Seeking the dead /libre

Aquella tarde, Evoleth había decido salir de expedición por la ciudad. Aún no la conocía demasiado, y su nulo sentido de la orientación no ayudaba. En cambio, tenía todo el tiempo del mundo para compensar. Buscaba algo concreto, un lugar solitario pero accesible para celebrar algún que otro ritual mágico. Hizo caso a un nativo que le dijo que si buscaba un sitio pintoresco, o iba a la caza de leyendas locales, tenía que visitar el cementerio. Era demasiado típico, pero no perdía nada por echar un vistazo.

Frunció el ceño al ver, dentro del camposanto, una cabaña bastante destartalada pero que parecía habitable. Si tenían un vigilante sería un problema. Lo malo es que no había nadie a quien sacarle la información, estaba sola. Se agachó frente a una tumba de mármol que se alzaba medio metro sobre el suelo, podría convertirse fácilmente en un altar. Acarició su superficie algo sucia, notando bajo sus dedos la piedra pulida. Entonces, sintió algo en su mano, y al mirar, se encontró con un saltamontes horrible. Agitó la mano como acto reflejo y golpeó una maceta con flores violetas que había en un extremo de la tumba, junto a la lápida. Odiaba los bichos con alas y antenas más que nada en el mundo.

El ruido de la cerámica rota dio paso a cierto silencio, y Evoleth miró hacia todos lados, inmóvil, esperando ser descubierta para echar a correr. Lo único que escuchó fue un golpe y un quejido. Se levantó y vio, a unos cuantos metros, a un chico tendido en el suelo. Llena de curiosidad se acercó para inclinar la cabeza sobre la cara del chico, al que le echó una mayoría de edad muy justa. Si es que la tenía, aunque en aquella posición los rasgos se distorsionaban. Lo miró divertida, notando cómo el pelo suelto le caía a ambos lados de la cara. Le gustó el estilo del chico, se salía de lo normal y aburrido. Evoleth se había puesto un vestido blanco con azul estampado, y entonces, sin venir a cuento, se dio cuenta de lo oportuno de la elección.

- ¿Aterrizaje forzoso?- bromeó y miró al frente buscando qué podría haberle hecho perder el equilibrio. Entonces la vio, aquella blasfemia de estatua. Bufó y pasó uno de los pies por encima del cuerpo del muchacho para acercarse al mausoleo. Acababa de entrarle la vena patriótica. ¿Qué hacía un amago de Apolo con una mini arpa? ¡Él tocaba la lira! Se echó el pelo hacia atrás de pura frustración en pleno gruñido y luego miró al chico de nuevo-. Normal que te hayas caído de la impresión- inspiró, ya estaba enfadándose por nada, y él no tenía la culpa. Se dio la vuelta de nuevo y le tendió la mano, si para presentarse o conseguir un apoyo y levantarse se lo dejaba elegir a él-. Nos ahorramos el llamar a algún curandero, ¿no?- no parecía demasiado magullado y ella no tenía ganas de pelear. Extrañamente estaba de buen humor sin ganas de asesinar a nadie...aún.

Sonrió ante su broma después de ayudarle a levantarse, siempre le había gustado la gente que no mantiene ese estúpido respeto silencioso en los cementerios.

- Si te hace sentirte mejor, te he visto cuando ya estabas en el suelo- se encogió de hombros desenfadada-. Pensaba que no había nadie- supuso que habría estado distraída imaginando altares en las tumbas para darse cuenta de su presencia.

Él la sacó de sus divagaciones mencionando la estatua. Miró hacia aquel error escultórico entrecerrando los ojos de nuevo. Se ve que estar lejos de su país le hacía apreciarlo de forma irracional. No dio importancia a que él se hubiese dado cuenta de su molestia, porque se consideraba alguien bastante transparente respecto a sus emociones.

- Apolo con un arpa...-volvió a mirarle-. Para mi es como ver a un buda con una espada, un anacronismo bestial- sonrió, decidida a olvidarse de eso-. Es que estoy loca, y me ha tocado estudiarme el panteón entero, son como de la familia- le explicó.

Antes que pudiera decirle nada, hizo referencia a la maceta rota. Le hubiera molestado que le recordara su torpeza, pero como él se había tropezado, consideró que estaban en paz. Lo señaló con un dedo y bajó la voz.

- Si te preguntan, ha sido un gato piojoso el que ha roto el florero- rió, no creía que nadie le pidiese cuentas, aunque no iba  confesar que se había llevado un susto por un bicho de nada-. Yo soy Evoleth- se acercó a él y le dio un beso en la mejilla descaradamente y sin permiso. Había que aprovechar.

- Como si mañana fuese a acabarse el mundo...- respondió alegre mientras se hacía con uno de los cigarros y buscaba un mechero en los bolsillos de su abrigo con cierta ansia. Se encendió el suyo y luego le ofreció las ceriilas. Bien era un vampiro, pero había conocido a muchos con grandes vicios. Aquel chico empezaba a caerle realmente bien y eso que no lo conocía, pero repito, estaba de buen humor. Dio una calada intensa, dejando que el denso humo azulado invadiese sus pulmones. Después, lo expulsó lentamente antes de apoyarse sobre una de las lápidas- ¿aparte de lo obvio, qué te ha traido por aquí?- preguntó. siempre ha pensado que si eres directo, pareces ingenuo aunque no lo seas.

-Deja que te cuente algunas cosas garañon. -devolví el cigarrillo a mis labios, dando un par de bocanadas más y posteriormente arrojar el humo por mis fosas nasales. -En primer lugar, no necesito tu ayuda. En segundo... - lo miré de arriba a bajo descaradamente, sonriendo "angelicalmente" -Me gusta venir aquí, porque es un buen sitio para enterrar cuerpos clandestinamente y ver como se van pudriendo sus cuerpos poco a poco. Como los gusanos se comen sus ojos... Como se van volviendo nada...

Sonreí nuevamente, no esperando alguna clase de reacción por su parte. Era un vampiro, estaba acostumbrado a matar al igual que yo, aunque por diversas circunstancias.

-Y en tercero, es un lugar sumamente romántico si lo piensas con detenimiento. -me acerqué hacia él pero conservando una distancia moderada. Tampoco era una novata estúpida-:- Tú y yo, un florero roto, un tropezón, un bicho peludo de cuatro patas que maulla y... Cientos de decenas de muertos a nuestro alrededor, y Apolo con un arpa tocando para nosotros. El sueño de toda mujer...

Desde ahí podía observar su silueta alumbrada por la luz de la luna, dandole un aire espectral. Una estatua viviente, yo no podía estar más complacida. Olvidé por un instante el verdadero propósito de mi visita al cementerio.

La mujer en cuestión tenía puntos a favor y en contra, todavía no decidía si le caía bien o mal, simplemente era algo extraño, podría ser de aquellas que fingen todo el tiempo, pero por otro lado, parecía tan natural que bueno, había que irse con piedras, eso era lo que mantenía a Burke ahí. Tomó el cigarro ajeno y lo llevó a sus labios, no sabía a nada aquello, pero podría decirse que lo hacía porque le daba la gana, como absolutamente todo lo demás.

-Veamos, pequeñaja, en primer lugar nunca dije que en realidad quisiera ayudarte, creo que te afectó más el golpe a ti, que a mí... En segundo lugar, dudo mucho que puedas enterrarme tan fácil o que realmente sea lo más divertido que puedas hacer conmigo- le guiñó el ojo y aventó el cigarro lejos de ellos, donde cayó no le importaba y si ella se molestaba, era otra cosa que tampoco le quitaba el sueño en realidad.

-Y en tercero, si me quieres seducir- sonrió de lado y terminó por romper la distancia que ella tan prudentemente había conservado como si fuera una manda, dejó que sus dedos fríos se deslizaran por la piel ajena y sintieran la tibieza que le daba la sangre -Aquí falta un componente y no creo que quieras cooperar para que yo caiga rendido a tus pies- tomó su mentón y la acercó un poco a su rostro, para terminar por reír y soltarla, evidentemente él no estaría a los pies de nadie, pero un juego lo puede hacer cualquiera -Creo que debes de dejar de jugar con fuego, niña, ¿Qué puedes hacer aquí?- se cruzó de brazos y se terminó por sentar en una de las lápidas donde yacía el nombre de alguien que Burke desconocía por completo.

Observé como mi cigarrillo volaba de mis labios para después perderse entre la hierba muerta que existía en el lugar, no es que fuera un hombre con muchos modales, pero alguien debía de enseñarle, que no todo era como él quería , pareciera que hasta este momento, no creía que en verdad podía cuidarme sola.

Mostré una sonrisa -¿Divertido? ¿De verdad crees que tú y yo podamos hacer algo divertido?- de nuevo mis ojos se deleitaron la pupila mientras le recorría de cabeza a pies, observando cada uno de los detalles, alguna que otra hoja que yacía perdida por sus ropas, debido a "casi" morir descalabrado, pero era lo de menos, no importaba en ese momento.

Con un par de pasos diminutos me coloqué delante de él y le observé con detenimiento-Ya te dije que el lugar invita a muchas cosas, a menos que sólo hables por hablar esta vez no existió una sonrisa angelical de mi parte, ahora había cierta diversión en cada una de mis facciones, dibujando el pequeño demonio que existía en mi ser, ¿Acaso por ser mujer no podía tener necesidades? ¡Cuánta equivocación!

Mis manos bailaron por el torso ajeno, haciendo leves dibujos sin que se llegara a concretar una verdadera caricia sobre su camisa-¿Qué te hace mantenerte aún aquí?- mi mirada era firme, divertida, traicionera. Su silueta se iba perfilando mientras la luna detrás de él, terminaba por alcanzar su máximo esplendor.