz.

La pregunta comenzó a abrir viejos cofres, recuerdos de su infancia y adolescencia justo antes de que su padre falleciera, algunos mas de años después pero... no, solo había conocido un joven con un cabello tan rojo Tocado por el fuego decía la nona, y ese joven -u hombre ahora- era uno completamente diferente al pulcro delante de ella; entrecerró los ojos estirando el cuello y acercándose un poco mas a él ¿sería?...

Aquel ademán provocó que las piezas del puzzle saltaran ¡claro que era! pero, no se veía como ella le recordaba ¿donde estaba el sombrero? ¿aquellos ropajes roídos por el clima de alta mar? ¿y la pinta de vagabundo? Charleen no pudo sino abrir los ojos como plato y dibujar una amplia sonrisa en sus labios; las palabras de aquel viejo conocido no le dieron oportunidad alguna a la joven cambiante de hacer notoria su emoción, al menos no con palabras ¿como no reconocer aquella juerga de palabras? esa actitud tan carismática, tan natural, ese comportamiento de niño pequeño inquieto que logró sacarle a la castaña tantas sonrisas.

Cuando al fin el pelirrojo se hubo callado, haciendo una última pregunta con emoción en el rostro, Charleen se apresuró a abrazarlo rodeando su cuello con sus brazos ―¡Ren! - la sorpresa y emoción ahora eran notorias en la voz de la joven, quien segundos después lo soltó solo para bajar su mano hasta tomarlo de la muñeca y jalarlo hacia el interior de la casa, no bien hubo cerrado la puerta cuando comenzó a formular preguntas incompletas tal cual se agolpaban en su mente ―Pero tú... ¿es que cómo?... así no... - pronunciaba, inquiría mientras caminaba en círculos a su alrededor, como perro olfateando intentando reconocer a un viejo conocido -no duden que si lo hacía- un comportamiento poco digo de una dama, pero que en estos momentos no importaba. De pronto se paro en seco frente a él ―¿A quien robaste? - torció la boca de lado y cruzo las manos en pecho, su actitud fué la de una madre reprimiendo al niño por alguna travesura, nuevamente, no la mejor respuesta esperada por una dama de sociedad que reencuentra a un viejo amigo, pero aquello no era cualquier reencuentro, ni Charleen era cualquier dama.

Se dió cuenta de lo que había preguntado y sus mejillas se colorearon ¡pero que estúpida! ¿que no razonas antes de abrir la boca?, se llevó las manos a la boca ocultando una pequeña sonrisa ―Lo lamento, no quería insinuar nada pero... es que te ves tan diferente - bajó las manos mientras sus ojos se deslizaban por aquella figura, cuerpo fornido y traje elegante, sin duda se veía galante, no que antes no lo fuera pero ahora se resaltaba aún mas.

―Soy una mal educada ¿te ofrezco té, café... ron? - esto último lo soltó con cierto tono juguetón, alzando ambas cejas y mordiéndose ligeramente el labio inferior mientras señalaba detrás de ella, en dirección a la sala. Tenía tanto que preguntarle, tanto que escucharle decir.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Mar Sep 15, 2015 2:32 pm

La recibió con ambos brazos y en medio de carcajadas. La rodeó por la cadera e incluso la elevó un poco. Ya no era la chiquilla de antaño pero pudo hacerlo con cierta facilidad, incluso dieron una vuelta antes de que volviera a ponerla en el suelo. Solía ver lo bueno en todas las situaciones, buscar la ventaja, el lado positivo si se quería decir de algún modo, pero esta vez comenzó a creer que de hecho no lo reconocería y tendría que regresar por donde vino; fue por ello que la emoción exultó en él.

A muchas personas, Charleen, le robé a muchas personas —le habló con informalidad descarada y dijo así, como si fuera cualquier cosa—. Fui un pirata, que no se te olvide, y los piratas no se caracterizan por su buen comportamiento, ¿cierto? Pero esto… —señaló el traje con ambas manos—, no se lo quité a nadie. Es una larga historia, de verdad y me gustaría contártela —su voz risueña se elevó con el canto de un pájaro matutino, Alegre y luminosa.

Diferente —repitió como la palabra se hubiera instalado en algún sitio en especial en su interior. Claro que era diferente. Nunca más volvería a ser libre como lo fue en alta mar. Jamás volvería a verse envuelto en peleas sin sentido, lo suficientemente furiosas pero también insignificantes, como para descargar frustraciones, preocupaciones, tristezas o simplemente energía. Reinout ya no podría hacer nada de eso, Ren se había ido con el barco que entregó a su primer oficial—. No te culpes, es la emoción de verme. Suelo obtener ese efecto en las personas. Pero vamos, vamos… si quieres saber la historia completa, será mejor en compañía de unas bebidas, aunque… ¿tienes ron? —Era lo que tomaba, como buen corsario.

Ofreció su brazo pero no ingresó de inmediato. Ni todos sus años surcando los océanos le habían hecho olvidar los modales que como heredero van Bergeijk le habían inculcado sus padres desde pequeño. Reinout era una dicotomía constante, un blanco y un negro con pocos grises en medio. Pocas personas poseían dualidades tan marcadas. Eso, sin embargo, no había mermado en su brújula moral, que más que ser difusa, era convenenciera.

No llevo mucho tiempo en París, ¿y tú? —Preguntó, incapaz de mantenerse callado por demasiado tiempo—. Es una ciudad de artistas, debe sentarte bien —continuó y con el dedo índice derecho tocó la punta de la nariz de Charleen. Eso, en otro contexto, hubiera sido mal visto por las buenas consciencias que reinaban los estratos más altos de las sociedades europeas. Había demasiadas reglas, a me nudo creía el pelirrojo.

Pero, si mal no recordaba, la chica como él, tenía cierta tendencia a desafiar lo establecido. Sus conversaciones, acaloradas y enriquecedoras, se lo habían demostrado así. Se conocieron bien en su momento, pero las personas cambian —la muestra más clara era él mismo— y no sabía si conocía a la nueva Charleen. Era mucho tiempo y muchas cicatrices nuevas en el cuerpo y el alma como para saberlo.

Dime que todavía pintas —retomó el hilo. No sabía por qué, de pronto, saberlo le pareció imperioso. Como si en la actividad artística residiera la rebeldía de la muchacha y que eso significaba que aún habitaba en ella algo de la chica que él conoció. Y es que en esencia un pirata y un artista no eran tan distintos. Las naves y las velas diferían, los mares y las olas también, pero ambos estaban en búsquedas constantes. Quizá por eso, desde siempre, le agradó Charleen, porque eran criaturas de una misma, rara especie.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Miér Sep 16, 2015 8:17 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Miér Sep 16, 2015 3:24 pm

La sonrisa no se borraba de su rostro, de todas las personas que en algún momento había conocido, de todos aquellos con los que su padre tenía negocios y ella había conocido -los cuales eran muchos pero no todos eran de confianza como para que conocieran a Charleen- de todos aquellos que la cambiante hubiese querido ver en esos momentos, Ren era el único; la muchacha siempre había tenido la duda de como una persona con su apariencia, con su trabajo, podía ser tan culto y refinado ―¿Cómo es posible que sepa quien es Van Bronkhorst? ¿cómo bebe de la copa sin sorber? ¿cómo es que mi padre me deja hablar con él? - Theodore Rumsfeld era un hombre respetable, honorable y con una habilidad increíble de descifrar a las personas, si dejaba que un corsario se acercara a su hija, era porque sabía que no solo era eso, aunque Ren jamás se lo hubiera confesado.

Aquella respuesta no le sacó mas que una suave risa, sabía que era un ladrón, no de la peor calaña, pero finalmente tenía sus mañas y contrario a lo que cualquier otra persona hubiera hecho, ella solo se sintió alegre de que la confianza aún existiera entre ellos ―¿Crees que me olvido de ese detalle? - posó sus manos sobre la cadera aún sonriente ―A pesar de que mi nona siempre me decía que tus historias solo eran eso, historias, yo siempre las escuche como relatos de experiencias, y por más que ella le rogó a mi padre que te dijera que no me las contaras, él por extraña razón, disfrutaba de que lo hicieras - el semblante en el rostro de Charleen se volvió suave con un dejo de melancolía, los recuerdos no dolían pero provocaban viejas añoranzas.

―Entonces estaré gustosa de que me digas de donde lo sacaste - dio un paso hacia él y se colgó de su brazo. La risa que escapó de sus labios esta vez fue un poco mas sonora pero nada vulgar ―Si Ren, tengo ron, lo creas o no a veces me gusta tomar - volteó a verlo y le dedicó la mas dulce de las miradas combinada con algo mas ―Yo también soy diferente... ya no soy una niña - regresó la vista al frente. ―Tiene poco mas de un mes que llegué a París, y si, aunque extrañe Inglaterra, este lugar no esta tan mal - miró el piso siguiendo sus pasos, y deteniéndose en cuanto llegaron al salón principal; se soltó de él y se le quedó mirando ―¿Tienes que preguntarlo? dejar de pintar sería como dejar de respirar - le sonrió sincera y natural, esa era la verdad.

Se dirigió a la pared lateral del amplio salón, justo al lado de la vitrina con la cristalería, presionó ligeramente y la puerta oculta se abrió dejando ver una amplia estantería con diversas bebidas, se agachó y sacó una botella sin etiqueta ―Supongo que preferirías este - lo miró con picardía, aquella botella había sido de su padre y fue precisamente el pelirrojo quien se la regaló, dicen que no hay mejor ron que el que se toma en alta mar, Theodore concordaba.

Un ronquido la sacó de balance, había olvidado completamente que August estaba dormido en la sala, ahogó la risilla mientras miraba a Reinout divertida y le hacía señas para que cruzara el salón y la siguiera. ―Suele dormirse en todos lados menos en su habitación - siguió caminando hasta salir al pasillo posterior que llevaba a la cocina y allí, sobre la mesa, dejó la botella de ron, rebuscó unos vasos y los plantó de frente ―Así que ¿este Monsieur tiene nombre? - lo señaló de arriba a abajo, suponía que el nombre Ren o el apodo zorro demasiado astuto no eran ni remotamente como la clase alta se dirigía a él ahora y aunque a ella no le agradara mucho la idea, tendría que respetar su nombre.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Miér Sep 16, 2015 8:58 pm

Avanzó cuando ella lo hizo. Llevar una dama del brazo se sentía bien, extrañamente confortable. Durante sus años en alta mar, lidió con varias mujeres, y aunque el pelirrojo distaba de ser un patán, debía admitir que pocas podían ser consideradas damas, o al menos no como Charleen lo era; proveniente de una familia tan adinerada como la suya, viviendo en un mundo de falso oropel como él, refinada y dulce y sutil. Ninguna de las mujeres con las que estuvo durante sus viajes podía jactarse de nada de eso.

La miró de soslayo y la escuchó. Algo de la melancolía ajena se le contagió. Las veces que vio a Charleen más recientemente fueron tras la muerte de Theodore, y el hombre siempre le había agradado, quizá por eso mismo que la joven decía. Era un tipo inteligente —característica que parecía haber heredado a su hija— y sobre todo, de confianza. Acostumbrado a dormir con un ojo abierto, ante la amenaza constante de un motín a bordo, Reinout agradecía de sobre manera cualquier atisbo de fiabilidad. Se peinó el bigote con la mano libre, torciendo más una de sus puntas.

Creo que quería que aprendieras con mi ejemplo —su repentina melancolía fue breve y retomó su usual tono campechano—. Mi mal ejemplo, quiero decir. «Mira, hija, si no estudias y no obedeces las normas, puedes acabar como este sucio pirata» —imitó la voz de Theodore, aunque no podía decirse que había sido una impresión fiel. Luego rio y dio unas palmaditas a la mano ajena, la misma que se sostenía de su brazo.

No hace falta que me lo digas, veo que ya no eres una niña, te convertiste en una hermosa mujer, si me permites el atrevimiento — llegaron a una estancia. La soltó con suavidad y se dedicó a seguirla con la mirada. Movió el bigote—. Me alegra saber que sigues pintando, siempre creí que mis historias serían buen material para tus pinturas. ¿Conoces a Hendrik Cornelisz. Vroom? Holandés, como yo, y supongo que igual de guapo que tu servidor… en fin, es considerado el primer pintor de marinas en los Países Bajos. Sus escenas son… evocadoras, me gustaría dejar un legado de esa vida que dejé en el mar —ahora fue su turno de su propia dosis de nostalgia. Suspiró incluso.

Sólo se dio cuenta de lo concentrado que estaba en Charleen cuando un ronquido descarriló su tren de pensamiento. Giró el rostro y ahí estaba el hombre dormido. Como la chica, se cubrió la boca para disimular su risa. Reinout era hombre de risa sencilla.

Vamos, vamos… —se adelantó y tomó a Charleen del codo para apresurarse a salir de ahí. Llegaron a la cocina, donde finalmente tuvieron calma, entonces sí pudo reírse más abiertamente, aunque contrario a sus estertóreas carcajadas usuales, esta fue más sutil. Terminó con un largo suspiro y tomó la botella de la mesa.

Me sorprende que aún sobreviva, y que la guardes. Y que la hayas traído contigo a París —alzó el rostro y le sonrió, dejado la botella—. Y hablando de eso, aparte de alegrarme que sigas pintando, me da gusto que estés tan perdida en esta ciudad como yo. Ya no me siento tan solo.

»¡Oh! ¿Este…? —Continuó—, este soy yo, Charleen. Me llamo en realidad Reinout van Bergeijk, hijo de Karel van Bergeijk, un jodido magnate de la industria marítima, supongo que eso explica mi amor por el mar. Ren fue el primer nombre que se me ocurrió cuando me descubrieron como polizón en el barco que después capitaneé. Me pareció un nombre fácil de recordar, decía muy poco sobre mi origen y no difería demasiado de mi verdadero nombre. Suena… complicado, yo lo sé, pero nunca me sentí completamente cómodo siendo un niño rico sin mucho qué hacer. Regresé con mi padre porque me llegó la noticia de que mi madre había enfermado. Ya murió… y supongo que ya estuvo bueno de aventuras. Leí en uno de mis viajes que «al lugar en el que has sido feliz, no debieras tratar de volver» por eso intento hacerme la idea de que algún día, el negocio de mi padre será mío —hizo una pausa y la miró con ojos risueños—. Esa es en esencia la historia, pero… si tienes preguntas estaré encantado de responderlas. No te mentí a ti o a tu padre, es lo que menos quería; Ren era lo que yo era en ese entonces… —parecía genuinamente apenado. Era una espina que le molestaba y era buen momento de sacarla.
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Jue Sep 17, 2015 11:06 am

―No creo que lo haya hecho con esa intención - contestó una vez que llegaron a la cocina, se acercó a la mesa y abrió despacio la botella ―Mi padre tenía cierta mmmm habilidad para descifrar a las personas, malos ejemplos hay muchos, pero ejemplos que valga la pena ser tomados en cuenta... - alzó la vista posando sus ojos en los ajenos ―...muy pocos - le sonrió y regresó la vista hacia los vasos y la botella. El hombre pelirrojo que se encontraba en su cocina, físicamente distaba mucho del Ren que había conocido, sin embargo, a pesar de las diferencias en apariencia, de los años transcurridos, de las ausencias prolongadas, Charleen sentía que lo conocía casi a la perfección ―Pregúntale a un hombre sobre su artista favorito, y en la respuesta encontraras el motivo oculto de su corazón - y para ella no había duda que Ren, Reinout, el zorro demasiado astuto... todos escondían el mismo motivo y era uno afin al de Charleen.

Torció la boca en una media sonrisa, delicada, sincera, mientras sus mejillas se coloreaban de un leve color rojizo ante el comentario del ex-pirata, Charleen no era de las que se sonrojaba con facilidad, pero quizás fue quien dijo el comentario quien logró aquello, él la había conocido desde niña y que notara el cambio halagándola -aunque quizás fuera por mero compromiso- era algo satisfactorio por así decirlo.

La risa le venía fácil en situaciones adecuadas como esta, por lo que ante el comentario del propio mimo ―Claro, claro pintor barroco pupilo de Jan Kraek...aunque dudo mucho que tan apuesto como usted monsieur - regresó el cumplido y como hacía un momento, las añoranzas del pasado inundaron el lugar, la cambiante no pudo sino sonreír ante tal gesto ―Combate naval frente a una costa rocosa, 1626 - una de las ventajas de su herencia sanguínea, era la memoria fotográfica, eso le facilitaba el recordar un sin fin de cosas ―Debo de confesar que siempre te imaginaba en alguna situación similar a la descrita en la pintura - sonrió mientras miraba el vaso que detenía en su mano decidiéndose a romper la melancolía del momento, aprovechando la sorpresa de Ren ante el recuerdo de la botella ―¡Venga! ¿deshacerme de ella? mi padre solía sacar este ron solo para disfrute propio, o cuando tú estabas - tomó la botella y virtió un poco del líquido en el caso ―En algún momento le tomé el gusto... - ella no era de beber a todas horas, pero sin duda lo hacía cuando quería relajarse.

Estiró el brazo hacia él entregándoselo para servir el siguiente ―Si bueno, a pesar de si conocer París por los viajes que realizaba con mi padre, no es una ciudad que me sepa de memoria - -mentira- ―O mas bien, no es una en las que me sienta como pez en el agua - terminó de servir y le miró. Alzó una ceja divertida escuchándolo, hasta que su historia no le permitió sonreír mas ―L-lo lamento mucho - ella sabía lo que era perder a un padre, quizás con su madre no lo resintió tanto porque no la conoció, pero si que había sentido su ausencia ―¿Heredero eh? bueno, me queda claro que eres la misma persona, pero ahora con ligeras cadenas que si bien no lastiman, presionan y limitan ¿no? - resopló en algo parecido a una risa.

―No dudo que ese negocio estará en las mejores manos, un hombre culto con la experiencia de a quienes manejará, además de que por mas que se intente domesticar al zorro... zorro seguirá siendo - con aquello le daba a entender que comprendía que a pesar de ahora ostentar el apellido que por nacimiento le correspondía, nunca dejaría de ser aquel espíritu libre que surcaba las olas en alta mar. ―Reinout... - pronunció con suavidad y en voz baja ―Me agrada, aunque para mi siempre serás Ren - confeso con una sonrisa en los labios.

―¿Preguntas? solo tengo una ¿porque te fuiste en primer lugar? - lo que había hecho durante sus años de corsario, lo que ahora le quedaba claro que debía hacer mas por obligación y como paga a la vida que le dieron sus padres, todo eso estaba claro para ella, o al menos no provocaba mayores dudas, pero el origen de todo, eso era una inquisitiva muy grande y que, dado el carácter curioso de Charleen, no podía callar ―Nunca me pareciste como los demás marineros que en algún momento conocía al acompañar a mi padre a puerto, tú no eras vulgar, no eras común... ahora entiendo porque pero no entiendo porque decidiste tener esa vida - soltó con la mayor de las naturalidades.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Jue Sep 17, 2015 5:19 pm

La miró con una sonrisa por un rato, estando de acuerdo que Theodore tenía ojo para ciertas cosas. Siempre le cayó bien, y eran precisamente esas características las que, periódicamente, siempre lo hacían volver, como las olas lo regresan todo a una playa. Pero, extrañamente, se quedó sin palabras y eso era todo un hito. Sólo la observó detenidamente, sin perder el talante alegre, pero en silencio.

¡Ah! Inteligente como de costumbre, y lo digo por saber que no cualquiera puede estar tan guapo como yo —rompió su mutismo cuando ella demostró saber de qué pintor le hablaba, aunque desde luego, lo aderezó con una broma. Le gustaba el arte, pero no era un artista y no había nada como escuchar a uno hablar sobre eso mismo. Asintió, su padre tenía una reproducción bastante buena de esa misma obra, al fin y al cabo van Bergeijk, al fin y al cabo amantes de los barcos—. Y no estás tan lejos de la verdad, excepto que los barcos son más modernos, que algo han mejorado las cosas en los últimos doscientos años —terminó con una risa.

Tomó el vaso ofrecido, lo olió. Sin duda, como toda bebida alcohólica, los años le habían sentado bien, justo como a Charleen. Alzó el rostro, sin beber aún nada. Sostuvo simplemente el vaso a la altura del pecho, muy atento a lo que le decía. Se sintió lo mismo conmovido que emocionado ante esos pequeños detalles que alcanzaba a ver, a modo de sinécdoque, de la vida de los Rumsfeld gracias a las palabras de la chica.

No lo lamentes —le restó importancia—, pasé sus últimos días a su lado, al menos no me fui con eso. Y ni que lo digas, había olvidado lo abrumadora que era la vida de heredero, aunque actualmente soy más bien el mandadero de mi padre —volvió a reír. Eso era mejor que estar encerrado en la casona de Ámsterdam—. Espero dar el ancho, me siento oxidado, aunque ser pirata me moldeó bien como negociante sin escrúpulos, que finalmente son los que sobreviven en esta puesta en escena a la que llamamos vida —seguía con el vaso en la mano y el ron intacto.

Por supuesto, para ti siempre seré Ren, sólo no olvides no andar divulgando cómo nos conocimos—, le guiñó un ojo—. Mira, no me avergüenzo, pero mi padre, como supondrás, no es el más feliz con esa idea, además prometí empezar de nuevo, con un nombre limpio, por decirlo de algún modo —se encogió de hombros.

Oh, Charleen, todos los hombres somos vulgares, unos cerdos, sólo que a algunos nos educan para regodearnos en tipos de mugre distintas. Y fue precisamente que por eso me decidí a llevar una vida difícil, porque eso es, es muy complicado en alta mar, no sabes si regresarás o no a tierra. Puede ser una tormenta, piratas enemigos o tu propia tripulación la que acabe con tu vida —chasqueó, negando con la cabeza. Poco a poco fue bajando el brazo del vaso, hasta que recargó el codo en la mesa de la cocina.

Pero como bien dijiste, estando de este lado, las cadenas, aunque no lastimen, limitan y yo no quería eso. Siempre me he sentido bastante… ¿cómo decirlo? Aburrido con todo, ahora imagínate encerrado en una enorme casa sin más chicos de mi edad, esperando la muerte de tus padres para tomar control de sus negocios y así, hasta la eternidad. Sabía, en el fondo, que tarde o temprano regresaría a mi hogar, pero eso no me quitaba las ganas de ver y vivir lo que muy pocos —se quedó meditabundo un segundo, parpadeó y retomó la conversación—: es como si te preguntara, ¿por qué pintas? ¿Me entiendes? Es una necesidad —sonrió y al fin alzó el vaso de ron.

Por nuestras cadenas —propuso un brindis y dio un sorbo largo al líquido color ámbar.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Sáb Sep 19, 2015 1:30 am, editado 2 veces
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Vie Sep 18, 2015 12:00 pm

Sonrió nuevamente afirmando con la cabeza, aquello podría parecerle de lo más arrogante a cualquier persona ajena, pero era simplemente la manera de ser del pelirrojo, bromista y sincero ―Bueno, se que los barcos son diferentes a los de hace cien o doscientos años, pero lo que evocan, lo que quieren hacernos saber... en eso es en lo que te imaginaba - pasó uno de sus dedos por la boca del vaso.

Quizás el sentimiento de pérdida de Reinout no era tan grande, o quizás si, eso era algo que no podía estar segura, lo que si es que emanaba calma al hablar de ello por lo que pronto le hizo olvidar el pésame dado para dejar de sentirse culpable por las bromas y las sonrisas ―Vamos, no es tan difícil fungir con el papel de heredero... - le miró y después soltó el aire ―... ok quizás lo sea un poco para ti, pero cualquier cosa, aquí estoy para ayudarte -  le dedicó una amplia sonrisa, lo decía en serio, ―¿Pero que dices? si esa es una historia que tendrá a todos entretenidos: ¡Oh! ¿Qué como le conocí? ¿Han oído hablar del zorro demasiado astuto? ¿no? Exacto, es por que es muy listo - rió hasta que el abdomen le dolió y después negó con la cabeza ―Sabes que jamás diría o haría algo así, tenemos el pretexto del negocio de tu padre y el del mío utilizando comercio marítimo, es una ventaja - ya vería que historia dar cuando le preguntaran como se formó el nexo entre las familias Van Bergeijk y Rumsfeld.

―Pero hay de hombres a hombres, algunos que llevan lo vulgar en la lengua y otros que lo dejan ver hasta en la manera de mirar, es como las mujeres, todas sabemos serlo pero unas simplemente viven de ello - suspiró y alzó los hombros ―Supongo que es parte de la misma naturaleza humana - dirigió la vista hacia Ren poniéndole atención, en muchos momentos ella había sentido lo mismo, esa necesidad imperiosa de alejarse de todo y de todos, solo que ella era cobarde como para dejar atrás todo y la única válvula de escape que tenía era cuando cambiaba de forma.

Una media sonrisa se dibujó en su rostro, lo comprendía completamente, pintar no era un mero gusto, es una parte de ella, tan necesaria como respirar, un latido mas de su corazón. No hubo mas que decir, simplemente alzó el vaso cuando él terminó de hablar y realizó el brindis, se llevó el vaso a los labios y bebió.

El líquido raspó su garganta al bajar, pero la joven no se inmutó, volvió a darle un trago y bajó el vaso hasta a poyarlo en la mesa ―Y bien Reinout ¿ahora que planeas hacer? no me refiero a que lleves el negocio de tu padre, para eso deberás de preocuparte luego - soltó una ligera risa dejando ver lo hilarante de la situación ―Sino ahora que estas en París ¿ya pensaste en como acomodar tus días? - acarició el vaso con sus dedos ―Porque no creo que te quedes muy tranquilo dentro de cuatro paredes, y supongo que no te subirás a la primer embarcación que encuentres - volvió a alzar el vaso llevándoselo a los labios para volver a beber un poco.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Sáb Sep 19, 2015 2:10 am

Sé que es una historia demasiado encantadora, el cómo nos conocimos… incluso podría escribirla en un libro para niños, un libro sobre el «zorro demasiado astuto» y tú podrías ilustrarla —era una idea alocada, como todas las que se le ocurrían, pero sobre todo, una idea del momento, algo que acababa de llegar a su mente, pero Reinout tenía muy pocos filtros a la hora de hablar—. Y haberlo dicho antes, Charleen… créeme que te estaré molestando cuando tenga dudas de cómo comportarme —rio de buena gana.

Dio un trago tras el brindis. Un ron de esta calidad sólo se probaba en alta mar, traído desde caribe, hecho artesanalmente por manos del color de la arcilla. Aunque no había dejado ese peculiar gusto por la bebida, los rones que les vendían a los ricos y poderosos de Europa no se comparaba con esto. Se relamió los bigotes como el gato que habitaba en su interior.

La naturaleza humana es confusa, en el mejor de los casos, pero tienes razón… es quizá que lo vemos de manera tan diferente porque no somos del todo humanos —hacía tiempo que ambos habían descubierto la naturaleza uno del otro. Él nunca la había visto que su forma animal, y estaba seguro que ella a él tampoco, pero no podía precisarlo.

Créeme que ganas no me faltan, de buscar una embarcación y partir de nuevo, aunque sea en el Sena, pero bueno… —suspiró—. ¿Luzco como alguien con un plan? Por supuesto que no tengo idea de qué hacer, eso sí, me conoces bien y has dado en el clavo, pasarme los días en la casa que mi padre tiene aquí no está contemplado. Supongo que ser turista por un tiempo y luego quién sabe… ¿y tú? Podemos recorrer la ciudad juntos un día de estos, si te parece bien —sonrió de nuevo, moviendo el bigote y luego dio un trago al ron. Sentía cómo de a poco el alcohol le calentaba el pecho y las extremidades, ese sentimiento confortante.

Puedes darme lecciones de pintura y yo de navegación a ti —continuó, era difícil saber qué tanto de eso era broma y que tanto en serio. Podía ser las dos cosas a la vez, Reinout tenía la capacidad para hacer eso, sólo Dios sabía cómo lo conseguía. Un nuevo sorbo al ron y este se hubo terminado en su vaso.

Deslizó la mano por la mesa, con el vaso haciendo un ruido ante fricción y la miró.

Cantinero… —le dijo a modo de broma.

Oh, cierto, aparte de las lecciones de arte, puedes enseñarme a cómo comportarme. ¿Te gustaría acompañarme a alguna de las aburridas reuniones a las que ahora tengo que asistir? Estoy seguro que contigo serían mucho menos aburridas. Además… —se acercó a ella, como si fuera a confesarle un secreto—, la gente ya comienza a hablar de mí… ¿puedes creerlo? —Susurró.
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Sáb Sep 19, 2015 2:16 pm

La sola idea del libro la hizo sonreír nuevamente, inclusive se imagino la portada en donde de fondo habría un mar con una embarcación a lo lejos y de primera imagen habría un zorro vestido de pirata ―Solo tendríamos que editarlo para que si fuera una versión infantil, tendríamos que dejar a un lado lo sangriento o todo aquello que pudiera perturbar la pequeña mente de un niño - alzo una ceja ladeando la cabeza un poco, la vida de un corsario por mas emocionante que pudiera sonar, debía ser maquillada para las mentes en crecimiento. Alzó el vaso nuevamente ―No es molestia, aunque claro que me lo cobraré - bromeó antes de beber nuevamente.

Se mordió la parte interna de la mejilla, quizás Ren tenía razón, quizás ellos lo sentían de manera diferente porque no eran humanos por completo ¿cómo fue que descubrieron aquello? realmente no recordaba, solo el sutil aroma que lo diferenciaba del resto.

―No, claro que no luces como alguien con un plan, pero realmente espero que te formules uno y mantengas a raya las ganas que tienes tanto de saltar al primer barco... como de destruir las paredes de casa de tu padre - le dijo divertida aunque en el fondo realmente se preocupaba, no muy segura si por la integridad de la casa van Bergeijk o porque volviera a desaparecer ―Me agrada esa idea tuya, así seremos dos conocidos perdidos en una ciudad un tanto alborotada - le sonrió sincera, aquella propuesta le agradaba, mas porque necesitaba despejar su mente de todo el asunto de su nona internada en el hospital.

Alzó la ceja mirándolo sorprendida ¿era en serio que le pedía clases de pintura? claro que no se negaría, pero no sabía que tanto pudiera mantenerse quieto como para dar pinceladas certeras y terminar su trabajo antes de salir por la ventana buscando otra cosa que hacer, y sobre que ella tomara clases de navegación, la idea le maravillaba a pesar de no saber como entraría en el barco sin que intentaran tirarla por la borda al no ser pasajera sino intervenir en el trabajo del capitán.

―En seguida Monsieur - bromeó haciendo mueca de cantinero demasiado serio, no que supiera como era, pero solo para darle énfasis a la acción; tomó el vaso de su interlocutor y sirvió un poco mas de ron entregándoselo nuevamente. Volvió a beber despacio quitando el vaso a mitad del sorbo y llevándose una mano a los labios para evitar derramar el líquido ―¿Hablar de ti? ¿en qué sentido? - preguntó mientras abría los ojos con sorpresa ―¿Estar en alta mar te afectó tanto que ya no puedes tomar sopa con una cuchara y ahora bebes directo del plato? - dijo ahogando una risa ―No me imagino que podrían decir de ti, bueno, hay muchas cosas que se podrían decir de ti pero no estoy segura de cual es a la que te refieres - probablemente no debería bromear de esa forma, no debería de tener tanta confianza, pero con él se sentía gusto y en plena libertad de hacerlo porque ella no se molestaría si el jugara de esa forma porque sabía que ninguno de los dos lo haría por ofender, además de que el alcohol comenzaba a calentar tanto su cuerpo como su mente haciendo que la lengua se soltara con mayor facilidad.

Terminó su bebida y dejó el vaso cerca de la botella, dirigió su mirada a Ren mientras apoyaba el codo sobre la mesa y recargaba su barbilla en su mano ―A pesar de lo que vayas a decir, ya se mi respuesta, pero te lo diré después de que me digas ¿que pueden decir del heredero Reinout van Bergeijk? - sonrió de lado esperando la respuesta.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Dom Sep 20, 2015 8:21 pm

Seguro los niños hoy en día leen y ven cosas peores, pero, está bien, está bien, haríamos una edición amigable para todo público —continuó con la broma, aunque ahora a idea se había instalado con fuerza en su cabeza, quizá más tarde, otro día, después la sacaría a colación. Había algo encantador y llamativo en dejar que fuera Charleen y no otra persona quien ilustrara sus aventuras en el mar.

Y yo estaré encantado de pagarte —le guiñó un ojo con ese encanto que sólo se adquiere con las vivencias y no con la educación, con el que nadie es capaz de nacer, que debía adquirirse—. Como lo estaré también de comenzar a conocer esta ciudad a tu lado. Es increíble, cuando me detengo a pensarlo, que visité tantos sitios distintos y fascinantes, y esta ciudad me resulta extraña, y es justo la que mi padre ha elegido para enviarme —recibió la nueva tanda de ron, tomó el vaso con fuerza sin dejar de ver a Charleen con una expresión traviesa, pero indescifrable. Podía estar ya pensando en la siguiente tontería que decir, podía ni siquiera estar prestando atención, podía, en verdad, estar concentrado en la chica; era complicado decirlo con certeza, porque aunque Reinout era un sujeto de sonrisa franca, era inteligente y embustero, pocas veces uno podía predecirlo.

Bebió un sorbo del ron, uno más breve que los anteriores y clavó los ojos cerúleos en los ajenos, dispares y por ello mismo, fascinantes. Prolongó el momento de dar una respuesta y después de algunos segundos quedó claro que no era por error, que lo estaba haciendo adrede y que incluso lo estaba disfrutando. Con lentitud llenó los pulmones de aire y luego lo soltó por las fosas nasales ensanchadas.

Oh, Charleen, ¿en verdad me vas a hacer decírtelo con todas sus palabras? Ojalá fuera que tengo los modales de un pordiosero, pero aunque me siento torpe todavía en este ambiente, recuerdo como tomar una cuchara, o qué tenedor usar para qué cosa —protocolos que eran poco más que inútiles, para su gusto—. Soy un heredero que, en apariencia, al menos, sobrepasa el cuatro de siglo de edad y sin miras de contraer nupcias con nadie, ni siquiera un mísero rumor, nada… la gente cree que soy idiota, pero sé perfectamente que detrás de las sonrisas que recibo ante la sorpresa que el joven van Bergeijk ha vuelto a aparecer, dicen que, en el mejor de los casos, no estoy interesado en las mujeres —giró los ojos—. Al parecer la alta sociedad tiene demasiado tiempo libre y por eso se dedicar a la cotilla. Si me gustaran los chicos, créeme, sería el primero en decirlo. Los marineros tenemos fama de eso —rio, pero su risa esta vez fue más opaca, como un trozo de peltre—, pero bueno, puedo aceptar que algún joven es buen mozo, pero hasta ahí —se encogió de hombros.

Era de esas raras, rarísimas veces, que Reinout se ponía serio. Dio un nuevo sorbo al ron, que le sirvió de tregua, y aunque relajó el rictus, aún se mantenía meditabundo.

No sé si me entiendas, Charleen. Lo que trato de decir es que… no entiendo la necesidad de la gente de inventarse cosas. Esa es una parte de todo este circo que no extrañaba —pausó—, pero como te dije, si tú me acompañas, esto será mucho menos insoportable —de nuevo su rostro recupero su luz usual a modo de sonrisa y la miró con algo parecido al agradecimiento.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Lun Sep 21, 2015 12:39 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Dom Sep 20, 2015 11:02 pm

―Bueno, pero no planeo ser la causante de que comiencen con sus traumas, o de que los padres corran a buscarnos por vender ese tipo de material catalogándolo como infantil - ahora hablaba de aquella descabellada idea como si de un hecho se tratara, quizás porque no le pareció tan alocada y porque en realidad, le agradó que lo nombrara, ya después vería la manera de convencerle de que si relatara sus historias y las plasmara en papel.

Se mordió completo el labio inferior intentando reprimir la sonrisa, sabía a la perfección que tipo de rumores se creaban entorno a Ren, no porque los hubiera escuchado -si a penas y sabía de su regreso y el encuentro fue sorpresivo- si no por que conocía la sociedad en la que vivían, y si bien no tenía clara la edad de aquel hombre, sabía que pese a su apariencia juvenil los años cargaban sobre él y ahora sabiendo que era heredero, los años pesaban más sobre el padre que aún no veía claro el continuar de su apellido ―Oh, eso - comentó como si se tratara de cualquier cosa, pero le fue imposible sonreír divertida ante tal situación, una de la cual ella no estaba tan poco informada como quisiera, ya que tenía 24 años y para la época... estaba quedada ―Mira que se me pasó por la mente - no pudo mas, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, infantil y simplona como ella sola.

Tomó la botella y alargó el brazo para servirse más del líquido destilado ―Eso es lo que pasa cuando no saben donde estuviste, que estoy mas que segura que mujeres te sobraron - levantó los hombros, no era que quisiera inmiscuirse en su vida privada, pero vamos que siendo marinero y yendo de puerto en puerto... ―Que a mi, a pesar de los harapos y mala pinta, siempre te me hiciste guapo - si, también estaba ese pequeño detalle, había que reconocerle que el color rojizo del vello facial y lo tupido del cabello llamaban la atención, pero así hubiera sido rubio o pelinegro, los genes jugaron en su favor. Después de que lo dijo se dio cuenta, confesó algo que solo había escrito en su diario, y es que ¿como no quieren que una niñata no tenga como amor platónico a un hombre guapo que además le parece interesante? pues si, eso sucedió, y ahora no pudo si no sonrojarse levemente, lo bueno es que tenía por pretexto la bebida.

Su mirada se enganchó y con ello, olvidó su confesión, que mas que nada era aceptar un hecho como que el cielo era azul en las mañanas claras, afirmó con la cabeza y rió suavemente ―Yo tampoco entiendo porque se enganchan, no es como que se acabe el mundo si uno no se casa - alzó el vaso enseguida hacia él ―Por que los solterones en París, mientras ayudaré a disipar esas habladurías - se llevó el vaso a los labio y bebió un poco  ―Mira que si seguimos así, podríamos terminar en la misma casa como dos viejos que se hagan compañía, tu entre barcos en el puerto y yo con pinturas tapizando las paredes, claro si no te molesta no ver mas el tapiz que últimamente los cuartos se me han hecho mas chicos y cuatro muros no me alcanzan - soltó como si fuera cualquier cosa, finalmente, Ren siempre tendría un espacio en su casa si el peso de las cadenas en la propia resultaba agobiante.

Respiró profundo, la luz que se colaba por la ventana superior de la cocina comenzaba a apagarse de a poco, y eso le daba un toque calmo, aún podía verle con nitidez -probablemente por su condición no humana- y lo poco de luz que aún jugueteaba, le daba otra tonalidad al cabello del cambiante ―Por cierto - retomó la plática de hacía unos instantes ―Si salimos tienes que prometerme que no explotaras ante el bullicio y que si pasamos cerca del puerto no me abandonarás para irte nuevamente - se recargó nuevamente en su mano ―Porque si no me darás ganas a mi también de irme y aún no puedo hacerlo - terminó por decir, con tono de broma pero mezclado con verdad, ahora estaba atada a París hasta que los médicos no dieran de alta a su única familia.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Lun Sep 21, 2015 1:09 pm

Rio mientras bebía ron y eso provocó que casi lo escupiera, pero tenía pericia para eso y sólo tosió un par de veces. Se quedó atento a la chica, joven, claro, pero sumamente inteligente, a veces parecía que no tenía la edad que tenía, que sobre sus hombros cargaba más años, y esa impresión le había dado desde el primer día, desde que la conocía gracias Theodore; la de una joven despierta y astuta, y bastaba escucharla para comprobarlo, ahí estaba la prueba de nuevo frente a él.

El sonrojo, increíblemente, fue compartido. Por supuesto que notó cómo las mejillas ajenas se coloreaban, pero no dijo nada para no incomodarla más y porque sintió su propio rostro y orejas arder. Era tan raro que alguien lo consiguiera que anotó muy bien el día, era algo digno de recordarse. También, tuvo que aceptar, la pintora se veía adorable. Para no abrir la bocota, que era uno de sus muchos defectos, se llevó de nuevo el vaso a los labios y tomó un poco más.

¡Por los solterones! —correspondió el brindis y elevó su vaso. Luego escuchó detenidamente.

Oh, Charleen, ¡has firmado un trato con el diablo! Imagínanos en los años otoñales de nuestras vidas en una casona con un montón de animales —rio ante la imagen—, pero al menos no estaremos solos —la idea le agradó. A pesar de las presiones paternas, Reinout en verdad no veía el matrimonio como una posibilidad —demasiado sencillo, demasiado convencional— pero sí que pensaba en el futuro, y siempre se había imaginado muriendo solo, por alguna razón. Esto cambiaba tan funesta perspectiva—. Mil veces ver tus pinturas que tapices aburridos —concluyó con una sonrisa amable.

Lo que me pides es mucho —frunció el ceño e hizo un puchero—, pero está bien, por ti, eh, espero aprecies el sacrificio —bromeó, como era su costumbre. Terminó un nuevo vaso de ron, pero esta vez no pidió más. Si bien era más resistente al alcohol debido a su condición y a sus años como corsario, no quería que su reencuentro con Charleen estuviera marcado por su amor a la bebida.

Basta de mí. Sé que soy el que de pronto dejó de ser un cochino pirata para convertirse en este tonto que tienes enfrente, pero estoy seguro que te han sucedido cosas estos años. Dime… para empezar, claro, ¿qué demonios haces en París? No es queja, agradezco que estés aquí —hizo énfasis en eso—, pero me da curiosidad.

Clavó los ojos en ella, con ambas cejas levantadas, expectante a la espera de una respuesta. Mientras, incapaz de mantenerse quieto, echó el cuerpo para delante, como un chiquillo ávido de historias para dormir, y con ambas manos jugó con el vaso que ahora sólo conservaba aroma a ron pero estaba vacío.

Imaginó que su vieja amiga estaría en la capital francesa en nombre de su difunto padre, como él lo estaba por su padre —que no era difunto—, pero eran meras conjeturas y prefirió aguardar. Comenzó a balancear ambas piernas en su silla, ansioso. Es que Reinout era hombre de poca paciencia. Estaba aquí, pero ya estaba pensando en el allá.

También me gustaría saber —continuó—, aparte de pintar, ¿qué haces? Umh… esta es una pregunta algo técnica —por no decir seria, viniendo de él—, pero ¿quién se hace cargo de los negocios de tu padre? —Estaba interesado, por los propios negocios van Bergeijk, que se le iba a hacer, tenía olfato para esas cosas.
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Lun Sep 21, 2015 9:31 pm

La sonrisa amplia se dibujó en su rostro ¿se veía como una estúpida? quizás, no había dejado de sonreír o reír desde que aquel singular caballero cruzó su portal, pero no le importaba, estaban solos en la casa y se podía dar ese lujo, inclusive si estuvieran en el lugar mas concurrido de París tendría la sonrisa de oreja a oreja y probablemente reiría con la misma energía Una dama no rie a carcajadas pues que aburridas eran entonces.

Levantó el vaso aún con líquido y brindó con él, aunque ella si se lo llevó a los labios para sorber solo un poco y dejar la mitad intacta ―Que París tiemble por los destrozos que hará uno de ellos - la situación le divertía y aunque probablemente todo se decía medio en en serio, con Ren nunca se podía estar seguro y eso le daba a uno mas libertad de disfrutar las risas sinceras de ambos.

―¿Diablo? no te veo los cuernos, los has de tener escondidos - dijo con simpleza sin dejar de sonreír ―¿Dos animales en la casa no son suficientes? - después se dió cuenta de lo mal que había sonado aquello ―Me refiero a... bueno... tú sabes - a pesar de que conocía su condición, de que ambos eran cambiantes, le resultaba raro hablar de eso con alguien mas; tomó el vaso y se terminó la bebida de un sorbo, era suficiente valor ya ―Bueno, tendremos animales entonces, perros, gatos y hasta una vaca si quieres... Aunque esa no se donde la pondríamos - se mordió ligeramente el pulgar, realmente estaba pensando en donde cabría la vaca mas que el hecho de que -entre broma- habían pactado hacerse compañía, y era porque la idea no le desagradaba, aveces estar solo era una bendición pero también podía llegar a ser un martirio.

Sus palabras le sacaron de sus pensamientos volviendo a recargar los codos sobre la mesa, el rubor apareció nuevamente en sus mejillas y esta vez si no pudo ignorarlo y fingir demencia ―Harás que me sienta especial por eso - intentó darle el tono de una broma, un comentario cualquiera, pero lo sentía, tontamente lo sentía de esa forma ―¿Qué quieres que te de para que te sientas realmente apreciado por el sacrificio tan grande que harás? - ahora si bromeaba, por la parte del sacrificio claro.

―Tú de tonto no tienes un solo pelo del bigote - movió los dedos señalando aquel atributo del cual sabía él se sentía orgulloso y rió, después movió la mano espantando lo que él acababa de decir ―Si, mucho ha pasado de entre la última vez cuando yo tenía... creo que diecinueve años - se llevó la mano a la barbilla pensativa, su padre falleció cuando ella cumplió quince y Ren estuvo en el funeral, despues desapareció y volvió a visitarla unos tres o cuatro años después; suspiró ante aquel recuerdo ―Me quedé en Inglaterra administrando las propiedades de mi Padre por unos años, pero los negocios fuertes los marítimos, esos estaban acá y a raíz de un problema con el abogado, heme aquí - resumió los años de peleas y robos que aquel hombre le hizo, pero no tenía caso hablar de ello.

―Pues... en un principio y hasta que yo cumplí veintiuno, el ladrón que mi padre tuvo por abogado los administraba, después yo me hice cargo y manejaba todo desde Inglaterra - contestó poniendo la cara de seriedad que usaba en las reuniones de comerciantes ―Todo inicia en Inglaterra pero a pesar del puerto, siempre todo llega acá a Francia y de aquí se reparten a Alemania, Hungría y demás - demasiados tecnicismos ―Me di cuenta que estar a kilómetros de distancia no era opción, así que por eso vine a Francia y ahora tengo que poner en orden el desastre del que nunca me di cuenta - suspiró agotada y se pasó las manos por el rostro y después por el cabello.

Vió en Ren el escape perfecto, y aunque sabía que el hombre era mas de cosas movidas, lo uso para desahogarse ―Para colmo, al llegar aquí a la nona se le ocurrió enfermarse, pobre, se que no es su culpa y es la edad y el clima muy diferente al de Inglaterra, ha estado en el hospital prácticamente desde que llegamos - aquello le hizo sentir mal, no podía perderla porque no sabía vivir sola, no era tan valiente como Ren.

Alzó la vista y sonrió de lado, meláncolica, fijando su mirada en él ―Lo lamento, no tengo que compartir mis agobios y aburrirte con tonterías - se mordió el labio inferior y de a poco se enderezó ―Quizás... tú me podrías ayudar a llevarlos - Ren tenía muchisima mas experiencia que ella, y si bien los negocios no habían quebrado, siempre se podían mejorar y ese era un pretexto mas fuerte para que él no emprendiera la huída ―Yo mato los rumores y tú espantas a los ladrones - le sonrió con esperanza y alegría en el rostro.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Lun Sep 21, 2015 11:34 pm

Y aunque Charleen no lo creyera, Reinout en verdad podía ser un demonio. Quizá la única ventaja real que existía era que sus miras no eran de conquista o destrucción, pero esa naturaleza caprichosa suya, digna de un gato aburrido y que juega con el mundo como si se tratara de una bola de estambre, rayaban en el peligro irresponsable. En la necesidad de aventura por encima del sentido común. Arrojarse al precipicio antes que morir capturado.

No, no, espera, imagina esto… —entonces sonó realmente entusiasmado—, podemos largarnos de aquí, buscarnos un pequeño cottage en el campo, puede ser aquí, o en los Países Bajos, o regresar a Inglaterra si extrañas mucho sus colinas verdes. Tendríamos animales, de todo tipo, y yo me despertaría temprano para ordeñar las vacas —miró al horizonte como si lo estuviera visualizando, incluso movió la palma extendida de la mano derecha como si con ella dibujara tan bonita postal. Rio después y la miró de reojo. Podía ser una broma, como más de la mitad de lo que él decía, pero la idea no le parecía del todo descabellada e incluso se le antojaba encantadora—. Tendríamos suficiente espacio para transformarnos y correr por ahí —agregó y bajó los hombros y amplió la sonrisa que parecía nunca irse de su rostro.

Quizá sonaba como algo condenadamente convencional, sobre todo para él. O para ambos. Pero la noción de ello le fascinó y se dio cuenta que no era la idea per se, sino la compañía. Eso provocó en el cierto nerviosismo que pudo disimular y fue buen momento para cambiar de tema.

Umh —arqueó una ceja y gruñó, apuntándola con el índice mientras lo movió en el aire—, Charleen, deberías ya saber que no debes darme carta abierta de ese modo, puedo aprovecharme. ¿Que qué quiero? Vamos a dejarlo así, y llegado el momento, ya me cobraré —y lo haría, por Dios que lo haría, pero la chica no tenía nada que temer, eso era seguro. Reinout podía ser un jodido pirata, pudo haber hecho todo lo que se supone alguien de esa calaña ha cometido, pero era apegado a los suyos y los defendería con uñas y dientes, aunque en ello le fuera la vida.

Se peinó el bigote ante la mención de éste y escuchó con atención lo que Charleen tenía para decir. Conocía muy bien cómo era eso y aunque el tono serio de la conversación no le sentaba bien, se mantuvo callado y enfocado en ella, en sus ojos desiguales y en sus facciones perfectas. Entonces luego se puso de pie como impulsado por resortes y rodeó la mesa que los separaba, se apostó junto a ella, se inclinó un poco para quedar a su altura y la abrazó por los hombros.

Lo siento —no hace demasiado, él mismo había lidiado con la enfermedad de su madre, en verdad lo sentía, en verdad sabía cómo era—, si hay algo que yo pueda hacer… —sabía lo frustrante que era que alguien te dijera eso, porque no había mucho que hacer, pero se agradecía el gesto y él mismo lo había hecho con esa sola intención, para demostrar su apoyo sincero—. Verás que se pondrá bien, la gente de generaciones anteriores a la nuestra es más resistente, como árboles de orillas del río —cerró el puño y lo agitó levemente, para indicar esa misma fuerza de la que hablaba.

Oh, claro, habérmelo dicho antes —la miró de soslayo, pero no la soltó—, soy bastante intimidante cuando me lo propongo, así como me ves. Un gruñido de pirata o llamando a mi amigo felino y todo solucionado —le guiñó un ojo y eso aligeró el ambiente—. No te preocupes Charleen, cuando te dije que me alegraba encontrarte aquí no fue solo en el sentido de fiestas y risas y vasos de ron, estoy aquí para lo que necesites —se separó un poco y la tomó de ambos hombros, la miró fijamente —tenemos un trato entonces.

Entonces la besó en la frente.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Sáb Sep 26, 2015 8:19 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Vie Sep 25, 2015 3:28 pm

Un pequeño paraíso en el campo, solo de ellos dos -y de los miles de animales que aparentemente tendrían- ¿estaba planeando el futuro? no solo eso ¿lo estaba planeando al lado de alguien más? Charleen no era como todas las damas de sociedad que esperan conocer a un atractivo hombre -tanto física como económicamente- cuando esas desde pequeñas soñaban con el matrimonio y hasta planeaban cuantos hijos tendrían y el nombre que estos llevarían, ella planeaba que tal lejos correría, cuantos países visitaría con su padre, que tantas pinturas haría, que tan libre sería... y contrario a todo eso, ahora planeaba y aquello no sonaba tan mal, algo en ella se alegró y probablemente lo fue por quien hablaba, aquel pelirrojo con su condición,  con espíritu igual de libre que el de ella y una cabeza mas llena de sueños que de obligaciones. Suspiró y sonrió encantada.

―Nada de lo que pidas puede ser malo - y en su voz se entrelazó un tono ¿seductor? quizás, la suavidad del mismo solo lo hizo ver como un comentario de lo más inocente, no era que se le estuviera insinuando, no, ella a penas si sabía como actuar de esa forma, pero quizás, solo quizás... lo estaba intentando.

El silencio posterior a su explicación solo la dejó con un nudo en la garganta, debía intentar no sucumbir ante el recuerdo y el agobio de las obligaciones; él la comprendía un poco mejor, había perdido a su madre hacía no poco aunque probablemente no se pusiera comparar ¿quien era ella para decir eso?. El abrazo la tomó por sorpresa, pero aún así no lo detuvo ni se quitó de en medio, asintió levemente con la cabeza, sabía que su nona era fuerte, no en vano había vivido tantas cosas, pero aún así, el solo pensamiento de perderla, no quería enfocarse en eso.

―Lo sé, es solo que... no lo sé, no quiero ni pensar en eso - una lárgima aventurera y solitaria rodó por su mejilla, recargó la cabeza en el pecho masculino, cerró los ojos y aspiró profundo el aroma de la loción; de pronto su último comentario no provocó otra cosa que su risa ―Solo quiero que los espantes, no que los mates del susto - bromear en estos momentos y a pesar de la situación le venía bien ―Yo también estaré allí para ti, no solo para que olviden los rumores - el beso fué incluso mas sorpresivo que el abrazo, pero solo cerró los ojos y posó su mano en la mejilla ajena.

―Bueno ya, no estamos para cosas melancólicas, quizás yo... pero eso no va tanto contigo - la sonrisa regresó a sus labios, acarició un poco la mejilla de Ren y después deslizó la mano hasta el hombro del pelirrojo acomodando un poco el cuello de la camisa solo para distraerse y pensar en algo mas ―Entonces ¿cuando dices que debo aparecer en tu casa? - y como si hubiera aprendido, le sonrió cual niña pequeña después de una travesura.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Sáb Sep 26, 2015 8:32 pm

Arqueó una ceja y se separó un poco, pero ya no regresó a su lugar, en cambio jaló una silla cercana y se sentó junto a su anfitriona, hombro con hombre, con la botella de ron frente a ambos como si la estuvieran entrevistando. No le gustó ya no ser capaz de verla de frente, pero le agradó la sensación de su cercanía. Movió el bigote como si con ese gesto pudiera sacudir las preocupaciones; las de ambos, uno podía creer a veces que Reinout no las tenía, pero lo hacía, sobre todo dese que había regresado. Rio cuando ella lo hizo y sacudió la mano.

Yo me encargo de asustarlos, pero no tengo la culpa si tienen un corazón débil —comentó como si aquello fuera poca cosa. Pero era una broma… lo de matar, desde que volvió a ser el heredero van Bergeijk, sabía que eso estaba fuera de sus límites, en cambio, el ayudarla sí que iba muy en serio.

Se giró ligeramente para verla. Siempre había existido algo en las personas que lloran que lo incomodaba, sobre todo porque no sabía cómo reaccionar, por fortuna, Charleen se contuvo, aunque una parte de él quería que no lo hiciera, que se desahogara, quizá no era el momento, tal vez después. No sabía qué era, pero quería, a como diera lugar, saber que ella confiaba en él como para vulnerarse, después comprendió que pedía demasiado, que pudieron, hace tan sólo unos minutos, planear una vida idílica juntos, pero eso no significaba nada; habían pasado muchos años y muchas cosas.

Oh, eso… —fue buen tema para salir de su repentino ensimismamiento—. Creo que te voy a cobrar el favor antes de lo que imaginas —y le sonrió con un gesto de suficiencia que recordaba a Ren, el corsario, que anulaba a Reinout, el heredero que lo tiene todo.

La charla continuó, pero el pelirrojo supo que no podía quedarse demasiado, Charleen era una mujer sola en una ciudad muy grande, de muchos oídos y que un sujeto saliera de su residencia a altas horas de la noche no sería bien visto. Le agradeció por todo, le prometió, y no en vano, que volverían a verse y le pidió que estuviera atenta, que muy pronto tendría noticias de él.

En el umbral de la puerta principal volvió a tomarla por los hombros y por un segundo pareció que iba a besarla; lo hizo, pero no en los labios, depositó un beso en cada mejilla y desapareció en medio de la noche, tan sólo para encontrar su carruaje esperándolo más allá de los límites de los terrenos Rumsfeld.

TEMA FINALIZADO.
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