AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
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Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
"Porque tu eres mi patria, y a donde tu me lleves, allí formaré mi hogar. Juntos crearemos nuevas tradiciones, y tu risa será mi dicha."
Ellinor Larsson
Ellinor Larsson
Ellinor, esperó que su esposo se fuera al trabajo. Había estado cojeando para que su coartada no fuera desbaratada. La noche anterior, ella le contó a su amado que practicando, había hecho un mal movimiento y parecía que su pie derecho tenía una leve torcedura, - nada grave, pero creo que lo mejor sería que me tome la mañana… o hasta la tarde – concluyó, al tiempo que le pedía que dijera a sus compañeros que lamentaba mucho lo sucedido. La verdad era que ya había acordado con su patrón, que se tomaría el día y que practicaría el doble luego de las fechas que se acercaban.
Fue así que al quedarse sola, repasó la lista que había confeccionado, deseaba decorar todas las habitaciones del hogar con motivos navideños. Por obvias razones, habían podido comprar una casita a las afueras de Paris, ésta no era muy grande, aunque tampoco tan pequeña. Su antigua dueña había tenido que vender con premura y de las ofertas por la propiedad, al de los Larsson había sido la mejor. La pequeña residencia constaba de dos habitaciones, una era la habitación matrimonial, con su cuatro de baño privado. La otra era para invitados; un amplio salón, hacía las veces de biblioteca, despacho y sala de estar, por último existía pequeño comedor conectado a la cocina la que poseía todos los muebles y artefactos necesarios para poder vivir cómodamente. Pero lo que más adoraba la joven se encontraba en la planta alta, junto a las habitaciones, allí, una delicada y coqueta puerta, decorada con un vitral ovalado, permitía el acceso a una primorosa terraza. En ésta, habían colocado dos sillas y una mesita redonda, que hacía de desayunador. Una madreselva subía desde el parterre que adornaba el jardín trasero de la propiedad y daba la privacidad necesaria, la que era una bendición para el matrimonio, que debía ocultar a todo el mundo su unión.
Luego de desayunar y releer varias veces la lista, se arregló y partió rumbo a la zona comercial, allí realizó todas las compras que había planeado. Deseaba que cuando su esposo regresara encontrara la casa inmersa en un aire navideño. Esta , sería su primera navidad en Paris, deseaba que pudieran crear una nueva tradición navideña, una propia de la familia Larsson. Sonrió feliz, repitiendo en su cabeza, una y mil veces, su apellido de casada, amaba a Merkel, hubiera cruzado el mar estigio por estar a su lado. No le importaba ni su familia, ni la condición de licántropo que él debía soportar, ella siempre estaría a su lado, porque en ningún lugar podría sentirse como en casa, él representaba su hogar, así fuera vivir en un palacio o en un carromato.
Pasó toda la mañana buscando precios, antes ella simplemente elegía y los empleados empaquetaban lo que compraba, llevándoselo luego hasta la mansión de su familia, ahora Ellinor tuvo que cargar con los paquetes y hasta pedirle a un chiquillo que se ofreció ser su ayudante, por unos pocos francos. Ése delgado niño, le ayudó a transportar con el pequeño árbol que había logrado costear con el dinero que llevara, a ella no le importó que el tamaño fuera demasiado pequeño, o que algunas ramas no estuvieran muy coposas, solo deseaba poner todo su amor en preparar la casa para su amado. Ese diminuto árbol, decoraría su salón.
Cuando llegaron al hogar de los Larsson, Ellinor, dejó todos los paquetes en el sillón del salón, y buscó el dinero que entregó al chaval. Los ojos del pequeño observaban asombrado todo lo que le rodeaba, - si desea que le haga algún mandado aquí estaré – le aseguró el pequeño. La mirada del niño se posó en un copón con galletas de miel y canela que ella misma había horneado esa mañana. La joven sonrió y le ofreció al pequeño quien aceptó gustoso, - mmmm… son muy ricas señora – dijo, mientras no podía dejar de devorarla con avidez. A la señora Larsson, el corazón se le partía pensando en el hambre que debía tener aquella criatura, por eso no dejó que su ayudante se fuera, sin tomar un tazón de leche tibia, mas un surtido de galletas para que las pudiera comer con sus amigos, - gracias señora, que Dios la bendiga – fueron las palabras que el pequeño dijo antes de correr calle arriba y perderse entre los viandantes. Ellinor, sonreía mientras le observaba marchar, pensó en que hermoso sería tener un hijo, más su sonrisa se borró, - eso es imposible, si deseo vivir junto a Merkel - pensó, aunque no podía dejar de soñar con el día en que por fin pudieran vivir sin esconderse y un pequeño Larsson la ayudara a decorar el árbol de navidad – suspiró mientras cerraba la puerta y se prometía - algún día amor, algún día -.
Shanen Fraser- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 20/12/2015
Localización : París o la playa
Re: Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
- Voy a esforzarme para salir antes y poder venir a verte - sonrió a su esposa y le beso justo antes de abandonar su hogar con rumbo al teatro, donde ensayaban la obra que se pondría en escena para esos días. Eran las fechas más especiales para cualquier persona y Merkel no podía concebir que su esposa su hubiera lastimado justo en ese tiempo. ¿En qué momento no prestó la suficiente atención a Ellinor? Ella era su vida entera y gracias a que se descuido de cuidarle, ahora estaba herida y eso no podía perdonarselo.
Merkel abandonó su hogar fingiendo estar despreocupado pero por dentro, era carcomido por la preocupación. Ellinor era la mujer que dejó todo por seguirlo e incluso, ella aceptó su condición de licántropo como si fuese lo más natural y normal del mundo, de hecho, hasta dijo sí a la propuesta de matrimonio de él sin chistar. Para Ellinor no existía nada que pudiera interponerse en su amor y el amor del bailarín por su esposa era pod esos y otros motivos, completamente incondicional. Merkel era de hecho, incapaz de pensar en sí mismo como un ser individual, para él eran Ellinor y Merkel, si no estaban juntos no eran nada.
A su llegada al teatro sus compañeros no perdieron tiempo en interrogarlo, y tal cual Ellinor se lo pidió, Merkel se excuso por los inconvenientes que pudiera causar la ausencia de su “hermana”. Sus compañeros como siempre se mostraron más preocupados porque estuviese bien que por la práctica pérdida a lo que el Larsson agradeció enormemente aunque su mente se mantuvo dispersa durante todo el ensayo. Cuántas ganas tenía de poder decirles a todos que su esposa agradecía sus atenciones, cuantas ganas de poder pasear con ella y demostrar cuanto la amaba en frente de todos; pero no importaba cuanto deseara eso, el matrimonio debía pasar desapercibido si es que deseaban estar juntos y que la familia de Ellinor no los encontrase, jamás. Así pues la práctica transcurrió sin mayores complicaciones y contratiempos, por lo que el bailarín pudo salir del teatro con tiempo suficiente para ir a una florería y comprar un humilde ramo para su esposa. Los Larsson no tenían grandes lujos, no poseían una gran casa y mucho menos dinero para desperdiciar pero contaban con lo suficiente para no pasar carencias.
Con el ramo de flores en la mano y sus pensamientos puestos únicamente en llegar al lado de su esposa, Merkel dirigió sus pasos a lo más alejado de la ciudad Parisina; a una casa cerca de los bosques que podía decir orgullosamente que era de ellos y de la cual Merkel huía cada vez que se acercaba la luna llena. Aquel humilde hogar era simplemente perfecto para una pereja con tantos secretos como ellos.
Una sonrisa apareció en los labios del bailarín cuando sus ojos se posaron sobre su hogar, sus pies avanzaron con mayor rapidez y abrió la puerta esperando ver a su amada descansado su pie herido.
- Amor, he llegado - anunció antes de cerrar la puerta y detenerse. Algo en la casa estaba diferente; un olor no desagradable sino todo lo contrario inundaba el lugar, algo que aun así le alarmaba - Ellinor… ¿Qué está pasando? - cuestionó al aire, sujetando aún el ramo en su mano.
Merkel abandonó su hogar fingiendo estar despreocupado pero por dentro, era carcomido por la preocupación. Ellinor era la mujer que dejó todo por seguirlo e incluso, ella aceptó su condición de licántropo como si fuese lo más natural y normal del mundo, de hecho, hasta dijo sí a la propuesta de matrimonio de él sin chistar. Para Ellinor no existía nada que pudiera interponerse en su amor y el amor del bailarín por su esposa era pod esos y otros motivos, completamente incondicional. Merkel era de hecho, incapaz de pensar en sí mismo como un ser individual, para él eran Ellinor y Merkel, si no estaban juntos no eran nada.
A su llegada al teatro sus compañeros no perdieron tiempo en interrogarlo, y tal cual Ellinor se lo pidió, Merkel se excuso por los inconvenientes que pudiera causar la ausencia de su “hermana”. Sus compañeros como siempre se mostraron más preocupados porque estuviese bien que por la práctica pérdida a lo que el Larsson agradeció enormemente aunque su mente se mantuvo dispersa durante todo el ensayo. Cuántas ganas tenía de poder decirles a todos que su esposa agradecía sus atenciones, cuantas ganas de poder pasear con ella y demostrar cuanto la amaba en frente de todos; pero no importaba cuanto deseara eso, el matrimonio debía pasar desapercibido si es que deseaban estar juntos y que la familia de Ellinor no los encontrase, jamás. Así pues la práctica transcurrió sin mayores complicaciones y contratiempos, por lo que el bailarín pudo salir del teatro con tiempo suficiente para ir a una florería y comprar un humilde ramo para su esposa. Los Larsson no tenían grandes lujos, no poseían una gran casa y mucho menos dinero para desperdiciar pero contaban con lo suficiente para no pasar carencias.
Con el ramo de flores en la mano y sus pensamientos puestos únicamente en llegar al lado de su esposa, Merkel dirigió sus pasos a lo más alejado de la ciudad Parisina; a una casa cerca de los bosques que podía decir orgullosamente que era de ellos y de la cual Merkel huía cada vez que se acercaba la luna llena. Aquel humilde hogar era simplemente perfecto para una pereja con tantos secretos como ellos.
Una sonrisa apareció en los labios del bailarín cuando sus ojos se posaron sobre su hogar, sus pies avanzaron con mayor rapidez y abrió la puerta esperando ver a su amada descansado su pie herido.
- Amor, he llegado - anunció antes de cerrar la puerta y detenerse. Algo en la casa estaba diferente; un olor no desagradable sino todo lo contrario inundaba el lugar, algo que aun así le alarmaba - Ellinor… ¿Qué está pasando? - cuestionó al aire, sujetando aún el ramo en su mano.
Merkel Larsson- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 29/12/2015
Re: Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
Inmersa en la tarea de decorar el árbol, no escuchó que la puerta se abría, fue la varonil voz de su esposo la que la sacaron de la abstracción, Quiso levantarse rápidamente, pero el esguince que en toda la mañana le había parecido una tontería, en ese instante le provocó un fuerte dolor, - ¡ay! - se quejó, aunque no era su intención hacerlo, solo que sentada en la alfombra, los músculos se habían endurecido al mantener la misma posición por mucho tiempo. Sosteniéndose del apoyabrazos de uno de los sillones lo esperó. – Amor, aquí estoy, en el salón – dijo con una voz melodiosa. Se arregló el cabello como pudo, al igual que su vestido. Su mirada recorrió las cajas llenas de objetos navideños, algunos de los que había comprado apenas unas horas atrás, y otros que encontró en el ático de la casa, - ¿quién podría saber que existía una puerta y escalera en el fondo de un armario? – caviló, recordado que había guardado unos abrigos en el placar de la habitación matrimonial y que al observar con detenimiento el fondo de éste, pudo encontrar un tipo de tirador, que al accionarlo, le permitió descubrir unas escaleras de madera que la condujeron a un verdadero arcón de tesoros. El rostro se le iluminó al pensar en cómo disfrutarían revisando aquel descubrimiento, allí, podrían guardar sus pertenencias más queridas, y hasta llevar allí su cuarto matrimonial, en aquel lugar podrían ser ellos, sin miedos a ser descubiertos.
Le vio entrar a la habitación y no pudo contenerse, - ¡amor! – gritó, sin percatarse de que podía venir con alguna compañía, o que desde el jardín algún vecino escuchara como lo llamaba. Pero las horas le habían parecido eternas y deseaba abrazarse a Merkel, sentir su calor, disfrutar del perfume que su piel desprendía. Simplemente estaba enamorada por completo de su esposo y no le importaba ocultar sus sentimientos, por lo menos no allí, entre esas cuatro paredes.
Cuando se fue acercando a él, cojeaba levemente, pero eso no le molestó, solo clavaba su mirada en los soñadores ojos de su amado, - ohhh… has venido antes de tiempo, deseaba tanto terminar la decoración antes que llegaras, sería mi regalo de navidad – le dijo besando los labios de Merkel. Hundió su rostro en el cuello del bailarín, inspirando el aroma del perfume y la piel, -mmmm… que delicioso hueles amor – acarició esa zona con dulces roces de su nariz, dejando pequeños besos en el cuello hasta el nacimiento de la oreja, desplazándose luego por el filo de la mandíbula , la mejilla, terminando nuevamente en los labios masculinos. Disfrutó de aquel beso, mucho mas profundo y apasionado que el primero, sus parpados cerrados, ocultaban la pasión que aquellos besos despertaban en ella. Suspiró antes de abrir los ojos y dirigir la mirada hasta los orbes de su amado, - ¿me has extrañado? – le susurró, para luego alejarse levemente de él, encontrando las flores, aún en las manos Merkel, -¿para mí? Owww, mi cielo, me encantan, son hermosas – expresó mientras las sostenía en sus manos y disfrutaba del suave aroma.
Le vio entrar a la habitación y no pudo contenerse, - ¡amor! – gritó, sin percatarse de que podía venir con alguna compañía, o que desde el jardín algún vecino escuchara como lo llamaba. Pero las horas le habían parecido eternas y deseaba abrazarse a Merkel, sentir su calor, disfrutar del perfume que su piel desprendía. Simplemente estaba enamorada por completo de su esposo y no le importaba ocultar sus sentimientos, por lo menos no allí, entre esas cuatro paredes.
Cuando se fue acercando a él, cojeaba levemente, pero eso no le molestó, solo clavaba su mirada en los soñadores ojos de su amado, - ohhh… has venido antes de tiempo, deseaba tanto terminar la decoración antes que llegaras, sería mi regalo de navidad – le dijo besando los labios de Merkel. Hundió su rostro en el cuello del bailarín, inspirando el aroma del perfume y la piel, -mmmm… que delicioso hueles amor – acarició esa zona con dulces roces de su nariz, dejando pequeños besos en el cuello hasta el nacimiento de la oreja, desplazándose luego por el filo de la mandíbula , la mejilla, terminando nuevamente en los labios masculinos. Disfrutó de aquel beso, mucho mas profundo y apasionado que el primero, sus parpados cerrados, ocultaban la pasión que aquellos besos despertaban en ella. Suspiró antes de abrir los ojos y dirigir la mirada hasta los orbes de su amado, - ¿me has extrañado? – le susurró, para luego alejarse levemente de él, encontrando las flores, aún en las manos Merkel, -¿para mí? Owww, mi cielo, me encantan, son hermosas – expresó mientras las sostenía en sus manos y disfrutaba del suave aroma.
Shanen Fraser- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 20/12/2015
Localización : París o la playa
Re: Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
Más preocupado al llegar a su hogar de lo que estuvo en toda la mañana, Merkel llamó a su amada, esperando porque ella respondiera indicando a donde es que él debía ir. Con todos sus sentidos puestos en encontrar a su esposa, el licántropo escucho la manera en que ella se quejaba y un suspiro salió de sus labios. ¿Qué le había hecho pensar que ella se quedaría quieta? Ellinor poseía una energía imparable, algo que incluso en momentos de descanso la llevaba a hacer cosas innecesarias. Las respuesta de su esposa hizo que Merkel comenzará a andar en dirección al salón, para que al llegar, sus ojos pasaran de su amada a todas las cajas que se encontraban en aquella habitación. En momentos como aquel, el licántropo no sabía si lo más sensato era mostrarse molesto o sumamente contento. Ellinor definitivamente se esforzaba demasiado por hacer del hogar de ambos un sitio hermoso, él valoraba eso, pero no le agradaba para nada la idea de que ella se arriesgará a lastimarse mucho más. El baile era la vida de los Larsson y sus principales instrumentos de trabajo sus pies, por ello no podían darse la libertad de ser tan descuidados; aún con esos pensamientos en mente, Merkel sonrió a su esposa.
Viendo a Ellionor cojear mientras se acercaba a él, hizo que el bailarín caminara en dirección a ella, disminuyendo la distancia entre ambos para que de esa manera no debiera esforzarse tanto.
– Te dije que me apresuraría, no me gusta dejarte sola – estiro sus brazos para rodear la cintura de su amada, aún con el ramo de flores en una de ellas – y con justa razón – observo a su alrededor. Algunas zonas del salón ya se encontraban decoradas, prueba de que ella tuvo una mañana mucho más productiva que la del licántropo – te esfuerzas demasiado… ¿No pudiste esperar a que llegará para ayudarte? – preguntó, obteniendo casi de inmediato como respuesta que su esposa planeaba tener todo listo como un regalo. Pero para él no existía mejor regalo que tenerla a ella, fue por eso que respondió al beso y sonrió contra aquellos labios que se desplazaron por su cuello – Eso debería decírtelo yo – la acercó mucho más a él – ¿Sabes cuanto debo contenerme para no besarte todo el día y para no gritarle al mundo que eres mi esposa? – moría por profesar su amor sin tener que ocultarlo pero si era necesario amarse en secreto para que ella estuviera siempre a su lado, Merkel bien podía soportarlo. El siguiente beso entre ambos fue más apasionado, demostrando esa necesidad que tenían el uno por el otro. En su hogar donde no existían miradas curiosas ni nadie que les juzgara, podían amarse como les diera la gana.
– Claro que son para ti, ¿Para quién más creíste que eran? – le cuestiono una vez que ella tomaba las flores entre sus delicadas manos y acercándose de nuevo a ella, Merkel la cargo en sus brazos para llevarla hasta un pequeño diván que existía en la habitación – Te he extrañado como un demente – aseguró a su esposa, a quien no dejo de mirar ni siquiera cuando la dejo cuidadosamente sobre el diván – Y me encanta tu regalo amor – le sonrió – pero ahora que estoy aquí tienes que descansar, yo terminare de decorar – beso fugazmente sus labios – mientras que te encargas de supervisarme desde aquí– El Larsson estaba dispuesto no solo a amarla con locura, sino también a cumplir cada uno de sus caprichos, aunque esos incluyeran tener que pasarse la tarde rodeado de decoraciones navideñas en lugar del calor que despedía el cuerpo de Ellinor.
Viendo a Ellionor cojear mientras se acercaba a él, hizo que el bailarín caminara en dirección a ella, disminuyendo la distancia entre ambos para que de esa manera no debiera esforzarse tanto.
– Te dije que me apresuraría, no me gusta dejarte sola – estiro sus brazos para rodear la cintura de su amada, aún con el ramo de flores en una de ellas – y con justa razón – observo a su alrededor. Algunas zonas del salón ya se encontraban decoradas, prueba de que ella tuvo una mañana mucho más productiva que la del licántropo – te esfuerzas demasiado… ¿No pudiste esperar a que llegará para ayudarte? – preguntó, obteniendo casi de inmediato como respuesta que su esposa planeaba tener todo listo como un regalo. Pero para él no existía mejor regalo que tenerla a ella, fue por eso que respondió al beso y sonrió contra aquellos labios que se desplazaron por su cuello – Eso debería decírtelo yo – la acercó mucho más a él – ¿Sabes cuanto debo contenerme para no besarte todo el día y para no gritarle al mundo que eres mi esposa? – moría por profesar su amor sin tener que ocultarlo pero si era necesario amarse en secreto para que ella estuviera siempre a su lado, Merkel bien podía soportarlo. El siguiente beso entre ambos fue más apasionado, demostrando esa necesidad que tenían el uno por el otro. En su hogar donde no existían miradas curiosas ni nadie que les juzgara, podían amarse como les diera la gana.
– Claro que son para ti, ¿Para quién más creíste que eran? – le cuestiono una vez que ella tomaba las flores entre sus delicadas manos y acercándose de nuevo a ella, Merkel la cargo en sus brazos para llevarla hasta un pequeño diván que existía en la habitación – Te he extrañado como un demente – aseguró a su esposa, a quien no dejo de mirar ni siquiera cuando la dejo cuidadosamente sobre el diván – Y me encanta tu regalo amor – le sonrió – pero ahora que estoy aquí tienes que descansar, yo terminare de decorar – beso fugazmente sus labios – mientras que te encargas de supervisarme desde aquí– El Larsson estaba dispuesto no solo a amarla con locura, sino también a cumplir cada uno de sus caprichos, aunque esos incluyeran tener que pasarse la tarde rodeado de decoraciones navideñas en lugar del calor que despedía el cuerpo de Ellinor.
Merkel Larsson- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/12/2015
Re: Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
Se dejó cargar hasta el sofá y acarició con su mano la mejilla de su esposo, - También deseo esa todo el tiempo contigo... verte salir por esa puerta y quedarme aquí... es un suplicio, desearía que me llevaras en brazos todo el tiempo... pero sé que no puedes... ni sería lógico - rió, tapando con la mano su boca - de solo pensar como las vecinas se caerían d espalda viendo como me llevas así, nos mandarían a un cura para que nos exorcicen - de tanto reír no pudo contener unas lagrimas de alegría. Inspiró profundo mientras intentaba calmarse, mientras indicaba por señas donde estaban los adornos.
Cuando se recuperó, mientras observaba como su amado acomodaba los adornos en el árbol, ella le contempló en silencio, pensando si sería un buen momento para darle la noticia, esa que podría traer muchas alegría - de eso no lo dudaba -, como también innumerables inconvenientes, ya que la mentira de ser hermanos no podría seguir, por lo menos mas de unos dos meses, cuando el vientre se notara y las primeras paradas llegaran a dar su saludo a los nuevos padres. Instintivamente acarició su estomago, allí, un pequeñísimo Merkel, crecía y esperaba que aquella noticia hiciera tan feliz a su esposo como lo era para ella.
Cuando se dio cuenta que su amado se daría vuelta a pedir otras indicaciones sacó su mano del vientre, aunque no estaba muy segura que él no se hubiera dado cuenta de aquel movimiento, ya que era un hombre, un lobo, muy perspicaz. Sonrió al mirarle a los ojos, - ¿amor, puedes pasarme una pequeña caja azul que he dejado sobre la cama? - dijo mientras los ojos le brillaban de alegría - no la abras, son adornos para el árbol, pero quiero que abramos juntos esa caja - había sido muy precisa en la indicación de no abrir la bendita caja, podían pasar dos cosas, o que la curiosidad del lobo hiciera que la abriera antes de estar junto a ella y que viera que en el interior se escondían unos escarpines de terciopelo celeste y un sonajero, o que esperara a que juntos descubrieran esos objetos, junto a una carta que ella le había escrito, una pequeña esquela para decirle cuanto lo amaba. Volvió a sonreír, - vamos amor, ve por ella, que deseo ponerla en el árbol, para que comencemos nuestra propia tradición familiar -.
Cuando se recuperó, mientras observaba como su amado acomodaba los adornos en el árbol, ella le contempló en silencio, pensando si sería un buen momento para darle la noticia, esa que podría traer muchas alegría - de eso no lo dudaba -, como también innumerables inconvenientes, ya que la mentira de ser hermanos no podría seguir, por lo menos mas de unos dos meses, cuando el vientre se notara y las primeras paradas llegaran a dar su saludo a los nuevos padres. Instintivamente acarició su estomago, allí, un pequeñísimo Merkel, crecía y esperaba que aquella noticia hiciera tan feliz a su esposo como lo era para ella.
Cuando se dio cuenta que su amado se daría vuelta a pedir otras indicaciones sacó su mano del vientre, aunque no estaba muy segura que él no se hubiera dado cuenta de aquel movimiento, ya que era un hombre, un lobo, muy perspicaz. Sonrió al mirarle a los ojos, - ¿amor, puedes pasarme una pequeña caja azul que he dejado sobre la cama? - dijo mientras los ojos le brillaban de alegría - no la abras, son adornos para el árbol, pero quiero que abramos juntos esa caja - había sido muy precisa en la indicación de no abrir la bendita caja, podían pasar dos cosas, o que la curiosidad del lobo hiciera que la abriera antes de estar junto a ella y que viera que en el interior se escondían unos escarpines de terciopelo celeste y un sonajero, o que esperara a que juntos descubrieran esos objetos, junto a una carta que ella le había escrito, una pequeña esquela para decirle cuanto lo amaba. Volvió a sonreír, - vamos amor, ve por ella, que deseo ponerla en el árbol, para que comencemos nuestra propia tradición familiar -.
Shanen Fraser- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/12/2015
Localización : París o la playa
Re: Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
Ante el mundo eran solamente hermanos que compartían una misma pasión; pasión que les llevó a decidir viajar y vivir juntos porque así resultaba más practico. En la privacidad de su hogar, se convertían entonces en lo que realmente eran, una pareja de esposos sumamente enamorados que sufrían por no poder confesar al mundo su amor.
– Te llevaría gustoso a todos lados – confesó – siempre que no te hagas daño, haría cualquier cosa por ti – rió – incluso soportar a las vecinas que seguro hablarían mucho de nosotros, pero tampoco me importaría porque les haría creer que soy un hermano preocupado por la salud de mi hermana; aunque si nos creen amantes, me daría lo mismo – volvió a besarla – soportaría cualquier cosa por ti, menos el que te alejaran de mi lado, pero los vecinos no podrían hacer nada más que hablar y quejarse – le aseguró a su esposa, que estaba tan divertida con la idea de un cura que apenas y fue capaz de indicarle con señas donde es que se encontraban las demás decoraciones navideñas.
Dejando a su esposa y a su diversión, Merkel se acercó a la caja que antes ella señalara esa que al observar descubrió llena de decoraciones navideñas. Las manos del licántropo sacaban decoración tras decoración, únicamente para hacerle sentir sumamente confundido respecto a en que lugar se suponía que debía poner las cosas; lo único bueno de la situación de confusión en que se hallaba metido, era su esposa. Giro entonces a verla.
– ¿Dónde se supone que pondré todo esto amor? – preguntó con la confusión haciéndose evidente en su rostro – Ni siquiera sabía que teníamos tantas cosas navideñas – aseguró mientras que escuchaba las indicaciones sobre la caja – ¿Caja azul? – enarcó la ceja mirándola con curiosidad, esa que Ellinor misma había provocado al decirle que no abriera la caja. Los ojos del licántropo fueron de un lado a otro, hasta dar con la dichosa caja azul que su esposa al parecer tanto necesitaba para comenzar las tradiciones familiares.
Una vez que la mirada de Merkel dio con el objeto, se acercó a una pequeña mesita a tomarlo, todo para al volverse en dirección a su esposa sonreír juguetón.
– ¿Qué decoración misteriosa contiene que quieres que la abramos juntos? – preguntó al tiempo que fingía que abría la caja, únicamente para ver la manera en que Ellinor se tensaba en su lugar, provocando que el licántropo soltara una carcajada – Vamos amor, no creerás que voy a abrirla cuando me has pedido que lo hagamos juntos ¿Verdad? – dicho eso, se acercó de nuevo hasta el diván donde su amada se encontraba y de manera solemne le entrego la caja – ¿Descubriremos el misterio ahora? – no dejo de mirar los ojos de Ellinor ni un instante, sin saber que lo que su esposa tenía para revelarle cambiaría el curso de muchas cosas para ambos.
– Te llevaría gustoso a todos lados – confesó – siempre que no te hagas daño, haría cualquier cosa por ti – rió – incluso soportar a las vecinas que seguro hablarían mucho de nosotros, pero tampoco me importaría porque les haría creer que soy un hermano preocupado por la salud de mi hermana; aunque si nos creen amantes, me daría lo mismo – volvió a besarla – soportaría cualquier cosa por ti, menos el que te alejaran de mi lado, pero los vecinos no podrían hacer nada más que hablar y quejarse – le aseguró a su esposa, que estaba tan divertida con la idea de un cura que apenas y fue capaz de indicarle con señas donde es que se encontraban las demás decoraciones navideñas.
Dejando a su esposa y a su diversión, Merkel se acercó a la caja que antes ella señalara esa que al observar descubrió llena de decoraciones navideñas. Las manos del licántropo sacaban decoración tras decoración, únicamente para hacerle sentir sumamente confundido respecto a en que lugar se suponía que debía poner las cosas; lo único bueno de la situación de confusión en que se hallaba metido, era su esposa. Giro entonces a verla.
– ¿Dónde se supone que pondré todo esto amor? – preguntó con la confusión haciéndose evidente en su rostro – Ni siquiera sabía que teníamos tantas cosas navideñas – aseguró mientras que escuchaba las indicaciones sobre la caja – ¿Caja azul? – enarcó la ceja mirándola con curiosidad, esa que Ellinor misma había provocado al decirle que no abriera la caja. Los ojos del licántropo fueron de un lado a otro, hasta dar con la dichosa caja azul que su esposa al parecer tanto necesitaba para comenzar las tradiciones familiares.
Una vez que la mirada de Merkel dio con el objeto, se acercó a una pequeña mesita a tomarlo, todo para al volverse en dirección a su esposa sonreír juguetón.
– ¿Qué decoración misteriosa contiene que quieres que la abramos juntos? – preguntó al tiempo que fingía que abría la caja, únicamente para ver la manera en que Ellinor se tensaba en su lugar, provocando que el licántropo soltara una carcajada – Vamos amor, no creerás que voy a abrirla cuando me has pedido que lo hagamos juntos ¿Verdad? – dicho eso, se acercó de nuevo hasta el diván donde su amada se encontraba y de manera solemne le entrego la caja – ¿Descubriremos el misterio ahora? – no dejo de mirar los ojos de Ellinor ni un instante, sin saber que lo que su esposa tenía para revelarle cambiaría el curso de muchas cosas para ambos.
Merkel Larsson- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/12/2015
Re: Creando nuevas tradiciones - Merkel Larsson
Sus ojos se iluminaron cuando lo observó caminando hacia la habitación que compartían. Sus manos estaba heladas, se encontraba tan nerviosa, por un lado, estaba segura que amaba a ese pequeño ser que crecía en sus entrañas, esa hermosa y diminuta criatura que era una parte de su amado. No podía dejar de sonreír, mientras acariciaba su vientre de forma protectora, como si tuviera miedo que aquel maravilloso milagro se evaporara.
Si todo salía bien, para la próxima navidad, deberían armar ese árbol, Merkel, ella y su pequeño hijo, soñaba que fuera un varón tan hermoso y sano como su esposo. Sus manos se quedaron quieras, entrelazando los dedos sobre su regazo. Había pensado muchas veces como decirle, pero ahora que se acercaba el momento, todas sus certezas se esfumaban, pues ¿que pasaría con la mentira que habían dicho?, no solo a la mujer que les alquilaba la casa, sino en el trabajo. En todos lados se habían presentado como hermanos, ahora, serían tres y ella no quería seguir mintiendo, no deseaba que su hijo creciera en una mentira, pensando que su tío era en verdad su padre, ¿que consecuencias podía acarrear semejante mentira en la mente tierna de un niño? las lagrimas se le agolparon en la garganta. Si decían la verdad, podían perder el trabajo, la casa, el cariño de los amigos, pero lo más peligroso, era que su familia, su padre y sus hermanos, podrían venir por ella. ¿que pasaría si éstos intentaban matar a su amado? ya lo habían intentado una vez, ¿que les impediría intentarlo nuevamente?
Quiso sonreír pero no pudo, un gesto de tristeza se mostró en su rostro, ella quería, tal vez demasiado, quería ser feliz y que nada, ni nadie llegara a poner en peligro su secreto y feliz idilio. Inspiró profundamente, tragó las lagrimas y sonrió, con una sonrisa algo forzada, hasta que las nubes de sus pensamientos se dispersaron.
Le observó regresar, con un suave golpe en el sofá le pidió que se sentara a su lado. Tomó la caja, - ahora quiero que cierres los ojos - le dijo acariciando la mejilla y cuello de su amado, - no vale hacer trampa, no abras os ojos, solo espera - abrió la caja, dejó la tapa a un lado. - dame tu mano, sin abrir los ojos - le tomó la mano, la hizo girar, quedando la palma hacia arriba y tras sonreír, extrajo del interior de la caja, los zapatitos de bebé - éstos son para que los coloques en el árbol... hasta que los necesitemos usar - sonrió, dejando que las lagrimas fluyeran libremente, mientras su mirada se posaba en los ojos mas hermosos que había conocido jamás.
Si todo salía bien, para la próxima navidad, deberían armar ese árbol, Merkel, ella y su pequeño hijo, soñaba que fuera un varón tan hermoso y sano como su esposo. Sus manos se quedaron quieras, entrelazando los dedos sobre su regazo. Había pensado muchas veces como decirle, pero ahora que se acercaba el momento, todas sus certezas se esfumaban, pues ¿que pasaría con la mentira que habían dicho?, no solo a la mujer que les alquilaba la casa, sino en el trabajo. En todos lados se habían presentado como hermanos, ahora, serían tres y ella no quería seguir mintiendo, no deseaba que su hijo creciera en una mentira, pensando que su tío era en verdad su padre, ¿que consecuencias podía acarrear semejante mentira en la mente tierna de un niño? las lagrimas se le agolparon en la garganta. Si decían la verdad, podían perder el trabajo, la casa, el cariño de los amigos, pero lo más peligroso, era que su familia, su padre y sus hermanos, podrían venir por ella. ¿que pasaría si éstos intentaban matar a su amado? ya lo habían intentado una vez, ¿que les impediría intentarlo nuevamente?
Quiso sonreír pero no pudo, un gesto de tristeza se mostró en su rostro, ella quería, tal vez demasiado, quería ser feliz y que nada, ni nadie llegara a poner en peligro su secreto y feliz idilio. Inspiró profundamente, tragó las lagrimas y sonrió, con una sonrisa algo forzada, hasta que las nubes de sus pensamientos se dispersaron.
Le observó regresar, con un suave golpe en el sofá le pidió que se sentara a su lado. Tomó la caja, - ahora quiero que cierres los ojos - le dijo acariciando la mejilla y cuello de su amado, - no vale hacer trampa, no abras os ojos, solo espera - abrió la caja, dejó la tapa a un lado. - dame tu mano, sin abrir los ojos - le tomó la mano, la hizo girar, quedando la palma hacia arriba y tras sonreír, extrajo del interior de la caja, los zapatitos de bebé - éstos son para que los coloques en el árbol... hasta que los necesitemos usar - sonrió, dejando que las lagrimas fluyeran libremente, mientras su mirada se posaba en los ojos mas hermosos que había conocido jamás.
Shanen Fraser- Hechicero Clase Alta
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