Buscando compañía; +18 (Claire Delacroix)

Un día más pasé trabajando en el College de France había un asunto con uno de los profesores que debía resolver pero no había aparecido por ahí desde hacia varios días. Después de ejercer como director fui a ver varios caballeros con los cuáles tenía negocios con ellos y revisar la contabilidad y la fiabilidad del negocio. Todo iba como debía ir.

Volví junto con Alfred a casa donde el servicio me había preparado la cena. Cenaba sólo como era habitual y Alfred esperaba de pie en un extremo a que acabase -Alfred, por favor, que me preparen el carruaje.- le pedí y auntomáticamente Alfred supo que era porque tenía ganas de ir al burdel.

Una vez que finalicé de cenar fui a asearme y arreglarme. El coche me esperaba en la puerta de casa, Alfred sabía que me gustaba ir sólo, que no me gustaba que él esperara con el cochero hasta que yo terminara. Con mi abrigo puesto y con la billetera llena de billetes me subí al coche y le indiqué al cochero donde tenía que ir aunque era de esperar.

Cuando llegué bajé del coche de caballos sin esperar a que el cochero me abriera la puerta, siempre me esperaba junto a los caballos y aprovechaba para fumar. Entré y me quedé en el vestíbulo quitándome el abrigo y llevándolo colgado en el brazo, la madame del local me saludó y me indicó que hacia tiempo que no me veía -Vos sabéis que no soy habitual por aquí.- le recordé con una simpática sonrisa.

Me indicó que podía pasar y me senté en uno de los sofas hasta ver a una de las empleadas que me pudiera satisfacer. Me sirvieron un whisky escocés mientras miraba a mi alrededor.

De alguna parte una brisa entraba, parecía mezclarse con las risas que abundaban el local, parecían salidas de otro lado, como si quisieran llenar todo de un ánimo más falso que de costumbre, invitando a quienes pasaran por la calle a entrar, haciéndoles creer que ahí estaba la solución a todos sus problemas, a sus indecisiones, a la incertidumbre de conocer que pasaría el otro día, como si eso fuese algo malo, algo que pudiera afectarlos de mayor manera. Equivocados, todos y cada uno, su sonrisa la delataba a veces, cuando quería convencer de que su mente estaba puesta en lo que hacía, pero para ella ya estaba todo rayando al borde de la rutina y tenía que cambiarlo, de otra forma comenzaría a ahogarse.

Cada vez menos ropa, cada vez mejores bailes, el escenario parecía pertenecerle mientras su cuerpo se movía al ritmo de la canción que ella misma cantaba. El muchacho al piano ya conocía lo que debía hacer, sabía el repertorio de memoria, pero siempre debía estar preparado, ella cambiaba como lo hacían los clientes que se acercaban a intentar conseguir una noche con ella. Uno a uno los iba desechando, alejándolos con sólo una mirada, nada más era necesario, el modus operandi era ya conocido. El cliente se acercaba a ella y estaba descartado y si lo hacían a través de la madame o un encargado tenían que pasar la aprobación de la mismísima cortesana como si fuera algo prácticamente imposible de alcanzar.

Buscó con la mirada algo que la alejada del tedio en el que estaba sumergida, una cara nueva, a primera vista se notaba que tendría el dinero para pagar el alto precio que ella exigía, después de todo valía cada centavo. Se sentó al borde del escenario y abrió las piernas un poco para captar aún más la atención de aquellos que habían pensado en quizás no fijarse en ella. Una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro, pese a que conseguía ese efecto todas las noches, aún seguía gustándole, tanto como la primera noche que lo hizo, - Ven… - una palabra a una persona, más palabras susurradas al oído y una canción interrumpida, ahora abriéndose camino a una habitación muchas veces usada y muchas veces disfrutada.

Ahora un paso adentro, una luz tenue y el cabello suelto, cayendo en ondas cubriendo aquella espalda casi desnuda, un poco más y sentir los pasos a su espalda, otra sonrisa. – Pasa, está abierto – tanto como lo estaremos nosotros, ella piensa pero no lo dice. Deja que entre y se queda de pie junto a la cama, en la que pronto estarán, sin todo aquello que tanto molesta, tal como siempre han debido estar. No le interesa ni su nombre, ni su rostro, sólo el dinero y el placer que ambos sentirán esta noche, aunque de distinta forma. Para él algo físico, algo que no podrá olvidar y algo por lo que pedirá otra noche, para ella el poder de seguir sabiendo que tiene todo en sus manos, o mejor dicho, entre sus piernas.

Observé el espectáculo que daba aquella mujer de cabello azabache y durante su baile vi como clavó mi mirada en mí. Le di un sorbo a mi whisky con hielo saboreándolo, hacia mi zona se acercaba el humo de un puro que fumaba el caballero entrado en peso del sofá de al lado el cuál estaba con dos mujeres. Una de ellas me miró por encima de los ojos y se mordió el labio inferior. Desvié mi mirada alrededor de la sala.

Vi como subía las escaleras la mujer que antes había bailado en el escenario y un hombre se acercó a mí indicándome que la chica del escenario me había elegido. Abrí los ojos casi incrédulo -¿Qué ella me ha elegido?- pregunté para que me lo confirmará de nuevo. Le di un sorbo al whisky -Tendrá que venir ella a pedirmelo y ganar que yo me bajé los pantalones.- le contesté, el hombre me miró extrañado como si no supiera lo que estaba diciendo.

El hombre me dejó y fue tras la chica mientras yo seguía bebiendo mi whisky y continuaba observando la estancia y como unas chicas me miraban intentando seducirme.

El reflejo le indicaba que todo estaba a la perfección, justo como cada noche, tal cual como a todos les gustaba, porque era así de simple, ella aparecía y las ofertas caían, por montón. Se giró al notar que los pasos de quien pensaba era su cliente se habían detenido, pero no era más que el avergonzado joven que las hacía de mensajero, colorado hasta las orejas y tartamudeando un mensaje. Resopló molesta luego de escucharlo, analizando la situación apenas un par de minutos, ahora era su rostro el que comenzaba a enrojecerse.

-¡Dile a ese idiota que jamás pisará mi habitación! – gritaba como si el joven frente a ella fuera el culpable - ¡No! No digas nada, lo diré yo… - salió y se detuvo antes de llegar a la zona principal, puso una sonrisa en su rostro como la buena actriz que era. Fue hasta el muchacho del piano y le dio un par de indicaciones, comenzó a cantar una melodía que comenzaba lenta, tal como lo hacían sus pasos. Otra vez en el escenario, la mirada sorprendida de muchos sólo hacía que creciera en ella un sentimiento no muy agradable. Una nota alta, los ojos clavados en él.

Sentarse en el borde del escenario para estudiar sus movimientos, repentino silencio, es todo a causa de ella, de la cortesana más cara, de la que elige y no de la que es elegida, de la que acaba de acercarse a alguien del público, alguien que no siguió sus indicaciones. – ¿El señor está a gusto? ¿Se siente bien atendido? – hace un gesto con una mano y le sirven otra copa, otro gesto más y dos mujeres se acercan a él. – Me imagino que estas si estarán bien, el señor parece de gustos no muy refinados. – mira despectivamente a las mujeres.

La música sigue sonando y ella ya no canta, ahora sonríe, tan falsa como al comienzo, pero ahora comenzando a sentir algo. La duda la embriaga como el mejor de los licores, pide otra copa, ahora para ella, parece alcohol, pero ella jamás bebe mientras trabaja - ¡Salud! Por las putas baratas y los hombres que pierden buenas oportunidades. – el resto del burdel la mira extrañado pero responde a su brindis, nadie se atrevía a contradecirla, nadie al menos hasta ahora, siempre hay una primera vez, ha llegado la suya, llegó en forma de un hombre, justo como ella menos lo esperaba.

Continué tomando mi copa con tranquilidad y al poco tiempo vi como la mujer que me había "elejido" hacia su aparición de nuevo en la sala con naturalidad. Se dirigió al escenario y le indicó al pianista confuso que empezará a tocar, ella empezó a cantar y cuando hizo un tono de voz más alto clavó la mirada en mí. Me mantuve impasible.

Se sentó al borde del escenario y empezó a acercarse hacia donde estaba yo. La madame preocupada la vigilaba ya que conocía el poder que podía llegar a tener. La cortesana hizo que me sirvieran otra copa mientras me preguntaba si estaba a gusto y me habian atendido bien, lo único que yo hacia era mirarla con mis ojos clavados en ella. De nuevo hizo que se acercaran otras dos cortesanas que parecieron obedecer a sus órdenes y se sentaron cada una en un lado de mí, con un sólo gesto les indiqué que no me abrazaran.

La cortesana parecia ofendida por mi rechazo pero yo no la había rechazado, simplemente pedí que se ganará el que yo me bajara los pantalones. Tenía ella una copa en la mano y alzó suficientemente la voz para hacer un brindis casi insultándome en él. Los demás presentes brindaron con ella exepto yo. La madame a tal brindis se acercó a ella, sabía que si quería podía cerrarle el burdel en pocos días ya que conocía que clase de hombre y que recursos podía llegar a tener (algunos de ellos inimaginables)

Mi cara se tornó seria y mostraba un grado de molestia, las cortesanas que se habían sentado a mi lado enseguida se alejaron de mí. Me pusé de pie con mi copa -¡Salud! Por está mujer arrogante.- brindé y varios hombres que parecian molestos con ellas brindaron conmigo. La madame empezó a disculparse conmigo por el comportamiento de la cortesana, que por favor no le cerrará el local.

Dos miradas más, una al hombre que parecía seguir sin entender la situación y otra a la madame que sin duda estaba entre la espada y la pared. Por un lado pedía, sin entender por qué, a este hombre que no le cerrara el local y por otro lado no se atrevía a contradecir a la cortesana que le generaba prácticamente todas las ganancias de su negocio, de ambas formas perdía, una mala palabra para cualquiera le significaría quedarse en la calle, y a diferencia de ambos a quienes miraba, ella no tenía mucho dinero para seguir bebiendo. Alzó la copa bebiendo después de su brindis, la había llamado arrogante, como si él no lo fuera, ¡Cuánto se notaba que no la conocía!

-¡Salud! – repitió y bebiendo su copa y notando que rápidamente volvían a llenársela, ahora era ella quien le hablaba al oído a la madame, quien lucía aún más nerviosa. – Ahora… - fue la única palabra audible en voz alta, la mujer la miro al comienzo horrorizada y luego se alejó, comenzó a dar indicaciones desalojando a todos quienes estaban en el burdel y dejando sólo al muchacho del piano y a quien servía las bebidas, putas y clientes desaparecieron como si jamás hubiesen estado allí.

-Para los antiguos griegos, sagrado es todo lo que está sustraído del mundo y sobre lo cual el mundo no tiene poder. – Se sentó sobre la mesa que estaba y puso una pierna a cada lado del cuerpo de Oliver, sin dejar de mirarlo a los ojos – Bienvenido a mi templo, esta noche abriremos sólo para usted, seré su sacerdotisa si así me lo permite – ironía y herejía destilan de sus palabras, salen lentas y fluyendo llenándolo todo, el piano comienza a sonar suavemente y dos nuevas bebidas son traídas para ellos.

Inclinó su cuerpo para dejar su boca a centímetros de la suya, - ¿El señor gusta de la atención que esta mujerzuela le da? – se quita la parte superior de su ropa y los pechos quedan expuestos para él. – Haré lo que el señor pida, para eso estamos, ¿qué más desea? – abre las piernas aún más y toma una de las manos de Oliver para que la toque, no la aprieta ni lo obliga, sólo lo guía hasta uno de sus muslos mientras no deja de mantener la vista clavada en sus ojos, esto ahora era un juego y sólo tendría dos participantes.

Le di un sorbo a mi copa de whisky mientras la madame no dejaba de disculparse conmigo, la miré de reojo evidentemente molesto por el comportamiento de la cortesana hacia mí sólo porque no había ido donde ella había querido. No respondí a las súplicas de la madame.

A los pocos instantes la cortesana susurró en el oído de su jefa que parecía indicarle una órden, la cara de la madame se trastornó todavía más. Posó su mano sobre mi antebrazo indicándome que me sentara de nuevo y así lo hice, y la madame dió media vuelta empezando a indicar a todos los ahí presentes que salieran del local exeptuando del pianista, un camarero y quedándonos solos la cortesana y yo. Me bebí el resto de mi vaso de un sólo trago notando como el alcohol de la bebida recorría por mi garganta.

La cortesana mencionó algo sobre los griegos mientras se sentaba sobre la mesa y colocaba sus piernas a ambos lados de mi cuerpo. Tenía una mano apoyada en mi rodilla sujetando el vaso vacio que rápidamente me quitó el camarero, y el otro brazo estirado sobre el respaldo del sofá. La cortesana me miraba fijamente a los ojos dándome la bienvenida a su templo, que esa noche sólo abraría para mí y que sería mi sacerdotisa -¿Debo entender que ha hecho que todos los demás se vayan para que sólo usted sea la única opción en todo el burdel?- dije una pregunta la cuál ya sabía la respuesta.

Dos nuevas bebidas fueron traidas mientras la música de piano volvía a sonar. La cortesana acerca demasiado los labios hacia los míos provocando que me echara un poco hacia atrás, nunca besaba los labios. Me preguntó si me gustaba el servicio que me estaba dando, una pregunta que no respondí y observé como se quitaba la parte de arriba de su ropa dejando sus pechos al descubierto los cuáles tuve el descaró de mirar con detenimiento y volver a clavar la mirada en sus ojos.

Ajenos a los dos únicos empleados que quedaban en todo el burdel me dijo que haría todo lo que yo quisiera y que estaban para eso. Tomó mi mano y empezó a guiarla hasta debajo de su falda recorriendo uno de sus muslos sin dejarnos de mirar a los ojos.

Apartó la mano interrumpiendo el recorrido que hacia y la apoyé también en el extremo del respaldo del sofá -Usted ya no lleva ropa interior, yo sí y necesito que hagan que me sienta inspirado.- dije dándole a entender que quería que empezará ella.

Abrió más las piernas, pero sólo porque eso le ayudaría a estar aún más cerca de él, en todos los sentidos que eso pudiera tener claro. Decidió entrar en su juego, ser parte de él y actuar como él lo quería, ser lo que en Japón llamarían una geisha, sumisa, entregada, más falsa que nunca, ser todo lo que ella jamás sería, valerse de sus dotes de la mejor actriz del lugar para parecer un simple damisela en peligro, una señorita inocente, aunque no tuviera nada de eso. Tenía que morderse la lengua y seguir sonriendo, las palabras querían salir, luchaban por explotar en una corriente sangrienta.

Lo miraba bajando la mirada para acentuar la imagen que quería crear, él le decía con palabras que eran claramente ironía, humor negro como el que ella disfrutaba. Lo conocía muy bien, era prácticamente su segundo lenguaje, las palabras que podían cortar el aire si así lo querían. No respondas Claire, no respondas, déjalo creer que gana, déjalo que piense que tiene el control, déjalo que lo piense y nada más.

-Lo he hecho para que el señor me tenga completamente para él. – la voz apenas sale y ella se aleja un poco para mirarlo fijamente. ¡Bendito aquel don que le permitía mentir tan descaradamente! Se soltó el cabello para usarlo como una cortina que escondiera sus ojos, casi también tapaban sus pechos, casi, aún así los botones rosados parecían querer apuntar hacia Oliver, pedirle que los tomara y que los hiciera suyos por unos minutos.

Sonrío casi dulce, - haré todo lo que el señor necesite para hacerlo sentir inspirado, - le tomó una mano apenas rozándolo, - ¿qué desea el señor? ¿Requiere algún servicio en especial? – no sabía cuanto más aguantaría, si podría ser capaz de seguir fingiendo tanto, su carácter se sentía preso y su personalidad quería gritarle, tomarlo de la camisa, tirarlo al suelo y arrancarle la ropa para jugar con él. Pero sería capaz de soportar, sólo un poquito más.

Su respuesta no me convenció nada: "Lo he hecho para que el señor me tenga completamente para él." puede que tuviera algo de verdad ya que en todo el burdel la única cortesana que quedaba era ella y yo el único cliente.

Se soltó su larga melena y aquello provocó que parte de sus pechos se vieran cubiertos, me acerqué un poco a ella y con la mano aparté su pelo detrás de su espalda para dejar al menos una parte de sus firmes pechos a la vista.

Ignoraba por completo al pianista y al camarero, debían estar ya más que acostumbrados a observar escenas subidas de tono. Por primera vez vi una dulce sonrisa en sus labios y me preguntó que deseaba si requería algún servicio especial. Volví a apoyar mi espalda en el respaldo del sofá -Que le dediqué un poco de su tiempo a que me sienta inspirado para poder satisfacerla.- dije finalmente mirándola a los ojos.

Después de todo si quería verla, de seguro todo no era nada más que una pantalla, otro más de los muchos hombres que habían llegado intentando imponer su voluntad frente a la de ella, o sea lo intentaban, porque hasta ahora nunca lo habían conseguido y ella tampoco dejaría que lo hicieran, nunca, acá, en sus términos, en su burdel, la que mandaba era ella, nadie más y nadie menos por supuesto.

-¿No le he dicho ya que todo esto está a su disposición…? – dijo mirándose a si misma y sonriendo más falsa que nunca, - Incluso mi tiempo señor, haré lo que sea para satisfacerlo, quiero que disfrute cada una de las muchas monedas que pagará esta noche… - ahora fue ella quien despejó el pelo de sus pechos para dejar todo a la vista, estaba ofreciéndose, claramente y sabría que él aceptaría.

Porque de otro modo… ¿a qué habría venido si no es a tratar de conseguir a la puta más cotizada del lugar? Aún se sentía como un gato con una bola de lana al frente, con la opción tan cerca de estirar la mano y comenzar a jugar con él, o mejor dicho, meter la mano en su pantalón y comenzar a jugar, ahí mismo, -¿Le gustaría al señor que cante? – hizo un gesto con la mano y el joven del piano comenzó a tocar rápidamente, estaba nervioso, pero siempre seguía sus indicaciones.

En cambio ella, parecía más segura que nunca, no se movía de la posición en la que estaba mientras comenzaba a cantar suavemente, como queriendo seducirlo con las palabras, no necesitaba hacerlo, pero ese era su trabajo y por algo él estaba pagando, él quería sexo, ella se lo daría, el resto eran sólo cursilerías y cosas sin importancia, quizás para otras, para ella no, para ella era una noche más y un cliente más.

Apartó por completo su pelo de delante de sus pechos dejándolos al descubierto. Me volvió a recordar que estaba allí para satisfacerme pero en vez de dirigirse hacia mis pantalones le indicó al pianista que empezara a tocar y ella comenzó a entonar una canción. Bajé la mirada y me mordí el labio inferior.

Me incorporé muy ligeramente ignorándola y llevé mi mano hacia el bolsillo interior de mi chaqueta y saque unos pocos billetes y los dejé sobre el sofá mientras me levantaba -Por lo que me ha dejado ver.- le dije con una forzada sonrisa en mis labios.

Empecé a dirigir mis pasos donde quedaba el único abrigo que quedaba. Ya se sabía a que venía yo a aquel lugar pero lo que no iba a permitir que una prostituta fuera ella quien dijera qué o cómo la debía hacerla disfrutar, yo iba allí a solicitar unos servicios y quedarme satisfecho no ha dejar satisfecha aquella mujer.