AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Into the Fire
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Into the Fire
No supe lo que pasó después de llegar a mi cuarto.
Mi cuerpo rendido ante el dolor se desplomó sobre el suelo pero los sentidos junto con mi conciencia aún permanecían despiertos. La piel ardiente que me quemaba gracias a la desintoxicación de pronto se vio cubierta por un abrigo de hielo el cual en cuestión de minutos logró calmarme de alguna manera inexplicable. Sobre mi cara cayeron unas gotas de lluvia fresca al tiempo en que mi cuerpo se mecía desperadamente como en una fuerte tormenta, pero mis ojos ya no podían ver mas lo que dentro del cuarto estaba pasando, tan solo me dejé guiar por mis sentidos los cuales poco a poco se apagaron.
“Eres más fuerte de lo que crees, estoy seguro…” fue lo último que mi mente alcanzó a percibir como si de un eco casi insonoro se tratara. Pero extrañamente logré sentirme segura dentro de aquella tormenta, pues las gotas sobre mi cara lograban calmar mi temperatura y el abrigo helado que mi piel rozaba me aliviaron el dolor ardiente de mi cuerpo así que solo me entregue a ello hasta perderme por completo en una inmensa obscuridad profunda.
Nada existía ahora.
Tan solo era un lugar lleno de tinieblas en los que ni siquiera mi cuerpo era visible, no había luces ni aromas, solo sonidos repitiendo siempre lo mismo...
“…Te he marcado... Has bebido la sangre suficiente para que se haya creado un "vinculo"
-¿Qué? A que te refieres… ¿Lucciano?
“¡No eres más que una simple esclava que ansía la sangre inmortal!”
-¿Stéfano? No soy su esclava… Él no lo haría... ¡Yo jamás se lo permitiría!
“Ahora eres adicta a mi sangre y... Digamos que si lo deseo "serás más obediente”.
-No Lucciano... no lo hagas. ¡Lo prometiste!
“Yo no creo en él y tú tampoco deberías de hacerlo.”
-Pero él... cállate... cállense los dos... ¡CÁLLENSE LOS DOS!, ¡BASTA!, ¡VÁYANSE!
Las mismas voces se escuchaban por todas partes mientras mis manos se hacían visibles junto con el resto de mi cuerpo, corrí tratando de escapar pero los sonidos me perseguirían a donde fuera que me moviera repitiendo las mismas palabras y luchando entre ellas haciendo eco dentro de mi cabeza.
-¡NO QUIERO ESCUCHARLOS! DÉJENME EN PAZ, ¡VÁYANSE!
Seguí corriendo sin poder observar nada hasta que una luz roja desde el fondo de aquella habitación apagada se acercó rápidamente hacía donde estaba obligando a detenerme.
-Eso es... ¿fuego? -de pronto las voces se apagaron, pero en su lugar vino el calor incesante que una vez más se apoderó de mi cuerpo. Corrí en sentido contrario para evitar que el fuego me alcanzara pero rápidamente las llamas se expandieron por todos lados. -AHH... ¡NECESTIO AYUDA! QUEMA... ¡DETENGAN ESTO! –comencé a gritar implorando ayuda pero nadie más estaba conmigo.
___
-Due...le… -traté de gritar, pero mis labios parecieron no moverse mucho. Mis ojos lograron abrirse apenas un poco ayudándome a salir de aquella pesadilla pero sin poder liberarme de el ardor y el dolor que una vez mas invadía mi cuerpo.
Mi cuerpo no respondía las ordenes que le daba y mis ojos resistirían muy poco tiempo semiabiertos, ni siquiera tenía las suficientes fuerzas para poder formar una oración completa pero, entre aquellos delirios pude alcanzar a visualizar perfectamente a la mujer que había visto ya antes a un lado mío.
–Aléjate... -alcancé a pronunciar apenas noté su cara. Era aquella mujer que Lucciano había traído a casa junto con el niño y que seguramente también convertiría en parte de su propiedad si es que no lo era ya.
Nuevamente el peso invadió mi cuerpo haciendo que cayera dormida profundamente pero por suerte las voces ya no existían dentro de mi mente ni tampoco el dolor ardiente dejándome caer en un sueño profundo y tranquilo.
___
Pude despertar lentamente y sin ningun problema, al parecer había estado dormida el suficiente tiempo como para poder mantener mis ojos abiertos y dejar de sentirme cansada o con dolor alguno. El silencio invadía mi cuarto y las cortinas como ya era usual en esa casa permanecían cerradas, las únicas luces que figuraban eran las velas de el techo y las que tenía cerca de mi cama.
No sabía por cuanto tiempo había estado dormida o inconsiente, tampoco tenia idea si sería de día o de noche. Lo único que sabía es que no podía permanecer mas tiempo en ese lugar y tenía que irme cuanto antes así que procedí a levantarme... o por lo mentos intentarlo.
-Ah... -gemí al lastimar mis muñecas las cuales no me había percatado estaban amarradas al rededor de la cama al igual que mis pies. -Pero... ¿Que es esto?, ¿Porque? -No entendí nada por un momento hasta que me percaté de aquella figura masculina sentada en un sillón de a lado.
Estaba sentado con los codos sobre sus piernas y con sus manos sosteniendo la cabeza, cualquiera que no conociera su secreto hubiera jurado que estaría dormido. Pero yo sabía que me estaba esperando...
–No puedo creerlo… -dije mientras caía rendida a la cama dejándo de luchar contra las telas que me mantenían sujetada. YA había pasado por esto en otras ocaciones y ahora sabía que cualquier cosa que intentara en contra de la voluntad del vampiro sería en vano. -…así que no era suficiente con estar dentro de mi mente. Dime, ¿Enserio tenías que hacer esto o quieres molestarme? –Traté de no sonar irritada, pero era algo imposible con el carácter que me cargaba y la traición que había sentido por su parte.
–La he visto… -interrumpí la explicación que me estaba dando, realmente no me importaba. -...no puedo creer que no me diera cuenta antes. –me reí sarcásticamente al hablar cuando recordé a la mujer sentada a mi lado en medio de mi inconciencia. –¿A ella también le has prometido algo?, ¿Hay mas mujeres dentro de tu colección de esclavas? –la seriedad con la que me dirigía a él dejaban entrever mi odio en ese momento. -…lástima que no seré parte de esa colección por mucho tiempo. –En el fondo aún podía sentirme deprimida, lo cual me impedía enfurecerme de nuevo con el vampiro para gritarle como en otras ocaciones. Dentro de mi mente seguía la misma idea necia en la cual prefería mil veces estar muerta antes de que otra persona viviera dentro de mi mente y mi cuerpo.
Me atreví a observarlo a la cara, esperando una respuesta ante mis palabras para poder ver hasta donde era capas de llegar con sus mentiras, pero su rostro lleno de confusión y preocupación ante mi repentina falta de confianza me estaba haciendo sentir demasiado culpable. ¡Maldición! ¿Es que también su mirada podría estar entrenada para mentirme?, ¿Por cuánto tiempo más pensaba que podría creerle?
-Deja esa cara... No puedo creer ni en mi misma ahora. -giré mi mirada hacia el techo para concentrarme en las flamas de las velas del candelabro que bailaban sin preocuparse de que pronto se fueran a extinguir. Sentí que ellas tenían mucha suerte. -...no importa lo que hagas. Algún día seré libre de una u otra forma.
Lilith O'Hara- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/04/2014
Edad : 31
Localización : Mansión de Lucciano Vecchio
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Re: Into the Fire
Aquella noche se le había hecho demasiado larga…
Hacía demasiado tiempo que aquel sentimiento no se cruzaba en su camino, casi lo había olvidado… Angustia, impotencia, indecisión….
Ella había estado en calma en su inconsciencia durante horas, pero en su leve despertar se transformaba en una “Furia” reencarnada, llevada y controlada por los demonios que en su interior pedían de su sangre; desatada por el delirio que la fiebre provocaba en su piel perlada.
Brazos y piernas atadas para ella, y a su lado, él en silencio contenido, esperando que la tormenta pasará. Alguna vez se vio tentado por tenderle su sangre y no romper el vínculo, pero necesitaba liberarla por completo… Del todo.
Cuando volvió a caer desmayada y agotada fue el momento donde llamo a su “juguete”, que servicial, y sin rechistar se ofreció para aquella transfusión con aquellos aparatos primitivos, y aquella bomba que el doctor subía y bajaba extrayendo la sangre que salía y se inyectaba en Lilith. Un proceso rápido de intoxicación, causando tal vez, una anemia que cuidar, pero más efectivo que ningún otro.
El sueño calmado y la fiebre que bajaba tras la transfusión, símbolo de mejora; y luego el vació en su pecho.
Lilith ya no llenaba su mente, ya no podía sentirla al cerrar simplemente sus ojos, ya no podía ver a través de ella.
-Signore Vecchio, necesita alimentarse. -Ella le ofreció su muñeca, servicial, y a pesar de estar débil por la transfusión- Lucciano la rechazó y con un ademán simple, le invito a dejarlo solo.
Sus ojos daban señal de derrota tanto mental como física, la oscuridad se hacía en su ojo no perteneciente, su iris se había vuelto negro, dándole artificialidad a su rostro.
Silencio, la espera de resultados.
Sus codos apoyados sobre sus piernas, con el cuerpo inclinada. Su rostro escondido entre sus manos y el susurro de un rezo. Lucciano rezaba. ¿A quién? ¿A qué? La lengua que en sus labios se pronunciaba estaba más que muerte desde hacía demasiado.
Lilith habló y él solo levantó la vista, despertando de aquel letargo creado por un rezo repetitivo.
El amanecer nacía en el exterior rosado, pero en aquella habitación la penumbra asolaba por las gruesas cortinas que ocultaban de su interior la luz del sol. Velas tintineantes solo eran iluminadores de aquella oscuridad.
-Querías hacerte daño… Querías hacer daño a los demás, les asustabas. -Se froto el rostro con aquellas manos que antes le ocultaba. Se echó hacía atrás pesadamente en el sillón, y la observó en silencio.
Un reproche, tras… ¿Otro? Si, ya estaba fuera de peligro, consciente y lucida. La que había despertado era un Lilith limpia de su sangre, una muy buena señal que, a pesar de sus acusaciones, le hicieron sus pirar con fuerza en aquel sillón semitumbado, al sentir un peso menos encima.
-Nunca estuviste dentro de mi colección, nunca. No llegaste a conocer ese privilegio, y nunca lo desees si quieres vivir lo suficiente. Preferí darte un lugar como mi igual, pero creo que es algo que no has llegado ni apreciar ni a comprender. -Era cierto, formar parte de su colección de “muñecas”, era condenarse a la muerte. Lucciano era un depredador hambriento de oscuros y perturbadores deseos que necesitaba calmar. -Ella es una promesa cumplida, un negocio finalizado. Y a pesar de todo, de su libertad, ella sigue a mi lado al ofrecerle el empleo de institutriz para Pietro… Tiene buena mano para los niños y el hogar. -Volvió a enderezarse, y se rasco la barbilla con apariencia calma, pero no era calma era derrota y agotamiento. Era como si en cualquier momento, si fuese a quedarse dormido. -No sé, me calma. -Se levantó y comenzó a desatar sus ataduras. – No despierta mi hambre, no despierta mi lujuria… Si, aunque no lo creas está intacta. Obedece y me aclara inquietudes que tengo sobre este tiempo.
La informaba, no sabía para que debía de justificarse, pero así lo hizo. Sus ojos al principio la evitaban, para luego buscarlos al quedarse sentado sobre la cama a su lado con hombros gachos. Estaba algo demacrado, no había llegado a recuperarse de sus heridas ni del viaje.
- ¿Sabes? Me alegro que lo hayas conseguido. Sabía que serias capaz, sabía que eras fuerte. -Le sonrió con un deje de tristeza en el fondo. - ¿Algún día serás libre? Cierra los ojos y búscalo. Ya no está. -Rio con amargura, y le miro con ojos nerviosos, tenía miedo de perderla para siempre. - ¿No lo sientes? Ya no hay vinculo, eres libre. Has luchado y has ganado. Tu misma lo has hecho, lo has roto y yo… Yo no te lo impedido, así que considérame derrotado. -Agacho su mirada pensativa. -Sí, he dejado que me ganarás y simplemente por el hecho de que… Te amo.
Así de simple. Así de claro, que más decir, había que admitirlo, había vuelto a caer en la trampa, pero aquella trampa no tenía comparación con alguna, no había sido ni era fácil para nadie, no había dobleces, ni intenciones, había ocurrido y nada más.
-Y te besaría ahora mismo… Pero tu rechazo constante, ya me destroza lo suficiente. Cree que es mentira, pero yo no puedo rebajarme más, no puedo darte más de lo que ya te ofrezco, aunque solo me falta una cosa que regalarte sin negocios sin juegos… Solo pídemelo. -La inmortalidad era lo que le había empujado ella a él, y lo que él tenía para ella. -Puedes hacer lo que te plazca, eres libre, disfruta de esa libertad, pero… Recuerda: Un día no estaré aquí Lilith, no soy eterno, y llegará el momento en el que te acordarás demasiado de mí. - ¿Sonaba a despedida? Lucciano tenía tal desasosiego que daba por hecho que ella le abandonaría, y por una vez se sintió perdido, abandonado…
Hacía demasiado tiempo que aquel sentimiento no se cruzaba en su camino, casi lo había olvidado… Angustia, impotencia, indecisión….
Ella había estado en calma en su inconsciencia durante horas, pero en su leve despertar se transformaba en una “Furia” reencarnada, llevada y controlada por los demonios que en su interior pedían de su sangre; desatada por el delirio que la fiebre provocaba en su piel perlada.
Brazos y piernas atadas para ella, y a su lado, él en silencio contenido, esperando que la tormenta pasará. Alguna vez se vio tentado por tenderle su sangre y no romper el vínculo, pero necesitaba liberarla por completo… Del todo.
Cuando volvió a caer desmayada y agotada fue el momento donde llamo a su “juguete”, que servicial, y sin rechistar se ofreció para aquella transfusión con aquellos aparatos primitivos, y aquella bomba que el doctor subía y bajaba extrayendo la sangre que salía y se inyectaba en Lilith. Un proceso rápido de intoxicación, causando tal vez, una anemia que cuidar, pero más efectivo que ningún otro.
El sueño calmado y la fiebre que bajaba tras la transfusión, símbolo de mejora; y luego el vació en su pecho.
Lilith ya no llenaba su mente, ya no podía sentirla al cerrar simplemente sus ojos, ya no podía ver a través de ella.
-Signore Vecchio, necesita alimentarse. -Ella le ofreció su muñeca, servicial, y a pesar de estar débil por la transfusión- Lucciano la rechazó y con un ademán simple, le invito a dejarlo solo.
Sus ojos daban señal de derrota tanto mental como física, la oscuridad se hacía en su ojo no perteneciente, su iris se había vuelto negro, dándole artificialidad a su rostro.
Silencio, la espera de resultados.
Sus codos apoyados sobre sus piernas, con el cuerpo inclinada. Su rostro escondido entre sus manos y el susurro de un rezo. Lucciano rezaba. ¿A quién? ¿A qué? La lengua que en sus labios se pronunciaba estaba más que muerte desde hacía demasiado.
Lilith habló y él solo levantó la vista, despertando de aquel letargo creado por un rezo repetitivo.
Lilith O'Hara escribió:
-Ah... -gemí al lastimar mis muñecas las cuales no me había percatado estaban amarradas al rededor de la cama al igual que mis pies. -Pero... ¿Que es esto?, ¿Porque? -No entendí nada por un momento hasta que me percaté de aquella figura masculina sentada en un sillón de a lado.
El amanecer nacía en el exterior rosado, pero en aquella habitación la penumbra asolaba por las gruesas cortinas que ocultaban de su interior la luz del sol. Velas tintineantes solo eran iluminadores de aquella oscuridad.
-Querías hacerte daño… Querías hacer daño a los demás, les asustabas. -Se froto el rostro con aquellas manos que antes le ocultaba. Se echó hacía atrás pesadamente en el sillón, y la observó en silencio.
Lilith O'Hara escribió:
–La he visto… -interrumpí la explicación que me estaba dando, realmente no me importaba. -...no puedo creer que no me diera cuenta antes. –me reí sarcásticamente al hablar cuando recordé a la mujer sentada a mi lado en medio de mi inconsciencia. –¿A ella también le has prometido algo?, ¿Hay mas mujeres dentro de tu colección de esclavas? –la seriedad con la que me dirigía a él dejaban entrever mi odio en ese momento. -…lástima que no seré parte de esa colección por mucho tiempo.
Un reproche, tras… ¿Otro? Si, ya estaba fuera de peligro, consciente y lucida. La que había despertado era un Lilith limpia de su sangre, una muy buena señal que, a pesar de sus acusaciones, le hicieron sus pirar con fuerza en aquel sillón semitumbado, al sentir un peso menos encima.
-Nunca estuviste dentro de mi colección, nunca. No llegaste a conocer ese privilegio, y nunca lo desees si quieres vivir lo suficiente. Preferí darte un lugar como mi igual, pero creo que es algo que no has llegado ni apreciar ni a comprender. -Era cierto, formar parte de su colección de “muñecas”, era condenarse a la muerte. Lucciano era un depredador hambriento de oscuros y perturbadores deseos que necesitaba calmar. -Ella es una promesa cumplida, un negocio finalizado. Y a pesar de todo, de su libertad, ella sigue a mi lado al ofrecerle el empleo de institutriz para Pietro… Tiene buena mano para los niños y el hogar. -Volvió a enderezarse, y se rasco la barbilla con apariencia calma, pero no era calma era derrota y agotamiento. Era como si en cualquier momento, si fuese a quedarse dormido. -No sé, me calma. -Se levantó y comenzó a desatar sus ataduras. – No despierta mi hambre, no despierta mi lujuria… Si, aunque no lo creas está intacta. Obedece y me aclara inquietudes que tengo sobre este tiempo.
La informaba, no sabía para que debía de justificarse, pero así lo hizo. Sus ojos al principio la evitaban, para luego buscarlos al quedarse sentado sobre la cama a su lado con hombros gachos. Estaba algo demacrado, no había llegado a recuperarse de sus heridas ni del viaje.
- ¿Sabes? Me alegro que lo hayas conseguido. Sabía que serias capaz, sabía que eras fuerte. -Le sonrió con un deje de tristeza en el fondo. - ¿Algún día serás libre? Cierra los ojos y búscalo. Ya no está. -Rio con amargura, y le miro con ojos nerviosos, tenía miedo de perderla para siempre. - ¿No lo sientes? Ya no hay vinculo, eres libre. Has luchado y has ganado. Tu misma lo has hecho, lo has roto y yo… Yo no te lo impedido, así que considérame derrotado. -Agacho su mirada pensativa. -Sí, he dejado que me ganarás y simplemente por el hecho de que… Te amo.
Así de simple. Así de claro, que más decir, había que admitirlo, había vuelto a caer en la trampa, pero aquella trampa no tenía comparación con alguna, no había sido ni era fácil para nadie, no había dobleces, ni intenciones, había ocurrido y nada más.
-Y te besaría ahora mismo… Pero tu rechazo constante, ya me destroza lo suficiente. Cree que es mentira, pero yo no puedo rebajarme más, no puedo darte más de lo que ya te ofrezco, aunque solo me falta una cosa que regalarte sin negocios sin juegos… Solo pídemelo. -La inmortalidad era lo que le había empujado ella a él, y lo que él tenía para ella. -Puedes hacer lo que te plazca, eres libre, disfruta de esa libertad, pero… Recuerda: Un día no estaré aquí Lilith, no soy eterno, y llegará el momento en el que te acordarás demasiado de mí. - ¿Sonaba a despedida? Lucciano tenía tal desasosiego que daba por hecho que ella le abandonaría, y por una vez se sintió perdido, abandonado…
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 23/06/2014
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Re: Into the Fire
¿Ahora era yo la que no comprendía las cosas?
-Hjm… -reí sarcásticamente para mis adentros al escuchar su forma de hablar de ella. Así era ese hombre viendo a todo como un objeto del cual podía hacer suyo o un negocio que podía abrir y cerrar de acuerdo a su conveniencia.
Suspiré harta de sus palabras, las hacía sonar tan ciertas que mi corazón comenzaba a ablandarse creyéndolas. ¿Por qué me estaría dando pretextos de cualquier modo? Por otro lado, algo dentro de mí me hacía sentir aliviada al escuchar que ella estaba intacta en cualquier sentido. ¿Debía de creerle?, ¿Por qué me importaba tanto?
Inmediatamente mis manos quedaron libres y me enderecé sobre la cama para sobarme las muñecas recién desatadas y adoloridas. Trataba de no ponerle mucha atención a sus palabras que tan solo me enredaban y me hacían sentir mal conmigo misma dudando de lo que había estado pensando. ¿Y si ya no era yo y él me seguía controlando?
“Cierra los ojos y búscalo. Ya no está.”
¿Cómo había dicho? Era imposible…
Mis ojos voltearon a verlo con extrañeza y él de inmediato supo que yo aún no me había dado cuenta que dentro de mí ya no existía ningún rastro de su sangre. Permanecí en silencio y sorprendida pensando para mis adentros esperando a que me contestara dentro de mi mente o se metiera a ver lo que pensaba como siempre solía hacerlo.
Nada.
Él realmente lo había hecho y me había dejado libre, ya no era más su esclava de sangre.
Bajé mi mirada lentamente y miré mis brazos los cuales lucían marcados por piquetes. Rebusqué en mi memoria sobre ese pequeño y lúcido momento en que me encontraba perdida en medio de ese último gran dolor cuando la vi a ella.
¿Acaso él había hecho mi agonía más corta y me había limpiado por completo para que ya no sufriera?, ¿Por qué iba él a hacer eso?
Mis ojos se abrieron de repente y voltearon a verlo al escuchar su confesión.
-¿Qué… dijiste? –susurré sin estar segura de sus palabras y pensando en que quizás las había imaginado. Si bien alguna vez me lo había dicho entre letras hace algunos días, el escucharlo de su viva voz era algo completamente diferente. Era tan real que no supe decir nada.
Me quedé inmutada mientras seguía hablando, no podía creer lo que estaba escuchando ni tampoco entendía el porque me lo estaba diciendo. Su rostro demacrado y cansado me estaba matando y fue entonces cuando mi corazón no pudo más y sentí como lentamente se ablandaba al mismo tiempo en que mis pulmones iban perdiendo todo el aire olvidándome de respirar.
Él tenía razón… lo había estado rechazando todo este tiempo hasta el hartazgo y si sus sentimientos eran verdaderos entonces la que había estado siendo cruel todo este tiempo era yo al haber desconfiado de él. Sentí mis ojos caerse de la tristeza al darme cuenta en lo que me había convertido, el orgullo me había sobrepasado esta vez.
Finalmente el vampiro hizo su última oferta para finalizar de una vez por todas todo este mal entendido, él se había rendido y tan solo lo miré ahí sentado tomándose las manos esperando escuchar que le pidiera lo que me había llevado hasta él.
Un largo silencio invadió el cuarto y ambos nos miramos, él sabía lo que yo quería y yo sabía que contestarle sin embargo, no sería la respuesta que él esperaba.
-…no puedo. –susurré finalmente mirando mis rodillas. Doblé mis piernas y las junté a mi pecho para rodearlas con mis brazos. –Lo siento mucho. –mis palabras apenas eran audibles. Me sentí avergonzada por no saber en dónde comenzar.
-Yo… nunca te hablé de Stéfano. No me gustaba tocar el tema puesto a que no sabía si seguía con vida y eso me perturbaba. –seguí abrazando mis piernas con la mirada baja mientras hablaba. –Él me dio un hogar cuando mi tutora me echó a la calle y no tenía nada, en una ocasión incluso… -sonreí al recordar aquél momento -…incluso me salvó de ir a prisión por robar comida. –hice un breve silencio mientras recordaba aquél día en que lo había conocido. Aquél día estaba teniendo tanta hambre que se me había hecho fácil robar una pieza de pan del mercado junto a más cosas, pero el dueño del puesto me había visto tomar aquello haciendo un escándalo y llamando la atención de todo el pueblo; cuando el brujo me vio amablemente pagó todo y me llevó a su lado. Sonreí tiernamente al recordar ese día, pero a sabiendas de lo que venía la sonrisa no duró mucho tiempo en mi rostro. –Cuando lo vi por última vez me confesó que era un brujo perseguido por los inquisidores. –suspiré. -Yo era una niña muy inocente, ilusa… pero sobre todo enamorada. Hubiera ido con él hasta el fin del mundo si él me lo hubiera permitido. –Y ahí estaba de nuevo esa niña que tantos años había estado escondiendo en el fondo de mí, la que se enamoró una vez y ahora le avergonzaba admitirlo.
Volví a dirigir mi mirada al vampiro. –Esa noche hicimos un plan de escape y cada quien empacó sus cosas para poder huir… pero cuando desperté Stéfano ya se había ido. –Traté de sonreír de nuevo aparentando que la situación ahora me causaba gracia, sin embargo el recordar el dolor de aquella niña me impedían dibujar una sonrisa. –En ese instante me di cuenta de que yo era demasiado débil para él… ¿Qué podía hacer una humana cómplice de un brujo huyendo de inquisidores? -sentí la mirada del vampiro encima de mi sin perder ni un solo detalle, lo cual me hizo sentir avergonzada de nuevo. Suspiré tratando de recuperar la neutralidad y mire al frente de nuevo. -…luego llegué a pensar que quizás habían dado con él y se lo habían llevado para matarlo. Odio ese dolor. –mi cara se arrugo llena de coraje mientras me lamentaba y las gotas se derramaban sobre mis mejillas. –Cuando amas a alguien es tan perfecto… que te entregas por completo sin problemas. Pero si se va… también se lo lleva todo y sientes que ya no eres nada. –Escondí mi cabeza entre mis rodillas para poder perderme entre sollozos.
Finalmente las razones de mis continuos rechazos a volver a sentir parecían haber sido aclaradas y me había sincerado con Lucciano, sin embargo aún faltaba algo más que aclarar.
Me limpié con mis rodillas la cara para evitar que Lucciano me viera en ese estado y me sequé con las manos antes de dirigirme a él.
-Cuando te fuiste él decidió aparecer… le he confesado por qué estoy contigo y no lo ha tomado muy bien. No me hubiera importado su reacción si no fuera porque… -“ha llegado a un acuerdo con la iglesia y ahora será un inquisidor.” estuve a punto de decir pero por fortuna me detuve a tiempo. Recordé de pronto la guerra que Lucciano tenía con ellos y su rencor contra todo el dolor que le habían causado al encerrarlo. Él no podía enterarse que Stéfano sería parte de aquél ejército y que yo no quería meterlo en problemas o que por mi culpa fueran hacia Lucciano. Ninguno de los dos debía de salir dañado. -…olvídalo, solo... es mi decisión final. –finalicé.
Rápidamente miré hacia todas partes en busca de algo de ropa al mismo tiempo en que extendí mis piernas y me acomodé en la orilla de la cama frente a Lucciano.
-Me iré… -lo miré a los ojos. -…al ya no haber trato entre nosotros quizá no tenga caso que siga viviendo aquí ¿No crees? –traté de sonreír pero se me había hecho imposible. –…y no hace falta que menciones lo que dijiste, yo siempre me acuerdo de ti aunque no quiera Lucciano. –me estiré un poco para tomarle las manos. -¿Sabes? Cuando desapareció Stéfano me prometí a mí misma no volver a querer a nadie más que no fuera a mi. Ahora que ha vuelto me doy cuenta de que siempre lo voy a querer… -me quedé en silencio un largo momento pareciendo que había concluido con lo que tenía que decir, sin embargo aún trataba de juntar valor y pensar en las palabras correctas.
Un pequeño silencio incómodo y mis mejillas se sintieron algo tibias, había decidido que si ya no lo iba a volver a ver, entonces tenía que renunciar a mi orgullo solo por esta vez para revelar lo que aún me había estado guardando. -…pero por más que traté de negarlo jamás imaginé lo mucho que llegaría a sentir por ti. -apreté fuerte sus manos. -Espero que puedas perdonarme algún día por haberte condenado a esto.
-Hjm… -reí sarcásticamente para mis adentros al escuchar su forma de hablar de ella. Así era ese hombre viendo a todo como un objeto del cual podía hacer suyo o un negocio que podía abrir y cerrar de acuerdo a su conveniencia.
Suspiré harta de sus palabras, las hacía sonar tan ciertas que mi corazón comenzaba a ablandarse creyéndolas. ¿Por qué me estaría dando pretextos de cualquier modo? Por otro lado, algo dentro de mí me hacía sentir aliviada al escuchar que ella estaba intacta en cualquier sentido. ¿Debía de creerle?, ¿Por qué me importaba tanto?
Inmediatamente mis manos quedaron libres y me enderecé sobre la cama para sobarme las muñecas recién desatadas y adoloridas. Trataba de no ponerle mucha atención a sus palabras que tan solo me enredaban y me hacían sentir mal conmigo misma dudando de lo que había estado pensando. ¿Y si ya no era yo y él me seguía controlando?
“Cierra los ojos y búscalo. Ya no está.”
¿Cómo había dicho? Era imposible…
Mis ojos voltearon a verlo con extrañeza y él de inmediato supo que yo aún no me había dado cuenta que dentro de mí ya no existía ningún rastro de su sangre. Permanecí en silencio y sorprendida pensando para mis adentros esperando a que me contestara dentro de mi mente o se metiera a ver lo que pensaba como siempre solía hacerlo.
Nada.
Él realmente lo había hecho y me había dejado libre, ya no era más su esclava de sangre.
Bajé mi mirada lentamente y miré mis brazos los cuales lucían marcados por piquetes. Rebusqué en mi memoria sobre ese pequeño y lúcido momento en que me encontraba perdida en medio de ese último gran dolor cuando la vi a ella.
¿Acaso él había hecho mi agonía más corta y me había limpiado por completo para que ya no sufriera?, ¿Por qué iba él a hacer eso?
Mis ojos se abrieron de repente y voltearon a verlo al escuchar su confesión.
-¿Qué… dijiste? –susurré sin estar segura de sus palabras y pensando en que quizás las había imaginado. Si bien alguna vez me lo había dicho entre letras hace algunos días, el escucharlo de su viva voz era algo completamente diferente. Era tan real que no supe decir nada.
Me quedé inmutada mientras seguía hablando, no podía creer lo que estaba escuchando ni tampoco entendía el porque me lo estaba diciendo. Su rostro demacrado y cansado me estaba matando y fue entonces cuando mi corazón no pudo más y sentí como lentamente se ablandaba al mismo tiempo en que mis pulmones iban perdiendo todo el aire olvidándome de respirar.
Él tenía razón… lo había estado rechazando todo este tiempo hasta el hartazgo y si sus sentimientos eran verdaderos entonces la que había estado siendo cruel todo este tiempo era yo al haber desconfiado de él. Sentí mis ojos caerse de la tristeza al darme cuenta en lo que me había convertido, el orgullo me había sobrepasado esta vez.
Finalmente el vampiro hizo su última oferta para finalizar de una vez por todas todo este mal entendido, él se había rendido y tan solo lo miré ahí sentado tomándose las manos esperando escuchar que le pidiera lo que me había llevado hasta él.
Un largo silencio invadió el cuarto y ambos nos miramos, él sabía lo que yo quería y yo sabía que contestarle sin embargo, no sería la respuesta que él esperaba.
-…no puedo. –susurré finalmente mirando mis rodillas. Doblé mis piernas y las junté a mi pecho para rodearlas con mis brazos. –Lo siento mucho. –mis palabras apenas eran audibles. Me sentí avergonzada por no saber en dónde comenzar.
-Yo… nunca te hablé de Stéfano. No me gustaba tocar el tema puesto a que no sabía si seguía con vida y eso me perturbaba. –seguí abrazando mis piernas con la mirada baja mientras hablaba. –Él me dio un hogar cuando mi tutora me echó a la calle y no tenía nada, en una ocasión incluso… -sonreí al recordar aquél momento -…incluso me salvó de ir a prisión por robar comida. –hice un breve silencio mientras recordaba aquél día en que lo había conocido. Aquél día estaba teniendo tanta hambre que se me había hecho fácil robar una pieza de pan del mercado junto a más cosas, pero el dueño del puesto me había visto tomar aquello haciendo un escándalo y llamando la atención de todo el pueblo; cuando el brujo me vio amablemente pagó todo y me llevó a su lado. Sonreí tiernamente al recordar ese día, pero a sabiendas de lo que venía la sonrisa no duró mucho tiempo en mi rostro. –Cuando lo vi por última vez me confesó que era un brujo perseguido por los inquisidores. –suspiré. -Yo era una niña muy inocente, ilusa… pero sobre todo enamorada. Hubiera ido con él hasta el fin del mundo si él me lo hubiera permitido. –Y ahí estaba de nuevo esa niña que tantos años había estado escondiendo en el fondo de mí, la que se enamoró una vez y ahora le avergonzaba admitirlo.
Volví a dirigir mi mirada al vampiro. –Esa noche hicimos un plan de escape y cada quien empacó sus cosas para poder huir… pero cuando desperté Stéfano ya se había ido. –Traté de sonreír de nuevo aparentando que la situación ahora me causaba gracia, sin embargo el recordar el dolor de aquella niña me impedían dibujar una sonrisa. –En ese instante me di cuenta de que yo era demasiado débil para él… ¿Qué podía hacer una humana cómplice de un brujo huyendo de inquisidores? -sentí la mirada del vampiro encima de mi sin perder ni un solo detalle, lo cual me hizo sentir avergonzada de nuevo. Suspiré tratando de recuperar la neutralidad y mire al frente de nuevo. -…luego llegué a pensar que quizás habían dado con él y se lo habían llevado para matarlo. Odio ese dolor. –mi cara se arrugo llena de coraje mientras me lamentaba y las gotas se derramaban sobre mis mejillas. –Cuando amas a alguien es tan perfecto… que te entregas por completo sin problemas. Pero si se va… también se lo lleva todo y sientes que ya no eres nada. –Escondí mi cabeza entre mis rodillas para poder perderme entre sollozos.
Finalmente las razones de mis continuos rechazos a volver a sentir parecían haber sido aclaradas y me había sincerado con Lucciano, sin embargo aún faltaba algo más que aclarar.
Me limpié con mis rodillas la cara para evitar que Lucciano me viera en ese estado y me sequé con las manos antes de dirigirme a él.
-Cuando te fuiste él decidió aparecer… le he confesado por qué estoy contigo y no lo ha tomado muy bien. No me hubiera importado su reacción si no fuera porque… -“ha llegado a un acuerdo con la iglesia y ahora será un inquisidor.” estuve a punto de decir pero por fortuna me detuve a tiempo. Recordé de pronto la guerra que Lucciano tenía con ellos y su rencor contra todo el dolor que le habían causado al encerrarlo. Él no podía enterarse que Stéfano sería parte de aquél ejército y que yo no quería meterlo en problemas o que por mi culpa fueran hacia Lucciano. Ninguno de los dos debía de salir dañado. -…olvídalo, solo... es mi decisión final. –finalicé.
Rápidamente miré hacia todas partes en busca de algo de ropa al mismo tiempo en que extendí mis piernas y me acomodé en la orilla de la cama frente a Lucciano.
-Me iré… -lo miré a los ojos. -…al ya no haber trato entre nosotros quizá no tenga caso que siga viviendo aquí ¿No crees? –traté de sonreír pero se me había hecho imposible. –…y no hace falta que menciones lo que dijiste, yo siempre me acuerdo de ti aunque no quiera Lucciano. –me estiré un poco para tomarle las manos. -¿Sabes? Cuando desapareció Stéfano me prometí a mí misma no volver a querer a nadie más que no fuera a mi. Ahora que ha vuelto me doy cuenta de que siempre lo voy a querer… -me quedé en silencio un largo momento pareciendo que había concluido con lo que tenía que decir, sin embargo aún trataba de juntar valor y pensar en las palabras correctas.
Un pequeño silencio incómodo y mis mejillas se sintieron algo tibias, había decidido que si ya no lo iba a volver a ver, entonces tenía que renunciar a mi orgullo solo por esta vez para revelar lo que aún me había estado guardando. -…pero por más que traté de negarlo jamás imaginé lo mucho que llegaría a sentir por ti. -apreté fuerte sus manos. -Espero que puedas perdonarme algún día por haberte condenado a esto.
Lilith O'Hara- Prostituta Clase Baja
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Re: Into the Fire
-Lo eres. Eres libre, rompiste el vínculo y yo no te lo impedí. -Ante su incredulidad tuvo que repetírselo.
Luego el silencio invadió la habitación, por primera vez en mucho tiempo uno de esos silencios tensos que cortaban casi el aire. Él espero paciente, observando cada uno de sus rasgos, intentando leer que pensamientos rondaban por su mente. Si lo hubiese deseaba podría habérsela leída, pero era un gasto de energía que ahora no podía permitirse gastar ante tal debilidad.
Pidió disculpas, y él simplemente suspiró desviando su mirada a los trazos bordados en las sábanas, los acarició aparentemente distraído mientras ella contaba aquella historia, mientras caía sobre su pecho un puñal tras otro.
La historia se volvía a repetir, donde había otro que le hacía sentir más hondo, donde los negocios habían ido más allá confundiéndolos, pero eso era, simples negocios. ¿Pero era todo tan real para él? Por una vez lo tenía demasiado claro, y había tomado la valentía de admitir que podía sentir como un humano, que podía apartar aquel monstruo que amaba de él mismo, aquel depredador sin escrúpulos, amante del miedo ajeno y algo sádico para satisfacer aquellas ansias de sangre y muerte que ya poseía antes de haber probado el bocado de la inmortalidad.
-Eres mi heredera, ya te lo dije cuando te marchaste… -Solo dijo, ella sentía algo, pero no era aquel sentimiento correspondido; al menos no le había traicionado y eso era de agradecer. Al menos iba con los sentimientos por delante. -La mitad de mis negocios son tuyos, eres mi socia y debes seguir gestionándolo. Igualmente cumplo mis promesas, prefiero ser yo quien te haga inmortal a cualquier estúpido… Solo tienes que avisarme y lo haré.
Se levantó callado y se acercó a una de las ventanas, abrió la cortina y dejó entrar un poco la luz del sol, pensativo jugo con la luz con su mano mientras sentía que la piel se quemaba y luego se regeneraba.
¿Estaba siendo demasiado benévolo? No, estaba cansado y la amaba lo suficiente para procurarle todo el bien del mundo y asegurarle una buena vida y feliz. La amaba mucho, tanto que dolía, pero no quería que sufriera, no quería echarla a la calle como los perros, le deseaba lo mejor. “Ojalá pudiese odiarla”, pensó ante aquel sentimiento que le procuraría un desvinculo más tajante, si la odiase sería fácil… Tan fácil que capaz sería de matarla para acabar con el problema, pero no… Todo era muy al contrario e imaginarla muerta, era como sentir que él mismo moría.
-Puedes quedarte en la Villa, puedes seguir ocupando tu habitación. -Cerró la cortina y volvió hacía ella. Sus ojos habían cambiado, ya no eran tristes, eran neutrales. Sus pupilas eran enormes, oscurecía el azul de sus ojos y su gesto hierático al igual que su voz. Era como si se hubiese colocado una máscara para no asomar sus sentimientos humanos, era como si se hubiese apagado. -Me marcharé un tiempo con Pietro, tengo una casa en la campiña francesa, el aire libre me vendrá bien. Aunque volveré, y seguiré mandando cartas, no he resuelto aún el asunto de los inquisidores.
Se arrodillo sobre la cama, para seguir escuchándola. Y ella le tomó ambas manos con fuerza y revelo su sentir por él.
La miraba, y veía tanta belleza en ella, tan apetecible… Y en sus ojos, un igual, se veía a él mismo. Si ella supiera lo parecidos que eran.
Sin darse cuenta estaba encima de ella, la atrapaba con su cuerpo. Tomó aire y la besó, suave, lento… Sus manos se deslizaron por su cuerpo, dibujaron su figura, su cuerpo se aferró al de ella.
Se dejaba llevar hasta que… Despertó y se apartó de ella, quedando sentado en la cama.
Ella le pedía perdón y él se silenció. Realmente la perdonaba, no podía empujarla a que le amase obligatoriamente, pero no se lo diría.
-Creo que debo marcharme,… -Carraspeó por un momento perdió el control. -… y tú debes descansar estas débil. -Dijo un tanto firme. "Sé feliz..." pensó
Luego el silencio invadió la habitación, por primera vez en mucho tiempo uno de esos silencios tensos que cortaban casi el aire. Él espero paciente, observando cada uno de sus rasgos, intentando leer que pensamientos rondaban por su mente. Si lo hubiese deseaba podría habérsela leída, pero era un gasto de energía que ahora no podía permitirse gastar ante tal debilidad.
Pidió disculpas, y él simplemente suspiró desviando su mirada a los trazos bordados en las sábanas, los acarició aparentemente distraído mientras ella contaba aquella historia, mientras caía sobre su pecho un puñal tras otro.
La historia se volvía a repetir, donde había otro que le hacía sentir más hondo, donde los negocios habían ido más allá confundiéndolos, pero eso era, simples negocios. ¿Pero era todo tan real para él? Por una vez lo tenía demasiado claro, y había tomado la valentía de admitir que podía sentir como un humano, que podía apartar aquel monstruo que amaba de él mismo, aquel depredador sin escrúpulos, amante del miedo ajeno y algo sádico para satisfacer aquellas ansias de sangre y muerte que ya poseía antes de haber probado el bocado de la inmortalidad.
-Eres mi heredera, ya te lo dije cuando te marchaste… -Solo dijo, ella sentía algo, pero no era aquel sentimiento correspondido; al menos no le había traicionado y eso era de agradecer. Al menos iba con los sentimientos por delante. -La mitad de mis negocios son tuyos, eres mi socia y debes seguir gestionándolo. Igualmente cumplo mis promesas, prefiero ser yo quien te haga inmortal a cualquier estúpido… Solo tienes que avisarme y lo haré.
Se levantó callado y se acercó a una de las ventanas, abrió la cortina y dejó entrar un poco la luz del sol, pensativo jugo con la luz con su mano mientras sentía que la piel se quemaba y luego se regeneraba.
¿Estaba siendo demasiado benévolo? No, estaba cansado y la amaba lo suficiente para procurarle todo el bien del mundo y asegurarle una buena vida y feliz. La amaba mucho, tanto que dolía, pero no quería que sufriera, no quería echarla a la calle como los perros, le deseaba lo mejor. “Ojalá pudiese odiarla”, pensó ante aquel sentimiento que le procuraría un desvinculo más tajante, si la odiase sería fácil… Tan fácil que capaz sería de matarla para acabar con el problema, pero no… Todo era muy al contrario e imaginarla muerta, era como sentir que él mismo moría.
-Puedes quedarte en la Villa, puedes seguir ocupando tu habitación. -Cerró la cortina y volvió hacía ella. Sus ojos habían cambiado, ya no eran tristes, eran neutrales. Sus pupilas eran enormes, oscurecía el azul de sus ojos y su gesto hierático al igual que su voz. Era como si se hubiese colocado una máscara para no asomar sus sentimientos humanos, era como si se hubiese apagado. -Me marcharé un tiempo con Pietro, tengo una casa en la campiña francesa, el aire libre me vendrá bien. Aunque volveré, y seguiré mandando cartas, no he resuelto aún el asunto de los inquisidores.
Se arrodillo sobre la cama, para seguir escuchándola. Y ella le tomó ambas manos con fuerza y revelo su sentir por él.
La miraba, y veía tanta belleza en ella, tan apetecible… Y en sus ojos, un igual, se veía a él mismo. Si ella supiera lo parecidos que eran.
Sin darse cuenta estaba encima de ella, la atrapaba con su cuerpo. Tomó aire y la besó, suave, lento… Sus manos se deslizaron por su cuerpo, dibujaron su figura, su cuerpo se aferró al de ella.
Se dejaba llevar hasta que… Despertó y se apartó de ella, quedando sentado en la cama.
Ella le pedía perdón y él se silenció. Realmente la perdonaba, no podía empujarla a que le amase obligatoriamente, pero no se lo diría.
-Creo que debo marcharme,… -Carraspeó por un momento perdió el control. -… y tú debes descansar estas débil. -Dijo un tanto firme. "Sé feliz..." pensó
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Re: Into the Fire
En medio del sentimiento de culpa y la sensibilidad al haber abierto mi corazón frente a él en todos los sentidos por primera vez, el vampiro solamente siguió hablando de negocios como si mis palabras no le importaran. Pero una vez noté como el vampiro jugaba con el rayo de luz sobre su mano entendí que lo único que hacía era tratar de camuflar su dolor interior con uno físico, sin embargo aquello no sería suficiente.
Estaba segura de que el vampiro podía sentirme todavía de la misma forma en que yo lo sentía a él, desde luego no con sus poderes inmortales si no con el alma humana que aún residía dentro de su cuerpo y tercamente seguía tratando de esconder. Por un lado entendía sus ganas de dejar de sentir, sin embargo temía porque en el camino dejara salir de nuevo a ese monstruo sin escrúpulos que muchas veces llegaba a asustarme.
-Ya no quiero herirte… -susurré después de confesarle cuanto lo quería. Se lo debía después de todo sin embargo, sabía que ya no podía seguir a su lado si no quería ponerlo en peligro o que se enfrentara con Stéfano si este llegaba a buscarme.
Me perdí en su mirada apagada esperando su perdón por no haber confiado en él como se lo juré desde el día en que lo había conocido, y también a que me dijera que a pesar de no darle ninguna razón lógica de mi ausencia él lo entendiera. En vez de eso sus labios atraparon a los míos.
Lo sentí tan cerca de mío de repente, fue ahí cuando supe que aquél corazón humano del que me había enamorado me estaba dando un último beso sincero antes de separarnos. Cerré los ojos y me dejé llevar para aprovechar al máximo cada momento, subí mis manos por sobre sus brazos, sus hombros, su cuello y hasta llegar a su rostro; lo sujeté tan fuerte que por un momento pensé que de alguna forma así podría llevármelo conmigo siempre.
Muy pronto su cuerpo ya estaba encima del mío acariciándome de una manera desesperada y aunque sabía dentro de mí que aquello no era lo más correcto aún me sentía débil como para empujarlo. Quizá mis labios de cualquier manera podían haberse despegado y pedirle que se detuviera pero, temía tanto el momento en que nuestros rostros se despegaran que una lágrima rodó por mi mejilla hasta desvanecerse sobre nuestros labios.
Quise abrazarlo y dejé mis manos resbalar hasta su cuello sin embargo luego me arrepentí tanto de haber soltar su rostro porque fue en ese mismo instante en el que Lucciano despertó de nuestro bello sueño alejándose de mi cuerpo.
Me quedé acostada con la respiración tan solo un poco agitada y sin decir nada, no insistí en que regresara y lo dejé que se quedara ahí sentado a un lado mío.
Un silencio incómodo se apoderó de todo mientras en el aire se iba desvaneciendo aquella última muestra de cariño.
Él habló primero anunciando su ausencia.
-No… -susurré sin mucha fuerza mirando hacia el techo. –Tengo miedo de que me dejes ahora… -hablé en tono quedo sin estar segura de querer que me escuchara o no. Sabía que aquello no era un deber sino más bien una huida antes de que yo tuviera la energía suficiente para dejar la casa.
Los papeles se invirtieron de pronto y ahora era él quien me estaba dejando, sin embargo tenía el presentimiento de lo que estaba tramando y eso me perturbaba. Temía volver a ver que el vampiro frío y sin corazón regresara mientras estaba lejos de mi y que a su regreso me imprimiera un mal recuerdo antes de dejarme ir.
Su voz se volvió dura y firme después.
-Entiendo que no pueda irme por ahora… -llevé mi mano más cercana hasta su brazo para sujetarlo. Lucciano seguía sin verme. -…pero no me dejes recuperándome aquí yo sola. -apreté su brazo con más fuerza con la esperanza de poder retenerlo a mi lado.
Estaba segura de que el vampiro podía sentirme todavía de la misma forma en que yo lo sentía a él, desde luego no con sus poderes inmortales si no con el alma humana que aún residía dentro de su cuerpo y tercamente seguía tratando de esconder. Por un lado entendía sus ganas de dejar de sentir, sin embargo temía porque en el camino dejara salir de nuevo a ese monstruo sin escrúpulos que muchas veces llegaba a asustarme.
-Ya no quiero herirte… -susurré después de confesarle cuanto lo quería. Se lo debía después de todo sin embargo, sabía que ya no podía seguir a su lado si no quería ponerlo en peligro o que se enfrentara con Stéfano si este llegaba a buscarme.
Me perdí en su mirada apagada esperando su perdón por no haber confiado en él como se lo juré desde el día en que lo había conocido, y también a que me dijera que a pesar de no darle ninguna razón lógica de mi ausencia él lo entendiera. En vez de eso sus labios atraparon a los míos.
Lo sentí tan cerca de mío de repente, fue ahí cuando supe que aquél corazón humano del que me había enamorado me estaba dando un último beso sincero antes de separarnos. Cerré los ojos y me dejé llevar para aprovechar al máximo cada momento, subí mis manos por sobre sus brazos, sus hombros, su cuello y hasta llegar a su rostro; lo sujeté tan fuerte que por un momento pensé que de alguna forma así podría llevármelo conmigo siempre.
Muy pronto su cuerpo ya estaba encima del mío acariciándome de una manera desesperada y aunque sabía dentro de mí que aquello no era lo más correcto aún me sentía débil como para empujarlo. Quizá mis labios de cualquier manera podían haberse despegado y pedirle que se detuviera pero, temía tanto el momento en que nuestros rostros se despegaran que una lágrima rodó por mi mejilla hasta desvanecerse sobre nuestros labios.
Quise abrazarlo y dejé mis manos resbalar hasta su cuello sin embargo luego me arrepentí tanto de haber soltar su rostro porque fue en ese mismo instante en el que Lucciano despertó de nuestro bello sueño alejándose de mi cuerpo.
Me quedé acostada con la respiración tan solo un poco agitada y sin decir nada, no insistí en que regresara y lo dejé que se quedara ahí sentado a un lado mío.
Un silencio incómodo se apoderó de todo mientras en el aire se iba desvaneciendo aquella última muestra de cariño.
Él habló primero anunciando su ausencia.
-No… -susurré sin mucha fuerza mirando hacia el techo. –Tengo miedo de que me dejes ahora… -hablé en tono quedo sin estar segura de querer que me escuchara o no. Sabía que aquello no era un deber sino más bien una huida antes de que yo tuviera la energía suficiente para dejar la casa.
Los papeles se invirtieron de pronto y ahora era él quien me estaba dejando, sin embargo tenía el presentimiento de lo que estaba tramando y eso me perturbaba. Temía volver a ver que el vampiro frío y sin corazón regresara mientras estaba lejos de mi y que a su regreso me imprimiera un mal recuerdo antes de dejarme ir.
Su voz se volvió dura y firme después.
-Entiendo que no pueda irme por ahora… -llevé mi mano más cercana hasta su brazo para sujetarlo. Lucciano seguía sin verme. -…pero no me dejes recuperándome aquí yo sola. -apreté su brazo con más fuerza con la esperanza de poder retenerlo a mi lado.
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Re: Into the Fire
"Puedes odiarme,
puedes llorarme.
Pero ya, da igual.
No habrá reproches,
No habrá más noches,
Que recordar."
-El último pétalo, by Estirpe-
puedes llorarme.
Pero ya, da igual.
No habrá reproches,
No habrá más noches,
Que recordar."
-El último pétalo, by Estirpe-
Las prisas inundaron su cuerpo, y sus piernas sentían la necesidad de abandonar la habitación enseguida. No quería el arrepentimiento comenzará a hacer mella de él en cuanto a la decisión tomada. Debía de huir de allí, el dolor, aunque no era físico se hacía latente en su mente, y no quería sentirlo, ni liberarlo mediante lágrimas, solo había una manera y podía sentir como aquellas ansias naturales comenzaban a poseer su instinto animal.
Ella volvió a hablar, en lo que pareció un ruego. No terminaba de soltarle, a pesar de todo su rechazo, no quería liberarle y era contradictorio y confuso. “Sé feliz, sé valiente… Ha sido tu decisión no la mía.” Pensaba.
El vampiro apretó la mandíbula con fuerza justo cuando su mano iba a tomar el pomo de la puerta, un gesto de duda, y luego abrió la puerta.
Un movimiento de cabeza leve, como si se acomodase el cuello y unos ojos oscuros carentes del sentir que se volvieron a ella.
-No tienes que irte a ningún lugar, este es tu hogar. -Su voz tan suya, tan aterciopelada a veces y estremecedora, con su caricia atrayente estaba ahí, llena de una neutralidad que solo él podía crear como ilusión de lo debía de sentir. -Vendrán para cuidarte, no estarás solas, además ellos ya te conocen a ti y tú a ellos. Están para servirnos.
Colmillos que dentro en su boca, sentía el paladear del depredador que tiene sed de muerte y sangre, que ansía del miedo ajeno y el goce de olerlo en la victima. Ahí estaba el monstruo, arañando todo lo que podía para apoderarse de en desde su interior, intentando apagar el interruptor de emociones. Una piel con la que se sentía más cómodo y seguro.
No hubo más palabras, ni miradas. La puerta se cerró tras él abandonándola en aquella habitación vacía.
Lucciano apoyo su espalda contra la puerta por unos segundos, parecía que no solo se había cerrado una puerta literalmente, había una metáfora dentro de todo aquello, donde otra puerta le costaba tirar su llave ante ello.
Tomó aire y lo soltó con fuera. El vampiro comenzó a caminar por el pasillo a paso ligero, decidido. En su camino una de las sirvientas que se dirigía al cuarto de Lilith fue tomada de su brazo improvisto por el vampiro que apenas la miro.
No hubo mucha resistencia, ni tuvo que ejercer fuerza, ya que ella con pasos torpes y rápido le siguió hasta la habitación donde él la condujo y de un portazo cerró la puerta.
Poca discreción hubo en la habitación cuando una mezcla de gemidos placenteros invadió los corredores, mezclado luego con súplicas tardías y gritos de terror… Luego el mortuorio silencio que anunciaba la creación de una nueva víctima humana inocente, un silencio que anunciaba, además, la apertura de otra puerta que hacía mucho tiempo había abandonado. En la mansión aún no se sabía que aquella chica no sería la primera víctima, ya que vendrían mucho más y con ello la disminución del servicio para satisfacer los oscuros deseos de su señor, que había abierto la puerta al sádico monstruo que disfrutaba con aquel tipo de orgías de sangre.
Más que la muerte de aquella mujer en esa noche, era la muerte de una humanidad descubierta y la liberación de un inmortal de miles de años que tenía como deleite apagar vidas. El terror era de nuevo bienvenido.
Ella volvió a hablar, en lo que pareció un ruego. No terminaba de soltarle, a pesar de todo su rechazo, no quería liberarle y era contradictorio y confuso. “Sé feliz, sé valiente… Ha sido tu decisión no la mía.” Pensaba.
El vampiro apretó la mandíbula con fuerza justo cuando su mano iba a tomar el pomo de la puerta, un gesto de duda, y luego abrió la puerta.
Un movimiento de cabeza leve, como si se acomodase el cuello y unos ojos oscuros carentes del sentir que se volvieron a ella.
-No tienes que irte a ningún lugar, este es tu hogar. -Su voz tan suya, tan aterciopelada a veces y estremecedora, con su caricia atrayente estaba ahí, llena de una neutralidad que solo él podía crear como ilusión de lo debía de sentir. -Vendrán para cuidarte, no estarás solas, además ellos ya te conocen a ti y tú a ellos. Están para servirnos.
Colmillos que dentro en su boca, sentía el paladear del depredador que tiene sed de muerte y sangre, que ansía del miedo ajeno y el goce de olerlo en la victima. Ahí estaba el monstruo, arañando todo lo que podía para apoderarse de en desde su interior, intentando apagar el interruptor de emociones. Una piel con la que se sentía más cómodo y seguro.
No hubo más palabras, ni miradas. La puerta se cerró tras él abandonándola en aquella habitación vacía.
Lucciano apoyo su espalda contra la puerta por unos segundos, parecía que no solo se había cerrado una puerta literalmente, había una metáfora dentro de todo aquello, donde otra puerta le costaba tirar su llave ante ello.
Tomó aire y lo soltó con fuera. El vampiro comenzó a caminar por el pasillo a paso ligero, decidido. En su camino una de las sirvientas que se dirigía al cuarto de Lilith fue tomada de su brazo improvisto por el vampiro que apenas la miro.
No hubo mucha resistencia, ni tuvo que ejercer fuerza, ya que ella con pasos torpes y rápido le siguió hasta la habitación donde él la condujo y de un portazo cerró la puerta.
Poca discreción hubo en la habitación cuando una mezcla de gemidos placenteros invadió los corredores, mezclado luego con súplicas tardías y gritos de terror… Luego el mortuorio silencio que anunciaba la creación de una nueva víctima humana inocente, un silencio que anunciaba, además, la apertura de otra puerta que hacía mucho tiempo había abandonado. En la mansión aún no se sabía que aquella chica no sería la primera víctima, ya que vendrían mucho más y con ello la disminución del servicio para satisfacer los oscuros deseos de su señor, que había abierto la puerta al sádico monstruo que disfrutaba con aquel tipo de orgías de sangre.
Más que la muerte de aquella mujer en esa noche, era la muerte de una humanidad descubierta y la liberación de un inmortal de miles de años que tenía como deleite apagar vidas. El terror era de nuevo bienvenido.
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Re: Into the Fire
Él se había levantado tan rápido de la cama que me hizo soltarlo. Nunca se dignó nisiquiera a mirarme y solo así sin decir nada se dirigió a la puerta.
-¡Lucciano! –alcé la voz un poco mientras me sentaba de nuevo tratando de atraerlo sin éxito pero, al escucharme decir su nombre por el fin el vampiro volteó a verme... y posó sus ojos en mi como hacía mucho que no lo había hecho.
Sentí un golpe en mi pecho que me dejó muda; su gesto fruncido, la voz dura con la que hablaba y su mirada apagada e indiferente me lo transmitía todo... Y lo peor es que no podía reclamar ni decirle nada, sabía muy bien que yo misma había provocado aquella indiferencia.
No podia hacer ya nada, quizás… eso era lo correcto.
-Está bien… -dije en un tono muy bajo apenas audible mientras bajé la mirada. -Gracias... -susurré una vez más tan sólo esperando a que se fuera y cruzara la puerta.
Silencio, mucho silencio hubo despues de aquel sonido de la puerta al cerrarse… ¿Y ahora que seguía?, ¿Cómo debería actuar con él mientras estuviera dentro de su casa?, ¿Cuándo sería capás de irme por fin de este lugar?
De pronto unos ruidos interrumpieron los pensamientos dentro de mi cabeza.
Gire mi cabeza como si mi vista fuera capás de atravesar las paredes y así encontrar de donde provenía aquello. Los gemidos de placer eran provenientes de algunos cuantos cuartos lejanos, pero no había que ser muy inteligente para darme cuenta de que era el cuarto de Lucciano.
La simple idea de imaginarlo besando y tocando a otra mujer me dolía... Pero no había nada que hacer ni porque reclamar, lo peor era que yo lo había orillado a olvidarse de mi de cualquier manera y Lucciano ya lo estaba llevando a cabo ahora mismo.
Alcancé una de las almohadas sobre la misma cama y me la enrolle sobre mi cabeza apretando fuerte sobre mis orejas para cubrirlas, no podía soportar más ese escándalo...
El ruido cesó muy rápido pero equivocadamente en ese momento yo estaba segura de que volvería a escucharlo de nuevo más tarde, así que me acosté sin dejar de cubrirme mis oídos hasta quedarme dormida deseando nuevamente no despertar jamás.
-¡Lucciano! –alcé la voz un poco mientras me sentaba de nuevo tratando de atraerlo sin éxito pero, al escucharme decir su nombre por el fin el vampiro volteó a verme... y posó sus ojos en mi como hacía mucho que no lo había hecho.
Sentí un golpe en mi pecho que me dejó muda; su gesto fruncido, la voz dura con la que hablaba y su mirada apagada e indiferente me lo transmitía todo... Y lo peor es que no podía reclamar ni decirle nada, sabía muy bien que yo misma había provocado aquella indiferencia.
No podia hacer ya nada, quizás… eso era lo correcto.
-Está bien… -dije en un tono muy bajo apenas audible mientras bajé la mirada. -Gracias... -susurré una vez más tan sólo esperando a que se fuera y cruzara la puerta.
Silencio, mucho silencio hubo despues de aquel sonido de la puerta al cerrarse… ¿Y ahora que seguía?, ¿Cómo debería actuar con él mientras estuviera dentro de su casa?, ¿Cuándo sería capás de irme por fin de este lugar?
De pronto unos ruidos interrumpieron los pensamientos dentro de mi cabeza.
Gire mi cabeza como si mi vista fuera capás de atravesar las paredes y así encontrar de donde provenía aquello. Los gemidos de placer eran provenientes de algunos cuantos cuartos lejanos, pero no había que ser muy inteligente para darme cuenta de que era el cuarto de Lucciano.
La simple idea de imaginarlo besando y tocando a otra mujer me dolía... Pero no había nada que hacer ni porque reclamar, lo peor era que yo lo había orillado a olvidarse de mi de cualquier manera y Lucciano ya lo estaba llevando a cabo ahora mismo.
Alcancé una de las almohadas sobre la misma cama y me la enrolle sobre mi cabeza apretando fuerte sobre mis orejas para cubrirlas, no podía soportar más ese escándalo...
El ruido cesó muy rápido pero equivocadamente en ese momento yo estaba segura de que volvería a escucharlo de nuevo más tarde, así que me acosté sin dejar de cubrirme mis oídos hasta quedarme dormida deseando nuevamente no despertar jamás.
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