La luna llena siempre guarda algo nuevo...(Privado)

Era de noche, y por supuesto era el momento perfecto para salir a caballo. Me encantaba salir a galopar por París, sentir la velocidad, el viento golpeándome en la cara, la adrenalina. De día también estaba bien...pero de noche las cosas siempre eran distintas, porque siempre se sentía el peligro acechando. La oscuridad ocultaba cosas, y aunque no pasara nada siempre quedaba esa sensación, y era la mar de divertido. Aunque tarde o temprano terminaba perdiéndome por el bosque. Daba igual adónde pensara dirigirme...siempre acababa en el mismo sitio. Hasta que me hartaba.

Aquel día había salido cuando aún ni siquiera había anochecido, y mientras meditaba intensamente sobre ciertos aspectos de mi vida. Para empezar, me estaba quedando sin dinero. Había agotado hacía tiempo el dinero que había cogido tras escaparme de casa, y además es que no estaba ganando mucho últimamente con mi trabajo de pianista en las fiestas. Por lo que probablemente tuviera que echar mano de otras de mis habilidades. No bastaba con ser el hijo de un noble...y más cuando no quieres que se sepa que lo eres. Así que tendría que pensar muy bien en cómo solucionar esos problemas económicos.

Aunque también podría vivir de la naturaleza, quedarme en el bosque. Me gustaba esa vida...sonreí mientras cabalgaba con rapidez hacia el bosque. ¿Por qué no? Cazar, pescar, hacerme una cabaña, vivir cómo un apátrida durante quién sabe cuánto tiempo. Hacer lo que me diera la gana, y ser feliz durante muchísimo más tiempo. Podría probar esa vida durante un tiempo. Pero también había otras cosas que quería hacer...bueno, primero veríamos si podíamos solucionar los problemas actuales...luego, si las cosas se ponían feas...decidiría lo que hacer. Me eché a reír sólo de pensarlo y paré un momento a la yegua, para que descansara un poco y pastara.

Mientras tanto miraba a mi alrededor. Había cabalgado un buen rato...ya se había hecho de noche, pero no sabía si desde hace mucho o si había sido hace unos minutos. Cuando salgo a cabalgar a veces pierdo la noción del tiempo, sobre todo cuando me quedo pensando en mis cosas. Suspiré y esperé un rato más a que mi yegua repostara. Después le indiqué con cuidado que siguiera cabalgando, y echó a correr con rapidez. Con demasiada quizás...

-¡Espera, espera! ¡Gira, YA!-exclamé mientras le instaba a tomar otra dirección-¡Soooo, cálmate!-de repente se había encabritado y había echado a correr a otra dirección. Al parecer había visto algo inesperado que la había asustado, pero no sabía el qué podía ser...¡pero por el amor de...! Logré calmarla un poco...y hacerla correr hacia el bosque. Me adentré directamente en el bosque, allí podría calmarse si encontraba el claro...pero entonces, cuando ya estuvimos a una buena distancia de la ciudad, tuve la sensación de que no había hecho lo correcto...más bien al contrario...pero no sé por qué, sentí curiosidad por ello...sonreí levemente.

¡Vivir en la naturaleza! En mis noches de luna llena, eso mismo hacia. Alejándome de cualquier mortal, internándome en lo más profundo, donde solo alguien muy confiado se internaría, y por suerte de estas personas, habían muy pocas y ya tendría que ser coincidencia encontrarme una en estos oscuros parajes en los que me encontraba. En silencio me interné en el bosque, esperando que la luna saliera a mi encuentro y así me volviera bestia, otra noche más.


La luna no tardó mucho en aparecer ante mí, ni se hizo rogar y bajo su luz me transformé en la inmensa loba blanca, tras algunos alaridos de dolor – por suerte el dolor al paso de los años disminuía, así como mejoraba mi control sobre la bestia.- No controlaba todavía lo suficiente a la loba, todo y así, ahora me escuchaba y muchas veces cumplía mis deseos a cambio de que le dejara correr y perseguir a presas animales – a las que yo no me oponía.- Y como cada luna llena, alzándome con mis cuatro patas ahora caninas, empecé a rastrear en busca de animales, de una distracción, de una cacería.


El viento llevaba ante miles de aromas y efluvios diferentes. Mis silenciosas patas se movían por el follaje en total sigilo, no muy lejos se encontraba un rebaño de ciervos, con los que podría dejar que mi loba se divirtiera acechándolos y luego en la sangrienta caza. Recorriendo veloz un buen tramo, de repente un nuevo olor alertó a mis sentidos. ¡Un humano a caballo! Mi loba gruño de satisfacción ante tal coincidencia creada por el vil y retorcido destino, pero yo me aterrorice. No quería más muertes, no tras ya haber estado a punto de acabar con una persona hacia unas lunas llenas atrás. Até en redondo a mi loba y la hice recular para que volviera a perseguir a los ciervos. Mi loba reculó, no obstante los ciervos se encontraban al otro lado del joven y su corcel, por lo que tendríamos que pasar cerca de ellos.


-Céntrate en los ciervos- pensé, haciendo así que mi loba también lo oyera. Tras asegurarme que por el momento se encontraba centrada en el rebaño de ciervos, dejé que escondida entre las altas hierbas, se mezclara por la oscuridad y pasara por al lado del joven corcel, el que tras verla o intuir el depredador que había en ella, se encabritó y salió corriendo, antes de que consiguiera una imagen del joven incauta que tenía como jinete e intentaba controlarla, sin mucha éxito.


Pasamos de largo y volvimos a internarnos en el bosque, volví a dejar que el olor a ciervo, inundara mis sentidos, enloqueciéndolos, hasta que tras un aviso en forma de gruñido de mi loba, se giró, avisándome de la cercanía del joven incauto y su corcel.  –Escóndete- La loba en un gruñido fastidiada me hizo caso y nos escondimos tras la maleza, escuchando los pasos del caballo cada vez más cercanos. Mi pecho vibró en un gruñido, ¿Y si era un cazador?

Seguía escuchando ese maldito sonido. Había algo cerca, un sonido que no reconocía. ¿Acaso no serían unos animales buscando comida? Pero eso tendría que reconocerlo...al fin y al cabo había estado miles de veces en aquel bosque, me conocía muchas de las cosas que ocurrían allí. No podía ser que ocurriera algo demasiado anormal...lo más peligroso que me encontraría por allí debería ser algún depredador, quizás un tigre o un león e incluso una de esas águilas a las que les gustaba tanto cazar presas grandes.

Pero había algo que estaba alterando a mi yegua, y mucho, porque cada vez me costaba más calmarla...así que no me quedaba más remedio que buscar lo que fuera que la estuviera alterando. Cómo seguía montado en mi yegua, lo único que podía hacer era mirar desde arriba...y no tardé en ver algo. Unos ciervos correteando cerca nuestra, a varios metros...vi a dos de ellos corriendo hacia delante, cómo si nos hubieran visto. Por el amor de Merlín...¡pero si no era nada! Suspiré y tiré con un poco más de fuerza de las riendas.

-¡Pero si sólo son unos ciervos! ¡No hacen nada! ¡Soooooooooooo, cálmate!-le dije, repitiéndoselo varias veces. Pero nada. Ella seguía a lo suyo. Tiré con un poco más de fuerza y atinó la velocidad, pero entonces decidió relinchar y levantarse, por lo que no fui capaz de sostenerme, me tiró al suelo, haciendo que me diera un buen golpe. ¡Y ésto no había pasado nunca! Bueno, vale, no es la primera vez que me tiran de un caballo, a los quince años me pasó un par de veces e incluso después. Pero era la primera vez que ésta montura me tiraba.

-¡AAAAAAUUUUUUUUUU!-grité cuando me di el peñazo contra el suelo. Había caído de espaldas, por lo que me dolía que no veas, y el codo también, ya que había parado casi de forma inconscientemente con él la caída. Y mientras tanto mi yegua había decidido huir hacia el bosque, dejándome allí tirado. Genial, ¿y ahora qué hago? Solté una palabrota entre dientes e intenté incorporarme...pero sólo logré sentarme en el suelo, ya que el golpe aún me dolía una barbaridad. Tenía que examinarme para ver si había sufrido algún que otro daño.

Nada, no me quedaba otra que levantarme y esperar a que los daños remitieran. Al menos podría andar hasta un lugar seguro, o sino pues hacía lo que hace todo brujo que se precie...invocaba una luz que me pudiera guiar hasta casa...pero era difícil hacerlo ahora...tenía sangre en las manos, en los codos, y por la cara, pero no mucha. Me levanté y caminé de un lado para otro. Y volví a escuchar un ruido...detrás de un árbol, en los matorrales...en alguna parte tenía que estar. Y seguía cerca mía. Maldita sea.

-Eoooo...-dije débilmente, cómo si la estuviera llamando. Fuera lo que fuera...¿y si era lago peligroso? Bueno...pues hacemos acopio de valor y nos enfrentamos a ello...

Las cosas no podían estar peor, o al menos eso fue lo que pensé durante unos instantes. La yegua se me escapó, yo me había dado un porrazo de los buenos y en aquellos momentos no tenía la más mínima idea de cómo me las iba a arreglar para volver a casa o a uno de esos lugares en los que se suponía que debía estar a salvo. Bueno, tampoco es que esté a salvo demasiado a menudo, o que me suela siquiera interesar estarlo, pero las cosas cómo son, en aquellos momentos estaba más perdido que un francés en mitad del desierto. No tenía la más mínima idea de cómo iba a manejarme en ésta situación. Así que decidí recurrir al arte de la improvisación.

Volví a intentar levantarme, pero fue inútil, no podía hacerlo, era misión imposible. Al menos por ahora, así que me quedé sentado mirando a mi alrededor, esperando poder encontrar alguna cosa que pudiera ayudar. Quizás si invocaba a...los espíritus siempre estaban fresquitos, si los tocaba un poco podía aliviar un poco el dolor y quizás levantarme. Sonreí divertido al pensarlo. Qué egoísta por mi parte querer usar el poder nigromante para éso. Meneé la cabeza de un lado para otro descartando la idea, pero entonces, justo en aquel instante, escuché un ruido que me hizo girar la cabeza hacia otro lado. Y vi algo que hizo que palideciese de inmediato. Un lobo. Que me miraba, que estaba a unos metros de mi persona. Ladeó la cabeza y yo hice lo mismo, sin moverme ni un milímetro de dónde estaba. Sin duda alguna la situación había empeorado bastante.

Abandonado por mi montura, herido y sin poder levantarme, y encima con un depredador acechando. Y encima es que era grande la criatura. Debía de estar muy bien alimentado, ésto se notaba a la legua, ya que era enorme. Sus ojos eran verdes, y parecía que me estuviera evaluando. Quizás cómo comida. Pero no lo iba a permitir. Ahora tenía que levantarme sí o sí, sin importar lo más mínimo el dolor que se produjera. Tenía que hacer caso omiso de todo ese dolor, así que mordiéndome el labio para no gritar, cogí un palo largo que había tirado por allí cerca y me levanté, notando un color horrible que se subía por la pierna y por el resto de mi cuerpo. Me mordí tan fuerte el labio para no gritar que comezó a sangrar. Pero al menos conseguí ponerme de pie. Sí, podía mantenerme en pie y podía andar bien, a pesar de que el dolor siguiera siendo horrible.

Luego me quedé mirando al lobo, que seguía sin atacar. Volví a quedarme mirándolo. Probablemente atacaría en cualquier momento. Con lo grande que era, era imposible que no cazara, que no comiera bien. Debía de cazar mucho, y debía también de tener éxito muchas veces. Pensemos en cómo actuar ante ésta situación. Pensémoslo bien. Un paso en falto puede ocasionar graves consecuencias. Andé unos pasos con mi bastón improvisado y luego cogí otro palo. Actuemos con cuidado. Me puse a agitar el palo en el aire mientras hablaba.

-No voy a hacerte daño, así que si tú no me atacas yo no te ataco. ¿De acuerdo?-entonces, sin darme cuenta, pinché con el palo a una ardilla(al menos eso es lo que parecía) que había en un árbol y se la ofrecí al lobo.-Toma, para ti-No era el mejor modo de actuar, cierto, pero tampoco es que hubiera muchas posibilidades estando en el estado en el que estaba. Aunque tampoco podía ser tan difícil. Porque se me acababa de ocurrir una idea bastante interesante..

Al descubrirnos, se giró hacia nosotras y nos miró estático. Contuve a la loba a que no se moviera, que esperará antes de hacer nada, ya que ante la inquietud ella saltaba. Cuando ella ladeó la cabeza, él hizo lo mismo, sacando una sonrisa de mi mente. Con mi loba curiosa e igual yo, seguimos en el sitio contemplándole, hasta que el joven empezó a levantarse.

Parecía muy malherido ya que se tuvo que servir de una rama, un palo largo que había tirado por el camino y se levantó, mordiéndose el labio, hiriéndoselo para no gritar. Mi loba se puso en tensión tras el olor a sangre, pero por el momento estaba bajo mi control, o algo parecido, ya que sus sentimientos seguían siendo de curiosidad y un poco de alerta, tras observar el palo. Si el joven alzaba el palo hacia ella...ya podría aclamarse muerto, ya que ni yo con todas mis fuerzas podría pararla si se sintiera amenazada por alguien.

Ladee la cabeza observándolo, escrutándolo con la mirada. Lentamente la cola de la loba fue bajando, hasta moverse apaciblemente de un lado para otro sin tensión, tras observar que el bastón solo lo quería para sujetarse y no para atacar, arremeter contra ella. Observé el joven, repasando su estado y heridas, necesitaba con urgencias que su montura volviera. Quizás podría irlo a buscar y traérselo, ya que cerca de nosotros corria el efluvio del animal. Iba a retroceder e ir en la busca de su caballo, cuando el joven erró gravemente, tras agacharse  y coger otro palo. La loba se agachó gruñendo levemente en un toque de atención, gruñidos que se incrementaron cuando el incauto joven se puso a agitar un palo en el aire.

La loba subió en fase de alerta y ataque la cola y las orejas, preparada para saltar contra él, cuando oímos su voz, intentando calmarnos. La blanca loba volvió a gruñir, esta vez enseñando los dientes, pero se quedó estática en el lugar, observándolo desconfiada. ¿Pero qué hacia? ¿Se había vuelto loco? A  un animal salvaje nunca debías de amenazar o agitar dos palos, ya que se lo tomaban como una amenaza... y si ahora mismo no fuera porque ella se encontraba hastiada y curiosa por aquel joven, ahora mismo estaría probando sus letales garras en sus mismas carnes.

Siguiendo los movimientos del palo que agitaba, observé cómo este con uno de sus extremos, pinchó y dio a una pequeña ardilla que enferma no había podido escaquearse ni previsto aquel fin para ella. La loba ladeo la cabeza y ladró en una especie de ladrido y aullido. Cuando el joven le dejó a su altura el palo con la pequeña criatura moribunda, se acercó olfateando l ardilla y el palo, sin perderle nunca de vista por el rabillo del ojo. Bajo mi asombro la loba cogió  abriendo las fauces arremetió contra la pequeña ardilla, terminando con su suplicio en una dentellada en su cuello. Tras terminar con el animal, lo dejó en el palo y dirigió una furiosa mirada al joven.

En mis adentros reí por el orgullo de mi loba, para ella una ardilla no era nada, solo criaturas que matar para terminar con su sufrimiento. Lentamente volvió a retroceder unos pasos, mal mirando el palo y al joven. Podía leer en los ojos del joven que algo tramaba, pero ni yo ni mi loba entendíamos o veíamos nada anormal a lo que temer. Se relamió las fauces limpiando así el gusto de la sangre de la ardilla sin dejar de observar el joven, esperando por sus movimientos.

Qué día más extraño. Desde luego no podía decir que no hubiera cometido una imprudencia bastante grande, y eso que hacía mucho que no cometía algo parecido, si quitamos un par de cosas sin importancia y en las que ya no pensaba, por supuesto, cómo en el hecho de haberme escapado de casa y de haber dejado atrás una vida supuestamente afortunada. De todos modos, en aquellos momentos sentí que acababa de cometer una imprudencia bastante grande, e incluso tenía que admitir que me sentía un poco culpable por ello. Asustado no, culpable

-Sí, lo sé. He sido un idiota. Lo siento-dije cómo si me estuviera disculpando con una persona en vez de un lobo que probablemente era más grande que yo y que podría acabar conmigo si decidía saltarme encima.-Espero que me perdones y no me comas. Probablemente no sepa bien, y no queremos que te encuentres mal...-si en aquellos momentos estuviese borracho a lo mejor me habría puesto a despotricar y habría confundido a aquel lobo con alguna cosa rara, quizás con un lobo más grande, o una criatura que supuestamente ya está extinguida.

Solté los palos y le sonreí al lobo con un poco de timidez. Me acerqué un poco a él, pero me preparé por si me atacaba. Si intentaba algo para matarme convocaría a Dante y escaparía...a veces cometía locuras, pero no iba a dejar que me mataran. Aunque eso no quitaba que probablemente saliese herido de todo aquello.