Buscando nuevos horizontes, nuevas amistades, nuevas compañias - privado

por **Emilie De Azcoitia** Sáb Feb 13, 2016 6:28 pm

¿Porqué había elegido aquel pequeño café para sentarse y dejar que las horas transcurrieran sin reproches, ni tareas por realizar? no lo supo, pero decididamente, le pareció un lugar acogedor. El joven que se acercó a ella para tomar su pedido, la observó y no pudo dejar de pensar en aquel velo casi imperceptible que la cubría, un aura de tristeza, melancolía. Es que en verdad, ella solo era una sombra de aquello que algún día había sido. Todo en su vida era así, momentos de felicidad, que debía pagar con días y años de tristeza, ¿acaso no había pagado un alto precio por amar a un desconocido? ¿no tuvo que soportar su abandono y luego perder a su hijo apenas nacido? ¿o acaso era mentira que solo unos meses atrás, cuando parecía que las cosas mejorarían, había aparecido el sobrino de aquel extraño, el pequeño Ruggero, aquel niño le había devuelto la felicidad, aunque esa tierna compañía solo durara unas semanas, hasta que partió al extranjero junto con su madre, dejándola nuevamente sola? Su alma estaba cargada de preguntas sin respuestas, de dudas y tristezas, pero no tenía la fuerza, ni el coraje necesario para dar fin a su miserable vida. Y así se encontraba nuevamente, intentando ver una luz de esperanza en aquel abismo de oscuridad en el que estaba estancada.

Sonrió tímidamente al joven mesero y pidió un café, - si puede, con un poco de chocolate amargo y crema - dijo intentando poner una nota de alegría en su voz, pero en verdad no lo logró, su voz era como la melodía trágica de alguna composición romántica, y parecía que jamás podría salir de aquel maldito estado de angustia. Apenas el joven se alejó de la mesa, volvió a llevar su mirada lejos de allí. mas allá de los cristales, de la acera, o la calle que a pesar de la nieve que aun cubría la superficie, se mantenía bastante concurrida. Suspiró, por ese deseo de lograr comenzar una nueva etapa de su vida, alejada de tanta tristeza, de tanta perdida, del imposible sentimiento de culpa que le carcomía el alma.

por **Darcell Aubriot** Mar Mar 01, 2016 11:06 pm

En la vida de cualquier persona existían días buenos y malos, así como días ajetreados y tranquilos. Aquel día en particular, era para Darcell un día tanto tranquilo como bueno.

Las calles de París estaban cubiertas por una capa de nieve, el frío calaba los huesos de todos aquellos que se atrevían a salir sin un abrigo decente y para él, todo aquel conjunto de situaciones climáticas se traducía en días de descanso de la cacería. Si bien era cierto que Darcell estaba buscando dar a conocer su nombre como cazador y por ello muchas veces se esforzaba de más, también era cierto que así como se esforzaba, sabía tomarse sus descansos cuando era requerido, después de todo ¿De qué valía ser conocido o tener algo de dinero si no podía disfrutar de los beneficios que eso conllevaba? Era justo pensando en los benéficos, que el Aubriot caminaba tranquilamente por las calles más céntricas de París, para ser exactos, andaba por la zona de cafés. El aroma que inundaba la zona era sencillamente embriagador y la vista era de las mejores que se podía encontrar en la capital francesa.

Darcell como todo hombre, disfrutaba de admirar la belleza femenina; motivo por el cual sus ojos iban de un café a otro, deleitándose con los hermosos rostros, sonrisas y miradas de las mujeres tanto solteras como casadas. Sin embargo, a ojos de las féminas o de cualquier otro hombre, la ausencia de una sonrisa en su rostro podría traducirse como que realmente no disfrutaba tanto de la visión como se esperaría, pero ese no era el caso. El cazador simplemente no sonreía porque no buscaba generar ilusiones en mujeres que aunque bellas, no le parecían ser la indicada para él; Darcell estaba pues en búsqueda de una compañera de vida y no solamente de una mujer con la cual pasar el tiempo porque de esas podía encontrar en todos lados.

El frío comenzaba a calarle a pesar de llevar abrigo, siendo ese el instante donde decidió que se merecía beber un café antes de continuar con su paseo y la única duda era, ¿Cuál café de todos sería el indicado? Deteniendo su andanza, comenzó a observar de uno por uno los cafés que le rodeaban o al menos lo hizo hasta que su mirada se topo con la de una mujer. Sin esperarlo la mirada de la joven llamó su atención debido a la profunda tristeza que parecía transmitir, algo que definitivamente no iba para nada con la apariencia de la joven de cabellos castaños y rostro a angelical. Estático en su sitio, atraído pues por el misterio en los ojos de la fémina aquella, Darcell no pudo evitar sonreír y con pasos calmos, sin alejar la mirada de la ajena, acercarse lentamente al café donde ella se encontraba.

por **Emilie De Azcoitia** Miér Mar 16, 2016 6:49 pm

Varias parejas pasaron por delante del cristal que la separaba del exterior, un niño corría a los brazos de su padre, mientras éste reía y lo levantaba por sobre sus hombros, para acomodarlo en ellos, feliz de tener a su vástago. Una sonrisa triste se apoderó de los labios de la joven, sus parpados se cuajaron al contemplar como una mujer se arrimaba a ello, orgullosas de contemplar a su familia, feliz y dichosos, - cuanto hubiera deseado una vida así - caviló, mientras con sus manos sobre la superficie de la mesa, jugaba con un pañuelo bellamente decorado con filigranas, en ellas las iniciales de un nombre, que hacía tiempo deseaba borrar de su alma, su mente y su corazón, pero que aún no lograba tomar las fuerzas necesarias, para simplemente tirar cualquier objeto que le hubiera pertenecido y respirando hondo, dejar a los muertos descansar en paz.

Aquietó sus manos, cerrándolas como si estuviera por rezar, en verdad no había momentos en que no lo hiciera, tal vez porque sentía que debía pagar muchos pecados. ademas, su niño, ¿donde se encontraría? ¿en el cielo o en el purgatorio?, un estremecimiento le cruzó el cuerpo, ¿como no sería así? ¡que mal podría haber hecho un recién nacido para no merecer el cielo? sus manos se apoyaron en la frente, y siguió repitiendo el padre nuestro, sus ojos cerrados, y las lagrimas resbalando por sus mejillas. - Amen - susurró, cuando su mirada volvió a dirigirse al exterior, intentando secar su rostro de forma disimulada.

Fue en ese momento, que algo o mejor dicho alguien, llamó su atención. Los carruajes, algunos cargados de bultos, mientras otros llevando pasajeros, cruzaban en ambas direcciones la calle. Su mirada se fijó en un caballero que en la acera del frente, parecía contemplarla, como si la conociera, pues la sonrisa iluminó el rostro del extraño. Fueron segundos, pero pudo distinguir, que se trataba de un hombre alto, atlético, con unos ojos de mirada profunda, que la seguía contemplando, con libertad y descaro. Su corazón dio un vuelco en mitad de su pecho, Delphine, creyó que volvía a perseguirla aquel fantasma, ese que meses atrás, había irrumpido en su carruaje, para asustarla, para que jamás lo olvidara. que no le permitía dejar el pasado atrás, olvidar tanta tristeza y ausencia. Quiso fijar la vista, -¿ Nicolei? - susurró, como si todo el aliento se le hubiera esfumado. Aquel fantasma, parecía estar dispuesto a torturarla eternamente, pues se encontraba solo a unos metros, o era solo su mente que desvariaba. Mas un nuevo conjunto de carros y carruajes, le impidieron fijar la vista.

Cuando estaba por fijar nuevamente su vista en la acera opuesta, el extraño ya no se encontraba, y la voz del mesero la trajo nuevamente al presente, - ¿señorita, se encuentra bien? - le preguntó el joven, mientras colocaba el pedido en la mesa - ¿desea que llame a un medico? - Los ojos del camarero reflejaban la preocupación real, ya que Delphine, estaba blanca, como si los colores se le hubieran borrado, como si en su cuerpo no existiera ni un rastro de sangre, y sus labios que hasta hacía un instante eran rosados casi rojos, se notaban violáceos. Negó con un gesto de su cabeza, aunque aceptó el vaso de agua que le ofrecían, - gracias - dijo cuando se sintió un poco mejor, - solo fue un mareo, ya estoy mejor - intentó sonreír, dando un poco de tranquilidad al empleado y haciendo que los demás clientes dejaran de poner atención en ella. Cuando se quedó sola, apoyó el vaso en la mesa y tras llevar su mano al pecho, inspiró profundamente, - déjame, os lo suplico, déjame comenzar una nueva vida... por favor... Nicolei, por favor - susurró inclinando su rostro perdiendo su mirada en el oscuro café.

por **Darcell Aubriot** Vie Abr 01, 2016 5:35 pm

El cazador siempre dijo que sabría el momento en que frente a sus ojos, apareciera la mujer indicada, aquella por la que pensaba luchar y con quien estaría dispuesto a compartir todo. Curioso era que cuando comenzaba a creer que para encontrar a la adecuada era necesario buscar con mucho más detenimiento, apareciera de la nada un ángel. En sus labios entonces apareció una sonrisa, aquel día pasaba entonces de ser bueno a simplemente excelente, gracias a la fémina que sus ojos contemplaban.

La visión de la mujer detrás del cristal que observaba con ojos vacíos al mundo, causo después en el Aubriot un sentimiento agridulce. Por un lado, sonrió de saber que sus creencias nunca estuvieron del todo erradas y que justamente, cuando menos se esperaba era cuando las cosas llegaban; por el otro lado, ver que ella parecía encontrarse triste le hizo pensar en la posibilidad de llegar a la vida de la mujer en un mal momento. ¿Quién le garantizaba pues que ella no estaba casada o comprometida? ¿Qué le decía que su creencia inicial no era errada, y que ella no era una más del montón? Existían un sin numero de posibilidades tanto si optaba por acercarse a ella como si decidía ignorar su corazonada e irse; sin embargo, Darcell no era de los que se rendían sin tratar así que se convenció de que darse una oportunidad de acercarse a la joven y descubrir los misterios detrás de esa mirada, no le haría mal.

Los carruajes que iban y venían impidieron que los ojos de ambos continuasen en contacto; detalle que no impidió que embelesado aún por la nostalgia y la belleza despedidas por la fémina, el cazador caminara en dirección al café. Con cada paso que daba, pensaba el cazador como es que llegaría a abordar a la dama sin verse grosero, pensamientos que quedaron en el limbo una vez que puso un pie dentro del establecimiento donde ella se encontraba. La fémina bebía agua pero seguía con la mirada perdida y aunque para el Aubriot era placentero observar la belleza, sus ojos pasaron del rostro a las ropas de la mujer; ella lucía como alguien importante algo que evidentemente él no era. Pese a que las ropas del cazador no eran de mala calidad, mostraban de manera irrefutable que venían de mundos opuestos detalle que a él no le importaba, pero a ella, quizás lo hiciera.

De pie entonces en la entrada del café, notó como las miradas curiosas comenzaban a posarse sobre su persona, provocando que finalmente se decidiera a avanzar en dirección a la mujer, quien parecía estar charlando plácidamente con el mesero o al menos, eso le pareció. Acortando pues la distancia, Darcell acabó por llegar a la mesa donde se hallaba la llamativa mujer.
– Disculpe el atrevimiento – habló, solo para atraer la atención femenina que se encontraba en el café, pero siendo el momento cuando ella se volvió a mirarlo el instante en que la observo con sorpresa. El rostro de la mujer se encontraba pálido, sus labios no poseían color alguno dando la sensación de que en cualquier momento se desvanecería en aquel lugar; era sin duda bella, pero lucía tan frágil que preocupaba. El cazador se inclino ligeramente para observarle mejor – ¿Se encuentra bien? Luce algo enferma – mencionó no con afán de ofenderla, sino de hacerle saber que con su aspecto, causaría alarma en cualquiera que la mirase – ¿Necesita algo? Puedo ayudarle de ser así – aquella no fue la forma en que pensó llegar a ella, pero dadas las circunstancias era la mejor.

por **Emilie De Azcoitia** Vie Abr 22, 2016 11:30 pm

Su mirada se posó en el hombre que había entrado al café, alto, de caminar decidido, no pudo dejar de contemplar el color de aquellos ojos, eran grises, como el plomizo cielo de aquel invierno, los cabellos rubios, un tanto alborotados, demostrando la indolencia de un caracter libre, tan distinto al de ella. Mas los tristes recuerdos le jugaron una mala pasada, el corazón le dolía, comenzó nuevamente a sentir el fría que le invadía el cuerpo, primero en las manos y pies, subiendo lentamente. Su mirada se enturbió, creyó que iba a desmayarse, fue entonces que aquella voz llegó a sus oídos, pero como si se encontrara demasiado lejos para oírlo con claridad.

Pestañeó varias veces, intentando no emocionarse, quiso sonreír, pero se sentía aturdida, - respira, respira - se dijo mentalmente, entonces un suave aroma a pino, llegó hasta su nariz, invadió sus pulmones, como si fuera un tranquilizante, como si aquel aroma la pudiera sedar, cerró sus ojos, dos gruesas lagrimas corrieron por sus mejillas, pero el nudo en su garganta se esfumó. Cuando abrió sus ojos, las pestañas aún se encontraban cargadas de perlas salobres de llanto, pero el dolor en su pecho había desaparecido. El color en su piel, en sus labios, comenzaba a retornar y buscó con su mirada la ajena, al encontrarle, una suave sonrisa se posó en sus labios, - si, ya me siento mejor - su voz era débil, pero dulce como el murmullo de un ruiseñor. Se sonrojó suavemente, - disculpe, no quise importunarle... en verdad, me encuentro bien, y le agradezco su preocupación... señor.... - dejó la frase incompleta, no conocía a ese hombre, pero deseaba hacerlo, pues le había devuelto la paz, con tan solo su presencia. Sus labios se expandieron en una sonrisa mas sincera, - ¿me permitiría invitarle una taza de café? como forma de agradecerle su gentileza... - no dejó de mirarle a los ojos, hasta que se sonrojó, - oh! lo siento, no me he presentado, mi nombre es Delphine, Delphine Mallarmé - extendió la mano, para estrecharla, tal vez no era la mejor manera de presentarse, pero no deseaba que se fuera sin conocer a ese hombre que parecía lograr hacerle olvidar tanta tristeza, con tan solo su compañía.

por **Darcell Aubriot** Dom Mayo 01, 2016 11:00 pm

Tenía una misión frente a si y no pensaba detenerse por nada del mundo, o al menos eso fue lo que pensó mientras que cruzaba la calle con la mirada fija en la mujer que su mente le decía, era la indicada para él. Sin embargo, todo pareció cambiar justo en el momento en que abrió la puerta del negocio donde se encontraba la castaña. El cazador se detuvo en la entrada del café, observando en dirección a la fémina mientras que las miradas curiosas de otros se posaban sobre él; un hombre completamente inmóvil, llamaba después de todo la atención. Motivado entonces en parte por las miradas que lo incomodaban y su deseo de conocer un poco más a la dama, caminó en dirección a ella, llegando al lado de la fémina en lo que parecía ser el momento menos oportuno para su aparición. La fragilidad que ella demostrada era demasiada, tanta que Darcell tuvo el impulso de tomarla entre sus brazos y sacarla de aquel lugar, pero eso no era lo correcto, así que se limito a hacerle notar que su estado no era el mejor y por supuesto a ofrecer su ayuda, si es que ella lo necesitaba.

Los ojos ajenos trasmitían una enorme tristeza, una que dejó al cazador sin saber que es lo que debía decir o hacer para aliviarle un poco. Dos lagrimas recorrían además el hermoso rostro de la mujer, lagrimas que de manera sutil fueron retiradas por ella antes de dedicarle al cazador una sonrisa cargada de sincero agradecimiento.
– ¿Esta segura? Porque de verdad que puedo hacer cualquier cosa para que se sienta mejor – y de verdad era capaz de hacer lo que ella pidiera, con tal de hacer que esa nube de tristeza y melancolía que existía a su alrededor se desvaneciera – Aubriot… Darcell Aubriot, y no tiene porque agradecerme – ya que al menos su deseo de poder estar cerca de ella, se había cumplido aunque a costa del dolor ajeno.

La preocupación que embargará al cazador comenzó a desvanecerse conforme el color regresaba al rostro de la mujer, así como la sonrisa. Un café a manera de agradecimiento era una excelente forma de pasar un poco más de tiempo al lado de la castaña, algo que no era pedido por el cazador, sino ofrecido por ella; y aún con ese detalle presente, Darcell movió ligeramente la cabeza en negativa y no lo hacía para que ella se sintiera rechazada, sino porque tenía algo mejor en mente, algo que iba más con él y lo que deseaba con ella.
– Delphine es un nombre hermoso – tomó la mano que le ofrecían y con suavidad deposito un beso en ella, solo para después mirarle fijamente – y lamento no poder aceptar su invitación de un café – le soltó la mano suavemente – pero es que eso era lo que yo venía a hacer precisamente a este lugar – sonrió ampliamente – Señorita Delphine, espero que de verdad disculpe mi atrevimiento pero me parece usted una mujer hermosa y me encantaría invitarle a beber una taza de café conmigo – y sin decir más, espero por recibir la respuesta de la Mallarmé. De ella dependía ahora enteramente que tomara asiento de una buena vez o se alejara de aquel lugar por completo.

por **Emilie De Azcoitia** Dom Mayo 22, 2016 7:49 pm

Sus ojos se asombraron al escuchar que no podía aceptar su invitación a tomar un café. Su mirada fue mostrando la desilusión , pero a la vez podía comprender ese no, que el señor Aubriot le expresaba. Cuando estaba a punto de pedirle disculpas y levantarse para retirase del lugar, él fue quien le solicitó invitarla a tomar una taza de café. Sonrió aun algo triste, pero agradecida por el gesto que el hombre había tenido. El que ella le hubiera ofrecido un café, provocaba que los comensales la miraran de forma extraña, casi despectiva, pero al ser él quien lo hiciera, la reputación de la joven estaba a salvo.

Asintió con la cabeza, - si, claro que acepto un café - dijo con una mirada risueña. Ver en ella algo semejante era casi impensado, todos lo que la conocían, sabía que hacía mas de un año que no sonreía, desde aquel día en el jardín botánico, cuando conociera al padre de su hijo.

- Muchas gracias por el cumplido de mi nombre, pero creo que en verdad, existen otros mucho mas bellos... solo fue una forma de recordar a una abuela - dijo riendo y tapando su boca con una de sus delicadas manos. Su mirada, de un color entre azul y tintes grisáceos, se posaron en los ajenos. Se quedó en silencio contemplándole, pensando en como hacía un segundo aquel rostro le había traído el recuerdo de un ser que aunque le había amado con el alma, éste la abandonara, para nunca más volver. pero a pesar del parecido que existía entre ambos, había lago en el de Darcell, que no existía en el de Nicolei. Mientras que en el del cazador, su mirada había sido cargada de picardía, de sarcasmo e ironía; la mirada de aquel hombre que se encontraba frente a ella, en la mesa del café de parís, era una mirada sincera, clara, sin malicia, y fue aquella comparación la que le dio tranquilidad, ayudándole a dejar por un instante el pasado atrás.

Desvió la mirada algo avergonzada, sus mejilla se habían arrebolado, cuando sus colores volvieron a ser normales, llevó su mirada a los orbes de aquel hombre. Estaba por hablar, cuando el joven dependiente se acercó a preguntar que se servirían. Ella sonrió y con una mirada curiosa preguntó - ¿que se va a servir, señor Aubriot? - agradeció secretamente la intervención del muchacho, pues había perdido la habilidad de comenzar una conversación con un caballero como el hombre que tenía enfrente.

por **Darcell Aubriot** Vie Jul 01, 2016 9:44 pm

Darcell estaba tan concentrado esperando la respuesta de la castaña, que nada a su alrededor le importaba en aquellos momentos. Lo único que logró perturbarle fue la expresión apenada y un tanto dolida que Delphine le mostraba, pensando que quizás se debía al mismo motivo que la hiciera llorar antes, el cazador se mantuvo en silencio, desconociendo que esa expresión era causada por él.

La espera le pareció eterna pese a que apeas transcurrieron unos segundos entre la pregunta que formulaba y la respuesta afirmativa de la muchacha. Una enorme sonrisa apareció en el rostro del cazador, en respuesta a la dulce mirada que ella le ofrecía.
– No sabe lo halagado que eso me hace sentir – aseguró al tiempo que tomaba asiento frente a Delphine. Para el momento en que Darcell se sentaba, los comensales que habían estado mirándoles comenzaron a alejar la vista de aquel par. El café volvía a la calma y en la mesa que el cazador compartía con la dama, ya no existían lagrimas, sino miradas curiosas de uno para el otro.

– Quizás tiene razón y existan nombres más bellos – sonrió– pero para mi, la combinación de su nombre y de usted en si misma, la vuelven por lejos una de las mujeres más hermosas que he visto en París – ¿Era aquello una exageración? Claro que no. Para alguien que como el cazador buscara durante mucho tiempo la mujer indicada, dar con ella significaba dar con el amor de toda una vida, con un ser que sería completa perfección pese a los errores que todos los mortales poseían. Al ver a Delphine, Darcell había sabido que ella era la perfección que buscaba en aquel mundo, ella iba a ser el amor de su vida. Las palabras del cazador probablemente avergonzarían a la castaña pero él creía que merecía ser sincero, no iba a mentir sobre sus intenciones o pensamientos, no con ella.

El sonrojo en las mejillas femeninas la volvió más hermosa de lo que ya era. Sin duda alguna las expresiones alegres le sentaban mucho mejor a aquella dama que segundos atrás se mostraba melancólica. Darcell se alegro de ser en cierta parte, motivo de aquel cambio en el estado de animo femenino. Iba a comenzar una charla casual con ella, preguntarle cuánto tiempo llevaba en París, qué le gustaba hacer y algunas otras que le brindaran información fundamental sobre la Mallarmé pero antes de que pudieran salir de sus labios cualquiera de esas preguntas, uno de los jóvenes meseros se acerco a preguntar que les podía servir. La voz femenina cuestiono a Darcell, quien volvió su mirada a ella.
– Un café y dos rebanadas del mejor pastel que tenga para la señorita y para mi – sus ojos no fueron al mesero, sino que se mantuvieron fijos en Delphine – ¿Algo más que desees? – preguntó, contemplándola aún como si fuera el mayor tesoro que cualquiera pudiera encontrar.

por **Emilie De Azcoitia** Sáb Jul 16, 2016 7:58 pm

Sonrió al escucharlo hacer su pedido, pensando en que era un hombre de buen comer, aunque su físico decía que realizaba algún tipo de trabajo que le llevaba a mantener un cuerpo bien formado. Cuando le preguntó si quería algo mas, ella negó con un suave movimiento, - no, con el café esta bien -, dijo con su dulce y melodiosa voz, aun su mirada estaba brillante por las lagrimas, y sus pestañas largas y marcadas, se arqueaban por la humedad.

Cuando el empleado se retiró, llevó su mirada a las manos del caballero, las contempló, pensando en cual sería su trabajo, prosiguió por la ropa, por el cuello fuerte, su mentón, los labios, y se detuvo en los ojos, eran tan hermosos, dulces al mirarla, pero con un dejo de picardía que le hizo sonreír. Se retrepó en su asiento y colocó sus manos delicadamente sobre la mesa, levemente unidas, pensó que seguir preguntando, no quería parecer descortés, o entrometida, pero deseaba conocerle, había algo en él que le atraía, no era que se pareciera a Nicolei, era algo diferente, tal vez, la sinceridad que expresaba al contemplarla.

Siguió contemplándolo un momento mas, buscando alguna forma de comenzar la charla, - ¿es de París señor Aubriot? ¿o está de paso por la ciudad? - preguntó, en verdad intrigada, ya que no lo había encontrado por ninguna de las calles de la ciudad, a pesar de que hacía un tiempo que comenzaba a dejar su aislamiento, dispuesta a dar por terminada una etapa de su vida que solo había sido sufrimiento. No es que deseara enamorarse de alguien, en verdad necesitaba volver a confiar, en la gente, en los amigos, en los hombres. Había sido tan lastimada, que le costaba creer que podría algún día llegar a confiar en alguien, pero desde el momento en que lo escuchó, miró sus ojos, supo que era distinto a cualquier hombre que hubiera conocido.

Deseaba pasar todo el tiempo posible con aquel hombre, pues parecía alguien ameno, divertido y que le permitía olvidar por un rato todas sus penas. Deseaba preguntar mucho mas, pero nuevamente fueron interrumpidos, cuando el empleado trajo los pedidos de ambos y se retiró. la joven miró los trozos de torta y volvió a pensar en el buen apetito de aquel hombre, - ¿en qué trabaja? ¿debe ser un tipo de trabajo que lo mantiene muy activo?- rió por primera vez en meses, o tal vez en años. tapo su boca con sus manos y se disculpó, - Oh, lo siento, no debería haberte preguntado, en verdad lo siento mucho Darcell - dijo angustiada por su falta de prudencia, y al darse cuenta que lo había tuteado por primera vez, sin haberle pedido autorización, pero por alguna razón, le era sencillo liberarse de protocolos con él.

por **Darcell Aubriot** Miér Ago 03, 2016 11:14 pm

Hasta la manera que ella tenía de negar simplemente con su cabeza le parecía algo perfecto a Darcell, quien no tardo en mostrar más de su sonrisa antes de observar al mesero.
– Eso sería todo por ahora, muchas gracias – y dicho eso, el joven que les atendía se retiro dejando nuevamente a ambos a solas. Ya sin nada más que le distrajera, el cazador centro enteramente su atención una vez más en Delphine, en lo hermosa que era, en lo frágil que lucía y en lo increíble que era que finalmente hubiese dado con ella. La Mallarmé era después de todo, aquella mujer que Darcell siempre buscó para si.

Ambos se mantuvieron en silencio durante algunos minutos, enfocados simplemente en contemplar al otro sin que eso les resultase extraño, o al menos al Aubriot no le parecía extraño en lo más mínimo y aunque él bien podía decir que pasaría horas enteras contemplándola en silencio, agradeció que ella comenzara con lo que sería su conversación de la tarde.
– Soy de aquí, toda mi vida le he pertenecido a París y espero que siga siendo de esa manera – al decir aquello, notó la mirada de extrañeza que Delphine le dedicaba y una ligera carcajada salió de los labios del cazador antes de observarla directo a los ojos – ¿Nunca antes me había visto verdad? ¿Es de aquí Delphine? Porque de ser así eso explicaría el por qué de su mirada y quiero decirle que el que no supiera de mi existencia hasta este día tiene una explicación – dicho eso, se acomodó un poco más relajado en la mesa acercándose un tanto más a la fémina frente a él – Estoy sumamente concentrado en mi trabajo y mi trabajo me mantiene bastante ocupado fuera de las calles de la ciudad – para nada pensaba decirle a lo que se dedicaba, al menos no ahora porque si planeaba lograr con ella algo más serio a futuro, sabía que no debería ocultarle nada, aunque eso era algo para pensarse después.

Antes de que la charla continuara fueron interrumpidos por el joven mesero, quien dejó los pedidos sobre la mesa y se retiró casi tan rápido como llegó.
– Buen provecho – sonrió, levantando un trozo de la torta que les llevaron y el cual estaba delicioso. El Aubriot solía comer bastante, su trabajo era demandante físicamente así que no podía restringirse en la comida que era el combustible de su cuerpo. Darcell supuso que la curiosidad de Delphine por su trabajo se debía a lo que mencionara antes, ignorando que lo que había llevado a la mujer a cuestionar sobre ello era su buen apetito. Sin saber que responder exactamente, Darcell no pudo más que guardar silencio unos segundos, hasta que la risa de la Mallarmé lo hizo sonreír a él – No hay problema con tu pregunta, me ha tomado por sorpresa – señaló la torta – estaba tan centrado en lo deliciosa que es que no creí que hablaríamos de trabajo, al menos no hoy – porque evidentemente, esperaba verla más de una vez – y tiene razón, mi trabajo me mantiene muy activo. ¿Tú que es lo que haces Delphine? ¿A que dedica su vida una mujer tan hermosa? – preguntó, omitiendo responder sobre su propio trabajo.

por **Emilie De Azcoitia** Vie Ago 12, 2016 6:46 pm

Se había sorprendido, era verdad, si él había vivido toda la vida en la ciudad, ¿porqué jamás se habían encontrado? podía entender que en éstos últimos dos años, ella había estado casi enclaustrada, y que recién ahora comenzaba nuevamente a salir de su hogar, pero, antes lo tendría que haber encontrado por alguna de las calles de París. Su mirada recorrió el rostro del caballero, era un hombre atractivo que no podía pasar desapercibido, ella lo recordaría, mas estaba segura que era la primera vez que lo veía en su vida. De allí que su mirada fuer ad extrañeza, aún cuando él le intentó quitar importancia, diciendo que era por su trabajo, - a menos que sea un viajero, tal vez un comerciante de telas, perfumes, esos artículos que pueden provenir de culturas tan distantes - caviló algo curiosa por aquellas aventuras lejanas que podría tener un hombre de mundo. Mas no se animó a preguntar, solo dejó que una sonrisa se posara tranquila en sus labios.

Su respiración era tranquila, su mente sentía tranquilidad y sosiego al escuchar aquella voz, era como un encantador de serpientes, que podía dominar los dolorosos recuerdos y las intensas angustias que solía sufrir la joven. Por esa razón se quedó en silencio contemplándole, mientras tomaba a pequeños sorbos su bebida caliente.

Bajó la taza, apoyandola con delicadeza en el platito de porcelana, al escuchar la pregunta que le dijera Darcell, ¿que debía hacer? ¿contarle que en dos años se había quedado encerrada en su hogar? ¿que antes había trabajado un corto periodo en la inquisición, como bibliotecaria, como ayudante de una amiga, a la que no veía desde aquella tarde en que su vida se había puesto de cabeza? No de seguro eso no podía interesarle al caballero. Sonrió con un dejo de tristeza, mientras su mirada perdía el brillo que solo minutos antes él había logrado recuperar de un pasado lejano. Inspiró suave, pero profundamente, antes de contestar. - Bueno, en verdad, no tengo un trabajo... muy interesante, suelo ayudar con lo que puedo en el orfanato de la ciudad - dijo encogiendo los hombros, - suelo pasar mucho de mi tiempo tejiendo algunas prendas para los pequeños, es que en ese lugar hace tanto frío, y se los ve tan indefensos - expresó, con un nudo en la garganta y con su mirada prendida en la ajena - si tan solo, mas familia decidieran darles un hogar, un poco de amor - bajó la mirada, algo turbada ante el color intenso de aquellos ojos, eran dulces y serenos.

Sus manos apretaron suavemente la taza que permanecía entre ellas, - seguramente pensará que es un trabajo demasiado aburrido, o mas digno de una señora mayor, pero... cada vez que puedo ayudar a uno de esos pequeños... siento que mi corazón se va curando, después de tanta tristeza... - detuvo su confesión, ¿que estaba haciendo? no debía, no podía, hablar de sus problemas o sus tragedias con un extraño, con un hombre que recién conocía, ¿que pensaría de ella? - que eres una loca y que mas le valdría dejarte allí hablando sola - caviló, mientras, volvía su mirada desde la ajena a la taza que aún se mantenía casi intacta.

por **Darcell Aubriot** Sáb Sep 03, 2016 11:20 pm

La sonrisa ofrecida por la Mallarmé después de que Darcell le aseguró no estar mucho en las calles por trabajo, lo tranquilizó. Quería generar interés en ella, verla y tratarla mucho más, llegar a ser ambos no simplemente conocidos o amigos, sino algo más importante que eso, por lo que era consciente que no debía dar pistas sobre que su trabajo fuera sospechoso o peligroso, al menos no en las primeras ocasiones que se encontraran pues tampoco pensaba ocultárselo para siempre. Quizás el Aubriot ya estaba pensando demasiado a futuro con aquella mujer, sin embargo, él la buscó siempre y ahora que la encontraba no pensaba quitar el dedo del renglón, él iba a estar cerca de ella hasta que fuera capaz de hacerla su esposa, de eso estaba completamente seguro y su trabajo no sería un impedimento para lograr su cometido.

Sabiendo perfectamente como evadir las interrogantes sobre su propio trabajo, Darcell desvió la conversación de él a ella. Como la atención del cazador estaba completamente en ella, fue perfectamente consciente del momento en que Delphine perdió algo del brillo y la vitalidad que antes mostrara, provocando una vez más que el cazador se sintiera culpable por traer a la mente de la joven cosas que la ponían mal. Estaba el Aubriot a punto de decirle que olvidara su pregunta cuando para su sorpresa, ella se recompuso. La Mallarmé solo necesito algo de aire para comenzar a decirle que era lo que hacía son su vida. Ver esa fuerza, esa manera de levantarse de manera inesperada de Delphine lo llevó a sonreír e inclinarse mucho más sobre la mesa, con la finalidad de estar más cerca de aquella maravillosa mujer.
– Tienes razón – respondió a la joven una vez que escucho a lo que dedicaba su vida – No tienes un trabajo para nada interesante – la firmeza en la voz del cazador era increíble y se volvió incluso más firme cuando habló de nuevo – Tienes un trabajo hermoso, digno de un corazón amable y cálido como el tuyo – aquellas palabras fueron acompañadas por una amplia sonrisa – No sé como es que puedes creer que no es interesante, si es de lo más noble y desinteresado que alguien puede hacer, además que te hace ver mucho más hermosa a mis ojos – confesó sin temor o vergüenza, puesto que deseaba dejar en claro sus intenciones con ella desde el inicio.

Las manos frágiles de la Mallarmé sostenían con fuerza la taza y las palabras femeninas daban vueltas en la mente de Darcell, quien suspiro antes de atreverse a estirar sus manos y cubrir las de Delphine.
– ¿Qué tristeza? ¿De qué se cura tu corazón? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte a curarlo? – preguntaba no solamente por enterarse sino porque realmente quería ayudarla, ser parte de su vida y ayudar a sanar todas las heridas que el pasado hubiera dejado en ella. Si lograba hacerse un hueco en la vida y el corazón de Delphine de la manera en que esperaba, Darcell no permitiría que el dolor y la tristeza la alcanzaran, únicamente le daría felicidad y amor, por siempre.

por **Emilie De Azcoitia** Lun Sep 12, 2016 8:09 pm

Sus mejillas se colorearon al escucharle decir que era hermosa ante sus ojos, ¿que ocurría con ella? era la primera vez en dos años que se permitía sentirse cómoda con un hombre. En verdad, había creído que jamás lo podría hacer. Pero Darcell había logrado borrar con una simple sonrisa, todas sus barreras protectoras, y se encontraba allí, sin defensa alguna frente a él. Sonrió tímidamente, mientras sus ojos soñadores se prendían de la mirada seductora de aquel hombre.

En verdad ella pensaba que su trabajo era importante, solo para su corazón, o para el niño, o la niña, que recibiera la prenda que con tanto amor hubiera confeccionado. ¿Pero importante para la sociedad? como podría decirse de una enfermera, un medico, un soldado, una institutriz, no, lo suyo era definitivamente algo demasiado sencillo para ser tomado como importante, pero agradecía de corazón que para Darcell lo fuera.

La mano de Darcell, tomó la suya, tirando a suave hacia él, mientras le preguntaba sobre su tristeza, su dolor, su perdida. La mirada de la Mallarmé se volvió acuosa, no deseaba llorar, pero ese recuerdo doloroso, esa ausencia irreparable la lastimaba, como si hubieran pasado escasos momentos desde que su padrino le informara que su pequeño hijo había muerto. Negó con su cabeza, intentando respirar, aunque su rostro mostraba un color rosado intenso por la emoción, ¡que debía hacer? ¿contarle lo de su hijo? ¿decirle que había sido madre soltera? ¿o negar aquel hijo al que amaba y amaría toda su vida?

Las lagrimas se deslizaron por sus mejillas, inspiró profundamente antes de intentar hablar, - lo siento, que pensará de mi... - se lamentó, intentó con su mano libre limpiarse las lagrimas, pero en ningún momento dejó de mantener el contacto con Darcell, tal vez, porque aquello le daba fuerzas para poder sincerarse. Bajó la mirada ala mano masculina, sonrió con tristeza, giró su mano para poder tomar la mano ajena, sentir con sus dedos la palma de la mano masculina, su calor, ese que le proporcionaba consuelo.

Cuando sintió que podría volver a pronunciar palabra, levantó la mirada, intentó sonreír, buscó la sensación de paz que esa mirada le provocaba, - hace unos años... perdí a mi pequeño James... mi hijo - su mirada intentó huir de la ajena, tuvo miedo de volver a mirarle, de ver el asombre, o el desprecio, que un hombre honorable podría sentir por una perdida, porque para una sociedad como la Parisina, ella era eso, pues ser madre soltera era la muerte social.

por **Darcell Aubriot** Lun Oct 03, 2016 11:49 pm

Le resultaba sencillamente imposible ignorar el dolor en alguien como Delphine. Acababa de conocer a la muchacha si, pero eso no significaba que no deseara alejar de ella todo el dolor, todo el sufrimiento del pasado y cambiarlo por un futuro brillante. Con resolución, Darcell había tomado las manos de la Mallarmé y con la mirada fija le pidió que le contase que era aquello que la hacía sufrir. El cazador había ignorado por completo el hecho de que al momento de tocar las manos de la Mallarmé, sintió como si una corriente le recorriera el cuerpo y de hecho, también había ignorado la idea de que esa era una sensación que había sentido y amado tiempo atrás; el motivo de que ignorase todo eso era sencillamente que deseaba prestarle toda la atención que pudiera a la mujer frente a él, de sus demás ideas y delirios se encargaría después, cuando no se encontrará con una mujer tan hermosa y única como Delphine.

– Pensaré lo que hasta estos momentos – aseguró con una sonrisa, tratando de con sus palabras y sus gestos, tranquilizarla – Que es usted una mujer maravillosa y hermosa, que quizás ha pasado un momento difícil pero que eso no arruina la pureza de su alma – con la mirada fija en ella guardo silencio entonces. Observaba la manera en que ella miraba las manos entrelazadas de ambos, como si tratará de buscar fuerza en ellas y Darcell le permitió que hiciera lo que le pareciera conveniente.

El silencio se extendió durante varios minutos, tras los cuales, la Mallarmé levantó la vista hasta encontrarse con la del Aubriot y las palabras entonces fluyeron de los labios femeninos, palabras que como una maldición hicieron que ella alejara una vez más la mirada de la del cazador, mientras que en la mente de él, algo despertaba, una memoria dormida, una que se creía perdida y que lo llevó a cerrar los ojos unos segundos. “Le llamaremos James, ¿Te gusta?” escuchó aquellas palabras en un recuerdo que no podía ver claramente. Ante sus ojos aparecía simplemente el rostro borroso de una mujer que le sonreía, “Le llamaremos James”, volvió a escuchar, pero esta vez creía reconocer la voz y al hacerlo abrió los ojos para observar a la Mallarmé.
– ¿Dijiste James? – preguntó, alejando entonces la mano únicamente para llevarla hasta su sien. De un segundo a otro la cabeza comenzaba a matarle – Yo he oído ese nombre… Dios… – el dolor no hacía más que incrementar, provocando que la respiración de Darcell se acelerara y algunas gotas de sudor perlaran su frente – Delphine… – llamó su nombre, porque de alguna manera él sabía que ella era la única capaz de ayudarlo en esos momentos.

por **Emilie De Azcoitia** Miér Oct 12, 2016 8:51 pm

Bajó su mirada a la taza de café, que lentamente se enfriaba, sonrió con tristeza, recordando el rostro de su pequeño James, si apenas lo había podido sostener en sus brazos, por unos pocos minutos, antes que la enfermera se lo llevara, diciendo que lo mejor era que ella descansara, hasta que fuera el momento de darle el pecho. Su sonrisa se convirtió en una mueca de disgusto, de inmensa desdicha, si tan solo se hubiera negado, si apretando entre sus brazos a su pequeño niño, lo hubiera retenido en su pecho. suspiró, sabía que nada hubiera cambiado la situación, pues fue la muerte quien se lo arrebató, no una mujer, ni un doctor, ni siquiera su familia, ¿y como se podía enfrentar a la muerte? nadie lo podía hacer. intentó no angustiarse, no derramar lagrimas, pero era difícil, aún sentía en mitad de su pecho que su hijo la necesitaba, que no estaba muerto, que simplemente la esperaba, en algún lugar ignoto. Mas bien sabía que en esa lucha estaba sola, el padre de la criatura había desaparecido, los había abandonado, ¿no le había dicho eso su familia? fue su propio padrino quien le ayudó a buscar a su amado, pero por mas que usó sus influencias, jamás dio con él, debía resignarse, aquel hombre al que había amado con todas sus fuerzas, simplemente se había burlado de su ingenuidad, de su amor puro, de su inocencia. Pero como en el caso de la muerte de su hijo, en el fondo de su corazón, seguía pensando que si él no había vuelto a ella, era porque algo realmente importante, se lo impedía.

La voz de Darcell llegó a sus oídos y a su mente turbada con recuerdos dolorosos, como el sonido de las olas al llegar a la playa, el contacto de su mano con la de él, la mantenía en el presente, ella levantó su mirada y buscó la ajena, sonriéndole con tristeza, mientras una lagrima recorría su pálida mejilla, - si, James... ¿porque? - quiso saber al ver la mirada de asombro y luego el gesto de dolor que se apoderaba de su compañero. Cuando él afirmó haberlo oído, supo que se estaba refiriendo a algo mas que el solo hecho de haberlo escuchado, al fin de cuentas era un nombre mas o menos común, aunque no en París, al ser de origen anglosajón, ella no tenía familia inglesa, solo aquel que era el padre de su hijo, le observó con preocupación, preguntándose si podía ser que el caballero que tenia en frente, hubiera conocido a su amado.

El corazón se detuvo por una milésima de segundo, cuando él pronunció su nombre, algo en su interior se rompió en mil pedazos, tal que si una pared de vidrio se hubiera hecho añicos, y una briza suave, fresca, golpeara su rostro, a su memoria llegó el recuerdo de un día soleado, de un hombre de cabellos rubios que corría incansable detrás de un pobre animal, un pequeño roedor, que pasó veloz por su lado, trepando a un árbol cercano. El próximo recuerdo fue el rostro de ese hombre acercándose a ella, sus ojos azules clavados en los ajenos, y el suave y cálido sabor de un beso en sus labios, cerró su ojos, como si aún pudiera escuchar su nombre pronunciado por su amado, en su oído.

Dejó su asiento y se acercó preocupada, - Darcell... - dijo llorando, dejando que sus sentimientos fluyeran libres, sin importarles que estuvieran en un café, ni rodeados de personas que podían estarles mirando, Se arrodilló a su lado, tomó sus manos, acarició su rostro perlado de sudor, - aquí estoy... amor mio-.

por **Darcell Aubriot** Jue Nov 10, 2016 9:32 pm

El Aubriot pasó de ser el hombre que deseaba evitar el sufrimiento de Delphine, a ser ahora el que sufría. Escuchar la historia de la Mallarmé le provocaba una inexplicable opresión en el pecho, ver el rostro dolido de la mujer lo llevaba a creer que todo era su culpa y por si fuera poco, el nombre que ella mencionaba, él lo recordaba, al igual que la voz de la misma Mallarmé pronunciándolo mucho tiempo atrás.
– James… – volvió a susurrar aquel nombre, como si al hacerlo estuviera echando abajo unas barreras invisibles que le impedían darse cuenta de algo sumamente importante – El pequeño James – decía aquello como si el niño fuera suyo, no solo porque al principio del encuentro se hubiera decidido a que ella sería la mujer de su vida, sino porque algo dentro de él le decía que efectivamente el niño era suyo y la mujer frente a él, también.

El dolor punzante e intenso de su cabeza provoco que su vista se nublase ligeramente. Frente a él, podía distinguir la figura de la Mallarmé pero de manera tan borrosa que lo que opto por hacer fue cerrar sus ojos. Confundido citó el nombre de Delphine esperando que ella acudiera en su ayuda. La Mallarmé se demoró unos cuantos segundos en llegar a su lado, pero esos segundos fueron suficientes para mostrar a Darcell una memoria olvidada. En su recuerdo, veía claramente a Delphine sonreírle y llamarle para que se acercara, todo para que una vez que él estuviera cerca las manos de ambos se entrelazaran y sus corazones se unieran. Quizás su mente le hubiera mostrado más, de no ser porque una mano delicada le acarició el rostro y una suave voz calmó sus temores, trayendo algo de paz a la atormentada mente del Aubriot.
– Mi Delphine – abrió los ojos entonces, encontrándose con la figura de la femina arrodillada, sollozando, observándole con dolor y temor. Una sonrisa apareció en los labios del Aubriot, quien rápidamente levantó una de sus manos para retirar las lagrimas del rostro de su amada – No llores que estoy bien – Mentía. El dolor que sentía había disminuido de manera considerable pero no desaparecía del todo; aún así, el cazador fue capaz de darse cuenta de que aquel extraño acontecimiento llamó demasiado la atención de los comensales por eso fue que se levantó, ayudando también a la Mallarmé a ponerse de pie – Tenemos que irnos – dijo justo antes de dejar dinero sobre la mesa, mismo que cubría de más lo que la pareja consumiera en el establecimiento. Una vez hecho eso, Darcell tomó la mano de Delphine en busca de apoyo y hecho eso, ambos se dirigieron a la salida. Los dos tenían tanto de que hablar y debían hacerlo pronto, antes de que las memorias volvieran a desvanecerse, dejándolos en un mundo donde el otro no existía.

por **Emilie De Azcoitia** Dom Nov 27, 2016 6:19 pm

Suspiró al sentir la caricia que secaba sus lágrimas, el dulce y amado clamor de aquella voz, que con tanta seguridad la proclamaba suya, - sí, mi amor – susurró, inclinando su rostro, intentando sentir el calor de aquella mano, nuevamente en su piel.

Saber que no sentía dolor, provocó en ella una paz que hacía mucho tiempo no experimentaba. Que libre se sentía el alma, como si un peso comparable a una lápida de mármol, se hubiera movido y su vida, volviera a renacer, a resucitar de entre los muertos. Sonrió, con todo su rostro, como hacía tanto tiempo que no lo hacía. Al contacto de sus caricias, entornó su mirada y aquel día de sol y aromas florales, se apoderó de su ser, no quería olvidar nuevamente esa sensación, esa seguridad que solo entre sus brazos había podido disfrutar y creer eterna.

Cuando Darcell, se incorporó, abandonando la mesa, Delphine, con ayuda de su amado, se levantó, para tomar su mano. Ella también sentía que era el momento de salir de aquel pequeño café. Necesitaban hablar, encontrar un porqué de tanto sufrimiento, de tanto olvido. La francesa, no permitiría que nadie los volviera a separar. Iría con el Albriot, adonde la quisiera llevar, no existía otro lugar que pudiera llamar hogar, que no fuera aquel en el que su amado se encontrara.

Caminó, junto a él, avanzando hacia la puerta del local, pensando en que tanto sufrimiento no podía ser en vano, que era tiempo de poder dejar atrás las angustias, las penas. Comenzar desde el momento en que se separaron, por maldad de los demás. No, no podía olvidarle nuevamente, le aterraba el solo pensamiento de perder nuevamente los recuerdos de su vida juntos, de su amor, de cada sonrisa, de cada beso.

Aunque no deseaba llorar, la angustia de perderle le inundó el alma, apresuró su pazo, hasta estar a la par de Darcell, apretó su mano a la del cazador y se aferró con todas sus fuerzas, como su temiera caer a un abismo, - amado, no dejes que nos separen, no puedo olvidar nuevamente, ¿Qué sería de mi vida… sin tus recuerdos y los míos? – le susurró al oído, cuando ya caminaban presurosos por la acera.

por **Darcell Aubriot** Sáb Dic 03, 2016 9:16 pm

La piel tersa debajo de las yemas de sus dedos, la voz dulce, la mirada tanto pura como sincera que se posaba sobre su rostro y aquel aroma tan peculiar de un pasado olvidado, lo hicieron sonreír aun a pesar del dolor.
– Eres hermosa – susurró sin dejar de mirarla, sin poder comprender del todo que era lo que estaba ocurriendo pero estando completamente agradecido de que sucediera. Dentro de su mente y su corazón, Darcell sabía que Delphine era suya, que tenían una historia y un hijo, pero si trataba de evocar algún recuerdo, le resultaba imposible, pues un manto de oscuridad parecía cubrir sus memorias, como si algo o alguien hubiera jugado con ellos, alejándolos él uno del otro, dejándoles andar por el mundo confundidos e incompletos. Claro que lo que fuera aquella oscuridad dentro de sus memorias, no fue lo suficientemente fuerte como para mantenerlos alejados pues nuevamente se reunían y esta vez, Darcell no pensaba alejarse de su amada, ni aunque eso le costara la vida.

El cazador sabía que atrajeron demasiada atención con su reencuentro en el café, algo que no le agradaba para nada, pues oculto entre los comensales, podría estar alguien que tratase de alejarlos una vez más, alguien que los vigilara; quizás eso parecía una exageración pero la realidad era que no se podía estar seguro de nada, no en aquellas circunstancias donde todo lo que tenían eran certezas y recuerdos a medias. Con algo de dificultad pero fingiendo encontrarse en perfecto estado, el Aubriot se levanto de la mesa donde se encontraban y comenzó a andar en dirección a la salida, sin soltar en ningún momento la mano de Delphine por temor a que si lo hacía, las certezas que tenía desaparecieran una vez más.

Tomados de la mano, como siempre debieron andar, caminaban los dos por la calle. La mirada de Darcell iba de un lado a otro, buscando un sitio apacible al cual llevar a Delphine, sitio donde tenía planeado tener una larga charla con ella. Juntos, necesitaban descubrir que era lo que sucedió, ¿Por qué fueron separados?, ¿Qué o quién lo hizo?, ¿Qué pasó con su pequeño James?... las preguntas se arremolinaban en la mente del cazador, provocando una vez más que su dolor se intensificara, sin embargo, fue la mano que apretó con amor la suya la que lo hizo mirar a la hermosa mujer que caminaba a su lado.
– Nada va a separarnos Delphine, no permitiré que eso pase de nuevo – se llevó la mano de la fémina a los labios, solo para depositar en ella un beso a modo de promesa – Reconstruiremos nuestra vida, así que piensa en el futuro y no en el pasado – Estaba decidido a ser feliz y hacer feliz a la Mallarmé, aquella mujer a quien le ofrecía su corazón y su vida. Delphine le había robado el corazón no solo una vez, sino dos, eso la convertía sin duda alguna en la mujer de su vida.

Su caminata finalmente llegó a su fin cuando Darcell vislumbro una pequeña banquilla en una calle poco transitada, hasta la que guió a la fémina.
– Creo que aquí esta bien – aseguró solo después de mirar de un lado a otro y ver una cantidad minúscula de gente – Ahora… – se sentó al lado de su amada – ¿Qué recuerdas Delphine? ¿Hasta donde llegan tus recuerdos de nosotros y de nuestro hijo? – cuestionó sin dejar de mirarla ni un instante.

por **Emilie De Azcoitia** Miér Dic 07, 2016 8:16 pm

Dejaron el pequeño Café, seguido por la mirada de un buen numero de curiosos que les había estado contemplando. Pero a Delphine no le importaba, solo podía pensar en lo feliz que era al caminar por las calles de París, tomada de la mano de Darcell. De pronto, aquella simple y cotidiana situación, le infundía seguridad y fortaleza, que hacía años no experimentaba, sintiéndose una mujer fuerte y dispuesta a luchar y enfrentarse al mundo entero por aquel hombre que amaba. ¿Como no estar feliz? había sufrido por tanto tiempo, pensando que su amado la había abandonado, que jamás fue correspondido su amor, pero ahora comprendía que no era así. Su cazador, su hombre misterioso, aquel que poco o nada recordara, no le había dejado, ni había huido al saberla embarazada. No, él le había propuesto casarse, formar una familia, si hasta habían elegido el nombre de su pequeño, - James - dijo en un susurro, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa que iluminó su mirada.

Miles de recuerdos llegaban a su mente, como oleadas de viento primaveral, que la despeinaban y hacían sentir mas viva de lo que jamás había pensado volver a vivir. Aquellos recuerdos le provocaban mareos, pero a la vez le devolvían la sonrisa, algo que había olvidado casi por completo. Por aquella enorme felicidad, su corazón latía con furia, como un potro que acaba de darse cuenta que es libre en mitad de una pradera de pastos verdes y tiernos, que es tan dichoso, que teme que todo lo que experimenta sea un sueño. - si ésto es un sueño, Dios, no deseo despertarme, quiero seguir creyendo que él está a mi lado y que jamas volveremos a separarnos - caviló, mientras tragaba saliva, ahogada por la emoción.

la imagen borrosa de un día soleado, de un parque cubierto de flores, le hizo recordar el día en que Darcell le robó el corazón, - era un Jardín... si... fue en el jardín botánico - se dijo asombrada al darse cuenta que comenzaba a recordar. Tan seguros habían estado de su amor, que aquella misma tarde, se juraron jamás separarse. Y su promesa se hubiera mantenido, si no los hubieran separado, manipulado de algún modo sus recuerdos.

Sonrió, al recordar el primer beso, y apretó su mano a la de Darcell, sonrojando su pálido rostro, cuando recordó como se había entregado sin reservas, sin miedos, dispuesta a darlo todo por el amor y la pasión que los consumía. Otra imagen llegó a su cabeza, el recuerdo de aquellos orbes azul celeste de su amado, y el rostro perfilado por las luces y las sombras de la alcoba que resguardó su primera noche de pasión. Delphine continuó caminando a paso vivo, siguiendo al hombre que era todo en su vida, pero los recuerdos la mantenían ensimismada, absorta en esa realidad que habían vivido y que por alguna razón, se había borrado de su cabeza, hasta que por los caminos insondables del destino, los orbes de Delphine, volvieron a quedar prendidos de aquel océano mágico que era la mirada de Darcell. - Te amo - susurró, apretando con fuerza la mano masculina, temía que nuevamente aquellos recuerdos desaparecieran, que él se esfumara, y que su vida volviera a estar inmersa en una soledad y una angustia insoportable.

No supo cuanto tiempo caminaron, la verdad, no le interesaba saber, solo disfrutaba de su cercanía, del contacto de sus manos, de la voz firme y masculina, profunda y segura, que le hablaba con un tono dulce y le juraba que jamás volverían a separarlos. ¿pero quienes eran esos hombres que los habían separado?, ¿por que?, ¿acaso no merecían vivir su amor con libertad?, ¿estaba prohibido que formaran una familia?, la angustia embargó su corazón, al recordar a su padre decir frases que la hirieron profundamente, el día en que decidió contarle que amaba a un hombre maravilloso y que habían decidido casarse. - ¡jamás! ¿me oyes? ese desgraciado no volverá a verte-, había gritado su padre, - Tú mereces un hombre de verdad, un poderoso, alguien que te dé todo lo que una Mallarmé merece, no un pelafustan que solo intenta conseguir mi fortuna, no, tú te casarás con el hombre que yo he elegido - aún podía sentir el desprecio en la forma como su padre se refería a su amado, - ese hombre te abandonará, ya veras, y si no lo hace... lo mataré, no permitiré que vuelvas a verle, ¿te ha quedado claro? -.

Cuando por fin se detuvieron y Darcell le ayudó a sentarse, ella se acurrucó en su pecho, hundiendo su rostro en el cuello del cazador y suspirado angustiada, inspiró dejando que el aroma de su piel le envolviera los sentidos, - Recuerdo como te amé desde el mismo momento en que te vi, que fuiste el único hombre en mi vida y que nos casamos en secreto, porque mi padre se negaba a nuestro amor - Delphine sollozó, si habían sufrido, si los habían separado, todo era culpa de su padre, - él, juró matarte, arrancarte de mi vida, me prometió que solo podría ser infeliz si persistía en mi sentimientos hacia ti - Se apretujó a él - ¿crees que si él fue el responsable de que nuestros recuerdos se borrasen, también lo será de la desaparición de James? -

por **Darcell Aubriot** Vie Ene 27, 2017 12:23 am

Encontrarse nuevamente con Delphine había sido un milagro, uno que Darcell agradecería toda su vida. Su esposa, aquella mujer a la que por motivos desconocidos olvidó, se aferraba a su mano, gesto que el correspondía por temor a olvidarla nuevamente si es que se alejaba de ella.

Su inesperado reencuentro era además tan llamativo y emotivo, que la pareja optó por dejar el café donde se hallaban, pues lo mejor era estar a solas, asegurarse que los enemigos que poseían, hasta ese momento desconocidos para ellos, no se encontraran cerca y trataran de alejarlos una vez más.

Decididos a descubrir lo que había pasado, la pareja caminaba en las calles fuera del café, buscando con urgencia un lugar donde pudieran charlar a solas. Darcell andaba sintiendo su cuerpo revitalizado por una fuerza olvidada. Una fuerza que le hacía creer en que todo estaría bien ahora que estaba finalmente junto a la mujer de su vida, eso si es que las fuerzas oscuras que amenazaban con destruirlos no intervenían una vez más.
– Sabes que yo también te amo – respondió a aquellas palabras con una enorme sonrisa en el rostro, la cual, era dedicada por completo a la mujer que se aferraba a su mano. Delphine era tan perfecta como sus escasos recuerdos le mostraban y por eso, era que el cazador deseaba recuperar todos sus recuerdos de ella. Darcell necesitaba saber como había sido su relación, cuándo y cómo se casaron, detalles que creía recuperaría con la ayuda de su esposa, a quien llevó hasta una pequeña banquilla. Estando finalmente solos y seguros, llegó el momento indicado para que dijeran al otro, todo lo que recordaban.

– Nos amamos el uno al otro desde el primer momento, de eso no me cabe la menor duda – aseguró mientras que acariciaba con dulzura la mejilla femenina, pero fue cuando su mano abandonaba la calidez de aquella mejilla, que las palabras de su esposa trajeron más recuerdos a su mente. El hombre que en secreto era su suegro lo odiaba, Darcell no comprendía aún el por qué, sin embargo, si creía a aquel hombre capaz de cualquier cosa con tal de mantener a los amantes separados. Fueron entonces los recuerdos de los escasos encuentros con aquel hombre y las palabras de Delphine lo que hicieron que el Aubriot la mirase con una creciente ira en su interior – Nunca podrá alejarme de ti y una prueba de ello es que estamos nuevamente juntos – hizo una pausa – creo que él es capaz de cualquier cosa pero solo existe una manera de estar seguros – tomó entonces las manos de su amada y besó una tras otra – Investigaremos si él ha sido el culpable y juntos encontraremos a nuestro hijo, eso te lo prometo – y tras hacer aquella promesa se acercó para besarla como si fuera la primera vez.

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