AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mañana invernal - (Privado - Terra)
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Mañana invernal - (Privado - Terra)
Annushka o Anna, como la llamaban aquellos que la querían, había decidido tomar clases de piano en el conservatorio. En realidad, no era que las necesitara, pero se daba cuenta que su presencia solía poner nervioso a su amigo Abel, a lo que intentó apalear esa situación, procurando estar poco tiempo en el Invernadero, así, él podría sentirse con más libertad para hacer sus tareas de jardinería y progresar en su desarrollo como empleado.
En rigor, dejar la presencia de ese hombre, andar por la ciudad sola, sin la tranquilidad que su compañía le daba, era un verdadero martirio. Pero sabía que no deseaba tomar la amistad con Abel, como una muleta emocional, por aquel episodio vivido en su tierra natal. Bien sabía que hacer algo así podría provocar que sintieran asfixia el uno por el otro y de ser bueno amigos, pasaran a convertirse en personas que no se podían tolerar, para ella, pensar solo en esa posibilidad la asustaba.
Fue por ese motivo principal, por el hecho de sentir que se estaba enamorando y tener casi la certeza de que los sentimientos de Abe, hacia ella, eran solo de amistad, fue el disparador para su decisión de tomar un poco de distancia, algo absurdo cuando al volver a su trabajo o a su mansión, le encontraría y volvería a experimentar aquel sentimiento que la impulsaba a buscar su abrazo y hundir su rostro en el cálido pecho de su amor secreto.
No pudo eludir la necesidad de visitar el establecimiento, antes de dirigirse al conservatorio, mantener unas palabras con Abel y sonrojarse ante la mirada fuerte y noble de aquel hombre. Tras encargar algunas áreas y revisar que la parte administrativa, estuviera en orden bajo la mirada atenta de monseur Papillón, el contador que había comenzado a trabajar con ella apenas dos semanas atrás, se despidió de todos y dirigió sus pasos al lugar donde tomaría clases.
El carruaje que la llevaba, un coche de alquiler, la dejó en la puerta del establecimiento educativo, pero la joven, no entró a clases, estaba demasiado nerviosa para intentar concentrarse en corcheas, semifusas y redondas. Por eso, caminó por la gran avenida, tratando de encontrar un sitio agradable para tomar una taza de café, la mañana se presentaba fría, cubierta la acera y las copas de los arboles por un importante manto de nieve.
En rigor, dejar la presencia de ese hombre, andar por la ciudad sola, sin la tranquilidad que su compañía le daba, era un verdadero martirio. Pero sabía que no deseaba tomar la amistad con Abel, como una muleta emocional, por aquel episodio vivido en su tierra natal. Bien sabía que hacer algo así podría provocar que sintieran asfixia el uno por el otro y de ser bueno amigos, pasaran a convertirse en personas que no se podían tolerar, para ella, pensar solo en esa posibilidad la asustaba.
Fue por ese motivo principal, por el hecho de sentir que se estaba enamorando y tener casi la certeza de que los sentimientos de Abe, hacia ella, eran solo de amistad, fue el disparador para su decisión de tomar un poco de distancia, algo absurdo cuando al volver a su trabajo o a su mansión, le encontraría y volvería a experimentar aquel sentimiento que la impulsaba a buscar su abrazo y hundir su rostro en el cálido pecho de su amor secreto.
No pudo eludir la necesidad de visitar el establecimiento, antes de dirigirse al conservatorio, mantener unas palabras con Abel y sonrojarse ante la mirada fuerte y noble de aquel hombre. Tras encargar algunas áreas y revisar que la parte administrativa, estuviera en orden bajo la mirada atenta de monseur Papillón, el contador que había comenzado a trabajar con ella apenas dos semanas atrás, se despidió de todos y dirigió sus pasos al lugar donde tomaría clases.
El carruaje que la llevaba, un coche de alquiler, la dejó en la puerta del establecimiento educativo, pero la joven, no entró a clases, estaba demasiado nerviosa para intentar concentrarse en corcheas, semifusas y redondas. Por eso, caminó por la gran avenida, tratando de encontrar un sitio agradable para tomar una taza de café, la mañana se presentaba fría, cubierta la acera y las copas de los arboles por un importante manto de nieve.
Última edición por Annushka Brullova el Dom Ene 24, 2016 6:36 pm, editado 1 vez
Anna Brullova- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 21/01/2014
Edad : 24
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
Aquella mañana, aún con el sol que a fuerzas trataba de calentar a los transeúntes que cubiertos con varias kilos de ropas extras intentaban realizar sus actividades diarias, paseos, trabajos, chismes, estudios, etc., tanta diversidad que a pesar del frío de la estación invernal aun buscaban con fuerzas seguir adelante, como si nada los pudiese detener.
Entre esas personas, me encontraba, vagando por las calles en uno de mis días de descanso con la esperanza de encontrar algo con que entretenerme; quizás por ello fue que mis pasos me llevaron por un sin número de lugares, restaurantes, cafeterías, librerías, pero todas al momento me parecían aburridas, a lo mejor era porque estaba sola y no tenía con quien hablar, solo podía dedicarme a observar a las personas pasar muy centrados en sus actividades.
Tarde, ya se estaba haciendo tarde y con el frío que hacía, aun cuando mi cuerpo exudaba el calor tan típico de mi especie, podía sentir las brisas heladas, caminaba por el mero hecho de con ello calentar un poco, entrar en calor, al menos hasta antes de irme a los bosques o a mi casa a encerrarme a invernar por un largo rato. El frio era de mi agrado pero cuando me encuentro en movimientos, no cuando estoy sin hacer nada, incluso la luna se ha puesto y no ha salido así que las articulaciones se congelan y molestan. Bostezando de sueño iba sin prestar atención a mí alrededor, hasta que entre el camino golpee contra algo.
—Hey, eso dolió— había caído, y por ello me reía mientras me ponía de pie limpiando el vestido, frotando las partes que habían sido golpeadas —Oye te encuentras bien— miro a aquella persona, una joven con una mirada perdida —En serio, deberías ser más cuidadosa, un señorita no anda así por las calles— rio como si fuera ajena a aquellas etiquetas, y si, lo era, muy ajena.
Entre esas personas, me encontraba, vagando por las calles en uno de mis días de descanso con la esperanza de encontrar algo con que entretenerme; quizás por ello fue que mis pasos me llevaron por un sin número de lugares, restaurantes, cafeterías, librerías, pero todas al momento me parecían aburridas, a lo mejor era porque estaba sola y no tenía con quien hablar, solo podía dedicarme a observar a las personas pasar muy centrados en sus actividades.
Tarde, ya se estaba haciendo tarde y con el frío que hacía, aun cuando mi cuerpo exudaba el calor tan típico de mi especie, podía sentir las brisas heladas, caminaba por el mero hecho de con ello calentar un poco, entrar en calor, al menos hasta antes de irme a los bosques o a mi casa a encerrarme a invernar por un largo rato. El frio era de mi agrado pero cuando me encuentro en movimientos, no cuando estoy sin hacer nada, incluso la luna se ha puesto y no ha salido así que las articulaciones se congelan y molestan. Bostezando de sueño iba sin prestar atención a mí alrededor, hasta que entre el camino golpee contra algo.
—Hey, eso dolió— había caído, y por ello me reía mientras me ponía de pie limpiando el vestido, frotando las partes que habían sido golpeadas —Oye te encuentras bien— miro a aquella persona, una joven con una mirada perdida —En serio, deberías ser más cuidadosa, un señorita no anda así por las calles— rio como si fuera ajena a aquellas etiquetas, y si, lo era, muy ajena.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2014
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
En sus pensamientos, se repetía una y otra vez, el nombre de Abel, su mirada se aparecía en cada rostro masculino, su perfume, mezcla de sudor y el perfume que le había regalado para navidad, se adhería a sus sentidos como un manto protector, no lo podía negar, cada vez era mas notorio que algo en ella se había disuelto, el miedo a los hombres, a los extraños, todavía persistía, pero él era la excepción a la regla. pensar en ello, la hizo sonreír, casi estallar en risas, divertida en ese océano de sensaciones en que caía cada vez que pensaba en Abel.
Caminaba, apresurada, sin dirección especifica, dejando que sus pensamientos se convirtieran en los regidores de sus actos, como si fuera una autómata, esquivaba a las personas, paraba en las calles, y mas de una vez se había salvado de ser atropellada, a lo que luego de la disculpa, de sonrosarse, apuraba aun más sus pasos para alejarse de aquellos lugares. Cuanto había recorrido, no lo sabía, era lógico que las horas habían volado y que la tarde aunque temprana, iba transcurriendo. Fue su estómago que se quejó, el que le dio la voz de alerta, debía detenerse y buscar un lugar donde comer y tal vez después, pasar por el Invernadero, decir que la clase había sido buena, pero que prefería quedarse a su lado, ayudando a rellenar las macetas de tierra, o regar con cuidado las pequeñas plantas, creadas por su amor secreto.
Se detuvo de forma brusca, al darse cuenta que para ella, él no era un amigo, no, eso sería mentirse, ella lo quería, con todo su maltrecho corazón. Sonrió, llevando sus manos a la boca, para que no la oyeran reír. Entonces un golpe la trajo al presente, estuvo a un paso de caer, pero pudo aferrarse al tronco de un árbol, aunque el peatón que había golpeado con ella, por su imprudencia, había caído al pavimento.
Asustada, se giró, pidiendo disculpas, - oh! lo lamente mucho, no me dí cuenta, discúlpeme - dijo intentando ayudarle a incorporarse, mas la joven parecía tener una flexibilidad extraordinaria y pronto se había puesto de pie. Anna, le sonrió, cohibida por su torpeza - deje que me presente, soy Annushka Brullova -, alcanzó a expresar mientras extendía su mano.
Caminaba, apresurada, sin dirección especifica, dejando que sus pensamientos se convirtieran en los regidores de sus actos, como si fuera una autómata, esquivaba a las personas, paraba en las calles, y mas de una vez se había salvado de ser atropellada, a lo que luego de la disculpa, de sonrosarse, apuraba aun más sus pasos para alejarse de aquellos lugares. Cuanto había recorrido, no lo sabía, era lógico que las horas habían volado y que la tarde aunque temprana, iba transcurriendo. Fue su estómago que se quejó, el que le dio la voz de alerta, debía detenerse y buscar un lugar donde comer y tal vez después, pasar por el Invernadero, decir que la clase había sido buena, pero que prefería quedarse a su lado, ayudando a rellenar las macetas de tierra, o regar con cuidado las pequeñas plantas, creadas por su amor secreto.
Se detuvo de forma brusca, al darse cuenta que para ella, él no era un amigo, no, eso sería mentirse, ella lo quería, con todo su maltrecho corazón. Sonrió, llevando sus manos a la boca, para que no la oyeran reír. Entonces un golpe la trajo al presente, estuvo a un paso de caer, pero pudo aferrarse al tronco de un árbol, aunque el peatón que había golpeado con ella, por su imprudencia, había caído al pavimento.
Asustada, se giró, pidiendo disculpas, - oh! lo lamente mucho, no me dí cuenta, discúlpeme - dijo intentando ayudarle a incorporarse, mas la joven parecía tener una flexibilidad extraordinaria y pronto se había puesto de pie. Anna, le sonrió, cohibida por su torpeza - deje que me presente, soy Annushka Brullova -, alcanzó a expresar mientras extendía su mano.
Anna Brullova- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 21/01/2014
Edad : 24
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
La voz de la joven hizo que perdiera la noción de lo que había dicho, era dulce y suave como una melodía que suelen cantar las madres a los pequeñines cuando tienen pesadillas, incluso su aura se venía de esa forma, tan cálida, pero, sus ojos mostraban una profunda tristeza.
Negué con la cabeza restándole importancia al traspié que habíamos tenido o al hecho de haberme dado contra el suelo, simplemente le sonríe con toda la amabilidad que tenía —No se preocupe, no ha dolido tanto, además peores golpes se reciben en esta vida— un recuerdo fugaz vino regresó a mí, aquel que tanto había querido olvidar, recuperar y ahora nuevamente olvidar; la melancolía que quería embargarme la deseche inmediatamente cubriéndola con una sonrisa falsa, de esa que odiaba y había aprendido cuando estuve con aquellos tipejos de los inquisidores.
Las personas pasaban y nos miraban con sus habituales murmullos de lo ocurrido, preguntándose la gente curiosa sobre quienes eramos y qué hacíamos, eran gente sin vida a la que me placía arrancarles la cabeza en luna llena, pero bueno, no podría justificar tanta matanza; volví mi atención a la joven pelinegra acercándome a ella dándole un abrazo y un beso en la mejilla, no podía negar que aquella jovencita era muy atractiva, demasiado, pero esta vez lo haría para aparentar de que éramos viejas amigas —La gente no deja de vernos y hablar sobre nosotras, mejor hagamos que dejen de fijarse un poco en ti y en mi ¿te parece Aniu— le guiñé un ojo cómplice acercándome a tomarle del brazo para caminar juntas —Un gusto conocerte Aniu, me llamo Terra— sonreía con toda la confianza del mundo
—Disculpa que sea tan sincera y algo entrometida, pero tienes una carita de tristeza que no acompaña a tu belleza, es como si tu alma se sumiera en un profundo pozo de desesperación ¿te ocurre algo malo? Si es así, anda cuéntaselo a otra mujer para que te pueda ayudar— chasque los dedos señalándome, al menos podría ayudar a alguien, aunque luego en las noches terminaría matando a otras personas.
Una vida como un cuchillo, con dos filos y dos lados distintos.
Negué con la cabeza restándole importancia al traspié que habíamos tenido o al hecho de haberme dado contra el suelo, simplemente le sonríe con toda la amabilidad que tenía —No se preocupe, no ha dolido tanto, además peores golpes se reciben en esta vida— un recuerdo fugaz vino regresó a mí, aquel que tanto había querido olvidar, recuperar y ahora nuevamente olvidar; la melancolía que quería embargarme la deseche inmediatamente cubriéndola con una sonrisa falsa, de esa que odiaba y había aprendido cuando estuve con aquellos tipejos de los inquisidores.
Las personas pasaban y nos miraban con sus habituales murmullos de lo ocurrido, preguntándose la gente curiosa sobre quienes eramos y qué hacíamos, eran gente sin vida a la que me placía arrancarles la cabeza en luna llena, pero bueno, no podría justificar tanta matanza; volví mi atención a la joven pelinegra acercándome a ella dándole un abrazo y un beso en la mejilla, no podía negar que aquella jovencita era muy atractiva, demasiado, pero esta vez lo haría para aparentar de que éramos viejas amigas —La gente no deja de vernos y hablar sobre nosotras, mejor hagamos que dejen de fijarse un poco en ti y en mi ¿te parece Aniu— le guiñé un ojo cómplice acercándome a tomarle del brazo para caminar juntas —Un gusto conocerte Aniu, me llamo Terra— sonreía con toda la confianza del mundo
—Disculpa que sea tan sincera y algo entrometida, pero tienes una carita de tristeza que no acompaña a tu belleza, es como si tu alma se sumiera en un profundo pozo de desesperación ¿te ocurre algo malo? Si es así, anda cuéntaselo a otra mujer para que te pueda ayudar— chasque los dedos señalándome, al menos podría ayudar a alguien, aunque luego en las noches terminaría matando a otras personas.
Una vida como un cuchillo, con dos filos y dos lados distintos.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2014
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
Todo en aquella mujer la sorprendió, la forma en que se dirigía a ella, la sonrisa que posaba en sus bellos labios, esos ojos llenos de vida y expresividad, parecían que chispeaba la vida en ellos, al contrario de la mirada taciturna de Anna. Mas parecía que aquella energía desbordante, intentaba invadir el cuerpo de la rusa. Annushka sonrió ante la forma afectuosa de saludarla y asintió al comentario de Terra sobre las miradas indiscretas de los transeúntes. Era algo que había advertido desde el primer día de su llegada a París, - Aquí las personas no tienden a disimular su curiosidad, tal vez, son mas sinceras que de donde provengo, allí cada una está demasiado ensimismada en sus asuntos y el ser que camina a su lado, poco o nada importa. - caviló en voz alta, no había sido su intención decirlo para Terra, pero al fin de cuentas así había salido.
- Bonito nombre, ¿cual es su origen? digo, no es un nombre al que comúnmente se le coloque a los hijos, pero debe ser muy especial - no necesitó decir que no deseaba hablar del tema de su tristeza con aquella muchacha, no era de andar contando sus problemas a extraños y aunque le había caído muy bien la forma de ser, su caracter extrovertido, y su dinamismo, no lograba sentirse cómoda como para decirle que se encontraba así, porque no hacia mas de un año unos soldados habían entrado a su hogar y asesinado a sangre fria a toda su familia. No, no era el momento adecuado. mas si deseaba llegar a ser amiga de aquella singular joven.
Sus ojos recorrieron el paisaje, observando la calle y los comercios que circundaban la zona, - Creo que el día es muy agradable para tomar un café, en San Petersburgo, solía reunirme con mis amigas en un lugar donde hacían las mas ricas especialidades dulces.- sonrió recordando alegres tiempos - ¿te gustaría acompañarme? digo, si no estas apurada, sería como una forma de recompensar mi torpeza - sonrió cohibida y sonrojándose un poco.
Cerca de donde ellas se encontraba un coqueto café se alzaba, con sus características cortinillas blancas de encaje y los toldos, que cubrían sus grandes ventanales, eran de un color borgoña. - Ese café de allí - señalo con su mirada e hizo un suave gesto con la mano, - parece un agradable lugar como para protegernos del frío... ¿verdad? -.
- Bonito nombre, ¿cual es su origen? digo, no es un nombre al que comúnmente se le coloque a los hijos, pero debe ser muy especial - no necesitó decir que no deseaba hablar del tema de su tristeza con aquella muchacha, no era de andar contando sus problemas a extraños y aunque le había caído muy bien la forma de ser, su caracter extrovertido, y su dinamismo, no lograba sentirse cómoda como para decirle que se encontraba así, porque no hacia mas de un año unos soldados habían entrado a su hogar y asesinado a sangre fria a toda su familia. No, no era el momento adecuado. mas si deseaba llegar a ser amiga de aquella singular joven.
Sus ojos recorrieron el paisaje, observando la calle y los comercios que circundaban la zona, - Creo que el día es muy agradable para tomar un café, en San Petersburgo, solía reunirme con mis amigas en un lugar donde hacían las mas ricas especialidades dulces.- sonrió recordando alegres tiempos - ¿te gustaría acompañarme? digo, si no estas apurada, sería como una forma de recompensar mi torpeza - sonrió cohibida y sonrojándose un poco.
Cerca de donde ellas se encontraba un coqueto café se alzaba, con sus características cortinillas blancas de encaje y los toldos, que cubrían sus grandes ventanales, eran de un color borgoña. - Ese café de allí - señalo con su mirada e hizo un suave gesto con la mano, - parece un agradable lugar como para protegernos del frío... ¿verdad? -.
Anna Brullova- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2014
Edad : 24
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
Un café, un café sería algo sencillo para alguien como yo, ¿verdad? Si, era más que obvio además la mirada de la joven y el tono de voz parecía indicar que pronto se desmoronaría o quizás ya estaba así y por eso no quería que nadie la viera de aquella manera tan vulnerable ante los ojos pervertidos y maliciosos de los que no dejan de observarnos. Cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que me ha importado las miradas o comentarios mal intencionados de la gente, claro que eso debo agradecerle a la maldita inquisición.
—Olvidemos a esos hipócritas apretados con falsa moral y religión, vamos a divertirnos como si no hubiese mañana— Asentí tomando su brazo como si fuésemos grandes amigas, de varias lunas y soles atrás, aunque claro recién nos conocíamos pero con la sonrisa de ambas haría despistar a cualquiera que dijese lo contrario —La verdad no se de donde es mi nombre, aunque se que nací en estados unidos la verdad no tengo muchos recuerdos de mi vida solo los que voy recuperando poco a poco, sobre todo de mi familia sé que no tengo padres y que murieron asesinados, ¿por quién? No tengo idea, mi hermano a saber si sigue con vida o no, y yo pues decidí seguir con mi vida luego de pagar mis deudas de gratitud con ciertas personas, aunque aquí entre nos prefiero darles con mi puño en sus rostros— reí abiertamente caminando con ella tomadas de brazos hasta aquel café, por dentro se sentía un gran ambiente muy acogedor y tibio lo que ayudaría para aplacar aquella época invernal que estaba azotando la ciudad
Es sabido que uno no debe confiar en las personas, pero entre nosotras dos quien era la más peligrosa era yo que aquella muchacha, claro soy una bestia de luna que emerge para asesinar sin control y luego tomando la figura de una mujer sigo siendo la misma bestia al final, así que la joven inspiraba confianza —La verdad mi temperatura corporal es muy muy pero muy alta así que el frio no es problema, claro que eso sería si estoy haciendo cosas pero cuando estoy libando sin hacer nada ahí si que se me cuela hasta los huesos — me estremezco solo en pensar lo duro que puede calarse el frio por las ventanas y las sábanas, por ello me rió al recordar mis propias anécdotas —Es un bonito lugar aunque sería más lindo si fuera no se algo más natural como un ambiente de bosque o lagos, con ese tipo de ambientación alegrarían a las personas, además con un poco de lavanda o pinos en la entrada haría disfrutar de los clientes de varias sensaciones, incluso la oferta, deberían haber te de jazmín y de naranja acompañado de postres de frutas secas o quizás dulces de frutas— incluso en un día de descanso no podía dejar de trabajar.
Tonta de mí, al darme cuenta ya había dejado salir mi profesión de camarera del hotel siempre atendiendo a los clientes y acomodando todo en las habitaciones, que vergüenza, sonríe algo avergonzada, pero una vez que comienzo no hay nada que me detenga y termino soltando toda la sopa —Por cierto, tu nombre de donde es, quizás Inglés o Rumano, la verdad aun no saco a todos, no llevo mucho en Paris, pero sé que Italiano no es— reí más alto mientras nos veían los pocos clientes del lugar y un mozo llegaba a atendernos, espere que ella haga primero su pedido para luego hacer el mío.
Ante todo los pocos modales que había aprendido.
—Olvidemos a esos hipócritas apretados con falsa moral y religión, vamos a divertirnos como si no hubiese mañana— Asentí tomando su brazo como si fuésemos grandes amigas, de varias lunas y soles atrás, aunque claro recién nos conocíamos pero con la sonrisa de ambas haría despistar a cualquiera que dijese lo contrario —La verdad no se de donde es mi nombre, aunque se que nací en estados unidos la verdad no tengo muchos recuerdos de mi vida solo los que voy recuperando poco a poco, sobre todo de mi familia sé que no tengo padres y que murieron asesinados, ¿por quién? No tengo idea, mi hermano a saber si sigue con vida o no, y yo pues decidí seguir con mi vida luego de pagar mis deudas de gratitud con ciertas personas, aunque aquí entre nos prefiero darles con mi puño en sus rostros— reí abiertamente caminando con ella tomadas de brazos hasta aquel café, por dentro se sentía un gran ambiente muy acogedor y tibio lo que ayudaría para aplacar aquella época invernal que estaba azotando la ciudad
Es sabido que uno no debe confiar en las personas, pero entre nosotras dos quien era la más peligrosa era yo que aquella muchacha, claro soy una bestia de luna que emerge para asesinar sin control y luego tomando la figura de una mujer sigo siendo la misma bestia al final, así que la joven inspiraba confianza —La verdad mi temperatura corporal es muy muy pero muy alta así que el frio no es problema, claro que eso sería si estoy haciendo cosas pero cuando estoy libando sin hacer nada ahí si que se me cuela hasta los huesos — me estremezco solo en pensar lo duro que puede calarse el frio por las ventanas y las sábanas, por ello me rió al recordar mis propias anécdotas —Es un bonito lugar aunque sería más lindo si fuera no se algo más natural como un ambiente de bosque o lagos, con ese tipo de ambientación alegrarían a las personas, además con un poco de lavanda o pinos en la entrada haría disfrutar de los clientes de varias sensaciones, incluso la oferta, deberían haber te de jazmín y de naranja acompañado de postres de frutas secas o quizás dulces de frutas— incluso en un día de descanso no podía dejar de trabajar.
Tonta de mí, al darme cuenta ya había dejado salir mi profesión de camarera del hotel siempre atendiendo a los clientes y acomodando todo en las habitaciones, que vergüenza, sonríe algo avergonzada, pero una vez que comienzo no hay nada que me detenga y termino soltando toda la sopa —Por cierto, tu nombre de donde es, quizás Inglés o Rumano, la verdad aun no saco a todos, no llevo mucho en Paris, pero sé que Italiano no es— reí más alto mientras nos veían los pocos clientes del lugar y un mozo llegaba a atendernos, espere que ella haga primero su pedido para luego hacer el mío.
Ante todo los pocos modales que había aprendido.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2014
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
Anna, sonrió ante tanta energía en la joven, un huracán que movía todos los cimientos, tan distinta a ella, eran como el sol y la luna, pero en verdad sentía una gran afabilidad hacia la joven. Se había sorprendido por como la trataba, como si fueran amigas de toda la vida, cosa tan poco común en su medio social, que todo era acartonado, y las amistades, si no eran porque deseaban algo de su familia, eran medio parientes y debían tratarse le gustara o no. Agradecía aquella frescura, tan diferente de su tía Anastasia, a la que todavía, luego de siete meses en parís, no había vuelto a ver, después del tremendo disgusto que le había provocado, cuando sin consultar, la mujer había decidido que lo mejor era que viviera con ella y su marido. No pudo ocultar la alegría que le causaba pensar en el sincope que tendría la dichosa mujer, cuando apareciera en la noche de gala, del brazo de un hombre tan apuesto y bueno como Abel, claro que aún no le había pedido que la acompañara, y menos que le permitiera cambiar su forma de vestir. Se estremeció, pensando en verle vestido con sus ropas viejas, aunque limpias, entrando al Palacio Royal, donde todos los nobles rusos y algunos diplomáticos se encontrarían, para hablar de la nueva situación del reino.
Tuvo que tragar saliva cuando la joven habló tan abiertamente de su familia, ¿habían sido asesinados? ¿y podía hablar de aquello tan fácilmente? Sus ojos parecían dos monedas de penique, tan abiertos por el asombro. – lo siento mucho, debe ser muy duro haber perdido a tantos seres queridos, aún más habiendo muerto a manos de enemigos o traidores – dijo, recordando el destino de sus propios padre. ¿Habría quedado huérfana muy pequeña? Pensó recordando lo que le dijo, de deuda de gratitud, ella conocía muy bien eso, una de esas deudas era la gala a la que tendría que asistir en pocas noches, y si, ella también hubiera querido darle un puñetazo a la desagradable anciana, más se lo debía a su padre, no podía dejar su apellido en el suelo, solo por él soportaría todo.
Cuando llegaron al lugar, Anna se apresuró para abrir la puerta del café, el ambiente del interior de aquel lugar era tan agradable que no pudo dejar de suspirar. Escuchó con atención lo que la joven decía. Anna se sorprendió cuando la joven criticó la ambientación, para ella era hermosa, un típico café Parisino, con sus cortinas blancas, sus mesas y sillas de madera, las velas y flores sobre los manteles haciendo juego con las cortinas y el ambiente cargado de un olor a tabaco, café y perfumes varios. Cuando Terra, habló del bosque, pensó en Abel, de seguro le hubiera dicho que no era el único que pensaba que los mejores lugares eran los menos civilizados. No pudo ocultar el rubor al reconocer que no podía pasar ni dos segundos, sin pensar en lo que él diría o haría, definitivamente la tenía cautivada. – Es verdad, unas matas de Lavanda darían un suave aroma al lugar – concordó.
Pronto tomaron asiento, y tras esperar que el camarero se presentara, continuó contemplando y descubriendo a su nueva amiga, de verdad que era pura expresividad. – pues mi nombre era el mismo que el de la abuela de mi padre, y la del rey de Rusia – en ningún momento dijo que era la misma persona y por ende ella era pariente de un rey, - así que supongo que será ruso – dijo sonriendo con amabilidad. Anna no se preocupó de las miradas de reproche, para ella, Terra era una bocanada de aire fresco, tanto como su querido amigo Abel. Cuando el camarero se detuvo enfrente de ellas, Anna pidió un café cremme, aunque estuvo tentada a pedir un café francés, decían que llevaba en su preparación cognac, pero no sería bien visto por los demás, que una joven tomara algo así, y menos siendo aún de día.
Tuvo que tragar saliva cuando la joven habló tan abiertamente de su familia, ¿habían sido asesinados? ¿y podía hablar de aquello tan fácilmente? Sus ojos parecían dos monedas de penique, tan abiertos por el asombro. – lo siento mucho, debe ser muy duro haber perdido a tantos seres queridos, aún más habiendo muerto a manos de enemigos o traidores – dijo, recordando el destino de sus propios padre. ¿Habría quedado huérfana muy pequeña? Pensó recordando lo que le dijo, de deuda de gratitud, ella conocía muy bien eso, una de esas deudas era la gala a la que tendría que asistir en pocas noches, y si, ella también hubiera querido darle un puñetazo a la desagradable anciana, más se lo debía a su padre, no podía dejar su apellido en el suelo, solo por él soportaría todo.
Cuando llegaron al lugar, Anna se apresuró para abrir la puerta del café, el ambiente del interior de aquel lugar era tan agradable que no pudo dejar de suspirar. Escuchó con atención lo que la joven decía. Anna se sorprendió cuando la joven criticó la ambientación, para ella era hermosa, un típico café Parisino, con sus cortinas blancas, sus mesas y sillas de madera, las velas y flores sobre los manteles haciendo juego con las cortinas y el ambiente cargado de un olor a tabaco, café y perfumes varios. Cuando Terra, habló del bosque, pensó en Abel, de seguro le hubiera dicho que no era el único que pensaba que los mejores lugares eran los menos civilizados. No pudo ocultar el rubor al reconocer que no podía pasar ni dos segundos, sin pensar en lo que él diría o haría, definitivamente la tenía cautivada. – Es verdad, unas matas de Lavanda darían un suave aroma al lugar – concordó.
Pronto tomaron asiento, y tras esperar que el camarero se presentara, continuó contemplando y descubriendo a su nueva amiga, de verdad que era pura expresividad. – pues mi nombre era el mismo que el de la abuela de mi padre, y la del rey de Rusia – en ningún momento dijo que era la misma persona y por ende ella era pariente de un rey, - así que supongo que será ruso – dijo sonriendo con amabilidad. Anna no se preocupó de las miradas de reproche, para ella, Terra era una bocanada de aire fresco, tanto como su querido amigo Abel. Cuando el camarero se detuvo enfrente de ellas, Anna pidió un café cremme, aunque estuvo tentada a pedir un café francés, decían que llevaba en su preparación cognac, pero no sería bien visto por los demás, que una joven tomara algo así, y menos siendo aún de día.
Anna Brullova- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2014
Edad : 24
Re: Mañana invernal - (Privado - Terra)
El tono de voz de aquella joven era calmado y suave, aterciopelado como toda una doncella a las cuales solía servir en las habitaciones; se notaba la diferencia en los gestos que realizaba, clara muestra de su refinamiento pero más que nada del decoro que presentaba en cada una de sus palabras y movimientos. Me la quede observando por unos minutos mientras hablábamos y hacia su pedido, era la primera vez que me encantaba ver todo ese derroche de elegancia, generalmente les hago el feo por su falta de tacto con el resto, pero ella era diferente pues desbordaba amabilidad incluso en su mirada y sonrisa.
El joven mesero me miró sobre lo que iba a pedir, tenía hambre y más con aquel frío, aunque mi temperatura subía, miré los estantes y con una sonrisa de oreja a oreja sabía lo que iba a pedir —Dame un café francés pero ponle dos shot de coñac y menta para calentar los huesos, ah y de paso me traes unos panquecitos con mucha miel por favor— sonreí mostrando mi blanca dentadura y con aquellos caninos que me caracterizan; el joven se fue dejándonos a las dos solas nuevamente, acompañadas solo por las charlas ajenas y miradas curiosas. Aunque entre ellos y mis ojos, creo que los mios eran los más inquisitivos.
Enarque una ceja cuando hablo de monarcas y de un país lejano, uno que conocí hace algunos años atrás, cuando estuve por ahí con aquella panda de traidores, opté por una postura pensativa —No sabía que tenías sangre real, no pareces, creo, y espero que no te ofenda, pero más pareces una pequeña ave encerrada en una jaula de oro que busca libertad, te ves apesadumbrada mujer como melancólica, o quizás ¿así se ven la realeza? La verdad no conozco a muchos no tengo el desagrado de llegarles a conocer— solté aquellas palabras con una carcajada —La verdad pareces una princesa con tus gestos y tu modales, incluso con la forma en la que te sientes— inclinó su cuerpo hacia adelante dejando sus codos sobre la mesa y su cabeza descansando sobre sus dorsos —Conocí hace tiempo tu hogar, Rusia, y ambas estamos muy lejos de casa a lo que me lleva a ser curiosa y hace que me pregunte ¿Qué hace una princesa tan lejos de casa?— susurré mirando a todos lados, era una manía mía el cuidar todo los flancos, quizás solo era una paranoia fundada por los entrenamientos exhaustivos y tortuosos de aquellos malditos inquisidores.
El joven mesero me miró sobre lo que iba a pedir, tenía hambre y más con aquel frío, aunque mi temperatura subía, miré los estantes y con una sonrisa de oreja a oreja sabía lo que iba a pedir —Dame un café francés pero ponle dos shot de coñac y menta para calentar los huesos, ah y de paso me traes unos panquecitos con mucha miel por favor— sonreí mostrando mi blanca dentadura y con aquellos caninos que me caracterizan; el joven se fue dejándonos a las dos solas nuevamente, acompañadas solo por las charlas ajenas y miradas curiosas. Aunque entre ellos y mis ojos, creo que los mios eran los más inquisitivos.
Enarque una ceja cuando hablo de monarcas y de un país lejano, uno que conocí hace algunos años atrás, cuando estuve por ahí con aquella panda de traidores, opté por una postura pensativa —No sabía que tenías sangre real, no pareces, creo, y espero que no te ofenda, pero más pareces una pequeña ave encerrada en una jaula de oro que busca libertad, te ves apesadumbrada mujer como melancólica, o quizás ¿así se ven la realeza? La verdad no conozco a muchos no tengo el desagrado de llegarles a conocer— solté aquellas palabras con una carcajada —La verdad pareces una princesa con tus gestos y tu modales, incluso con la forma en la que te sientes— inclinó su cuerpo hacia adelante dejando sus codos sobre la mesa y su cabeza descansando sobre sus dorsos —Conocí hace tiempo tu hogar, Rusia, y ambas estamos muy lejos de casa a lo que me lleva a ser curiosa y hace que me pregunte ¿Qué hace una princesa tan lejos de casa?— susurré mirando a todos lados, era una manía mía el cuidar todo los flancos, quizás solo era una paranoia fundada por los entrenamientos exhaustivos y tortuosos de aquellos malditos inquisidores.
Terra A. Reed- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2014
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