AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No tiendas tu mano o te la morderán || Privado. || Flashback
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No tiendas tu mano o te la morderán || Privado. || Flashback
Sol radiante que caliente las frescas hierbas humedecidas por la lluvia de la noche anterior, una mañana como esas está para disfrutar con actividades placenteras y de desarrollo emocional, claro que ello dependería de las personas a realizar dichas faenas. En este caso no podemos decir eso de cierta personita que recién se levanta rascándose la pancita y estirando las patitas delanteras y traseras, un pequeño hurón, una cosita hermosa, un YO.
El dinero comenzaba a escasear en casa notándolo todos los que vivíamos ahí, los otros niños fueron a conseguir algo de dinero extra haciendo trabajos o trucos en algunos parques o esquinas, sabía que no sacarían mucho así que había que hacer algo nuevo. Como humana suele aconsejarles que no deben hacer cosas malas, pero como hurón, bueno las normas y leyes de humanos no me afecta. Al salir de casa por el bosque primero agilizo los movimientos y los trucos que me guardo en la manga, el traje de esta ocasión será solo un collar de payaso junto a un gorro.
En las calles la gente observaba riéndose y aplaudiendo mi acto, pero solo era parte de la distracción, mientras más se acercaban podía observarlos y tasar su valor, sus pertenencias y lo que puedan ocultar en sus bolsillos; uno de aquellos “espectadores” llevaba una bolsa llena de dinero, monedas de oro pero el muy tacaño solo da una moneda de plata, un triste penique que no ayudaría más que solo para un vasito con cuarto de agua. Que gente más avara, pero eso es bueno porque él es el indicado para que se convierta en un “benefactor” al menos por unas horas.
El acto termina y sigo sigilosamente al sujeto, veo en qué lugares entra y para mi suerte ingresa a la sastrería, bingo, al entrarme por el techo veo al sujeto que probarse traje por traje dejando un lado la leva con la bolsa de dinero, “mí día de suerte” , me acerco en silencio hasta tomar la bolsa, sin dejar de ver al hombre como desprecia al pobre anciano que solo le sonríe asintiendo. Al salir con el botín, aquel tipejo suelta los gritos y las cosas que me arroja intentando atrapar, pero soy más ágil de lo que esperaba y con la velocidad del rayo salgo como alma que lleva el diablo corriendo por las calles hasta el mercado ocultándome debajo de uno de los puestos de frutas de una mujer que es más gruñona que cualquier otra vieja, esa mujer no deja que nadie toque sus frutas ni siquiera porque las vayas a comprar. Será el mejor escondite.
Espero, aguardo, cuento las personas pasar para no morir de aburrimiento, pero en eso, los pasos nervioso de alguien me llaman la atención, unos pasos que van de aquí y allá, unos pasos que van y vienen varias veces por el puesto. Le miro olisqueando el aroma, moviendo mis bigotitos. “Y este que se trae” me quedo quietecita para ver que se cuece.
El dinero comenzaba a escasear en casa notándolo todos los que vivíamos ahí, los otros niños fueron a conseguir algo de dinero extra haciendo trabajos o trucos en algunos parques o esquinas, sabía que no sacarían mucho así que había que hacer algo nuevo. Como humana suele aconsejarles que no deben hacer cosas malas, pero como hurón, bueno las normas y leyes de humanos no me afecta. Al salir de casa por el bosque primero agilizo los movimientos y los trucos que me guardo en la manga, el traje de esta ocasión será solo un collar de payaso junto a un gorro.
En las calles la gente observaba riéndose y aplaudiendo mi acto, pero solo era parte de la distracción, mientras más se acercaban podía observarlos y tasar su valor, sus pertenencias y lo que puedan ocultar en sus bolsillos; uno de aquellos “espectadores” llevaba una bolsa llena de dinero, monedas de oro pero el muy tacaño solo da una moneda de plata, un triste penique que no ayudaría más que solo para un vasito con cuarto de agua. Que gente más avara, pero eso es bueno porque él es el indicado para que se convierta en un “benefactor” al menos por unas horas.
El acto termina y sigo sigilosamente al sujeto, veo en qué lugares entra y para mi suerte ingresa a la sastrería, bingo, al entrarme por el techo veo al sujeto que probarse traje por traje dejando un lado la leva con la bolsa de dinero, “mí día de suerte” , me acerco en silencio hasta tomar la bolsa, sin dejar de ver al hombre como desprecia al pobre anciano que solo le sonríe asintiendo. Al salir con el botín, aquel tipejo suelta los gritos y las cosas que me arroja intentando atrapar, pero soy más ágil de lo que esperaba y con la velocidad del rayo salgo como alma que lleva el diablo corriendo por las calles hasta el mercado ocultándome debajo de uno de los puestos de frutas de una mujer que es más gruñona que cualquier otra vieja, esa mujer no deja que nadie toque sus frutas ni siquiera porque las vayas a comprar. Será el mejor escondite.
Espero, aguardo, cuento las personas pasar para no morir de aburrimiento, pero en eso, los pasos nervioso de alguien me llaman la atención, unos pasos que van de aquí y allá, unos pasos que van y vienen varias veces por el puesto. Le miro olisqueando el aroma, moviendo mis bigotitos. “Y este que se trae” me quedo quietecita para ver que se cuece.
Eleonor Divella- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/04/2012
Localización : Por ahí
Re: No tiendas tu mano o te la morderán || Privado. || Flashback
“Eras el ángel del monasterio, aquel dulce querubín que en su túnica blanca y con sus risos peinados sostenía al pequeño cordero entre sus brazos mientras daban el sermón el fin de semana”
Ya no sentía el paso de los días, no tenia idea si era un Lunes o si ya era el fin de semana, solo distinguía el día y la noche mientras vagaba como un muerto viviente. Parecía que su vida pasada no había sido más que un sueño, uno muy extraño pero a su vez muy real. Tenia miedo, frío y hambre, ¿Como no tenerlo?, llevaba días vagando por aquellas calles, no sabía como regresar a Italia y aunque lo supiera dudaba que le recibieran allí nuevamente luego de todo lo que había vivido, lo verían como el castigo divino por abandonar la cada de Dios de forma tan descarada.
Solo procuraba caminar en dirección contraria al burdel si le encontraban lo llevarían devuelta y tal vez que le harían, era sorprendente como se podía deshumanizar a una persona hasta el punto de no sentir remordimiento por el sufrimiento que le causaban, con la mirada al cielo buscaba el indicio de alguna catedral donde pedir ayuda pero no encontró nada. Seguramente ya habían pasado 3 días desde su escape, su traje sucio hacía a las personas alejarse, parecía un pequeño ángel maltratado, las personas volteaban a verle como esperando a que se derrumbara.
Pero tal vez Dios no le había dado la espalda del todo. Una mujer fue amable con él en el mercado, una chica gitana de cabellos negros y ojos castaños, por alguna razón su imagen le recordaba a la madre de Jesucristo, fue ella la que le ayudo en esos momentos difíciles y también era por ella por quien volvía al mercado constantemente, no podía vivir con los gitanos, en cambio dormía en rincones, callejones y casa abandonadas a las cuales lograba entrar para resguardarse de la lluvia y las frías noches. Pero Amadeo no sabía nada de los gitanos, como por ejemplo que estos no se quedaban mucho tiempo en un lugar. Inocente llego un día pero aquella chica ya no estaba, su puesto estaba vació y nadie sabía de ella, nadie hablaba mucho con los gitanos, las personas no confiaban mucho en ellos.
Así regresaron los días de hambruna, no estaba la amable chica que siempre le daba comida y limpiaba su ropa a escondidas de los demás gitanos, entre ellos su esposo. Nunca quiso acabar por hacer cosas malas, pero era eso o su vida, moriría de hambre si no hacía algo y no tenia dotes para cantar o hacer maniobras difíciles para que como a los monos de circo le dieran monedas, pero era un niño astuto. Esa tarde camino por el mercado como de costumbre, se paseo por los puestos, notaba como de a poco el mercado se llenaba, era el momento adecuado. Se acerco a un puesto de manzanas donde muchas mujeres se apretaban para buscar las mejores frutas, el niño simplemente pregunto a la mujer por el precio comparándolas con el del señor que vendía en un puesto detrás de ella, al voltear la mujer rodó con la punta de sus dedos una manzana al piso y al ver como la mujer buscaba con la mirada al hombre del que Amadeo hablaba rodó otra más. La mujer era vieja y parecía que su visión era limitada lo cual hizo eso mucho más fácil. Al final solo se agacho y recogió las manzanas pero una había caído detrás la tela que caía de donde tenían puestas las manzanas. Metió la mano descaradamente pero en vez de agarrar la manzana apretó con la mano algo peludo que sin duda lo espanto y le hizo retroceder jalando de la tela que se había enganchado en el botón de su manga, tirando así todas las manzanas al suelo.
Amadeo estaba con los ojos muy abiertos tirado en el suelo mirando a aquella criatura alargada que había apretado por debajo de la mesa. La mujer lo miraba como si no pudiera creerlo y antes de que lograra comenzar a gritar se levanto tomando todas las manzanas que podía para salir corriendo entre blasfemias en francés que no lograba comprender. Corrió lo más fuerte que pudieron sus piernas hasta voltear en una esquina, por suerte nadie lo seguía o eso pensaba. Mientras recuperaba el aliento se ponía a pensar… ¿Ese había sido un hurón con una bolsa de dinero? ¿Quien había entrenado un hurón para robar?
Solo procuraba caminar en dirección contraria al burdel si le encontraban lo llevarían devuelta y tal vez que le harían, era sorprendente como se podía deshumanizar a una persona hasta el punto de no sentir remordimiento por el sufrimiento que le causaban, con la mirada al cielo buscaba el indicio de alguna catedral donde pedir ayuda pero no encontró nada. Seguramente ya habían pasado 3 días desde su escape, su traje sucio hacía a las personas alejarse, parecía un pequeño ángel maltratado, las personas volteaban a verle como esperando a que se derrumbara.
Pero tal vez Dios no le había dado la espalda del todo. Una mujer fue amable con él en el mercado, una chica gitana de cabellos negros y ojos castaños, por alguna razón su imagen le recordaba a la madre de Jesucristo, fue ella la que le ayudo en esos momentos difíciles y también era por ella por quien volvía al mercado constantemente, no podía vivir con los gitanos, en cambio dormía en rincones, callejones y casa abandonadas a las cuales lograba entrar para resguardarse de la lluvia y las frías noches. Pero Amadeo no sabía nada de los gitanos, como por ejemplo que estos no se quedaban mucho tiempo en un lugar. Inocente llego un día pero aquella chica ya no estaba, su puesto estaba vació y nadie sabía de ella, nadie hablaba mucho con los gitanos, las personas no confiaban mucho en ellos.
Así regresaron los días de hambruna, no estaba la amable chica que siempre le daba comida y limpiaba su ropa a escondidas de los demás gitanos, entre ellos su esposo. Nunca quiso acabar por hacer cosas malas, pero era eso o su vida, moriría de hambre si no hacía algo y no tenia dotes para cantar o hacer maniobras difíciles para que como a los monos de circo le dieran monedas, pero era un niño astuto. Esa tarde camino por el mercado como de costumbre, se paseo por los puestos, notaba como de a poco el mercado se llenaba, era el momento adecuado. Se acerco a un puesto de manzanas donde muchas mujeres se apretaban para buscar las mejores frutas, el niño simplemente pregunto a la mujer por el precio comparándolas con el del señor que vendía en un puesto detrás de ella, al voltear la mujer rodó con la punta de sus dedos una manzana al piso y al ver como la mujer buscaba con la mirada al hombre del que Amadeo hablaba rodó otra más. La mujer era vieja y parecía que su visión era limitada lo cual hizo eso mucho más fácil. Al final solo se agacho y recogió las manzanas pero una había caído detrás la tela que caía de donde tenían puestas las manzanas. Metió la mano descaradamente pero en vez de agarrar la manzana apretó con la mano algo peludo que sin duda lo espanto y le hizo retroceder jalando de la tela que se había enganchado en el botón de su manga, tirando así todas las manzanas al suelo.
Amadeo estaba con los ojos muy abiertos tirado en el suelo mirando a aquella criatura alargada que había apretado por debajo de la mesa. La mujer lo miraba como si no pudiera creerlo y antes de que lograra comenzar a gritar se levanto tomando todas las manzanas que podía para salir corriendo entre blasfemias en francés que no lograba comprender. Corrió lo más fuerte que pudieron sus piernas hasta voltear en una esquina, por suerte nadie lo seguía o eso pensaba. Mientras recuperaba el aliento se ponía a pensar… ¿Ese había sido un hurón con una bolsa de dinero? ¿Quien había entrenado un hurón para robar?
“Pero lo habían mancillado, corrompido y ensuciado.”
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/01/2013
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Re: No tiendas tu mano o te la morderán || Privado. || Flashback
¿Qué era aquello que había visto? ¿Un chico? ¿Un ladronzuelo? ¿Ladrón de comida? Pero que…no pude contener la risa incluso hasta la panza dolía de tanto que me tiré a reír de ver a un humano correr de aquella manera dejando caer parte del motín; relamí mi hociquito mostrando mi lengüita un poco con aquella mirada de pilluela que pongo cada vez que se viene una travesura a mi mente, y, ¡Eureka! Ahí estaba.
La anciana gritaba furibunda sobre el robo alertando de esa manera a todos, incluso al hombre al que había robado asumiendo que le muchacho y yo estábamos juntos en ambos robos, como si fuera su ¿mascota?. Estos idiotas siempre terminan sacando ese tipo de conclusiones cuando ven a un animalito hermoso como yo llevarse sus pertenencias, pero al fin al cabo terminan equivocados, aunque siempre terminan despertando mi furia con los deseos de arañarles las caras y morderlos hasta que arrancarles pedazos de piel. Mi enojo estaba más que encendido y nadie lo bajaría hasta que no… ¿una nariz húmeda? Giré despacio y estaba junto a mí un enorme perro que se relamía el hocico olisqueándome.
Si trataba de calmarlo terminaría eso mal, pero, sería de ayuda. Mis manitas tratan de calmarlo a que guarde silencio pero es inútil y la cacería da inicio, claro que todo puesto por el que voy debajo terminar siendo destruido, papas, cebollas, frutas, y pescados todo termina rodando por el suelo sin que tenga suerte aquel perro el poder alcanzarme, aunque me la he sudado y ahora el mercado es un caos con todos regañándose entre todos y al dueño del perro sobre todo que será el encargado de pagar por los estragos “Mejor suerte para la próxima amigo”
Camino con mayor soltura hasta donde el joven ha corrido, le sigo con su aroma que me lo he grabado; saltando de lado a lado comienzo el ascenso por las pequeñas casas para ir mejor por los tejados, que son la zona más segura; alcanzo a divisarle todo cansado y con pocas frutas “Eso no te llenará y no te alcanzará más que para unas horas” , chiroteo riéndome, olvidando que los humanos comunes y corrientes no pueden entender cuando hablo. Es me da una idea mejor.
Bajo por la tubería oxidada hasta los pies de él tirándole de la ropa presentándome con una reverencia, la manito derecha en mi panza peluda y la zurda en la espalda, inclinándome un poco, las patitas traseras separadas una delante de la otra y la sonrisita en mi rostro pequeño “Cuantas te has chivado pequeño ladrón” le digo mientras saco la bolsa de mi botín sacudiéndole frente a él como si quisiera sacarle pica por la diferencia de botín, aunque lo que quería en realidad era meterle un buen susto, pero eso sería más adelante, poco a poco le haría dudar delo que cree y ve.
La anciana gritaba furibunda sobre el robo alertando de esa manera a todos, incluso al hombre al que había robado asumiendo que le muchacho y yo estábamos juntos en ambos robos, como si fuera su ¿mascota?. Estos idiotas siempre terminan sacando ese tipo de conclusiones cuando ven a un animalito hermoso como yo llevarse sus pertenencias, pero al fin al cabo terminan equivocados, aunque siempre terminan despertando mi furia con los deseos de arañarles las caras y morderlos hasta que arrancarles pedazos de piel. Mi enojo estaba más que encendido y nadie lo bajaría hasta que no… ¿una nariz húmeda? Giré despacio y estaba junto a mí un enorme perro que se relamía el hocico olisqueándome.
Si trataba de calmarlo terminaría eso mal, pero, sería de ayuda. Mis manitas tratan de calmarlo a que guarde silencio pero es inútil y la cacería da inicio, claro que todo puesto por el que voy debajo terminar siendo destruido, papas, cebollas, frutas, y pescados todo termina rodando por el suelo sin que tenga suerte aquel perro el poder alcanzarme, aunque me la he sudado y ahora el mercado es un caos con todos regañándose entre todos y al dueño del perro sobre todo que será el encargado de pagar por los estragos “Mejor suerte para la próxima amigo”
Camino con mayor soltura hasta donde el joven ha corrido, le sigo con su aroma que me lo he grabado; saltando de lado a lado comienzo el ascenso por las pequeñas casas para ir mejor por los tejados, que son la zona más segura; alcanzo a divisarle todo cansado y con pocas frutas “Eso no te llenará y no te alcanzará más que para unas horas” , chiroteo riéndome, olvidando que los humanos comunes y corrientes no pueden entender cuando hablo. Es me da una idea mejor.
Bajo por la tubería oxidada hasta los pies de él tirándole de la ropa presentándome con una reverencia, la manito derecha en mi panza peluda y la zurda en la espalda, inclinándome un poco, las patitas traseras separadas una delante de la otra y la sonrisita en mi rostro pequeño “Cuantas te has chivado pequeño ladrón” le digo mientras saco la bolsa de mi botín sacudiéndole frente a él como si quisiera sacarle pica por la diferencia de botín, aunque lo que quería en realidad era meterle un buen susto, pero eso sería más adelante, poco a poco le haría dudar delo que cree y ve.
Eleonor Divella- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/04/2012
Localización : Por ahí
Re: No tiendas tu mano o te la morderán || Privado. || Flashback
Correría hasta que sus piernas no dieran más, no iba a detenerse y darles la oportunidad de derribarlo. La cárcel no era ningún juego, y en París no se perdonaba a nadie, sobre todo si era pobre, no quería acabar en la horca por una hogaza de pan ni por una manzana. Pero aunque quisiera correr hasta volver a Italia, sus piernas ni el resto de su cuerpo aguantaban.
Acabo sentado en el suelo, sus delgadas piernas parecían a punto de quebrarse, pero ya era la costumbre, había sido un niño que nunca le faltó algo para comer, paso hambre, pero no le faltaban comidas al día, aunque estas fueran pequeñas y llegando a París todo cambio, comía una vez al día para que no se viera asqueroso a la vista de los clientes, para que se viera con algo de carne y no tanto hueso.
No espero mucho para comenzar a comerse su manzana, deseando en lo más profundo de su ser que esta no estuviera llena de gusanos pero era muy posible… finalmente era el príncipe de la mala suerte. Si algo malo podía ocurrir le pasaría a él, pero llegaba a pensar que con el hambre que tenía aun con gusanos se la comería, su estómago gruñía y sentía ganas de vomitar, pero no tenía nada que pudiera tirar siquiera y así como se concentraba comiendo la manzana no se fijó en la pequeña criatura que se aproximaba desde el tejado hasta que esta le tiro la ropa, por un momento se exalto al pensar que era un ratón, incluso casi soltó su manzana. Sin embargo no era un ratón, pero ese tipo de animales no solían verse en las calles de París por lo que le miro anonadado un instante antes de ver como se movía… como si se presentara, como si fuera un ser humano, negó incrédulo y volvió su mirada a su manzana. ¿Acaso se había comido algo sumamente podrido y ahora estaba teniendo alucinaciones? Negó rápidamente con sus desordenados risos y volvió a observar a aquella criatura - ¿Te estas dirigiendo a mí? – acabo por preguntarle mientras se abrazaba a sus piernas, le parecía muy divertido, era un animalito entrenado, de seguro del circo… jamás había podido asistir al circo pero decían que tenían animales que actuaban como humanos para entretener al público - ¿Vienes del circo?, jamás he ido al circo… ¿Te perdiste?, acaso… - miro lo que llevaba el animalito y ladeo la cabeza - Estabas robando… ¿Eres lo que tome por debajo de la mesa? – pregunto sorprendido para luego darse cuenta de que le hablaba a un animal – Tsk… no se para que me esfuerzo… tu no me entiendes… - susurro para volver a devorar su manzana.
Acabo sentado en el suelo, sus delgadas piernas parecían a punto de quebrarse, pero ya era la costumbre, había sido un niño que nunca le faltó algo para comer, paso hambre, pero no le faltaban comidas al día, aunque estas fueran pequeñas y llegando a París todo cambio, comía una vez al día para que no se viera asqueroso a la vista de los clientes, para que se viera con algo de carne y no tanto hueso.
No espero mucho para comenzar a comerse su manzana, deseando en lo más profundo de su ser que esta no estuviera llena de gusanos pero era muy posible… finalmente era el príncipe de la mala suerte. Si algo malo podía ocurrir le pasaría a él, pero llegaba a pensar que con el hambre que tenía aun con gusanos se la comería, su estómago gruñía y sentía ganas de vomitar, pero no tenía nada que pudiera tirar siquiera y así como se concentraba comiendo la manzana no se fijó en la pequeña criatura que se aproximaba desde el tejado hasta que esta le tiro la ropa, por un momento se exalto al pensar que era un ratón, incluso casi soltó su manzana. Sin embargo no era un ratón, pero ese tipo de animales no solían verse en las calles de París por lo que le miro anonadado un instante antes de ver como se movía… como si se presentara, como si fuera un ser humano, negó incrédulo y volvió su mirada a su manzana. ¿Acaso se había comido algo sumamente podrido y ahora estaba teniendo alucinaciones? Negó rápidamente con sus desordenados risos y volvió a observar a aquella criatura - ¿Te estas dirigiendo a mí? – acabo por preguntarle mientras se abrazaba a sus piernas, le parecía muy divertido, era un animalito entrenado, de seguro del circo… jamás había podido asistir al circo pero decían que tenían animales que actuaban como humanos para entretener al público - ¿Vienes del circo?, jamás he ido al circo… ¿Te perdiste?, acaso… - miro lo que llevaba el animalito y ladeo la cabeza - Estabas robando… ¿Eres lo que tome por debajo de la mesa? – pregunto sorprendido para luego darse cuenta de que le hablaba a un animal – Tsk… no se para que me esfuerzo… tu no me entiendes… - susurro para volver a devorar su manzana.
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: No tiendas tu mano o te la morderán || Privado. || Flashback
No podía parar de reír, los humanos al final terminan siendo muy divertidos más de lo que se pueden imaginar y si no, solo había que mirar aquel rostro confundido por hablarle a un animal, claro si es que lo fuera completamente. Me quedé mirándole haciendo gestos pequeños de desaprobación por sus palabras, como si fuera a ser animal entrenado de esos cirqueros, aunque no estaba mala la idea de terminar ahí, quizás el dinero que gane sería lo suficiente para todos.
Negué y le lancé un beso al muchacho riéndome por dentro, me paro en dos patitas elevando las que serían las manitas de lado a lado “Damas y caballeros, niños y niñas con ustedes el hurón mágico” digo en mi pequeño idioma inentendible y ante la mirada atónita una pequeña bola de pelos para terminar en una media luna que se transforma en una luna entera y termina con una pirueta, agradezco al público por los aplausos mirando al joven, con eso quedaría claro que soy del circo, no esperen, no soy de ese mundo.
Comienzo a reírme más de lo esperado hasta terminar en el piso justo para sacar mi garrita del medio afilarla un poco justo para escribir en el suelo ”Te entiendo mejor que nadie, y no, no soy animal amaestrado ni experimentado y tampoco soy un bicho raro, que te quede claro” , soplo mi garrita y rasco mi pancita en una postura de relax, echadita en el suelo con una patita sosteniendo mi cabeza y la otra, bueno la otra alisando mi pancita peluda, le miraba al joven con una sonrisa junto a lo que había dejado escrito. No era la primera vez que hacía ese truco con algún humano inocente, es más, era el que más me gusta hacer solo con ver sus rostros asustados es más que suficiente, por un día al menos.
La duda era, ¿cómo pagaría este joven? Será que termina tan asustado que dejará la manzana en el suelo o quizás le sea común, espero que sea la primera así al menos ganaré un poco de fruta como desayuno –insértese risa malvada–
Negué y le lancé un beso al muchacho riéndome por dentro, me paro en dos patitas elevando las que serían las manitas de lado a lado “Damas y caballeros, niños y niñas con ustedes el hurón mágico” digo en mi pequeño idioma inentendible y ante la mirada atónita una pequeña bola de pelos para terminar en una media luna que se transforma en una luna entera y termina con una pirueta, agradezco al público por los aplausos mirando al joven, con eso quedaría claro que soy del circo, no esperen, no soy de ese mundo.
Comienzo a reírme más de lo esperado hasta terminar en el piso justo para sacar mi garrita del medio afilarla un poco justo para escribir en el suelo ”Te entiendo mejor que nadie, y no, no soy animal amaestrado ni experimentado y tampoco soy un bicho raro, que te quede claro” , soplo mi garrita y rasco mi pancita en una postura de relax, echadita en el suelo con una patita sosteniendo mi cabeza y la otra, bueno la otra alisando mi pancita peluda, le miraba al joven con una sonrisa junto a lo que había dejado escrito. No era la primera vez que hacía ese truco con algún humano inocente, es más, era el que más me gusta hacer solo con ver sus rostros asustados es más que suficiente, por un día al menos.
La duda era, ¿cómo pagaría este joven? Será que termina tan asustado que dejará la manzana en el suelo o quizás le sea común, espero que sea la primera así al menos ganaré un poco de fruta como desayuno –insértese risa malvada–
Eleonor Divella- Cambiante Clase Baja
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