AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cet Enfer Au Paradis [Privado]
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Cet Enfer Au Paradis [Privado]
"Todo su crimen fue un espíritu indomable.
¡Incluso ustedes, sombras desleales! Vuestra es mi lástima."
—Robert Burns.
¡Incluso ustedes, sombras desleales! Vuestra es mi lástima."
—Robert Burns.
Jamás se había detenido a contemplar las figuras de piedra que decoraban las lápidas de los cementerios. Medea había sido criada en un lugar con costumbres diferentes, pero que no se aislaban de las demás. En el tiempo que estuvo lejos de Samotracia, se dio la tarea, aparte de hallar a Prometeo, de conocer de todo lo que era bueno ante sus ojos. Había descubierto otras cosas más allá de lo que aprendió en Grecia y al observar fijamente a aquel ser estático, supo que ambos tenían mucho en común. El ángel de piedra que contemplaba, era una alegoría a la muerte y a la agonía de partir del mundo de los vivos; de yacer en el dolor de no volver a ser recordado jamás y de convertirse en la más temida oscuridad. Ella también homenejeaba a la muerte y le arrancaba almas para que desfilaran en las noches eternas de luna llena.
El cementerio permanecía hundido en la más profunda melancolía y la luna menguante iba sumiéndose lentamente en el cielo nocturno, como si éste estuviera desvaneciéndola lentamente. Las sombras se ocultaban detrás de cientos de lápidas que se aferraban al suelo y a la carroña, mientras que los susurros de los muertos entonaban lamentos a los seres queridos que jamás los recordarían. La hechicera se aferraba a su posición, de frente a la piedra tallada, demacrada por el tiempo y la humedad. Centenares de lluvias y tormentas la cubrieron por largas temporadas y su mirada petrificada era la viva imagen de la tristeza.
Medea se atrevió a acariciar el mentón de la figura, como si se tratase de un humano corriente. Aquel ángel había llamado profundamente su atención y aunque el lugar estuviera sumido en nostalgia; la mujer no parecía estar condolida por la escena que percibían sus ojos, al contrario, estaba acostumbrada a vivir con la muerte y la oscuridad desde que estaba en el vientre de su madre. Había sido educada para servir a Hécate, la diosa de las brujas.
Abandonó su posición para internarse en las sombras de Montmartre. La larga túnica que llevaba, se arrastraba por el manto de hojas secas y tras su figura se alzaban las almas de su séquito, queriendo custodiarla, pues a ella le debían el no estar atadas a condenas eternas. Pero, al avanzar un par de pasos más, una presencia ajena a los pálidos espíritus que deambulaban entre las lápidas, se acercaba con paso sigiloso y también iba cargado de muerte.
—¿Y quién es el insensato que se atreve a interrumpir el sueño de los muertos que reposaban en la eterna tristeza de sus tumbas? —Susurró.
Medea- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 16/08/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Montmartre no era su lugar favorito en la ciudad y no era porque Arwel no respetara y gozara de la muerte, sino porque el vampiro prefería la extraña compañía de los vivos a la de aquellos que como él, caminaban por el valle de la oscuridad y la muerte. Esa preferencia tenía además un motivo. El vampiro era incapaz de adaptarse a los cambios, de avanzar como los humanos y despedirse de las cosas conocidas, para él, el mundo se detuvo completamente cuando su vida se extinguió, ahora no le quedaba más remedio que llenarse de vida para él mismo seguir existiendo, descubriendo lo maravilloso que era el mundo y todo cuanto le rodeaba pero siempre, sin formar del todo parte de ese mundo.
En sus andanzas por diferentes lugares y en diferentes tiempos, el vampiro aprendió trucos de adaptación que lo llevaban a estar en aquellos momentos en París, buscando como siempre rodearse de humanos con talentos artísticos importantes o de aquellos que fueran capaces de aceptar su naturaleza y acompañarlo durante un periodo considerable de tiempo; sin embargo aquella noche en particular, él no buscaba a los vivos. Algo dentro de él le exigía encontrar un lugar donde pudiera estar rodeado de la muerte que llevaba por dentro y si bien tuvo el impulso momentáneo de buscar a Amanda y compartir una vez más una charla con ella, Arwel optó por ir al cementerio. Ahí donde el tiempo avanzaba pero al mismo tiempo se encontraba estático, donde no existían grandes cambios y el silencio reinaba siempre, ese era al lugar al que esa noche necesitaba ir.
Con pasos calmos y mirada un tanto ausente, el vampiro se dirigió al cementerio esperando que sus extrañas necesidades se calmaran pronto, para después poder volver a sus actividades nocturnas habituales, así como su búsqueda de artistas merecedores de trascender en el tiempo en la memoria del vampiro.
Su llegada a Monrmartre fue justo como lo espero. La soledad del lugar lo recibía y él caminaba despreocupado sobre aquella tierra donde yacían pobres y ricos, donde todos se volvían lo mismo a pesar de las vidas que hubieran llevado. Todo iba tal y como debía ser, o lo fue hasta que Arwel descubrió una presencia con un corazón palpitante, un vivo entre la muerte. Llamado entonces por aquel corazón debilidad del vampiro necesitado de personas, siguió los latidos hasta escuchar una voz que le cuestionaba y a la cual sentía conocía.
– Tan solo un muerto más que ha decidido unirse a sus hermanos al menos por esta noche – respondió a la interrogante para salir lentamente de las sombras y mostrar su figura a la bruja a quien deseaba verle la cara.
En sus andanzas por diferentes lugares y en diferentes tiempos, el vampiro aprendió trucos de adaptación que lo llevaban a estar en aquellos momentos en París, buscando como siempre rodearse de humanos con talentos artísticos importantes o de aquellos que fueran capaces de aceptar su naturaleza y acompañarlo durante un periodo considerable de tiempo; sin embargo aquella noche en particular, él no buscaba a los vivos. Algo dentro de él le exigía encontrar un lugar donde pudiera estar rodeado de la muerte que llevaba por dentro y si bien tuvo el impulso momentáneo de buscar a Amanda y compartir una vez más una charla con ella, Arwel optó por ir al cementerio. Ahí donde el tiempo avanzaba pero al mismo tiempo se encontraba estático, donde no existían grandes cambios y el silencio reinaba siempre, ese era al lugar al que esa noche necesitaba ir.
Con pasos calmos y mirada un tanto ausente, el vampiro se dirigió al cementerio esperando que sus extrañas necesidades se calmaran pronto, para después poder volver a sus actividades nocturnas habituales, así como su búsqueda de artistas merecedores de trascender en el tiempo en la memoria del vampiro.
Su llegada a Monrmartre fue justo como lo espero. La soledad del lugar lo recibía y él caminaba despreocupado sobre aquella tierra donde yacían pobres y ricos, donde todos se volvían lo mismo a pesar de las vidas que hubieran llevado. Todo iba tal y como debía ser, o lo fue hasta que Arwel descubrió una presencia con un corazón palpitante, un vivo entre la muerte. Llamado entonces por aquel corazón debilidad del vampiro necesitado de personas, siguió los latidos hasta escuchar una voz que le cuestionaba y a la cual sentía conocía.
– Tan solo un muerto más que ha decidido unirse a sus hermanos al menos por esta noche – respondió a la interrogante para salir lentamente de las sombras y mostrar su figura a la bruja a quien deseaba verle la cara.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Se quedó observando la senda de lápidas derruidas y el horizonte, en donde se veían, decenas de sombras siniestras que formaban los árboles silenciosos. Ella, de naturaleza sobrenatural, quien cultivó la oscuridad desde antes de su nacimiento y conocía el lenguaje de los muertos, no sintió incomodidad ante aquella escena, que para cualquier mortal, indefenso de las artes esotéricas, hubiera resultado algo verdaderamente aterrador. Recordó entonces a su hermano, quien había dejado un rastro sinfín, ocultando, bajo el manto de la noche ancestral, su paradero. Quizás, pudo albergar algún sentimiento de melancolía en su corazón, o apenas un deje de tristeza, pero no; la plena confianza en su pariente espantaba cualquier emoción de resignación que pudiera acercársele. Aunque, los motivos de su estadía en un camposanto como aquel, los desconocía, como si los dioses se lo hubieran ocultado por algún motivo especial.
Recorrió el trecho que llevaba al norte de la urbe funeraria, sólo acompañada de los susurros de los espectros que la seguían con la fidelidad de un noble can. Pero sus pasos sólo se detuvieron cuando aquella presencia ajena a los espíritus, pero igual de cercana a la muerte, la distrajo. También, pudo notar alguna familiaridad en esa aura distante, como alguien que regresaba de un pasado distante. La pregunta, aunque inncesaria, sacaría de su prisión de sombras al causante de su pronta interrupción. Medea lo observó, hallando en su apariencia, lo que tan conocido le era, pero sólo encontró imágenes borrosas en su mente.
—Entonces, eso sólo me dice una cosa —dijo al girarse, quedándose de frente a la aparición de aquel hombre inmortal—. No conseguiste ver el rostro de la muerte y menos sentir su abrazo. Fuiste arrebatado de su lado antes de que abandonaras tu cuerpo para siempre; ha de ser difícil hallarse atrapado para siempre en un cuerpo sin sosiego, salvo la sangre de los mortales.
Concluyó con elocuencia, a sabiendas que, aquel ser, le daría la razón. No era una ignorante del tema, a pesar de su escasa relación con los hijos de la noche, Medea sabía perfectamente a que se enfrentaba. Juzgarla por su apariencia tersa, juventud y mortalidad, era un error; su mismo espíritu había recorrido varias vidas, cumpliendo en cada una la misión de su antecesora, la enigmática Hécate. Fue entonces, cuando, para su sorpresa, descubrió en el vampiro a un alma errante de una existencia pasada. Los dioses le habían revelado, entre los pasadizos de sus memorias, la verdad de su visita al cementerio. El encuentro era inminente, pero no sabía si él compartía su mismo descubrimiento.
Un espectro se le acercó para susurrarle algo al oído, indicándole que repitiera lo mismo para que el vampiro escuchara. La sabiduría de la criatura era tal, que Medea le hizo caso. Cerró sus ojos y rememoró cada detalle de las palabras de la criatura.
—Acaso, ¿viniste de un lugar como este, bajo un cielo tormentoso? Durante muchas lunas no pudiste hallar gusto en un camposanto, pues, cada uno te hacía recordar una velada en donde la enfermedad se llevaba a una mujer cercana a ti, pero hoy, el destino vuelve a traerte aquí —repitió exactamente lo que le había contado el espíritu al oído, abriendo los ojos de manera repentina, al darse cuenta de lo que quería decirle el ser espectral—. ¿La recuerdas? ¿Luce exactamente
igual?
Interrogó con notoria curiosidad, esperando que el vampiro confirmara aquellas palabras.
Recorrió el trecho que llevaba al norte de la urbe funeraria, sólo acompañada de los susurros de los espectros que la seguían con la fidelidad de un noble can. Pero sus pasos sólo se detuvieron cuando aquella presencia ajena a los espíritus, pero igual de cercana a la muerte, la distrajo. También, pudo notar alguna familiaridad en esa aura distante, como alguien que regresaba de un pasado distante. La pregunta, aunque inncesaria, sacaría de su prisión de sombras al causante de su pronta interrupción. Medea lo observó, hallando en su apariencia, lo que tan conocido le era, pero sólo encontró imágenes borrosas en su mente.
—Entonces, eso sólo me dice una cosa —dijo al girarse, quedándose de frente a la aparición de aquel hombre inmortal—. No conseguiste ver el rostro de la muerte y menos sentir su abrazo. Fuiste arrebatado de su lado antes de que abandonaras tu cuerpo para siempre; ha de ser difícil hallarse atrapado para siempre en un cuerpo sin sosiego, salvo la sangre de los mortales.
Concluyó con elocuencia, a sabiendas que, aquel ser, le daría la razón. No era una ignorante del tema, a pesar de su escasa relación con los hijos de la noche, Medea sabía perfectamente a que se enfrentaba. Juzgarla por su apariencia tersa, juventud y mortalidad, era un error; su mismo espíritu había recorrido varias vidas, cumpliendo en cada una la misión de su antecesora, la enigmática Hécate. Fue entonces, cuando, para su sorpresa, descubrió en el vampiro a un alma errante de una existencia pasada. Los dioses le habían revelado, entre los pasadizos de sus memorias, la verdad de su visita al cementerio. El encuentro era inminente, pero no sabía si él compartía su mismo descubrimiento.
Un espectro se le acercó para susurrarle algo al oído, indicándole que repitiera lo mismo para que el vampiro escuchara. La sabiduría de la criatura era tal, que Medea le hizo caso. Cerró sus ojos y rememoró cada detalle de las palabras de la criatura.
—Acaso, ¿viniste de un lugar como este, bajo un cielo tormentoso? Durante muchas lunas no pudiste hallar gusto en un camposanto, pues, cada uno te hacía recordar una velada en donde la enfermedad se llevaba a una mujer cercana a ti, pero hoy, el destino vuelve a traerte aquí —repitió exactamente lo que le había contado el espíritu al oído, abriendo los ojos de manera repentina, al darse cuenta de lo que quería decirle el ser espectral—. ¿La recuerdas? ¿Luce exactamente
igual?
Interrogó con notoria curiosidad, esperando que el vampiro confirmara aquellas palabras.
Medea- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 16/08/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
En la oscuridad de aquella noche, Arwel buscaba algo aún sin saber del todo que era. Algo dentro de su muerto ser le había empujado a viajar al cementerio, a visitar a los muertos, con todo y que él deseaba más que anda estar en compañía de los vivos, aquellos quienes podían enseñarle a adaptarse a las épocas y hacerle vivir a través de sus ojos.
Caminando con lentitud, acariciado por el aura de muerte que lo rodeaba en Montmartre, Reiss fue guiado hacía algo más. En aquel lugar plagado de muerte y desolación, un corazón latía con fuerza. Atraído tanto por el latido como por la curiosidad de saber que clase de ser completamente vivo decidía rodearse de muerte, el inmortal siguió el llamado del corazón aquel. La voz que resonó en la oscuridad le parecía terriblemente familiar, el aura una vez que el vampiro salió de entre las tumbas, también se lo pareció; la reconocía como a una bruja, pero también como a alguien más. Sin despegar la mirada de la espalda femenina, Arwel sintió haber vivido esa situación antes y la nostalgia amenazo con atacarlo. Extraño le parecía que sintiera nostalgia al ver la espalda de una mujer que estaba seguro de no haber visto nunca antes pero que al mismo tiempo le resultaba tan dolorosamente familiar.
– ¿Qué te dice? – cuestionó sin despegar la mirada de la figura frente a él. La mujer se giro entonces con calma a él y los ojos de ambos se encontraron. El inmortal parpadeo un par de veces aunque eso no le fuera necesario pero necesitaba hacerlo. ¿Qué tenía aquella mujer que la volvía tan terriblemente familiar? ¿Qué era esa repentina sensación de dolor, de perdida y de nostalgia que le atacaba? Tratando de ignorar aquellas sensaciones extrañas que le atacaban, Arwel se forzó a prestar atención no en ella, sino en las palabras que salían de sus labios, esas a las que debía responder – Le pertenezco a la muerte y al mismo tiempo, soy un escapista al que ha maldecido – dio un paso más en dirección a ella – Es difícil vivir en un cuerpo así, quizás lo es más para mi que para cualquier otro habitante de la noche – confesó – pero no existe mucho que pueda hacerse a menos claro que opte por unirme de una vez por todas a donde pertenezco – y dicho eso, su mano fue a posarse sobre un mausoleo cercano. Tantas veces antes había pensado en abandonar el mundo mortal y unirse a los suyos, pero siempre algo le decía que debía aguardar, que alguien le esperaba. Arwel se dijo durante años que ese alguien eran los mortales a quienes admiraba por sus capacidades artísticas pero su mente estaba en tinieblas, no esperaba a esos mortales, esperaba a alguien más.
El silencio se formó entre ambos, el único vinculo que los unía era la mirada, pero una vez que la bruja de cabellos tan rubios que parecían ser plateados cerro los ojos y abrió los labios para hablar, Arwel supo que su encuentro no era una casualidad y que su unión era mucho mayor. Conforme la bruja hablaba, a la mente de Arwel vinieron imagines que pertenecían a otras personas y que al mismo tiempo, les pertenecían a ellos. Una tumba, una mujer a quien no pudo retener y el dolor de perderla. La bruja entonces abrió los ojos para mirarlo una vez más.
– La recuerdo – susurró – No de una manera clara pero la siento – ella debía saber perfectamente a lo que él se refería – Y no luce igual pero creo que es imposible que luzcamos de la misma manera que en otro tiempo. ¿Qué nombre llevas en esta vida? – cuestionó entonces él.
Todo en su mente comenzaba a tomar sentido. La mala fortuna no le dio la inmortalidad, había sido la suerte, esa que le regalaba la oportunidad de encontrarla una vez más. Finalmente podía explicarse su repulsión por los cementerios y sobre todo, su necesidad de encontrar a alguien pero no a un alguien cualquiera, sino a la bruja que se hallaba frente a él y que le hacía sentir que todo su camino en soledad por la existencia inmortal, había valido del todo la pena solo para verla.
Caminando con lentitud, acariciado por el aura de muerte que lo rodeaba en Montmartre, Reiss fue guiado hacía algo más. En aquel lugar plagado de muerte y desolación, un corazón latía con fuerza. Atraído tanto por el latido como por la curiosidad de saber que clase de ser completamente vivo decidía rodearse de muerte, el inmortal siguió el llamado del corazón aquel. La voz que resonó en la oscuridad le parecía terriblemente familiar, el aura una vez que el vampiro salió de entre las tumbas, también se lo pareció; la reconocía como a una bruja, pero también como a alguien más. Sin despegar la mirada de la espalda femenina, Arwel sintió haber vivido esa situación antes y la nostalgia amenazo con atacarlo. Extraño le parecía que sintiera nostalgia al ver la espalda de una mujer que estaba seguro de no haber visto nunca antes pero que al mismo tiempo le resultaba tan dolorosamente familiar.
– ¿Qué te dice? – cuestionó sin despegar la mirada de la figura frente a él. La mujer se giro entonces con calma a él y los ojos de ambos se encontraron. El inmortal parpadeo un par de veces aunque eso no le fuera necesario pero necesitaba hacerlo. ¿Qué tenía aquella mujer que la volvía tan terriblemente familiar? ¿Qué era esa repentina sensación de dolor, de perdida y de nostalgia que le atacaba? Tratando de ignorar aquellas sensaciones extrañas que le atacaban, Arwel se forzó a prestar atención no en ella, sino en las palabras que salían de sus labios, esas a las que debía responder – Le pertenezco a la muerte y al mismo tiempo, soy un escapista al que ha maldecido – dio un paso más en dirección a ella – Es difícil vivir en un cuerpo así, quizás lo es más para mi que para cualquier otro habitante de la noche – confesó – pero no existe mucho que pueda hacerse a menos claro que opte por unirme de una vez por todas a donde pertenezco – y dicho eso, su mano fue a posarse sobre un mausoleo cercano. Tantas veces antes había pensado en abandonar el mundo mortal y unirse a los suyos, pero siempre algo le decía que debía aguardar, que alguien le esperaba. Arwel se dijo durante años que ese alguien eran los mortales a quienes admiraba por sus capacidades artísticas pero su mente estaba en tinieblas, no esperaba a esos mortales, esperaba a alguien más.
El silencio se formó entre ambos, el único vinculo que los unía era la mirada, pero una vez que la bruja de cabellos tan rubios que parecían ser plateados cerro los ojos y abrió los labios para hablar, Arwel supo que su encuentro no era una casualidad y que su unión era mucho mayor. Conforme la bruja hablaba, a la mente de Arwel vinieron imagines que pertenecían a otras personas y que al mismo tiempo, les pertenecían a ellos. Una tumba, una mujer a quien no pudo retener y el dolor de perderla. La bruja entonces abrió los ojos para mirarlo una vez más.
– La recuerdo – susurró – No de una manera clara pero la siento – ella debía saber perfectamente a lo que él se refería – Y no luce igual pero creo que es imposible que luzcamos de la misma manera que en otro tiempo. ¿Qué nombre llevas en esta vida? – cuestionó entonces él.
Todo en su mente comenzaba a tomar sentido. La mala fortuna no le dio la inmortalidad, había sido la suerte, esa que le regalaba la oportunidad de encontrarla una vez más. Finalmente podía explicarse su repulsión por los cementerios y sobre todo, su necesidad de encontrar a alguien pero no a un alguien cualquiera, sino a la bruja que se hallaba frente a él y que le hacía sentir que todo su camino en soledad por la existencia inmortal, había valido del todo la pena solo para verla.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
No había manera de equivocarse, ambos habían percibido lo mismo y ella sabía perfectamente que las almas no se extinguían, sólo cambiaban de cuerpo para volver a este mundo a terminar los pendientes del pasado. Sólo unas pocas quedaban atrapadas en lo terrenal, tras haber padecido bajo una maldición terrible. Medea era de aquellas esencias destinada a un objetivo único, de eso estaba segura, y no había problema alguno con ello. Pero al vivir entre mortales, no pudo escapar de cosas que, en su condición, resultaban perjudiciales. Lo único que diferenciaba al pasado del presente era la frialdad de su corazón. Ahora parecía diferente, incluso, actuaba diferente. Se creía que la diosa Hécate había crecido completamente en su interior, luego de haber usado a una de sus antiguas sacerdotisas para encarnar en la tierra. Y justamente fue en ese pasado en el que tuvo que despedirse para siempre de alguien. Había jurado obediencia y su cuerpo y alma se unirían para siempre a la diosa; esa fue la causa de la muerte de la mujer que aquel vampiro había conocido y ahora sus memorias despertaban en Medea. Una parte de ella estaba consciente del gran daño que eso podría representar.
Retrocedió un par de pasos, con la mirada más marchita que antes. Su mirada aún permanecía fija en la del hombre, y por primera vez, ser sintió vulnerable ante alguien. ¡Ella! A quien respetaban y temían en Samotracia; ella quien era el oráculo de los dioses. Las palabras se desvanecieron en su mente y sólo fue presa de una enorme tristeza, misma que apartó con esfuerzo.
—No debiste haber regresado a un lugar como este. ¿Por qué lo hiciste? —dijo en voz baja, apoyando la mano en la piedra húmeda del ángel que los observaba silencioso—. No debiste… Creí que habías superado eso. Me lo prometiste, ¿o ya te olvidaste de esa promesa?
Esperaba que le dijera que no, pero una parte de ella, esperaba un “sí”. Le estaba resultando compleja la situación; jamás creyó que el pasado de su vida mortal le atacara nuevamente. Empezaba a sentirse dividida entre dos entidades. Por una parte, la joven sacerdotisa enamorada y fiel a su deidad; por la otra, estaba la diosa, oscura y tenaz. Pero ambas, al fin y al cabo, eran una sola mujer. Una que no se apegaba a la emocional, a pesar de verse involucrada en ello.
—Quizás no, porque la mente no muere en un cuerpo arcaico. Tampoco lo hacen las memorias del alma; el destino también se encarga de una parte —mencionó, absorta en sus pensamientos—. Yo no creí volverte a encontrar, pues, cuando me despedí, lo hice para siempre. Tenía una misión que cumplir; no puedo dejar a un lado mis deberes. —En contra de todo principio, se acercó a él y acarició su mejilla—. Tengo el nombre de la primera descendiente de Hécate: Medea. Ya era momento de volver al principio. Pero eso ya no importa. ¿Cómo has decidido llamarte esta vez? Aún me sorprende que los vampiros hayan desafiado las barreras de la eternidad, algo que los dioses consideran una gran falta de respeto. Pero… ¿realmente vale la pena estar atado a la muerte de esta manera?
Retrocedió un par de pasos, con la mirada más marchita que antes. Su mirada aún permanecía fija en la del hombre, y por primera vez, ser sintió vulnerable ante alguien. ¡Ella! A quien respetaban y temían en Samotracia; ella quien era el oráculo de los dioses. Las palabras se desvanecieron en su mente y sólo fue presa de una enorme tristeza, misma que apartó con esfuerzo.
—No debiste haber regresado a un lugar como este. ¿Por qué lo hiciste? —dijo en voz baja, apoyando la mano en la piedra húmeda del ángel que los observaba silencioso—. No debiste… Creí que habías superado eso. Me lo prometiste, ¿o ya te olvidaste de esa promesa?
Esperaba que le dijera que no, pero una parte de ella, esperaba un “sí”. Le estaba resultando compleja la situación; jamás creyó que el pasado de su vida mortal le atacara nuevamente. Empezaba a sentirse dividida entre dos entidades. Por una parte, la joven sacerdotisa enamorada y fiel a su deidad; por la otra, estaba la diosa, oscura y tenaz. Pero ambas, al fin y al cabo, eran una sola mujer. Una que no se apegaba a la emocional, a pesar de verse involucrada en ello.
—Quizás no, porque la mente no muere en un cuerpo arcaico. Tampoco lo hacen las memorias del alma; el destino también se encarga de una parte —mencionó, absorta en sus pensamientos—. Yo no creí volverte a encontrar, pues, cuando me despedí, lo hice para siempre. Tenía una misión que cumplir; no puedo dejar a un lado mis deberes. —En contra de todo principio, se acercó a él y acarició su mejilla—. Tengo el nombre de la primera descendiente de Hécate: Medea. Ya era momento de volver al principio. Pero eso ya no importa. ¿Cómo has decidido llamarte esta vez? Aún me sorprende que los vampiros hayan desafiado las barreras de la eternidad, algo que los dioses consideran una gran falta de respeto. Pero… ¿realmente vale la pena estar atado a la muerte de esta manera?
Medea- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 16/08/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Los caminos de ambo seres volvían a cruzarse como antaño, solo las fuerzas superiores sabían del nuevo propósito de esa unión que la ocasión anterior llevó dolor y tristeza a las almas que después de tantos años se encontraban y reconocían. Una necesidad enfermiza de acercarse a ella y asegurarse que era real atacó a Arwel, quien se contuvo de realizar aquel acto tan impulso e imprudente, uno que ni siquiera se atrevió a realizar cuando vio a Amanda, quien durante la mortalidad de ese cuerpo fue su hermana.
La hechicera retrocedió un par de pasos en el instante que Arwel aseguraba reconocerla. Imposible que no lo hubiera hecho, porque la presencia de ella daba completamente sentido a toda su existencia. Reiss pasó años enteros convenciéndose a si mismo que su existencia inmortal tenía como único propósito el que valorase a los mortales, su efímera vida y todo lo que eran capaces de crear durante ese tiempo que para él no era más que un suspiro. Ahora con la hechicera frente a él, todo tomaba un significado diferente. Se aferraba a los humanos de la manera en que no pudo aferrarse a ella en el pasado, era incapaz de adaptarse a las nuevas épocas porque parte de si mismo continuaba estancada donde le perdió la pista a aquella alma que aparecía ahora frente a él y a la que le pertenecía toda su existencia. Arwel no deseaba tenerla lejos, algo volvía intolerable la idea de que la distancia entre ambos se ampliara así que dio el mismo número de pasos que ella se alejaba.
Su mente una vez más fue atacada por recuerdos no suyos y el peso de una promesa que no deseo hacer obligo a apartar la mirada de ella.
– He evitado estos lugares tanto como he podido, sin embargo hoy no pude hacerlo – sonrió con tristeza – Creí que era mi parte muerta la que me llamaba a venir – su mirada fue entonces a buscar la ajena – pero has sido tú quien me ha llamado y no. Jamás olvidaría las promesas que te he hecho, pero creo que las he mantenido por suficiente tiempo – dio otro paso en dirección a ella – Además que si ha sido una parte de ti la que me ha llamado, ¿No deberíamos considerar esa promesa terminada?
Después de sus palabras, la bruja se sumió en sus propios pensamientos. Escucharla asegurar que al despedirse lo hizo para siempre provocó en Arwel un dolor en el pecho casi humano, obligándolo a llevar una mano hasta donde alguna vez latiera su corazón. Recordaba haber sentido aquel mismo dolor el día que se despidió de aquella mujer a quien amo.
– Sabes que no te pedí nunca renunciar a tus deberes, tampoco lo haría ahora y no lo hare nunca, eso debes tenerlo por seguro ya.
Reiss evitaba acercarse a ella más de lo necesario, como si su cuerpo aún tratará de mantener de cierta manera la promesa hecha, sin embargo, fue la bruja quien se acercó y una calidez no física sino espiritual invadió a Arwel.
– Medea – repitió aquel nombre que salió como una caricia – Es un nombre tan digno de ti como hermoso – aseguró al tiempo que la mano que antes estuviera en su pecho se posaba sobre la ajena – Este cuerpo responde al nombre de Arwel – lo siguiente que escucho de ella lo llevó a sonreír de manera ligera – Ser vampiro nunca fue algo que desee o espere, fue en cambio algo que simplemente ocurrió – hizo una pausa al escuchar la última pregunta. El vampiro se había cuestionado tantas veces eso mismo y ahora, nacía una respuesta diferente para esa interrogante que con los años nunca cambio de respuesta – Durante mucho tiempo creí que no lo valía pero ahora sé porque ocurrió y he cambiado de opinión – sus ojos se mantuvieron fijos en los ajenos – Si estar atado a la muerte ha sido el precio a pagar por verte una vez más, entonces ha valido cada segundo – y tras decir eso, alejo su mano de ella porque sabía que expresarle aquello significaba asegurar a Medea que a pesar de las vidas transcurridas, su alma aún estaba enamorada de la suya y eso no iba a cambiar ni aunque se lo prometiera mil veces.
La hechicera retrocedió un par de pasos en el instante que Arwel aseguraba reconocerla. Imposible que no lo hubiera hecho, porque la presencia de ella daba completamente sentido a toda su existencia. Reiss pasó años enteros convenciéndose a si mismo que su existencia inmortal tenía como único propósito el que valorase a los mortales, su efímera vida y todo lo que eran capaces de crear durante ese tiempo que para él no era más que un suspiro. Ahora con la hechicera frente a él, todo tomaba un significado diferente. Se aferraba a los humanos de la manera en que no pudo aferrarse a ella en el pasado, era incapaz de adaptarse a las nuevas épocas porque parte de si mismo continuaba estancada donde le perdió la pista a aquella alma que aparecía ahora frente a él y a la que le pertenecía toda su existencia. Arwel no deseaba tenerla lejos, algo volvía intolerable la idea de que la distancia entre ambos se ampliara así que dio el mismo número de pasos que ella se alejaba.
Su mente una vez más fue atacada por recuerdos no suyos y el peso de una promesa que no deseo hacer obligo a apartar la mirada de ella.
– He evitado estos lugares tanto como he podido, sin embargo hoy no pude hacerlo – sonrió con tristeza – Creí que era mi parte muerta la que me llamaba a venir – su mirada fue entonces a buscar la ajena – pero has sido tú quien me ha llamado y no. Jamás olvidaría las promesas que te he hecho, pero creo que las he mantenido por suficiente tiempo – dio otro paso en dirección a ella – Además que si ha sido una parte de ti la que me ha llamado, ¿No deberíamos considerar esa promesa terminada?
Después de sus palabras, la bruja se sumió en sus propios pensamientos. Escucharla asegurar que al despedirse lo hizo para siempre provocó en Arwel un dolor en el pecho casi humano, obligándolo a llevar una mano hasta donde alguna vez latiera su corazón. Recordaba haber sentido aquel mismo dolor el día que se despidió de aquella mujer a quien amo.
– Sabes que no te pedí nunca renunciar a tus deberes, tampoco lo haría ahora y no lo hare nunca, eso debes tenerlo por seguro ya.
Reiss evitaba acercarse a ella más de lo necesario, como si su cuerpo aún tratará de mantener de cierta manera la promesa hecha, sin embargo, fue la bruja quien se acercó y una calidez no física sino espiritual invadió a Arwel.
– Medea – repitió aquel nombre que salió como una caricia – Es un nombre tan digno de ti como hermoso – aseguró al tiempo que la mano que antes estuviera en su pecho se posaba sobre la ajena – Este cuerpo responde al nombre de Arwel – lo siguiente que escucho de ella lo llevó a sonreír de manera ligera – Ser vampiro nunca fue algo que desee o espere, fue en cambio algo que simplemente ocurrió – hizo una pausa al escuchar la última pregunta. El vampiro se había cuestionado tantas veces eso mismo y ahora, nacía una respuesta diferente para esa interrogante que con los años nunca cambio de respuesta – Durante mucho tiempo creí que no lo valía pero ahora sé porque ocurrió y he cambiado de opinión – sus ojos se mantuvieron fijos en los ajenos – Si estar atado a la muerte ha sido el precio a pagar por verte una vez más, entonces ha valido cada segundo – y tras decir eso, alejo su mano de ella porque sabía que expresarle aquello significaba asegurar a Medea que a pesar de las vidas transcurridas, su alma aún estaba enamorada de la suya y eso no iba a cambiar ni aunque se lo prometiera mil veces.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
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Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Quizás si fuera una inexperta en el tema, o alguien poco consciente de lo que implicaba todo aquello, estuviera aterrada y confundida; pero no, ella había nacido para la magia y sabía perfectamente a lo que se enfrentaba. Tarde o temprano, los fantasmas del pasado iban a encontrarla y no iba a poder huir como la primera vez. Tenía grandes responsabilidades con su gente; incluso, su viaje repentino a una ciudad desconocida, era precisamente por eso, por cumplir con las creencias del mundo en el que vivió durante varios años. Y al que también perteneció en otras vidas. Usó epítetos diferentes, hasta que, finalmente, logró adoptar el adecuado, pues su poder se había consolidado lo suficiente. Era una buena señal, sin embargo, las temibles Moiras decidieron añadir algo más; algo que Medea nunca esperó, y que supuso, dejó enterrado entre su antiguo cadáver de aquella vida antigua.
Ella no era persona de huir, muy al contrario, siempre enfrentaba su destino de frente, y sin excesivas preocupaciones. No comprendía la modernidad de París, pero necesitaba hallar a su traidor y poder regresar a Samotracia, o eso pretendía, porque, justo esa noche, se le aparecieron mil motivos para cambiar de planes. No obstante, el juramento que se había hecho a sí misma amenazaba con destruir todo. Ella era una reina oscura entre los suyos, ¿por qué los dioses la probaban de esa manera? No lo sabía.
Sólo quería que él se quedara más tiempo a su lado. Sostuvo más tiempo su mano, mirándole fijamente a los ojos, en completo silencio; no quería que las palabras arruinaran la ocasión. Pero llegó el punto en que fue inevitable no hablar.
—He de entender una cosa... —dijo en voz baja, estrechando más la mano del vampiro—. No sólo los nobles, o los que se hagan pasar por buenos; ni siquiera los débiles, son capaces de conectarse con alguien. En mi tierra, que alguien de mi nivel, llegase a esto, era algo no bien visto, ¿por qué? Porque temen que pierda liderazgo. Yo no creo... que sea así. —Soltó la mano y observó las suyas con atención—. No me siento débil, sólo me siento extraña. ¿Sabes por qué? Es sencillo. Nunca había querido a nadie de este modo, sólo a ti. Y no sé qué pensar. Los juramentos van y vienen; tampoco prevalecen tanto tiempo.
Un pesado suspiro salió desde lo más hondo. Era una noche tranquila, silenciosa, tan letárgica como su mente. Quizás el cementerio no era el lugar más digno para un encuentro entre dos amantes, pero, ellos no eran cualquier pareja. Aquel fue el último lugar en donde se despidieron la última vez. Los hilos de las tejedoras del tiempo lo seleccionaron de manera adecuada, sólo para ambos. Aquello tenía que pasar, con o sin juramento, era un hecho que estaba escrito y debía cumplirse.
—La inmortalidad te eligió, quizás no de maneras agradables; quizás te pese la existencia después de tantos siglos. Pero lo hizo con un único fin. —Se dio media vuelta y avanzó un par de pasos hacia adelante, mientras observaba las penumbras—. Sacrificaste tu propia dicha para que esto ocurriera, aunque en ese momento no lo supieras. ¿Qué harás ahora?
Ella no era persona de huir, muy al contrario, siempre enfrentaba su destino de frente, y sin excesivas preocupaciones. No comprendía la modernidad de París, pero necesitaba hallar a su traidor y poder regresar a Samotracia, o eso pretendía, porque, justo esa noche, se le aparecieron mil motivos para cambiar de planes. No obstante, el juramento que se había hecho a sí misma amenazaba con destruir todo. Ella era una reina oscura entre los suyos, ¿por qué los dioses la probaban de esa manera? No lo sabía.
Sólo quería que él se quedara más tiempo a su lado. Sostuvo más tiempo su mano, mirándole fijamente a los ojos, en completo silencio; no quería que las palabras arruinaran la ocasión. Pero llegó el punto en que fue inevitable no hablar.
—He de entender una cosa... —dijo en voz baja, estrechando más la mano del vampiro—. No sólo los nobles, o los que se hagan pasar por buenos; ni siquiera los débiles, son capaces de conectarse con alguien. En mi tierra, que alguien de mi nivel, llegase a esto, era algo no bien visto, ¿por qué? Porque temen que pierda liderazgo. Yo no creo... que sea así. —Soltó la mano y observó las suyas con atención—. No me siento débil, sólo me siento extraña. ¿Sabes por qué? Es sencillo. Nunca había querido a nadie de este modo, sólo a ti. Y no sé qué pensar. Los juramentos van y vienen; tampoco prevalecen tanto tiempo.
Un pesado suspiro salió desde lo más hondo. Era una noche tranquila, silenciosa, tan letárgica como su mente. Quizás el cementerio no era el lugar más digno para un encuentro entre dos amantes, pero, ellos no eran cualquier pareja. Aquel fue el último lugar en donde se despidieron la última vez. Los hilos de las tejedoras del tiempo lo seleccionaron de manera adecuada, sólo para ambos. Aquello tenía que pasar, con o sin juramento, era un hecho que estaba escrito y debía cumplirse.
—La inmortalidad te eligió, quizás no de maneras agradables; quizás te pese la existencia después de tantos siglos. Pero lo hizo con un único fin. —Se dio media vuelta y avanzó un par de pasos hacia adelante, mientras observaba las penumbras—. Sacrificaste tu propia dicha para que esto ocurriera, aunque en ese momento no lo supieras. ¿Qué harás ahora?
Medea- Hechicero Clase Media
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Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Todo lo que vivió durante su mortalidad y su inmortalidad lo enfrento solo para llegar a ese momento. La existencia un tanto carente de propósito que había llevado hasta ese instante ahora tomaba un sentido sumamente claro. Arwel Reiss estaba destinado a encontrarse con Medea en aquel preciso lugar, aquella noche en la que viejos juramentos se romperían y nacerían nuevos.
Con la mirada fija en la hechicera, Arwel era capaz de darse cuenta de muchas cosas. Cada elección que tomó, creyéndola que era su libre albedrió, era una decisión ya marcada que lo estaba guiando en dirección al espíritu de su amada quien lo contemplaba a través de unos ojos diferentes, pero al mismo tiempo los mismos de siempre. El destino era sabio después de todo y aunque él, desconocía el motivo que guió a Medea hasta aquella ciudad, fuera cual fuera, él lo agradecía, pues su encuentro brindaba la oportunidad de sanar viejas heridas, esas que Arwel podía sentir como si estuviera aún vivo, muestra de la fuerte unión que tenía con el alma de la hechicera.
El dolor que sentía ante las evasivas de Medea desapareció en el instante en que ella lo tocó. Finalmente la dolorosa distancia era nula y él se entregó por completo a aquel momento que en su condición, era nada.
– Yo nunca te creí capaz de perder liderazgo o fuerza – aseguró el vampiro – pero puedo comprender porque tuvimos que vivir aquella trágica separación – hizo una pausa para buscar los ojos de la bruja y mirarle fijamente – Nuestra conexión era muy fuerte y nuestros espíritus eran demasiado jóvenes como para lidiar con esto que tenemos. Si hubiéramos seguido juntos en ese entonces, la perspectiva de lo que era importante se habría perdido y nunca hubiéramos logrado nada – sintió la ausencia de la mano de Medea como si perdiera una de sus propias extremidades, aún así, se mantuvo sereno, escuchando y observando cada uno de los movimientos de la bruja – Nunca fuiste débil, solo joven, al igual que yo – una sonrisa como la que pocas veces mostraba acudió a los labios del inmortal – Yo también te quiero como a nadie y por eso considero que es apropiado que formemos nuevos juramentos, después de todo, nos hemos encontrado nuevamente porque el destino así lo quería y ahora, nuestros espíritus son sabios, están listos para lo que antes no lo estaban.
Renunció una vez a ella y a un futuro a su lado porque sabía que el destino de la hechicera aquella era mayor que el suyo. En aquel entonces era un simple mortal que no tenía mucho para ofrecer más que su compañía, su amor y su comprensión en todo momento. Nunca pidió a la bruja que renunciara a sus deberes o promesas, a pesar de eso, ambos sabían que lo suyo no era posible, no en ese entonces. Ahora volvían a aparecerse frente al otro, en un lugar similar en el que se despidieron. Todo aquello podía ser un reflejo de aquella última noche que pasaron en compañía del otro pero por algún motivo, Arwel sabía que no sería de esa manera. El cuerpo que ocupaba se había vuelto eterno brindándole la oportunidad de prometer algo nuevo a la mujer que amo y aún amaba.
– Ahora sé el fin de todo lo que he pasado y puedo asegurarte que mi sacrificio ha valido completamente la pena – avanzó entonces hasta donde Medea se encontraba y se detuvo detrás de ella – Haré lo que siempre debí. Te ofreceré mi existencia entera, mi inmortalidad te pertenece ahora y siempre lo hará. Te seguiré hasta el fin del mundo, te ayudare en lo que necesites y no me importa cuantas veces tenga que seguir a tu espíritu cuando cambie de cuerpo, yo estaré para ti – Había esperado tanto tiempo que no planeaba dejarla ir, no cuando tenía la posibilidad de ofrecerse para ayudarla a cumplir con su destino. No planeaba impedirle nada, solo planeaba acompañarla siempre y amarla por la mujer que fue, la que era y la que sería.
Con la mirada fija en la hechicera, Arwel era capaz de darse cuenta de muchas cosas. Cada elección que tomó, creyéndola que era su libre albedrió, era una decisión ya marcada que lo estaba guiando en dirección al espíritu de su amada quien lo contemplaba a través de unos ojos diferentes, pero al mismo tiempo los mismos de siempre. El destino era sabio después de todo y aunque él, desconocía el motivo que guió a Medea hasta aquella ciudad, fuera cual fuera, él lo agradecía, pues su encuentro brindaba la oportunidad de sanar viejas heridas, esas que Arwel podía sentir como si estuviera aún vivo, muestra de la fuerte unión que tenía con el alma de la hechicera.
El dolor que sentía ante las evasivas de Medea desapareció en el instante en que ella lo tocó. Finalmente la dolorosa distancia era nula y él se entregó por completo a aquel momento que en su condición, era nada.
– Yo nunca te creí capaz de perder liderazgo o fuerza – aseguró el vampiro – pero puedo comprender porque tuvimos que vivir aquella trágica separación – hizo una pausa para buscar los ojos de la bruja y mirarle fijamente – Nuestra conexión era muy fuerte y nuestros espíritus eran demasiado jóvenes como para lidiar con esto que tenemos. Si hubiéramos seguido juntos en ese entonces, la perspectiva de lo que era importante se habría perdido y nunca hubiéramos logrado nada – sintió la ausencia de la mano de Medea como si perdiera una de sus propias extremidades, aún así, se mantuvo sereno, escuchando y observando cada uno de los movimientos de la bruja – Nunca fuiste débil, solo joven, al igual que yo – una sonrisa como la que pocas veces mostraba acudió a los labios del inmortal – Yo también te quiero como a nadie y por eso considero que es apropiado que formemos nuevos juramentos, después de todo, nos hemos encontrado nuevamente porque el destino así lo quería y ahora, nuestros espíritus son sabios, están listos para lo que antes no lo estaban.
Renunció una vez a ella y a un futuro a su lado porque sabía que el destino de la hechicera aquella era mayor que el suyo. En aquel entonces era un simple mortal que no tenía mucho para ofrecer más que su compañía, su amor y su comprensión en todo momento. Nunca pidió a la bruja que renunciara a sus deberes o promesas, a pesar de eso, ambos sabían que lo suyo no era posible, no en ese entonces. Ahora volvían a aparecerse frente al otro, en un lugar similar en el que se despidieron. Todo aquello podía ser un reflejo de aquella última noche que pasaron en compañía del otro pero por algún motivo, Arwel sabía que no sería de esa manera. El cuerpo que ocupaba se había vuelto eterno brindándole la oportunidad de prometer algo nuevo a la mujer que amo y aún amaba.
– Ahora sé el fin de todo lo que he pasado y puedo asegurarte que mi sacrificio ha valido completamente la pena – avanzó entonces hasta donde Medea se encontraba y se detuvo detrás de ella – Haré lo que siempre debí. Te ofreceré mi existencia entera, mi inmortalidad te pertenece ahora y siempre lo hará. Te seguiré hasta el fin del mundo, te ayudare en lo que necesites y no me importa cuantas veces tenga que seguir a tu espíritu cuando cambie de cuerpo, yo estaré para ti – Había esperado tanto tiempo que no planeaba dejarla ir, no cuando tenía la posibilidad de ofrecerse para ayudarla a cumplir con su destino. No planeaba impedirle nada, solo planeaba acompañarla siempre y amarla por la mujer que fue, la que era y la que sería.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Quizás todo aquello era un simple sueño, un anhelo voluble de su propio espíritu, de una existencia pasada. Era, tal vez, una quimera que continuaba oculta entre memorias que nunca se desvanecieron con los siglos. Jamás, en esta vida, había tenido esa sensación de declive, de malestar físico; no supo qué era tener una emoción tan fuerte hasta ese momento. Siempre fue una mujer de carácter regio, de mente equilibrada y con un gran rechazo hacia el apego emocional; ni siquiera con su hermano compartía semejante empatía. Pero Arwel era diferente, y lo era por haber sido su primera atracción y condena en este mundo; era su estigma, su alma gemela. Se convertía en un signo de contradicción; todo lo que fue se hundió en el más profundo abismo durante esa noche, de ahí escaparon todos los deseos reprimidos durante los años que estuvieron separados por la eternidad.
¿Eran los dioses los culpables de aquel encuentro? Quizás los primigenios le estaban haciendo ver que, aún con su habilidad, seguía siendo mortal. Era débil ante los caprichos de un alma encerrada en un cuerpo físico y defectuoso. ¿Acaso se debía consumar las llamas de una hoguera que nunca quiso apagarse ni con la más rotunda tempestad? Estaba consciente de su error de antaño, pero, ¿qué más daba? Hasta el más respetado monarca había sucumbido ante los deseos de su propia esencia. Porque hombres y dioses se parecían cada vez más; porque hombres y monstruos eran uno mismo.
Y las palabras del vampiro no hicieron más que despertar antiguos lamentos y anhelos. ¿Cuánto más lo necesitaba? No se atrevía a compartir mirada alguna, más la osadía de su mundana personalidad terminó haciéndola flaquear.
—¿Sólo es querer? Esto también podría reducirse a deseo y algo que va más allá de unión entre cuerpos —respondió con absoluta seguridad—. Agape lo llamaban los antiguos. Entonces... —Se giró, confrontando de nuevo a la figura masculina—. ¿Es esto una manifestación de Agape en el mundo terrenal? ¿Somos parte de ello? —Y sin más fronteras que los separaran, acercó su rostro al de Arwel, casi rozando sus labios—. Lo es. Pero me negué en entregarme por orgullo. Había algo que no me hacía sentir incompleta en este mundo; ya no podía ser parte del Anima Mundi si no me unía a mi otra mitad.
Lo comprendió todo en fracciones de segundos. No solamente era la advertencia hecha por su cuerpo y su mente, sino por su propia esencia; porque existía en el hombre algo que lo conectaba con una parte sí misma. Un fragmento oculto al que el amor personal desea eliminar.
—Elegimos el mismo sacrificio. Elegimos renunciar a nosotros mismos por los caprichos de lo terrenal —dijo en un acto de reconocer sus propios errores—. No. Ya no tienes que seguirme de nuevo. Hay decisiones que no se toman hasta mucho tiempo después. Éramos jóvenes, y un poco sosos. En ese entonces yo no tenía la misma capacidad de comprensión que ahora; sólo me doblegaba al deber impuesto por mi pueblo, pero estuve en un gran error. No por Hécate, sino por mi propio destino. —Y finalmente depositó un beso efímero sobre los labios gélidos del inmortal—. Las Parcas me han conducido bien. Seamos uno, como siempre debió ser.
¿Eran los dioses los culpables de aquel encuentro? Quizás los primigenios le estaban haciendo ver que, aún con su habilidad, seguía siendo mortal. Era débil ante los caprichos de un alma encerrada en un cuerpo físico y defectuoso. ¿Acaso se debía consumar las llamas de una hoguera que nunca quiso apagarse ni con la más rotunda tempestad? Estaba consciente de su error de antaño, pero, ¿qué más daba? Hasta el más respetado monarca había sucumbido ante los deseos de su propia esencia. Porque hombres y dioses se parecían cada vez más; porque hombres y monstruos eran uno mismo.
Y las palabras del vampiro no hicieron más que despertar antiguos lamentos y anhelos. ¿Cuánto más lo necesitaba? No se atrevía a compartir mirada alguna, más la osadía de su mundana personalidad terminó haciéndola flaquear.
—¿Sólo es querer? Esto también podría reducirse a deseo y algo que va más allá de unión entre cuerpos —respondió con absoluta seguridad—. Agape lo llamaban los antiguos. Entonces... —Se giró, confrontando de nuevo a la figura masculina—. ¿Es esto una manifestación de Agape en el mundo terrenal? ¿Somos parte de ello? —Y sin más fronteras que los separaran, acercó su rostro al de Arwel, casi rozando sus labios—. Lo es. Pero me negué en entregarme por orgullo. Había algo que no me hacía sentir incompleta en este mundo; ya no podía ser parte del Anima Mundi si no me unía a mi otra mitad.
Lo comprendió todo en fracciones de segundos. No solamente era la advertencia hecha por su cuerpo y su mente, sino por su propia esencia; porque existía en el hombre algo que lo conectaba con una parte sí misma. Un fragmento oculto al que el amor personal desea eliminar.
—Elegimos el mismo sacrificio. Elegimos renunciar a nosotros mismos por los caprichos de lo terrenal —dijo en un acto de reconocer sus propios errores—. No. Ya no tienes que seguirme de nuevo. Hay decisiones que no se toman hasta mucho tiempo después. Éramos jóvenes, y un poco sosos. En ese entonces yo no tenía la misma capacidad de comprensión que ahora; sólo me doblegaba al deber impuesto por mi pueblo, pero estuve en un gran error. No por Hécate, sino por mi propio destino. —Y finalmente depositó un beso efímero sobre los labios gélidos del inmortal—. Las Parcas me han conducido bien. Seamos uno, como siempre debió ser.
Medea- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/08/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Fueron arrastrados a ese lugar para que tomaran importantes decisiones. Sus almas querían estar juntos, de la misma manera en que lo quisieron años atrás. Eran diferentes a esos jóvenes ingenuos que renunciaron a su amor y ese detalle, brindaba esperanza para el futuro de sus almas.
A pesar de que sus recuerdos de otras vidas fueran realmente recientes, Arwel no tenía duda alguna de la manera en que debía proceder, mucho menos ahora que finalmente todas sus vidas, incluyendo la actual, se volvían claras. Ella era su otra mitad, su alma gemela y encontrarla nuevamente después de tanto tiempo era para él una señal de que los dioses estaban de acuerdo en su unión, lo único que de hecho podía mantenerlo apartado de la hechicera, eran los pensamientos de la misma Medea respecto a lo que ocurría.
– Somos algo poderoso, algo indescriptible porque por ti siento lo que no sentiré por nadie más – mencionó mientras que la vía girarse para enfrentarlo y los ojos de ambos se mantuvieron fijos en los ajenos, atrapados aparentemente por una magia desconocida y sumamente poderosa – No pienses más en el pasado, ya te he dicho que en ese tiempo éramos jóvenes e hicimos lo que nos parecía mejor – no valía de nada ya recordar el pasado, lo hecho, hecho estaba y lo más prudente era ahora centrarse en esta nueva oportunidad que recibían. La cercanía de Medea alteraba los sentidos de Arwel, quien deseaba con toda su existencia rodearle el cuerpo y acercarla a él para cerciorarse de que aquel encuentro era real, que ella estaba ahí y que si ella lo quería, podría estarlo para siempre – Otra mitad… – repitió aquellas palabras dejando todo el peso de su significado cayera sobre él. Estar al lado de una mujer con una gran misión como Medea no le sería sencillo, era sumamente consciente de ello pero por la hechicera, sería capaz de superar cualquier cosa.
Con seguridad en lo que deseaba para su existencia inmortal hasta aquel momento carente de sentido, Arwel prometió a Medea no únicamente su eterna compañía sino además lealtad y amor. El inmortal se encontraba dispuesta a seguirla fuera a donde fuera, a que si moría la buscaría nuevamente y la acompañaría una vez más, pero las palabras iniciales de la bruja le confundieron siendo las que siguieron las que comenzaron a tranquilizarlo. Al parecer la hechicera frente a él compartía parte de sus pensamientos pero no fue sino hasta que ella lo beso, para asegurarle después que finalmente, después de siglos andando por su cuenta se convertirían en uno.
– Nada será más satisfactorio para mi que eso, ser uno contigo, mi existencia finalmente será plena – sintiendo como el peso de la soledad se desvanecía por completo y las posibilidades se abrían frente a ellos, Arwel se atrevió finalmente a preguntar sobre su presencia en París – Medea, ¿Qué haces tan lejos de tu hogar? ¿Qué motivo te ha traído a estas tierras? – agradecía el motivo aunque al mismo tiempo sospechaba que lo que la llevó a París era algo delicado e importante.
A pesar de que sus recuerdos de otras vidas fueran realmente recientes, Arwel no tenía duda alguna de la manera en que debía proceder, mucho menos ahora que finalmente todas sus vidas, incluyendo la actual, se volvían claras. Ella era su otra mitad, su alma gemela y encontrarla nuevamente después de tanto tiempo era para él una señal de que los dioses estaban de acuerdo en su unión, lo único que de hecho podía mantenerlo apartado de la hechicera, eran los pensamientos de la misma Medea respecto a lo que ocurría.
– Somos algo poderoso, algo indescriptible porque por ti siento lo que no sentiré por nadie más – mencionó mientras que la vía girarse para enfrentarlo y los ojos de ambos se mantuvieron fijos en los ajenos, atrapados aparentemente por una magia desconocida y sumamente poderosa – No pienses más en el pasado, ya te he dicho que en ese tiempo éramos jóvenes e hicimos lo que nos parecía mejor – no valía de nada ya recordar el pasado, lo hecho, hecho estaba y lo más prudente era ahora centrarse en esta nueva oportunidad que recibían. La cercanía de Medea alteraba los sentidos de Arwel, quien deseaba con toda su existencia rodearle el cuerpo y acercarla a él para cerciorarse de que aquel encuentro era real, que ella estaba ahí y que si ella lo quería, podría estarlo para siempre – Otra mitad… – repitió aquellas palabras dejando todo el peso de su significado cayera sobre él. Estar al lado de una mujer con una gran misión como Medea no le sería sencillo, era sumamente consciente de ello pero por la hechicera, sería capaz de superar cualquier cosa.
Con seguridad en lo que deseaba para su existencia inmortal hasta aquel momento carente de sentido, Arwel prometió a Medea no únicamente su eterna compañía sino además lealtad y amor. El inmortal se encontraba dispuesta a seguirla fuera a donde fuera, a que si moría la buscaría nuevamente y la acompañaría una vez más, pero las palabras iniciales de la bruja le confundieron siendo las que siguieron las que comenzaron a tranquilizarlo. Al parecer la hechicera frente a él compartía parte de sus pensamientos pero no fue sino hasta que ella lo beso, para asegurarle después que finalmente, después de siglos andando por su cuenta se convertirían en uno.
– Nada será más satisfactorio para mi que eso, ser uno contigo, mi existencia finalmente será plena – sintiendo como el peso de la soledad se desvanecía por completo y las posibilidades se abrían frente a ellos, Arwel se atrevió finalmente a preguntar sobre su presencia en París – Medea, ¿Qué haces tan lejos de tu hogar? ¿Qué motivo te ha traído a estas tierras? – agradecía el motivo aunque al mismo tiempo sospechaba que lo que la llevó a París era algo delicado e importante.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Antes no había tenido el ferviente deseo de saber sobre su pasado, lo único que rondaba en su mente era el objetivo de hallar a quien había traicionado la confianza de su pueblo; también era su responsabilidad cumplir con las obligaciones impuestas desde el momento de su alumbramiento. Pero quisieron las hilanderas del destino que las cosas cambiaran de manera repentina, tal vez, porque los mismos dioses así lo dictaron. Jamás, en todos sus años de existencia, se cuestionó si debía estar atada a Samotracia, o en algún punto tendría que abandonar la ciudad para refugiarse en tierras extranjeras, como lo estaba en ese instante. Todo en su vida había dado un vuelco inesperado, y aunque su postura se mantenía tan inquebrantable como antes, no podía evitar sentirse afectada de alguna manera. Los hechos recientes eran algo que, nunca pensó, podrían interferir en el curso de sus memorias, las cuales arrastraron a la realidad a Arwel. Medea creyó que aquello se había desvanecido en las arenas del tiempo, hundiéndose por toda la eternidad. Sin embargo, no fue así, ni lo sería.
Había rechazado su cercanía desde un principio, tal vez por el insano temor de no querer despertar algo oculto, pero no pudo evitar lo que, se supone, está escrito en las estrellas. Ambos estaban ahí, el uno para el otro, a pesar de que las razones que los guiaran en este mundo fueran completamente diferentes. Muchas veces no se puede simplemente romper los vínculos con las mitades que le corresponden a cada quien; hay personas que nacen para estar con otras, de la forma que sea. Las palabras del inmortal bien lo recalcaban, y ella no podía sino que guardar silencio, sopesar adecuadamente lo ocurrido.
—Es inevitable no recordar lo pasado, y menos cuando la ocasión lo amerita. Quizás es la única forma de remendar los errores antes cometidos, quizás porque tengamos la oportunidad de empezar de nuevo. Esto es algo que escapa de mí, y también de ti —murmuró, aún no se acostumbraba del todo a aceptar la posibilidad de poder estar al lado de Arwel—. Debo ser honesta, aunque Agape sea quien esté uniéndonos, yo no termino de acostumbrarme. He pasado por muchas cosas, estoy consciente de diferentes cosas, y no consideré la idea de permanecer unida a alguien. Pero, ahora que te encuentro de nuevo, ya no sé qué pensar, siento que los dioses han querido brindarme oportunidades que antes no tuve. Quizás he vagado mucho por este mundo, cumpliendo una y otra vez con mis deberes.
Y sí, el cansancio se le notaba en la mirada. Era un espíritu antiguo en un recipiente joven, era de suponerse su evidente agotamiento. Pero aquello sólo la animó a hablar con honestidad, de abrirse ante él, a compartir su realidad.
—Estoy aquí porque han profanado el templo de Hécate. Han hurtado una reliquia antigua, y si cae en manos equivocadas, eso sólo traerá desgracias, más de las que ya existen. He venido con mi hermano menor, pero él ha de estar hallando al culpable por su cuenta —respondió, dejando escapar una exhalación—. Me es frustrante no poder dar con esa persona, aunque, estoy segura que no es obra de uno solo, sino de un grupo, que es lo que más me preocupa. Yo debía mantener esa antigüedad oculta ante los ojos vanidosos de los hombres, y he fallado.
Había rechazado su cercanía desde un principio, tal vez por el insano temor de no querer despertar algo oculto, pero no pudo evitar lo que, se supone, está escrito en las estrellas. Ambos estaban ahí, el uno para el otro, a pesar de que las razones que los guiaran en este mundo fueran completamente diferentes. Muchas veces no se puede simplemente romper los vínculos con las mitades que le corresponden a cada quien; hay personas que nacen para estar con otras, de la forma que sea. Las palabras del inmortal bien lo recalcaban, y ella no podía sino que guardar silencio, sopesar adecuadamente lo ocurrido.
—Es inevitable no recordar lo pasado, y menos cuando la ocasión lo amerita. Quizás es la única forma de remendar los errores antes cometidos, quizás porque tengamos la oportunidad de empezar de nuevo. Esto es algo que escapa de mí, y también de ti —murmuró, aún no se acostumbraba del todo a aceptar la posibilidad de poder estar al lado de Arwel—. Debo ser honesta, aunque Agape sea quien esté uniéndonos, yo no termino de acostumbrarme. He pasado por muchas cosas, estoy consciente de diferentes cosas, y no consideré la idea de permanecer unida a alguien. Pero, ahora que te encuentro de nuevo, ya no sé qué pensar, siento que los dioses han querido brindarme oportunidades que antes no tuve. Quizás he vagado mucho por este mundo, cumpliendo una y otra vez con mis deberes.
Y sí, el cansancio se le notaba en la mirada. Era un espíritu antiguo en un recipiente joven, era de suponerse su evidente agotamiento. Pero aquello sólo la animó a hablar con honestidad, de abrirse ante él, a compartir su realidad.
—Estoy aquí porque han profanado el templo de Hécate. Han hurtado una reliquia antigua, y si cae en manos equivocadas, eso sólo traerá desgracias, más de las que ya existen. He venido con mi hermano menor, pero él ha de estar hallando al culpable por su cuenta —respondió, dejando escapar una exhalación—. Me es frustrante no poder dar con esa persona, aunque, estoy segura que no es obra de uno solo, sino de un grupo, que es lo que más me preocupa. Yo debía mantener esa antigüedad oculta ante los ojos vanidosos de los hombres, y he fallado.
Medea- Hechicero Clase Media
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Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Era inevitable que los temores o la incertidumbre se aposentaran en las mentes de la bruja y el inmortal. Las vidas vividas, las promesas hechas tanto tiempo atrás. Su historia volvía de cierta manera improbable que ocurriera aquel encuentro que, sin embargo, ocurría, desafiando todo lo antes escrito sobre ellos para re escribir sobre la soledad de ambos.
Arwel estaba dispuesto a seguir a Medea porque para él, solo a su lado la existencia que hasta aquel entonces llevará tenía sentido. Temía, sí, más no se detendría. El inmortal que siempre actuaba con cautela y pensaba demasiado las cosas, que se mantenía lejos de todos y era prácticamente incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, se arriesgaría a todo por la posibilidad de una existencia al lado de aquella gran hechicera. La misión de Medea era grande pero no se dejaba intimidar por eso. Vidas atrás, cuando fue simplemente un mortal, no permitió que el poder de la hechicera cambiara su amor por ella y esta vida, tampoco lo permitiría.
Comprendía la inseguridad de Medea por eso fue que asintió suavemente a sus palabras, aún así, de la misma manera en que creía que no debían estar pensando en el pasado, tampoco podían estar imaginando el futuro que aun no llegaba.
– Tienes razón en pensar en el pasado como una manera de evitar nuestros errores pero sabes bien que querer estar juntos en ese entonces no fue un error. No pudimos hacerlo que es diferente y con lo que ahora nos pasa – sonrió un poco, algo poco usual en él – Llevemos las cosas con calma. Reunirnos es gratificante pero al mismo tiempo demasiado, así que dejemos que el correr del tiempo nos de las respuestas de si esto es del todo correcto o no – y es que él no quería pensar en las posibilidades negativas, se rehusaba a ellas – Yo tampoco pensaba que me uniría a alguien, especialmente no con esta vida – evocó su pasado más reciente antes de centrarse en Medea – Eres una mujer sabia, que no te cuestiones es imposible, aún así, desearía que confiaras un poco en el destino que se nos ha preparado. Permitámonos estar juntos lo que debamos, los obstáculos que encontremos en el camino, sin importar su naturaleza, los resolveremos cuando aparezcan.
Si bien deseaba saber que era lo que llevaba a Medea a París, ver la decepción y frustración en los ojos de la hechicera lo llevó a preocuparse aun antes de escuchar el motivo de la bruja.
– ¿Profanado? – con incredulidad observo el rostro de la hechicera, pues según las memorias que acababa de recuperar aquel templo era sumamente protegido y siempre se encontraba custodiado, algo que volvía prácticamente imposible que alguien robase algo – Por supuesto que no pudo ser una sola persona, no habría podido hacerlo. Lo que no sabemos entonces es cuantas personas están involucradas en el robo, pero apenas encontremos uno, nos guiara inevitablemente a otros – hablaba como si aquella misión también fuera la suya, porque de cierta manera ya lo era – Y no ha sido tu culpa. Quien quiera que la robara, te analizó bastante bien como para poder evitar que lo descubrieras, así que ese robo llevaba siendo planeado de manera segura años.
Arwel estaba dispuesto a seguir a Medea porque para él, solo a su lado la existencia que hasta aquel entonces llevará tenía sentido. Temía, sí, más no se detendría. El inmortal que siempre actuaba con cautela y pensaba demasiado las cosas, que se mantenía lejos de todos y era prácticamente incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, se arriesgaría a todo por la posibilidad de una existencia al lado de aquella gran hechicera. La misión de Medea era grande pero no se dejaba intimidar por eso. Vidas atrás, cuando fue simplemente un mortal, no permitió que el poder de la hechicera cambiara su amor por ella y esta vida, tampoco lo permitiría.
Comprendía la inseguridad de Medea por eso fue que asintió suavemente a sus palabras, aún así, de la misma manera en que creía que no debían estar pensando en el pasado, tampoco podían estar imaginando el futuro que aun no llegaba.
– Tienes razón en pensar en el pasado como una manera de evitar nuestros errores pero sabes bien que querer estar juntos en ese entonces no fue un error. No pudimos hacerlo que es diferente y con lo que ahora nos pasa – sonrió un poco, algo poco usual en él – Llevemos las cosas con calma. Reunirnos es gratificante pero al mismo tiempo demasiado, así que dejemos que el correr del tiempo nos de las respuestas de si esto es del todo correcto o no – y es que él no quería pensar en las posibilidades negativas, se rehusaba a ellas – Yo tampoco pensaba que me uniría a alguien, especialmente no con esta vida – evocó su pasado más reciente antes de centrarse en Medea – Eres una mujer sabia, que no te cuestiones es imposible, aún así, desearía que confiaras un poco en el destino que se nos ha preparado. Permitámonos estar juntos lo que debamos, los obstáculos que encontremos en el camino, sin importar su naturaleza, los resolveremos cuando aparezcan.
Si bien deseaba saber que era lo que llevaba a Medea a París, ver la decepción y frustración en los ojos de la hechicera lo llevó a preocuparse aun antes de escuchar el motivo de la bruja.
– ¿Profanado? – con incredulidad observo el rostro de la hechicera, pues según las memorias que acababa de recuperar aquel templo era sumamente protegido y siempre se encontraba custodiado, algo que volvía prácticamente imposible que alguien robase algo – Por supuesto que no pudo ser una sola persona, no habría podido hacerlo. Lo que no sabemos entonces es cuantas personas están involucradas en el robo, pero apenas encontremos uno, nos guiara inevitablemente a otros – hablaba como si aquella misión también fuera la suya, porque de cierta manera ya lo era – Y no ha sido tu culpa. Quien quiera que la robara, te analizó bastante bien como para poder evitar que lo descubrieras, así que ese robo llevaba siendo planeado de manera segura años.
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 26/04/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
Aquellos que conocían a Medea, la consideraban como una mujer demasiado rígida, abocada siempre a sus objetivos como la máxima autoridad del séquito de hechiceros de Samotracia; como una persona de ideales firmes y con cero implicaciones sentimentales con cualquiera. En partes, era verdad, pero por otro lado, no. Medea era una hechicera experta, bastante talentosa para su edad, considerada casi una deidad; sin embargo, no dejaba de ser humana, y esa misma mortalidad le brindaba la posibilidad de sentir. Sólo que, a diferencia de otros humanos, ella había aprendido a controlar sus emociones casi por completo. Aun así, tratándose de determinado personaje, le resultaba una odisea tremenda poder hallar esa severidad emocional por la que le respetaban en su tierra natal.
No obstante, siendo también una mujer sensata, que asumía las decisiones del destino con sabiduría, comprendía que algunas cosas eran simplemente inevitables, y que si Arwel se había topado con ella, específicamente en esta encarnación, era porque estaban destinados a permanecer de ese modo. Así es, tal y como lo había dicho con anterioridad, aquello sólo podía ser, nada más y nada menos, que una genuina manifestación de Agape. Ellos eran la mejor muestra de ello, y ya no podía distanciarse como lo hizo su antigua vida. Arwel había sido dotado de la no-vida, y ella... tenía la posibilidad de encarnar sin perder su esencia. ¿Qué mejor ejemplo que eso? Lo aceptaría, sin exigir demasiadas explicaciones por parte de los dioses. Sin embargo, había algo que la seguía dejando intranquila, casi con una pesadumbre que no era propia de su compleja personalidad.
—El destino ha sentenciado lo suficiente, Arwel. No hay mayor misterio en ello. No después de esta noche —contestó, casi como un manifiesto de sus propios instintos—. Entonces, yo no podría negarme a seguir pasos, ni tú negarte a seguir los míos, ¿no es así? Ya no podemos negar lo evidente. Quizás lo hice en mi momento, por ser inexperta, tener demasiados temores apegados a mi joven alma, pero las cosas han resultado muy diferentes ahora. Excepto por...
Guardó una pausa, breve, pero la necesaria para intentar sosegar su mente, mientras su mirada se desviaba hacia otro lado. No era capaz de ver a Arwel, no cuando se sentía atormentada por sus propios errores; de sentir que les falló a los suyos.
—No es que me esté culpando completamente, pero no me deja en paz el hecho de saber que yo era la responsable principal, y simplemente me descuidé por... —Frunció el ceño, dejando escapar un suspiro. Le resultaba intenso el sentimiento, sin embargo, no podía quebrarse ahora—. Tienes razón, de seguro fue alguien experto. Desde luego no pudo ser ningún idiota. Aunque —sonrió, a pesar de los hechos, lo hizo—, ignora la realidad de esa reliquia. De nada le servirá tenerla sin el conocimiento necesario, sin el heredero original. Es como tener una pieza valiosa, nada más.
Jamás había revelado aquello ante nadie, ni siquiera a los demás sacerdotes. Se reservó la verdad durante años, porque así estaría segura. Sin embargo, se sintió con la confianza suficiente como para contárselo a Arwel, porque sabía que él merecía saber más cosas debido a ese encuentro urdido por el mismísimo dios del destino.
—¿Quisieras ayudarme en esto? Siempre necesitaré aliados...
No obstante, siendo también una mujer sensata, que asumía las decisiones del destino con sabiduría, comprendía que algunas cosas eran simplemente inevitables, y que si Arwel se había topado con ella, específicamente en esta encarnación, era porque estaban destinados a permanecer de ese modo. Así es, tal y como lo había dicho con anterioridad, aquello sólo podía ser, nada más y nada menos, que una genuina manifestación de Agape. Ellos eran la mejor muestra de ello, y ya no podía distanciarse como lo hizo su antigua vida. Arwel había sido dotado de la no-vida, y ella... tenía la posibilidad de encarnar sin perder su esencia. ¿Qué mejor ejemplo que eso? Lo aceptaría, sin exigir demasiadas explicaciones por parte de los dioses. Sin embargo, había algo que la seguía dejando intranquila, casi con una pesadumbre que no era propia de su compleja personalidad.
—El destino ha sentenciado lo suficiente, Arwel. No hay mayor misterio en ello. No después de esta noche —contestó, casi como un manifiesto de sus propios instintos—. Entonces, yo no podría negarme a seguir pasos, ni tú negarte a seguir los míos, ¿no es así? Ya no podemos negar lo evidente. Quizás lo hice en mi momento, por ser inexperta, tener demasiados temores apegados a mi joven alma, pero las cosas han resultado muy diferentes ahora. Excepto por...
Guardó una pausa, breve, pero la necesaria para intentar sosegar su mente, mientras su mirada se desviaba hacia otro lado. No era capaz de ver a Arwel, no cuando se sentía atormentada por sus propios errores; de sentir que les falló a los suyos.
—No es que me esté culpando completamente, pero no me deja en paz el hecho de saber que yo era la responsable principal, y simplemente me descuidé por... —Frunció el ceño, dejando escapar un suspiro. Le resultaba intenso el sentimiento, sin embargo, no podía quebrarse ahora—. Tienes razón, de seguro fue alguien experto. Desde luego no pudo ser ningún idiota. Aunque —sonrió, a pesar de los hechos, lo hizo—, ignora la realidad de esa reliquia. De nada le servirá tenerla sin el conocimiento necesario, sin el heredero original. Es como tener una pieza valiosa, nada más.
Jamás había revelado aquello ante nadie, ni siquiera a los demás sacerdotes. Se reservó la verdad durante años, porque así estaría segura. Sin embargo, se sintió con la confianza suficiente como para contárselo a Arwel, porque sabía que él merecía saber más cosas debido a ese encuentro urdido por el mismísimo dios del destino.
—¿Quisieras ayudarme en esto? Siempre necesitaré aliados...
Medea- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 16/08/2015
Re: Cet Enfer Au Paradis [Privado]
La suerte estaba echada, el destino había jugado su mejor mano y ahora, las piezas en el tablero decidían que seguir el designio indicado era lo apropiado. Medea ya no tendía que encarnar una y otra vez para vivir siempre en soledad; mientras que Arwel podría esperarla y ayudarla en las misiones que sus vidas posteriores obtuvieran. De cierta manera, su inmortalidad había pasado de ser una pesada carga a ser a mayor bendición que pudiera recibir. Bien sabía que esperar a la hechicera encarnación tras encarnación no sería sencillo pero más complicado le resultó ser existir sin un propósito determinado, más que el que él se daba.
Recolectar piezas de arte, grabar en su memoria a valiosos artistas e impulsar la carrera de varios de ellos había sido lo que le mantuvo cuerdo durante varios años, más ahora, tenía un motivo que verdaderamente le llenaba de lo que podría decirse ilusión y esperanza, como la que seguramente alguna vez lo motivo cuando era humano.
Medea hablaba con sabiduría, definitivamente su alma poseía la experiencia de años de encarnar mientras que la de Arwel poseía la de años viviendo en aquella tierra, usando el mismo cuerpo pero ahora teniendo recuerdos de vidas anteriores, en las que también creció para estar más a la altura de la hechicera a la que planeaba seguir.
– Así es, ya no podemos negarnos a lo inminente. Nuestros caminos están ligados y tratar de ignorar ese hecho solo traería desgracias – Se encontraban por una razón y si trataban de ir en contra del destino, quien sabía que era lo que ocurriría. Las palabras se quedaron suspendidas en el aire y el inmortal fue capaz de ver una vez más la preocupación en los ojos de Medea.
La hechicera tomaba su labor de siglos muy en serio, ella siempre se dedicaba por completo a sus deberes así que a él le resultaba sencillo comprender que haber perdido una importante reliquia era en cierta manera devastador para ella.
– Así que la reliquia esta segura por ahora – analizo la situación y las palabras de Medea, tras las cuales sonrió – eso nos da tiempo para encontrar al ladrón y recuperar lo que ha robado – entonces, la petición que no era necesaria fue hecha y sin pensarlo, Arwel miró directamente a los ojos a la hechicera – Te ayudare no solamente en esto, te ayudare en todo lo que necesites, ahora y siempre – tras decir aquello estiro su mano en dirección a Medea, ofreciendo así apoyo para la hechicera a quien sonrió.
Sus caminos estaban unidos y solo fuerzas poderosas e incomprensibles serían capaces de separarlos, pero esa noche se encontraban a salvo, esa noche, estaban juntos.
Recolectar piezas de arte, grabar en su memoria a valiosos artistas e impulsar la carrera de varios de ellos había sido lo que le mantuvo cuerdo durante varios años, más ahora, tenía un motivo que verdaderamente le llenaba de lo que podría decirse ilusión y esperanza, como la que seguramente alguna vez lo motivo cuando era humano.
Medea hablaba con sabiduría, definitivamente su alma poseía la experiencia de años de encarnar mientras que la de Arwel poseía la de años viviendo en aquella tierra, usando el mismo cuerpo pero ahora teniendo recuerdos de vidas anteriores, en las que también creció para estar más a la altura de la hechicera a la que planeaba seguir.
– Así es, ya no podemos negarnos a lo inminente. Nuestros caminos están ligados y tratar de ignorar ese hecho solo traería desgracias – Se encontraban por una razón y si trataban de ir en contra del destino, quien sabía que era lo que ocurriría. Las palabras se quedaron suspendidas en el aire y el inmortal fue capaz de ver una vez más la preocupación en los ojos de Medea.
La hechicera tomaba su labor de siglos muy en serio, ella siempre se dedicaba por completo a sus deberes así que a él le resultaba sencillo comprender que haber perdido una importante reliquia era en cierta manera devastador para ella.
– Así que la reliquia esta segura por ahora – analizo la situación y las palabras de Medea, tras las cuales sonrió – eso nos da tiempo para encontrar al ladrón y recuperar lo que ha robado – entonces, la petición que no era necesaria fue hecha y sin pensarlo, Arwel miró directamente a los ojos a la hechicera – Te ayudare no solamente en esto, te ayudare en todo lo que necesites, ahora y siempre – tras decir aquello estiro su mano en dirección a Medea, ofreciendo así apoyo para la hechicera a quien sonrió.
Sus caminos estaban unidos y solo fuerzas poderosas e incomprensibles serían capaces de separarlos, pero esa noche se encontraban a salvo, esa noche, estaban juntos.
TERMINADO
Arwel Reiss- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2015
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