AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un rostro familiar. |Privado|
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Un rostro familiar. |Privado|
Tres años antes...
Me encontraba en aquel callejón lejos de los tumultos, perdido en mis pensamientos, en mis recuerdos; sobre todo los de aquella noche que descubrí a mis padres formulando un plan para mi futuro como inquisidor, era una visión que me aterraba y me daba náuseas. Lo último que quería hacer era causar sufrimiento, porque eso (al menos para mí) era lo único que hacía un inquisidor. Asesinaba y torturaba alegando que lo que hacía estaba bien. Me preguntaba entonces si en verdad aquellos seres sobrenaturales que tanto se esmeraban en erradicar eran en verdad demoníacos. Se supone que Dios había creado todo el Universo, incluyendo a éstos seres ¿qué no entonces ellos eran también creación de Dios? Sacudí mi cabeza tratando así de concentrar mis pensamientos en una sola cosa, cualquiera que fuese.
Hacía una semana que se habían cumplido dos años de haber llegado a París y por estas fechas había comenzado a escuchar nuevamente mi apellido. ¿En verdad la noticia había atravesado el mar? ¿Acaso estarían buscándome con el objetivo de que su hijo regresara a casa? Mis ojos se iluminaron por un momento y después se ensombrecieron nuevamente. No, no me estaban buscando por ese motivo. Llegué a esa conclusión después de haber hurgado en mi memoria, jamás recibí un abrazo e su parte, ni la más mínima muestra de afecto. Siempre supe que yo no era visto en mi hogar como el fruto de una relación amorosa, sino como la evidencia innegable de un pecado. Nada más ni nada menos. Dejé salir un suspiro. Fue entonces que escuché pasos de varias personas que se acercaban a dónde estaba, no me importaba quién se me acercara, de todas formas yo no era ya nada más que un vagabundo más y por ende, yo era ignorado la gran mayoría de las veces.
Pero entonces la conversación de aquellas personas captó mi atención. Escuché a una voz masculina mencionar el nombre Eallair... ¡¿Mi padre?! Giré mi cabeza tenuemente, tratando de escuchar con claridad su plática. Sus voces se veían amortiguadas por el ruido de la calle pero pude aún así escuchar algunas palabras clave, tales como Glasgow, que alguna vez fue mi hogar y luego... mi nombre. No podía moverme de ahí o llamaría la atención así que agaché mi cabeza y extendí mi mano pidiendo limosna tal y como cualquier otro vago hubiese hecho. Con suerte sería invisible ante ellos así como ante el resto del mundo.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Un rostro familiar. |Privado|
Salmos 71:13
Sean avergonzados y consumidos los enemigos de mi alma; sean cubiertos de afrenta y de ignominia los que procuran mi mal.
Sean avergonzados y consumidos los enemigos de mi alma; sean cubiertos de afrenta y de ignominia los que procuran mi mal.
El primer manojo órdenes de la santa inquisición, se convirtieron en cenizas en el fuego de mi chimenea, como ya era una costumbre para no dejar ninguna huella de su existencia. La misión de ésta noche: Investigar con lujo de detalle – en la medida de lo posible- La razón, y el paradero de un "sujeto desaparecido y considerado peligroso" que llevaba por apellido, uno muy conocido por mi. Mi mente se remontó años atrás en la sala de una acaudalada mansiòn, donde se concertaba una fiesta entre personas de abolengo y miembros de la realeza, entre ellos mi familia. La última hoja descansaba sobre mi escritorio, marcada con el numero tres. Esto me indicaba que no realizaria mi investigación en soledad, situación que me molestaba en demasia porque nunca he necesitado de terceros para realizar mi trabajo. Pero òrdenes eran òrdenes y había que ejecutarlas sin objeciones. Me gustaba trabajar solo y sin nadie más a mi cargo, porque de ésta manera podría hacer todo cuanto me apeteciese sin miradas curiosas y preguntas impertinentes que no me gustaba responder, por considerarlas demasiado estúpidas y obvias.
Sonreí, llevando la copa de whisky hasta mis labios, para mojarlos con el suave y delicioso néctar. Ya en aquel primer instante de haber conocido mis instrucciones, comenzaba a planear la manera en cómo habría de actuar. Un plan mental de cada uno de los pasos a seguir. Paso por paso, punto por punto. Se me había encomendado encarecidamente guardar absoluto silencio al respecto, pero libertad de acción de acuerdo a criterio si las cosas se salían de control y mis compañeros inquisidores fallaran en el intento. Nada podría hacerme resultarme más alentador y satisfactorio que el tener carta abierta. Ante mí se abría todo un racimo de ideas, de oportunidades, de estrategias y posibilidades; lo que me hacía pensar – sin temor a equivocarme – que estaba ante un enorme reto que estaba dispuesto a aceptar aún y cuando no se me hubiese pedido ayuda. Yo mismo habría levantado la mano para involucrarme completamente, pagando el precio que fuere. Había ciertas situaciones que habían quedado inconclusas entre "esa" familia y la mía. Nada agradables por cierto.
-Eallair... De Glasgow– Murmuré perdido entre las llamas crepitando en la chimenea. ¿Quién o quienes ostentaban tal título? como ya mencioné anteriormente, una familia que me producía las más infinita repulsión, y ahora, la vida me estaba presentando una segunda oportunidad para saldar viejas cuentas. Fruncí el ceño. ¿Qué misterio habría detrás? ¿Por què el hijo había escapado? ¿Para que demonios movilizar tanto personal para localizar a un inepto como aquel? Gruñi. No lograría desenmarañarlo hasta no acudir puntual a la cita en la cuál me reuniria con mis compañeros. Faltaban un par de horas únicamente, por lo que apuré mi copa de un solo trago, abandonándola sobre la superficie lisa de mi escritorio. El eco de mis pisadas me siguió hasta mis aposentos. Soné la campanilla para llamar a la servidumbre, misma que no tardó en llegar más allá de un par de minutos.
-Ayúdeme a vestir.
Una simple orden. Llana, escueta. Mi fiel mayordomo apuró a sacar de mi armario, la indumentaria correcta. La más escueta que pudiera tener para no llamar la atención. Sonreí ante la visión que me devolvió el espejo de cuerpo completo apostado en una de las esquinas. Parecía un auténtico vago despreciable. Nada mal.
-Que preparen el carro. No tardo más allá de cinco minutos. No me hagan esperar.
Necesitaba quedarme a solas, para hurgar entre mis pertenencias “especiales” sin que ojos poco conocedores dieran cuenta de mis escondites secretos. Como ya era una costumbre, embolsé el rosario de mi madre. La santa biblia tendría que seguir reposando sobre la mesita de noche de mi habitación, misma que esperaba leer al momento de regresar, con la venia y la bendición de Dios. Besé las sagradas escrituras y salí presuroso de la habitación. Ya el carro esperaba por mí, me fue colocada una capa sobre los hombros, y abordé sin decir una sola palabra. Una vez hube llegado a destino, bajé del carruaje y di ordenas precisas a mi cochero de que no me esperase y se fuese inmediatamentede ahi. Iría a pie el resto de los bloques. Mi mente se mantuvo en blanco hasta llegar al pequeño callejón donde un grupo de tres me esperaba. Habían llegado puntuales a la cita, nada mal, eso podía hablar bien de ellos por el momento.
-Ya lo saben amigos. Podemos hacer lo que nos plazca. -- dijo sonriendo el más viejo de los tres, mostrando su incisivo de oro. - La temporada de caza se ha abierto-. - los otros dos rieron a carcajadas. Bufé, ese par de idiotas eran inquisidores de reciente afiliaciòn, podía “olfatearlos” a kilòmetros de distancia. Clásicos lamebotas todo lo que el de mayor jerarquia hacia o decìa, para quedar bien ante sus ojos. Ya habìa traspasado esa barrera, y podìa jurar sin temor a equivocarme, que yo era mucho mejor que ese trios de payasos. Buscarìa la manera de dejarlos atras a la primera oportunidad.
-¿Qué hay de ti Carvajal? ¿Alguna historia digna de contar? ¿A cuantas niñas pecadoras mandaste a la hoguera esta semana?- Volvieron a reír. Me limité a echar el humo del cigarrillo por las fosas nasales, obsequiando la sonrisa más indescifrable que pudiera mostrar aquella noche.
-Más de las que puedas contar con los dedos de manos y pies. Incluida tu esposa-. fue mi turno de sonreír, más no así aquel vejestorio que me fulminó con la mirada. Era de conocimiento popular, que su mujer poseía los cascos más ligeros de todo Paris. Aunque éste se empeñaba en negar la gran cornamenta adornando - metafóricamente desde luego - su cabeza.
Desvíe la mirada en el acto, dedicándome a observar hacia ninguna parte en particular. Había echado sal a la herida y no podía sentirme más que satisfecho por ser un completo bastardo. Ahí mismo estaba marcando mi territorio: No me jodas. Era el claro mensaje. Esperaba lo tomara en cuenta para futuras ocasiones en que quisiese traspasar esa línea delgada, entre sus derechos y los míos. Yo no me tentaba el corazón a la hora de abrir la boca y decir lo primero que se me viniese a la cabeza, como aquel momento.
Sonreí, llevando la copa de whisky hasta mis labios, para mojarlos con el suave y delicioso néctar. Ya en aquel primer instante de haber conocido mis instrucciones, comenzaba a planear la manera en cómo habría de actuar. Un plan mental de cada uno de los pasos a seguir. Paso por paso, punto por punto. Se me había encomendado encarecidamente guardar absoluto silencio al respecto, pero libertad de acción de acuerdo a criterio si las cosas se salían de control y mis compañeros inquisidores fallaran en el intento. Nada podría hacerme resultarme más alentador y satisfactorio que el tener carta abierta. Ante mí se abría todo un racimo de ideas, de oportunidades, de estrategias y posibilidades; lo que me hacía pensar – sin temor a equivocarme – que estaba ante un enorme reto que estaba dispuesto a aceptar aún y cuando no se me hubiese pedido ayuda. Yo mismo habría levantado la mano para involucrarme completamente, pagando el precio que fuere. Había ciertas situaciones que habían quedado inconclusas entre "esa" familia y la mía. Nada agradables por cierto.
-Eallair... De Glasgow– Murmuré perdido entre las llamas crepitando en la chimenea. ¿Quién o quienes ostentaban tal título? como ya mencioné anteriormente, una familia que me producía las más infinita repulsión, y ahora, la vida me estaba presentando una segunda oportunidad para saldar viejas cuentas. Fruncí el ceño. ¿Qué misterio habría detrás? ¿Por què el hijo había escapado? ¿Para que demonios movilizar tanto personal para localizar a un inepto como aquel? Gruñi. No lograría desenmarañarlo hasta no acudir puntual a la cita en la cuál me reuniria con mis compañeros. Faltaban un par de horas únicamente, por lo que apuré mi copa de un solo trago, abandonándola sobre la superficie lisa de mi escritorio. El eco de mis pisadas me siguió hasta mis aposentos. Soné la campanilla para llamar a la servidumbre, misma que no tardó en llegar más allá de un par de minutos.
-Ayúdeme a vestir.
Una simple orden. Llana, escueta. Mi fiel mayordomo apuró a sacar de mi armario, la indumentaria correcta. La más escueta que pudiera tener para no llamar la atención. Sonreí ante la visión que me devolvió el espejo de cuerpo completo apostado en una de las esquinas. Parecía un auténtico vago despreciable. Nada mal.
-Que preparen el carro. No tardo más allá de cinco minutos. No me hagan esperar.
Necesitaba quedarme a solas, para hurgar entre mis pertenencias “especiales” sin que ojos poco conocedores dieran cuenta de mis escondites secretos. Como ya era una costumbre, embolsé el rosario de mi madre. La santa biblia tendría que seguir reposando sobre la mesita de noche de mi habitación, misma que esperaba leer al momento de regresar, con la venia y la bendición de Dios. Besé las sagradas escrituras y salí presuroso de la habitación. Ya el carro esperaba por mí, me fue colocada una capa sobre los hombros, y abordé sin decir una sola palabra. Una vez hube llegado a destino, bajé del carruaje y di ordenas precisas a mi cochero de que no me esperase y se fuese inmediatamentede ahi. Iría a pie el resto de los bloques. Mi mente se mantuvo en blanco hasta llegar al pequeño callejón donde un grupo de tres me esperaba. Habían llegado puntuales a la cita, nada mal, eso podía hablar bien de ellos por el momento.
-Ya lo saben amigos. Podemos hacer lo que nos plazca. -- dijo sonriendo el más viejo de los tres, mostrando su incisivo de oro. - La temporada de caza se ha abierto-. - los otros dos rieron a carcajadas. Bufé, ese par de idiotas eran inquisidores de reciente afiliaciòn, podía “olfatearlos” a kilòmetros de distancia. Clásicos lamebotas todo lo que el de mayor jerarquia hacia o decìa, para quedar bien ante sus ojos. Ya habìa traspasado esa barrera, y podìa jurar sin temor a equivocarme, que yo era mucho mejor que ese trios de payasos. Buscarìa la manera de dejarlos atras a la primera oportunidad.
-¿Qué hay de ti Carvajal? ¿Alguna historia digna de contar? ¿A cuantas niñas pecadoras mandaste a la hoguera esta semana?- Volvieron a reír. Me limité a echar el humo del cigarrillo por las fosas nasales, obsequiando la sonrisa más indescifrable que pudiera mostrar aquella noche.
-Más de las que puedas contar con los dedos de manos y pies. Incluida tu esposa-. fue mi turno de sonreír, más no así aquel vejestorio que me fulminó con la mirada. Era de conocimiento popular, que su mujer poseía los cascos más ligeros de todo Paris. Aunque éste se empeñaba en negar la gran cornamenta adornando - metafóricamente desde luego - su cabeza.
Desvíe la mirada en el acto, dedicándome a observar hacia ninguna parte en particular. Había echado sal a la herida y no podía sentirme más que satisfecho por ser un completo bastardo. Ahí mismo estaba marcando mi territorio: No me jodas. Era el claro mensaje. Esperaba lo tomara en cuenta para futuras ocasiones en que quisiese traspasar esa línea delgada, entre sus derechos y los míos. Yo no me tentaba el corazón a la hora de abrir la boca y decir lo primero que se me viniese a la cabeza, como aquel momento.
Antonio de Carvajal- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Un rostro familiar. |Privado|
Escuchaba los pasos de aquellos hombres acercándose a donde yo estaba. Tenía miedo, el simple hecho de que hubiesen pronunciado mi nombre me provocaba escalofríos, aunque probablemente solo estaban chismorreando no me gustaba. Una voz en mi cabeza me decía que lo mejor era alejarse mientras aún podía, no me habían visto hasta el momento pues se encontraban aún muy lejos y aunque me viesen ahí sentado, las posibilidades de ser reconocido eran bastante remotas. Me encontré entonces en un dilema ¿me voy o me quedo?
Me debatí por casi un minuto en el que los hombres se acercaban más y más, hasta el punto en el que logré escuchar con más claridad su conversación. Fue entonces que llegó hasta mis oídos algo que hizo que me diera un vuelco el corazón. Ese apellido... ¡Ese apellido! "Carvajal" No podía ser posible, simplemente no... Mi mente se inundó con tantos recuerdos desagradables de mi niñez que me producían un malestar en el estómago, casi náuseas. La voz en mi cabeza me gritaba que corriera, lo más lejos que pudiese y esta vez le hice caso. Me puse de pie instantáneamente con el fin de alejarme lo más posible antes de que lograran verme.
Tenía que salir de ahí sin llamar demasiado la atención, debía de hacerme pasar por cualquier mendigo vagando en su propia miseria. Traté de controlar el temblor que comenzaba a apoderarse de mi cuerpo y avancé lo más tranquilamente que pude disimular para adentrarme en un callejón que daba salida a otra calle, justo al mismo tiempo que las sombras delataban anticipadamente que aquellos señores estaban pasando justo al lado de donde me encontraba hacía un momento...
Me debatí por casi un minuto en el que los hombres se acercaban más y más, hasta el punto en el que logré escuchar con más claridad su conversación. Fue entonces que llegó hasta mis oídos algo que hizo que me diera un vuelco el corazón. Ese apellido... ¡Ese apellido! "Carvajal" No podía ser posible, simplemente no... Mi mente se inundó con tantos recuerdos desagradables de mi niñez que me producían un malestar en el estómago, casi náuseas. La voz en mi cabeza me gritaba que corriera, lo más lejos que pudiese y esta vez le hice caso. Me puse de pie instantáneamente con el fin de alejarme lo más posible antes de que lograran verme.
Tenía que salir de ahí sin llamar demasiado la atención, debía de hacerme pasar por cualquier mendigo vagando en su propia miseria. Traté de controlar el temblor que comenzaba a apoderarse de mi cuerpo y avancé lo más tranquilamente que pude disimular para adentrarme en un callejón que daba salida a otra calle, justo al mismo tiempo que las sombras delataban anticipadamente que aquellos señores estaban pasando justo al lado de donde me encontraba hacía un momento...
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Un rostro familiar. |Privado|
Sin demasiado ánimo caminé codo a codo con ellos, sin dejar el cigarrillo. Les escuchaba hablar, pero nada de lo que dijesen me interesaba. Mi mente estaba mucho más allá de cualquier situación banal. Como buen inquisidor que me consideraba, dedicaba mis pensamientos y toda mi astucia para realizar un trabajo impecable; pero para ello, necesitaba trabajar solo, y no con compañía.
-¿Opinas lo mismo Carajo?
Apenas escuché mi apellido mencionado de forma despectiva, detuve mi andar, observando a cada uno de los sujetos que me habían adelantado un par de pasos. Dos de ellos reían como auténticos idiotas, el otro - el que más estaba hincándome el diente: el sujeto cornudo - terminó por acortar distancias, dándome un par de palmadas en el rostro:
-Vamos Carvajal, no me salgas con niñerías. Estábamos bromeando. ¿Verdad chicos?
-Si, claro por supuesto, si... -- afirmaron los otros, aún en tono de burla.
-¡No me toques! - me puse en actitud defensiva.
Aparté su mano con un manotazo. ¡Estaba harto de perder mi tiempo con un aquellos imbéciles! Necesitaba deshacerme de ellos a cualquier costo. A costa de cualquier cosa o método sin importar las consecuencias. No me caracterizaba por ser un hombre paciente. Fresco estaba en mi memoria el recuerdo de mi mujer, su amante, sus gritos desgarradores y el emparedamiento. Mi carácter estaba demasiado volátil, cualquier discrepancia, cualquier riña, disparaba la chispa que antecedía a una pelea.
-¡El niño bonito está enfadado! - torció el gesto -. -¿Acaso quieres pelea? - gruñó con incredulidad-. -¡Soy tu superior inmediato, me debes obediencia!
Tronó los dedos y como si fuesen perros de su guardia personal, los hombres se colocaron lado a lado, cortándome el paso hacia la calle principal, como si con ésta simple actitud pudiesen amedrentarme. Alcé una ceja, mientras con rapidez, escrutaba el territorio y las posibles vías de escape, en dado caso de que la situación se saliese de control. El callejón era angosto, así que, previendo la dificultad, no iba a tener más remedio que hacer uso de mis habilidades mágicas. Aquellas que tanto odiaba, pero que a la vez era un don otorgado por Dios, según mi propio entendimiento. Estaba dispuesto a utilizar esos dones aún encontra de mis "compañeros", sin ningún ápice de remordimiento.
-Creo que ya va siendo hora, de que alguien te ponga en tu sitio. Carajo.
Un ruido se escuchó a mis espaldas, al parecer no estábamos solos. No necesitaba testigos de la masacre que se avecinaba. Ya me encargaría después.¡Maldita sea!
-Si en algo aprecias tu vida, será mejor que te quedes en donde estás- -Dije en voz alta, para que esa presencia me escuchase, y si era inteligente, hiciese caso a mi mandato.
-¿Opinas lo mismo Carajo?
Apenas escuché mi apellido mencionado de forma despectiva, detuve mi andar, observando a cada uno de los sujetos que me habían adelantado un par de pasos. Dos de ellos reían como auténticos idiotas, el otro - el que más estaba hincándome el diente: el sujeto cornudo - terminó por acortar distancias, dándome un par de palmadas en el rostro:
-Vamos Carvajal, no me salgas con niñerías. Estábamos bromeando. ¿Verdad chicos?
-Si, claro por supuesto, si... -- afirmaron los otros, aún en tono de burla.
-¡No me toques! - me puse en actitud defensiva.
Aparté su mano con un manotazo. ¡Estaba harto de perder mi tiempo con un aquellos imbéciles! Necesitaba deshacerme de ellos a cualquier costo. A costa de cualquier cosa o método sin importar las consecuencias. No me caracterizaba por ser un hombre paciente. Fresco estaba en mi memoria el recuerdo de mi mujer, su amante, sus gritos desgarradores y el emparedamiento. Mi carácter estaba demasiado volátil, cualquier discrepancia, cualquier riña, disparaba la chispa que antecedía a una pelea.
-¡El niño bonito está enfadado! - torció el gesto -. -¿Acaso quieres pelea? - gruñó con incredulidad-. -¡Soy tu superior inmediato, me debes obediencia!
Tronó los dedos y como si fuesen perros de su guardia personal, los hombres se colocaron lado a lado, cortándome el paso hacia la calle principal, como si con ésta simple actitud pudiesen amedrentarme. Alcé una ceja, mientras con rapidez, escrutaba el territorio y las posibles vías de escape, en dado caso de que la situación se saliese de control. El callejón era angosto, así que, previendo la dificultad, no iba a tener más remedio que hacer uso de mis habilidades mágicas. Aquellas que tanto odiaba, pero que a la vez era un don otorgado por Dios, según mi propio entendimiento. Estaba dispuesto a utilizar esos dones aún encontra de mis "compañeros", sin ningún ápice de remordimiento.
-Creo que ya va siendo hora, de que alguien te ponga en tu sitio. Carajo.
Un ruido se escuchó a mis espaldas, al parecer no estábamos solos. No necesitaba testigos de la masacre que se avecinaba. Ya me encargaría después.¡Maldita sea!
-Si en algo aprecias tu vida, será mejor que te quedes en donde estás- -Dije en voz alta, para que esa presencia me escuchase, y si era inteligente, hiciese caso a mi mandato.
Antonio de Carvajal- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Un rostro familiar. |Privado|
Estaban muy cerca, demasiado. El aroma a cigarro llegaba a mi nariz y una gota de sudor resbaló por un lado de mi rostro. Podía escuchar sus palabras, prácticamente avisaban a todos aquellos que vivían en las cercanías de su presencia. Si bien su conversación no me decía nada acerca del motivo por el que paseaban por las calles, sobre todo a esa hora de la noche. Pero el escuchar ese nombre que me causaba escalofríos era suficiente como para advertirme que me alejara de ahí.
Y eso no era todo, tenía un presentimiento difícil de explicar, como si una voz interna, débil y diminuta me advirtiera que algo se avecinaba, algo muy malo. Caminé, con la punta de mis pies. Todo con tal de no hacer ruido y poder irme de ese lugar, sin que se enteraran de que alguna vez estuve ahí, pero fue una botella de whisky a medio terminar la que terminó por delatarme.
Sin querer le di una patada provocando un sonido perfectamente audible. Me congelé en donde estaba y una potente voz masculina se escuchó casi al instante. El miedo me dejó en un estado de shock y apenas pude darme cuenta de que mi mano estaba tomando la botella del suelo. De un momento a otro reaccioné y no entendía lo que estaba haciendo. ¿Qué acaso inconscientemente quería un trago y calmarme? Y en ese instante, una idea acudió a mí, rápida como un rayo.
Vacié una pequeña cantidad del contenido sobre mi ropa, el olor era muy fuerte. Al tiempo que los pasos presurosos se escuchaban más cerca, di un buen trago del líquido. Si bien había bebido alcohol en algunas ocasiones, era muy rara la ocasión en la que bebiera algo tan fuerte como aquello, y peor aún, de forma tan brusca. Perdí el equilibrio apenas alejé la botella de mis labios y caí al suelo, tirando unas cajas conmigo. Alcé mi desenfocada vista y me encontré con unas siluetas que me observaban desde arriba. Mi plan estaba funcionando, pensaban que era un simple vagabundo que se había pasado de copas.
No pude evitar esbozar una sonrisa ante el pensamiento que seguramente hubiera parecido el gesto que hubiera dado cualquier ebrio. Alcé la botella en ademán de brindar, entre más idiota actuara más creíble sería el acto. -Bunas nochssss. -Murmuré sin gesticular bien al hablar, todo mientras aún seguía sonriendo de forma que podría describirse como "estúpida".
Y eso no era todo, tenía un presentimiento difícil de explicar, como si una voz interna, débil y diminuta me advirtiera que algo se avecinaba, algo muy malo. Caminé, con la punta de mis pies. Todo con tal de no hacer ruido y poder irme de ese lugar, sin que se enteraran de que alguna vez estuve ahí, pero fue una botella de whisky a medio terminar la que terminó por delatarme.
Sin querer le di una patada provocando un sonido perfectamente audible. Me congelé en donde estaba y una potente voz masculina se escuchó casi al instante. El miedo me dejó en un estado de shock y apenas pude darme cuenta de que mi mano estaba tomando la botella del suelo. De un momento a otro reaccioné y no entendía lo que estaba haciendo. ¿Qué acaso inconscientemente quería un trago y calmarme? Y en ese instante, una idea acudió a mí, rápida como un rayo.
Vacié una pequeña cantidad del contenido sobre mi ropa, el olor era muy fuerte. Al tiempo que los pasos presurosos se escuchaban más cerca, di un buen trago del líquido. Si bien había bebido alcohol en algunas ocasiones, era muy rara la ocasión en la que bebiera algo tan fuerte como aquello, y peor aún, de forma tan brusca. Perdí el equilibrio apenas alejé la botella de mis labios y caí al suelo, tirando unas cajas conmigo. Alcé mi desenfocada vista y me encontré con unas siluetas que me observaban desde arriba. Mi plan estaba funcionando, pensaban que era un simple vagabundo que se había pasado de copas.
No pude evitar esbozar una sonrisa ante el pensamiento que seguramente hubiera parecido el gesto que hubiera dado cualquier ebrio. Alcé la botella en ademán de brindar, entre más idiota actuara más creíble sería el acto. -Bunas nochssss. -Murmuré sin gesticular bien al hablar, todo mientras aún seguía sonriendo de forma que podría describirse como "estúpida".
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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