Le Cœur D'Or - Privado

Con su hermana por la residencia, le era más difícil tener esos momentos de paz. Esa tarde, no se había escapado, se ganó cierta confianza del señor Milles para tener dos horas libres en las que ir y hacer lo que quisiera. No podía negárselo, buscaba a alguien y sabía que no iba a encontrarlo. Las casualidades no existen, esa era una frase que la joven Appleby se decía mucho a sí misma. Más que la casualidad, sus pasos, le llevaban a sitios en dónde jamás había estado, perdiéndose una vez más por las calles de Paris.

La tarde en la que algo dentro de ella cambió, parecía tan lejana como otra en la que dejó marchar a alguien. Todo se había complicado demasiado como a la vez, se sentía en paz. Recordaba una sonrisa, unas palabras, una promesa que sin querer, le arrancó una sonrisa de lo más sincera, pudiéndose tachar hasta de dulce.

No iba en buen camino, quizás no el adecuado para alguien de su clase ¿acaso eso era una novedad? Por supuesto que no. El hecho de no haber ido nunca por esa calle más estrecha que las anteriores, le dio mucha curiosidad, más al ver un edificio muy grande a lo lejos…apartado y que estaba solo en medio de aquel claro. Las casas estaban alejadas de dicho edificio y lo que le resultó aún más raro, pese que parecía estar en ruinas, vivía gente… tenía que ser algo en especial ¿por qué no averiguarlo?

Aceleró el paso impulsada por la curiosidad, llevándola hasta justo la puerta enrejada de la entrada. La reja se movía con cierta violencia, el aire apenas le daba un respiro por lo que rara vez permanecía cerrada y sin hacer ruido. Y cruzó el umbral, uno que separaba la cordura de la locura sin que ella fuese consciente de ello. No sabía dónde se encontraba hasta estar dentro, colándose por uno de los pasillos traseros. Apenas se veía, se oían murmullos y gritos incomprensibles. No era un lugar cualquiera, sabía que debía de ser…aquel con el que tanto le amenazaba su hermana, o uno que se le pareciese.

La voz suave del joven, la alertó, abriendo los ojos de golpe y girarse violentamente, casi perdiendo el equilibrio. No le asustó, si la inquietó. Siempre estaba en búsqueda y captura, como un criminal que ha cometido el peor de los crímenes, en su caso, el mayor crimen: su libertad. Parpadeó, entrecerrando sus ojos azules, observándole en el más completo silencio… no se le olvidaba una cara y con apenas luz le distinguía hasta que al dar un par de pasos hacia él, supo de quién se trataba.

-Vaya. Buenas tardes. -sonrió, riendo por lo bajo finalmente y observarle en silencio, ese joven que le dio las gracias aquella tarde… dedicándole unas simples palabras de autoconfianza. -¿En qué puedo ayudarle yo a usted? Esa es la pregunta. No me recuerda ¿cierto? Yo sí me acuerdo de usted. ¿Lo puso en práctica?¿Confiar en sí mismo? -estaba siendo muy directa, demasiado, así que carraspeó negando con la cabeza -¿Qué hace aquí? Yo…estoy de visita, creo que un día de estos, me verá aquí…pero dentro -rió por lo bajo, una risa que se detuvo de golpe, aunque permaneciese su sonrisa…estaba claro que para nada, bromeaba, podía ocurrir.

Caminar por caminos
Que siempre nos llevan
Al mismo lugar.


Y ese mismo lugar, sería el elegido para acogerla en un futuro. Las amenaza de su padre con terminar encerrándola por su comportamiento, se llevarían a cabo tarde o temprano, estaba más que segura de ello. La curiosidad le llevó allí y qué sorpresa encontrarse con alguien que no esperó en absoluto. Sonrió de medio lado, al oír su apellido, la recordaba y eso le agradó por lo que su risa, hizo eco en aquel solitario pasillo…uno que había sido testigo de su encuentro.

La vez que se encontraron en aquel lugar sin nombre. Por primera vez, dio un consejo a alguien ajeno. Ella, dando consejos cuando era la persona menos indicada para eso pero al menos surtió efecto. Se sentía extraña pero reconfortada, a fin de cuentas, hizo algo por alguien y no pidió nada a cambio…le salió sin más y esa faceta tan desconocida de la rubia, le sorprendía a sí misma. Más que una oportunidad, cada día…era un logro propio para alejarse de aquel futuro cercano y lejano…al mismo tiempo.

-Tiempo al tiempo, Roma no se construyó en un día. Teniendo claro todo, lo demás viene solo. Ya le dije que la confianza en sí mismo es lenta, tiene que concienciarse de ello… -suspiró, observándolo en silencio, estudiándolo y es que esas orbes azules no podían parar de curiosear, más con personas que acababa de conocer

-Un placer mutuo, François -tomó su mano, estrechándola con energía, esa chica era un torbellino y lejos de comportarse como cualquier chica de alta sociedad, lo trataba como a un igual, mostrando aquella leve sonrisa. - Trabaja aquí, curioso -entrecerró los ojos, desviando la cabeza y perder la mirada en el pasillo -Alguien con completa libertad en un lugar como este…-murmuró volviendo la mirada al joven, entrecerrando los ojos al ver que pese a todo sonreía , le pareció aún más curioso.

-No bromeo, ni mi familia al respecto con ese tema. Mis pensamientos, como mi comportamiento…no casan con los de cualquier dama de alta sociedad. -se encogió de hombros, sonriéndole con cierta melancolía mezclada con ternura -¿Cree que sería una visita de gravedad? A simple vista, conocerás a mucha gente, que van y vienen… no serás un experto pero sí lo suficiente para saber, comprobar que… no soy tan peligrosa…solo que ellos no comprenden -

Siguió sus pasos, su vestuario llamaría la atención y aún así, no parecía tan despampanante y exagerada como esas damas. Caminaba a su lado y no parecía incómoda, es más disfrutaba con aquel paseo tan diferente a cualquier otro.

-¿Por qué está aquí, François? La ayuda a estas personas es primordial, algunos no se enterarán de que están aquí pero otras…como sería mi caso ¿no cree? Si alguna vez, termino en este lugar… haga lo posible para que no pierda aún más la cabeza -una petición muy diferente a la que seguro él no estaría acostumbrado y lo peor es que hablaba completamente en serio -Si niego estar loca…gritaré de algún modo que así es , así que piensen lo que quieran, no me importa ¿qué piensa usted?

Quizás la locura,
Sea la guía de mi camino.


Ese joven, empezaba a conocer detalles de ella que ninguna otra persona conocía. ¿Por cuál razón? No supo porqué le confesó el deseo de que su familia quisiera internarla, o al menos, lo pensaron en algún momento. Quizás, esa fuese la solución a sus problemas, la última y más fácil opción ¿cuántas quedaban hasta llegar a ese desenlace? Y no era la única a la que prestaban atención, sus ojos azules, se fijaban en él curiosos. Ese joven le intrigó desde el primer segundo, ¿por qué? se suponía era un simple chico de clase baja inseguro que no tenía idea de la vida. Quizás esa nobleza despertó en Abbey una faceta protectora que desconocía, o más bien, él pudiese protegerla en aquel mundo de locos del que se suponía ella pertenecía, cuando los locos no se encontraban en su bando precisamente, si no en el contrario.

-No pienso en esa libertad como los demás, François. No el hecho de estar por este lugar y moverte a tu aire, ayudar. Me refiero a la libertad de…ser tú mismo -lo último lo susurró junto con una leve sonrisa, veía tanta pureza y nobleza en aquel muchacho, la inocencia brillaba por sí misma pero también, vislumbró algo en su mirada de lo que quizás era mejor no hacer referencia, no si él quería hablarle de ello -Creo que cuando abres la puerta equivocada, ésta te atrapa hacia un mundo desconocido y del que no se ve salida ¿cierto? Mires donde mires….hay oscuridad y desesperanza. ¿Le ha pasado alguna vez? -

Un tema muy delicado, hablar de ello cerca de aquel edificio era más que peligroso. Siguió los pasos del joven, sonrió de forma sincera por la sensación que le produjo no solo el hecho de estar acompañada de aquel joven, era como si hubiesen paseado una y mil veces por aquel jardín. Conocía el significado de eso, él era una de esas personas que la hacían sentir ella misma, a gusto con su compañía y no como una herida molesta que no es capaz de sanar.

-Es muy relajante -cerró los ojos, abandonándose a la agradable sensación que le producía aquella brisa acariciando sus mejillas, revolviendo sus cabellos dorados - Ya sé dónde buscarle cuando le necesite, o se pierda -abrió sus orbes azules para buscar la mirada ajena, la complicidad con la que lo miró era una clara invitación a no ser el único de los dos que pedía ayuda si no ofrecía su mano por si en un determinado momento….él la necesitase

-A veces, la locura es la única que contiene algo de veracidad. Tengo asumido que soy la “inestable” de todos los Appleby , solo esperan el momento adecuado para llamar por mí a una de esas puertas equivocadas y encerrarme, tirar la llave de mi jaula de oro y desaparecer como otro de sus problemas. -habló en voz alta y eso, la llevó a suspirar negando con la cabeza, esperando que ambos olvidasen esas frases -Solo con el hecho de haberme acompañado en este paseo y enseñarme su lugar favorito… ha alimentado su confianza -sonrió, dándole con el codo al brazo del joven, cercanía de alguien que se suponía que no debía estar allí y menos relacionarse con gente de su clase -De momento resido en la residencia Appleby, si me necesita , estaré allí y no dude en hacerlo ¿me oye? -

Estuvo en silencio los minutos suficientes para familiarizarse con el lugar, perdiendo la mirada en cada resquicio del maravilloso paisaje que se presentaba ante sus ojos.

-Una vez se perdió en ese sendero del que menciona…¿Verdad? -cortó el silencio con aquella pregunta de la que no estaba segura si obtendría respuesta, más que una respuesta… temor por si en algún momento, pudiese ocurrirle a ella misma.