AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La cámara de los suplicios (The Phantom & Akim) <"Los eternos" C. de Le due maschere della notte>
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La cámara de los suplicios (The Phantom & Akim) <"Los eternos" C. de Le due maschere della notte>
Darkness no podía acercarse, así que tendría que ser yo la responsable de ir y dar las malas noticias a un ser que ya con su sola presencia era un augurio negativo para todo aquel que pisará el teatro. actores, cantantes, trabajadores y demás personal sabían que algo andaba terroríficamente mal cuando el monstruo hacia alarde de su existencia por todos los pasillos del recinto que desde afuera un Apolo de oro con su Lira en vano intento protegerlo de las fuerzas del mal.
Vaya dramatismo, todo culpa de Severian y Darkness supongo, me advirtieron tantas cosas que aún esta noche templada me revolvían la cabeza entre tantas ideas y rumores que impedían mi concentración y el sigilo que esto iba a requerir, al menos la luna hoy no haría de las suyas permitiendo mi libre movimiento con su media sonrisa dibujada en el cielo, ¡adoraba la luna en cuarto menguante!
Mis manos temerosas se alzaron en la puerta del recinto, empuje con fuerza pero no sucedió absolutamente nada, parecía estar sellada con alguna hechizo o algo por el estilo, así que me vi obligada a entrar por otra parte. Fui de un lado a otro y aquello estaba demasiado liado para mi, todo cerrado, pareciera como si se fueran a robar algo sumamente valioso, visualice un poco más y entonces contemple con esperanzas desganadas una ventana abierta en el segundo piso -Vaya- proteste malhumorada dirigiéndome a la que parecía ser la única opción disponible. Después de tres intentos fallidos, logre aferrarme a la pared caliza de un pilar y llegué a mi destino, un lugar silencioso donde reinaba el arte por doquier y los enormes pasillos donde seguramente se pavoneaban los hombres y mujeres de la alta alcurnia, había también puertas hacia los palcos, cada una marcada con número dorado y pintada de caoba, el piso era frío, lucía un color arena revuelto con otras tonalidades de la misma naturaleza que intente seguir inútilmente para hallar un camino o una escalera.
Caminaba con una extraña sensación en la espalda, sentía los ojos de alguien encima de mi, pero por más que agudizaba los sentidos no percibía nada extraño, ninguna ruido, ningún olor, probablemente siguieran siendo mis nervios vueltos una maraña, el silencio ni los ecos reverberantes de donde pisaba no me daban muchos ánimos a tranquilizarme. Mis pasos se detuvieron a medio camino ante la sorpresa de hallarme frente a una escalera -¿De verdad había caminado en la dirección correcta?- que confusión, me lleve la mano a la cabeza, rascándome por momentos y por otros alisándome el cabello -¿Será allí?- veía con decidia lo que me deparaba el destino, yo lo único que quería encontrar los sótanos y el lugar donde Severaux me había señalado como un pasadizo seguro a la guarida del monstruo, pero… entre tanto se me había olvidado, además por dentro el teatro parecía un laberinto complejo que solo era iluminado por unas cuantas velas a media luz.
Descendí y todo fue peor, llegue a la desesperación total y sentía los vuelcos de mi corazón en el pecho, empecé a querer mover todo de su sitio, esculturas, candiles y otros artilugios, alguno de ellos podía ser la llave al infierno que estaba buscando y finalmente la entrada al infamando de un fantasma en tierra y teatralidades me dejó paso libre, pero no de la forma en que esperaba, un escalón o algo en el piso se había abierto, hecho aún lado, no lo sé, todo sucedió de manera rápida que ni siquiera supe como fue que caí en un lugar húmedo, con charcos de agua por doquier y ratas paseándose entre los muros, era una especie de cuarto pequeño, completamente a oscuras, penumbras que aún me daban a entender que alguien seguía mis pasos muy de cerca.
-¡Sal maldito cobarde!- gritaba al tiempo que desenvainaba la espada, no había más con lo que pudiera defenderme, la luna estaba muy lejos de mi, era lógico sintiendo este lugar como algo en lo subterráneo sin saber a ciencia cierta la profundidad -¡Te he dicho que salgas de allí! ¡Si eres tu, el miserable que se hace llamar el ángel de la muerte te pido entonces me muestres tu poderío! ¡Anda!- incité a la bestia haciendo mofa de su anonimato -¡Anda lunático de pacotilla, sal y pelea! ¡¿O es acaso que una mujer te intimida?!-.
Vaya dramatismo, todo culpa de Severian y Darkness supongo, me advirtieron tantas cosas que aún esta noche templada me revolvían la cabeza entre tantas ideas y rumores que impedían mi concentración y el sigilo que esto iba a requerir, al menos la luna hoy no haría de las suyas permitiendo mi libre movimiento con su media sonrisa dibujada en el cielo, ¡adoraba la luna en cuarto menguante!
Mis manos temerosas se alzaron en la puerta del recinto, empuje con fuerza pero no sucedió absolutamente nada, parecía estar sellada con alguna hechizo o algo por el estilo, así que me vi obligada a entrar por otra parte. Fui de un lado a otro y aquello estaba demasiado liado para mi, todo cerrado, pareciera como si se fueran a robar algo sumamente valioso, visualice un poco más y entonces contemple con esperanzas desganadas una ventana abierta en el segundo piso -Vaya- proteste malhumorada dirigiéndome a la que parecía ser la única opción disponible. Después de tres intentos fallidos, logre aferrarme a la pared caliza de un pilar y llegué a mi destino, un lugar silencioso donde reinaba el arte por doquier y los enormes pasillos donde seguramente se pavoneaban los hombres y mujeres de la alta alcurnia, había también puertas hacia los palcos, cada una marcada con número dorado y pintada de caoba, el piso era frío, lucía un color arena revuelto con otras tonalidades de la misma naturaleza que intente seguir inútilmente para hallar un camino o una escalera.
Caminaba con una extraña sensación en la espalda, sentía los ojos de alguien encima de mi, pero por más que agudizaba los sentidos no percibía nada extraño, ninguna ruido, ningún olor, probablemente siguieran siendo mis nervios vueltos una maraña, el silencio ni los ecos reverberantes de donde pisaba no me daban muchos ánimos a tranquilizarme. Mis pasos se detuvieron a medio camino ante la sorpresa de hallarme frente a una escalera -¿De verdad había caminado en la dirección correcta?- que confusión, me lleve la mano a la cabeza, rascándome por momentos y por otros alisándome el cabello -¿Será allí?- veía con decidia lo que me deparaba el destino, yo lo único que quería encontrar los sótanos y el lugar donde Severaux me había señalado como un pasadizo seguro a la guarida del monstruo, pero… entre tanto se me había olvidado, además por dentro el teatro parecía un laberinto complejo que solo era iluminado por unas cuantas velas a media luz.
Descendí y todo fue peor, llegue a la desesperación total y sentía los vuelcos de mi corazón en el pecho, empecé a querer mover todo de su sitio, esculturas, candiles y otros artilugios, alguno de ellos podía ser la llave al infierno que estaba buscando y finalmente la entrada al infamando de un fantasma en tierra y teatralidades me dejó paso libre, pero no de la forma en que esperaba, un escalón o algo en el piso se había abierto, hecho aún lado, no lo sé, todo sucedió de manera rápida que ni siquiera supe como fue que caí en un lugar húmedo, con charcos de agua por doquier y ratas paseándose entre los muros, era una especie de cuarto pequeño, completamente a oscuras, penumbras que aún me daban a entender que alguien seguía mis pasos muy de cerca.
-¡Sal maldito cobarde!- gritaba al tiempo que desenvainaba la espada, no había más con lo que pudiera defenderme, la luna estaba muy lejos de mi, era lógico sintiendo este lugar como algo en lo subterráneo sin saber a ciencia cierta la profundidad -¡Te he dicho que salgas de allí! ¡Si eres tu, el miserable que se hace llamar el ángel de la muerte te pido entonces me muestres tu poderío! ¡Anda!- incité a la bestia haciendo mofa de su anonimato -¡Anda lunático de pacotilla, sal y pelea! ¡¿O es acaso que una mujer te intimida?!-.
Kida Sarene- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 18/11/2015
Re: La cámara de los suplicios (The Phantom & Akim) <"Los eternos" C. de Le due maschere della notte>
La luces se apagaron en el antiguo teatro de Paris donde tenia escaso tiempo de haber arribado, sus grandes esculturas de oro yacían a partir de la última función en un un profundo sueño del que no serían despertadas al menos que sintieran la presencia de Él, si, el fantasma del teatro de París por el que medio personal se mantenía a raya de comportarse dentro de su recinto sagrado.
Hace unos cuantos días el amo lo dejó muy en claro después de verlos ensayar por donde las sombras le dieran abrigo, pocos eran los que de verdad prestaban a las indicaciones de la nueva directora del cuerpo de ballet y al director de orquesta del lado de de los instrumentos, pese a todo la obra no salió nada mal a oídos de casi todo el público, menos de uno… un critico que sin más arremetió con lo que llamó el “teatro del crimen” por aquellas catástrofes sufridas hace un año y que aún hoy dejaban a su personal con muchas secuelas para presentar un trabajo << Mediocre >> Esas palabras no le gustaron al amo en absoluto y enfurecido mandó una nota conmigo donde advertía que esa noche habría un castigo ejemplar por su indisciplina ante el arte. Y lo hubo, esa misma noche se cometieron tres asesinatos, dos en el cuerpo de bailarinas y uno más en las caballerizas, los cuerpos fueron dejados como el fantasma acostumbraba acomodar, de una manera tan brutal que no hace falta describir por la crudeza de las escenas, temidas por los empleados, placenteras para el autor. Yo por ser agradecido no decía absolutamente nada, ni estaba bien ni mal ahora que tantas desgracias habían acontecido en mi vida, las de otros, que quizás me hubieran importado cuando más joven ahora, no representaban algo para mí, por el contrario guardo silencio y hago por mi salvador todo lo que el ordena, no importa cuanto caiga de los niveles de moralidad, de no ser por aquel hoy estaría en las calles o peor aún muerto por alguna callejuela olvidada por el resto de París.
Cuando el me conoció en el bosque, me contrato para informar todo cuanto sucedía en su teatro, primero como un simple invitado a las funciones en donde lograba escabullirme con facilidad sin ser visto hasta camerinos y preguntar a los trabajadores que era de novedades por aquellas fechas en lo que ahora era propiedad de un tal “Renaoult”. Después cuando todo culmino y el decidió regresar yo fui contratado por el dueño bajo las ordenes de mi amo mediante una carta escrita con tinta roja, sello característico de su escritura. Mi trabajo consistía en atender su palco número cinco, también servía como parte de los escenógrafos o cuidaba de todos sus caballos menos de Cesar, de ese corcel me hacía cargo por las noches, cuando mi amo deambulaba de un lugar para otro, salía a matar o simplemente visitaba a lo que el llamaba sus “rosas”.
Hoy no era la excepción, él se había marchado tras un mejor sabor de boca tras la puesta en escena de “El mercader de Venecia”, no había dicho a donde iba esta vez, solo dijo que demoraría, así que acatando sus ordenes, supervise de arriba a abajo cada rincón, incluyendo dos de los sin fines de pasadizos que “El fantasma” conocía, no había indicios de intrusos por lo que decidí cerrar ventanas y marcharme para acomodar el espacio de Él.
Iba escaleras abajo cuando escuché un ruido extraño para aquellas horas de la noche y sobre todo que estaba completamente vacío -¿Amo?- le llamé pero no respondió y el aire no tenía aquella atmósfera cuando el estaba presente. El sonido vino del segundo sótano donde Él había preparado un trampa especial para cualquier intruso que quisieran encontrar al famoso fantasma, que se había hecho el tesoro preferido de los caza recompensas últimamente. Desvaine la espada antes de adentrarme en el cuarto donde solo luz de una vela daba cuenta de un rostro femenino que espetaba furioso la aparición de The Phantom -Además de meterte donde no te llaman, eres impertinente- allí estaba ella, con los cabellos despeinados y la rabia contenida dispuesta a atacar -Un consejo le doy, quienes hablan sin saber mademoiselle sobre el Amo…- fui interrumpido por la brisa helada que se filtró por el lugar sin saber como pues la puerta estaba cerrada y la compuerta estaba en la misma situación, no me alarme, simplemente seguí con arma en mano sosteniendo su vista, dando vueltas a su alrededor -Muy tarde se dan cuenta que el silencio prudente a veces resulta ser muy sabio- con esfuerzo me agache jalando una cuerda que la sujeto de los pies inmediatamente -En sus terrenos siempre es recomendable tener los ojos atentos al piso y las manos al nivel de los labios para no blasfemar de su bondad, que pocos conocen gracias a sus prejuicios como sociedad- la brisa se volvió a un más fuerte congelando la piel de nosotros dos, era como si el mismo viento tuviera miedo de las represalias que el Amo podía tomar en cuanto llegara y que tantas otras veces las a visto ejecutar sin absoluta piedad -Descuida- murmure cuando vi que se agitaba con toda fuerza para soltarse de la cuerdas sin éxito alguno, observando la espada cautelosamente -Yo no soy quien te cortará la cabeza, será Él o yo, cuando lo ordene, The Phantom siempre escoge el mejor castigo ante la desobediencia y el descaro de mortales como tu y como yo-.
Hace unos cuantos días el amo lo dejó muy en claro después de verlos ensayar por donde las sombras le dieran abrigo, pocos eran los que de verdad prestaban a las indicaciones de la nueva directora del cuerpo de ballet y al director de orquesta del lado de de los instrumentos, pese a todo la obra no salió nada mal a oídos de casi todo el público, menos de uno… un critico que sin más arremetió con lo que llamó el “teatro del crimen” por aquellas catástrofes sufridas hace un año y que aún hoy dejaban a su personal con muchas secuelas para presentar un trabajo << Mediocre >> Esas palabras no le gustaron al amo en absoluto y enfurecido mandó una nota conmigo donde advertía que esa noche habría un castigo ejemplar por su indisciplina ante el arte. Y lo hubo, esa misma noche se cometieron tres asesinatos, dos en el cuerpo de bailarinas y uno más en las caballerizas, los cuerpos fueron dejados como el fantasma acostumbraba acomodar, de una manera tan brutal que no hace falta describir por la crudeza de las escenas, temidas por los empleados, placenteras para el autor. Yo por ser agradecido no decía absolutamente nada, ni estaba bien ni mal ahora que tantas desgracias habían acontecido en mi vida, las de otros, que quizás me hubieran importado cuando más joven ahora, no representaban algo para mí, por el contrario guardo silencio y hago por mi salvador todo lo que el ordena, no importa cuanto caiga de los niveles de moralidad, de no ser por aquel hoy estaría en las calles o peor aún muerto por alguna callejuela olvidada por el resto de París.
Cuando el me conoció en el bosque, me contrato para informar todo cuanto sucedía en su teatro, primero como un simple invitado a las funciones en donde lograba escabullirme con facilidad sin ser visto hasta camerinos y preguntar a los trabajadores que era de novedades por aquellas fechas en lo que ahora era propiedad de un tal “Renaoult”. Después cuando todo culmino y el decidió regresar yo fui contratado por el dueño bajo las ordenes de mi amo mediante una carta escrita con tinta roja, sello característico de su escritura. Mi trabajo consistía en atender su palco número cinco, también servía como parte de los escenógrafos o cuidaba de todos sus caballos menos de Cesar, de ese corcel me hacía cargo por las noches, cuando mi amo deambulaba de un lugar para otro, salía a matar o simplemente visitaba a lo que el llamaba sus “rosas”.
Hoy no era la excepción, él se había marchado tras un mejor sabor de boca tras la puesta en escena de “El mercader de Venecia”, no había dicho a donde iba esta vez, solo dijo que demoraría, así que acatando sus ordenes, supervise de arriba a abajo cada rincón, incluyendo dos de los sin fines de pasadizos que “El fantasma” conocía, no había indicios de intrusos por lo que decidí cerrar ventanas y marcharme para acomodar el espacio de Él.
Iba escaleras abajo cuando escuché un ruido extraño para aquellas horas de la noche y sobre todo que estaba completamente vacío -¿Amo?- le llamé pero no respondió y el aire no tenía aquella atmósfera cuando el estaba presente. El sonido vino del segundo sótano donde Él había preparado un trampa especial para cualquier intruso que quisieran encontrar al famoso fantasma, que se había hecho el tesoro preferido de los caza recompensas últimamente. Desvaine la espada antes de adentrarme en el cuarto donde solo luz de una vela daba cuenta de un rostro femenino que espetaba furioso la aparición de The Phantom -Además de meterte donde no te llaman, eres impertinente- allí estaba ella, con los cabellos despeinados y la rabia contenida dispuesta a atacar -Un consejo le doy, quienes hablan sin saber mademoiselle sobre el Amo…- fui interrumpido por la brisa helada que se filtró por el lugar sin saber como pues la puerta estaba cerrada y la compuerta estaba en la misma situación, no me alarme, simplemente seguí con arma en mano sosteniendo su vista, dando vueltas a su alrededor -Muy tarde se dan cuenta que el silencio prudente a veces resulta ser muy sabio- con esfuerzo me agache jalando una cuerda que la sujeto de los pies inmediatamente -En sus terrenos siempre es recomendable tener los ojos atentos al piso y las manos al nivel de los labios para no blasfemar de su bondad, que pocos conocen gracias a sus prejuicios como sociedad- la brisa se volvió a un más fuerte congelando la piel de nosotros dos, era como si el mismo viento tuviera miedo de las represalias que el Amo podía tomar en cuanto llegara y que tantas otras veces las a visto ejecutar sin absoluta piedad -Descuida- murmure cuando vi que se agitaba con toda fuerza para soltarse de la cuerdas sin éxito alguno, observando la espada cautelosamente -Yo no soy quien te cortará la cabeza, será Él o yo, cuando lo ordene, The Phantom siempre escoge el mejor castigo ante la desobediencia y el descaro de mortales como tu y como yo-.
Akim Khan- Humano Clase Media
- Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 25/12/2015
Re: La cámara de los suplicios (The Phantom & Akim) <"Los eternos" C. de Le due maschere della notte>
Una sombra vigilaba desde las alturas del teatro a un París que se encontraba inmerso en el más profundo de los sueños noctámbulos, allí desde esa altura todo lucía tranquilo y apenas poblado por los mortales que deambulaban sin rumbo fijo por la densidad de las sombras. Nadie veía al vigilante, desde la lejanía solo se podía ver quizás un bulto oscuro, una gárgola envuelta en tela oscura que acompañaba a Apolo y su lira en el techo de aquella tierra dominada en su totalidad por un ángel, un demonio de alas negras.
Yo era ese ser caído de la gracia de los hombres y de Dios mismo, si es que en verdad existía, por lo que a mí respecta ese ser omnipotente no era más que un mito sacado de la fantasía del hombre para poder conseguir la fe que necesitaban para que todas aquellas cosas que sus pobres y patéticas mentes no llegaran a comprender tuvieran un sentido, un Dios tan permisivo para regular por su supuesto mandato aquellas acciones que al hombre le generaban horror, un horror como lo era yo. Vaya Tótem con un sentido de humor tan retorcido, ayudaba al rico y no escuchaba al pobre o al desgraciado, eran más las cargas para estos últimos que para los que estaban en las cimas. Yo debía ser su objeto de burla preferido, justo cuando creía tenerlo todo, un bastardo se acerca y amenaza con arrebatármelo, ni el demonio con toda la ambición del mundo jugaría tan sucio, él, en efecto era el único que me había tendido la mano, me prestaba sus fuerzas y me había puesto en alerta aunque no de la forma en que esperaba el peligro extremo que estábamos corriendo.
Mis ojos se esforzaban más que nunca y el carmín contrastaba con la luna en el horizonte alto y estrellado que cernía sobre mi cabeza, buscaba una mínima excusa para que el monstruo bebiera la sangre en la forma en que estaba acostumbrado, no es que no lo hiciese, de hecho había asesinado a dos pordioseros en un callejón detrás del teatro, desmembro sus cuerpos y vio la sangre correr, pero al parecer la satisfacción aún no era suficiente, aún no estaba satisfecho… supongo que jamás lo estaría hasta no asesinar con sus propias manos y sus fieros colmillos a aquel que se atrevió a interponerse en su nuevo mundo, bastante tenía con el hombre enamorado y roto con quién compartía esta cáscara podrida de deformidad evidente.
Bajo mis pies, allí en la entrada del teatro, una presencia mortal, me indicó peligro… la sombra que figuraba ser femenina intentaba con desespero abrir todo tipo de entradas, sin encontrar más que una ventana abierta -Insolente- murmuré separándome de mis puesto en su búsqueda. No llegaría muy lejos, de eso podía estar seguro, ahora Akim estaba allí dando su miserable vida por mi.
No era necesario internarme rápidamente en mis terrenos, no era necesario saber lo que estaba sucediendo con la intrusa, su aura, su esencia y sus latidos a la lejanía daban a conocer a palabras sordas el miedo en que ahora se encontraba, Akim había hecho su trabajo.
¡Pero que delicia era escuchar el compás de una marcha tan agitada como lo era la propia incertidumbre, el pánico y el presentimiento de una muerte anunciada!, aquella extraña danza me llevó a ubicarla en uno de los tres sótanos donde se hallaba cierta cámara especial, que no funcionaba al menos desde que el imbécil de Raoul se atrevió a quitarme de manera definitiva a la estúpida de Alice. Era una sensación exquisita observar desde las alturas la escena, mi jubilo se asomaba en una mueca deformemente maliciosa en mi rostro tras la cámara -Sangre…- susurré con toda calma y placer, callando así las palabras del “Persa” -Sangre…- volvía a pronunciar, arrastrando las palabras, el sonido imperante en la cavidad de la cámara era un símil al siseo de una serpiente -Sangre es con lo que tienen que pagar los intrusos que se atreven a pisar los terrenos del ángel de la muerte- conversaba entre las sombras, bajando despacio y sigiloso por las escaleras que yo mismo mande construir detrás de los espejos, el color calizo de las piedras quedaba oculto detrás de los enormes marcos que soportaban el cristal -Y la respuesta a tu pregunta es… sí— noté la perplejidad de su rostro causándome tanta gracia, infelices y débiles humanos -Si, morirás esta noche- Akim retrocedió y los espejos dieron cara reflejándose mi imagen sin faz, una sombra oscura con voz poderosa al frente suyo -¿Los que te envían son tan idiotas? ¿Los “Eternos” supusieron que tendría la guardia abajo?. Créeme querida, solo un tiempo me sucedió… otro enmascarado más interesante ocupo tu lugar, pero eso, eso jamás ¡Volverá a pasar!- mi exclamación se debió a una razón, una de mis manos rompió el débil respaldo del espejo donde el “Persa la había arrinconado, jale de ella hacia atrás por el cuello. Si bien el guante no sentía su tibieza, mis dedos alcanzaban a sentir sus palpitaciones rápidas y acompasadas con su respiración agitada, su aliento que poco a poco comenzó a agotarse, cada vez más estrujaba su cuello con más fuerza solo con la intención de asfixiarla lentamente, disfrutando como la desesperación absorbía su razón y después sus movimientos, fue entonces cuando la deje caer.
Escuche su sofoco detrás del marco, tosía y aspiraba con avidez por un poco de aire -Si, vas a morir- volví a susurrar -Pero primero me dirás a donde hay que enviar tu cuerpo torturado y desmembrado a modo de un mensaje cortes de mi parte a los Eternos para que me dejen en paz y los míos también- suspire victorioso, erguí la figura, continuando mi paso por entre los espejos -Átala Akim, quiero dolor… solo un poco de dolor ajeno-.
Yo era ese ser caído de la gracia de los hombres y de Dios mismo, si es que en verdad existía, por lo que a mí respecta ese ser omnipotente no era más que un mito sacado de la fantasía del hombre para poder conseguir la fe que necesitaban para que todas aquellas cosas que sus pobres y patéticas mentes no llegaran a comprender tuvieran un sentido, un Dios tan permisivo para regular por su supuesto mandato aquellas acciones que al hombre le generaban horror, un horror como lo era yo. Vaya Tótem con un sentido de humor tan retorcido, ayudaba al rico y no escuchaba al pobre o al desgraciado, eran más las cargas para estos últimos que para los que estaban en las cimas. Yo debía ser su objeto de burla preferido, justo cuando creía tenerlo todo, un bastardo se acerca y amenaza con arrebatármelo, ni el demonio con toda la ambición del mundo jugaría tan sucio, él, en efecto era el único que me había tendido la mano, me prestaba sus fuerzas y me había puesto en alerta aunque no de la forma en que esperaba el peligro extremo que estábamos corriendo.
Mis ojos se esforzaban más que nunca y el carmín contrastaba con la luna en el horizonte alto y estrellado que cernía sobre mi cabeza, buscaba una mínima excusa para que el monstruo bebiera la sangre en la forma en que estaba acostumbrado, no es que no lo hiciese, de hecho había asesinado a dos pordioseros en un callejón detrás del teatro, desmembro sus cuerpos y vio la sangre correr, pero al parecer la satisfacción aún no era suficiente, aún no estaba satisfecho… supongo que jamás lo estaría hasta no asesinar con sus propias manos y sus fieros colmillos a aquel que se atrevió a interponerse en su nuevo mundo, bastante tenía con el hombre enamorado y roto con quién compartía esta cáscara podrida de deformidad evidente.
Bajo mis pies, allí en la entrada del teatro, una presencia mortal, me indicó peligro… la sombra que figuraba ser femenina intentaba con desespero abrir todo tipo de entradas, sin encontrar más que una ventana abierta -Insolente- murmuré separándome de mis puesto en su búsqueda. No llegaría muy lejos, de eso podía estar seguro, ahora Akim estaba allí dando su miserable vida por mi.
No era necesario internarme rápidamente en mis terrenos, no era necesario saber lo que estaba sucediendo con la intrusa, su aura, su esencia y sus latidos a la lejanía daban a conocer a palabras sordas el miedo en que ahora se encontraba, Akim había hecho su trabajo.
¡Pero que delicia era escuchar el compás de una marcha tan agitada como lo era la propia incertidumbre, el pánico y el presentimiento de una muerte anunciada!, aquella extraña danza me llevó a ubicarla en uno de los tres sótanos donde se hallaba cierta cámara especial, que no funcionaba al menos desde que el imbécil de Raoul se atrevió a quitarme de manera definitiva a la estúpida de Alice. Era una sensación exquisita observar desde las alturas la escena, mi jubilo se asomaba en una mueca deformemente maliciosa en mi rostro tras la cámara -Sangre…- susurré con toda calma y placer, callando así las palabras del “Persa” -Sangre…- volvía a pronunciar, arrastrando las palabras, el sonido imperante en la cavidad de la cámara era un símil al siseo de una serpiente -Sangre es con lo que tienen que pagar los intrusos que se atreven a pisar los terrenos del ángel de la muerte- conversaba entre las sombras, bajando despacio y sigiloso por las escaleras que yo mismo mande construir detrás de los espejos, el color calizo de las piedras quedaba oculto detrás de los enormes marcos que soportaban el cristal -Y la respuesta a tu pregunta es… sí— noté la perplejidad de su rostro causándome tanta gracia, infelices y débiles humanos -Si, morirás esta noche- Akim retrocedió y los espejos dieron cara reflejándose mi imagen sin faz, una sombra oscura con voz poderosa al frente suyo -¿Los que te envían son tan idiotas? ¿Los “Eternos” supusieron que tendría la guardia abajo?. Créeme querida, solo un tiempo me sucedió… otro enmascarado más interesante ocupo tu lugar, pero eso, eso jamás ¡Volverá a pasar!- mi exclamación se debió a una razón, una de mis manos rompió el débil respaldo del espejo donde el “Persa la había arrinconado, jale de ella hacia atrás por el cuello. Si bien el guante no sentía su tibieza, mis dedos alcanzaban a sentir sus palpitaciones rápidas y acompasadas con su respiración agitada, su aliento que poco a poco comenzó a agotarse, cada vez más estrujaba su cuello con más fuerza solo con la intención de asfixiarla lentamente, disfrutando como la desesperación absorbía su razón y después sus movimientos, fue entonces cuando la deje caer.
Escuche su sofoco detrás del marco, tosía y aspiraba con avidez por un poco de aire -Si, vas a morir- volví a susurrar -Pero primero me dirás a donde hay que enviar tu cuerpo torturado y desmembrado a modo de un mensaje cortes de mi parte a los Eternos para que me dejen en paz y los míos también- suspire victorioso, erguí la figura, continuando mi paso por entre los espejos -Átala Akim, quiero dolor… solo un poco de dolor ajeno-.
Phantom Nocte- Vampiro Clase Alta
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