Wandering soul [Abierto]

La humedad del lugar junto al olor del sumidero hacia de su despertar aún más mortuorio a medida que se retorcía conforme iba abandonando el sueño sobre la esterilla en la que se apoyaba encima de unas losas de piedras haciendo aún más deplorable su despertar.
Sobresaltándose de su pesadilla, apoya la mano en el pecho, tratando de calmar su desasosegada respiración mientras observa a su alrededor con la mirada perdida, aún recobrando el sentido del equilibrio tras el volteo sufrido en su mente. Jadeante, tragab saliva y gacha la cabeza quedando con los ojos completamente abiertos, temerosa de cerrarlos, de volver a revivir ese sueño repetitivo en el que habría de estar muerta. Otro nuevo y glorioso día empezaba, al fin y al cabo, tenía una cita.

Toma su jarra deteriorada, vertiendo un poco de agua ya pasada sobre las manos con el que humedecerse el rostro y despejarse. Se cambia de ropa, eligiendo lo mejor entre sus "galas", una blusa azul con algunos jirones, desaliñada y con el color desgastado, con unos pantalones vaqueros marrones, llenas de rasgaduras y alguna mancha de barro mezclada con el color verdoso o pringoso que deja el musgo. La ocasión lo merecía, al fin y al cabo iba a verle a él.

El rugido de su estómago la hizo dirigirse a su cómoda, por llamarlo de alguna forma, era una especie de construcción a "medida" realizada con diferentes placas de metal y aluminio deterioradas sumado a unas partes de madera sujetos entre si. Tenía unos simples cajones, cajones que dejaban un gran hueco entre unos y otros dependiendo de como fueran. De la misma forma, la naturaleza de la materia de dichos cajones correspondia a la suerte encontrada aquel día. Lo extraño es que dicha estructura se mantuviera tras tres semanas de la última vez que la rearmo.
Encima de la cómoda descansaba un platillo de porcelana partido por la mitad. ¿Quién tendría la desfachatez de tirar a la basura algo tan precioso como eso? tenía forma de luna, o de una sonrisa, según el día. Apoyada en esta descansaba una manzana a medio comer. La cogió y la miro fijamente.

-Comprendo tu dolor, pero yo no te rechazaré como aquella persona. Además, estoy segura de que me producirías un hormigueo en la tripa, similar al estado de enamoramiento. A veces es agradable.

Mordisqueo la manzana, la textura amarga la oprimió ligeramente por dentro y poco a poco el trozo de manzana se deshizo rapidamente en la boca como si fuera papilla. No estaba podrida, solo estaba pasada. Por lo que era comestible.

Empezó a adentrarse entre los recovecos del alcantarillado rasgandose aún más los pantalones al arrastrarse por algún acueducto hasta llegar a unas escaleras, por las que subir y llegar a las rejillas que daba lugar a una bocacalle que generalmente parecía abandonado. Tras cerrar la rejilla se froto los pantalones lamentando haberse hecho otro roto. Ya apenas tenia material para remilgar las cosas y en concreto ese pantalón estaba bastante bien.
Avanzo unas calles mas abajo, generalmente siempre pegada a la pared e ignorando al resto de gente, semejante a ella, que vivía en los suburbios. Se paró en la apertura de un cruce, visualizando a una persona en el suelo. ¿A que pobre infeliz se le ocurre atravesar los callejones de ese lugar? Ni por mucha prisa que tuvieras o quisieras atajar, es buscárselas a propósito. Tras asegurarse de que quienes fueran sus agresores no se encontraran se acerco tras escuchar sus llamadas de auxilios, compadeciéndose de la criatura.



Cansada de correr miro hacía atrás, jadeante tratando tanto de recuperarse como de reordenar sus pensamientos y alejar unos cuantos otros. No tenia a la vista aquel muchacho, probablemente ni siquiera la había seguido o incluso se hubiera percatado tardíamente de se había marchado, pero había hecho algo impropio para ella. Tras ayudarle parcialmente, revisando sus heridas por mera compasión de su estado y asegurándole de que no tenia graves daños sin poder hacer nada más por él, el chico atrevido formuló una pregunta personal hacia ella.
Tras eso, Devi desapareció.

Ya sosegada, había llegado a través de las calles al lugar donde tenía la cita con aquel chico. El mismo día de la semana, sobre la misma hora, estaba en aquel parque dicho muchacho, tocando un pequeño violín. Para entonces, Devi había llegado a mitad de su actuación, aunque rápidamente se ensimismó al mirarle tocar, abrazada sobre si misma por la parte de su estómago, sentía un hormigueo por la tripa que aceleraba su corazón. ¿Amor? Quizas, aunque posiblemente se tratara de un ligero dolor de estómago de aquella fruta, o de la cena de ayer. Se mantenía pese a todo apartada de la gente que la veía, apoyada en una farola como si la cercanía a esta pudiera ofrecerle algún cobijo frente a las miradas.
Obviamente, el muchacho no tenia conocimiento de la existencia de Devi.
Muy a su pesar.