Pasado y Presente (Vittorio)

por **Niord Süskind** Dom Dic 21, 2014 4:28 pm

Cálido y ligero. Como el abrazo de una prostituta por la noche, cuando no deseas pensar en nada que no sean sus manos profesionales recorriéndote el cuerpo. Sutil y añejo, de un tono casi acaramelado. Algunos románticos hablarían del color de la sangre de los árboles. Un ámbar intenso y refulgente meneándose en una copa de cristal, encarándolo con una profesionalidad que nadie aún había conseguido hasta ese momento. Y es que pocos, por no decir nadie, podían ofrecerle el reflejo de sí mismo, como bien hacía la copa del alcohol que llevaba consumiendo durante horas.

Llevaba mucho tiempo sentado en aquella esquina del local, meneando la copa de arriba hacia abajo, vaciándola con ansias. Necesitaba encontrar un sentido a su vida, poner orden dentro de su caos. Pero tan pronto venía la idea, se iba tras un buen trago de aquel whisky escocés. Sabía que era imposible, llevaba siendo desordenado durante más de dos milenios, ahora no iba a cambiar sólo porque su reflejo en el escaparate de una de las librerías que solía frecuentar, le hubiera dado un golpe en el estómago al verse casi convertido en un despojo humanoide. Quizás eso había hecho que se cambiara la ropa que llevaba portando durante un mes entero. A veces se olvidaba de que realmente era necesario hacerlo, al fin y al cabo, para él un mes era casi como un día. Había perdido todo contacto con la realidad.

Bebió un sorbo más y dejó la copa sobre la mesa de madera, dejándola a un lado para centrarse sobre su único pasatiempo; la escritura. Había sido a lo largo de su larguísima existencia, un escritor famoso escondido bajo numerosos seudónimos aún más famosos. No importaba qué cosa escribiera, todo cobraba el efecto de tocar el corazón de aquellos que lo leían. Al fin y al cabo, él era un hombre con una sensibilidad cosechada durante muchísimo tiempo. Ponía en las palabras todo su amor por la única persona que amaba y amaría por el resto de sus días. Aunque ahora, no sabía cómo se llamaba, ni su aspecto físico o sexo. Sólo entendía que tras su muerte, el alma de su amado había decidido volver de nuevo a este mundo después de perdonarlo. Pero había esperado durante tanto tiempo, que comenzaba a creer que realmente lo habían engañado y ya, jamás volvería. Su sino era estar solo, abrazado por las letras que escribía para alguien no nacido, esperando que algún día lo leyese y desease regresar a sus brazos. Solo debía continuar escribiendo o pintando, sólo un muerto vivo más en aquel mundo triste y gris.

por **Michael Sundqvist** Miér Ene 21, 2015 3:26 pm

Entonces habría dado la bienvenida al silencio. Sus días como mortal habían terminado para siempre y ahora se presentaba como un completo desconocido en París. Cerró las puertas a los recuerdos vacíos y grises que aún se mantenían obstinados deambulando en su mente, aún lastimaban, siendo heridas que laceraban el alma, si es que un ser como él aún la puede poseer. Caminó desganado entre los callejones estrechos y vacíos y el aroma a humedad que los días lluviosos dejaba huella en las paredes desnudas crispaba los nervios. El sonido de las gotas de agua golpeaba los charcos, eran una sinfonía a sus oídos, todos y cada uno de los ruidos que producía la vida nocturna de la ciudad le contaba una historia.

A paso lento recorrió el boulevard que le condujo a las afueras de la civilización, se refería obviamente a esos lugares donde nadie de clase se atrevería a pisar a altas horas de la noche, las altas y esbeltas prostitutas caminaban por ahí, el cielo estaba ennegrecido y no había señal de estrellas o demás brillos que interrumpieran la perfección de las tonalidades oscuras que se veían a lo alto. Se volvió uno con la noche, dejó que le adoptara y cubriera su vulnerabilidad aun resentida con su manto de terciopelo. Poco a poco las luces de los hogares y comercios se apagaban y se sintió extrañamente débil y solo.

Suspiró apenas antes de adentrarse en aquel lugar, el olor que aquellos hombres despedían no era algo que hubiera imaginado experimentar en sus años como mortal, sin embargo había decidido bajar hasta lo más profundo del infierno para reencontrar el camino, para reencontrarse a sí mismo. Se acercó a la barra y pidió whiskey. Bebió un sorbo y cerró los ojos, a su alrededor el murmullo de un centenar de pensamientos se escuchaban, ese don suyo ahora más bien parecía una maldición que no le dejaba en paz, nunca habría estado interesado en conocer lo que otros ocultaban tras la máscara. Suficiente tenía con los demonios propios como para indagar en los terrenos inhóspitos de alguien más.

Sin embargo de entre estas almas pútridas reconoció el halo con tonalidad similar a la suya. ¿Coincidencia? No sabía que pensar realmente, hace mucho que las coincidencias habían dejado de significar algo para él, en otro tiempo su lado mortal hubiese pensado eso, pero de ingenuo ya nada quedaba en este nuevo Vittorio. La eternidad en ocasiones era simplemente insoportable, más aún en esos días grises, bebió un poco más y recargándose apenas en la orilla de la barra, clavó su mirada nostálgica en su semejante. No estaba del todo seguro que era lo que pasaba por su mente, la confusión siempre había estado ahí y sin embargo le parecía tan atractivo.

por **Niord Süskind** Lun Mar 02, 2015 7:36 pm

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.

La oscura sangre manchaba el blanco puro del papel a medida que escribía, creando numerosas líneas y curvas que se unían y separaban para conformar aquellas ideas que saturaban su mente perdida. Como una criatura milenaria, su capacidad para narrar historias se había desarrollado hasta el punto de ser lo único que realmente había forjado duramente en el tiempo. Podría decirse que sabía luchar, ya que los vampiros antiguos no solían ser criaturas dadas a solventar los problemas con palabras. Quizás fue eso lo que lo llevó a trabajar su habilidad para expresarse sobre el papel. O, lo más probable si se tenía en cuenta su personalidad, solo fue la necesidad de buscar una compañía grata para alguien tan solitario como él.

Jamás se había involucrado demasiado con cualquier otro ser o criatura. No había necesitado la compañía reiterada de nadie. Era más dado a reuniones esporádicas con personas de distinta índole y clase. A veces recurría a aquellos humanos o seres sobrenaturales lo suficientemente viejos como para apreciar las charlas que duraban horas. Aunque , cuando perdía el interés, se marchaba y, a veces, ése era su último encuentro con ellos. Para él no existía nada perdurable en el tiempo, más que él mismo. Por eso sólo mantenía una relación permanente con las letras y el arte.

¿ Cuántas veces había sentido vacíos en su mente, dejándole incapaz de reconstruir el hilo narrativo de alguna idea para uno de sus libros?. El pincel se balanceó entre sus dedos con cierta brusquedad, como si estuviese protestando con él al ser detenido en medio de una frase que no tenía final. Realmente estaba sorprendido, tanto que el instrumento con el que escribía cayó sobre la mesa, como si se rindiese ante aquella expresión de completa sorpresa y consternación que expresaba su rostro.

Jamás le había ocurrido esto. Nunca, en todos sus años de vida, se había quedado incapaz de escribir. Sus musas habían sido generosas con él siempre, cosa que entendía ya que muchos decían que aquellos que eran desafortunados en el amor, lo eran en otro ámbito de la vida. Pero él jamás creyó que realmente algo así pudiera ocurrirle a él. Había oído de aquellas personas que de repente perdían su inspiración y debían luchar mucho tiempo para volverla a recuperar, pero no él. No cuando necesitaba escribir para poder plasmar miles de palabras de amor para aquella persona a la que había perdido tanto tiempo atrás. Dejar de escribir constituía algo terrible. Y sentía verdadero terror.

Pasó una mano por su rostro, recorriéndolo con sus dedos, hasta que los mismos se perdieron entre su pelo, revolviéndolo para así poder volver a caer sobre la mesa sin darse cuenta de que había dejado una mancha negra sobre una de las mejillas de su cara. Una verdadera marca que evidenciaba su concentración en la escritura, hasta el punto en el que no se había dado cuenta de que sus dedos habían sido manchados con la tinta, generando en él así, una marca de su entretenimiento.

Tomó el vaso que contenía el alcohol que había estado consumiendo mientras escribía, distrayéndose del fuerte impacto que le había dejado su incapacidad de retomar su texto. Así que paseó sus ojos por la habitación, distrayéndose en aquel mar de rostros desconocidos hasta que su mirada chocó con la de otra persona que lo estaba mirando fijamente.

Su garganta tragó lentamente el contenido del alcohol, sintiendo la caricia que dejaba en él al recorrerle el interior de su garganta. No supo por qué, pero mantuvo la mirada de aquel otro hombre, llegando a ofrecerle una pequeña sonrisa al separar el cristal de la copa de sus labios. Pero su sonrisa no se debía a ningún tipo de felicidad, sino al ácido instinto que le decía que su vida había sido alterada sin que él siquiera supiera , ni entendiera el motivo.

por **Michael Sundqvist** Jue Abr 09, 2015 3:55 pm

Nada estaba escrito, las eventualidades que sucedían a su alrededor por alguna u otra razón le encaminaban hacia nuevos rumbos sin que el vampiro lo hubiese notado, no quería mostrarse iluso o soñador, no después de haber afrontado tanto dolor, hasta ese entonces el neófito no había hallado esa respuesta anhelada. ¿Qué era lo que le esperaba al final de la bruma y la espesa lobreguez que parecía ser una constante en su actual existencia? Le esperaban días, años, siglos quizás de un indescriptible remordimiento. Estaba convencido entonces, que dicho andar sería el precio a pagar después de haber arrancado con sus propias manos la vida del más pequeño de los Cacciardi, pues lejos de poseer un aprendizaje en todo lo vivido, el susurro de una sola palabra terminaba por aplastarle una y otra vez: Culpabilidad. Y es que no había sido consciente de sus actos hasta ese entonces, caminaba hacia los mismos lugares, se topaba con la misma clase de gente.

Curiosamente la noche que nada esperaba ya, se encontró de forma fortuita con la mirada apacible de un semejante, un ser que compartía con Vittorio la misma condición de caminar guiado únicamente por la noche. Ante la reacción del extraño, el neófito levantó su vaso en forma de saludo cediendo ante el extraño encanto que el rubio poseía. Sonrió apacible dando el último sorbo a su bebida. El incesante bullicio que flotaba a su alrededor le exasperaba a tal grado de querer salir de ahí sin pensarlo dos veces o bien aniquilar a un par de aquellos despreciables sujetos. Ladrones, mentirosos, escorias que nadie echaría de menos si decidía atacarles en el callejón. Suspiró con desgano, en un intento por liberar de su pecho esa angustia que se tornaba en furia en sus días más oscuros. Colocó un par de francos más sobre la barra y eclipsado por las tonalidades que aquel joven irradiaba regresó nuevamente su mirada hacia él. Parecía absorto en problemas propios.

No quiso mostrarse descortés, así que evitó utilizar su don para averiguar que transcurría en su mente, si se tratase de alguien más no hubiera dudado un segundo en hacer uso del mismo, sin embargo existía algo en aquel joven que le obligaba a actuar de manera distinta, a apartar ese monstruo y mostrar lo que aún quedaba de su lado mundano. Ladeó los ojos y caminó lento hacia su mesa, mientras se aproximaba, reparó en la marca oscura que mancillaba la lozanía de la piel en una de sus mejillas, un par de hojas revueltas no menos desordenadas que sus ideas seguramente y la inquietud que fluía a través de los movimientos de sus dedos con el pincel.

–Creo que elegiste el peor lugar para encontrar inspiración– dijo sonriente.

Y es que existían diversos lugares en la capital que bien le podrían otorgar al joven esa serenidad que necesitaba para terminar su arte. Se mantuvo de pie tratando de hallar una explicación lógica en la escena que se presentaba frente a él. Se mantuvo callado tratando de encontrar más bien una respuesta a estas reacciones tan atípicas en él.

por **Niord Süskind** Sáb Mayo 02, 2015 9:06 pm

" Tu guitarra y tu canto
aceptan su destino.
Tu palabra se aleja."

Aquella sonrisa por parte del otro vampiro hizo que se convirtiera en una figura de mármol. Todo su cuerpo se detuvo, ni siquiera pestañeó, como si hubiese sido capturado por alguna clase de hechizo. Quizás si hubiera sido humano su corazón sí que hubiese latido con un incomprensible golpeteo cada vez más fuerte, saltando dentro de su cuerpo, exigiendo salir y acudir a saludar a aquella persona que, siendo a penas un desconocido, un mero rostro entre los demás, se había convertido en alguien especial. Pues, sin haberse visto jamás, él había marcado una diferencia entre otros muchos que habían desfilado con prisas por su vida, ya que aquel vampiro como él según el aura que le rodeaba, le había hecho sentir algo por primera vez en mucho tiempo. La más profunda curiosidad.

Sus labios se entreabrieron a medida que aquel extraño ser se aproximaba a él. Realmente no quería que se acercara, sintió un extraño hormigueo recorrerle las manos, como si su musa, aquella traidora inspiración, se estuviese burlando de él. Respiró con necesidad, como si realmente tuviera que llenar sus pulmones con un aire que pronto le hizo fruncir el ceño por todos aquelos olores que se fundían en su sensible paladar, hablándole en un silencioso murmullo de todo lo que llenaba aquella habitación. La soledad, desesperación, necesidad, enfermedad y muerte; mezclada con una inconfundible esencia arrolladora que hacía desaparecer la pestilente creación del tabaco y el alcohol, que envolvía el salado e inconfundible aroma del sudor y la escasa higiene de algunos y el terrible perfume barato de la mesera que reía a lo lejos. Él, aquel vampiro, le hacía realmente querer volver a tomar otra bocanada de aire, de forma masoquista, solo para poder volver a sentir su esencia adentrarse en lo más profundo de su garganta.

¡ Qué destino tan egoísta, cuán profundo y terrible azar los había unido en aquel miserable recinto!. Cuanto hubiese dado por poder escribir este momento, llenaría diez páginas tan solo con el fluido caminar del vampiro sobre el suelo. Del vuelo de su pantalón sobre sus piernas cada vez que daba un paso, dejando siempre uno de sus pies atrás para poder avanzar. Tal arrogancia en un inconsciente paseo de tan solo unos segundos. ¡ Cuál crueldad en sus actos, entrometiéndose en su mente, exigiéndole a su musa el dedicarle un verso!

Apartó sus ojos de él cuando los labios ajenos se abrieron y soltaron la más insulsas de las afirmaciones, pero que, en su interior, le habían sacudido como el viento a la pobre y mustia hoja seca. Destinada a soltarse del árbol para sentirse dueña del cielo en su vuelo, sólo para caer, de la forma más atroz al suelo. Desdicha la suya el terminar siempre con las ilusiones rotas, al fin y al cabo, ¿ quién le daba a la hoja, el derecho de creerse pájaro en la ventisca ?.

- Soy consciente, más mi arrogancia me permite desafiar a la lógica. Al fin y al cabo, yo no soy más que una contradicción. - Tomó sus hojas y las ordenó una sobre la otra, intentando dejar un mínimo de orden en la superficie de la mesa.

- Vivo, más estoy muerto. Mi corazón no late, más me aquejan todos los sentimientos de los vivos. - Esbozó una suave sonrisa y le señaló el asiento anexo al suyo, invitándole a sentarse y formar parte de su vida una noche. Quizás ni siquiera toda ella, solo unas horas. ¿ Pero qué era eso para quien ya no recordaba siquiera el calor que dejaba un mero roce de manos?.

- Siéntese, ha decidido romper mi soledad. Hágase responsable y deme unas horas de su tiempo.- Su rostro se volvió distante y concentró en no decir nada más. Era bastante humillante el siquiera pensar que necesitaba la presencia del otro para sentir el soplo de la inspiración regresar a él.

por **Michael Sundqvist** Dom Jul 26, 2015 10:11 pm

Su conversión suponía un proceso de transformación, un proceso de cambio en el cual Vittorio luchaba contra esa mancha oscura que en ocasiones tomaba posesión de sus sentidos y le orillaba a cometer actos impredecibles y de consecuencias. Había el elegido el sendero de sombras por amor a Tonio a quien después de su progenitor siempre había visto como su figura modelo a seguir. Solo por él había aceptado la condición que ahora significaba un lastre sobre sus hombros. Aún en el más inmenso océano de dolor, navegando a contracorriente siendo arrastrado por las caricias de la culpabilidad había experimentado algo de regocijo y calma en sus previos días como un simple mortal. Solo esas memorias a lado de Luciano y Tonio le devolvían de vez en cuando una sonrisa sincera. No había sido hasta esta noche accidentada en la cual dicho gesto se manifestaba en sus labios aunque quisiera negarlo.

Observó con detenimiento los movimientos del joven y la forma cadenciosa en la cual sus dedos se desplegaban sobre las hojas, como si aquello expresado en tales misivas significaran todo para el extraño, una forma de confesión tal vez para sobrellevar la inmortalidad. Se mantuvo estático mientras escuchaba sus proliferaciones que resultaban contradictorias, un sobre natural aquejado por sentimientos mundanos, eso le parecía a Vittorio realmente singular y digno de conocer.

El neófito asintió para tomar su lugar devolviendo el gesto a su anfitrión ladeando apenas la cabeza. En un lapso de segundos llegaron a sus oídos el estrepitoso eco de los latidos de aquellos congregados en dicho sitio. Suspiró y alejó la interrupción centrándose en la marca particular que lejos de restar belleza en el joven rubio resultaba encantadora.

–Grazie mille– respondió en su lengua natal, sin miedo a develar tan detalle.

Vittorio bien sabía que el espacio de un inmortal era el tesoro mayor apreciado, estaba robando no solo el tiempo del otro, sino como bien había escuchado, parte de su existencia al compartir un par de horas en el venidero crepúsculo. Su intención nunca había sido esa, más bien, se había dejado llevar por ciertos instintos poco ortodoxos, impropios en su entorno monstruoso y humano. Suspiró nuevamente, con temor a que esta eventualidad resultara un tanto desagradable. Lentamente llevó su diestra hacia la mejilla del desconocido, rozándole apenas.

–Disculpe no era mi propósito irrumpir, pero tiene algo…– susurró mientras intentaba desaparecer la huella de la tinta –Mucho mejor–

Sonrió apenas cayendo en la realidad que quizás tal gesto había significado una falta de respeto para el otro. Y es que en ese sentido, a Vittorio siempre le había costado trabajo relacionarse con alguien nuevo en primera instancia. ¿Acaso iba de mal en peor?

–Mi dispiace, no era mi intención incomodarle– soltó con cierto nerviosismo.

–Soy Vittorio Cacciardi, un gusto– estiró nuevamente la mano enfundada en la frialdad de los guantes oscuros, ya había cometido un par de errores minutos atrás, así que lo mínimo que podía hacer era regalarle su nombre completo sin inhibición alguna.

por **Niord Süskind** Sáb Ago 01, 2015 10:32 pm

Es la fiesta de la piel
la caricia mientras dura
y cuando se aleja deja
sin amparo

Mario Benedetti

Aquel agradecimiento hizo que sus ojos volasen hacia los ajenos, manteniéndose fijamente en el dueño de las palabras. ¿ Italiano?. Curiosa casualidad, sin duda aquel joven se encontraba a numerosos kilómetros de distancia de su patria. ¿ En qué lugar habría nacido?. ¿ Por qué un inmortal como él se encontraba en Francia?.

Su mente voló, sin poder evitarlo, en el baúl de sus memorias. Él había estado en Italia muchos siglos atrás, allí se reunió con otros artistas que, aunque humanos, compartían con él la necesidad de plasmar sus sentimientos en cualquier forma capaz de atravesar un corazón despierto al conocimiento. Jamás había encontrado tal sosiego en su atormentada existencia, que junto a aquellas breves pero encantadoras criaturas. Le habían enseñado a pintar, esculpir, conversar e incluso acompañar sus palabras con movimientos dramáticos de sus manos. Cuando sintió que ellos ya no podían aportarle nada nuevo, recogió sus cosas y se instaló en el siguiente país que había llamado su atención. No había vuelto su cabeza atrás jamás, ni siquiera había pensado en ellos hasta este momento. Era extraño que sólo ahora cayese en la cuenta de todo el tiempo que había transcurrido, pero siempre le ocurría lo mismo, suponía que era un error que podía perdonársele, al fin y al cabo él llevaba más de dos mil años recorriendo el mundo.

El roce de sus dedos, cubiertos por la tela de sus guantes, silenció su mente con una eficiencia que le hizo abrir sus ojos con evidente sorpresa. No sólo se sentía impactado porque le hubiese tocado de una forma tan informal, sino por la sensación de familiaridad que tenían sus dedos sobre su piel. La memoria de su cuerpo no solía engañarle, ya que existían muy pocos seres que habían logrado la proeza de tocarlo. Era demasido amante de la soledad y la melancolía para desear o permitir sentir parte alguna de otro ser vivo sobre su cuerpo.

- ¿ Incomodarme? - Preguntó al escucharlo hablar de nuevo, alejando sus dedos de él con demasiada rapidez, dejándole la huella cálida de su presencia sobre su piel. Era extraño como un mero gesto podía dejar tal sensación de vacío, como si hubiese perdido algo de vital importancia.

Parpadeó con rapidez para alejar tal pensamiento y miró la mano de él, sin comprender qué quería con ello. Otro recuerdo fugaz, de uno de los dueños de la librería que se encargaba de vender sus libros, le golpeó. Él había tenido que explicarle que los caballeros se saludaban con un estrechón de manos, algunos incluso con una palmada en el hombro o brazo e incluso, si había mucha afinidad, con un abrazo. Así que hizo lo mismo que le habían enseñado.

- Niord Süskind, señor Cacciardi - Dijo con una voz firme y segura que nada tenía que ver con su torpe y escueto apretón de manos. Como si con un mero roce fuese suficiente para saludarlo, incómodo ante tal costumbre que nada tenía que ver con él.

- Creo recordar que es cortés hacer una introducción de cada uno para mantener un tema de conversación animado.- Dijo repitiendo aquello que le habían hecho comprender sus criados a base de muchas repeticiones, como si fuera un niño malcriado que se negaba a hacer lo que debía. Frunció los labios como si ese pensamiento le fuera desagradable, no le gustaba admitir que su tendencia al ostracismo a veces le hacía desconectar de las conversaciones, convirtiéndole en un muñeco sin alma, ya que su conciencia estaba lejos de lo que sucedía ante él; encerrado en sus recuerdos y el mundo de fantasía que creaba en sus libros.

- Soy escritor, con problemas para relacionarme con los demás. Algunos me consideran demasiado bruto o, simplemente, se me acusa el no prestar atención a nada que no sea yo mismo. - Se encogió de hombros y se ocupó con la tarea de guardar sus papeles dentro de una carpeta de cuero que guardó, a su vez, en el maletín que lo acompañaba. Concentrado en la tarea de recoger sus objetos personales para no molestar, a su nuevo compañero, con ellos.

por **Michael Sundqvist** Mar Ago 25, 2015 1:29 pm

A medida que las horas danzaban renuentes a morir para dar paso a la llegada del crepúsculo, Vittorio se notaba extrañamente complacido al escuchar a aquel inmortal que la noche le había obsequiado. Repentinamente se había cruzado frente a él. Y es que existía algo impalpable en el rubio, algo que llenaba de particularidad su halo misterioso y quizás la razón principal por la cual el neófito difícilmente se marcharía del lugar sin antes conocerle un poco más. Algo ajeno a su belleza física. Un ligero remordimiento trastocó sus entrañas, al notar la reacción de su compañero. En efecto, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había aproximado a uno de los suyos con tanta curiosidad que su previo accionar lo había hecho no estando consciente. ¿Podría verse atraído por su oyente de tal forma?

–Piacere joven Süskind– espetó con amabilidad.

En el fondo de ese ser oscuro, Vittorio conservaba la particularidad de un niño. Y en realidad aún con la carga del don oscuro sobre él, lo seguía siendo. Aun libraba batallas internas para aceptar su nueva condición, discerniendo siempre si el mero hecho de alimentarse le empujaba cada vez más a transformándose en un monstruo sin oportunidad de expiación alguna. Por otra parte, lo había hecho por una causa noble, o al menos esa mentalidad se había forjado en su mente, tratándose de su hermano lo volvería a hacer sin dudarlo, tan solo necesitaba tiempo para aprender a sobrellevar el confinamiento que condenaba a los de su especie. O quizás lo que en realidad exigía, era el adiestrarse por medio del relato de otros.

–Así es joven Süskind, siempre es bueno tener la presencia de alguien semejante– confesó a media voz, dejando en claro que ninguno tenía porque ocultar su verdadera condición.

Observó curioso la forma en que el otro resguardaba todos esos pensamientos impregnados en las hojas dentro de su pequeña carpeta. Como si se protegiese de ser descubierto. Para Vittorio significaba una labor sencilla instalarse en sus memorias si así lo hubiese querido. Pero no. No quería hacerlo de ese modo, no esta vez. Suficiente había significado el hecho de haber asesinado a un sujeto un par de horas atrás para alimentarse, así que volver a recurrir a sus dones significaría esa transformación a la que aún se mostraba renuente. De este modo alejó esa sombra maldita para dar paso a un Vittorio mundano, esa parte que se rehusaba a ceder en la batalla de consciencia.

–Que interesante, durante mi estancia en Florencia, una de las cosas que más apreciaba era la lectura, seguramente tienes mucho que relatar– hizo una pausa dando un trago –¿Dime, hace cuánto tiempo resides en la capital?–

Existían miles de secretos en la mente de su acompañante estaba seguro, sin embargo quería conocerle de una forma común, asiéndose a la idea por una noche tan solo, que el destino le estaba regalando una oportunidad para sentir lo que cualquier otro ser humano siente al sentirse cautivado por alguien más.

por **Niord Süskind** Vie Oct 02, 2015 10:55 pm

Se mantuvo concentrado en su tarea, agrupando todas las hojas, una a una, con sumo cuidado. Creando un montón con todas ellas para poder deslizarlas en el maletín. El susurro del papel contra el cuero hacía eco en su mente, sobreponiéndose sobre el zumbido molesto de todo aquello vivo que; se movía, respiraba y hablaba a su alrededor. Le molestaba no poder disminuir aquel molesto sonido que equivalía a la humanidad en sí misma, aquellos seres torpes, lentos y voraces. No le gustaban. Le recordaban aquello que lo había separado siempre de la persona que había amado, cada latido de corazón le avergonzaba, pues no tenía ya nada que ofrecer más que su seco e inexistente corazón.

- Eso no es cierto- Dijo con cierta brusquedad, dejando el maletín sobre sus piernas con un movimiento lento y protector, como si no soportase la idea de descartar aquel bulto mundano ahora que resguardaba sus escritos. Levantó sus ojos y enfrentó al otro hombre, dejando claro que no admitía una réplica a su opinión. No consideraba que fuese positivo el tener la presencia de otro ser igual a él, por muy hermoso e interesante que le resultase.

- La presencia de alguien semejante a mí solo traería destrucción.- Apretó el cuero de su carpeta, sintiéndose de pronto demasiado ahogado con aquella mirada que sostenía, como si por alguna razón, aquellos ojos pudieran ver lo más profundo que ocultaba en su alma. Peligroso, sin duda. Más no temía el que Vittorio llegase a saber que había matado a su único amante, sino más bien su reacción ante ello. Como si la mera idea de que aquel joven huyese de su presencia, le fuese dolorosa.

Se llevó una mano, de manera inconsciente, al pecho. Estrujó la tela de sus sencillas prendas con los dedos, frotando con los nudillos sobre la zona en la que debía estar su corazón. La reacción física a sus pensamientos era algo extraño y casi mágico, llevaba demasiado tiempo sin sentir nada. Tembló ligeramente, como si el escuchar de nuevo la voz del vampiro fuese algo que lo sumergiera de nuevo en un estanque de aguas congeladas, despertándolo de sus ensoñaciones de vieja criatura.

- No lo recuerdo. Pierdo la noción del tiempo con facilidad. - Su voz se suavizó, de la misma forma en que lo hizo su cuerpo, obligándose a relajar su tensa espalda para no hacer creer al vampiro que su presencia lo incomodaba. Parpadeó con rapidez y esquivó su mirada con cierta vergüenza.

- Quizás dos siglos. - Confesó con voz queda, mordiéndose el labio con aire pensativo, concentrado en la cuenta de los días o meses que recordaba haber perdido. ¿ Cuántas familias de criados había mantenido en su hogar mientras estaba en Francia?. ¿ Dos?. ¿ Tres?. ¿ Quizás cuatro?. No lo sabía con certeza.

por **Michael Sundqvist** Mar Oct 13, 2015 12:10 pm

No recordaba con precisión el tiempo. ¿Hace cuánto se había exhibido ante alguien más de tal modo? Difícilmente el neófito salía de la otrora mansión Cacciardi, pues de los tres herederos, era el más retraído y sin embargo estaba ahí frente a aquel milenario mostrándose como alguien seguro de sí mismo, presumiendo una faceta de un ser dependiente. Libre de vínculos y compromisos sí, pero aún se hallaba sumergido en esa lucha constante de lo que estaba bien y no. Lidiando para evitar ser engullido por las pantanosas atrocidades que significaba ser un bebedor de sangre. Había tenido la fortuna de cruzarse con pocas personas antes de ingresar al sitio de mala muerte, de este modo sus sentidos se mantenían alertas a cualquier cambio a su alrededor.

Se dio a la tarea entonces de alejar esos estridentes pensamientos de aquellos bebedores, un par de ladrones y otras más almas en pena que por alguna razón habían terminado en el mismo lugar. Caviló un par de segundos en un intento por descifrar que era aquello que flotaba alrededor de su oyente. ¿Qué le obligaba a colocar esa barrera entre ellos? No todos los vampiros abrazaban su condición de forma tan natural, incluso él en sus momentos más oscuros renunciaba a continuar coexistiendo de dicha manera.
No pudo evitar imaginarse la clase de infortunios que habría padecido el otro para regalar esa respuesta tan tajante.

–Entiendo– respondió en un susurro, respetando el dolo que conllevaba las réplicas conferidas.

Dirigió su vista hacia aquellos desconocidos que bebían de manera insaciable el fermento de malta para dar un espacio al joven frente a él, quien parecía huir del trato ajeno. Vittorio reparó en la forma en que aquellos hombres cedían sus instintos ante el sabor semi amargo del néctar, ávidos por perderse en el oleaje de la desesperación y la locura. Movió ligeramente apartando pensamientos destructivos ya que cada uno de ellos edificaba la efigie de un ser perdido. Negándose a terminar del mismo modo, era un Cacciardi, sí, pero incluso hoy en día estaba lejos de sobrellevar el apellido de buena forma, era solo un cobarde. Al volver su vista hacia Niord suspiro con nostalgia al contemplarle, ¿Cuántas veces había sentido esa misma necesidad de encontrar un sentido a su existencia? Por ahora había cedido a la búsqueda de Tonio, se había rendido a la idea de que hubiese muerto o le hubiese olvidado. Cualquiera de las opciones le dejaba en un mismo punto.

–Me disculpo si he invadido terrenos inhóspitos, no era mi intención incomodarle de tal forma– replicó al notar su reacción.

Apenas se estaba habituando a su condición y en ocasiones le resultaba algo meramente insoportable tener que “alimentarse” de alguien más. El temblor de un cuerpo moribundo antes de mostrarse rígido seguía una sensación no grata para el italiano. Entonces ¿Qué sería para el otro soportar ese acto miles de veces tomando en cuenta su edad?

–Para ser un ser milenario, sobrelleva admirablemente dicha calamidad o don como lo desee tomar, yo simplemente hubiera enloquecido, pues a su lado soy relativamente muy joven– confesó mirándole nuevamente.

por **Niord Süskind** Dom Nov 29, 2015 11:07 pm

Era una lástima, alguien como aquel joven podría haber llegado a tener una esposa, poseer un hogar relativamente normal y una numerosa descendencia. Quizás una mujer habría podido disfrutar del honor de acunar esos diminutos seres que en el futuro tendrían rasgos similares a su padre, otro hombre hermoso que crearía admiración entre los que tuvieran la posibilidad de observarlos, como él, en silencio, con una sucia y vieja mesa de por medio. En cambio estaba muerto, le habian arrancado la posibilidad de ser normal. Algo que él incluso cuando era humano jamás había poseído, su interés siempre había sido algo impuro y muerto. Un amor condenado a la muerte sin posibilidad de tener descendientes con los que deleitar a su padre. ¿ Habría sufrido menos si hubiese podido abrazar el cálido cuerpo de una mujer?.

Tomó su copa, hasta entonces abandonada y le dio un generoso trago, tras el cual siguió otros más, necesitando de pronto saciar la quemazón que atenazaba su garganta, amenazando con condenarlo a la imposibilidad de volver a hablar sin emitir el grito que llevaba guardando durante siglos en silencio.

- No se disculpe, ya le advertí que era incapaz de mantener las formas en una conversación.- Esbozó una sonrisa para Vittorio, una mueca sincera que pretendía ocultar el evidente sonido rasposo y bochornoso de su voz. Una dolorosa mueca de lo que equivalía para un vampiro el llorar sin lágrimas. Desde que se había convertido sólo había derramado una lágrima sobre el cadáver de su ser amado, desde entonces había optado por acribillar hojas con sus sentimientos. Había elegido una fuente inagotable de lágrimas negras sobre un folio blanco.

Su siguiente pregunta lo dejó nuevamente en silencio. ¿Cómo responder a aquel comentario sin parecer ciertamente el ser inhumano que era?. A su alrededor el eco de las conversaciones seguían zumbando, un recuerdo de que la vida siempre parecía continuar independientemente de lo que sucediera a todos aquellos actores que se movían por el teatro, grotescos seres que se preocupaban por decir las líneas de texto que se le habían otorgado al nacer. Deslizó sus dedos por la copa, dejando que la yema de sus dedos persiguiesen una minúscula gota de vino que se lanzaba sin miedo hasta la base de aquella tosca herramienta. Una esfera fría y carmesí que se fundió sobre su pálida piel cuando logró alcanzarla. Si hubiese estado en su casa probablemente habría acercado la mano a sus labios para lamer el contenido directamente de su piel. Un hecho que podría haberle recordado otro líquido carmesí que siempre parecía ser capaz de desear. Afortunadamente poseía el autocontrol necesario para no abalanzarse sobre el humano más cercano sólo por recordar el sabor de la sangre y las innumerables veces que había tomado aquella fuente de vida. Sí, ciertamente ser un ser milenario era una calamidad, tal como describía Vittorio, aunque no por las razones que él creía.

- Yo prefiero hablar de maldición. - Sonrió de nuevo, aunque esta vez su sonrisa llegó hasta sus ojos, haciéndolos brillar con una diversión que hacía mucho que no sentía. Quizás debería hablar más a menudo, ¿ Por qué había dejado de tratar con otros seres ?. ¿ Había sido un hecho concreto o más bien su incapacidad de sentir nada perdurable que no fuese su culpabilidad ?. Ah, sí, era su locura. Eso y el hecho de que terminaba comiéndose a sus amigos, lo cual no era algo muy amable por su parte.

- ¿Qué le hace creer que no he caido en los brazos de la locura, señor Cacciardi?- Depositó su copa de nuevo sobre la mesa, mientras su cuerpo se deslizaba lentamente hacia su compañero, dejando que su pecho cruzase la línea que parecía haber trazado la mesa entre ellos, cerrando una distancia que no sólo hablaba del espacio libre entre sus cuerpos, sino de algo mucho más profundo y ancestral como el espacio íntimo entre dos cazadores. - Ciertamente ha elegido las palabras correctas, más aún no ha comprendido lo imprescindible Vittorio; usted ya no es humano. No vive, por ende, usted ya es una preciosa monstruosidad hecha para crear muerte a su alrededor.

Se sentó de nuevo correctamente, alejándose de él para recomponer su aura indiferente a pesar de que era demasiado tarde ahora que había saboreado su nombre entre sus labios. Había dicho lo suficiente como para que el otro pudiera pensar durante semanas. Sin embargo, osó a interrumpir de nuevo el silencio para soltar una risa suave y masculina, un ronroneo similar al de un animal que está disfrutando de su presa antes de comérsela.

- Su juventud es adorable, no se culpe. Cometa errores, juegue al humano, mantenga su identidad tanto como quiera. - Se encogió de hombros y acercó la copa peligrosamente cerca del precipicio mientras seguía hablando con él. - Pero entonces caerá en una locura peor a la mía, pues se creerá un ser vivo y será incapaz de afrontar la caída de todo aquello que ahora conoce. Pues no se engañe, todo lo que ahora le parece normal e incluso ético, desaparecerá. Pues la vida muta y las ciudades y valores igualmente con ellos, pero usted no lo hará - Empujó la copa hacia el vacío, esperando que sonase el dramático sonido del cristal fracturándose para poder hacer su alegato final. - Destruirse o no es un privilegio que sólo usted posee. Al fin y al cabo, todo inmortal elige la forma en la que muere, de una forma u otra.

por **Michael Sundqvist** Mar Feb 02, 2016 12:47 pm

Los ojos del italiano no de dejaban de admirar dicho monumento. Aunque de forma discreta pero no había apartado su atención de la silueta ajena, la fachada de mármol con cinceles perfectos para delinear cada contorno en el rostro y una mirada lánguida que ocultaba más de un secreto seguramente. Se vio tentando a indagar en esos laberintos inhóspitos, en la pesadumbre de sus pensamientos y el brillo de su capacidad para herir con tinta los pergaminos que tan celosamente había retirado de la mesa, como si ocultase algo dantesco en ellos del resto de los mortales. Vittorio había admirado la fe y el ahínco de su padre, así como el de su hermano mayor, pero era en este hombre que se podían resumir muchos enigmas, tantos ápices auténticos reunidos en uno solo. Era por eso que valía la pena prestar parte de su eternidad para aprender de él. Eso era algo que el neófito necesitaba para comprender con serenidad el sentido de la inmortalidad, pocas veces se mostraba caprichoso ante algo, era cierto, pero también era un hecho que cuando algo llamaba su atención difícilmente lo dejaba escapar.

Discrepaban quizás en la forma de asumir su actual condición, pero a Vittorio no le importaba eso, estaba enfocado en la grandilocuencia que utilizaba para llamarse a sí mismo un ser maldito, un habitante más de la nocturna. La aseveración ajena le tomó entonces por sorpresa y es que estaba en lo correcto. Estaba apostando a saber que como reaccionaría el otro sin detenerse siquiera a pensar que esa fachada retraída era solo un mecanismo de defensa ante el mundo. Esa misma necesidad de patrocinio que él experimentó cuando huyó de Florencia. Enseguida el resto de las oraciones calaron en la profundidad de su memoria, no se trataba de una habilidad sobre natural por parte del otro, simplemente había movido sus piezas de forma excelsa para fracturar la valla invisible que Vittorio había erigido a su alrededor después de la muerte de Luciano. Apretó con firmeza la mandíbula, en un intento por oprimir su instinto. ¿Por qué? ¿Por qué el mundo se empeñaba en recordarle lo que se negaba a aceptar? No obstante respiró profundamente y bebió de tajo hasta la última gota que descansaba dentro del recipiente.

–Tiene razón Monsieur, parece que le he juzgado mal– carraspeó la garganta, para tragar ese rencor que el otro le había hecho recordar –Todos cedemos a la locura en cierto momento, pero, lo que menos necesitamos es hacer ahínco en aquellas pautas que nos recuerdan lo que somos, preciosas monstruosidades como usted lo acaba de decir, con deseos ferviente de destrucción, si cada segundo de esta artificial existencia se centrara en eso, la inmortalidad simplemente sería, algo insoportable–

Fue lo mejor que pudo decir e hizo una pausa antes de volver a responder. El otro hablaba con tanta veracidad.

–En efecto, resultaría un engaño creer en esas trivialidades–

Asintió, pues lo que menos necesitaba era tomar otro papel que no le correspondía y valiéndose de sus habilidades estiró el brazo para evitar la caída del recipiente.

–Somos afortunados al tener cierta libertad de elección en ese aspecto– entregó al otro la copa –Y yo prefiero aplazar ese instante, pues creo que hay muchas otras cosas que valen la pena conocer antes de hablar de destrucción–

Guiñó un ojo y reverenció a su igual para encaminarse a la puerta.

–Ha sido un gusto conocerte, tengo la certeza que nos veremos muy pronto nuevamente. Hasta pronto–

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Pasado y Presente (Vittorio)

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