AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The moon watcher [Vittorio]
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The moon watcher [Vittorio]
La hermosa luna estaba tan llena y blanca que el suculento aroma de los licántropos convirtiéndose llegaba a mis fosas nasales desde kilómetros de distancia. Un vampiro con algo de cerebro no dudaría en apartarse de los bosques en esa noche. Pero me gustaban los retos. Desde aquella vez en donde me habían perforado el pecho de lado a lado, casi rozándome el corazón. Había recordado la adrenalina de mis tiempos distantes, donde solo se peleaba por placer y los premios eran ganar poder, orgullo, mujeres y algunas veces tierras. Por ello y no por otra cosa me adentré primero por los árboles más remotos de la ciudad. Con unas ropas comunes de la época, oscuras y holgadas, llevaba un simple saco largo y fino pues el viento otoñal era molesto y pasar desapercibido para los humanos era algo primordial. Con mis presas no lo era tanto, me divertía asustándolos hasta que al final con esa sangre exaltada y tibia terminaba por matarlos. Aún sentía el gusto a la linfa de la presa de aquel mismo crepúsculo. La mujer había temblado tan dulcemente entre mis brazos, que su calidez se había perdido muy lentamente. Por ello mi piel se encontraba con color, la melanina mortal se apegaba a mi sistema. Me relamí el labio inferior y con una sonrisa de lado a lado embutí las manos en los bolsillos y la caminata se hizo casi tan seductora como así lo era el sexo. Pero el tiempo pasaba y aunque tenía la eternidad para encontrar y jugar con un lobo. Era impaciente, quería las cosas ya y no podía aceptar un no por respuesta.
Lo cual me obligó a ir un poco más rápido, paseando por los arboles hasta terminar al otro lado del tupido bosque parisense. El lago espeso estaba cerca y cuando pude detectar a un ser sobrenatural a una larga distancia de mí. Empecé a fluir con el viento, buscando ser sigiloso, hacerme uno con la oscuridad y cerrar mi mente completamente, para que nadie pudiese husmear en mis pensares. Una habilidad que daba gracias tener. Fueron minutos más tarde cuando pude aclarar mi percepción y notar que era un neófito aquel que deambulaba como una hoja al viento por el lugar. Mis ojos brillaron. Estaba allí, suculento y perfecto para tomarlo. Aquel aroma a recién muerto me recordaba al que estaba en la casa de Deiran, aquel vástago que me había robado parte de la atención que deseaba para mí. Ahora se me presentaban caminos. La venganza posada en alguien que nada tenía que ver. O la diversión de jugar con aquel retoño hasta aburrirme. No tardé mucho en elegir. Si simplemente iba y lo mataba sin más, no sentiría ninguna clase de placer. Pues siquiera era una femenina como para sentir que la que se hacía ceniza era ella. Por lo que terminé llamándole, un ruido en seco se formó en el contorno de mi paladar, juntando la lengua con los dientes. Y pronto se me elevaron ambas cejas y la sonrisa nevada se hizo presente. No esperé su respuesta. Siquiera pude aguantar a que él mismo se acercara ante mi chirrido. Y más bien me dejé caer al suelo.
— ¿Qué hace una cosa recién convertida caminando sola sin su Sire? ¿Estás planeando ser devorado por algún hombre lobo o un inquisidor? — Caí como si mis más de noventa kilos no fuesen nada. Apoyado en la planta de mis pies con el rostro burlonamente estirado. Las patas de gallo a los lados de mis ojos se hacían más expresivas y a medida que me acercaba me deleité en mirarlo un poco más curiosamente, de arriba abajo. Inspeccionar su labor, su sangre y hasta la mugre que podría tener impregnada en su ropa. — Planeaba buscarme uno de esos esta noche, pero parece que apareciste tú. —
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: The moon watcher [Vittorio]
Se alejó completamente de todo, del bullicio que la artificialidad en las calles parisinas crece al caer la noche. Cerró su mente a todo posible contacto con seres de su misma especie, en la espesura del follaje otoñal que crecía alrededor sus ojos divagaban de un lado a otro. Los matices ocres prevalecían en el fondo del paisaje y un cálido aroma era aspirado en las corrientes del aire que la estación mostraba. Las cicatrices que aquellos bastardos habían provocado en su cuerpo ahora lozano estaban maquilladas por la oscuridad de las finas telas, el cabello ébano apenas alisado hacia atrás y una ligera mueca de nostalgia mostraban una fachada común a últimas fechas en el porte del neófito.
Una turbulencia bañaba los callejones polvorientos de su mente. Daba igual, el hecho de recrear una y otra vez la escena de la muerte de su hermano no lo iba a traer de regreso, observó las palmas de sus manos, las manos de un asesino. Bajo ninguna excusa dejaría de sentir ese remordimiento lacerando su interior. En la lejanía las cigarras emitían sus sórdidos cantos desde los matorrales crecidos, gigantescos vigías que derramaban sus suaves sombras sobre el follaje espeso, creando una bella simbiosis que se antojaba una eternidad. El neófito permaneció recargado en aquella rama, a lo alto, oculto en la copa de algún árbol.
Contuvo el aliento y sonrió, cerró los ojos y aguardó un par de minutos antes de vislumbrar el paisaje nuevamente, el astro argento que flotaba sobre la quietud de lago emanaba un destello que mostraba cada detalle. Irguió su anatomía para deambular de rama en rama, jugando quizás un poco antes de regresar a su realidad. Fue entonces cuando lentamente una presencia ajena a los elementos se aproximaba sobre la tierra blanda, el joven vampiro parpadeó e intentó asimilar el cambio que se suscitaba. Un ente insoportable se reveló en el claro. Era un varón de tez clara, muy atractivo y distinto de todo lo que le rodeaba. Experimentó sensaciones conflictivas que le dejaron paralizado, curiosidad tal vez, ¿Temor?
No podía ser posible, ningún ente tenía la capacidad de amedrentarlo de tal forma, pero había algo en ese halo maldito que rodeaba al recién llegado, sofocaba el lugar, la belleza del paisaje se había posado sobre él, no era como ningún otro personaje que había encarado antes, durante su errante camino tiempo atrás no había cruzado palabra con alguien así. Estaba absorto contemplándolo, cuando un par de palabras llegaron hasta el aprendiz a través de las corrientes del viento.
-No estoy interesado en compartir lo que hago en un lugar como este, de hecho no tenía planeado tener compañía esta noche.- se limitó a responder.
Una mueca de cinismo se remarcó en la expresión de su ahora oyente, ¿Qué pretendía causar en Vittorio al utilizar la palabra Sire? Un término desconocido hasta ahora para él. Apretó apenas uno de sus puños en un acto reflejo al recordar aquella mujer causante de su desgracia mortal y su transformación.
Sonrió de igual modo antes volver a encararle.
-Ninguna caballero, no busco nada en particular.- le miró directo a los ojos – al parecer usted tampoco esperaba toparse alguien como yo, lamento si le he decepcionado signore.-
La última frase conferida dejó al descubierto el origen del joven vampiro.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: The moon watcher [Vittorio]
“El placer de los dioses es el dolor de los peones”
La sonrisa se enmarcaba en unos dientes y colmillos blancos y filosos, como si siempre estuviesen de ese modo. Labios tan pálidos que podrían parecer de resina seca. Me encaminaba al encuentro con aquel pequeño luzbel que miraba como a quien lo está por matar de miedo un fantasma y aún no cae en la cuenta. Pero no tenía pensado hacer eso, ¿matar? ¿Por qué tendría que terminar con el cuerpo de alguien que tan interesante se veía, si podía disfrutar de atormentarlo por un largo rato? Negué modestamente ante aquel ímpetu alzado del chico, haciendo un ruido por demás de molesto, era latoso e irritante. Me recorría el sarcasmo y la dulce fragancia de la inquietud. — Eso no está bien, no deberías responderme de esa manera. ¿Acaso de verdad estás solo vagando en una noche de luna llena? — Pregunté con real curiosidad en lo que alzaba mi mano y con el dorso terminaba palpando su mejilla. Apenas un movimiento de pies, había terminado tan cerca que podía oler su muerte y su sed. Estaba allí tatuado la manera en la que temía y gozaba. En la que no entendía, pero, ¿qué era lo que no entendía? Me preguntaba yo. Mordiendo mi borde con una gracia teatral dejé a mis manos dentro de mi saco. Se notaba el juego, la diversión estaba cernida en mi rostro y el pequeño halo de maldad brillaba por el rabillo de mis ojos. — Tú no tenías planeado tener compañía, sin embargo yo andaba buscando una. ¿Qué haremos al respecto? —
Como si de una tragedia se tratase dejé escapar una expresión resignada. Pero no era más que una nueva gracia y el hermoso resonar de sus vocablos hizo que mis orbes claros como el agua brillaran de emoción. Un pequeño Italiano recorría las alfombras de la muerte. ¿Hacía cuanto no visitaba por allí? Quizá mil años, siquiera podía recordar cómo eran las mujeres de aquella zona. Había batallado cerca, incluso había disfrutado sabrosos manjares de sangre y de bebidas que me habían dejado boquiabierto. Me preguntaba si él tendría el mismo sabor. No estaba muerto hacía tanto, seguro la esencia de su tierra seguía escondida en sus órganos. — Italianos, la última vez que visité aquellas tierras fue en la Edad del Hierro. Ahora se dice que están más entretenidos con los textiles. ¿Las mujeres y hombres siguen de sangre pura o ya se han mezclado con otros? De piel levemente morena, cabello oscuro y ojos claros. Parece que tú naciste bien. — Alzando las garras como si con ello fuese a lastimarle, tan solo paseé los dedos por su vestimenta, arreglando algo que sin duda estaba bien puesto.
Me gustaba molestar, quizá torturarlo un poco mientras lo contemplaba. Tan solo una mirada bastaría para dejarle adentrar el dolor en sus venas, escurrirlas con la mente, pues era mi poder predilecto. Pero temía volverlo loco y no pensaba meterme con la pertenencia de otro vampiro. Siendo tan joven, a menos que lo hayan abandonado, tendría que tener algún padre que lo esté guiando. — Antes te hice una pregunta. ¿Por qué no estás con tu Sire? Me preocupo por los nuevos engendros que crean los de mi raza. Es importante que sepan qué tienen o no que hacer en la existencia. — En realidad, la burla se tatuaba en mi sonrisa ventajosa, el ronroneo del viento en la lejanía me daba conciencia de que aún no se acercaba nada a nosotros. Pero quien sabe, un licántropo podría aparecerse y no dudaría en quedarme a vigilar como un neófito se las ingeniaba para escapar de esas bestias. Me relamí los labios ante el solo pensamiento y negué con cuidado, apoyándome sobre la coraza de un árbol, observando hacía la luna unos momentos. — No me decepcionas, hacía mucho tiempo no me encontraba con un recién convertido. —
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: The moon watcher [Vittorio]
Aquellos monstruos caminaban de un lado a otro sin propósito alguno. Encaminados hacia tierras inhóspitas sedientos de sangre humana, destruían toda creación que osara enfrentarles devorando cada partícula de ese elixir carmesí. Otros tantos disfrutaban torturar y jugar con sus víctimas poco antes de vampirizarles por gusto o asesinarlos disfrutando de su sufrimiento. No había pasado mucho tiempo desde que encaró a aquel hombre mal encarado en su natal Florencia. La sed de venganza que corría por sus venas era tan despreciable como la de la mujer que había provocado su desgracia. Lo poco que Vittorio conocía sobre los de su especie era gracias a esa habilidad que poco a poco se desarrollaba en él, trataba de clasificarles para así aprender poco a poco. Estaba claro que él no encajaba en ninguna de las descripciones anteriores, puesto que su transformación había sido más bien un acto de defensa hacia Tonio, su hermano mayor.
Miró directamente a los ojos de aquel ser nocturno intentando descifrar que ocultaba tras esa fachada de cinismo. ¿En cuál categoría de las anteriores podría encasillarlo? La forma en que sus comisuras se delineaban cada vez que articulaba una palabra, los ademanes, el aroma o el halo maldito que le coronaba, nada le daba un indicio ¿Acaso habría cerrado su mente del mismo modo que el italiano? Nada. Era simplemente imposible penetrar en su misterio.
-No le miento signore, por alguna extraña razón he terminado en las lejanías de la urbe, alejado de su bulliciosa artificialidad y bueno, no planeo regresar por un par de horas– dijo seguro.
El tacto frío de su acompañante le tomó por sorpresa, sabía cómo sacarle partido a la situación, Vittorio se encontraba en una encrucijada, era la primera vez que se topaba con alguien así, no obstante intentó mantenerse sereno.
-Bien, supongo que podría quedarme por un tiempo haciéndole compañía, aunque dudo mucho que alguien como yo pueda ofrecer de interesante a alguien como usted– sonrió ligeramente.
Un par de memorias tortuosas llegaron a su mente cuando escuchaba con detenimiento la descripción de sus orígenes por parte del caballero.
-Herencia de mi madre signore, Vittorio Cacciardi- estiró la mano buscando estrechar la ajena.
Hasta ese entonces la palabra Sire no había significado tanto para él. En realidad nunca había escuchado aquel término sino un par de meses atrás. Cuando aquel vampiro milenario de mirada única habría hecho mención del mismo. ¿Qué se suponía que hacia un Sire? ¿Velar por su creación o torturarle mientras aprendía a caminar por el sendero lúgubre? En cualquier caso Vittorio había aprendido a arreglárselas solo, no necesitaba de nadie y no iba a empezar ahora.
-Si se pregunta dónde se encuentra ahora, le bastará saber que yo mismo le reduje a cenizas, aquel bastardo no hubiera sido capaz de cumplir lo que en teoría hace uno- respondió mientras su mirada se perdía entre la maleza crecida a su alrededor.
Era obvio que a pesar de ser un inmortal ahora, el dolor seguía causando estragos en lo profundo de su psiquis, si es que aún la poseía.
-Es muy precipitado decir eso de su parte signore, la noche es joven aún-
Mientras le observaba, el cantico tenebroso de las cigarras enmudeció repentinamente, el estrepitoso sonido de un cabalgar empezaba a hacer eco en la profundidad del bosque, alguien se aproximaba, no estaba seguro del todo, aun así su sexto sentido le pedía estar alerta.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: The moon watcher [Vittorio]
“No te resignes, lucha, aunque igual sepas que perderás”
El sentimiento en sus orbes era dulce, como un veneno que se esparcía y brillaba a ritmo constante. Sí, eso me gustaba, el odio y las ganas de luchar. Pero el contenedor era más fuerte de lo que imaginaba, parecía estar combatiendo contra sí mismo, como un pequeño ratón en una jaula vacía. Con carbón encendido en sus patas, queriendo saltar, escapar indudablemente. Pero allí estaba, atrapado y sin salida, acostumbrándose al infinito y eterno infierno. Me encontré entonces bastante relajado ante aquella impertinente presencia, me daba gusto encontrarme con un neófito, no recordaba cuándo había sido la última vez en molestar a uno, buscar llevarlos al límite era lo que me embriagaba de diversión. Incluso su mirada entre curiosa y perturbada hacía que mi rostro se encorve en una sonrisa de lo más descarada. — ¿En horas? No faltan muchas de esas para que se empiece a aclarar el cielo. ¿Ya has sido quemado por el sol? La sensación cuando se te quiebra la piel y los ojos se achicharran, es hermosa. Ves el sol y comienzas a odiarlo. Entonces, luego de eso, no se te ocurre extrañarlo jamás. Siquiera en pinturas da placer. — Bramé tupidamente, con la media expresión alzada, aún tenía el recuerdo vívido en mi cabeza, aquella vez, había querido arrancarme la esencia a jirones. Había sido mi castigo por fallarle a un reinado, atado de pies a cabeza dentro de una gran copa de plata. Tan solo un segundo donde pude mirar al astro del día y mi cuerpo se había achicharrado. Incontables meses habían pasado hasta poder volver a levantarme.
— Oh, te equivocas. Me encanta hablar con chicos nuevos como tú. Sus pensamientos y cómo se convirtieron. Qué tanto les dolió, si aprenden solos, si alguien les enseña. Dímelo todo. — Mis dedos viajaron a su mentón y apenas lo levanté un centímetro, observándole curioso, escuchando sus palabras con la misma indagación que antes. Se podía considerar que era un tipo demasiado fisgón para mi edad. Como un adolescente con cuerpo de viejo, de más de cuatro mil años, todo era irónico cuando de mí se trataba, pero me gustaba esa forma, la meticulosidad con la que podía observar a las personas y quedarme molestándolas por más tiempo de lo que ellos realmente creían. Nunca me cansaba y esa vez no sería la excepción, hasta que la claridad no se ponga en popa, el pequeño Italiano estaba en mis dominios. —Vittorio, un bello nombre. Intentar matar a tu Sire está bien, después de todo, si no pudo contra una miniatura como tú es porque no se merecía seguir en la tierra. Mmm... ¿Joven? La noche tiene más años de los que podría llegar a contar. Es tan sabia como así el mundo. Pero eso no es algo de lo que te quiera comentar. Ya sabes, las cosas de viejos no me interesan, existir como vivir cada hora es lo primordial. — Fue más un habla para mí mismo que para el otro. De esa manera es como me comportaba, viviendo intensamente, haciendo todo como si fuese la última vez, aunque tenía una hermosa eternidad por delante. Jamás moriría, había aprendido a convivir con el averno y éste me amaba como yo a él. Apreté entonces la piel de aquel joven, entrecerrando los ojos, escuchando el dulce rechinar de unos hierros zarpando sobre el suelo.
Mi lengua se deslizó como una jodida serpiente por todo el costado y la cabeza se arqueó para ver un poco más allá. La longevidad ayudaba a centrar más y más los poderes, llevarlos al límite. Pude sentir entonces el néctar de un cazador, el agua bendita no estaba presente, por lo que no me preocupaba, no era uno que pudiese ocasionarnos problemas. Seguro estaba allí por un par de hombres lobos, pues bien. Tendríamos que ayudar a uno de los dos bandos. — ¿Te gusta pelear? ¿Quieres que lo sigamos para ver si encuentra a un licántropo? Ahh… Me encantaría poder morder a uno. ¿Alguna vez escuchaste el grito de esos lobos cuando los muerde un vampiro? Entre las razas, son como veneno. — Expliqué cuando alcé un dedo para acariciar uno de los colmillos ajenos, comenzando a desplazarme para escondernos de aquellos movimientos ajenos. Como fuese, el sigilo siempre era necesario entre los de nuestra especie. Rápidos y efectivos, la mejor manera de actuar en cualquier clase de batalla. Con la cabeza le señalé que se subiera a un árbol antes que yo, quería tenerlo cerca, aquél entretenimiento de la noche no debía tener forma de escapar o tendría que dignarme a ir tras él como aquella pequeña ratita que era en mis garras.
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: The moon watcher [Vittorio]
No había duda alguna que aquel vampiro poseía la seguridad más avasalladora que jamás hubiese visto antes. En todo el transcurso de su corta mortalidad se habría topado con alguien como él, ni quiera ahora como caminante nocturno había sido testigo de contemplar un espectáculo como lo era su acompañante. Sus gesticulaciones, la risilla que escapaba cuando terminaba sus frases y blasfemias. Cada palabra que sus labios escupían estaban llenas de un cinismo y un juego peligroso en el cual el neófito tenía todas las de perder. Debía estar al tanto de todo a su alrededor, sí, pero así mismo de aquel a quien tenía más cerca. Hasta ahora una cosa era segura, debía desconfiar hasta de su sombra misma, no iba a cometer el mismo error dos veces y se limitó a mantener ese mecanismo de defensa activo hasta que se sintiera un poco más tranquilo a pesar de encontrarse con uno de su misma condición.
–¿El sol dice? Temo que mi respuesta es un rotundo no signore– respondió tajante, esas vivencias en el vampiro milenario parecían lejos de tortúrale causarle cierto regocijo ¿Estaba loco acaso? –Aunque si me permite añadir, existen cosas que laceran aún más que aquello que usted describe como un bello dolor–
Él estaba aparentemente ávido por conocer cada vivencia del italiano, en cambio este último no estaba dispuesto a hacerlo, desmoronarse con desconocidos era un lujo que había dejado de permitirse hace tiempo, todo su dolor, cada visión perfumada de nostalgia y agonía estaban reservadas para sí mismo y para las páginas de aquellos diarios enfermizos que a veces redactaba como un acto de contrición hacia su hermano menor. Azotado por los mismos demonios cada noche, pues se había habituado una y otra vez a revivir en su memoria la misma escena fatídica. La antiquísima existencia de su oyente le proveía de una excelente arma, Vittorio solo esperaba que todo su pasado no fuese a traicionarle en estos momentos en que la cautela apremiaba.
–Nunca signore– dijo respondiendo a su cuestionamiento –No a menos que la situación lo requiera– sintió nuevamente ese roce peligroso en sus colmillos, abruptamente movió su mentón hacia el lado contrario para evitar ser tocado otra vez.
En cuestión de segundos subió a través de las ramificaciones colocándose en un lugar privilegiado que le brindaba un excelente campo visual hacia el argento claro que se derramaba sobre el jinete, el peso ligero de su acompañante le meció apenas.
–Parece que usted disfruta mucho ese tipo de espectáculos, sin embargo como le mencione temo que tampoco he tenido la fortuna de presenciar uno– rió en susurro jugando a ser sarcástico.
Sus orbes rápidamente se posaron sobre la grisácea acuarela nuevamente. El acechador se detuvo en seco, probablemente había identificado sus presencias a lo lejos, pero no podría ser posible, su aura mantenía una tonalidad pulcra, sin ese ápice de tonalidades tan propias de los sobrenaturales. ¿Qué era entonces lo que le había obligado a detener su marcha? Intempestivamente una sombra apareció desde la tupida maleza arremetiendo contra él, derribó al caballo en cuestión de segundos y para ese entonces el instinto quizás aún mundano de Vittorio le orilló a lanzarse en contra del licántropo el cual por mera diversión parecía estar listo para dar fin a la existencia del humano, quien no tardó en hacer uso de sus armamentos y dejar herido de gravedad a la bestia de pelaje oscuro. El neófito se hallaba en medio de ambas figuras y por primera vez la incertidumbre le invadía ¿Sería capaz el humano de disparar contra él de la misma forma? Maldita la hora en que su sexto sentido le orilló a posicionarse en tan comprometedora situación.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: The moon watcher [Vittorio]
“El rencor de los muertos se hace esperar”
Asentí un poco, a sabiendas de que la respuesta por parte de aquel chico sería evidentemente un negativo, pocos habían probado el sabor del sol luego de convertirse y de alguna forma estaba en contra de ello. Como nacido en una tribu nórdica, estaba en mis ideales conocer a mi enemigo más que a mi amigo. Y no necesitaba saber mucho de la luna, como así me interesaba el sol. Qué tanto ardía, cuánto tiempo podíamos pasar allí abajo. En qué momento empezábamos a volvernos cenizas. Ya había medido todas aquellas acciones, gran cantidad de neófitos habían sido masacrados por mi persona hace unos miles de años. En algún período de mi existencia me había aburrido de verlos sufrir. Y de todos modos, había probado con muchos, incluso con vampiros de mas de mil años de antigüedad. Lo que me había llevado a corroborar que hay extremos, los recién convertidos, y hablaba de apenas unos meses, duraban mucho más bajo el sol que inmortales de cien años. Y los de más de mil empezaban a aguantar más progresivamente. Estaban por un lado los que aún tenían algunas partes vivas y por el otro, los que estaban tan muertos que la piel comenzaba a parecer un marfil, una estatua tallada, tal como mis extremidades en aquellos momentos. Poco a poco la sangre no nos era suficiente para parecer mortales. Lo había notado con el encuentro con Pandora, aquella mujer que tenía muchos más años y ya parecía algo no real, incluso sus pestañas empezaban a no lubricar sus ojos. Era una desventaja, camuflarse era más difícil, pero seguir existiendo se volvía mucho más sencillo también.
— Ahh… Si hablas de las palabras y cosas triviales como los sentimientos. Éstos van desapareciendo a medida que los años pasan. Luego encuentras placer en cosas más divertidas y menos importantes. — La sonrisa jovial estaba postrada en mi rostro como símbolo de mi entretenimiento, aquella pequeña alimaña que tenía al lado aquella noche era mucho más entusiasta de lo que había previsto en un principio y me regocijaba saber que aún tenía ese halo de humanidad que tan enfermamente me ponía. — ¿Y cuándo la situación lo requiere? — Pregunté al tiempo que él buscaba distancia y por lo contrario, yo me emocionaba por rozarle. Alzándome a la rama para apoyar la mano en el tronco, justo al costado de su cabeza, observando sus movimientos, como seguía aquel sonido del latir del corazón humano que estaba por debajo de nosotros, en más de un aspecto. Me relamí los labios y colmillos, asintiendo a su aclaración. Era fácil deducir las cosas que me divertían, porque eran pocas y a su vez muchas. Matar a nuestra raza enemiga era lo más dulce que había aprendido a hacer, aquellos lobos incapaces de pensar por sí mismos cuando la luna llena los tocaba. Al igual que nosotros no podíamos ver el sol, ellos tampoco el astro lunar entero, claro que las diferencias eran abismales. Pero esa pequeña igualdad nos convertía en enemigos por naturaleza y la saliva viva de ellos funcionaba igual que el agua bendita en nuestra piel. Así igual el elixir de nuestra mordida hacía el efecto en ellos. — El sabor más grato que el de mil vírgenes, es ese. Escuchar el dolor de los perros de la luna. —
No pensé entonces que él fuese a intentarlo. Cazar a un licántropo es más difícil de lo que parece, son seres detestablemente fuertes y no piensan, contraatacan con todo lo que tienen, sin importarles morir o no. Eso era algo que les daba muchísima más ventaja. Nosotros como seres pensantes intentábamos calcular las cosas, perdiendo el tiempo básicamente en lo que un lobo puede agarrarnos la cabeza y sacarla de un girón. — ¿Mmm? Oh, qué espectáculo. Tsk, será una lástima si lo hacen cenizas. — Mascullé y acomodé mi hombro sobre la corteza del árbol, enarcando una ceja, el licántropo no iba a detenerse tan solo por una bala y así mismo aquel cazador se hallaba intimidado de una manera muy cobarde, le iba a disparar a ese pequeño Italiano. Cerré los ojos y dejé salir un silbido hacía el humano, el licántropo podía llegar a notarme, pero dudaba que fuese a voltearse teniendo frente a él un pequeño manjar de vampiro. Y fue cuando los ojos del cazador se posaron sobre mí que sonreí y dejé que el dolor en su mente se transmitiera con lentitud, rompiendo cada hebra de pensamientos en él. Lo observé retorcerse y mis ojos no se despejaban. La sonrisa sin embargo estaba amplia sobre mi faceta, no iba a permitir que un buen tiro en el corazón del muchacho lo hiciera cenizas tan rápido. Aún tenía que molestarlo hasta hartarme después de todo. — ¿Qué quieres hacer? Te va a ir a sacar un pedazo, corre o atácalo antes de que se recomponga de la bala. ¿O es que quieres mi ayuda? — Más fue el sabor de excitación lo que se elevó, deseando meterme, pero al mismo tiempo, disfrutaba ver como aquel chico se empezaba a cuestionar demasiadas cosas, parecía tener la mirada perdida, pero no había tiempo, aquel hombre lobo estaba ya lanzándose al él con sus colmillos hacia afuera y el odio burbujeando en sus ojos como la bestia asquerosa que resultaba ser.
No pensé entonces que él fuese a intentarlo. Cazar a un licántropo es más difícil de lo que parece, son seres detestablemente fuertes y no piensan, contraatacan con todo lo que tienen, sin importarles morir o no. Eso era algo que les daba muchísima más ventaja. Nosotros como seres pensantes intentábamos calcular las cosas, perdiendo el tiempo básicamente en lo que un lobo puede agarrarnos la cabeza y sacarla de un girón. — ¿Mmm? Oh, qué espectáculo. Tsk, será una lástima si lo hacen cenizas. — Mascullé y acomodé mi hombro sobre la corteza del árbol, enarcando una ceja, el licántropo no iba a detenerse tan solo por una bala y así mismo aquel cazador se hallaba intimidado de una manera muy cobarde, le iba a disparar a ese pequeño Italiano. Cerré los ojos y dejé salir un silbido hacía el humano, el licántropo podía llegar a notarme, pero dudaba que fuese a voltearse teniendo frente a él un pequeño manjar de vampiro. Y fue cuando los ojos del cazador se posaron sobre mí que sonreí y dejé que el dolor en su mente se transmitiera con lentitud, rompiendo cada hebra de pensamientos en él. Lo observé retorcerse y mis ojos no se despejaban. La sonrisa sin embargo estaba amplia sobre mi faceta, no iba a permitir que un buen tiro en el corazón del muchacho lo hiciera cenizas tan rápido. Aún tenía que molestarlo hasta hartarme después de todo. — ¿Qué quieres hacer? Te va a ir a sacar un pedazo, corre o atácalo antes de que se recomponga de la bala. ¿O es que quieres mi ayuda? — Más fue el sabor de excitación lo que se elevó, deseando meterme, pero al mismo tiempo, disfrutaba ver como aquel chico se empezaba a cuestionar demasiadas cosas, parecía tener la mirada perdida, pero no había tiempo, aquel hombre lobo estaba ya lanzándose al él con sus colmillos hacia afuera y el odio burbujeando en sus ojos como la bestia asquerosa que resultaba ser.
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: The moon watcher [Vittorio]
El eco de aquella pregunta por parte del vampiro aun resonaba en su mente. El neófito no se atrevió a responder puesto que esperaba que tal momento no llegara, albergaba la esperanza de no tener que hacer uso de sus habilidades para asesinar, no otra vez. Sabía que su semejante no se detendría si la ocasión se llegara a presentar, aturdido aún por el cuestionamiento previo cruzaron inesperadamente un par de imágenes en blanco y negro. Algunas visiones eran propias, recuerdos volátiles que tomaron posesión de su impalpable lado humano.
Otras pertenecían al hombre que le apuntaba con el arma, asesinatos, un saldo de cuentas, aparentemente no era tan inocente después de todo. Así mismo, aquella bestia también parecía cargar con un pasado oscuro. Vittorio sabía que bien pudo haber sido víctima de una traición, justo como lo que él había sufrido, que en el interior de ese monstruo cuyas fauces amenazaban con devorarle yacía parte de un ser humano que tan solo se atormentaba cada vez que el astro argento hacia aparición en lo alto de la bóveda ennegrecida.
Un silbido hirió la tranquilidad de la noche. No había tiempo para dudar, la explosión del arma de fuego provocó que el neófito en un acto reflejo esquivara con éxito la bala, sin embargo, aquel disparo hubiese sido certero de no haber sido por la intervención del otro vampiro, Vittorio apenas distinguió en sus movimientos la forma en que el cazador caía presa de un dolor punzante en su interior. Aquella escena era de completo regocijo para su semejante mismo que en cuestión de segundos estaba a su lado nuevamente, apenas tuvo tiempo de escucharle cuando el licántropo se arrojó en contra de ellos, un par de accionares ágiles le salvaron de la embestida pero debía ser cauteloso y frio si quería sobrevivir a esto.
La propuesta de su compañero le brindaba una falsa seguridad, pues nada le confirmaba que estaba del todo de su lado, había aprendido a no confiar en nadie desde el incidente y quizás eso le convertía en un vampiro apenas testarudo aunque la ocasión apremiara. Olvidó aquel cazador herido sobre el suelo, podría encargarse con seguridad más tarde incluso intentó hacer caso omiso del olor de la sangre en el equino, pues sobre este aroma se sobreponía un tenue perfume que intoxicaba los sentidos y el raciocinio del joven vampiro y eso era, la herida que la bala había provocado en el hombro de la fiera.
Si una cosa era cierta es que el instinto animal que dormía en él estaba por ser liberado a la mínima provocación y por reglamento de la naturaleza debía obedecer a este para permanecer con vida dentro de la mortal cadena de supervivencia que demandaba a los de su especie. De este modo Vittorio se lanzó en contra del licántropo atestando un par de golpes en las costillas del animal, este no salió tan bien librado, recibiendo ligeros roces de sus garras que hicieron girones partes de su indumentaria, las punzadas transformaron el semblante frio del joven vampiro en un rictus de dolor, estaba consciente que un solo error podría significar su despedida de este mundo.
Los colmillos crecieron ligeramente bufando por el dolor que el previo ataque provocaba en su cuerpo, estaba a merced de un certero tiro de gracia en cualquier momento apoyado en una rodilla se recuperó cuando el licántropo se arrojaba en su contra una vez más, era el momento definitivo en que debía hacer gala de todas sus habilidades para salir bien librado, no sería fácil pero tampoco planeaba morir esa noche. Extendió ambos brazos entonces al aire en un salto mientras su cuerpo se estrellaba de lleno en contra del predador.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: The moon watcher [Vittorio]
“Cuando no escucho tus plegarias no puedo darle las gracias a la luna”
El muchacho no me había respondido, siquiera había mirado mis ojos. Parecía concentrado y aunque eso me daba un cierto placer por verlo tan inmiscuido en sus asuntos, provocaba que un deje de molestia se acentuara en mí. Si había algo que no toleraba es que me ignoraran. Cobraba con creces cuando eso sucedía y él no sería la excepción. Tanto fue así que dejé que el cazador siguiese con su vida normal luego de haberle triturado unos momentos el cerebro y me quedé mirando. Esa manera de atacar, la sangre dulce en el aire, mis colmillos se afilaban y se mostraban expuestos a cualquier tipo de represalias. Me imaginé entonces al inquisidor que me había traspasado el pecho de lado a lado. Aquel desgraciado que me había abanicado al borde de la muerte y al cual no había vuelto a ver nunca más. Pero ahora tenía el momento justo para devolverle el favor. Anqué sin duda no le llegaba ni a los talones, no tenía ninguna habilidad de combate, era simplemente, un perro de la noche que estaba intentando comerse a alguien. Como todos aquellos malditos del astro que no podían hacer nada contra eso. No podía decir que les deseaba todo aquel mal, ser vampiros era sin duda algo mucho más práctico.
Como fuese aquel pequeño vampiro estaba dando todo de sí, había salido herido y el hocico del animal parecía querer arrancarle un pedazo. Algo que no iba a permitir, bien sabía que estar frente a un hombre lobo y no tener la suficiente edad era casi un suicidio. Y no entendía como es que se había lanzado tan abiertamente. Quizá un poco de su inconciencia humana lo había obligado a querer salvar a un ser humano. Completamente incorrecto viniendo de su parte. Los inmortales solo teníamos que pensar en nosotros mismos. Éramos carnívoros, nos alimentábamos de sangre y de muerte. Pero él no parecía comprenderlo aún. — Termínalo de una vez o clavará sus caninos en ti. Y será como veneno que paralizará tu cuerpo por horas. ¿Acaso quieres quedarte quieto a mi lado? — Me reí, sabía que él no confiaba en mi persona y hacía bien. Yo tampoco lo haría, era un milenario que sobrevivía porque le gustaba la eternidad. Y, ¿a qué vampiro le gustaba tanto ser infinito y sobrevivir al infierno? Pocos, siempre me encontraba gente melancólica. Muchos morían en mis brazos. Otros, tal como aquel al cual le veía potencial, terminaban en mi lecho o entablando conversaciones interesantes. Lo cual era algo raro tratándose de mí. Quien no estaba ni cerca de parecer alguien serio y adulto.
Yo me consideraba un adolescente en sus peores etapas. Y con esas mismas emociones fue que al ver como el peludo amigo se lanzaba al muchacho di un salto bastante alto y puse mis garras en punta, el filo estaba justo para arrancarle el corazón. Lo hice solo para asegurarme que el otro lo matara en ese momento. Pues de lo contrario, al no tener sus brazos para protegerse el maldito ser buscaría arrancarle la cabeza. Sus fauces eran gigantes y quitar cabezas no era nada complicado, aun si se trataba de un sobrenatural. Y efectivamente, la presa cayó al suelo conmigo por detrás. Me moví con un salto que rozaba el egocentrismo y me acerqué a él. — El olor a sangre no se te irá. Pruébala, es como saborear la victoria completa. Podrías volverte adicto si por más de dos semanas seguidas te alimentas de uno de ellos. Y dime, ¿harás algo con ese amigo tuyo, que salvase, y ahora te debe la vida? ¿Acaso piensas por alguna razón que te va a agradecer? — Ironicé, pues estábamos hablando de un cazador que ahora estaba empezando a desesperarse. Y claro que era comprensible, tenía demasiados seres a su alrededor y ninguno lo quería ayudar. Era hora de tirar la moneda, ¿cara o cruz? ¿Se salvaría o la cena estaba servida? Ambas cosas me entretendrían. Sacudí mis manos, mirando de reojo el desastre que habíamos hecho. Pelear con aquellas bestias solo irrumpía el crecimiento de los árboles. Me acerqué entonces al humano y esperé. Había dejado mis órdenes al mandato del menor, como si estuviese evaluándolo.
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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