Control y Descontrol (privado)

por **Sissel Aaren Mäkelä** Miér Feb 10, 2016 10:04 am

Control y Descontrol

Era muy tarde en la noche cuando terminó de acomodar cada fardo de heno en una bonita torre junto a la puerta del establo, cambió la paja del suelo y rellenó los comederos. Se tomó un momento para volver la mirada sobre su trabajo apenas iluminado por una pobre farola y suspiró, se sintió cansado, pero no fue cansancio físico, sus brazos, sus piernas ni su espalda dolían, el cansancio iba por dentro. Se sintió sucio y encerrado, cautivo, y, prontamente, una extraña agitación oprimía su pecho.

Se sacudió con fuerza como haría un perro mojado mas no logró quitarse de encima la incomodidad que comenzó a sentirse como urgencia.

Pasó del patrón sin dar una sola palabra de excusa o aviso pese a los gritos demandantes que recibió a cambio de su silencio, simplemente no lo escuchó, su cabeza estaba en otro lado, lejos de la ciudad, lejos de las calles, lejos del ruido y humo del puerto.

Corrió tan rápido como le permitieron sus piernas. Sorteó casas, tiendas, personas sin siquiera mirarlas, chocó contra otras tantas, rodó por el suelo ganándose algunos moratones, se incorporó, miró hacia atrás, una ofendida mujer joven le devolvió la mirada con recelo y su corazón se aceleró aún más.

“Aquí no ¡Aquí no!”.

Sintió los ojos húmedos por el temor, las sienes palpitando, el rostro acalorado. Corrió a un más fuerte, más rápido, tanta fue su concentración que no notó que llegó a su destino hasta que el agua salada le cubría las rodillas. Entonces pudo respirar profundo, suspirar… Sentir algo de alivio. Se acuclilló, se quitó la camisa (poco más que un trapo sucio), la lanzó hacia la arena y formó un cuenco con ambas manos, recogió suficiente agua para mojarse la cara, el cuello y el pecho, se frotó los ojos y el cuerpo, repitió lo anterior, y, algo más refrescado, volvió sobre sus pasos para descalzarse. Se sentó en la arena y sintió en el aire un aroma familiar, fruto de la noche anterior, el aroma de la señorita con que compartiera una conversación casual... No pudo evitar acercarse siguiendo el olor, reptar sobre las cuatro extremidades, la agitación regresó con más fuerza y hundió el hocico en la arena. Resopló para librarse de los granitos, y, curioso como un cachorro, alzó la cabeza primero, se paró sobre las patas traseras después y miró hacia adelante, hacia los pocos árboles que cubrían el terreno antes de llegar a la ciudad, donde algún sonido llamó su atención.

por **Kisa V. Záitsev** Miér Feb 10, 2016 11:34 am

Desde la madrugada que se encuentra aquí, sentada sobre el roquerío donde compartió algunas palabras con un muchacho que conoció al pasar, por casualidad o causalidad, como solía decir Vianka, su maestra y mejor amiga. Atraída por el instinto y las tierna sensación que le provocó, tan diferente a toda la repulsión que le inspiran los hombres en general, decidió que sería buena idea compartir otro momento con el único ser humano que no detesta. Por ahora.

La mejor forma que se le ocurrió para pasar el rato, sin importar si se trata de un par de horas o un par de días, es cantando alguna melodía dedicada al mar que, tan grande y vasto, seguramente ignora su presencia y para dar buena impresión en nombre de sus hermanas, hay que ser buena intérprete.

- Y no entienden tu estar, porque ellos no están.
Tal vez no te pueden admirar, porque no saben dirigir su mirar.
Pero son fuertes, aun siendo pequeños como niños,
como si la ignorancia les protegiera del mal.

Pero tú sabes todo eso, ¿No es así?
¿Cuánto tiempo has estado aquí? ¿Qué conoces tú, que yo me perdí? -

Y obtiene su respuesta, en murmullo de olas y empujones de la brisa que le obligan a girar la cabeza hacia la orilla, donde ve al muchacho de anoche y que parece no encontrarse muy bien. Está a punto de ponerse de pie, pero algo le recomienda que espere un poco más. Ve como el chico se moja, ve que parece afectado y que busca en el agua algo de alivio, pero lo que ve luego no puede clasificarlo. Es la primera vez que está frente a un cambiante y ahora si no puede evitar ponerse de pie, quizás más temeraria de lo que debería. Camina y asegura la capucha con una mano mientras avanza entre las rocas, porque la brisa que envía el mar la empuja y no quiere caer. Cuando se encuentra a media docena de metros, aun sobre las rocas, se atreve a dirigirle la palabra.

- ¿Estás perdido? - pregunta tan alto como el romper de la marea dice que es necesario para ser oída, y la pregunta puede tener muchos significados.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Jue Feb 11, 2016 8:35 am

Tal vez una ardilla, o un gato perdido caminando sobre la hojarasca. Los ruiditos en el bosque dejaron de ser importantes cuando oyó por sobre las olas la familiar voz femenina. Por dentro, sonrío con la sorpresa y alegría de volver a verla, por fuera, su expresión continuó inmutable, curiosa, tal vez juguetona, lejos de cualquier agresividad, pero con el porte y poderío de un oso joven completamente desarrollado.

Deseando un poco más de la brujita, queriendo responder su pregunta con un sincero "si", y hundirse en ella mucho más de lo que haría en el pecho de su madre, bajó para acercarse andando como mejor podía, sobre sus cuatro patas, a paso ligero pero tranquilo, aminorando el ritmo cuando solo quedaron un par de rocas de distancia. Un nuevo resoplido fue la mejor respuesta que logró dar, arrugando la nariz y los labios, dejando en evidencia sus grandes dientes, como si algo en el aire le molestara, como si el aire mismo le molestara, y es que llevaba varios días luchando contra ese aroma que le llamaba con tal fuerza que difícilmente lograba resistir. Tal vez no debía resistirlo, tal vez debía enfrentarlo, y, aunque así no fuera, no pudo evitarlo, el llamado era demasiado fuerte.

Tuvo que agacharse para poder alcanzar lo que buscaba. Bajó la cabeza y los hombros para, entre bufidos y resoplidos de una respiración agitada pero profunda para llenarse de ese peculiar aroma, colar sus grandes fauces bajo la falda, alzar la falda de la bruja, buscando y rebuscando, soplando por la nariz contra esas delgadas piernas, acercándose si ella se alejaba, dejándose llevar por el instinto que gritaba el atractivo de la señorita de manera innegable e ineludible, mucho más que con cualquier otra mujer.

por **Kisa V. Záitsev** Jue Feb 11, 2016 10:41 am

Es capaz de sentir sus intenciones, que desde un principio no son más que curiosidad, especialmente a causa de algún estímulo que ha venido desde el bosque. Sabe que los animales tienen su atención puesta en otra clase de cosas muy diferentes a las de los seres humanos, que ellos no necesitan preocuparse por lo que piense la sociedad ni por aparentar gran pomposidad para hacerse un sitio entre sus iguales. Los osos, particularmente, tienen toda su atención puesta en mantener su territorio y encontrar comida, porque les gusta mucho la tranquilidad de poseer un sitio que les pertenezca y les de la seguridad suficiente como para rascarse la espalda a sus anchas, quebrar árboles en el proceso y no preocuparse por nada, y disfrutar. Eso es lo que Vianka le enseñó de los osos.

El muchacho, transformado, debe ser algo muy parecido a un auténtico pardo, con sus instintos e impulsos, pero como todo cambiante (otra vez, gracias a lo que le ha enseñado Vianka), también tiene su lado humano. Esta vez, sin embargo, el muchacho dentro del oso está muy lejos, y el animal tuerce la curiosidad en sus intenciones para dirigirlas hacia sitios donde no debe husmear.

- No, detente! - advierte y empuja el hocico del animal hacia un costado, sin éxito dada la poca fuerza que tiene en su contra - No soy una osa y no estoy en celo! O eso creo... - duda, se pregunta cómo recibirán esa clase de mensajes los animales y, en este caso, los medio animales y humanos - Por favor, retrocede... no me obligues a obligarte... - pide, aunque duda que sea oída.

Sabe que los animales, y especialmente los cambiantes, tienen la misma cualidad que las brujas de saber qué sienten los demás, a través de sus auras, por ello concentra el sentimiento de las palabras en sensaciones, se deja sentir tan alertada como sus instintos lo propones, casi asustada, en guardia y a la defensiva.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Jue Feb 11, 2016 12:26 pm

Le agrada lo que huele más que el aroma de una tarta de pescado caliente después de un día frio de constante trabajo, o una taza de leche con miel en la mañana. Le gusta, le atrae, quiere más e insiste al grado de tocar, de empujar con la nariz y humedecer con los labios los muslos de la brujita, entre medio de ambos, resoplando y resoplando, pero, si bien no carece de fuerza, no tiene el empuje necesario para imponerse a la voluntad de la señorita, tal vez el instinto no pese tanto, después de todo, aún falta para la primavera.

Al sentir la insistencia con que la brujita le empuja, ladea la cabeza primero, todo el cuerpo después, y se deja caer sobre las rocas como si esa manita realmente tuviera el poder de tumbarlo, relajando completamente los músculos. Su mullido pelaje y esa indispensable capa de grasa úrsida le previenen de cualquier golpe y dolor sin importar su media tonelada de peso, aterriza como lo haría una mullida almohada, desparramándose en el suelo.

Una vez en las rocas, se deja rodar hacia un lado, quedando panza arriba, el hocico medio abierto, con las patas en el aire, moviendo las delanteras como si llamara a una amiga para jugar a las luchitas. Sabe que la bruja no responderá al llamado, lo nota al mirarle ¿Cómo podría? Es demasiado pequeña… Muy pequeña… Quiere abrazarla y no se detiene a pensarlo, lo siente, siente la necesidad de abrazarla y, en consecuencia, se abraza a si mismo cerrando sus gruesos brazos sobre el pecho, se hamaca sobre la espalda y cae, víctima de la fuerza de gravedad y su propia torpeza, por la rampa de roca hasta terminar chapoteando en el agua salada. Eso hace, chapotea, camina, rueda, se distrae y divierte en el agua ahora que la sal cubre el rastro femenino que le alborotara las hormonas.

por **Kisa V. Záitsev** Jue Feb 11, 2016 6:24 pm

Pensó que su esfuerzo no serviría, incluso llevó una mano al interior de la capucha, instintivamente, para coger una botellita con poción paralizante. Pero no es necesario, al parecer la humanidad es fuerte en este cambiante y eso le tranquiliza, tanto como para arrancarle una sonrisa de ternura.

- Dios... eres tan juguetón - la ternura aumenta.

Le observa, desde que se lanzó al suelo, mientras parece invitarla y, para cuando rueda hasta caer en las olas, cambia la expresión por una más preocupada. Teme por las rocas que pudieran haberle golpeado y herido, a pesar del mullido pelaje que le cubre. Pero, afortunadamente, al acercarse a la orilla del roquerío para asegurarse de que todo esté bien, le ve comportarse igual de relajado como antes. Si, todo está bien.

Ella quiere acercarse, pero no desea mojarse, por tanto debe tomarse el tiempo y el cuidado de avanzar entre escalones hasta estar lo suficientemente cerca de la playa para saltar, salpicando gotitas del centímetro de profundidad del agua sobre la que cayó.

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Huías? ¿Sólo viniste a jugar? - pregunta alzando la voz para hacerse escuchar sobre los chapoteos - Luces tan tierno y feliz ahora mismo... - dice en voz baja, admirada de la diferencia con el muchacho nostálgico que suele mirar, y termina acuclillándose sobre la arena, para cubrirse del viento marino.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Vie Feb 12, 2016 8:21 am

Por mucho que ruede y se refriegue, el agua no es capaz de traspasar su gruesa capa de pelo. Su piel está seca, aun así siente el frio del agua, le sienta tan bien que gruñe de gusto y vuelve a rodar para hundir la cabeza en el agua, escarba con las garras en la arena mojada, luego sumerge el hocico en el y se irgue rápido, resoplando, para terminar sacudiéndose entero de pie sobre las cuatro patas causando una generosa lluvia salada. Y es que no deja de tener presente a la brujita y espera, de algún modo, incluirla en su juego.

Se acerca al igual que ella, cabizbajo hasta encontrar su mano, entonces la golpea con un topecito del hocico, después su falda, su pierna, sin querer entrometerse debajo de la prenda de la vez anterior, no quiere molestarla, tiene su “detente” gravado en el cerebro y si, el cerebro aun razona. Pero su voz le invita a acercarse, le invita a jugar.

Está… ¿Divirtiéndose? Sep, huía del ruido, de la peste, del aglomeramiento de la ciudad. Está jugando.

Quiere responderle, pero carece de voz. Tal vez pueda escribir.

Avanza de regreso a las rocas sin apartarse de la brujita, le toca con el hombro y todo el flanco derecho, empujándole un poco quizá, hasta que puede rasguñar la superficie áspera de las piedras que, con su garras, se marcan con facilidad, pero solo son líneas, unas sobre otras, sin sentido, carece de la capacidad de escribir. Frustrado, deja caer la cabeza y se recarga en la orilla, sigue en su tonto intento por escribir, rayando las rocas, deseando tener voz, volver a ser un hombre para poder satisfacer la curiosidad de su amiga, no quiere que sea ella quien se frustre, no quiere que se vaya.

Gruñe, algo agudo, bajo y sostenido, como un lamento.

por **Kisa V. Záitsev** Vie Feb 12, 2016 10:24 am

Otra vez, no siente ninguna amenaza en las intenciones del gran oso cuando se le acerca, al contrario, siente que se encuentra tan juguetón como sospechó en un principio. Pero no olvidemos que un oso es enorme, por humano que sea su razonamiento, por tanto sigue considerando que habrá alguna brecha de sensibilidad que no está bien delimitada. Aún así, no huye ni da muestras de temor, el muchacho no ha hecho nada por lo que deba protegerse de él.

- Qué mullido... - dice cuando la mano se encuentra con su hocico, ahora en mejores términos, y sonríe sin sospechar acerca de sus acciones, confiada.

Avanza cuando parece que el oso sugiere algo así, se acerca a las rocas y mira los surcos que dibuja en la superficie de éstas, pero no encuentra sentido a lo que hace. ¿Se está limando las uñas? ¿Quiere quitar la roca o no le gusta? ¿Quiere rascarse las patas? ¿Quiere... escribir? ¿Dibujar? Claro, se trata de un ser humano convertido en oso, no de un oso enteramente. Un ser humano necesita comunicarse, es un impulso que no puede evitar, porque... bueno, porque de eso se trata ser un humano! Pero, si eso es lo que quiere...

- ¿Quieres decirme algo? Pero... ¿Por qué no vuelves a ser humano? ¿No puedes? - no habría otra explicación para tal lamento, que suena profundo y sincero, y la frustración que parece apoderarse tan tiernamente de su peludo ser - ¿Quieres que te ayude? Puedo hacerlo, pero no creo que sea una sensación muy cómoda para ti... -

Se pone de pie, antes de que lo último que ha dicho sea excusa suficiente como para restarle valentía al muchacho-oso, y aunque no suceda finalmente. Retrocede un par de pasos, apenas dos o tres, mete una mano al interior de la capucha y cuando la vuelve a sacar, tiene una aguja de unos cinco centímetros de largo entre los dedos, terminada en un mango de madera envuelto en cintas hechas de hierba. Y de pronto, avanza los pasos de regreso y clava la punta en el hombro del oso, un pinchazo que será capaz de atravezar la piel, mas no la grasa y mucho menos los músculos, aunque el líquido en que se encontraba la aguja, una simple mezcla paralizante de efecto instantáneo, pero poca duración y mínimo poder, se colará entre las capas para cumplir con su propósito.

- No te asustes, estarás bien. Eres un oso grande, sólo sentirás un poco de confusión, pasará dentro de cinco minutos... -

Ahora, mientras espera alguna señal de que la tarea ha surtido su efecto, regresa la aguja al interior del frasco donde pertenece, ocultos en la capucha, y se prepara para, tras retroceder los pasos anteriores, recitar el encantamiento siguiente.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Vie Feb 12, 2016 5:46 pm

¿Puede… ayudarme?

El interés es como una chispa que enciende su mirada primero, su cuerpo después. Deja los lamentos para incorporarse y mirarle con curiosidad, sigue cada uno de sus movimientos, todos ellos, sin poder prever ninguno, tiene poca experiencia con personas, menos aun con mujeres, y absolutamente nada con brujas, tanto así que ni siquiera reacciona a la velocidad con que se acerca la brujita, no encuentra amenazante a un ser tan pequeño y frágil, pero nota su error cuando un pinchazo profundo le indica que la brujita estaba armada, y el arma fue usada en su contra.

Gruñe con fiereza en un acto reflejo, del mismo modo y con la misma fuerza, pisa el agua salpicando, amenazando, echando a la señorita que le ha sorprendido de mala manera. Se para sobre las patas traseras y deja caer las delanteras otra vez, juntas, con un nuevo y más profundo gruñido en que enseña toda su poderosa dentadura, todo un espectáculo para amedrentar a su atacante sin llegar a tocarle, sin llegar a lastimarme, después de todo, es… era… una amiga.

No llega a dar el cuarto paso. Cuando sus garras tocan la arena, sus codos ceden y cae entero salpicando un poco más. Intenta moverse, levantarse, reptar hacia la orilla. Descubre que el lado pinchado es el más afectado, ese par de extremidades no responden para nada, las otras no bastan para sostener todo su pesado cuerpo y, con cada ola, por pequeña que sea, su cabeza se sumerge por completo.

Hace responsable a la brujita y su pequeña arma, pero no atiende a ella, su enemigo es otro mucho más basto; el mar.

Resopla e intenta constantemente mantener la cabeza en alto, no puede, traga agua en cada bocanada, tose, y los gruñidos antes amenazantes se vuelven un llanto lastimero que clama por ayuda. Tiene miedo, no quiere ahogarse, nunca se sintió tan débil, nunca lo fue, la impotencia cala más profundo que el agua salada.

por **Kisa V. Záitsev** Vie Feb 12, 2016 6:11 pm

Retrocede tres pasos más, de un salto y agregando más distancia a la que había puesto entre ambos. Sabía que esto sucedería, por eso no muestra temor ante el enorme animal que hace gala de su poderío, e, incluso, sospechó alguna agresión que siempre estuvo dispuesta a aceptar, pero que nunca llegó. El muchacho está mucho más presente de lo que pensó, a pesar de su apariencia.

Ahoga un respingo de sorpresa y preocupación cuando el hocico del animal da contra el agua, ¡Se está ahogando! No previó ese detalle y ahora es más importante que cualquier conjuro o precaución que deba tomar. Adelanta todos los pasos alejados, se acerca hasta apoyar las rodillas en el agua e intenta levantar su cabeza, pero sólo ésta es más pesada que la fuerza de la que es capaz.
Gruñe, cargada de frustración y autoreproche, además del esfuerzo que supone y que no logra tener éxito, por mucho que lo intente. Pero, de pronto, se da cuenta de que está poniendo sus fichas en una suerte equivocada, porque su fortaleza no radica en los brazos.

Retrocede una vez más, dando tumbos a causa del agua que no da tregua, y recita en voz baja y un idioma extranjero, la primera parte del encantamiento. Luego, cuando se le puede oír la voz, está hablando en palabras entendibles...

- A ti, madre de toda la tierra entera,
de quien somos y siempre fuimos parte.
Tu hija exige el poder sobre esta criatura! -

Ahora, como si de su mano adelantada surgieran hebras de hilos invisibles, alza la palma para que así también suceda con la cabeza del oso, enseguida serán sus patas delanteras, luego sus pies. Ante todo, busca avanzar su cuerpo para quitarlo del agua. Después, le dejará caer para concentrarse en su parte más salvaje, dominarla y hacerla ceder, volver a convertirle en humano.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Sáb Feb 13, 2016 8:53 am

Siente las manitas de la bruja y desespera por dentro. No puede hacer nada para defenderse, no puede hacer nada para ayudarle, solo deja profundos surcos en la arena.

No se rinde, no se deja vencer aunque toda la resistencia que puede poner ahora es contener la respiración para no tragar más agua. Comienza a sentirse mareado, pronto cederá a un impulso más poderoso que su fuerza de voluntad, lo siente en la piel, en el cuerpo, demasiada adrenalina, pero, cuando da una bocanada, el aire que inhala viene acompañado de pequeñas gotas, casi nada en comparación al mar que le cubría la cabeza, solo son los restos que caen de su pelaje.

Tampoco tiene energía para sorprenderse. Entre jadeos y espasmos para deshacerse del agua en los pulmones, a duras penas nota que está flotando, resiente un poco el aterrizaje, pero tampoco en consciente de él, está cansado, aturdido, necesita descansar, es una prioridad a tal grado que ni siquiera intenta abrir los ojos o mover una pata, disfruta de su lecho de arena, lo demás no importa, no puede importar si no es capaz de reaccionar en consecuencia.

Es su respiración agitada la única señal de vida, infla y sacude su cuerpo entero como si de verdad estuviera relleno de algodón, y es que ya no opone ninguna resistencia a nada, el peso del mismo aire le mantiene tumbado y relajado, entre dormido e inconsciente, demasiado agotado o… sedado.

por **Kisa V. Záitsev** Sáb Feb 13, 2016 2:45 pm

Se inquieta un poco al ver al animal tendido, sin muchas señales de vida, y lo que es más importante, sin esfuerzos por zafarse de la parálisis o el control ajeno. Ésta fue la principal razón por la que usó el veneno, pero de saber que no sería necesario...

Es el fin del encantamiento y debe intentar mantenerse firme, sin dejarse llevar por la preocupación, con la mano aún en alto y la atención puesta en la presencia del muchacho, más que en la del oso, para que la misma responda a su llamado y así tenga una vía de escape por donde hacerla salir.

- Al humano que dentro de ti,
le ordeno que tome las riendas.
La naturaleza nos protege y nos guía,
pero es el hombre quien debe andar sus sendas. -

Si ha surtido efecto o no, ahora es el momento para comprobarlo. En lo profundo, detrás de toda su concentración, se encuentra confundida y temerosa, teme por el muchacho y por el daño que pudiera haberle causado, incluso por alguna represalia o castigo que él quisiera ejecutar para desahogarse, pero está dispuesta a correr ese riesgo y a recibir lo que se merezca. Definitivamente, pudo haber saltado el paso del veneno y haberle ahorrado el pesar.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Sáb Feb 13, 2016 4:58 pm

En sueños, escucha una voz, siente una extraña tibieza y se relaja. Su naturaleza pacifica, indulgente y curiosa no mengua, atiende a las palabras, un verso que, dada su simpleza, entiende sin problemas. Sonríe de acuerdo con el mensaje, quiere ser hombre, quiere decidir, quiere expresarse y abrazar a… Quiere moverse y lo intenta de nuevo, siente el cuerpo más pequeño y ligero, también siente frío y se ovilla siguiendo una contracción muscular involuntaria.

El sueño terminó junto a la voz de la brujita. En su mente, ahora todo es oscuridad y soledad, no le agrada, quiere despertar.

Se encoge un poco más mientras se bate contra el paralizante. El efecto cede poco a poco, lo descubre cuando abre los ojos y puede ver, con la claridad que ofrece la luna, algo más que oscuridad.

Continúa confundido y aturdido, no repara en su propia desnudez, no distingue figuras pero su tacto y olfato no están afectados. Huele a la brujita, frutas y hierbas, sabe que está cerca y puede situarla allí, donde esa mancha oscura. Ya no sabe que esperar de ella. Una mezcla de temor y expectativa hacen a la cautela que siente, aunque no pueda hacer más que mirarle, parpadear, esperar, mover un brazo… Mover un poco la cabeza, frotarse un ojo e intentar incorporarse apoyándose en las manos. Hunde los dedos en la arena, cierra las manos. Aún no puede, los brazos flojean y vuelve a caer, sobre el costado derecho, frunce el ceño y cierra los ojos con fuerza, molesto, incomodo, pronto vuelve a abrirlos, descubre la visión más despejada, el aire más ligero, pero prefiere esperar un poco más antes de volver a intentar incorporarse.

por **Kisa V. Záitsev** Miér Feb 17, 2016 3:07 pm

Deja caer la mano cuando el cambio del muchacho ha terminado, ha vuelto a su forma humana y eso le provoca una sonrisa.
Su trabajo está terminado, pero no dejará a Sissel así, desnudo en la orilla del mar y abandonado a su confusión. Se deja cer de rodillas frente a él, nuevamente, y se quita la capucha para cubrirle con cuidado. Ahora, sin gorro que le proteja del viento, debe usar una mano para que los cabellos no se le vengan a la cara y le interrumpan en su vigilia.

-Seguro ya te sientes mejor. Lamento la confusión, fue mi culpa y no era necesaria.- adelanta la mano libre para quitarle a Sissel los mechones que le cubren la cara - ¿Te duele algo? ¿Cómo te sientes? -

No olvida que el muchacho podría seguir siendo un peligro, pero no quiere darle crédito a esas sospechas tan negativas y prefiere confiar en él, en que aun con lo que le ha hecho sufrir, no querrá vengarse. Y, si quiere, está dispuesta a intentar resistirlo y satisfacer su deseo.

por **Sissel Aaren Mäkelä** Vie Feb 19, 2016 12:17 pm

No tiene una razón significativa para explicar porque, cuando siente la caperuza de la brujita abrigándole, se relaja, cierra los ojos y se relaja como si de pronto la arena húmeda, la debilidad y el aíre frio de la noche desaparecieran dejando espacio a la cama más cómoda y el más agradable descanso. Será el aroma del paño que le cubre, tal vez el aura conciliadora de la brujita que puede cobijarle mucho más cálidamente que cualquier trozo de tela o cuero.

Escucha su voz y abre los ojos, la propia se hace esperar, siente la garganta reseca, como si hubiera pasado medio día sin beber agua, y posiblemente así fue. Cuando habla, su tono es bajo, ronco y rasposo, evidencia sin ningún tipo de tapada que, pese a poder descansar y sentirse mejor, no está bien.

– No –responde, no le duele lada, se siente pesado, perdido, pero no hay dolor, al menos nada significativo– Estoy… –“bien” dicta la costumbre, pero hoy sería una mentira tan grande que pesa la sola idea de concretarla– …pesado –vuelve a cerrar los ojos y acurrucarse bajo la caperuza intentando cubrirse entero con la prenda– No puedo ver bien –eso es lo que más le molesta ahora que no siente ninguna necesidad de ponerse en pie, está muy cómodo recostado así– ¿Por qué?

por **Kisa V. Záitsev** Dom Feb 21, 2016 12:35 pm

Atiende a las palabras del muchacho sin interrumpir ni pensar demasiado en ellas, al menos no en primera instancia. Se encuentra observándole, detallándole en su posición encorvada y protectora, y nota como se alivia ligeramente al sentir el peso de la caperuza encima de él. La desnudez no parece molestarle, quizás esté acostumbrado a acabar sus transformaciones así, de forma abrupta y sin tener posibilidad de resguardarse de antemano, o puede que aún ni se haya dado cuenta de su condición. En cualquier caso, no es lo que más le importa, al contrario.

Ha dejado que una breve pausa de silencio, interrumpida sólo por el viento que les revuelve un poco las sensaciones, antes de atreverse a responderle con lo poco que sabe.

– Es por la parálisis, porque te clavé una poción de parálisis. No temas, el efecto ya pasó y no te molestará absolutamente nada dentro de un momento. Lo lamento… – repite la disculpa, es que quiere estar segura de que Sissel sepa que lo siente – Pronto todo estará bien. ¿Es normal que no puedas volver a ser humano, cuando te transformas en oso? –

por **Sissel Aaren Mäkelä** Mar Feb 23, 2016 5:02 pm

No pone en duda las palabras de la brujita, no conscientemente, pero las dejará en suspenso, tal y como acostumbra con cada enunciado de cada persona en la que no confía plenamente, hasta suceda como ha dicho. No se le ocurre pensar que la brujita miente, intenta engañarle o manipularle, pero la vida le ha enseñado que la confianza es un recurso valioso que debe darse solo a las personas adecuadas y, por mucho que le agrade esta brujita, apenas la conoce.

Permanece quieto mientras escucha, respira despacio, descansa, responde sin mover más que la boca pues descubrió que el mareo cede ante la quietud.

– A veces… –es una pregunta difícil de responder, sus memorias al respecto de por si están borrosas y jamás ha tenido el don de la palabra– En la mañana… –realmente quiere explicarse, quiere que la brujita entienda, no sabe porque, solo tiene la fuerte sensación de que ella necesita saber. Para hacerle frente a sus propios impedimentos, escarba entre la tela hasta asomar los ojos, así puede mirarle y darse confianza para extenderse buscando en su expresión aliento y entendimiento– Cambio algunas noches –susurra– Oso… en la noche y hombre en la mañana, cuando despierto –sus ojos ahora están bien abiertos, su fuerza se impone sobre los restos del sedante– No puedo elegir –y eso le angustia, le pesa más que el efecto de aguja, por eso simplemente escapó sin más.

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