AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Host of Seraphim [Privado]
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The Host of Seraphim [Privado]
“Guarda la noche el secreto;
Ninguno nos ha escuchado.
¿Qué falta a la dicha mía?
Que la noche eterna fuera.”
—Juan Arolas.
Ninguno nos ha escuchado.
¿Qué falta a la dicha mía?
Que la noche eterna fuera.”
—Juan Arolas.
Después de tanto tiempo, Egipto la invitaba a adentrarse, una vez más, a una búsqueda por la verdad, por los tesoros del pasado y de recobrar aquellas memorias que quedaron olvidadas entre las arenas de un desierto dorado e infinito. Desde hacía milenios no habia vuelto a disfrutar de los soles inclementes que azotaban las tierras áridas a orillas del Nilo, pero aún así, esos días de luz eterno quedaron grabados con fuego en su memoria. No odiaba su condición, en realidad, Arkana agradecía que los dioses le hayan puesto en su camino al hombre indicado para invitarla a perdurar durantes muchas vidas, luchando por la victoria del conocimiento hasta el fin de los días. Demasiadas cosas habían transcurrido en tantos siglos, unas buenas y otras malas. El mundo iba cambiando constantemente como lo iban haciendo sus criaturas; imperios caían, otros nuevos se alzaban.
Arkana fue testigo de tantos cambios antes de irse a un breve letargo, en donde su memoria permaneció aislada, recluída en un profundo sueño. Pero fue esa motivación de lucha por el conocimiento profundo que logró arrastrarla entre las arenas y regresarla nuevamente al campo de batalla. Sin embargo, aún, hasta para ella misma, rondan misterios con respecto a aquel inusual sueño. ¿Había sido real o se trataba de una fantasía? ¿Por qué justo tuvo que ocurrir cuando Badr más necesitaba de ella? La mente de Arkana se liaba cada vez que éstas interrogantes surgían. Tenía la leve sospecha de que algo tuvo que haberle afectado tanto como para haber hecho eso y no podía ser simple resignación.
¿Qué había ocurrido realmente?
Aquella pregunta le rondó durante el rato que tardó en llegar a tierras áridas en busca de algo en particular: El Libro de los Muertos. Sabía, de buena fuente, que su viejo enemigo lo quería y ella no podía permitir que semejante tratado cayera en las manos equivocadas. ¿Qué rayos estaría planeando Caraffa? ¿Acaso quería hallar un cuerpo nuevo?
No se lo podía permitir. Eso complicaría aún más las cosas.
Desgraciadamente ellos ya se habían adelantado. Se encontraban saqueando aquella misteriosa tumba cuando Arkana y sus ayudantes llegaron a Egipto esa noche. Pero no podían quedarse de brazos cruzados y permitirle al enemigo salirse con la suya, irremediablemente tendrían que hacerle frente a Los Custodios y a sus hombres, no quedaba más alternativa que esa. La decisión de Arkana había sido irrefutable y con decisión decidió acercarse al famoso Valle de los Reyes, como si algo la hubiera atraído a ese punto. Aunque estaba oscuro y la luna apenas iluminaba los monumentos ancestrales, su visión era perfecta y su cuerpo no sufría los males del viento que alzaba furiosa las arenas del desierto.
Se quedó, quizás, un instante, dejándose maravillar por la inmensidad del cielo nocturno. Hacía tanto que no lo contemplaba de esa manera. Recordaba sus años como una simple humana, cuando caminaba al lado de su padre durante las noches sin luna y le enseñaba sobre los astros y su lenguaje eterno. Pero todo aquella costumbre llegó a su fin con la desaparición de su progenitor y con la llegada de Badr y su no vida.
Badr. Ese nombre fue un asalto a su memoria que la hizo un mar abatido por la duda. Sí, dudaba de lo mucho que había querido regresar a su lado... ¿Qué estaba ocurriendo realmente? ¿Qué era lo que le querían decir las estrellas?
Arkana- Vampiro Clase Alta
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
Entre los paseos por márgenes del Nilo, se van descubriendo los templos religiosos, las pirámides y tumbas sobre fosos construidos con belleza. Ahí aguardan los faraones que mandan con rutilo, exigiendo trabajos a los pobres y bondadosos, y con el precio de gloria con sigilo. Entre esos tesoros preciados y secretos, Malebranche junto con quien es mano derecha de Malacoda, van en busca de lo prohibido, nadie debía obtener el libro de los muertos. Una magia oscura que eran labrados en los sarcófagos para que los muertos pudieran levantarse al día y fuesen airosos del Osiris; el dios del inframundo. Y su fórmula para la salida, eran las palabras perfectas a la bienvenida: «He abierto los caminos que están en el cielo y en la tierra, porque soy el bien amado de mi padre Osiris. Soy noble, soy un espíritu, estoy bien pertrechado. ¡Oh, vosotros, todos los dioses y todos los espíritus, preparad un camino para mí!» Para avanzar al juicio del alma.
Y su señor debía tener en sus manos cada papiro, ya que entre los soles lograran que el reino de los vivos sea un mundo para los muertos en la inmortalidad. Así la luna y el sol, se unirán formulando un nuevo mundo. Ese mundo que será regido por los mismos Ángeles Custodios.
Saqueando en cuanto las pirámides fueron halladas, cada una inspeccionada para la captura del libro, no había tiempo, sus enemigos impedirán que fuese hallado, por lo que los esclavos de la ciudad fueron usados y claro que serán recompensados. Sin olvidar una pirámide, sarcófago, dejó a cargo a Malacoda. Tenía que enfrentarse una vez más a su enemigo. Y este era uno de sus vástagos, lo presentía, poseía una fuerza de atracción que se iba forjando hacia el valle de los reyes, esa energía era intensa, y sabía que era ella. Al fin ha venido hacia él como esperaba. Como si las arenas movedizas la hayan orillado a un solo camino. En donde Malebranche se encontraba, parado, observando el esplendoroso paisaje que cubre y descubre los fuertes vientos con arena. Y en sombra, Aasiyah frente a sus ojos se encuentra.
Debía darle un punto a favor a Egipto, a su historia que era bien ciertas. Amantes trágicos y sin saberlo. — Aasiyah… —En sus ojos de agua suntuosa, avivados de carmín, y su boca deletrea, en el dorso grabado de los escarabajos bajo tierra, el cartucho amado e impuro que era su nombre. Pero encaramado en el lecho donde se acuesta el mundo, la mujer, con su mirada profunda, trae la noche a Arkana, y sus dioses tratan de ocultarla con esas arenas. Aquel nombre, cuyo primero fue en su historia, murmuró, para traerla de vuelta...Tan familiar fue el sonido con su nombre, la mujer a quien quiere y a quien añora momificar sus órganos y pieles, entregando la eternidad. No era de él, reclamara su traición, debía respetar los templos que quisieron reunirlos. Pues Egipto, es la ciudad para los supuestos amores, amantes que se enfrentan con diversos obstáculos que los separan, pero eso impedimentos son parte del juego amoroso, del amor que se mantiene insatisfecho. Y que a su vez es alevoso.
«¡Oh! Padre nuestro que está en los reinos y que miras toda la creación. Mira cómo andan tus dos hijos. Me mandaste del cielo a la tierra, a tu hijo con crecido amor, a buscar a la oveja perdida quien se haya llena de dudas. ¿Qué debo hacer con ella? ¿Decirle la verdad?» Medito el primer hombre que como arma usó la conexión. — ¿Por qué has tardado tanto? Acaso, ¿sigues confiando en lo que ves? Ven a mi, podre ser tu peor enemigo, pero te daré un obsequio por estar aquí.…— Demandó con la autoridad en la sangre y en la voz, llegó justo en el momento apropiado, porque se llevará dos grandes secretos. Ella y el libro.
Y su señor debía tener en sus manos cada papiro, ya que entre los soles lograran que el reino de los vivos sea un mundo para los muertos en la inmortalidad. Así la luna y el sol, se unirán formulando un nuevo mundo. Ese mundo que será regido por los mismos Ángeles Custodios.
Saqueando en cuanto las pirámides fueron halladas, cada una inspeccionada para la captura del libro, no había tiempo, sus enemigos impedirán que fuese hallado, por lo que los esclavos de la ciudad fueron usados y claro que serán recompensados. Sin olvidar una pirámide, sarcófago, dejó a cargo a Malacoda. Tenía que enfrentarse una vez más a su enemigo. Y este era uno de sus vástagos, lo presentía, poseía una fuerza de atracción que se iba forjando hacia el valle de los reyes, esa energía era intensa, y sabía que era ella. Al fin ha venido hacia él como esperaba. Como si las arenas movedizas la hayan orillado a un solo camino. En donde Malebranche se encontraba, parado, observando el esplendoroso paisaje que cubre y descubre los fuertes vientos con arena. Y en sombra, Aasiyah frente a sus ojos se encuentra.
Debía darle un punto a favor a Egipto, a su historia que era bien ciertas. Amantes trágicos y sin saberlo. — Aasiyah… —En sus ojos de agua suntuosa, avivados de carmín, y su boca deletrea, en el dorso grabado de los escarabajos bajo tierra, el cartucho amado e impuro que era su nombre. Pero encaramado en el lecho donde se acuesta el mundo, la mujer, con su mirada profunda, trae la noche a Arkana, y sus dioses tratan de ocultarla con esas arenas. Aquel nombre, cuyo primero fue en su historia, murmuró, para traerla de vuelta...Tan familiar fue el sonido con su nombre, la mujer a quien quiere y a quien añora momificar sus órganos y pieles, entregando la eternidad. No era de él, reclamara su traición, debía respetar los templos que quisieron reunirlos. Pues Egipto, es la ciudad para los supuestos amores, amantes que se enfrentan con diversos obstáculos que los separan, pero eso impedimentos son parte del juego amoroso, del amor que se mantiene insatisfecho. Y que a su vez es alevoso.
«¡Oh! Padre nuestro que está en los reinos y que miras toda la creación. Mira cómo andan tus dos hijos. Me mandaste del cielo a la tierra, a tu hijo con crecido amor, a buscar a la oveja perdida quien se haya llena de dudas. ¿Qué debo hacer con ella? ¿Decirle la verdad?» Medito el primer hombre que como arma usó la conexión. — ¿Por qué has tardado tanto? Acaso, ¿sigues confiando en lo que ves? Ven a mi, podre ser tu peor enemigo, pero te daré un obsequio por estar aquí.…— Demandó con la autoridad en la sangre y en la voz, llegó justo en el momento apropiado, porque se llevará dos grandes secretos. Ella y el libro.
Invitado- Invitado
Re: The Host of Seraphim [Privado]
Quizás no había llegado ahí por pura coincidencia; quizás, algo poderoso la había atraído, colocándola en el lugar correcto, justo en el momento correcto. Aunque, ¿de verdad era bueno o no? No estaba del todo segura. Había vivido demasiados siglos recorriendo este mundo, incluso, hubo un tiempo en el que se hundió en un letargo profundo a causa del malestar de las derrotas, pero luego surgió entre las arenas, como lo harían los antiguos inmortales, y decidió continuar con la batalla que se volvía mucho más larga, y también, agotadora. Hasta para ella, que era una criatura ajena a los maltratos del tiempo. Había dejado su verdadero nombre bajo las arenas de la arcaica Mesopotamia, hundiéndolo para siempre en las aguas del Tigris y del Éufrates, olvidándose de todo su pasado para iniciar una nueva existencia, la única que ha poseído hasta ahora.
Tenía la sensación de que no era precisamente El Libro de Los Muertos lo que la llevaba hasta ese lugar, en realidad, llegó el punto en el que aquella reliquia poco le importó; no porque careciera de poder, o no fuera extremadamente valiosa, sino, porque tenía el presentimiento de que ya no estaba ahí, y no se equivocaba. Alguien más, quien guardaba la tumba de Zoser, se había llevado el preciado manuscrito, para que, ni Los Custodios, ni Agartha, tuvieran poder sobre éste. Esto sólo demostraba una cosa: nuevos grupos se estaban presentando en el campo de batalla y no eran tan idiotas como los demonios creían que eran. Salomón había dividido en varias partes sus clavículas, reconociendo varias órdenes, pero no estableció claramente los grupos, pues, no le había sido revelado.
Arkana se quedó en un lugar marchito con el viento arremolinando la arena en torbellinos amenazantes que oscurecían aún más el cielo, volviéndolo ceniciento. Se separó de los suyos y se internó en sus recuerdos. Se abandonó a sus emociones, sin que sus compañeros se percataran siquiera de aquello. Les pidió que se retiraran a otro lugar, y aunque duraron en un principio, lo hicieron; era la única manera de protegerlos, exponiéndose ella, porque sólo le importaba la seguridad de los guerreros, ella podría soportarlo. De todas maneras, ya la hermandad estaba custodiada por los antiguos maestres y los espíritus guardianes del mundo.
Pero cuando decidió volver, al saber que no encontraría más nada, una voz la detuvo. Su verdadero nombre fue arrancado de la tumba en donde reposaba y, de estar su corazón latente, hubiera dado un vuelco en su pecho. ¿Eso fue lo que la condujo hasta ese lugar? La duda la atacó de repente, y por primera vez, se sintió vulnerable. Nunca había experimentado esa sensación ajena a su sensatez. Siempre se había caracterizado por ser una mujer de pensamiento firme e independiente; sin embargo, en ese instante, todo quedaba reducido a cenizas. ¿Qué clase de misterio ocultaban los espíritus del pasado? ¿De verdad había algo oculto en la desaparición de Badr? Ya ni siquiera estaba segura de todo aquello, las cosas estaban tomando un rumbo diferente al esperado; algo que no respeto el pasar de los miles de siglos que hacían peso en el alma de Arkana.
—¿Quién eres? —susurró, observando a los lados, sin ocultar su intriga—. Yo no tengo con quien más ir, porque ya tengo un lugar en el mundo. ¿Por qué me haces semejante invitación? ¡Muéstrate de una vez!
Tenía la sensación de que no era precisamente El Libro de Los Muertos lo que la llevaba hasta ese lugar, en realidad, llegó el punto en el que aquella reliquia poco le importó; no porque careciera de poder, o no fuera extremadamente valiosa, sino, porque tenía el presentimiento de que ya no estaba ahí, y no se equivocaba. Alguien más, quien guardaba la tumba de Zoser, se había llevado el preciado manuscrito, para que, ni Los Custodios, ni Agartha, tuvieran poder sobre éste. Esto sólo demostraba una cosa: nuevos grupos se estaban presentando en el campo de batalla y no eran tan idiotas como los demonios creían que eran. Salomón había dividido en varias partes sus clavículas, reconociendo varias órdenes, pero no estableció claramente los grupos, pues, no le había sido revelado.
Arkana se quedó en un lugar marchito con el viento arremolinando la arena en torbellinos amenazantes que oscurecían aún más el cielo, volviéndolo ceniciento. Se separó de los suyos y se internó en sus recuerdos. Se abandonó a sus emociones, sin que sus compañeros se percataran siquiera de aquello. Les pidió que se retiraran a otro lugar, y aunque duraron en un principio, lo hicieron; era la única manera de protegerlos, exponiéndose ella, porque sólo le importaba la seguridad de los guerreros, ella podría soportarlo. De todas maneras, ya la hermandad estaba custodiada por los antiguos maestres y los espíritus guardianes del mundo.
Pero cuando decidió volver, al saber que no encontraría más nada, una voz la detuvo. Su verdadero nombre fue arrancado de la tumba en donde reposaba y, de estar su corazón latente, hubiera dado un vuelco en su pecho. ¿Eso fue lo que la condujo hasta ese lugar? La duda la atacó de repente, y por primera vez, se sintió vulnerable. Nunca había experimentado esa sensación ajena a su sensatez. Siempre se había caracterizado por ser una mujer de pensamiento firme e independiente; sin embargo, en ese instante, todo quedaba reducido a cenizas. ¿Qué clase de misterio ocultaban los espíritus del pasado? ¿De verdad había algo oculto en la desaparición de Badr? Ya ni siquiera estaba segura de todo aquello, las cosas estaban tomando un rumbo diferente al esperado; algo que no respeto el pasar de los miles de siglos que hacían peso en el alma de Arkana.
—¿Quién eres? —susurró, observando a los lados, sin ocultar su intriga—. Yo no tengo con quien más ir, porque ya tengo un lugar en el mundo. ¿Por qué me haces semejante invitación? ¡Muéstrate de una vez!
Arkana- Vampiro Clase Alta
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
Pensar en el camino que deparara a su vástago, un largo sendero lleno de incertidumbres y verdades. Ya no hacía falta que la arena siguiera revoltosa, le hablo aclamando lo que es suyo. Cada mínima parte que la conforma no es de ella, sino de él. Que en ese momento a nadie se la obsequiará. Y le regalara un campo de batalla, que es a donde siempre ha pertenecido pero estando a su lado. Creando estrategias, mientras la lleva a combatir con su propio pasado, presente y futuro.
— Descubre tu misma la respuesta, deja que tu cuerpo empiece con ello. O es que, ¿Acaso no sientes nada en este preciso momento?—la unión de sangre, de mentor a discípulo, de padre a hija, de hombre a mujer. Cada una de ellas eran las atracciones engendradas, él la había llamado y ella debía acudir. Porque nadie podría romper ese lazo entre ellos, más que la muerte autentica, pero con eso, se sellara el recuerdo, jamás se podrá dejar de sentir uno al otro. — No hay lugar al que pertenezcas si no es conmigo.—Avanzó, dejando que las arenas se desvanecieran, demostrando su silueta. — Me conoces, y no es la primera vez que has sentido esto. Mírame…—Entre más pasos daba, su rostro se fue aclarando para su visión. No ha cambiado nada desde las épocas pasadas, ni ha dejado que su mirada pierda su vigor. Potente y decidido, confiado en lo que hacía. Pero la cuestión es que, ¿si en verdad lo vio? o, Caín sigue invadiendo su territorio.— ¿No me recuerdas? , — Era claro que no lo haría, pues se fue con Caín, el hijo perdido y muerto para algunos, o quizás solo para él. — ¿no recuerdas este mismo presentimiento, esta fuerza, la pesadez de mi mirada en ti, o mi aroma? —Cada una debió ser penetrada en Arkana, esa era la verdad de quien comparte la inmortalidad. Un acto íntimo.
Consistente con su decisión, esperando respuestas, descubriendo al fin quien es él, y quien es ella. Lo que debieron ser desde un principio y del cómo terminara. — ¿Aun no puedes descifrarlo? —No había sido recio con sus palabras, ni su voz a pesar de su fiereza, no desprendía rencor, ni desdén o solo el reproche. Nada de ello se percataba, más si, su coraje con quien compartía la sangre. — Has ido a los brazos de Caín, y no puedes decir ¿quién es la persona que está justo frente a ti? —Negó, cortando toda posible distancia entre ellos, con la confianza de ir atrás de ella y sujetarla de su cuello, suave y ágil, alzándolo un poco, haciéndolo de lado para desnudar aquella piel para poder acercar los labios a este, rozando la carnosidad de estos como si no fuese la primera vez que lo hacía. Y era de esa manera, tocaba lo que una vez fue suyo, y que ahora purificara. — Me conoces más de lo que te imaginas. —En susurro hablaba, recorriendo ese segmento. La primera vez que le tuvo, ella se fue con otro, pero ya no existía alguien más para que lo impidiera en sus intenciones. Y si existía alguno, haría lo mismo que hizo con Caín. —Quizás, probando mis labios, termines por hacerlo.
Con la pizca de ironía, y atrevimiento, sus brazos descendieron, ya no hacía falta que le mantuviera en remembranzas, ofreció todo lo que podía, mas no seguiría, ya era cosa de ella que pensara. Y no por ella, traería de nuevo a la sangre que lo traiciono. Porque podía ser muy paciente, pero jamas perdona una deslealtad. Siendo de sobra que nunca se vería envuelto en sentimentalismos. Se reserva dando solo sus contra golpes.
Y como un buen caballero, comenzó a girar en caminata alrededor de ella, observando, callado y escuchando quejarse la arena. Y solo para que el camino comenzara a aclararse con las voces de más que de un adversario. Era la llave para todos su cometidos.
— Descubre tu misma la respuesta, deja que tu cuerpo empiece con ello. O es que, ¿Acaso no sientes nada en este preciso momento?—la unión de sangre, de mentor a discípulo, de padre a hija, de hombre a mujer. Cada una de ellas eran las atracciones engendradas, él la había llamado y ella debía acudir. Porque nadie podría romper ese lazo entre ellos, más que la muerte autentica, pero con eso, se sellara el recuerdo, jamás se podrá dejar de sentir uno al otro. — No hay lugar al que pertenezcas si no es conmigo.—Avanzó, dejando que las arenas se desvanecieran, demostrando su silueta. — Me conoces, y no es la primera vez que has sentido esto. Mírame…—Entre más pasos daba, su rostro se fue aclarando para su visión. No ha cambiado nada desde las épocas pasadas, ni ha dejado que su mirada pierda su vigor. Potente y decidido, confiado en lo que hacía. Pero la cuestión es que, ¿si en verdad lo vio? o, Caín sigue invadiendo su territorio.— ¿No me recuerdas? , — Era claro que no lo haría, pues se fue con Caín, el hijo perdido y muerto para algunos, o quizás solo para él. — ¿no recuerdas este mismo presentimiento, esta fuerza, la pesadez de mi mirada en ti, o mi aroma? —Cada una debió ser penetrada en Arkana, esa era la verdad de quien comparte la inmortalidad. Un acto íntimo.
Consistente con su decisión, esperando respuestas, descubriendo al fin quien es él, y quien es ella. Lo que debieron ser desde un principio y del cómo terminara. — ¿Aun no puedes descifrarlo? —No había sido recio con sus palabras, ni su voz a pesar de su fiereza, no desprendía rencor, ni desdén o solo el reproche. Nada de ello se percataba, más si, su coraje con quien compartía la sangre. — Has ido a los brazos de Caín, y no puedes decir ¿quién es la persona que está justo frente a ti? —Negó, cortando toda posible distancia entre ellos, con la confianza de ir atrás de ella y sujetarla de su cuello, suave y ágil, alzándolo un poco, haciéndolo de lado para desnudar aquella piel para poder acercar los labios a este, rozando la carnosidad de estos como si no fuese la primera vez que lo hacía. Y era de esa manera, tocaba lo que una vez fue suyo, y que ahora purificara. — Me conoces más de lo que te imaginas. —En susurro hablaba, recorriendo ese segmento. La primera vez que le tuvo, ella se fue con otro, pero ya no existía alguien más para que lo impidiera en sus intenciones. Y si existía alguno, haría lo mismo que hizo con Caín. —Quizás, probando mis labios, termines por hacerlo.
Con la pizca de ironía, y atrevimiento, sus brazos descendieron, ya no hacía falta que le mantuviera en remembranzas, ofreció todo lo que podía, mas no seguiría, ya era cosa de ella que pensara. Y no por ella, traería de nuevo a la sangre que lo traiciono. Porque podía ser muy paciente, pero jamas perdona una deslealtad. Siendo de sobra que nunca se vería envuelto en sentimentalismos. Se reserva dando solo sus contra golpes.
Y como un buen caballero, comenzó a girar en caminata alrededor de ella, observando, callado y escuchando quejarse la arena. Y solo para que el camino comenzara a aclararse con las voces de más que de un adversario. Era la llave para todos su cometidos.
Invitado- Invitado
Re: The Host of Seraphim [Privado]
Como si de los abismos cósmicos hubieran ascendido todos los espectros más nefastos. Como si la confusión hubiera atacado su conciencia; hubiera irrumpido en lo más profundo de su cansado espíritu. ¿Qué era lo que la había llevado hasta ese rincón apartado y desolado del mundo? ¿Qué era lo que las frías y oscuras arenas del desierto querían anunciarle? No, ella no estaba ahí por la reliquia del pueblo del antiguo Egipto, se encontraba por otra razón. Algo que se quebró cuando Badr desapareció, como si los dioses de las profundidades lo hubieran arrastrado consigo para siempre. Y su mente se igualaba a la tormenta de arena que se alzaba a lo lejos, amenazando con devorar a las mismas esfinges de mirada ausente.
Ella, una mujer de firme convicción, que nunca se doblegaba ante las tragedias, se sintió ínfima y pérdida en una dimensión desconocida para sus memorias. Era como si todo lo que hubiera vivido y existido se convirtiera en una simple ilusión. Estuvo atrapada en una burbuja, y su realidad, la que el destino quiso hacer a un lado, volvió a hacer acto de presencia, tomando la forma de una criatura abismal. Su única voz le hacía estremecerse y temer porque destruyera lo que había creído siempre de sí misma. Y en esa cercanía ruin culpó al mundo de mentiroso, de querer condenarla a un pasado que nunca deseó y del cual la salvó Badr en su momento. Pero ahora que lo pensaba mejor, ¿la salvó o la hundió? Las dudas quebraban la poca cordura que los siglos aún mantenían intacta en su alma.
—No sé de qué hablas —respondió, ignorando sus propias cavilaciones—. Estás intentando desviarme de mis propósitos. ¿Por qué? No lo hagas. —Retrocedió. El pánico a perderse a sí misma se marcó en su rostro pálido como el mármol—. Eres uno de ellos, ¿no es así?
Le retó como el mago que afronta a cualquier demonio invocado. Le desafió porque no sentía miedo de él. No había nada que pudiera asustarle en aquel ser, porque a Arkana la espantaba más su propia conciencia que cualquier otra criatura. Entonces sintió una profunda decepción por creer que había traicionado a todos a los que una vez ofreció protección. Alguien más se encargó de construirle una vida a la que no pertenecía, pero a la que ella se aferraba. Era un espejismo el que vivió durante siglos.
—¿Caín? —Sus ojos se abrieron. Apenas su mente lograba evocar la antigua leyenda bíblica, y la consideraba un error. Pero bien sabía que los demonios habían existido desde los albores del mundo—. Creo que te has confundido esta vez. Soy antigua, pero no a tal punto. ¿Qué es lo que buscas, más allá de querer la devastación de la estirpe terrenal, de causar caos en todas las cosmogonías?
Y sus palabras, también aquella cercanía abrumante, acallaron sus propias glosas, sumergiéndola en un silencio terrible. Creía reconocer esa mirada, esa energía desbordante; y su mente, siempre serena, se estremecía ante la tempestad de la duda. ¿Y si él estaba en lo cierto? ¡No! Eso no podía ser; ella siempre había pertenecido a Agartha desde su abrazo nocturno. Badr había sido su único creador y quien le permitió luchar por la utopía que los antiguos pretendieron conseguir.
—Si he de conocerte, mis memorias no me permiten reconocer tu presencia; ni siquiera recordar tu nombre —respondió con seguridad. Por más que presentía algo familiar en aquel hombre, su mente no obedecía a sensaciones, sólo se hacía la indiferente ante tales sentimientos—. Pero tú si sabes mi nombre mortal. Aun así, sólo es un nombre que quedó enterrado bajo las arenas y las ruinas de Babilonia; yo ahora no puedo reconocer tal seudónimo. —Intentó abrazarse, cerrar los ojos, acallar su incertidumbre en ese gesto. Por suerte, su corazón ya no latía en ese cuerpo, sino hubiera sucumbido ante la impresión—. Yo... no sé si deseo seguir con la farsa que han creado las Parcas para mí o simplemente dejar que la verdad despierte de su profundo letargo. No sé qué es peor que eso. Ninguna de las opciones parece la más viable. ¿Por qué apareces ahora? Por primera vez, conocer me aterra.
Ella, una mujer de firme convicción, que nunca se doblegaba ante las tragedias, se sintió ínfima y pérdida en una dimensión desconocida para sus memorias. Era como si todo lo que hubiera vivido y existido se convirtiera en una simple ilusión. Estuvo atrapada en una burbuja, y su realidad, la que el destino quiso hacer a un lado, volvió a hacer acto de presencia, tomando la forma de una criatura abismal. Su única voz le hacía estremecerse y temer porque destruyera lo que había creído siempre de sí misma. Y en esa cercanía ruin culpó al mundo de mentiroso, de querer condenarla a un pasado que nunca deseó y del cual la salvó Badr en su momento. Pero ahora que lo pensaba mejor, ¿la salvó o la hundió? Las dudas quebraban la poca cordura que los siglos aún mantenían intacta en su alma.
—No sé de qué hablas —respondió, ignorando sus propias cavilaciones—. Estás intentando desviarme de mis propósitos. ¿Por qué? No lo hagas. —Retrocedió. El pánico a perderse a sí misma se marcó en su rostro pálido como el mármol—. Eres uno de ellos, ¿no es así?
Le retó como el mago que afronta a cualquier demonio invocado. Le desafió porque no sentía miedo de él. No había nada que pudiera asustarle en aquel ser, porque a Arkana la espantaba más su propia conciencia que cualquier otra criatura. Entonces sintió una profunda decepción por creer que había traicionado a todos a los que una vez ofreció protección. Alguien más se encargó de construirle una vida a la que no pertenecía, pero a la que ella se aferraba. Era un espejismo el que vivió durante siglos.
—¿Caín? —Sus ojos se abrieron. Apenas su mente lograba evocar la antigua leyenda bíblica, y la consideraba un error. Pero bien sabía que los demonios habían existido desde los albores del mundo—. Creo que te has confundido esta vez. Soy antigua, pero no a tal punto. ¿Qué es lo que buscas, más allá de querer la devastación de la estirpe terrenal, de causar caos en todas las cosmogonías?
Y sus palabras, también aquella cercanía abrumante, acallaron sus propias glosas, sumergiéndola en un silencio terrible. Creía reconocer esa mirada, esa energía desbordante; y su mente, siempre serena, se estremecía ante la tempestad de la duda. ¿Y si él estaba en lo cierto? ¡No! Eso no podía ser; ella siempre había pertenecido a Agartha desde su abrazo nocturno. Badr había sido su único creador y quien le permitió luchar por la utopía que los antiguos pretendieron conseguir.
—Si he de conocerte, mis memorias no me permiten reconocer tu presencia; ni siquiera recordar tu nombre —respondió con seguridad. Por más que presentía algo familiar en aquel hombre, su mente no obedecía a sensaciones, sólo se hacía la indiferente ante tales sentimientos—. Pero tú si sabes mi nombre mortal. Aun así, sólo es un nombre que quedó enterrado bajo las arenas y las ruinas de Babilonia; yo ahora no puedo reconocer tal seudónimo. —Intentó abrazarse, cerrar los ojos, acallar su incertidumbre en ese gesto. Por suerte, su corazón ya no latía en ese cuerpo, sino hubiera sucumbido ante la impresión—. Yo... no sé si deseo seguir con la farsa que han creado las Parcas para mí o simplemente dejar que la verdad despierte de su profundo letargo. No sé qué es peor que eso. Ninguna de las opciones parece la más viable. ¿Por qué apareces ahora? Por primera vez, conocer me aterra.
Arkana- Vampiro Clase Alta
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
Y se había derrumbado el pedestal en la que le tenía, una guerrera; valiente y audaz, una fiera que se aferra al peligro con tal de cumplir sus propósitos. Y todo esto a una temerosa, indecisa, y perdida, que está cayendo a algo mínimo, situándose en un trance. ¿Por qué? ¿El tiempo ha dejado que pierda valor? Imposible, las palabras entre ellos deben de generar guerra, todo empezará a cambiar. Pues Malebranche es su reflejo oscuro de su ser, le arrebató la mortalidad, la ha unido a un juego donde el campo de batalla es su único escondite, es su dura realidad y la debe aceptar. Porque es la salida y la muerte para ella, la creación y la destrucción. Un lazo hundido en el tiempo, un rencor sembrado más allá del tiempo, sin límites sin ataduras. Solo el uno y el otro peleando. Aquí no existe más que el centinela y el custodio. Tal vez esa cadena familiar podrá romperse dejando en libertad la mente atrapada bajo candados de una lealtad auto impuesto. Sin una señal o una advertencia, por sus venas secas se encuentra la misma sangre, y terminará apoyando a su devoción. Ya el camino se lo estaba implementando, las remembranzas ya no tienen cabida en ese momento, era ahora y nunca más. Ya no le permitiría que lo designe como a un farsante, ni que su palabra la ponga en duda, le debe respeto y la manera más cruel es que la despierte de una buena vez. — ¿Uno de quiénes? Soy Malebranche, el que impone las reglas, como un animal que de sus cuernos acecha y espera solo comer. Como amo de las bestias, ese soy, y a quien le debes respeto, Aasiyah o debo decir, Arkana. — Cuál dominador gira el rostro sin despejar la mirada de su oponente, una furia evocada en sus pupilas, una fuerza potente que radica desde su brillo hasta la manera en la que avanza hacia ella. —Tu único propósito es, y siempre ha sido servirme. ¿Por cuánto tiempo te negarás a mi existencia? Ya no esperare más. — no permitía que marcara distancia, cada paso que retrocede, él avanza. Ya no más ha dicho, su tiempo se terminó.
Que no despertaba, no reaccionaba a su cercanía, ni caricias, reconoce que su frialdad es un excelente escudo, pero más allá de ello, existe algo, el titubeo, duda, y es bueno, como el asombro, cada evocación, reacción que hallaba eran un entretenimiento perfecto. Solo por ser ella, su juego sigue prosiguiendo. Rodeándola, curvando sus labios, moviendo las palabras, y queriendo atraparla con la guardia baja, ¿qué reacción tomará? Siendo obvio que se está alimentando de ella. — ¡Jamás me he equivocado, y jamás lo haré! Yo lo he nombrado Caín, más tú lo conoces como Badr…—, con la rudeza en la entonación, befando discretamente en el nombre. — Se quién eres, y por cuánto tiempo has permanecido con Caín, la antigüedad no ha florecido en tu belleza, más, alguien te la ha obsequiado y aun no le has dado las gracias. ¿Por qué? …— se detuvo frente a ella, después de haber caminado en círculos a su alrededor, con los brazos cruzados, y su melena agitándose por el soplido. — Veo que conoces un poco de mis particulares placeres —, una vez más avanzó hacia ella, pero esta vez la sostuvo desde su cintura, atrayéndola a su cuerpo de un jalón, con la gallardía y señor de lo que toca. —, más allá de la devastación, del caos, el domar a las bestias es mi deber, pero mi hambre se direcciona al castigo, y es lo único que me satisface, —faltaba una, y claramente era ella, por lo que se fue acercando a su labios, no era afable, ni una pizca poseía de ello, por lo que mordió con una presión exorbitante, pintando sus carnosos labios de aquella sangre crujiente. Brindado un recuerdo más, no le dirá el pasado ella deberá de descubrirlo, pero le dará algunas señales por las cuales debe empezar.
Ascendiendo las manos a sus curvas, delineándolas, forjando cierta presión en estas. — Dime, ¿si en tus memorias se encuentra Caín otorgándote el beso de la inmortalidad? Es algo que nunca se olvida, el vínculo se intensifica cuando unen los templos, o cuando uno bebe del otro. ¿Sabes por qué no lo recuerdas? Porque entonces jamás sucedió. —se mordió los propios labios, tentándole a que los probara, de su boca no iba a salir que descubriera la verdad con él. Más el acto, solo quería ver si con facilidad aceptaría. — ¿Cómo no reconocerlo? Si has dicho que fue tu nombre mortal, pero sigamos. Ya te he nombrado como Arkana. Entonces, dime algo, que no conozca de ti.
Negó, liberándole, siendo él quien comience a retroceder, relamiéndose los labios, su tiempo siempre está limitado, y aunque sea dueña de una inmortalidad, en él, no influye ninguna. Esperando que las arenas comenzaran a esparcirse en el aire, que le hicieran desaparecer para dejarle las inquietudes. Sabiéndose de su real estado, no era necesario que lo mencionara, ya lo había descubierto. — La verdad siempre llega, tarde que temprano se presenta pero es de cobardes dejar que esta los alcance, es mejor descubrirlo por uno mismo, solo esta opción será aceptable por ti. Nadie te va a influenciar, ni a desviarte. Me canse de esperar a que vinieras a mí, de que me buscaras para confirmar los secretos que te están invadiendo. Sin embargo, existe un término, no siempre me podrás encontrar.
Seguía retrocediendo, bajando en poco la voz, no se iba a marchar, pero ella no era su única prioridad.
Que no despertaba, no reaccionaba a su cercanía, ni caricias, reconoce que su frialdad es un excelente escudo, pero más allá de ello, existe algo, el titubeo, duda, y es bueno, como el asombro, cada evocación, reacción que hallaba eran un entretenimiento perfecto. Solo por ser ella, su juego sigue prosiguiendo. Rodeándola, curvando sus labios, moviendo las palabras, y queriendo atraparla con la guardia baja, ¿qué reacción tomará? Siendo obvio que se está alimentando de ella. — ¡Jamás me he equivocado, y jamás lo haré! Yo lo he nombrado Caín, más tú lo conoces como Badr…—, con la rudeza en la entonación, befando discretamente en el nombre. — Se quién eres, y por cuánto tiempo has permanecido con Caín, la antigüedad no ha florecido en tu belleza, más, alguien te la ha obsequiado y aun no le has dado las gracias. ¿Por qué? …— se detuvo frente a ella, después de haber caminado en círculos a su alrededor, con los brazos cruzados, y su melena agitándose por el soplido. — Veo que conoces un poco de mis particulares placeres —, una vez más avanzó hacia ella, pero esta vez la sostuvo desde su cintura, atrayéndola a su cuerpo de un jalón, con la gallardía y señor de lo que toca. —, más allá de la devastación, del caos, el domar a las bestias es mi deber, pero mi hambre se direcciona al castigo, y es lo único que me satisface, —faltaba una, y claramente era ella, por lo que se fue acercando a su labios, no era afable, ni una pizca poseía de ello, por lo que mordió con una presión exorbitante, pintando sus carnosos labios de aquella sangre crujiente. Brindado un recuerdo más, no le dirá el pasado ella deberá de descubrirlo, pero le dará algunas señales por las cuales debe empezar.
Ascendiendo las manos a sus curvas, delineándolas, forjando cierta presión en estas. — Dime, ¿si en tus memorias se encuentra Caín otorgándote el beso de la inmortalidad? Es algo que nunca se olvida, el vínculo se intensifica cuando unen los templos, o cuando uno bebe del otro. ¿Sabes por qué no lo recuerdas? Porque entonces jamás sucedió. —se mordió los propios labios, tentándole a que los probara, de su boca no iba a salir que descubriera la verdad con él. Más el acto, solo quería ver si con facilidad aceptaría. — ¿Cómo no reconocerlo? Si has dicho que fue tu nombre mortal, pero sigamos. Ya te he nombrado como Arkana. Entonces, dime algo, que no conozca de ti.
Negó, liberándole, siendo él quien comience a retroceder, relamiéndose los labios, su tiempo siempre está limitado, y aunque sea dueña de una inmortalidad, en él, no influye ninguna. Esperando que las arenas comenzaran a esparcirse en el aire, que le hicieran desaparecer para dejarle las inquietudes. Sabiéndose de su real estado, no era necesario que lo mencionara, ya lo había descubierto. — La verdad siempre llega, tarde que temprano se presenta pero es de cobardes dejar que esta los alcance, es mejor descubrirlo por uno mismo, solo esta opción será aceptable por ti. Nadie te va a influenciar, ni a desviarte. Me canse de esperar a que vinieras a mí, de que me buscaras para confirmar los secretos que te están invadiendo. Sin embargo, existe un término, no siempre me podrás encontrar.
Seguía retrocediendo, bajando en poco la voz, no se iba a marchar, pero ella no era su única prioridad.
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
¿Acaso toda su inmortalidad había sido un espejismo en el desierto? ¿Había creído estar en un oasis cuando en realidad vagaba por las arenas abismales del engaño? Quizás. La duda se apoderó de su mente, pero, a pesar de haber sentido una profunda decepción por Badr en ese instante, se dio cuenta que él también le había mostrado su verdadero camino. Con los siglos llegó a ser líder de la hermandad y a protegerla con su propia vida; incluso, las derrotas de los demás, eran las suyas. Ahí conoció a una gran familia y supo que ese sería su único y verdadero hogar, que no había ninguna fuerza que pudiera quebrar la voluntad de los dioses, ellos la destinaron a Agartha y no debía retractarse de su posición, y menos ahora, que una verdad terrible amenazaba con destruirla.
Quizás Badr había cambiado sus recuerdos a su conveniencia, pero ella, mejor que nadie, lo conoció, y ambos compartieron grandes propósitos. Era su maestro y compañero, la única persona que le permitió seguir el camino que ella había empezado a recorrer junto con su padre, ¿por qué querer dejar que el odio destruyera su recuerdo? No, en realidad no existía ningún odio, ¡y jamás existiría! Estaba agradecida con Badr, y aunque ahora tenía la certeza de que no fue quien le otorgó la inmortalidad, existía otro vínculo más poderoso que ese. Describirlo con palabras no es suficiente, porque esa unión va más allá de las barreras de la razón; tal vez Agape se manifestaba en ellos y no iba a desvanecerse por un simple error. El tiempo y las guerras no eran armas para destruir una de las fuerzas más sólidas del universo y Arkana lo recordó en ese momento, lo que le hizo dejar a un lado la duda y la desesperación; también el miedo y todo lo que resultara una torpeza de su parte.
—Malebranche —repitió—, uno de los tribunales del abismo, ¿cierto? Sé quiénes son, aunque no esté al tanto de sus posiciones en esta vida; incluso estuve cuando destruyeron a Alejandría y alzaron a Constantino como nuevo emperador —explicó, mucho más confiada de sus memorias, a pesar del malestar generado por el repentino recuerdo guardado en los pantanos de sus pensamientos—. Aunque no es ese tu verdadero nombre; ustedes sólo usan la identidad que el poeta Dante les asignó. —Recordaba perfectamente al hombre, sobre todo en su exilio durante el Renacimiento—. Y haces bien en hacer esa corrección, Abel, porque la Aasiyah que conociste murió hace mucho.
Y de nuevo, como el ave fénix renacía de las cenizas, su fortaleza, heredada por siglos de existencia, arribó desde su interior. Era la esencia misma del dragón dorado, la conexión que existía entre la poderosa Triada, el magnánimo dragón de tres cabezas, la cuna de la sabiduría, según los conocimientos alquímicos.
—¿Cómo podría agradecerle por la inmortalidad a alguien que no se dignó a recuperarme en el pasado? Culpas a Caín, pero... ¿y tú qué hiciste para detenerlo? —alegó con una seguridad forjada en diamantes, el mineral más resistente de la tierra. Ni siquiera se inmutó ante la cercanía, sólo había desafió y fuego en su mirada; incluso se atrevió a interponer una mano entre sus labios—. ¿Crees conocerme? Tal vez sólo supiste de la humana, no de quien ahora ha sido aliada del gran dragón dorado durante todos estos siglos de constante lucha. Todos cambiamos en este mundo, fue la condena que les impuso el Creador a ustedes, incluso sacrificó a sus propios soldados. Pero, ¿para qué? El Arquitecto del Universo es caprichoso en sus actos, ¿no lo crees?
Y lo vio alejarse. Sólo una sonrisa apareció en sus labios, pues sus palabras ya no eran capaces de evocar destrucción, hasta le hizo recordó los días en que el mismo Jesús había estado en el desierto y continuó con sus pensamientos firmes, sin dejarse contaminar por las fuerzas del abismo.
—¿Y por qué tengo yo que buscarte? Ya he confirmado suficiente, Abel. No necesito saber más nada; ni siquiera comprobar si fuiste algo más importante para la mortal Aasiyah. Tú la dejaste, no luchaste por ella y dejaste a que tu hermano se la llevara, ¿ahora pretendes que te reciba con los brazos abiertos?
Quizás Badr había cambiado sus recuerdos a su conveniencia, pero ella, mejor que nadie, lo conoció, y ambos compartieron grandes propósitos. Era su maestro y compañero, la única persona que le permitió seguir el camino que ella había empezado a recorrer junto con su padre, ¿por qué querer dejar que el odio destruyera su recuerdo? No, en realidad no existía ningún odio, ¡y jamás existiría! Estaba agradecida con Badr, y aunque ahora tenía la certeza de que no fue quien le otorgó la inmortalidad, existía otro vínculo más poderoso que ese. Describirlo con palabras no es suficiente, porque esa unión va más allá de las barreras de la razón; tal vez Agape se manifestaba en ellos y no iba a desvanecerse por un simple error. El tiempo y las guerras no eran armas para destruir una de las fuerzas más sólidas del universo y Arkana lo recordó en ese momento, lo que le hizo dejar a un lado la duda y la desesperación; también el miedo y todo lo que resultara una torpeza de su parte.
—Malebranche —repitió—, uno de los tribunales del abismo, ¿cierto? Sé quiénes son, aunque no esté al tanto de sus posiciones en esta vida; incluso estuve cuando destruyeron a Alejandría y alzaron a Constantino como nuevo emperador —explicó, mucho más confiada de sus memorias, a pesar del malestar generado por el repentino recuerdo guardado en los pantanos de sus pensamientos—. Aunque no es ese tu verdadero nombre; ustedes sólo usan la identidad que el poeta Dante les asignó. —Recordaba perfectamente al hombre, sobre todo en su exilio durante el Renacimiento—. Y haces bien en hacer esa corrección, Abel, porque la Aasiyah que conociste murió hace mucho.
Y de nuevo, como el ave fénix renacía de las cenizas, su fortaleza, heredada por siglos de existencia, arribó desde su interior. Era la esencia misma del dragón dorado, la conexión que existía entre la poderosa Triada, el magnánimo dragón de tres cabezas, la cuna de la sabiduría, según los conocimientos alquímicos.
—¿Cómo podría agradecerle por la inmortalidad a alguien que no se dignó a recuperarme en el pasado? Culpas a Caín, pero... ¿y tú qué hiciste para detenerlo? —alegó con una seguridad forjada en diamantes, el mineral más resistente de la tierra. Ni siquiera se inmutó ante la cercanía, sólo había desafió y fuego en su mirada; incluso se atrevió a interponer una mano entre sus labios—. ¿Crees conocerme? Tal vez sólo supiste de la humana, no de quien ahora ha sido aliada del gran dragón dorado durante todos estos siglos de constante lucha. Todos cambiamos en este mundo, fue la condena que les impuso el Creador a ustedes, incluso sacrificó a sus propios soldados. Pero, ¿para qué? El Arquitecto del Universo es caprichoso en sus actos, ¿no lo crees?
Y lo vio alejarse. Sólo una sonrisa apareció en sus labios, pues sus palabras ya no eran capaces de evocar destrucción, hasta le hizo recordó los días en que el mismo Jesús había estado en el desierto y continuó con sus pensamientos firmes, sin dejarse contaminar por las fuerzas del abismo.
—¿Y por qué tengo yo que buscarte? Ya he confirmado suficiente, Abel. No necesito saber más nada; ni siquiera comprobar si fuiste algo más importante para la mortal Aasiyah. Tú la dejaste, no luchaste por ella y dejaste a que tu hermano se la llevara, ¿ahora pretendes que te reciba con los brazos abiertos?
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
El toque de queda se anunció, por algo sembró pistas, y el ser combatientes de opuestos bandos, hacía excitante la batalla, más que, ¿cómo se sentirían los miembros de Agartha de saberse quién es su creador? Puede que quieran sacar provecho de ello, más es riesgoso, y eso espera a que ejecuten, para ser el verdugo de sus actos, porque por más que se aferran al vacío del contenido de sus réplicas, los lazos de los imperios pasados nunca mueren, nunca son olvidados, ni mucho menos acabar la guerra que jamás se pudo iniciar, hasta hoy, es que ve el comienzo, mirándola de aquella forma, los usos que cada quien tiene ante los senderos, le hacen ver que aún sigue en el limbo de las mentiras, porque él emplear el uso de las personas a conveniencia, es sin duda alguna la estrategia más audaz para atacar a todo un batallón, solo era cuestión de equipararla ante la situación, y así es como le estaba puliendo, no porque los afectos que tiene hacia ella, quieran decir que solo lo hace por ello. Más se jacta de poderío, de una grandeza al desnudar los caminos bien entablados entre ellos dos, mofándose por dentro de al fin ver esa fiereza que tanto le place deleitar, sin producir efecto alguno sus réplicas, ya no era tal emoción que su nombre fuera pronunciado por esa boca, ni que le aclare sus remembranzas que a apenas le están golpeando, y de no haber sido por Malebranche, estaría aún errada. Pero debía reconocer que su potencia, la fuerza que presentía de ella, era atrayente, tanto que su metamorfosis presenció, dejó de ser aquella que entró al principio a las arenas movedizas, ya era otra, estaba comenzando a ser aquella a quien en el pasado halló, depositando un beso a su mano quien interrumpió el beso proclamado, y que lentamente iba yendo a la dispersión de la arena.
— Sabes quién soy ahora, sabes lo que puedo llegar a representar, más no conoces en realidad nada, estuviste ahí, pero no viste más allá de lo que tus cometidos querían que vieras. Pero no he venido a hablar de mí, ni de quien soy en realidad. Has nombrado al auténtico juzgador, pero pregúntate si en realidad murió Aasiyah, shh, no quiero que me lo digas, es solo para ti. Más, puedo percibir una amonestación, ¿por qué he de recuperar a alguien que siempre he tenido? No te confundas Arkana, soy yo quien te creó en este mundo, no necesito de recuperar, porque sé que vendrás a mí por tu propio mérito, más no culpo a nadie, no lo estoy culpando pero veo que tú sí, ¿por qué será? …¿Por qué no agachas la cabeza cuando se te ha brindado más que oro en tus manos? Solo piensa por un momento, ¿de qué habría servido detenerlo? Sí, así no me servían para nada… Porque te conozco es que te deje ir, no me hables de humana…
Poco a poco la voz se va disminuyendo, poco a poco la sombra prevalece y se anuncia la conclusión del encuentro, ya no había otra cosa que hacer en ese lugar, todo lo que decía ya lo sabía, lo que no se percata es que ha mantenido sus pasos en sombra para que no se le vaya de las manos, pero lo que no sabe es que todo cambiara su mundo a partir de ahora.
— Todos cambian, pero no por sí mismos, sino dadas las circunstancias que te manipulan a hacerlo, solo recuerda Arkana que la verdadera lucha está por comenzar, todos somos caprichosos, tanto que la importancia de mi presencia la descubrirás en el campo de batalla, mientras estás aquí, perdiendo el tiempo, mis hombres han dado un paso más antes que tú, como siempre, descubre porque tendrías que buscarme, ya te he dicho más de lo que merecías, si has confirmado lo suficiente, entonces, ¿porque sigues atendiendo a mis palabras? Te empeñas en dar excusas que no significan nada para mí, solo una cosa más, no fui, ni seré lo más importante de Aasiyah, lo soy por el simple hecho de que eres mi vástago, estas inerme en un mundo mediocre e insensato, las cosas suceden porque uno quiere que así sea, pretendo más que unos brazos extendidos, y las armoniosas palabras dadas, pero por el momento, abraza mi arena, y piensa en lo que hoy has visto, escuchado y sentido… Nos volveremos a ver, Arkana; la entrañable e inmortal del dragón dorado…
Las carcajadas se resonaron, desapareciendo por completo, yendo a dar las órdenes del siguiente movimiento, las excavaciones y los hallazgos dieron fin, era momento de marchar e ir tras la corriente de las nuevas conquistas. Partiendo con la afición de sumarse una pieza más a su tablero, el amanecer de un nuevo arranque será lo que satisfacerá las lagunas pasadas.
— Sabes quién soy ahora, sabes lo que puedo llegar a representar, más no conoces en realidad nada, estuviste ahí, pero no viste más allá de lo que tus cometidos querían que vieras. Pero no he venido a hablar de mí, ni de quien soy en realidad. Has nombrado al auténtico juzgador, pero pregúntate si en realidad murió Aasiyah, shh, no quiero que me lo digas, es solo para ti. Más, puedo percibir una amonestación, ¿por qué he de recuperar a alguien que siempre he tenido? No te confundas Arkana, soy yo quien te creó en este mundo, no necesito de recuperar, porque sé que vendrás a mí por tu propio mérito, más no culpo a nadie, no lo estoy culpando pero veo que tú sí, ¿por qué será? …¿Por qué no agachas la cabeza cuando se te ha brindado más que oro en tus manos? Solo piensa por un momento, ¿de qué habría servido detenerlo? Sí, así no me servían para nada… Porque te conozco es que te deje ir, no me hables de humana…
Poco a poco la voz se va disminuyendo, poco a poco la sombra prevalece y se anuncia la conclusión del encuentro, ya no había otra cosa que hacer en ese lugar, todo lo que decía ya lo sabía, lo que no se percata es que ha mantenido sus pasos en sombra para que no se le vaya de las manos, pero lo que no sabe es que todo cambiara su mundo a partir de ahora.
— Todos cambian, pero no por sí mismos, sino dadas las circunstancias que te manipulan a hacerlo, solo recuerda Arkana que la verdadera lucha está por comenzar, todos somos caprichosos, tanto que la importancia de mi presencia la descubrirás en el campo de batalla, mientras estás aquí, perdiendo el tiempo, mis hombres han dado un paso más antes que tú, como siempre, descubre porque tendrías que buscarme, ya te he dicho más de lo que merecías, si has confirmado lo suficiente, entonces, ¿porque sigues atendiendo a mis palabras? Te empeñas en dar excusas que no significan nada para mí, solo una cosa más, no fui, ni seré lo más importante de Aasiyah, lo soy por el simple hecho de que eres mi vástago, estas inerme en un mundo mediocre e insensato, las cosas suceden porque uno quiere que así sea, pretendo más que unos brazos extendidos, y las armoniosas palabras dadas, pero por el momento, abraza mi arena, y piensa en lo que hoy has visto, escuchado y sentido… Nos volveremos a ver, Arkana; la entrañable e inmortal del dragón dorado…
Las carcajadas se resonaron, desapareciendo por completo, yendo a dar las órdenes del siguiente movimiento, las excavaciones y los hallazgos dieron fin, era momento de marchar e ir tras la corriente de las nuevas conquistas. Partiendo con la afición de sumarse una pieza más a su tablero, el amanecer de un nuevo arranque será lo que satisfacerá las lagunas pasadas.
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
A veces, la verdad golpeaba tan fuerte, como lo hacían las olas contra las rocas, erosionándolas y desgastándolas con el pasar de los años. Quizás ella se sentía tan desprotegida como esas rocas, completamente desnuda, expuesta a la inclemencia del mar; sin embargo, se mantenía inquebrantable y sólo una parte de su superficie se veía ligeramente afectada. En un principio había sucumbido ante la duda, ante ese deseo de descubrir algo, para luego negarlo. Lo hizo, desde luego. Él supo cómo desenmarañar la incertidumbre; la mente dormida por el peso de los siglos, aun así, no consiguió su fatídico resultado. Porque a Arkana no la hacían los recuerdos marchitos, sino las experiencias vividas, las memorias que si conservaba con gratitud. Ella era a Agartha y eso, ni siquiera su verdadero creador, podía cambiarlo. La dejó ir en su momento, encaprichado con quién sabe qué demonios y luego pretendía regresar a reclamar algo imposible.
Sin embargo, a pesar de su insurgencia, no hallaba lógica alguna en las intenciones de él. ¿Qué era lo que realmente quería? No lo entendía. Al menos aquello no fue tan fuerte como para hacerla flaquear. Aunque, si la dejaría pensando mucho durante los días siguientes. La supuesta rebeldía no bastaría, el inmortal seguiría aferrado a la idea de hacer algo que ella aún no alcanza a comprender. Incluso, no pudo aislar ese sentimiento de repulsión a causa de una terrible idea de abandono.
Le indignó y sus palabras no hicieron más que avivar ese fuego. Era curioso verla molesta por nimiedades de ese estilo, pero aquello había superado sus límites de paciencia.
—¿Qué siempre has tenido? —inquirió sin poderlo creer—. ¿Qué tan seguro estás? —Y de nuevo vistió su armadura, la misma que estaba forjada de ideas firmes. Pudo haberla hecho dudar en un principio, pero que no se confundiera con esos sentimientos pasajeros—. Me parece que el único equivocado aquí eres tú, haciéndote una idea totalmente surrealista. Al menos, ¿tienes una idea de cuánto ha pasado? Es curioso, porque después de tanto terminé proclamándome como tu enemiga, ¿crees que cambiaré de opinión ahora? Sólo me diste más razones para no querer estar a tu lado, ¿Abel, no? Ah, mira tú, he vuelto a sufrir de amnesia.
Pintó de sarcasmo sus palabras. ¡Ah! Tan difícil que era sacar aquello de su personalidad, pero él lo consiguió. Tenía que reconocer que había algo de control sobre su sangre, aun así, su mente era un escudo hecho con el hierro del conocimiento; la sabiduría siempre era motivo de poder y una increíble protección.
—Ah sí, y tus hombres pierden el tiempo. El guardián de la tumba se ha llevado las reliquias consigo; es un hombre tan antiguo como nosotros. Incluso, es más antiguo que tú, alguien poderoso, no sólo aquí en la tierra —lo hizo adrede. Dejó escapar aquello como advertencia de que Agartha ya no era la única en la batalla, sino que el Creador había enviado a su ejército a destruir todo a su paso—. Y no te confundas, que sea tu vástago no significa que eres importante, Abel. Admite que te equivocaste conmigo y márchate bajo el silencio de tu derrota. Es lo más sensato en este caso...
Sin embargo, a pesar de su insurgencia, no hallaba lógica alguna en las intenciones de él. ¿Qué era lo que realmente quería? No lo entendía. Al menos aquello no fue tan fuerte como para hacerla flaquear. Aunque, si la dejaría pensando mucho durante los días siguientes. La supuesta rebeldía no bastaría, el inmortal seguiría aferrado a la idea de hacer algo que ella aún no alcanza a comprender. Incluso, no pudo aislar ese sentimiento de repulsión a causa de una terrible idea de abandono.
Le indignó y sus palabras no hicieron más que avivar ese fuego. Era curioso verla molesta por nimiedades de ese estilo, pero aquello había superado sus límites de paciencia.
—¿Qué siempre has tenido? —inquirió sin poderlo creer—. ¿Qué tan seguro estás? —Y de nuevo vistió su armadura, la misma que estaba forjada de ideas firmes. Pudo haberla hecho dudar en un principio, pero que no se confundiera con esos sentimientos pasajeros—. Me parece que el único equivocado aquí eres tú, haciéndote una idea totalmente surrealista. Al menos, ¿tienes una idea de cuánto ha pasado? Es curioso, porque después de tanto terminé proclamándome como tu enemiga, ¿crees que cambiaré de opinión ahora? Sólo me diste más razones para no querer estar a tu lado, ¿Abel, no? Ah, mira tú, he vuelto a sufrir de amnesia.
Pintó de sarcasmo sus palabras. ¡Ah! Tan difícil que era sacar aquello de su personalidad, pero él lo consiguió. Tenía que reconocer que había algo de control sobre su sangre, aun así, su mente era un escudo hecho con el hierro del conocimiento; la sabiduría siempre era motivo de poder y una increíble protección.
—Ah sí, y tus hombres pierden el tiempo. El guardián de la tumba se ha llevado las reliquias consigo; es un hombre tan antiguo como nosotros. Incluso, es más antiguo que tú, alguien poderoso, no sólo aquí en la tierra —lo hizo adrede. Dejó escapar aquello como advertencia de que Agartha ya no era la única en la batalla, sino que el Creador había enviado a su ejército a destruir todo a su paso—. Y no te confundas, que sea tu vástago no significa que eres importante, Abel. Admite que te equivocaste conmigo y márchate bajo el silencio de tu derrota. Es lo más sensato en este caso...
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Re: The Host of Seraphim [Privado]
Era claro que no fue una despedida, el final se ve muy lejos entre ellos dos, el comienzo apenas se asomó entre miradas y palabras que lograron sembrar dudas, y traiciones por ambos clanes, y todo respecto al lazo que los une, solo la historia podía dar el significado de ello. Representando un laberinto para cada uno, donde la salida realmente no importaba sino el proceso para llegar a esta, así fue en esas arenas. Un entretenimiento para despertar realmente dos objetivos: primero; saber qué grado de confusión estaba Arkana, y el segundo; el excavamiento de las tumbas. Ya sus hombres siguieron el paso para el punto de reencuentro, ya no tenía nada que hacer en ese lugar, más, jugar un poco con la privacidad, dar un blanco para esclarecer el sendero a su dragón de oro, era un obsequio por el haberse encontrado. Hasta los años son en balde para separarlos, nada puede estar a su favor porque solo lo que admira es que se ponen en lucha cada vez que se tienen frente a frente. Con la advertencia de Agartha, sigue en movimiento, y descubrió su objetivo, el mismo que el de la orden, así que se encontraran seguidamente, y por ello hizo que se preguntara por la verdad. ¡Qué romance! ¡Qué escena tan sublime! Volver a sentir esas evocaciones, esa atracción potente, que no mentía, le encanta su ira, su enfado, y su fuerza, tantas veces le provocaba por solo ver esa faceta, y aunque lo niegue, tiene esa maldita seguridad, no de ella, de las circunstancias, de que siempre ha sido suya, y con el transcurso del tiempo se sabrá. Tan escandalosas arenas se envolvían por el lugar, lentamente solo su voz permanecía, se alejaba como un reloj de arena que grano a grano va cayendo para marcar el tiempo, en cambio, aquí va desapareciendo.
— En el próximo encuentro tú misma responderás esas inquietudes, ya conoces mi posición, y siempre has sido mi enemiga, nunca lo he olvidado, así que tú tampoco deberías de hacerlo, pero no por eso no me permitiré el lujo de tenerte exclusivamente para mí, pero continua befándote, ya veremos si tu hermosa voz seguirá resonando de esa manera.
No afectada en nada a Malabranche el sarcasmo, o la ironía de palabrerías conjuntas, más era curioso encarcelarla con su propia decisión, el irse con la idea de que aún es su poder, que la importancia es meramente escondida por la altanería, que se marchó con la risa y los brazos extendidos después de escucharle y enterarse que tan maldita podía ser con él, si tan solo admitiera un poco de su interés, podría haber sido un encuentro caótico, pues se iban a mezclar sus energías y vaya, hubiese sido placentero.
— Hubiese preferido que hicieras el intento de pedir algo a cambio por compartir información, que desperdicio, pero Arkana, el poder tiene debilidades, y ventajas para quien lo conoce. Pero es suficiente, no hay equivocación, deja de implorar que lo sea, porque ni rezando lo conseguirás, así como también el seguirnos encontrando, si quieres aceptar tu derrota de esa manera, solo necesitas venir a brazos, pero es más factible que te los corte a que esperes mi derrota, Oh, se me estaba pasando, mándale saludos a Cain de mi parte, y decirle que siempre me salgo con la mía…
Tan despreciable era, lo admite, tan hiriente puede ser cuando se lo propone, pero como siempre ha sido, lo que planea, lo que está en su mira lo obtiene de cualquier manera, y ahí estaba el resultado, a ella la convirtió para después aprovecharse de ello y unir sus piezas para alzar su victoria.
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