AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Interludios de Escapes — Privado
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Interludios de Escapes — Privado
La nueva empresa de aquella mujer me volvería loco completamente, viajar a América por “negocios” que terminaron siendo revoluciones, le había dejado bien en claro que no me metería a pelear por estupideces que no fuera para las que me contrato y como en mi contrato de trabajo no estaba de ser soldado ni general de guerra no lo haría, solo salvaría la vida de aquella mujer y punto. Aunque dentro de todo esto tendría que darle algo de gratitud, porque ella no sabía que mi día libre estaba cerca y si estaba allá podría hablar con aquel que me recomendó ir a aquella casa.
El viaje fue un fiasco total, si ya en tierra es difícil soporta a la madame en mar aún más, muchas veces por las noches quise ahogarla con la almohada o darle un golpe en la nuca para dejarla inconsciente por lo menos doce horas pero no me atrevía, aunque también cometer suicidio estaba en la lista pero amo mucho vivir y quien mereciera morir sería aquella odiosa de Marienne Liniers. Regresar a América traía recuerdos gratos y no tantos, a la mitad del viaje aquella suelta la noticia de que no será a aquella tierra la que iremos si no al sur a otra tierra desconocida para mí, negué riéndome, solo aguardaría hasta llegar. El arribo fue divertido, verla descender esperando que baje su equipaje, quedé observando y luego arroje todo hasta el puerto maleta tras maleta, su rabieta y gritos lograban ponerme de buen humor.
La despedí con la mano —Hasta aquí nos trajo el viaje Liniers, como me toca mis días libres tomaré vacaciones, no te preocupes serán solo unos días, quizás semanas, procura no meterte en problemas hasta mi regreso Marienne, pero igual haré que uno de mis guaruras te ayude a no meterte tantos líos, ah y no podrás manejarlos a tu antojo porque más miedo me tienen a mi que a ti mujer— un saludo de despedida y el barco zarpa a tierras más al norte.
Navegar solo era lo mejor, no había quejas ni molestas algunas, todo era dicha y alegría. El llegar a esa tierra trajo los últimos recuerdos de mi estadía, hace unos meses atrás, eso era algo que ella no debía saber. Bajé respirando el aroma de tierra y bosque que a lo lejos se percibía sería un buen lugar para cazar y hablar con los indios nativos que aún se encuentran ocultos por aquellas zonas.
Aproveché para caminar por la zona comercial en busca de armas y venenos, sobre todo uno que había oído, pero para eso tendría que llevar un regalo a quien lo hacía por ello compraba ciertos objetos por las calles, pierna de cerdo e hígados de becerros, eso junto a las monedas que tendría que dejar. Aunque antes me pasaría por algún burdel, ya hacían varias lunas y soles que no había recargado y un hombre lo necesita y merece para seguir con su vida.
El viaje fue un fiasco total, si ya en tierra es difícil soporta a la madame en mar aún más, muchas veces por las noches quise ahogarla con la almohada o darle un golpe en la nuca para dejarla inconsciente por lo menos doce horas pero no me atrevía, aunque también cometer suicidio estaba en la lista pero amo mucho vivir y quien mereciera morir sería aquella odiosa de Marienne Liniers. Regresar a América traía recuerdos gratos y no tantos, a la mitad del viaje aquella suelta la noticia de que no será a aquella tierra la que iremos si no al sur a otra tierra desconocida para mí, negué riéndome, solo aguardaría hasta llegar. El arribo fue divertido, verla descender esperando que baje su equipaje, quedé observando y luego arroje todo hasta el puerto maleta tras maleta, su rabieta y gritos lograban ponerme de buen humor.
La despedí con la mano —Hasta aquí nos trajo el viaje Liniers, como me toca mis días libres tomaré vacaciones, no te preocupes serán solo unos días, quizás semanas, procura no meterte en problemas hasta mi regreso Marienne, pero igual haré que uno de mis guaruras te ayude a no meterte tantos líos, ah y no podrás manejarlos a tu antojo porque más miedo me tienen a mi que a ti mujer— un saludo de despedida y el barco zarpa a tierras más al norte.
Navegar solo era lo mejor, no había quejas ni molestas algunas, todo era dicha y alegría. El llegar a esa tierra trajo los últimos recuerdos de mi estadía, hace unos meses atrás, eso era algo que ella no debía saber. Bajé respirando el aroma de tierra y bosque que a lo lejos se percibía sería un buen lugar para cazar y hablar con los indios nativos que aún se encuentran ocultos por aquellas zonas.
Aproveché para caminar por la zona comercial en busca de armas y venenos, sobre todo uno que había oído, pero para eso tendría que llevar un regalo a quien lo hacía por ello compraba ciertos objetos por las calles, pierna de cerdo e hígados de becerros, eso junto a las monedas que tendría que dejar. Aunque antes me pasaría por algún burdel, ya hacían varias lunas y soles que no había recargado y un hombre lo necesita y merece para seguir con su vida.
Oliver T. Bergstrøm- Cazador Clase Media
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/05/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
Aun no estaba segura cual había sido la razón que la llevara a tomar ese barco que la trasladó tan lejos como jamás lo había estado de su hogar. ¿Pero acaso podía afirmar que poseía algún lugar al que pudiera llamar así? No, bien sabía aquello no era posible, que desde hacía mucho tiempo, vivía exiliada de su tierra natal, y que jamás regresó luego de aquella fatídica noche en que la mujer que alguna vez había sido, desapareció tras la loba que se apoderaba de ella cada luna llena.
Para poder viajar había tenido que adquirir, a una hechicera poderosa, un brebaje que le permitía entrar en una especie de trance, o de hibernación, cada que la luna llena comenzaba a danzar por el cielo, pues lo que menos necesitaba era terminar asesinando a todos los tripulantes de la embarcación. Como si fuera un pequeño bebé se dormía tranquila, sin siquiera sentir los fuertes movimientos del oleaje que en más de una ocasión parecía que lograrían romper la embarcación, con la misma facilidad que un golpe de mano a la gruesa corteza de una nuez. Así era ese barco, tan frágil y diminuta a comparación del inmenso océano que los separaba de América del Norte.
Su mirada brilló de alegría cuando por fin llegaron a destino, fue todo un triunfo mantenerse tranquila y paciente, ante la necesidad de esperar que el navío terminara de realizar las maniobras para desembarcar. Tras tocar tierra con sus pies, se dirigió a cumplimentar los trámites de visado necesario para permanecer una temporada en el país. Más de tres horas le llevó terminar con todo aquello, pero al tener en manos sus papeles, se dirigió al centro de la ciudad sin demora, debía buscar un hotel lo suficientemente decente para que una mujer soltera, como ella, pudiera sentirse segura en un país del que solo tenía noticias que existían seres desesperados que necesitaban de la ayuda y el amor de Dios.
Ya en el centro de la ciudad, preguntó en un café, en donde le comentaron sobre un hotel, bastante decente, céntrico y barato. Era verdad que, Cait, poseía un buen pasar económico, pero no podía contar con más metálico hasta la mañana siguiente en que abriera el banco, recién entonces podría hacer una transacción entre el banco de Paris y el de aquella ciudad, -¿porque te metes en todos éstos embrollos? ¿No existían suficientes almas desamparadas en Paris? – se reprendió, cuando tras conseguir quien le ayudara con el transporte de sus pertenencias hasta el hotel. Recién pudo descansar cuando pagó el servicio al marinero y se quedó sola en la habitación. Se acostó en la cama y pronto el cansancio la venció, no sin antes suspirar y contestar a las preguntas que antes se había formulado, - y todo por escuchar aquellas noticias de la grave situación de los nativos, ¿cómo dejaría esas pobres almas a la buena de Dios? No, debía subirme a un barco, con la posible consecuencia de matar a toda la tripulación o morir ahogada en mitad de un océano, solo para dar consuelo y llevar la palabra de Dios a todo aquel que lo necesite… maravilloso… Cait, simplemente… maravilloso – se reprendió, aunque sabía que en el fondo lo disfrutaba.
Tras dormir por unas horas, se adecentó y partió a dar una mirada a lo que parecía una ciudad sumamente rustica, calles poco iluminadas, aceras de tierra apisonada, además de comercios sencillos, algún que otro café tan simples como en el que preguntara por el hotel, y una taberna que parecía sacada de algún cuento de época medieval. Caminando algunas calles mas, alejándose del centro, encontró un edificio que llamó su atención y que erizó su piel, no era otra taberna mas, pues ésta poseía un segundo piso en donde mujeres con poca ropa llamaban a los hombres que transitaban la calle, invitándolos a subir, era inconfundible que se trataba de un burdel. Se paró en la acera opuesta y tras contemplar por un breve momento, con sus ojos muy abiertos por el asombro, inspiró profundamente antes de dirigir sus pasos al endiablado comercio de pecados carnales, - dime que haces entrando a un lugar así – caviló, tragando saliva y dirigiéndose a una de las mesas más cercanas a la puerta.
Para poder viajar había tenido que adquirir, a una hechicera poderosa, un brebaje que le permitía entrar en una especie de trance, o de hibernación, cada que la luna llena comenzaba a danzar por el cielo, pues lo que menos necesitaba era terminar asesinando a todos los tripulantes de la embarcación. Como si fuera un pequeño bebé se dormía tranquila, sin siquiera sentir los fuertes movimientos del oleaje que en más de una ocasión parecía que lograrían romper la embarcación, con la misma facilidad que un golpe de mano a la gruesa corteza de una nuez. Así era ese barco, tan frágil y diminuta a comparación del inmenso océano que los separaba de América del Norte.
Su mirada brilló de alegría cuando por fin llegaron a destino, fue todo un triunfo mantenerse tranquila y paciente, ante la necesidad de esperar que el navío terminara de realizar las maniobras para desembarcar. Tras tocar tierra con sus pies, se dirigió a cumplimentar los trámites de visado necesario para permanecer una temporada en el país. Más de tres horas le llevó terminar con todo aquello, pero al tener en manos sus papeles, se dirigió al centro de la ciudad sin demora, debía buscar un hotel lo suficientemente decente para que una mujer soltera, como ella, pudiera sentirse segura en un país del que solo tenía noticias que existían seres desesperados que necesitaban de la ayuda y el amor de Dios.
Ya en el centro de la ciudad, preguntó en un café, en donde le comentaron sobre un hotel, bastante decente, céntrico y barato. Era verdad que, Cait, poseía un buen pasar económico, pero no podía contar con más metálico hasta la mañana siguiente en que abriera el banco, recién entonces podría hacer una transacción entre el banco de Paris y el de aquella ciudad, -¿porque te metes en todos éstos embrollos? ¿No existían suficientes almas desamparadas en Paris? – se reprendió, cuando tras conseguir quien le ayudara con el transporte de sus pertenencias hasta el hotel. Recién pudo descansar cuando pagó el servicio al marinero y se quedó sola en la habitación. Se acostó en la cama y pronto el cansancio la venció, no sin antes suspirar y contestar a las preguntas que antes se había formulado, - y todo por escuchar aquellas noticias de la grave situación de los nativos, ¿cómo dejaría esas pobres almas a la buena de Dios? No, debía subirme a un barco, con la posible consecuencia de matar a toda la tripulación o morir ahogada en mitad de un océano, solo para dar consuelo y llevar la palabra de Dios a todo aquel que lo necesite… maravilloso… Cait, simplemente… maravilloso – se reprendió, aunque sabía que en el fondo lo disfrutaba.
Tras dormir por unas horas, se adecentó y partió a dar una mirada a lo que parecía una ciudad sumamente rustica, calles poco iluminadas, aceras de tierra apisonada, además de comercios sencillos, algún que otro café tan simples como en el que preguntara por el hotel, y una taberna que parecía sacada de algún cuento de época medieval. Caminando algunas calles mas, alejándose del centro, encontró un edificio que llamó su atención y que erizó su piel, no era otra taberna mas, pues ésta poseía un segundo piso en donde mujeres con poca ropa llamaban a los hombres que transitaban la calle, invitándolos a subir, era inconfundible que se trataba de un burdel. Se paró en la acera opuesta y tras contemplar por un breve momento, con sus ojos muy abiertos por el asombro, inspiró profundamente antes de dirigir sus pasos al endiablado comercio de pecados carnales, - dime que haces entrando a un lugar así – caviló, tragando saliva y dirigiéndose a una de las mesas más cercanas a la puerta.
Edme Grier- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 18/07/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
El burdel de aquella ciudad era más estridente y vulgar de lo que podía esperar, al menos en lo que respecta a la entrada pero ya más allá de esas puertas estaba el lujo mezclado con la pendenciera vida que se lleva en esos antros. En aquel momento me arrepentí de haber cruzado por esa puerta. Las mujeres estaban para cada gusto o disgusto, prefería uno de los burdeles de parís realmente estaba más erótico que aquellos, pero no había forma de escapar ya, quizás por eso fue que entre directo a la barra a pedir un trago doble de tres X de licor.
Dos mujeres se me acercan tocando el hombro y la cintura, sus dedos trataban de alcanzar la billetera, odiaba a esas mujeres pretenciosas, la tomé de la mano oprimiéndosela, no importa si es hombre o mujer si me roban tendrán el mismo trato —Si tan desesperada estás por el dinero para alimentarte porque no me llevas a un cuarto y te abres de piernas para que me descargue en ti violentamente, quizás deba mostrarle a todos como te violo mientras tu lloras por estas monedas que intentas robarme— la mujer se ve aterrorizada, realmente no me importa nada de ellas.
La arrojo al suelo restándole la importancia debida —Lárgate mujer, es mejor que te vayas a tu casa y busques algo más decente que esto, porque estoy seguro de algo no has tenido nunca clientes— la mirada de todos cae enseguida en aquella jovencita, me maldigo por ello, incluso ahí tendré que hacer de perro matón tras una mujer que no podrá pagar ni un céntimo. Ruedo los ojos esperando la pelea que se va armando por aquellos borrachos que intentan tomar a la prostituta o ladrona joven, más mi mano la agarra del cabello y los puños vuelan entre uno y otro, dientes, sangre y saliva que salta por todo el lugar —Este no es lugar para mujeres—
Antes de terminar la frase y otra mujer que entra, el sonido de las botellas siendo rotas en las cabezas de otros, los puños que estallan en las caras de los demás borrachos y mi mano que arrastra a aquella mujer y a la otra que ha entrado fuera del lugar —Mujeres, todo lo que hacen es fastidiar a uno, es mejor que se vayan las dos a sus casas, un burdel es solo para hombres y mujeres que buscan sexo y diversión con cuerpos ajenos hasta que descargas violentas de orgasmos— a ver si con eso ellas entendía que ese no era su lugar, sobre todo de la última que entró a la que miré con fuerza como si me recordara a la tonta de mi jefa, a Liniers.
Tenía un mal presentimiento de aquella mujer.
Dos mujeres se me acercan tocando el hombro y la cintura, sus dedos trataban de alcanzar la billetera, odiaba a esas mujeres pretenciosas, la tomé de la mano oprimiéndosela, no importa si es hombre o mujer si me roban tendrán el mismo trato —Si tan desesperada estás por el dinero para alimentarte porque no me llevas a un cuarto y te abres de piernas para que me descargue en ti violentamente, quizás deba mostrarle a todos como te violo mientras tu lloras por estas monedas que intentas robarme— la mujer se ve aterrorizada, realmente no me importa nada de ellas.
La arrojo al suelo restándole la importancia debida —Lárgate mujer, es mejor que te vayas a tu casa y busques algo más decente que esto, porque estoy seguro de algo no has tenido nunca clientes— la mirada de todos cae enseguida en aquella jovencita, me maldigo por ello, incluso ahí tendré que hacer de perro matón tras una mujer que no podrá pagar ni un céntimo. Ruedo los ojos esperando la pelea que se va armando por aquellos borrachos que intentan tomar a la prostituta o ladrona joven, más mi mano la agarra del cabello y los puños vuelan entre uno y otro, dientes, sangre y saliva que salta por todo el lugar —Este no es lugar para mujeres—
Antes de terminar la frase y otra mujer que entra, el sonido de las botellas siendo rotas en las cabezas de otros, los puños que estallan en las caras de los demás borrachos y mi mano que arrastra a aquella mujer y a la otra que ha entrado fuera del lugar —Mujeres, todo lo que hacen es fastidiar a uno, es mejor que se vayan las dos a sus casas, un burdel es solo para hombres y mujeres que buscan sexo y diversión con cuerpos ajenos hasta que descargas violentas de orgasmos— a ver si con eso ellas entendía que ese no era su lugar, sobre todo de la última que entró a la que miré con fuerza como si me recordara a la tonta de mi jefa, a Liniers.
Tenía un mal presentimiento de aquella mujer.
Oliver T. Bergstrøm- Cazador Clase Media
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/05/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
Apenas pisar el interior de aquel lugar, Caít supo que jamás debería haber entrado, una botella se estrelló a escasa distancia de su humanidad, específicamente, sobre la cabeza de uno de los parroquianos que se estaba trenzando a golpes con otro. Sus ojos contemplaban toda la escena, como si se tratase de el infierno relatado en los evangelios, mujeres con sus bustos casi desbordando de sus vestidos, hombres maldiciendo, mientras otros manoseaban a las pecadoras, que intentaban arrastrarlos escalera arriba, a donde un numero de habitaciones, eran abandonadas por hombre ya saciados de sexo y lujuria.
Buscó en su pequeño bolso un pañuelo y se tapo la nariz, es que por su condición de lobo, el olfato percibía con fidelidad miles de olores, algunos que tenían que ver con la suciedad, el alcohol y también aquellos otros, relacionados con la unión sexual, cosa que le provocaron una arcada, estaba a punto de descomponerse, cuando una mano fuerte la tomó del brazo y la arrastraba. Sus músculos se tensaron y por un segundo sus pupilas se encendieron de una tonalidad dorada, era la forma de advertir a quien se atrevía a meterse con ella, que podía salir mal parado. Mas sus oídos, los que también podían escuchar con mayor claridad que un humano normal, pudo entender perfectamente lo que el extraño intentaba explicar. Fue así como salió de aquel tugurio, tironeada por un hombre que se las daba de salvador.
Cuando aun empujada por la fuerza del caballero, logró salir al exterior y el aire frío de la noche le golpeó el rostro, su descompostura se disipó, permitiendo volver a comunicarse por medio de la palabra. Se paró, con las piernas un poco abiertas, intentando mantener el equilibrio y cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás e inspiró una bocanada de aire, que refrescaron sus pulmones y limpiaron su sentido del olfato, de toda posible huella, de aquel endemoniado lugar. La frase que saliera de los labios de aquel extraño, la volvieron a dejar sin palabras, ¿como podía ser que alguien se expresara así frente a dos señoritas?, - por Dios Nuestro Señor, ¿que maneras son esas de dirigirse a una dama? - se exasperó, - solo deseaba tomar un café, ¿que mal podía buscar? - quiso justificarse.
Buscó en su pequeño bolso un pañuelo y se tapo la nariz, es que por su condición de lobo, el olfato percibía con fidelidad miles de olores, algunos que tenían que ver con la suciedad, el alcohol y también aquellos otros, relacionados con la unión sexual, cosa que le provocaron una arcada, estaba a punto de descomponerse, cuando una mano fuerte la tomó del brazo y la arrastraba. Sus músculos se tensaron y por un segundo sus pupilas se encendieron de una tonalidad dorada, era la forma de advertir a quien se atrevía a meterse con ella, que podía salir mal parado. Mas sus oídos, los que también podían escuchar con mayor claridad que un humano normal, pudo entender perfectamente lo que el extraño intentaba explicar. Fue así como salió de aquel tugurio, tironeada por un hombre que se las daba de salvador.
Cuando aun empujada por la fuerza del caballero, logró salir al exterior y el aire frío de la noche le golpeó el rostro, su descompostura se disipó, permitiendo volver a comunicarse por medio de la palabra. Se paró, con las piernas un poco abiertas, intentando mantener el equilibrio y cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás e inspiró una bocanada de aire, que refrescaron sus pulmones y limpiaron su sentido del olfato, de toda posible huella, de aquel endemoniado lugar. La frase que saliera de los labios de aquel extraño, la volvieron a dejar sin palabras, ¿como podía ser que alguien se expresara así frente a dos señoritas?, - por Dios Nuestro Señor, ¿que maneras son esas de dirigirse a una dama? - se exasperó, - solo deseaba tomar un café, ¿que mal podía buscar? - quiso justificarse.
Edme Grier- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/07/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
De entre todas las mujeres que el infierno puede enviar, se atrevió a escupir a una religiosa, alguien que está más metida en las faldas de los santos y túnicas de viejos verdes morbosos, ¿o será solo apariencia de mojigata?. Me acerqué a la mujer clavando la mirada sobre los ojos de ella, cada uno de sus actos me recordaban a uno de los soldados de aquel anciano, solo la miré con disimulo dándole la espalda, quizás era ello lo que mi sentido de cazador anunciaba con “cuidado, peligro cerca”.
Me froté el puente de la nariz, una extraña forma que adquirí con mi endemoniada jefa —Verá señorita religiosa, su Dios no le ha enseñada que en lugares como esos solo lo que se busca es S.E.X.O, placer carnal, quizás los sacerdotes de las iglesias no le han mostrado lo que es eso al cogerse a las monjas o beatas puritanas que se ofrecen a ellos— me reí fuertemente mientras podía oír la diversión en el antro .
Mis cosas se habían quedado ahí adentro y no podría hacer nada si no las tenía —Maldita sea, por su culpa, perdí mi cosas, tendré que volver por ellas y romper algunas mandíbulas si quiero mis cosas de vuelta, espero que estén contentas, ah y por cierto la cafetería está por allá— señale al lado derecho tronándome los dedos de las manos —Si vuelve ahí, no saldrá viva, porque ahí solo buscan lo que le dije, alcohol, apuestas y peleas. Si no quiere terminar como uno de ellos o violada entonces manténgase lejos de ahí, lleve su trasero a otro lugar más propicio para beatas como usted ¿o será que el cura de la parroquia ya se la jodió a usted?— le miro de arriba abajo inspeccionando para ver si no me miente.
Más, mi nuca comenzaba a cosquillear más insistentemente y eso solo anunciaba que había un peligro mucho mayor cerca de donde estaba. Quizás lobos vestidos de humanos, ese era el presentimiento que estaba buscando justificar.
Me froté el puente de la nariz, una extraña forma que adquirí con mi endemoniada jefa —Verá señorita religiosa, su Dios no le ha enseñada que en lugares como esos solo lo que se busca es S.E.X.O, placer carnal, quizás los sacerdotes de las iglesias no le han mostrado lo que es eso al cogerse a las monjas o beatas puritanas que se ofrecen a ellos— me reí fuertemente mientras podía oír la diversión en el antro .
Mis cosas se habían quedado ahí adentro y no podría hacer nada si no las tenía —Maldita sea, por su culpa, perdí mi cosas, tendré que volver por ellas y romper algunas mandíbulas si quiero mis cosas de vuelta, espero que estén contentas, ah y por cierto la cafetería está por allá— señale al lado derecho tronándome los dedos de las manos —Si vuelve ahí, no saldrá viva, porque ahí solo buscan lo que le dije, alcohol, apuestas y peleas. Si no quiere terminar como uno de ellos o violada entonces manténgase lejos de ahí, lleve su trasero a otro lugar más propicio para beatas como usted ¿o será que el cura de la parroquia ya se la jodió a usted?— le miro de arriba abajo inspeccionando para ver si no me miente.
Más, mi nuca comenzaba a cosquillear más insistentemente y eso solo anunciaba que había un peligro mucho mayor cerca de donde estaba. Quizás lobos vestidos de humanos, ese era el presentimiento que estaba buscando justificar.
Oliver T. Bergstrøm- Cazador Clase Media
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/05/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
Definitivamente aquel bribón la estaba sacando de quicio, intentaba con todas sus fuerzas no descontrolarse, la luna no era llena, pero eso no significaba que su caracter cambiara, de dulce señorita a endiablada mujer, cuando el astro nocturno se acercaba lentamente a su cenit. Frunció el entrecejo cuando él le habló descaradamente de lo que su mente depravada creía que los religiosos hacían en la intimidad de los conventos. - es usted un... un... hombre insoportable - dijo, intentando no gritarle las verdaderas palabras que golpeaban con fuerza en su cabeza - es un deslenguado, no necesita usar esas palabras, no soy tonta, claro que sé donde me metía... ¿pero acaso no cree que es en esos lugares donde se debe buscar a la oveja descarriada? - dijo sin poder dejar de acentuar su discurso con sus manos, es que si no lo hacía, estaba segura de que un fuerte golpe terminaría en la mejilla del individuo, porque por más que la biblia lo pidiera, ella no estaba dispuesta a dejar las ofensas a Dios, no era tonta y comprendió perfectamente que la alusión a mojigatas y curas, era para ella. - y no, no conozco lo que hacen los curas, monjas o beatas, porque no soy católica - le espetó, algo que podía meterla en las mazmorras de la inquisición, de estar en París o en algún sitio de Europa, pero se encontraban en una tierra diferente, libre de esa maldita organización. Elevó la barbilla y cruzó sus brazos sobre el pecho, - si tanto necesita sus cosas, vaya y búsquelas, que nadie le pidió que se metiera de redentor - Edme, bien sabía que podría haber tirado a unos cuantos al piso inconsciente, aunque de seguro hubiera levantado las sospechas, así que en cierta forma, si le debía la ayuda al hombre que parecía divertirse soltando ofensas.
No esperó que se vaya, tomó el rumbo a donde el joven había dicho que estaba la cafetería y se dirigió oronda a esperar allí, sin girarse, le habló - cuando haya conseguido sus cosas, venga a buscarme, así le pago el servicio de guardaespaldas - su voz sonó con un dejo de ironía, - claro, a menos que piense que recibir un dinero de una dama lo pueda convertir en menos caballero - sonrió, mientras tomaba del brazo a la otra joven y la arrastraba sin mucha cortesía al local - vamos, debe comer algo antes de emprender el regreso a su hogar, aquí no se puedes quedar, o el infierno se abrirá a sus pies - sentenció, se notaba que la frustración le brotaba por los poros, ademas, no quería que el hombre se diera cuenta del brillo amarillo de sus ojos, no podría transformarse, pero parte de sus habilidades permanecían alerta y listas para atacar.
No esperó que se vaya, tomó el rumbo a donde el joven había dicho que estaba la cafetería y se dirigió oronda a esperar allí, sin girarse, le habló - cuando haya conseguido sus cosas, venga a buscarme, así le pago el servicio de guardaespaldas - su voz sonó con un dejo de ironía, - claro, a menos que piense que recibir un dinero de una dama lo pueda convertir en menos caballero - sonrió, mientras tomaba del brazo a la otra joven y la arrastraba sin mucha cortesía al local - vamos, debe comer algo antes de emprender el regreso a su hogar, aquí no se puedes quedar, o el infierno se abrirá a sus pies - sentenció, se notaba que la frustración le brotaba por los poros, ademas, no quería que el hombre se diera cuenta del brillo amarillo de sus ojos, no podría transformarse, pero parte de sus habilidades permanecían alerta y listas para atacar.
Edme Grier- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/07/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
Aquella mujer sí que era del todo divertida, sabía cómo halagar a hombre como yo, no se parecía a las que siempre suelo cuidar y evitarles que se metan en más líos de los que sus enaguas puedan soportar, no pude evitarlo y solté una sonora carcajada y me llevé las manos al estómago de tanto que reía comenzó a doler; aquello había sido la mejor broma que he oído en toda la asquerosa vida. Tomé fuerzas para evitar reírme más de lo que ya había soltado anteriormente, estaba listo para una buena pelea ahora y por qué no volver a ese antro y repartir golpes hasta que ni uno de esos borrachos quede en pie, oh y recuperar mis cosas, eso era lo primordial.
Agité la mano como despidiéndolas a las dos “damas” a que se apartaran campantes, luego le refutaría a aquella mujer sus bromas, le daría tiempo a que piense en mi y lo graciosa que resultó ser para mi —¿A sus pies? No dirás entre sus piernas, luego te respondo muñeca, por ahora tengo que volver a por mis cosas— entré al antro viendo como aun continuaba los puños y la música en alto volumen animando a darse más golpizas. Solo se oye el sonido de los puños azotando la piel de otros, gritos, botellas y uno que otro insulto hereje, los que me llevé encima terminaron como tapete sucio en el suelo, claro que solo mis botas eran los que les recibían. Tenía mis cosas, al menos las más necesarias, el dinero había desaparecido y con ello significaba que tendría que trabajar si quería llegar a tener las monedas exactas para aquel tipo. Estaba a punto de acabar todo hasta que los hombres de negro llegaron con sus silbatos.
Tuve que huir lo más rápido que pude entre los callejones para evitar que comisaran los enceres que llevaba. Al dejarlos a tras pude concentrarme en contar todo lo que llevé —Maldita sea, no podré juntar esas monedas en una noche— cargue todo al hombro caminando directo a la cafetería, tenía ahora que buscar un buen trabajo para conseguir la bolsa de dinero que necesitaba. Con un fuerte suspiro llegue a la cafetería donde estaban las mujeres —Si no eres católica entonces eres una hereje— lo solté así de rápido interrumpiendo la conversación de las mujeres, tomé asiento con la mirada de todos por mis palabras —O quizás una de esas budistas de la india, o de la china, o solo una religiosa creyente cuyas enaguas son muy ajustadas— volví a reír —Lo que hacen los sacerdotes es lo mismo que esta mujer hacía ahí en el burdel, follar sin control tras las puertas de aquello que llaman iglesia y luego salir a dar sus santas misas como si fuera de lo más normal, oh claro y lo llaman santificación del cuerpo— saqué un cigarro a fumar con el ceño fruncido.
Solté el humo mirando el sonrojo de una de las mujeres y de inmediato miré a la otra —Si no es molestia ¿me pagas por cuidar su trasero de salir todas moradas y violadas de ahí? Lo necesito con urgencia. Por eso no me gusta trabajar con mujeres, pero aun así es lo que toca, y no muñeca, no me hace menos hombres cuidar los traseros de mujeres como tu por una buena paga, es lo que hago. Cuido que sus enaguas no terminen perdidas en cualquier lugar, o mejor dicho sus cabezas— arrojé el cigarro al piso aplastándolo. Quería ese dinero para saber cuánto tendría que trabajar y que tipo de trabajos aceptar hasta la media noche
Agité la mano como despidiéndolas a las dos “damas” a que se apartaran campantes, luego le refutaría a aquella mujer sus bromas, le daría tiempo a que piense en mi y lo graciosa que resultó ser para mi —¿A sus pies? No dirás entre sus piernas, luego te respondo muñeca, por ahora tengo que volver a por mis cosas— entré al antro viendo como aun continuaba los puños y la música en alto volumen animando a darse más golpizas. Solo se oye el sonido de los puños azotando la piel de otros, gritos, botellas y uno que otro insulto hereje, los que me llevé encima terminaron como tapete sucio en el suelo, claro que solo mis botas eran los que les recibían. Tenía mis cosas, al menos las más necesarias, el dinero había desaparecido y con ello significaba que tendría que trabajar si quería llegar a tener las monedas exactas para aquel tipo. Estaba a punto de acabar todo hasta que los hombres de negro llegaron con sus silbatos.
Tuve que huir lo más rápido que pude entre los callejones para evitar que comisaran los enceres que llevaba. Al dejarlos a tras pude concentrarme en contar todo lo que llevé —Maldita sea, no podré juntar esas monedas en una noche— cargue todo al hombro caminando directo a la cafetería, tenía ahora que buscar un buen trabajo para conseguir la bolsa de dinero que necesitaba. Con un fuerte suspiro llegue a la cafetería donde estaban las mujeres —Si no eres católica entonces eres una hereje— lo solté así de rápido interrumpiendo la conversación de las mujeres, tomé asiento con la mirada de todos por mis palabras —O quizás una de esas budistas de la india, o de la china, o solo una religiosa creyente cuyas enaguas son muy ajustadas— volví a reír —Lo que hacen los sacerdotes es lo mismo que esta mujer hacía ahí en el burdel, follar sin control tras las puertas de aquello que llaman iglesia y luego salir a dar sus santas misas como si fuera de lo más normal, oh claro y lo llaman santificación del cuerpo— saqué un cigarro a fumar con el ceño fruncido.
Solté el humo mirando el sonrojo de una de las mujeres y de inmediato miré a la otra —Si no es molestia ¿me pagas por cuidar su trasero de salir todas moradas y violadas de ahí? Lo necesito con urgencia. Por eso no me gusta trabajar con mujeres, pero aun así es lo que toca, y no muñeca, no me hace menos hombres cuidar los traseros de mujeres como tu por una buena paga, es lo que hago. Cuido que sus enaguas no terminen perdidas en cualquier lugar, o mejor dicho sus cabezas— arrojé el cigarro al piso aplastándolo. Quería ese dinero para saber cuánto tendría que trabajar y que tipo de trabajos aceptar hasta la media noche
Oliver T. Bergstrøm- Cazador Clase Media
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/05/2015
Re: Interludios de Escapes — Privado
Caminó con la mujer que la seguía como perro que había perdido a su amo, suspiró pensando que por meterse de salvadora ahora se debería hacer cargo de aquella mujer, que si mal no recordaba, no la había salvado ella, sino el energúmeno que momentos atrás las había dejado en mitad de la calle, haciéndose el guerrero medieval, dispuesto a entrar otra vez en ese antro solo para conseguir sus pertenencias. No pudo dejar de pensar que según cuanto se demorara, debería dejar a la joven comiendo en la cafetería y entrando ella también a ese lugar solo para intentar sacar lo menos molido a palos que encontrara al bravucón que se había encontrado aquella noche.
Los minutos pasaron, y no se escuchaba jaleo alguno, hasta que al final pudo distinguir a unos policías que salían a toda prisa, como buscando algún delincuente, - mientras que no se le haya ido la mano y pasado a mejor vida a alguno de los parroquianos, estaremos tranquilos, pero de haber matado a cualquiera de esos delincuentes, deberemos abandonar la ciudad - se dijo bastante molesta con esa opción, pero mas aún al darse cuenta que hablaba en plural, como si le debiera algo, o debería velar por la vida de aquel energúmeno.
Resopló mientras mantenía los codos clavados en la mesa y sosteniendo la taza de café, su mirada se dirigió a su compañera que inclinada sobre el plato de guiso, comía como si se tratara de la mayor delicia del mundo. Edme frunció el puente de la nariz, desde su lugar podía oler el asqueroso potaje y definitivamente no lo hubiera probado, se notaba que la carne no era de una res, sino de algún animal salvaje, sin descontar que se podría tratar de alguna de las ratas tan grande como gatos, que había visto en la corta estadía en ese lugar llamado pomposamente ciudad.
Dió otro trago, haciendo ruido al tragarlo, deseaba calentar su estomago, pero el gusto era tan amargo que parecía haber sido preparado con cualquier cosa menos con café, - definitivamente, me iré de éste maldito lugar, apenas el sol aparezca - sentenció, su humor se estaba agriando, si hasta le apetecía dejar a la mujer allí, con la comida pagada y huir lo antes posible, si no fuera que había dado su palabra de esperar a ese hombre ya se habría marchado.
De pronto lo onservó entrar a la cafetería, acercarse a donde ellas se encontraban y sentarse sin pedir permiso, para luego escupir en su cara algo sobre su religión. Si pensaba que se escandalizaría, simplemente logró que sonriera de medio lado, - creo que el que no se da cuenta de donde está es usted, señor... nos encontramos en un lugar donde la mayoría no es católica, mas bien protestante, al igual que una servidora - dijo apoyando con cuidado la taza en la mesa. - Lo que hacen los sacerdotes con las beatas, me trae sin cuidado, solo asegúrate de entender que no estoy en venta, ni soy manceba de ningún religioso... y por lo visto, tiene el mismo concepto sobre los religiosos católicos, que yo poseo - dijo sonriendo, algo mas distendida, no entendía porque, pero el saberle seguro, allí, con ellas, le había devuelto un poco la tranquilidad.
- ¿Quieres tu paga? ¿que paga si no has hecho nada que yo no pudiera hacer? - le dijo enarcando una ceja. - si quieres que pague por tus servicios, deberás trabajar para mi, como se debe, a ver, dime, que haces ademas de ponerte como una cuba de vino en un antro como en el que estabas-.
Los minutos pasaron, y no se escuchaba jaleo alguno, hasta que al final pudo distinguir a unos policías que salían a toda prisa, como buscando algún delincuente, - mientras que no se le haya ido la mano y pasado a mejor vida a alguno de los parroquianos, estaremos tranquilos, pero de haber matado a cualquiera de esos delincuentes, deberemos abandonar la ciudad - se dijo bastante molesta con esa opción, pero mas aún al darse cuenta que hablaba en plural, como si le debiera algo, o debería velar por la vida de aquel energúmeno.
Resopló mientras mantenía los codos clavados en la mesa y sosteniendo la taza de café, su mirada se dirigió a su compañera que inclinada sobre el plato de guiso, comía como si se tratara de la mayor delicia del mundo. Edme frunció el puente de la nariz, desde su lugar podía oler el asqueroso potaje y definitivamente no lo hubiera probado, se notaba que la carne no era de una res, sino de algún animal salvaje, sin descontar que se podría tratar de alguna de las ratas tan grande como gatos, que había visto en la corta estadía en ese lugar llamado pomposamente ciudad.
Dió otro trago, haciendo ruido al tragarlo, deseaba calentar su estomago, pero el gusto era tan amargo que parecía haber sido preparado con cualquier cosa menos con café, - definitivamente, me iré de éste maldito lugar, apenas el sol aparezca - sentenció, su humor se estaba agriando, si hasta le apetecía dejar a la mujer allí, con la comida pagada y huir lo antes posible, si no fuera que había dado su palabra de esperar a ese hombre ya se habría marchado.
De pronto lo onservó entrar a la cafetería, acercarse a donde ellas se encontraban y sentarse sin pedir permiso, para luego escupir en su cara algo sobre su religión. Si pensaba que se escandalizaría, simplemente logró que sonriera de medio lado, - creo que el que no se da cuenta de donde está es usted, señor... nos encontramos en un lugar donde la mayoría no es católica, mas bien protestante, al igual que una servidora - dijo apoyando con cuidado la taza en la mesa. - Lo que hacen los sacerdotes con las beatas, me trae sin cuidado, solo asegúrate de entender que no estoy en venta, ni soy manceba de ningún religioso... y por lo visto, tiene el mismo concepto sobre los religiosos católicos, que yo poseo - dijo sonriendo, algo mas distendida, no entendía porque, pero el saberle seguro, allí, con ellas, le había devuelto un poco la tranquilidad.
- ¿Quieres tu paga? ¿que paga si no has hecho nada que yo no pudiera hacer? - le dijo enarcando una ceja. - si quieres que pague por tus servicios, deberás trabajar para mi, como se debe, a ver, dime, que haces ademas de ponerte como una cuba de vino en un antro como en el que estabas-.
Edme Grier- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 18/07/2015
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