AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Viejos conocidos [Privado]
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Viejos conocidos [Privado]
La vida en Francia era muy diferente a su vida en Inglaterra, existían muchas cosas que le hacían enormemente infeliz pero entre todas las grandes desgracias que le arruinaban la vida, existían algunos puntos a favor que le otorgaban felicidades suficientes como para soportar aquel nuevo país y aquella nueva vida que se veía obligada a soportar. Entre esos puntos a favor se encontraba la posibilidad que Audrey ahora tenía para cocinar algunos platillos por su cuenta; algo que en Inglaterra le era imposible ya que a su familia aquello le parecía una actividad indigna para alguien de su clase social y le tenían rotundamente vetada de la cocina en la mansión de los Browning, sin embargo, ese no era un problema en la mansión donde ahora vivía. Su prometido era un hombre sumamente molesto a quien no valía la pena prestar mucha atención (a menos claro que planeara pasar todo el día discutiendo con él) y los sirvientes no se atrevían a negarle algo a la inglesa, ya que ella exigía obediencia casi con la misma agresividad que Caleb, así que lentamente la cocina se había transformado en su refugio y aprender diferentes recetas en su motivación de día a día. La inglesa no únicamente se había limitado en pedir que le dieran las recetas que se preparaban en casa, sino que busco libros sobre cocina e incluso, comenzó a ir a restaurantes para probar diversos platillos y tratar de diferenciar los ingredientes en cada uno de ellos.
Aquel día en particular, Audrey se levanto temprano, se arreglo lo más rápido que pudo y opto por escapar tanto de la mansión como de los gritos de Caleb, todo para dirigir su camino a uno de los más famosos restaurantes de Paris, donde planeaba tomar el desayuno y tratar de descubrir no solo los ingredientes en todo lo que pidiera sino además, las maneras en que los cocineros preparaban todo.
Con sumo entusiasmo la inglesa llego a su destino y pronto pidió más platillos de los que cualquier otra persona hubiera pedido para desayunar a solas. Varias miradas curiosas se posaron sobre Audrey, quien se limito a sacar una pequeña hoja en la que con un lápiz pensaba tomar algunas notas. Tan sumida estaba ella en sus propios pensamientos sobre lo que vendría, que no se percato del momento en que a aquel restaurante lleno de desconocidos entraba alguien que traería todo un nuevo giro a su vida, alguien a quien nunca se hubiera esperado encontrar allá pero llevaría a Audrey un poco de su glorioso pasado a aquel presente tan complicado.
Aquel día en particular, Audrey se levanto temprano, se arreglo lo más rápido que pudo y opto por escapar tanto de la mansión como de los gritos de Caleb, todo para dirigir su camino a uno de los más famosos restaurantes de Paris, donde planeaba tomar el desayuno y tratar de descubrir no solo los ingredientes en todo lo que pidiera sino además, las maneras en que los cocineros preparaban todo.
Con sumo entusiasmo la inglesa llego a su destino y pronto pidió más platillos de los que cualquier otra persona hubiera pedido para desayunar a solas. Varias miradas curiosas se posaron sobre Audrey, quien se limito a sacar una pequeña hoja en la que con un lápiz pensaba tomar algunas notas. Tan sumida estaba ella en sus propios pensamientos sobre lo que vendría, que no se percato del momento en que a aquel restaurante lleno de desconocidos entraba alguien que traería todo un nuevo giro a su vida, alguien a quien nunca se hubiera esperado encontrar allá pero llevaría a Audrey un poco de su glorioso pasado a aquel presente tan complicado.
Audrey Browning- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 30/11/2014
Re: Viejos conocidos [Privado]
Resultaban insoportables las horas cuando permanecía sumergido en ese aparente trance. Desde aquel evento fatídico que le habían conllevado al accidente y posteriormente a la pérdida de memoria temporal. Apenas tenía de sus acciones previas. Como hijo único y sobreviviente de los Blackwood recaía la responsabilidad de mantener limpio el apellido después de que los rumores mal intencionados sobre sus orígenes sobrenaturales se encargaran de mancillar sus orígenes. La aparente calma en él pelinegro significaba un riesgo aún mayor que si mantuviese sus sentidos alertas, pues solo significaba que en cualquier momento el ente que le acompañaba a todas partes podría resurgir una vez más, poniendo en riesgo su integridad. Solo que esta ocasión sería muy diferente, pues Sabine ya no se encontraban con él ahora para ayudarle a intervenir contra dicho espectro. Si quería salir avante de esa batalla venidera debía hallar fortaleza en sí mismo.
Suspiró y tomó entre sus manos uno de los camafeos que guardaba celosamente en la pequeña caja de madera, sus dedos largos acariciaron los bordes dorados de este, cerró los ojos. Si tan solo pudiera recordar aquella encomienda. Solo una pista, un detalle sería suficiente para poder hallar su liberación. Guardó el artilugio dentro de su abrigo oscuro y decidió alejar momentáneamente esos cuestionamientos. La estación nívea mostraba su rosto más clemente por las mañanas, dando espacio a los residentes a disfrutar de una ligera caminata sin tener que preocuparse de las inclemencias. De este modo Quinn, avanzó entre el gentío de personas que iniciaban sus labores. Atraído por la belleza de la iconografía plasmada en las calles, se detenía de vez en cuando a admirar las pinceladas que les daban forma. Sonreía curioso y sin darse cuenta, mostraba su lado más afable, la esencia de verdadero Quinn quien en otroras épocas solía ser un jovencito inquieto y ávido por aprender la forma en que el mundo funcionaba.
Continúo su caminata regalando un par de sonrisas y saludos a los extraños que reaccionaban del mismo modo con el joven. No era nada extraño, puesto que desde niño siempre había sido elogiado por su extraño atractivo, dado que poseía una belleza natural no necesitaba hablar siquiera para que más de una persona sintiera esa curiosidad al verle caminar. Detuvo su andar para hacer una pausa en uno de los restaurantes que se elevaban en las aceras, el olor exquisito de los platillos despertó su apetito de inmediato.
–Buenos días Monsieur, mesa para uno por favor– espetó amable hacia el encargado en turno.
A lo lejos, un par de ojos inquisidores caían sobre su silueta, sonrió nervioso más sin embargo no esperaba hallar algún rostro conocido en aquellos extraños. Los orbes de Quinn repasaron discretamente el lugar hasta que sorpresivamente halló la efigie de una fémina muy hermosa.
¿Podría ser verdad? Había pasado mucho tiempo desde que le había visto por última vez
–Tomaré asiento de aquel lado– dijo corrigiendo su instrucción previa.
Con pasos mesurados se aproximó hasta la mesa donde la joven parecía estar ensimismada en labores propias. Una línea semi curva se dibujó en los labios de Quinn.
–¿Audrey? –
Suspiró y tomó entre sus manos uno de los camafeos que guardaba celosamente en la pequeña caja de madera, sus dedos largos acariciaron los bordes dorados de este, cerró los ojos. Si tan solo pudiera recordar aquella encomienda. Solo una pista, un detalle sería suficiente para poder hallar su liberación. Guardó el artilugio dentro de su abrigo oscuro y decidió alejar momentáneamente esos cuestionamientos. La estación nívea mostraba su rosto más clemente por las mañanas, dando espacio a los residentes a disfrutar de una ligera caminata sin tener que preocuparse de las inclemencias. De este modo Quinn, avanzó entre el gentío de personas que iniciaban sus labores. Atraído por la belleza de la iconografía plasmada en las calles, se detenía de vez en cuando a admirar las pinceladas que les daban forma. Sonreía curioso y sin darse cuenta, mostraba su lado más afable, la esencia de verdadero Quinn quien en otroras épocas solía ser un jovencito inquieto y ávido por aprender la forma en que el mundo funcionaba.
Continúo su caminata regalando un par de sonrisas y saludos a los extraños que reaccionaban del mismo modo con el joven. No era nada extraño, puesto que desde niño siempre había sido elogiado por su extraño atractivo, dado que poseía una belleza natural no necesitaba hablar siquiera para que más de una persona sintiera esa curiosidad al verle caminar. Detuvo su andar para hacer una pausa en uno de los restaurantes que se elevaban en las aceras, el olor exquisito de los platillos despertó su apetito de inmediato.
–Buenos días Monsieur, mesa para uno por favor– espetó amable hacia el encargado en turno.
A lo lejos, un par de ojos inquisidores caían sobre su silueta, sonrió nervioso más sin embargo no esperaba hallar algún rostro conocido en aquellos extraños. Los orbes de Quinn repasaron discretamente el lugar hasta que sorpresivamente halló la efigie de una fémina muy hermosa.
¿Podría ser verdad? Había pasado mucho tiempo desde que le había visto por última vez
–Tomaré asiento de aquel lado– dijo corrigiendo su instrucción previa.
Con pasos mesurados se aproximó hasta la mesa donde la joven parecía estar ensimismada en labores propias. Una línea semi curva se dibujó en los labios de Quinn.
–¿Audrey? –
Nnamdi- Esclavo
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Fecha de inscripción : 29/07/2015
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