Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Margarite Renard Dom Ago 25, 2013 1:00 pm

Desde que llegaron a París, Margarite y su gente tenían una ruta que seguir hasta llegar a una casa que el contador de la familia había apartado en cuanto se tomó la decisión de mandarla a París para relajarse.  Margarite que podía sondear superfluamente la mente de muchos seres sabía que no era que la mandaran a un descanso, realmente la habían mandado por otros propósitos que obedecían a los intereses económicos de la familia.

Margarite se sorprendía como a pesar del tiempo la gente parecía no cambiar y perseguía el mismo hueso con la misma intensidad y dejaba que le ataran el collar adecuado para alcanzarlo, cometían el mismo error siempre, dejaban que el dinero los controlara sin controlar ellos el dinero. Sin embargo, a ella le gustaba vivir en comodidad excesiva y con los años había logrado lo segundo, pretendía regresar a esa situación en cualquier momento.  

Llevaba su largo cabello recogido con un peinado que su estilista le había hecho hace horas, ella aún estaba utilizando las ropas de luto y el peinado con pocos decorados y el sombrero exhibía una delicada red que cubría su frente ojos y dejaba libre su nariz y labios.   Ella estaba obligada a vestir así durante tres meses más, su vestido de luto estaba confeccionado con seda negra oscura.

Ella había sido encomendada a llevar el corazón de su marido y otros familiares al cementerio de Montmartre como lo dictaba la última voluntad en su testamento.

Margarite aceptó acudir a la ceremonia de buena gana pues pensaba que actuar fluyendo era la mejor manera de mantener a esa familia en control.   Caminó junto con el abogado de sus padres por las calles del cementerio. Ella estaba admirada de la calidad del lugar, de las estatuas, de la disposición de la tierra, los árboles se mecían como dándole la bienvenida.  El abogado se sujetó fuertemente del brazo de Margarite mientras le pedía que ella se mantuviera calmada ante la situación,  a pesar de que Moreau era un hombre de edad avanzada con barba blanca y mucha experiencia en su vida humana, nunca jamás tuvo que cumplir el capricho de ir a un cementerio por la noche a una viuda.    Moreau se aferraba de la delicada fémina y ella lo notó, el flujo de la sangre de Moreau había aumentado y sus pulsaciones también lo cual podría ser un problema para su abogado.
 
- Tranquilo Moreau, si no mal recuerdo usted mismo clamó en alguna reunión social, déjeme hacer memoria... la tertulia del mes pasado en la que pude presentarme durante algunos minutos,  que usted firmemente dudaba de la existencia de seres sobrenaturales y se cortaba una mano de ser eso un error. ¡Aplíquese su pensamiento ya mismo o córtese la mano! Cómo quiera... sólo contrólese.  – dijo Margarite tratando de no perder los cabales debido a la situación.  Moreau soltó entonces su brazo un poco y comentó.  

-       Este lugar tiene algo... yo diría muchísimo de tétrico y más de noche, no sé cómo pude arreglar que nos recibieran. ¡Debimos venir durante el día! -
 Apurado sacó un mapa de su saco y lo observó.  - Aquí, debemos dar la vuelta a la izquierda para llegar al lote de su marido. – dijo muy seguro.  A ojos de Moreu ese lugar era más que horrible, era espeluznante y aterrador, la noche lo cubría con un velo de horrores increíble, cada sonido, cada movimiento tras un arbusto o incluso las sombras hacían que sudara sin poder reprimir sus nervios.

- Solo es poner los restos de mi amada familia en su lugar Moreau. Después de eso nos iremos y jamás, nunca jamás volveré a pedirle que me acompañe a una diligencia como esta, - hizo entonces Margarite una pequeña pausa ahí y lo miró mientras aun caminaban.  – Moreau, yo tengo que visitar constantemente a mi marido y usted sabe que yo no salgo de día, quizá tenga que buscarme a alguien que sí pueda venir conmigo durante estas horas, usted sabe que soy fotosensible y pedirme que venga a otra hora no es más que un insulto. - dijo Margarite en su papel más indignado.

- Posiblemente sea lo mejor yo tengo que regresar a Italia en breve. Moreau pensó que ya había detonado el mal humor de la mujer y prefirió no seguir haciendo tanta plática. Margarite asintió sin decir más, pudo ver el lugar que prometieron dejar preparado.  

Los ruidos parecieron intensificarse, las sombras se movían a diferentes ritmos que parecían no concordar con la física del lugar, el viento bramaba haciendo sonidos que parecían voces acariciando la nuca y espalda de los presentes.  Margarite estaba cómoda pero Moreau ya se sentía fatal.  Pidió ser disculpado sin poderse contener más mientras sudaba frío y caminó hasta un área menos cubierta por árboles.  Pensó que al estar el lugar tan solo Margarite no tendría problema al quedarse un momento sola, el podría regresar rápidamente.

Ella agradeció en el fondo la cobardía de Moreau,  cerró los ojos dejando que el viento de la noche en ese lugar le acariciara el rostro y cuando volvió a abrirlos observó la delicada caja de marfil y oro.  Frente a ella estaba  el lugar preparado para el descanso eterno de su marido.  Según el acuerdo ella solo debía dejar la caja a los pies de la estatua bien tallada y la gente que trabajaba ahí ya llegaría a terminar la labor de darle un entierro digno.  Margarite necesitaba por lo menos un testigo de que había cumplido con la última voluntad de su marido, y Moreau estaba temblando como una hoja esperando que la luz de las zonas menos arboladas le dieran una mágica protección.  

Suspiró mentalmente y se removió el sombrero negro que sólo le causaba cosquillas sobre la nariz.  Miró el sombrero y la caja ambos en sus manos, pensó que podría adelantar un poco el proceso y avanzó depositando la caja justo en el recuadro dentro de la tumba que ya le aguardaba con las dimensiones predefinidas.

La fémina no derramaba gota alguna, avisó a la familia que lo lloró todo y después simplemente no pudo volver a hacerlo. Decidió esperar a que Morau regresara mientras merodeaba y leía las inscripciones de las magníficas tumbas vecinas.  Curiosa como era estaba fascinada de leer los nombres de las familias que ahora descansaban bajo tierra.
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Mensaje por Mikelangelo Van Dort Dom Ago 25, 2013 8:03 pm

Una noche perfecta, su oscuridad invocaba un leve aire de terror ante las bestias ocultas de la noche. Yo como cada 25, visitaba la tumba de mi ex esposa, aun cuando ella me odiara, retorciéndose en su tumba, yo siempre he sido devoto. Mas iba cada vez intentando dejar aquel hábito, jamás volvería a la vida, y ya no me importaba en lo absoluto, pero las espinas de las rosas me llevaban hasta ella y las despositaba cada 25.
Sin embargo, en esta húmeda noche hice algo diferente, y me dediqué a observar las tumbas que yacían alrededor de la de mi querida Constance. La mayoría de ellas, con flores secas. Sin un toque de vida.¿Pero qué más podríamos pedir? Es un lugar para los muertos.

Mis pensamientos divagaban distintas cosas, siempre suelo ponerme más reflexivo a cada lugar donde mis pies deciden descansar, me senté en el escalón de entrada, del mausoleo de la tumba de mi esposa. No sé realmente si era orar, pero por inercia mi mente formaba pensamientos sobre ella, como si le estuviera hablando. Me detuve a observar un poco más la noche, realmente estaba más oscura que de costumbre, como si estuviese completamente solo, sin siquiera poder ver con claridad las otras lápidas o tumbas existentes del lugar, una melodía nueva rondaba por mi cabeza mientras veía aquel detalle, era un conjunto de violines empujados por una especie de ira sin control, pero que daba una sensación de crear un extraño y macabro baile ante los ojos de la bestial e húmeda noche.

De pronto vi a lo lejos, díficilmente, pero una fila más allá a la de donde yo estaba, un pequeño y blanco cuerpo, y en definitiva descubría en ese momento, que era una fémina de las mías. Su sangre fría e intocable se hacía notar. Vestía al parecer de luto, su sombrero cubria el blanco y brilloso rostro femenino, la observé detenidamente. No entendía como una joven tan frágil a primera vista, podría vagar sola por el cementerio ¿Se habría perdido del camino? ...Suele suceder...pero su desplante tranquilo dejó en paz aquel pensamiento mío. No sabia bien que era lo que estaba haciendo pero parecía muy entretenida y tranquila observando las lápidas de su fila.

Me recordó un poco a una muchacha que vi en un libro, de esos tétricos libros que me leía mi hermana mayor, cuando era yo todavía un humano de tan solo 8 años. Aquél personaje se llamaba "Eslavette"...Si...recuerdo a Eslavette, una bella y tierna muchacha con aquel gusto exasperado por el sadismo y sangre mezclados, díficil de decifrar, pero fácil de ponerse en su lugar. Siempre me había identificado con Eslavette, era inocente, pero aún más pervertida que un promiscuo, su mente con distintas rotaciones entre los placeres mas pecaminosos de una vida, desde una violación hasta la necrofilia y la falta de respeto por la materia inerte enterrada...
No entendía por qué aquella joven que tenía solamente a unos cuántos metros frente a mi, y que no conocía en absoluto, me hizo recordar aquella personalidad de Eslavette..

No sabía realmente tampoco si ella ya se había percatado de mi presencia, o cuán desarrollados tenía sus sentidos. Di un salto del techo al suelo, del mausoleo de mi esposa, donde estuve sentado también. Y decidí caminar siguiendo la corrida de lápidas que ella estaba observando. Realmente estaba tan oscuro que dudo que podría llegar a verme, ya que mis movimientos siempre han sido sigilosos y silenciosos. Entonces aparecí detrás de la joven, caminando con calma sin parar de observarle con curiosidad. Decidí conocer a "Eslavette", quedaría asi en mi mente, eternamente.

-¿Visitando familiares mademoiselle?...- dije con mi voz suave y pacífica, como si quisiera respetar su espacio de silencio.

En mi cabeza aún rondaba la melodía macabra que había descubierto hace un rato, tenía que ponerla en una pauta alguna vez. Siempre que aparecían melodías dentro de mi cabeza terminaban por ser aveces algunas grandiosas sonatas, y otras como óperas. Sentí de cerca el aroma de la joven, no era dulce, era agrio, y sin ningún toque especial más que olor a viejo. Vi sus años através de su mirada, aquella señorita era mucho mayor que yo. Pero como el ojo es tan fácil de engañar, su pequeño y menudo cuerpo de joven que hace poco cumplía su mayoría de edad, me descolocaba previamente.
Di una suave y silenciosa reverencia ante la mujer, y le observé con detención luego.


-Mikelangelo Van Dort, madame... Espero no estar estorbando de alguna forma en su tranquilo paseo.- dije un poco mas serio, presentándome, observándole desde mi altura con respeto.
Ella cabía en mis brazos como si fuese una hija mía. Era muy hermosa, y la dureza y frialdad emanaban de ella sin pudor. Creo que no podría apartarle ningún minuto de mis brazos.
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Mensaje por Margarite Renard Dom Ago 25, 2013 9:22 pm

Margarite llevaba poco tiempo observando las lápidas y las inscripciones, internamente ella estaba disfrutando mucho del paseo aunque fuera una formalidad tediosa con la que debía de cumplir y sin embargo la cual no podía finalizar debido a que en algún punto a unos cuantos metros Moreau estaba dándose valor y calentando el cuerpo recurriendo a su tan conocido vicio de la bebida.  El veneno que consumía de la licorera había hecho mella en su cuerpo después de tantos años de recurrir al ritual de perderse de sí mismo entre ese amargo líquido.

Avanzó un par de pasos más y leyó otra lápida esta rezaba lo siguiente -“Aimée Mourchois, hermana adorada, fallecida a los tres días de nacida. Los ángeles más puros retornan al cielo demasiado pronto.”  - Margarite inclinó su cabeza por un momento tratando de comprender por qué alguien debería de escribir algo así para un ser querido.   Cuando Moreau le había preguntado que quería que dijera la lápida de su difunto esposo Margarite se limitó a murmurar que pusiera su nombre, fecha de nacimiento y deceso. No más.

Sus sentidos agudos habían estado alerta casi todo el tiempo pero era claro que cuando se distraía observando cosas que llamaban su atención ella podía dejar de percatarse de que el mundo entero existía aun, por lo tanto no sintió cuando el hombre se acercó a ella.  El sonido de su voz interrumpió sus pensamientos sobre la lápida que leía eso hizo que ella dejara su pasatiempo momentáneo para después, se giró serena y calmada con el rostro templado y serio.  Margarite era bien conocida por ser la dueña de un control impoluto sobre sus reacciones y emociones entre las personas que ya le conocían, pero esta vez a él le tocaría a él ir conociendo todo desde cero. Observó a la persona asintió positívamente ante la pregunta.

- Bonne nuit, Monsieur. – dijo con la voz tenue pero firme que tenía, su voz sonaba a veces más en la mente de sus interlocutores que en el espacio físico, de una forma dulce y agradable. Tenía una claridad inmensa a pesar del volumen de su voz.

Hizo una pequeña reverencia de respeto y pasó la pequeña bolsa de seda negra que colgaba de un listón a su mano izquierda y estiró la mano hacia el hombre para proseguir con la presentación formal en cuanto escuchó su nombre,   acercó su mano cubierta por un guante que acompañaba el resto del atavío.  Su mirada se había posado directamente sobre los ojos del hombre y casi sin pestañear no se movió a otro sitio mientras le hablaba.

- Margarite Renard. – respondió en respuesta educada y agregó. – No interrumpe nada, Monsieur, al contrario comenzaba a sentirme un poco abandonada por mi abogado. Hemos venido a hacer una visita, pero parece que él no disfruta de las delicias de la noche como yo.

Su rostro permaneció impasible mientras hablaba.  Ladeó un poco su cabeza cuando el gélido viento de la noche acarició sus bien peinados cabellos moviendo sólo los finos bucles que escapaban a tan histérico tratamiento estético en la parte posterior de su cabeza.  El viento movió con suavidad la tela de la falda y el encaje que llevaba junto a los botones de la parte posterior del vestido.

Observó al vampiro con curiosidad interna y y pestañeo un par de veces antes de animarse a hablar de nuevo.

- ¿Acude usted a visitar un familiar o también disfruta como yo de este tipo de ambientes y decidió dar un paseo nocturno?  -  Margarite a pesar de que sabía que siempre podía simplemente hurgar entre la mente de las personas, incluso de algunos de sus compañeros de raza, prefería abstenerse de tales prácticas por respeto a la privacidad de cada ser.
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