AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
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Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Molly Winslet Dom Ene 03, 2016 7:35 pm
La noche olía a penumbra, a la oscuridad que envolvía todo cuanto me rodeaba, los profundos y abominables deseos que rondaban en mi cabeza sobre la sangre latente en las gargantas de todos aquellos humanos. Aquellos humanos que no parecían tener otra cosa que hacer que mirarme embobados, encandilados por la pose, el porte exquisito rodeado de joyas y lujos, pero implacablemente dotado de la sonrisa más altanera, más maliciosa, y más irresistible que habían contemplado.
Mis ojos se perdían entre las luces y los colores de la función, mi función, una mucho más excitante que la que todos pretendíamos contemplar instantes después. La suavidad del tejido en mi piel me parecía algo lejano, algo demasiado físico para merecer hallarse en mi realidad del momento, la cual sólo giraba entorno a una cosa: El señor Caristeas.
Misterio.
Encanto.
Seducción.
Pero, sobre todo… Peligro.
Mi cuerpo parecía estremecerse tal como hacía cuando el rubor aún podía adornar mis mejillas, y me temblaban levemente las manos, me sentía nerviosa, extraña, expectante, indefensa y descontrolada… Como si de una adolescente cándidamente enamorada me tratase.
Cerré los ojos, respirando despacio, serena a pesar de todas aquellas sensaciones tan irritantes, tan humanas… Sentí la música deslizarse lejos, dentro de la enorme carpa; el rumbo de aquellos pensamientos extrañados por verme allí, una mujer tan magnífica asistiendo a un evento de las bajas masas…
El viento se detuvo un instante, lo suficiente para dejar que se cargara de aquel aroma, aquellas pequeñas notas bailando en el ambiente, que agrietaban la calma, y que me hicieron dejar de soñar despierta y volver a la realidad, abriendo los párpados súbitamente para encontrarme con la presencia tan esperada.
Los ojos se me quedaron suspendidos, cautelosos, amenazantes sobre aquel rostro… Tan severo, tan travieso a su vez. Y una mueca pícara acabó por robarme toda seriedad posible en mi gesto, precediendo una irónica y pequeña reverencia con la cabeza a modo de saludo.
-¿No sabe que es de mala educación hacer esperar a una dama, monsieur?- susurré, consciente de que lo escucharía a pesar del espacio que nos separaba.
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Kane Caristeas Jue Ene 07, 2016 1:25 pm
Señor… disculpe, pero…-Un joven moreno de ojos marrones, claramente reconocible por sus rasgos que no era francés, estaba soltando una serie de comentarios que por la pose de Kane no estaban siendo muy atendidos.-Debe ocupar su asiento o la gente comenzara a quejarse.-Los ojos azules del vampiro, fríos como el hielo, duros como el acero y letales como una daga en el corazón se clavaron en aquel muchacho de no más de 20 años.- Pues que se quejen.-Controló un gruñido. El carácter del vampiro no era muy grato con… bueno, casi nadie por no decir nadie.
Controlador
Gruñón
Atrevido
Cabezota
Toda una joya pulida y expuesta para que cualquiera que no estuviera en su sano juicio, comprase.
Señor… se lo repito.-Ya está, aquello ya fue la guinda del pastel, no tenía paciencia, ni quería tenerla, quizás una persona normal aguantaría y se movería pero Kane no era casi ni persona.
Sin decir nada se le quedó mirando y sin mucho esfuerzo vio como las rodillas se clavaban en el suelo mientras aquel individuo gritaba llamando la atención de todo el circo. El cuerpo del vampiro se apartó rápido cuando una mano de aquel hombre se estiró en su dirección buscando algún tipo de consuelo. -¿Esto es parte del show?- La sonrisa socarrona en los labios carnosos del vampiro le delataría ante cualquiera pero, por suerte o por desgracia no fue así.
Todo aquello, todo aquel alboroto solo fue ocasionado por la impertinencia de Kane que al ser interrumpido dejo de centrar su atención en aquella criatura que aunque no lo sospechase nadie, salvo el, se notaba su nerviosismo a leguas. Esa pose altiva y despreocupada, dando a entender que el inicio del espectáculo era lo que le ocupaba sus pensamientos… La risa del vampiro salió sola. Era ridículo
Sus pasos seguros, dejaban huella en aquel polvoriento suelo. Y por cada paso que daba escuchaba un griterío distinto ante ciertas preparaciones del circo. Si, estaba en el circo, aquel lugar lleno de extraños seres, y para que un vampiro diga que un humano es extraño es que debe serlo de verdad, de hombres y mujeres junto a sus hijos, primos, sobrinos… cualquiera podía entrar en aquel lugar y eso a Kane no le gustaba nada, siempre buscaba la exclusividad y la posesión del tiempo con quien estaba pero, parece ser que aquella mujer de ojos azules había movido ciertos aspectos del carácter del vampiro, que a pesar del viaje, de los problemas y de todo lo que pudiera venir en su contra… no faltaría jamás a una cita con la señorita Winslet.
Su cuerpo se colocó de manera impertinente frente al cuerpo de la mujer, dejándose los modales a un lado ya que ella parecía querer jugar con sus pequeñas debilidades como el estar rodeado de gente tan… diferente.
-Un pequeño altercado, discúlpeme-Su mano fría agarro la de ella con firmeza, una a la que seguro ella no estaba acostumbrada, con seguridad total en aquel gesto. Sus labios se acercaron al dorso y se posaron durante unos segundos.-Es todo un placer poder rozar la seda de su piel.-Su cuerpo, con elegancia, casi bailo hasta quedarse sentado junto a ella escuchando como avisaban que en unos instantes el show comenzaría. Otra risa, otra más que salía en menos de 20 minutos pero sobre todo lo que destacó fue su pensamiento, porque el payaso que había anunciado aquello no tenía ni idea de hasta qué punto tenía razón.- Que el show comience…
Ya le daba igual el circo, el polvo, el hombre inconsciente en el suelo… solo le importaba Molly Winslet.
Controlador
Gruñón
Atrevido
Cabezota
Toda una joya pulida y expuesta para que cualquiera que no estuviera en su sano juicio, comprase.
Señor… se lo repito.-Ya está, aquello ya fue la guinda del pastel, no tenía paciencia, ni quería tenerla, quizás una persona normal aguantaría y se movería pero Kane no era casi ni persona.
Sin decir nada se le quedó mirando y sin mucho esfuerzo vio como las rodillas se clavaban en el suelo mientras aquel individuo gritaba llamando la atención de todo el circo. El cuerpo del vampiro se apartó rápido cuando una mano de aquel hombre se estiró en su dirección buscando algún tipo de consuelo. -¿Esto es parte del show?- La sonrisa socarrona en los labios carnosos del vampiro le delataría ante cualquiera pero, por suerte o por desgracia no fue así.
Todo aquello, todo aquel alboroto solo fue ocasionado por la impertinencia de Kane que al ser interrumpido dejo de centrar su atención en aquella criatura que aunque no lo sospechase nadie, salvo el, se notaba su nerviosismo a leguas. Esa pose altiva y despreocupada, dando a entender que el inicio del espectáculo era lo que le ocupaba sus pensamientos… La risa del vampiro salió sola. Era ridículo
Sus pasos seguros, dejaban huella en aquel polvoriento suelo. Y por cada paso que daba escuchaba un griterío distinto ante ciertas preparaciones del circo. Si, estaba en el circo, aquel lugar lleno de extraños seres, y para que un vampiro diga que un humano es extraño es que debe serlo de verdad, de hombres y mujeres junto a sus hijos, primos, sobrinos… cualquiera podía entrar en aquel lugar y eso a Kane no le gustaba nada, siempre buscaba la exclusividad y la posesión del tiempo con quien estaba pero, parece ser que aquella mujer de ojos azules había movido ciertos aspectos del carácter del vampiro, que a pesar del viaje, de los problemas y de todo lo que pudiera venir en su contra… no faltaría jamás a una cita con la señorita Winslet.
Su cuerpo se colocó de manera impertinente frente al cuerpo de la mujer, dejándose los modales a un lado ya que ella parecía querer jugar con sus pequeñas debilidades como el estar rodeado de gente tan… diferente.
-Un pequeño altercado, discúlpeme-Su mano fría agarro la de ella con firmeza, una a la que seguro ella no estaba acostumbrada, con seguridad total en aquel gesto. Sus labios se acercaron al dorso y se posaron durante unos segundos.-Es todo un placer poder rozar la seda de su piel.-Su cuerpo, con elegancia, casi bailo hasta quedarse sentado junto a ella escuchando como avisaban que en unos instantes el show comenzaría. Otra risa, otra más que salía en menos de 20 minutos pero sobre todo lo que destacó fue su pensamiento, porque el payaso que había anunciado aquello no tenía ni idea de hasta qué punto tenía razón.- Que el show comience…
Ya le daba igual el circo, el polvo, el hombre inconsciente en el suelo… solo le importaba Molly Winslet.
Última edición por Kane Caristeas el Dom Ene 31, 2016 8:49 am, editado 1 vez
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Molly Winslet Vie Ene 08, 2016 5:21 pm
Abriendo dramáticamente los ojos, observé con una media sonrisa cómo realizaba aquella entrada impertinente y altanera. En mi mente me burlé de sus palabras vacías de cualquier disculpa real, y me deleité con el contacto tibio de una piel similar a la mía, por no hablar de aquellos labios esculpidos en un rostro que parecía tener un conflicto entre el aspecto aniñado y el atractivo varonil de un hombre maduro.
-Es todo un placer poder rozar la seda de su piel.
Aparté la mano, fingiendo estar ofendida por su descaro, mientras tomaba asiento a mi lado carcajeándose en todo su encanto oscuro. Mis ojos se apartaron de aquella figura que no hacía más que robarme la mente de forma preocupante, y me centré en aquellos títeres que sacaban enormes aros llameantes, arrancando suspiros y gritos ahogados de los espectadores.
Nada de aquel espectáculo despertaba realmente mi interés, nunca me habían gustado los circos, se me hacían burdos y fieles a la exageración propia de la clase baja. Pero era divertido ver la forma en que mi acompañante había tenido el valor de asistir, simplemente por asistir junto a mí, y aún podía ver todo aquel aura de misterio, de desinterés en sus gestos que no concordaba con sus actos.
-Monsieur Caristeas…-susurré, sin apartar las pupilas de la función.
Esperé unos instantes, provocándole con mi inusual paciencia al hablar, agudizando el oído para escuchar la forma en que su pelo rozaba su rostro con cada movimiento, el ruido sordo de unas manos deslizándose sobre el tejido de su propia chaqueta, y la sutil humedad de una boca al sonreírme de forma burlona.
-¿Alguna vez se ha planteado unirse al personal circense? -ahogué la risita que luchaba por escapar de mis labios, consciente de lo ridículo y ofensivo de mi proposición.
Mis iris azules buscaron los suyos por fin, intentando actuar con la máxima seriedad, y al ver la severidad en su gesto, me apresuré a explicarme.
-Por lo visto, tiene un gran talento para causar sensación…-al ver su extrañeza alcé una comisura traviesa, con una mirada inquisitiva-. El supuesto altercado… Dígame, caballero, ¿siente la necesidad de montar espectáculo al inicio de sus citas? No estará intentando llamar la atención de forma deliberada, ¿cierto?
La risa acabó por delatarme, recibiendo las quejas de algunos humanos que se encontraban situados a nuestro alrededor.
-Ya sabe… Los niños, los borrachos, los payasos y malabaristas… Parecen tener todos algo en común con usted. Pero perdóneme si le ofendo, simplemente me planteaba una buena forma de aumentar sus ganancias haciendo lo que más le gusta…
Así, con petulancia, volví a la vista al espectáculo nuevamente, esperando que mis palabras fueran tomadas como un juego, pero a sabiendas de que en cierto modo habría herido su orgullo con mi sutil forma de insultarle.
-Es todo un placer poder rozar la seda de su piel.
Aparté la mano, fingiendo estar ofendida por su descaro, mientras tomaba asiento a mi lado carcajeándose en todo su encanto oscuro. Mis ojos se apartaron de aquella figura que no hacía más que robarme la mente de forma preocupante, y me centré en aquellos títeres que sacaban enormes aros llameantes, arrancando suspiros y gritos ahogados de los espectadores.
Nada de aquel espectáculo despertaba realmente mi interés, nunca me habían gustado los circos, se me hacían burdos y fieles a la exageración propia de la clase baja. Pero era divertido ver la forma en que mi acompañante había tenido el valor de asistir, simplemente por asistir junto a mí, y aún podía ver todo aquel aura de misterio, de desinterés en sus gestos que no concordaba con sus actos.
-Monsieur Caristeas…-susurré, sin apartar las pupilas de la función.
Esperé unos instantes, provocándole con mi inusual paciencia al hablar, agudizando el oído para escuchar la forma en que su pelo rozaba su rostro con cada movimiento, el ruido sordo de unas manos deslizándose sobre el tejido de su propia chaqueta, y la sutil humedad de una boca al sonreírme de forma burlona.
-¿Alguna vez se ha planteado unirse al personal circense? -ahogué la risita que luchaba por escapar de mis labios, consciente de lo ridículo y ofensivo de mi proposición.
Mis iris azules buscaron los suyos por fin, intentando actuar con la máxima seriedad, y al ver la severidad en su gesto, me apresuré a explicarme.
-Por lo visto, tiene un gran talento para causar sensación…-al ver su extrañeza alcé una comisura traviesa, con una mirada inquisitiva-. El supuesto altercado… Dígame, caballero, ¿siente la necesidad de montar espectáculo al inicio de sus citas? No estará intentando llamar la atención de forma deliberada, ¿cierto?
La risa acabó por delatarme, recibiendo las quejas de algunos humanos que se encontraban situados a nuestro alrededor.
-Ya sabe… Los niños, los borrachos, los payasos y malabaristas… Parecen tener todos algo en común con usted. Pero perdóneme si le ofendo, simplemente me planteaba una buena forma de aumentar sus ganancias haciendo lo que más le gusta…
Así, con petulancia, volví a la vista al espectáculo nuevamente, esperando que mis palabras fueran tomadas como un juego, pero a sabiendas de que en cierto modo habría herido su orgullo con mi sutil forma de insultarle.
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Kane Caristeas Dom Ene 31, 2016 9:18 am
¿Una cita? ¿Acaso esto no es por su parte una forma de enseñarme lo…-ladeó la cabeza y chasqueo los dedos- espectacular que puede llegar a ser el show en un circo como este? Creo que sus intenciones no me quedaron del todo claras, pero gracias por la aclaración señorita Winslet.
Se cruzó de brazos de nuevo con una sonrisa algo altiva dado que sabía que no había caído en el juego que ella pretendía empezar, sino que se la había devuelto de una forma sutil y utilizando sus palabras en su contra. Podía sentir el sabor de la pequeña victoria en su paladar. –Perdóneme, ¿Qué decía sobre payasos y malabaristas? Estaba atento a lo increíble que se ve hoy y a esa palabra suya… ¿cita?-Clavó sus iris azules como el hielo en los de ella y dejó que todo fluyera hacia ella, dejándola sentir las sensaciones plenas que él estaba sintiendo en ese momento, incluyendo sus fracasados intentos de sacarle de sus casillas, aunque debía admitir que por unos segundos sintió la necesidad de gruñirla y demostrarla un show de verdad.
Apartó la mirada cuando noto toda la atención de la joven mujer a su lado y dejó que la frustración la llenase al negarle aquella conexión que habían tenido, de nuevo. Centró su atención en el espectáculo, realmente aquello era… aburrido el podría ponerse en el medio de la pista y seria el doble de entretenido.
Notaba la mirada de Molly en su perfil, analizando cada una de las partículas que le rodeaban prácticamente. Nunca se lo había pasado tan bien con una fémina… todas eran absurdas y aburridas, en cambio Molly jugaba y le retaba, pero ella no contaba con que los años a Kane le daban una ventaja clara. Una sonrisa ladeada surgió, aprovechando a tensar su mandíbula y despeinar su pelo rubio el cual rozo el de ella expandiendo su olor en su dirección.- ¿Qué le parece el espectáculo? ¿Es digno de su atención?-Sin mirarla estiró una mano hacia las de ella y la colocó sobre su pierna, no de una forma atrevida o sexual, sino un simple gesto intimo entre ambos que demostraba que aunque el mantuviera a raya aquel juego sin dejarla ganar, la necesitaba.
Aquella criatura era la más peligrosa con la que se había encontrado en su vida.
Se cruzó de brazos de nuevo con una sonrisa algo altiva dado que sabía que no había caído en el juego que ella pretendía empezar, sino que se la había devuelto de una forma sutil y utilizando sus palabras en su contra. Podía sentir el sabor de la pequeña victoria en su paladar. –Perdóneme, ¿Qué decía sobre payasos y malabaristas? Estaba atento a lo increíble que se ve hoy y a esa palabra suya… ¿cita?-Clavó sus iris azules como el hielo en los de ella y dejó que todo fluyera hacia ella, dejándola sentir las sensaciones plenas que él estaba sintiendo en ese momento, incluyendo sus fracasados intentos de sacarle de sus casillas, aunque debía admitir que por unos segundos sintió la necesidad de gruñirla y demostrarla un show de verdad.
Apartó la mirada cuando noto toda la atención de la joven mujer a su lado y dejó que la frustración la llenase al negarle aquella conexión que habían tenido, de nuevo. Centró su atención en el espectáculo, realmente aquello era… aburrido el podría ponerse en el medio de la pista y seria el doble de entretenido.
Notaba la mirada de Molly en su perfil, analizando cada una de las partículas que le rodeaban prácticamente. Nunca se lo había pasado tan bien con una fémina… todas eran absurdas y aburridas, en cambio Molly jugaba y le retaba, pero ella no contaba con que los años a Kane le daban una ventaja clara. Una sonrisa ladeada surgió, aprovechando a tensar su mandíbula y despeinar su pelo rubio el cual rozo el de ella expandiendo su olor en su dirección.- ¿Qué le parece el espectáculo? ¿Es digno de su atención?-Sin mirarla estiró una mano hacia las de ella y la colocó sobre su pierna, no de una forma atrevida o sexual, sino un simple gesto intimo entre ambos que demostraba que aunque el mantuviera a raya aquel juego sin dejarla ganar, la necesitaba.
Aquella criatura era la más peligrosa con la que se había encontrado en su vida.
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Molly Winslet Dom Ene 31, 2016 10:23 am
El contacto de sus dedos tibios en mi mano me produjo una descarga, un pequeño pero poderoso cambio en mi cuerpo que arrebató gran parte del juego que estaba usando con él. Sin poder evitarlo, acaricié la suave tela del pantalón hacia la rodilla del vampiro. Me humedecí los labios, contrariada por aquella jugada que él sabía perfectamente que me debilitaría. Le miré, con los ojos llenos de algo más que simple travesura o tozudez.
Pero no iban a quedar así las cosas, hasta dónde yo había podido adivinar, influía en aquel caballero de una forma inusual para la atención que solía prestar a algo que no fuera a sí mismo y sus predilecciones.
“Bien, que comience el juego”
Y mientras ese pensamiento rondaba mi cabeza, utilicé aquel nuevo contacto para apoyar mi peso ligeramente e inclinarme hacia su oído. La voz que salió rozando mis colmillos sonaba suave, oscura, susurrante…
-Señor Caristeas…-me relamí de nuevo, buscando perturbarle con el sonido húmedo de mi boca-. Por supuesto que esto es una cita.
Con la mano libre le recogí muy ligeramente la mejilla contraria, y presioné con cuidado para girar su rostro hacia mí, provocando que nuestras narices se rozaran y nuestros ojos quedaran a muy pocos centímetros. Por un segundo, mi juego se volvió en mi contra, y aquella sensación casi devastadora me inundó por completo, sintiéndome cálida de repente, a pesar de que nuestras pieles seguían siendo frías como el hielo.
Me dejé llevar, sólo durante unos instantes, concediéndome aquel pequeño capricho al dejarme invadir por su mirada poderosa, intensa, peligrosa… Algo guardaban aquellos iris de un azul misterioso, luz y sombra a la vez. Pestañeé, intentando volver a recuperar el control y seguir con aquello que había comenzado.
Alcé ligeramente la comisura, pícara, dejando salir el aire contenido de mis pulmones, en un pequeño suspiro…
-Creo adivinar… que sabes perfectamente cuál es el espectáculo que esperaba presenciar aquí, Kane- dije, en voz baja, dejando por fin los formalismos para captar su atención.
Presioné la mano que se apoyaba en su pierna, como una invitación a lo que podría ocurrir con nuestras bocas tan cerca la una de la otra. Sentía la tensión temblar entre ambos, pero no iba a caer tan fácilmente en mi propia trampa.
-Dígame, monsieur… ¿acaso albergaba dudas sobre la índole de nuestro encuentro? - sentí oscurecerse mi mirada mientras las palabras se escapaban de mi ser-. Me resulta un misterio, una verdadera incógnita… Saber cuáles son sus intenciones. ¿Realmente piensa que creería que ésta es la clase de eventos a los que asistiría por puro ocio?
Solté una risita y aferré mi agarre en su rostro, clavando ligeramente las uñas en la carne.
-Usted quiere algo, algo de mí… O quizás… Dada su predilección por el poder… Me quiere a mí.
Sin poder evitarlo, parte de aquella excitación, de aquel interés imposible de detener que el descarado e imponente vampiro despertaba en mí, salió a relucir en mis pupilas.
-¿Por qué? ¿Por qué, señor Caristeas?
Pero no iban a quedar así las cosas, hasta dónde yo había podido adivinar, influía en aquel caballero de una forma inusual para la atención que solía prestar a algo que no fuera a sí mismo y sus predilecciones.
“Bien, que comience el juego”
Y mientras ese pensamiento rondaba mi cabeza, utilicé aquel nuevo contacto para apoyar mi peso ligeramente e inclinarme hacia su oído. La voz que salió rozando mis colmillos sonaba suave, oscura, susurrante…
-Señor Caristeas…-me relamí de nuevo, buscando perturbarle con el sonido húmedo de mi boca-. Por supuesto que esto es una cita.
Con la mano libre le recogí muy ligeramente la mejilla contraria, y presioné con cuidado para girar su rostro hacia mí, provocando que nuestras narices se rozaran y nuestros ojos quedaran a muy pocos centímetros. Por un segundo, mi juego se volvió en mi contra, y aquella sensación casi devastadora me inundó por completo, sintiéndome cálida de repente, a pesar de que nuestras pieles seguían siendo frías como el hielo.
Me dejé llevar, sólo durante unos instantes, concediéndome aquel pequeño capricho al dejarme invadir por su mirada poderosa, intensa, peligrosa… Algo guardaban aquellos iris de un azul misterioso, luz y sombra a la vez. Pestañeé, intentando volver a recuperar el control y seguir con aquello que había comenzado.
Alcé ligeramente la comisura, pícara, dejando salir el aire contenido de mis pulmones, en un pequeño suspiro…
-Creo adivinar… que sabes perfectamente cuál es el espectáculo que esperaba presenciar aquí, Kane- dije, en voz baja, dejando por fin los formalismos para captar su atención.
Presioné la mano que se apoyaba en su pierna, como una invitación a lo que podría ocurrir con nuestras bocas tan cerca la una de la otra. Sentía la tensión temblar entre ambos, pero no iba a caer tan fácilmente en mi propia trampa.
-Dígame, monsieur… ¿acaso albergaba dudas sobre la índole de nuestro encuentro? - sentí oscurecerse mi mirada mientras las palabras se escapaban de mi ser-. Me resulta un misterio, una verdadera incógnita… Saber cuáles son sus intenciones. ¿Realmente piensa que creería que ésta es la clase de eventos a los que asistiría por puro ocio?
Solté una risita y aferré mi agarre en su rostro, clavando ligeramente las uñas en la carne.
-Usted quiere algo, algo de mí… O quizás… Dada su predilección por el poder… Me quiere a mí.
Sin poder evitarlo, parte de aquella excitación, de aquel interés imposible de detener que el descarado e imponente vampiro despertaba en mí, salió a relucir en mis pupilas.
-¿Por qué? ¿Por qué, señor Caristeas?
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Kane Caristeas Jue Feb 11, 2016 3:22 pm
Usted quiere algo, algo de mí… O quizás… Dada su predilección por el poder… Me quiere a mí. ¿Por qué? ¿Por qué, señor Caristeas?
Aquella mujer no sabía lo que estaba haciendo. Kane estaba haciendo un gran, GRAN esfuerzo reprimiendo todos sus instintos y eso significaba que su paciencia estaba agotándose a grandes zancadas.
El Kane antiguo seguramente hubiera cogido lo que quería de aquella muchacha insolente y se hubiera marchado no sin antes dejar un reguero de sangre a su paso, eso sí… sin dejar que la sangre manchase su impoluta camisa blanca…
Pero el Kane de ahora, de esos momentos, no reaccionaria así… quizás aquella niñata había descubierto un nuevo mundo a la criatura cruel y sin eso que los humanos llamaban corazón.
-¿Sabes lo que estás haciendo? ¿Realmente lo sabes?-No apartó la mirada de aquellos ojos azules.-Intentas controlar a un vampiro que no es que te doble la edad… es que casi ni yo me acuerdo de cuantos años tengo ya, intentas conquistar algo con pequeñas triquiñuelas… ¿piensas que con esos preciosos ojos, tu tez blanca y esos labios carnosos consigues algo? Sin contar por supuesto de tu tacto totalmente inocente –ironiza esto último- contra mi…-Ladea la cabeza aun con la expresión seria hasta que deja que aquella tensión que controlaba se esfumase y una cara mucho más agradable y juguetona dejase ver a su acompañante esos rasgos rectos, atractivos y suaves que aparecían cuando no tenía aquella cara enfadada de siempre.
Se inclina hacia ella rozando su boca contra la de Molly aprovechando a enredar sus manos frías en su pelo acercándola más, dándole igual las miradas, los gritos o los payasos que corrían de un lado para otro, ya que solo podía sentir aquella sensación única que no identificaba, algo que le hacía tener una sensación de plenitud y que le descolocaba al no saber manejarlo.-Por supuesto que lo sabes y por supuesto que has conseguido lo que has querido.-Murmura sin despegar su boca, era incapaz.-Creo… que señorita Winslet, usted podrá conseguir de mi lo que desee…
Sin decir nada se levanta de su lugar haciendo caso omiso al resto de gente que se quejaba al no ver y tira de su mano moviéndose con elegancia dentro de la rapidez hasta estar en una zona donde se escuchaban los sonidos de los animales variopintos del circo y el griterío, aunque Kane creaba una burbuja cada vez que ponía los ojos en aquella mujer.- ¿Por qué? Es simple…-Comenzó a hablar mientras, casi sin darse cuenta, la acechaba contra una pared escondida dejando sus brazos a cada lado de su cabeza, inclina esta y busca su oído dejando los labios contra él y susurrando.-Cualquiera en su sano juicio huiría, suerte que yo no estoy precisamente cuerdo… -Lleva una mano a su mentón y lo agarra atrayéndola hacia el de nuevo aprovechando con su otra mano para rodear su cintura.-Estoy loco por ti Molly Winslet, desde que esos ojos azules me miraron, desde que algo me partió en dos y salí de mi ensoñación en la que no veía nada más que sangre y muerte… ahora te veo a ti y tu eres mi música.-Suelta una pequeña risa.-¿No dicen que la música amansa a las fieras?
Aquella mujer no sabía lo que estaba haciendo. Kane estaba haciendo un gran, GRAN esfuerzo reprimiendo todos sus instintos y eso significaba que su paciencia estaba agotándose a grandes zancadas.
El Kane antiguo seguramente hubiera cogido lo que quería de aquella muchacha insolente y se hubiera marchado no sin antes dejar un reguero de sangre a su paso, eso sí… sin dejar que la sangre manchase su impoluta camisa blanca…
Pero el Kane de ahora, de esos momentos, no reaccionaria así… quizás aquella niñata había descubierto un nuevo mundo a la criatura cruel y sin eso que los humanos llamaban corazón.
-¿Sabes lo que estás haciendo? ¿Realmente lo sabes?-No apartó la mirada de aquellos ojos azules.-Intentas controlar a un vampiro que no es que te doble la edad… es que casi ni yo me acuerdo de cuantos años tengo ya, intentas conquistar algo con pequeñas triquiñuelas… ¿piensas que con esos preciosos ojos, tu tez blanca y esos labios carnosos consigues algo? Sin contar por supuesto de tu tacto totalmente inocente –ironiza esto último- contra mi…-Ladea la cabeza aun con la expresión seria hasta que deja que aquella tensión que controlaba se esfumase y una cara mucho más agradable y juguetona dejase ver a su acompañante esos rasgos rectos, atractivos y suaves que aparecían cuando no tenía aquella cara enfadada de siempre.
Se inclina hacia ella rozando su boca contra la de Molly aprovechando a enredar sus manos frías en su pelo acercándola más, dándole igual las miradas, los gritos o los payasos que corrían de un lado para otro, ya que solo podía sentir aquella sensación única que no identificaba, algo que le hacía tener una sensación de plenitud y que le descolocaba al no saber manejarlo.-Por supuesto que lo sabes y por supuesto que has conseguido lo que has querido.-Murmura sin despegar su boca, era incapaz.-Creo… que señorita Winslet, usted podrá conseguir de mi lo que desee…
Sin decir nada se levanta de su lugar haciendo caso omiso al resto de gente que se quejaba al no ver y tira de su mano moviéndose con elegancia dentro de la rapidez hasta estar en una zona donde se escuchaban los sonidos de los animales variopintos del circo y el griterío, aunque Kane creaba una burbuja cada vez que ponía los ojos en aquella mujer.- ¿Por qué? Es simple…-Comenzó a hablar mientras, casi sin darse cuenta, la acechaba contra una pared escondida dejando sus brazos a cada lado de su cabeza, inclina esta y busca su oído dejando los labios contra él y susurrando.-Cualquiera en su sano juicio huiría, suerte que yo no estoy precisamente cuerdo… -Lleva una mano a su mentón y lo agarra atrayéndola hacia el de nuevo aprovechando con su otra mano para rodear su cintura.-Estoy loco por ti Molly Winslet, desde que esos ojos azules me miraron, desde que algo me partió en dos y salí de mi ensoñación en la que no veía nada más que sangre y muerte… ahora te veo a ti y tu eres mi música.-Suelta una pequeña risa.-¿No dicen que la música amansa a las fieras?
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Molly Winslet Miér Mar 02, 2016 11:22 am
-¿Sabes lo que estás haciendo? ¿Realmente lo sabes?-me aferró con el sólo contacto de sus pupilas con las mías, dejándome exhausta, casi dócil… -. Intentas controlar a un vampiro que no es que te doble la edad… es que casi ni yo me acuerdo de cuantos años tengo ya, intentas conquistar algo con pequeñas triquiñuelas… ¿piensas que con esos preciosos ojos, tu tez blanca y esos labios carnosos consigues algo? Sin contar por supuesto de tu tacto totalmente inocente contra mí…
Su rostro, que rezumaba amenaza, reto, peligro… se relajó sin previo aviso, ladeando la cabeza y haciendo que su melena rubia se ondeara ligeramente en el aire. Como si pudiera controlarme, al mismo tiempo que sus facciones se aniñaban mis músculos decicieron dejar de presionarme los huesos y darme algo más de control sobre mi cuerpo.
No sirvió de nada.
Al segundo después su mano jugaba con mi pelo y sus labios colapsaban los propios. Fue inevitable. Algo chasqueó en mi cabeza y cambió por completo la tonalidad de mis pensamientos, llevándolos a un delicioso y aliviador estado de “mente en blanco”. Mis párpados cayeron por inercia, y aquella chispa, aquella electricidad, muy a pesar de mí, se me fue de las manos…
Sus palabras eran procesadas tardíamente, totalmente obnubilada por aquella sensación creciente que me obligaba a realizar grandes esfuerzos para no perder el control sobre mis impulsos. Una pequeña, muy pequeña y minúscula parte de mi conciencia me gritaba que le detuviera, que aquello era una debilidad. Le estaba mostrando el efecto en potencia, aquel inmenso poder que parecía poseer sobre todas las cosas a su alrededor, llevándose cualquier rastro de mi altanería o desobediencia.
Se apartó y me dejó totalmente descolocada, toda fachada tirada abajo por un simple beso. Podía notar un calor inexistente en mi rostro, eco del rubor que solía adornarme en mi condición humana, y me sentí estúpida e impotente. Fruncí el ceño automáticamente por perder tan fácilmente el control ante un vampiro que, por muchos siglos que su existencia guardara, seguía siendo una especie caprichosa, fría, calculadora y peligrosa.
No tuve mucho tiempo para reñirme o recomponerme, porque su mano ya había atrapado la mía y sus pasos me guiaban a una zona mucho más íntima, dónde podía apreciar el olor a alimañana cercana.
“Lo que desee… “ se repitió en mi mente, mientras sus ojos iridiscentes buscaban los míos. Y no supe por qué, pero algo en mí se tomó en serio aquella afirmación… Lo cual volvió a sacarme de quicio.
Fue inútil. Los nervios que me retorcían el estómago se anudaron a mis articulaciones cuando me acorraló contra la pared cercana, contestándome por fin a mis insinuaciones recientes. Sin embargo, algo en aquella posesión de mi cuerpo, algo en el aliento que me rozaba el oído mientras hablaba, convirtió la inquietud en la extraña calidez que ascendía por mi pecho cada vez que aquel caballero se acercaba a mí.
Como si pudiera leerme la mente, su mano aferró mi rostro, mientras la otra rodeaba mi cintura, sintiendo como aquella electricidad no era detenida ni por la gruesa tela del vestido, erizando la piel que se encontraba debajo.
-Estoy loco por ti Molly Winslet, desde que esos ojos azules me miraron, desde que algo me partió en dos y salí de mi ensoñación en la que no veía nada más que sangre y muerte… ahora te veo a ti y tu eres mi música - soltó una pequeña risa -. ¿No dicen que la música amansa a las fieras?
La Molly traviesa hizo un amago por salir, creyendo que mi primera reacción sería soltar una carcajada burlona y continuar el juego. Pero no fue así.
Estaba abrumada.
Me mantuve estática, intentando acaparar aquel hormigueo de pensamientos, dudas y, para mi mala fortuna, sentimientos intensos que parecían nublarme. ¿En serio? ¿De verdad todo aquello estaba sucediendo? Mi Molly racional, aquella que parecía haberse escondido hace mucho tiempo atrás, pareció salir a flote y recordarme que debía de dejar de mirarle embobada y volver a mantener una conversación normal.
Oh por Dios, ¿cómo era posible que me sintiera tan estúpida, tan impredecible, tan inocente, tan… tan yo?
Sentí como se arrugaba mi frente ante un inicial enfado por volver a encontrarme con aquella muchacha perturbable, orgullosa y sentimental que una vez fui. Como si no fuera suficiente, negué la cabeza un instante después ante la incredulidad de haberme vuelto… estúpida. ¿Realmente yo, un ser gélido, un ser indestructible y capaz de jugar con la vida como si nunca hubiera tenido valor, me estaba sintiendo de nuevo como una adolescente enamorada?
Apreté los puños instintivamente, percatándome en ese momento de que tenía las manos apoyadas en su pecho. Maravilloso, ahora tampoco era consciente de lo que mi cuerpo realizaba. Sentí la irritación ascender por mi garganta, y estaba convencida de que si la sangre aún corriera por mis venas, mi cara sería un espectáculo de tonos rosáceos.
Pero todo aquel infantilismo, aquel comportamiento impulsivo, aquella frustración creciente se disiparon en un instante cuando mis ojos volvieron a centrarse en los del vampiro. Y, con la Molly racional chillándome de fondo, me dejé atrapar de nuevo por la sensaciones recientes.
Aferré su camisa aprovechando el lugar de mis dedos y le atraje sin demasiada delicadeza, casi sin saber realmente qué estaba haciendo. Y recibí su boca de lleno, olvidándome por completo del decoro y todas aquellas estupideces que tanto solía utilizar. Enredé los dedos en su pelo rubio para asegurarme de que no volviera a dejarme con las ganas y me deleité, por fin, de aquellos labios carnosos que se movían en sintonía con los míos.
Y fue de nuevo el interruptor que cambió algo en mi cuerpo y mi mente. No supe controlarlo.
Mi lengua buscó la suya y mi respiración se agitó besándole con fuerza, con necesidad. La chispa que ya se había extendido entre ambos comenzó a tornarse casi insoportable, incitándome a buscar más de él, a satisfaccer aquella sed, aquella sed desesperante que poco tenía que ver con la sangre.
Pero no iba a quedarme sin venganza, por lo que en el instante en que sus manos parecieron hacerse cargo de la situación me separé, dejando la excitación y la intensidad tensándose en el espacio entre ambos. Podía asegurar que él advirtió mi estado a través de la mirada felina que le dirigí, demostrando mi lucha interna por dejarme llevar o controlarme.
-No sé qué me ha hecho, señor Caristeas… -susurré, recuperando de nuevo el tono pícaro, esbozando una media sonrisa-. Pero me temo que esa locura suya… No le pertenece únicamente a usted.
Solté una risita, imitando su gesto de hace un momento, y sin darle tiempo a responder volví a atraerle y dejé que mis dientes se deslizaran por su labio inferior, despacio. Le solté entonces, dejando que el aire pudiera pasar brevemente entre nosotros.
-Quizás todo esto… es sólo un truco tuyo… Pero, creo que estás tan sorprendido como yo por lo que acabamos de comprobar… Es... -dejé que un corto silencio me interrumpiera, humedeciéndome los labios y quedándome pensativa-. Es demasiado cálido para lo que nos corresponde.
Me mordí el labio, perdido todo rastro de ironía en mi voz.
-Y he de admitir que… me enloquece, me hace sentirme viva… humana.
Solté una carcajada ante mi propia afirmación, convencida de que ya no había nada que pudiera empeorar mi imagen en aquel instante.
-¿No le saca de quicio? -parpadeé, divertida y contrariada a la vez-. Es decir… tanto sufrimiento para encontrar por fin alivio al ver que el mundo me pertenecía, que nada podía escapar a mi control, a mi poder… Y ahora…
Abrí todavía más los ojos, sintiendo la magnitud de lo que estaba por afirmar.
-Ahora… usted tiene un gran poder sobre mí. Sin ni siquiera haberlo pedido o buscado.
El miedo, la frustración, lo contradictorio de mis sentimientos, la confusión… me derribaron, y me quedé nuevamente estática, avergonzada por no poder levantar nuevamente mi impenetrable fachada de frialdad y juego. Y, como si el ridículo que había realizado ante aquel vampiro fuera poco, un pequeño sollozo se me escapó, y una ridícula y patética lágrima cayó por mi mejilla.
-No sé… no sé qué estoy haciendo.
Y, sin atreverme a mirarle de nuevo, me di media vuelta y quise huir de aquella carpa, que de repente se me hacía sofocante. Con la respiración suspendida, sin querer aspirar nuevamente por el torbellino de sentimientos que se agolparía en mi pecho, recibí el frío de la noche y me limpié el rostro con el dorso de la mano, mirando a ninguna parte.
“Te estás comportando como una idiota desquiciada” me dije, sintiendo como mi parte racional casi negaba con la cabeza ante mis acciones. Pero no estaba sola, su presencia era palpable aproximándose a mi espalda.
Su rostro, que rezumaba amenaza, reto, peligro… se relajó sin previo aviso, ladeando la cabeza y haciendo que su melena rubia se ondeara ligeramente en el aire. Como si pudiera controlarme, al mismo tiempo que sus facciones se aniñaban mis músculos decicieron dejar de presionarme los huesos y darme algo más de control sobre mi cuerpo.
No sirvió de nada.
Al segundo después su mano jugaba con mi pelo y sus labios colapsaban los propios. Fue inevitable. Algo chasqueó en mi cabeza y cambió por completo la tonalidad de mis pensamientos, llevándolos a un delicioso y aliviador estado de “mente en blanco”. Mis párpados cayeron por inercia, y aquella chispa, aquella electricidad, muy a pesar de mí, se me fue de las manos…
Sus palabras eran procesadas tardíamente, totalmente obnubilada por aquella sensación creciente que me obligaba a realizar grandes esfuerzos para no perder el control sobre mis impulsos. Una pequeña, muy pequeña y minúscula parte de mi conciencia me gritaba que le detuviera, que aquello era una debilidad. Le estaba mostrando el efecto en potencia, aquel inmenso poder que parecía poseer sobre todas las cosas a su alrededor, llevándose cualquier rastro de mi altanería o desobediencia.
Se apartó y me dejó totalmente descolocada, toda fachada tirada abajo por un simple beso. Podía notar un calor inexistente en mi rostro, eco del rubor que solía adornarme en mi condición humana, y me sentí estúpida e impotente. Fruncí el ceño automáticamente por perder tan fácilmente el control ante un vampiro que, por muchos siglos que su existencia guardara, seguía siendo una especie caprichosa, fría, calculadora y peligrosa.
No tuve mucho tiempo para reñirme o recomponerme, porque su mano ya había atrapado la mía y sus pasos me guiaban a una zona mucho más íntima, dónde podía apreciar el olor a alimañana cercana.
“Lo que desee… “ se repitió en mi mente, mientras sus ojos iridiscentes buscaban los míos. Y no supe por qué, pero algo en mí se tomó en serio aquella afirmación… Lo cual volvió a sacarme de quicio.
Fue inútil. Los nervios que me retorcían el estómago se anudaron a mis articulaciones cuando me acorraló contra la pared cercana, contestándome por fin a mis insinuaciones recientes. Sin embargo, algo en aquella posesión de mi cuerpo, algo en el aliento que me rozaba el oído mientras hablaba, convirtió la inquietud en la extraña calidez que ascendía por mi pecho cada vez que aquel caballero se acercaba a mí.
Como si pudiera leerme la mente, su mano aferró mi rostro, mientras la otra rodeaba mi cintura, sintiendo como aquella electricidad no era detenida ni por la gruesa tela del vestido, erizando la piel que se encontraba debajo.
-Estoy loco por ti Molly Winslet, desde que esos ojos azules me miraron, desde que algo me partió en dos y salí de mi ensoñación en la que no veía nada más que sangre y muerte… ahora te veo a ti y tu eres mi música - soltó una pequeña risa -. ¿No dicen que la música amansa a las fieras?
La Molly traviesa hizo un amago por salir, creyendo que mi primera reacción sería soltar una carcajada burlona y continuar el juego. Pero no fue así.
Estaba abrumada.
Me mantuve estática, intentando acaparar aquel hormigueo de pensamientos, dudas y, para mi mala fortuna, sentimientos intensos que parecían nublarme. ¿En serio? ¿De verdad todo aquello estaba sucediendo? Mi Molly racional, aquella que parecía haberse escondido hace mucho tiempo atrás, pareció salir a flote y recordarme que debía de dejar de mirarle embobada y volver a mantener una conversación normal.
Oh por Dios, ¿cómo era posible que me sintiera tan estúpida, tan impredecible, tan inocente, tan… tan yo?
Sentí como se arrugaba mi frente ante un inicial enfado por volver a encontrarme con aquella muchacha perturbable, orgullosa y sentimental que una vez fui. Como si no fuera suficiente, negué la cabeza un instante después ante la incredulidad de haberme vuelto… estúpida. ¿Realmente yo, un ser gélido, un ser indestructible y capaz de jugar con la vida como si nunca hubiera tenido valor, me estaba sintiendo de nuevo como una adolescente enamorada?
Apreté los puños instintivamente, percatándome en ese momento de que tenía las manos apoyadas en su pecho. Maravilloso, ahora tampoco era consciente de lo que mi cuerpo realizaba. Sentí la irritación ascender por mi garganta, y estaba convencida de que si la sangre aún corriera por mis venas, mi cara sería un espectáculo de tonos rosáceos.
Pero todo aquel infantilismo, aquel comportamiento impulsivo, aquella frustración creciente se disiparon en un instante cuando mis ojos volvieron a centrarse en los del vampiro. Y, con la Molly racional chillándome de fondo, me dejé atrapar de nuevo por la sensaciones recientes.
Aferré su camisa aprovechando el lugar de mis dedos y le atraje sin demasiada delicadeza, casi sin saber realmente qué estaba haciendo. Y recibí su boca de lleno, olvidándome por completo del decoro y todas aquellas estupideces que tanto solía utilizar. Enredé los dedos en su pelo rubio para asegurarme de que no volviera a dejarme con las ganas y me deleité, por fin, de aquellos labios carnosos que se movían en sintonía con los míos.
Y fue de nuevo el interruptor que cambió algo en mi cuerpo y mi mente. No supe controlarlo.
Mi lengua buscó la suya y mi respiración se agitó besándole con fuerza, con necesidad. La chispa que ya se había extendido entre ambos comenzó a tornarse casi insoportable, incitándome a buscar más de él, a satisfaccer aquella sed, aquella sed desesperante que poco tenía que ver con la sangre.
Pero no iba a quedarme sin venganza, por lo que en el instante en que sus manos parecieron hacerse cargo de la situación me separé, dejando la excitación y la intensidad tensándose en el espacio entre ambos. Podía asegurar que él advirtió mi estado a través de la mirada felina que le dirigí, demostrando mi lucha interna por dejarme llevar o controlarme.
-No sé qué me ha hecho, señor Caristeas… -susurré, recuperando de nuevo el tono pícaro, esbozando una media sonrisa-. Pero me temo que esa locura suya… No le pertenece únicamente a usted.
Solté una risita, imitando su gesto de hace un momento, y sin darle tiempo a responder volví a atraerle y dejé que mis dientes se deslizaran por su labio inferior, despacio. Le solté entonces, dejando que el aire pudiera pasar brevemente entre nosotros.
-Quizás todo esto… es sólo un truco tuyo… Pero, creo que estás tan sorprendido como yo por lo que acabamos de comprobar… Es... -dejé que un corto silencio me interrumpiera, humedeciéndome los labios y quedándome pensativa-. Es demasiado cálido para lo que nos corresponde.
Me mordí el labio, perdido todo rastro de ironía en mi voz.
-Y he de admitir que… me enloquece, me hace sentirme viva… humana.
Solté una carcajada ante mi propia afirmación, convencida de que ya no había nada que pudiera empeorar mi imagen en aquel instante.
-¿No le saca de quicio? -parpadeé, divertida y contrariada a la vez-. Es decir… tanto sufrimiento para encontrar por fin alivio al ver que el mundo me pertenecía, que nada podía escapar a mi control, a mi poder… Y ahora…
Abrí todavía más los ojos, sintiendo la magnitud de lo que estaba por afirmar.
-Ahora… usted tiene un gran poder sobre mí. Sin ni siquiera haberlo pedido o buscado.
El miedo, la frustración, lo contradictorio de mis sentimientos, la confusión… me derribaron, y me quedé nuevamente estática, avergonzada por no poder levantar nuevamente mi impenetrable fachada de frialdad y juego. Y, como si el ridículo que había realizado ante aquel vampiro fuera poco, un pequeño sollozo se me escapó, y una ridícula y patética lágrima cayó por mi mejilla.
-No sé… no sé qué estoy haciendo.
Y, sin atreverme a mirarle de nuevo, me di media vuelta y quise huir de aquella carpa, que de repente se me hacía sofocante. Con la respiración suspendida, sin querer aspirar nuevamente por el torbellino de sentimientos que se agolparía en mi pecho, recibí el frío de la noche y me limpié el rostro con el dorso de la mano, mirando a ninguna parte.
“Te estás comportando como una idiota desquiciada” me dije, sintiendo como mi parte racional casi negaba con la cabeza ante mis acciones. Pero no estaba sola, su presencia era palpable aproximándose a mi espalda.
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Kane Caristeas Miér Mar 02, 2016 2:02 pm
Sabia que el tiempo estaba pasando, porque si de algo están seguros los seres inmortales es del tic tac del reloj.
Aunque muchos crean que pueden pasar siglos sin enterarse no podían estar más equivocados, al menos para Kane… ya que él tenía una cuenta pendiente con aquellas horas perdidas en su pasado al quererlas recuperarlas en esos momentos por aquella criatura que acababa de “huir” de él.
No podía evitar sentir aquella “calidez” de la que hablaba Molly después de aquel beso, de aquel arrebato en el que ambos quedaron al descubierto. No eran perfectos, ni se acercaban a ello de hecho ambos eran seres egoístas, caprichosos y en el caso de Kane algo narcisista, pero aquello no entraba en la cabeza del vampiro, no ahora ya que solo podía reproducir en su cabeza todo aquel dialogo junto con esas sensaciones que no sabía cómo llevarlas.
¿Cómo se supone que podía manejar aquella locura que sentía por Molly? ¿Estaba, como decían los humanos, enamorado? No lo sabía, estaba tan perdido… y estaba por primera vez en su larga vida, muerto de miedo, sentía por su cuerpo ansiedad por saber, el no controlarse era superior a él y la única que podía mitigar aquello era Molly por lo que siendo lo único lógico en su cabeza y tirado por una fuerza más grande corrió hacia ella más rápido que nunca y la abrazo contra su pecho, comprobando como aquella ansiedad y miedo cesaban poco a poco.
-Tengo miedo…-Susurró con voz grave y casi entre dientes por lo que le costaba admitir aquellas palabras.-Ya no me siento solo, ya tengo algo que perder… a ti, y ya no puedo permitirme bajar la guardia.-Notaba aquella lagrima roja manchar su camisa ya no tan impoluta.-No puedo perderte, eres por lo único que daría mi vida… y no sé cómo ha sucedido y…señorita-Una sonrisa algo nerviosa surgió en su boca.- te aseguro que no llevo muy bien lo de no poder tener el control sobre mí mismo por tu culpa.-Acarició sus brazos lentamente por primera vez disfrutando de la piel femenina sin verla como algo externo y para un uso básico. Dejó que sus yemas rozasen aquella seda blanquecina, subiendo por su cuello hasta tener entre sus manos sus mejillas levantando su cara para poder centrar sus ojos en los de ella.-Eres tremendamente Bella, Molly Winslet…-Sus labios limpiaron el rastro de lagrima sin poder evitar gruñir de placer al palpar con su lengua aquella sangre pura de inmortal con un sabor afrutado por lo que podía palpar.-Hacia siglos que no probaba las fresas… tu sangre es afrutada, cítrica…-Quizás estaba enloqueciendo pero que importaba ya.
Molly…-Volvió a llamar su atención pero sin apartar ni su cuerpo ni su mirada de ella, siendo incapaz de aquello. Estaba seguro que aquella posesividad que sentía le traería algún dolor de cabeza… pobre de los humanos que se cruzaran con él en un mal día en el que ambos chocasen-No pienses-Murmura-Deja que nos conozcamos, deja que nuestro día a día decida qué hacer con nosotros… no tenga miedo.-No sabía cómo podía tener el valor de decirla eso cuando él estaba igual, pero sabía que necesitaban avanzar.- Tu y yo… cada día.-Sus ojos se desvían a sus labios y con lentitud rozó su boca intentando consolar aquella inquietud de ella, aunque para él era nuevo el preocuparse por alguien más que su persona.-Yo te cuidare… lo mejor que sepa, debes tener paciencia si aceptas a este viejo vampiro cabezota.-Juntó sus frentes y presiono sus manos tensas en su cintura por fin, sabiendo que una adrenalina diferente a la que sentía con la sangre recorría su cuerpo.
“Mi amor” en su cabeza resonó aquello y hasta le sorprendió lo agradable que se sentía pensar en ella como aquello, su amor. Sabía que sus ojos habían delatado la sorpresa y el agrado de aquello pero de momento… no tenía el valor de decírselo, y tampoco sabía si aquella mujer querría una vida tan complicada como sería el estar con él.
Aunque muchos crean que pueden pasar siglos sin enterarse no podían estar más equivocados, al menos para Kane… ya que él tenía una cuenta pendiente con aquellas horas perdidas en su pasado al quererlas recuperarlas en esos momentos por aquella criatura que acababa de “huir” de él.
No podía evitar sentir aquella “calidez” de la que hablaba Molly después de aquel beso, de aquel arrebato en el que ambos quedaron al descubierto. No eran perfectos, ni se acercaban a ello de hecho ambos eran seres egoístas, caprichosos y en el caso de Kane algo narcisista, pero aquello no entraba en la cabeza del vampiro, no ahora ya que solo podía reproducir en su cabeza todo aquel dialogo junto con esas sensaciones que no sabía cómo llevarlas.
¿Cómo se supone que podía manejar aquella locura que sentía por Molly? ¿Estaba, como decían los humanos, enamorado? No lo sabía, estaba tan perdido… y estaba por primera vez en su larga vida, muerto de miedo, sentía por su cuerpo ansiedad por saber, el no controlarse era superior a él y la única que podía mitigar aquello era Molly por lo que siendo lo único lógico en su cabeza y tirado por una fuerza más grande corrió hacia ella más rápido que nunca y la abrazo contra su pecho, comprobando como aquella ansiedad y miedo cesaban poco a poco.
-Tengo miedo…-Susurró con voz grave y casi entre dientes por lo que le costaba admitir aquellas palabras.-Ya no me siento solo, ya tengo algo que perder… a ti, y ya no puedo permitirme bajar la guardia.-Notaba aquella lagrima roja manchar su camisa ya no tan impoluta.-No puedo perderte, eres por lo único que daría mi vida… y no sé cómo ha sucedido y…señorita-Una sonrisa algo nerviosa surgió en su boca.- te aseguro que no llevo muy bien lo de no poder tener el control sobre mí mismo por tu culpa.-Acarició sus brazos lentamente por primera vez disfrutando de la piel femenina sin verla como algo externo y para un uso básico. Dejó que sus yemas rozasen aquella seda blanquecina, subiendo por su cuello hasta tener entre sus manos sus mejillas levantando su cara para poder centrar sus ojos en los de ella.-Eres tremendamente Bella, Molly Winslet…-Sus labios limpiaron el rastro de lagrima sin poder evitar gruñir de placer al palpar con su lengua aquella sangre pura de inmortal con un sabor afrutado por lo que podía palpar.-Hacia siglos que no probaba las fresas… tu sangre es afrutada, cítrica…-Quizás estaba enloqueciendo pero que importaba ya.
Molly…-Volvió a llamar su atención pero sin apartar ni su cuerpo ni su mirada de ella, siendo incapaz de aquello. Estaba seguro que aquella posesividad que sentía le traería algún dolor de cabeza… pobre de los humanos que se cruzaran con él en un mal día en el que ambos chocasen-No pienses-Murmura-Deja que nos conozcamos, deja que nuestro día a día decida qué hacer con nosotros… no tenga miedo.-No sabía cómo podía tener el valor de decirla eso cuando él estaba igual, pero sabía que necesitaban avanzar.- Tu y yo… cada día.-Sus ojos se desvían a sus labios y con lentitud rozó su boca intentando consolar aquella inquietud de ella, aunque para él era nuevo el preocuparse por alguien más que su persona.-Yo te cuidare… lo mejor que sepa, debes tener paciencia si aceptas a este viejo vampiro cabezota.-Juntó sus frentes y presiono sus manos tensas en su cintura por fin, sabiendo que una adrenalina diferente a la que sentía con la sangre recorría su cuerpo.
“Mi amor” en su cabeza resonó aquello y hasta le sorprendió lo agradable que se sentía pensar en ella como aquello, su amor. Sabía que sus ojos habían delatado la sorpresa y el agrado de aquello pero de momento… no tenía el valor de decírselo, y tampoco sabía si aquella mujer querría una vida tan complicada como sería el estar con él.
¿Cómo había surgido?
No lo sabía
¿Encontraría una explicación lógica?
Sabía que nada era lógico
¿Molly Winslet sería su canción en su eternidad?
Por una vez… lucharía fuera del campo de batalla para que eso fuera una realidad.
No lo sabía
¿Encontraría una explicación lógica?
Sabía que nada era lógico
¿Molly Winslet sería su canción en su eternidad?
Por una vez… lucharía fuera del campo de batalla para que eso fuera una realidad.
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Molly Winslet Jue Mar 03, 2016 11:06 am
No pienses...-su voz baja rozó mis oídos, como un bálsamo-. Deja que nos conozcamos, deja que nuestro día a día decida qué hacer con nosotros… no tenga miedo.
Abrí los ojos como una niña que acaba de descubrir algo interesante, dejando que sus orbes de azul líquido, suave, cayeran sobre mí como sus palabras. Algo tiraba en mi interior y me decía que estaba bien aquello que proponía, que era correcto dejarse llevar por algo que no tenía un peligro mayor que ser dependiente de nuevo.
- Tu y yo… cada día.
Me miró la boca, haciendo que mis labios hormiguearan de deseo. Y me sació, besándome de una manera nueva, menos agresiva, más cálida…
¿Cada día? ¿Cómo habíamos pasado de una cita sugerente a una invitación abierta para ser su compañía cotidiana? Y me sentí aún peor al descubrir que la idea me gustaba, que la curiosidad y la atracción por aquel caballero eran eco de algo mucho más intenso, de algo poderoso, de algo que me llevaba a no plantearme si era dañino el dejarme conocer por alguien de mi propia especie.
Una sonrisa se me escapó cuando se refirió a sí mismo como “viejo vampiro cabezota”, y recibí su aroma y su aliento cuando nuestras frentes se rozaron, brindándome un alivio casi inmediato. Sus dedos profundizaron en mi cuerpo duro, y al contrario de lo que cabía esperar, aquello terminó por disipar mi angustia y mi miedo.
Nos quedamos así, absortos el uno en el otro, intentando sujetar algo tan grande de una sola vez, y pude verme a mí misma en sus iris luminosos, pude notar la inquietud y la sorpresa que también me invadían a mí. El desfile de preguntas que discurría en ellos, espejo de la cantidad de dudas que volvían a atentar mi cabeza.
Mi boca comenzó a moverse antes de que pudiera impedirlo, impulsada por aquel ambiente que habíamos creado.
-Supongo que estamos perdidos… -susurré, casi con un tono de humor, y mis manos agarraron el cuello de su camisa-. Es difícil, y sigo sin poder creer que todo esto esté pasando, que usted…
Parpadeé un par de veces, corrigiéndome.
-Que tú… Kane… Sin haberte conocido, sin saber realmente nada de ti… Me ofrezcas algo así. Pero, no me malinterpretes. Realmente resulta aliviador- alcé una comisura y la picardía pareció reconciliarse de nuevo con mi mirada-, y no es usted el único vampiro malhumorado aquí, señor…
Desvié las pupilas de las suyas sólo unos segundos, sin dejar de sonreír.
-No sé cuál es la índole de esta proposición pero… Sigo sin entenderle, sigo sin captar cuál es ese inmenso interés, si yo no albergo nada más que inexperiencia en mi vida neófita.
Me cuadré, sacudiéndome por fin los restos de la incertidumbre y recomponiendo aquella seguridad que me definía, pero sabía que aquel muro tirado entre ambos no se erguiría después. Me sentía cómplice de un mismo sentimiento, cómplice de un mismo deseo, veía en él la fuerza que me sujetaba a mí.
Tiré de su ropa repentinamente, obligándole a tener el rostro a mi altura y sonriendo maliciosamente ante su mirada divertida.
-Ha caído en mis redes, señor Caristeas… -solté una risita y le liberé, alejándome unos pasos hacia el circo contoneándome como solía hacer.
Me detuve antes de continuar, y mirándole de medio lado le ofrecí mi mano, a sabiendas de que vendría y enlazar así nuestros brazos. Mantuve un cómodo silencio entre ambos hasta llegar de nuevo al ambiente oscuro, cargado y algo irritante de la carpa.
-Salgamos de aquí de una vez, creo que ha sido suficiente tortura para sus refinadas costumbres.
Y así, recogimos nuestras cosas, y entre las miradas reprobatorias de aquellos a los que habíamos importunado y algún que otro embobado que se había fijado en nuestro aspecto inusual, escapamos de aquel sitio tan poco acogedor y que se alejaba mucho de mi concepto de diversión. Aunque, había de admitir, que no era diversiónb justamente lo que había echado en falta en aquella función, a pesar de las extrañas situaciones.
Un olor menos sanguinoliento, menos cargado y más fresco nos recibió fuera, dejándome despejar de una vez mi mente alborotada. Le miré como quien mira un nuevo hallazgo, sin intentar esconder mi extrañeza y mi… ¿dicha? No lo sabía. Era extraño, doloroso y desesperante, pero también me daba cierta emoción, excitación. Algo que me hacía débil, pero que si unas horas atrás creía que sería aprovechado en favor de los deseos egoístas de aquel vampiro, en aquel momento podía admitir que albergaba una sensación acogedora, reafirmando su promesa de cuidarme minutos antes.
-¿Entonces no tengo elección?- insinué, burlona, escondiendo la sonrisa tras el grosor del abrigo de piel-. ¿Se ha apropiado por fin del objeto de su deseo?
Me mordí el labio ahogando una carcajada y desvié la mirada al sendero que abrían nuestros pasos.
-Comme donner un bonbon à un enfant… - susurré, provocativa, consciente de que volvía a jugar con él, sólo que ahora ya estaban puestas las cartas sobre la mesa-. Supongo que es lo que merece su buen comportamiento en el circo, si es que por buen comportamiento se incluye acorralar a señoritas en la oscuridad.
Le detuve un instante en la calle, posicionándome delante de él y sin dejar de mostrarle mis dientes en una intencionadamente inocente sonrisa.
-Espero haberle resultado una grata inversión, señor Caristeas -me alcé sobre mis pies y le besé despacio, pero intensamente, buscando su excitación.
Mis uñas jugaron con la piel de su nuca, profundizando un poco más el contacto de nuestros labios, y separándome de nuevo en el instante en que él quiso reaccionar.
-¿Hora de irse a dormir para las señoritas?- pronuncié, traviesa-. ¿O tiene algo pensado, caballero?
Abrí los ojos como una niña que acaba de descubrir algo interesante, dejando que sus orbes de azul líquido, suave, cayeran sobre mí como sus palabras. Algo tiraba en mi interior y me decía que estaba bien aquello que proponía, que era correcto dejarse llevar por algo que no tenía un peligro mayor que ser dependiente de nuevo.
- Tu y yo… cada día.
Me miró la boca, haciendo que mis labios hormiguearan de deseo. Y me sació, besándome de una manera nueva, menos agresiva, más cálida…
¿Cada día? ¿Cómo habíamos pasado de una cita sugerente a una invitación abierta para ser su compañía cotidiana? Y me sentí aún peor al descubrir que la idea me gustaba, que la curiosidad y la atracción por aquel caballero eran eco de algo mucho más intenso, de algo poderoso, de algo que me llevaba a no plantearme si era dañino el dejarme conocer por alguien de mi propia especie.
Una sonrisa se me escapó cuando se refirió a sí mismo como “viejo vampiro cabezota”, y recibí su aroma y su aliento cuando nuestras frentes se rozaron, brindándome un alivio casi inmediato. Sus dedos profundizaron en mi cuerpo duro, y al contrario de lo que cabía esperar, aquello terminó por disipar mi angustia y mi miedo.
Nos quedamos así, absortos el uno en el otro, intentando sujetar algo tan grande de una sola vez, y pude verme a mí misma en sus iris luminosos, pude notar la inquietud y la sorpresa que también me invadían a mí. El desfile de preguntas que discurría en ellos, espejo de la cantidad de dudas que volvían a atentar mi cabeza.
Mi boca comenzó a moverse antes de que pudiera impedirlo, impulsada por aquel ambiente que habíamos creado.
-Supongo que estamos perdidos… -susurré, casi con un tono de humor, y mis manos agarraron el cuello de su camisa-. Es difícil, y sigo sin poder creer que todo esto esté pasando, que usted…
Parpadeé un par de veces, corrigiéndome.
-Que tú… Kane… Sin haberte conocido, sin saber realmente nada de ti… Me ofrezcas algo así. Pero, no me malinterpretes. Realmente resulta aliviador- alcé una comisura y la picardía pareció reconciliarse de nuevo con mi mirada-, y no es usted el único vampiro malhumorado aquí, señor…
Desvié las pupilas de las suyas sólo unos segundos, sin dejar de sonreír.
-No sé cuál es la índole de esta proposición pero… Sigo sin entenderle, sigo sin captar cuál es ese inmenso interés, si yo no albergo nada más que inexperiencia en mi vida neófita.
Me cuadré, sacudiéndome por fin los restos de la incertidumbre y recomponiendo aquella seguridad que me definía, pero sabía que aquel muro tirado entre ambos no se erguiría después. Me sentía cómplice de un mismo sentimiento, cómplice de un mismo deseo, veía en él la fuerza que me sujetaba a mí.
Tiré de su ropa repentinamente, obligándole a tener el rostro a mi altura y sonriendo maliciosamente ante su mirada divertida.
-Ha caído en mis redes, señor Caristeas… -solté una risita y le liberé, alejándome unos pasos hacia el circo contoneándome como solía hacer.
Me detuve antes de continuar, y mirándole de medio lado le ofrecí mi mano, a sabiendas de que vendría y enlazar así nuestros brazos. Mantuve un cómodo silencio entre ambos hasta llegar de nuevo al ambiente oscuro, cargado y algo irritante de la carpa.
-Salgamos de aquí de una vez, creo que ha sido suficiente tortura para sus refinadas costumbres.
Y así, recogimos nuestras cosas, y entre las miradas reprobatorias de aquellos a los que habíamos importunado y algún que otro embobado que se había fijado en nuestro aspecto inusual, escapamos de aquel sitio tan poco acogedor y que se alejaba mucho de mi concepto de diversión. Aunque, había de admitir, que no era diversiónb justamente lo que había echado en falta en aquella función, a pesar de las extrañas situaciones.
Un olor menos sanguinoliento, menos cargado y más fresco nos recibió fuera, dejándome despejar de una vez mi mente alborotada. Le miré como quien mira un nuevo hallazgo, sin intentar esconder mi extrañeza y mi… ¿dicha? No lo sabía. Era extraño, doloroso y desesperante, pero también me daba cierta emoción, excitación. Algo que me hacía débil, pero que si unas horas atrás creía que sería aprovechado en favor de los deseos egoístas de aquel vampiro, en aquel momento podía admitir que albergaba una sensación acogedora, reafirmando su promesa de cuidarme minutos antes.
-¿Entonces no tengo elección?- insinué, burlona, escondiendo la sonrisa tras el grosor del abrigo de piel-. ¿Se ha apropiado por fin del objeto de su deseo?
Me mordí el labio ahogando una carcajada y desvié la mirada al sendero que abrían nuestros pasos.
-Comme donner un bonbon à un enfant… - susurré, provocativa, consciente de que volvía a jugar con él, sólo que ahora ya estaban puestas las cartas sobre la mesa-. Supongo que es lo que merece su buen comportamiento en el circo, si es que por buen comportamiento se incluye acorralar a señoritas en la oscuridad.
Le detuve un instante en la calle, posicionándome delante de él y sin dejar de mostrarle mis dientes en una intencionadamente inocente sonrisa.
-Espero haberle resultado una grata inversión, señor Caristeas -me alcé sobre mis pies y le besé despacio, pero intensamente, buscando su excitación.
Mis uñas jugaron con la piel de su nuca, profundizando un poco más el contacto de nuestros labios, y separándome de nuevo en el instante en que él quiso reaccionar.
-¿Hora de irse a dormir para las señoritas?- pronuncié, traviesa-. ¿O tiene algo pensado, caballero?
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Kane Caristeas Vie Abr 01, 2016 7:58 am
H ubiera matado a cualquiera que se hubiera atrevido a arrugar mi camisa…digamos que tengo un carácter un tanto ¿Agresivo? pero usted, señorita…-Mira con cierta diversión y algo de incredulidad ante su propio comportamiento, las manos de aquella chiquilla que revoloteaba por su cabeza y a su alrededor, jugando, jugando a llevarle al límite, algo que parecía entusiasmarla ya que no había rastro de miedo ante las posibles consecuencias de sus actos. Nadie jamás había conseguido llevar a Kane como un títere y aquella niña hacía con él lo que quisiera… y Kane internamente, aunque extrañado de aceptarlo, estaba encantado con poder ver esa chispa en los ojos azules de la morena, aquella chispa que creía que el mismo también poseía desde que la vio aquel día por la calle, aquel día que sin quererlo volvió a sentir al menos de una manera menos agresiva y sangrienta, lo que era estar en paz… aquellos ojos azules le hicieron volver a la vida. – Usted señorita puede romperme cada ropa en mi cuerpo que lo único que conseguiría es verme de una forma menos… formal.-Bromea.
Kane era consciente de que él era un viejo vampiro, con mucha experiencia, demasiadas vivencias, que podría contarle esperando no parecer un abuelo, y que ella era una joven en plenitud de su no-vida que podría tener a quien quisiera, realmente Kane iba a tener muchos dolores de cabeza por este tema, su posesividad y su control se desatarían al tener miedo de perderla por algún factor, en este caso este anterior. Además no ayuda que un loco, que nada más verla se ¿obsesiono? ¿enamoro? Aun no lo tenía claro… quizás eran ambas cosas, decidió ir a por ella, como si fuera una presa, cuando al final fue el quien acabó cazado y aquella escena en medio de las calles parisinas era un claro ejemplo de ello.
Jamás había dado un espectáculo en medio de la calle, jamás había besado a nadie dándole igual lo que pensaran los viandantes pero cuando la necesidad de aquella mujer al sentir sus labios de nuevo se hizo plena en su cuerpo e intento continuar aquel beso supo que iban a cambiar muchas cosas y que se tendría que acostumbrar y… ceder, cosa que no era muy normal en el vampiro.
Molly…-Recompuso su actitud colocándose la camisa correctamente al igual que la chaqueta y carraspeo algo ¿nervioso?, se estaba volviendo loco por sentir tantas cosas diferentes en tan poco tiempo, aquello se salía de la normalidad para él y… no sabía cómo llevarlo y tener aquel torbellino sensual e hiperactivo cerca de él no estaba ayudando en su control.-Soy un hombre poco divertido…-Agarró su mano y se la beso lentamente disfrutando de la textura de su piel fría.-¿No te aburrirás? No soy lo que se dice el alma de la fiesta, incluso dudo que yo tenga alma-Sonrió en un intento de broma y en parte lo era pero también cierta pesadumbre acompañaba sus palabras. Tantos años viviendo de aquella manera y ahora… parecía todo tan diferente que le asustaba ya que se planteaba cosas que antes eran inimaginables.-No quiero soltarte… y menos después de probar esos labios-Su voz ante aquello resulto baja y rasgada mientras pasaba su pulgar sobre su labio inferior, sus ojos se oscurecieron de deseo y no dudo en clavarlos en ella demostrándola lo que causaba en el a pesar de todo ya que no quería privarla de ninguna reacción que tuviera ya que él no se privaría de las de ella… la estudiaría muy bien.
Ven conmigo, ven a mi casa… conócela y siéntete libre de hacer lo que desees en ella.-Su casa era un lugar frio y prácticamente vacío, era una pena ver que una casa tan grande carecía de… luz, en todos los sentidos posibles.-No prometo ser el mejor anfitrión pero… lo intentare, y te aseguro que para mí eso es demasiado nuevo.-Y de nuevo sorprendiéndose así mismo, enredó los dedos en el pelo de Molly y la atrajo hasta su cuerpo dejando que notase cada centímetro de el.-Creo que después de esto no te podrás negar.-Agacho la cabeza y junto sus labios durante unos segundos antes de comenzar a mover muy lentamente su boca contra la de ella, suspirando por la suavidad de ella, lo lleno de sus labios… era el paraíso. No subió el ritmo continuo desesperándola como anteriormente ella hizo. Rozo sus lenguas, mordió su labio inferior tirando de el antes de volver a besarla.-Molly…-Murmuró cuando separo unos centímetros sus bocas.- ¿Vendrás?-Una simple pregunta acompañada de una sincera y pequeña sonrisa que aún no se atrevía a salir del todo.-Yo te arropare… si es lo que deseas.
Pasó su lengua por sus colmillos y tenso su mandíbula solo con pensar en ella en su cama. Aquello iba a ser una prueba de fuego.
Kane era consciente de que él era un viejo vampiro, con mucha experiencia, demasiadas vivencias, que podría contarle esperando no parecer un abuelo, y que ella era una joven en plenitud de su no-vida que podría tener a quien quisiera, realmente Kane iba a tener muchos dolores de cabeza por este tema, su posesividad y su control se desatarían al tener miedo de perderla por algún factor, en este caso este anterior. Además no ayuda que un loco, que nada más verla se ¿obsesiono? ¿enamoro? Aun no lo tenía claro… quizás eran ambas cosas, decidió ir a por ella, como si fuera una presa, cuando al final fue el quien acabó cazado y aquella escena en medio de las calles parisinas era un claro ejemplo de ello.
Jamás había dado un espectáculo en medio de la calle, jamás había besado a nadie dándole igual lo que pensaran los viandantes pero cuando la necesidad de aquella mujer al sentir sus labios de nuevo se hizo plena en su cuerpo e intento continuar aquel beso supo que iban a cambiar muchas cosas y que se tendría que acostumbrar y… ceder, cosa que no era muy normal en el vampiro.
Molly…-Recompuso su actitud colocándose la camisa correctamente al igual que la chaqueta y carraspeo algo ¿nervioso?, se estaba volviendo loco por sentir tantas cosas diferentes en tan poco tiempo, aquello se salía de la normalidad para él y… no sabía cómo llevarlo y tener aquel torbellino sensual e hiperactivo cerca de él no estaba ayudando en su control.-Soy un hombre poco divertido…-Agarró su mano y se la beso lentamente disfrutando de la textura de su piel fría.-¿No te aburrirás? No soy lo que se dice el alma de la fiesta, incluso dudo que yo tenga alma-Sonrió en un intento de broma y en parte lo era pero también cierta pesadumbre acompañaba sus palabras. Tantos años viviendo de aquella manera y ahora… parecía todo tan diferente que le asustaba ya que se planteaba cosas que antes eran inimaginables.-No quiero soltarte… y menos después de probar esos labios-Su voz ante aquello resulto baja y rasgada mientras pasaba su pulgar sobre su labio inferior, sus ojos se oscurecieron de deseo y no dudo en clavarlos en ella demostrándola lo que causaba en el a pesar de todo ya que no quería privarla de ninguna reacción que tuviera ya que él no se privaría de las de ella… la estudiaría muy bien.
Ven conmigo, ven a mi casa… conócela y siéntete libre de hacer lo que desees en ella.-Su casa era un lugar frio y prácticamente vacío, era una pena ver que una casa tan grande carecía de… luz, en todos los sentidos posibles.-No prometo ser el mejor anfitrión pero… lo intentare, y te aseguro que para mí eso es demasiado nuevo.-Y de nuevo sorprendiéndose así mismo, enredó los dedos en el pelo de Molly y la atrajo hasta su cuerpo dejando que notase cada centímetro de el.-Creo que después de esto no te podrás negar.-Agacho la cabeza y junto sus labios durante unos segundos antes de comenzar a mover muy lentamente su boca contra la de ella, suspirando por la suavidad de ella, lo lleno de sus labios… era el paraíso. No subió el ritmo continuo desesperándola como anteriormente ella hizo. Rozo sus lenguas, mordió su labio inferior tirando de el antes de volver a besarla.-Molly…-Murmuró cuando separo unos centímetros sus bocas.- ¿Vendrás?-Una simple pregunta acompañada de una sincera y pequeña sonrisa que aún no se atrevía a salir del todo.-Yo te arropare… si es lo que deseas.
Pasó su lengua por sus colmillos y tenso su mandíbula solo con pensar en ella en su cama. Aquello iba a ser una prueba de fuego.
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Re: Circo circense... ¿Dónde guardas tus trucos? // Kane Caristeas
por Molly Winslet Dom Abr 03, 2016 5:34 am
-No quiero soltarte… y menos después de probar esos labios.
Sus pupilas se ahondaron y su voz sonó ronca, dejando ver claramente el deseo en sus facciones. Un cosquilleo sacudió mi espina dorsal al verle así, y la electricidad me comprimió el estómago, debilitándome. Intenté concentrarme en lo que me decía, y cuando las palabras tomaron significado en mi cabeza, se retorcieron mis entrañas inevitablemente y mis ojos se abrieron desmesuradamente por el asombro.
¿A su hogar? Qué descarado…
Pero, muy en contra de la razón, una gran parte de mí no dudaba en decir que sí y aventurarme a lo que ya había comenzado aquella noche. Sin embargo… El miedo, la incertidumbre, y una molesta sensación de descontrol me hacían volver a la realidad. Me sentí como la niña de 19 de años que realmente era, dejándome caer en la boca del lobo.
-Creo que después de esto no te podrás negar.
No sirvió de nada intentar ser lógica y consecuente, porque su boca atrapó la mía y mis pensamientos se esfumaron como la espuma, dejando paso a aquella chispa que crecía con el movimiento de sus labios. Cerré los ojos y respondí al beso, intentando en vano intensificarlo, porque él me desesperaba haciéndolo lentamente. Se me escapó un suspiro cuando se separó deslizando los dientes por mi labio inferior.
El poder que pudiera tener sobre la situación instantes atrás se esfumó, perdiéndome en su aliento.
-Molly…
Se apartó levemente y fruncí el ceño, reprimiendo el deseo de acercarle nuevamente a mi boca.
- ¿Vendrás?
Y entonces vi en sus ojos aquel brillo de esperanza, de temor. No era la única que sentía que las cosas se nos estaban escapando de las manos. Me mordí el labio ante su leve sonrisa, dudando. ¿Hasta qué punto era cierto, hasta qué punto podía fiarme de mis impresiones, de mi instinto? Su pequeña broma consiguió una pequeña risa que relajó parte de mis nervios.
Mi interior se sacudió ante aquella mirada oscura, llena de deseo. Tuve que literalmente luchar contra mí misma para no dejar escapar un “sí”. Pero gracias al cielo, la cordura pareció venir en mi ayuda y me mantuve pensativa, con los ojos fijos en aquellos iris azules. Y opté por el juego.
-Señor Caristeas…
Empujé ligeramente su pecho con las manos para separarme levemente y sonreí, traviesa.
-Es usted un descarado.
Alcé una ceja, riñéndole con la mirada.
-¿Acaso sus años de vida no le han enseñado a comprender que es una grave falta de decoro llevarse a las señoritas de buena cuna a sus aposentos en la primera cita?
Deslicé mi mano por su hombro, observando la línea de su cuello y mandíbula, negando con la cabeza en fingida indignación.
-Me aterran sus modales, monsieur… Pero… Hagamos un trato.
Volví a perderme en sus ojos, dejando ver la diversión en los míos. Recogí su barbilla, insolente, y le acerqué a la altura de mi rostro.
-Le daré otra oportunidad… -alcé una comisura y me humedecí los labios, traviesa-. Una cena. Si consigue recuperar su porte como caballero… Entonces y sólo entonces le responderé. ¿Qué me dice?
Y entre toda aquella travesura, todo aquel aspecto impertubable, la Molly asustada y llena de sentimientos salió a flote, trasluciéndose en mis pupilas, en contradicción con aquella mueca juguetona. Porque realmente sentía el deseo de saber de él, de perderme en sus historias, en sus brazos, en su boca mortificada, en la frialdad de aquella piel…
Cobardía. Quizás esa era la palabra. Y como ser débil en el que me había transformado le observaba con la esperanza de que siguiera mi juego...
Sus pupilas se ahondaron y su voz sonó ronca, dejando ver claramente el deseo en sus facciones. Un cosquilleo sacudió mi espina dorsal al verle así, y la electricidad me comprimió el estómago, debilitándome. Intenté concentrarme en lo que me decía, y cuando las palabras tomaron significado en mi cabeza, se retorcieron mis entrañas inevitablemente y mis ojos se abrieron desmesuradamente por el asombro.
¿A su hogar? Qué descarado…
Pero, muy en contra de la razón, una gran parte de mí no dudaba en decir que sí y aventurarme a lo que ya había comenzado aquella noche. Sin embargo… El miedo, la incertidumbre, y una molesta sensación de descontrol me hacían volver a la realidad. Me sentí como la niña de 19 de años que realmente era, dejándome caer en la boca del lobo.
-Creo que después de esto no te podrás negar.
No sirvió de nada intentar ser lógica y consecuente, porque su boca atrapó la mía y mis pensamientos se esfumaron como la espuma, dejando paso a aquella chispa que crecía con el movimiento de sus labios. Cerré los ojos y respondí al beso, intentando en vano intensificarlo, porque él me desesperaba haciéndolo lentamente. Se me escapó un suspiro cuando se separó deslizando los dientes por mi labio inferior.
El poder que pudiera tener sobre la situación instantes atrás se esfumó, perdiéndome en su aliento.
-Molly…
Se apartó levemente y fruncí el ceño, reprimiendo el deseo de acercarle nuevamente a mi boca.
- ¿Vendrás?
Y entonces vi en sus ojos aquel brillo de esperanza, de temor. No era la única que sentía que las cosas se nos estaban escapando de las manos. Me mordí el labio ante su leve sonrisa, dudando. ¿Hasta qué punto era cierto, hasta qué punto podía fiarme de mis impresiones, de mi instinto? Su pequeña broma consiguió una pequeña risa que relajó parte de mis nervios.
Mi interior se sacudió ante aquella mirada oscura, llena de deseo. Tuve que literalmente luchar contra mí misma para no dejar escapar un “sí”. Pero gracias al cielo, la cordura pareció venir en mi ayuda y me mantuve pensativa, con los ojos fijos en aquellos iris azules. Y opté por el juego.
-Señor Caristeas…
Empujé ligeramente su pecho con las manos para separarme levemente y sonreí, traviesa.
-Es usted un descarado.
Alcé una ceja, riñéndole con la mirada.
-¿Acaso sus años de vida no le han enseñado a comprender que es una grave falta de decoro llevarse a las señoritas de buena cuna a sus aposentos en la primera cita?
Deslicé mi mano por su hombro, observando la línea de su cuello y mandíbula, negando con la cabeza en fingida indignación.
-Me aterran sus modales, monsieur… Pero… Hagamos un trato.
Volví a perderme en sus ojos, dejando ver la diversión en los míos. Recogí su barbilla, insolente, y le acerqué a la altura de mi rostro.
-Le daré otra oportunidad… -alcé una comisura y me humedecí los labios, traviesa-. Una cena. Si consigue recuperar su porte como caballero… Entonces y sólo entonces le responderé. ¿Qué me dice?
Y entre toda aquella travesura, todo aquel aspecto impertubable, la Molly asustada y llena de sentimientos salió a flote, trasluciéndose en mis pupilas, en contradicción con aquella mueca juguetona. Porque realmente sentía el deseo de saber de él, de perderme en sus historias, en sus brazos, en su boca mortificada, en la frialdad de aquella piel…
Cobardía. Quizás esa era la palabra. Y como ser débil en el que me había transformado le observaba con la esperanza de que siguiera mi juego...
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