AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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This is not the end [Privado]
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This is not the end [Privado]
Con Gregory muerto no había nada más que hacer en aquel mundo. La noticia de que su progenitor fue asesinado le dejo en la ruina, sin motivo alguno para seguir buscando venganza de él o de sus hermanos. Las cosas habían tomado un rumbo que nunca en su vida espero tener que seguir, se encontraba ahora con el terrible vacío de una venganza que no fue cumplida por su propia mano y sin planes para el futuro, o más bien dicho, sin planes para la eternidad.
¿Qué había esperado? Que Gregory viviera eternamente y su lucha contra su padre no terminara jamás, sí, eso era precisamente lo que creyó pero la realidad de la vida humana le golpeo de manera demasiado repentina y no existía nada más que pudiera hacer. Ahora que pensaba detenidamente las cosas, se había abrazado al capricho infantil del quien fuera abandonado mucho años atrás a su suerte, se centro solamente en eso y elimino todo la vida posible fuera de su misión.
Estando a solas en el bosque se cuestionaba sobe un camino que seguir. Su creador seguramente le abandonaría en cuanto supiera del destino del líder de la facción de los soldados y Baptiste, no podía culparlo de dejarle porque ese había sido el trato desde un inicio entre ambos. Cuando había abierto los ojos para darse cuenta de que no estaba muerto y descubrió la naturaleza que poseía en aquellos momentos supo que no volvería a ver a su familia, aquellos por quien siempre se esforzó. Su creador le había mostrado el mundo inmortal y la “verdad” sobre su padre. Una vez que su mente fue envenenada solo existió para unir a creador y aprendiz, la idea de la destrucción de la inquisición, no tenian nada más que eso. Baptiste estaba completamente solo.
Se sentó en un tronco, cerca de un pequeño lago donde la luna y las estrellas se reflejaban. De vez e cuando existía un pequeño movimiento sobre la superficie de las aguas que provocaba que aquellas imágenes se distorsionaran.
Tal vez lo mejor para él y para sus aún existentes hermanos era que se expusiera al sol y terminara con su existencia. Pero eso era una salida demasiado fácil y vaya que en esos momentos odiaba nuevamente a su padre y todas las enseñanzas recibidas por su parte. Un sonrisa se extendió por su rostro; odio a su progenitor casi tanto tiempo como le quiso y ahora era incapaz de pensar en él con el odio que esperaba. La muerte, sacaba lo mejor de los personas y eso era lo único que al final, los que se quedaban podían recordar.
Relativamente cerca de donde se hallaba, escuchaba pasos. Eran unos pasos demasiado suaves como para un licántropo y demasiado cercanos como para ser un cambiaformas que decidía inspeccionar la zona. La idea más sensata en su mente es que se trataba de uno de los suyos y esperaba que no se acercara más, no quería que nadie estuviese cerca, nunca más.
¿Qué había esperado? Que Gregory viviera eternamente y su lucha contra su padre no terminara jamás, sí, eso era precisamente lo que creyó pero la realidad de la vida humana le golpeo de manera demasiado repentina y no existía nada más que pudiera hacer. Ahora que pensaba detenidamente las cosas, se había abrazado al capricho infantil del quien fuera abandonado mucho años atrás a su suerte, se centro solamente en eso y elimino todo la vida posible fuera de su misión.
Estando a solas en el bosque se cuestionaba sobe un camino que seguir. Su creador seguramente le abandonaría en cuanto supiera del destino del líder de la facción de los soldados y Baptiste, no podía culparlo de dejarle porque ese había sido el trato desde un inicio entre ambos. Cuando había abierto los ojos para darse cuenta de que no estaba muerto y descubrió la naturaleza que poseía en aquellos momentos supo que no volvería a ver a su familia, aquellos por quien siempre se esforzó. Su creador le había mostrado el mundo inmortal y la “verdad” sobre su padre. Una vez que su mente fue envenenada solo existió para unir a creador y aprendiz, la idea de la destrucción de la inquisición, no tenian nada más que eso. Baptiste estaba completamente solo.
Se sentó en un tronco, cerca de un pequeño lago donde la luna y las estrellas se reflejaban. De vez e cuando existía un pequeño movimiento sobre la superficie de las aguas que provocaba que aquellas imágenes se distorsionaran.
Tal vez lo mejor para él y para sus aún existentes hermanos era que se expusiera al sol y terminara con su existencia. Pero eso era una salida demasiado fácil y vaya que en esos momentos odiaba nuevamente a su padre y todas las enseñanzas recibidas por su parte. Un sonrisa se extendió por su rostro; odio a su progenitor casi tanto tiempo como le quiso y ahora era incapaz de pensar en él con el odio que esperaba. La muerte, sacaba lo mejor de los personas y eso era lo único que al final, los que se quedaban podían recordar.
Relativamente cerca de donde se hallaba, escuchaba pasos. Eran unos pasos demasiado suaves como para un licántropo y demasiado cercanos como para ser un cambiaformas que decidía inspeccionar la zona. La idea más sensata en su mente es que se trataba de uno de los suyos y esperaba que no se acercara más, no quería que nadie estuviese cerca, nunca más.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/11/2013
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Re: This is not the end [Privado]
Se le había oído decir repetidamente a Montague Kettleburn que el mayor mal que afectaba al mundo era la ignorancia; nadie nos había enseñado a amar, así que no podíamos pretender buscar amar el trabajo, sino que solamente lo aceptábamos. Lo mismo con la familia, que se suponía que debía constituirse para decirse que se había vivido. Era lo aceptable; la gente juzgaría eso, no si aquello hacía a alguien feliz o no.
Victoria le había creído a su abuelo desde el instante en que pudo procesar sus palabras, pero esta repentina transformación estaba comenzando a hacerla dudar de esa tesis. Bendecía con la misma fuerza con que la sed quemaba su garganta que la noche cubriera su rostro de personas inocentes que no merecían enterarse de tal degeneración. ¿Qué hacía ella? Sólo caminaba en solitario intentando alejarse lo más posible de la civilización, presa y enemiga. ¡Había estado a punto de secar a Glenn! ¿Acaso estaba demente? ¿Pretendía acabar con cada corazón unido al suyo? Y si eso podía hacerle a alguien tan preciado para ella, ¿qué le impediría devorar a cualquier otro ser?
Ya ni siquiera intentaba huir. Aunque volara lejos, sus sueños seguirían caídos. Estaba consciente de eso y de nada más. Ni un alma podía orientarla. Los únicos que habían podido enseñarle de qué se trataba ese mundo, los mismos que se mofaron con su conversión, prefirieron ver al ratón corretear inútilmente y chocar contra las paredes del laberinto en el que se encontraba atrapado. Mejor alejarse de cada alma y no alma.
—Si los de mi propia especie me han sentenciado a las sombras, ¿qué puedo esperar de quienes son diferentes a mí? —susurró a la noche como si fuera a llorar, pero ni una sola lágrima soltó. Temía que también el color de su llanto se hubiera desfigurado.
Las interrogantes rebalsaban su cabeza a tal punto que no la dejaban hacer otra cosa más que reflexionar en torno a ellas. Sus pies andaban solos, sin garbo ni dirección. Sólo el instinto de supervivencia la alumbraba a que se mantuviera ermitaña. El sabor de la sangre aún en sus labios le recordaba lo potencialmente dañina que era. Un poder enorme se había introducido en su diminuto cuerpo y no tenía idea de cómo emplearlo o contenerlo siquiera.
El sonido de las hojas quebradizas contra sus pies fue la mejor melodía que pudo tocarle. Estaba ingresando en el bosque, donde otros no habían pisado en días. La ausencia de senderos era clara prueba.
Había tomado una decisión.
—Aquí me quedaré —pensó, pero no detuvo ni por un segundo su desorientado caminar— En este lugar esperaré hasta que mi cuerpo me vuelva a castigar. Me hará gritar. Sé que piedad no me tendrá; ya no es el mismo misericordioso de antes. Si tengo suerte, me escuchará mi verdugo y acabará esta herrumbre.
Se permitió vislumbrar su alrededor con la atenta mirada que ahora poseía. No sólo identificaba centenares de olores distintos, sino que además percibía el calor que desprendía cada uno de los cuerpos que la circundaban incluso a kilómetros de distancia. Era aterrador darse cuenta de que tenía más similitudes con una máquina de matar que con una damisela de canto lírico, pero era la realidad. No obstante, tenía la ventaja de que el ambiente se presentaba ante ella nítidamente.
—Qué hermoso lugar para volver a morir —sonrió con tristeza mientras comenzaba a dejar de caminar para arrastrar los pies— Lo único que lamento es que los seres que salve con mi muerte no recordarán que pensé en ellos —suspiró resignada con pesar al volver a percibir en sus oídos el sonido de sus colmillos enterrándose en el cuello de su amistad. Sus ojos se abrieron de par en par, asustados de su dueña— Así que… este es el castigo que recibimos.
Se detuvo cuando sintió humedad cerca de sus pies. Su reflejo en el agua le dijo que detuviera su paseo, pero no se atrevió a mirarlo por más que unos instantes. No quería enterarse de cuánto había cambiado. Entonces miró hacia el frente y encontró al otro extremo del arroyo un rostro joven y de ojos tan celestes como inmolados. Helena se preguntó por un momento si es que realmente se había apartado de su semblante refractado en el agua. Inmediatamente después, al verse descubierta, sólo atinó a apartar su mirada para clavarla en el suelo.
—Yo… —al darse cuenta de que balbucearía si hablaba antes de pensar, tragó aire pesadamente para darse tiempo. Sólo una cosa se le vino a la mente: lo que sentía— No me vea, por favor. No hay nada que ver.
Él no era humano; de haberlo sido, el instinto la hubiera tomado de los brazos y aventado a ese cuerpo caliente para quitarle gota a gota esa calidez. Entonces, ¿por qué sentía tanta vergüenza de repente?
”Mocked by man to depths of shame
Little girl with life ahead
For a memory of one kind word
She would stay among the beasts
Time for one more daring dream
Before her escape, edenbeam
We kill with her own loving heart
Eva flies away
Dreams the world far away
In this cruel children's game
There's no friend to call her name.”
Little girl with life ahead
For a memory of one kind word
She would stay among the beasts
Time for one more daring dream
Before her escape, edenbeam
We kill with her own loving heart
Eva flies away
Dreams the world far away
In this cruel children's game
There's no friend to call her name.”
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/03/2014
Re: This is not the end [Privado]
Ya no le sorprendía demasiado despertar sobresaltado por el sonido de sus propios gritos roncos.
Suponía que, con el tiempo, las pesadillas acabarían por desaparecer.
Stephen King
Los momentos en los que la mente es más frágil eran los peores para mantenerse en soledad. Tenía la extraña creencia de que los inmortales no sentían aquel inmenso vacío, pero era más bien que había querido creer que todo estaría bien. Que no existía nada peor que lo que ya había vivido, pero que equivocado estaba, porque lo peor se estaba cerniendo sobre él.
Encontrarse a solas en aquel bosque era al mismo tiempo lo peor y lo mejor que podía haber hecho. Ahí, era incapaz de destruir todo lo que se le atravesara o de hacerlo, nadie se daría cuenta; no como si hubiese estado en las calles concurridas de París, en esa situación habría asesinado a todo aquel humano que se atravesara en su camino, habría gritado de frustración y de dolor. Aún tenía ganas de hacerlo pero no tenía sentido alguno hacerlo ¿Aliviaría eso lo que sentía por dentro? Por supuesto que no. Nada le aliviaría, de la misma manera en que nada había aliviado el sentir el abandono de su progenitor durante aquella misión en la que gritar su nombre tampoco sirvió de nada.
Conforme aquel resonar tranquilo de pasos sonaba, miro únicamente al reflejo de la luna y las estrellas en el lago. Esperaba que nadie llegara hasta allá, que quien fuera que se acercara notara lo dañado que estaba y optara por dar media vuelta y alejarse sin más. La verdad es que en el fondo, no deseaba estar completamente solo, deseaba que alguien estuviera ahí y distrajera sus pensamientos de las desgracias recientes y de las futuras. ¿Era posible que un vampiro tuviera en quien apoyarse en momentos difíciles? Curiosa pregunta a la cual, no tenia la menor idea de que responder. Los pasos más cerca. ¿Llegaría aquella presencia? Baptiste levanto el rostro solo para encontrarse con una figura que aparecía lentamente por el lado opuesto a donde él se encontraba. Tal y como le insinuaron los pasos, era una mujer, una vampiro que llevaba en el rostro una expresión perdida. Termino mirando las aguas, que ondeaban según ella entraba un poco más pero no se preocupo pues el agua no mataría a ningún vampiro.
Apartaba su mirada de ella por el único motivo de que verla, era justamente como imaginarse a si mismo ¿Llevaba esa misma cara de pesar? ¿Esa cara de estar perdido? en aquel lugar y ante esas circunstancias que estaba atravesando ¿Sería ella real? Probablemente estaba perdiendo la cordura y ella no era más que parte de su imaginación. Una imaginación que quería que se viera reflejado en ella. Levanto una vez más el rostro y los ojos de ambos se encontraron. Era bonita, demasiado. Incluso en su humanidad debía haber sido una de esas mujeres de belleza excepcional y ahora, estaría inmortalizada para toda la eternidad. Por siempre joven, por siempre perfecta.
Aquel par de ojos que se clavaban firmemente en los suyos fueron apartados de manera abrupta y Baptiste ladeo el rostro ligeramente, sonriendo ante las palabras pronunciadas por aquella perfecta muñeca inmortal.
– ¿Qué no te vea? Pero si has sido tu quien llego hasta aquí, a invadir mi espacio – levanto el dedo indice, e hizo un circulo en el aire. Daba a entender a aquella intrusa que aquel sitio era suyo, no le interesaba si ella decía lo contrario, ahora que estaba seguro de que no era producto de su imaginación, podía hablar con la tranquilidad de los que aún se encuentran cuerdos – además, te veré si me da la gana. No tienes derecho a prohibirme hacer algo así después de todo, no eres horrenda – sonrió con la dificultad de quienes llevan una pesada carga a sus espaldas, una carga que quieren ignorar – ¿Qué haces aquí? Luces demasiado perdida, ¿Necesitas ayuda? – Irónico. Hablar de ayudar cuando el que se ahogaba lentamente en su propia tristeza y miseria era nadie más que él mismo. Como siempre en la vida, era más sencillo ver la paja en el ojo ajeno que en el propio.
Suponía que, con el tiempo, las pesadillas acabarían por desaparecer.
Stephen King
Los momentos en los que la mente es más frágil eran los peores para mantenerse en soledad. Tenía la extraña creencia de que los inmortales no sentían aquel inmenso vacío, pero era más bien que había querido creer que todo estaría bien. Que no existía nada peor que lo que ya había vivido, pero que equivocado estaba, porque lo peor se estaba cerniendo sobre él.
Encontrarse a solas en aquel bosque era al mismo tiempo lo peor y lo mejor que podía haber hecho. Ahí, era incapaz de destruir todo lo que se le atravesara o de hacerlo, nadie se daría cuenta; no como si hubiese estado en las calles concurridas de París, en esa situación habría asesinado a todo aquel humano que se atravesara en su camino, habría gritado de frustración y de dolor. Aún tenía ganas de hacerlo pero no tenía sentido alguno hacerlo ¿Aliviaría eso lo que sentía por dentro? Por supuesto que no. Nada le aliviaría, de la misma manera en que nada había aliviado el sentir el abandono de su progenitor durante aquella misión en la que gritar su nombre tampoco sirvió de nada.
Conforme aquel resonar tranquilo de pasos sonaba, miro únicamente al reflejo de la luna y las estrellas en el lago. Esperaba que nadie llegara hasta allá, que quien fuera que se acercara notara lo dañado que estaba y optara por dar media vuelta y alejarse sin más. La verdad es que en el fondo, no deseaba estar completamente solo, deseaba que alguien estuviera ahí y distrajera sus pensamientos de las desgracias recientes y de las futuras. ¿Era posible que un vampiro tuviera en quien apoyarse en momentos difíciles? Curiosa pregunta a la cual, no tenia la menor idea de que responder. Los pasos más cerca. ¿Llegaría aquella presencia? Baptiste levanto el rostro solo para encontrarse con una figura que aparecía lentamente por el lado opuesto a donde él se encontraba. Tal y como le insinuaron los pasos, era una mujer, una vampiro que llevaba en el rostro una expresión perdida. Termino mirando las aguas, que ondeaban según ella entraba un poco más pero no se preocupo pues el agua no mataría a ningún vampiro.
Apartaba su mirada de ella por el único motivo de que verla, era justamente como imaginarse a si mismo ¿Llevaba esa misma cara de pesar? ¿Esa cara de estar perdido? en aquel lugar y ante esas circunstancias que estaba atravesando ¿Sería ella real? Probablemente estaba perdiendo la cordura y ella no era más que parte de su imaginación. Una imaginación que quería que se viera reflejado en ella. Levanto una vez más el rostro y los ojos de ambos se encontraron. Era bonita, demasiado. Incluso en su humanidad debía haber sido una de esas mujeres de belleza excepcional y ahora, estaría inmortalizada para toda la eternidad. Por siempre joven, por siempre perfecta.
Aquel par de ojos que se clavaban firmemente en los suyos fueron apartados de manera abrupta y Baptiste ladeo el rostro ligeramente, sonriendo ante las palabras pronunciadas por aquella perfecta muñeca inmortal.
– ¿Qué no te vea? Pero si has sido tu quien llego hasta aquí, a invadir mi espacio – levanto el dedo indice, e hizo un circulo en el aire. Daba a entender a aquella intrusa que aquel sitio era suyo, no le interesaba si ella decía lo contrario, ahora que estaba seguro de que no era producto de su imaginación, podía hablar con la tranquilidad de los que aún se encuentran cuerdos – además, te veré si me da la gana. No tienes derecho a prohibirme hacer algo así después de todo, no eres horrenda – sonrió con la dificultad de quienes llevan una pesada carga a sus espaldas, una carga que quieren ignorar – ¿Qué haces aquí? Luces demasiado perdida, ¿Necesitas ayuda? – Irónico. Hablar de ayudar cuando el que se ahogaba lentamente en su propia tristeza y miseria era nadie más que él mismo. Como siempre en la vida, era más sencillo ver la paja en el ojo ajeno que en el propio.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/11/2013
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Re: This is not the end [Privado]
Instintivamente, Victoria dio un paso hacia atrás. No era la primera vez que veía a un vampiro, pero sí la primera en que uno la miraba de vuelta a los ojos, clavándose allí, volviendo nebuloso el contorno de lo accesorio. La neófita sintió agujas de hielo clavándose en su cuerpo de la cabeza a los pies. Es que una visión así tenía que ser irreal. Era como si un alma veterana hubiese robado el cuerpo de un apuesto mancebo y le estuviese hablando a través de él. La apariencia juvenil se desmoronaba antes esos gestos y incluso postura de hombre. Pero en contraste a la experiencia, ese joven rostro se quedaría así, perfectamente enmarcado en medio de la vida y la muerte para toda la eternidad.
Lo estaba observando demasiado. Se forzó a remover sus ojos inmortales de esa mirada insultante. Si continuaba el contacto, tal vez no diferenciaría la distorsión de la realidad.
—No, aguarde. No fue mi intención. No sé adónde voy. —levantó sus manos temblorosas a la altura de su pecho en posición defensiva, pero a la vez conciliadora. Era el mensaje claro de quien se sabía en desventaja— Sólo llegué hasta aquí. Estoy diciendo la verdad.
Pero latente continuaba la gran pregunta de por qué sus pies la habían guiado a ese lugar. No podía ignorar que caminar, al igual que las demás acciones, ya no implicaba lo mismo de antes, ni siquiera por error. No era como si hubiese andado esperando desmayarse de un agotamiento que jamás llegaría, sino que algo dentro de ella, llámese instinto o voz interior, la había encaminado deliberadamente hacia ese sitio. Fue cuando Victoria observó las palmas con mayor detenimiento y se fijó en la energía que le transmitían. Allí supo que su anatomía luchaba por su voluntad contra su conciencia. La lucha estaba reñida.
Quería abrir la boca para decir algo coherente, pero presentía que si expulsaba palabra, ésta no se traduciría más que en balbuceo. Es que no sabía cómo contestar a esas palabras, a ese devora almas, y en aquel contexto. Todo lo que sabía era para hablar en reuniones sociales y visitas de personas importantes. Pero el mundo de los no-muertos tenía reglas intraducibles. O las asimilaba como fuera o sería ella la descartada. No era lo mismo enfurecer a un caballero de alta alcurnia que a un amante de la sangre. Los rangos no eran más que ficciones, pero la sed… oh, ésa era completamente real.
Entonces negó con su cabeza para reordenar las ideas. Comprendió que evitar ser sincera con un vampiro que sabía cómo manejarse en su medio sería infructuoso; él terminaría descubriéndola y la haría pagar por su error, aunque se tratase de una omisión más que de una acción.
—Sí —admitió— He estado perdida desde la última vez que desperté y ya no era como yo, sino alguien más parecida a usted. Solía tener un destino determinado, pero me lo robaron. Cuando pregunté por qué, me negaron también la respuesta. Así estoy, sin provecho y sin moral. ¿Tan obvia he sido que lo ha visto con tal facilidad o también eso lo ha robado de mí?
Cuando terminó de decir exactamente lo que pasaba por su cabeza, un destello de temor se apoderó de su rostro. ¿Y si lo había ofendido? ¿Cómo se le ocurría abrir la boca tan imprudentemente? ¡No lo conocía! Otro paso dio hacia atrás. Esperaba que no fuese aquella la primera ocasión en la cual le tocara luchar.
Lo estaba observando demasiado. Se forzó a remover sus ojos inmortales de esa mirada insultante. Si continuaba el contacto, tal vez no diferenciaría la distorsión de la realidad.
—No, aguarde. No fue mi intención. No sé adónde voy. —levantó sus manos temblorosas a la altura de su pecho en posición defensiva, pero a la vez conciliadora. Era el mensaje claro de quien se sabía en desventaja— Sólo llegué hasta aquí. Estoy diciendo la verdad.
Pero latente continuaba la gran pregunta de por qué sus pies la habían guiado a ese lugar. No podía ignorar que caminar, al igual que las demás acciones, ya no implicaba lo mismo de antes, ni siquiera por error. No era como si hubiese andado esperando desmayarse de un agotamiento que jamás llegaría, sino que algo dentro de ella, llámese instinto o voz interior, la había encaminado deliberadamente hacia ese sitio. Fue cuando Victoria observó las palmas con mayor detenimiento y se fijó en la energía que le transmitían. Allí supo que su anatomía luchaba por su voluntad contra su conciencia. La lucha estaba reñida.
Quería abrir la boca para decir algo coherente, pero presentía que si expulsaba palabra, ésta no se traduciría más que en balbuceo. Es que no sabía cómo contestar a esas palabras, a ese devora almas, y en aquel contexto. Todo lo que sabía era para hablar en reuniones sociales y visitas de personas importantes. Pero el mundo de los no-muertos tenía reglas intraducibles. O las asimilaba como fuera o sería ella la descartada. No era lo mismo enfurecer a un caballero de alta alcurnia que a un amante de la sangre. Los rangos no eran más que ficciones, pero la sed… oh, ésa era completamente real.
Entonces negó con su cabeza para reordenar las ideas. Comprendió que evitar ser sincera con un vampiro que sabía cómo manejarse en su medio sería infructuoso; él terminaría descubriéndola y la haría pagar por su error, aunque se tratase de una omisión más que de una acción.
—Sí —admitió— He estado perdida desde la última vez que desperté y ya no era como yo, sino alguien más parecida a usted. Solía tener un destino determinado, pero me lo robaron. Cuando pregunté por qué, me negaron también la respuesta. Así estoy, sin provecho y sin moral. ¿Tan obvia he sido que lo ha visto con tal facilidad o también eso lo ha robado de mí?
Cuando terminó de decir exactamente lo que pasaba por su cabeza, un destello de temor se apoderó de su rostro. ¿Y si lo había ofendido? ¿Cómo se le ocurría abrir la boca tan imprudentemente? ¡No lo conocía! Otro paso dio hacia atrás. Esperaba que no fuese aquella la primera ocasión en la cual le tocara luchar.
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/03/2014
Re: This is not the end [Privado]
Todo momento de hallar es un perderse a uno mismo.
Clarice Lispector
Era curioso y al mismo tiempo lo más normal del mundo que hiciera como que planeaba alejarse de donde él se encontraba. Creyó que ella terminaría por darle la espalda y alejarse con paso veloz por el lugar por donde antes llegaba, pero se equivocaba, ella permanecía ahí observando a momentos y desviando la mirada en otros tantos y pese a la creencia de que se quedaría muda se apartaría, la inmortal que se encontraba al cruzar las aguas le hablo.
– Entonces estas perdida tal y como sospeche. Pero no es necesario que tengas un camino definido después de todo – abrió ambos brazos para abarcar más de aquel lugar en donde ambos se encontraban – estamos en los bosques y todo cuanto ves es prácticamente lo mismo que encontraras más delante. También note que solo llegaste, venias sin prestar atención a casi nada a tu alrededor – un suspiro que le recordaba a sus épocas humanas salió de sus labios en lo que pateaba una pequeña piedra en dirección a las aguas. Quería ver como las ondas parecían alegrar el ambiente, como una danza de la naturaleza que nacía y moría en esos instantes solo para ambos.
Permanecía con la distancia que existía entre ambos, sin disminuiría en ningún momento. No deseaba aún a nadie demasiado cerca, pero admitía internamente que la presencia de la vampiro frente a él le alejaba un poco los demonios, le ayudaba a concentrarse en otra cosa que no fuera la desgracia y las ideas destruidas. Sus planes se habían ido abajo tal y como un castillo de naipes al más leve soplo del viento. Hasta esos momentos estaba enfocado en cada uno de los movimientos femeninos y no fue hasta que la hermosa voz de la inmortal inundo de nuevo aquel lugar que sus pensamientos y sentimientos recibieron una nueva sacudida.
Perdidos; por supuesto que ninguno de ellos estaba realmente perdido, estaban muertos. Más muertos incluso que los fantasmas quienes aún se aferraban a esa vida para lograr sus cometidos. Por la manera en que ella hablaba no tenía idea de que hacer y Baptiste tampoco la tenía.
Maldito el destino que le enfrentaba a esa mujer. Se la topaba en las peores circunstancias en que alguna vez pudo encontrarse a alguien y no es que pudiera culparla a ella. Frunció el ceño, se encontraba entre molesto y perturbado pero su expresión cambio al notar como es que ella daba otro paso a modo de escape.
– No te haré daño, si es lo que piensas – se aventuro entonces a dar unos pasos rodeando aquellas aguas para tratar de estar más cerca de ellas – Solo que es extraño. Yo también me encuentro perdido – le sonrió admitiendo para alguien más la inutilidad de su existencia – No sabía que lo estaba y descubrirlo ha sido terrible – se detuvo, quedando a un cuarto de la distancia que antes tenía de ella – Por eso es que he notado lo perdida que estas; tienes la misma cara que tenía yo al llegar aquí – observo entonces a las aguas que ya se encontraban nuevamente en calma – ¿Crees que este lugar pueda decir cuál es nuestro destino ahora? o ¿Debemos quedarnos y desaparecer? – pateo otra piedra – ¿Qué piensas tu? – buscaba en otros las respuestas que no encontraba, aguardando porque en lo que le dijese la hermosa vampiro encontrara la razón de su “vida” inmortal.
Clarice Lispector
Era curioso y al mismo tiempo lo más normal del mundo que hiciera como que planeaba alejarse de donde él se encontraba. Creyó que ella terminaría por darle la espalda y alejarse con paso veloz por el lugar por donde antes llegaba, pero se equivocaba, ella permanecía ahí observando a momentos y desviando la mirada en otros tantos y pese a la creencia de que se quedaría muda se apartaría, la inmortal que se encontraba al cruzar las aguas le hablo.
– Entonces estas perdida tal y como sospeche. Pero no es necesario que tengas un camino definido después de todo – abrió ambos brazos para abarcar más de aquel lugar en donde ambos se encontraban – estamos en los bosques y todo cuanto ves es prácticamente lo mismo que encontraras más delante. También note que solo llegaste, venias sin prestar atención a casi nada a tu alrededor – un suspiro que le recordaba a sus épocas humanas salió de sus labios en lo que pateaba una pequeña piedra en dirección a las aguas. Quería ver como las ondas parecían alegrar el ambiente, como una danza de la naturaleza que nacía y moría en esos instantes solo para ambos.
Permanecía con la distancia que existía entre ambos, sin disminuiría en ningún momento. No deseaba aún a nadie demasiado cerca, pero admitía internamente que la presencia de la vampiro frente a él le alejaba un poco los demonios, le ayudaba a concentrarse en otra cosa que no fuera la desgracia y las ideas destruidas. Sus planes se habían ido abajo tal y como un castillo de naipes al más leve soplo del viento. Hasta esos momentos estaba enfocado en cada uno de los movimientos femeninos y no fue hasta que la hermosa voz de la inmortal inundo de nuevo aquel lugar que sus pensamientos y sentimientos recibieron una nueva sacudida.
Perdidos; por supuesto que ninguno de ellos estaba realmente perdido, estaban muertos. Más muertos incluso que los fantasmas quienes aún se aferraban a esa vida para lograr sus cometidos. Por la manera en que ella hablaba no tenía idea de que hacer y Baptiste tampoco la tenía.
Maldito el destino que le enfrentaba a esa mujer. Se la topaba en las peores circunstancias en que alguna vez pudo encontrarse a alguien y no es que pudiera culparla a ella. Frunció el ceño, se encontraba entre molesto y perturbado pero su expresión cambio al notar como es que ella daba otro paso a modo de escape.
– No te haré daño, si es lo que piensas – se aventuro entonces a dar unos pasos rodeando aquellas aguas para tratar de estar más cerca de ellas – Solo que es extraño. Yo también me encuentro perdido – le sonrió admitiendo para alguien más la inutilidad de su existencia – No sabía que lo estaba y descubrirlo ha sido terrible – se detuvo, quedando a un cuarto de la distancia que antes tenía de ella – Por eso es que he notado lo perdida que estas; tienes la misma cara que tenía yo al llegar aquí – observo entonces a las aguas que ya se encontraban nuevamente en calma – ¿Crees que este lugar pueda decir cuál es nuestro destino ahora? o ¿Debemos quedarnos y desaparecer? – pateo otra piedra – ¿Qué piensas tu? – buscaba en otros las respuestas que no encontraba, aguardando porque en lo que le dijese la hermosa vampiro encontrara la razón de su “vida” inmortal.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: This is not the end [Privado]
¿Él, perdido? ¿Cómo podía ser? Victoria hubiera jurado que aquel lugar le pertenecía desde siempre, como una extensión de su cuerpo. Pero luego, en un parpadeo, comprendió que no se refería a lo externo, sino a lo interno. ¿Desde hacía cuánto que era un inmortal? Seguramente no desde hace poco; no se mostraba asombrado por su presencia, así que lo más probable era que no fuese la primera vez que se topara con un neófito en su situación. Fue un alivio y una hecatombe de noticia a la vez. ¿Eso quería decir que sin importar el paso del tiempo jamás hallaría la quietud, o por lo menos una insana costumbre a esa oscuridad? Desalentadoras nuevas para ella, pero fue en la última persona que la joven pensó. Observó al elegante mancebo atentamente; ¿así comenzaría a tornarse su reflejo a medida que sintiera cada vez menos los hielos del invierno y más aguda la sed de sangre?
Sus labios tomaron forma circular y sus ojos se apartaron a la tierra cuando notó que estaba viendo indiscretamente. Pero no dejó de oírlo ni un instante. Era probable que no volviera a encontrar palabras tan amenas en mucho tiempo. Tal vez nunca, porque… ¿quién le diría que sería de los que sobreviviesen? Mejor quedarse con esos rastros de luz; nadie le aseguraba que volvería a ver salir el sol.
—¿Por qué no me haría daño? Ellos lo hicieron. Más bien me hicieron —hizo hincapié en aquel detalle antes de atreverse a levantar la vista hacia el gélido hablante. No podía evitar sentir temor, ¿hacia qué? ¿a lo desconocido o al mal conocido?— No sé cuáles sean sus costumbres ni sus principios, lo que haría o no haría. Créame cuando le digo que no lo juzgo por eso. Pero sé lo que podría llegar a hacer. Algo me invade con cada paso que da más cerca de mí. Lo siento, ese poder que me hace querer retroceder. Nada le costaría hacerme desaparecer con la misma facilidad con la que me erguí como lo que ve. Acabar conmigo podría aplacar eso que siente o hacerlo olvidar unos momentos. No nos conocemos ni significamos nada para el otro, por lo que no sufriríamos. Cualquiera de las dos salidas sería bienvenida. Después de pausar eternamente nuestras vidas, ¿qué diferencia haría lanzar otra moneda al aire?
Helena no tenía certeza de estar pensando en nada. Las palabras salían porque se suponía que debía contestar, porque a pesar de no poder confiarse a nadie, buscaba respuestas. Podía ser que aún le quedaran migajas del instinto de supervivencia. Eso no se iba. De todo lo que se había marchitado o degenerado, aquello permanecía intacto, muy en contra de su voluntad. ¿En serio le estaba preguntando a ella por una guía o una pista? Victoria había tenido la leve, pero perseverante esperanza de que el inmortal de ojos aún más azules que el agua en la cual se proyectaban le enseñase un camino a seguir, pero un callejón sin salida a ambos les salió al paso.
—Destino —pronunció esa palabra amargamente. Si era eso lo que la había llevado a ese estado suspensivo, no quería saber nada más de ese término— Pensé que era algo reservado a los vivos, pero ahora no estoy convencida. Si tras una vida mortal se obtienen más dudas que respuestas, me pregunto qué ocurre cuando la muerte se prolonga indefinidamente —esta vez se acercó ella un paso, aunque después de sentir nuevamente una oleada de advertencia sacudiéndole el cuerpo, dudó sobre si había sido una acertada decisión— A usted lo ha golpeado. Mucho me temo entonces que vivos o muertos no podremos escapar de esa fuerza incontrolable. Algo debe aguardar. Supongo que… esto es. No tengo la valentía para ir más allá. ¿Usted sí?
No tuvo el corazón de esperar escuchar una negativa. Le sabría demasiado triste. Saberse perdido no ayudaba a encontrar la salida, sino todo lo contrario. ¿Y si lo distraía? ¿Podrían encontrarse?
—Mi nombre es Victoria. ¿Me diría el suyo, Monsieur? —susurró como si hablando más fuerte fuese a romperlo, cuando irónicamente era él quien podía acabar en un parpadear con sus noches errantes— A ver si conociendo nuestros nombres, comience a brotar el significado de estar juntos en este lugar.
Sus labios tomaron forma circular y sus ojos se apartaron a la tierra cuando notó que estaba viendo indiscretamente. Pero no dejó de oírlo ni un instante. Era probable que no volviera a encontrar palabras tan amenas en mucho tiempo. Tal vez nunca, porque… ¿quién le diría que sería de los que sobreviviesen? Mejor quedarse con esos rastros de luz; nadie le aseguraba que volvería a ver salir el sol.
—¿Por qué no me haría daño? Ellos lo hicieron. Más bien me hicieron —hizo hincapié en aquel detalle antes de atreverse a levantar la vista hacia el gélido hablante. No podía evitar sentir temor, ¿hacia qué? ¿a lo desconocido o al mal conocido?— No sé cuáles sean sus costumbres ni sus principios, lo que haría o no haría. Créame cuando le digo que no lo juzgo por eso. Pero sé lo que podría llegar a hacer. Algo me invade con cada paso que da más cerca de mí. Lo siento, ese poder que me hace querer retroceder. Nada le costaría hacerme desaparecer con la misma facilidad con la que me erguí como lo que ve. Acabar conmigo podría aplacar eso que siente o hacerlo olvidar unos momentos. No nos conocemos ni significamos nada para el otro, por lo que no sufriríamos. Cualquiera de las dos salidas sería bienvenida. Después de pausar eternamente nuestras vidas, ¿qué diferencia haría lanzar otra moneda al aire?
Helena no tenía certeza de estar pensando en nada. Las palabras salían porque se suponía que debía contestar, porque a pesar de no poder confiarse a nadie, buscaba respuestas. Podía ser que aún le quedaran migajas del instinto de supervivencia. Eso no se iba. De todo lo que se había marchitado o degenerado, aquello permanecía intacto, muy en contra de su voluntad. ¿En serio le estaba preguntando a ella por una guía o una pista? Victoria había tenido la leve, pero perseverante esperanza de que el inmortal de ojos aún más azules que el agua en la cual se proyectaban le enseñase un camino a seguir, pero un callejón sin salida a ambos les salió al paso.
—Destino —pronunció esa palabra amargamente. Si era eso lo que la había llevado a ese estado suspensivo, no quería saber nada más de ese término— Pensé que era algo reservado a los vivos, pero ahora no estoy convencida. Si tras una vida mortal se obtienen más dudas que respuestas, me pregunto qué ocurre cuando la muerte se prolonga indefinidamente —esta vez se acercó ella un paso, aunque después de sentir nuevamente una oleada de advertencia sacudiéndole el cuerpo, dudó sobre si había sido una acertada decisión— A usted lo ha golpeado. Mucho me temo entonces que vivos o muertos no podremos escapar de esa fuerza incontrolable. Algo debe aguardar. Supongo que… esto es. No tengo la valentía para ir más allá. ¿Usted sí?
No tuvo el corazón de esperar escuchar una negativa. Le sabría demasiado triste. Saberse perdido no ayudaba a encontrar la salida, sino todo lo contrario. ¿Y si lo distraía? ¿Podrían encontrarse?
—Mi nombre es Victoria. ¿Me diría el suyo, Monsieur? —susurró como si hablando más fuerte fuese a romperlo, cuando irónicamente era él quien podía acabar en un parpadear con sus noches errantes— A ver si conociendo nuestros nombres, comience a brotar el significado de estar juntos en este lugar.
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
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Re: This is not the end [Privado]
La inmortalidad era un regalo que nadie esperaba recibir, pero que era necesario ser aceptado de la mejor manera posible. La muerte definitiva sería la solución para el sufrimiento, pero eso se tomaría como suicidio y eso era una señal de debilidad que Baptiste no quería permitirse. Fueran las razones ridículas que fueran, le ayudaban a mantenerse aún con vida hasta que supo entonces de Gregory y su muerte. Esa fue la gota que derramo el vaso, Baptiste no estaba seguro entonces de si debía huir del suicidio o entregarse completamente a él, pero le aliviaba saber en parte que no era el único enfrentandose a decisiones complicadas. La vampiro que invadía su espacio igual estaba confundida y eso, disminuía su carga.
– Yo no soy ellos, de serlo sabría quien eres y la verdad es que no te conozco. Tampoco es que vaya por ahí buscando inmortales para lastimarlos a menos que sea algo que busquen al molestarme – No le agradaba que le molestaran, por eso es que podía atacar en el momento en que alguien sobrepasara el limite de su paciencia. Ella no hacía nada para hartare, así que podía tolerarla a la perfección, aunque deseara más que nada estar a solas con sus pensamientos. Tal vez la verdad era que la inmortal era el ángel oscuro que desviaría los deseos de muerte de su mente, manteniéndolo vivo una noche más – Hace algunos días no me hubiese importado terminar con tu vida como has dicho, pero ahora eso carece de sentido para mi. Bien has dicho que no nos conocemos, no tengo porque lastimar a alguien que desconozco y que no ha hecho más que llegar de manera distraída hasta este lugar, a menos que – le miro y ladeo levemente el rostro, con una expresión que de seriedad que le ayudaba a que su rostro demostrara mayor madurez que la que realmente dejaba ver – ¿Quieres que te mate? De ser de esa manera no tendría inconveniente en ayudarte, después de todo – suspiro y miro a los árboles cercanos – quizás espero que alguien también termine conmigo… no lo sé. En fin, no tengo ánimos de terminar con nadie en estos momentos, solo quería estar solo y pensar.
Las preguntas que sus labios pronunciaban eran una especie de grito que únicamente ella escucharía, pero de los labios de Baptiste no salía ningún grito. Habían dejado de aflorar de sus labios cuando se supo finalmente solo y con un nuevo camino por delante; gritar no le ayudo a traer a Gregory de regreso y tampoco le ayudaría ahora, lo único que le quedaba era cuestionar en busca de las respuestas que era incapaz de darse a si mismo. Escucho una respuesta que en cierto modo esperaba y que no dejaba más que incertidumbres, dudas que no se resolverían solo con el pasar del tiempo; eso era precisamente algo que creía que ya no tenía más, aunque para su vida inmortal el tiempo era lo que menos debía preocuparle.
– Tienes razón, no podemos escapar de algo que esta quizás mucho más sobre nosotros. Es probable que entonces solo debamos esperar y ver que es lo que trae a nosotros, igual que lo hacen los simples mortales, así como cuando aún creíamos que habría un mejor mañana – sonrió – No tengo valentía para nada justo ahora, más que para esperar y ver que sucede – le observo con curiosidad, notando que había dado un paso más cerca de él pero Baptiste no se movió, se mantuvo en su sitio para evitar que alguno de los dos se pusiera más a la defensiva.
La joven era bonita, conservaba aún ciertos movimientos que le hacían ver más mortal que una muerta que se alimentaba de la sangre de otros para sobrevivir. La humanidad era un aspecto que se iba olvidando hasta que casi se quedaba solo con ideas de lo que era necesario hacer para encajar en un mundo que ya no era suyo; pero la naturalidad de los movimientos como los que demostraba ella, desaparecían tarde o temprano.
– Ya no nos queda nada más por peder, así que todo lo que podamos obtener desde ahora y en adelante será una ganancia – Lo menciono en voz alta, siendo que era un pensamiento para si mismo. Su rostro volvió a tornase mucho más infantil y relajado – Mi nombre es Baptiste. Un placer encontrarme esta noche contigo Victoria, de verdad que pensé que nadie vendría a este lugar pero – sonrió – el destino tenía otros planes para nosotros ¿Qué piensas que podamos enseñarnos? – indagar, eso era lo único que se creía capaz de hacer en esos momentos.
– Yo no soy ellos, de serlo sabría quien eres y la verdad es que no te conozco. Tampoco es que vaya por ahí buscando inmortales para lastimarlos a menos que sea algo que busquen al molestarme – No le agradaba que le molestaran, por eso es que podía atacar en el momento en que alguien sobrepasara el limite de su paciencia. Ella no hacía nada para hartare, así que podía tolerarla a la perfección, aunque deseara más que nada estar a solas con sus pensamientos. Tal vez la verdad era que la inmortal era el ángel oscuro que desviaría los deseos de muerte de su mente, manteniéndolo vivo una noche más – Hace algunos días no me hubiese importado terminar con tu vida como has dicho, pero ahora eso carece de sentido para mi. Bien has dicho que no nos conocemos, no tengo porque lastimar a alguien que desconozco y que no ha hecho más que llegar de manera distraída hasta este lugar, a menos que – le miro y ladeo levemente el rostro, con una expresión que de seriedad que le ayudaba a que su rostro demostrara mayor madurez que la que realmente dejaba ver – ¿Quieres que te mate? De ser de esa manera no tendría inconveniente en ayudarte, después de todo – suspiro y miro a los árboles cercanos – quizás espero que alguien también termine conmigo… no lo sé. En fin, no tengo ánimos de terminar con nadie en estos momentos, solo quería estar solo y pensar.
Las preguntas que sus labios pronunciaban eran una especie de grito que únicamente ella escucharía, pero de los labios de Baptiste no salía ningún grito. Habían dejado de aflorar de sus labios cuando se supo finalmente solo y con un nuevo camino por delante; gritar no le ayudo a traer a Gregory de regreso y tampoco le ayudaría ahora, lo único que le quedaba era cuestionar en busca de las respuestas que era incapaz de darse a si mismo. Escucho una respuesta que en cierto modo esperaba y que no dejaba más que incertidumbres, dudas que no se resolverían solo con el pasar del tiempo; eso era precisamente algo que creía que ya no tenía más, aunque para su vida inmortal el tiempo era lo que menos debía preocuparle.
– Tienes razón, no podemos escapar de algo que esta quizás mucho más sobre nosotros. Es probable que entonces solo debamos esperar y ver que es lo que trae a nosotros, igual que lo hacen los simples mortales, así como cuando aún creíamos que habría un mejor mañana – sonrió – No tengo valentía para nada justo ahora, más que para esperar y ver que sucede – le observo con curiosidad, notando que había dado un paso más cerca de él pero Baptiste no se movió, se mantuvo en su sitio para evitar que alguno de los dos se pusiera más a la defensiva.
La joven era bonita, conservaba aún ciertos movimientos que le hacían ver más mortal que una muerta que se alimentaba de la sangre de otros para sobrevivir. La humanidad era un aspecto que se iba olvidando hasta que casi se quedaba solo con ideas de lo que era necesario hacer para encajar en un mundo que ya no era suyo; pero la naturalidad de los movimientos como los que demostraba ella, desaparecían tarde o temprano.
– Ya no nos queda nada más por peder, así que todo lo que podamos obtener desde ahora y en adelante será una ganancia – Lo menciono en voz alta, siendo que era un pensamiento para si mismo. Su rostro volvió a tornase mucho más infantil y relajado – Mi nombre es Baptiste. Un placer encontrarme esta noche contigo Victoria, de verdad que pensé que nadie vendría a este lugar pero – sonrió – el destino tenía otros planes para nosotros ¿Qué piensas que podamos enseñarnos? – indagar, eso era lo único que se creía capaz de hacer en esos momentos.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: This is not the end [Privado]
Por fortuna, el vampiro con el que se había encontrado esa noche tan desolada como las estrellas que los contemplaban no buscaba descabezar futuros rivales de sangre. Se sintió avergonzada de manifestar abiertamente su temor, pero no podía evitarlo; hacía muy poco que había sido desterrada a ese oscuro mundo en donde se caminaba a ciegas por unos bárbaros de traje elegante, sonrisas de marfil y miradas compradoras. Encantadores y mortales. Disfraz perfecto. Perfectamente podría haber sido posible que la gentileza desprendida naturalmente del rostro de ese joven condujese al mismo callejón, sólo que por una vía distinta.
—Discúlpeme. Tenía que preguntar —miró hacia el suelo, pero ningún color ni aumento de temperatura se le subió al rostro. Tendría que acostumbrarse a que ciertas cosas no las volvería a sentir jamás, como el alivio de unas manos entibiadas o el hielo del invierno atormentando sus falanges.— Tonta de mí —se insultó apenas se dio cuenta de algo:— Quien quisiera matarme, no me avisaría. —terminó por explicar.
Sí, estaba quedando como una boba, pero prefería quedar como estúpida antes como que como imprudente, aunque el límite entre una cosa y otra parecía todo menos claro. Lo que debía cuidar era no molestarlo, ¿pero cómo, si no lo conocía? Tendría que valerse de su intuición, a pesar de que no estuviese segura de su fiabilidad.
Victoria dio un paso hacia atrás y se tomó el cuello con una de sus manos instintivamente cuando el contenedor mancebo con alma experimentada le preguntó si deseaba la muerte alada por medio de sus manos. No lo hacía por crueldad; por su tono estaba hablando totalmente en serio. Es más; deseaba para ella lo mismo que deseaba para sí mismo, como si ayudando a acabar con su martirio dejara de aletargarse el propio.
—¿Sabe? Si me hubieran preguntado eso mismo hace unos días, habría aceptado algo así —murmuró sincera al recordar sus días en prisión. Cómo había anhelado dejar de vivir, pero cómo se había arrepentido al enterarse de los enfermos que estaban sus abuelos— Pero todavía alguien me necesita. O más bien… a la antigua yo. Todavía me queda un poco, lo sé, pero estoy dubitativa sobre si la puedo manifestar aún. Debo tratar. Suena más útil que pensar en el alivio que reportaría la soledad. Puede ser que lo deseemos agónicamente, pero… —tímidamente enfocó sus ojos en los del joven, sintiéndose una inexperta— Es posible que no sea lo que necesitamos.
En ese intercambio de miradas, Helena se dio cuenta de algo terrible: aquel mozo era sumamente bien parecido. Qué triste. Ni una huella de sonrisa en esa piel de marfil. Ni rastro de memorias alegres, vivas y cálidas. Sólo una frialdad forzada. Se preguntaba Victoria si habría reído con ganas alguna vez, ahuyentando con su melodía esa soledad que buscaba. Apostaba que no había sido su primera opción aislarse. Nadie podía elegir tal camino.
¡Ah, por fin lo vio sonreír! Pero ese gesto no hizo más que incrementar la compasión que crecía en su pecho. Era imposible no empatizar. Podía estar viéndose a ella misma en un futuro no muy lejano.
—El placer es todo mío, Baptiste —regresó el gesto con una reverencia que, se dio cuenta, no había practicado hacía meses. Se preguntó qué habría resultado visualmente tras eso.— Si usted buscaba la soledad, debe saber que mi intención era alejarme de la sociedad. Creo que no se diferencian demasiado. ¿No le parece curioso? ¿Qué dos extraños misóginos se topen? A lo mejor la respuesta ante nuestros ojos resplandece. —tragando, avanzó un tanto dubitativa al joven y posó su palma derecha muy lentamente en uno de los hombros del menor de los Zarkozi. No quería ofenderlo, pero la cercanía era inminente— No volveremos a esos días en que el cielo era aún más azul que sus ojos. Sólo nos queda este ébano en el cielo y humanoides de hielo en el suelo.
La noche y los vampiros, ¡qué nefasta pareja! Parecían hechos el uno para el otro, y cómo hacían estremecer hasta a los mismos neófitos.
—A lo que voy es… ¿usted cree que necesitamos del aislamiento que nos empeñamos en tener? Porque yo lo dudo mucho.
—Discúlpeme. Tenía que preguntar —miró hacia el suelo, pero ningún color ni aumento de temperatura se le subió al rostro. Tendría que acostumbrarse a que ciertas cosas no las volvería a sentir jamás, como el alivio de unas manos entibiadas o el hielo del invierno atormentando sus falanges.— Tonta de mí —se insultó apenas se dio cuenta de algo:— Quien quisiera matarme, no me avisaría. —terminó por explicar.
Sí, estaba quedando como una boba, pero prefería quedar como estúpida antes como que como imprudente, aunque el límite entre una cosa y otra parecía todo menos claro. Lo que debía cuidar era no molestarlo, ¿pero cómo, si no lo conocía? Tendría que valerse de su intuición, a pesar de que no estuviese segura de su fiabilidad.
Victoria dio un paso hacia atrás y se tomó el cuello con una de sus manos instintivamente cuando el contenedor mancebo con alma experimentada le preguntó si deseaba la muerte alada por medio de sus manos. No lo hacía por crueldad; por su tono estaba hablando totalmente en serio. Es más; deseaba para ella lo mismo que deseaba para sí mismo, como si ayudando a acabar con su martirio dejara de aletargarse el propio.
—¿Sabe? Si me hubieran preguntado eso mismo hace unos días, habría aceptado algo así —murmuró sincera al recordar sus días en prisión. Cómo había anhelado dejar de vivir, pero cómo se había arrepentido al enterarse de los enfermos que estaban sus abuelos— Pero todavía alguien me necesita. O más bien… a la antigua yo. Todavía me queda un poco, lo sé, pero estoy dubitativa sobre si la puedo manifestar aún. Debo tratar. Suena más útil que pensar en el alivio que reportaría la soledad. Puede ser que lo deseemos agónicamente, pero… —tímidamente enfocó sus ojos en los del joven, sintiéndose una inexperta— Es posible que no sea lo que necesitamos.
En ese intercambio de miradas, Helena se dio cuenta de algo terrible: aquel mozo era sumamente bien parecido. Qué triste. Ni una huella de sonrisa en esa piel de marfil. Ni rastro de memorias alegres, vivas y cálidas. Sólo una frialdad forzada. Se preguntaba Victoria si habría reído con ganas alguna vez, ahuyentando con su melodía esa soledad que buscaba. Apostaba que no había sido su primera opción aislarse. Nadie podía elegir tal camino.
¡Ah, por fin lo vio sonreír! Pero ese gesto no hizo más que incrementar la compasión que crecía en su pecho. Era imposible no empatizar. Podía estar viéndose a ella misma en un futuro no muy lejano.
—El placer es todo mío, Baptiste —regresó el gesto con una reverencia que, se dio cuenta, no había practicado hacía meses. Se preguntó qué habría resultado visualmente tras eso.— Si usted buscaba la soledad, debe saber que mi intención era alejarme de la sociedad. Creo que no se diferencian demasiado. ¿No le parece curioso? ¿Qué dos extraños misóginos se topen? A lo mejor la respuesta ante nuestros ojos resplandece. —tragando, avanzó un tanto dubitativa al joven y posó su palma derecha muy lentamente en uno de los hombros del menor de los Zarkozi. No quería ofenderlo, pero la cercanía era inminente— No volveremos a esos días en que el cielo era aún más azul que sus ojos. Sólo nos queda este ébano en el cielo y humanoides de hielo en el suelo.
La noche y los vampiros, ¡qué nefasta pareja! Parecían hechos el uno para el otro, y cómo hacían estremecer hasta a los mismos neófitos.
—A lo que voy es… ¿usted cree que necesitamos del aislamiento que nos empeñamos en tener? Porque yo lo dudo mucho.
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
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Re: This is not the end [Privado]
Se encogió de hombros de manera que daba a entender que le tenia sin cuidado lo que ella preguntara. Baptiste podía comprender en cierto punto su temor. Él también había temido cuando se encontró rodeado de oscuridad, cuando podía sentir todo de una manera diferente y cuando el dolor de una abandono le consumía por dentro, al igual que el dolor de una transformación en los monstruos que antiguamente solía cazar. Cuando su creador se había acercado a él, el Zarkozi pensó que era su fin, que aquel ser oscuro le había transformado únicamente para torturarle y ver como soportaba más ese cuerpo que el humano que antes poseyera; creía además que cuando se aburriera le asesinaría y entonces la “vida” que obtenía sería para nada. Igual que ella en esos momentos, Baptiste también se equivoco. Su creador estiro una mano amable en dirección a Baptiste y a su manera, lo destruyo.
– No se diga tonta, igual puede que alguien que vaya a matarle le avise. Ya debería de saber que los nuestros son peculiares y existen algunos que tienen ideas bastante extrañas así que mejor desconfíe, eso le mantendrá en este mundo mucho más tiempo del que espera – advirtió de manera amable, porque no pensaba ser él quien terminara con la existencia de aquella neófita.
Rió descarado ante el acto de protección de la inmortal que tenía frente a si.
– Esa manera de protegerse sería muy útil si es que no fuéramos tan fuertes como lo somos, si quisiera terminar contigo no sería muy complicado. Lo he hecho por más tiempo del que recuerdo – levanto las manos de manera inocente – pero no te haré nada ya que por tus palabras puedo deducir un no como respuesta – continuo con los sentidos atentos en lo que ella tenía por decir y ladeo ligeramente la cabeza escuchando atentamente lo que tenía que decir y pienso en que si él hubiera tenido una parte suya a la cual salvar, probablemente no estaría sufriendo lo que en esos momentos – Debe ser alentador saber que existe algo aún que puedas salvar de ti mismo y creo que si se esfuerza lo suficiente, será capaz de salvar tanto como quiera de si misma – los ojos de ambos se encontraron unos segundos y fue como ver un poco de esperanza en los ojos femeninos. Esperanza no únicamente para ella, sino también para él y por eso fue que le sonrío.
Quizás debía esforzarse un poco más, buscar algo a lo cual aferrarse para poder salvar algo de la humanidad que se estaba agotando dentro de él. Aún existan personas por las cuales podía luchar, sus hermanos; aunque ¿Le recibirían ellos? ¿Lo verían como el monstruo que era? Definitivo era que no sabría que sucedería si seguía estando ahí aislado. Tal cual lo decía la neófita, aquello no era lo que necesitaban.
– Extraño sin duda que ambos nos encontremos cuando planeamos justamente estar solos – la cercanía aumento y el tacto femenino le agrado, daba a Baptiste una calidez olvidada y una idea de cercanía que le encantaba. Las palabras de Victoria eran ciertas, no volverían a ver el sol y no vivirían nuevamente a ver un día; ambos pertenecían a las noches y eso nada podría cambiarlo – Creo que nos hemos encontrado por algún motivo, porque al final aquí, entre nosotros debe estar la respuesta que buscamos ante nuestra decisión. Si lo pienso detenidamente y me enfoco en pensar que todo acto sucede por algo, diré que nuestro encuentro es porque no necesitamos de la soledad que planeamos tener, aún en esos momentos, encontraremos a alguien que nos de una luz – suspiro – ¿Crees que seamos la luz que el otro requiere?
– No se diga tonta, igual puede que alguien que vaya a matarle le avise. Ya debería de saber que los nuestros son peculiares y existen algunos que tienen ideas bastante extrañas así que mejor desconfíe, eso le mantendrá en este mundo mucho más tiempo del que espera – advirtió de manera amable, porque no pensaba ser él quien terminara con la existencia de aquella neófita.
Rió descarado ante el acto de protección de la inmortal que tenía frente a si.
– Esa manera de protegerse sería muy útil si es que no fuéramos tan fuertes como lo somos, si quisiera terminar contigo no sería muy complicado. Lo he hecho por más tiempo del que recuerdo – levanto las manos de manera inocente – pero no te haré nada ya que por tus palabras puedo deducir un no como respuesta – continuo con los sentidos atentos en lo que ella tenía por decir y ladeo ligeramente la cabeza escuchando atentamente lo que tenía que decir y pienso en que si él hubiera tenido una parte suya a la cual salvar, probablemente no estaría sufriendo lo que en esos momentos – Debe ser alentador saber que existe algo aún que puedas salvar de ti mismo y creo que si se esfuerza lo suficiente, será capaz de salvar tanto como quiera de si misma – los ojos de ambos se encontraron unos segundos y fue como ver un poco de esperanza en los ojos femeninos. Esperanza no únicamente para ella, sino también para él y por eso fue que le sonrío.
Quizás debía esforzarse un poco más, buscar algo a lo cual aferrarse para poder salvar algo de la humanidad que se estaba agotando dentro de él. Aún existan personas por las cuales podía luchar, sus hermanos; aunque ¿Le recibirían ellos? ¿Lo verían como el monstruo que era? Definitivo era que no sabría que sucedería si seguía estando ahí aislado. Tal cual lo decía la neófita, aquello no era lo que necesitaban.
– Extraño sin duda que ambos nos encontremos cuando planeamos justamente estar solos – la cercanía aumento y el tacto femenino le agrado, daba a Baptiste una calidez olvidada y una idea de cercanía que le encantaba. Las palabras de Victoria eran ciertas, no volverían a ver el sol y no vivirían nuevamente a ver un día; ambos pertenecían a las noches y eso nada podría cambiarlo – Creo que nos hemos encontrado por algún motivo, porque al final aquí, entre nosotros debe estar la respuesta que buscamos ante nuestra decisión. Si lo pienso detenidamente y me enfoco en pensar que todo acto sucede por algo, diré que nuestro encuentro es porque no necesitamos de la soledad que planeamos tener, aún en esos momentos, encontraremos a alguien que nos de una luz – suspiro – ¿Crees que seamos la luz que el otro requiere?
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: This is not the end [Privado]
Qué aventurero se sentía hablar a ese nivel con alguien. No, no. Lo osado estaba en que estuvieran a solas. Tal vez eso tampoco; debía ser que él era un hombre y ella una mujer. O quizás, sin quererlo, se habían juntado las tres circunstancias. El nerviosismo de Victoria no hacía más que aumentar, y eso que ella no era una fémina de las tensas y torpes que derramaban manchas de aceite sobre el mantel con la misma facilidad en que respiraban. Es que la sensación de adrenalina no se iba. Si ya en los mortales el que el cuerpo experimentara fuerzas inusuales ya gatillaba esta arrebatada dosis de energía, en los inmortales esto no cambiaba en su esencia; sólo se triplicaba el vértigo.
—Espero que sí, señor. «Para siempre» es demasiado tiempo como para pasarlo a oscuras. Quiero saber que tenemos una opción, que no somos sólo un eco macabro que precede a la muerte. Me convirtieron a la fuerza, señor. No mostraron piedad, ni siquiera lástima. Dígame que usted puede enseñarme a conservar esa parte, antes de que olvide lo que es la conmiseración. —habló con gentil preocupación. Quería seguir siendo la Victoria que criaron sus abuelos— Tal vez no sea tarde para usted tampoco. Es el primer inmortal con que me topo que no me ve como un objeto, sino como una persona. Alguien que ve así es imposible que no tenga esperanza. Estoy segura de que---
Entonces, algo quebró su garganta y su discurso casi al mismo tiempo. Comenzó a gotear la noche, infecta en solitud, en los agudizados oídos de Victoria. Fue tan fuerte que la desconectó de lo que hacía. Comenzó a ver borrosos los bordes de lo que la rodeaba. Se tapó los tímpanos instintivamente con las manos sólo para descubrir horrorizada que no eran éstos los receptores de tan retorcida melodía, sino su nuevo y desarrollado sistema nervioso. Sus instintos al rojo vivo le anunciaban que se aproximaba un carruaje por un sendero a un par de kilómetros. Era ridículamente cerca. Dentro de ese medio de transporte se sentía hervir el calor, y si emanaba calor, entonces debía haber…
La golpeó la necesidad. «No, no otra vez» rogó. Pero sí, venía de nuevo y vendría cada vez que lo exigiese. La sed ya la había golpeado, impaciente, dos veces. Cada vez parecía más intolerable. Hasta siempre habría de ser alimento de las horas. Helena se arrodilló en la tierra, implorándole a la muerte que no la sedujera con imágenes de ella misma atravesando los bosques dejando un rastro de sangre detrás. Todo menos ser devorada por la premura de una nocturnidad alevosa. ¿Qué pasaría si se dejaba llevar? ¿Sería tan impía como aquellos que le robaron el rubor de sus mejillas y la belleza de lo finito? ¿Llegaría a ver llorar a sus víctimas lágrimas que no entendería?
Mas sus ángeles no contestaron; tendría que hacerse de otras deidades. Como pudo, estiró una de sus manos hacia delante como si buscare aferrarse de una rama salvadora en pleno diluvio. Así lo sentía. Se ahogaba, pero en vez de aceptarse como parte del caos para salvarse, luchaba.
—V-Vámonos de aquí, señor Baptiste. Este lugar detenta aires de traición. Hace un silencio atronador ¡y yo estoy oyendo en exceso! —comenzó a temblar en el piso. Si se le hubiera ocurrido desgarrarse el cuero cabelludo, habría tenido éxito en su fin— Tantas voces queriendo hablar a la vez… no puedo… me perturban. No sé si lo que entra por mis oídos es naturaleza viva o alucinaciones de esta condición. No puedo callarlas a todas. Dígame cómo. ¡Sáqueme, sáqueme!
El témpano de hielo anhelaba pintarse de carmesí.
—Espero que sí, señor. «Para siempre» es demasiado tiempo como para pasarlo a oscuras. Quiero saber que tenemos una opción, que no somos sólo un eco macabro que precede a la muerte. Me convirtieron a la fuerza, señor. No mostraron piedad, ni siquiera lástima. Dígame que usted puede enseñarme a conservar esa parte, antes de que olvide lo que es la conmiseración. —habló con gentil preocupación. Quería seguir siendo la Victoria que criaron sus abuelos— Tal vez no sea tarde para usted tampoco. Es el primer inmortal con que me topo que no me ve como un objeto, sino como una persona. Alguien que ve así es imposible que no tenga esperanza. Estoy segura de que---
Entonces, algo quebró su garganta y su discurso casi al mismo tiempo. Comenzó a gotear la noche, infecta en solitud, en los agudizados oídos de Victoria. Fue tan fuerte que la desconectó de lo que hacía. Comenzó a ver borrosos los bordes de lo que la rodeaba. Se tapó los tímpanos instintivamente con las manos sólo para descubrir horrorizada que no eran éstos los receptores de tan retorcida melodía, sino su nuevo y desarrollado sistema nervioso. Sus instintos al rojo vivo le anunciaban que se aproximaba un carruaje por un sendero a un par de kilómetros. Era ridículamente cerca. Dentro de ese medio de transporte se sentía hervir el calor, y si emanaba calor, entonces debía haber…
La golpeó la necesidad. «No, no otra vez» rogó. Pero sí, venía de nuevo y vendría cada vez que lo exigiese. La sed ya la había golpeado, impaciente, dos veces. Cada vez parecía más intolerable. Hasta siempre habría de ser alimento de las horas. Helena se arrodilló en la tierra, implorándole a la muerte que no la sedujera con imágenes de ella misma atravesando los bosques dejando un rastro de sangre detrás. Todo menos ser devorada por la premura de una nocturnidad alevosa. ¿Qué pasaría si se dejaba llevar? ¿Sería tan impía como aquellos que le robaron el rubor de sus mejillas y la belleza de lo finito? ¿Llegaría a ver llorar a sus víctimas lágrimas que no entendería?
Mas sus ángeles no contestaron; tendría que hacerse de otras deidades. Como pudo, estiró una de sus manos hacia delante como si buscare aferrarse de una rama salvadora en pleno diluvio. Así lo sentía. Se ahogaba, pero en vez de aceptarse como parte del caos para salvarse, luchaba.
—V-Vámonos de aquí, señor Baptiste. Este lugar detenta aires de traición. Hace un silencio atronador ¡y yo estoy oyendo en exceso! —comenzó a temblar en el piso. Si se le hubiera ocurrido desgarrarse el cuero cabelludo, habría tenido éxito en su fin— Tantas voces queriendo hablar a la vez… no puedo… me perturban. No sé si lo que entra por mis oídos es naturaleza viva o alucinaciones de esta condición. No puedo callarlas a todas. Dígame cómo. ¡Sáqueme, sáqueme!
El témpano de hielo anhelaba pintarse de carmesí.
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/03/2014
Re: This is not the end [Privado]
– Para siempre es únicamente una palabra. En realidad la opción de escape de esa cantidad inagotable de tiempo yace en nuestras propias manos y es probable que en algún momento aceptemos estirar la mano y tomar esa maravillosa oportunidad de desvanecernos, cual humanos comunes, de quienes solo quedaran recuerdos que también serán olvidados – En aquel lugar, con aquella compañía y los pensamientos de destrucción y vació que tenía en el interior le llevaban a hablar de cosas que en otros momentos le parecían ser solamente palabras al aire, pero que en esos momentos , adquirirán el sentido del que antes carecieron. Una sonrisa de pesar apareció en sus labios. Quería llevar paz al alma de aquella criatura que se encontraba confusa, pero ni él mismo sabía las respuestas que los más antiguos podían darles – creo que pocos son en realidad los que se entregan a esta condición de manera voluntaria. Somos en ciertos aspectos parecidos; así que hasta donde soy capaz de conocer y de lo que puedo hablar, es que ver a los otros como personas, creo que se pierde con el tiempo – admitió aquello – pero igual creo que con el contacto con los mortales, puede mantenerse la esencia humana en nosotros. Claro que – se encogió de hombros – es una mera teoría. No soy tan viejo como para asegurarle que funcionara.
Se había centrado en aquellos pensamientos, dejando de lado la realidad que les rodeaba y que hacía regresar a Victoria a la naturaleza que ahora poseía y que no podía evitar más. A lo lejos Baptiste se daba cuenta del carruaje y los sonidos del interior, pero para él no significaban lo que a ella; así que fue hasta que la neófita se cubrió los oídos que el vampiro centro su atención, pendiente de cualquier movimiento que ella fuera a efectuar.
– ¿Te encuentras bien? – Él mismo sabía que no era de esa manera. Cuando fue convertido él mismo había hecho aquellas cosas, en un intento inútil de evitar convertirse en los monstruos que antes cazaba, pero termino por darse cuenta de que aquello solo empeoraba la sed y las matanzas eran mayores y salvajes, dejando en él una culpabilidad que aprendi a su superar y que ahora no era nada. La distancia que separaba ambos se volvió prácticamente nula y la mano de Baptiste fue a dar a la figura femenina, congelada en aquella perfecta edad en la que seguiría eternamente.
– Puedo sacarte de aquí, llevarte a otro sitio donde las cosas te parecerán mejores – Con fuerza tomo una de las manos de ella y le ayudo a incorporarse para caminar en la dirección contraria a donde se encontraban los mortales del carruaje. Lo hacía sin prisa, necesitaba terminar de advertirle lo que sería después de ella – pero nada será mejor Victoria. Las cosas serán cada vez peores; las voces, la sed, el dolor y la culpa.¿Quieres escapar? ¡Hazlo! más se volverá inútil, tarde o temprano beberás. Tu cuerpo lo necesita y – se detuvo – Podremos aún tratarnos como personas pero no somos personas. Somos muertos y los vivos, son nuestra presa – le miro entonces y se permitió una vez más abrazar aquella naturaleza y dejar de lado los sentimentalismos de un ser mortal, que no era – ¿Hace cuanto que no bebes? – dijo para después sonreír. Una sonrisa cargada del deseo de la sangre de aquellos que se habían metido en zonas equivocadas.
Se había centrado en aquellos pensamientos, dejando de lado la realidad que les rodeaba y que hacía regresar a Victoria a la naturaleza que ahora poseía y que no podía evitar más. A lo lejos Baptiste se daba cuenta del carruaje y los sonidos del interior, pero para él no significaban lo que a ella; así que fue hasta que la neófita se cubrió los oídos que el vampiro centro su atención, pendiente de cualquier movimiento que ella fuera a efectuar.
– ¿Te encuentras bien? – Él mismo sabía que no era de esa manera. Cuando fue convertido él mismo había hecho aquellas cosas, en un intento inútil de evitar convertirse en los monstruos que antes cazaba, pero termino por darse cuenta de que aquello solo empeoraba la sed y las matanzas eran mayores y salvajes, dejando en él una culpabilidad que aprendi a su superar y que ahora no era nada. La distancia que separaba ambos se volvió prácticamente nula y la mano de Baptiste fue a dar a la figura femenina, congelada en aquella perfecta edad en la que seguiría eternamente.
– Puedo sacarte de aquí, llevarte a otro sitio donde las cosas te parecerán mejores – Con fuerza tomo una de las manos de ella y le ayudo a incorporarse para caminar en la dirección contraria a donde se encontraban los mortales del carruaje. Lo hacía sin prisa, necesitaba terminar de advertirle lo que sería después de ella – pero nada será mejor Victoria. Las cosas serán cada vez peores; las voces, la sed, el dolor y la culpa.¿Quieres escapar? ¡Hazlo! más se volverá inútil, tarde o temprano beberás. Tu cuerpo lo necesita y – se detuvo – Podremos aún tratarnos como personas pero no somos personas. Somos muertos y los vivos, son nuestra presa – le miro entonces y se permitió una vez más abrazar aquella naturaleza y dejar de lado los sentimentalismos de un ser mortal, que no era – ¿Hace cuanto que no bebes? – dijo para después sonreír. Una sonrisa cargada del deseo de la sangre de aquellos que se habían metido en zonas equivocadas.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: This is not the end [Privado]
Era como si tratasen alcanzarla desde el fondo de la oscuridad, de en medio de un callejón turbio y engañoso, arrastrándola, pero no prometiendo llevarla a ninguna parte que aliviara ese dolor. ¿El dolor de qué? De existir, por supuesto. Permanecería Victoria eternamente como una brisa entre los árboles, invisible para la vida, pero no para la muerte. Había colgado su sombrero de paja para el sol y cogido un lazo negro para el cuello, para tapar la marca de la vergüenza que le había robado el color de las mejillas y la luz de los días.
La pérdida… eso escuchaba. Eso invadía sus oídos cual galope al empedrado. No paraba; aumentaba incluso. Ni Baptiste, con toda su gentil atención, la desviaba. Era parte de su naturaleza neófita. Era imposible esconderse de ella, por mucho que se huyera. Baptiste tenía razón; las cosas no mejorarían. Victoria no podía aceptarlo. ¡No! ¿Por qué alguien castigaría una inmortalidad que no eligió con sufrimiento? No era justo.
No consiguió caminar más que unos metros con Baptiste hasta que se frenó en seco y lo tomó fuertemente de los antebrazos, como si una fuerza exógena la succionara y requiriese de un pilar urgentemente. Helena intentaba tomar aire de manera frenética, acompañada de un sonido que recordaba al interior de las caracolas. Confundía la sensación de ahogarse con la sed, o quería creer que lo que necesitaba era oxígeno. En el fondo lo sabía: iría lentamente olvidando las sensaciones humanas y reemplazándolas por
—No… no, no puedo creer eso. Usted ha visto tanto, no me puede mentir. Si alguien sabe lo que hay más allá, es usted. Tiene que mejorar. Todo cambia. —su miedo reprimido y subconsciente brotaba a la existencia con angustia. Pensó que iba a desmayarse en los brazos de Baptiste— Está tan oscuro. Encienda una luz. No juegue a cortarle las alas a quien no puede volar; es cruel.
Condenó a sus párpados caer, a tensarse uno contra el otro. No quería ver a quienes deseaba para alimentarse, pero tampoco podía mirar a Baptiste a los ojos; verse reflejada en esos mares sólo la hacía sentir vergüenza de ella misma. ¿Dónde estaba Victoria? No la reconocía. Tampoco se atrevía a llamarla desde las tinieblas, porque daba la impresión de que no hubiera vivido nunca. Sujeta a ciegas a los brazos de aquel hombre lo supo: su semblante se había ennegrecido; se desharía en sangre cada noche más conforme las penumbras se alargaran y su resistencia adelgazara.
¡Qué pavor tenía a esas venas regordetas que la llamaban a la distancia! Quería ir allí, llegar hasta ellas. Era prácticamente horror, una especie de terror onírico, el espanto que le producía observarse destajando a otras personas. Si estuviese sola en un pozo sin fondo, como un guijarro arrojado a la nada, sería libre en su prisión, y más feliz que quienes corrían a su arbitrio; no tendría lugar esa pesadumbre, ese infierno. Podría amar la soledad y ser dichosa antes de que el hambre la matara. Pero soñar no alejaría los gritos de imperiosa necesidad.
—Ese es el problema, señor. Esta misma tarde bebí. Pero quiero. Siento que quiero y que necesito. Puedo verlos en su pavor, oírlos chillar de dolor ante la saciedad de esta sed maldita. ¿Por qué necesito esto? ¿Por qué no para? ¡Ya es suficiente! —sus rodillas flaquearon y la llevaron al piso sin soltar los brazos de Baptiste. Lo miraba suplicante, como cayendo a un abismo y solamente existiese él como parte de un mundo igualmente turbio, pero conocido— Tengo miedo. Y no me sorprendería que usted tuviera miedo de sí mismo y de su propia infelicidad.
La pérdida… eso escuchaba. Eso invadía sus oídos cual galope al empedrado. No paraba; aumentaba incluso. Ni Baptiste, con toda su gentil atención, la desviaba. Era parte de su naturaleza neófita. Era imposible esconderse de ella, por mucho que se huyera. Baptiste tenía razón; las cosas no mejorarían. Victoria no podía aceptarlo. ¡No! ¿Por qué alguien castigaría una inmortalidad que no eligió con sufrimiento? No era justo.
No consiguió caminar más que unos metros con Baptiste hasta que se frenó en seco y lo tomó fuertemente de los antebrazos, como si una fuerza exógena la succionara y requiriese de un pilar urgentemente. Helena intentaba tomar aire de manera frenética, acompañada de un sonido que recordaba al interior de las caracolas. Confundía la sensación de ahogarse con la sed, o quería creer que lo que necesitaba era oxígeno. En el fondo lo sabía: iría lentamente olvidando las sensaciones humanas y reemplazándolas por
—No… no, no puedo creer eso. Usted ha visto tanto, no me puede mentir. Si alguien sabe lo que hay más allá, es usted. Tiene que mejorar. Todo cambia. —su miedo reprimido y subconsciente brotaba a la existencia con angustia. Pensó que iba a desmayarse en los brazos de Baptiste— Está tan oscuro. Encienda una luz. No juegue a cortarle las alas a quien no puede volar; es cruel.
Condenó a sus párpados caer, a tensarse uno contra el otro. No quería ver a quienes deseaba para alimentarse, pero tampoco podía mirar a Baptiste a los ojos; verse reflejada en esos mares sólo la hacía sentir vergüenza de ella misma. ¿Dónde estaba Victoria? No la reconocía. Tampoco se atrevía a llamarla desde las tinieblas, porque daba la impresión de que no hubiera vivido nunca. Sujeta a ciegas a los brazos de aquel hombre lo supo: su semblante se había ennegrecido; se desharía en sangre cada noche más conforme las penumbras se alargaran y su resistencia adelgazara.
¡Qué pavor tenía a esas venas regordetas que la llamaban a la distancia! Quería ir allí, llegar hasta ellas. Era prácticamente horror, una especie de terror onírico, el espanto que le producía observarse destajando a otras personas. Si estuviese sola en un pozo sin fondo, como un guijarro arrojado a la nada, sería libre en su prisión, y más feliz que quienes corrían a su arbitrio; no tendría lugar esa pesadumbre, ese infierno. Podría amar la soledad y ser dichosa antes de que el hambre la matara. Pero soñar no alejaría los gritos de imperiosa necesidad.
—Ese es el problema, señor. Esta misma tarde bebí. Pero quiero. Siento que quiero y que necesito. Puedo verlos en su pavor, oírlos chillar de dolor ante la saciedad de esta sed maldita. ¿Por qué necesito esto? ¿Por qué no para? ¡Ya es suficiente! —sus rodillas flaquearon y la llevaron al piso sin soltar los brazos de Baptiste. Lo miraba suplicante, como cayendo a un abismo y solamente existiese él como parte de un mundo igualmente turbio, pero conocido— Tengo miedo. Y no me sorprendería que usted tuviera miedo de sí mismo y de su propia infelicidad.
H. Victoria Kettleburn- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/03/2014
Re: This is not the end [Privado]
Ambos pertenecían a las sombras y sabían en el fondo de sus seres que les sería imposible escapar. La muerte definitiva sería un acto meramente cobarde y ¿Quién garantizaba que cuando dejaran de existir tendrían descanso? Sus almas habían sido corrompidas y de eso no existía salida alguna, ni siquiera en la muerte. Estando al lado de Victoria se daba cuenta de que escapar no les llevaba a ninguna lado y recordaba entonces unas palabras que solían ser sabiduría popular, por llamarlas de alguna manera. “Si no puedes con el enemigo, unete a él” Eso era lo que debía hacerse, aceptar al enemigo como una extensión de ellos, como parte de lo que eran y siempre serían; quizás de esa manera dejaran de sufrir al menos un poco y lentamente cambiaran todo aquello que les rodeaba.
Primero trato de alejarla de aquel lugar pero se detuvo y decidió que lo mejor era dejar que la naturaleza de vampiro de Victoria corriera libremente. Ella aprendería a abrazar su naturaleza, ya fuera por las buenas o por las malas. Le miro con pesar al verla respirar con desesperación, recordando él aquellos inicios en los que la sed era lo único que invadía su mente y el deseo porque aquel liquido carmesí que mantenía con vida a los mortales, recorriera lentamente su cuerpo, llenándole de la vida que nunca más volvería a tener. Sus palabras a la neófita fueron firmes a pesar de la pena que le causaba ver a una criatura tan frágil y hermosa como ella sufrir. Negó ante las palabras de Victoria.
– Las cosas no cambian, se vuelven más tolerables y aprendemos a vivir de esa manera, pero las cosas no cambian, seguiremos estando con esta apariencia, con esta sed que te consume por dentro y que exige que bebas para mantenerte – el sufrimiento en las palabras femeninas era notorio – No pienso engañarte, haría un peor daño si te miento diciendo que todo estará mejor; ahora debe parecerte cruel de mi parte la manera en que te digo estas verdades, pero en el futuro espero que pienses en mi y te des cuenta de que mi sinceridad te ha ayudado.
La joven estaba cayendo y caer era terrible, por eso es que Baptiste le invitaba a dejar de luchar a unirse a la oscuridad y volverse una con ella, de esa manera todo sería mucho mejor. Despojarse lentamente de los pensamientos y sentimientos humanos era en gran parte lo que mantenía a los inmortales viviendo durante muchos años. El inmortal ahora caía en cuenta de que había sufrido de un momento en que separaba su existencia de la oscuridad pero ahora, nuevamente y en parte por Victoria, se dejaba envolver en ella.
Le miro comprendiendo que su pesar era enorme, pero no existía forma de evitarlo si ella continuaba con aquella mente humana.
– Tu cuerpo esta adaptandose a esta nueva clase de vida, por eso necesitas mucha más sangre que la de los demás. Con el tiempo te acostumbraras y la sangre que bebas será solo la que necesites para subsistir pero escucharme atentamente Victoria – le sujeto las manos con firmeza mientras ella parecía comenzar a caer – No eres más humana, granate bien eso. Las circunstancias te han llevado a ser algo que no deseabas pero que finalmente eres, deja de pensar como los mortales – bufo ante sus palabras – Tengo miedo, por supuesto, todos lo tenemos pero no vamos a dejar que eso nos venza ¿o si? – se inclino hasta quedar cerca del oído de la neófita – Escucha los latidos que te llaman, tanto tu como yo queremos la sangre que corre por aquellas venas que nos susurran – sonrío – ¿No quieres que la sed termine? Vamos, sígueme – tiro de ella para ayudarle a incorporarse y la sostuvo cerca – No estarás sola, estaremos juntos. Dejemos que la oscuridad nos devore esta noche.
Primero trato de alejarla de aquel lugar pero se detuvo y decidió que lo mejor era dejar que la naturaleza de vampiro de Victoria corriera libremente. Ella aprendería a abrazar su naturaleza, ya fuera por las buenas o por las malas. Le miro con pesar al verla respirar con desesperación, recordando él aquellos inicios en los que la sed era lo único que invadía su mente y el deseo porque aquel liquido carmesí que mantenía con vida a los mortales, recorriera lentamente su cuerpo, llenándole de la vida que nunca más volvería a tener. Sus palabras a la neófita fueron firmes a pesar de la pena que le causaba ver a una criatura tan frágil y hermosa como ella sufrir. Negó ante las palabras de Victoria.
– Las cosas no cambian, se vuelven más tolerables y aprendemos a vivir de esa manera, pero las cosas no cambian, seguiremos estando con esta apariencia, con esta sed que te consume por dentro y que exige que bebas para mantenerte – el sufrimiento en las palabras femeninas era notorio – No pienso engañarte, haría un peor daño si te miento diciendo que todo estará mejor; ahora debe parecerte cruel de mi parte la manera en que te digo estas verdades, pero en el futuro espero que pienses en mi y te des cuenta de que mi sinceridad te ha ayudado.
La joven estaba cayendo y caer era terrible, por eso es que Baptiste le invitaba a dejar de luchar a unirse a la oscuridad y volverse una con ella, de esa manera todo sería mucho mejor. Despojarse lentamente de los pensamientos y sentimientos humanos era en gran parte lo que mantenía a los inmortales viviendo durante muchos años. El inmortal ahora caía en cuenta de que había sufrido de un momento en que separaba su existencia de la oscuridad pero ahora, nuevamente y en parte por Victoria, se dejaba envolver en ella.
Le miro comprendiendo que su pesar era enorme, pero no existía forma de evitarlo si ella continuaba con aquella mente humana.
– Tu cuerpo esta adaptandose a esta nueva clase de vida, por eso necesitas mucha más sangre que la de los demás. Con el tiempo te acostumbraras y la sangre que bebas será solo la que necesites para subsistir pero escucharme atentamente Victoria – le sujeto las manos con firmeza mientras ella parecía comenzar a caer – No eres más humana, granate bien eso. Las circunstancias te han llevado a ser algo que no deseabas pero que finalmente eres, deja de pensar como los mortales – bufo ante sus palabras – Tengo miedo, por supuesto, todos lo tenemos pero no vamos a dejar que eso nos venza ¿o si? – se inclino hasta quedar cerca del oído de la neófita – Escucha los latidos que te llaman, tanto tu como yo queremos la sangre que corre por aquellas venas que nos susurran – sonrío – ¿No quieres que la sed termine? Vamos, sígueme – tiro de ella para ayudarle a incorporarse y la sostuvo cerca – No estarás sola, estaremos juntos. Dejemos que la oscuridad nos devore esta noche.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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