Algo inesperado siempre pasa hoy en día {Privado}

por **Iziar Von Volkem** Mar Feb 09, 2016 12:23 am

Iziar se encontraba sentado en su cama, era ya tarde, para estar encerrado en su casona vieja y de colores que al licántropo sencillamente no iba a su personalidad, pero para la próxima semana, cuando finalmente estuviera desocupado arreglaría ese asunto, tiraría los muebles viejos y los remplazaría por unos modernos, pero antes iba a pintar estas paredes a unos colores más vivos. Termino recostándose en su amplia cama, observo lo grande que era para él, pero a decir verdad, lo único que le gustaba de esta casa, aparte de la exquisita comida que su sirvienta hacía, era está cama, era muy cómoda.-Que locura, el anciano dejándome todo su riqueza, incluyendo esta cama, que de seguro fue poseída por rameras, bha, aunque no la cambiaré, esta tan grande y cómoda que, bueno, es lo único decente que me gustó. –Río con ganas, hasta que un impuso se levantó de la comodidad de sus aposentos, camino hacia la puerta con una tranquilidad que si uno lo viera notaria la pereza que su cuerpo tenía, al salir de está, observo que unos empleados estaban limpiando, él, simplemente camino sin importar si manchaba o no el azulejo, lo único que tenía en mente era que al salir el aire le diera en la cara y borrara todo ese malhumor que surgió de la nada. Finalmente, al salir respiro el aire, sus pulmones se llenaron y sin más comenzó a caminar sin rumbo fijo.

Al ser todavía una hora decente para salir, se lograba observar personas andar de aquí para haya en las calles parisienas, era agradable ver rostros nuevos y más si son rostros de mujeres, que da la curiosidad que es una debilidad para el licántropo, mujeres; cada paso que daba se alejaba de la multitudes de individuos, comenzaba aburriste sin hacer nada. -¿Qué debo de hacer? Estoy aburrido, en esta ciudad no hay nadie interesante que pueda hace, creo yo-Susurro el nuevo heredero, introduciendo sus manos en las bolsas de su gastado pantalón negro, que parecía más gris que del color original, pero al ser una persona muy “ahorrativa” él compraba ropa hasta que se gastaban con totalidad. Sí, Iziar Von Volkem es una persona que ama el dinero, que simplemente vive por el dinero y mujeres. -Creo en la noche iré a ese burdel que fui hace semanas atrás, espero encontrar una prostituta decente y sobre todo que me logre excitar y satisfacer. –Pensó, sin darse cuenta por donde iba, pero una cosa si estaba consiente, esquivaba a las pocas personas que pasaba a su lado, unos minutos después, sus propios pasos lo llevaron a un lugar que raramente visitaba: El jardín botánico de París, de hecho no imagino dirigirse a este lugar, pero debió suponer que al estar tan concentrado en sus propios pensamientos no se dio cuenta a donde iba, pero ya estaba aquí, estaría solo un rato, sentando u observando algunas variedades de flores exóticas, no iba a perder un dedo por estar aquí.

Han pasado exactamente dos horas desde que ingreso al lugar donde habitan las hermosas flores de diferente olor y color, no es muy amante de las flores, pero tampoco le desagrada venir unas cuantas veces, era de noche ya, pero él estaba cómodamente recostado entre unas flores, sabiendo que estaba prohibido, pero el ama lo imposible, con sus ojos cerrados, con una tranquilidad que hace días no tenía, simplemente escuchaba el viento que soplaba haciendo que las copas de los árboles se mecieran como si se tratara de un baile entre ellos, con una sonrisa quedo profundamente dormido.

por **Constance A. Zaïre** Miér Mar 09, 2016 12:00 am

Trabajos arduos y pesados durante toda la mañana, moviéndose de un lugar a otro sin descanso aunque pasa sola la mayor parte del tiempo la castaña no deja que ello la desmorone siempre está atenta con una sonrisa y tarareando una suave melodía mientras se mueve con una grácil hada entre las flores de aquella florería. Arreglos por aquí y por allá, varios pedidos de diferente índole pero al que más empeño y dedicación ponía era para aquellos destinados a la iglesia, un trabajo que era adornado con flores blancas de varias tipos, pero sobre todo siendo acabados con bellos lirios fragantes y orquídeas; cuando hubo terminado todo su trabajo en arreglos salió para la iglesia, la castaña los dejó sobre el altar para luego confesarse con el sacerdote ¿pecados una joven como ella? Tan serios no los tenía, sus únicos pecados eran haber dado alimento de otro a un pequeño animalito herido que encontró y que se llevó a su hogar adoptándolo sin reportarlo perdido, un pecado así el sacerdote lo tomo con una sonrisa, ya la conocía así que solo le indicó que cuide al pequeña gatito.

Ya por la tarde la joven humana pasaba los minutos caminando por las calles hasta llegar al orfanato pero no llegó con las manos vacías al contrario llevaba bolsas y una canastilla con pétalos de flores de varios colores, en las fundas llevaba pan, queso y varias golosinas, la monja del orfanato habla con la castaña sobre los dulces tratándolos como contrabando pero los ruegos de la jovencita le admiten, aunque la dueña del lugar permite con una cálida sonrisa la monja no le convence mucho pero aun así le permite aquellos pequeños abusos.

Los niños piden a ruegos el poder salir de ahí en compañía de la castaña que solo les sonríe y acepta llevarlos a un lugar mágico a contarles un cuento, aun cuando la monja, por la hora que se trataba, no permitía aquello sin que fueran con alguna compañía y que mejor que ella mismo para cuidar las almas de los pequeños y de la misma castaña a la que consideraba imprudente. El lugar era hermoso, un lugar al que ya antes habían asistido en secreto los pequeños con aquella mujer, aquel jardín con tanto color y vida; en aquel viejo árbol se sentaron alrededor de la castaña que comenzó con un cuento –La mamá le pidió a la pequeña caperuza que no se desviara del camino, que siguiera el que le había dicho ella y que no se entretuviera con otras cosas y menos que hablara con extraños, pero la joven no acató y mientras iba con la cesta de comida apareció lo inesperado– la expectación de los pequeños queda en lo más alto, pero antes de continuar con la historia, la monja, interrumpe aquel cuento.

–Regresemos al orfanato niños, ya es tarde y la joven Zaïre debe tambien dormir que mañana tiene que trabajar – el desánimo de los niños obliga a la castaña a que pedir más tiempo con ellos pero le es negado severamente –Cony, algún día lo entenderás y además es muy tarde para que una jovencita respetada como tu ande por ahí sola vagando en las calles como si fuera de esas mujercitas pecaminosas, que diría el sacerdote si te viera, dime. Acaso has pensado ello, una mujer como tu debe estar ya en su casa rezando y dispuesta a dormir, no aquí afuera andando como si fueras – la joven le interrumpe rápidamente–Un Hada– la risa de los niños con su asentimiento ante aquellas palabras –Si, si Cony es nuestra Hada– con el regaño de aquella mujer ve partir a los niños quedándose sola unos momentos en aquel lugar.

Unos minutos pasaron y la noche se volvía más oscura, poco a poco el lugar iba tomando otro ambiente –Tienen razón es mejor que me vaya a casa es muy tarde y tengo que arreglar el jardín también– al levantarse coloca su diestra sobre el tronco de aquel árbol viejo que siempre les ayudaba como sombra o cobijo en cada historia contada –Gracias señor árbol por cuidarnos esta noche, espero que mañana también nos cubra del sol o de la lluvia, vendré cada vez a contar más cuentos para usted y los niños– sonríe mirando el lugar tan florido, en silencio y respirando el agradable aroma de aquel jardín.

Acompañada solo de su presencia, o eso creía ella

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