El lado bueno de las cosas [Libre]

El café no valía una mierda, al igual que la compañía, Till lanzó una mirada fugaz a su mayordomo que enseguida captó sus intenciones de largarse. El desalmado de Francis seguía ametrallándole los oídos sobre la necesidad de contratar más obra barata para realizar el montaje de las armas y así aumentar la producción y reducir costes. “Los niños son la clave” no dejaba de repetirse como un disco rallado.  Till lo escuchaba apoyando la cabeza sobre su mano mientras con la otra hacía girar sin ninguna gracia la cuchara dentro la taza de café, como si de este modo conseguiría que fuera menos dulce. Además se estaba durmiendo, aquella noche tampoco había podido cerrar ojo, se la había pasado siguiendo el rastro de un  vampiro al que acababan de convertir y que su suegra había pagado una cantidad más que generosa de dinero por ver su cabeza en un saco. Francis como siempre estaba en lo cierto, pero a Till no le interesaba: el negocio ya iba bien, ganaban dinero mas que suficiente y realmente no había ninguna necesidad de cambiar nada.
- Haz lo que creas. - dijo levantándose repentinamente mientras se colocaba el sombrero de copa en la cabeza sin dejar que terminara su discurso. Gilbert, su mayordomo también se levantó y le estrecho la mano al gordo de Francis con una sonrisa nerviosa.
- Buen trabajo - le dijo por educación o quizás por pena al ver que el hombre se había esforzado y que Till era incapaz de agradecer un carajo.

Recorrieron la calle sin dirigirse palabra alguna, Till seguía dándole vueltas al caso del recién convertido buscado por su suegra. Resultaba que el condenado iba de prostíbulo en prostíbulo, su mujer llevaba una cornamenta tan voluminosa que ya no podía pasar por las puertas. En unas de sus aventuras nocturnas tubo el infortunio de caer en las garras de una despampanante vampiresa que lo convirtió en otro muerto andante con colmillos. Till ya conocía todas las zonas por donde solía frecuentar pero nunca lo encontraba. Fue entonces cuando la vio, nada mas ver aquella prostituta fue cuando se le ocurrió aquella genialidad.

- Vamos.- Le dijo a Gilbert de improvisto mientras los dos aceleraban el paso intentando alcanzar aquella preciosidad. Casi como si fuera un acto reflejo puso la mano en el bolsillo sacando su bolsita de dinero. - ¡Eh!- intentó llamarla pero ella seguía su camino sumida en sus pensamientos. Al fin al alcanzarla le dio unos golpecitos en el hombro para que se girara.

-DEJENME EN PAZ, NO TIENEN A NADIE MÁS QUE MOLESTAR – Gritó como una loca en medio del jolgorio. Haciendo que la gente se girara y lo viera frecuentando con una prostituta. Till levantó las manos en alto en señal de paz sin tener presente que en una de las manos estaba agarrando la bolsita de las moneditas y que aquello era fácilmente mal interpretable.

-  Joder.- dijo en voz baja bajando los brazos enseguida.