Estrella de la mañana [Privado]

Volvía de hacer un recado para una mujer del burdel. A veces hacia de mensajera, servia para comer caliente, o para tener una cama donde pasar la noche sin que nadie me agobiara. La madame de aquel burdel era una señora muy maja, si hubiera pasado el suficiente rato con ella podría haberse convertido en mi madre, o en alguien parecido a eso. Pero en cuanto un cliente se me insinuó y ella me pidió que trabajara allí, hui y solo pasaba por allí en contadas ocasiones, cuando no había forma de que me saliera algo de trabajo y actuaba a la desesperada. Por lo tanto, aquel día volvía de madrugada, atajando por el bosque, abrigada gracias al pago que había recibido por hacer de mensajera, cuando me di cuenta que pasaba cerca de la casa de Gauekko. Sonreí al recordarle.

Hacia unas dos semanas que había conocido a aquel chico. No le había vuelto a ver, así que supuse que, como el resto del mundo, había seguido con su vida. Estaba tan acostumbrada a pasar desapercibida en la vida de los demás, que no solía molestarme que se olvidaran de mi y hacia que yo también me olvidara de ellos. Sin embargo, la vitalidad y la alegría de Gauekko me había calado más hondo de lo que podía comprender. Yo, una chica que carecía de lazos afectivos, que no sabia que significaba nada de lo que había sentido cerca de él. Lo que si sabia era que desde el encuentro con él, mis sueños se habían agudizado, como si me hubiera hecho despertar de algo dentro de mi.

Escuché atenta los ruidos y, tomando un palo grueso que encontré cerca de mi, me acerqué a la cabaña. Miré por la ventana y vi como unas cuantas cosas caían debido a unos golpes, de los cuales no podía ver el origen debido a mi baja estatura. Me acerqué a la puerta y vi que estaba cerrada desde fuera, conseguí mover el tronco que la bloqueaba y la abrí un poco, asomando la cabeza hacia el interior de la cabaña. De golpe, un lobo blanco como la nieve salido corriendo hacia mí, dándome poco tiempo para apartarme. Por suerte el lobo no me llevo por delante, pero si me golpeé con la puerta y caí contra la casa, sentándome en el suelo con la espalda apoyada en la pared

No estaba acostumbrada aun a todas estas cosas. Solo a mi se me ocurría ir en luna llena por el bosque y abrir la casa de un licántropo. Por suerte quedaban pocos minutos para que amaneciera.

Luces, difuminadas, cambiantes.  Sonidos distorsionados, que golpeaban mi cabeza y silencio. Silencio que chirriaba en mis orejas, provocando que quisiera arrancármelas. El frío y el calor se turnaban a tal velocidad que el cabello no dejaba de estar erizado, y cada musculo de mi cuerpo se contraría con tanta rápidez que no daba lugar a las agujetas y el dolor. Los olores eran dispersos, al igual que todos mi sentidos. No comprendía nada, pero nunca lo hacía, y tampoco me preocupaba.

Desperté tirado en la hierba húmeda, bajo un árbol que atentamente me miraba, guardando los secretos de la noche. Mis ojos se encontraron el sol que se filtraba entre las hojas que bailan al compás del viento. Me senté para después levantarme. ¿Qué hacía allí?.

Entonces lo recordé. Noche de luna llena.

Me convertí en lobo para correr hacía la casa de mis tíos, quería llegar lo más rápido posible. Estaba más que seguro de que había asegurado bien cada rincón para que fuese imposible escapar. Lo que significaba que alguien me había abierto la puerta y me había dejado marchar. Pero mis tíos se habían asegurado de no tener que acudir a casa esa noche.

La angustia se apelotono en mi garganta.

Visualicé a la lejanía la casa y volví a mi forma humana, agarrando un trozo de tela que encontré por el camino para tapar mis partes nobles. La puerta estaba en el suelo y el corazón en mi  puño - ¿Hola? - pregunté totalmente aterrorizado por quien podía haber sido el que entró y como podía encontrármelo.

Me desperté de golpe, abriendo los ojos casi a la vez que una voz hablaba, no muy lejos de donde estaba sentada en el suelo, contra la pared de la casa. Un pinchazo me torció el gesto: -Auh!- murmuré a la vez que me llevaba la mano a la sien, donde noté un algo pegajoso en la yema de mis dedos.  Los miré y me asusté al verlos teñidos de algo rojo, brillante. Al parecer me había dado un golpe contra la pared al caer y me había quedado inconsciente.

Alcé la mirada y me encontré con Gauekko, como dios lo trajo al mundo. Al menos iba tapado ahí con un trozo de tela. Me puse nerviosa, tanto que me levante de golpe, mareándome por la brusquedad de los movimientos y por el golpe en la cabeza. Me apoyé en la pared y le miré- Estoy aquí- Dije con voz débil mareada. - Pasaba por aquí y quería hacerte una visita y entonces oí ruido, vi que la puerta estaba cerrada y creía que estabas en peligro, la abrí  y un lobo blanco salió, bueno, tu, en lobo…- solté de golpe y de forma atropellada. Al parar tomé una bocanada de aire, con el propósito no solo de respirar, sino de calmar las ganas que tenia de vomitar en aquel momento. Intenté calmarme pues sentía algo de miedo por cómo podía reaccionar mi amigo respecto a mi presencia allí. La había cagado pero bien dejándole libre, y lo más seguro es que ni se acordara de mi y que aquella situación le enfureciese. Quise pensar en cómo se comportó conmigo cuando nos conocimos, sobre todo en su parte amable, en cómo me trato cuando me torcí el tobillo y en cómo me dio de comer. Esperé que esa parte de él siguiera estando ahí, y que no me tratara tan mal como cualquier otro hubiera hecho

- Lo siento Gauekko, no ha sido buena idea venir- dije algo más calmada, pero aun temerosa de su respuesta. Sonreí, una cosa es que estuviera asustada  y otra cosa era dejarle ver que lo estaba. Había vivido demasiado a mi corta edad como para saber enfrentarme y salir bien parada de situaciones conflictivas. – Será mejor que me vaya…

Un leve olor a sangre inundó mis fosas nasales, alertándome aun más si cabía. No podía creerme lo que estaba ocurriendo, YO. Que para esto era muy tiquis miquis la había liado bien liada. Con el corazón en un puño, mis pies descalzos fueron adentrando se en la cocina, quería vomitar del nerviosismo, hasta que escuché un leve au, y la imagen de Aylyn vino de golpe y porrazo a mi cabeza - ¿Aylyn? - pregunté con voz ahogada, aterrorizado.

Apareció con el rostro levemente manchado de sangre seca, corrí a mirarla, pasando la yema de mis dedos por cada centímetro de su cuerpo - Madre mía, ¿estas bien? - la miré a los ojos apoyando mi mano en su mejilla - Perdóname, tenía que haber puesto un cartel, algo así como "cuidado con el perro" - bromeé y besé su frente - carámbanos, menos mal que estás bien - sin poder evitarlo rodeé su delgado cuerpo con mis brazos pegándola a mi - Perdóname - repetí - a donde vas a ir, estás herida, déjame cocinarte algo, anda - la separé - me vestiré - sonreí divertido.

Me separé para vestirme no sin antes ponerle una silla y agua a calentar para limpiar su herida. Después le haría uno de esos desayunos que parecieron gustarle. Una vez acicalado, me acerqué a ella con el paño de agua templada y agarré su mentón para sanarla - Te limpiaré la sangre seca, y después zamparemos y echaremos la siesta, cuando comas y descanses tu decides si te quedas o no, pero estás invitada a cenar y ver la lluvia de estrellas de esta noche - esbocé mi sonrisa mas dulce, enseñándole mis dientes así

Cerré los ojos al sentir la mano de Gauekko sobre mi mejilla, por suerte no estaba enfadado. Me relajé y le miré a los ojos. Me reí ante su comentario, siempre tan feliz y de buen humor. El frio que sentía recorrer mi cuerpo levemente se fue disolviendo, a medida que sentía su cercanía. Me pidió perdón varias veces, además de ofrecerme algo para comer.  Se separó de mí y reparé en su desnudez, poniéndome roja como un tomate en el momento en el que me di cuenta. Carraspeé y aparté la mirada todo lo que pude, hasta sentarme en una silla que él me acerco.

Ya vestido, vino donde mí y me curó la herida, le observe en silencio, dejando que me limpiara la frente. - Esta bien- Sonreí sincera, como siempre hacia cuando estaba con él.  No aparté la vista en todo momento de él, y aunque me dolía un poco cuando pasaba el trapo sobre la herida, me aguanté y no borre la sonrisa de mi cara - Me quedaré- Le dije cuando ya se apartó de mí y fue a preparar algo para comer- ¿Por qué eres tan bueno conmigo?-Pregunté acercándome a él y colocándome a un lado.

La casa estaba más acogedora desde que Gauekko vivía solo. Solía pasar mucho tiempo allí y al muchacho le encantaba estar tumbado, por lo cual se había hecho con un montón de cojines y mantas, y normalmente siempre había ascuas puestas en la casa para aromatizarla con eucalipto, pues sobre las ascuas había una gran cazuela con agua y eucaliptos flotando.

Comencé a calentar leche cuando recordé la cena de anoche y  que aun quedaba algo en el horno. Aylyn se colocó a mi lado y sonreí de oreja a oreja - Anoche hice pizza, te apeteced desayunar salado? - las mañanas de volver de licantropia, me gustaba desayunar salado y con un poco de cerveza. Desde que la había probado aquel día con Aylyn, tenía la sensación de que la pizza debía, obligatoriamente ir acompañada de cerveza - Tengo cerveza también, y después echamos una siesta, despertamos, cenamos y vamos a ver las estrellas - le ofrecí mientras caminaba al horno y lo ponía, pero antes saqué la bandeja y le mostré la pizza en la cual podrían comer 6, pero normalmente me la comía solo - La compartiré, normalmente me como una así solo - volví a guardarla poniendo los platos en la mesa - Dí, que prefieres?- le mostré la cerveza fresquita y y los huevos - Huevos, un poco de cerveza - volví a sonreír ampliamente.

Si escuchó  mi pregunta la ignoró. Me vi tan aturullada con tanta pregunta, tanto movimiento, que no supe que responder. Mi cerebro iba a mil, habían pasado unos días desde mi encuentro con la chica aquella que decía tener algo en común conmigo, y eso aun rondaba por mi cabeza. A pesar de que estaba segura de que no quería saber nada de ella y que no la buscaría, en el fondo de mi interior sospechaba que ella no se daría por vencida tan fácilmente, y que en cualquier momento me la encontraría, poniéndome alerta y nerviosa. Cualquiera diría que saldría en cualquier momento del armario de la cocina de Gauekko. Suspiré ante lo estúpido de mi pensamiento y me repuse enseguida. Estaba con mi amigo, en su casa, e íbamos a disfrutar.

No me di cuenta de que Gauekko me estaba mirando, estaba tan metida en el recuerdo y en mis pensamientos que había ignorado al pobre. Sonreí. – Cerveza y huevos está bien – dije cogiendo la cerveza y dejándola sobre la mesa – Veo que le has cogido el gusto – comente divertida sentándome en una de las sillas. – No te molestes en hacer demasiada comida, Gaueko, ya sabes que como poco – Sonreí mirando el horno – Come tu la pizza – volví a mirarle – Solo huevos estará bien -.

Cociné con gusto todo lo que quería, aun que ella hubiese dicho que no iba a comerse todo, yo si lo haría, y si sobraba siempre podía comerlo más tarde, cosa que me encantaba porque significaba que tenía que cocinar menos - Voy a estar fuera un mes, mis tíos van a hacer intercambio a otros pueblos, y voy a ir con ellos - le expliqué sin mirarla mientras me peleaba con los huecos - así que cuenta de aquí a a un mes - le miró - ¿Sabes contar? - Quizás no sabía contar y leer - si quieres te enseño a leer también - me apresuré a decir. No quería incomodarla. En mi pueblo no todo el mundo tenía dinero para aprender a leer y escribir, o a contar, muchos tenían que aprender en casa, y se quedaban con una base bastante encasa.

Serví todo en la mesa y puse al cerveza, me senté frente a ella, y le pasé una llave enorme - Es la llave de la casa, puedes venir cuando quieras, cuando haya mala noche, pero asegúrate que el día que vuelvo no estés, es luna llena, ¿De acuerdo? Aun que haya ruidos, no entres - reí comenzando a comer como un bruto, llenándome la boca. Había hablado a  mis tíos tanto de Aylyn como de Salamandra, no les hacía mucha gracia que anduviese con hechiceras, decían que eran más peligrosas que mi raza, o la de los vampiros, si es que existían. Pero yo le repetía que ambas eran buenas y se habían portado bien, que no había que juzgarlas, que no eran como la bruja de blanca nieves, e iban a envenenarme, que normalmente las alimentaba yo y sería yo la bruja, pues nunca me decían que no a un bocado.

Esperé a que se sentara para contestarle. ¿Se iba un mes? A penas le conocía y no entendía porque tenía ese sentimiento de pérdida, de no verle en un mes. Tan solo le había visto dos veces en mi vida… - Sí, se contar- Comenté intentando alejar aquellos pensamientos de mí. Sabia contar, aun que no leer. En la calle, contar era importante, te lo enseñaba el día a día, saber cuántas manzanas te quedaban, y cuantos días restaban para que volvieran a acogerme en cualquier hostal. Sin embargo, leer era otra cosa. – Leer no sé. No sé si es buena idea que me enseñes, tendrás que hacer tus cosas… te quitaré tiempo.- Murmuré llevándome un trago de cerveza a los labios.  

De pronto me ofreció una llave. ¿Me dejaba su casa un mes? ¿Estaba loco? Era una completa desconocida. – Gauekko no puedo aceptarlo…- Dije mientras le observaba comer, más bien devorar. Tras un breve intercambio de opiniones guarde la llave en un bolsillo de mi abrigo nuevo e inconscientemente acaricié el collar que desde hacia unas semanas llevaba colgado al cuello. Comimos casi en silencio, con alguna que otra broma por parte de mi amigo y yo riéndome por ello. Las horas pasaron entre risas y bromas y cuando oscureció Gauekko se fue. Antes de irse, le abracé con fuerza, al final todas las personas que conocía seguían haciendo su camino, dejándome a mí en él.

*********

Habían pasado 15 días desde que Gauekko se había ido. Me había acostumbrado a dormir en la cama de mi amigo, cómoda y mullida, impregnada de su olor. Había intentado por todos los medios mantener el olor a eucalipto en el hogar. Y a mí me parecía que lo había conseguido. Salí por la puerta y cerré con llave, para emprender el camino por el bosque, camino que hacía casi todos los días para respirar algo de aire y no quedarme encerrada en aquella cabaña. A pesar de que los primeros días me los había pasado aprovechando la cómoda cama y la despensa, después el agobio me pudo, viéndome encerrada entre esas cuatro paredes. Después de años viviendo en la ciudad, donde desde primeras horas de la mañana ya estaba en la calle, tener un sitio donde estar, donde refugiarse, a pesar de ser agradable, se hacía extraño.

No había vuelto al centro de Paris desde que se había ido mi amigo, el bosque me bastaba para despejarme. Me encontraba con más fuerzas que nunca, tal vez comer un par de veces todos los días tenía algo que ver, igual que dormir en una cama cómoda. En definitiva, aquel día, aprovechando los rallos de sol, decidí que era buena ocasión para ir a darme un baño a uno de los ríos que había cercanos a la casa de Ekko. Sin embargo en cuanto me giré tras cerrar la puerta, me pegué un susto de muerte. Un chico, bastante más mayor que yo y más alto y grande me observaba con la suficiente distancia. Trague saliva. Me preocupaba más lo que podía robar de la casa de mi amigo que hacerme a mí. Tirando de ingenio, cambie mi postura hacia una mas estirada, que trasmitía que no tenía miedo alguno: - Lo siento, amigo, pero en esta casa no hay nada que aprovechable… un total desperdicio de mañana….- Metí las manos en los bolsillos y los saqué hacia afuera, mostrándolos vacíos: - Ves, no hay nada- Comenté.

Me temblaban las manos desde el momento en el que escuché como alguien entraba en la casa. No había que se muy listo, o tener miles de años de experiencia para saber que se trataba de Aylyn. Con un nudo en la garganta y el calor inundándome las mejillas salí con cuidado para observarla. Aterrorizado, asomé únicamente la cabeza - ¿Qué? - pregunté. No podía creérmelo. ¿Tanto había cambiado que me acababa de confundir con un puto ladrón?. El corazón comenzó a latirme con tanta fuerza, que un zumbido me nubló los sentidos. Quería  llorar, pero la rabia me lo impedía, con los puños apretados, sintiendo como la sangre no llegaba hasta la yema de mis dedos me asomé entero.

Tragué saliva - Soy Gauekko -  le mascullé. Ni si quiera mi voz sonaba igual -  Me ha caído un hechizo de un hechicero que parecía aburrirse, y este soy yo - un gruñido salió entre las palabras, cabreado - Fuera Aylyn,  no quiero que me veas, así, ¡MARCHATE! - grité cabreado, sin tener en cuenta la fuerza que ahora poseía y al apartar la mesa, prácticamente la mandé muy lejos, golpeándola contra la pared. Haciendo que me cabrease aun más - ¡VETE! - repetí sin querer escuchar sus palabras, estaba tan furioso, que al agarrar la silla, la lancé con fuerza contra la pared haciéndola añicos.

Ver todo aquello me volvía loco, más loco de lo que ya me encontraba, y con la razón nublada, comencé a tirar todo, cabreado por mi nuevo aspecto, mi nueva voz y mi  nueva fuerza. Me había vuelto loco, y ver a aylyn que no le desagradaba, me ponía más furioso aun. Me estaba rompiendo el corazón...

Corría por el bosque cuando escuchó un gruñido y ruidos. Paró en seco. Reconocía aquella forma de gruñir, aquel enfado. Hans lo había vivido hace poco.. Se trataba de alguien que no aceptaba su nuevo yo, y se debía de haber cabreado mucho por los ruidos que le acompañaban. La curiosidad de Reydek hizo que caminara a paso tranquilo hacía donde venían los sonidos. No quería meterse, y se hizo prometer a si mismo que no lo haría a no ser que fuese de forma mayor.

Se encontró de frente con una preciosa casa familiar, humilde. La puerta estaba abierta y de ella salían los ruidos. Se asomó cuando vio volar una silla y una muchacha en mitad de la habitación, aterrorizada, tratando de que el joven lanzador entrara en razón - Ey - la llamó, sin querer adentrarse más en la casa, pero ya era tarde, el joven había visto y le había cabreado más, pensando que era una compañía frecuente de ella. Reydek no se lo pensó demasiado, entró, la agarró de la cintura y le susurró al oído - Ahora sólo necesita asimilar el cambio - nada de lo que él o ella dijeran le calmarían.

Con ella entre sus brazos, corrió fuerza de aquella zona, hasta una zona boscosa, donde dejó a la Aylyn en el suelo - Se lo que esta pasando el muchacho, dale tiempo, vuelve en un  mes o dos,  y veréis todo diferente - le explicó - Ah, soy Reydek - le ofreció su mano con una sonrisa.

Estaba parada en el medio, mirando a aquel hombre que en el momento en el que se presentó, algo en mi interior le creyó. Aquel era Gauekko. Mi escaso conocimiento sobre el mundo que apenas había descubierto hacia un par de meses no me dejaba comprender lo que decía. ¿Un hechicero le había cambiado? No entendía nada. Pero me daba igual. Aquel era mi amigo. Y le necesitaba. – Tranquilo, no pasa nada – Dije intentando calmarlo con una sonrisa sincera: – Lo resolveremos juntos, seguro – mirándole  a los ojos, reconociendo a quien se encontraba detrás de aquel rostro adulto y maduro, deseando que él me reconociera a mí, que me viera como su amiga, de nuevo.

No lo conseguí, no sé que pretendía. ¿A quien quería engañar? No era lo suficiente como para ayudar a cambiarlo. Nunca había sido lo suficiente. Para nadie, ni siquiera para mi madre. A la gente le importaba bien poco lo que una niña de la calle necesitara, igual que a Gauekko le importaba bien poco que yo le necesitaba, me daba igual su físico. Le necesitaba a él. – Por favor, no me dejes… – Susurré  al comprender que realmente no tenía nada que hacer. Se volvió loco. Dudaba de que me hubiera escuchado tan siquiera, empezó a destrozar la casa y yo no podía hacer nada. Una tímida lágrima de impotencia se escurrió por mi mejilla. No tenía nada que hacer, nunca tenía nada que hacer cuando la vida continuaba apartándome de la gente.

En ese momento alguien me agarro de la cintura y me sacó de allí. Ni siquiera le había visto, no le había visto llegar y mucho menos sabia que hacia ayudándola. Pero en aquel momento me importaba poco. Tenía el corazón destrozado tras la pérdida del que se había convertido en mi amigo. La forma en que me miró, con esa ira concentrada únicamente en mi, jamás la olvidaría. El dolor que sentía en el pecho impedía que respirara con normalidad. Entre los brazos de aquel chico que no conocía, me agarre a aquel cuerpo caliente y me derrumbé. El dolor me recordó, en forma de flashes de recuerdos ya olvidados, los primeros años en la calle. El dolor era parecido. ¿Cómo podía sentir esa perdida por alguien a quien no conocía hacia tres meses? No lo comprendía, pero me daba igual. Volvía a estar sola en aquel mundo. No sé cuánto tiempo estuvo corriendo aquel chico, pero cuando me dejó sobre el suelo me temblaron las piernas, no me tenía en pie. Las fuerzas que había recuperado en los 15 días anteriores se habían quedado en aquella casa, con mi amigo. De forma espontanea me agarre a la camisa del chico, para no caer. Sus palabras hicieron que algo a la altura del esternón se me cerrara, haciendo que el dolor interno creciera. El corazón me iba a mil, sentía cada latido, sentía que se me iba a salir. Le observé, algo en él me recordaba a Gauekko, algo suyo era como él. ¿Acaso la vida me estaba dando otra persona a cambio de él? Si lo hacía, tardaría bien poco n quitármela, como hacia siempre.