AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Baile de Navidad y Año Nuevo
Del 21 de diciembre al 31 de enero
9:15 P.M. ♦ PALACIO REAL
—¿Ésta es la noche? ¿Lo revelarás ante todos los invitados? —preguntó Claire desde el otro extremo de la habitación, mientras observaba a su esposo ajustar los últimos detalles de su atuendo de esa noche—. ¿Y si es un error?
Nigel, que se encontraba frente al espejo, contemplando con desmedida vanidad el reflejo que éste le devolvía, dejó lo que estaba haciendo y lentamente giró su rostro para mirarla. Él sabía a qué se refería, lo ansiosa que la ponía aquella determinación que hacía poco había tomado, la de revelarse no solo ante todo Francia, sino ante el mundo, como lo que era, una criatura de la noche, un muerto que caminaba entre los vivos, un vampiro. Nigel, por su parte, era tan soberbio que le parecía incluso ingenuo que ella pensara que algo malo podía ocurrirles, que las cosas podían resultar mal. Haciendo alarde de su poder, le dedicó una efímera sonrisa llena de presunción.
—Claire, cariño —pronunció con sorna—, todavía no has aprendido nada, ¿cierto? No hay errores cuando eres rey, ya deberías saberlo —su vista regresó al espejo. Acomodó el nudo de su corbata restando importancia a las inquietudes de su esposa—. ¿Qué es lo que te preocupa? ¿Que no lo acepten? ¿Que no estén de acuerdo con lo que soy? Créeme, lo estarán. Realmente no tienen opción. Yo soy el rey. Deberías estar feliz, ¿o es que acaso no te ha gustado el vestido que ordené hacer exclusivamente para ti? —tomándola de la mano, la acercó a él para que ambas figuras se reflejaran en el gran espejo: una pareja joven, perfecta y ambiciosa—. Solo míranos. Somos todo lo que otros pueden desear. Esta noche seremos amados y envidiados por igual. ¿Eso no te complace?
***
Llegada la hora, el rey y la reina consorte fueron conducidos a través del palacio con gran pompa. Una gran escolta los acompañaba. Ethan, consejero real, también estaba ahí. El hombre pálido de cabellera negra, de vez en cuando se acercaba para hablarle al oído al monarca y éste asentía de manera cómplice. En el salón principal, el baile ya había iniciado. Magníficas melodías barrocas a cargo de la orquesta se colaban por la puerta y acariciaban los pasillos de la gran mansión. Se abrió la puerta y apenas los reyes hubieron asomado las narices, siendo debidamente anunciados, la música se detuvo abruptamente y un silencio absoluto se perpetuó. Los presentes despejaron el centro y, formando dos hileras, mostraron sus respetos. Los reyes avanzaron y les abrieron paso como en su momento hiciese el Mar Rojo ante Moisés. Una oleada de suspiros y exclamaciones se dejó escuchar. El rey, sin dignarse siquiera a mirar realmente a sus invitados, avanzó por el pasillo llevando a su esposa del brazo. Vista al frente, barbilla en lo alto, hombros erguidos y pecho ensanchado. Su vestimenta era impecable. Cuando juntos llegaron al sitio que por ley correspondía al Delfín y la Delfina de Francia, Nigel mostró una glacial seguridad que a más de uno logró dejar sin aliento. Tomaron asiento y el monarca ordenó que el baile continuara. La música se volvió a escuchar.
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Fecha de inscripción : 11/01/2010
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
A veces, sólo a veces, le gustaría que las manos no le temblaran y que su propia voz fuera capaz de atravesar las capas de su helada piel que la tienen aislada dentro de ese mundo repleto de miedos. Una de esas veces es justo ahora, sentada en un carruaje que parece ir muy rápido, mientras se acomoda la falda de ese enorme vestido que cubre su cuerpo y también sus temores. Todo habría estado perfecto de no ser por la revelación que pocos días antes le había hecho Nigel, una revelación que le parece peligrosa e ingenua, como un niño jugando con fuego en las fauces de un dragón hambriento. Es un asco sentirse de ese modo, con el estómago revuelto y la expectación de que algo malo puede suceder.
El cochero los esperaba con el rostro tenso como siempre lo tienen los empleados cuando están cerca del rey. Al comienzo era un poco extraño observar el cambio es sus facciones, pero con el tiempo y especialmente luego de la transformación de Nigel, Claire simplemente se acostumbró y dejó de intentar encontrarle una explicación racional a todo eso. Se volvería loca si tratara de buscar respuestas para todo lo que sucede en su vida.
Apenas se abrieron las puertas notó el silencio sepulcral, era como si todos hubiesen contenido la respiración al mismo tiempo. Sólo podía escucharse el carraspeo de algunos hombres intentando llamar la atención de un rey que apenas les prestaba atención y el fru frú que hacía la tela cuando las mujeres les entregaban una reverencia a los recién llegados. Se hablaría de este baile y lo sucedido en él probablemente en cada reunión hasta la próxima navidad. Y esa era la idea, que sólo ellos mismos pudieran superarse. Esta noche seremos amados y envidiados por igual, había dicho Nigel, y Claire estaba segura que su esposo estaba en lo cierto.
Una vez tomaron asiento y la música comenzó a sonar otra vez, soltó el aire que había estado reteniendo. Sentía aún los hombros tensos y podía notar que su anterior sonrisa sincera se transformaba en una mueca algo nerviosa. La idea de Nigel seguía dando vueltas en su cabeza y sería de ese modo hasta que se transformara en algo concreto. Eso lo sabía. A menos claro que sucediera algo peor que eso, algo mucho peor que el hecho de que su marido se revelara al mundo como un ser inmortal que vive de la sangre de otras personas. Algo que estaba a punto de suceder a menos que lo evitara.
—Si veo a alguna mujer rondando cerca de usted, su majestad, juro que voy a matarla… — susurró Claire apenas moviendo los labios mientras veía las insistentes miradas que las asistentes guiaban en dirección al rey. Tenía muy claro que no necesitaba alzar la voz para que él la escuchase y se aprovechó de ello para apenas dejar salir las palabras. Claire sabía que si esa hipotética situación se convertía en realidad, el baile sería eternamente recordado pero por motivos distintos.
El cochero los esperaba con el rostro tenso como siempre lo tienen los empleados cuando están cerca del rey. Al comienzo era un poco extraño observar el cambio es sus facciones, pero con el tiempo y especialmente luego de la transformación de Nigel, Claire simplemente se acostumbró y dejó de intentar encontrarle una explicación racional a todo eso. Se volvería loca si tratara de buscar respuestas para todo lo que sucede en su vida.
Apenas se abrieron las puertas notó el silencio sepulcral, era como si todos hubiesen contenido la respiración al mismo tiempo. Sólo podía escucharse el carraspeo de algunos hombres intentando llamar la atención de un rey que apenas les prestaba atención y el fru frú que hacía la tela cuando las mujeres les entregaban una reverencia a los recién llegados. Se hablaría de este baile y lo sucedido en él probablemente en cada reunión hasta la próxima navidad. Y esa era la idea, que sólo ellos mismos pudieran superarse. Esta noche seremos amados y envidiados por igual, había dicho Nigel, y Claire estaba segura que su esposo estaba en lo cierto.
Una vez tomaron asiento y la música comenzó a sonar otra vez, soltó el aire que había estado reteniendo. Sentía aún los hombros tensos y podía notar que su anterior sonrisa sincera se transformaba en una mueca algo nerviosa. La idea de Nigel seguía dando vueltas en su cabeza y sería de ese modo hasta que se transformara en algo concreto. Eso lo sabía. A menos claro que sucediera algo peor que eso, algo mucho peor que el hecho de que su marido se revelara al mundo como un ser inmortal que vive de la sangre de otras personas. Algo que estaba a punto de suceder a menos que lo evitara.
—Si veo a alguna mujer rondando cerca de usted, su majestad, juro que voy a matarla… — susurró Claire apenas moviendo los labios mientras veía las insistentes miradas que las asistentes guiaban en dirección al rey. Tenía muy claro que no necesitaba alzar la voz para que él la escuchase y se aprovechó de ello para apenas dejar salir las palabras. Claire sabía que si esa hipotética situación se convertía en realidad, el baile sería eternamente recordado pero por motivos distintos.
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Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Fecha de inscripción : 24/05/2010
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
El día llegó al fin… Tenía tantas expectativas que gracias a ello las tripas no dejaban de rebelársele jugándole una mala pasada e incluso algunas nauseas, a veces sentía que era una niña de vuelta. Era allí cuando respiraba profundo y crujiendo sus manos veía como el carro avanzaba hasta dejar a la vista el majestuoso Palacio Real. Sobre el regazo de su atuendo de seda descansaba lo que había sido un papel con indicaciones sobre sus funciones, ahora todo estrujado.
Ingresó al Palacio por la entrada de empleados sin problema alguno, evitando la mirada del guardia de seguridad que había permitido tal farsa. Este parecía disfrutar del momento ya que se había colocado en un puesto estratégico desde donde ver su ingreso.
No pasaron mas que unos minutos cuando este terminó por abordarla en la habitación donde los empleados solían aguardar las indicaciones. Cuando vio su silueta entrar al salón no pudo mas que contener la respiración ¿y ahora? No iba a entregarla ahora cuando faltaría no menos de media hora para la llegada de los invitados.
Sin mediar palabra le clavó una de esas miradas que hablan por sí solas y tomándola del codo la condujo hasta la habitación contigua, cerró la puerta y apenas terminó de soltar el aire le hablo – Me encanta cuando actúas así… - le dijo con un tono pervertido, acto seguido deslizó sus manos por su cuerpo bajo el vestido que él mismo le había conseguido para la ocasión y que pertenecía al palacio. No dijo nada y acompañó el desenfreno con cierta naturalidad rodeando al hombre por el cuello. Su trabajo había sido indispensable para que ella estuviera allí esta noche, gracias a él tenía el vestido que la camuflaba y el permiso.
Antes de volver al otro salón acomodó su vestido y rodete mientras este le hacia la propuesta de reencontrarse para terminar con lo suyo cuando todo terminara. Sweet lo besó sobre el sofá y lo atrajo para levantarlo de allí, en breve comenzaría la noche.
Ingresaron al salón donde la vajilla ya estaba dispuesta, las mesas, la iluminación e incluso el lustre del piso acompañaba. Nunca en su vida había visto tales lujos, la impactaron desde el primer momento y buscó controlar los impulsos haciendo lo que los demás. Al tiempo la música comenzó a sonar, ella se paseaba con la bandeja entre los asistentes mientras buscaba entre ellos alguna mirada conocida. Era sabido que encontraría alguna, el tema era ¿Cuál?
De pronto se hizo el silencio, los ruidos de la puerta anunciaban la llegada de los reyes. Y los pudo ver entre la multitud como se abrían paso como una estela de luz. Ambos radiantes y sólidos, ahora entendía como era eso de que la mirada del Rey robaba suspiros, en medio de la procesión no pudo mas que sentirlos junto con los cuchicheos y el jefe de bandejas animándola a continuar con sus labores. Su noche sería larga…
Ingresó al Palacio por la entrada de empleados sin problema alguno, evitando la mirada del guardia de seguridad que había permitido tal farsa. Este parecía disfrutar del momento ya que se había colocado en un puesto estratégico desde donde ver su ingreso.
No pasaron mas que unos minutos cuando este terminó por abordarla en la habitación donde los empleados solían aguardar las indicaciones. Cuando vio su silueta entrar al salón no pudo mas que contener la respiración ¿y ahora? No iba a entregarla ahora cuando faltaría no menos de media hora para la llegada de los invitados.
Sin mediar palabra le clavó una de esas miradas que hablan por sí solas y tomándola del codo la condujo hasta la habitación contigua, cerró la puerta y apenas terminó de soltar el aire le hablo – Me encanta cuando actúas así… - le dijo con un tono pervertido, acto seguido deslizó sus manos por su cuerpo bajo el vestido que él mismo le había conseguido para la ocasión y que pertenecía al palacio. No dijo nada y acompañó el desenfreno con cierta naturalidad rodeando al hombre por el cuello. Su trabajo había sido indispensable para que ella estuviera allí esta noche, gracias a él tenía el vestido que la camuflaba y el permiso.
Antes de volver al otro salón acomodó su vestido y rodete mientras este le hacia la propuesta de reencontrarse para terminar con lo suyo cuando todo terminara. Sweet lo besó sobre el sofá y lo atrajo para levantarlo de allí, en breve comenzaría la noche.
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Ingresaron al salón donde la vajilla ya estaba dispuesta, las mesas, la iluminación e incluso el lustre del piso acompañaba. Nunca en su vida había visto tales lujos, la impactaron desde el primer momento y buscó controlar los impulsos haciendo lo que los demás. Al tiempo la música comenzó a sonar, ella se paseaba con la bandeja entre los asistentes mientras buscaba entre ellos alguna mirada conocida. Era sabido que encontraría alguna, el tema era ¿Cuál?
De pronto se hizo el silencio, los ruidos de la puerta anunciaban la llegada de los reyes. Y los pudo ver entre la multitud como se abrían paso como una estela de luz. Ambos radiantes y sólidos, ahora entendía como era eso de que la mirada del Rey robaba suspiros, en medio de la procesión no pudo mas que sentirlos junto con los cuchicheos y el jefe de bandejas animándola a continuar con sus labores. Su noche sería larga…
Sweet Von Teese- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/01/2014
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Las manos le temblaban al cortar el papel con la navaja. Abrió el sobre y en un solo movimiento dejó caer el contenido sobre su mano; como anticipó, era la invitación al Baile de Navidad que su amiga había recibido. —Adelina no me permitirá faltar. ¿Qué voy a hacer?— pensó Kharyn, dejando la invitación sobre la mesa.
Entraba en ese momento el ama de llaves, quien alarmó a la hechicera. —¡Oh! Disculpe, señora. ¿Son malas noticias?— se preocupó.
—No… Todo lo contrario, Tania— comenzó. —Una invitación al Baile de Navidad es algo muy bueno; pero no para mí— le explicó, con tranquilidad, volviendo la vista hacia la gitana. —Sabes que no me gustan las… muchedumbres. Y de hecho no me parece llamativa la idea de concurrir a la gala real, pues, sola— concluyó, totalmente desanimada.
—¿Entonces?— quiso saber Tania.
—Bueno. Tendré suerte si Adelina no viene por mí— estaba diciendo Kharyn, cuando la gitana volteó la vista hacia la puerta. Salió del comedor y se apuró a cruzar el pasillo. —Y veo que no tengo suerte— suspiró, yendo detrás de su ama de llaves. Estaba a mitad de camino cuando su alegre amiga cruzó la entrada. —Al menos podría disimular su contento.
—¡Kharyn! No me vengas con excusas… ¡Irás a ese baile y es definitivo!— exclamó Adelina, todo de una vez, sin siquiera permitir que Kharyn hablara; la tomó por sorpresa y en cuanto terminó de hablar abrazó a su desconcertada amiga.
La noche del baile, Adelina y su esposo pasaron a buscar a Kharyn, que ya se había puesto aquel vestido que su amiga le mandó a hacer, de seda brillante azul y con encajes negros; idénttico al de que Adelina viste en blanco. La hechicera se mordió la lengua, conteniendo el fuerte deseo de conjurar un hechizo que destruyera aquella carta. Pero no le fue posible evadir a su amiga de ninguna manera, y pronto se encontró a sí misma caminando hacia la entrada del deslumbrante palacio real.
—No te preocupes, estaré siempre contigo; durante toda la fiesta, no me separaré de tí— aseguró Adelina mientras cruzaban la puerta, entregando sus invitaciones a los guardias allí apostados.
Sin embargo, pronto se halló sola, sentada mientras su amiga bailaba al son de la agradable música. —Es una fiesta, después de todo. La anormal aquí soy yo, sin deseos bailar— pensaba la hechicera, con la vista perdida en los preciosos adornos de las paredes y el techo, cuando todo sonido, la música y el barullo, se apagó de manera súbita. —¿Pero qué?— se preguntó la bruja, levantando la mirada con expresión alarmada. Notó que todo mundo tenía la vista clavada en la entrada, y pudo sentir un rubor avergonzado calentar su rostro al notar lo que todos observaban. —No puede ser— susurró.
Se trataba, nada más y nada menos, que del rey y la reina mismos en persona. Al instante, Kharyn se levantó, y contempló sus finas ropas. El rey llevaba puesto un elegante traje de gala con bordajes dorados, y la reina un vestido de muchas capas.
Vista al frente, barbilla en lo alto, hombros erguidos y pecho ensanchado, vestimenta impecable, eran los gobernantes de aquellas tierras en todos los sentidos; en un instante, Kharyn se encontraba de pie, uniéndose al resto de los invitados que mostraban sus respetos a los soberanos.
—¿Qué estoy haciendo aquí?— se preguntó con nerviosismo, recordando quién es y en medio de qué se encuentra.
Entraba en ese momento el ama de llaves, quien alarmó a la hechicera. —¡Oh! Disculpe, señora. ¿Son malas noticias?— se preocupó.
—No… Todo lo contrario, Tania— comenzó. —Una invitación al Baile de Navidad es algo muy bueno; pero no para mí— le explicó, con tranquilidad, volviendo la vista hacia la gitana. —Sabes que no me gustan las… muchedumbres. Y de hecho no me parece llamativa la idea de concurrir a la gala real, pues, sola— concluyó, totalmente desanimada.
—¿Entonces?— quiso saber Tania.
—Bueno. Tendré suerte si Adelina no viene por mí— estaba diciendo Kharyn, cuando la gitana volteó la vista hacia la puerta. Salió del comedor y se apuró a cruzar el pasillo. —Y veo que no tengo suerte— suspiró, yendo detrás de su ama de llaves. Estaba a mitad de camino cuando su alegre amiga cruzó la entrada. —Al menos podría disimular su contento.
—¡Kharyn! No me vengas con excusas… ¡Irás a ese baile y es definitivo!— exclamó Adelina, todo de una vez, sin siquiera permitir que Kharyn hablara; la tomó por sorpresa y en cuanto terminó de hablar abrazó a su desconcertada amiga.
La noche del baile, Adelina y su esposo pasaron a buscar a Kharyn, que ya se había puesto aquel vestido que su amiga le mandó a hacer, de seda brillante azul y con encajes negros; idénttico al de que Adelina viste en blanco. La hechicera se mordió la lengua, conteniendo el fuerte deseo de conjurar un hechizo que destruyera aquella carta. Pero no le fue posible evadir a su amiga de ninguna manera, y pronto se encontró a sí misma caminando hacia la entrada del deslumbrante palacio real.
—No te preocupes, estaré siempre contigo; durante toda la fiesta, no me separaré de tí— aseguró Adelina mientras cruzaban la puerta, entregando sus invitaciones a los guardias allí apostados.
Sin embargo, pronto se halló sola, sentada mientras su amiga bailaba al son de la agradable música. —Es una fiesta, después de todo. La anormal aquí soy yo, sin deseos bailar— pensaba la hechicera, con la vista perdida en los preciosos adornos de las paredes y el techo, cuando todo sonido, la música y el barullo, se apagó de manera súbita. —¿Pero qué?— se preguntó la bruja, levantando la mirada con expresión alarmada. Notó que todo mundo tenía la vista clavada en la entrada, y pudo sentir un rubor avergonzado calentar su rostro al notar lo que todos observaban. —No puede ser— susurró.
Se trataba, nada más y nada menos, que del rey y la reina mismos en persona. Al instante, Kharyn se levantó, y contempló sus finas ropas. El rey llevaba puesto un elegante traje de gala con bordajes dorados, y la reina un vestido de muchas capas.
Vista al frente, barbilla en lo alto, hombros erguidos y pecho ensanchado, vestimenta impecable, eran los gobernantes de aquellas tierras en todos los sentidos; en un instante, Kharyn se encontraba de pie, uniéndose al resto de los invitados que mostraban sus respetos a los soberanos.
—¿Qué estoy haciendo aquí?— se preguntó con nerviosismo, recordando quién es y en medio de qué se encuentra.
Kharyn D' Alis- Hechicero Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
¿Qué es lo que me había sucedido para llegar a aceptar semejante invitación? En una noche que no se decantaba por nada en particular, en que me sentía tan cansado para sentirme a gusto, arribó a nuestra puerta esa invitación, y sin considerarlo, yo acepté ir. Una fiesta de gala, de la aristocracia, un pomposo evento de la realeza francesa. Un sitio en que, entre todos, algo como yo no debería de poner pie. ¿Cuál era el sentido de encontrarme entre la alta alcurnia de París, codeándome con seres de carne caliente? Pero no quise negarme, acepté ir, contra el pronóstico de mi propio deseo. Marché hasta allá, en el carruaje dispuesto para nuestro exclusivo uso, simulando que me hacía falta hacer aquel viaje en aquel vehículo rustico, con relieves de oro y asientos de terciopelo.
Me vestí apropiadamente para la gala, sosteniendo con mis manos enguantadas la carta perfectamente doblada y resguardada en su sobre de pergamino con su listón. El sello real unía todo en una pieza perfecta de elegancia. Había procurado no dañar el sello al abrir la carta, como si fuera una especie de recuerdo de mi decisión. El sombrero de copa descasaba junto a mí, una pieza oscura de terciopelo que había usado en un par de ocasiones en el teatro, observando las obras desde uno de esos palcos privados que tanto gustaban a Lestat. Era una de las piezas más pulcras de mi vestuario y no es que tuviera demasiadas en realidad; muchas había desaparecido en la quema que había hecho en mi búsqueda por escapar de todo lo que antes era y poseía.
Bajé del carruaje frente a la entrada, me calcé el sombrero y subí los peldaños que daban al salón. Entregué mi invitación con la parsimonia de quien cuida hasta el último detalle de algo que no es suyo. Extraje la hoja, la desdoblé y la entregué. Volví a guardarla en el sobre y mis manos quedaron libres finalmente. El peso de la decisión se desvaneció mientras trasponía las puertas y el amplio salón, con su música y sus invitados, se mostraba en un esplendor de miles de luces de candelabros. Me mantuve detrás de las personas, simulando a la perfección que bebía de una copa llena de vino tinto, y permanecí allí mientras los reyes entraban, con ese elegante retraso que hacía que los notaras, y cruzaban el salón hasta sus tronos. Observé a la gente al alrededor, hombres y mujeres normales y otros no tanto. Cerré los ojos y deje que la música me adormeciera y deseé bailar, pero no me moví por ahora. Era un caballero apropiadamente vestido, con su primera copa en la mano, buscando e l propósito de estar aquí está noche.
Me vestí apropiadamente para la gala, sosteniendo con mis manos enguantadas la carta perfectamente doblada y resguardada en su sobre de pergamino con su listón. El sello real unía todo en una pieza perfecta de elegancia. Había procurado no dañar el sello al abrir la carta, como si fuera una especie de recuerdo de mi decisión. El sombrero de copa descasaba junto a mí, una pieza oscura de terciopelo que había usado en un par de ocasiones en el teatro, observando las obras desde uno de esos palcos privados que tanto gustaban a Lestat. Era una de las piezas más pulcras de mi vestuario y no es que tuviera demasiadas en realidad; muchas había desaparecido en la quema que había hecho en mi búsqueda por escapar de todo lo que antes era y poseía.
Bajé del carruaje frente a la entrada, me calcé el sombrero y subí los peldaños que daban al salón. Entregué mi invitación con la parsimonia de quien cuida hasta el último detalle de algo que no es suyo. Extraje la hoja, la desdoblé y la entregué. Volví a guardarla en el sobre y mis manos quedaron libres finalmente. El peso de la decisión se desvaneció mientras trasponía las puertas y el amplio salón, con su música y sus invitados, se mostraba en un esplendor de miles de luces de candelabros. Me mantuve detrás de las personas, simulando a la perfección que bebía de una copa llena de vino tinto, y permanecí allí mientras los reyes entraban, con ese elegante retraso que hacía que los notaras, y cruzaban el salón hasta sus tronos. Observé a la gente al alrededor, hombres y mujeres normales y otros no tanto. Cerré los ojos y deje que la música me adormeciera y deseé bailar, pero no me moví por ahora. Era un caballero apropiadamente vestido, con su primera copa en la mano, buscando e l propósito de estar aquí está noche.
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Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Por fin había llegado el día del baile de Navidad. Estuviera en el país en el que estuviera, había creado mi propia tradición de asistir a un baile de Navidad, fuera como fuera. Por suerte, este año no iba a ser un baile cutre en la casa de algún ricachón de pueblo, sino que era, nada más y nada menos que en el palacio real. Hacía décadas que no iba a una fiesta de la realeza, la verdad es que lo he echado de menos.
Poder ir por fin con un vestido lo suficientemente arreglado para las fiestas. Ay con qué poca cosa soy feliz. No puedo evitar emocionarme mientras poco a poco, mi carruaje de alquiler me acerca al palacio real.
Finalmente, el vehículo paró y me dejó justo delante de aquellas preciosas escalinatas que me llamaban con deseo. Yo acudí a su llamada y empecé a subir escalón a escalón. No podía negar que me encontraba algo nerviosa, estaba un poco oxidada en la forma de comportarme en este tipo de eventos. Con el vestido un poco subido para no tropezarme, iba avanzando poco a poco, mientras con una mano, sujetaba la invitación que me daba el privilegio de poder entrar a semejante evento.
Casi sin darme cuenta, llegué al salón de baile. Ya estaba muy concurrido así que me apresuré en integrarme con la multitud. Me sentía bien, como en mis buenos tiempos. Como cuando antaño mi vida se basaba exclusivamente a ir de fiesta en fiesta, conociendo a toda la aristocracia de Europa y teniendo contacto con aquellos que controlaban el mundo.
Pero desgraciadamente, las cosas habían cambiado, el mundo, las personas, todo menos yo. Todos esos a los que había conocido. La gran mayoría habían muerto y los que no, no tenían mucho interés en mantener el contacto conmigo.
Por eso decidí, una vez instalada en una nueva ciudad, que volvería a gozar de esa amplia red de contacto que tuve hace siglos. Y que mejor primer paso que ir al baile de los reyes.
Hablando de los reyes de Roma, o de Francia en este caso. Al poco de llegar yo, los anfitriones hicieron acto de presencia. Como marca el protocolo, todos nos hicimos a un lado y les mostramos nuestros respetos a los soberanos.
Una vez inaugurado el baile por parte de nuestros anfitriones, se podía dar comienzo a la diversión.
Poder ir por fin con un vestido lo suficientemente arreglado para las fiestas. Ay con qué poca cosa soy feliz. No puedo evitar emocionarme mientras poco a poco, mi carruaje de alquiler me acerca al palacio real.
Finalmente, el vehículo paró y me dejó justo delante de aquellas preciosas escalinatas que me llamaban con deseo. Yo acudí a su llamada y empecé a subir escalón a escalón. No podía negar que me encontraba algo nerviosa, estaba un poco oxidada en la forma de comportarme en este tipo de eventos. Con el vestido un poco subido para no tropezarme, iba avanzando poco a poco, mientras con una mano, sujetaba la invitación que me daba el privilegio de poder entrar a semejante evento.
Casi sin darme cuenta, llegué al salón de baile. Ya estaba muy concurrido así que me apresuré en integrarme con la multitud. Me sentía bien, como en mis buenos tiempos. Como cuando antaño mi vida se basaba exclusivamente a ir de fiesta en fiesta, conociendo a toda la aristocracia de Europa y teniendo contacto con aquellos que controlaban el mundo.
Pero desgraciadamente, las cosas habían cambiado, el mundo, las personas, todo menos yo. Todos esos a los que había conocido. La gran mayoría habían muerto y los que no, no tenían mucho interés en mantener el contacto conmigo.
Por eso decidí, una vez instalada en una nueva ciudad, que volvería a gozar de esa amplia red de contacto que tuve hace siglos. Y que mejor primer paso que ir al baile de los reyes.
Hablando de los reyes de Roma, o de Francia en este caso. Al poco de llegar yo, los anfitriones hicieron acto de presencia. Como marca el protocolo, todos nos hicimos a un lado y les mostramos nuestros respetos a los soberanos.
Una vez inaugurado el baile por parte de nuestros anfitriones, se podía dar comienzo a la diversión.
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Contessa Luciano- Vampiro Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Había esperado hasta La llegada de los anfitriones para hacer su entrada. No estar presenta para la llegada de sus majestades resultaba una falta de respeto gravísima, al menos para los Franceses.
Si por ella fuese, podían irse al infierno. Francia no era su patria y no le debía lealtad a sus soberanos.
Apoyando la espalda en los gruesos asientos de piel de tiburón de su carruaje, esperaba tranquilamente a que la música volviese a sonar y le fuese posible entrar al lugar. Ojos cerrados y labios levemente entreabiertos mientras que sus finas manos jugueteaban con el sobre que contenía la codiciada invitación. Le resultaba hilarante que un pedazo de papel fuese capaz de crear tantas envidias y resentimientos entre muchos de sus vecinos.
Consideraban que alguien de su ascendencia, una creole no debería poseer tales privilegios, que su único lugar en un baile como aquel debía ser en las cocinas. De ser más joven tales palabras le afectarían, pero ahora era lo suficientemente madura como para ignorar sus comentarios y beber a su salud.
Cuando la música volvió a sonar, la mujer espero hasta que el cochero abrió la portezuela para bajarse, arreglando con cuidado la falda de su delicado vestido mientras que su acompañante le ofrecía el brazo.
-La reina de Saba palidecería ante su presencia, Madame.
-Tu tampoco estas nada mal Roux…
Ambos resultaban una pareja curiosa. Ella alta y delicada, con la piel color caramelo y el salvaje cabello adornado con cientos de perlas. El, un mayordomo, cuyas cicatrices faciales delataban como ex esclavo y vestido con un traje digno de un príncipe. Ambos encantadores y dispuestos a causar conmoción.
La invitación fue entregue sin tan siguiera mirar al guarda, tratándolo como si fuese un mero objeto de decoración. Ambos se movían con soltura y seguridad, como si la tierra les perteneciese. Como si todo el mundo estuviera bajo su nivel.
Al entrar a la sala de baile, le entrego su capa de piel de tigre a uno de los valets, abriendo su abanico frente a ella con un movimiento fluido, mientras escrutaba cada centímetro de la sala con su aguda mirada de halcón.
-Roux, Mon ami–ronroneó la mujer- consíguenos una copa de champagne, mientras iré dando una vuelta de reconocimiento.
El mayordomo hizo una leve reverencia antes de cumplir su pedido, dedicándole una ligera sonrisa que ella respondió con un coqueto mohín de labios antes de darle la espalda y comenzar a caminar, abanicándose lánguidamente con movimientos que recordaban a la cola de un depredador en medio de una sesión de caza.
Si por ella fuese, podían irse al infierno. Francia no era su patria y no le debía lealtad a sus soberanos.
Apoyando la espalda en los gruesos asientos de piel de tiburón de su carruaje, esperaba tranquilamente a que la música volviese a sonar y le fuese posible entrar al lugar. Ojos cerrados y labios levemente entreabiertos mientras que sus finas manos jugueteaban con el sobre que contenía la codiciada invitación. Le resultaba hilarante que un pedazo de papel fuese capaz de crear tantas envidias y resentimientos entre muchos de sus vecinos.
Consideraban que alguien de su ascendencia, una creole no debería poseer tales privilegios, que su único lugar en un baile como aquel debía ser en las cocinas. De ser más joven tales palabras le afectarían, pero ahora era lo suficientemente madura como para ignorar sus comentarios y beber a su salud.
Cuando la música volvió a sonar, la mujer espero hasta que el cochero abrió la portezuela para bajarse, arreglando con cuidado la falda de su delicado vestido mientras que su acompañante le ofrecía el brazo.
-La reina de Saba palidecería ante su presencia, Madame.
-Tu tampoco estas nada mal Roux…
Ambos resultaban una pareja curiosa. Ella alta y delicada, con la piel color caramelo y el salvaje cabello adornado con cientos de perlas. El, un mayordomo, cuyas cicatrices faciales delataban como ex esclavo y vestido con un traje digno de un príncipe. Ambos encantadores y dispuestos a causar conmoción.
La invitación fue entregue sin tan siguiera mirar al guarda, tratándolo como si fuese un mero objeto de decoración. Ambos se movían con soltura y seguridad, como si la tierra les perteneciese. Como si todo el mundo estuviera bajo su nivel.
Al entrar a la sala de baile, le entrego su capa de piel de tigre a uno de los valets, abriendo su abanico frente a ella con un movimiento fluido, mientras escrutaba cada centímetro de la sala con su aguda mirada de halcón.
-Roux, Mon ami–ronroneó la mujer- consíguenos una copa de champagne, mientras iré dando una vuelta de reconocimiento.
El mayordomo hizo una leve reverencia antes de cumplir su pedido, dedicándole una ligera sonrisa que ella respondió con un coqueto mohín de labios antes de darle la espalda y comenzar a caminar, abanicándose lánguidamente con movimientos que recordaban a la cola de un depredador en medio de una sesión de caza.
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Carmina Moran- Inquisidor Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
FDR: Disculpen la demora.
– Primero la boda y después ésto!!
– No seas malcriado, irás porque yo lo ordeno.
– Iré, pero no conseguirás los resultados que esperas, “padre”.
– Debes ir, quizás te reencuentres con viejos amigos de la familia. Contra más nobles sepan del enlace, sube la probabilidad de que acudan y así subirá tu reputación.
– Mi reputación te la puedes meter por el…
- ¡¡¡VINCENZO!!!
***
Vincenzo miró con el ceño fruncido su reflejo en el espejo, mientras se ajustaba la chaqueta dando por finalizado el ritual. Bien se veía hermoso, gallardo, imponente, como si hubiese nacido para ser un príncipe, pero de igual forma se sentía incómodo, pues aquel mundo no estaba hecho para él; ya había elegido su camino hacía mucho tiempo y nunca hubiese pensado que volvería a vestir tales ropajes. ¿Qué le llevaba a obedecer las órdenes de su padre? No era el miedo ni mucho menos la dependencia a su figura, sino el simple hecho de poder devolverle –y con creces- todo lo que él hacía por manejar su vida sin permiso. Un carruaje le llevó hacia el palacio; le cansaba la simple idea de tener que fingir toda la noche, ya que Vincenzo se sentía como si le hubiesen puesto un disfraz y le hubiesen obligado a acudir al cumpleaños de cualquier amigo de la familia, aunque aquello era realmente similar.– El señor Vincenzo Ícaro Domani, conde de… – Dijo al hombre de la entrada el "paje" que le encomendaron, justo cuando entraban a la fiesta, para así dar fé de que estaba en la lista.
Vincenzo ignoró completamente aquella situación y se metió de lleno entre el gentío, tratando de pasar desapercibido. Luego de observar a los reyes por un minuto, Vincenzo llegó a la conclusión de que aquella no era su vida ni lo sería jamás; de verse en el lugar de Nigel, la corona no le duraría en la cabeza ni dos segundos. Huiría ante la sensación de verse observado hasta el milímetro, cosa que no aguantaba dado su espíritu libre y las malas lenguas.
- ¡Vincenzo! ¡Piccolo figlio di p...! - Vincenzo sonrió aún sin girarse, pues esa voz era tan reconocible como el olor a asado que desprendían las ropas ajenas; era su padrino. - ¡Tanto tiempo sin verte! ¡Mírate! ¡Estás hecho un hombre! - La voz del hombre regordete se fundía con la música y las risas de aquellos hombres que acompañaban a aquel amigo de la familia. Aquel era uno de los pocos nobles que caían en gracia al pirata, pues después de todo le importaba poco qué pensaran de él, algo así como pasaba con Vincenzo. - He oído que mañana te casas, bandido! Así que aprovecharás a cortejar a alguna mozuela ésta noche, verdad? Hahaha... - Vincenzo se echó a reir con él por lo absurdo, pero de igual forma no era tan mala la idea de dejarse volar aquella noche, ya que tenía por obligación el casarse, pero no el ser fiel.
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Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Invitación servida a una pareja, una extensión social que se muestra como la ilusión de una puerta para solucionar los problemas que otra puerta oscura oculta. Noche de mentiras y engaños que se completamente con las miradas y demostraciones de “perfección” y de “amor”. La feliz pareja abandona aquella mansión a la que se ven obligados a compartir, pero solo en nombre, el caballero por el cual han extendido dicha solemnidad es el director del hospital general de París, su traje en tono rojo que contrasta con color blanco y negro del resto de su pulcra presentación.
Su esposa como siempre luciendo tan hermosa como siempre ante la vista de él, incluso más bella que antes atacándolo en celos, unos celos que son ocultados por el velo del desinterés habitual de ambos. Silenciosos se dirigen a su destino, uno que parece más un calvario.
Sonrisa atenta con palabras en saludos y amenas a los presentes, uno que otro estrechón de manos y así mismo presentando a su esposa a algunos ya conocidos, la tensión del ambiente va subiente entre ellos hasta que una sonrisa en silencio cuando las puertas se abren ante ellos deja atrás todo ese sentir. Se anuncian como la pareja Dittmar, sin más datos ni especificaciones, aunque lo deteste se obliga por una razón, por aquel diamante que está junto a él. Observa a los presentes saludando como indica el protocolo.
Observa a su esposa con una sonrisa acercándose más a ella –No pude decirte en casa pero, Habibti, eres tan bella como el lucero que anuncia la llegada de la luna, compites con las más hermosas mujeres de todo Arabia y ninguna puede acercarse a tu belleza– toma la mano de su compañera con la marca de un beso retrocede luego –Esta noche siéntete libre Habibti, puedes moverte libremente, no voy a retenerte a la fuerza, aunque sabe Allah que lo haría, pero hoy es tu noche, aunque quisiera mantenerte cerca así no me sentiría aburrido mi Ghazala– acaricia el rostro de su esposa, una demostración no fingida pero que se guarda al mostrarse como una muestra de respeto hacia ella.
Se dirige al grupo de invitados, saludando a los presentes, pero recordando no hacerlo en su lengua aunque con su acentuación es más que notorio.
Su esposa como siempre luciendo tan hermosa como siempre ante la vista de él, incluso más bella que antes atacándolo en celos, unos celos que son ocultados por el velo del desinterés habitual de ambos. Silenciosos se dirigen a su destino, uno que parece más un calvario.
Sonrisa atenta con palabras en saludos y amenas a los presentes, uno que otro estrechón de manos y así mismo presentando a su esposa a algunos ya conocidos, la tensión del ambiente va subiente entre ellos hasta que una sonrisa en silencio cuando las puertas se abren ante ellos deja atrás todo ese sentir. Se anuncian como la pareja Dittmar, sin más datos ni especificaciones, aunque lo deteste se obliga por una razón, por aquel diamante que está junto a él. Observa a los presentes saludando como indica el protocolo.
Observa a su esposa con una sonrisa acercándose más a ella –No pude decirte en casa pero, Habibti, eres tan bella como el lucero que anuncia la llegada de la luna, compites con las más hermosas mujeres de todo Arabia y ninguna puede acercarse a tu belleza– toma la mano de su compañera con la marca de un beso retrocede luego –Esta noche siéntete libre Habibti, puedes moverte libremente, no voy a retenerte a la fuerza, aunque sabe Allah que lo haría, pero hoy es tu noche, aunque quisiera mantenerte cerca así no me sentiría aburrido mi Ghazala– acaricia el rostro de su esposa, una demostración no fingida pero que se guarda al mostrarse como una muestra de respeto hacia ella.
Se dirige al grupo de invitados, saludando a los presentes, pero recordando no hacerlo en su lengua aunque con su acentuación es más que notorio.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Desde muy temprano en la mañana, había llegado a la sede de la inquisición. Como de costumbre, las misiones salían de la nada y para ser cumplidas inmediatamente. A la inquisidora eso no le molestaba, muy por el contrario, amaba poder hacer alguna misión realmente difícil, para así poder pedir el cambio de facción al de Soldado, - toda la diversión se la llevan ello, mientras nosotros somos los monigotes que debemos allanarles el camino, traer toda la información para que luego, se alisten a salir en misión, como héroes del medioevo… ufff que fastidio – renegó la gata mientras el coche la acercaba cada vez más a su destino.
Media hora más tarde, sentada enfrente de su superior, en uno de los despachos de la sede, se dispuso a escuchar. Pero sus ansias eran tales que solo podía repetirse una y otra vez, - que sea de peligro, diversión, algo que me erice el pelaje -, la desilusión se hizo tangible en su rostro que el inquisidor general, carraspeó disgustado, - vamos, que es algo importante, tienes la oportunidad de demostrar que en cualquier estrato social, puedes pasar inadvertida y conseguir información – Ealair, rodó los ojos, sin disimular su fastidio – si haces bien la misión… podré rever ese pedido de pasarte a la facción de soldados – dijo artero el hombre. La gata hubiera movido su cola de satisfacción al escuchar tamaña promesa. Si hasta se hubiera tirado a los brazos del monje, - si no fueras tan feo – pensó mientras se retrepaba en su silla.
Todo el resto de la mañana y parte de la tarde, se la pasó siendo acicalada por doncellas, y religiosas que le prepararon para la misión. Estaba tan nerviosa que no soportaba mucho los tratamientos de belleza, las pinzas en sus cabellos para darle bucles, le formaron un complicado peinado alto y varios aderezos de diamantes, que hicieron juego con una gargantilla, aretes y pulsera. Tras ponerse la rota interior de seda, el corsé, llegó la hora del vestido, en un color que no podía definir de otra forma como el del champagne. Era un tipo de vestimenta que la favorecían, mostrándola bella y esplendida. Pero que para una mujer acostumbrada a pasar desapercibida, le parecía sumamente incómodo.
Cuando se dirigía por el pasillo, hasta el carruaje que la llevaría al baile en el Palacio, el inquisidor general se acercó, - aquí tienes la invitación, se suponía que irías con otro inquisidor, pero hubo cambio de planes, te presentarás como una noble italiana que recién ha tomado posesión de su título, recuerda, eres la baronesa de Venecia y tu apellido es Ufissi – ella asintió con un leve gesto de cabeza, más el hombre la detuvo, - dime quien eres – a lo que la inquisidora mirándole a los ojos respondió, - soy Domenica Ufissi, baronesa de Venecia y usted me está importunando – su vos surgió imperativa, pero sin dejar de parecer un alago. El inquisidor sonrió conforme, - bien pequeña, buena suerte, escucha bien todo lo que pueda ayudar a los soldados y en especial de lo que planea ese rey… ¿comprendido? – Ealair, volvió a mover su cabeza en señal de asentimiento y se despidió con una suave genuflexión.
Llegó al palacio, apenas unos minutos antes que hicieran su aparición los reyes. Entregó la invitación, y el encargado dijo a viva vos, que la Baronesa de Venecia había llegado. Caminó por el elegante salón del trono y se dispuso a observar a los invitados, algunas auras le pusieron sobre alerta, varios vampiros, algunos otros sobrenaturales, esclavos de sangre y humanos con poder. Estaba por acercarse a uno de ellos, cuando la música cesó, los monarcas habían llegado.
Media hora más tarde, sentada enfrente de su superior, en uno de los despachos de la sede, se dispuso a escuchar. Pero sus ansias eran tales que solo podía repetirse una y otra vez, - que sea de peligro, diversión, algo que me erice el pelaje -, la desilusión se hizo tangible en su rostro que el inquisidor general, carraspeó disgustado, - vamos, que es algo importante, tienes la oportunidad de demostrar que en cualquier estrato social, puedes pasar inadvertida y conseguir información – Ealair, rodó los ojos, sin disimular su fastidio – si haces bien la misión… podré rever ese pedido de pasarte a la facción de soldados – dijo artero el hombre. La gata hubiera movido su cola de satisfacción al escuchar tamaña promesa. Si hasta se hubiera tirado a los brazos del monje, - si no fueras tan feo – pensó mientras se retrepaba en su silla.
Todo el resto de la mañana y parte de la tarde, se la pasó siendo acicalada por doncellas, y religiosas que le prepararon para la misión. Estaba tan nerviosa que no soportaba mucho los tratamientos de belleza, las pinzas en sus cabellos para darle bucles, le formaron un complicado peinado alto y varios aderezos de diamantes, que hicieron juego con una gargantilla, aretes y pulsera. Tras ponerse la rota interior de seda, el corsé, llegó la hora del vestido, en un color que no podía definir de otra forma como el del champagne. Era un tipo de vestimenta que la favorecían, mostrándola bella y esplendida. Pero que para una mujer acostumbrada a pasar desapercibida, le parecía sumamente incómodo.
Cuando se dirigía por el pasillo, hasta el carruaje que la llevaría al baile en el Palacio, el inquisidor general se acercó, - aquí tienes la invitación, se suponía que irías con otro inquisidor, pero hubo cambio de planes, te presentarás como una noble italiana que recién ha tomado posesión de su título, recuerda, eres la baronesa de Venecia y tu apellido es Ufissi – ella asintió con un leve gesto de cabeza, más el hombre la detuvo, - dime quien eres – a lo que la inquisidora mirándole a los ojos respondió, - soy Domenica Ufissi, baronesa de Venecia y usted me está importunando – su vos surgió imperativa, pero sin dejar de parecer un alago. El inquisidor sonrió conforme, - bien pequeña, buena suerte, escucha bien todo lo que pueda ayudar a los soldados y en especial de lo que planea ese rey… ¿comprendido? – Ealair, volvió a mover su cabeza en señal de asentimiento y se despidió con una suave genuflexión.
Llegó al palacio, apenas unos minutos antes que hicieran su aparición los reyes. Entregó la invitación, y el encargado dijo a viva vos, que la Baronesa de Venecia había llegado. Caminó por el elegante salón del trono y se dispuso a observar a los invitados, algunas auras le pusieron sobre alerta, varios vampiros, algunos otros sobrenaturales, esclavos de sangre y humanos con poder. Estaba por acercarse a uno de ellos, cuando la música cesó, los monarcas habían llegado.
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Seelei Loganach- Inquisidor Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Kharyn había estado temblando de los nervios sin parar un solo segundo; ¿Cómo podría prestar atención a cosas como las cientos de auras, tan variadas, que la rodean? Nunca notó que había auras pálidas, anaranjadas, hostiles, preocupadas. Cuando cayó en la cuenta de que se encontraba en la más grande mezcla de hombres lobo y vampiros, repentinamente temió por su vida. —¿Y si se llegan a enfrentar?— se preguntó. Hay incluso cambiantes disimulados entre la gente; el corazón de la hechicera se aceleró. —¿¡Qué es lo que está ocurriendo aquí!?
Amedrentada, Kharyn retrocedió tras mostrar sus respetos a los monarcas, y regresó a su mesa, donde tomó los cubiertos de plata y se centró en ellos, incapaz de levantar la vista.
Una repentina voz la asustó. —¿No me dirás que estarás toda la fiesta así, verdad?— dijo el esposo de Adela.
Kharyn levantó la mirada hacia el cazador que solo soporta porque está casado con su mejor amiga. —Lo lamento...— se estaba disculpando, cuando un aura pálida la distrajo. Ya había visto que había vampiros, pero jamás hubiera imaginado que ésta persona en específico podría ser una de ellos. —No puede ser...— pensó.
—¿Todo bien?— le preguntó él, yendo a sentarse al lado de Kharyn, mientras observaba a su esposa cotillear con las cortesanas. —Quiero creer que la presencia de otros cazadores de la alta sociedad no es lo que te incomoda— le susurró, teniendo en cuenta con quién hablaba.
—No, no es eso. No es nada— aseguró ella, con un ligero movimiento, pero sin apartar la vista de aquello que la asombraba tanto.
La hechicera se desconectó. Ella tenía los ojos clavados en un vampiro. Tenía los ojos clavados en el Rey.
Amedrentada, Kharyn retrocedió tras mostrar sus respetos a los monarcas, y regresó a su mesa, donde tomó los cubiertos de plata y se centró en ellos, incapaz de levantar la vista.
Una repentina voz la asustó. —¿No me dirás que estarás toda la fiesta así, verdad?— dijo el esposo de Adela.
Kharyn levantó la mirada hacia el cazador que solo soporta porque está casado con su mejor amiga. —Lo lamento...— se estaba disculpando, cuando un aura pálida la distrajo. Ya había visto que había vampiros, pero jamás hubiera imaginado que ésta persona en específico podría ser una de ellos. —No puede ser...— pensó.
—¿Todo bien?— le preguntó él, yendo a sentarse al lado de Kharyn, mientras observaba a su esposa cotillear con las cortesanas. —Quiero creer que la presencia de otros cazadores de la alta sociedad no es lo que te incomoda— le susurró, teniendo en cuenta con quién hablaba.
—No, no es eso. No es nada— aseguró ella, con un ligero movimiento, pero sin apartar la vista de aquello que la asombraba tanto.
La hechicera se desconectó. Ella tenía los ojos clavados en un vampiro. Tenía los ojos clavados en el Rey.
Kharyn D' Alis- Hechicero Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
El rey y la reina toman sus lugares para que la fiesta comience; había sido un tedio esperar bien acomodado en una esquina desde la cual se pudera observar la sala completa, pero todo comenzaba a mejorar a partir de que los nobles señores tomaran su lugar pues iniciado el baile me será posible tejer el hilo de las relaciones entre esta nueva nobleza.
(*En realidad hacía tanto tiempo que no se aparecía por las cortes de los hombres que ya no reconocía a ninguno de los rostros o la mayoría de los nombres de los ahí reunidos. A parte de monsieur Pointe du Lac con quien compartía la afición por el teatro y de monsieur Ditmar, cuya familia tenía lazos antiguos con los Al'Ramiz y al menos conocía por nombre, ni siquiera los vampiros en la corte le resultaban familiares.)
La noche estará llena de revelaciones, fue buena idea convocar a Stirner aquí.
Conseguir ser invitado había requerido apenas un ligero movimiento entre mis influencias en la milicia francesa ya que ostentaba el titulo de Coronel de la 1era. Legión Extranjera del Ejército. Por supuesto el título es uno de tantos disfraces que he llevado en vida, un espacio convenientemente reservado para mí por medio de mis agentes para que lo ocupase sin que nadie hiciera preguntas. Al menos espero que nadie las haga desde que me enteré que habrá enviados de la Inquisición en el palacio.
Aunque quizás alguien con suficiente suspicacia podría notar algún detalle en el traje azúl, el largo saco de corte militar, el pantalón era cómodo, pero las bótas negas estaban demasiado nuevas. No eran las botas de un oficial que realmente hubiese estado en campaña... De último momento sustituí la espada larga que acompañaba el traje por un viejo espadón curvo que me había acompañado antaño en otras batallas para equilibrar un poco el olor a nuevo del conjunto. El sombrero negro que compañaba el conjunto, alto, estorboso, rematado con una pluma, me parecía un artículo de mal gusto, por lo que apenas estuve instalado en mi lugar lo arrojé por ahí y me olvidé de él.
La música era animada, pero por ahora me apetece observar, hay una vampireza cuya escencia me parece concida, pero no logro determinar a cual línea de sangre pertence. Tan sólo escuché que le llamaban condesa; parece tan perdida entre esta multitud como yo.
Una mujer exquisita pasa a mi lado, su aroma es el de alguien que recientemente ha estado en los brazos de un hombre, también se percibe en su piel el olor del asombro y el nerviosismo que le envuelve crea una capa que electrifica el aire a su alrededor. Por un momento esperé, soñe que sería Domenica Ufissi, baronesa de Venecia, de quien tanto se habla últimamente en los altos círculos, pero es apenas una jovencita, probablemente pariente de la reína a juzgar por la fina confección del vestido. Esta idea me estremece el alma oxidada de una forma inesperada, incómoda, por eso la aparto de mi mente de inmediato y me concentro en ubicar a Max.
Mi jóven vástago ya debería haberse reunido conmigo para este punto. Stirner está en el lugar, pero... ¿Por qué aún no ha entrado a la fiesta?
(*En realidad hacía tanto tiempo que no se aparecía por las cortes de los hombres que ya no reconocía a ninguno de los rostros o la mayoría de los nombres de los ahí reunidos. A parte de monsieur Pointe du Lac con quien compartía la afición por el teatro y de monsieur Ditmar, cuya familia tenía lazos antiguos con los Al'Ramiz y al menos conocía por nombre, ni siquiera los vampiros en la corte le resultaban familiares.)
La noche estará llena de revelaciones, fue buena idea convocar a Stirner aquí.
Conseguir ser invitado había requerido apenas un ligero movimiento entre mis influencias en la milicia francesa ya que ostentaba el titulo de Coronel de la 1era. Legión Extranjera del Ejército. Por supuesto el título es uno de tantos disfraces que he llevado en vida, un espacio convenientemente reservado para mí por medio de mis agentes para que lo ocupase sin que nadie hiciera preguntas. Al menos espero que nadie las haga desde que me enteré que habrá enviados de la Inquisición en el palacio.
Aunque quizás alguien con suficiente suspicacia podría notar algún detalle en el traje azúl, el largo saco de corte militar, el pantalón era cómodo, pero las bótas negas estaban demasiado nuevas. No eran las botas de un oficial que realmente hubiese estado en campaña... De último momento sustituí la espada larga que acompañaba el traje por un viejo espadón curvo que me había acompañado antaño en otras batallas para equilibrar un poco el olor a nuevo del conjunto. El sombrero negro que compañaba el conjunto, alto, estorboso, rematado con una pluma, me parecía un artículo de mal gusto, por lo que apenas estuve instalado en mi lugar lo arrojé por ahí y me olvidé de él.
La música era animada, pero por ahora me apetece observar, hay una vampireza cuya escencia me parece concida, pero no logro determinar a cual línea de sangre pertence. Tan sólo escuché que le llamaban condesa; parece tan perdida entre esta multitud como yo.
Una mujer exquisita pasa a mi lado, su aroma es el de alguien que recientemente ha estado en los brazos de un hombre, también se percibe en su piel el olor del asombro y el nerviosismo que le envuelve crea una capa que electrifica el aire a su alrededor. Por un momento esperé, soñe que sería Domenica Ufissi, baronesa de Venecia, de quien tanto se habla últimamente en los altos círculos, pero es apenas una jovencita, probablemente pariente de la reína a juzgar por la fina confección del vestido. Esta idea me estremece el alma oxidada de una forma inesperada, incómoda, por eso la aparto de mi mente de inmediato y me concentro en ubicar a Max.
Mi jóven vástago ya debería haberse reunido conmigo para este punto. Stirner está en el lugar, pero... ¿Por qué aún no ha entrado a la fiesta?
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Cumplido el ingreso de los anfitriones Sweet intentó focalizar. Era mas difícil de lo que supuso el encontrar rostros conocidos en medio de tanta tela y emblemas que rodeaban el salón. La pomposidad de tales personas le era algo infelizmente desconocido a los ojos. Se dispuso de una bandeja con varias bebidas y pasó al lado de los invitados ofreciéndoles a cada uno de ellos e inmiscuyéndose en medio de algunas conversaciones. Se encontró que la gente del lugar no dejaba de hablar a espaldas de otros, asi conoció muchos rumores a tal punto que creía saber ya rumores de la mitad de los asistentes e incluso le otorgó apodos a algunos para recordarlos. Una mirada se posó en ella mientras escuchaba una conversación interesante entre un grupo de damas que la dejó parada en medio del salón y sonrojada apenas notó que estaba siendo observada por un vampiro. De forma automática bajó su mirada y se acercó. Quizá solo deseaba una bebida…
- Monsieur ¿desea algo de beber? – preguntó con una suave sonrisa al que se habían referido como el “El Coronel”. No podía mantenerle la mirada, por mas que quisiera, sus recientes conocimientos de vampiros le recordaban en particular a uno de ellos que sabía que posiblemente estaba entre los invitados aunque dudaba que acudiera.
Continuó su camino entre los vestidos que rozaba, la variedad de diseños que la sorprendían y engalanaban. Se acercó a las mesas hasta la “dama solitaria” como había apodado después de las descripciones de los demás y cuya mirada se perdía en el estrado de los reyes – ¿Una bebida Mademoiselle? – interrumpió con una agradable sonrisa para amenizar su velada. Se enderezó y su mirada dio con un perfil conocido. Era un claro perfil Dittmar, aunque posiblemente este no fuera el que ella mas trataba. Dio una vuelta alrededor del hombre, buscando mantenerse en la periferia de su mirada solo para confirmar sus suposiciones y no caer en el odio de Pierre. Sabía que si leyera su mente iba a encontrar esas dudas, salvo por algunos simples detalles le era difícil separarlos por completo. La velada apenas comenzaba y su mente estaba llena de información de habladurías.
- Monsieur ¿desea algo de beber? – preguntó con una suave sonrisa al que se habían referido como el “El Coronel”. No podía mantenerle la mirada, por mas que quisiera, sus recientes conocimientos de vampiros le recordaban en particular a uno de ellos que sabía que posiblemente estaba entre los invitados aunque dudaba que acudiera.
Continuó su camino entre los vestidos que rozaba, la variedad de diseños que la sorprendían y engalanaban. Se acercó a las mesas hasta la “dama solitaria” como había apodado después de las descripciones de los demás y cuya mirada se perdía en el estrado de los reyes – ¿Una bebida Mademoiselle? – interrumpió con una agradable sonrisa para amenizar su velada. Se enderezó y su mirada dio con un perfil conocido. Era un claro perfil Dittmar, aunque posiblemente este no fuera el que ella mas trataba. Dio una vuelta alrededor del hombre, buscando mantenerse en la periferia de su mirada solo para confirmar sus suposiciones y no caer en el odio de Pierre. Sabía que si leyera su mente iba a encontrar esas dudas, salvo por algunos simples detalles le era difícil separarlos por completo. La velada apenas comenzaba y su mente estaba llena de información de habladurías.
Sweet Von Teese- Prostituta Clase Baja
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Una oportunidad como aquella no podía ser desperdiciada por nadie, mucho menos por Dianthe quien convencida por sus hermanas de que aquella sería su última salida como una muchacha soltera, había pasado junto a ellas gran parte de la tarde alistándose para el baile de navidad ofrecido por los reyes. Entre bromas, risas, miradas de aprobación y una que otra mueca de desaprobación, las hermanas Marchessault terminaron por subir al carruaje que las llevaría a aquel evento, pese a que su padre había optado por esperarlas en casa, con la excusa de que aún debía encargarse de algunos asuntos antes de la boda.
El viaje transcurrió sin percances, de hecho, fue más silencioso de lo que nunca había sido un viaje de las hermanas, quizás porque todas y cada una estaban ansiosas por llegar. Con entusiasmo y bromas entre ellas, las jóvenes bajaron una tras otra del carruaje para dirigirse todas juntas a la entrada, llegando justo momentos antes de que los reyes hicieran su magnifica aparición. Entre las hermanas hubo algunos cuchicheos respecto a la reina pero más que nada, respecto al rey y otros invitados que llamaban la atención de las Marchessault y si bien Dianthe les seguía el juego a sus hermanas, bien sabía que no importaba cuantos hombres conocía o si el mismo rey se le acercaba, ella pronto estaría vetada de toda posibilidad de buscar el amor por su cuenta y todo gracias a su padre y un desconocido al que al día siguiente debería llamar esposo aun sin siquiera conocerlo. La idea del matrimonio le revolvió el estomago y excusándose con sus hermanas se alejó de ellas en busca de algo que beber, algo que le hiciera olvidar lo que le esperaba el día siguiente y que le otorgara el valor de vivir aquella noche como lo que era, su última fiesta como una mujer libre.
Los pasos de Dianthe se detuvieron una vez que se sintió lo suficientemente lejos de la vista de sus hermanas y sus ojos comenzaron a ir entre los rostros, solo para ver a varios conocidos de las clases altas y a otros completamente desconocidos, siendo los últimos los que más atraían su atención pues de entre todos esos rostros desconocidos, planeaba escoger a alguien para ser su compañero esa noche, su última noche de diversión.
El viaje transcurrió sin percances, de hecho, fue más silencioso de lo que nunca había sido un viaje de las hermanas, quizás porque todas y cada una estaban ansiosas por llegar. Con entusiasmo y bromas entre ellas, las jóvenes bajaron una tras otra del carruaje para dirigirse todas juntas a la entrada, llegando justo momentos antes de que los reyes hicieran su magnifica aparición. Entre las hermanas hubo algunos cuchicheos respecto a la reina pero más que nada, respecto al rey y otros invitados que llamaban la atención de las Marchessault y si bien Dianthe les seguía el juego a sus hermanas, bien sabía que no importaba cuantos hombres conocía o si el mismo rey se le acercaba, ella pronto estaría vetada de toda posibilidad de buscar el amor por su cuenta y todo gracias a su padre y un desconocido al que al día siguiente debería llamar esposo aun sin siquiera conocerlo. La idea del matrimonio le revolvió el estomago y excusándose con sus hermanas se alejó de ellas en busca de algo que beber, algo que le hiciera olvidar lo que le esperaba el día siguiente y que le otorgara el valor de vivir aquella noche como lo que era, su última fiesta como una mujer libre.
Los pasos de Dianthe se detuvieron una vez que se sintió lo suficientemente lejos de la vista de sus hermanas y sus ojos comenzaron a ir entre los rostros, solo para ver a varios conocidos de las clases altas y a otros completamente desconocidos, siendo los últimos los que más atraían su atención pues de entre todos esos rostros desconocidos, planeaba escoger a alguien para ser su compañero esa noche, su última noche de diversión.
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Akseli Nygard- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/04/2014
Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Habíamos recibido aquella invitación, por ley una mujer no podría salir sin su marido en aquellas reuniones sociables, mucho mas si eran del lugar donde ambos trabajaban, apariencias que ambos teníamos que pasar, fingir que eramos un matrimonio feliz para alejar el escándalo, odiaba aquello, pero no podía cambiarlo.
Vestidos Música, ambiente de fiesta, hacia cuanto que no había disfrutado de un baile así? hacia cuanto que ella no había bailado siquiera con su esposo? no lo recordaba, quizás la ultima vez fue en su boda, ni siquiera lo recordaba y pensarlo dolía mucho. Secretamente ella ansiaba uno de aquellos bailes, donde al menos por una noche, ambos fingirían que aun había amor, ambos fingirían frente a todos ser la pareja perfecta que muchos desearían ser, sin sospechar que a penas lleguen a su hogar, ambos dormirían por separado, ambos fingirían no hablarse y olvidarse del otro.
Se había vestido perfectamente para ese día, no para el, quiso pensar mientras dejaba colocarse el corset que tanto odiaba, se miro entonces al espejo después de al fin terminar de colocarse el vestido y recolocarse el cabello fue cuando al fin bajo y se encamino hacia el carruaje que compartiría con su esposo, mas apariencias que fingir, que ambos aun dormían en la misma casa.
Saluda fingiendo una sonrisa en su rostro, siendo presentada otras veces por su esposo, coloca su mano enguantando en el brazo de el ansiando tocarlo pero fingiendo indiferencia, por que habíamos llegado hasta eso? desvió entonces su mirada hacia el salón adornado e iluminado tan bellamente, hasta que escucha la voz de su esposo envolverla, su corazón traicionero salto en su contra, para el ella era la mas bella quiso creerle pero como podría? no se atrevió a mirarlo, no se atrevió a mostrar las emociones que la envolvían, alegre de que haya notado su vestido y la forma de arreglarse para el, no, para ella misma se dijo fervientemente.
Asintió incapaz de decir algo mas ante su discurso, esperando en un principio que así fuera, le dio entonces una mirada dudosa, no sabia si creerle o no, mas aun asi se sintió un poco desilusionada, el no le había pedido su primer baile, su tarjeta estaba vacía, no por falta de pretendientes, si no que ella hubiera deseado que el le pidiera uno de aquellos bailes... Tonta, por creer algo así. En cambio el ahora solo la dejaba sola en aquel baile lleno de personas desconocidas para ella. Su rostro se endureció y asintió tratando de que no se notara relajando su rostro en una tensa sonrisa -Así sera mi esposo...- murmuro cuando el se iba ya hacia los demás invitados, si el no le pedía un baile como su esposo, bien, ella no rogaría por uno.
Vestidos Música, ambiente de fiesta, hacia cuanto que no había disfrutado de un baile así? hacia cuanto que ella no había bailado siquiera con su esposo? no lo recordaba, quizás la ultima vez fue en su boda, ni siquiera lo recordaba y pensarlo dolía mucho. Secretamente ella ansiaba uno de aquellos bailes, donde al menos por una noche, ambos fingirían que aun había amor, ambos fingirían frente a todos ser la pareja perfecta que muchos desearían ser, sin sospechar que a penas lleguen a su hogar, ambos dormirían por separado, ambos fingirían no hablarse y olvidarse del otro.
Se había vestido perfectamente para ese día, no para el, quiso pensar mientras dejaba colocarse el corset que tanto odiaba, se miro entonces al espejo después de al fin terminar de colocarse el vestido y recolocarse el cabello fue cuando al fin bajo y se encamino hacia el carruaje que compartiría con su esposo, mas apariencias que fingir, que ambos aun dormían en la misma casa.
Saluda fingiendo una sonrisa en su rostro, siendo presentada otras veces por su esposo, coloca su mano enguantando en el brazo de el ansiando tocarlo pero fingiendo indiferencia, por que habíamos llegado hasta eso? desvió entonces su mirada hacia el salón adornado e iluminado tan bellamente, hasta que escucha la voz de su esposo envolverla, su corazón traicionero salto en su contra, para el ella era la mas bella quiso creerle pero como podría? no se atrevió a mirarlo, no se atrevió a mostrar las emociones que la envolvían, alegre de que haya notado su vestido y la forma de arreglarse para el, no, para ella misma se dijo fervientemente.
Asintió incapaz de decir algo mas ante su discurso, esperando en un principio que así fuera, le dio entonces una mirada dudosa, no sabia si creerle o no, mas aun asi se sintió un poco desilusionada, el no le había pedido su primer baile, su tarjeta estaba vacía, no por falta de pretendientes, si no que ella hubiera deseado que el le pidiera uno de aquellos bailes... Tonta, por creer algo así. En cambio el ahora solo la dejaba sola en aquel baile lleno de personas desconocidas para ella. Su rostro se endureció y asintió tratando de que no se notara relajando su rostro en una tensa sonrisa -Así sera mi esposo...- murmuro cuando el se iba ya hacia los demás invitados, si el no le pedía un baile como su esposo, bien, ella no rogaría por uno.
Jessamine Dashkov- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/10/2015
Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
No puedo comer, no puedo beber, pero puedo simular que lo hago con una perfección que ningún humano notará nunca. La primera copa que jugaba entre mis manos fue terminada, y desechada la copa de cristal, pasé a descansar los brazos a los costados. En silencio y en la penumbra, esperé, observando. La aristocracia francesa cuenta con unos protocolos arduos, largos y muy exagerados. Inclinaciones y saludos que nunca se quedaron en mí pero que solía ver con frecuencia en el teatro o en reuniones de alcurnia a las que acompañaba a mi petulante creador. Esas ceremonias de saludo no eran nada a comparación con lo que pude observar en este momento. Pero pronto, todo acabó y la fiesta continuó con su curso natural.
En absoluto me sentí sorprendido por lo que estaba sucediendo. Si uno pertenecía a una raza, se notaba al instante, ni más ni menos, quienes eran como tú. Y no era algo que me interesara en absoluto. Creo que había demasiados monstruos en el mundo para que el hombre fuera regido por uno. Me alejé de la pared y a pocos pasos, cerca de la pista de baile a la que mis ojos parecían sentirse atraídos tanto como mi cuerpo, observé a una dama singular que venía en calidad de mesera, ofreciendo tragos. Más vino. Un sustituto hueco y pueril de la sangre. Tomé otra copa, haciendo un leve asentimiento de la cabeza en gratitud. No me hacía falta, pero era un movimiento digno de alguien que gusta de tener las manos ocupadas pero no hacer una ceremonia al respecto. El olor del vino era terrible, como lo había sido desde que era un vampiro. Sin embargo, el vino estaba siempre presente en mi mesa mientras fui humano. Sin embargo, en mis últimos días, me convertí en un vulgar borracho que saqueaba el ron de las tabernas más pútridas y de baja categoría que podía encontrar.
Paseé la vista por el lugar, moviéndome con discreción, tal como miraba. Caminando entre la gente sin rozarla siquiera. Entre tantos, apenas y descubrí uno que otro rostro conocido. Aquel que me topé una que otra vez en la opera. Aquel que a veces veía en las calles bajo la luz de las farolas pero con quien nunca había conversado. Hechiceros, especialmente una con un aura de preocupación que no podía esconder. Voces miles llenaban el lugar mientras yo permanecía en silencio. No hacía falta una voz más si lo que se desea es escuchar en silencio la música.
En absoluto me sentí sorprendido por lo que estaba sucediendo. Si uno pertenecía a una raza, se notaba al instante, ni más ni menos, quienes eran como tú. Y no era algo que me interesara en absoluto. Creo que había demasiados monstruos en el mundo para que el hombre fuera regido por uno. Me alejé de la pared y a pocos pasos, cerca de la pista de baile a la que mis ojos parecían sentirse atraídos tanto como mi cuerpo, observé a una dama singular que venía en calidad de mesera, ofreciendo tragos. Más vino. Un sustituto hueco y pueril de la sangre. Tomé otra copa, haciendo un leve asentimiento de la cabeza en gratitud. No me hacía falta, pero era un movimiento digno de alguien que gusta de tener las manos ocupadas pero no hacer una ceremonia al respecto. El olor del vino era terrible, como lo había sido desde que era un vampiro. Sin embargo, el vino estaba siempre presente en mi mesa mientras fui humano. Sin embargo, en mis últimos días, me convertí en un vulgar borracho que saqueaba el ron de las tabernas más pútridas y de baja categoría que podía encontrar.
Paseé la vista por el lugar, moviéndome con discreción, tal como miraba. Caminando entre la gente sin rozarla siquiera. Entre tantos, apenas y descubrí uno que otro rostro conocido. Aquel que me topé una que otra vez en la opera. Aquel que a veces veía en las calles bajo la luz de las farolas pero con quien nunca había conversado. Hechiceros, especialmente una con un aura de preocupación que no podía esconder. Voces miles llenaban el lugar mientras yo permanecía en silencio. No hacía falta una voz más si lo que se desea es escuchar en silencio la música.
Louis De Pointe Du Lac- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/05/2014
Localización : No hay lugar a donde ir
Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
- ¡JÁ! Me tendrán que matar para que falte mañana a tu boda. - El hombre regordete no paraba de hablar sobre el enlace que ocurriría al día siguiente y Vincenzo estaba tan aburrido ya por la idea que deidió alejarse no sin antes responder a su padrino de nacimiento.
– Pero deja algo de vino para los invitados, sinó no me quedará de otra y tendré que conversar con ellos. ¿Te imaginas? - Vincenzo sintió un verdadero escalofrío a lo que el hombre respondió con una carcajada y un golpe con la mano abierta en la espalda del jóven, que casi le hace escupir el Chàrdonay que tomó.
***
tener que fingir toda la noche, ya era suficiente pago por todo el mal que había hecho en la vida que pasó en alta mar, pero justo cuando buscaba alejarse del gentío, varias mujeres hicieron el ademán de acercarse a hablar, pero él cortésmente las negó. No por el compromiso ni mucho menos, sino por el simple hecho de que aquel no era su lugar. Justo se fué a topar con una pequeña muchacha, de cabellos rubios cual oro que adornaba los broches de todo noble que allí participaba, así como el tono que tiene el fuego al crepitar en una hoguera.
- Qué casualidad. - Dijo con tono jocoso, sin perder la sonrisa entre divertida y curiosa que siempre adornaba su cara con la intención más banal de todas. - Os sienta bien el luto. - Comentó Vincenzo haciendo alusión al vestido tan hermoso -y para nada del color que suele llevar la gente cuando un ser querido le ha abandonado- que la muchacha llevaba. Vincenzo había acudido al entierro de la madre de Dianthe, gracias a la conexión que sus familias tuvieron hacía mucho tiempo y al cariño que éste le tenía a la mujer que lamentablemente había dejado aquel mundo. Vincenzo se erigía cual príncipe sin él notarlo siquiera, así que tomó la mano de la muchacha y besó el dorso de la misma, esperando que aquella velada hubiese merecido la pena al encontrar una buena escusa para quedarse más rato en aquel lugar.
- Traje:
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
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Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
La mente de Kharyn aún se encontraba en otra parte, cuando una joven rubia con atuendo de seda rojo antiguo se acercó ofreciendo bebidas. De manera automática la hechicera agarró una copa, pero de la bandeja pasó a la mesa. Kharyn no bebe, pero sabe que solo puede pasar desapercibida si actúa como los demás, y al no bailar ya se está delatando demasiado.
—Puedo sentir más vampiros que incluso han puesto la vista sobre mi; me pregunto si saben que el rey es uno de ellos— pensó ella, sacudiendo la cabeza.
Adelina llegó de pronto y se sentó junto a su amiga. —¿Te tomarás eso?— preguntó; Kharyn negó. —¡Afuera esa cara larga!— exclamó de manera amistosa al verla, y tras acabarse el contenido de la copa de una vez. —Te hemos traído a una fiesta no a un funeral— le reprochó con tono indignado.
—¿¡Ah sí!? Pues me siento más sofocada que en el entierro de mi esposo— exhaló Kharyn, comenzando a abanicarse con la mano. —¿De casualidad no tendrás un...— no terminó la frase; Adelina ya le estaba entregando un largo abanico que la hechicera abrió al instante.
—Tranquilízate, por favor— le dijo Adelina, esta vez con más preocupación en la voz.
Kharyn bajó la vista a la mano que Adelina puso en su brazo y le fue inevitable ver el Aura de cambiante que la rodeaba. Más y más preocupaciones se agolpaban en su cabeza, y pronto comenzó a sentir que le ardía el cráneo.
—¿No hay algún balcón al que pueda salir?— preguntó, entonces, la bruja, sintiendo que la vista le fallaba. Ésta vez, Adelina no lo dudó más, y la acompañó hasta una de las salidas al largo balcón del palacio. —Ah… Aquí al menos corre aire— suspiro Kharyn, cerrando los ojos.
—Bueno. Quédate aquí y veré si puedo conseguirte una copa de agua; necesitas ingerir algo, querida— aseguró, teniendo entre sus manos el pálido rostro de Kharyn.
Tan pronto como la cambiante se hubo ido, Kharyn se apoyó contra el borde del balcón, levantando la vista hacia el estrellado cielo, desprovisto de luna por esa noche. Desde allí afuera pensó nuevamente en la mezcla de criaturas bajo un mismo techo; los invitados del pomposo baile son la más osada y heterogénea mezcla que alguien podría imaginar.
—Los cazadores e inquisidores se deleitarían con lo que hay en el interior de ese salón— susurró entre dientes, con una ligera nota de molestia. —Pero no sería mala idea tratar de ocultar cualquier rastro de magia que nos delate a hechiceros, vampiros, cambiantes u hombres lobos… No tengo idea de qué clase de criaturas, ni cuantas, podrían correr peligro esta noche.
—Puedo sentir más vampiros que incluso han puesto la vista sobre mi; me pregunto si saben que el rey es uno de ellos— pensó ella, sacudiendo la cabeza.
Adelina llegó de pronto y se sentó junto a su amiga. —¿Te tomarás eso?— preguntó; Kharyn negó. —¡Afuera esa cara larga!— exclamó de manera amistosa al verla, y tras acabarse el contenido de la copa de una vez. —Te hemos traído a una fiesta no a un funeral— le reprochó con tono indignado.
—¿¡Ah sí!? Pues me siento más sofocada que en el entierro de mi esposo— exhaló Kharyn, comenzando a abanicarse con la mano. —¿De casualidad no tendrás un...— no terminó la frase; Adelina ya le estaba entregando un largo abanico que la hechicera abrió al instante.
—Tranquilízate, por favor— le dijo Adelina, esta vez con más preocupación en la voz.
Kharyn bajó la vista a la mano que Adelina puso en su brazo y le fue inevitable ver el Aura de cambiante que la rodeaba. Más y más preocupaciones se agolpaban en su cabeza, y pronto comenzó a sentir que le ardía el cráneo.
—¿No hay algún balcón al que pueda salir?— preguntó, entonces, la bruja, sintiendo que la vista le fallaba. Ésta vez, Adelina no lo dudó más, y la acompañó hasta una de las salidas al largo balcón del palacio. —Ah… Aquí al menos corre aire— suspiro Kharyn, cerrando los ojos.
—Bueno. Quédate aquí y veré si puedo conseguirte una copa de agua; necesitas ingerir algo, querida— aseguró, teniendo entre sus manos el pálido rostro de Kharyn.
Tan pronto como la cambiante se hubo ido, Kharyn se apoyó contra el borde del balcón, levantando la vista hacia el estrellado cielo, desprovisto de luna por esa noche. Desde allí afuera pensó nuevamente en la mezcla de criaturas bajo un mismo techo; los invitados del pomposo baile son la más osada y heterogénea mezcla que alguien podría imaginar.
—Los cazadores e inquisidores se deleitarían con lo que hay en el interior de ese salón— susurró entre dientes, con una ligera nota de molestia. —Pero no sería mala idea tratar de ocultar cualquier rastro de magia que nos delate a hechiceros, vampiros, cambiantes u hombres lobos… No tengo idea de qué clase de criaturas, ni cuantas, podrían correr peligro esta noche.
Kharyn D' Alis- Hechicero Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
El baile estaba transcurriendo con relativa normalidad. Pero era bastante divertido ver tantas auras distintas en una misma sala. Ni siquiera los mejores circos contaban con un abanico tan grande y diverso de criaturas extrañas.
Yo permanecía tranquilamente algo apartada del gentío analizando un poco la situación. Creo que esta es la primera vez que sé de un país que es gobernado por un vampiro, me pregunto si lo sabrá su majestad la reina o solo vive engañada como todos sus siervos.
Cuando me termino mi primera copa, me apresuro a coger otra de la que me ofrecen los camareros que continuamente recorren la sala ofreciendo bebidas y tentempiés a los numerosos invitados del baile real.
Poco a poco, me aburre estar tanto tiempo mirando a la gente bailar. Además que a mí no me apetece bailar en estos momentos. Así que decido salir un poco a tomar el aire y ver desde el balcón los jardines de palacio.
El soplo de aire fresco me calma bastante, dentro ya me estaba agobiando mucho. Me asomo al balcón para contemplar los preciosos jardines de la realeza francesa.
-Pues sí que son bonitos.
De repente, oigo una voz y resulta que al lado mío había una mujer. Lo que había dicho no lo logré entender, pero la saludé con una leve sonrisa esperando que mi gesto fuera respondido.
Yo permanecía tranquilamente algo apartada del gentío analizando un poco la situación. Creo que esta es la primera vez que sé de un país que es gobernado por un vampiro, me pregunto si lo sabrá su majestad la reina o solo vive engañada como todos sus siervos.
Cuando me termino mi primera copa, me apresuro a coger otra de la que me ofrecen los camareros que continuamente recorren la sala ofreciendo bebidas y tentempiés a los numerosos invitados del baile real.
Poco a poco, me aburre estar tanto tiempo mirando a la gente bailar. Además que a mí no me apetece bailar en estos momentos. Así que decido salir un poco a tomar el aire y ver desde el balcón los jardines de palacio.
El soplo de aire fresco me calma bastante, dentro ya me estaba agobiando mucho. Me asomo al balcón para contemplar los preciosos jardines de la realeza francesa.
-Pues sí que son bonitos.
De repente, oigo una voz y resulta que al lado mío había una mujer. Lo que había dicho no lo logré entender, pero la saludé con una leve sonrisa esperando que mi gesto fuera respondido.
Contessa Luciano- Vampiro Clase Alta
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Re: Royal Pleasures ▬ Baile de Navidad y Año Nuevo
Una muy joven salió repentinamente al balcón, y Kharyn tuvo que reprimir el susto al notar el halo blanco que la rodeaba. Pensó —Aura pálida… Ésta es, en definitiva, la noche de los vampiros.
El vestido sedoso rojo que le ceñía el cuerpo brillaba con la luz que salía del salón, y por un momento llamó la atención de la hechicera, quien luego notó que la vampiresa la había saludado.
Se volvió hacia ella y se inclinó levemente frente a la jovencita. —Buenas noches— la saludo. —Feliz navidad, jovencita; espero que esté disfrutando la velada más que yo— le deseo, sonriendo con resignación al final.
¿Cómo reaccionaría la vampira? Sentiría la sangre caliente correr por las venas de la bruja sin duda alguna; pero lo que no sabía, era si ella se mantendría tan calmada como aquella vampira que Kharyn había conocido en Jardín Botánico. Tratando de calmarse, pero sintiendo un hormigueo insoportable en el estómago, notó que el aura de la vampiresa no delataba hostilidad, pero no pudo evitar llevarse las manos al abdomen.
—Como desearía que “vigoris” funcionara en mí misma— pensó Kharyn por un momento, sintiendo un dolor tan terrible que, si no hacía algo pronto, quizás podría delatarla como hechicera.
El vestido sedoso rojo que le ceñía el cuerpo brillaba con la luz que salía del salón, y por un momento llamó la atención de la hechicera, quien luego notó que la vampiresa la había saludado.
Se volvió hacia ella y se inclinó levemente frente a la jovencita. —Buenas noches— la saludo. —Feliz navidad, jovencita; espero que esté disfrutando la velada más que yo— le deseo, sonriendo con resignación al final.
¿Cómo reaccionaría la vampira? Sentiría la sangre caliente correr por las venas de la bruja sin duda alguna; pero lo que no sabía, era si ella se mantendría tan calmada como aquella vampira que Kharyn había conocido en Jardín Botánico. Tratando de calmarse, pero sintiendo un hormigueo insoportable en el estómago, notó que el aura de la vampiresa no delataba hostilidad, pero no pudo evitar llevarse las manos al abdomen.
—Como desearía que “vigoris” funcionara en mí misma— pensó Kharyn por un momento, sintiendo un dolor tan terrible que, si no hacía algo pronto, quizás podría delatarla como hechicera.
Kharyn D' Alis- Hechicero Clase Alta
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