Show me mercy (Vittorio)

por **Niord Süskind** Mar Mar 01, 2016 12:50 pm

La noche había caído con excesiva rapidez, despertando a las criaturas oscuras mucho antes de lo normal, todo gracias a la naturaleza salvaje que había decidido otorgarles aquel día una tormenta eléctrica. Truenos y relámpagos haciéndose eco del levantamiento de los muertos, abandonando sus profundos escondites diurnos para alzarse. Tomando la vida aún cuando aquello ya no era posible para ellos.

Erguido en medio de la noche, caminando en medio de aquellos cielos justicieros, torrentes de agua fluyendo de las alturas, empapándolo. Vertiéndose sobre su pálida piel aquel llanto que salía de bruscas caricias entre las espesas y grises nubes. Un espectáculo atroz que había refugiado a los humanos al interior de sus viviendas, buscando ese calor que él ansiaba. Esa poderosa calidez que deseaba tener, deslizándose dentro de su garganta, colmándolo.

El viento azotaba su cabello, revolviéndolo, obligando a sus ropas a estremecerse, retorciéndolas contra su cuerpo como si desease torturarlas a ellas también. La naturaleza tenía hambre, parecía gritar por su sacrificio e, indudablemente, parís sufriría su reclamo de sangre. Muchos seres como él le darían cuerpos inhertes de sus hijos, aquellos que había alimentado con frutos y animales, nada podría evitarlo. Dejarían que hijo y madre se uniesen cuando la tierra húmeda guardase sus cadáveres. Hasta entonces, él seguiría caminando, buscando lo único que ansiaba.

En una de sus manos, las últimas palabras que había escrito aún seguían allí, unidas entre otras muchas más, formando palabras que llenaban las numerosas páginas que sujetaba. Una declaración oculta de su solicitud de absolución, una muda plegaria de perdón para alguien que ya no estaba, pero que aún le hacía salir en aquellas noches en las que sabía que nadie sería lo suficiente imprudente como para enfrentarse a la tormenta, para permitirse regodearse en su propio dolor.

Sonrió y soltó las hojas, viendo como éstas pronto comenzaron a revolotear a su alrededor, flotando en el aire antes de que algunas cayeran en el suelo, arruinándose para siempre. Otras seguían su camino, hasta la fuente de la plaza. Las más afortunadas terminaban chocando con los tejados, buscando una salvación que no llegaría. Quizás, con mucha suerte, alguna página fluyera hasta las manos de alguien y solo entonces, alguien entendería una pequeña parte de su dolor.

Rió y se dio la vuelta, dejando atrás aquella obra que llevaba escribiendo durante una semana, para terminar siendo entregada como sacrificio al dios de la tormenta. Continuando su camino, incluso cuando sus prendas estaban tan mojadas que se adherían a su cuerpo, presas de aquel caprichoso azar climatológico.

por **Michael Sundqvist** Lun Mar 07, 2016 3:40 pm

Prendido al luctuoso abrazo de que la bóveda espesa cernía sobre la capital, Vittorio se encaminó rápidamente hacia derroteros inhóspitos que apenas eran iluminados por la tiesa luz amarillenta de un par de farolas. Su andar mezquino le permitía centrar su atención en cada uno de los personajes que aun paseaban a esas horas. La inclemencia del llanto argento empezaba apenas a poblar cada uno de los rincones, en pocos minutos el sosiego desapareció dando rienda suelta a la tormenta que nacía de las entrañas de rollizas nubes que coronaban el cielo. Admiró la fragilidad de aquellos mortales quienes buscaban refugio bajo las frondosas copas de algunos árboles y otros tantos se cobijaban en los doseles de los edificios. Una ligera mueca se plasmó en sus labios, no por mero regocijo de ver la desgracia ajena, sino por la curiosidad que se desataba en su interior de verse en un lugar ligeramente privilegiado al de aquellos extraños.

Su caminata iba de la mano de un meticuloso propósito, uno que como muchos otros había sido trazado por los dictámenes de la organización a la cual sus dones ahora pertenecían. La exterminación de sobrenaturales resultaba una prioridad y un mandato imperativo sin importar los medios. Junto con el italiano, un par de inquisidores más se encargaron de inspeccionar próvidamente las calles, sin embargo una corazonada o un extraño presentimiento le orilló a alterar su curso. Subió a través de una de las corrientes hacia el tejado donde su campo visual aumentó considerablemente. Sus sentidos se mantenían sumergidos en calma aparente hasta que una silueta irrumpió el panorama. Este hecho carecía de importancia de no ser por el halo peculiar que rodeaba al mismo y los rasgos físicos que de inmediato cimbraron en su sempiterna memoria un recuerdo previo a su realidad.

No había duda. Él estaba ahí nuevamente deambulando por las calles con tal sosiego, el mismo hombre que había encontrado en la taberna y que por alguna razón la oscuridad se empeñaba en devolverle por segunda vez.

–Que afán el tuyo de querer hallar la destrucción caminando tan tranquilamente a estas horas–

Vittorio no había soltado aquellas palabras a la ligera. Pues ese espacio era prácticamente uno de los más vigilados por los clérigos para identificar posibles amenazas. Si el otro desconocía aquel hecho o lo hacía adrede poco le importaba al italiano, aunque no dejaba de resultarle curioso el haberse topado con él una vez más.

–Niord–

Susurró con suavidad.

por **Niord Süskind** Sáb Abr 02, 2016 5:21 pm

Sus pies se paralizaron cuando escuchó el eco de su nombre revotar contra su espalda. Aquella voz le era conocida, sabía perfectamente a quién pertenecía pues, aunque quisiera, no podría olvidarse de aquella cadencia que había calentado su piel a pesar de no haber mediado roce alguno entre ellos. Se estremeció y emitió una carcajada amarga, pues realmente no esperaba ver a nadie aquella noche, mucho menos a él.

Podía sentir perfectamente dónde estaba, a pesar de no haberse dado la vuelta aún. Su olor seguía siendo agradable para él, pero no quería escuchar los latidos de su corazón. Aquel golpeteo traía un nudo a su garganta, el eco de su latido le recordaba que era tan humano y frágil que le era imposible no querer una parte de su humanidad. Sería tan fácil arrancarle la vida, que le avergonzaba saber que ya lo había imaginado sangrando ante sí.

Un trueno sonó demasiado cerca, iluminando momentáneamente aquel encuentro entre dos hombres que seguían siendo completamente diferentes. Ya fuera por aspecto o personalidad, incluso por el aura que transmitían, Vittorio y Niord no eran precisamente personas capaces de tener algo en común. Salvo su pasión por los paseos nocturnos a altas horas de la noche.

- ¿ Qué haces aquí ? - No pudo evitar acusarlo con aquella pregunta, culpándolo de interrumpir su mala noche. Había decidido aquel día para romperse y permitir que el cielo le diera a su rostro unas lágrimas que le pudieran otorgar una salida a aquel terrible hueco que llenaba su lado izquierdo. Lo tenía todo y aún así la soledad le era terriblemente insoportable, ¿ cómo podía decirle a Vittorio que su presencia le era tan deseable como una jarra de cálida sangre ?. No por su belleza, ni siquiera por su preferencia social, sino porque Vittorio reconfortaba aquel deseo de tener a alguien con quien hablar.

- La tormenta no va a amainar - Murmuró como si aquello fuera realmente algo que no pudiera siquiera verse por sí solo. Giró su cabeza y miró a Vittorio por encima de su hombro, dándole una ligera sonrisa triste. - Ve a casa Vittorio. -

Necesitaba que se fuera, porque se moría por conocerlo, saber lo que pensaba, por enseñarle cómo se veía el mundo desde su locura.

por **Michael Sundqvist** Miér Abr 06, 2016 11:49 am

Se había permitido pronunciar el nombre ajeno con tal cadencia y suavidad, arrastrando ligeramente sus letras en un susurro, saboreando el acento del mismo y lo que aquel nuevo encuentro representaba. Después de esa noche lúgubre en la taberna, la mente de Vittorio se había trastornado por completo, poseía demasiados demonios y demasiadas razones para echar todo por la borda al no tener noticias sobre Tonio, no obstante el tener a aquel milenario frente a sus ojos, provocaba que una ligera línea se perfilara en los labios del italiano, un detalle que muy pocas veces se permitía hacer. El llanto argento recién iniciaba su caída y en medio de ese sollozo de la bóveda, parecían ser los únicos que resistían a mover un ápice de su cuerpo. Vittorio miró a su alrededor para cerciorase que ninguno de los otros huestes pudiera escucharles. El objetivo de la misión era bastante claro y no tenía consideración sobre ninguna de las criaturas que se travesaran en el camino de la orden de inquisidores que habían sido enviados. ¿Por qué debía ser Niord uno de ellos? Precisamente esa noche, donde nadie le daría tregua si lo encontraban.

Se resistía en lo absoluto a la idea de verle inmiscuido en ese tipo de menesteres, aunque una parte suya contrariamente anhelaba verle una vez más. Avanzó con pasos suaves hacia él y sólo la luz mortecina de los relámpagos le brindó una vez más el perfil único e hipnótico que el otro vampiro poseía. Un rostro bello que sólo se deformaba por la nostalgia que aun parecía arrastrar a cuestas.

–El motivo no es nada agradable, sobre todo para alguien de nuestra…estirpe–

Respondió de inmediato. Aquel término realmente no encajaba con la descripción de Niord ya que bajo esa fachada, el italiano estaba casi seguro que existía algo más. Incluso el mismo inquisidor era un hibrido en la institución sacra, un monstruo que esperaba la redención por medio de actos atroces como el que había sido enviado a concluir esa noche.

–Eso parece, esto sólo es el comienzo–

Afirmó a la respuesta ajena. Abriendo sus brazos al firmamento. Y repentinamente un remordimiento más se sumó a su oscuridad personal. No había sido del todo sincero con Niord y siendo honesto, no pensó que hubiese necesidad de tal confesión ya que en un inicio no había sentido la curiosidad de conocerle más. La cruz tatuada en su vestimenta que yacía bajo la gabardina, bastaría para explicar muchas cosas que con palabras no estaba listo a exponer. Aguardó, no quería ser él quien pusiera precio a su vida.

Sólo pudo negar, contrariado por lo que el simple hecho de compartir ese espacio le hacía sentir.

–Me temo que eso no será posible, mi querido Niord–

Los pasos de los soldados les irrumpieron. Rodeando de inmediato al otro vampiro. Vittorio les conocía a la perfección, sus habilidades, así como sus puntos débiles, podrían salir bien librados de la afrenta, sin embargo, no era lo que realmente le preocupaba, sólo necesitaba que Niord comprendiera que lo que estaba a punto de hacer, no era por él, era un deber que sobrepasaba sus límites y al cual había jurado fidelidad mucho antes de que el destino le llevara a su vida.

por **Niord Süskind** Lun Mayo 02, 2016 8:11 pm

Tuvo que cerrar los ojos para saborear mejor el tono de voz de Vittorio, como siempre le ocurría, la presencia de aquel mero desconocido, bastaba para sacudir los cimientos de todo aquello que había considerado veraz e inamovible. Lo cual sólo le dejaba saborear, el más absoluto terror. No le gustaban los cambios, al menos sobre aquellas cosas que aún no era capaz de tolerar y comprender.

Era complejo entender las emociones de un ser que había vivido durante milenios. Nada resultaba sencillo, pues arrastraba traumas que nadie había sabido curar. En sí, jamás había lugar para la compasión en su vida, desconfiaba tanto de los demás, que ni siquiera sabía qué podría salir de él si llegaba alguna vez a tomar la mano que le ofrecían, por el mero hecho de sentir el roce de piel con piel.

Era triste ver en la criatura que se había convertido. Un hombre capaz de llorar, por la sensación de familiaridad que le otorgaba un mero saludo brindado en medio de una tormenta. Si aún tuviera un pedazo de papel entre sus manos, escribiría sobre aquel encuentro y sobre porqué los vampiros jamás deberían fiarse de su humanidad. Pues sólo los sentimientos daban pie a la debilidad. Y la debilidad a la muerte.

- ¿ No será posible o no querrás hacerlo, Vittorio? - Su pregunta estuvo cargada de una mezcla de sentimientos intensos, tan abrumadores, que ni siquiera el mismo Niord podría dar un significado a aquel conjunto de sensaciones que le cortaban la posibilidad de hablar.

Miró fijamente a los ojos del vampiro que había tenido delante en la mesa de un bar, al hombre que había dejado que parte de su tiempo fuera compartido en una amena conversación con alguien que ya no recordaba como interactuar con otro ser. El hambre de saciar su necesidad de estar con alguien más, de sentirse por fin en armonía con otro ser, le habían hecho plantearse cosas que jamás habría llegado a creer.

Quizás sólo debía dejarse llevar, confiar en que todo sucedía por algo. Él quería soledad para llorar por su pasado, más se había encontrado al artífice de su falta de musas. Al culpable de que el protagonista de sus libros fuera tan pálido y elegante como Vittorio. Con aquel acento italiano capaz de calentar el alma del pobre ciego al que toma por amigo. Su última y novedosa novela, convertida en una comedia de su propia existencia. ¿Qué sucedía, si por una vez, todo salía bien?

Abrió sus labios, mostrando parte de esa necesidad en sus ojos, aunque sus palabras jamás llegarían a ser averiguadas, pues murieron mucho antes de que salieran de sus labios. Una muerte tan prematura como aquel brillo en los ojos de Niord.

- Buenas noches, caballeros.- Su cínico saludo fue tan frío como la mirada que le dedicó a Vittorio, antes de que lanzase un único suspiro. Dejó que en aquella exhalación se extinguiera aquella debilidad y se enfrentase a la posibilidad de que, nuevamente, fuera rechazado, sin siquiera haber dicho aún palabra alguna sobre su curiosidad.

- ¿Son amigos tuyos, Vittorio?. De ser así, haces bien en continuar tu noche a su lado - Su tranquilidad fue pasmosa, demostrando inocencia ante quiénes eran aquellos hombres y el porqué de su encuentro nocturno. O quizás sí sabía qué ocurría y sólo quisiera morir. Nunca se sabía cuando tenía que ver con Niord.

por **Michael Sundqvist** Dom Jul 17, 2016 11:17 am

Vittorio podía renegar de muchas cosas. De su pasado tortuoso y la culpabilidad que implicaba en él haber sido el verdugo de su propio hermano, de no ser lo suficientemente fuerte para aceptar el hecho de que las caretas no bastarían para mostrar un lado mundano que en definitiva hace tiempo había dejado de existir en él. Pero entre todos esos demonios recientemente había uno que doblegaba su ápice de voluntad por completo y era el saber que Niord podría significar algo más que un encuentro casual en aquella taberna de mala muerte. La noche que el destino le otorgaba una forma distinta de redimir todas sus dolencias. Maldita había sido la hora en la cual rindió sus sentidos a la mínima expresión de curiosidad hacia su igual. La marca que tildaba a los de su especie solo era eso, una túnica oscura y aditamentos protocolarios que indicaban el italiano estaba al servicio de la divinidad. Que contradicción más absurda cazar a uno de los suyos y poner en tela de juicio los preceptos ajenos cuando Vittorio mismo había sido confesor en su previa charla.

Mordió ligeramente su labio inferir ante el cuestionamiento de Niord. En realidad no tenía respuesta alguna o más bien, no se sentía con el derecho de acallar esa duda.

–Que atrevimiento el tuyo de dirigirte de ese modo–

Tensó la mandíbula y cerró con fuerza los puños, su mente colapsaría pronto si no hallaba la manera de liberar aquello que le oprimía el pecho. Estar en esa disyuntiva le pesaba mucho más que las grietas en su sendero transcurrido hasta ese momento. La plazuela estaba completamente vacía y el llanto argento era una espesa capa que caía sobre ellos con la sutil cadencia del viento. Los huestes se colocaron alrededor haciendo caso omiso al saludo emitido por el vampiro y con un ligero ademan pedían que Vittorio hiciera lo propio. La inquisición no se andaba con rodeos y las indicaciones habían sido precisas.

–No debiste haber aparecido esta noche– susurró a Niord.

El movimiento Vittorio fue rápido y preciso, con la facilidad que los de su clase poseen de moverse hábilmente golpeo a dos de los soldados dejándolos inconscientes, para cuando el resto de ellos reaccionó Vittorio ya se hallaba en sus espaldas logrando derribarlos con un golpe certero en la nuca. Ningún golpe significaba una gravedad porque no tenía intención de asesinarles. Entonces se dirigió al milenario tomándolo por los bordes de su vestimenta y le empujó con ligera fuerza.

–¿Por qué Niord? ¿Por qué te empeñas en buscar ese sendero destructivo? Ni siquiera hiciste el menor movimiento por huir o enfrentarles– escupía tales palabras con desesperación –Claro que son aliados míos, ahora lo puedes entender– entonces le soltó por completo y dio media vuelta, tenía la cabeza hecha un torbellino, no había razonado la situación y el mismo se ponía en riesgo de ser condenado como un traidor al haber actuado de ese modo ¿Qué le orillaba realmente a actuar así? ¿Qué había encontrado en Niord que le empujaba a navegar a contra corriente?

por **Niord Süskind** Jue Ago 04, 2016 6:15 pm

Debía admitirlo, incluso cuando su mente intentaba centrarse en la cruz que había en sus ropas, quemándole la retina, Vittorio tenía el poder de estremecerlo con una simple frase. ¿Realmente consideraba atrevidas sus palabras?. ¿ O era su actitud?. ¿Había comprendido ya que no lo veía como un mero transeúnte, como un verdugo más al servicio de una organización que había jurado exterminarlo por el mal que había asesinado su humanidad? .

No quería escucharlo más, ni siquiera tenerlo delante, su presencia no la toleraba. Le irritaba sentirlo vivo, tan cerca y a la vez tan lejos. Tan inalcanzable. Quería explicarle cómo le ardían las entrañas con la mera ilusión de sentir su aliento sobre su piel, que los dioses se apiadasen de él, sería capaz de gemir incluso antes de que le diera muerte con una estaca. Casi lo estaba deseando.

Dame muerte, sólo hazlo. Acerca tu cuerpo a mí y hazlo. Arráncame el corazón. Pero no dejes que te suplique por una mera conversación.

Cerró sus ojos, incapaz de seguir la línea de sus pensamientos. No podía entender la fuente de aquel mal que se había instaurado tan dentro de su ser, que ni siquiera podía localizarlo para exterminarlo. Odiaba ése sentimiento de impotencia. El conocimiento de que estaba a merced de su enemigo, de alguien por el que podía arrastrarse bajo la lluvia, manchando sus ropas sólo por clemencia. Oh, sí que prefería morir. Que fuera su mano impía la que le arrancara la vida.

Pero no lo hizo. No, su ángel de muerte estaba más concentrado en alargar su sufrimiento, salvándole la existencia. Observó con calma cómo se deshacía de todos sus aliados, dejándolos inconscientes, ¿Para qué?. ¿Para dejarle de nuevo hundirse en su soledad?.

- ¿Por qué? – Repitió su pregunta, incluso cuando era empujado y sacudido. Sus ropas completamente empapadas emitieron un crujido bajo los puños de Vittorio, como un grito de agonía ante aquel maltrato. No podía evitar hundirse en la mirada de aquellos ojos claros, él sabía perfectamente lo que sentía, pero le torturaba no poder desnudar el alma de Vittorio. Quería tocarle el orgullo, morderle la agonía y alimentarse de sus tormentos.

- No me des la espalda. – Gruñó al ver cómo se alejaba de él. No pensaba dejar que se fuera. No ahora, cuando temblaba por culpa de su egoísmo. ¿Quién le decía que podía sacudirle la existencia, sólo para abandonarlo en la oscuridad ahora que conocía la luz de aquel mar que tenía en su mirada?. Si se hundía o no en ellos, era asunto suyo.

- Me oyes, ¡No te atrevas a irte ahora!- Alzó su voz en medio de la tormenta, moviéndose sobre los cuerpos de los inquisidores caídos, escuchando el estallido de los relámpagos, que iluminaban la espalda de Vittorio.

Le agarró de su abrigo, tirando de la tela para detenerlo, sin importarle si estaba mostrando esa desesperación infantil que le había hecho salir a esparcir sus hojas. La misma agonía que le había ocasionado aquella locura de ser un escritor, sólo para dejar morir su obra bajo una tormenta. Que fuera el agua de los cielos quienes borrase las palabras con las que había intentado comunicarse con un alma que ya había partido a otro lugar.

- No me dejes solo. – Le reclamó, mientras le obligaba a darse la vuelta y mirarlo. Desnudó su tormentosa existencia en aquella súplica que había sido prácticamente ladrada a su espalda. Gritó con dolor y desesperación, empujándolo contra la pared de aquel edificio infernal del que había salido. Y apoyó su frente contra la de Vittorio.

- Mátame o arráncame el corazón, pero no me abandones. No ahora, Vittorio. – Gimió al pronunciar su nombre, como si con eso le hubiera dedicado el dolor que había abierto de nuevo con su egoísta necesidad de salvarlo. Debía haberlo matado, hubiera sido mejor para ambos, y él lo sabía. – Maldita sea tu débil mano inquisidor. Maldito tú, por toda la eternidad.

por **Michael Sundqvist** Miér Ago 17, 2016 11:00 pm

La lluvia no cedía ante la furia contenida de ambos inmortales, perdidos en medio del manto oscuro de la noche, incluso desde ese ángulo la capital entera parecía rendirse ante el sometimiento del segundo elemento y ante aquella escena de la cual eran protagonistas. Ahora que estaban completamente solos Vittorio trató de hallar un poco de cordura. Si existía alguien que vigilara con atención sus movimientos le traería consigo una pena máxima al ir en contra de los mandatos establecidos. Su mente era un torbellino, un caos que solo se alimentaba de las palabras que escuchaba nacer en los labios del otro vampiro quien contradictoriamente era el único que podría saciar esa sed. Ni siquiera en el elixir carmesí había encontrado ese aliciente. ¿Sería posible que el mismo universo le presentara frente a él la única manera de sentirse como un ser humano una vez más? Uno capaz de amar sin importar las consecuencias. Evitó responder la primera pregunta y mantuvo su postura. Levantó los orbes hacia la bóveda y el frio del agua cayendo sobre su rostro difícilmente mitigaba el calor que sentía por internarse en ese misterio llamado Niord.

Sin mirarlo trató de responder, de atender a ese clamado que emitía la garganta ajena. Le exigía una respuesta y si el italiano se había mostrado renuente a conducirlo hacia la eternidad al menos podía tratar de solventar esa necesidad tan primaria. Sin embargo los movimientos astutos de su semejante le atrincheraron contra un viejo edificio, cercano a la pequeña plazoleta. Fue algo que no esperaba, fue un estrago, una calamidad no anunciada que le tomaba por sorpresa. De la nada los orbes cristalinos de Niord se posaron en los suyos, habría deseado verles de esa forma, estudiarlos, perderse en ellos desde su primer encuentro en la taberna, no obstante el destino había sido cruel aun en esa circunstancia colocándolo en una nueva disyuntiva. Sintió el tacto helado contra su frente y por unos instantes el tiempo se detuvo. ¿Cómo demonios iba a actuar de ese modo? No había manera de detener lo que había iniciado, ambos estaban cayendo en ese juego de seducción y tormento que tarde o temprano desencadenaría en una afrenta o una pasión sin nombre por el resto de sus existencias.

–No puedes pedirme eso Niord ¡Demonios no!–

Sostuvo su mirada ante la ajena, sucumbió ante el temblor de su voz. En verdad quisiera cumplir ese deseo, en verdad esa parte en Vittorio que se negaba a morir deseaba no abandonarle pues había hallado una razón para sobrellevar la maldición de su oscuro don.

Sostuvo el rostro ajeno con un poco de fuerza.

–¡Me maldices por ser un ser débil que no puede cumplir con lo que le han ordenado! ¿Eh? ¡Es más fácil para ti pedirme que yo acabe contigo!, claro desde el primer instante en que nuestros caminos se cruzaron todo fue más fácil para ti–

Escupió con rabia de su garganta.

–Porque tú siempre has buscado desaparecer, aminorar tu agonía ¿Y qué hay de mi Niord? Que sucedería conmigo una vez que tú cumplas ese cometido de extinguirte. Mi oficio me convierte solamente en un esclavo más de su yugo ¿Qué quedara de este ser entonces?– vociferó tomando la mano ajena colocándola contra su propio pecho.

por **Niord Süskind** Sáb Sep 17, 2016 10:56 am

Gotas de lluvia se deslizaban por su cabello mojado, haciendo que entre ambos siguieran cayendo una llovizna que empapaba tanto el cuerpo, como el alma. Su aliento estaba acariciando la piel de Vittorio, provocándole la necesidad de tragar saliva al imaginarse lo que ocurriría si lograba reunir el valor necesario para elevar su mano y romper la distancia, escasa, que los separaba.

Su voz sonaba mucho mejor cuando chocaba contra su piel, incluso cuando fuera para descargar su ira en él. No sabia con quién estaba más enfurecido, si contra él o el sentimiento que los estaba encadenando a una bochornosa situación que no parecía tener un retorno carente de dolor para ambos. ¿ Habría acaso una posibilidad de romper con una historia que ni siquiera había comenzado?.

- Vittorio...- Susurró cuando aquel hombre pareció leer su pensamiento y realizó aquello que él más ansiaba, ser tocado. Su mano era tan cálida comparada con la fría mordedura del agua, que podía sentir cómo su cuerpo se relajaba, queriendo fundirse contra aquella mano. Permitiéndole acunarlo para siempre en aquellos segundos que probablemente fueran los únicos que compartieran con aquella sinceridad e intimidad. Cómo decirle que su felicidad sería plena si hubiera nacido como un lunar sobre su piel, quedándose siempre a su lado. Abrazado en el mutismo de su existencia.

- Yo era feliz en mi soledad hasta que la rompiste, ¿ cómo podré continuar ahora sin ti? - Apretó las ropas de Vittorio, sintiendo cómo le dolía el alma por saber que no era el único que estaba sintiendo aquella necesidad de buscar cualquier pretexto que le permitiera aumentar el tiempo de su toque.

Gimió como un perro siendo lastimado y se obligó a apartar su mano del pecho de Vittorio. No quería hacer una estupidez si seguía tocándolo, así que colocó su mano contra la pared, junto a la cabeza del inquisidor, para poder aguantar de pie y no caer de rodillas. A penas podía contener el temblor de sus rodillas.

- ¿ Serás feliz sabiendo que sigo matando humanos, mientras sólo deseo tener a otra persona entre mis brazos ?. ¿ Cuán profunda es tu lealtad hacia una institución que te obliga a asesinar ?. - Y calló, sabiendo que no podía preguntarle si podría traicionar su forma de vida, todos sus valores, por intentar ver hacia dónde les llevaba aquella curiosidad que se estaba transformando en una necesidad de estar unidos a través de miradas, caricias o palabras.

Sonrió al pensar que esa situación no era diferente a la de su primer amante, sólo que él fue quién decidió abandonarlo por un matrimonio y la posibilidad de un reino dirigido por unos hijos que cargaría una mujer que recibiría todo lo que Niord sostuvo entre sus manos una vez. Y ahora, era burlado por un inquisidor. Alguien que seguramente seria capaz de asesinarlo si su vida estuviera pendiente de ello, cosa que Niord prefería, deseaba que aquel hermoso hombre siguiera caminando en las oscuras horas por París, que verlo caer en un castigo proporcionado por alguien más cruel que el destino.

- ¿Cómo no maldecirte si me impides morir, pero tampoco descubrir paz en vida ?. - Acercó su mano a la de Vittorio, uniendo sus dedos con los del inquisidor, demostrándole lo fácil que era para ambos el encajar en la vida del otro. Aunque fuera a trompicones, desordenadamente o sin sentido, ellos encajaban. Elevó sus manos unidas y besó la palma de Vittorio, disfrutando de un privilegio que no tenía.

Quizás lo mejor para ambos era que desapareciese de nuevo, mudarse a otro país, tener otro sobrenombre y escribir de nuevo. Pero nunca le había costado tanto dar la vuelta y dejar atrás a alguien.

por **Michael Sundqvist** Lun Nov 14, 2016 4:15 pm

Escuchó con atención la aseveración ajena. Aun incluso cuando aquellas palabras cobraban forma de dardos envenenados, acribillándole sin piedad alguna. Si continuaban de ese modo alguno de los huestes tarde o temprano terminaría por cobrar la consciencia e irrumpiría ese momento. Un trago amargo sí, una acuarela grisácea sí, pero que resultaba ser solo de ellos dos. Existía algo más en la presencia de Niord que deponía las defensas del inquisidor, en el momento exacto cuando su nombre nacía en los labios ajenos, sabía que no habría marcha atrás. Suspiró en un intento por cometer un arrebato. Y es que durante toda su existencia, ese sentimiento resultaba ajeno a sus convicciones. La venganza de su padre y el remordimiento de haber asesinado accidentalmente al pequeño Luciano aún quemaban en su interior. Unirse a la santa organización había sido lo único que lograba brindarle un poco de sobriedad en las noches de locura y nostalgia.

¿Qué era entonces aquello que estaba superando ese sentimiento de conformidad? ¿Qué era realmente lo que Niord poseía para que el italiano se sintiera atraído de tal modo? No estaba dispuesto a dejarlo así como así. No ahora que veía cierta reciprocidad en los orbes ajenos.

–Es que no lo entiendes Niord, no se trata de continuar uno sin el otro... – acalló ese grito desesperado que ardía en su garganta.

Pero cuantas ganas tenía de decirlo. Que desde la noche en que sus destinos se cruzaron no dejaba de trazar su silueta entre las sombras y era esa noche precisamente en la cual ambos inmortales como hojas marchitas, habían sido arrastrados hacia una sola dirección. Su aseveración había quedado inconclusa. Puesto que esperaba el otro comprendiera lo que realmente quería decir.

Negó con la cabeza al escuchar las preguntas de Niord. Por cada alma que su opuesto tomaba, significaba únicamente un paso más abajo del peldaño de condenas. No quería eso para el hombre que tenía enfrente. Conocía ese sentimiento y buscaba salvarle, a su modo.

–Está claro que los preceptos bajo los cuales nos regimos son diametralmente opuestos, mi lucha conlleva a la extinción de seres como tú– bufó con cierto dejo de impotencia –¡Que ironía! ¿Cierto? Cuando yo mismo soy un ser nocturno, un asesino como tú –

Se agachó al caer en la cuenta que por más justificaciones que buscase, seguía siendo un cobarde en búsqueda de una redención por sus faltas cometidas antiguamente. Zlatan había enseñado bien en él, el arte de la autocompasión sin caer en un grado elevado para poder sobrevivir en ese limbo donde los seres como él podía coexistir entre ambos planos. Vittorio realmente no era un ser leal, únicamente trataba de no caer en ese abismo que sobrevenía después de asesinar a alguien más. Porque aunque fuese un ladrón, una escoria, nada le daba el derecho sobre la vida de otro ser.

–Siento no tener una respuesta a ese cuestionamiento tuyo Niord–

Le ofreció una mirada de condescendencia. ¿Era entonces un capricho del italiano por querer buscar una manera de conservarle a su lado? El tacto ajeno desencadenó en él una reacción que había estado evitando todo este tiempo, cerró los ojos y un ligero jadeo escapó de sus labios fríos.

–Niord… detente–

Su diestra se posó sobre el pecho ajeno, si se aproximaba un poco más, aquella retórica expresada segundos atrás se reduciría a cenizas, sería reemplazada de su consciencia para dar paso a su instinto primario ¿Cuánto tiempo más resistiría?

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