AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El encuentro | Privado
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El encuentro | Privado
As you remember if you start to forget the forgetting of forgetting me and I begin to remember.
El peregrinaje de Athdar había sido muy largo, aunque su propósito no era viajar a Italia, la huída del nombre de Chiara lo fue alejando al sur hasta que llegó a Italia. Desde que escuchó que Chiara estaba en París Athdar tomó la forma del halcón peregrino, la vio en un par de ocasiones y motivado por su dolor abandonó la ciudad que comenzaba a aceptar. No podría regresar a Escocia porque en su mente no dejaría de pensar en la familia Rosso, fue así que la única alternativa para resguardar su corazón fue ir a otra parte.
Cuando llegó a Italia aún se mantuvo en su apariencia de halcón por varias semanas. Vivía como lo hacía en Escocia, como una ave, cazando animales y comiéndoselos como si fuera un animal cualquiera. Ya estaba a costumbrado a alimentarse de esa forma, no era novedad para él, después de años en permanecer como un ave se acostumbró a comer como tal. A principios de año llegó a una villa propiedad del condado Moncalieri, era un lugar pacífico, con gente alegre, por días voló por los alrededores conociendo cada rincón del condado. Advirtiendo que no se encontraban los condes presentes. A veces como cuervo se acercaba para escuchar a los trabajadores que serían a un gentil capataz que estaba a cargo del condado y en efecto, no estaba presente la autoridad que respondiera al cargo de conde. La villa del condado le pareció mágica, en la mansión principal existían jardines como laberintos donde volaba a baja altura. La gentileza del capataz le sorprendía pero no lo creía honesto, nadie podía tener esa actitud cuando tienes el poder de un conde.
Athdar creía que el capataz derrocaría al conde al tener a toda su gente a su lado, sin nadie que luchara con el conde no iba a tener de otra que ceder las tierras. Aunque, para él no tenía ninguna clase de importancia lo que sucediera. Así que después de vivir entre la gente como halcón y cuervo se presentó una mañana como hombre. Un refugiado extranjero. El haber pasado como ave tanto tiempo en Italia no solamente era para conocer el lugar, también era para escuchar bajo oído animal la lengua y aprender de ella. Su italiano no era bueno y a veces no entendía cosas pero decidieron contratarlo, nunca se dio a entender de que podría trabajar de leñador por lo que se convirtió en el jardinero de la propiedad del ausente conde y donde actualmente vivía el capataz.
Pero un día, después de seis largos meses se escuchó el rumor de que a casa regresaba la condesa di Moncalieri lo que causaba mucha espectción, como lo previó algunos se quejaban de que no era necesario que llegara, y no sólo eso, sino que al ser mujer no tendría la visión para llevar un condado «el capataz debe de seguir al mando» decían sin que el capataz lo propusiera. Empero, seguramente era su plan, para aquel entonces Athdar ya hablaba un poco más el italiano y cuando le preguntaban si estaba a favor de que el capataz siguiera, él se limitaba a decir —creo que sería interesante conocer a la condesa, aunque no creo que despida a capataz después de todo lo que hizo. Este condado es muy pacífico —sonreía y regresaba a sus labores.
Llegó el día, la condesa llegó pero Athdar no estuvo presente, el halcón peregrino se encontraba en lo alto de un árbol, viendo como si fuera un desfile el tránsito de los carruajes elegantes de la condesa di Moncalieri y su escolta a caballo. Con su pequeña cabeza de ave se movía de derecha a izquierda queriendo saber como era la condesa.
Cuando llegó a Italia aún se mantuvo en su apariencia de halcón por varias semanas. Vivía como lo hacía en Escocia, como una ave, cazando animales y comiéndoselos como si fuera un animal cualquiera. Ya estaba a costumbrado a alimentarse de esa forma, no era novedad para él, después de años en permanecer como un ave se acostumbró a comer como tal. A principios de año llegó a una villa propiedad del condado Moncalieri, era un lugar pacífico, con gente alegre, por días voló por los alrededores conociendo cada rincón del condado. Advirtiendo que no se encontraban los condes presentes. A veces como cuervo se acercaba para escuchar a los trabajadores que serían a un gentil capataz que estaba a cargo del condado y en efecto, no estaba presente la autoridad que respondiera al cargo de conde. La villa del condado le pareció mágica, en la mansión principal existían jardines como laberintos donde volaba a baja altura. La gentileza del capataz le sorprendía pero no lo creía honesto, nadie podía tener esa actitud cuando tienes el poder de un conde.
Athdar creía que el capataz derrocaría al conde al tener a toda su gente a su lado, sin nadie que luchara con el conde no iba a tener de otra que ceder las tierras. Aunque, para él no tenía ninguna clase de importancia lo que sucediera. Así que después de vivir entre la gente como halcón y cuervo se presentó una mañana como hombre. Un refugiado extranjero. El haber pasado como ave tanto tiempo en Italia no solamente era para conocer el lugar, también era para escuchar bajo oído animal la lengua y aprender de ella. Su italiano no era bueno y a veces no entendía cosas pero decidieron contratarlo, nunca se dio a entender de que podría trabajar de leñador por lo que se convirtió en el jardinero de la propiedad del ausente conde y donde actualmente vivía el capataz.
Pero un día, después de seis largos meses se escuchó el rumor de que a casa regresaba la condesa di Moncalieri lo que causaba mucha espectción, como lo previó algunos se quejaban de que no era necesario que llegara, y no sólo eso, sino que al ser mujer no tendría la visión para llevar un condado «el capataz debe de seguir al mando» decían sin que el capataz lo propusiera. Empero, seguramente era su plan, para aquel entonces Athdar ya hablaba un poco más el italiano y cuando le preguntaban si estaba a favor de que el capataz siguiera, él se limitaba a decir —creo que sería interesante conocer a la condesa, aunque no creo que despida a capataz después de todo lo que hizo. Este condado es muy pacífico —sonreía y regresaba a sus labores.
Llegó el día, la condesa llegó pero Athdar no estuvo presente, el halcón peregrino se encontraba en lo alto de un árbol, viendo como si fuera un desfile el tránsito de los carruajes elegantes de la condesa di Moncalieri y su escolta a caballo. Con su pequeña cabeza de ave se movía de derecha a izquierda queriendo saber como era la condesa.
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Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/09/2014
Re: El encuentro | Privado
Era extraño, para Chiara, regresar a sus dominios en Turín. Volver al lugar del que había huido hacía ya siete años. En dejo de angustia seguía dando vueltas por su mente, - ¿y si al volver, pongo en peligro a mis pequeños? ¿No hubiera sido más prudente dejarlos al cuidado de mi hermano Aelius? – Su mirada recorrió el asiento, que enfrente de ella, era ocupado por sus dos niños. Sonrió al pequeño que la observaba, con la misma mirada de su padre, pero mucho mas profunda, pues ellos poseían una unión, algo que los colocaba como iguales, los dos eran hechiceros, solo que Chiara tenía sus poderes dormidos, gracias a la ayuda de un inquisidor que había creado un conjuro para adormecerlos. Mas su pequeños los poseía intactos, y lamentablemente no eran poderes sencillos, - deberé buscarle un tutor al llegar, no puede seguir usando sus dones sin una ayuda idónea, un ser que le ayude a saber cuándo es conveniente usarlos y cuando no -.
Su mirada habría sido demasiado reveladora pues el pequeño le miró y contestó, - no te preocupes mamá, todo saldrá bien – Chiara asintió, intentando que las lágrimas no se escaparan de sus orbes. Aún le parecía un milagro haberlo recuperado. El niño había estado vagando por Paris durante tres meses y fue su hermano Aelius quien lo encontrara, y aunque le confió que casi todo ese tiempo estuvo bajo el resguardo de una joven de clase alta, fue recién cuando le pudo abrazar y besar, que se quedó realmente tranquila, sabiendo que la pesadilla, había concluido. Suspiró intentando sacar de su cabeza los miedos que le rondaban, - debería haber aceptado el ofrecimiento de mi hermano para acompañarnos, no es lo mismo una mujer sola, aunque viuda, con dos pequeños, que deba hacerse cargo del Condado, a una mujer que tiene el apoyo de su hermano – su mirada se perdió en el paisaje, recordó los hermosos días de su infancia, cuando todo era tranquilo, cuando solo se debía preocupar en disfrutar del sol y de un buen libro. – pero ya ninguno de ellos está, ni padre, ni Girolamo, ni Ruggero… - sintió que la nariz le ardía, al igual que los ojos y las lagrimas se liberaron, recorriendo sus mejillas. Una pequeña mano, acarició su rostro húmedo, - no llores mamá… papá no querría eso… ni el abuelo… - intentó sonreír pero no pudo, dejó que el niño se acercara a ella y la abrazara fuertemente. Dejó que su tristeza brotara, como el manantial de entre las rocas y su alma se fue liberando. Derek había tenido razón, sería un camino doloroso por recorrer, los recuerdos olvidados al volver, destruirían sus defensas, como el caudal del rio cuando se desborda por las lluvias, - pero debo dejar que esto pase – se dijo, mientras besaba y mimaba a su pequeño.
Varias horas después, los dos niños dormían ocupando todo el asiento enfrentado. Tomó una manta de viaje y los cubrió, la noche había caído, pero ella no quiso detenerse, prefería viajar toda la noche y llegar, estaba cansada y sus hijos también. Aquellas horas antes de llegar, repasó cada uno de los recuerdos de esos siete años, la huida a Francia, la búsqueda del inquisidor que la salvara, el amor desmedido por el padre de sus hijos, el dolor por la muerte de su hermano Girolamo, la búsqueda desenfrenada de su esposo, la tortura de la inquisidora, sus poderes, su agonía tras la muerte de su esposo, sus esfuerzos de comenzar de nuevo en Escocia, sus amigos, el cuervo y el leñador, el incendio, su locura, su vuelta a Paris, el trabajo en casa de Ralton, la vuelta a la mansión Rosso, su amiga Priscila, Estela y Juan, la verdad que vendría de la mano de Derek, el encuentro con su hermano Aelius, la necesidad de tomar el título de Condesa, solo como regente hasta que su hijo tuviera dieciocho años y éste viaje, que la ayudaba a cerrar un ciclo de pesares, de perdidas, pero también de mucho amor, de grandes ilusiones y enormes descubrimientos. A pesar de llorar silenciosamente, no pudo más que sonreír al recordar al señor Plumitas, de todo el dolor pasado, su estancia en Escocia, su amigo Athdar, sus charlas, su sonrisa, sus silencios, habían sido el mejor consuelo y bálsamo para su vida. Lloró, lloró amargamente por todo lo perdido, implorando al cielo que con el nuevo amanecer, su vida resurgiera de las cenizas.
Era entrada a mañana cuando el carruaje se deslizó por los campos de la señorial propiedad. Los niños sacaban sus cabezas por las ventanillas, - mamá, mamá… ¿aquí vivías de pequeña? ¿Viviremos para siempre en éste lugar? – la italiana sonreía y asentía a cada pregunta. Les acarició las cabelleras rubias como la de ella , - si, aquí nos quedaremos, nadie nos volverá a separar -.
Su mirada habría sido demasiado reveladora pues el pequeño le miró y contestó, - no te preocupes mamá, todo saldrá bien – Chiara asintió, intentando que las lágrimas no se escaparan de sus orbes. Aún le parecía un milagro haberlo recuperado. El niño había estado vagando por Paris durante tres meses y fue su hermano Aelius quien lo encontrara, y aunque le confió que casi todo ese tiempo estuvo bajo el resguardo de una joven de clase alta, fue recién cuando le pudo abrazar y besar, que se quedó realmente tranquila, sabiendo que la pesadilla, había concluido. Suspiró intentando sacar de su cabeza los miedos que le rondaban, - debería haber aceptado el ofrecimiento de mi hermano para acompañarnos, no es lo mismo una mujer sola, aunque viuda, con dos pequeños, que deba hacerse cargo del Condado, a una mujer que tiene el apoyo de su hermano – su mirada se perdió en el paisaje, recordó los hermosos días de su infancia, cuando todo era tranquilo, cuando solo se debía preocupar en disfrutar del sol y de un buen libro. – pero ya ninguno de ellos está, ni padre, ni Girolamo, ni Ruggero… - sintió que la nariz le ardía, al igual que los ojos y las lagrimas se liberaron, recorriendo sus mejillas. Una pequeña mano, acarició su rostro húmedo, - no llores mamá… papá no querría eso… ni el abuelo… - intentó sonreír pero no pudo, dejó que el niño se acercara a ella y la abrazara fuertemente. Dejó que su tristeza brotara, como el manantial de entre las rocas y su alma se fue liberando. Derek había tenido razón, sería un camino doloroso por recorrer, los recuerdos olvidados al volver, destruirían sus defensas, como el caudal del rio cuando se desborda por las lluvias, - pero debo dejar que esto pase – se dijo, mientras besaba y mimaba a su pequeño.
Varias horas después, los dos niños dormían ocupando todo el asiento enfrentado. Tomó una manta de viaje y los cubrió, la noche había caído, pero ella no quiso detenerse, prefería viajar toda la noche y llegar, estaba cansada y sus hijos también. Aquellas horas antes de llegar, repasó cada uno de los recuerdos de esos siete años, la huida a Francia, la búsqueda del inquisidor que la salvara, el amor desmedido por el padre de sus hijos, el dolor por la muerte de su hermano Girolamo, la búsqueda desenfrenada de su esposo, la tortura de la inquisidora, sus poderes, su agonía tras la muerte de su esposo, sus esfuerzos de comenzar de nuevo en Escocia, sus amigos, el cuervo y el leñador, el incendio, su locura, su vuelta a Paris, el trabajo en casa de Ralton, la vuelta a la mansión Rosso, su amiga Priscila, Estela y Juan, la verdad que vendría de la mano de Derek, el encuentro con su hermano Aelius, la necesidad de tomar el título de Condesa, solo como regente hasta que su hijo tuviera dieciocho años y éste viaje, que la ayudaba a cerrar un ciclo de pesares, de perdidas, pero también de mucho amor, de grandes ilusiones y enormes descubrimientos. A pesar de llorar silenciosamente, no pudo más que sonreír al recordar al señor Plumitas, de todo el dolor pasado, su estancia en Escocia, su amigo Athdar, sus charlas, su sonrisa, sus silencios, habían sido el mejor consuelo y bálsamo para su vida. Lloró, lloró amargamente por todo lo perdido, implorando al cielo que con el nuevo amanecer, su vida resurgiera de las cenizas.
Era entrada a mañana cuando el carruaje se deslizó por los campos de la señorial propiedad. Los niños sacaban sus cabezas por las ventanillas, - mamá, mamá… ¿aquí vivías de pequeña? ¿Viviremos para siempre en éste lugar? – la italiana sonreía y asentía a cada pregunta. Les acarició las cabelleras rubias como la de ella , - si, aquí nos quedaremos, nadie nos volverá a separar -.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/08/2012
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Re: El encuentro | Privado
La condesa no salió del carruaje, cada vez el misterio era más insoportable; sin embargo, ese sentimiento cambió radicalmente cuando observó a Ruggero y Melanie asomarse por la ventanilla. Athdar no tenía que saber más para deducir quién era la condesa. Nadie había visto nunca llorar a un ave y si observaran a ese halcón de cerca seguramente se sorprenderían y harían absurdas hipotesis que sólo conducirían a una resolución, el halcón era un demonio, un enviado del diablo o el mismísimo Lucifer. Pero que importaba ahora. El halcón dejó caer su cabeza al frente y cerró sus ojos. Las primeras imágenes del cambiante fueron las últimas en lo que respectaba a la última vez que vio a Chiara y a sus pequeños, todos en peligro de perder la vida. Athdar se sentía tan impotente, quizás si hubiera sido cuervo y volara aquel día pudo haberlos salvados, sacarlos antes del colapso, mas su condición humana lo atrasó y por ocultar su verdad no sólo los puso en peligro, también los perdió.
Embriagado de tristeza alzó el vuelo pensando en cuál sería su siguiente destino. Sin embargo, una fuerza impedía alejarse lo más que fuera. No se trataba sólo de Chiara, de ella ya había huido con éxito; ahora estaban involucrados sus hijos, la tierna Melanie y el valiente Ruggero, el niño que quiere ser hombre. En pleno vuelo, sin direción alguna meditaba en la falta que le hacía a los niños una figura paterna. Por supuesto que él no pretendía serlo, sería una osadía de su parte, pero bien sabía lo que era perder la niñez y no deseaba que Ruggero lo hiciera. En el aire meditó en qué sería mejor. Presentarse como plumitas o el señor Athdar. No podía ser el mismo, ya no; no si quería conservar su identidad.
Entonces hizo lo que pocos cambiantes hacían y cuando lo llevaban a cabo eran por razones extremas. Modificar su estructura animal, no muchos podían hacerlo y era algo muy doloroso, por suerte, el halcón estaba lo suficientemente alto para que pudieran oirlo y comenzó a transformarse en el cuervo, pero esta ocasión sería diferente no cambiaría a su tamaño original sería por centímetros más grande, con las garras y el pico más largo. Se escucharon sonidos monstruosos que podían estremecer a cualquiera, parecía que el halcón se convulsionaba pero la transformación iba bien. Athdar sólo esperaba aguantar el cambio lo suficiente para adaptarse, era la primera vez que lo hacía y se decía que si fracasabas no solamente no volverías a ser ese animal, también perderías la transformación al instante.
Lo consiguió, empero, la altura era demasiada para su estado actual y tuvo que descender apresuradamente, el cuervo respiraba con agitación, como un hombre y para su fortuna estaba volando justo encima del carruaje por lo que fue imposible que el astuto Ruggero pudiera verlo. «¿Por qué tardaban en salir?» y el cuervo emitió lo que sonó más bien a un chillido que a un canto, el sonido de los cuervos. Alcanzó más altura y se postró encima de una estatua justo enfrente de la ventana de los pequeños, pero lo suficientemente lejos para obligarlos a forzar su vista. Ahí espero a ver a Chiara.
Embriagado de tristeza alzó el vuelo pensando en cuál sería su siguiente destino. Sin embargo, una fuerza impedía alejarse lo más que fuera. No se trataba sólo de Chiara, de ella ya había huido con éxito; ahora estaban involucrados sus hijos, la tierna Melanie y el valiente Ruggero, el niño que quiere ser hombre. En pleno vuelo, sin direción alguna meditaba en la falta que le hacía a los niños una figura paterna. Por supuesto que él no pretendía serlo, sería una osadía de su parte, pero bien sabía lo que era perder la niñez y no deseaba que Ruggero lo hiciera. En el aire meditó en qué sería mejor. Presentarse como plumitas o el señor Athdar. No podía ser el mismo, ya no; no si quería conservar su identidad.
Entonces hizo lo que pocos cambiantes hacían y cuando lo llevaban a cabo eran por razones extremas. Modificar su estructura animal, no muchos podían hacerlo y era algo muy doloroso, por suerte, el halcón estaba lo suficientemente alto para que pudieran oirlo y comenzó a transformarse en el cuervo, pero esta ocasión sería diferente no cambiaría a su tamaño original sería por centímetros más grande, con las garras y el pico más largo. Se escucharon sonidos monstruosos que podían estremecer a cualquiera, parecía que el halcón se convulsionaba pero la transformación iba bien. Athdar sólo esperaba aguantar el cambio lo suficiente para adaptarse, era la primera vez que lo hacía y se decía que si fracasabas no solamente no volverías a ser ese animal, también perderías la transformación al instante.
Lo consiguió, empero, la altura era demasiada para su estado actual y tuvo que descender apresuradamente, el cuervo respiraba con agitación, como un hombre y para su fortuna estaba volando justo encima del carruaje por lo que fue imposible que el astuto Ruggero pudiera verlo. «¿Por qué tardaban en salir?» y el cuervo emitió lo que sonó más bien a un chillido que a un canto, el sonido de los cuervos. Alcanzó más altura y se postró encima de una estatua justo enfrente de la ventana de los pequeños, pero lo suficientemente lejos para obligarlos a forzar su vista. Ahí espero a ver a Chiara.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/09/2014
Re: El encuentro | Privado
Los niños descendieron del carruaje, incontenibles en el deseo de explorar, ese, que sería desde hoy su hogar. Chiara los contempló desde el interior del coche, aun sin atreverse a descender, mas sonrió a sus gestos asombrados, - mamá, esto es un palacio de cuentos de hadas – dijo la pequeña Mely , que sintió haber sido premiada con una casa de muñecas del tamaño real. Para Ruggero fueron sus jardines, el laberinto de ligustros que se podía admirar desde el que fuera alguna vez el foso del castillo. Todo aquello le había llamado la atención – ¿tenemos caballos aquí? – preguntó con el aplomo de un hombre mayor, a lo que su madre sintió que el corazón se le arrugaba, no quería ni pensar en todo lo que su pequeño había tenido que sufrir durante esos meses, solo perdido en mitad de la ciudad de París. – Si, caro mío, el castillo tiene muchos caballos, pero deja que el encargado busque uno adecuado para tu edad -, el ceño fruncido del niño, igual al de su padre, le hizo entender que ese comentario no había sido de su agrado.
La joven viuda, dejó la seguridad del coche y se dirigió a donde se encontraban sus hijos. Mely seguía contemplando la majestuosidad del lugar, sus cuatro plantas, las escaleras señoriales y la inmensa fuente con esculturas que se alzaba delante de la construcción. Fue en una de ellas que un ave negra, de gran tamaño, se posó en la cabeza de una escultura. La niña soltó un grito de alegría y corrió hacia el ave – plumita, plumita - su madre quiso reprenderla, pero Ruggero fue más rápido, corrió tras su hermana y la tomó del brazo con fuerza, jalando de ella, haciendo que trastabillara y callera. La niña comenzó a llorar, -¿porque? ¿No ves que es plumita, nuestro amigo? – Ruggero, mantenía la mirada en el ave, sin inmutarse con lo que dijera su hermana, mientras sus ojos y sentidos le decían que ese ave no era un pájaro común, - No, Mely, ese no es nuestro amigo, es un… - se detuvo al escuchar a su alma guía, - ¿qué le dirás? ¿Qué es un sobrenatural? ¿Qué puedes ver su aura de otro color? Mely es solo una niña común y corriente, no tiene el don con el que tú vives, sería asustarla sin sentido – el niño, cerró sus manos en puño y apretó su mandíbula, sus cejas se acercaron a sus ojos y miró con frialdad a la criatura. Lentamente se hincó, tomando una piedra.
- Ruggero Federico Rosso Di Moncalieri – dijo su madre que con voz serena pero con autoridad, puso su mano en el hombro de su hijo, - no puedes hacer daño a un ave, son criaturas de Dios y… - el niño se safó del agarre – ¡No! Es un ser despreciable – gritó con todas sus fuerzas y huyó, tomando el camino que daba a una arboleda. – Ruggero, hijo – Quiso seguir a su hijo, pero Mely continuaba llorando en el piso, - mamá, no entiendo que pasa con él, antes no era así, que le ha pasado – La italiana, alzó a su hija y abrazándola fuerte, decidió darle tiempo al hombrecito para que reflexionara sobre su conducta, mientras ella, se llevaba a la niña a la mansión – aún no lo sé mi pequeña, pero te prometo que lo solucionaremos – consoló a su niña, mientras la besaba en las mejillas húmedas, - ahora, que te parece si elegimos tu habitación -.
La joven viuda, dejó la seguridad del coche y se dirigió a donde se encontraban sus hijos. Mely seguía contemplando la majestuosidad del lugar, sus cuatro plantas, las escaleras señoriales y la inmensa fuente con esculturas que se alzaba delante de la construcción. Fue en una de ellas que un ave negra, de gran tamaño, se posó en la cabeza de una escultura. La niña soltó un grito de alegría y corrió hacia el ave – plumita, plumita - su madre quiso reprenderla, pero Ruggero fue más rápido, corrió tras su hermana y la tomó del brazo con fuerza, jalando de ella, haciendo que trastabillara y callera. La niña comenzó a llorar, -¿porque? ¿No ves que es plumita, nuestro amigo? – Ruggero, mantenía la mirada en el ave, sin inmutarse con lo que dijera su hermana, mientras sus ojos y sentidos le decían que ese ave no era un pájaro común, - No, Mely, ese no es nuestro amigo, es un… - se detuvo al escuchar a su alma guía, - ¿qué le dirás? ¿Qué es un sobrenatural? ¿Qué puedes ver su aura de otro color? Mely es solo una niña común y corriente, no tiene el don con el que tú vives, sería asustarla sin sentido – el niño, cerró sus manos en puño y apretó su mandíbula, sus cejas se acercaron a sus ojos y miró con frialdad a la criatura. Lentamente se hincó, tomando una piedra.
- Ruggero Federico Rosso Di Moncalieri – dijo su madre que con voz serena pero con autoridad, puso su mano en el hombro de su hijo, - no puedes hacer daño a un ave, son criaturas de Dios y… - el niño se safó del agarre – ¡No! Es un ser despreciable – gritó con todas sus fuerzas y huyó, tomando el camino que daba a una arboleda. – Ruggero, hijo – Quiso seguir a su hijo, pero Mely continuaba llorando en el piso, - mamá, no entiendo que pasa con él, antes no era así, que le ha pasado – La italiana, alzó a su hija y abrazándola fuerte, decidió darle tiempo al hombrecito para que reflexionara sobre su conducta, mientras ella, se llevaba a la niña a la mansión – aún no lo sé mi pequeña, pero te prometo que lo solucionaremos – consoló a su niña, mientras la besaba en las mejillas húmedas, - ahora, que te parece si elegimos tu habitación -.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: El encuentro | Privado
El cuervo los miraba fijamente, era como un sueño volverlos a ver. Chiara y sus sus hijos. Se sumió en recuerdos que no se dio cuenta cuando Mely lo vio; sin embargo reaccionó al llamarle. Athdar se desconcertó, ¿cómo era posible que lo reconociera cuando trató de cambiar su apariencia de cuervo?, o... ¿era acaso que no lo hizo bien y seguía siendo el mismo cuerpo? Pero eso no importaba, con autoridad y rudeza Ruggero hizo entender a su hermana que Athdar no era el cuervo de Escocia, pero hubo algo más que sorprendió a Athdar... Ruggero era un hechicero, tenía un aura inestable y seguramente sus poderes también. No fue curiosidad lo que sintió Athdar, fue angustia «¿Sabrá Chiara de la condición de su hijo?, ¿lo sabrá Mely?» esa inestabilidad no era sana, algo pasó con él y se sintió culpable; lo peor era que no había visto a ningún hechicero en el condado «¿quién podría enseñarle?, ¿guiarle?
Cuando lo vio correr el cuervo alzó el vuelo alejándose de allí pero dándose cuenta que Ruggero corría rumbo a la choza que le habían dado o al menos cerca de ella. Empezó a volar en dirección a él alcanzándolo en una de las muchas fuentes del condado, estaba sentado observando el agua. El cuervo le grasno llamando su atención observando en él nuevamente esa mirada de desprecio entonces Athdar comenzó a transformarse de cuervo a halcón afirmándole ser un cambiante, voló alrededor de él y se transformó nuevamente en cuervo, pero no en el de antes, se convirtió en el cuervo que él conoció en Escocia y emprendió el vuelo rumbo a su choza confiando en que lo seguiría para resolver la incognita o quizás afirmar que era Athdar. El cuervo llegó primero a la choza, entró por la ventana y se transformó en el hombre, sintió su cuerpo adolorido pero no podía perder el tiempo. Se colocó uno de sus pantalones de trabajo y una camisa que no abotonó pues lo escuchó afuera.
Athdar salió con semblante serio y caminó hacía Ruggero. —Creo que ambos tenemos un secreto, ¿no es así pequeño hombrecito? —dijo manteniendo su distancia, quizás nunca había tenido hijos pero cuando estaba con los cambiantes, antes de la guerra vio como tratarlos y Ruggero presentaba signos de violencia por lo que no veía prudente revolverle el cabello como lo hizo en Escocia años atrás. Qué grande se veía pero había dolor en su alma, su aura lo delataba—. Me quieres contar el tuyo... Ruggero.
Cuando lo vio correr el cuervo alzó el vuelo alejándose de allí pero dándose cuenta que Ruggero corría rumbo a la choza que le habían dado o al menos cerca de ella. Empezó a volar en dirección a él alcanzándolo en una de las muchas fuentes del condado, estaba sentado observando el agua. El cuervo le grasno llamando su atención observando en él nuevamente esa mirada de desprecio entonces Athdar comenzó a transformarse de cuervo a halcón afirmándole ser un cambiante, voló alrededor de él y se transformó nuevamente en cuervo, pero no en el de antes, se convirtió en el cuervo que él conoció en Escocia y emprendió el vuelo rumbo a su choza confiando en que lo seguiría para resolver la incognita o quizás afirmar que era Athdar. El cuervo llegó primero a la choza, entró por la ventana y se transformó en el hombre, sintió su cuerpo adolorido pero no podía perder el tiempo. Se colocó uno de sus pantalones de trabajo y una camisa que no abotonó pues lo escuchó afuera.
Athdar salió con semblante serio y caminó hacía Ruggero. —Creo que ambos tenemos un secreto, ¿no es así pequeño hombrecito? —dijo manteniendo su distancia, quizás nunca había tenido hijos pero cuando estaba con los cambiantes, antes de la guerra vio como tratarlos y Ruggero presentaba signos de violencia por lo que no veía prudente revolverle el cabello como lo hizo en Escocia años atrás. Qué grande se veía pero había dolor en su alma, su aura lo delataba—. Me quieres contar el tuyo... Ruggero.
Athdar Campbell- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/09/2014
Re: El encuentro | Privado
- ¿Porque? - preguntó, sin tener a nadie a quien preguntar, pues supuestamente estaba solo. Una mujer se sentó a su lado, acarició sus cabellos y le sonrió. Él, que toda su vida la había contemplado, le sonrió, recibiendo con agrado aquella etérea caricia, como si fuera una suave brisa, -¿porque? pues querido, así es la vida, nunca es tal como nos la hemos imaginado. mas tú sabías que tu amigo era un cambiante... - el niño asintió, - si... bueno, no... en Escocia solo sabía que algo era diferente en él, que su aura era la misma que en Plumitas... y que por ser diferente pudo salvar a Mely y a mamá... ¿pero porqué no intentó salvarme a mi? ¿porque dejó que esa inquisidora me atrapara? - dijo casi en sollozos, - no seas injusto, es un sobrenatural, pero aún así, tienen sus limitaciones... ademas tú te escondiste, ¿no recuerdas? - el espíritu suspiró y volvió a dar una caricia en la mejilla del niño, - tu eras el que estaba menos solo de los tres... me tenías a mi - Ruggero asintió, - si, pero a ti no te puedo abrazar, y eso me hacía mucha falta - le reprochó, - lo sé, lo sé, pero presentarme ante ellos, solo hubiera hecho que las cosas se complicaran, tu vida hubiera corrido mas peligro... y ademas, juntos pudimos huir de esa inquisidora loca - dijo el fantasma sonriendo y orgullosa de su tataranieto.
Un sonido de aleteos los alertó, haciendo que el espiritu se ocultara. Ruggero elevó su mirada, hasta encontrar la del cuervo. Lo miró con el mismo desprecio que hacía unos minutos, el ave graznó, llamando su atención, como intentando explicar algo. el sobrenatural fue variando sus formas, hasta convertirse de nuevo en el cuervo, pero ésta vez en el que el niño había amado. Mas el rencor no dejaba el corazón del niño, - dale una oportunidad - dijo la voz en su cabeza - solo así, podrás volver a ser feliz - los puños del niño se mantuvieron cerrados, la mandíbula apretada, y los ojos cuajados de lagrimas. El ave voló, primero dió una vuelta sobre la cabeza del niño, para luego tomar un rumbo especifico, - ¡Ve! está invitándote a que lo sigas - susurró, nuevamente su espíritu guía.
l niño corrió, intentando no perder el recorrido del ave, la vió entrar en una cabaña, apuró sus pasos para llegar a la choza, cuando iba llegando, un hombre salió de ella, se estaba terminando de arreglar la camiza, y aunque el cabello parecía mas largo, el niño pudo reconocerlo era Athdar, su sorpresa, sus sentimientos encontrados lo hicieron volver a mirarle con despreció, su mirada se clavó en la ajena y no supo que decir.
Al escuchar la aseveración de su amigo, Ruggero dudó, ¿sería seguro decirle? ¿no podría ser un espia de la inquisición? tal vez lo había sido todo ese tiempo, hizo un paso hacia tras, cuando le volvió a preguntar si no tenía nada que contarle. El niño negó con la cabeza, y comenzó a sollozar. Pero una niebla le fue cubriendo, para luego acercarse al cambiante, mientras se iba corporizando, - no lo culpes, tiene miedo... como todo niño - dijo la voz que surgió de una borrosa figura que se materializaba. Ella pudo ver el asombro en la mirada del cuervo, - somos iguales ¿verdad? - dijo el espíritu que comprendía como era ver a una copia de la madre del niño, - mi nombre es Giulia Di Arezzo... y soy uno de los espíritus protectores de Ruggero - le sonrió, para luego girar su rostro, extender la mano derecha, hacia donde aún permanecía el niño, - vamos querido, no puedes seguir guardando tantos secretos -.
Un sonido de aleteos los alertó, haciendo que el espiritu se ocultara. Ruggero elevó su mirada, hasta encontrar la del cuervo. Lo miró con el mismo desprecio que hacía unos minutos, el ave graznó, llamando su atención, como intentando explicar algo. el sobrenatural fue variando sus formas, hasta convertirse de nuevo en el cuervo, pero ésta vez en el que el niño había amado. Mas el rencor no dejaba el corazón del niño, - dale una oportunidad - dijo la voz en su cabeza - solo así, podrás volver a ser feliz - los puños del niño se mantuvieron cerrados, la mandíbula apretada, y los ojos cuajados de lagrimas. El ave voló, primero dió una vuelta sobre la cabeza del niño, para luego tomar un rumbo especifico, - ¡Ve! está invitándote a que lo sigas - susurró, nuevamente su espíritu guía.
l niño corrió, intentando no perder el recorrido del ave, la vió entrar en una cabaña, apuró sus pasos para llegar a la choza, cuando iba llegando, un hombre salió de ella, se estaba terminando de arreglar la camiza, y aunque el cabello parecía mas largo, el niño pudo reconocerlo era Athdar, su sorpresa, sus sentimientos encontrados lo hicieron volver a mirarle con despreció, su mirada se clavó en la ajena y no supo que decir.
Al escuchar la aseveración de su amigo, Ruggero dudó, ¿sería seguro decirle? ¿no podría ser un espia de la inquisición? tal vez lo había sido todo ese tiempo, hizo un paso hacia tras, cuando le volvió a preguntar si no tenía nada que contarle. El niño negó con la cabeza, y comenzó a sollozar. Pero una niebla le fue cubriendo, para luego acercarse al cambiante, mientras se iba corporizando, - no lo culpes, tiene miedo... como todo niño - dijo la voz que surgió de una borrosa figura que se materializaba. Ella pudo ver el asombro en la mirada del cuervo, - somos iguales ¿verdad? - dijo el espíritu que comprendía como era ver a una copia de la madre del niño, - mi nombre es Giulia Di Arezzo... y soy uno de los espíritus protectores de Ruggero - le sonrió, para luego girar su rostro, extender la mano derecha, hacia donde aún permanecía el niño, - vamos querido, no puedes seguir guardando tantos secretos -.
- Espíritu guía de Ruggero - Giulia Di Arezzo - hechicera y tatarabuela:
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/08/2012
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