Canción de cuna frente a testigos maliciosos || Libre

por **Sabrina De la Vega** Dom Feb 21, 2016 5:30 pm

En el silencio de la noche, el ruido de las olas contra la costa era lo único que se podía escuchar, además del crepitar del fuego, de la música, la danza, pero esos sonidos no eran audibles al oído humano por la lejanía a la que estaban siendo emitidos, pero para un inmortal o hijo de la luna sería fácil tomarlos con claridad, eso era más que obvio, una jovencita que parecía una pequeña por la forma de vestir, con aquel vestidito infantil e inocente, sentada en la arena, jugando con sus pies, enterrándolos en está sintiendo el calor acumulado, sus ojos fijos en agua que con fuerza se mece por la marea y la luna creciente, además del viento, su soledad y su silencio se hace evidente, busca las respuestas en ella y se pierde viendo que no encuentra nada, solo oscuridad y eso provoca que ella emita una sonrisa, una sonrisa perdida del tiempo y realidad

Al paso de unos minutos a lo lejos escucha el eco de una voz.

-¿Estas perdida pequeña?-

Aquel eco se hacía cada vez más cerca, más, y más…

-¿Sucede algo?-

Ahora no era un eco, giró su cabeza consternada, como si fuera una alucinación pero al ver la figura completa y centrada de alguien que le hablaba con aquella confianza, sonríe, mantiene esa pétrea sonrisa, su aura y su aroma lo delataban un ser humano común y corriente como tantos que vagan por la ciudad parisina, rodeo con sus brazos sus piernas juntándolas a su pequeño pecho como si demostrar fragilidad y soledad, más todo era un engaño.

–No, no estoy perdida señor– busca y muestra una sonrisa algo falsa pero que pasa por sincera –Creo que siempre buscamos algo, el camino a casa, las respuestas a las preguntas no realizadas, el amor, la familia, todo se trata de una búsqueda y para hallar lo que hemos perdido debemos pensar ¿qué perdimos? ¿Qué ganamos? ¿por qué queremos recuperarlo? ¿Vale la pena?– suspira girando su cabeza hacia la derecha mirando el fuego a lo lejos y a los humanos que están ahí divirtiéndose, les observa a la lejanía –Disculpe, quien es usted?- pregunta sin mirarle, solo viendo recuerdos de su vida pasada como un atisbo de algo que no extrañara.

El hombre se acerca a la trampa tendida, por la ilusión de ayudar al desconocido, como buena obra para remedir un alma maldita, lastima que quien termina en los infiernos es aquel que ahora yace a los pies de la joven y cuyo rastro de vida quedó impregnado en rostro de la "niña" que solo sonríe y se relame por aquella cena, acariciando los cabellos del hombre, como si lo arrullara para el dulce beso de la muerte, el sueño eterno.

Solo han pasado pocos años, que parecen días, pero aun sigue tan letal como cuando era una niña, claro que eso aun sigue siéndolo, una niña encerrada en el cuerpo de una joven mujer.

por **Aleister J. Ferdinand** Dom Feb 21, 2016 6:31 pm

“Yo era todavía,
una presa de mil pensamientos,
ahogado en el manto de la noche.”
—Henri Barbusse.

El mudo sonido de mis botas pisando la blanca arena me terminaba por relajar, de cierta manera. Aquella luna, que escudriñaba con aquella luz reveladora hasta mis pensamientos más profundos, me hacía recordar que la noche en que Anastasia fue asesinada, mi adorable Anastasia, fue una noche tal como ésta; con la misma luna, con la misma brisa eléctrica que me decía que algo iba mal.

Spoiler:

Había salido de mi residencia hacía horas, y lo único que había hecho desde entonces, era caminar por la costa. Necesitaba algo de tiempo para pensar. Todos necesitábamos tiempo para pensar. Es uno de los ejercicios más vitales de nuestro cuerpo, y, sin embargo, hay veces en que lo menospreciamos.

Caminaba lento, sin prisa. Me divertía escuchar las historias que el mar traía a mis oídos, historias de navíos, de batallas, de nuevos continentes. Aunque, el frío que traían aquellas historias me habían terminado por entumecer el rostro, dejándolo algo reseco.

Debatía contra mis propias batallas morales, cuando a la distancia, vislumbré a lo que parecía, ser una joven y un hombre. No le presté mucha atención, hasta que después de unos movimientos extraños, vi como aquel pobre bastardo caía inmóvil a los pies de la chica.

Intuitivamente, llevé mi mano derecha hacia donde solía guardar mi pistola, sin embargo, no tuve suerte.
Claro, buen momento para haberla dejado en la residencia, excelente momento.

Llevé mis dedos hacia lo que sí siempre me aseguraba de llevar conmigo: mis dagas. Sentí la plata fría contra mis yemas al mantener mi mano sobre ellas, sin sacarlas.

Caminé tranquilo hacia la chica, haciendo un poco de ruido al estar cerca de ella, queriendo que voltease y centrara su vista en mí.

Guardé un silencio sepulcral.

por **Sabrina De la Vega** Jue Mar 24, 2016 10:53 pm

Guardando el silencio de la noche que con ello se oculta entre las sombras la perdida de la inocencia en la vida y la mentira que resulta ser tan real como falsa, observa como las olas se mecen con lentitud en lo que sería la costa, sus dedos pequeños y tiernos se mecen grácilmente sobre la mata de cabellos de aquel que en vida fue un hombre de bien, y cuya muerte quedará en el olvido próximamente. El ruido que la alerta es más que evidente con el aroma que llega a su pequeño ser lo que hace que sonría por ello.

–Shhh, no despiertes a mi padre, no puede conciliar el sueño fácilmente, ¿verdad padre?– besa la frente de aquel hombre donde deja una marca roja en forma de sus pequeños labios, aún mantiene la sangre seca en sus comisuras y parte del mentón; sus mejillas blanquecinas se rozan contra la fría frente del ser y sus dedos acarician la cabeza tirando con cariño y calma aquellos mechones de cabellos, más aun queda algo de vida en aquel cuerpo una vida latente y débil –¿ves? Ya lo despertaste, ahora se pondrá de mal genio y me castigará por no dejarlo dormir–

Risa efímera con el sonido de los huesos siendo movidos, sus manos delicadas ahora con fuerza tomaron la vida del sujeto que yacía completamente en descanso. Se levanta agitando los restos de la arena que se ha quedado en su pequeño vestido rosa pastel –También quieres dormir, pequeño hombre– en su sonrisa se muestran aquellos fieros colmillos que llevaba oculto.

Gira para enfrentar al hombre, lo mira directo a los ojos con un rostro de inocencia fingida y a la vez muy real, quizás para alguien como ella. Nuevamente la sonrisa que no se borra y disfruta emular a cada instante.

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