AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
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Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
Desperté con los tenues rayos del sol colándose a través de la ventana, haciendo que un halo pequeño de luz llegara directamente hasta mi rostro, haciendo que me revolviera hasta finalmente despertarme. Me quité del rayo de sol y me tumbé boca arriba en la cama lanzando un suspiro. Había llegado tarde a casa y me había acostado mucho más tarde, dando vueltas en la cama sin encontrar una posición que me gustara, sin poder conciliar el sueño… aunque, cuando lo encontré, había dormido de un tirón hasta aquel preciso momento.
Me desperecé sin querer moverme ni salir de la cama, estaba muy bien metida allí dentro y no tenía ganas de moverme… pero había que hacerlo. Era mí día libre y quería aprovechar al máximo, ya que realmente no solía disfrutar mucho de ellos. Lanzando un suspiro de frustración salí de la cama sintiendo el frío nada más posar mis pies en el suelo, bostecé acercándome hacia la ventana y pude comprobar que estaba todo nevado. Seguramente la nevada de anoche fue larga por el aspecto que presentaban las calles, las casas…
Con una sonrisa ante aquello algo más decidida a salir fui directa al aseo para darme un baño caliente, que relajó cada músculo de mí cuerpo, y en el que me quedé un buen rato puesto que no tenía ningún tipo de prisa. Aquellas mañanas en las que encontrabas la ciudad nevada me hacía recordar los días que pasaba con mí familia, haciendo figuras en la nieve, tirándonos bolas de nieve… divirtiéndonos. Fue una buena época y era uno de los pocos recuerdos que tenía de mis padres antes de, bueno, antes de que me separaran de ellos y no supiera nada más. ¿Estarían bien? ¿Seguirían vivos? Y si era así la pregunta era, ¿dónde estarían?
Salí de la bañera queriendo alejar esos pensamientos de mí mente, hacía muchos años que me había dado por vencida a la hora de encontrar a mis padres, porque principalmente no sabía muy bien por dónde empezar, o siquiera que hacer para encontrarles. Tampoco estaba segura de si quería saber la respuesta, prefería pensar que seguían los dos vivos antes de saber la verdad, porque en el fondo, temía que no era nada agradable.
Sacudí mi cabeza queriendo dejar de pensar en ellos y me vestí con lo primero que encontré, ni siquiera me fijé bien lo que había cogido. Cogí el abrigo y salí a la calle donde el frío de la mañana azotó mi cara. Pese a que había caído una buena nevada hacía un día estupendo, donde el sol brillaba en lo alto.
Comencé a andar por la ciudad observando sobre todo a los niños que jugaban con la nieve, viendo como hacían figuras en el suelo, hacían muñecos de nieve e incluso jugaban a tirarse bolas entre ellos. Una de ellas casi impacta contra mí, pero al estar mirando di unos pasos hacia atrás haciendo que la bola estampara contra la pared. Miré al niño que la había lanzado que me miraba con algo de miedo, como si fuera a reprocharle aquello o a regañarlo… pero simplemente le lancé una sonrisa, haciendo que se sonrojara y sus amigos le señalaran con el dedo acercándose a él. Me alejé de allí sin saber muy bien a dónde me dirigían mis pasos, olvidándome de las preocupaciones cotidianas de mi vida, sin pensar en que tendría que estar metida en el burdel por un día, pudiendo ser yo misma y disfrutar libremente.
Al final mis pasos me habían conducido a la rivera del río, a aquel puente que había sobre el para poder cruzarlo si querías, y ahí me quedé, apoyada en la barandilla observando el río congelado por la época en la que estábamos, y luego el paisaje nevado que se extendía a su alrededor. Y era precioso, cautivador… hacía que la imaginación volase y te transportase hasta otro momento y lugar que distaba mucho de donde me encontraba… o, al menos, eso es lo que me pasaba a mí. Necesitaba un día de diversión, y lo necesitaba rápido. Notaba cómo mi cuerpo me pedía ciertas demandas y era el momento de satisfacerlas.
Suspiré apoyando mi barbilla en las manos sobre la barandilla y cerré los ojos durante unos segundos, pensando qué podía hacer a lo largo de aquel día para despejarme, divertirme y eliminar algo de estrés que llevaba acumulado.
-Me encantaría poder patinar –susurré más para mí misma que para que nadie de los que pasaban allí me escucharan. Algunos se me quedaban mirando con una ceja alzada pensando en lo que podría hacer ahí parada, pero yo simplemente me olvidé por un instante del mundo en que me rodeaba, y me mordí el labio aún con los ojos cerrados.
Me desperecé sin querer moverme ni salir de la cama, estaba muy bien metida allí dentro y no tenía ganas de moverme… pero había que hacerlo. Era mí día libre y quería aprovechar al máximo, ya que realmente no solía disfrutar mucho de ellos. Lanzando un suspiro de frustración salí de la cama sintiendo el frío nada más posar mis pies en el suelo, bostecé acercándome hacia la ventana y pude comprobar que estaba todo nevado. Seguramente la nevada de anoche fue larga por el aspecto que presentaban las calles, las casas…
Con una sonrisa ante aquello algo más decidida a salir fui directa al aseo para darme un baño caliente, que relajó cada músculo de mí cuerpo, y en el que me quedé un buen rato puesto que no tenía ningún tipo de prisa. Aquellas mañanas en las que encontrabas la ciudad nevada me hacía recordar los días que pasaba con mí familia, haciendo figuras en la nieve, tirándonos bolas de nieve… divirtiéndonos. Fue una buena época y era uno de los pocos recuerdos que tenía de mis padres antes de, bueno, antes de que me separaran de ellos y no supiera nada más. ¿Estarían bien? ¿Seguirían vivos? Y si era así la pregunta era, ¿dónde estarían?
Salí de la bañera queriendo alejar esos pensamientos de mí mente, hacía muchos años que me había dado por vencida a la hora de encontrar a mis padres, porque principalmente no sabía muy bien por dónde empezar, o siquiera que hacer para encontrarles. Tampoco estaba segura de si quería saber la respuesta, prefería pensar que seguían los dos vivos antes de saber la verdad, porque en el fondo, temía que no era nada agradable.
Sacudí mi cabeza queriendo dejar de pensar en ellos y me vestí con lo primero que encontré, ni siquiera me fijé bien lo que había cogido. Cogí el abrigo y salí a la calle donde el frío de la mañana azotó mi cara. Pese a que había caído una buena nevada hacía un día estupendo, donde el sol brillaba en lo alto.
Comencé a andar por la ciudad observando sobre todo a los niños que jugaban con la nieve, viendo como hacían figuras en el suelo, hacían muñecos de nieve e incluso jugaban a tirarse bolas entre ellos. Una de ellas casi impacta contra mí, pero al estar mirando di unos pasos hacia atrás haciendo que la bola estampara contra la pared. Miré al niño que la había lanzado que me miraba con algo de miedo, como si fuera a reprocharle aquello o a regañarlo… pero simplemente le lancé una sonrisa, haciendo que se sonrojara y sus amigos le señalaran con el dedo acercándose a él. Me alejé de allí sin saber muy bien a dónde me dirigían mis pasos, olvidándome de las preocupaciones cotidianas de mi vida, sin pensar en que tendría que estar metida en el burdel por un día, pudiendo ser yo misma y disfrutar libremente.
Al final mis pasos me habían conducido a la rivera del río, a aquel puente que había sobre el para poder cruzarlo si querías, y ahí me quedé, apoyada en la barandilla observando el río congelado por la época en la que estábamos, y luego el paisaje nevado que se extendía a su alrededor. Y era precioso, cautivador… hacía que la imaginación volase y te transportase hasta otro momento y lugar que distaba mucho de donde me encontraba… o, al menos, eso es lo que me pasaba a mí. Necesitaba un día de diversión, y lo necesitaba rápido. Notaba cómo mi cuerpo me pedía ciertas demandas y era el momento de satisfacerlas.
Suspiré apoyando mi barbilla en las manos sobre la barandilla y cerré los ojos durante unos segundos, pensando qué podía hacer a lo largo de aquel día para despejarme, divertirme y eliminar algo de estrés que llevaba acumulado.
-Me encantaría poder patinar –susurré más para mí misma que para que nadie de los que pasaban allí me escucharan. Algunos se me quedaban mirando con una ceja alzada pensando en lo que podría hacer ahí parada, pero yo simplemente me olvidé por un instante del mundo en que me rodeaba, y me mordí el labio aún con los ojos cerrados.
Última edición por Naitiri Zahir el Miér Feb 17, 2016 5:13 pm, editado 1 vez
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
Mañana espléndida y fría que cala hasta lo más hondo de los huesos aquel tiritar haciendo que los dientes castañeen con el hecho de salir de la caliente cama que te envuelve con piernas, brazos y labios dulces esperando por más de la noche anterior, lastima que no podrá ser aquello. De entre ellos sonríe el hombre que queda parado frente a la cama, una sonrisa que es digna de un cuento de terror, sus manos se extienden sobre los cuerpos de quienes le han servido cual pieles calientes, la energía que drena lentamente le ayuda a alimentar su espíritu y más que nada a restablecer las almas que lo acompañan entre las cadenas oxidas que él mismo ha lanzado.
No hay muerte, no hay sangre solo el corto hilo de la vida que se irá extinguiendo, o quizás solo el cansancio de un alma que ha sido despojada de parte de su energía, quien sabe, al final del día se sabría.
El cigarro en la mano dejando que se escape aquel halo de calor por junto al humo que exhala, abandona el lugar sonriendo, lleva la misma ropa y armas que la noche anterior, su camino de su grupo se ha separado y para él bien gracias que ello haya ocurrido, sin esperar más de nadie, camina por la cándida mañana de lugar en lugar pasando por donde tomaría algo como un desayuno, aunque más se asemejaría aun tentempié; el pan que lleva en mano junto a la bolsa y aroma a café que tiene encima lo llevan a caminar más lento aun entre los transeúntes que lo miran con recelo ¿y quién no? Si va vestido de forma “llamativa” ropajes negros y armas.
Sin importarle las miradas ajenas se abre paso hasta llegar a uno de los puentes que queda sobre uno de los tantos pútridos y contaminados ríos, donde los cadáveres y la peste flota sin cesar; toma asiento sobre la baranda empedrada de aquel puente con sus pies colgando al vacío de la fría agua.
Los susurros y asombro de las jóvenes y mozos que circulan por ver su “acto suicida” provocan en él una sonrisa que se torna en una fina carcajada.
Suspira con los ojos cerrados hasta que la fina voz de una mujer le hace girar la cabeza; sus ojos se abren de par de par al ver a la hermosa mujer que tiene delante de si, o mejor dicho casi junto a su persona, pero, el comentario de unos deseos propios que ha dejado le obligan a reírse, su mano se pasa por los cabellos llevándolos hacia atrás.
–Y ¿por qué no lo haces? ¿No sabes? ¿Te da miedo? ¿No quieres que hablen de ti estos perdedores? – Ladea la cabeza bajándose de su “asiento” caminando directo a la mujer que observa atentamente cada rasgo de ella, cada peculiaridad y movimiento de su cuerpo, del cual aquellas sombras y esferas de colores que se traducen como pequeños espíritus o almas errantes que han sido encadenadas deja escapar cierta peculiaridad sobre la mujer.
Enarca una ceja realizando una reverencia a la dama –Mucho gusto Madame, Lysses Harnett, si me permite madame, siento que ya la había visto antes ¿nos conocemos de algún otro lugar?– sonríe pidiendo la mano de la dama para dejar un beso en el dorso de la fémina.
No hay muerte, no hay sangre solo el corto hilo de la vida que se irá extinguiendo, o quizás solo el cansancio de un alma que ha sido despojada de parte de su energía, quien sabe, al final del día se sabría.
El cigarro en la mano dejando que se escape aquel halo de calor por junto al humo que exhala, abandona el lugar sonriendo, lleva la misma ropa y armas que la noche anterior, su camino de su grupo se ha separado y para él bien gracias que ello haya ocurrido, sin esperar más de nadie, camina por la cándida mañana de lugar en lugar pasando por donde tomaría algo como un desayuno, aunque más se asemejaría aun tentempié; el pan que lleva en mano junto a la bolsa y aroma a café que tiene encima lo llevan a caminar más lento aun entre los transeúntes que lo miran con recelo ¿y quién no? Si va vestido de forma “llamativa” ropajes negros y armas.
Sin importarle las miradas ajenas se abre paso hasta llegar a uno de los puentes que queda sobre uno de los tantos pútridos y contaminados ríos, donde los cadáveres y la peste flota sin cesar; toma asiento sobre la baranda empedrada de aquel puente con sus pies colgando al vacío de la fría agua.
Los susurros y asombro de las jóvenes y mozos que circulan por ver su “acto suicida” provocan en él una sonrisa que se torna en una fina carcajada.
“Hay que ver que estos exageran todo, que desperdicio, incluso si usara mis dones sería gastarlos en gente como ellos”
Suspira con los ojos cerrados hasta que la fina voz de una mujer le hace girar la cabeza; sus ojos se abren de par de par al ver a la hermosa mujer que tiene delante de si, o mejor dicho casi junto a su persona, pero, el comentario de unos deseos propios que ha dejado le obligan a reírse, su mano se pasa por los cabellos llevándolos hacia atrás.
–Y ¿por qué no lo haces? ¿No sabes? ¿Te da miedo? ¿No quieres que hablen de ti estos perdedores? – Ladea la cabeza bajándose de su “asiento” caminando directo a la mujer que observa atentamente cada rasgo de ella, cada peculiaridad y movimiento de su cuerpo, del cual aquellas sombras y esferas de colores que se traducen como pequeños espíritus o almas errantes que han sido encadenadas deja escapar cierta peculiaridad sobre la mujer.
Enarca una ceja realizando una reverencia a la dama –Mucho gusto Madame, Lysses Harnett, si me permite madame, siento que ya la había visto antes ¿nos conocemos de algún otro lugar?– sonríe pidiendo la mano de la dama para dejar un beso en el dorso de la fémina.
Última edición por Ulysses Von Harnett el Dom Mar 13, 2016 6:46 pm, editado 1 vez
Ulysses Von Harnett- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2015
Re: Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
Aún apoyada como estaba en la barandilla de aquel puente me olvidé completamente del entorno que me rodeaba. No pensé en la gente que pasaba por detrás de mí seguramente para hacer sus quehaceres rutinarios, ni tampoco pensé en lo que pudieran pensar de mí al estar ahí parada contemplando aquel lago que se extendía ante mí vista. Congelado, por supuesto. La temporada de invierno había venido algo más fuerte de lo normal, y la noche que habíamos pasado había sido una muy fría. Tanto que al despertar habíamos amanecidos con un lecho blanco por los copos de nieve.
Al parecer estaba ensimismada en mis pensamientos recorriendo aquel lago helado con mí vista, sin prestar atención a lo demás, que no me di cuenta de que me había parado cerca de una persona que, a diferencia de cómo estaba yo, él se había sentado completamente en la barandilla, haciendo que sus pies colgaran por estaban libres hacia el lago.
Sólo me enteré de que estaba cerca de mí cuando escuché una risa próxima, que al mirar en dirección a donde provenía, fue cuando lo descubrí. Sus primeras palabras hicieron que enarcara una ceja mientras lo observaba bajar de la barandilla mientras se acercaba a mí. Aproveché que lo tenía más de cerca para observarlo de forma más detenida mientras dejaba sus primeras preguntas en el aire.
Su piel se veía pálida al igual que el mismo color que adornaba el paisaje, en donde destacaban sus ojos azules que, incluso desde esa distancia, podía verlos con nitidez. Su pelo oscuro también resaltaba en contraste con tu tono de piel, llevando también una barba de varios pares de días.
Mientras se acercaba me pensé qué contestarle, no lo conocía aunque tampoco iba a suceder nada por responderle.
-Bueno, para empezar porque creo que en las condiciones en las que me encuentro no creo que sea muy recomendable el patinar –me miré un momento para que entendiera a lo que me estaba refiriendo; por la ropa y el calzado que llevaba seguramente más que patinar lo que haría sería caerme constantemente- Aunque he de reconocer que nunca he patinado y si tengo algo de miedo… o bueno, más concretamente a hacerme demasiado daño mientras lo hago. Por el resto, me da igual lo que opinen. Haga lo que haga lo van a ver mal así que… -me encogí de hombros mientras me giraba quedando de cara a él- ¿Y vos, habéis patinado alguna vez? Es algo que siempre me ha gustado al menos, probar una vez- Finalmente se acerca hasta donde estoy y se presenta tendiéndome la mano, que se la ofrezco donde deja un beso en el dorso de esta- Naitiri Zahir, señor Harnett. Encantada –le sonrío mientras dejo mi mano de nuevo a mi costado y miró de reojo el lago- No lo sé, señor Harnett. Puede que hayamos coincidido en alguna ocasión pero, en este momento, no logro recordarlo –Y de reconocerlo también lo hubiese negado. No tenía por costumbre relatar tan fácil y rápidamente que trabajaba en un burdel, en caso de conocerlo lo habría negado. Aunque aquella vez no era el caso, no lo había visto nunca –París es una ciudad grande y en alguna ocasión habremos coincidido –sonreí mirándole a él de vuelta- Y bien, señor Harnett, ¿ha patinado usted alguna vez? –si era así quería saber qué era lo que se sentía al hacerlo.
Al parecer estaba ensimismada en mis pensamientos recorriendo aquel lago helado con mí vista, sin prestar atención a lo demás, que no me di cuenta de que me había parado cerca de una persona que, a diferencia de cómo estaba yo, él se había sentado completamente en la barandilla, haciendo que sus pies colgaran por estaban libres hacia el lago.
Sólo me enteré de que estaba cerca de mí cuando escuché una risa próxima, que al mirar en dirección a donde provenía, fue cuando lo descubrí. Sus primeras palabras hicieron que enarcara una ceja mientras lo observaba bajar de la barandilla mientras se acercaba a mí. Aproveché que lo tenía más de cerca para observarlo de forma más detenida mientras dejaba sus primeras preguntas en el aire.
Su piel se veía pálida al igual que el mismo color que adornaba el paisaje, en donde destacaban sus ojos azules que, incluso desde esa distancia, podía verlos con nitidez. Su pelo oscuro también resaltaba en contraste con tu tono de piel, llevando también una barba de varios pares de días.
Mientras se acercaba me pensé qué contestarle, no lo conocía aunque tampoco iba a suceder nada por responderle.
-Bueno, para empezar porque creo que en las condiciones en las que me encuentro no creo que sea muy recomendable el patinar –me miré un momento para que entendiera a lo que me estaba refiriendo; por la ropa y el calzado que llevaba seguramente más que patinar lo que haría sería caerme constantemente- Aunque he de reconocer que nunca he patinado y si tengo algo de miedo… o bueno, más concretamente a hacerme demasiado daño mientras lo hago. Por el resto, me da igual lo que opinen. Haga lo que haga lo van a ver mal así que… -me encogí de hombros mientras me giraba quedando de cara a él- ¿Y vos, habéis patinado alguna vez? Es algo que siempre me ha gustado al menos, probar una vez- Finalmente se acerca hasta donde estoy y se presenta tendiéndome la mano, que se la ofrezco donde deja un beso en el dorso de esta- Naitiri Zahir, señor Harnett. Encantada –le sonrío mientras dejo mi mano de nuevo a mi costado y miró de reojo el lago- No lo sé, señor Harnett. Puede que hayamos coincidido en alguna ocasión pero, en este momento, no logro recordarlo –Y de reconocerlo también lo hubiese negado. No tenía por costumbre relatar tan fácil y rápidamente que trabajaba en un burdel, en caso de conocerlo lo habría negado. Aunque aquella vez no era el caso, no lo había visto nunca –París es una ciudad grande y en alguna ocasión habremos coincidido –sonreí mirándole a él de vuelta- Y bien, señor Harnett, ¿ha patinado usted alguna vez? –si era así quería saber qué era lo que se sentía al hacerlo.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
Con el beso dejado en aquel dorso femenino y delicado, una sonrisa se dibuja sobre sus labios, una sonrisa un tanto maligna pero es tan propia de él que no lo hace con ninguna intención adicional; ambas manos se resguardan del frio en los bolsillo de su americana observando aquel congelado rio con una mira tan parca y distante como si no fuera nada lo que realmente observa, regresa su mirada a la joven con la sonrisa más falsa que puede encontrar.
La voz aterciopelada de la joven en cuanto a las preguntas y respuestas a las interrogantes arrojadas por aquel hombre que decide agitar su cabello con la diestra alzando la vista al cielo buscando un recuerdo que se le asemeja al hecho de una acción como “patinar”, busca y sigue buscando en silencio aquella respuesta pero no la encuentra, pero no porque no exista, sino porque tiene otro significado y otra connotación en su pasado aquella palabra; mira a la mujer sin preocupación alguna y con una sonrisa que parece más una mueca –Tendremos que definir lo que es patinar, realmente –
Suelta una carcajada con la mirada de los pocos pasantes que susurran sobre su comportamiento poco adecuado para la sociedad parisina, aunque a él con un suspiro aleja todo esos, porque no l interesa en lo absoluto el resto de personas.
Suspira fuertemente recargándose contra aquel puente con los ojos cerrados intentando buscar en sus recuerdos aquel rostro femenino, pero tampoco lo encuentra, así que decide darse por vencido –Pensé a lo mejor que fue en otra ciudad, pero si eres de aquí entonces no, será la primera vez, aunque eso es un cliché y algo muy sobrevalorado realmente– Ladea la cabeza hacia la mujer a la que pasa por alto por unos momentos la insistente pregunta, aunque la mantiene en su mente tratando de formular la mejor respuesta y aceptada sin revelar mucho de él –Aunque es una pena, ya que eres una mujer muy bonita, la verdad si quisieras patinar no te tendría que importar la ropa o lo que no uses o si, solo debería importarte el saber si “realmente” lo quieres hacer o no, es como ahora si yo quisiera podría besarte pero no quiero– ríe con su broma con la cual, aunque de manera directa y franca, ha usado de referencia a las acciones por placer y obligación.
Cansado de estará parado se sienta nuevamente en aquel muro mirando al piso –Una vez patine, realmente supe lo que era, aunque el resto de ocasiones fue más, como decirlo, por obligación y mandato ajeno que tuve que hacer aunque estoy seguro que no se asemeja en nada a lo que su “patinar” dicta sobre esta agua congelada, bella Naitiri– regresa con la mirada oscura tan perenne en él
La voz aterciopelada de la joven en cuanto a las preguntas y respuestas a las interrogantes arrojadas por aquel hombre que decide agitar su cabello con la diestra alzando la vista al cielo buscando un recuerdo que se le asemeja al hecho de una acción como “patinar”, busca y sigue buscando en silencio aquella respuesta pero no la encuentra, pero no porque no exista, sino porque tiene otro significado y otra connotación en su pasado aquella palabra; mira a la mujer sin preocupación alguna y con una sonrisa que parece más una mueca –Tendremos que definir lo que es patinar, realmente –
Suelta una carcajada con la mirada de los pocos pasantes que susurran sobre su comportamiento poco adecuado para la sociedad parisina, aunque a él con un suspiro aleja todo esos, porque no l interesa en lo absoluto el resto de personas.
Suspira fuertemente recargándose contra aquel puente con los ojos cerrados intentando buscar en sus recuerdos aquel rostro femenino, pero tampoco lo encuentra, así que decide darse por vencido –Pensé a lo mejor que fue en otra ciudad, pero si eres de aquí entonces no, será la primera vez, aunque eso es un cliché y algo muy sobrevalorado realmente– Ladea la cabeza hacia la mujer a la que pasa por alto por unos momentos la insistente pregunta, aunque la mantiene en su mente tratando de formular la mejor respuesta y aceptada sin revelar mucho de él –Aunque es una pena, ya que eres una mujer muy bonita, la verdad si quisieras patinar no te tendría que importar la ropa o lo que no uses o si, solo debería importarte el saber si “realmente” lo quieres hacer o no, es como ahora si yo quisiera podría besarte pero no quiero– ríe con su broma con la cual, aunque de manera directa y franca, ha usado de referencia a las acciones por placer y obligación.
Cansado de estará parado se sienta nuevamente en aquel muro mirando al piso –Una vez patine, realmente supe lo que era, aunque el resto de ocasiones fue más, como decirlo, por obligación y mandato ajeno que tuve que hacer aunque estoy seguro que no se asemeja en nada a lo que su “patinar” dicta sobre esta agua congelada, bella Naitiri– regresa con la mirada oscura tan perenne en él
Ulysses Von Harnett- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2015
Re: Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
Después de sentir como dejaba un beso gentilmente en mis manos llevé mi mirada a aquel río congelado, preguntándome si realmente había sido tan disparatada aquella idea que se me había antojado aquella mañana. Había que reconocer que no había visto en mi vida a muchas personas patinar en aquel río y me apostaba a que mucha gente ni siquiera se le había plantado la idea, o la posibilidad, de hacerlo. Y no sabía tampoco de dónde había nacido ese deseo, o capricho, de hacerlo aquella mañana.
Pero ahí estaba, parada a la rivera del río mientras mis ojos miraban con algo de anhelo, ya que no sabía realmente si podría realizarlo aquel día… o en algún día de mí vida. ¿Estaría loca por querer pretenderlo? No lo sabía, pero quería descubrir si podría patinar algún día. Lo que más me daba miedo era a hacerme daño, tal y como le había dicho al joven.
Llevé mi mirada hacia él y lo contemplé durante unos segundos escuchando lo que acababa de decir, haciendo que enarcara una ceja por ello.
-¿Definir? Me temo que no logro comprenderlo, señor -¿había pensado… que lo había dicho con otra intención? –Patinar para mí es… precisamente eso, patinar. Deslizarse por el hielo grácilmente sin llegar a caerse, si estaba penando en otra cosa, creo que se ha equivocado –no pude evitar reírme entre dientes, negando con la cabeza. ¿Qué le habría hecho pensar en algo diferente? –Bueno, realmente no nací aquí, pero llevo muchísimos años de mi vida en París. La considero como mi casa –miré hacia otro lado no queriendo dejarme llevar por el pasado, no era grato recordarlo. Llevé mi mirada de nuevo a la suya ante sus palabras mirándolo con algo de asombro- Realmente quiero patinar, señor Harnett. No sé a que se referirá usted pero, como ya le he explicado, esa es la intención que llevaba en mente cuando me quedé aquí parada delante del puente y he contemplado el río congelado. –Hice una pausa, enarcando una ceja, algo divertida con su atrevimiento- Y… ¿qué le hace pensar, que dejaría que me besara? No se ofenda, pero no soy una mujer a la que se pueda… tomar ciertas libertades tan gratuitamente. –Y no sólo hablaba de mí trabajo, no estaba en el, y era dueña completamente de todas mis acciones. Ante sus siguientes palabras entendí, perfectamente, a lo que se estaba refiriendo. Sabía muy bien de lo que estaba hablando, y me mordí el labio por sus palabras sintiendo su mirada fija en mí- Lamento oír eso, Señor Harnett. Nadie debería de obligar a otra persona a hacer algo que realmente ni quiere ni desea, y créeme, sé muy bien de lo que hablo –suspiré mirando de nuevo al río- Realmente me gustaría patinar sobre ese río, aunque dudo mucho que pudiéramos hacerlo. Quizás nos hundiríamos por nuestro propio peso, ¿vos que pensáis? ¿Aguantaría mientras patinamos sobre él? –sonreí queriendo cambiar aquel tema y animar un poco el ambiente.
Pero ahí estaba, parada a la rivera del río mientras mis ojos miraban con algo de anhelo, ya que no sabía realmente si podría realizarlo aquel día… o en algún día de mí vida. ¿Estaría loca por querer pretenderlo? No lo sabía, pero quería descubrir si podría patinar algún día. Lo que más me daba miedo era a hacerme daño, tal y como le había dicho al joven.
Llevé mi mirada hacia él y lo contemplé durante unos segundos escuchando lo que acababa de decir, haciendo que enarcara una ceja por ello.
-¿Definir? Me temo que no logro comprenderlo, señor -¿había pensado… que lo había dicho con otra intención? –Patinar para mí es… precisamente eso, patinar. Deslizarse por el hielo grácilmente sin llegar a caerse, si estaba penando en otra cosa, creo que se ha equivocado –no pude evitar reírme entre dientes, negando con la cabeza. ¿Qué le habría hecho pensar en algo diferente? –Bueno, realmente no nací aquí, pero llevo muchísimos años de mi vida en París. La considero como mi casa –miré hacia otro lado no queriendo dejarme llevar por el pasado, no era grato recordarlo. Llevé mi mirada de nuevo a la suya ante sus palabras mirándolo con algo de asombro- Realmente quiero patinar, señor Harnett. No sé a que se referirá usted pero, como ya le he explicado, esa es la intención que llevaba en mente cuando me quedé aquí parada delante del puente y he contemplado el río congelado. –Hice una pausa, enarcando una ceja, algo divertida con su atrevimiento- Y… ¿qué le hace pensar, que dejaría que me besara? No se ofenda, pero no soy una mujer a la que se pueda… tomar ciertas libertades tan gratuitamente. –Y no sólo hablaba de mí trabajo, no estaba en el, y era dueña completamente de todas mis acciones. Ante sus siguientes palabras entendí, perfectamente, a lo que se estaba refiriendo. Sabía muy bien de lo que estaba hablando, y me mordí el labio por sus palabras sintiendo su mirada fija en mí- Lamento oír eso, Señor Harnett. Nadie debería de obligar a otra persona a hacer algo que realmente ni quiere ni desea, y créeme, sé muy bien de lo que hablo –suspiré mirando de nuevo al río- Realmente me gustaría patinar sobre ese río, aunque dudo mucho que pudiéramos hacerlo. Quizás nos hundiríamos por nuestro propio peso, ¿vos que pensáis? ¿Aguantaría mientras patinamos sobre él? –sonreí queriendo cambiar aquel tema y animar un poco el ambiente.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Mañana Invernal [Ulysses Von Harnett]
Hilo de vida cálido que abandona los cuerpos con cada palabra emulada de sus bocas; el humo de un cigarro extinto que muere antes de le llegue la hora final para dar paso a uno nuevo que terminará de la misma forma, junto a la suave sonrisa que va transformándose en una leve carcajada con toda la emoción y sinceridad posible, claro que se reviste con el sarcasmo y cinismo característico de aquel que se deja caer sobre el puente observando el pequeño asombro natural de agua congelada.
–Esa es tu manera de ver el “patinar” de una manera tan delicada y suave– agita sus manos de aquella forma con gracia y garbo como si de un bailarín se tratara –Si te dijera que para otros ese “patinar” fue el ser arrojado por una anciana y anciano a un lago congelado, golpeándote el cuerpo y recibiendo palizas si no hacias bien algo ¿lo considerarías patinar?– enarca una ceja cuando el cigarro se deja caer sobre el hielo –Sería patinar el poder hacerlo sobre una capa fina de hielo con delicadeza rezando por que no se rompa y caigas, y si lo haces rezar aun el doble para salir tu solo sin ayuda de nadie– su mirada se pierde en el horizonte –A veces patinar no es de una forma grácil y elegante, es de la forma más feroz y horrible posible; aunque también hay otras más eróticas y sensuales con el hecho de patinar– con giro drástico sobre el tema y el tiente del mismo termina con una carcajda.
Camina hasta el final de puente para bajar por la ladera directo al inicio de aquellas aguas a las que con su pie golpea fuertemente, se para sobre el pie diestro balanceándose escuchando el hielo crujir pero no muy fuerte; alza la vista a la joven alzando el pulgar –El peso de dos no soportaría pero si el de uno, yo paso de patinar tengo malas experiencias realmente en ello, soy más bien de ver y comentar en vez de practicar– suelta una risa invitando con la mano a la joven a que cumpla su sueño.
Aquel no era partidario a cumplir sueños ajenos, era lo opuesto, siempre anhelaba destruirlos de distintas maneras, pero una frase de aquella mujer le llevo a ceder por segunda ocasión –Bella Naitiri, realmente sabes lo que es estar bajo el control de otra persona, sabes lo que estar sumido en sentidos para ser manejado por alguien más. El hecho que toda tu vida no está en tus manos y nunca lo estuvo si no en las garras de alguien que solo desea destruirte para su propio bien y que no tienes otra salida que destruirlo primero destruyéndote a ti mismo– mira a la mujer pero en su mirada no hay rastro de nada, solo un vació y oscuridad profunda donde aquella sombra de su vida comienza a hacer eco lentamente.
Borra esa mirada con una sonrisa y unos aplausos –Por el momento no te haré nada ya que ando en busca de otras personas, así que ¿Por qué no me muestras tu patinaje bello artístico Naitiri– el susurro del nombre junto a la sonrisa y el dulce saboreo de sus labios ante lo que está por pasar.
–Esa es tu manera de ver el “patinar” de una manera tan delicada y suave– agita sus manos de aquella forma con gracia y garbo como si de un bailarín se tratara –Si te dijera que para otros ese “patinar” fue el ser arrojado por una anciana y anciano a un lago congelado, golpeándote el cuerpo y recibiendo palizas si no hacias bien algo ¿lo considerarías patinar?– enarca una ceja cuando el cigarro se deja caer sobre el hielo –Sería patinar el poder hacerlo sobre una capa fina de hielo con delicadeza rezando por que no se rompa y caigas, y si lo haces rezar aun el doble para salir tu solo sin ayuda de nadie– su mirada se pierde en el horizonte –A veces patinar no es de una forma grácil y elegante, es de la forma más feroz y horrible posible; aunque también hay otras más eróticas y sensuales con el hecho de patinar– con giro drástico sobre el tema y el tiente del mismo termina con una carcajda.
Camina hasta el final de puente para bajar por la ladera directo al inicio de aquellas aguas a las que con su pie golpea fuertemente, se para sobre el pie diestro balanceándose escuchando el hielo crujir pero no muy fuerte; alza la vista a la joven alzando el pulgar –El peso de dos no soportaría pero si el de uno, yo paso de patinar tengo malas experiencias realmente en ello, soy más bien de ver y comentar en vez de practicar– suelta una risa invitando con la mano a la joven a que cumpla su sueño.
Aquel no era partidario a cumplir sueños ajenos, era lo opuesto, siempre anhelaba destruirlos de distintas maneras, pero una frase de aquella mujer le llevo a ceder por segunda ocasión –Bella Naitiri, realmente sabes lo que es estar bajo el control de otra persona, sabes lo que estar sumido en sentidos para ser manejado por alguien más. El hecho que toda tu vida no está en tus manos y nunca lo estuvo si no en las garras de alguien que solo desea destruirte para su propio bien y que no tienes otra salida que destruirlo primero destruyéndote a ti mismo– mira a la mujer pero en su mirada no hay rastro de nada, solo un vació y oscuridad profunda donde aquella sombra de su vida comienza a hacer eco lentamente.
Borra esa mirada con una sonrisa y unos aplausos –Por el momento no te haré nada ya que ando en busca de otras personas, así que ¿Por qué no me muestras tu patinaje bello artístico Naitiri– el susurro del nombre junto a la sonrisa y el dulce saboreo de sus labios ante lo que está por pasar.
Ulysses Von Harnett- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2015
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