Las heridas abiertas ocasionan las mejores venganzas. || Privado

por **Priya** Dom Nov 15, 2015 8:59 pm

Priya llevaba una semana en una casa para refugiados. En ella se la pasaba en una esquina, en ocasiones intentaba hablar para pedir algo, pero todos pasaban de ella; le tenían miedo. Aunque le habían dado techo y aseguraban que no le haría daño a nadie. Lo cierto es que nadie la liberaba. Se la pasaba amarrada de las manos, y el bozal nadie se lo quitaba. La alimentación que recibía era a base de líquidos, se lo notaba muy delgada, incluso su rostro pálido parecía de un enfermo que estaba a punto de perder su vida. No se quejaba, era mejor que encontrarse maltratada por los hombres del barco, quienes en algunas ocasiones la molestaban con algunos palos, los que intentaban incrustar en sus costillas.

Dentro de aquel lugar, la mujer se sentía en medio de la selva. La conducta humana le resultaba interesante. Muchos de ellos queriendo ayudar al otro, pero también sacando ventaja. Por eso no creía en los humanos, los animales eran más leales, mucho más amorosos que ellos. Lo comprobaba por sus cadenas, y claro, por su estomago rugiendo, exigiendo a cada momento que se le diera un poco más de alimento.

La semana había pasado muy rápido. Tanto que la última noche se anunció el toque de queda, la luna llena apareció, y aunque muchos no sabían la realidad de las criaturas de la noche, sus supersticiones eran más grandes. Cuando creyó que era momento de dormir, la mujer se acomodó, cerró los ojos, y esperó a que el cansancio la abrazara, cuando estuvo a punto de ocurrir, las cadenas fueron jaladas con fuerza. Un quejido se hizo presente, la brusquedad con que la jalaron le causó daño, pero no dijo más, ya se encontraba acostumbrada. Avanzó a pie como pudo. Siguió el camino que le fue marcado, y también se quedó tranquila cuando la dejaron en medio de la nada. Lo supo con rapidez, la habían abandonado, y aquello era parte de un sacrificio.

La gitana avanzó con tranquilidad por el bosque. Las cadenas que sosteniendo sus manos las enrolló también entre sus brazos, su cuello, y el pecho. Si alguien llegaba a verla, estaba segura que saldría corriendo, o probablemente creería que era un ser demoniaco. Nada tenía que ver. Su aura era blanca, su alma pura, su cuerpo virgen, lo único malo que se le podía observar era el dolor, el enojo y las ganas de armar una venganza que fuera recordada por el resto de los días de todo aquel que la conociera. Así fue que llegó a una estructura vieja. El olor a podrido no se hizo esperar. La humedad de las paredes la hicieron estornudar, pero no se quejo. Sabía que a pesar de la luna llena estaba a punto de llover, que en cualquier momento el agua fuerte podría hacerla morir si pisaba alguna superficie. Aún tenía fe que sus próximos años serían buenos. No tenía porque ser positiva, pero lo era. Sabía que algo grande le venía.

Priya guardó silencio. Se concentró en pensar que debía hacer para quitarse sus cadenas, pero no sabía como, al menos sin que se hiciera daño.

Su respiración pasó de ser intranquila a mostrar una confianza y seguridad absurda. Se notaba ya más estable, incluso su cuerpo no se notaba a la defensiva. Chasqueó la lengua, y observó a su alrededor, quizás podría encontrar algo con que alimentarse. En ese momento incluso un animal muerto podría ser una buena opción. Por el olor nadie se acercaría a esa zona, así que por esa noche la vida seguiría en ella.

Tarareó. Sólo un momento, porque una sombra, un reflejo y un sonido la sacaron de su tranquilidad.

— Debe ser un ingenuo, y también suicida si se encuentra aquí, más aún si quiere o piensa intentar atacarme, soy bastante peligrosa — Enseñó las cadenas que adornaban su cuerpo. El miedo le servía en ese momento, era una buena señal para tener a alguien lejos, para no correr riesgos, debía aprovechar aquella imagen que le habían implantado eso la mantendría con vida, al menos hasta quitarse sus barrotes y poder limpiar las habladurías de ella.

Lo que en realidad no sabía, era que quizás ni el miedo la salvaría, y que la que debía correr en ese instante era ella, porque se encontraba frente a una criatura que era más peligrosa que la vida misma.