AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Live and let die · Libre ·
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Live and let die · Libre ·
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Un reflejo dorado era el causante de la mayoría de sus pesadillas; el resto, estaban llenas de horror en las que hermosos y pequeños pajarillos se convertían en algo más grotesco y de color negro que la perseguían hasta que sus frágiles piernas no daban más de sí y aquellos animales podridos le picaban los ojos o en ocasiones la lengua, dejándola desprovista de la capacidad para hablar así como la capacidad de volver a vislumbrar el mundo tal y como su vista reflejaba en cada color y sensación que acompañaba al resto de sus sentidos. Miedo. Miedo a la muerte no era precisamente lo que tenía sino miedo al sentirse desvalida, miedo al no estar capacitada para ser la cabeza de familia tras la muerte de su madre, miedo, de no ser lo suficientemente fuerte como para afrontar lo que se venía, miedo a dejar toda su vida en manos ajenas, miedo al encierro, miedo a no poder crear una hermosa familia, por estar cuidando del resto.
No era que no se sintiese orgullosa de ser la que cuidara de sus hermanas, ellas eran su todo, pero muy lejos de la verdad estaba el hecho de sentirse feliz en aquellas cuatro paredes, de no disfrutar de lo que verdaderamente le deparaba la vida, de no senitr la piel erizarse cuando la cortejaban porque en realidad el tiempo para ella estaba muy limitado. Sus alas habían sido cortadas, pero ella se resignó a obedecer su destino impuesto. Pero... ¿Por qué no adornar aquel oscuro destino con estrellas? Así era el cielo, oscuro, horrendo, inmenso, llenos de misterios, pero sus estrellas y luna eran motivo más que suficiente como para quitar ese sabor amargo que el color le daba, añadiéndole historias y cuentos hermosos sobre aquellos adornos del cielo. Asimismo, la medicina era lo único que le permitía dejar el hogar sin rencores que la llevasen a pensar que dejaba el lugar por mero gusto. Trabajaba; las mujeres solían ser enfermeras, sanadoras, pero sus conocimientos la llevaron a ascender en aquella jerarquía impuesta por hombres en la que se hizo buen hueco como doctora. No era orgullo, sino utilidad, el poder seguir sirviendo a más pacientes desde un mayor rango de visión, en el que su conocimiento era impuesto a los pacientes con más o menos suerte, porque no había peor sentimiento que el de querer ser Dios, incluso Él, erraba en su travesía y por lo tanto, muchos de los que pasaban por sus manos quedaban expuestos ante la posibilidad de salir de allí por su propio pié o morir.
- Disculpadme... Debo... Salir de aquí.
Sus labios a penas pudieron paladear aquellas palabras de escusa, pues se despojó de la mascarilla y la bata de tela que portaba, para luego desaparecer por los pasillos directa a una de las salidas del hospital que daban a un pseudo-bosque, en el que bien convergía a penas un camino. Chàrlotte se sentó en aquella pequeña escalinata y ocultó su rostro entre sus manos, dejando aflorar todas aquellas lágrimas que por mucho tiempo sguanteron sus ojos, por miedo a mostrarse débil quizás o a consecuencia del horror que había sufrido dentro del propio hospital hacía escasos minutos. Ella sentía cómo cada vida (de las pocas) irremediablemente se escapaba de sus manos sin posibilidad alguna de hacerla regresar, lo cual la sumía aún más si cabía en un llanto a penas audible, incluso confundible son el leve ruído que proporcionaba la brisa nocturna, de no ser que alguien estuviese lo suficientemente cerca.
Hospital de Francia
2:51 de la madrugada
2:51 de la madrugada
Un reflejo dorado era el causante de la mayoría de sus pesadillas; el resto, estaban llenas de horror en las que hermosos y pequeños pajarillos se convertían en algo más grotesco y de color negro que la perseguían hasta que sus frágiles piernas no daban más de sí y aquellos animales podridos le picaban los ojos o en ocasiones la lengua, dejándola desprovista de la capacidad para hablar así como la capacidad de volver a vislumbrar el mundo tal y como su vista reflejaba en cada color y sensación que acompañaba al resto de sus sentidos. Miedo. Miedo a la muerte no era precisamente lo que tenía sino miedo al sentirse desvalida, miedo al no estar capacitada para ser la cabeza de familia tras la muerte de su madre, miedo, de no ser lo suficientemente fuerte como para afrontar lo que se venía, miedo a dejar toda su vida en manos ajenas, miedo al encierro, miedo a no poder crear una hermosa familia, por estar cuidando del resto.
No era que no se sintiese orgullosa de ser la que cuidara de sus hermanas, ellas eran su todo, pero muy lejos de la verdad estaba el hecho de sentirse feliz en aquellas cuatro paredes, de no disfrutar de lo que verdaderamente le deparaba la vida, de no senitr la piel erizarse cuando la cortejaban porque en realidad el tiempo para ella estaba muy limitado. Sus alas habían sido cortadas, pero ella se resignó a obedecer su destino impuesto. Pero... ¿Por qué no adornar aquel oscuro destino con estrellas? Así era el cielo, oscuro, horrendo, inmenso, llenos de misterios, pero sus estrellas y luna eran motivo más que suficiente como para quitar ese sabor amargo que el color le daba, añadiéndole historias y cuentos hermosos sobre aquellos adornos del cielo. Asimismo, la medicina era lo único que le permitía dejar el hogar sin rencores que la llevasen a pensar que dejaba el lugar por mero gusto. Trabajaba; las mujeres solían ser enfermeras, sanadoras, pero sus conocimientos la llevaron a ascender en aquella jerarquía impuesta por hombres en la que se hizo buen hueco como doctora. No era orgullo, sino utilidad, el poder seguir sirviendo a más pacientes desde un mayor rango de visión, en el que su conocimiento era impuesto a los pacientes con más o menos suerte, porque no había peor sentimiento que el de querer ser Dios, incluso Él, erraba en su travesía y por lo tanto, muchos de los que pasaban por sus manos quedaban expuestos ante la posibilidad de salir de allí por su propio pié o morir.
- Disculpadme... Debo... Salir de aquí.
Sus labios a penas pudieron paladear aquellas palabras de escusa, pues se despojó de la mascarilla y la bata de tela que portaba, para luego desaparecer por los pasillos directa a una de las salidas del hospital que daban a un pseudo-bosque, en el que bien convergía a penas un camino. Chàrlotte se sentó en aquella pequeña escalinata y ocultó su rostro entre sus manos, dejando aflorar todas aquellas lágrimas que por mucho tiempo sguanteron sus ojos, por miedo a mostrarse débil quizás o a consecuencia del horror que había sufrido dentro del propio hospital hacía escasos minutos. Ella sentía cómo cada vida (de las pocas) irremediablemente se escapaba de sus manos sin posibilidad alguna de hacerla regresar, lo cual la sumía aún más si cabía en un llanto a penas audible, incluso confundible son el leve ruído que proporcionaba la brisa nocturna, de no ser que alguien estuviese lo suficientemente cerca.
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Live and let die · Libre ·
"Aquel desdichado quien trataba de correr sobre el escepticismo,
afectaba sus sentidos el pensar sobre el destino
que le esperaba en el inmenso dolor de lo vivido
sobre aquella ortiga de ángeles caídos."
Portales a Leviathan - Las Cuatro Lunas
Entrada del Hospital de Francia
2:55 de la madrugada...
No había forma de entender como el Doctor Thacheau se le ocurría traer unos cuerpos de tuberculosos a este hospital... en el poblado de Candes-Saint-Martin había un brote peligroso que estaba acabando con gran parte del pueblo y la iglesia no podía albergar más cuerpos, el sanatorio para tuberculosos más próximo se encontraba a 21 kilometros, lo suficiente para contaminar los otros pueblos cercanos.
Esta noche tocaba trabajo arduo en la morgue, cerca del hospital... especial para los primeros experimentos en tuberculosos y sus mentes carcomidas por la enfermedad.
Un cigarro... solo un maldito cigarrillo para una noche que se avecinaba fría, lo suficiente para encomendarme a los dioses antiguos y que las voces sedaran mi sueño endeble.
La noche anterior la estatuilla me avecinaba una epidemia encolerizada cerca de Francia, como siempre la ciencia se encontraba al debe con lo que respecta a la medicina practica y lamentablemente esta noche no habrían dementes que estudiar.
- Hey... Butter... el doctor Thacheau te espera dentro, quiere que veas unos cuerpos. -
- Jodete, recién encendí el ultimo cigarrillo que me quedaba y no me vuelvas a decir Butter... que te matare imbécil. - « Lo apunta con el cigarrillo »
- Demente... -
- Te escuche, infeliz... -
Quien se creía ese imbécil de Morris... ¡No era nada! Odiaba me tratasen de Butter cuando el malnacido sabia mi nombre y ya llevaba un tiempo acá, el engreído de Thacheau al ser encargado nocturno pensaba podía hacer lo que quisiese con el resto y no me importaban sus enfermos tuberculosos, le dije del riesgo que supondría para el hospital aquello y no hizo caso... nunca lo hacia.
- Hey Julius, ¿tengo que enviar a otro idiota para que te vaya a buscar? ¡Vamos, es hora de trabajar, niño! -
- Ya te oí maldito... - « tira el cigarrillo al suelo, se dirige a la puerta del hospital »
Lo ultimo que faltaba... el dulce aroma de la muerte rondando dentro de este asqueroso hospital... el olor a insumos y a vacunas inservibles... era lógico no curarían esas mierdas con vacunas y paños calientes, lo sabían, perdían su tiempo...
Ahí estaba el maldito de Morris... te dije que me las pagarías...
- Oye Morris, maldito bastardo hijo de... - « Choca con la doctora Marchessault, esta pasa de largo »
- Hey que te... -
- Eres malisimo con las mujeres Butter... acéptalo... -
- !A ti te vengo a buscar malnacido! - « se dirige hacia Morris colérico »
- Hey maldición Julius, ¿Que carajo pasa aquí? déjate de estupideces y ve a buscar a la doctora Marchessault, la necesitamos aquí -
- ¡No soy tu puto mensajero, Thacheau! -
- ¡Ahora Julius! no me hagas que te despida... -
- Me las pagaras Morris... te lo juro. - « Lo apunta con el dedo, sale en busca de la doctora Marchessault »
Lo que faltaba... ahora aparte de medico forense era un puto mensajero... noche de mierda.
afectaba sus sentidos el pensar sobre el destino
que le esperaba en el inmenso dolor de lo vivido
sobre aquella ortiga de ángeles caídos."
Portales a Leviathan - Las Cuatro Lunas
Entrada del Hospital de Francia
2:55 de la madrugada...
No había forma de entender como el Doctor Thacheau se le ocurría traer unos cuerpos de tuberculosos a este hospital... en el poblado de Candes-Saint-Martin había un brote peligroso que estaba acabando con gran parte del pueblo y la iglesia no podía albergar más cuerpos, el sanatorio para tuberculosos más próximo se encontraba a 21 kilometros, lo suficiente para contaminar los otros pueblos cercanos.
Esta noche tocaba trabajo arduo en la morgue, cerca del hospital... especial para los primeros experimentos en tuberculosos y sus mentes carcomidas por la enfermedad.
Un cigarro... solo un maldito cigarrillo para una noche que se avecinaba fría, lo suficiente para encomendarme a los dioses antiguos y que las voces sedaran mi sueño endeble.
La noche anterior la estatuilla me avecinaba una epidemia encolerizada cerca de Francia, como siempre la ciencia se encontraba al debe con lo que respecta a la medicina practica y lamentablemente esta noche no habrían dementes que estudiar.
- Hey... Butter... el doctor Thacheau te espera dentro, quiere que veas unos cuerpos. -
- Jodete, recién encendí el ultimo cigarrillo que me quedaba y no me vuelvas a decir Butter... que te matare imbécil. - « Lo apunta con el cigarrillo »
- Demente... -
- Te escuche, infeliz... -
Quien se creía ese imbécil de Morris... ¡No era nada! Odiaba me tratasen de Butter cuando el malnacido sabia mi nombre y ya llevaba un tiempo acá, el engreído de Thacheau al ser encargado nocturno pensaba podía hacer lo que quisiese con el resto y no me importaban sus enfermos tuberculosos, le dije del riesgo que supondría para el hospital aquello y no hizo caso... nunca lo hacia.
- Hey Julius, ¿tengo que enviar a otro idiota para que te vaya a buscar? ¡Vamos, es hora de trabajar, niño! -
- Ya te oí maldito... - « tira el cigarrillo al suelo, se dirige a la puerta del hospital »
Lo ultimo que faltaba... el dulce aroma de la muerte rondando dentro de este asqueroso hospital... el olor a insumos y a vacunas inservibles... era lógico no curarían esas mierdas con vacunas y paños calientes, lo sabían, perdían su tiempo...
Ahí estaba el maldito de Morris... te dije que me las pagarías...
- Oye Morris, maldito bastardo hijo de... - « Choca con la doctora Marchessault, esta pasa de largo »
- Hey que te... -
- Eres malisimo con las mujeres Butter... acéptalo... -
- !A ti te vengo a buscar malnacido! - « se dirige hacia Morris colérico »
- Hey maldición Julius, ¿Que carajo pasa aquí? déjate de estupideces y ve a buscar a la doctora Marchessault, la necesitamos aquí -
- ¡No soy tu puto mensajero, Thacheau! -
- ¡Ahora Julius! no me hagas que te despida... -
- Me las pagaras Morris... te lo juro. - « Lo apunta con el dedo, sale en busca de la doctora Marchessault »
Lo que faltaba... ahora aparte de medico forense era un puto mensajero... noche de mierda.
Julius van der Butter- Humano Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 29/01/2016
Localización : En las Cuatro Lunas
Re: Live and let die · Libre ·
...
Sus pensamientos iban de la mano del anhelo que sentía poder disfrutar de las cosas banales de la vida, pero su día a día le repetía una y otra vez que ese mundo no estaba hecho para ella, ya que se las pasaba trabajando de un lado a otro y sin posibilidad alguna de disfrutal del mundo exterior, de disfrutar de una comida al sol o de simplemente dar un paseo por la laguna. Todo eso, estaba lejos de ser algo habitual en su vida. Fuera de sus anhelos, Chàrlotte se desvivía en su trabajo, salvo momentos realmente contados como aquel en el que tuvo que dejar que las enfermeras tapasen el cuerpo ya sin vida de su último paciente, ante la incapacidad de aguantar un segundo más ante la pudredumbre y el aire viciado del interior. Todo médico sabía y debía entender que cada muerte en sus manos no era más que el intento de otorgarles un ápice de vida y que no deberían jugar a ser Dios, porque en aquel mundo lleno de enfermedades e incapacidad de proveerse de medicamentos efectivos... La muerte estaba a la orden del día.
Un ruído la hizo sobresaltar, pero antes de mirar a ver de quién se trataba, Chàrlotte secó sus lágrimas con sus dedos y aclaró su voz con un leve carraspeo. Luego, vió que se trataba de Julius, uno de los doctores.
- Lamento el empujón de antes. - Musitó con cierta dulzura, demostrando la entereza y buena educación, volviendo a su tono habitual de voz - Pero necesitaba respirar aire fresco. - "Helado", más bien. Pero no le molestaba, ya que aquello enfriaba -además de su piel- las ideas que sobrevolaban su mente. Chàrlotte hizo un hueco a su lado en las escaleras, por si él también había salido para tomar un respiro.
- ¿Por qué estuvo discutiendo con Morris? - Chàrlotte no solía meterse en asuntos ajenos, más bien era alguien que estimulaba la concordia, alguien que por nada del mundo le gustaban los peitos. Muchos que llegaban a conocerla, no entendían qué parecido sacaba al padre, ya que él era un veterano de guerra. - Lo que hay ahí dentro es suficientemente dramático como para que se peleen entre ustedes. - Y de nuevo paladeó aquellas palabras que seguían sonando amables pese a la situación. Charlotte dejó escapar el aire cálido de sus pulmones, dejando una visual exacta a la del humo de un cigarrillo, sin el componente tóxico. - Puede sentarse, a menos que tan sólo haya venido a avisarme por algo. - Chàrlotte se le quedó mirando a la espera de una respuesta aclaratoria, siempre con aquella amable expresión. Ella no era de las que se fijaban en lo grotesco de una cicatriz o en el tinte de una piel. Ella no juzgaba de aquella manera a las personas, es más, admiraba cada arruga que presentaban las personas mayores, pues en cada una de ellas podía ver una larga vida llena de batallas y demonios ganados. Algo hermoso, al igual que lo eran las vidas de aquellos que podían disfrutarla plenamente.
...
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Live and let die · Libre ·
"No eran los dioses, los que alardeaban de cordura, cuando era el ser humano una raza tan debil, que era capaz de sentir."
Julius van der Butter
...no la conocia, ni me interesaba conocerla. Recordaba en mis años de estudiante, que una maestra que tuve, la señora Meyer, procastinaba con la idea de la ética medica, sucedia que para ella era más importante salvar diez pacientes que salvar uno y que se fuera contento para su casa... La cuantificación de la vida, era común en el mundo medico, debian pensar sobre el relator maldito quien les comenta... ¿que puede saber un medico que trata solo con muertos de la ética medica?... exacto, nada. Para mi, la vida era un reservorio de conciencia y experiencia, ambas engullian en un ser particular que manifestaba razón de existir y de soñar... era en eso lo que me importaba la vida humana.
¿Que pienso de la doctora Marchessault? Parecia una estudiante recien egresada... sabia que la ética medica no existia, menos aún en estos tiempos, ni en los venideros donde seguramente el dinero les hara valer la vida de un burgués por sobre la de un campesino, es un hecho...
- Yo... yo solo venia a buscarla, me envio Thacheau porque necesitan medicos en el hospital... estan llegando en demasia algunos tuberculosos y pues... ud. ya entiende, no me haga repetirlo... -
Me habia preguntado por Morris, nunca me gusto acercarme a Marchessault, creia ser madre del mundo, monja de convento o que se yo... pero odiaba se entrometieran en mis asuntos.
-...con Morris, lo que suceda entre ambos es asunto nuestro, ya arreglaré mis asuntos con ese maldito... -
No habia notado en todo ese rato la voz quebradiza de la doctora, era algo común verla destruida cada vez que moria un paciente, pero eran pocos quienes la veian llorar... o eso comentaban en el hospital.
- No... no es por entrometerme, ni me interese probablemente pero... ¿Que ocurre?... -
Me acerque un instante... ¿que podia suceder? El hecho de ver morir un paciente era cosa de cada dia, cada hora o cada segundo, odiaba las cursilerias, odiaba el tener que sentir lastima por alguien a quien sus pesadillas no las carcomieran pero si no llegaba con ella... no queria ni imaginarme como terminaria Thacheau contra la pared si volvia a gritarme y mi recomendación en la universidad de Paris, todo por la borda.
- Mire... si no vuelvo con ud. el que tendra problemas sere yo y... no quiero, saldra todo mal... sabe como es Thacheau... -
Bendita paciencia que tenia para tratar con este maldito mundo... y sobre la cuantificación y la cualificación de la vida; simplemente diria que un emparedado sabe mejor sobre el cuerpo desnudo y muerto de una maldita caucasica hija de su aristocracia, que sobre el pecho de una prostituta muerta por un cliente insatisfecho. Ambas me daban lo mismo.
Julius van der Butter
...no la conocia, ni me interesaba conocerla. Recordaba en mis años de estudiante, que una maestra que tuve, la señora Meyer, procastinaba con la idea de la ética medica, sucedia que para ella era más importante salvar diez pacientes que salvar uno y que se fuera contento para su casa... La cuantificación de la vida, era común en el mundo medico, debian pensar sobre el relator maldito quien les comenta... ¿que puede saber un medico que trata solo con muertos de la ética medica?... exacto, nada. Para mi, la vida era un reservorio de conciencia y experiencia, ambas engullian en un ser particular que manifestaba razón de existir y de soñar... era en eso lo que me importaba la vida humana.
¿Que pienso de la doctora Marchessault? Parecia una estudiante recien egresada... sabia que la ética medica no existia, menos aún en estos tiempos, ni en los venideros donde seguramente el dinero les hara valer la vida de un burgués por sobre la de un campesino, es un hecho...
- Yo... yo solo venia a buscarla, me envio Thacheau porque necesitan medicos en el hospital... estan llegando en demasia algunos tuberculosos y pues... ud. ya entiende, no me haga repetirlo... -
Me habia preguntado por Morris, nunca me gusto acercarme a Marchessault, creia ser madre del mundo, monja de convento o que se yo... pero odiaba se entrometieran en mis asuntos.
-...con Morris, lo que suceda entre ambos es asunto nuestro, ya arreglaré mis asuntos con ese maldito... -
No habia notado en todo ese rato la voz quebradiza de la doctora, era algo común verla destruida cada vez que moria un paciente, pero eran pocos quienes la veian llorar... o eso comentaban en el hospital.
- No... no es por entrometerme, ni me interese probablemente pero... ¿Que ocurre?... -
Me acerque un instante... ¿que podia suceder? El hecho de ver morir un paciente era cosa de cada dia, cada hora o cada segundo, odiaba las cursilerias, odiaba el tener que sentir lastima por alguien a quien sus pesadillas no las carcomieran pero si no llegaba con ella... no queria ni imaginarme como terminaria Thacheau contra la pared si volvia a gritarme y mi recomendación en la universidad de Paris, todo por la borda.
- Mire... si no vuelvo con ud. el que tendra problemas sere yo y... no quiero, saldra todo mal... sabe como es Thacheau... -
Bendita paciencia que tenia para tratar con este maldito mundo... y sobre la cuantificación y la cualificación de la vida; simplemente diria que un emparedado sabe mejor sobre el cuerpo desnudo y muerto de una maldita caucasica hija de su aristocracia, que sobre el pecho de una prostituta muerta por un cliente insatisfecho. Ambas me daban lo mismo.
Julius van der Butter- Humano Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 29/01/2016
Localización : En las Cuatro Lunas
Re: Live and let die · Libre ·
Deja que te prejuzguen, deja que aquellos
se lleven una idea errónea de tí, pues significa que
te tienen en más alta estima de lo que aparentan.
O tan sólo lo dejarían pasar.
se lleven una idea errónea de tí, pues significa que
te tienen en más alta estima de lo que aparentan.
O tan sólo lo dejarían pasar.
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Se podía decir que Chàrlotte había sido herida justo en aquel ego que no poseía. Le molestaba en demasía todo aquel que pretendía hacer daño gratuitamente con palabras impregnadas en odio o cierto asco que nunca llegaría a comprender. No porque se sintiese por encima de todo el mundo, sino porque aquellos tenían su propio motivo por el cual actuar de aquella forma, uno, que Chàrlotte jamás experiemntaría gracias al sitio dónde hubo nacido, que según se mire se podría considerar como algo en contra.Chàrlotte se levantó de las escalinatas, llevándose ambas manos a las mejillas, notando que éstas estaban heladas, por lo cual las frotó para entrar en calor. Su mirada dejó de buscar la nada en el suelo, y la subió hasta encontras las tan esquivas de Julien. Asintió. Chàrlotte entendió que le eran incómodas sus preguntas que no iban más allá de mera cordialidad, una que al parecer sentaba mal al que era uno de sus compañeros. Se retrajo conforme a mostrar sus sentimientos tan evidencialmente, dejando un mero gesto de aceptación que de buen agrado le mostró al Doctor Van Der Butter.
- Tiene razón, no me incumbe. - Sus palabras seguían sonando amables, pues es algo difícil de cambiar cuando fué lo primero que le enseñó su propia madre. Si algo caracterizaba a las Marchessault, era su afán por no dejar nada por perdido, buscando siempre la solución posible aunque ésta fuese menos ortodoxa y tardase años en verse efectiva. Pero aquel día, ciertamente Chàrlotte estaba dejándose llevar demasiado por lo que en aquellos instantes sentía, así como el insinto, impidiéndole los propios errores que solía ocultar con elegancia. - Así como que tampoco me incumbe cual sea el miedo que le tenga usted a Thacheau, ni el motivo por el cual pretende echarle del hospital. Gracias por el recado. - Sin ánimo de ofender, a Chàrlotte se le había escapado quizás un detalle que había descubierto de casualidad, cuando aquellos que hablaban se les olvidaba que allí no había paredes, sino cortinas que les separaba de los pacientes y que todo lo que se dijese allí podría bien confundir al personal, hoy más necesario que nunca.
La rubia pasó por su lado no sin antes despedirse con un mero gesto de asentimiento. al entrar, se podía oír el murmullo de los pacientes aquejados de sus dolencias, a cada cual más grotesca que la anterior, haciendo que ella se viese como en una de las historias contadas a través de los círculos del infierno, tan pura, tan imperturbable, tan tocada por el destino que podía notarse como su alma lloraba por lo que allí ocurría. No tardó en llegar a dónde le habían indicado. Un enfermo reciente, un tuberculoso que agonizaba con la lengua cortada, observándola como si tuviese la certeza de que ella sabría como menguar su dolor, o quizás es que quisiera decir algo pero su fisionomís no se lo permitía. Chàrlotte trató de calmarlo son un leve siseo, dejándole a entender que todo iba a ir mejor en cuestión de mnutos. Otros dos doctores sujetaban al hombre, hablando por boca de él como si supiesen de memoria su historial.
- Hace un par de días nos visitó, estaba completamente ido. Decía que alguien quería matarlo. - Los hombres se miraron y Chàrlotte soltó un suspiro. - Quizás fuese un pobre loco, que deliraba fruto de la hambruna. - Los hombres quedaronen silencio, como si algo escondieran en sus miradass. - Lo que queríamos decir... Es que era un hombre sano, burgués. Ayer mismo volvió, pero con la lengua cortada.
- ¿Me estáis diciendo que la enfermedad la contrajo en un día? ¡Es imposible! - El hombre comenzó a gritar y convulsionar en desesperación. Decían que la enfermedad quemaba como el veneno y que hacía que todo el cuerpo ardiese de un modo insoportable. Una gota de sangre le alcanzó el brazo desnudo y los doctores palidecieron de inmediato, ya que aquella enfermedad era muy contagiosa.
- No se preocupen... Estoy bien.- Chàrlotte se limpió rápidamente pero el hombre parecía gritar más y más impidiendo a Chàrlotte administrarle los calmantes necesarios en aquel extraño caso, para así poder investigar su caso. El hombre le suplicaba una muerte indolora, pues se sabía de lejos que no se recuperaría jamás dado que su caso fué extremadamente rápido, así como su infección, algo peculiar y nunca visto. Chàrlotte asintió y le administró una dosis mayor que no solo calmaría su dolor, sino que le haría tener tan merecida muerte. Y así fué.
...
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/03/2011
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