AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
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La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Con su usual cara de arrogancia, el hechicero se encaminaba por las calles de París para una misión en específico, ayudar a la Orden de la Rosa Escarlata para sacar a alguien que bajo alguna causa que nunca le explicaron quedó atrapado en alguna cosa de la que tampoco supieron referirle información en la carta que le hicieron llegar una mañana de la semana anterior.
Su actitud no era de extrañarse, simplemente él no estaba acostumbrado a que se le dieran ordenes y cumplirlas mucho menos, pero estaba en deuda con aquella organización y para ese rubio despeinado y desaliñado para su clase y época las deudas de vida eran cuestión de honor, así que sin más remedio se limitó a responder de inmediato que allí estaría en la hora y lugar indicados.
Su cigarrillo iba dejando la estela de un aroma fuerte y penetrante para sus sentidos y el de los escasos hombres y mujeres que pasaban a sus costados, todos ellos tosían o trataban de ahuyentar el olor con alguna ademán discreto como lo hacían las mujeres con sus abanicos. Ese era el panorama pintoresco del que Constantine disfrutaba y se mofaba siempre, era todo un espectáculo ver y contemplar el prejuicio humano que se practicaba silenciosamente, caras y gestos eran sin duda la única manera de lenguaje a interpretar con nulo indice de error. Al hechicero no le importaba en lo más mínimo ni tampoco se inmutaba, simplemente caminaba normal con las manos en los bolsillos de su típica gabardina marrón y una mueca maliciosa en el rostro.
Al poco tiempo se distrajo, las calles dejaron de estar más pobladas de lo normal puesto que ya empezaba hacerse demasiado tarde para “los simples mortales” como Constantine llamaba al resto de sus semejantes continuamente. Ahora su mente se dispersaba en un va y ven de suposiciones y de conclusiones algo disparatadas -¿Porque en un museo específicamente?- musitaba para si, perdiendo su vista en el frente donde no había más que bancos de neblina por lo bajo en todas direcciones -¿Acaso estos idiotas se han vuelto reverentemente locos?- negó meditabundo -Estaría de acuerdo- siguió pensando -Si se tratará de un museo de reliquias pasadas de siglo, de basura histórica que quizás pueda ocuparse de alguna modo para hechizar a alguien con esas baratijas…. ¿Pero en un museo de arte? ¿Que puede haber en el maldito museo de Louvre?-
Sus pasos se detuvieron tan pronto chocaron con esa extraña linea en la que el museo estaba ubicado, siempre le había intrigado la verdadera historia de aquel monolito de historia de la pintura, entre exorcistas y otros más dedicados a asuntos paranormales que envolvían a la historia de la humanidad se decían cosas sobre ese lugar, algunas cuantas aceptables y creíbles mientras que otras muy descabelladas y fuera de lugar. Constantine no era tan tonto, sabía de cuales fiarse y de cuales no, pero de aquellas hipótesis de las que se aficionaba deseaba conocer todo al respecto. Si, un ateo gracias a Dios en potencia.
Contempló aquello por unos momentos más, volviendo a recordar historia por historia de manera breve y sustanciosa, hombre insolente que a lo único que le guardaba respeto era a la pintura y el arte escrito se atrevió a profanar el santuario intentado abrirlo sin éxito alguno -¿Que esperabas idiota?- se reprendió por si solo poniendo sus ojos ligeramente en blanco. Finalmente de su bolsillo salió su mano desprovista de abrigo, blanca y pálida tiritando de frío << Aperta >> pronunció en voz alta y de su mano una luz verde incandescente abrió las puertas con suavidad como si hubiese metido las llaves mismas en las cerraduras.
Avanzó sigiloso, dejando atrás las puertas que ni siquiera se molesto en regresar a su estado original para ser descubierto. El lugar era tan silencioso y frío como el resto de las calles de París con la única diferencia de que este último tenia la luz de la luna y el museo tenía la luz verde esmeralda que brotaba de la mano de Constantine en forma de una llama diminuta pero poderosa capaz de iluminar hasta el más pequeño rincón de las obras que allí se encontraban expuestas y guardadas, descansando de tanto ser observadas.
De pronto justo detrás de él, el eco estridente de unos pasos hicieron perder la atención en los artículos que había al lado de cada pieza. Pensando en que quizás alguien lo había descubierto, corrió lo más pronto que pudo a ocultarse tras un pilar sin reparar que era lo que tenía por el frente, apagó la luz y en su lugar un destello discreto de rojo escarlata se asomaba por sus dedos de ambas manos, estaba listo para atacar con magia a quien intentara matarlo. Era su culpa dejar las puertas abiertas y el lo sabia más no por ello, era sinónimo de que lo aceptaría.
Su actitud no era de extrañarse, simplemente él no estaba acostumbrado a que se le dieran ordenes y cumplirlas mucho menos, pero estaba en deuda con aquella organización y para ese rubio despeinado y desaliñado para su clase y época las deudas de vida eran cuestión de honor, así que sin más remedio se limitó a responder de inmediato que allí estaría en la hora y lugar indicados.
Su cigarrillo iba dejando la estela de un aroma fuerte y penetrante para sus sentidos y el de los escasos hombres y mujeres que pasaban a sus costados, todos ellos tosían o trataban de ahuyentar el olor con alguna ademán discreto como lo hacían las mujeres con sus abanicos. Ese era el panorama pintoresco del que Constantine disfrutaba y se mofaba siempre, era todo un espectáculo ver y contemplar el prejuicio humano que se practicaba silenciosamente, caras y gestos eran sin duda la única manera de lenguaje a interpretar con nulo indice de error. Al hechicero no le importaba en lo más mínimo ni tampoco se inmutaba, simplemente caminaba normal con las manos en los bolsillos de su típica gabardina marrón y una mueca maliciosa en el rostro.
Al poco tiempo se distrajo, las calles dejaron de estar más pobladas de lo normal puesto que ya empezaba hacerse demasiado tarde para “los simples mortales” como Constantine llamaba al resto de sus semejantes continuamente. Ahora su mente se dispersaba en un va y ven de suposiciones y de conclusiones algo disparatadas -¿Porque en un museo específicamente?- musitaba para si, perdiendo su vista en el frente donde no había más que bancos de neblina por lo bajo en todas direcciones -¿Acaso estos idiotas se han vuelto reverentemente locos?- negó meditabundo -Estaría de acuerdo- siguió pensando -Si se tratará de un museo de reliquias pasadas de siglo, de basura histórica que quizás pueda ocuparse de alguna modo para hechizar a alguien con esas baratijas…. ¿Pero en un museo de arte? ¿Que puede haber en el maldito museo de Louvre?-
Sus pasos se detuvieron tan pronto chocaron con esa extraña linea en la que el museo estaba ubicado, siempre le había intrigado la verdadera historia de aquel monolito de historia de la pintura, entre exorcistas y otros más dedicados a asuntos paranormales que envolvían a la historia de la humanidad se decían cosas sobre ese lugar, algunas cuantas aceptables y creíbles mientras que otras muy descabelladas y fuera de lugar. Constantine no era tan tonto, sabía de cuales fiarse y de cuales no, pero de aquellas hipótesis de las que se aficionaba deseaba conocer todo al respecto. Si, un ateo gracias a Dios en potencia.
Contempló aquello por unos momentos más, volviendo a recordar historia por historia de manera breve y sustanciosa, hombre insolente que a lo único que le guardaba respeto era a la pintura y el arte escrito se atrevió a profanar el santuario intentado abrirlo sin éxito alguno -¿Que esperabas idiota?- se reprendió por si solo poniendo sus ojos ligeramente en blanco. Finalmente de su bolsillo salió su mano desprovista de abrigo, blanca y pálida tiritando de frío << Aperta >> pronunció en voz alta y de su mano una luz verde incandescente abrió las puertas con suavidad como si hubiese metido las llaves mismas en las cerraduras.
Avanzó sigiloso, dejando atrás las puertas que ni siquiera se molesto en regresar a su estado original para ser descubierto. El lugar era tan silencioso y frío como el resto de las calles de París con la única diferencia de que este último tenia la luz de la luna y el museo tenía la luz verde esmeralda que brotaba de la mano de Constantine en forma de una llama diminuta pero poderosa capaz de iluminar hasta el más pequeño rincón de las obras que allí se encontraban expuestas y guardadas, descansando de tanto ser observadas.
De pronto justo detrás de él, el eco estridente de unos pasos hicieron perder la atención en los artículos que había al lado de cada pieza. Pensando en que quizás alguien lo había descubierto, corrió lo más pronto que pudo a ocultarse tras un pilar sin reparar que era lo que tenía por el frente, apagó la luz y en su lugar un destello discreto de rojo escarlata se asomaba por sus dedos de ambas manos, estaba listo para atacar con magia a quien intentara matarlo. Era su culpa dejar las puertas abiertas y el lo sabia más no por ello, era sinónimo de que lo aceptaría.
Neil Constantine- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 02/08/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Allan anotaba veloz las siguientes palabras en una hoja suelta de tantas que tenía en su escritorio:
El lenguaje de las flores era uno de los medios de comunicación más utilizados en la época en que Allan vivía, era una útil herramienta si se pretendía enviar mensajes codificados, fuera mediante un arreglo o en forma de poesía, así que siendo esa una de sus especialidades decidió utilizarla como un recurso del que pudiera valerse para dar aviso que la Orden de la Rosa Escarlata le encomendó.
Volvió a leer el mensaje para verificar que no hubiese cometido ni un solo error, para ser sincero con el mismo la situación lo ponía en extremo nervioso, hacía mucho que dejó de ser un “Profeta” dentro de la Orden y pese a todo podía hacer memoria y no recordaba ningún suceso de aquellas dimensiones, nunca requirió verdaderamente enviar mensajes secretos ni reunirse a horas tardías para entrar de forma ilegal a un museo para sacar a un prisionero de allí, mucho menos si era el líder de la facción a la que pertenecía.
-La Orden de la Rosa Escarlata, ajá- leía para él en voz alta -Espera su obediencia, puesto que la esperanza se pierde, bien, vamos bien- volvió a asentir -Y la inestabilidad esta presente, esperan que pueda ayudarlos a resolver el misterioso escándalo de la desaparición de uno de los miembros más importantes, se descubrió, fue encerrado entre los cuadros del museo de Louvre, perfecto- aclamaba con entusiasmo -Se necesita de su habilidad mágica para que el hecho pueda hacerse justicia…- había traducido todo el código sin error por tanto el remitente no tendría la menor dificultad en saber que era lo que trataba de trasmitir -¡Estupendamente Allan!- se felicitó y sin perder un minuto más firmó la hoja y la envió con un chaval que se ofreció por unas cuantas monedas. Satisfecho con su trabajo, fue alistarse para el encuentro y la inesperada aventura que suscitaría esa misma noche.
Por las calles vacías y silenciosas alrededor del museo podía percibirse en ambiente pesado y misterioso, mientras el clima se le antojaba estar fresco y con una pequeña brisa helada acompañada de niebla por aquellos días decembrinos. Allan miró de un lugar a otro y descubrió que las puertas del museo estaban abiertas de par en par, ¿Habrían interceptado el mensaje quizás?, resultaba imposible de creer cuando el mismo mensajero le juro que había cumplido su misión y le mostró las manos vacías, vaciló por un momento y examinó nervioso todo su cuerpo, no llevaba nada para defenderse más que un libro de pasta dura color marrón y ribetes dorados, pensó en marcharse… ¿Pero si aquel hombre había sido capturado por el enemigo?, sabía que era un mago o un hechicero pero también los “Eternos” poseían en sus filas a uno de los más peligrosos pese a su corta edad, se aventuro a entrar a sabiendas que un libro no seria ninguna amenaza para la magia negra.
Miro de un extremo a otro, con libro por delante de él, pinturas, esculturas, acuarelas… no había nadie más, todo oscuro, salvo pequeños rincones iluminados por la salida luz de la luna que se filtraba a sus espaldas por la puerta abierta -¡La puerta!- recordó y como pudo cerro la entrada, sin saber si no se había cavado con ello su propia tumba. Encendió un cerillo y continuó caminando hasta que una figura detrás de un pilar desprendía una extraña luz de su mano expuesta. Por el aroma a cigarrillos supo que no tenía nada que temer y bajo la retaguardia -Salga de allí Constantine solo soy yo Allan, de la facción de los Profetas- tras lo dicho la luz delante de él cambió sutilmente a un tono más armonioso que asemejaba a la luz de una vela -Lamento haberlo tomado por sorpresa- se disculpo nerviosamente -Pero vi la puerta abierta y temí lo peor, con esto de que Los “Eternos” también están muy escurridizos últimamente en nuestros asuntos, tratando de frustrarlos, pues…- se encogió de hombros -Bien, espero que haya entendido el mensaje en su completa totalidad por que requiero su ayuda y no hay mucho tiempo.- clamó con advertencia -Uno de los miembros más importantes de la Orden desapareció hace más de medio año y nadie parecía conocer su paradero, un informante infiltrado en las filas de Cetanu le confesó a Severian que el líder de los Profetas fue encerrado en uno de estos cuadros con las habilidades de un hechicero joven, el cuadro fue pintado por el mismo Vasili pero bajo otro seudónimo del que ni el mismo infiltrado supo informarnos…- caminaba rápidamente en linea recta en dirección al tope de pared -Pasé días enteros aquí, buscando algo inusual en los cuadros hasta que me percate de uno con demasiado… movimiento- inclinó la cabeza el escritor para indicarle que lo siguiera más a prisa -Y movimiento me refiero a que los protagonistas en su mayoría cambian de posición constantemente, pero… además pude ver entre los “aparentemente retratados” alguien parecido por no decir igual a Lot- caminaron un par de cuadros hasta llegar al final del pasillo principal donde reposaba un enorme mural, con una escena campestre sacada del medievo -Aquí, es este- indicó, dirigiendo su vista a todas direcciones con la panoja carcomiendo sus nervios.
“El rosal espera que emerja la flor de la capuchina,
puesto que la campanilla de invierno se marchita..
y la dalia poco a poco el lugar habita.
Se espera resuelvan el misterio del eléboro
pues los pétalos azules de una rosa fueron encarcelados en un marco de oro,
el museo de Louvre es su lugar de reposo,
habrá que liberarlas con fuerzas mágicas
para que florezca de una vez por todas la Farfara”
puesto que la campanilla de invierno se marchita..
y la dalia poco a poco el lugar habita.
Se espera resuelvan el misterio del eléboro
pues los pétalos azules de una rosa fueron encarcelados en un marco de oro,
el museo de Louvre es su lugar de reposo,
habrá que liberarlas con fuerzas mágicas
para que florezca de una vez por todas la Farfara”
A la media noche.
A. P “El profeta”
A. P “El profeta”
El lenguaje de las flores era uno de los medios de comunicación más utilizados en la época en que Allan vivía, era una útil herramienta si se pretendía enviar mensajes codificados, fuera mediante un arreglo o en forma de poesía, así que siendo esa una de sus especialidades decidió utilizarla como un recurso del que pudiera valerse para dar aviso que la Orden de la Rosa Escarlata le encomendó.
Volvió a leer el mensaje para verificar que no hubiese cometido ni un solo error, para ser sincero con el mismo la situación lo ponía en extremo nervioso, hacía mucho que dejó de ser un “Profeta” dentro de la Orden y pese a todo podía hacer memoria y no recordaba ningún suceso de aquellas dimensiones, nunca requirió verdaderamente enviar mensajes secretos ni reunirse a horas tardías para entrar de forma ilegal a un museo para sacar a un prisionero de allí, mucho menos si era el líder de la facción a la que pertenecía.
-La Orden de la Rosa Escarlata, ajá- leía para él en voz alta -Espera su obediencia, puesto que la esperanza se pierde, bien, vamos bien- volvió a asentir -Y la inestabilidad esta presente, esperan que pueda ayudarlos a resolver el misterioso escándalo de la desaparición de uno de los miembros más importantes, se descubrió, fue encerrado entre los cuadros del museo de Louvre, perfecto- aclamaba con entusiasmo -Se necesita de su habilidad mágica para que el hecho pueda hacerse justicia…- había traducido todo el código sin error por tanto el remitente no tendría la menor dificultad en saber que era lo que trataba de trasmitir -¡Estupendamente Allan!- se felicitó y sin perder un minuto más firmó la hoja y la envió con un chaval que se ofreció por unas cuantas monedas. Satisfecho con su trabajo, fue alistarse para el encuentro y la inesperada aventura que suscitaría esa misma noche.
…
Por las calles vacías y silenciosas alrededor del museo podía percibirse en ambiente pesado y misterioso, mientras el clima se le antojaba estar fresco y con una pequeña brisa helada acompañada de niebla por aquellos días decembrinos. Allan miró de un lugar a otro y descubrió que las puertas del museo estaban abiertas de par en par, ¿Habrían interceptado el mensaje quizás?, resultaba imposible de creer cuando el mismo mensajero le juro que había cumplido su misión y le mostró las manos vacías, vaciló por un momento y examinó nervioso todo su cuerpo, no llevaba nada para defenderse más que un libro de pasta dura color marrón y ribetes dorados, pensó en marcharse… ¿Pero si aquel hombre había sido capturado por el enemigo?, sabía que era un mago o un hechicero pero también los “Eternos” poseían en sus filas a uno de los más peligrosos pese a su corta edad, se aventuro a entrar a sabiendas que un libro no seria ninguna amenaza para la magia negra.
Miro de un extremo a otro, con libro por delante de él, pinturas, esculturas, acuarelas… no había nadie más, todo oscuro, salvo pequeños rincones iluminados por la salida luz de la luna que se filtraba a sus espaldas por la puerta abierta -¡La puerta!- recordó y como pudo cerro la entrada, sin saber si no se había cavado con ello su propia tumba. Encendió un cerillo y continuó caminando hasta que una figura detrás de un pilar desprendía una extraña luz de su mano expuesta. Por el aroma a cigarrillos supo que no tenía nada que temer y bajo la retaguardia -Salga de allí Constantine solo soy yo Allan, de la facción de los Profetas- tras lo dicho la luz delante de él cambió sutilmente a un tono más armonioso que asemejaba a la luz de una vela -Lamento haberlo tomado por sorpresa- se disculpo nerviosamente -Pero vi la puerta abierta y temí lo peor, con esto de que Los “Eternos” también están muy escurridizos últimamente en nuestros asuntos, tratando de frustrarlos, pues…- se encogió de hombros -Bien, espero que haya entendido el mensaje en su completa totalidad por que requiero su ayuda y no hay mucho tiempo.- clamó con advertencia -Uno de los miembros más importantes de la Orden desapareció hace más de medio año y nadie parecía conocer su paradero, un informante infiltrado en las filas de Cetanu le confesó a Severian que el líder de los Profetas fue encerrado en uno de estos cuadros con las habilidades de un hechicero joven, el cuadro fue pintado por el mismo Vasili pero bajo otro seudónimo del que ni el mismo infiltrado supo informarnos…- caminaba rápidamente en linea recta en dirección al tope de pared -Pasé días enteros aquí, buscando algo inusual en los cuadros hasta que me percate de uno con demasiado… movimiento- inclinó la cabeza el escritor para indicarle que lo siguiera más a prisa -Y movimiento me refiero a que los protagonistas en su mayoría cambian de posición constantemente, pero… además pude ver entre los “aparentemente retratados” alguien parecido por no decir igual a Lot- caminaron un par de cuadros hasta llegar al final del pasillo principal donde reposaba un enorme mural, con una escena campestre sacada del medievo -Aquí, es este- indicó, dirigiendo su vista a todas direcciones con la panoja carcomiendo sus nervios.
Allan Poe- Humano Clase Media
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 03/11/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Constantine rodó los ojos en señal de fastidio -Debí de figurarme que me tocaría con el paranoico- resopló en voz alta -Tu amorosa poesía me lo decía claramente, pero no creí que hubiera hecho semejante mal para un castigo como este- refunfuñó para seguirlo después con toda la calma del mundo y en completo silencio por los pasillos del museo.
Nada interesante hasta ese momento, Constantine no era amante de ese tipo de pintura, en el arte el solía darle oportunidad a las nuevas propuestas de diversas generaciones más o menos “nuevas”, todas tenían un toque demasiado cotidiano o campestre para su gusto, cosas y situaciones que se ven en el cotidiano con excepción de que era la vida de clase media- alta a alta por completo. Según el hechicero los ángeles estaban allí volando con sonrisas forzadas a unos cuantos selectos que de santos no tenían ni una pizca. Por otro lado las pinturas religiosas le daban una idea bastante interesante de hasta donde podían llegar los hombres por la fe, misma que de faltar no llegaría a ningún sitio -Los hombres y su manía de darle explicación a todo lo ilógico para su pobre y escueto pensamiento- pensaba mientras a su vista se alzaba una pintura retratando el momento justo en que Jesucristo sufría los últimos instantes de su pasión clavado a la cruz, agonizante mirando el cielo nublado y con rayos aquí y allá mientras a sus pies estaban Maria de Magdala y la Virgen María.
En cuanto a regreso a una realidad más apacible, el poeta ya se había marchado más lejos, hablando completamente solo -O no te has dado que vienes solo o has bebido como siempre- argumento el rubio alcanzándolo con los pies arrastrados y sin ningún apuro o reparo -Las pinturas siempre tienen movimiento para ti, basta con un poco de alcohol para que tomen lo típico tétrico de ti- pero era ignorado, él seguía hablando sobre sus descubrimientos sobre el cuadro que de proporciones grandes reposaba en el fondo de una las paredes más profundas del recinto -Genial, más arte arcaico- bramó -De verdad Allan, para ser un vampiro que intenta apegarse a nuestro siglo debiste centrarte en algo todavía el doble de antiguo que esto… si es posible a la prehistoria- río y entonces quedo frente al cuadro. Pintoresca era la escena, el medievo en su esplendor. Personas arando el feudo de colores ocres y verdes fuertes y nítidos, el cielo era de un naranja pardo y al fondo se asomaban construcciones donde se supone vivían los trabajadores, más al fondo había caballerizas y hasta lo más alejado se podía observar a dos jinetes practicando para las justas -Puntillismo- señalo, tomando tabaco de su bolsillo y metiéndoselo a la boca, era un museo, él lo sabía y conocía perfectamente que no se debía fumar allí y menos sino deseaba alardear de su posición.
El hombre se acercó, dejando al poeta con sus movimientos nerviosos y frenéticos. Incrédulo analizó la pintura -Aquí nada se mueve, jodido paranoico- decía con hartazgo y su mirada hundida entre los colores y los puntos que conformaban contornos y figuras -Aquí no hay nada- suspiro con una sonrisa divertida que se borró al instante en que vio allí, a un hombre saliendo de las casas pintadas, busco sombra bajo la sombra de un árbol. Su textura y su vestimenta eran tan ajenas al cuadro que Constantine creyó estar alucinando, otras personas al igual que el hombrecillo se acercaron a donde estaban celebrándose las prácticas de justas, quedando tan estupefactos como él, el hechicero se percató de que lo podían ver.
Acercó las manos al cuadro absolutamente intrigado, estas adquirieron en sus palmas el color verde esmeralda de siempre << mostrate magicam hic et nunc >> pronunció en una hora demasiado oscura para la magia blanca << mostrate magicam hic et nunc >> << mostrate magicam hic et nunc >> repetía con insistencía -Si este hechizo funciona- comento al escritor que le daba la espalda -No sacará a quien sea de inmediato, sino que habrá una conexión de energías. Si él tambien resulta astuto, entrelazando sus fuerzas y las mías podremos expulsarlo con un hechizo mío y otro que el pronuncie desde el interior pero que tenga el mismo efecto- explicó y continuó atento, observando cualquier movimiento.
Nada interesante hasta ese momento, Constantine no era amante de ese tipo de pintura, en el arte el solía darle oportunidad a las nuevas propuestas de diversas generaciones más o menos “nuevas”, todas tenían un toque demasiado cotidiano o campestre para su gusto, cosas y situaciones que se ven en el cotidiano con excepción de que era la vida de clase media- alta a alta por completo. Según el hechicero los ángeles estaban allí volando con sonrisas forzadas a unos cuantos selectos que de santos no tenían ni una pizca. Por otro lado las pinturas religiosas le daban una idea bastante interesante de hasta donde podían llegar los hombres por la fe, misma que de faltar no llegaría a ningún sitio -Los hombres y su manía de darle explicación a todo lo ilógico para su pobre y escueto pensamiento- pensaba mientras a su vista se alzaba una pintura retratando el momento justo en que Jesucristo sufría los últimos instantes de su pasión clavado a la cruz, agonizante mirando el cielo nublado y con rayos aquí y allá mientras a sus pies estaban Maria de Magdala y la Virgen María.
En cuanto a regreso a una realidad más apacible, el poeta ya se había marchado más lejos, hablando completamente solo -O no te has dado que vienes solo o has bebido como siempre- argumento el rubio alcanzándolo con los pies arrastrados y sin ningún apuro o reparo -Las pinturas siempre tienen movimiento para ti, basta con un poco de alcohol para que tomen lo típico tétrico de ti- pero era ignorado, él seguía hablando sobre sus descubrimientos sobre el cuadro que de proporciones grandes reposaba en el fondo de una las paredes más profundas del recinto -Genial, más arte arcaico- bramó -De verdad Allan, para ser un vampiro que intenta apegarse a nuestro siglo debiste centrarte en algo todavía el doble de antiguo que esto… si es posible a la prehistoria- río y entonces quedo frente al cuadro. Pintoresca era la escena, el medievo en su esplendor. Personas arando el feudo de colores ocres y verdes fuertes y nítidos, el cielo era de un naranja pardo y al fondo se asomaban construcciones donde se supone vivían los trabajadores, más al fondo había caballerizas y hasta lo más alejado se podía observar a dos jinetes practicando para las justas -Puntillismo- señalo, tomando tabaco de su bolsillo y metiéndoselo a la boca, era un museo, él lo sabía y conocía perfectamente que no se debía fumar allí y menos sino deseaba alardear de su posición.
El hombre se acercó, dejando al poeta con sus movimientos nerviosos y frenéticos. Incrédulo analizó la pintura -Aquí nada se mueve, jodido paranoico- decía con hartazgo y su mirada hundida entre los colores y los puntos que conformaban contornos y figuras -Aquí no hay nada- suspiro con una sonrisa divertida que se borró al instante en que vio allí, a un hombre saliendo de las casas pintadas, busco sombra bajo la sombra de un árbol. Su textura y su vestimenta eran tan ajenas al cuadro que Constantine creyó estar alucinando, otras personas al igual que el hombrecillo se acercaron a donde estaban celebrándose las prácticas de justas, quedando tan estupefactos como él, el hechicero se percató de que lo podían ver.
Acercó las manos al cuadro absolutamente intrigado, estas adquirieron en sus palmas el color verde esmeralda de siempre << mostrate magicam hic et nunc >> pronunció en una hora demasiado oscura para la magia blanca << mostrate magicam hic et nunc >> << mostrate magicam hic et nunc >> repetía con insistencía -Si este hechizo funciona- comento al escritor que le daba la espalda -No sacará a quien sea de inmediato, sino que habrá una conexión de energías. Si él tambien resulta astuto, entrelazando sus fuerzas y las mías podremos expulsarlo con un hechizo mío y otro que el pronuncie desde el interior pero que tenga el mismo efecto- explicó y continuó atento, observando cualquier movimiento.
Neil Constantine- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 02/08/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Era una mañana como cualquier otra o quizás era tarde, de pronto había perdido la noción del tiempo en aquel paraje desconocido, un vivir resignado de un hombre que oscilaba entre los cuarenta años de su vida. Todo el tiempo en que veía hacia arriba, había un cielo anaranjado con nubes aborregas en un espacio donde los pájaros no volaban ni emitían sonido, de hecho todo era silencio y paz absoluta salvo por los otros que de vez en cuando salían de sus pequeñas chozas hechas de puntitos blancos en las paredes y techos e intensas tonalidades negras en los interiores para observar a unos seres que ni siquiera respiraban.
La cotidianidad comenzaba a desesperarle como nunca en la vida le había ocurrido, siendo un trotamundos tenía muy poco de vida tranquila y repetitiva, siempre por el contrario, veía la manera a veces sin querer de meterse en algún lío que le dejara algo diferente que contar cada día, ahora tenía más que decir que el pasto donde tomaba asiento, no tenía textura, que el árbol del cual había decidido tomar sombra ni siquiera daba frutos, que el aire no soplaba y que las personas que allí había antes de que llegara él ni siquiera tenían una forma nítida, eran simples manchas en un espacio inexistente.
Recargó la cabeza en el tronco falso de color caoba, inspiraba aire que no existía y se ponía a reflexionar como fue que cayó en el Tártaro de la pintura misma. Recordaba como si fuese ayer que trabajaba para la Orden de la Rosa Escarlata con su hermano Severian, un hombre mayor, con canas y ojos azules cansados pero con la energía suficiente para vencer un ejercito entero de inmortales. Para aquel entonces se había suscitado ya un aparatoso escándalo en el Teatro de París y en una mansión alejada de las tierras civilizadas y bulliciosas de un París inquieto por saber las causas de los siniestros, ignorando que no eran los únicos, ya que un puñado de vampiros creyendo tener en las manos la ley absoluta ya andaba tras los culpables y en medio de su camino asesinaban inocentes de cualquier raza sin distinción de edades.
-Cetanu Vasili y Klarion Black- musitó con su ronca voz, de color grave como la de un tenor al hablar, el entrecejo poblado de cejas castañas cada vez más se juntaba hasta hacerle parecer una mueca furiosa y de odio en su rostro que empezaba a dar ya, huellas del paso del tiempo -Ellos fueron- regreso al pasado tras últimas palabras. La Orden descubrió que los Eternos estaban usando magia oscura, todos los escenarios además de tener todo objeto en desorden resultaban contener una atmósfera muy pesada e incomoda para cualquiera. Nadie sabía se era la muerte presente en esos cadáveres de ojos desorbitados, pútridos hasta los labios abiertos en una mueca irreconocible de espanto estropeada por los gusanos carcomiendo la piel o eran los hechizos con los que les habían propinado la muerte. Lot prometió encontrar al hechicero responsable con una rabia tal que le carcomía los huesos y sentía en su interior alguna clase de corriente que enervaba las entrañas.
Finalmente, lo encontró y fue a su encuentro una noche de abril, madrugada cálida para aquellas épocas, con todo en silencio salvo los insectos con su serenata nocturna. El suelo empedrado completamente húmedo y a media luz, esa que se desprendía de la Luna llena que ese días cernía sobre su cabeza, que hacia brillar el cabello rubio como el oponente que reina y le miraba como un oponente cualquiera sin nombre ni titulo. Recordaba sus ojos azules, más claros que los de Severian, eran como del color de la turquesa y despedían un brillo de malicia y diversión, la mueca de su sonrisa era torcida, pero se mostraba victorioso. Él vestido completamente de negro, corte elegante y fino a diferencia de Lot que llevaba su ropa envuelta en tonalidades cafés y una camisa blanca que tras muchos días de uso adquirió un color desagradablemente amarillento, pero en poderes no hubo desventaja, iban a la par… magia con magia no hubo problemas hasta que otros encapuchados aparecieron en el acto, agrediéndolo a golpes hasta dejarlo inconsciente, todavía podía sentir el dolor y las punzadas en la nuca, los puntapiés en los brazos y la sangre brotar en hilos delgados por sus labios delgados y su frente amplia, débil e incapaz fue encerrado en ese cuadro junto a muchos otros que habían osado en enfrentar a los “Eternos” como era evidente, si éxito alguno.
-Que pesadilla mi Señor y a mi hermano que no le iluminas la cabeza de alcornoque que tiene sobre los hombros- clamaba, cerrando los ojos donde encontró más oscuridad, entrelazó las manos, sintiendo el frío de estas y sus huesos pegados a la carne, después cruzo sus largas piernas, tratando de desaparecer la desesperación, olvidando lo sucedido y dejando de culparse de que ningún contra hechizo funcionará, él sabía que era necesario otra persona. Se concentró en mitigar aquella pesadez en sus ojos, esos ojos que sentía cansados para mantenerlos abiertos.
Se extraño de que todo estuviera más oscuro de pronto tras sus párpados sellados, hasta que escuchó voces reverberando fuera del cuadro, pensó de inmediato que se trataban de visitantes al museo, caras viejas y conocidas como siempre; pero logro discernir el latín levantándose de un solo brinco. Cerró los ojos de nuevo para tener la mayor concentración de aquellos colores fuertes y chillones que le robaban su atención -Son ellos, los míos- afirmo con calma -Es el contra hechizo- asintió y vio las luces esmeraldas pasearse delante de él, como si en realidad estas pertenecieran a un gigante o al mismo Hades.
Tomó tiempo antes de que decidiera juntar las manos y brotar entre ellas un diminutas llamas azul con tonalidades oscuras y negro en sus orillas, brillaba con puntos plateados en su interior y sentía su calor calándole las palmas de sus manos frías y pálidas como el resto de su tez —Naša čarobno moč in vas poveže z vami sklicevati*— susurró —Naša čarobno moč in vas poveže z vami sklicevati*— y la llama salió disparada hacia fuera del cuadro, con todo anhelo esperaba que aquel conjuro funcionará de forma extraordinaria de aquel aprieto, oraba al Señor que las energías fuesen compatibles para tirar desde afuera sin dejar de invocar las palabras correctas en un coro de diferentes idiomas pero misma intenciones.
La cotidianidad comenzaba a desesperarle como nunca en la vida le había ocurrido, siendo un trotamundos tenía muy poco de vida tranquila y repetitiva, siempre por el contrario, veía la manera a veces sin querer de meterse en algún lío que le dejara algo diferente que contar cada día, ahora tenía más que decir que el pasto donde tomaba asiento, no tenía textura, que el árbol del cual había decidido tomar sombra ni siquiera daba frutos, que el aire no soplaba y que las personas que allí había antes de que llegara él ni siquiera tenían una forma nítida, eran simples manchas en un espacio inexistente.
Recargó la cabeza en el tronco falso de color caoba, inspiraba aire que no existía y se ponía a reflexionar como fue que cayó en el Tártaro de la pintura misma. Recordaba como si fuese ayer que trabajaba para la Orden de la Rosa Escarlata con su hermano Severian, un hombre mayor, con canas y ojos azules cansados pero con la energía suficiente para vencer un ejercito entero de inmortales. Para aquel entonces se había suscitado ya un aparatoso escándalo en el Teatro de París y en una mansión alejada de las tierras civilizadas y bulliciosas de un París inquieto por saber las causas de los siniestros, ignorando que no eran los únicos, ya que un puñado de vampiros creyendo tener en las manos la ley absoluta ya andaba tras los culpables y en medio de su camino asesinaban inocentes de cualquier raza sin distinción de edades.
-Cetanu Vasili y Klarion Black- musitó con su ronca voz, de color grave como la de un tenor al hablar, el entrecejo poblado de cejas castañas cada vez más se juntaba hasta hacerle parecer una mueca furiosa y de odio en su rostro que empezaba a dar ya, huellas del paso del tiempo -Ellos fueron- regreso al pasado tras últimas palabras. La Orden descubrió que los Eternos estaban usando magia oscura, todos los escenarios además de tener todo objeto en desorden resultaban contener una atmósfera muy pesada e incomoda para cualquiera. Nadie sabía se era la muerte presente en esos cadáveres de ojos desorbitados, pútridos hasta los labios abiertos en una mueca irreconocible de espanto estropeada por los gusanos carcomiendo la piel o eran los hechizos con los que les habían propinado la muerte. Lot prometió encontrar al hechicero responsable con una rabia tal que le carcomía los huesos y sentía en su interior alguna clase de corriente que enervaba las entrañas.
Finalmente, lo encontró y fue a su encuentro una noche de abril, madrugada cálida para aquellas épocas, con todo en silencio salvo los insectos con su serenata nocturna. El suelo empedrado completamente húmedo y a media luz, esa que se desprendía de la Luna llena que ese días cernía sobre su cabeza, que hacia brillar el cabello rubio como el oponente que reina y le miraba como un oponente cualquiera sin nombre ni titulo. Recordaba sus ojos azules, más claros que los de Severian, eran como del color de la turquesa y despedían un brillo de malicia y diversión, la mueca de su sonrisa era torcida, pero se mostraba victorioso. Él vestido completamente de negro, corte elegante y fino a diferencia de Lot que llevaba su ropa envuelta en tonalidades cafés y una camisa blanca que tras muchos días de uso adquirió un color desagradablemente amarillento, pero en poderes no hubo desventaja, iban a la par… magia con magia no hubo problemas hasta que otros encapuchados aparecieron en el acto, agrediéndolo a golpes hasta dejarlo inconsciente, todavía podía sentir el dolor y las punzadas en la nuca, los puntapiés en los brazos y la sangre brotar en hilos delgados por sus labios delgados y su frente amplia, débil e incapaz fue encerrado en ese cuadro junto a muchos otros que habían osado en enfrentar a los “Eternos” como era evidente, si éxito alguno.
-Que pesadilla mi Señor y a mi hermano que no le iluminas la cabeza de alcornoque que tiene sobre los hombros- clamaba, cerrando los ojos donde encontró más oscuridad, entrelazó las manos, sintiendo el frío de estas y sus huesos pegados a la carne, después cruzo sus largas piernas, tratando de desaparecer la desesperación, olvidando lo sucedido y dejando de culparse de que ningún contra hechizo funcionará, él sabía que era necesario otra persona. Se concentró en mitigar aquella pesadez en sus ojos, esos ojos que sentía cansados para mantenerlos abiertos.
Se extraño de que todo estuviera más oscuro de pronto tras sus párpados sellados, hasta que escuchó voces reverberando fuera del cuadro, pensó de inmediato que se trataban de visitantes al museo, caras viejas y conocidas como siempre; pero logro discernir el latín levantándose de un solo brinco. Cerró los ojos de nuevo para tener la mayor concentración de aquellos colores fuertes y chillones que le robaban su atención -Son ellos, los míos- afirmo con calma -Es el contra hechizo- asintió y vio las luces esmeraldas pasearse delante de él, como si en realidad estas pertenecieran a un gigante o al mismo Hades.
Tomó tiempo antes de que decidiera juntar las manos y brotar entre ellas un diminutas llamas azul con tonalidades oscuras y negro en sus orillas, brillaba con puntos plateados en su interior y sentía su calor calándole las palmas de sus manos frías y pálidas como el resto de su tez —Naša čarobno moč in vas poveže z vami sklicevati*— susurró —Naša čarobno moč in vas poveže z vami sklicevati*— y la llama salió disparada hacia fuera del cuadro, con todo anhelo esperaba que aquel conjuro funcionará de forma extraordinaria de aquel aprieto, oraba al Señor que las energías fuesen compatibles para tirar desde afuera sin dejar de invocar las palabras correctas en un coro de diferentes idiomas pero misma intenciones.
- * Acotaciones (traducción):
- "Magia nuestra tu poder y conecta con el que te invoca."
Lot Vasari- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/12/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
-Vaya, vaya, vaya- dijo el rubio desde un muro cercano a él, donde un pilar cubría con éxito su anonimato, tal era el milagro del disfraz de granito que ni siquiera los dos hombres sintieron su presencia -El intento de escritor y el idiota ingerido que piensa que la magia es mejor que el propio Dios- clamo detrás de ellos, con un aire de malicia, con una mueca malvada en el rostro y sus ojos rebosantes de un triunfo anticipado.
Caminó unos cuantos pasos más hasta sus invitados, a los que realizó una reverencia exagerada, haciendo mofa de su distinguida presencia a un baile ficticio donde los invitados esperados no eran de ningún modo alguno de ellos dos -Realmente es un placer desagradable tenerlos por estos lares, digo… desagradable, porque no eran precisamente los estúpidos que esperaba vinieran a rescatar al pobre y perdedor Lot Vasari- arqueó la ceja -¿De casualidad no es tu aprendiz Constantine?, porque hasta donde recuerdo eres tan idiota como él. Como tú, presumía de talento y critica hacia el otro por… por creer tener mayor experiencia- se cruzó de brazo -Los viejos se empeñan en presumir lo que carecen de vez en cuando para intimidar a los jóvenes— pronunció desdeñoso, caminando hacia su derecha para observar un horrible y aburrido cuadro de quien sabe que pintor, que por supuesto a él no le interesaba -Él vino a mi encuentro desafiante, muy valiente para atreverse a cruzar el bosque de arboles tupidos a media noche. Me dijo que me quería preso y lo deje jugar, estaba tan… aburrido- volvió hacia Constantine solo la mirada —Me recordó a ti pedazo de…. simplemente me recordó tu cordialidad, tu impulso por demostrar la humildad hacia otros hechiceros del gremio que nunca se detienen a pensar en las posibilidades que hay si enfrentas a alguien como yo- soltó una risita decreta pero restante —Él… simplemente pensó que yo jugaría limpio y de mala manera comprobó que no soy un joven ingenuo que se chupa el dedo como un bebé a estas alturas de mi vida, ¿Que va saber de mí ese bastardo?, solo sabía lo que su Orden le dijo pero pocos como tú saben que mate a mis padres con mis propios hechizos, lo ataque y lo metí dentro de esa porquería que encanté para mi Líder supremo- suspiro tranquilamente - Por cierto ¿No te gusta esa pieza?- dijo con sutil ironía -Es única en su tipo como podrán ver, es el único cuadro que con certeza sus campiranos habitantes se mueven a cada segundo que respiran para mantener sus patéticas vidas a salvo de una aburrida cotidianidad, es… tan hermoso verlos enloquecer con el tiempo, yo diría una obra que retrata el verdadero suplicio de un purgatorio- dio media vuelta sobre sus pies, con toda la calma y descaro del mundo, no le importo lo más mínimo las expresiones de sus oponentes, no presto demasiada atención a que Constantine siguiera de espaldas, tratando de sacar al prisionero pese a que ya había sido descubierto -Tiene colores vivos como el fuego, ese anaranjado en el cielo, cobre del arado y los campos, las justas representando a la muerte a lo lejos y el manzano representando al pecado original de Eva y Adán- guardó silencio, sintiendo un placer invadiendo su ser por la razón de que esos dos también formarían parte de la pintura en breves -Yo llamo a ese cuadro “La maldición del Tártaro” por las razones que ya explique y aunque esta vacía de demonios muy pronto la poblare hasta que no quepa ni un hombre más…- la piel blanca que poseía el joven hechicero hervía para esos momentos como si se tratara de una fiebre, lo blanquecino se torno rojo escarlata y brilló aún más que la energía del rubio -No eran los inútiles bastardos que pensaba atrapar con esto, pero sin duda con ustedes desaparecidos aquí, sabrán atar cabos tan pronto que al siguiente parpadeo que dé, tendré a toda la Orden de la Rosa en mis manos… y de paso, ajustaré cuentas contigo, mi apreciado John- movió sus manos entres círculos, dos a la derecha y uno en viceversa -Gracias por ahorrarme el trabajo Constantine- señaló al hombre de gabardina ocre que luchaba por sacar a Vasari de allí a como diera lugar -No tendré que enfrentar a nadie con tus energías ocupadas en otro lado- vio al escritor por encima del hombro -Un mortal- menciono con desprecio -No es nada contra las fuerzas de la magia, diviértanse en el Tártaro- menciono con su voz varonil y joven de tono burlón -¡Clausi in tenebris!-** exclamó liberando la energía que haría al hechizo surtir el efecto deseado, la luz escarlata brillo como nunca antes cegándolo a él y desapareciendo a ambos de la vista antes de cerrar los ojos, el hechizo había sido ejecutado con la perfección que él mismo se exigía. Estaba orgulloso, alabando para sí.
Caminó unos cuantos pasos más hasta sus invitados, a los que realizó una reverencia exagerada, haciendo mofa de su distinguida presencia a un baile ficticio donde los invitados esperados no eran de ningún modo alguno de ellos dos -Realmente es un placer desagradable tenerlos por estos lares, digo… desagradable, porque no eran precisamente los estúpidos que esperaba vinieran a rescatar al pobre y perdedor Lot Vasari- arqueó la ceja -¿De casualidad no es tu aprendiz Constantine?, porque hasta donde recuerdo eres tan idiota como él. Como tú, presumía de talento y critica hacia el otro por… por creer tener mayor experiencia- se cruzó de brazo -Los viejos se empeñan en presumir lo que carecen de vez en cuando para intimidar a los jóvenes— pronunció desdeñoso, caminando hacia su derecha para observar un horrible y aburrido cuadro de quien sabe que pintor, que por supuesto a él no le interesaba -Él vino a mi encuentro desafiante, muy valiente para atreverse a cruzar el bosque de arboles tupidos a media noche. Me dijo que me quería preso y lo deje jugar, estaba tan… aburrido- volvió hacia Constantine solo la mirada —Me recordó a ti pedazo de…. simplemente me recordó tu cordialidad, tu impulso por demostrar la humildad hacia otros hechiceros del gremio que nunca se detienen a pensar en las posibilidades que hay si enfrentas a alguien como yo- soltó una risita decreta pero restante —Él… simplemente pensó que yo jugaría limpio y de mala manera comprobó que no soy un joven ingenuo que se chupa el dedo como un bebé a estas alturas de mi vida, ¿Que va saber de mí ese bastardo?, solo sabía lo que su Orden le dijo pero pocos como tú saben que mate a mis padres con mis propios hechizos, lo ataque y lo metí dentro de esa porquería que encanté para mi Líder supremo- suspiro tranquilamente - Por cierto ¿No te gusta esa pieza?- dijo con sutil ironía -Es única en su tipo como podrán ver, es el único cuadro que con certeza sus campiranos habitantes se mueven a cada segundo que respiran para mantener sus patéticas vidas a salvo de una aburrida cotidianidad, es… tan hermoso verlos enloquecer con el tiempo, yo diría una obra que retrata el verdadero suplicio de un purgatorio- dio media vuelta sobre sus pies, con toda la calma y descaro del mundo, no le importo lo más mínimo las expresiones de sus oponentes, no presto demasiada atención a que Constantine siguiera de espaldas, tratando de sacar al prisionero pese a que ya había sido descubierto -Tiene colores vivos como el fuego, ese anaranjado en el cielo, cobre del arado y los campos, las justas representando a la muerte a lo lejos y el manzano representando al pecado original de Eva y Adán- guardó silencio, sintiendo un placer invadiendo su ser por la razón de que esos dos también formarían parte de la pintura en breves -Yo llamo a ese cuadro “La maldición del Tártaro” por las razones que ya explique y aunque esta vacía de demonios muy pronto la poblare hasta que no quepa ni un hombre más…- la piel blanca que poseía el joven hechicero hervía para esos momentos como si se tratara de una fiebre, lo blanquecino se torno rojo escarlata y brilló aún más que la energía del rubio -No eran los inútiles bastardos que pensaba atrapar con esto, pero sin duda con ustedes desaparecidos aquí, sabrán atar cabos tan pronto que al siguiente parpadeo que dé, tendré a toda la Orden de la Rosa en mis manos… y de paso, ajustaré cuentas contigo, mi apreciado John- movió sus manos entres círculos, dos a la derecha y uno en viceversa -Gracias por ahorrarme el trabajo Constantine- señaló al hombre de gabardina ocre que luchaba por sacar a Vasari de allí a como diera lugar -No tendré que enfrentar a nadie con tus energías ocupadas en otro lado- vio al escritor por encima del hombro -Un mortal- menciono con desprecio -No es nada contra las fuerzas de la magia, diviértanse en el Tártaro- menciono con su voz varonil y joven de tono burlón -¡Clausi in tenebris!-** exclamó liberando la energía que haría al hechizo surtir el efecto deseado, la luz escarlata brillo como nunca antes cegándolo a él y desapareciendo a ambos de la vista antes de cerrar los ojos, el hechizo había sido ejecutado con la perfección que él mismo se exigía. Estaba orgulloso, alabando para sí.
- Traducción**:
- Del latín que significa: Encerrar en la oscuridad.
Klarion Svevo- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 08/11/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Por algún extraño motivo Allan no dejaba de ver a sus espaldas y juguetear con sus manos de un lado a otro con una desesperación poco habitual de él, era, por lo general verlo nervioso o ansioso, sea porque una historia nueva se le había venido a la cabeza, por las apuestas, por los viejos y nuevos amores pero nunca con tanto pavor como esa noche. Echaba culpa a su imaginación como escritor recién consagrado o por su imaginación que pocas veces rayaba en algo más normal a la hora de plasmar palabras, pero se hacía demasiado sospechoso que para aquellas horas no existiera ninguna contrincante que les hiciera realizar un doble esfuerzo por tratar de sacar a Lot de allí o por meterlos junto con él, eliminarlos de una buena vez o mínimamente dejar vigilado aquel portal mágico. Cetanu sabía que sino era ellos otros magos lo harían. De cualquier forma algo extraño flotaba en el aire en el mismo momento que Constantine dio la espalda, era como la presencia de algo o alguien entre los pilares del museo, Allan se sentía observado y tantas sensaciones avivaban en el interesantes historias que relataría de tener papel y tinta a la mano y no una casi completa oscuridad en sus alrededores.
-No es que sea paranoico Constantine pero si vieras todos los enredos en que he estado con la Orden ya no te fiarías ni de aquella dama que esta tu derecha- el brujo hizo caso omiso, pero era cierto que el cuadro de una dama rara estaba viendo con ojos vivaces algo que no sabía a bien distinguir, una dama de locura aparente o algo que la emocionara a tal punto que sus orbes parecieran desproporcionales y desorbitadas, quizás el frío de ese momento puesto que su piel estaba expuesta a la completa desnudez -De verdad, son muchas cosas que ves como un miembro de los profetas ¿De donde supones tu que saco la mayoría de mis relatos ¿De simples pesadillas?- se cruzo de brazos mientras seguía sin ser escuchado -Créeme, ni el alcohol da para tanto- irguió la cabeza a modo de ofensa y orgullo cuando por detrás sintió que algo se movió de un lugar a otro, Poe volvió rápido la vista, a sus espaldas no había nadie.
Todo estaba en el profundo silencio con el que habían llegado, los muros estaban desprovistos de presencias humanas y sin embargo no podía quitarse esa sensación de que alguien los seguía, ¿Que tal si Constantine tenía razón? ¿Si se estaba volviendo loco a causa de sus vicios y de su imaginación o incluso de todo cuanto había visto en la Orden?, no era malo pensarlo después de estar verificando con afanosa insistencia cada rincón y que incluso sus propias ideas lo habían llevado a creer que contemplo un par de ojos celestes muy cerca de él, tan cerca que casi percibía su sonrisa amenazadora y retante. Sacudió la cabeza intentando olvidar su aparente alucinación y concentrarse en lo que le decían -Yo no sé de magia- afirmó -Pero con que este salga y nos vayamos de aquí enseguida me daré por bien servido- su mirada estaba tan perdida en el hombrecillo que se movía e intentaba conectar con el rubio que anticipo era Lot, al fin Lot, sin embargo todo se evaporó cuando escucho su siseo y su insolencia en cada frase arrastrada por su voz juvenil, giró sobre sus pies y lo vio -Lo sabía era mucha belleza tanta facilidad- pero fue ignorado por uno y otro, ambos hombres se veían con hostilidad aunque Constantine no dejaba de apuntar con su energía al cuadro intentando forzar el proceso para sacar a Vasari. De inmediato, Allan buscó algo con que defenderse, una espada en exposición cerca del horripilante cuadro parecía ser su única salvación, corrió hasta ella y con esfuerzos logro quitarla del pilar donde estaba expuesta, corrió casi torpemente por el peso del metal en sus manos y justo cuando la magia del muchacho se desprendía, Allan interpuso el metal entre Constantine golpeando la plata y rebotando en el lienzo de un cuadro al que se le hizo un agujero que arruino la obra. Por su parte el escritor fue empujado violentamente por el impacto contra un muro cayendo de rodillas en una esquina cercana a “La maldición del Tártaro”. Poe alzó la vista con dolor y vio a Klarion, mofándose en silencio de su maniobra un tanto torpe para defender al hechicero.
-No es que sea paranoico Constantine pero si vieras todos los enredos en que he estado con la Orden ya no te fiarías ni de aquella dama que esta tu derecha- el brujo hizo caso omiso, pero era cierto que el cuadro de una dama rara estaba viendo con ojos vivaces algo que no sabía a bien distinguir, una dama de locura aparente o algo que la emocionara a tal punto que sus orbes parecieran desproporcionales y desorbitadas, quizás el frío de ese momento puesto que su piel estaba expuesta a la completa desnudez -De verdad, son muchas cosas que ves como un miembro de los profetas ¿De donde supones tu que saco la mayoría de mis relatos ¿De simples pesadillas?- se cruzo de brazos mientras seguía sin ser escuchado -Créeme, ni el alcohol da para tanto- irguió la cabeza a modo de ofensa y orgullo cuando por detrás sintió que algo se movió de un lugar a otro, Poe volvió rápido la vista, a sus espaldas no había nadie.
Todo estaba en el profundo silencio con el que habían llegado, los muros estaban desprovistos de presencias humanas y sin embargo no podía quitarse esa sensación de que alguien los seguía, ¿Que tal si Constantine tenía razón? ¿Si se estaba volviendo loco a causa de sus vicios y de su imaginación o incluso de todo cuanto había visto en la Orden?, no era malo pensarlo después de estar verificando con afanosa insistencia cada rincón y que incluso sus propias ideas lo habían llevado a creer que contemplo un par de ojos celestes muy cerca de él, tan cerca que casi percibía su sonrisa amenazadora y retante. Sacudió la cabeza intentando olvidar su aparente alucinación y concentrarse en lo que le decían -Yo no sé de magia- afirmó -Pero con que este salga y nos vayamos de aquí enseguida me daré por bien servido- su mirada estaba tan perdida en el hombrecillo que se movía e intentaba conectar con el rubio que anticipo era Lot, al fin Lot, sin embargo todo se evaporó cuando escucho su siseo y su insolencia en cada frase arrastrada por su voz juvenil, giró sobre sus pies y lo vio -Lo sabía era mucha belleza tanta facilidad- pero fue ignorado por uno y otro, ambos hombres se veían con hostilidad aunque Constantine no dejaba de apuntar con su energía al cuadro intentando forzar el proceso para sacar a Vasari. De inmediato, Allan buscó algo con que defenderse, una espada en exposición cerca del horripilante cuadro parecía ser su única salvación, corrió hasta ella y con esfuerzos logro quitarla del pilar donde estaba expuesta, corrió casi torpemente por el peso del metal en sus manos y justo cuando la magia del muchacho se desprendía, Allan interpuso el metal entre Constantine golpeando la plata y rebotando en el lienzo de un cuadro al que se le hizo un agujero que arruino la obra. Por su parte el escritor fue empujado violentamente por el impacto contra un muro cayendo de rodillas en una esquina cercana a “La maldición del Tártaro”. Poe alzó la vista con dolor y vio a Klarion, mofándose en silencio de su maniobra un tanto torpe para defender al hechicero.
Allan Poe- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/11/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
-¿Ahora juegas tan rudamente como John?- preguntó Klarion en donde su expresión era de absoluta diversión y escasamente algo de sorpresa -¿Tú, Allan Poe, intentando desafiar mi habilidad y poder?- rió estridentemente -No lo puedo creer, en serio- negó con la cabeza enarcando una de sus rubias y pobladas cejas que enmarcaban sus ojos celestes que de pronto tenían un brillo particularmente malévolo en la pupila -¿Acaso Archibaldo de la Cruz contagió a todos antes de morir?- y en su contrincante notó el desconcierto que le provocó aquella confesión. Relajado el joven malcriado camino hasta unos escasos metros cerca del caldo, se abría paso entre el cuadro destrozado y otras baratijas de las que Klarion no tenía ninguna tipo de apreciación ni respeto, simplemente el no apreciaba absolutamente nada, salvo sus propios intereses y a si mismo.
Inspiró y continuó -¿Así que no lo sabías ah?, Pues bien, tu querido colega murió hace más de dos meses en que finalmente los “Eternos” dimos con él. Simplemente una noche el regresaba de un encuentro casual en su habitual costumbre de ir a los cafés del centro de París, por alguna necia razón vino hasta aquí, a recobrar regalías supongo por su maravilloso número de ventas de su novela- se encogió de hombros, platicaba el crimen, como cuando se le cuenta a un niño algún cuento para que concilie el sueño, sin dolo, sin remordimiento, sin un ápice de humanidad -Esa novela a los “Eternos” no les gusto, ah-ah— movió su cabeza de un lado a otro marcadamente -Y, por eso Cetanu ordenó seguirlo y hacer valida su sentencia. Volviendo al relato inicial, resulta que nosotros, un par de compañeros y yo lo interceptamos en el camino de vuelta al Hotel Des Arenes, lo llevamos a donde Vasili, quien lo mandó torturar y luego lo mató-culminó su relato con media sonrisa de aparente placer en sus labios -Yo lo vi todo y yo también fui parte de la tortura, uno se divierte viendo el sufrimiento ajeno ¿Sabes?- se encogió de hombros, alzando sus manos hacia el saco negro que le cubría para sacudir un poco de polvo, seguramente de cuando se escurrió sigilosamente entre los muros -El pobrecito imbécil creía que con su silencio, iba a proteger a los caídos, cuanto se equivocó. Hoy me da risa pensar que murió por absolutamente nada, después de todo tenemos una idea bastante buena de donde están y aquí frente de mí, el hechicero que entre paginas el español mencionó, personaje que en la forma en como describieron su gran hazaña me dejó en completo ridículo y tu sabrás anciano, a un joven jamás debe herírsele el amor propio, porque en una de aquellas puede volverse muy peligroso- su expresión cambió de pronto a una de asco y cansancio -Y no quiero hablar- anunció como niño pequeño haciendo un berrinche -Eres aburrido, como todos los escritores- mostró su la palma de su mano, pálida y helada, de complexión mediana que apunto a un par de figuras plasmadas en una típica escena de las cruzadas -Remissionis- exclamó y poco a poco cada caballero con armadura no solo se habían movido del cuadro sino que salían de el, tomando tamaño real cuando tocaban el piso de mármol que cubría los cimientos del museo -¡Impetum!- gritó a la pequeña tropa que se abalanzó contra Poe cuando Klarion lo hubo señalado con el dedo -Diviértete profeta- clamó en mofa y se dirigió a Constantine con la mirada más fría que pudo expresar -Ríndete John, ese idiota no creo que sepa algún contra hechizo útil, si conociera algo de magia de defensa, dudo mucho que hubiera acabado allí- una mueca torcida se desvaneció, levantando ambas manos con energía suficiente y de denso color -Ahora, no hay espadas ni un humano para protegerte ¿O si?-.
Inspiró y continuó -¿Así que no lo sabías ah?, Pues bien, tu querido colega murió hace más de dos meses en que finalmente los “Eternos” dimos con él. Simplemente una noche el regresaba de un encuentro casual en su habitual costumbre de ir a los cafés del centro de París, por alguna necia razón vino hasta aquí, a recobrar regalías supongo por su maravilloso número de ventas de su novela- se encogió de hombros, platicaba el crimen, como cuando se le cuenta a un niño algún cuento para que concilie el sueño, sin dolo, sin remordimiento, sin un ápice de humanidad -Esa novela a los “Eternos” no les gusto, ah-ah— movió su cabeza de un lado a otro marcadamente -Y, por eso Cetanu ordenó seguirlo y hacer valida su sentencia. Volviendo al relato inicial, resulta que nosotros, un par de compañeros y yo lo interceptamos en el camino de vuelta al Hotel Des Arenes, lo llevamos a donde Vasili, quien lo mandó torturar y luego lo mató-culminó su relato con media sonrisa de aparente placer en sus labios -Yo lo vi todo y yo también fui parte de la tortura, uno se divierte viendo el sufrimiento ajeno ¿Sabes?- se encogió de hombros, alzando sus manos hacia el saco negro que le cubría para sacudir un poco de polvo, seguramente de cuando se escurrió sigilosamente entre los muros -El pobrecito imbécil creía que con su silencio, iba a proteger a los caídos, cuanto se equivocó. Hoy me da risa pensar que murió por absolutamente nada, después de todo tenemos una idea bastante buena de donde están y aquí frente de mí, el hechicero que entre paginas el español mencionó, personaje que en la forma en como describieron su gran hazaña me dejó en completo ridículo y tu sabrás anciano, a un joven jamás debe herírsele el amor propio, porque en una de aquellas puede volverse muy peligroso- su expresión cambió de pronto a una de asco y cansancio -Y no quiero hablar- anunció como niño pequeño haciendo un berrinche -Eres aburrido, como todos los escritores- mostró su la palma de su mano, pálida y helada, de complexión mediana que apunto a un par de figuras plasmadas en una típica escena de las cruzadas -Remissionis- exclamó y poco a poco cada caballero con armadura no solo se habían movido del cuadro sino que salían de el, tomando tamaño real cuando tocaban el piso de mármol que cubría los cimientos del museo -¡Impetum!- gritó a la pequeña tropa que se abalanzó contra Poe cuando Klarion lo hubo señalado con el dedo -Diviértete profeta- clamó en mofa y se dirigió a Constantine con la mirada más fría que pudo expresar -Ríndete John, ese idiota no creo que sepa algún contra hechizo útil, si conociera algo de magia de defensa, dudo mucho que hubiera acabado allí- una mueca torcida se desvaneció, levantando ambas manos con energía suficiente y de denso color -Ahora, no hay espadas ni un humano para protegerte ¿O si?-.
Klarion Svevo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/11/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Constantine trataba de ignorarlo, intentaba comportarse como siempre lo ha hecho, sin importarle un reverendo comino lo que el otro le dijera, fuera una critica constructiva como un insulto a sus procedimientos, palabras tales, desprecios iguales que ya estaba acostumbrando a recibir en otros ámbitos aún más hostiles que donde se encontraba, todos los ignoraba, ninguno le hacia hervir la sangre, al menos que fueran los de Klarion, ese infeliz que no tenía ninguna cosa buena que decir salvo tonterías como todo buen adolescente, con la única diferencia que el estaba podrido hasta lo más profundo de su alma.
Intentaba mientras tanto ejecutar satisfactoriamente el hechizo que había sido correspondido desde el otro lado, las dos energías estaban juntas pero aún el lazo no era lo suficientemente fuerte para lograr romper la maldición del cuadro -Vamos, con un demonio- protestó sintiendo en su boca un sabor más amargo y penetrante que el tabaco, sus oídos apenas si captaban una que otra palabra cuando su insistencia por sacarlo aumentaba considerablemente, pero al parecer todo hechizo fue inútil, simplemente el sello entre la realidad y la endeble pintura permanecía completamente sellado -¿Que diablos hiciste con esto grandísimo idiota?- bramó en medio de la desesperación del fracaso de sus intentos. Por el rabillo del ojo percibió a toda la tropa tras Allan que con lo que tenía a su alcance apenas si sabía como defenderse, era escritor, no soldado y mucho menos buscador de pleitos y mientras el otro, ese muchacho de cabellos rubios acomodado hacia atrás casi como él, se estaba divirtiendo con el espectáculo.
Constantine también estallaría a carcajadas pero el no era el causante de semejante persecución que buscaba la muerte del otro y que estaba atado de manos con otras que intentaban hacer el mismo esfuerzo por salir.
En algún momento sus miradas quedaron sosteniendo una a la otra, el celeste grisáceo del rival penetraba de maneras que pocas veces había percibido en otro igual, en algún otro respetado hechicero. Aquellas pupilas amenazantes le helaron la sangre por completo, más allá de la amenaza silenciosa, se asomaba el vacío, la carencia de empatía, la falta de remordimiento y ni un ápice de sentimientos más que la ambición, la maldad y el placer que provocaba matar por matar y no por mandato.
Volvió la mirada al cuadro, en el lienzo estaban dibujadas dos manchas de distinto color tratando de cortar con avidez los barrotes invisibles de aquella prisión pública -Piensa Constantine, piensa— presionó el hechicero a su cerebro bloqueado por la visión tan terrible de aquel interior -Vale- asintió sorpresivamente al responder la sugerente pregunta llena de muerte de Klarion -¿Porque eres tan estúpido?, te la pasas hablando como una maldita viuda anciana, déjate de alardes y ¡Mátame!- sonrió burlonamente -Grandísimo idiota, que no estas viendo que con las manos atadas no puedo hacer un solo hechizo rápido, que nadie te detendrá, Poe está demasiado ocupado siendo perseguido como un maldito pavo para día de acción de gracias- explicó -Anda, ¡Hazlo que ya no quiero oír tu sermón donde le mundo gira en torno a ti, ¡despreciable desperdicio de espacio!-
Intentaba mientras tanto ejecutar satisfactoriamente el hechizo que había sido correspondido desde el otro lado, las dos energías estaban juntas pero aún el lazo no era lo suficientemente fuerte para lograr romper la maldición del cuadro -Vamos, con un demonio- protestó sintiendo en su boca un sabor más amargo y penetrante que el tabaco, sus oídos apenas si captaban una que otra palabra cuando su insistencia por sacarlo aumentaba considerablemente, pero al parecer todo hechizo fue inútil, simplemente el sello entre la realidad y la endeble pintura permanecía completamente sellado -¿Que diablos hiciste con esto grandísimo idiota?- bramó en medio de la desesperación del fracaso de sus intentos. Por el rabillo del ojo percibió a toda la tropa tras Allan que con lo que tenía a su alcance apenas si sabía como defenderse, era escritor, no soldado y mucho menos buscador de pleitos y mientras el otro, ese muchacho de cabellos rubios acomodado hacia atrás casi como él, se estaba divirtiendo con el espectáculo.
Constantine también estallaría a carcajadas pero el no era el causante de semejante persecución que buscaba la muerte del otro y que estaba atado de manos con otras que intentaban hacer el mismo esfuerzo por salir.
En algún momento sus miradas quedaron sosteniendo una a la otra, el celeste grisáceo del rival penetraba de maneras que pocas veces había percibido en otro igual, en algún otro respetado hechicero. Aquellas pupilas amenazantes le helaron la sangre por completo, más allá de la amenaza silenciosa, se asomaba el vacío, la carencia de empatía, la falta de remordimiento y ni un ápice de sentimientos más que la ambición, la maldad y el placer que provocaba matar por matar y no por mandato.
Volvió la mirada al cuadro, en el lienzo estaban dibujadas dos manchas de distinto color tratando de cortar con avidez los barrotes invisibles de aquella prisión pública -Piensa Constantine, piensa— presionó el hechicero a su cerebro bloqueado por la visión tan terrible de aquel interior -Vale- asintió sorpresivamente al responder la sugerente pregunta llena de muerte de Klarion -¿Porque eres tan estúpido?, te la pasas hablando como una maldita viuda anciana, déjate de alardes y ¡Mátame!- sonrió burlonamente -Grandísimo idiota, que no estas viendo que con las manos atadas no puedo hacer un solo hechizo rápido, que nadie te detendrá, Poe está demasiado ocupado siendo perseguido como un maldito pavo para día de acción de gracias- explicó -Anda, ¡Hazlo que ya no quiero oír tu sermón donde le mundo gira en torno a ti, ¡despreciable desperdicio de espacio!-
Neil Constantine- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/08/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
-¿Es la muerte o el miedo lo que te pone tan sentimental?- sonrió el brujo enteramente complacido por lo que acaba de escuchar de boca contraria -Jamás en el tiempo que llevo viendo tu horripilante rostro demacrado como todo adicto, me habías dirigido un discurso tan suplicante y humillante como este ¿Acaso tratas de lavarme el cerebro con tus adulaciones? ¿Lograr que mi ego crezca a tal punto donde no me deje ver lo que intentas- alzó una mano como tratando de minimizar cualquier comentario en contra -Para empezar, a estas alturas deberías saber que mi ego no puede estar en mejor forma que ahora, cada muerte y cada favor que hago me da una vida enteramente feliz, por cada una obtengo cosas inimaginables, adulaciones de los hechiceros de mi calaña, no necesito algo venido de ti, que además se de propia mano, no es sincero-.
Jugaba con sus manos, pensando que podría hacer con ese que le debía bastantes, la temperatura de su piel no era nada comparado con lo que empezaba a congelarse en su interior. El corazón, las entrañas y la cabeza se volvían de piedra y hielo, más de lo habitual, su estomago por en cambio se hacia cada vez más pequeño ante la emoción que le provocaba tenerlo a su merced, era toda una delicia que el destino le había puesto en su camino -¿Como lo mataré?- se pregunto como si aquella cuestión fuese una de esas preguntas filosóficas que un adolescente se plantea con profunda normalidad. Decir que su semblante era reflexivo significaba muy poco.
-¿Sabes que estoy pensando Constantine?- inquirió divertido, con una amplia sonrisa de oreja a oreja de aire siniestro -Pienso…. como he de matarte. No sé que hacer contigo sinceramente, puedo... no sé, meterte en ese cuadro, transformarte en una rata para el resto de tu patética vida, encerrarte en una cueva como a Merlin, en mi dije que ahora esta vació o asesinarte con algún conjuro de magia negra, que, por cierto y ya que lo preguntaste hace un rato, efectivamente, es con lo que está encantado el cuadro ¿De que otra forma entonces?, la magia blanca ni siquiera es tan poderosa y ambiciosa para ese tipo de trabajos, pedazo de idiota- inspiro -Pero dejémonos de lado de insultos y vayamos a la acción- de su mano izquierda se empezó a desprender una luz parecida a los colores de las llamas crecientes en una fogata al intemperie -Sabes porque hablo mucho además, porque aún me sobra un ápice de bondad, mientras más hablo más confundo a la persona… es divertido ver como se desespera, como implora, como el pánico se apodera de ella a tal grado que cuando menos lo espera ¡pum!- aplaudió secamente -Ha muerto ya. Pero en ti no veo esos efectos, ¿Sabes? lo siento por ti, porque será doloroso- se tomó unos segundos en silencio, vio hacia el techo tocando con su lengua sonrosada la orilla de su labio superior — No, no, no. No, en realidad no siento absolutamente nada por ti o por tu alma… me debes muchas y ahora me las voy a cobrar y créeme con tantos creces como los conjuros me permitan hacerte daño hasta que te revienten cada una de las partes de tu cuerpo— se encogió de hombros -Sinceramente, estoy decepcionado de ti, jamás te creí capaz de ser tan tonto y estúpido para atarte tu mismo en un portal como ese y sobre todo, por alguien que ni conoces— centro su mirada en la espalda ancha ataviada de la gabardina marrón que tanto odiaba -Ni modo, así las cosas— la luz en su mano se hizo a un más intensa a un grado casi insoportable a la vista ordinaria -¡Mortem Statim!- clamó y cuando el rayo de luz impacto contra el muro, creyendo todo había terminado para su eterno rival, lo vio a este completamente vivo, en cuclillas y de espaldas, observando atentamente que el agujero iniciado por otros dos en el lienzo se hacia cada vez más grande como si fuera fuego lo que consumía ese pedazo de pintura. La cólera se adueño de él, contrajo un puño y frunció el entrecejo rápidamente -¡Maldito seas!- maldijo, como un niño haciendo una rabieta -¡Maldito seas John Constantine!- dirigió su mano temblorosa por los efectos colaterales de la rabia contenida —¡Mortem Statim!- bramó, procurando que esta vez el hechizo fuera dirigido a la dirección correcta.
Jugaba con sus manos, pensando que podría hacer con ese que le debía bastantes, la temperatura de su piel no era nada comparado con lo que empezaba a congelarse en su interior. El corazón, las entrañas y la cabeza se volvían de piedra y hielo, más de lo habitual, su estomago por en cambio se hacia cada vez más pequeño ante la emoción que le provocaba tenerlo a su merced, era toda una delicia que el destino le había puesto en su camino -¿Como lo mataré?- se pregunto como si aquella cuestión fuese una de esas preguntas filosóficas que un adolescente se plantea con profunda normalidad. Decir que su semblante era reflexivo significaba muy poco.
-¿Sabes que estoy pensando Constantine?- inquirió divertido, con una amplia sonrisa de oreja a oreja de aire siniestro -Pienso…. como he de matarte. No sé que hacer contigo sinceramente, puedo... no sé, meterte en ese cuadro, transformarte en una rata para el resto de tu patética vida, encerrarte en una cueva como a Merlin, en mi dije que ahora esta vació o asesinarte con algún conjuro de magia negra, que, por cierto y ya que lo preguntaste hace un rato, efectivamente, es con lo que está encantado el cuadro ¿De que otra forma entonces?, la magia blanca ni siquiera es tan poderosa y ambiciosa para ese tipo de trabajos, pedazo de idiota- inspiro -Pero dejémonos de lado de insultos y vayamos a la acción- de su mano izquierda se empezó a desprender una luz parecida a los colores de las llamas crecientes en una fogata al intemperie -Sabes porque hablo mucho además, porque aún me sobra un ápice de bondad, mientras más hablo más confundo a la persona… es divertido ver como se desespera, como implora, como el pánico se apodera de ella a tal grado que cuando menos lo espera ¡pum!- aplaudió secamente -Ha muerto ya. Pero en ti no veo esos efectos, ¿Sabes? lo siento por ti, porque será doloroso- se tomó unos segundos en silencio, vio hacia el techo tocando con su lengua sonrosada la orilla de su labio superior — No, no, no. No, en realidad no siento absolutamente nada por ti o por tu alma… me debes muchas y ahora me las voy a cobrar y créeme con tantos creces como los conjuros me permitan hacerte daño hasta que te revienten cada una de las partes de tu cuerpo— se encogió de hombros -Sinceramente, estoy decepcionado de ti, jamás te creí capaz de ser tan tonto y estúpido para atarte tu mismo en un portal como ese y sobre todo, por alguien que ni conoces— centro su mirada en la espalda ancha ataviada de la gabardina marrón que tanto odiaba -Ni modo, así las cosas— la luz en su mano se hizo a un más intensa a un grado casi insoportable a la vista ordinaria -¡Mortem Statim!- clamó y cuando el rayo de luz impacto contra el muro, creyendo todo había terminado para su eterno rival, lo vio a este completamente vivo, en cuclillas y de espaldas, observando atentamente que el agujero iniciado por otros dos en el lienzo se hacia cada vez más grande como si fuera fuego lo que consumía ese pedazo de pintura. La cólera se adueño de él, contrajo un puño y frunció el entrecejo rápidamente -¡Maldito seas!- maldijo, como un niño haciendo una rabieta -¡Maldito seas John Constantine!- dirigió su mano temblorosa por los efectos colaterales de la rabia contenida —¡Mortem Statim!- bramó, procurando que esta vez el hechizo fuera dirigido a la dirección correcta.
Klarion Svevo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/11/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Lot sintió como si de un momento a otro lo estuviesen jalando en distintas direcciones y podía jurar que no era por la sensación de la desesperación misma al ver que el hechizo entrelazado con el suyo no surtía mucho del efecto que esperaba, probablemente había una explicación y es que si algo investigó sobre el joven hechicero mucho antes de enfrentarlo es que este, trabajaba con magia negra, pero Lot odiaba esa la línea y se abstuvo hasta el último momento a llegar a aprenderla o en su defecto emplearla en caso de ser necesario -Ahora me arrepiento de no saber ni lo básico, debí de hacer caso a Severian cuando me lo sugirió- añadió en su desesperado pensamiento, pero el hechicero sabía perfectamente que de poco serviría lamentarse, aquello en ningún sentido cambiaría su situación para bien o para mal.
En medio del jaloneo que sentía sobre sus piernas y sus manos pudo vislumbrar un brilloso resplandor que salía justamente de un agujero más grande que el que elaboró quien lo intentó liberar, por el ángulo donde estaba daba la sensación de que el fuego lo estuviera consumiendo y por un milímetro de segundo tuvo miedo de lo peor, tuvo pavor que en desesperación el hombre que intentaba liberarlo creyera que una mejor alternativa era quemando el lienzo, lo cual también explicaría por que el enlace con el mundo exterior se rompió al instante, pero el agujero iba cada vez en aumento y la luz que penetraba por allí era del color de la perla y no del escarlata y anaranjado del fuego. Lot vio con curiosidad aquel hecho y dubitativo se acerco a la aparente salida, por allí vislumbro a Poe correr y a Klarion enfurecer. Que fuera ese el estado de ánimo de su antiguo rival le lleno de jubilo y por él podía quedarse allí y observar sus mejillas completamente rojas y su mirada tratando de intimidar, pero sabía corresponder y defender al que tuvo la ingeniosa idea de usar la misma fuente de magia que creo la presión pictórica en aquel tramo.
Cerrando los ojos y tomando un último aliento decidió aventurarse, dejando a Dios su futuro y lo que podía ocurrirle al intentar escapar de su encierro por allí. Volvió a sentir ese extraño jaloneo por sus manos, por sus piernas y sus pies, escuchó a la ropa desgarrarse y vio a su alrededor dar vueltas tan rápidamente que no supo distinguir ni un solo objeto hasta que cayó con las rodillas al piso y los puños cerrados para evitar que su cara se estrellase con los cimientos, más que un acto meditado fue solo por instinto. Lo mismo sucedió con el impulso que le hizo ponerse en pie de inmediato, correr y ponerse delante de Constantine. Aún con todo dandole vueltas no tuvo más que elevar un mano rápidamente para que la tierra rompiera el mármol y en una gran roca se fuera contra el estomago de Klarion, quién tras el impacto salió disparado hacia un extremo llevándose pinturas valiosas tras su caída.
Volvió la mirada hacia atrás, distinguiendo a su salvador -Vaya, Constantine- exclamó con jubilo -Un placer volver a verte por aquí- ofreció su mano para ayudar a un miembro del gremio para ponerse en pie.
En medio del jaloneo que sentía sobre sus piernas y sus manos pudo vislumbrar un brilloso resplandor que salía justamente de un agujero más grande que el que elaboró quien lo intentó liberar, por el ángulo donde estaba daba la sensación de que el fuego lo estuviera consumiendo y por un milímetro de segundo tuvo miedo de lo peor, tuvo pavor que en desesperación el hombre que intentaba liberarlo creyera que una mejor alternativa era quemando el lienzo, lo cual también explicaría por que el enlace con el mundo exterior se rompió al instante, pero el agujero iba cada vez en aumento y la luz que penetraba por allí era del color de la perla y no del escarlata y anaranjado del fuego. Lot vio con curiosidad aquel hecho y dubitativo se acerco a la aparente salida, por allí vislumbro a Poe correr y a Klarion enfurecer. Que fuera ese el estado de ánimo de su antiguo rival le lleno de jubilo y por él podía quedarse allí y observar sus mejillas completamente rojas y su mirada tratando de intimidar, pero sabía corresponder y defender al que tuvo la ingeniosa idea de usar la misma fuente de magia que creo la presión pictórica en aquel tramo.
Cerrando los ojos y tomando un último aliento decidió aventurarse, dejando a Dios su futuro y lo que podía ocurrirle al intentar escapar de su encierro por allí. Volvió a sentir ese extraño jaloneo por sus manos, por sus piernas y sus pies, escuchó a la ropa desgarrarse y vio a su alrededor dar vueltas tan rápidamente que no supo distinguir ni un solo objeto hasta que cayó con las rodillas al piso y los puños cerrados para evitar que su cara se estrellase con los cimientos, más que un acto meditado fue solo por instinto. Lo mismo sucedió con el impulso que le hizo ponerse en pie de inmediato, correr y ponerse delante de Constantine. Aún con todo dandole vueltas no tuvo más que elevar un mano rápidamente para que la tierra rompiera el mármol y en una gran roca se fuera contra el estomago de Klarion, quién tras el impacto salió disparado hacia un extremo llevándose pinturas valiosas tras su caída.
Volvió la mirada hacia atrás, distinguiendo a su salvador -Vaya, Constantine- exclamó con jubilo -Un placer volver a verte por aquí- ofreció su mano para ayudar a un miembro del gremio para ponerse en pie.
Lot Vasari- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/12/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Constantine tuvo la brillante idea a último momento de que quizás la misma fuente con que se había realizado el conjuro podía romperlo con un hechizo tan perjudicial que podría asesinar alguien en segundos << Propiedades de la magia negra >> recordó una vez en que por causa de un milagro leyó un libro sobre el tema en la antigua biblioteca que poseía España, en uno de su tantos viajes para la persecución de sus demonios favoritos, entre ellos: Klarion Black.
-Buen tiro- respondió mientras se ponía en pie con su típica arrogancia que quizás poseía un poco aunque oculta, algo de profunda gratitud -La vi muy cerca, ¿sabes?- negó con la cabeza observando con felicidad y media sonrisa en los labios al joven inconsciente cubierto del polvo del muro que tras el impacto se rompió y el cuadro a su espalda -Creo que tu cumpliste el sueño de muchos de nosotros- sonrió franco -Vaya manera de patearle el trasero después de que te metió en eso- volvió la vista al frente, observando con todo placer el cuerpo inerte de Klarion -Creo que con semejante golpe se llevará tres días en la cama. Es tan…. que se quejará más que una mujer a punto de parir, créeme- afirmó al ver la expresión de incredulidad de su interlocutor, otro Vasari, a decir verdad -Media comunidad de hechiceros lo sabe, tras un enfrentamiento contra otra Orden a la que servía, una que en ese entonces se llamaba la Corte de los Búhos, estuvo una semana entera dando de alaridos inútiles e inservibles. Síndrome del niño consentido- dijo con absoluta seguridad-Eso es lo que tiene el muy infeliz- observó a su alrededor y en la sala contigua estaba Allan tratando de defenderse con todo lo que podía tras una horda entera de soldados del medievo intentando asesinarlo aún sin éxito. Constantine negó con la cabeza -Hablando de inutilidad, será mejor que vayamos a rescatar el pellejo de ese hombre, antes de que Severian me lo cobre como nuevo- ladeo la cabeza para indicar el punto al cual deberían dirigirse -Vamos- comentó exasperado -Luego vendremos por este perro y nos vamos al cuartel- tomó por el hombro al hechicero de ojos expresivos y cabello castaño a medio cortar, tenía barba y bigote como Solomon Vasari, una gran influencia, supuso Constantine.
Legaron a la sala contigua donde Allan casi estaba arrinconado y llevando las de perder en la batalla contra un montón de puntos que conformaban la forma casi realista de cinco hombres con sus lanzas, espadas y uniformes, todo un cuadro tomando vida, pronto se percató que no eran los únicos y vio como otros hombres hechos con la misma técnica iban caminando torpemente hacia Allan, eran soldados igual pero sus cuerpos y su estructura eran más pesados. Él no sabía de pintura, ni técnica alguna, pero se veía a leguas que esos pintorescos caballeros también de la era del medievo, fueron hechos cuando la pintura estaba en evolución que tras el oscurantismo quedó trunca.
<< Remove umbrae* >> conjuró y un destello de luz salió disparado de sus dedos que apuntaban sin dudar al pintoresco enemigo.
-Buen tiro- respondió mientras se ponía en pie con su típica arrogancia que quizás poseía un poco aunque oculta, algo de profunda gratitud -La vi muy cerca, ¿sabes?- negó con la cabeza observando con felicidad y media sonrisa en los labios al joven inconsciente cubierto del polvo del muro que tras el impacto se rompió y el cuadro a su espalda -Creo que tu cumpliste el sueño de muchos de nosotros- sonrió franco -Vaya manera de patearle el trasero después de que te metió en eso- volvió la vista al frente, observando con todo placer el cuerpo inerte de Klarion -Creo que con semejante golpe se llevará tres días en la cama. Es tan…. que se quejará más que una mujer a punto de parir, créeme- afirmó al ver la expresión de incredulidad de su interlocutor, otro Vasari, a decir verdad -Media comunidad de hechiceros lo sabe, tras un enfrentamiento contra otra Orden a la que servía, una que en ese entonces se llamaba la Corte de los Búhos, estuvo una semana entera dando de alaridos inútiles e inservibles. Síndrome del niño consentido- dijo con absoluta seguridad-Eso es lo que tiene el muy infeliz- observó a su alrededor y en la sala contigua estaba Allan tratando de defenderse con todo lo que podía tras una horda entera de soldados del medievo intentando asesinarlo aún sin éxito. Constantine negó con la cabeza -Hablando de inutilidad, será mejor que vayamos a rescatar el pellejo de ese hombre, antes de que Severian me lo cobre como nuevo- ladeo la cabeza para indicar el punto al cual deberían dirigirse -Vamos- comentó exasperado -Luego vendremos por este perro y nos vamos al cuartel- tomó por el hombro al hechicero de ojos expresivos y cabello castaño a medio cortar, tenía barba y bigote como Solomon Vasari, una gran influencia, supuso Constantine.
Legaron a la sala contigua donde Allan casi estaba arrinconado y llevando las de perder en la batalla contra un montón de puntos que conformaban la forma casi realista de cinco hombres con sus lanzas, espadas y uniformes, todo un cuadro tomando vida, pronto se percató que no eran los únicos y vio como otros hombres hechos con la misma técnica iban caminando torpemente hacia Allan, eran soldados igual pero sus cuerpos y su estructura eran más pesados. Él no sabía de pintura, ni técnica alguna, pero se veía a leguas que esos pintorescos caballeros también de la era del medievo, fueron hechos cuando la pintura estaba en evolución que tras el oscurantismo quedó trunca.
<< Remove umbrae* >> conjuró y un destello de luz salió disparado de sus dedos que apuntaban sin dudar al pintoresco enemigo.
Neil Constantine- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/08/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Quedó allí fijamente, aún sin poder creer que al final aunque no en el momento en que se le dijo hubiese podido terminar de una buena vez con aquel engreído joven que desde supo tan siquiera de su existencia no podía tolerarlo. Aun recordaba en su breve encuentro su completo gesto de arrogancia en la cara, la forma torcida de sus labios anunciando silenciosamente una victoria que probablemente Vasari subestimo en un principio no muy remoto, es que el pensó que solo era un niño jugando a realizar el trabajo de hombres, de sabios, de gente que como él tenían años de estudio en el campo de las artes mágicas, ojalá alguien le hubiese advertido que aquel mocoso que no pasaba de los veinte años tuvo la sangre suficientemente fría para asesinar a sus padres con sus manos propias, que disfrutaba de torturar y que tenía el impulso de obtener, ambicionaba y como todo joven quería comerse el mundo a manos llenas, pero su falta de empatía y completa hambre de victoria terminaron por perfilar al hombre siniestro que en aquel momento había dejado completamente inerte pero vivo.
Lot, no era capaz de matar y eso todo el mundo lo sabía, quizás eso debió tenerlo presente su hermano al momento de considerarlo apto para aquella misión y tal vez podía ser el causante de que su rescatista perdiera la vida si él no interviene, afortunadamente, Lot conocía muchos hechizo que se conocían como simples, estos poseen sencillez tanto en la pronunciación como en el efecto hacia su oponente.
Escuchaba y a la vez no lo hacía, no se imaginaba que un ser que por todos era conocido como perverso también fuese famoso por ser absolutamente quejumbroso, simplemente la imagen no se concebía en su cabeza, era como tratar de imaginar a un león sumamente manso -Lo siento- se disculpo el castaño que observaba atentamente cada uno de los rasgos de aquel caído -Es que- se sonrió expresando sin limitaciones su incredulidad -Es que no me puedo imaginar a alguien que presume de gran poder frente a todo el mundo, haciéndose la víctima y quejándose del dolor a tan espantosa magnitud- siguió divertido, perdiendo de pronto el interés en el hechicero centrándose en Allan -¿Así que también vino contigo?- negó apresuradamente -No te desesperes, su espanto es normal- se encogió de hombros -Ya sabes, los escritores son seres sumamente sensibles por eso este “Profeta” en realidad se dedica a redactar las minutas de las reuniones, supongo que entre tanto, Severian se ha quedado sin soldados para poder venir por mi o quizás por que tiene un don innato para ver cosas donde nadie más sospecharía, su imaginación es arte y también es una herramienta muy útil- pero lo que no era demasiado útil es que Allan no conocía ni lo mínimo sobre la magia, aquellos seres solo podían matarlo si lograban mancharlo de pintura y no por las armas, un hechizo poco común y de magia para principiantes con instintos psicópatas.
-Razbliniti- proclamó un conjuro que hizo desaparecer a todos y cada una de las siluetas pintorescas y sanguinarias que había por doquier, todas fueron absorbidas por un torbellino azul como el mar y este busco salida por un muro que atravesó sin dificultad -Listo- sonrió satisfecho -Ahora Allan, ya puedes levantarte, la amenaza termino-.
Lot, no era capaz de matar y eso todo el mundo lo sabía, quizás eso debió tenerlo presente su hermano al momento de considerarlo apto para aquella misión y tal vez podía ser el causante de que su rescatista perdiera la vida si él no interviene, afortunadamente, Lot conocía muchos hechizo que se conocían como simples, estos poseen sencillez tanto en la pronunciación como en el efecto hacia su oponente.
Escuchaba y a la vez no lo hacía, no se imaginaba que un ser que por todos era conocido como perverso también fuese famoso por ser absolutamente quejumbroso, simplemente la imagen no se concebía en su cabeza, era como tratar de imaginar a un león sumamente manso -Lo siento- se disculpo el castaño que observaba atentamente cada uno de los rasgos de aquel caído -Es que- se sonrió expresando sin limitaciones su incredulidad -Es que no me puedo imaginar a alguien que presume de gran poder frente a todo el mundo, haciéndose la víctima y quejándose del dolor a tan espantosa magnitud- siguió divertido, perdiendo de pronto el interés en el hechicero centrándose en Allan -¿Así que también vino contigo?- negó apresuradamente -No te desesperes, su espanto es normal- se encogió de hombros -Ya sabes, los escritores son seres sumamente sensibles por eso este “Profeta” en realidad se dedica a redactar las minutas de las reuniones, supongo que entre tanto, Severian se ha quedado sin soldados para poder venir por mi o quizás por que tiene un don innato para ver cosas donde nadie más sospecharía, su imaginación es arte y también es una herramienta muy útil- pero lo que no era demasiado útil es que Allan no conocía ni lo mínimo sobre la magia, aquellos seres solo podían matarlo si lograban mancharlo de pintura y no por las armas, un hechizo poco común y de magia para principiantes con instintos psicópatas.
-Razbliniti- proclamó un conjuro que hizo desaparecer a todos y cada una de las siluetas pintorescas y sanguinarias que había por doquier, todas fueron absorbidas por un torbellino azul como el mar y este busco salida por un muro que atravesó sin dificultad -Listo- sonrió satisfecho -Ahora Allan, ya puedes levantarte, la amenaza termino-.
- Nota:
- No pude evitar anotar esto al final, pero ame esa parte de " Siendo perseguido como un maldito pavo para el día de acción de gracias" ja ja ja ja xD
Amo el humor que comparten Constantine y su user.
¡Saludos!
Lot Vasari- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 25/12/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Allan corría horrorizado de un lado para otro buscando detener a los hombres pintorescos que iban detrás de él dispuestos a matarlo. Puede que no supiera nada de magia y no sabía si unas simples manchas de pintura flotantes podía hacerle seriamente algún daño, pero su imaginación siempre activa, volaba y le asustaba junto con los otros y dejaba para su horror, un sin fin de desenlaces que no alentaba para nada a quererse morir más pronto, prefería en todo caso el hambre o el alcohol, agonía lenta pero menos dolorosa que esa.
A menudo veía la batalla que se lideraba entre Constantine y Klarion, un chico que no se alejaba mucho de lo que en su cabeza se había figurado con tantas narraciones que otros le contaron, sin embargo había una parte que no alcanzaba a comprender y era dolorosamente algo complicado de aceptar, si bien, el escritor había visto suficientes cosas de lado de los “Profetas” y la Orden jamás se imaginó que realmente existiera alguien con el corazón de piedra a tan temprana edad, tampoco podía entender como un simple joven podía atemorizar tanto con aquellos ojos grises y fríos que desde la lejanía se notaban vacíos, tal parecía que no tenía alma y que si la tuvo solo fue para ofrecérsela al Señor de los infiernos en un afán de obtener el poder mágico con el que contaba y con él que tanto daño hizo.
Allan seguí corriendo por un delgado pasillo en la sala contigua del museo, se había perdido de lo que pasaba entre los dos brujos y si habían conseguido sacar a Vasari, a él le preocupaba ahora que solo tuviese unos pocos metros antes de llegar a topar con pared y que ya no había más objetos alrededor con los cuales defenderse. Todo lo había lanzado en su defensa, espadas, replicas de esculturas y todo atravesaba a sus perseguidores, cada vez veía la muerte más cerca.
Cuando no tuvo más escapatoria, no encontró otro camino más que esconderse detrás de un pilar que sostenía a un escultura justo a la orilla de muro blanco. Estaba empapado de sudor y de pronto el cuello de la camisa y todo el riguroso traje que portaba en un intento por encajar con los estándares de la época, le molestaba tanto que no veía el momento de romperlo hasta dejarlo hecho jirones. Sentía cerca sus pasos cuando las voces aparecieron en su rescate y la luces acompañando a estas, para el Profeta, cosa curiosa era la magia, aún no comprendía como del cuerpo podían desprenderse algo parecido a los rayos en medio de una tormenta o como era que tenían fuerza suficiente para mover objetos a su voluntad y otras cosas más por medio de simples palabras en idiomas diferentes, incluyendo al imperante latín. De cualquier forma agradeció a esas sutiles cosas que le resultaban incomprensibles, porque sin ellas hubiese perdido la vida al no tener más salida.
Sintió su mano derecha en una temperatura completamente helada, era como una mano de muerto enjertada en un cuerpo vivo y de corazón palpitante, se percató única y exclusivamente porque ya no sentía ninguno de sus dedos ni el material del pilar con el que se estaba sosteniendo. Superando profundamente al respirar y escuchar la paz del silencio y la calma, de a poco salió de su escondite, como si se tratase de un niño regañado, lo primero que vio fue a su líder, Lot Vasari, extendiéndole la mano e invitándolo a salir con su habitual sonrisa de siempre -Tu nunca cambias- negó Allan con apuro -Me alegro de haber llegado a tiempo antes de que algo más sucediese haya dentro. Severian estará encantado de verte con bien- correspondió a su sonrisa y en vez de tomarle la mano para salir se lanzó hacia con una alegría tal que le estrechó y le brindo un par de palmadas en la espalda -Me da tanto gusto que estés vivo- se separó de él para tomar su mano y estrecharla. La relación entre Poe y el hechicero era más que de conocidos o subordinado y líder, eran como hermanos de sangre.
A menudo veía la batalla que se lideraba entre Constantine y Klarion, un chico que no se alejaba mucho de lo que en su cabeza se había figurado con tantas narraciones que otros le contaron, sin embargo había una parte que no alcanzaba a comprender y era dolorosamente algo complicado de aceptar, si bien, el escritor había visto suficientes cosas de lado de los “Profetas” y la Orden jamás se imaginó que realmente existiera alguien con el corazón de piedra a tan temprana edad, tampoco podía entender como un simple joven podía atemorizar tanto con aquellos ojos grises y fríos que desde la lejanía se notaban vacíos, tal parecía que no tenía alma y que si la tuvo solo fue para ofrecérsela al Señor de los infiernos en un afán de obtener el poder mágico con el que contaba y con él que tanto daño hizo.
Allan seguí corriendo por un delgado pasillo en la sala contigua del museo, se había perdido de lo que pasaba entre los dos brujos y si habían conseguido sacar a Vasari, a él le preocupaba ahora que solo tuviese unos pocos metros antes de llegar a topar con pared y que ya no había más objetos alrededor con los cuales defenderse. Todo lo había lanzado en su defensa, espadas, replicas de esculturas y todo atravesaba a sus perseguidores, cada vez veía la muerte más cerca.
Cuando no tuvo más escapatoria, no encontró otro camino más que esconderse detrás de un pilar que sostenía a un escultura justo a la orilla de muro blanco. Estaba empapado de sudor y de pronto el cuello de la camisa y todo el riguroso traje que portaba en un intento por encajar con los estándares de la época, le molestaba tanto que no veía el momento de romperlo hasta dejarlo hecho jirones. Sentía cerca sus pasos cuando las voces aparecieron en su rescate y la luces acompañando a estas, para el Profeta, cosa curiosa era la magia, aún no comprendía como del cuerpo podían desprenderse algo parecido a los rayos en medio de una tormenta o como era que tenían fuerza suficiente para mover objetos a su voluntad y otras cosas más por medio de simples palabras en idiomas diferentes, incluyendo al imperante latín. De cualquier forma agradeció a esas sutiles cosas que le resultaban incomprensibles, porque sin ellas hubiese perdido la vida al no tener más salida.
Sintió su mano derecha en una temperatura completamente helada, era como una mano de muerto enjertada en un cuerpo vivo y de corazón palpitante, se percató única y exclusivamente porque ya no sentía ninguno de sus dedos ni el material del pilar con el que se estaba sosteniendo. Superando profundamente al respirar y escuchar la paz del silencio y la calma, de a poco salió de su escondite, como si se tratase de un niño regañado, lo primero que vio fue a su líder, Lot Vasari, extendiéndole la mano e invitándolo a salir con su habitual sonrisa de siempre -Tu nunca cambias- negó Allan con apuro -Me alegro de haber llegado a tiempo antes de que algo más sucediese haya dentro. Severian estará encantado de verte con bien- correspondió a su sonrisa y en vez de tomarle la mano para salir se lanzó hacia con una alegría tal que le estrechó y le brindo un par de palmadas en la espalda -Me da tanto gusto que estés vivo- se separó de él para tomar su mano y estrecharla. La relación entre Poe y el hechicero era más que de conocidos o subordinado y líder, eran como hermanos de sangre.
Allan Poe- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/11/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
-¡Que conmovedor!- aplaudió lenta y cínicamente el joven hechicero desde las sombra de un arco que conectaba con la sala que daba a sus contrincantes -¿Luego que sigue? ¿El vals de bienvenida?- soltó una risa irónica mientras avanzaba lentamente hasta donde ellos aguardaban con caras de susto o probablemente de sorpresa, no se sabía, era complicado de distinguirlas con la escasa luz que había en el sitio -¿Porque tanto silencio?, si hace un momento estaban tan… festivos- entrelazó sus manos confiadamente -Se explicaría su silencio si él estuviese muerto, pero arruinaron mis planes, que tan aguafiestas son los adultos en verdad, espero tardar años en llegar a estar tan arrugado como un pergamino y tan cerrado de mentalidad para no encontrar lo divertido que es la muerte y lo fascinante que es provocárselo a otro- se encogió de hombros, cada vez y peligrosamente se iba acercando, pero a simple vista no parecía tener intenciones de lanzar un nuevo conjuro o alguna tipo de represalia -Por eso creo entender la situación que los llevo a destrozar mis juguetes, no entendieron lo maravilloso del juego que encerraba el hecho de que unas simples pinturas inofensivas hasta el punto más absurdas terminarán de enloquecer a este hombre, tan solo un poco más- guiñó el ojo -Admítalo- añadió divertido con una sonrisa y un aire victorioso -Su mente crearía ideas aún más magistrales que las que debió de haber tenido para haber huido como idiota ante inofensivas manchas de pintura- acarició sus dientes con la punta de la lengua, tambaleando ligeramente sus pasos, como si bailara al caminar -Fue una simple broma de un hechicero aburrido- se excuso.
Vio a un lado y luego hacia atrás, asintió como si diera una señal a alguien y entonces prosiguió con su andar -¿Saben? a mí me gusta mucho jugar y si lo pensamos bien, eso es lo que hago ahora. Analicemos, no pueden salir de aquí porque yo les estorbo en la entrada y por si fuera poco sé perfectamente que ustedes dos son tan gallinas para manejar una magia con amplio poder como la mía, si tan solo le dieran la oportunidad, tendrían más probabilidades de sobrevivir si usarán el conjuro de la aparición, pero como no es así, aumenta más mi diversión- afirmó complacido y finalmente se detuvo a pocos pasos de toparse cara a cara con los tres hombres -Con esta desventaja solo aumentan mi probabilidad de felicidad momentánea- su rostro se tornó serio después de tanto discurso -Si, felicidad pasajera, porque al final y después de todo yo tendré que matarlos- señaló con la mano a un pedestal vacío, este flotó con prontitud y lo arrojó con fuerza en contra de los invasores, esta vez no había conjuros en voz alta, todos estaban dichos en el fondo de la cabeza del hechicero, que para ese momento poseía una mirada astuta y vengativa, contemplaba al enemigo replegarse de un lado a otro y escudarse detrás de muros o esculturas que tuvieran a su alcance -¿Que pasa? ¿No piensan contraatacarme?- se mofó de su estado huidizo -Vaya desilusión, creí por un instante…- se interrumpió por lo absurdo que supuestamente para él representaba aquella idea planteada -Creí que por ser de la Orden y de los Caídos, tendrían algo más a ofrecerme, pero tu Lot, solo eres un Profeta y tú Constantine, un engreído e idiota… ¿Como pude llegar a suponer?- preguntó con incredulidad, señaló unos cuantos cuadros, que flotando, se despegaron de la pared para luego ir en contra de los tres hombres. Una de las pinturas tenía por virtud un hermoso cuadro de oro tan pesado, que quizás y era lo más que esperaba el joven, podía romper el cráneo a la mitad de alguno y ver a la muerte aparecer, tan dolorosa, dañina y sangrienta como siempre.
Vio a un lado y luego hacia atrás, asintió como si diera una señal a alguien y entonces prosiguió con su andar -¿Saben? a mí me gusta mucho jugar y si lo pensamos bien, eso es lo que hago ahora. Analicemos, no pueden salir de aquí porque yo les estorbo en la entrada y por si fuera poco sé perfectamente que ustedes dos son tan gallinas para manejar una magia con amplio poder como la mía, si tan solo le dieran la oportunidad, tendrían más probabilidades de sobrevivir si usarán el conjuro de la aparición, pero como no es así, aumenta más mi diversión- afirmó complacido y finalmente se detuvo a pocos pasos de toparse cara a cara con los tres hombres -Con esta desventaja solo aumentan mi probabilidad de felicidad momentánea- su rostro se tornó serio después de tanto discurso -Si, felicidad pasajera, porque al final y después de todo yo tendré que matarlos- señaló con la mano a un pedestal vacío, este flotó con prontitud y lo arrojó con fuerza en contra de los invasores, esta vez no había conjuros en voz alta, todos estaban dichos en el fondo de la cabeza del hechicero, que para ese momento poseía una mirada astuta y vengativa, contemplaba al enemigo replegarse de un lado a otro y escudarse detrás de muros o esculturas que tuvieran a su alcance -¿Que pasa? ¿No piensan contraatacarme?- se mofó de su estado huidizo -Vaya desilusión, creí por un instante…- se interrumpió por lo absurdo que supuestamente para él representaba aquella idea planteada -Creí que por ser de la Orden y de los Caídos, tendrían algo más a ofrecerme, pero tu Lot, solo eres un Profeta y tú Constantine, un engreído e idiota… ¿Como pude llegar a suponer?- preguntó con incredulidad, señaló unos cuantos cuadros, que flotando, se despegaron de la pared para luego ir en contra de los tres hombres. Una de las pinturas tenía por virtud un hermoso cuadro de oro tan pesado, que quizás y era lo más que esperaba el joven, podía romper el cráneo a la mitad de alguno y ver a la muerte aparecer, tan dolorosa, dañina y sangrienta como siempre.
Klarion Svevo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/11/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
-¡Llegaste a suponer porque eres un niño idiota!- exclamó aquel brujo que esquivaba las artesanías que el otro arrojaba con la idea de herirlos, en algún momento Vasari cambió de hechizo con palabras apenas susceptibles al oído, de ese modo cada objeto en vez de llegar a su destino daba la media vuelta, dirigiéndose con el doble de fuerza hacia el contrincante, Lot sonrió triunfal.
-Afortunadamente nosotros somos dos adultos- volvió la mirada a Constantine -Al menos en apariencia- corrigió -Que no somos tan incrédulos para hacernos pedazos en la primera oportunidad y a la menor provocación, nosotros no estamos deseosos de demostrar quienes somos ni mucho menos- el muchacho se había ocultado detrás de unas cuantas armaduras para entonces -No te vamos a hacer trizas, todavía nos sirves ¿Sabes?- afirmó con un tono afable y burlón -Si te dejas, quizás por primera vez en tu vida te sientas realmente útil- oyó a Constantine susurrar en un tono desesperado y reñidor, Vasari levanto su mano, como dando poca importancia a las advertencias que no alcanzaba a percibir pues su concentración se hallaba a lejanía de donde cuidaban de su retaguardia -Tú eres el imbécil aquí, si llegamos a ponerte una mano encima vendrás con nosotros y nos dirás exactamente donde esta ese cretino de Vasili- advirtió encolerizado y derramando al piso las últimas dos gotas de paciencia que le sobraban -Eres un maldito cobarde- aludió con asentimiento en aprobación -Te diría que eres una rata cobarde, pero hasta esos animales son más que tu en todos los sentidos como un ser viviente- y sin embargo, Lot no pudo continuar, algo en el aire comenzó a agitarse con vehemencia, la mirada verde del hechicero Vasari fue de un lado al otro, intentando encontrar aquello que se movía, esos ojos invisibles que parecían envenenarlo poco a poco, que provocaban en su cabeza pequeñas punzadas, indicativo de que la energía estaba alterándose en niveles cada vez más peligrosos.
Su mano, abierta en su totalidad apunto al piso que de inmediato dejó a la vista una linea que dibujaba un circulo alrededor de Vasari y en el centro una figura parecida a los cuervos cuando estos tienen sus alas extendidas en pleno vuelo << Območje zaščitnica >> mencionó subiendo el tono en forma gradual, hasta que aquello parecían gritos en un idioma incomprensible, la luz del circulo a su alrededor iba intensificándose hasta que aquello tenía más el aspecto de unas llamas azules que tocaban sus ropajes sin hacerle daño, los objetos no penetraban la barrera de aquella energía y de pronto el cuervo en el centro dio vuelta rápidamente apuntando al sudoeste << Invocó a los espíritus de la tierra >> conjuró en francés, su idioma natal << Y concentró mi poder en el sudeste, símbolo de la muerte y el más allá, maten o apresen espíritus a quien me intentó dañar >> el circulo se disolvió, dejando en el brillante y ahora sucio y desastroso piso de mármol un caminó lleno de sismologías, lineas y curvas, un camino que a lejanía parecía enraizado, un camino enigmático en todos los puntos del circulo que dibujaban una especie de runas ilegibles. El cuervo emanó del piso, se materializo unos instantes en que buscó a Klarion detrás de los muros y lo llevó a rastras con sus patas de garras afiladas antes de desaparecer en el aire, disolviéndose como el humo del cigarro al ser despojado de la boca del consumidor.
Las extrañas corriente invisibles que acechaban parecían haber cesado de pronto, el ambiente y su atmósfera se volvió aparentemente más liviano en cuanto Klarion cayó al piso de forma seca y rígida, con el rostro hacia el suelo y sus manos extendidas sin fuerzas. Dormido parecía un niño inofensivo y eso provocó más de una risa poco amable por parte del hechicero -Vamos, arriba- exigió, pero el oponente no correspondió al desafió, quizás su magia lo había matado finalmente.
-Afortunadamente nosotros somos dos adultos- volvió la mirada a Constantine -Al menos en apariencia- corrigió -Que no somos tan incrédulos para hacernos pedazos en la primera oportunidad y a la menor provocación, nosotros no estamos deseosos de demostrar quienes somos ni mucho menos- el muchacho se había ocultado detrás de unas cuantas armaduras para entonces -No te vamos a hacer trizas, todavía nos sirves ¿Sabes?- afirmó con un tono afable y burlón -Si te dejas, quizás por primera vez en tu vida te sientas realmente útil- oyó a Constantine susurrar en un tono desesperado y reñidor, Vasari levanto su mano, como dando poca importancia a las advertencias que no alcanzaba a percibir pues su concentración se hallaba a lejanía de donde cuidaban de su retaguardia -Tú eres el imbécil aquí, si llegamos a ponerte una mano encima vendrás con nosotros y nos dirás exactamente donde esta ese cretino de Vasili- advirtió encolerizado y derramando al piso las últimas dos gotas de paciencia que le sobraban -Eres un maldito cobarde- aludió con asentimiento en aprobación -Te diría que eres una rata cobarde, pero hasta esos animales son más que tu en todos los sentidos como un ser viviente- y sin embargo, Lot no pudo continuar, algo en el aire comenzó a agitarse con vehemencia, la mirada verde del hechicero Vasari fue de un lado al otro, intentando encontrar aquello que se movía, esos ojos invisibles que parecían envenenarlo poco a poco, que provocaban en su cabeza pequeñas punzadas, indicativo de que la energía estaba alterándose en niveles cada vez más peligrosos.
Su mano, abierta en su totalidad apunto al piso que de inmediato dejó a la vista una linea que dibujaba un circulo alrededor de Vasari y en el centro una figura parecida a los cuervos cuando estos tienen sus alas extendidas en pleno vuelo << Območje zaščitnica >> mencionó subiendo el tono en forma gradual, hasta que aquello parecían gritos en un idioma incomprensible, la luz del circulo a su alrededor iba intensificándose hasta que aquello tenía más el aspecto de unas llamas azules que tocaban sus ropajes sin hacerle daño, los objetos no penetraban la barrera de aquella energía y de pronto el cuervo en el centro dio vuelta rápidamente apuntando al sudoeste << Invocó a los espíritus de la tierra >> conjuró en francés, su idioma natal << Y concentró mi poder en el sudeste, símbolo de la muerte y el más allá, maten o apresen espíritus a quien me intentó dañar >> el circulo se disolvió, dejando en el brillante y ahora sucio y desastroso piso de mármol un caminó lleno de sismologías, lineas y curvas, un camino que a lejanía parecía enraizado, un camino enigmático en todos los puntos del circulo que dibujaban una especie de runas ilegibles. El cuervo emanó del piso, se materializo unos instantes en que buscó a Klarion detrás de los muros y lo llevó a rastras con sus patas de garras afiladas antes de desaparecer en el aire, disolviéndose como el humo del cigarro al ser despojado de la boca del consumidor.
Las extrañas corriente invisibles que acechaban parecían haber cesado de pronto, el ambiente y su atmósfera se volvió aparentemente más liviano en cuanto Klarion cayó al piso de forma seca y rígida, con el rostro hacia el suelo y sus manos extendidas sin fuerzas. Dormido parecía un niño inofensivo y eso provocó más de una risa poco amable por parte del hechicero -Vamos, arriba- exigió, pero el oponente no correspondió al desafió, quizás su magia lo había matado finalmente.
Lot Vasari- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/12/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Constantine escuchaba sin dar crédito a lo que escuchaba, tales reacciones se esperaban de alguien más parecido a él que a un miembro de la “recatada” familia Vasari. No podía negar que cada una de las cosas que exclamaba causaban cierta gracia que más de una vez llegó a esbozar una sonrisa -Solomon, si tan solo vieras a tu hermanito- pensó para si mismo, poniendo un paso sobre otro adelante de Poe, que afligido como siempre, solo miraba donde Klarion se había protegido.
El chico no salía bajo ninguna circunstancia, pero nada extraño que pudiese hacer sospechar de que el joven tenía otra jugada entre manos, de propia cuenta todos sabían que a menudo era un ambicioso pero cobarde, incluso su familia, era respetada por entre los magos únicamente porque eran capaces de cosas terribles con tal de mantener una máscara de malevolencia entre el resto, pero nada más.
-Déjalo Lot, pierdes tu tiempo con un cobarde, un simple actor de teatro barato- susurró sin perder de vista el punto oscuro y redimido del lugar -Además ¿acaso te has vuelto loco? ¿Quieres que nos mate?- preguntó con arrogancia el rubio quien desvió la mirada hacia su compañero -Si sobrevivimos a esto. no será gracias a tu ayuda- su lengua filosa transmitía su sarcasmo -Y no me contradigo- expuso el hechicero antes de que el otro dijera alguna otra palabra en contra suya -Pero si este cobarde como quiera que sea sigue despierto y activo, las puertas jamás se abrirán. No sabemos con exactitud que tipo de encantamientos uso este tipo no hay tiempo de pronunciar un conjuro capaz de darnos una maldita pista-.
El brujo estaba desesperado, Lot lo ignoraba por completo e incluso se atrevió a minimizar sus palabras con un simple gesto deslucido de preocupación o tensión. De su mirada, solamente dos veces logró que lo enfocará a medias y por medio del rabillo del ojo, toda su pose no le comunicaba otra cosa más que la poca importancia que le daba a sus advertencias -¡Con un demonio!- exclamó por lo bajo -¿Que? ¿La pintura se te ha metido en los oídos? ¿¡No me escuchas!?- Pero en ese preciso momento las energías volvieron a moverse, sobre todo bajo sus pies. Al comienzo, Constantine solo percibió una rayas con poca precisión en el piso, impredecible en cuestión de advertir sus intenciones, después estas fueron marcándose cada vez más hasta que finalmente formaron el marco de lo que seria un circulo en cuyo centro un cuervo con las extendidas se dibujo en el centro -Vaya truco- aclamó sorprendido. El sabía que Vasari utilizaba magia antigua, pero nunca llegó a suponer que sería realmente algo traído de la edad media al 1800.
El cuerpo de Klarion cayó un poco después, con el rostro pegado al piso y las manos extendidas, Constantine entrecerró los ojos, no le convencida demasiado la rendición del hechicero rival de una forma tan sencillo -Eso resulto tremendamente fácil, cualquiera lo podría haber hecho- reclamó con recelo -No creo que vencer a un gallina presumido como este, fuera así de sencillo- inspiró sintiendo movimiento a sus espaldas, nada que alarmarse, solo era Allan aproximándose al frente para contemplar mejor la escena -Bien escritor de pacotilla, ya tienes algo más que anexar a tus textos raros- pero Allan lo ignoró como Lot y paso de largo a un con timidez más que cautela -Oigan todos me ignoran, de seguir así pensaré que estoy tan frío como Slade- después de eso, se percató cuales eran las intenciones del artista, quería tocarlo a juzgar por su manos que se estiraba -Ven acá pedazo de alcornoque ¡Que demonios haces!- el dedo del escritor toco el cuerpo inerte del chico y esté para sorpresa de todos no se movió -Entonces es cierto, por su cobardía ha caído- festejo con jubilo, acercándose cínicamente a Klarion -Bien, este infeliz tiene muchas cosas que decirle a Severian, lo haremos cantar como a un loro con sus garras al fuego- murmuraba con una amplia sonrisa maliciosa, cuando el joven hechicero movió una sola mano sin dar tiempo a que Constantine reaccionara, un rayo o algo más envolvió al escritor, quien se removía del dolor y presa del pánico no dejaba de pedir auxilio hasta que su silueta como si de una obra de arena llevada por el viento se tratase, se impregnó en la pintura que se selló y luego se encendió hasta quedar hecha añicos.
Constantine trato de corer cuanto pudo, lo que sus piernas le concedieron, invocó hechizos pero ninguno dió resultado, era demasiado tarde, la pintura había desaparecido hacia quien sabe que lugar con el escritor dentro, quizás aun lugar de donde no hay retorno tal como el Tártaro advertía; así que solo quedaba suponer dos cosas: Poe estaba perdido en algún espacio temporal o bien había muerto víctima de la maldición de un don nadie.
El chico no salía bajo ninguna circunstancia, pero nada extraño que pudiese hacer sospechar de que el joven tenía otra jugada entre manos, de propia cuenta todos sabían que a menudo era un ambicioso pero cobarde, incluso su familia, era respetada por entre los magos únicamente porque eran capaces de cosas terribles con tal de mantener una máscara de malevolencia entre el resto, pero nada más.
-Déjalo Lot, pierdes tu tiempo con un cobarde, un simple actor de teatro barato- susurró sin perder de vista el punto oscuro y redimido del lugar -Además ¿acaso te has vuelto loco? ¿Quieres que nos mate?- preguntó con arrogancia el rubio quien desvió la mirada hacia su compañero -Si sobrevivimos a esto. no será gracias a tu ayuda- su lengua filosa transmitía su sarcasmo -Y no me contradigo- expuso el hechicero antes de que el otro dijera alguna otra palabra en contra suya -Pero si este cobarde como quiera que sea sigue despierto y activo, las puertas jamás se abrirán. No sabemos con exactitud que tipo de encantamientos uso este tipo no hay tiempo de pronunciar un conjuro capaz de darnos una maldita pista-.
El brujo estaba desesperado, Lot lo ignoraba por completo e incluso se atrevió a minimizar sus palabras con un simple gesto deslucido de preocupación o tensión. De su mirada, solamente dos veces logró que lo enfocará a medias y por medio del rabillo del ojo, toda su pose no le comunicaba otra cosa más que la poca importancia que le daba a sus advertencias -¡Con un demonio!- exclamó por lo bajo -¿Que? ¿La pintura se te ha metido en los oídos? ¿¡No me escuchas!?- Pero en ese preciso momento las energías volvieron a moverse, sobre todo bajo sus pies. Al comienzo, Constantine solo percibió una rayas con poca precisión en el piso, impredecible en cuestión de advertir sus intenciones, después estas fueron marcándose cada vez más hasta que finalmente formaron el marco de lo que seria un circulo en cuyo centro un cuervo con las extendidas se dibujo en el centro -Vaya truco- aclamó sorprendido. El sabía que Vasari utilizaba magia antigua, pero nunca llegó a suponer que sería realmente algo traído de la edad media al 1800.
El cuerpo de Klarion cayó un poco después, con el rostro pegado al piso y las manos extendidas, Constantine entrecerró los ojos, no le convencida demasiado la rendición del hechicero rival de una forma tan sencillo -Eso resulto tremendamente fácil, cualquiera lo podría haber hecho- reclamó con recelo -No creo que vencer a un gallina presumido como este, fuera así de sencillo- inspiró sintiendo movimiento a sus espaldas, nada que alarmarse, solo era Allan aproximándose al frente para contemplar mejor la escena -Bien escritor de pacotilla, ya tienes algo más que anexar a tus textos raros- pero Allan lo ignoró como Lot y paso de largo a un con timidez más que cautela -Oigan todos me ignoran, de seguir así pensaré que estoy tan frío como Slade- después de eso, se percató cuales eran las intenciones del artista, quería tocarlo a juzgar por su manos que se estiraba -Ven acá pedazo de alcornoque ¡Que demonios haces!- el dedo del escritor toco el cuerpo inerte del chico y esté para sorpresa de todos no se movió -Entonces es cierto, por su cobardía ha caído- festejo con jubilo, acercándose cínicamente a Klarion -Bien, este infeliz tiene muchas cosas que decirle a Severian, lo haremos cantar como a un loro con sus garras al fuego- murmuraba con una amplia sonrisa maliciosa, cuando el joven hechicero movió una sola mano sin dar tiempo a que Constantine reaccionara, un rayo o algo más envolvió al escritor, quien se removía del dolor y presa del pánico no dejaba de pedir auxilio hasta que su silueta como si de una obra de arena llevada por el viento se tratase, se impregnó en la pintura que se selló y luego se encendió hasta quedar hecha añicos.
Constantine trato de corer cuanto pudo, lo que sus piernas le concedieron, invocó hechizos pero ninguno dió resultado, era demasiado tarde, la pintura había desaparecido hacia quien sabe que lugar con el escritor dentro, quizás aun lugar de donde no hay retorno tal como el Tártaro advertía; así que solo quedaba suponer dos cosas: Poe estaba perdido en algún espacio temporal o bien había muerto víctima de la maldición de un don nadie.
Neil Constantine- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/08/2014
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
—¡Que demonios le hiciste!- exclamó Vasari desde el punto donde la desaparición de Poe lo había dejado atónito -Lo preguntaré solo una maldita vez más ¿Que le hiciste?- profano destilando rabia y furia, culpándose a si mismo por haberse dejado llevar por el humo negro e intolerante de Constantine, es que para él no había cosa más imperdonable que perder a uno de los suyos por cosas tan triviales y estúpidas.
La sombra por el contrario no paraba de sonreír airosamente, además algo en sus manos le brillaba con intensidad, era algo color verde que palpitaba como si fuese un corazón humano, apenas si se podía vislumbrar un ligero cambio en la tonalidad del color y quizás fuera su imaginación o la rabia reprimida lo que hacia que a leguas percibiera algo parecido a unos lamentos completamente mortales que venían del interior del objeto. El hechicero retrocedió sintiendo de pronto sus palpitaciones desbocadas y peligrosas, dolía el pecho y también el estómago que durante días no había comido ni un gran de arroz se sintió pequeño, casi inexistente.
Constantine dijo algo que Lot no pudo percibir, pero era con referente al objeto, de aquello no había duda a juzgar por los ojos clavados en las manos oscuras de la sombra, ese ser misterioso que no sabían ni siquiera quien era o si trabajaba para Klarion que permanecía inconsciente en el piso, se veía tan natural y podía decirse que respiraba débilmente y sin embargo fue la advertencia de Poe lo que hizo dudar de la veracidad del cuerpo.
Apuntó con el dedo hacia Klarion << Destructo >> invocó a su energía que emanaba como una estela de estrella fugaz de color violáceo. Era un riesgo que debía correr de pronunciar ese hechizo, si resultaba ser Klarion de carne y hueso, terminaría por matarlo pero si solo era una ilusión, opción mucho más lógica y certera de acuerdo a las advertencias de Poe, esta se haría añicos al instante.
Lot era de todos los Vasari el más desconfiado, solo confiaba en si mismo y su intuición de años de experiencia. Era frío y calculador en ocasiones además del hombre más contradictorio de los hermanos, él decía constantemente a los aspirantes a Profetas que debían mantener lazos de unidad y confianza entre los compañeros de misión asignados y sin embargo nunca puso ese consejo para si mismo en práctica. Aquella negativa le costó la vida de cientos de miembros jóvenes y expertos a su cargo durante distintos trabajos a realizar, todos ellos fueron sus compañeros de trabajo, todos ellos le advirtieron como Allan lo hizo y como entonces se mofo de ellos y su supuesta “Paranoia”. Había vuelto a ocurrir, con la diferencia que ahora desconocía si el Profeta seguía vivo, así que si mataba al hechicero en el momento era una buena forma de pagar por todo el daño ocasionado.
-¿Pero que?- no pudo terminar de armar la frase, la imagen de Klarion se hizo añicos frente a sus ojos y entonces alguien rió por lo bajo, el enemigo se desenmascaraba, a sombra renunciaba al anonimato.
La sombra por el contrario no paraba de sonreír airosamente, además algo en sus manos le brillaba con intensidad, era algo color verde que palpitaba como si fuese un corazón humano, apenas si se podía vislumbrar un ligero cambio en la tonalidad del color y quizás fuera su imaginación o la rabia reprimida lo que hacia que a leguas percibiera algo parecido a unos lamentos completamente mortales que venían del interior del objeto. El hechicero retrocedió sintiendo de pronto sus palpitaciones desbocadas y peligrosas, dolía el pecho y también el estómago que durante días no había comido ni un gran de arroz se sintió pequeño, casi inexistente.
Constantine dijo algo que Lot no pudo percibir, pero era con referente al objeto, de aquello no había duda a juzgar por los ojos clavados en las manos oscuras de la sombra, ese ser misterioso que no sabían ni siquiera quien era o si trabajaba para Klarion que permanecía inconsciente en el piso, se veía tan natural y podía decirse que respiraba débilmente y sin embargo fue la advertencia de Poe lo que hizo dudar de la veracidad del cuerpo.
Apuntó con el dedo hacia Klarion << Destructo >> invocó a su energía que emanaba como una estela de estrella fugaz de color violáceo. Era un riesgo que debía correr de pronunciar ese hechizo, si resultaba ser Klarion de carne y hueso, terminaría por matarlo pero si solo era una ilusión, opción mucho más lógica y certera de acuerdo a las advertencias de Poe, esta se haría añicos al instante.
Lot era de todos los Vasari el más desconfiado, solo confiaba en si mismo y su intuición de años de experiencia. Era frío y calculador en ocasiones además del hombre más contradictorio de los hermanos, él decía constantemente a los aspirantes a Profetas que debían mantener lazos de unidad y confianza entre los compañeros de misión asignados y sin embargo nunca puso ese consejo para si mismo en práctica. Aquella negativa le costó la vida de cientos de miembros jóvenes y expertos a su cargo durante distintos trabajos a realizar, todos ellos fueron sus compañeros de trabajo, todos ellos le advirtieron como Allan lo hizo y como entonces se mofo de ellos y su supuesta “Paranoia”. Había vuelto a ocurrir, con la diferencia que ahora desconocía si el Profeta seguía vivo, así que si mataba al hechicero en el momento era una buena forma de pagar por todo el daño ocasionado.
-¿Pero que?- no pudo terminar de armar la frase, la imagen de Klarion se hizo añicos frente a sus ojos y entonces alguien rió por lo bajo, el enemigo se desenmascaraba, a sombra renunciaba al anonimato.
Lot Vasari- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/12/2015
Re: La maldición del Tártaro /Privado/ ("Los Eternos C. de Le due maschere della notte)
Un hilo de sangre brotaba en un costado de su frente y varios hematomas empezaban a anunciar su presencia en los brazos, las rodillas y el ojo izquierdo, también tenia el labio partido y podía sentir el sabor salado de su sangre en las comisuras de estos. Lamió el líquido carmesí desesperado por limpiarse, no iba a pasar por vergüenzas otra vez.
Quizás eso le salvo de terminar en el suelo completamente inconsciente, su ambición por poder y respeto era tal que le impulsaba a razonar lo impensable aún cuando todo marchara en su contra. Casi siempre había manejado ese concepto, menos cuando se suscitó la guerra entre las dos máscaras de la noche, allí, en esa ocasión pudo más el resentimiento en contra de Constantine que algo más profundo y complejo. El le debía muchas cosas y creyó que aquel sería el mejor momento de cobrarle con demasiados creces. Quedó como un cobarde y se fue por un tiempo a ofrecer algo más el demonio, involucrarse con alquimistas y hechiceros inclinados hacia el lado secreto y poco benevolente de las artes mágicas y ahora podía aplicar lo aprendido, ahora era el momento de actuar.
Mientras se estrellaba con las cosas a su paso, recordó que existía una técnica bastante eficaz para hacer una ilusión misma de su propia imagen, un “gemelo” se le decía, rescató de su mente el encantamiento correspondiente y este dientes por el dolor de cada golpe recibido finalmente el logró evaporarse en el aire y su energía dibujar su figura exactamente igual, también respiraba y quizás también le dolía. Era solo una ilusión, una de las pocas posibilidades de salvarse el pellejo una vez más.
Sentía el escozor en su piel, podía sentir la sangre brotar en gotas cada vez más, grandes, como siempre sus heridas provocaban un escándalo tal que siempre que podía, lograba manipular a la gente a su alrededor de acuerdo a sus potenciales deseos de ser tratado como un rey. Esta vez, todo sería diferente, quizás por primera vez en toda su vida.
Rió por lo bajo el joven hechicero, bajo la mirada y negó divertido más de una vez con su cabeza de un lado a otro impetuosamente -Mírate, contempla nada más como te oyes… un desesperado soldado que no soporta perder a uno de los suyos…Pero me preguntó ¿Es por la persona tu desespero o en realidad, todo se debe a que te fallaron los cálculos y no te agrada parecer un idiota?— se tomo un momento, mientras los otros parecían ponerse en guardia —Un inofensivo pañuelo- anunció cuando la prenda salió de entre sus ropajes, tela de seda blanca, con bordado de sus iniciales en un costado —¿Que le he hecho a tu amigo? Nada… aún- sonrió al ver como Vasari intentaba abalanzarse sobre de él -Lo encerré en una prisión aunque menos pintoresca que la tuya— encogiéndose de hombros continuó -Cetanu Vasili, me hizo el miserable favor de liberar a Zodiac y hasta el momento no se donde esta el maldito perro infeliz, así que esta cosita… mi gema, necesitaba un nuevo inquilino y ya lo he encontrado…-.
La piedra brillaba, palpitaba como un corazón hecho de jade entre las manos de Klarion, que, con aquel destello luminoso parecía aún más malévolo que en su estado normal, las heridas de su piel se destacaban más, menos la de su frente pues allí tenía el pañuelo cubriéndola. Levantó el dije aún más alto —¿Lo quieres?… Ven por él- le decía a Vasari.
Las puertas se cerraron tras ellos con un golpe seco y la magia de Klarion comenzó a sentirse por todas partes en una especie de ráfaga —¡Morfus!- exclamó, señalando un par de asientos debajo de una pintura y luego, del pañuelo brotaron semillas de las que hiedras empezaron llenar el sendero.
Klarion no pudo evitarlo y de pronto, el espectáculo frente a sus ojos le pareció lo suficientemente divertido para reír a carcajadas estridentes.
Quizás eso le salvo de terminar en el suelo completamente inconsciente, su ambición por poder y respeto era tal que le impulsaba a razonar lo impensable aún cuando todo marchara en su contra. Casi siempre había manejado ese concepto, menos cuando se suscitó la guerra entre las dos máscaras de la noche, allí, en esa ocasión pudo más el resentimiento en contra de Constantine que algo más profundo y complejo. El le debía muchas cosas y creyó que aquel sería el mejor momento de cobrarle con demasiados creces. Quedó como un cobarde y se fue por un tiempo a ofrecer algo más el demonio, involucrarse con alquimistas y hechiceros inclinados hacia el lado secreto y poco benevolente de las artes mágicas y ahora podía aplicar lo aprendido, ahora era el momento de actuar.
Mientras se estrellaba con las cosas a su paso, recordó que existía una técnica bastante eficaz para hacer una ilusión misma de su propia imagen, un “gemelo” se le decía, rescató de su mente el encantamiento correspondiente y este dientes por el dolor de cada golpe recibido finalmente el logró evaporarse en el aire y su energía dibujar su figura exactamente igual, también respiraba y quizás también le dolía. Era solo una ilusión, una de las pocas posibilidades de salvarse el pellejo una vez más.
Sentía el escozor en su piel, podía sentir la sangre brotar en gotas cada vez más, grandes, como siempre sus heridas provocaban un escándalo tal que siempre que podía, lograba manipular a la gente a su alrededor de acuerdo a sus potenciales deseos de ser tratado como un rey. Esta vez, todo sería diferente, quizás por primera vez en toda su vida.
Rió por lo bajo el joven hechicero, bajo la mirada y negó divertido más de una vez con su cabeza de un lado a otro impetuosamente -Mírate, contempla nada más como te oyes… un desesperado soldado que no soporta perder a uno de los suyos…Pero me preguntó ¿Es por la persona tu desespero o en realidad, todo se debe a que te fallaron los cálculos y no te agrada parecer un idiota?— se tomo un momento, mientras los otros parecían ponerse en guardia —Un inofensivo pañuelo- anunció cuando la prenda salió de entre sus ropajes, tela de seda blanca, con bordado de sus iniciales en un costado —¿Que le he hecho a tu amigo? Nada… aún- sonrió al ver como Vasari intentaba abalanzarse sobre de él -Lo encerré en una prisión aunque menos pintoresca que la tuya— encogiéndose de hombros continuó -Cetanu Vasili, me hizo el miserable favor de liberar a Zodiac y hasta el momento no se donde esta el maldito perro infeliz, así que esta cosita… mi gema, necesitaba un nuevo inquilino y ya lo he encontrado…-.
La piedra brillaba, palpitaba como un corazón hecho de jade entre las manos de Klarion, que, con aquel destello luminoso parecía aún más malévolo que en su estado normal, las heridas de su piel se destacaban más, menos la de su frente pues allí tenía el pañuelo cubriéndola. Levantó el dije aún más alto —¿Lo quieres?… Ven por él- le decía a Vasari.
Las puertas se cerraron tras ellos con un golpe seco y la magia de Klarion comenzó a sentirse por todas partes en una especie de ráfaga —¡Morfus!- exclamó, señalando un par de asientos debajo de una pintura y luego, del pañuelo brotaron semillas de las que hiedras empezaron llenar el sendero.
Klarion no pudo evitarlo y de pronto, el espectáculo frente a sus ojos le pareció lo suficientemente divertido para reír a carcajadas estridentes.
Klarion Svevo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/11/2014
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